Edwin Andrés Restrepo Zuleta, La Posición Sexuada Del Hombre, Un Recorrido Por La Teoría
Edwin Andrés Restrepo Zuleta, La Posición Sexuada Del Hombre, Un Recorrido Por La Teoría
Edwin Andrés Restrepo Zuleta, La Posición Sexuada Del Hombre, Un Recorrido Por La Teoría
PSICOANALÍTICA
ASESOR:
PhD. EN PSICOANÁLISIS
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA
MEDELLÍN
2020
Contenido
Introducción .................................................................................................................................... 5
Justificación .................................................................................................................................. 10
Objetivos ....................................................................................................................................... 11
General ...................................................................................................................................... 11
Específicos ................................................................................................................................. 11
Metodología ................................................................................................................................... 14
Diseño Metodológico................................................................................................................. 14
Resultados ..................................................................................................................................... 19
lacaniano .................................................................................................................................... 41
Conclusiones: ................................................................................................................................ 83
Recomendaciones: ........................................................................................................................ 84
Referencias bibliográficas............................................................................................................ 85
Tabla de ilustraciones
Resumen
masculinidad, aún hoy día, se hace complejo dimensionar la constitución masculina del sujeto,
pensando más allá de lo que anatómicamente se puede concluir. De este modo, el presente trabajo
de monografía plantea un recorrido teórico por algunos presupuestos freudianos y lacanianos que
hombre.
Abstract
Although it is believed that everything has been studied in psychoanalysis regarding men
and masculinity, it is complex, even nowadays, dimensioning the male constitution of the
individual, considering beyond what can be anatomically concluded. Thereby, this monograph
work sets a theoretical path of some freudians and lacanians assumptions that allow an approach
PSICOANALÍTICA
Introducción
tanto de la niña, dejando cierta deuda con respecto a la mujer, pero tal vez, esta sea una idea
sesgada y aunque se crea que todo se ha dicho con relación al hombre, aún hoy, se hace complejo
propiamente dicho.
sexuada de los sujetos, encaminado a retomar algunos elementos que permitan dar respuesta a la
A lo largo de los años los constructos de hombre y mujer tenían una aparente estabilidad y
socialmente recaían sobre ellos algunos significados con los cuales los sujetos se las tenían que
presentando toda una confrontación por parte de algunos sectores que tratan de redefinir las
categorías hombre y mujer, apelando a que se puede ser hombre teniendo un cuerpo de mujer y
psicoanálisis dice al respecto, lo que interesa en este caso, es abordar el asunto de la constitución
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sexual del hombre, toda vez que en la actualidad hay un mayor empoderamiento de la mujer y
pareciera que el hombre tuviese dificultades para vérselas con dicho posicionamiento femenino.
Para poder abordar esta cuestión, es menester realizar un recorrido que permita la
comprensión de lo que nos atañe, el hombre, no como genérico de la humanidad, sino como
Para el psicoanálisis, tal y como menciona Araujo y Rogers (2000) la presencia del pene o
la vagina no son garantes de la posición sexuada en la que se asuma un sujeto, por lo que hombre
discusión importante hoy día en el entorno social, particularmente en sociedades como España,
hombre y mujer, como correlativa de la posición sexuada de los sujetos, la cual atañe al género, y
posición sexuada de los sujetos (masculino/femenino), cuestiones que para el psicoanálisis son
distintas. Frente a dicha discusión, Saettele (2011) define que la sexuación: «desde el punto de
vista del psicoanálisis, es el destino somático del fantasma, y como tal, tiene una estructura
hace cuerpo la forma en la que el sujeto se encuentra con la realidad, y una de esas maneras de
la posición sexuada es una elección en vía del goce, que se enlaza a lo real; en ese orden de ideas,
dirá además que siempre será una decisión del sujeto ubicarse del lado de lo femenino o lo
7
masculino, lo cual no depende de la constitución biológica; algo que concuerda con lo que dice
Otro, es lo que permite que surja un hombre o una mujer, por lo que nacer con o sin el órgano
y a las diferencias biológicas que esto suscribe; planteamiento que insiste en lo que se ha sido
manifestado antes y que permite vislumbrar que, previo a la pregunta por lo biológico, hay algo
que la anatomía no puede aprehender» (p.106). De tal forma que la posición sexual, tal y como se
ha esbozado, permite entender que no todo hombre es necesariamente masculino, ni toda mujer
femenina. Moreno (2012) agrega un elemento hasta ahora no considerado en este recorrido
constitución bisexual del sujeto, argumentando que a partir de la bisexualidad constitutiva de los
sujetos se pueden poseer caracteres tanto masculinos como femeninos, lo que remite a una
De esta manera, lo que plantea la bibliografía encontrada hasta este momento, lleva a
cuestionar aquello no anatómico que permite que el hombre se signifique como tal. Ahora bien,
hablan de la diferencia que plantea el psicoanálisis entre «elección de objeto sexual y posición
8
subjetiva sexuada» (p.62). Mencionan que el sujeto no siempre elige al objeto sexual en contraste
con su posición sexuada; en otros términos, existen hombres subjetivamente posicionados del
lado femenino que eligen a una mujer como objeto sexual, gozan con ella; lo cual no es menos
importante, pues nos pone de cara con lo que Freud (1925) planteaba en cuanto a lo incierto que
constitucional.
De otro modo, la sexuación, tal y como lo propone Brodsky (2004) se define a partir de la
identificación que el sujeto tiene con el falo, la cual puede darse de dos maneras: teniendo el falo,
o siendo el falo. Tener el falo, implica el goce con el órgano, mientras que, al ser el falo, se goza
de esa posición respecto del Otro. De ahí que se ubique al hombre como aquel que lo tiene y a la
mujer como aquella que lo es; no obstante, la autora también manifiesta que, en el pensamiento
lacaniano, se hace referencia a que hay hombres que son el falo y mujeres que lo tienen, aunque
este no sea el mejor resultado tanto para el hombre como para la mujer.
La idea anteriormente esbozada tiene estrecha relación con lo que venimos planteando en
función de la posición sexuada del hombre. Teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora,
interrogamos la masculinidad, ¿Qué es? ¿Qué hace parte de ella? ¿Qué la constituye?
Lo masculino al igual que lo femenino, son para Araujo y Rogers (2000) posibilidades
representación en la cultura de las masas» plantea dos modelos de representación masculina que
no han sido esbozados en ningún otro referente estudiado hasta el momento en este
planteamiento, se trata de los constructos de: hombres duros y hombres blandos, los cuales el
asociados a la mujer, como son el cariño y la ternura. En cuanto al hombre blando, es aquel que
ve como la mujer se ubica en otro lugar, del lado de lo viril, y él interioriza los conceptos
feministas, se muestra empático en cuanto al despertar femenino, hasta el punto en el que teme a
de la teoría psicoanalítica, sirve para ilustrar un poco ciertas características que socialmente se le
atribuyen al hombre, respecto a la mujer. De este modo, lo que se propone no quiere decir que, al
dependencia o fragilidad, lo que se esboza, es que en la medida en que el hombre se hace objeto
de deseo, se feminiza, parece ser que el semblante rudo del hombre fuerte, que todo lo soporta,
cae, y al caer, se encuentra una dimensión que hace parte también de lo masculino.
übersexuales y spornosexuales, los cuales, como propone Sambade (2018) «no son objetos de
deseo, sino sujetos que desean ser deseados y que se ubican en la posición de objetos, sólo dentro
de las posibilidades que les concede parte de una élite de la sociedad de consumo» (p.318). De lo
anterior se puede inferir, tal y como se ha mencionado en este texto, que no todo hombre
feminizado es homosexual, más aún, el hombre hoy en día, parece no querer gozar con el órgano,
quiere ser el falo y no solo tenerlo; quiere ser mirado, deseado por el Otro.
Tener el falo le concede un valor al sujeto, le atribuye cierta noción de poder; no obstante,
2013). Artículos como este lo que plantean es que el hombre hoy tiene la necesidad de esclarecer
10
que es hombre, un elemento que aparece, por supuesto, no del lado de la necesidad de
Pregunta de investigación
Justificación
significados que los llevan a ubicarse de un lado y de otro desempeñando roles socialmente
constituidos; sin embargo, en los últimos años los lugares y significados tradicionales han sido
Aunque son variados los discursos y los campos del saber que se ocupan de la cuestión de
la diferencia sexual y de lo que puede significar el hombre, como otredad de la mujer, este
estudio acerca de la posición sexuada del hombre a partir de una lectura de la teoría
psicoanalítica, permitirá identificar las nociones que se tienen sobre la masculinidad desde este
campo del saber, aportando algunos elementos que pueden ser valiosos a la hora de abordar los
imaginario en el cual se presupone que, sobre el hombre, desde el punto de vista de la sexuación,
definirlo, qué es ser hombre para el psicoanálisis y por qué no, abrir una vía para que se continúe
Objetivos
General
que un sujeto logra subjetivarse en la posición sexuada del hombre, partiendo de la lectura que
Específicos
sexualmente.
sujeto subjetiva su posición sexual, a partir del abordaje de las fórmulas de la sexuación.
Marco conceptual
planteamientos psicoanalíticos.
La diferencia sexual tiene que ver en primer lugar con el presupuesto cultural que
teoría freudiana, desde las nociones de activo y pasivo, como elementos necesarios para abordar
En la línea de lo activo y lo pasivo, (Assoun, 2006), citado por Saettele (2011) refiere que:
cuando uno quiere abordar, “psicológicamente” lo masculino y lo femenino, es decir, para poder
hacer caso de su inscripción psíquica» (p.28). En otras palabras, desde el conocimiento popular se
hace un intento para sostener el asunto de la diferencia sexual, incluso desde el punto de vista de
la identidad, no obstante, el psicoanálisis se separa de esa idea, en tanto que se obedece por un
lado a una construcción social y por el otro, se resta importancia a lo que se pone en juego en el
plano de lo simbólico, teniendo como elemento diferenciador la presencia o ausencia del órgano
sexual masculino.
Para el psicoanálisis, y tal como lo refiere Saettele (2011) «la diferencia sexual es lo que
no cesa de no escribirse» (p.15), es decir, es una imposibilidad, puesto que el sujeto con o sin el
infantil de la pérdida del pene»(p. 248), en otras palabras, la castración aduce a la experiencia
imaginaria con la cual el niño se las tiene que ver a partir de la pregunta por la diferencia sexual
anatómica, dicha experiencia según Freud (1924) tiene «su génesis en la fase del primado del
falo» (p.147), en la cual el niño se imagina inicialmente que todos los seres tienen pene.
El niño experimenta luego cierto placer con la frotación de sus genitales y se encuentra
con la mirada de su madre (principalmente) que le censura dicha acción, en un tercer momento
comprueba, por la investigación infantil, que hay seres que no tienen pene y se suscita la teoría de
que ha sido cortado, lo que tiene más fuerza cuando se da cuenta que la madre tampoco lo tiene.
13
El niño y la niña hacen su paso por la castración, aunque en distintos momentos, para la
niña este complejo es anterior al complejo de Edipo y en el caso del niño, el complejo edípico es
anterior a la castración.
Por su parte, Lacan (1972) menciona que en la castración no se trata simplemente de una
«bipolaridad sexual» (p.40). Y no se trata de una experiencia real, sino de algo en el orden del
plano imaginario.
sexuación de Brodsky (2004) en el cual introduce tres distinciones necesarias para abordar dicho
elección que implica la relación con la noción de goce; lo que se traduce como «una sexuación
articulada a lo real. Imaginario, simbólico y real» (p.11) De este modo y para efectos de esta
desde la manera en la que el sujeto opta por posicionarse de un lado u otro, femenino o
En esta manera de dilucidar la sexuación, vale la pena destacar el lugar del falo y la
identificación con él, lo cual define asimismo la sexuación, teniendo el falo o siendo el falo.
(Brodsky, 2004). Esta forma de entender la sexuación responsabiliza al sujeto de dicha elección,
contrario a la idea de que es el Otro quién dispone y decreta lo que cada sujeto es, respecto a su
sexualidad.
14
Metodología
Enfoque Metodológico
Para el desarrollo del presente ejercicio investigativo se hizo uso del paradigma
interpretativo desde el cual, apelando a los planteamientos de Krause (1995), la forma en la que
se concibe la realidad parte de los significados atribuidos por las personas, en otras palabras, los
significados que allí se han dado. Dentro de este paradigma se utiliza la interpretación de material
bibliográfico que aborda los constructos sobre los que versa el ejercicio investigativo.
La interpretación es definida por Martínez (2015) como una manera de relación entre el
hombre y el mundo, y todo lo que se contiene en él, dicha organización se genera a partir de los
Diseño Metodológico
esta metodología se refiere, según Krause (1995), a la forma procedimental en la cual se logra la
Estrategia Metodológica
Se implementó el estado del arte, entendido por Molina (2005) como un mecanismo
interpretación del mismo. Es decir, que se hizo uso de una metodología que parte de la
rastreo bibliográfico y posterior selección del material sobre el que se realizará el análisis. En este
orden de ideas, Gómez, Galeano & Jaramillo, (2015) refieren que la hermenéutica se configura
como el «elemento fundamental» (p. 429) del estado del arte; en otras palabras, el estado del arte
Unidad de Análisis
para el psicoanálisis.
Categorías de Análisis
castración.
Jacques Lacan, entre los cuales se encuentran: Lacan, en los cuales el autor hace
clases XII del complejo de Edipo, XIII del especial a lo que atañe al complejo
clases VIII La forclusión del nombre del comprensión más amplia de estos
Castración
padre, IX La metáfora paterna, X Los tres constructos. De igual manera se
tiempos del Edipo I, XI Los tres tiempos del hace un abordaje de algunos
más real.
