3 - Manual Del Maestro
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AL MAESTRO
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actualmente para nosotros mas que una aspiración, aunque sincera y profunda, a la cual
únicamente podemos dirigir los esfuerzos de nuestra Inteligencia y Voluntad. Es, pues,
necesario que comprendamos y sepamos para saber querer: de ahí madurará el empuje
que, con el poder del silencio de quien conoce el misterio del más allá, nos conducirá al
resultado deseado.
Ésta, en sus cuatro palabras, es la fórmula de la realización; cada una de estas palabras
encierra y sintetiza todo un esfuerzo, cuya efectividad produce el resultado. En
particular, el esfuerzo de conocer implica un largo período de estudio y meditación, que
tiene que comprender los sujetos más diferentes; por esta razón, aunque toda la
Masonería pueda concentrarse en sus tres grados fundamentales o simbólicos -y su
Doctrina ya pueda considerarse encerrada y sintetizada en el primero, pues .el esfuerzo
para aprender es el que nos conduce a las más elevadas realizaciones,- y el tercer grado
justifique plenamente el atributo de "sublime", la realización perfecta del significado de
estos grados (como preliminar necesario para su realización efectiva y operativa) hace
inevitable la adjunta de otros grados suplementarios, que ayuden al candidato para
mejor comprender y realizar en su doble valor filosófico y operativo la mística Doctrina
que se encierra simbólicamente en los primeros.
Así, pues, este "Manual", mientras por un lado representa el complemento de los dos
que lo preceden, es igualmente, una introducción y preparación para los sucesivos,
en los que se. completará el estudio de lo que, a nuestro juicio, constituye la verdadera
Masonería.
Como los precedentes, y en armonía con el plan que hace de estos "Manuales" los
tomos sucesivos de una misma obra, el presente se divide en cuatro partes. En la
primera se estudia el significado de la ceremonia de exaltación, así como de los signos y
palabras de la misma. Como las de los dos grados precedentes, esta ceremonia es la
fórmula para la realización individual del Magisterio, que hace del candidato un adepto
eficiente de la Gran Obra.
Ésta tiene un doble sentido, individual y colectivo, inseparables el uno del otro, como
aspectos interior y exterior de una misma cosa. En otras palabras, lo que se realiza
interiormente se hace potencia o Fuerza Operativa exterior, y por ende responsabilidad
y actividad necesarias en el mismo plano, pues, como dijimos en el Manual precedente,
los talentos que llegamos a poseer no se hacen efectivos sino con y por el medio del uso
de los mismos.
Por consecuencia, el servicio es la Ley Suprema de la Evolución Individual, y nunca
puede uno llegar a ser verdadero Maestro hasta que no haya comprendido lo que
significa. Y el Servicio de! Maestro ha de distinguirse por la cualidad fundamental del
Amor que caracteriza este grado, en el cual no se debe buscar un salario exterior o
interior -como en los precedentes grados,- por constituir éste una identidad con aquél: el
mismo Servicio, y el Amor que en él se expresa ha de ser el salario del Maestro.
La segunda parte examina los símbolos y conceptos iniciáticos propios de este grado,
relacionados respectivamente con los números siete, ocho y nueve, mediante los cuales
se llega a la comprensión de la década; y, además, con la Retórica, la Música y la
Astronomía; la tercera del trivium y las dos últimas del quadrivium, que, como las
precedentes, tienen para el iniciado un sentido íntimo diferente de su sentido profano,
por extenderse en una nueva dimensión.
La tercera parte se ocupa de la necesaria aplicación moral y operativa que debe hacerse
de los símbolos, instrumentos y conocimientos que se relacionan con este grado, cuya
individual realización hace de hecho al Maestro Masón y le confiere la efectividad de
los derechos y privilegios quese hallan implícitos en este grado y que son la
consecuencia de una justa y perfecta observancia de los correspondientes deberes.
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Finalmente, en la cuarta se examina el porvenir que tiene destinado nuestra Institución,
como resultado natural de su pasado, actualmente operativo. Se contesta así -por lo que
se refiere a la Sociedad- a la tercera pregunta de la Esfinge, que especialmente se refiere
a este grado, y cuya ajustada contestación individual consagra como tal al perfecto
Maestro Masón.
Estamos seguros de que nuestros esfuerzos en dar a conocer a los Masones la esencia
real de nuestra augusta y gloriosa institución no dejarán de producir, con la cooperación
indistintamente de todos los que nos lean, el resultado que más ambicionamos: una
mejor comprensión y realización del Plan del Gran. Arquitecto con relación a nuestra
Orden, a cuyo plan todos tenemos el privilegio y el deber de cooperar.
La unificación masónica, a la cual especialmente han de dirigirse los esfuerzos de los
Maestros, no puede ser sino el resultado natural e inevitable de una mejor comprensión
de lo que es en realidad nuestra Orden, así como de su unidad indivisible; el resultado
de los esfuerzos de todos los que con buena voluntad se proponen y hacen según mejor
pueden, obra masónica. Haciendo, cada cual en la Logia y Organización Masónica a la
que pertenece, una Obra inspirada por su más elevada comprensión de los Fines, Ideales
y Propósitos de la Institución, la Masonería progresará efectivamente por encima de sus
actuales divisiones externas -inevitables hasta que la Masonería permanezca
principalmente polarizada en lo exterior. Comprendiendo, igualmente, cada masón el
esfuerzo de los demás en realizar un mismo plan, cesará todo motivo de división, así
como toda arbitraria distinción de regularidad y, en un espíritu de Comprensión,
Tolerancia y sincera Fraternidad serán vencidos y desterrados los tres enemigos
simbólicos de nuestra Institución.
Trabajemos, pues, con aquel Amor, con el cual se complementan la Alegría, el Fervor y
la Libertad del Compañero, y nos haremos dignos de nuestra cualidad de Maestros
Masones, recibiendo en la obra el salario que nos compete.
PARTE PRIMERA
LA EXALTACION AL MAGISTERIO
Pocas ceremonias pueden ofrecer, con igual sencillez, un aspecto tan trágico y un
significado tan sublime como ésta con la que se recibe al Compañero en la Cámara de
los Maestros.
Su primera acogida es, pues, todo lo contrario de lo que éste hubiera esperado en un
principio, como premio de sus esfuerzos: se lo introduce brutalmente en esta: Cámara,
bajo la acusación de un crimen misterioso que acaba de ser cometido, del que no puede
comprender ni la naturaleza ni la razón. Se lo somete a un interrogatorio severo, que
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sólo le revela las sospechas que pesan sobre él, sospechas que no disipan enteramente la
blancura de sus manos y de su mandil. Se lo hace pasar, como prueba decisiva, sobre el
mismo cadáver, para tener la seguridad de que sus pies no vacilen en el acto.