17
Tabú (1913).
análisis de los datos. En esta plantilla elaborada en excel, se llevó registro del rastreo
Población y muestra
Dentro del material escogido para la muestra documental se tuvieron en cuenta libros,
tesis de grado y artículos investigativos, tanto en versión física como digital, privilegiando
manera, se procuró que la muestra documental incluyera fundamentalmente las fuentes primarias
del psicoanálisis (Freud y Lacan) las cuales permitieron conceptualizar las categorías de análisis a
identificación, goce, sexualidad, y demás conceptos que se relacionan con estas categorías y que
Se implementó la estructura para el proceso metodológico del estado del arte, planteada
por Gómez, Galeano & Jaramillo (2015), en donde se proponen tres fases: planeación, diseño y
pregunta por el hombre y sobre cómo podría incidir la feminización en la posición sexuada de
este, desde allí se hizo un rastreo documental sobre la feminización y la sexuación; no obstante,
necesidad de beber de las fuentes primordiales del psicoanálisis, para tratar de comprender la
forma en la que desde allí se piensa la diferencia sexual, de modo que se pudiera llegar a conocer
investigación, categoría que al inicio de este trabajo no se había contemplado y que dentro de la
Resultados
Consideraciones preliminares
el segundo de los Tres Ensayos Para Una Teoría Sexual (1905), Sobre la Sexualidad Infantil,
pone el acento de sus investigaciones en un fenómeno hasta ese momento ignorado, o en palabras
del autor, -descuidado-. Para ese entonces, la opinión popular no concebía una sexualidad que
tuviera como origen la infancia, la sexualidad era propia del adulto y en el momento en que era
menester dar una explicación sobre los fenómenos sexuales disruptivos en la adultez, se recurría a
Freud, se interesa por este descuido ante la sexualidad infantil y plantea que esto se debe a
dos razones: por un lado, a los prejuicios de quienes investigaban sobre la sexualidad, prejuicio
que nace precisamente de la educación que habían recibido en su época; por otro lado, por el
Parafraseando al autor, esta amnesia crea una prehistoria de la vida del sujeto (se -sabe- que
existe algo, pero no hay conocimiento de eso que se sabe); más aún, la amnesia infantil, según
20
Freud (1905) «es la culpable de que no se haya otorgado valor al período infantil en el desarrollo
sofocan las mociones sexuales constitutivas del ser humano, para luego reaparecer en períodos
posteriores. Ahora bien, en el recorrido que Freud (1905) se ha trazado, introduce «las
exteriorizaciones de la sexualidad infantil» (p. 163), en las que encontramos ciertas acciones
asociadas a zonas del cuerpo constituidas como zonas erógenas, definidas por Freud (1905)
como: «un sector de piel, o de mucosa en el que estimulaciones de cierta clase provocan una
sensación placentera de determinada cualidad» (p.166), pasando de saciar las necesidades básicas
por medio de las cuales se busca preservar la existencia, a la necesidad de saciar una satisfacción
sexual.
Partiendo de lo que se acaba de mencionar, Freud (1905) señala que la constitución sexual
sexualidad infantil y, por tanto, de la no proporción entre la meta y el objeto sexual, algo que
podrá verse reflejado en los años posteriores de la vida del sujeto. Así pues, la sexualidad
germina en dicha perversión que no distingue constitución biológica, por lo que nadie escapa a
Aunque biológicamente se esboza una diferencia notable entre hombre y mujer, a partir de
la presencia o ausencia del pene, esta concepción ubica anatómicamente a los hombres del lado
de quienes tienen pene y a las mujeres del lado de quienes carecen de él, no obstante, para Freud
y para el psicoanálisis, queda mucho camino por recorrer sobre esta cuestión.
21
erógenas que sirven como lugares a través de los cuales se obtiene la satisfacción de la pulsión
sexual, de este modo, en la teoría psicoanalítica se establecen dos fases de la organización pre-
genital de la vida sexual. Inicialmente, la organización oral, en la cual la incorporación del objeto
se constituye en la meta sexual de esta fase. Y luego la fase sádico-anal, que en términos del
autor: «Aquí ya se ha desplegado la división en opuestos, que atraviesa la vida sexual; empero,
no se los puede llamar todavía masculino y femenino, sino que es preciso decir activo y pasivo»
tercero de los Tres Ensayos de Teoría Sexual, Freud (1905) dirá que es en este momento (la
Fase oral
del hambre, es el medio a través del cual el niño es alimentado y se satisface una necesidad básica
que busca preservar la existencia del infante. Pero en un segundo momento, el contacto de la
boca con el pezón del pecho de la madre, estimula la mucosa bucal y la acción antes dirigida a
cesar el hambre, ahora busca la experiencia placentera obtenida por la estimulación de la zona
erógena bucal, en este orden de ideas, se produce una independencia entre mamar como función
En este periodo tienen lugar una pérdida importante para el niño, el destete del pecho
materno y el establecimiento de una segunda zona erógena que, aunque no posee el mismo valor
del pecho materno, sirve al propósito de la estimulación y la obtención de placer. Dice Freud
22
(1905) que: «El niño no se sirve de un objeto externo para mamar; prefiere una parte de su propia
piel porque le resulta más cómodo, porque así se independiza del mundo exterior al que no puede
dominar» (p.165).
En este momento, el infante experimenta una sensación de placer en su propio cuerpo por
medio de la segunda zona erógena, esa parte suya a la que ha desplazado el acto de mamar. Así
pues, tenemos que la pulsión sexual en la fase oral es autoerótica en tanto que no precisa de un
objeto externo para la estimulación y satisfacción. No obstante, Freud (1905) señala que esto no
será siempre así y que más tarde, esa segunda zona erógena que tiene un valor menor, permitirá
que se busque en el otro, los labios, como una manera de tener fuera de sí, un objeto de
excitación y satisfacción.
De este modo, son tres los caracteres esenciales que Freud (1905) plantea como
Fase anal
una necesidad corporal a partir de la cual, posteriormente el infante experimenta una ganancia de
placer por la estimulación de la mucosa anal, y el ano como zona erógena permite igual que en la
fase oral, el autoerotismo del niño (Freud, 1905). Nuevamente en esta fase se ponen en juego los
trata del pecho de la madre y la separación de ella, sino que aquello de lo que se desprende es un
elemento de su propio cuerpo, las heces, algo de sí es expulsado. Por otro lado, tenemos que las
23
relación con las personas que cuidan al niño» (Freud, 1905, p.169). De este modo, lo que el autor
plantea, es que en la medida en que el niño expulsa o retiene, va estableciendo una relación con
Desde muy temprano se han suscitado en el infante ciertas excitaciones en los órganos
genitales producidas por la acción biológica de la micción, más aún, por el contacto físico a la
hora del aseo corporal y las frotaciones que allí se presentan. En sus elucidaciones sobre la
constitución sexual en la infancia, Freud (1905) nos introduce en la «activación de las zonas
una nota realizada en 1924 a Tres Ensayos de Teoría Sexual, Freud refiere que ha realizado
Con posterioridad (1923) he modificado esta exposición intercalando, tras las dos
organizaciones pregenitales en el desarrollo del niño, una tercera fase; esta merece ya el
nombre de fase genital, muestra un objeto sexual y cierto grado de convergencia de las
organización definitiva de la madurez genésica. En efecto, no conoce más que una clase
zonas erógenas del cuerpo del infante, juegan de forma particular un papel importante en el
comienzo de la vida sexual. Freud (1905), menciona que la estimulación por las secreciones en el
glande o en el clítoris, serán significativas en la excitación de dichas zonas erógenas, y más allá
En esa misma línea el onanismo infantil mediante la frotación de los genitales y la presión
ejercida sobre los músculos cercanos a la zona genital, «establece el futuro primado de esta zona
erógena para la actividad sexual» (Freud, 1905, p.170) Los genitales no solo se van configurando
como el centro de atención del infante a partir de la obtención de placer corporal que le brinda su
estimulación, sino que a esta experiencia de placer se suman otras pulsiones denominadas
parciales, verbigracia, pulsión de ver y pulsión sádica, las cuales «desde el comienzo envuelven a
sexual infantil incluida en los Tres ensayos de teoría sexual por Freud en una sección agregada
en 1915; allí, después de 10 años de observaciones, el autor vuelve sobre lo ya elaborado y deja
adelante, en la vida de cada sujeto. Freud (1905), menciona que el despertar de la pulsión de
saber se da a partir de la pregunta sobre el origen de los niños: «¿De dónde vienen los niños?»
(p.177), y no siempre como se podría esperar por la diferencia sexual biológica, algo que en un
primer momento no tendrá relevancia para el niño, puesto que supone sin más, que todos tienen
pene.
25
En este orden de ideas, cabe destacar que la teoría freudiana de la investigación sexual
infantil, es planteada a partir de la experiencia del niño y no de la niña, en tanto que el niño
supone que todas las demás personas poseen pene, y en su creencia no se le pasa por la mente que
esto pueda ser distinto, puesto que en ese momento su teoría es a la vez una certeza. Al respecto,
dice Freud (1905): «El varoncito se aferra con energía a esta convicción, la defiende
obstinadamente frente a la contradicción que muy pronto la realidad le opone, y la abandona sólo
Freud, volverá sobre esto en (1923) en La Organización Genital Infantil, allí menciona
que dentro de la investigación infantil la posesión del genital fálico, por un lado, lo llevará a
suponer como se ha planteado, que todos al igual que él lo tienen, incluso los animales, y más
allá de esto despierta en él, el interés por verlo en los otros y comparar el falo de aquellos con el
suyo (p.146).
Dicha teoría sobre la existencia de pene en todos los seres humanos, tendrá
posteriormente su esclarecimiento por el contacto del infante con la realidad. Al igual que como
sucede con las demás teorías infantiles con respecto a la sexualidad, estas dan cuenta de que la
sexualidad en la infancia existe, aunque no de la forma en que está presente en el adulto, pero el
infante tiene de alguna manera un acercamiento o un saber sobre ella. De este modo, es claro que
en el niño están presentes ciertos interrogantes relacionados con la sexualidad, los cuales reciben
algunas respuestas del medio en el que crece, pero muchos de esos enigmas encuentran
esclarecimiento alguno en las observaciones que el pequeño hace y lo que imagina de ellas.
extrañamiento del niño respecto de las personas de su contorno, que antes habían gozado
Con la investigación sexual infantil, se abona el terreno tanto para la identificación, como
para la posterior elección de objeto y más allá de esto, la elección de su posición sexuada,
elementos que desde luego van en consonancia con el Complejo de Edipo y la forma en la que es
Complejo de Edipo
Sófocles, -Edipo Rey-, para hablar de los deseos amorosos y hostiles que afloran en el infante con
relación a sus padres. Diez años después en Sobre un tipo particular de elección de objeto en el
hombre, utilizará por primera vez la expresión Complejo de Edipo, para referirse en ese momento
al despertar de las huellas mnémicas de algo que ha tenido su origen en la primera infancia
(Freud, 1910).
elementos se hace necesario un breve encuentro con el Complejo de Edipo como «fenómeno
central del período sexual de la primera infancia» (Freud, 1924, p.181) el cual, permitirá
fálica del desarrollo sexual, es menester recordar que, en este momento de la constitución de la
sexualidad infantil, Freud (1916) plantea que el desarrollo libidinal tiene dos metas, la primera
tiene que ver con el abandono del autoerotismo permutando el objeto ubicado en el propio cuerpo
27
del infante por uno externo, y la segunda, unificando en un solo objeto las pulsiones. La madre
deviene como primer objeto de amor del niño, ya no es solo la encargada de la nutrición como en
la fase oral, tampoco el niño experimenta placer producto del autoerotismo, en tanto que la
pulsión es ahora dirigida a ese objeto externo y dicha elección es el punto de partida para el
Se ve con facilidad que el varoncito quiere tener a la madre para él solo, siente
como molesta la presencia del padre, se enfada cuando este se permite ternezas hacia la
madre, exterioriza su contento cuando el padre parte de viaje o está ausente. A menudo
expresa con palabras sus sentimientos, promete a la madre casarse con ella (p. 303).
ambivalencia afectiva respecto del padre, por un lado, se identifica con él como poseedor de la
madre, y por el otro, eso mismo lo lleva a experimentar sentimientos de hostilidad, puesto que el
padre es visto como un rival. En Tótem y tabú, Freud (1913) ya ha hecho alusión a lo anterior,
cuando refiere que «el varoncito se ve precisado a amar y admirar a su padre» (p. 249), le otorga
el saber, la fuerza y la bondad máxima, hasta el punto en el que Dios, deviene como figura
enaltecida de esa representación que tiene del padre; sin embargo, advienen a su vez los
sentimientos hostiles para con el rival, dice Freud que «no solo lo quiere imitar, sino eliminar
Complejo de Castración
La Castración entra en escena como otra experiencia más a la cual el niño y la niña se ven
enfrentados en el estadio de la organización fálica. Los deseos incestuosos del niño hacia la
madre y el valor que le otorga a sus genitales lo introducen en un conflicto, que encuentra
oposición en la mirada y la palabra censuradora del otro, y así se introduce en las inhibiciones
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sexuales. Para el niño, el propósito de ese momento es situarse como el objeto de amor,
significa la rivalidad del padre, además, deviene en la aparición del Complejo de Castración,
donde tal y como refiere Freud (1924) lo edípico «sucumbe a la represión» (p.181).
Son cuatro los momentos que se esbozan en la teoría psicoanalítica con respecto a la
castración. En un primer momento, existe la idea ya mencionada en el niño, que todos tienen el
pene. En el segundo momento, debido a los tocamientos, aparece la amenaza de castración, por
cuenta de otro que le señala al niño que lo que hace con sus genitales es indebido y le censura la
experiencia de placer acaecida por la manipulación de los genitales. El tercer momento es aquel
en el que el niño comprueba que hay algunos seres que carecen de pene, no lo tienen, y se plantea
la teoría de que lo ha perdido por tocarse, actualizando la amenaza de castración del segundo
momento. Y finalmente, descubre que no solo hay seres que no tienen pene, sino que la madre
tampoco lo tiene, es decir, también está castrada y surge en él, la angustia de castración.
casos se logra y en otros no tiene éxito; frente a esto, el niño apela a su deseo de mantener a salvo
Para describir con más detalle lo anterior, partamos de lo que Freud va enunciando en
cuanto al Edipo y la Castración en el niño y la niña. En esta última, «el Complejo de Edipo es una
(Freud, 1925, p. 275) toda vez que ella ya ha perdido el pene, no lo tiene, no lo ha tenido, ha sido
precisar que el Complejo de Edipo se presenta tanto en el niño como en la niña; para el niño este
En La Historia de una Neurosis Infantil (El hombre de los lobos), Freud (1918) hace eco
permite un acercamiento a la idea antes mencionada de que las niñas han nacido con pene, pero
muy temprano, así como cortaron el dedo del pariente de este hombre poco tiempo después de
El niño al descubrir a través del juego o en las prácticas de baño junto con la madre, que
las niñas y las mujeres no tienen pene, de alguna manera busca hacerle frente a esa revelación en
función de no perder tan preciado objeto y caer en tan significativa desgracia; ahora bien, en la
niña que no escapa a la castración, lo que tiene lugar, es según Freud (1905), la envidia del pene,
«deseo de ser un varón» (p.178). En una nota al pie en Tres Ensayos de Teoría Sexual, agregada
en 1920, Freud hace énfasis en que dicho descubrimiento de la falta de pene en la mujer por parte
del niño, arrebatado por efecto de la castración, lo que tiene como consecuencia el desprecio por
el sexo opuesto.
diferencia anatómica de los sexos, menciona que la niña al ver en su compañero de juego un pene
con un tamaño considerable respecto al suyo, se percata de la diferencia entre uno y otro y «cae
víctima de la envidia del pene» (p.270). Acto seguido el autor hace una puntualización no menos
importante, al percibir la falta del pene en la niña, en un primer momento el niño desmiente ese
lugar vacío, trata de arreglárselas, pero luego de que la amenaza de la castración toma lugar en el
psiquismo del niño se presentarán dos reacciones frente a la impresión que genera dicha
mujer: horror frente a la criatura mutilada o menosprecio triunfalista hacia ella» (p.271).