Y, finalmente, deviene el mismo protagonista de la tragedia, sucumbiendo a su vez bajo
los golpes de los asesinos simbólicos, tomando el mismo lugar del cadáver con el cual
tiene que identificarse, como los antiguos iniciados en los Misterios de Osiris,
recibiendo la participación del dolor de todos los presentes.
Esta muerte o caída simbólica en poder de las fuerzas que personifican la causa del mal,
es el preliminar necesario para la sucesiva anagogia o resurrección que espera al
iniciado en su exaltación, su perfecto "renacimiento" en la conciencia de lo Real que es
Vida Eterna, Inmortal y Permanente.
No se alcanza, pues, el Magisterio del Arte Real sin pasar por la muerte -y por todas las
condiciones y circunstancias análogas de la vida- con pie firme y seguro, que tenga el
poder de superarla, como las demás ilusiones de las cuales son esclavos los hombres.
Pues cuando cesa el temor de las cosas, cesa también nuestra creencia en su poder, y, en
consecuencia, su mismo poder sobre nosotros y sobre nuestra existencia. Entonces
cesamos de ser esclavos de ellas.
Examinemos ahora las distintas etapas preliminares de esta regeneración o renacimiento
individual, según se nos presentan en esta ceremonia, las que tienen el poder de
conducirnos efectivamente al Magisterio, una vez que sepamos realizarlas, como
complemento de las que hemos aprendido en los grados anteriores.
LA ACUSACION
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La Ignorancia, el Fanatismo y la Ambición han de cesar de obscurecer la claridad de su
manifestación exterior -la piel de cordero, emblema de inocencia que le sirve de
delantal,- así como su mente y sus deseos: los tres deben haberse purificado, en el
constante trabajo de los dos grados anteriores, como preliminar necesario a la admisión
en un estado de realización más elevado.
Obtenida esta doble aseveración, se le franquea el ingreso en la Cámara de los Maestros,
por medio de la palabra de pase que él no conoce todavía, pues no ha llegado al
Magisterio del Arte de la Sublimación de los Metales, a la cual se refiere, y tampoco ha
pasado por aquella muerte simbólica, que igualmente la indica.
LA RETROGRADACION
Sin embargo, como ahora tiene que completar la retrogradación que caracterizó su
quinto viaje de Compañero, para llegar nuevamente al umbral de su recepción como
Aprendiz, esta palabra que representa un nuevo paso al revés, del segundo al primer
grado, se le pide, después de haberlo despojado del mandil, que se le dió al final de los
tres primeros viajes de su iniciación.
Efectivamente, en su quinto viaje, contemplando la Estrella Flamígera que brilla al
Occidente -a semejanza del rosetón que se halla sobre las catedrales, que iluminan los
rayos del sol cuando declina,- el Compañero hace al revés el recorrido del Cuarto Viaje,
en el que la escuadra del juicio se había juntado a la rectitud de sus aspiraciones.
Ahora ha de realizar, igualmente al revés, los tres primeros viajes simbólicos de las
pruebas del Fuego, del Agua y del Aire, después de los cuales se le permitió ver la luz
de la Verdad, que únicamente brilla sobre el Camino de la Virtud. Procediendo
nuevamente, del reconocimiento de la Primera a la práctica de la Segunda -movimiento
de los pies izquierdo y derecho, - fija todavía su mirada sobre la Estrella que refleja a la
misma Verdad en su inteligencia y su corazón guiado por la punta de la espada
(emblema de la Voz silenciosa de la conciencia) franquea la Puerta del Templo con
movimiento retrógrado, es decir, al revés de como lo hizo de aprendiz.
Las palabras graves que salen de la obscuridad en que todavía se encuentra, para
preguntarle si realmente es inocente del crimen que acaba de cometerse, reproducen en
nueva forma el simbolismo del cáliz de amargura que, así como antes tenía que preceder
a los viajes o estados de progreso, ahora sigue a la retrogradación que los representa.
Esta amargura no podría ser mejor representada que por la atmósfera de "duelo y
consternación" que reina en la Tercera Cámara, que, sin embargo, es sobre todo una
emblemática reproducción del Cuarto de Reflexión.
Invitado a volver a sentarse, el símbolo de la muerte se hace nuevamente patente delante
de sus ojos, mientras el interrogatorio al que se lo somete recuerda su primer testamento
iniciático, y también el interrogatorio complementario que se le hace al recipiendario,
antes de llevarle a realizar los viajes.
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Ésta es la cámara del medio, el Centro Oculto de la Vida, escondido en las sombras de
la materia, a la cual no se llega sino pasando por la muerte, o sea, enfrentándose
uno sin temor con los fantasmas del más allá.
Es esta cámara una reproducción amplificada, más trágica y sombría, del mismo cuarto
de reflexión, la íntima cámara de la conciencia, el lugar secreto del corazón, en el cual
se lo había dejado en completa soledad, antes de admitírselo en las sucesivas pruebas de
la iniciación. Aquí también se le presenta el símbolo de la muerte, entre los dos
Principios de la Vida: el Azufre y la Sal, refigurados por las dos columnas que se
encuentran en sus dos lados, para que realice su propio mercurio filosófico individual.
Otra vez se encuentra en una gruta obscura -el antro de Mitra- y tiene que visitar el
interior de la tierra, es decir, penetrar dentro de la apariencia exterior de las cosas
y de sí mismo, reconociendo la Vida Eterna e Inmortal del Ser Individual, en la muerte
aparente de su personalidad.
Pero esta vez ha de penetrar más adentro, más íntima y profundamente, en el lugar
secreto en el cual se esconde la Realidad Verdadera del universo y de su propio ser: ha
de encontrar el Sol de la Vida en medio de la noche de la Obscuridad y de la Muerte.
Aquí ha de ejercerse su sexto sentido -el discernimiento- que constituye la Luz Interior
de su ser: aquella luz que no puede venir sino del centro de su propio cráneo, en donde
tiene su asiento dicha cualidad, única que puede guiarlo en las tinieblas de los sentidos,
proyectando su luz entre las sombras de la materia, en la máscara de la Vida,
representada por el cadáver con que se enfrenta.
Por esta razón, las preguntas que se le hacen están sintonizadas con el Misterio en cuyo
medio se encuentra, refiriéndose a los problemas que tienen relación con la vida y
la muerte.
El símbolo de este tercer grado es, pues, en su esencia, la misma alegoría de los
Misterios Mayores de la antigüedad, que seguían a los Misterios Menores,
representados por los dos primeros grados masónicos, Aquí como allí, el recipiendario
ha de ser primero espectador y luego protagonista de un drama que acaba con su
simbólica muerte, a la cual sigue una igualmente emblemática resurrección o
"levantamiento", que realiza su exaltación.
Antes del drama es, pues, oportuno que el candidato exprese sus propias ideas sobre la
vida y la muerte que lo llevan a reconocer la diferencia entre personalidad e
individualidad, y como la muerte de aquélla conduce a la exaltación de ésta. En relación
con este problema fundamental, se le harán otras preguntas de orden práctico sobre el
derecho de matar y la verdadera naturaleza de la solidaridad masónica, que nace del
reconocimiento de que un tal derecho en ningún caso puede enteramente justificarse.
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¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte?
Sólo el Iniciado en la Realidad, sólo quien sabe penetrarla con la Luz Interior y el ojo
del discernimiento, puede contestar satisfactoriamente por sí mismo a estas dos
preguntas que constituyen un misterio hondo, impenetrable y pavoroso para los
profanos, para cuyo real entendimiento de nada sirven los postulados y dogmas de las
diferentes escuelas científicas, filosóficas y religiosas.
La Vida es, pues, algo que se manifiesta desde adentro hacia afuera, y que no de otra
manera puede por consiguiente reconocerse en su íntima esencia y profunda Casualidad,
sino pasando por medio de la inteligencia desde lo exterior a lo interior, y
haciéndosenos, de esta manera, individualmente patente la Realidad Invisible que se
esconde y expresa en la apariencia visible, en una obra de incesante construcción que
origina todas las formas y substancias orgánicas, estudiadas por la Biología.
Cuando se sabe lo que es la Vida, se considera a la Muerte como una cesación aparente,
que es realmente un cambio en la manifestación exterior de aquélla, que nunca cesa, que
nunca tuvo principio y, siendo eterna, es inmortal e indestructible hasta en la forma o
materia en que se manifiesta, pues ésta sigue siendo vehículo e instrumento para nuevas
infinitas expresiones externas de la Vida Interior.
Conociéndose esta Verdad y realizándose en lo íntimo del corazón su más profunda
significación, queda uno libertado para siempre del temor de la muerte; dado que la
visión de la Vida, como realmente es en esencia, enciende una antorcha ante la cual
desaparecen y huyen las sombras y los fantasmas del más allá. Así contesta el Iniciado a
la pregunta ¿Dónde vamos?, que a todos, indistintamente, nos presenta la mística
Esfinge de nuestra vida exterior, cuya acertada contestación individual realiza el objeto
real de los Grandes Misterios: la Conquista de la Inmortalidad.
PERSONALIDAD E INDIVIDUALIDAD
El discernimiento entre las dos polaridades del ser humano, que se distinguen con el
nombre de Individualidad y Personalidad, se hace necesario para ese objeto.
"Personalidad" -del latín persona- significó originariamente "máscara", siendo, por
consiguiente, el antifaz o apariencia de que se cubre nuestra Vida Interior en su
manifestación. Es, en otras palabras, nuestro ser físico-psíquico que constituye al
Hombre Mortal y la Mente Objetiva en la cual se nos manifiesta la realidad física y se
cristalizan nuestras crecncias, errores y prejuicios, así como los vehículos o medios
exteriores de que se sirve, constituyendo sus cuerpos astral y físico.
Esta parte más material de nuestro ser, esta su cáscara o envoltura, nace, muere y se
regenera, reproduciéndose en formas semejantes. Estas variaciones y reproducciones
constituyen el Misterio de la Generación con el cual tiene que enfrentarse el Compañero
para conocer el significado de la letra G, que está en la raíz de todas las manifestaciones
de la vida.
La "Individualidad" es algo muy distinto, por ser el principio indivisible de nuestro ser y
de la universalidad de la vida: es, pues, lo que hay en nosotros de Eterno, Permanente e
Inmortal, lo que persiste a través de todas las mudanzas exteriores de la personalidad,
sin que éstos puedan afectarla. El reconocimiento individual, o conciencia intima
acompañada por una absoluta certidumbre, de su Realidad, es lo que hace al verdadero
Maestro, en cuanto confiere y hace efectiva la Inmortalidad.
Morir para la ilusión de la personalidad y renacer a la Luz de la Realidad que constituye
nuestra Vida Individual y nuestro más verdadero ser: he aquí en pocas palabras la
tarea que realmente le compete al recipiendario, quien, en la Cámara del Medio de su
propia conciencia, se halla frente al Misterio de la Vida y la Muerte.
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NUESTRO DEBER HACIA LA VIDA
El Poder del Amor es, pues, la Clave de todos los poderes del Magisterio: el Amor que
se expresa y ha de expresarse en creciente capacidad de dar. Unicamente "esforzándose
en dar" lo que tiene, sabe y es, ascenderá las dos gradas que lo separan del estado de
Compañero al de Maestro.
Con objeto de "dar" se lo invita a hacer otros dos viajes que se juntan a los cinco del
Compañero para completar el místico número siete, los que se acaban cerca del
Segundo y del Primer Vigilante, a los cuales brinda, respectivamente, las Palabras de
Aprendiz y Compañero. En estos dos viajes también se sintetizan y se revisan las
pruebas, esfuerzos y progresos realizados durante su paso a través de los dos primeros
grados.
Comienza así para él una nueva etapa evolutiva después del regreso que lo habla
conducido otra vez, en el Cuarto de Reflexión, frente a las apariencias emblemáticas de
la muerte, los Principios de la Vida y su propio testamento iniciático.
La palabra de aprendiz que le pide el Segundo Vigilante es la nueva fe que renace en su
corazón, después de haberse enfrentado con el Gran Misterio, a la luz de su
discernimiento individual. La palabra de compañero que le exige el Primero es
igualmente la manifestación de la esperanza, que es como la Estrella Matutina que
ilumina su sendero, permitiéndole progresar .
Se halla así en condición de cumplir un tercer viaje misterioso, que lo hará "pasar sobre
la muerte" y lo conducirá a vivir realmente, en vez de ser simple testigo, como
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protagonista, el drama simbólico, que constituye el sujeto central del Tercer Grado.
Pero, antes se le pregunta si está dispuesto para atravesar "el negro tártaro" de los
misterios del más allá para poder gozar de "la Paz del Olimpo" que nada tendrá el poder
de turbar, demostrando así a los presentes, con la tranquila y serena seguridad de su
marcha, que se halla inmune de toda complicidad en el crimen que se le imputó, al
ingresar en la Tercera Cámara, por haber "vuelto", en virtud de su discernimiento
espiritual, al estado edénico primitivo de inocencia (2), librándose del Pecado Original
de la Ilusión.