Descubrir que no todos tienen pene, o más precisamente, que las niñas carecen de él,
interrogante sobre lo que ocurre con el pene en la niña, podríamos decir que surgen nuevas
teorías con respecto a lo que percibe. Por otro lado, el impacto que dicha percepción genera, le
precisa hacer algo con eso que ha logrado descubrir y la amenaza que esto representa para su
preciada posesión, ya que por alguna razón -lo puede perder-. Se desmiente aquello que se ha
momento inicial del desarrollo del mismo, -está creciendo-, luego será como el suyo...
A medida que se las ve con esto, concluye que en realidad no está, y eso que no está
introduce una diferencia entre unos y otros. En cuanto a la niña, Freud (1925) enuncia que, para
ella (la niña), conocer la diferencia anatómica la lleva a distanciarse de la masculinidad y de las
prácticas onanistas del niño, esto la lleva a encaminarse hacia la feminidad, entendiendo esta
Por otra parte, para la niña al igual que para el niño, al principio el objeto de amor es la
madre, pero al descubrir la falta en ella, aspira al padre bajo la consigna de querer aquello de lo
que carece, por ello, se trata en la niña de un complejo inverso, en el que el padre no es el rival,
por el contrario, se convierte en el objeto de amor para ella. A propósito de esto, Freud (1925)
dice que en la niña surge una resignación respecto al pene y trata de encontrar otras formas de
poseerlo, como dando un hijo al padre, tomando al padre como su objeto amado.
tanto que renuncia y reprime el deseo en función de proteger su posesión. Lo que se corresponde
con lo ya enunciado por el autor en (1924) cuando afirma: «La niñita acepta la castración como
La castración y la amenaza que representa esta para el infante, tiene «su génesis en la fase
del primado del falo» (Freud, 1923, p.147). En una nota al pie en dicho texto, y a propósito de lo
antes mencionado, Freud es enfático en recordar que han existido previamente representaciones
fase en tanto que se enlaza con los genitales masculinos (p.147-148), lo que se corresponde con
lo referido en 1924, en El sepultamiento del Complejo de Edipo, cuando el autor hace referencia
a la pérdida del pecho materno y de las heces, que han sido despojos significativos para el
infante, pero que no poseen la significación de la pérdida a la que se enfrenta en este momento
De esto se sigue que el niño y la niña se las tienen que ver con varias desilusiones que
niña la búsqueda de la predilección amorosa del padre, se enfrenta al ocaso de la misma cuando
experimenta una reprimenda por parte del padre, el pedestal se derrumba por decirlo de alguna
manera y siguiendo a Freud (1924) «Se verá arrojada de los cielos» (p.181).
En cuanto al niño, una ilustración de dicha desilusión propuesta por Freud (1924), se da
cuando se ve confrontado por la llegada de un hermano, puesto que la madre a quien consideraba
toda suya, le resta amor a él, para darlo a quien recientemente ha nacido. Y agrega Freud (1924)
«Aun donde no ocurren acontecimientos particulares, como los mencionados (…), la falta de la
satisfacción esperada, la continua denegación del hijo deseado, por fuerza determinarán que los
pequeños enamorados se extrañen de su inclinación sin esperanzas» (p.181). Es decir, que algo de
Así pues, para alcanzar la organización genital propiamente dicha, debe darse entonces en
niña, que ya se encuentra castrada, permanece como un deseo (Freud, 1924), bajo la esperanza de
recibir un hijo del padre, esperanza que poco a poco se desvanece en ella, sin desaparecer por
A pesar de que hasta ahora no hay una constitución propiamente dicha en cuanto a la
organización genital del infante, como existe en el adulto, en el estadio de organización fálica se
ha recorrido un vasto camino para lograr la organización sexual definitiva. El genital masculino,
el falo, desempeña para los dos sexos, un primado. En este estadio de la organización infantil,
retomando lo mencionado por Freud (1923): «la oposición reza aquí: genital masculino, o
castrado» (p.149).
Antes de que se consolide una libido organizada alrededor de la zona genital, existe una
denominado periodo de latencia en el que juegan un papel importante los denominados «diques
psíquicos: asco, vergüenza y moral» (Freud, 1905, p. 162). Sin embargo, los impulsos sexuales
no desaparecen del todo, siguen allí, aunque con menor intensidad, sublimados en otros objetos y
Recordemos que, en una nota al pie de 1924, en Tres ensayos de teoría sexual (1905),
Freud parece dividir en dos momentos la fase genital; ya hemos realizado un acercamiento al
primero en los elementos esbozados sobre la fase fálica, ahora es preciso abordar algunas
que hay una suerte de reorganización de lo pre-genital, no porque anteriormente no se hayan dado
las condiciones, sino que en este momento, por ejemplo, la experiencia de elección de objeto se
empieza a resignificar, como una especie de actualización bajo la lógica del après-coup. Vale la
pena señalar que, en el primer momento de la organización genital, propiamente en la fase fálica,
como primer objeto de amor, tanto en el niño como en la niña, mientras que, en la pubertad, la
elección de objeto se encamina a una elección fuera de las figuras parentales, es la elección de un
sexual infantil a su conformación normal definitiva. La pulsión sexual era hasta entonces
predominantemente autoerótica; ahora halla el objeto sexual. Hasta este momento actuaba
otras, buscaban un cierto placer en calidad de una única meta sexual. Ahora es dada una
nueva meta sexual; para alcanzarla, todas las pulsiones parciales cooperan, al par que las
de la sexualidad, al tiempo que reafirma que, con el primado de los genitales, la elección de un
organización sexual logra ser definitiva, posibilitando algunas diferencias importantes entre los
sexos.
los genitales puestos al servicio de la reproducción, constituyéndose la fase genital en aquella que
En cuanto a la meta sexual de este estadio los dos sexos tienen funciones completamente
distintas, en el caso del hombre está orientada a «la descarga de los productos genésicos» (Freud,
1905, p.189), mientras que, en la mujer, consiste en recibirlos. A nivel corporal, se presentan
recibimiento de los productos genésicos, más aún, se presentan alteraciones en los genitales como
establece la diferencia entre lo masculino y lo femenino, siendo lo masculino aquello «que reúne
el sujeto, la actividad, y la posesión del pene» y lo femenino «el objeto y la pasividad». (Freud,
1923, p.149). Pero no es tan fácil esta conclusión. En una nota al pie agregada en (1924) en el
capítulo de la diferenciación entre el hombre y la mujer, Freud trae a colación tres direcciones
En primer lugar, habla de actividad y pasividad, haciendo alusión a que la libido es activa,
lo que se corresponde con lo ya enunciado en el mismo texto, en cuanto que la libido del lado de
masculino. En segundo lugar, habla desde el punto de vista biológico, teniendo como elementos
fundamentales, la producción del semen y del óvulo. En tercer y último lugar, alude a la
psíquica, partiendo de lo sugerido por Freud en el tercer elemento con el cual trata de
35
descomponer los conceptos de «masculino» y «femenino», y a su vez, nos invita a pensar en los
la de la observación cotidiana de los seres humanos, menciona que cada ser humano, exhibe
tanto, rasgos de uno u otro sexo, tanto del orden de la actividad o la pasividad, como de lo
biológico o lo social (p.200), de este modo, lo que eran elementos de distinción de uno u otro
sexo, ahora presentan una suerte de encuentro, dando lugar a la ya mencionada, bisexualidad del
psiquismo.
Ahora bien, en el ensayo sobre las aberraciones sexuales, Freud (1905) se ocupa de lo
de la idea de la inversión sexual, algunas nociones sobre el hermafroditismo anatómico. Allí hace
alusión a que la opinión popular da por sentado que el ser humano se distingue por ser hombre o
mujer, algo que, como dice el autor, para la ciencia no es una obviedad. Menciona, además, en
ese mismo apartado que en todo ser humano, sea hombre o mujer, a nivel anatómico existen
algunas huellas del aparato genital del sexo opuesto, es decir, que inicialmente hay una
disposición anatómica bisexual en el ser humano, en la cual, producto del desarrollo biológico se
En este orden de ideas, Freud (1905) dice que el conocimiento de dichas huellas genitales
del sexo opuesto, nos introducen a la idea de una «disposición originariamente bisexual» (p.
129), la cual, irá presentando alteraciones llegando finalmente a una configuración monosexual,
en la que los rastros del sexo opuesto son mínimos. Más aún, Freud (1905), hace una precisión no
Freud plantea que con regularidad y por lo general, en individuos normales pueden presentarse
rasgos secundarios al igual que caracteres somáticos del otro sexo; lo cual, no implica una
hermafroditismo físico en los dos sexos, pero, además, a la independencia de este respecto del
hermafroditismo psíquico.
Además, Freud (1920) agrega que dicha independencia se hace más notoria en el hombre
que en la mujer, y aduce que lo corporal y lo anímico del carácter sexual opuesto logran coincidir
con mayor regularidad en el caso del hombre (p.147). Un ejemplo de esto es el desarrollo del
órgano sexual en el varón, mientras que la mujer no solo tiene vagina, sino que el clítoris es
significado como un pene pequeño, presentándose así rasgos biológicos, femeninos y masculinos
refiere:
tipo masculino de vida amorosa, puede, con todo eso, ser un invertido con relación al
manera llamativa las cualidades femeninas, y aunque se porte en el amor como una mujer,
en virtud de esa actitud femenina debería estar destinado al varón como objeto de amor;
no obstante, muy a pesar de eso, puede ser heterosexual y no mostrar hacia el objeto una
psíquica; si bien esta idea, Freud la plasma al hablar de la homosexualidad, no se restringe solo a
37
dicho contexto, sino que permite comprender que el hombre puede poseer cualidades femeninas y
que hace de la fantasía infantil de Leonardo con el buitre, y a partir de un juego de palabras, más
exactamente el término «coda», o en el uso corriente, cola (del buitre), Freud hace énfasis en que
dicho término se refiere al genital masculino. Más allá de una escena de felación, homosexual, lo
que se pone en juego es que el buitre, al que se le atribuye la representación materna en dicha
fantasía, tiene el carácter físico del órgano sexual masculino, el pene. Se pone de manifiesto que
en dicha escena la madre (mujer) tiene los atributos biológicos del hombre – pene.
Ahora bien, dicha figuración en la fantasía infantil, es una elaboración psíquica en la cual,
según la lectura de Freud, Leonardo le atribuye a la madre, el pene. Esta idea, la sustenta el autor
trayendo a colación la mitología egipcia, en la cual la diosa Mut de esa cultura, además de ser
representada con una cabeza de buitre, lleva una erección del miembro masculino. Lo que quiere
plantear Freud al mencionar estos elementos, es cómo desde antiguo la idea del hermafroditismo
ha sido contemplada y representada, sin agotarse como una invención cultural de antaño, sino
recreándose en el orden del psiquismo, como en este caso, por medio de fantasías.
noción del hermafroditismo, del terreno de lo anatómico al campo de lo psíquico. Sobre esta idea
Freud vuelve en varias ocasiones, y veintiocho años después de lo esbozado en Tres ensayos de
Feminidad- (1933) retoma estos elementos de la diferencia anatómica entre hombre y mujer,
señalando que pese a las evidencias biológicas de la diferencia entre los sexos, lo masculino y lo
femenino, no pueden ser aprehendidos por la anatomía, hay algo que escapa, con lo que hace
A lo que se refiere Freud con lo anterior, es a que se ha forzado una equivalencia entre
el hombre existe tanto lo activo como lo pasivo, al igual que sucede en la mujer. Aunque se han
utilizado los términos para denotar ciertos procesos biológicos en el hombre y la mujer, como lo
son la producción de los productos genésicos en el acto sexual, en donde el esperma en el hombre
presenta movimiento al buscar el óvulo en el proceso de fecundación de este último, mientras que
el óvulo aguarda, permanece en un punto a la espera de ser fecundado (Freud, 1933); esto no es
considerado por Freud como un acierto, en tanto que no responde al origen de la división en dos
sexos.
Consideraciones ulteriores
En suma, tenemos que, el interés de Freud por la sexualidad infantil, abre un abanico de
cuenta de que a la constitución sexual del adulto le preexiste todo un desarrollo que tiene su
punto de partida en la infancia, lo que en ese momento e incluso ahora, sigue generando
De esta manera, los estudios que Freud realiza con relación a la sexualidad humana
tanto anatómica como psíquicamente entre hombre y mujer, diferencia que poco a poco se va
relacionados con la diferencia sexual, pero en términos de activo y pasivo. En la fase anal, por
ejemplo, expulsar y retener dan cuenta de la relación del sujeto con la satisfacción hasta ese
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momento autoerótica, y con el objeto. Así pues, poco a poco y en el estadio de organización
fálica, las pulsiones parciales se van articulando en función de una zona erógena rectora, el pene.