El tercer viaje, de Occidente a Oriente, ha de cumplirse, pues, por un nuevo y más recto
camino desconocido en los primeros dos grados, o sea por medio de la marcha
misteriosa de los Maestros, que le hace ingresar en la cualidad de éstos pasando por
encima del túmulo con el cual se había enfrentado y quedando al Oriente, frente del
Ara, después de dos etapas que lo condujeron hacia el Sur y hacia el Norte.
Este paso por un camino estrictamente interdicto a los Aprendices y Compañeros, por
representar el Sancta Sanctorum, o bien el verdadero Templo, imagen del Templo
Salomónico, frente al que se encuentran las dos Columnas (dentro del Templo
Alegórico del Universo y del Hombre, indicado por la Logia en los dos grados), es en sí
emblemático. Se materializa, pues, con ese ingreso, el paso por la cámara del medio,
que se encuentra igualmente en el Universo y en el hombre y simboliza el sagrario
íntimo de la conciencia, en el cual se realiza la unidad del uno con el otro.
Así como sucede con los dos estados positivo y negativo de la conciencia, el placer y el
dolor, la expansión y la contracción, producidos por los dos Principios del Bien y del
Mal (una de las acepciones de las dos columnas), este lugar central se encuentra
pavimentado de cuadrados blancos y negros, dispuestos alternativamente, como en un
tablero de ajedrez, representando la unidad y continuidad de los opuestos. Como sobre
el tablero del ajedrez, aquí se juegan todas las grandes partidas de la vida, y las victorias
sonríen más fácilmente a quien sepa conservarse más desapasionado y sereno.
Para llegar al Magisterio hay que saber pasar y permanecer, con pie igualmente firme,
sin vacilar o dejarse impresionar, por estos dos estados opuestos de la conciencia, hasta
convertirse en dueño soberano y absoluto de los mismos. Hay que sobreponerse por
completo a estas dos condiciones contrarias de nuestro ser interior, resistiendo y
superando los impulsos que nos hacen víctimas pasivas del uno o del otro.
En otras palabras, el conocimiento del bien y del mal, que se efectúa por medio del
Poder Engañador de la Ilusión (simbolizado en la serpiente bíblica que conduce al
hombre al pecado, víctima y consecuencia de esa misma ilusión en cuanto el hombre se
queda al exterior de un tal conocimiento) ha de hacerse de una manera distinta para
el Iniciado que aspira al Magisterio (que es dominio completo de la Naturaleza Interior
como Exterior), ingresando en el centro de dicho Poder de la Ilusión y venciéndolo y
superándolo con el discernimiento de la Unica Realidad.
Reconocemos así que existe una sola Realidad, y que ésta es el Bien; mientras todo lo
que se le llama mal es producto y consecuencia de la: misma ilusión. La conciencia del
mal queda así vencida y desterrada para siempre, y con la misma su poder sobre el
hombre, su raíz interior, dentro de su ser, que es causa de la manifestación física.
Así queda limpio el corazón del pecado original, y habiéndose restituído
intelectualmente, por su conocimiento de la Verdad, al primitivo estado de inocencia (y
de toda complicidad en los crímenes ocasionados por la Ignorancia, el Fanatismo y la
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Ambición, los que tienen su origen en este pecado), puede dignamente aspirar al
Magisterio.
Este reconocimiento se hace en tres etapas distintas, las que repiten otra vez los tres
viajes del Aprendiz y las tres simbólicas pruebas del Aire, del Agua y del Fuego.
En la primera etapa tiene uno que vencer la Ignorancia, partiendo del Occidente -la
región de la apariencia, dominada por el dualismo que representan las dos columnas,
simbólicas de los dos principios opuestos y complementarios- y parándose al Sur, es
decir, en un estado de conciencia aclarado por la Luz de la Verdad.
En la segunda dominará el Fanatismo, pasión que hace del hombre un esclavo más o
menos inconsciente de su propia emotividad. Es, pues, necesario partir aquí de la cálida
región del Sur, dominada todavía por las pasiones, y pararse ante el juicio severo de la
mente, que se encuentra al Oriente, del lado Norte, que caracteriza este dominio
que uno adquiere y realiza sobre sí mismo.
Finalmente, la tercera etapa -partiendo del Norte y parándose al Oriente, al término del
cuadrilátero de cuadros blancos y negros- muestra la purificación completa de todo
egoísmo o ambición, y de la misma frialdad implícita en el dominio realizado sobre las
pasiones, llegando a la plena Conciencia de la Unidad del Ser, que reside en el Oriente,
origen de la Vida y manantial primero y eterno de sus diferentes manifestaciones.
Microcósmicamente la marcha se efectúa, con un sentido análogo, desde la cabeza del
cadáver simbólico (victoria sobre la Ignorancia, con el conocimiento de la Realidad) al
pecho y brazo derecho (dominio del Fanatismo y de los impulsos que provienen del
corazón), y de allí, pasando por el vientre, para pasarse del lado de la pierna izquierda
(dominio de los instintos y de la Ambición que busca su satisfacción).
Sus pies juntos, formando una escuadra oblicua, están ahora delante de los pies del
muerto, indicando que, identificándose con éste, está destinado a tomar su lugar, para
poder en él renacer a una nueva vida, alcanzando, por medio de su resurrección
espiritual, aquel grado de mayor perfección que resulta de este proceso de palingenesia
o regeneración.
Pero antes de que esto pueda verificarse, debe sellar el recipiendario, con las. dos
rodillas juntas delante del Ara, como símbolo de extrema humillación que lo predispone
a la suprema exaltación, con un nuevo juramento, sus nuevos propósitos y disposiciones
altruistas.
La primera de las obligaciones que el futuro Maestro ha de reconocer, para ser digno de
este título, es la del secreto sobre el simbolismo del grado, con respecto a todo profano
y también a todo masón que no haya obtenido legalmente ese grado en una Logia de
Maestros.
La segunda es la de obedecer a las "leyes y reglas de la Orden". Con estas Leyes y
Reglas han de entenderse principalmente las que no están escritas, formando el Corpus
tradicional de la Institución, del cual todo Maestro Masón tiene el deber de hacerse fiel
intérprete y depositario, debiéndose iniciáticamente considerar como secundaria en
importancia la añadida petición de obediencia a particulares Estatutos y Reglamentos.
La tercera se refiere al deber de la discreción, que el Maestro Masón ha de practicar con
Amor y Benevolencia, evitando relatar cualquiera cosa que pueda comprometer, delatar
o perjudicar a un hermano, "guardando los secretos de los hermanos como si fueran
propios".