Se precisa de esta reorganización de las pulsiones parciales para que tenga lugar la investigación
sexual infantil y con ella, las teorías sexuales en la infancia, que permiten el descubrimiento de la
trata del saber del adulto, sino del infante. Se confronta con la falta, se enfrenta a lo horroroso de
dicho descubrimiento y establece él mismo una diferencia entre unos y otros seres. Cabe señalar,
que este es un momento en el que prima el pene cómo órgano sexual anatómico, pero no hay una
constitución de la sexualidad humana. El autor se vale de esta obra para dar cuenta de la
deseo incestuoso del infante hacia la madre. Con este planteamiento, se introducen tal vez,
algunos de los elementos más controversiales de la investigación psicoanalítica, pero más allá de
eso, se abona el terreno para entender la relación del sujeto con el falo. De igual manera, se
plantea la diferencia entre el niño y la niña en cuanto a la experiencia del Complejo de Edipo y el
devenir del Complejo de Castración, dos momentos que no se dan de la misma manera, ni al
Cuando Freud introduce la lógica fálica, abandona la idea de que aquello que prima para
el sujeto, es el pene en tanto órgano sexual propiamente dicho, y circunscribe algo de mayor
valor, pues no se limita al tener, sino también al ser, no ser el órgano como tal, sino el falo, no se
trata de una sexualidad fálica, sino de una lógica fálica de la sexualidad y este elemento deviene
Es preciso tener presente que el falo y la castración tienen estrecha relación en la obra
castración, esta renuncia lo inscribe en una lógica, la amenaza de castración no cesa, se trasmuda
en otros objetos y a lo largo de la vida el sujeto se las tiene que ver con eso. Esta respuesta del
infante ante la prohibición, funda el sistema cultural al que se circunscribe el sujeto, es la lógica
Por otra parte, pasivo y activo marcan una diferencia entre hombre y mujer. Al hombre se
le atribuye la actividad en tanto posee el pene y descarga los productos genésicos de este al
momento del encuentro sexual, mientras que la mujer, recibe los productos genésicos del hombre,
el óvulo aguarda y es fecundado por estos. Vale la pena señalar que, en este punto Freud es
enfático en comentar que existen actividades como las propias de la maternidad en las que no
terciarios de la sexualidad, cambios que para la opinión popular denotan la diferencia entre
hombre y mujer, sin embargo, la investigación freudiana, apela a la bisexualidad psíquica para
debatir esta idea, argumentando que tanto en hombres y mujeres, existen rasgos de la sexualidad
Para Freud existe una disposición no solamente biológica sino psíquica a la bisexualidad,
por lo que para él no es posible encontrar sujetos enteramente masculinos y femeninos, por tanto,
pareciera que masculino y femenino, obedecen más a la constitución anatómica y no sirven para
determinar hombre o mujer, en tanto que pueden existir sujetos con pene y rasgos femeninos y
A pesar de las diferencias referidas en este capítulo, queda la sensación de que Freud
define al hombre, más como el universal humano, que respecto a la mujer. Se vale de lo
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masculino y lo femenino para tratar de dar alguna respuesta, no obstante, la cuestión no queda
zanjada en su totalidad. De este modo continúa abierta la pregunta sobre ¿Qué es ser un hombre
para el psicoanálisis?
lacaniano
Varios son los elementos a tener en cuenta desde el punto de vista del psicoanálisis
lacaniano para comprender las reformulaciones que desde allí se hace a la teoría freudiana con
respecto a la diferencia sexual. Vale la pena recordar que Lacan no construye otro psicoanálisis
desechando lo que Freud ha planteado en sus investigaciones, sino que retoma lo ya elaborado
por este último, haciendo una lectura a la luz de eso, reformulando lo que se ha elucidado y
De esta manera, Lacan al hacer un retorno a Freud advierte la necesidad de leerlo sin
agotar este ejercicio en el estudio y comprensión del Yo, sino que vuelve sobre el descubrimiento
freudiano fundamental: el inconsciente. Para dicho retorno, se vale del estructuralismo (en un
mejor el lugar de la castración y la manera en la que esta influye en las relaciones entre los
sujetos. Lacan, retoma del estructuralismo, básicamente los aportes de Saussure en cuanto a la
lingüística y de Levi-Strauss en torno a la prohibición del incesto como fundante del parentesco y
dividirlo en sus partes más mínimas o fundantes para ser susceptible de análisis y de esa manera
42
fundamenta en lo estructural y en los sistemas que esto puede crear, y a su vez dichas estructuras
determinan el lugar de cada objeto, en otras palabras, que no se trata por ejemplo, solo de un
sujeto, sino de la idea que se hace del mundo, cómo esa noción se construye en el marco del
En este sentido, para el estructuralismo es necesario contar con todos aquellos elementos
que componen el objeto a estudiar, trátese de una sociedad, del hombre, del lenguaje o todo
aquello que se quiera conocer, pero más allá de eso, lo que plantea es que preexiste una estructura
que acoge al viviente, de este modo al integrarse a la estructura y como producto de la misma,
deviene sujeto, a partir de lo establecido desde el punto de vista del orden de los significantes.
Esto es, que la estructura permite la creación de un sistema de códigos los cuales son fundantes
exogamia. En otras palabras, el sujeto se estructura en el encuentro con dichas leyes, con aquello
que existe antes de él, lo ordenado y dispuesto culturalmente. Ahora bien, Lacan eleva al campo
de lo simbólico, desde el punto de vista estructural, lo planteado por Freud, en la medida en que
le otorga un valor esencial al lenguaje, algo que Freud ya venía esbozando, pero que en Lacan
de la castración, desde la cual se trazan unas bases epistemológicas importantes para comprender
Abordemos inicialmente el Significante del Nombre del Padre, y la forclusión del mismo.
En la clase VIII del Seminario 5, Lacan (1958) aborda esta cuestión, y a lo largo de su lectura del
comprensión de lo que Freud ha planteado, retomando a su vez «la importancia del significante
Pero antes de abordar esta cuestión de la Forclusión del Nombre del Padre, vale la pena
recordar sucintamente, como ya se ha hecho referencia, que Lacan retoma algunos elementos de
corresponde al concepto y el significante a la imagen que adviene al nombrar algo, esto es, la
imagen acústica. Esta relación entre significado y significante es una relación estrecha e
Cuando Lacan retoma lo planteado por Saussure, establece que para el psicoanálisis el
significado y el significante no están adheridos el uno con el otro, sino que lo que predomina en
planteado por Saussure; para este último, el significante siempre hace referencia a un significado,
pero para Lacan el significante hace referencia a otro significante. Entonces, la significación es
otro significante. De ahí, que «el significante no tiene sentido sino en su relación con otro
Habiendo aclarado un poco el asunto del significante, Lacan (1958) refiere que la ley se
articula en el nivel del significante, «el texto de la ley» (p.150) esto es, que dicho significante no
requiera que sea sostenido por otro, sino que en él reside el poder, la investidura de la ley que le
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ha sido otorgada. Más aún, el autor pone el acento en el hecho de que, en el caso del texto de la
ley, no se necesita la existencia de una persona para que por medio de ella la palabra tenga el
carácter de auténtica, algo así como una suerte de validación dada por quién sostiene la palabra,
sino que, en la ley misma, por el solo hecho de existir, reside dicha potestad, dada en su
Esa potestad de la ley, es lo que Lacan va a definir como el Nombre del Padre, en otras
palabras, se trata de un Padre Simbólico, que no necesita de una figura de padre en la realidad,
para operar. Este significante primordial tiene lugar en el Otro, reside en él, y desde ese lugar
permite que la ley sea promulgada, o lo que Lacan (1958) nombra como «el Otro en el Otro»
(p.150). En otras palabras, existe Otro, más allá del Otro y que a su vez lo contiene y le otorga la
significación.
Teniendo presente lo anterior, Lacan lee que en el Edipo freudiano el padre tiene una
simbólico, esto es, que la potestad del padre llamémoslo de la realidad, le es otorgada por el
padre que se ha simbolizado, un padre que ha muerto. De este modo, Lacan enuncia que se
precisa del asesinato del padre para lograr que se simbolice y de él, se promulgue la ley, lo que en
última instancia configura lo ya denominado como el Nombre del Padre (Lacan, 1958).
Lo que se acaba de plantear tiene su raíz en el asesinato del padre de la horda primordial
por parte de sus hijos, sobre el cual Freud (1913) hace referencia en Tótem y Tabú. Dicho padre,
era el poseedor de todo, el dueño y señor de cada mujer del clan, y ninguno de sus hijos podía
acceder a lo que era posesión del padre, no obstante, el deseo de tener todo lo que él posee, los
Con la muerte del padre, recae sobre ellos (los hijos) la culpa por el asesinato, hasta el
punto de que ese padre que bajo la figura de carne y hueso ejercía todo control, ahora es
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simbolizado y su acción es más eficaz, ya no se precisa de él a nivel físico para que reclame por
la falta cometida, es ahora un operador de la ley que prohíbe el incesto y que establece la
que preexiste a todo sujeto. Así pues, tenemos que el Significante del Nombre del Padre se
atravesado por la Verdrängung (represión) y se aloja en el Otro, se ordena precisamente allí; este
dice Lacan (1958), «es esencialmente el descubrimiento freudiano» (p.150). Ahora bien, en
cuanto a la Verwerfung (forclusión) lo que nombra Lacan, marcando una distinción importante,
es que no se trata simple y llanamente de lo que escapa al conocimiento del sujeto por efecto de
lo reprimido, sino que tiene que ver con la falta de algo, de un significante que, además, no es
Para el autor, en la cadena significante pueden faltar varios significantes por efecto
incluso de la Verworfen (denegación), pero al faltar el Significante del Nombre del Padre, falta la
articulación con la ley, con el orden significante. En conclusión, el significante del Nombre del
Padre, según lo que Lacan (1958) plantea: «es el significante que significa que, en el interior de
simbólica que se establece con el Otro como tesoro de los significantes (Lacan, 1958), en otros
términos, está precisando que el sujeto no se encuentra con el otro-partenaire, sino con el Otro
que contiene los significantes. En la misma clase sobre la forclusión del Nombre del Padre
(1958), Lacan hace alusión a que el deseo y el significante se cruzan, hay un encuentro entre los
dos y el resultado final de esto, es lo denominado por él como la –refracción– del deseo. Esto
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quiere decir que lo que el niño desea, o lo que desea el sujeto, sufre una transformación en el
encuentro con el significante, de ahí que Lacan (1958) dice: «Eres tú mismo el traicionado
porque tu deseo se acuesta con el significante» (p.152). No obstante, dicha traición es necesaria
para cierta transformación en la dialéctica del deseo, puesto que, en el Otro, no solo se aloja el
código, sino la ley, la prohibición, el superyó… Todo aquello que le demuestra al sujeto que no
Finalmente, Lacan (1958) abre el camino para hablar de la Metáfora Paterna haciendo
alusión al esquema L. Recordemos que, en este esquema, el Yo está representado por la a`, el
Sujeto, S.
Figura 2 - El esquema L
Figura 2. El Esquema L. Tomado de El Seminario de Jacques Lacan (1958), Clase VIII La forclusión del nombre del
padre. Libro 5. p.161. © 1999 de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós SAICF Av. Independencia
1682/1686, Buenos Aires.
Por medio de este esquema el autor establece la diferencia entre la relación imaginaria y
La metáfora paterna
En el abordaje del complejo de Edipo, Lacan (1958) recurre a tres polos. En el primero
aborda lo relacionado al superyó y el tema de las neurosis sin el complejo edípico. En este punto,
el autor nos recuerda que la formulación del Edipo era fundamental para entender la neurosis, y
este había adquirido la condición de universal no solo hallándose en el neurótico, sino también en
todo sujeto considerado normal, de esta manera la neurosis sería consecuencia de una desviación
en el complejo edípico, a partir de la estrecha relación entre niño y madre, en la cual el superyó
surge del lado materno y no producto de la interdicción del padre. Así las cosas, en la relación
entre el niño y la madre podría no haber rastro del Edipo, en el sentido de que la madre no
propicia la entrada del padre para triangular dicha relación, por lo cual, según Lacan (1958), la
a lo pre-edípico, esto partiendo del hecho que antaño se consideraba, por ejemplo, a la perversión
como «el estado primario» (p.167), esto tiene que ver con que, para la formación de las neurosis,
las pulsiones se han organizado y constituido a partir del Edipo en función de la genitalidad, pero
perverso desmiente la castración en la mujer, niega aquello que le falta a la mujer o la madre, por
tanto, son fálicas, completas, no carecen del falo. Por otro lado, y ante la angustia que lo invade,
el psicótico no niega aquello de lo que carece la mujer, sino que busca encarnarla, completarla él
Ahora bien, tenemos finalmente el tercer polo con el cual plantea la relación entre el
Edipo y la genitalización, y que tiene que ver con el Ideal del Yo. Centrándonos en este último
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polo, Lacan menciona que en la genitalización es preciso tener en cuenta que, por un lado hay
una maduración genital, y por el otro, en el complejo de Edipo tiene lugar la función de asunción
del propio sexo en el sujeto; lo cual, según Lacan (1958, p.170) tiene que ver con «lo que hace
que el hombre asuma el tipo viril y la mujer asuma cierto tipo femenino», en otras palabras, se
trata de la posibilidad de identificarse con las funciones del hombre y la mujer. Esta función del
Ideal del Yo, permite asumir la posición sexuada, de uno u otro lado.
Tenemos que, no es posible hablar del Edipo, sin tener presente al padre y la función del
mismo, esto no quiere decir que deba existir una figura del padre en la realidad para que se
constituya el Edipo. A propósito de la presencia o ausencia del padre, dice Lacan (1958) «si nos
puede decirse que es del todo posible, (…) se comprueba por experiencia, que el padre existe
El papel o la función del padre en el Edipo es definida por Lacan (1958) de la siguiente
manera:
fundamento, el principio del complejo de Edipo, ahí es donde el padre está vinculado con
niño se abandona a sus expansiones, manifestaciones, tendencias, pero ejerce este papel
mucho más allá de esto. Es mediante toda su presencia, por sus efectos en el inconsciente,
prohibición del incesto, una ley que es fundante del complejo de Edipo y a su vez, necesaria para
intervención del padre desde el punto de vista de la ley. Él, es el interdictor del deseo del niño y a
inconsciente. Por efecto de la significación del Otro en el padre, cobra valor la función de la ley.
La presencia del padre, no como elemento de la realidad, sino como ejercicio simbólico,
ejercicio de la ley. A partir de la amenaza de castración surge en el niño una respuesta imaginaria
a modo de represalia contra el padre, por ser este quién lo aleja de su objeto de deseo. Pero en el
Edipo, no solo tiene cabida la hostilidad hacia el padre, sino que ocurre también que hay lugar
para el amor y la identificación. Esto es lo que Lacan (1958) nombra como el Edipo invertido,
que siempre está presente en la función del Edipo, «El componente de amor al padre no se puede
eludir. Es el que proporciona el final del complejo de Edipo, su declive» (Lacan, 1958, p. 175).
Lacan hace alusión a lo propuesto por Freud en 1924, en su texto sobre el sepultamiento
del complejo de Edipo. Dice que, lo que ha trazado Freud en dicho texto es que, por el amor al
padre, surge la identificación y con esto, la resolución del complejo edípico toda vez que la
amnesia producto de la represión, introduce al infante en lo denominado por Freud como latencia.
Lo anterior permitirá en la pubertad que las identificaciones hayan tenido un curso y pueda llegar
No obstante, la identificación con el padre puede también derivar en una posición inversa.
El sujeto encuentra por sus propios medios una posición pasiva y con grandes ventajas, el padre
hostil, ahora es amoroso, el sujeto es merecedor de su favor, pero esta nueva posición implica una
«Pero como hacerse amar por él consiste en primer lugar en pasar a la categoría
de mujer, y uno siempre conserva su pequeño amor propio viril, esta posición, como nos
inconsciente que deja al sujeto en una situación conflictiva con múltiples repercusiones –
por una parte, el retorno constante de la posición homosexual con respecto al padre, y por
Recordemos que Freud (1925) hace alusión a una castración consumada en la niña y a una
amenaza de castración en el niño, y tal y como lo plantea Lacan, en la inversión el sujeto se las
tiene que ver con la amenaza de castración o con la experiencia de la castración propiamente
dicha, no por la falta del órgano, sino por lo que suscita ubicarse en la categoría de la mujer.
Para hablar de la castración en la clase IX sobre la metáfora paterna (1958), Lacan retoma
la tabla de tres pisos, que propuso en la clase XIII del 13 de marzo de 1957, el complejo de
castración.
Figura 3. Tabla de tres pisos. Tomado de El Seminario de Jacques Lacan (1957), Clase XIII El complejo de
castración. Libro 4. p.217. © 1994 de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós SAICF, Defensa 599,
Buenos Aires.
51
Lacan se sirve de esta tabla para tratar de definir algunos conceptos. Lo primero que hay
que tener en cuenta es que tal y como el autor lo refiere, el padre simbólico no puede ser
representado de ninguna manera, no por esto dejará de ser necesaria su función. Por ello, el padre
simbólico no aparece en la tabla, porque está más allá, es un constructo mítico sobre el que se
ordena lo demás. Al respecto, dice Lacan (1957) «(…) El padre simbólico es el significante del
que nunca se puede hablar, sin tener al mismo tiempo su necesidad y su carácter» (p. 221).
Ahora bien, se vale entonces del padre real y el padre simbólico como operadores de la
ley que surge del padre simbólico. En primer lugar y tomando de manera contraria los elementos
de la tabla, el padre imaginario es aquel que encarna al padre terrorífico (Lacan 1957), es un
padre gozador, que todo lo posee, que accede a todo y que, además, priva al niño y a la madre del
falo, es decir, del pene que ha sido elevado a la categoría de lo simbólico en el cual reside el
deseo.
Mientras que el padre real, es un padre que difícilmente es captado por el niño y que no
tiene que ver con el padre de la realidad, el que lo engendró, sino que es el padre velado por el
fantasma del sujeto (lacan, 1957). Ahora bien, el padre imaginario privaba no solo al niño, sino
también a la madre del falo, pero en el lugar del padre real lo que tiene lugar es la función
propiamente dicha de la castración, pero no se trata de una castración real, pues el padre no corta
el pene del niño, sino que es una castración en el orden de lo imaginario, de allí que el niño
fantasea con lo horroroso que puede llegar a suceder y se decide por proteger su valiosa posesión,
el pene.
Y finalmente, tenemos a la madre simbólica. El niño percibe a la madre desde dos puntos
de vista, como madre simbólica, siendo ella quien lo introduce en el campo del lenguaje, y como
objeto de amor en la relación preedípica, cubre las necesidades más básicas del pequeño, pero en
términos de la presencia-ausencia de esta, llega un momento en que la madre deviene real, una
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madre que frustra en lo real, en las aspiraciones del niño. El propósito del niño es ser el objeto
argumentando que las fórmulas planteadas hasta entonces no han sido del todo suficientes para
dar una explicación adecuada del valor de dicho complejo en las elucidaciones freudianas. En
otras palabras, lo que Lacan refiere en el comienzo de la clase X sobre los tres tiempos del Edipo,
sexualidad del niño, puesto que para él (Lacan), lo planteado por Freud permite pesquisar otros
De esta manera, Lacan hace uso de la estructura de la metáfora, para poder explicar tanto
Metáfora Paterna (sobre la que hemos introducido algunos elementos) y los Tres Tiempos del
Edipo.
introducen la metáfora y la metonimia, como dos elementos que aluden precisamente al lenguaje
mismo; esto es una nueva forma de leer aquello que Freud había propuesto, recordemos que para
este último el asunto estaba trazado en términos del desplazamiento y la condensación, como dos
lugar que ocupaba esta, se pone otro elemento, el padre. Dicho de otra manera, lo que Lacan
53
propone es el desplazamiento del padre al lugar de la madre, o en palabras del autor (1958)
«poner el padre, en cuanto símbolo o significante, en lugar de la madre» (p186). Tener presente
de qué manera Lacan va a proponer la lectura del complejo de Edipo en tres tiempos lógicos.
Aunque existe un ternario simbólico configurado por el niño, el padre y la madre, Lacan
invita a pensar el complejo de Edipo más allá de esto a partir del ternario imaginario, buscando
con él, graficar la relación que se establece entre el niño, la madre y el falo. En la realidad y no en
lo real, esto es importante tenerlo presente, puesto que el niño establece una primera relación con
la madre, en este sentido el padre también es real; hay un padre que ocupa dicho lugar, pero para
Lacan (1958) esto más que ver con su función como padre, aduce simple y llanamente a ser
nombrado como el padre, pero en el sentido de la manera propiamente dicha en la que se refieren
En dicha relación entre el niño y la madre, y la figura del padre como elemento real, se
establecerá el ternario simbólico, a partir del cual se trata de abordar el complejo de Edipo. En la
línea de lo anterior, para Lacan (1958) lo que se denomina –El Nombre del Padre– no se soporta
en los sucesos que hacen que una persona se convierta en padre, es decir, en que tenga la
capacidad de engendrar o que lo haya hecho, sino que tiene que ver con la significación como tal,
que sea nombrado, sancionado como tal, lo que implica pasar de lo real a lo simbólico por efecto
de la palabra.
De este modo, el significante del Nombre del Padre es planteado como una necesidad
acaecida en la cadena significante (Lacan, 1958). En suma, para que el padre real pase a ser padre
simbólico, precisa de ser sancionado, es decir, ser revestido por el significante que lo nombra
como tal. La función paterna tendrá entonces su efecto en lo real, a partir del lenguaje, de allí que
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pueda existir un padre, que no tiene ningún efecto, en tanto que no ha sido simbolizado, esto es,
Teniendo en cuenta lo anterior, abordamos ahora los tres tiempos a partir de los cuales
Lacan hace lectura del Edipo. En el primer tiempo tiene lugar la relación entre el niño y la madre,
una relación influida por el deseo del niño y la madre. En el segundo tiempo, interviene el padre
como interdictor del deseo, no solo del niño, sino de la madre. Y en el tercer tiempo, tiene lugar
En la relación entre el niño y la madre en el primer tiempo que define el autor «El niño
depende del deseo de la madre, de la primera simbolización de la madre, y de ninguna otra cosa»
(Lacan, 1958, p.187) Lo que Lacan está planteando cuando hace referencia a que el niño depende
del deseo de la madre, es que en un primer momento y para poder subsistir, debe existir en la
madre el deseo por el niño, esa intención de cuidado, de protección maternal hacia él, para que se
garantice la satisfacción de las necesidades básicas que aseguran la supervivencia del bebé.
Acto seguido, Lacan (1958) se pregunta por algo más, «¿Qué desea el sujeto?» (p.188)
puesto que no desea simplemente que la madre esté para cubrir sus necesidades, sino que desea
su deseo, el de ella. La madre le lleva un largo recorrido al niño en el mundo simbólico, lo que le
permite a ella «desear en el plano imaginario» (p.188), un deseo más allá de lo que el niño puede
percibir, al subjetivar el deseo de la madre el niño se da cuenta de que hay algo que ella puede
desear y así, él orienta su deseo; desea ser aquello en donde el deseo de la madre está puesto.
afectiva en el niño hasta una dimensión simbólica del asunto, la madre se simboliza en este
punto, en donde, a su vez, su deseo es subjetivado por el niño. Esta dimensión simbólica, también
implica que la madre no siempre tiene que estar, puede o no estar, «es rechazada para volver a
llamarla» (Lacan, 1958, p.188). El elemento crucial aquí es la pregunta por lo que ella desea, y
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por supuesto, la aspiración del niño, por llegar a ser eso, lo que no es otra cosa que la función
De este modo, este primer tiempo del Edipo, se ocupa como hemos visto de la relación
entre el niño y la madre, del deseo del niño, y también del deseo de la madre. Vale la pena
entonces recordar que el deseo de la madre, tiene que ver con el deseo del Otro, lo que ella desea
es el falo, y el niño pretende serlo para ella. En este orden de ideas, dice Lacan (1957) en el
Seminario cuatro, en la clase XIII sobre el Complejo de Castración, que, al identificarse con el
falo, con eso que la madre desea: «el niño le asegura a la madre que puede colmarla, no sólo
como niño, sino también en cuanto al deseo y, por decirlo, todo, en cuanto a lo que le falta»
(p.226).
ofrece la solución al identificarse con aquello que ella desea, con eso que la puede completar. No
olvidemos que, en la teoría freudiana, lo activo y lo pasivo se definen por el lugar en el que está
el falo, del lado de quienes lo tienen está la actividad, de hecho, también la virilidad, pero en
Lacan, el falo pasa de ser ese objeto real propiamente y tiene la connotación de significante. Por
eso no es suficiente con que el niño tenga un pene, es preciso que sea el falo, en la medida en que
este como significante tiene que ver con lo que de manera singular desea todo sujeto, entonces la
pregunta del niño en lo imaginario, tiene que ver en este primer tiempo con ser o no, el falo
(Lacan, 1958).
Para recapitular un poco hasta este momento, tenemos que, Lacan va más allá de lo que
Freud plantea en el complejo de Edipo, en tanto que introduce en la relación entre el niño y la
madre, el deseo del niño, no propiamente por ella, sino por lo que ella desea, por ende, el deseo
únicamente del órgano sobre el que se organizan las pulsiones parciales, el pene como órgano
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primordial, sino que le confiere un lugar en el orden simbólico y lo articula con el deseo. En ese
orden de ideas, la madre desea más allá del niño como portador de un pene, y el deseo de la
madre termina siendo el deseo del Otro y el niño al identificarse con ese deseo, busca ser para la
El deseo de la madre, como equivalente para el niño del deseo del Otro, tiene lo que
Lacan denomina un más allá, en tanto que la madre no es el Otro, y la madre a su vez, desea el
deseo del Otro, y para lograr alcanzar ese más allá del Otro, el niño precisa de alguien que sirva
Observemos este deseo del Otro, que es el deseo de la madre y que tiene un más
allá. Ya sólo para alcanzar este más allá se necesita una mediación, y esta mediación la da
De esta manera, Lacan va introduciendo el segundo tiempo del Edipo, en donde el padre
juega un papel determinante en la interdicción del deseo, no solo del niño, sino también de la
madre, algo que también es una novedad, respecto de lo planteado por Freud, en donde el padre
interviene sobre el deseo del niño. En el primer tiempo la relación se había establecido entre la
madre y el niño a partir del interrogante por el deseo del Otro, ser o no el falo. En este segundo
tiempo, Lacan (1958) menciona que al tratarse de tener o no tener el falo, se precisa de la puesta
Si en Freud, la Castración es el final del complejo de Edipo en el caso del niño, siendo
este quien sufre la amenaza de castración y renuncia a la madre como objeto de deseo para
preservar su órgano, en Lacan el asunto se invierte, ya que el padre no solo ejerce la amenaza de
castración con el niño, sino que priva a la madre del objeto de su deseo, el falo. Más allá de lo
anterior, lo que es preciso destacar en este punto es la intervención simbólica del padre, lo que
trae consigo la privación sobre la pretensión de tenerlo todo, todo aquello que se desea, el padre
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priva a la madre de lo que no tiene y esto tiene que ver con que el hecho de desear no refiere a
Precisando un poco más el asunto de la castración y la privación, dice Lacan (1958): «(…)
El padre priva a alguien de lo que a fin de cuentas no tiene, es decir, de algo que solo tiene
existencia porque lo haces surgir en la existencia cuanto símbolo» (p.190) De lo que se trata en
este segundo tiempo, no es de la castración real de la madre, puesto que el padre no la puede
castrar de algo que ella carece, sino que tiene lugar la privación, el padre la priva del falo, de ese
objeto que se ha simbolizado y en el niño tiene lugar la amenaza de castración. Pero más allá de
esto, por la intervención simbólica del padre, el niño deja de ser el falo que completa a la madre,
ella ya no es una madre fálica, completa, sino que puede desear más allá del falo. Todo lo anterior
se resume en una experiencia de castración simbólica para ambos, efecto de la interdicción del
padre.
En el tercer y último tiempo del Edipo propuesto por Lacan, tiene lugar tanto la
identificación con el padre de parte del niño, como la revelación en el padre de que él no lo tiene,
así las cosas, el padre es en quien se ha encarnado la ley, pero él, no es la ley. Es quien la hace
cumplir por efecto de la dimensión simbólica, pero la ley se encuentra más allá de él, en el Otro.
momento del complejo de Edipo, dirá Lacan (1958) en «condiciones normales» (p.211) es que el
padre hace su intervención, partiendo de que él es quien posee el falo, y priva a la madre del
deseo de obtener el falo en el niño, al igual que priva al niño de ser el objeto del deseo de la
madre y en esa medida, lo priva de su deseo. Aunque el padre ocupa el lugar de la madre, de una
manera metafórica, y su mensaje es al tiempo el mensaje de la madre, en tanto que ahora el padre
tiene la potestad de permitir o autorizar (Lacan, 1958), lo que tenemos también, es que a través
Ya no es solo el padre gozador que restringe el deseo entre uno y otro, sino que se trata de
aquel que lo autoriza y que despeja la x del deseo materno. Al niño identificarse con el mensaje
del padre, surge en él la esperanza de en un momento tener el falo, para ofrecerlo a la madre, así
como el padre ahora lo hace. Al respecto, Lacan (1958) refiere: «He aquí lo que realiza
efectivamente la fase del declive del Edipo –que tiene verdaderamente–, el título en el bolsillo»
(p.211). Lo que no es otra cosa que la esperanza de tener en un futuro el falo, así como el padre lo
tiene.