Las dos obligaciones que siguen se refieren a la fraternidad, que es el primer deber de
todos los Maestros Masones, en sus dos aspectos negativo y positivo. No debe hablar
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mal de ningún hermano, ni escuchar a quien lo haga, sino siempre defenderlo; no debe
atentar al honor de sus familias, sino, igualmente, defenderlas cuando sea necesario;
debe amparar y socorrer a todo M:.M:. "errante, necesitado o perseguido", y socorrer
igualmente a sus viudas y huérfanos. Finalmente, debe acudir al llamamiento de
cualquier M:.M:. que haga el signo de socorro, aunque tenga que arriesgar su propia
vida o su posición.
La sexta es el deber de esforzarse para hacer efectivo, con el dominio de sí mismo y la
actividad en Bien de la Orden, el Magisterio efectivo del Arte.
En cuanto a la séptima, sella y confirma definitivamente su cualidad de Miembro de la
Orden, de la cual promete ser para siempre "un adepto fiel", trabajando con todas sus
fuerzas para su engrandecimiento y dignidad.
Como para los dos grados precedentes, también aquí hay un castigo simbólico, al cual
voluntariamente se somete quien faltare al juramento: partir el cuerpo en dos partes
arrancando y quemando las entrañas y arrojando al viento sus cenizas.
Esta división del cuerpo en dos partes, preliminar de su descomposición en distintos
pedazos, como la que se efectúa por parte de Tifón, simbólico del genio del mal, sobre
el cuerpo de Osiris, es característica de la división o completa separación entre las dos
partes o polaridades Superior e Inferior, (o sea oriental y occidental) de la humana
naturaleza, que son respectivamente la Individualidad (el Maestro interno o Ego
Superior, inmortal y divino) y la Personalidad (su compañero o Ego Inferior): el ternario
Conciencia-Inteligencia-Voluntad (representadas, respectivamente, por el pecho, la
cabeza y los brazos) y su expresión exterior por medio de los instintos (representados
por las entrañas) , que, según sean dominados o dominen al hombre, contribuyen a
sostener y elevar el templo de su vida individual, o bien a destruirlo.
La parte instintiva del hombre ha de ser, pues, "arrojada y quemada" toda vez que no se
consiga dominarla, ya que se convierte en obstáculo para su progreso o exaltación.
Por esta razón, quien no logra conseguir la regeneración individual (espiritual y física)
simbolizada en el Magisterio, se halla sujeto a la muerte y a la necesaria reencarnación,
arrancándose y quemándose con esta separación -cada vez que uno desencarna- a los
instintos que constituyen la personalidad, al "hombre mortal".
La leyenda o "legado" de este grado (el testamento filosófico que cada Maestro Masón
recibe con el grado y del que se hace, por medio de su recepción, fiel depositario) es la
adaptación histórica de un relato simbólico; el disfraz, bajo una nueva forma, más
adaptada al espíritu de los tiempos, de relatos, mitos y leyendas iniciáticas anteriores,
con los mismos elementos alegóricos y la misma significación fundamental.
La transmisión de la verdad por medio de alegorías y leyendas simbólicas es, pues, una
costumbre iniciática que se remonta a la más lejana antigüedad, a la cual se sujetaron
constantemente los Sabios e Iniciados de todos los países. Presentando la Verdad bajo la
forma de un cuento mítico o histórico, o participando de ambas cualidades- tenemos la
ventaja de que este cuento puede ser transmitido más fácilmente y conservarse en su
esencia fundamental, a través de todas las edades y los cambios que se verifican en los
pueblos y en los idiomas.
Mientras un cuento o relato apoyado o encuadrado en acontecimientos o personajes
históricos, se aprende, se repite y se. recuerda. con facilidad y suficiente fidelidad,
independientemente del grado individual de comprensión de su significado simbólico
-aun cuando la existencia de tal significado no sea ni lejanamente imaginada, - no
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sucedería lo mismo con la pura y directa exposición filosófica de la Verdad que se
encierra y quiere revelarse por medio de tal cuento.
Cuando, pues, se comunica o se revela una determinada Verdad, la posibilidad de su fiel
transmisión es, al contrario, muy limitada, dado que estriba primeramente en una clara y
perfecta comprensión de la misma por parte de todos los anillos que sirven para la dicha
transmisión. Cuando sea tal comprensión ofuscada y deficiente en uno sólo de esos
anillos, la cadena se rompe y se hace más difícil reanudarla. Ésta es la razón por la cual
las puras enseñanzas espirituales y filosóficas están fácilmente sujetas a degenerar con
el tiempo, toda vez que no sean escritas por genuinos intérpretes, y que estos escritos o
que tales escritos sean destruidos y alterados.
Además, algunas veces, la clara revelación de una verdad puede ser peligrosa tanto por
quienes la expresan como por quienes la reciben, en proporción de su comprensión, no
solamente cuando esta comprensión sea deficiente, de manera que la dicha Verdad sólo
es entendida a medias, sino también cuando la mente y los propósitos de la persona no
sean suficientemente puros, y hasta procuren éstos sacar el mayor provecho de tal
conocimiento. Porque una persona animada por malas intenciones es tanto más
peligrosa para sus semejantes cuanto más sabe; y además, siempre y en dondequiera hay
ignorantes, fanáticos y ambiciosos listos para lapidar, crucificar o suprimir de otra
manera a quienes sean reconocidos como anunciadores o promulgadores de verdades
que ellos no comprenden o que consideran peligrosas para sus intereses.
La misma leyenda del grado, así como los usos rituales masónicos, nos enseñan que la
verdadera palabra -como símbolo de la misma Verdad y de su comprensión más
profunda- sólo puede "susurrarse al oído" a los que hayan dado pruebas de la pureza de
sus intenciones, llegando al "grado de comprensión" que se necesita, por medio del
estudio, de la reflexión y de la meditación, sin los cuales de nada serviría, cuando no
fuera peligrosa, su revelación prematura.
Por otro lado, lo mismo que los otros símbolos geométricos y figurados, una leyenda
simbólica tiene la inmensa ventaja de hacerse fácilmente receptáculo y punto de apoyo,
no sólo de una, sino de muchas - pudiéramos decir infinitas - revelaciones de la Verdad,
siendo cada revelación especialmente adaptada y vital para la persona que la intuye o la
descubre.