Anudado a lo anterior, Lacan (1957) cuando habla de la verdadera meta del Edipo, hace
referencia a que se trata de «la situación adecuada del sujeto con respecto a la función del padre»
(p.206). En ese orden de ideas, el sujeto espera algún día, ubicarse en la posición del padre,
pretensión que viene de antaño y sobre la cual Freud (1913) hacía alusión en Tótem y Tabú. Esto
es ir más allá, en tanto que el Edipo no se agota en la identificación con el mismo sexo, sino que
se aspira ocupar su lugar. Pero Lacan (1957) a su vez, es enfático en plantear que, aunque el
sujeto busca a lo largo de su vida de manera incesante ocupar dicho lugar, solo lo alcanza en el
plano de la realidad, pudiendo llegar a ser padre desde el punto de vista de la procreación, pero
no ocupando el lugar del primer padre sobre el que se funda la ley. El padre de la horda primitiva,
A modo de recapitulación, el recorrido trazado hasta ahora nos brinda algunos elementos
diferenciadores respecto de los constructos freudianos. Como hemos visto, Lacan no deja de lado
lo que había sido planteado por Freud, sino que hace uso del trabajo de este último y empieza a
recorrer una y otra vez, la senda que se había construido. Lacan vuelve cada tanto sobre la fuente
primordial, y al retornar enriquece la lectura, proponiendo recuperar algunos elementos que tal
Tenemos entonces la figuración que Lacan hace de la Función Paterna a partir del carácter
otorgado por efecto del lenguaje, es decir, que el Otro como portador de los significantes, dota al
padre de la realidad de una significación que lo inscribe en el orden simbólico. Esto tiene toda
relación con el padre muerto de la horda primordial, que ejerce todo su poder, aún, sin necesidad
de existir.
En los tres tiempos del Edipo, no se parte solo de la idea del niño como el que se interesa
por la madre, sino que la madre, también tiene un interés en el niño, más allá del propósito de
satisfacer sus necesidades. Así pues, en la relectura que hace Lacan del complejo de Edipo,
señala de forma particular de la relación que se establece entre el niño y la madre. En ese orden
de ideas, el padre a partir del lugar otorgado por Otro le permite no solo intervenir sobre el deseo
imaginariamente está castrada, pero no ocurre nada con la madre, mientras que, para Lacan, la
madre se experimenta privada de su objeto de deseo, aquél que le da de una forma ilusoria de
en el que el padre viene a metaforizar el deseo de la madre; el padre es quien posee el falo, es
Lacan vuelve sobre la genitalización y sobre ella dirá que tiene que ver con la maduración
de los genitales y a su vez con el hecho de asumir el tipo femenino o masculino, a partir de la
identificación al final del complejo de Edipo con las funciones del hombre o la mujer. Allí es
donde se da la elección de la posición sexuada, a partir del ideal del Yo, partiendo de si es
asumido o no, por el sujeto. Un asunto que esperamos aclarar en este recorrido.
60
distancia de la idea de que sea considerada como una emoción, en tanto que la emoción hace
referencia a la exteriorización, en otras palabras, es una reacción frente a algo que lleva una
angustia, proponiendo la gráfica en la que escalona esos tres conceptos propuestos por Freud
(1926).
DIFICULTAD
Figura 4. El cuadro de la angustia. Adaptado de El Seminario de Jacques Lacan (1962), Clase I La angustia en la red
de los significantes. Libro 10. p.22. © 2006 de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós SAICF Defensa
599, Buenos Aires.
movimiento con respecto a la angustia; lo que el autor está planteando es que en la inhibición se
trata de una afectación que impide al sujeto pasar a la acción lo que resulta ser una situación
embarazosa, en tanto que existe algo que traba, que no permite avanzar. Ahora bien, lo
sintomático podría ser una manera de ir un poco más allá, esto es, que el síntoma, es una forma
en la que el sujeto responde al impedimento, pasando de alguna manera al acto. Pero más allá de
esto ubica a la angustia, con gran movimiento y una dificultad significativa, poniéndola cerca del
61
pasaje al acto y del acting out, en ella hay una suerte de movimiento que puede ser tanto negativa
Al vincular la angustia con el deseo, tenemos que «el deseo del hombre es el deseo del
Otro» (Lacan, 1962, p.31). Esto es interesante ya que nos introduce a la formulación de la
relación con el Otro, una relación mediada por la angustia. El deseo del sujeto se soporta en el
fantasma, y el fantasma es una forma de velar la falta en el Otro, falta que provoca la angustia en
el sujeto y a su vez es medio para ubicar el objeto de deseo. Sobre esto dice Lacan (1962):
que le falta sin que él lo sepa donde estoy concernido del modo que más se impone,
porque para mí no hay otra vía para encontrar lo que me falta en cuanto objeto de mi
deseo. Por eso para mí no solo no hay acceso a mi deseo, sino tampoco sustentación
posible de mi deseo que tenga referencia a un objeto, cualquiera que sea, salvo
acoplándolo, anudándolo con esto, el $, que expresa la necesaria dependencia del sujeto
En este orden de ideas lo que Lacan viene planteando es que la falta, como elemento
constitutivo del sujeto es aquello que le permite desear y ubicar en el Otro el objeto de su deseo.
Por eso para Lacan, la falta del Otro es la vía del deseo, y en la medida en que el sujeto descubre
En la línea de lo anterior, Lacan (1962) distingue entre el Otro y el otro, el primero «como
lugar del significante» (p.32) y el segundo como el semejante. El autor, trae a colación también
cuatro fórmulas con las cuales trata de clarificar un poco la cuestión, marcando una distinción
Figura 5. Fórmula del deseo hegeliano. Tomado de El Seminario de Jacques Lacan (1962), Clase II La angustia,
signo del deseo. Libro 10. p.33. © 2006 de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós SAICF Defensa 599,
Buenos Aires.
En la fórmula 1, tenemos el deseo de deseo que refiere Hegel, y Lacan (1962) menciona
que este deseo tiene que ver con desear a un deseante, alguien que reconozca al sujeto, lo cual es
una necesidad para el sujeto, y ese alguien no es más que el Otro. Así pues, el deseo de deseo, es
una necesidad de deseo a partir del llamado del Otro; no obstante, el sujeto solo puede obtener lo
que desea, a decir, el reconocimiento del Otro situándose en la posición de objeto, designado
como objeto a.
Figura 6. Fórmula del deseo en el sentido lacaniano. Tomado de El Seminario de Jacques Lacan (1962), Clase II La
angustia, signo del deseo. Libro 10. p.33. © 2006 de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós SAICF
Defensa 599, Buenos Aires.
En la segunda fórmula se aborda el asunto del deseo, desde un punto de vista analítico,
esto es, que partiendo de lo que se esboza en la primera fórmula, el deseo ahora, tiene que ver con
el deseo de la falta en el Otro, esto es, que la falta en el Otro ya es señalada y para el sujeto
vérselas con esa falta, debe hacerlo a partir de la imagen especular, esto es, vía el fantasma, en
palabras del autor «este deseo es deseo en tanto que su imagen-soporte es el equivalente del
Figura 7. Fórmulas del deseo. Tomado de El Seminario de Jacques Lacan (1962), Clase II La angustia, signo del
deseo. Libro 10. p.34. © 2006 de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós SAICF Defensa 599, Buenos
Aires.
Ahora bien, con estas dos últimas fórmulas el autor plantea dos cosas básicamente, la
primera podría ser una crítica a lo que hay más allá del planteamiento de Hegel, para Lacan
que remite a lo real del sujeto y no se agota en lo imaginario. Con respecto a la cuarta fórmula,
esta hace referencia nuevamente a la verdad, pero en orden al planteamiento del deseo de la
segunda fórmula, es decir, que la verdad tiene que ver con lo angustiante de la falla en el Otro.
Lacan también dirá que entre lo que él propone y lo propuesto por Hegel, hay algo que
aparece en común, se trata del objeto a, un objeto que desea. Y agrega Lacan (1962) «Debido a la
existencia del inconsciente, nosotros podemos ser ese objeto afectado por el deseo» (p.35) No
olvidemos que el reconocimiento del Otro nos ubica en la posición de objeto, el deseo de deseo
en el sujeto, se relaciona con su falta, y a su vez con el afán de llenar el vacío, un vacío que en
El objeto a es aquello que suscita el deseo en el sujeto. Más aún, el a, es el resto acaecido
de ese encuentro con el Otro al que se le ve señalada la falta, queda el a como residuo (Lacan,
64
1962). Esto es lo que se pone en juego, por ejemplo, en el amor. El sujeto desea sin saber que lo
hace, y ese no saber que desea, ubica al otro como objeto, en el cual se desea es aquello que el
otro puede desear, en suma, el sujeto en condición de objeto para el otro (Lacan, 1962).
En la clase III del Seminario X, Lacan (1962) retoma el esquema óptico para tratar de
esclarecer lo que hasta ahora ha nombrado con relación al sujeto, el deseo, el objeto y el Otro.
Recordemos que con este esquema se metaforiza de alguna manera la constitución del Yo en el
sujeto. Cerca al espejo cóncavo se sitúa al sujeto, no obstante, como el cuerpo real está tan
próximo a él, este no puede verlo en su totalidad, hay una suerte de fragmentación y solo por
intermedio del espejo plano, que en dicho esquema representa al Otro, se ve reflejada en el
registro imaginario una imagen virtual, en donde el objeto logra percibirse de forma integrada.
Figura 8. Esquema óptico-simplificado. Tomado de El Seminario de Jacques Lacan (1962), Clase III del cosmos al
unheimlichkeit. Libro 10. p.49. © 2006 de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós SAICF Defensa 599,
Buenos Aires.
En este esquema, Lacan (1962) introducirá la noción del falo como una falta, es decir que
que Lacan hace referencia en el plano de la i´(a), imagen virtual reflejada a partir de la presencia
65
del Otro. Allí vemos como el sujeto desea, no obstante, su deseo no podrá ser colmado. Ahora
bien, por medio del fantasma ($◊a), el sujeto se las arregla para acceder al objeto de su deseo. En
ese orden de ideas el objeto a es el resto que como se mencionaba antes, es aquello que queda de
la división del sujeto, y en este sentido el sujeto desea sin saber lo que desea, en palabras del
autor: «El a, soporte del deseo en el fantasma, no es visible en lo que constituye para el hombre la
El inicio del deseo según Lacan (1962) tiene lugar en el a situado en el lado izquierdo, el
cual se encuentra muy próximo al sujeto y por lo tanto no puede ser visto por aquel. En torno a
esto, el autor plantea que de ese punto es que el i`(a) adquiere su valor, y señala:
«Pero cuanto más se acerca el hombre, cuanto más rodea, acaricia lo que cree que
es el objeto de su deseo, de hecho más alejado se encuentra, extraviado. Todo lo que hace
por esta vía para acercarse, da cada vez más cuerpo a lo que, en el objeto de dicho deseo,
El sujeto cree acercarse al objeto de su deseo, cree que lo tiene, que es suyo y que lo
preserva junto a sí, no obstante, lo que el autor nos plantea es que, aunque dicha experiencia
ilusoria se genere, no deja de ser eso, una ilusión, algo que no es y que está alejado del objeto de
Así pues, la angustia surge en el lado derecho en el lugar en el que debería aparecer el a,
pero que en su lugar aparece el menos-phi (-φ), esto es, la falta; el falo como aquello que falta y
que se relaciona con lo siniestro de la castración imaginaria, o lo que Lacan (1962) denomina
como: «la falta que viene a faltar» (p.152). En síntesis, el deseo del sujeto precisa de ser
soportado por la imagen del objeto de su deseo, imagen que no está y en la medida en que aquello
que falta, y que motiva su deseo, falta, no está, deviene la experiencia de angustia.
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Lo que significa el menos-phi (-φ), en todo este recorrido, no es otra cosa que la angustia
de castración, en la relación del sujeto con el Otro (Lacan, 1962). Con esto el autor está
olvidemos que esta es la experiencia a la que el niño se enfrenta desde los planteamientos
freudianos, experiencia siniestra que lleva al infante a establecer una relación con el Otro, a partir
del temor de ser castrado, algo que ocurre en el plano de lo imaginario y que lo experimenta
como real en la medida en que lo puede ver en el otro, la niña. No obstante, no puede verlo en él,
precisa de la mirada del otro como lo vemos en el esquema óptico para integrar dicha percepción.
sobre el más allá de la angustia de castración, es que el sujeto, en ese caso neurótico, se sirve de
su propia castración para dar cuenta de la función del Otro, es decir, que su castración es garantía
de la existencia y efecto del Otro, lo que constituye una forma en la que el sujeto interpreta su
angustia, y que sirve para representar la ausencia en la que se encuentra el sujeto (Lacan, 1962).
Para hacer frente a la angustia, producto de esa falta que falta, el neurótico se vale de su
fantasma ($◊a) para recubrir su angustia y para mantener la relación con el Otro; Lacan (1962)
dirá que dicho a no sirve como se lo espera, puesto que se trata de «un a postizo» (p.61), es decir,
que no deja de ser algo ilusorio con lo cual el sujeto trata de cubrir aquello de lo que carece y que
lo angustia.
En cuanto al asunto de retener al Otro, el autor plantea que el sujeto le traslada la función
de a, con lo cual espera de él, el Otro, la demanda, que lo interpele, sin embargo, el propósito no
tiene que ver con acceder a dicha demanda, sino con captar y mantener el interés del Otro. Lo
anterior está en consonancia con la histeria, no obstante, Lacan argumenta que es válido para todo
neurótico.