Su carácter enigmático y la importancia que se le atribuye, sobre todo cuando se
dramatiza en una ceremonia, hacen de una leyenda religiosa o iniciática un poderoso
estímulo para la imaginación primero -que contribuye en vitalizarla;- luego, para la
reflexión y las facultades ,racionales de la inteligencia, y finalmente para la intuición
que se ejerce sobre la misma, junto con las demás facultades, que así se desarrollan y
trabajan conjuntamente en la búsqueda de la Verdad. En otras palabras, se da, por medio
de la leyenda, la primera letra, para que sea individualmente encontrada la segunda.
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Dada la universalidad de estos esfuerzos y aspiraciones, y por ende de la obra unitaria y
unitiva que los realiza, el Templo se extiende del Oriente al Occidente y del Norte al
Sur, siendo su objeto reunir a los hombres "libres y de buenas costumbres" de todas las
creencias, religiones y naciones.
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competían, según su grado particular de comprensión y capacidad en aprovecharlos
útilmente en la Obra a la que estaba destinado.
Tan sabiamente dirigida y ejecutada, con orden y exactitud, según las instrucciones que
cada cual personalmente recibía, la obra avanzaba rápidamente, y la gran mayoría
de los obreros -en número de 70.000 Aprendices, 8.000 Compañeros, 3.600 Maestros y
tres Grandes Maestros- se hallaban contentos y satisfechos.
A pesar del número de los obreros, y de hacerse todo género de obras, no Se oía ningún
ruido de instrumentos de metal, por el hecho de que las piedras y demás materiales se
laboraban en las cercanías, donde se extraían, con el objeto de no contaminar el lugar
sagrado, en donde llegaban ya dispuestos para ponerse en su lugar. Este silencio
evidencia aún más el carácter espiritual de la construcción, pues toda obra espiritual ha
de realizarse en esa condición, fuera de todo ruido profano.
Durante los siete años y más que duró esa construcción, tampoco hubo lluvias. Quiere
decir que los trabajos estuvieron constantemente a cubierto, sin que hubiera ninguna
indiscreción exterior o interior, como ha de ser en todos los verdaderos trabajos
masónicos.
Igualmente reinó constantemente la paz y la prosperidad durante toda la época de la
construcción del Templo, debiéndose entender con ello que dichas condiciones
exteriores han de buscarse en una análoga y correspondiente disposición interior;
además de indicarse que las obras constructivas, de carácter permanente, sólo son
posibles en épocas de paz y tranquilidad económicas y sociales.
La construcción se empezó en el segundo mes del año cuarto del reinado de Salomón,
mientras estuvo este Rey en correspondencia epistolar con Hiram, Rey de Tiro, que
lo animó y auxilió en la Obra, enviándole “obreros expertos y materiales apropiados”.
Con eso se quiere decir que se aprovecharon en dicha Construcción Unitaria tendencias
y materiales de diferente procedencia, realizándose la Obra en la más estrecha y
armónica cooperación. Por esta misma razón simbólica, Salomón, Hiram Rey de Tiro e
Hiram Abí, "el hijo de la viuda", fueron los tres Grandes Maestros que presidieron a
dicha construcción, simbolizando la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza que sostienen
toda Logia y presiden toda obra útil, hermosa y duradera.
Finalmente, el lugar especial elegido para la construcción fue el Monte Moria, cuya
etimología se relaciona con mara "visión, revelación", y tiene un evidente parentesco
con Meru, el Monte Sagrado de los Indos, y con Miriam o María; es decir, en el mismo
lugar en el cual Abraham ofreció a su hijo Isaac (Gen. XXII-2). Esto nos da otras
preciosas indicaciones sobre el carácter eminentemente iniciático de la Obra, que
únicamente puede levantarse por medio de un ideal o visión elevada, pidiéndose
como precio la máxima abnegación y sacrificio personal.
EL "CRIMEN"
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pesar de que no se los juzgara todavía maduros), tramaron un complot para apoderarse
por la violencia de la Palabra Sagrada y de los modos de reconocerse de los maestros.
Los tres malvados compañeros - cuyos nombres se identifican en la misma raíz yubel,
que significa "río" o "señal", o sea con la corriente de la vida y de los intereses
materiales, que amenazan todas las conquistas y los esfuerzos espirituales -se
esforzaron, con tal intento, en obtener la complicidad de otros compañeros, pero
únicamente lograron convencer a otros nueve, los que también, en el último momento,
sacudidos por el remordimiento, prefirieron retirarse.
Quedaron, pues, solos los tres cómplices, y como los demás Maestros raramente se
encontraban aislados, resolvieron obtener la Palabra por la fuerza del mismo Hiram,
a quien, por su bondad, esperaban más fácilmente intimidar.
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éste, destinado a la garganta, le cayó sobre la espalda del mismo lado y le paralizó dicho
brazo.
Se fue entonces Hiram por la puerta de Occidente, donde lo esperaba el segundo
Compañero, que igualmente le pidió la Palabra junto con el toque de Maestro,
recibiendo por contestación: "¡Trabaja y la obtendrás!"
Viendo también este Compañero la inutilidad de insistir, le asestó un fuerte golpe en el
pecho con la escuadra de hierro de que se había armado. Medio aturdido por el golpe,
hizo uso Hiram de las pocas fuerzas que le quedaban para salir por la puerta de Oriente.
Pero aquí le esperaba el tercero y peor intencionado de los tres compañeros, el cual,
recibiendo igual negativa a su petición de la Palabra, le dio un golpe que resultó mortal
sobre la frente, con el mallete que había llevado consigo.
Así cayó Hiram bajo los golpes de los tres asesinos, que después se juntaron para
pedirse recíprocamente los signos y las palabras; y al comprobar que ninguno de los
tres los poseía, quedaron horrorizados por el crimen inútil, y no tuvieron otro
pensamiento que ocultarlo y hacer desaparecer sus huellas.
Lo escondieron al efecto, provisionalmente, detrás de un montón de escombros, y
llegada la noche, llevaron consigo el cadáver, tomando la dirección del Occidente y lo
escondieron en la cumbre de una colina cercana al lugar de la construcción.
LA BUSQUEDA
Como Hiram era siempre el primero en aparecer en el lugar de los trabajos, dando a los
demás el ejemplo más admirable de puntualidad, exactitud y precisión, al no vérselo en
la mañana siguiente, los trabajos quedaron en suspenso, presagiándose una desgracia.
Estos funestos presentimientos tomaron cuerpo cuando los nueve compañeros
arrepentidos, que se habían opuesto a la empresa de los tres malvados, hubieron
comprobado la ausencia de éstos. Entonces, habiendo pasado el día sin que aparecieran,
se creyeron en el deber de revelar a sus respectivos Maestros el complot y las justas
sospechas que albergaban acerca de ellos.