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Tenemos en este punto que Lacan ahonda en la manera en que Freud plantea la cuestión
de la angustia, ya que, para este último la angustia es una reacción, una señal ante el objeto que se
perderá o que se perdió, en otras palabras, la angustia se produce por la falta y esboza que
también se produce por la presencia amenazante del objeto; pero Lacan va un poco más allá en
este desarrollo aduciendo que: «la angustia no es señal de una falta, sino de algo que es preciso
concebir en un nivel redoblado como la carencia del apoyo que aporta la falta» (Lacan, 1962, p.
64). Para el sujeto la falta es necesaria, más allá de eso, es indispensable puesto que es aquello
que posibilita un lugar para el deseo. En este orden de ideas, lo que Lacan quiere señalar es que
deseo. En palabras del autor: «no se trata de la pérdida del objeto, sino de la presencia de lo
siguiente –los objetos, eso es algo que nos falta» (Lacan, 1962, p.64).
Más adelante, en el mismo seminario y a propósito del goce y del deseo, y partiendo de la
lectura de la relación con la función fálica, Lacan (1963) plantea una distinción importante entre
el hombre y la mujer respecto al goce y el deseo del Otro. Ya hemos visto como el sujeto
(hombre) para hacerse un vínculo con el objeto, debe pasar por el complejo de castración y ubicar
en el lugar del objeto reflejado a través del Otro, la negación fálica expresada con el menos-phi (-
φ), lo cual, en el caso de la mujer no es necesario, el hombre se vale del fantasma para enfrentarse
al deseo del Otro, mientras que la mujer se las ve de una forma más directa con dicho deseo, es
decir, que en la línea de lo enunciado por el autor, «el objeto fálico sólo interviene para la mujer
en segundo lugar y en la medida en que desempeña un papel en el deseo del Otro» (Lacan, 1963,
p.200).
La mujer no precisa de la relación con el Otro como lo hace el hombre, ya que para el
hombre dicha relación es esencial, relacionándose con el Otro vía la angustia de castración
68
(lacan, 1963). Esto es, que por un lado existe en el hombre la amenaza de ser castrado, en tanto
que la mujer al vivir la castración de forma directa, más no real, no tiene lugar la amenaza de ser
castrada pues constitutivamente algo le falta, esto quiere decir que aun faltando algo, nada falta
en ella, mientras que en el hombre que tiene algo, ese algo le falta.
El autor aduce que la angustia del hombre va a sostener su propio goce, y el deseo que
surge del objeto cumple la función de cubrir la angustia, mientras que, en la mujer, la angustia
tiene lugar a partir del deseo del Otro, lo cual será el medio para que el goce tenga un objeto
(Lacan, 1963). A partir de esto que se trae a colación, el autor menciona, además, que la mujer es
más real y verdadera, puesto que su relación con el Otro es más directa, hasta el punto de que
pese a lo angustiante que pueda ser, tiene la capacidad de dejar que su deseo sea visto, lo que es
más complejo en el hombre, quien, al dejar ver su deseo, lo que permite es que se vea aquello que
Hasta ahora tenemos que la angustia hace parte del vínculo que se establece con el Otro,
es aquello que media la relación entre el sujeto y el Otro. Así pues, la angustia surge del
descubrimiento de la falta en el Otro y para que pueda existir la relación entre estos dos, se
precisa del fantasma como velo que recubre ese real. En otras palabras, la angustia producto de
eso que falta suscita la posibilidad de ubicar el objeto de deseo y al cubrir la falta se posibilita la
relación.
El sujeto precisa a su vez de ubicarse en posición de objeto para ser reconocido por el
Otro, puesto que lo que desea el sujeto, es el deseo del Otro, tal y como se refería en el primero
de los tres tiempos del Edipo, esto es, colmar la falta que el Otro tiene. No obstante, ubicarse en
calidad de objeto a, también es tenerse que enfrentar a su propia falta y de ahí que se recurra al
fantasma, como artificio para rodear lo real del sujeto, no obstante, esto no se realiza de forma
69
consciente, todo ocurre a nivel inconsciente y es por medio del esquema óptico que Lacan trata
Ahora bien, esto permite poner en cuestión la noción de completud que se tiene respecto a
la masculinidad, ya que el mismo Lacan nos está mostrando como tener el falo, no es garantía de
estar completo, aún, lo fálico se plantea aquí como falta, como una falta que falta y por ello hace
parte también de la noción de masculinidad, de hecho, vérselas con esa falta puede resultar un
complejo en el hombre.
a partir de lo elucidado sobre los cuatro discursos, (el discurso del amo, de la histérica,
universitario y del analista), la cuestión sobre el más allá del Complejo de Edipo, en el cual,
precisa algunos elementos sobre el padre, que recogen de alguna manera lo abordado hasta este
punto en la investigación. En primer lugar, el autor hace una crítica a la idea que tiene cierta
exclusivamente de lo ocurrido en la relación entre el niño y la madre, sino que tiene lugar entre el
niño y el padre, en tanto que, según lo manifiesta Freud (1921), el padre es merecedor del amor y
de ese merecimiento surge la predilección identificatoria del niño hacia él. Ya hemos visto como
Lacan hace referencia a esto en el planteamiento del último de los tres tiempos del Edipo, en
donde el padre como poseedor del falo, deviene en figura con la que el niño más allá de rivalizar,
se identifica.
También hace una crítica a Freud, con respecto a aquello que descuida en la intervención
con la señorita Anna O., la señora Emmy Von N., Dora (Lacan, 1970) a saber, la castración del
padre idealizado, centrándose en aquello que denomina una «pretensión de saber» (p.104), en la
70
cual se obvia el saber del sujeto y se encamina todo esfuerzo a tratar de que el mito edípico sea
valorado como verdad. En suma, para Lacan el complejo de Edipo en este momento de su
enseñanza –Seminario 17– sirve: «porque recuerda de forma grosera el valor del obstáculo de la
madre para toda investidura de un objeto como causa del deseo» (Lacan, 1970, p. 104).
Para comprender mejor lo anterior, Lacan (1970) retoma la figura del padre, y nos permite
recordar que, en Tótem y Tabú, Freud (1913) ha cimentado las bases de la ley de la castración, la
prohibición del incesto y la exogamia, a partir de un relato mítico teniendo al padre como figura
Este hecho, el de la muerte del padre, va a ser para Lacan (1970), lo que consolida la ley,
así pues, la muerte del padre, lleva a la prohibición, -no todo está permitido-, no se puede acceder
a todo lo que era propio del padre, prohibiéndose así el goce primero, surgido con la muerte del
padre. Esto en definitiva tiene que ver con la condición de que no se puede acceder a todo
completamente, es decir, que una vez más, se hace referencia a que no se trata de una castración
propiamente dicha, sino de una interdicción del deseo por efecto de la ley, sin necesitarse la
Más aún, Lacan (1970) pone el acento en el asesinato del padre más allá de la muerte del
mismo, es decir, que pone el acento en la acción de asesinar al padre, y plantea que es en ese
hecho donde está la clave del goce en el mito de Edipo. De esta manera lo que el autor nos
propone con el mito edípico es que de la muerte de Layo brota la castración, aun cuando Edipo
accede a la madre, en la medida en que se precisa de la castración para devenir amo o en palabras
del autor, «lo que constituye la esencia de la posición del amo es estar castrado» (Lacan, 1970,
128). Acto seguido el autor recuerda que Edipo al responder la pregunta de la Esfinge se hace con
el saber, y por la muerte de Layo, se precisa de alguien merecedor del honor de ocupar el lugar de
ese amo.
71
Edipo ya ha pagado el precio, aun sin saberlo, es un amo y deviene castrado. Con relación
el sujeto se ve con su propia falta, aquello que deviene en la experiencia angustiante y que no le
permite gozar de todo, debe velar su propia castración por medio del fantasma, y aun así, no
El padre muerto y el goce forman la diada que constituye lo que el autor califica como
operador estructural del mito freudiano (Lacan, 1970), no obstante, el autor refiere que esta
equivalencia es un signo que nos remite a lo imposible, es decir lo real, «lo real, es lo imposible»
(Lacan, 1970, p.131). Y en esa medida se trata del padre real, el operador estructural propiamente
dicho.
El padre real como operador estructural es el agente propio de la castración, de ahí que se
trata de una función propiamente simbólica la de este padre, es decir, articulada al significante,
como función imaginaria, y la privación por efecto de lo real (Lacan, 1970). Esto ya lo había
Edipo.
se han retomado elementos ya esbozados en la teoría freudiana, de los cuales, sin duda, el
constructo central es la castración, constructo que con Lacan ha tenido una nueva lectura,
esclareciendo el papel del padre en los planos de lo real, lo simbólico y lo imaginario y el efecto
que su función tiene en la relación madre-niño. De igual manera, al hacer este recorrido vemos
como la madre tiene una participación más activa en la constitución sexual del sujeto, la cual,
72
experiencia de la angustia, como medio a través del cual el sujeto se relaciona con el Otro.
experiencia angustiante ante aquello que falta en el Otro, el sujeto trata de velar dicha falta,
porque esta le remite a su propia falta o a la posibilidad de la misma, por otro lado, la mujer tiene
una relación más real con el Otro, incluso con la falta en el Otro, y en esa medida no es necesario
velar la propia falta, así pues, el sujeto ubicado del lado del hombre se vale del fantasma para
velar la falta y poder acceder al objeto de su deseo, no obstante se trata de un acceso parcial, en
A partir del seminario 19, Lacan (1971) empieza a esbozar los elementos que le
que «no hay relación sexual» (p.12). El asunto de la no existencia de la relación sexual lo
propone, a partir de la verdad de que el sexo no podrá definir ninguna relación entre los sujetos,
es decir, Lacan (1971) tal y como él mismo lo afirma, no está negando la diferencia que se
establece anatómicamente entre el niño y la niña, sino que inicia el recorrido desde ese lugar,
clasificación, Lacan (1971) plantea algo totalmente contrario a ese sistema y hace referencia a
73
que la forma en la que los adultos distinguen entre niño y niña, parte de un reconocimiento de los
aspectos anatómicos: quién tiene y quién, no. El autor, va más allá de lo establecido
culturalmente, puesto que ese tipo de lectura de la diferencia entre niño y niña es para él un error,
en tanto, que se deja de lado el reconocimiento a partir de criterios del lenguaje, esto es, desde el
relación con dicha experiencia. Con lo anterior, nuevamente Lacan (1971) deja claro que, en la
A partir de la repartición que se hace entre hombre y mujer por cuenta del conocimiento
popular, se suscita una idea de complementariedad entre uno y otro, es decir, del lado del hombre
por disposición anatómica se posee el pene, mientras que este, falta en la mujer. Al respecto,
Lacan (1971) nuevamente cuestiona ese asunto de la naturalidad sexual, enmarcada en dichas
diferencias, trayendo a colación el asunto de aquellos varones en los que dicha naturalidad no
anda y que son asociados con una falla, «el varón fallado» (p.17), es decir en el que se hace
evidente la falta, que a su vez es asociada culturalmente con la feminidad. Dice el autor: «La
mujer, la verdadera, la mujercita, se esconde tras esa falta misma» (Lacan, 1971, p.17). No
obstante, queda el interrogante: ¿Acaso el hombre no se esconde tras esa falta, no la propia, sino
Este abordaje de la diferencia entre el niño y la niña o entre el hombre y la mujer, lleva al
autor a referir algo completamente valioso con respecto al órgano. Tener el órgano es llevar sobre
sí, los significados que se le han otorgado desde el punto de vista cultural, lo que es un error, ya
que no se tiene en cuenta que hay sujetos que rehúsan de dichos significados, es decir, que lo que
cuestiona Lacan (1971) es que al darle al órgano el estatus de significante se cae en el error de
poner el significante donde no debería estar, en la medida en que el significante debería ser el
falo y no el órgano.
74
En este orden de ideas Lacan propone las nociones del todo y el no-todo, partiendo de la
idea de los prosdiorismos de Aristóteles, proposiciones de las que se vale para afirmar o negar
algo, e introduce también el matema con el que designa al todo, ycon el que niega el
todo, esto es, el no-todo (Lacan, 1971). También hace uso de las categorías de lo imposible como
relación con la función , con la que hace alusión nuevamente a la imposibilidad de escribir la
relación sexual.
referencia a algo demostrable en la realidad, no es lo más real, lo real está en otro plano, es algo
desde el punto de vista de lo imposible, aquello que no puede nombrarse, dice el autor:
ustedes encuentran justamente por no poder escribir cualquier cosa en matemática. Lo real
es lo que concierne al hecho de que, en lo tocante a la función más común, ustedes nadan
(p.29).
En esta línea de la definición de lo real y de la función , Lacan (1971) recurre a las
matemáticas para tratar de dar cuenta del goce sexual, como aquello que se establece como
obstáculo de la relación sexual, en otros términos, o mejor en términos lacanianos, «la función
» (p.31). No obstante, el autor precisa que el goce no es propiamente el goce sexual, sino que
este último le da entrada al primero (Lacan, 1971). En otras palabras, el goce es aquello que pasa
mujer y llamar a uno x y al otro y, porque la cuestión es justamente esa: cómo nos
distinguimos. Por esa razón coloco esta x en el sitio del agujero que hago en el
significante. Coloco allí esta x como variable aparente. Esto quiere decir que cada vez que
tengo que vérmelas con ese significante sexual, es decir, con eso que atañe al goce, tendré
que vérmelas con . Entre esos hay algunos, específicos, que son tales que podemos
escribir: para todo , sea quien sea, . Es decir que allí funciona lo que en matemáticas
Lo que el autor esta nombrando aquí, es que la distinción que se hace popularmente entre
hombre y mujer, en cuanto al significante sexual, no parte de la diferencia anatómica sino del
goce, de la manera en la que el sujeto se las ve con el goce, por ello utiliza el , porque ahí cabe
quien sea, quien tiene y quien no tiene el órgano, ya que no se trata de un asunto determinado
Lacan (1971) también introduce la función del no-todo, partiendo de la idea de que hay
algo que, en lo tocante al goce, suple la función del sexuado. Esta idea del no-todo, es una forma
que introduce en cuanto a la negación, pero Lacan articula esto con la castración en la medida en
de escribir , que quiere decir: existe, un significante. Así pues, lo que existe, es «al menos uno
para quien no funciona el asunto de la castración» (Lacan, 1971, p.35). Es la excepción, el Padre,
Esto nos remite entonces al Padre de Tótem y Tabú, el padre de la horda primordial que,
por su lugar, tienen acceso a todo, todo le está permitido. No obstante, para Lacan (1971), esa
figura del padre todo gozador, no es más que un mito, y solo en el mito las mujeres adquieren la
calidad de todas. Bajo la existencia de la excepción, de ese uno que no está castrado, todos los
demás funcionan en relación a la castración, sin embargo, la castración no opera toda para todos
y de allí la negación de , y esto pone en cuestión la dominación total de la castración, .
Ahora bien, Lacan (1972) habla de hombre y mujer como valores sexuales, los cuales son
establecidos en el lenguaje y con ello aportará la tesis, con la cual plantea que la denominación
hombre y mujer se da por efecto del uso del lenguaje. Dice el autor:
«El lenguaje es tal que para todo sujeto hablante, o bien es él o bien es ella. Esto
existe en todas las lenguas del mundo. Es el principio del funcionamiento del género,
femenino o masculino. Que esté el hermafrodita será solo una ocasión de jugar con mayor
ningún caso, salvo para manifestar algún horror de tipo sagrado. No se lo pondrá en
Al respecto, el autor plantea que los valores que se le habían otorgado a hombre y mujer
buscaban sostener lo tocante al sexo. No obstante, con la lectura que Lacan hace de estos valores
sexuales y de los significados que se le otorgan desde el lenguaje, queda aún sin resolver la
pregunta: ¿Qué es un hombre y una mujer?, el autor dice, que eso en este punto, no se sabe. Y
vuelve sobre el asunto de la castración para tratar de dar alguna respuesta, señalando que esta no
puede reducirse a una anécdota traumática, la palabra que amenaza al niño. Para Lacan (1972) la
Con base en lo anterior, Lacan (1972) aduce que lo sexual dista del sexo, ya que este
último es un modo particular en que cada quien aporta algo en función de la reproducción, una
idea muy destacada en Freud, quien enmarca incluso la sexualidad propiamente constituida, en el
momento en el que los genitales se disponen para la procreación, en otras palabras, la disposición
del sexo de cada quien para llegar a la reproducción. En cuanto a lo sexual, podría decirse que es
también un modo particular de ubicarse, solo que, en este caso, es en cuanto a un modo de goce.
Lacan (1972) propone una función de verdad, a decir, «que todo hombre se define
mediante la función fálica» (p.43) Vale la pena señalar, partiendo del recorrido hecho hasta
ahora, que cuando el autor habla en este punto de que el hombre se define por lo fálico, habla de
la posición del hombre, y no del hombre como poseedor del órgano. En otras palabras, Lacan
viene esbozando un lado hombre y un lado mujer, o mejor, una posición hombre y una posición
mujer.
Situar al hombre del lado de la función fálica es situarlo del lado del Todo, como ya
Lacan (1972) lo había enunciado y, por ende, la mujer es situada del lado del no-todo. Esto no
quiere decir que la mujer no tenga relación con la función fálica, la tiene, pero no-toda ella, como
en el caso del hombre. Entonces la función simbólica de los significantes hombre y mujer, se
funda en relación con el goce, el goce del hombre se sitúa del lado de la función fálica y el de la
Vale la pena precisar que del lado del hombre la función fálica es universal, todos están
atravesados por la castración y se las tienen que ver con ella, pero existe una excepción allí, hay
uno que no, el Padre, que no está castrado. Ese al menos uno hace alusión a que el goce sexual
puede ser posible, aunque de forma limitada (Lacan, 1972), hay una forma parcial de goce, jamás
se experimentará de forma total. En esta misma línea, el autor menciona que la mujer precisa de
que la castración sea posible para abordar al hombre, ella se encarga de señalarla en el hombre
78
(Lacan, 1972). Y el hombre accede a la mujer, no porque ella experimenta la castración, sino en
En conclusión, Lacan (1972) afirma que lo que posibilita la existencia del hombre como
imposible. Dice Lacan (1972) «No es imposible que la mujer conozca la función fálica» (p.46) Y
lo que se lee entre líneas en todo este recorrido, es que la castración y la relación con ella es lo
que permite la formulación de lo que Lacan (1973) denomina en el seminario 20, las fórmulas de
la mujer, y también, de cierta manera, dar una respuesta a la cuestión sobre la imposibilidad de
sexual entre dos sujetos desde el punto de vista genital, sino que lo que Lacan propone (1973)
Figura 9. Esquema de las fórmulas de la sexuación. Tomado de El Seminario de Jacques Lacan (1973), Clase VII
Una carta de almor. Libro 20. p.95. © 2019 de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós SAICF Av.
Independencia 1682, C1100ABQ, C.A.B.A.à
79
superior de cada lado Lacan (1973) hace uso de los matemas que hemos abordado al inicio de
este capítulo, y lo que se propone esbozar aquí, es la manera en la que un sujeto se posiciona de
uno u otro lado, con relación a la forma de gozar. El hombre y la mujer, para el psicoanálisis son
consecuencia de una elección, una elección de goce que no tiene que ver con la determinación
anatómica.
hace referencia en palabras del mismo, a dos lugares en los cuales cualquier ser hablante puede
inscribirse, «sea cual fuere, esté o no provisto de los atributos de la masculinidad» (Lacan, 1973,
p.97) En otras palabras, lo que está planteando es que la constitución biológica nada tiene que ver
con el lugar en el que se inscribe un sujeto, sino que se trata de una elección de todo sujeto.
vez, ese Uno que la funda se excluye de cumplirla, esto es, que al menos Uno, el Padre de la
horda primitiva, es quien instaura la ley de prohibición del incesto, todos quedan sometidos a
ella, a excepción de él. Retomando lo planteado por Freud (1913) existe un estado inicial, en el
cual el Padre se reserva violentamente y producto de sus celos a cada hembra de la comunidad,
que al menos Uno, aquel que funda la ley de prohibición del incesto, queda excluido de esa ley,
lo cual es imperativo que sea de esa forma para que todos los demás queden en relación a la
función fálica, de este modo se establece el Todo del lado izquierdo y se constituye este, como
80
conjunto del hombre, en la medida en que hay una excepción que delimita o cierra dicho
conjunto.
La fórmula superior del lado izquierdo ,no cesa de escribirse en tanto que se
precisa de ella para que se instaure la función fálica, es necesaria la excepción (Lacan, 1973) y la
fórmula inferior , cesa de escribirse ya que se funda en la primera fórmula; en otras
palabras, sin que se constituya la función fálica y quede por lo menos Uno por fuera de esa
función, no tendría sentido aquello de que todos menos Uno estén en función del significante del
goce fálico.
Contrario al lado izquierdo, en el lado derecho, Lacan (1973) hace referencia al lado del
No-Todo, el lado de la mujer. Aquí no existe el Todo, puesto que no hay ninguna excepción, la
con la negación sobre ella (), lo que refleja es que en la función fálica no todos se
inscriben, no existe al menos Uno que sea excepción, por ende, de este lado la ley de la castración
A partir de lo anterior es que se enuncia la fórmula superior del lado derecho ,
como aquella que no cesa de no escribirse, porque no existe, y lo que no cesa de no escribirse es
justamente la relación sexual. Al respecto, Lacan en la clase VIII sobre el saber y la verdad
menciona que aquello que no cesa de no escribirse, es lo que se denomina como imposibilidad,
haciendo referencia a la relación sexual. Ahora bien, la fórmula inferior , que se enuncia
como: cesa de no escribirse, es en atención a que no es necesario que todo sujeto de este lado
Lo antes mencionado es valioso, porque da las primeras pistas para entender por qué no
puede existir la relación sexual, pues la necesidad de la castración del lado izquierdo y la
81
imposibilidad de la misma, del lado derecho, lo que pone en evidencia es una falta de proporción,
sexualidad infantil, por eso la condición biológica no garantiza que un hombre o una mujer se
ubiquen de uno u otro lado, ya lo dijo Lacan (1973) «Todo ser que habla se inscribe de uno u otro
lado» (p.96) y con ello introduce la noción de que estar de un lado u otro es producto de una
parte superior, él va a presentar una serie de grafos para explicar lo que se pone en juego desde el
punto de vista del goce. Del lado izquierdo tenemos al sujeto y a la función fálica , que es el
significante que le da soporte al sujeto (Lacan, 1973). La única dirección posible que plantea
El objeto a1 se encuentra del lado opuesto, en el lado del No-Todo y hacia él se direcciona
el sujeto. En el objeto y solo a través de la fórmula del fantasma, en palabras de Lacan (1973),
por «intermedio de ser la causa de su deseo» (p.97), el sujeto logra alcanzar a su pareja sexual, no
olvidemos que no es posible la proporción de la relación sexual, y para poder alcanzar al objeto
lo que ocurre o puede ocurrir del lado izquierdo, en este lado lo que se denomina La Mujer, no
existe, en tanto no puede ser universal, no hay forma de escribirla (Lacan, 1973) esto, por efecto
1
Evans (2007). En el Diccionario Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano, plantea que el objeto a es
introducido por Lacan en 1957 cuando formula el esquema del fantasma ( a), en dicho esquema el a, hace
referencia al objeto del deseo. Dice además que se trata de un objeto parcial en el orden de lo imaginario, en otras
palabras, es aquello que se imagina separable del cuerpo. En 1960, se asocia el objeto a, a aquello hacia donde tiende
la búsqueda del deseo en el Otro, y en 1963 se le adjudica una connotación desde el plano de lo real, sin dejar de ser
imaginario, pasando de ser aquello hacia donde se dirige el deseo, a significar la causa propia del deseo, es decir,
aquello que no podrá alcanzarse jamás.
82
de la no excepción a la que ya habíamos hecho referencia en lado izquierdo, es decir, que no hay
una singularidad de la mujer. Si en el lado del Todo, la dirección del goce es vía la dirección del
fantasma, en el lado del No-Todo, hay doble direccionalidad, esto es, existe una dirección que
De este modo y retomando lo enunciado por Lacan (1973) «la mujer tiene un goce
adicional, suplementario respecto a lo que designa como goce la función fálica» (p.89), se trata
del goce del Otro, y Lacan es enfático en decir, que no es un goce complementario que
posibilitaría la existencia de la relación sexual, sino suplementario, esto es, un goce distinto, que
se añade o adiciona, un «goce del cuerpo» (…) «Un goce más allá del falo…» (p.90).
El significante de la falta del Otro S(Ⱥ)está entonces por fuera de la función fálica , por
ello Lacan lo grafica del lado del No-Todo, lo que hace referencia a que este goce es un goce que
no se localiza en un lugar del cuerpo, está en todo el cuerpo, en otras palabras, no es un goce
fálico, está por fuera de él. No hay un significante que pueda representar dicho goce y en esa
lógica no puede haber relación sexual, porque tachada no tiene lugar en la ley de la
Ahora bien y para concluir, la segunda posibilidad de dirección del goce desde el lado del
No-Todo, es vía la función fálica , en donde tiene lugar el paso de alguna manera por la
castración, es allí donde se da el contacto con la función fálica. La mujer aspira a hacerse con el
falo, tenerlo, poseerlo y perderlo para experimentar la castración. Esto es, aunque del lado del
No-Todo es imposible la castración, esta segunda dirección del goce lo que hace es buscar un
Conclusiones:
Para el psicoanálisis, no basta con la disposición anatómica para establecer una diferencia
unos y otros, ya que deja por fuera lo relacionado con lo simbólico, el lenguaje y el efecto que
hace referencia a que un sujeto con rasgos físicos masculinos, puede tener rasgos secundarios y
terciarios del orden de la feminidad, por tanto, la asociación de lo masculino con lo activo y lo
sexualidad infantil y desde Lacan con su retorno a los planteamientos freudianos, ha llevado a
que se introduzca la castración como categoría imprescindible en este recorrido, ya que esta
sexuación planteadas por Lacan se ubican los conceptos de hombre y mujer como posiciones
respecto al goce, y estar en uno u otro lado, es producto de una elección de goce que no tiene que
Aquello que posibilita la existencia del hombre como valor sexual, es la necesidad de la
castración, siendo el hombre para el psicoanálisis aquel que se define mediante la función fálica.
En suma, y respondiendo parcialmente a la pregunta que nos guía en este recorrido, el hombre no
es el que posee el órgano, sino el que se ubica del lado de la función fálica.
84
Recomendaciones:
Dentro de los tantos interrogantes que quedan al final de la investigación y que pueden ser
una vía de acceso para retomar el asunto de la feminización y lo que significa para el hombre hoy
El hombre en tanto que tiene una estrecha relación con la función fálica, trata de velar
dicha falta, porque le remite a su propia falta, mientras que la mujer que tiene una relación más
real con el Otro, no precisa de velar su falta, pues ella reconoce de alguna manera aquello de lo
que carece, en esa medida, y como primera hipótesis, parece que quien se encuentra realmente en
falta es el sujeto en la posición de hombre y no de mujer, así pues, surgen algunos interrogantes:
¿La angustia que se produce en el sujeto ubicado en la posición de hombre al vérselas con
su falta, podría llevar a que, por medio de la violencia sexual, el sujeto hombre trate de reafirmar
su lugar?
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Lacan, J. (1969-1970) El seminario de Jacques Lacan. Libro 17: El reverso del psicoanálisis.
(Clase VII Edipo, Moisés y el padre de la horda). 1ra ed. 14ª reimp. (107-124). Buenos
Lacan, J. (1969-1970) El seminario de Jacques Lacan. Libro 17: El reverso del psicoanálisis.
(Clase VIII Del mito a la estructura). 1ra ed. 14ª reimp. (125-138). Buenos Aires: Paidós.
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Lacan, J. (1971-1972) El seminario de Jacques Lacan. Libro 19: ...O peor. (Clase I La pequeña
Lacan, J. (1971-1972) El seminario de Jacques Lacan. Libro 19: ...O peor. (Clase II La función
Lacan, J. (1971-1972) El seminario de Jacques Lacan. Libro 19: ...O peor. (Clase III De la
Lacan, J. (1972-1973) El seminario de Jacques Lacan. Libro 20: Aun. (Clase VI Dios y el goce de
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Lacan, J. (1972-1973) El seminario de Jacques Lacan. Libro 20: Aun. (Clase VII Una carta de
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Lacan, J. (1972-1973) El seminario de Jacques Lacan. Libro 20: Aun. (Clase VIII Sobre el saber
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