Condujeron a éstos delante de Salomón, quien, después de haber escuchado el relato de
los tres Maestros y de los nueve compañeros, encargó a los primeros que formaran
tres grupos, cada uno de ellos uniéndose con otros dos, para recorrer los países y
regiones del Oriente, del Occidente y del Mediodía, en busca de su Gran Maestro y
Arquitecto Hiram Abí y de los tres Compañeros, así como la Palabra que se había
perdido por la desaparición del primero. Esto indica como la verdadera palabra debe, en
cierta manera, identificarse con el mismo Hiram, y con el estado de conciencia o
realidad interior que simboliza.
Después de haber recorrido inútilmente durante tres días todos los caminos y regiones
cercanas, en la mañana del cuarto, uno de los Maestros, quien se había dirigido hacia el
Occidente, hallándose sobre las montañas del Líbano, a la vista del puerto de Jopá (la
ciudad marítima más cercana a Jerusalén), buscando un lugar en donde pasar la noche,
penetró en una caverna y quedó sorprendido al oír voces humanas. Reconoció después
que se trataba de los tres Compañeros, los que, obsesionados por el crimen cometido, se
relataban mutuamente sus particularidades.
Llamó entonces el Maestro en cuestión a los otros dos que iban con él, y éstos los
vieron hacer los signos simbólicos del castigo que querían infligirse por el crimen
cometido, signos que se adoptaron después, según nos cuenta la misma leyenda, como
medios de reconocimiento para los tres grados.
Pero cuando los Maestros se precipitaron hacia el fondo de la caverna para
aprehenderlos, los tres Compañeros, aterrorizados por el ruido, escaparon por otra salida
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que tenía la caverna, y por más esfuerzos que hicieron después, no lograron encontrar
sus trazas.
Habiéndose fijado previamente el séptimo día para la reunión, resolvieron ponerse
nuevamente en camino de vuelta para Jerusalén, y en la noche del sexto día, llegados
ya cerca de la ciudad, uno de los tres viajeros se dejó caer, extenuado, sobre un
montículo que había cerca de la urbe.
Y observó que había una porción de tierra recién removida, que emanaba el olor
característico de los muertos.
Se pusieron entonces los tres a excavar y, llegando a palpar un cuerpo, como era de
noche no se atrevieron a continuar sus pesquisas, sino que recubrieron el cadáver y
cortaron y pusieron sobre el montículo, para reconocerlo, una rama de acacia, especie de
árbol muy común en esa región.
Relataron, pues, al día siguiente, en presencia de Salomón, su doble descubrimiento, y
éste, no pudiendo dominar la emoción que le causaba, hizo el signo y pronunció las
palabras que se usaron después como signo de socorro.
Y encargó a los nueve Maestros que fueran inmediatamente a aquel lugar con el objeto
de reconocer si se trataba efectivamente del Gran Maestro Hiram, y en caso afirmativo
buscaran sobre él los signos por medio de los cuales podía reconocerse la palabra, y se
fijaran en las palabras que hubieran pronunciado al levantarlo.
Así lo hicieron, y una vez puesto al descubierto el cadáver, que tenía la frente
ensangrentada, cubierta por el mandil, y sobre el pecho la insignia de su grado, hicieron
al reconocerlo el signo de horror, que después ha quedado como uno de los medios de
reconocimiento entre los Maestros Masones.
Midieron entonces la fosa y comprobaron que tenía tres pies de ancho, cinco de
profundidad y siete de longitud, siendo ésta de Oriente a Occidente y la primera del
Norte al Sur.
Estas dimensiones, así como las demás particularidades del crimen y de su
descubrimiento, nos revelan un drama enteramente simbólico, que se ha insertado en el
cuadro histórico considerado más oportuno en la época en que se hizo tal adaptación de
una leyenda más antigua, y tal vez diferente.
SIGNIFICADO DE LA LEYENDA
Hasta aquí el relato, del que ahora nos compete buscar el sentido alegórico, que
constituye su valor esencial y el secreto más verdadero del grado.
Como en todas las leyendas, y especialmente las que se han escogido como medios de
transmisión para determinadas enseñanzas y verdades, su significado es múltiple, y las
varias interpretaciones que se han dado y pueden darse de la misma pueden agruparse,
según el punto de vista, en:
1) un significado cósmico o astronómico, que ve en la misma algún aspecto del drama
del mundo y de sus orígenes, así como de la vida en las diferentes estaciones;
2) un significado humano individual, más propiamente iniciático y místico, que
considera como psicológicos los hechos relatados y los personajes a que se refieren;
3) un significado social o colectivo, como generalización de sucesos históricos e
indicaciones proféticas del porvenir .
El primer sentido es puramente objetivo común y exotérico, y es natural que haya sido
el primero en nacer y propagarse en nuestra Orden, cuyos ideales y finalidades han
sido en los últimos dos siglos eminentemente profanos y exotéricos. Es el único sentido
que la mayoría de los masones le atribuyen, sin darse cuenta de que dicha interpretación
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está muy lejos de explicar la razón del secreto de que se rodea la leyenda y su
comunicación, y cómo pueda ésta conferir la calidad de maestro masón.
El segundo sentido, subjetivo y esotérico, sigue históricamente -y también en la
comprensión individual- al primero, identificándonos más íntimamente con el drama
relatado y dándonos una razón de cómo, una vez que sepamos vivirlo, puede uno, por su
medio, acercarse a la calidad real simbolizada por el grado de Maestro.
En cuanto al tercer sentido, puede venir independientemente del segundo, o bien
acompañarlo. Es claro que, en este último caso, su comprensión será más vital y más
profundo el punto de vista. Con ese sentido se relaciona, pues, la misión social de la
Orden y la capacidad de actuar como Maestro en la vida exterior y en el mundo.
Veamos ahora más detenidamente las tres explicaciones fundamentales, de las que todas
las demás interpretaciones pueden considerarse como simples variaciones.
SENTIDO MACROCOSMICO
Desde un punto de vista simplemente astronómico, los masones imbuídos por las ideas
científicas, que han abierto el camino a la interpretación naturalística también de otros
mitos y leyendas, han visto en Hiram a otro prototipo de dios o héroe solar, como
Hércules y Osiris, Mitra y Tammuz, Sansón, Salomón y Jesús.
Hijo de una viuda, o sea de la Naturaleza, en cuanto privada de la Luz, espiritual como
material, que la alumbra y la fecunda, Hiram como el Sol, cuya luz es indispensable
para despertar y animar toda la naturaleza, se presenta siempre primero en el lugar de
los trabajos- el Templo de la Vida Universal, concebido y planeado por la Suprema
Inteligencia Cósmica- en el cual todos los seres humanos, subhumanos y superhumanos
(Compañeros, Aprendices y Maestros) están empleados en alguna actividad
constructiva, y reciben su salario de acuerdo con sus propias capacidades.
Los trabajos se abren, naturalmente, en el grado de Aprendiz, en cuanto el Sol se
levante sobre el horizonte, o sea el principio de la conciencia aparezca en el umbral de
la subconsciencia, que representan las tinieblas de la noche y de la materia. Cuando el
Sol llegue al cenit, alumbrando con meridiana claridad el mundo fenoménico que
percibimos por medio de las cinco ventanas de los sentidos, hemos llegado al grado de
Compañero, que representa el estadio evolutivo típicamente humano, fácilmente
asociado con los números 6 y 12 (la hora sexta de los antiguos, que corresponde a las
doce o mediodía) , sobre el cual la Inteligencia y la Pasión se disputan igualmente el
dominio.
Precisamente en esta etapa evolutiva humana es cuando fácilmente dominan sobre la
individualidad los tres malos compañeros del hombre, que son la Ignorancia (con el
error que quiere entronarse en el lugar de la Verdad) , el Fanatismo ( que tributa sus
honores al primero y desprecia la segunda) y la Ambición, o sea la usurpación de la
autoridad que encuentra su más estable apoyo en la primera y en el segundo. Éstos son
los que atentan a la Vida Elevada, o principio iluminativo de la naturaleza, simbolizado
por Hiram, pretendiendo obtener del mismo a toda fuerza la palabra de poder, que
únicamente se alcanza por medio del esfuerzo individual en el recto camino de la
Evolución, sin lograr otra cosa sino obscurecer - o matar simbólicamente- aquella Luz
Maestra “que alumbra a todo hombre que viene a este mundo”.
CRIMEN ASTRONOMICO
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Hiram es simplemente la luz y el calor material del sol, que estimula con su presencia y
fuerza creciente- según se alargan los días en el curso de las estaciones -la vida
orgánica, y que, luego acaba por ser matado en cuanto desaparezca en la región del
Occidente, o bien en cuanto les toque su turno a los tres meses que preceden el solsticio
del Invierno.
Las doce horas del día y los doce meses del año representan los doce compañeros, que
todos hacen su parte y contribuyen a su muerte; pero, mientras los primeros nueve
se alejan, los últimos tres persisten en su mal propósito, y le dan sus tres golpes, al
tercero de los cuales sucumbe. Es decir, sucumbe el día sobreviniendo la noche (y de
aquí los 9 Maestros, o sean las horas de la noche, que le irán buscando en vano, hasta
que los últimos tres, más afortunados, lleguen a reconocerle en las primeras luces del
alba) y sucumbe el año, en su término natural, llegando al solsticio de invierno. Dos
muertes cíclicas igualmente irreales, seguidas infalible mente por una virtual
resurrección.
Los nueve meses (así como las nueve horas de la noche) se encargan, pues, de seguir y
perseguir, en la rueda del año, a los tres Compañeros que ocultan y esconden los rayos
benéficos del Sol, procediendo sobre el camino de la elíptica, de Oriente a Occidente, y
regresando a Oriente, en la búsqueda del sol desaparecido, al que logran encontrar y
vivificar, haciéndole resurgir de su muerte aparente y resplandecer nuevamente en la
Naturaleza: los tres primeros que se han encaminado hacia Occidente son los que dan la
señal de los desaparecidos y guían a los demás en la búsqueda, descubrimiento y
resurrección, en la cual todos participan.
En cuanto a las armas usadas por los tres malos Compañeros, son, respectivamente: la
disminución de las horas del día, simbolizada por la regla de 24 pulgadas, que da el
primer golpe; el paso sobre la línea solsticial, representada por la escuadra, que da el
segundo, y la rigidez destructora de la temperatura, representada en el mallete, que da el
golpe de gracia. Así muere el año simbólicamente, para renacer a nueva vida, con los
meses de la Primavera, del Verano y del Otoño. Así igualmente desaparece el Sol en
Occidente, bajo los golpes de sus tres últimas horas, siendo buscado en la obscuridad de
la noche por las nueve horas que preceden a su nuevo alborear .
HIRAM Y OSIRIS
No se hace así difícil ver en la muerte de Hiram una nueva presentación y una nueva
adaptación de otros crímenes simbólicos que constituían lo que puede considerarse
como el punto culminante de todos los misterios de la antigüedad. Particularmente, la
muerte de Osiris, que representa el Espíritu Creador y Principio Vivificador de la
Naturaleza, personificada ésta en Isis, su hermana melliza y esposa.
Con la deificación del personaje central y la representación a su lado de una divinidad
femenina que juega un papel no menos importante, la leyenda toma, empero, un
aspecto más solemne y profundo, y la alegoría se hace metafísicamente más
significativa y transparente. Si bien no hay mayores dificultades para ver en Osiris al
Sol, y en Isis a la Naturaleza fecundada por sus rayos benéficos, cuya productividad se
disminuye, y casi muere, en las horas de la noche y en los meses del invierno (en
proporción de como la latitud se aleja del ecuador); si bien es igualmente cierto que la
interpretación astronómica de la leyenda de Hiram es hija de la análoga interpretación
naturalista de todos los mitos antiguos, dicha interpretación carece de finalidad, y no se
vería en ella otra cosa que el simple traslado poético de un hecho natural.
Por otro lado, no se hace difícil ver en Osiris e Isis (que resumen en sí todas las
divinidades egipcias) una simple personificación simbólica de los dos Principios
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impersonales que, en la metafísica hindú, responden a los nombres de Purusha y
Prákriti, también simbolizados como Shiva y Shakti, y otras semejantes parejas divinas.
Purusha o Shiva (o sea, Osiris) es el Ser Puro, el Principio del Ser, Padre de la
conciencia individualizada, de la que todas las formas de vida y la naturaleza en su
conjunto, así como el ser del hombre, son otras tantas expresiones. Prákriti o Shakti (o
sea, Isis) es la Substancia Universal (Substancia-Energía que puede identificarse con el
poder del Ser), o sea la Naturaleza Madre de todas las formas de las que la conciencia se
reviste y en las que se expresa.
En ese dominio formativo,. sin embargo, la conciencia o Ser Puro sólo se revela
progresiva y evolutivamente; y en el primer estado -es decir en las más bajas formas
evolutivas, que son las que predominan en toda la naturaleza- llamado tamásico, o sea
de comparativa ignorancia y obscuridad, el mismo Principio de la conciencia o del Ser
aparece como muerto o dormido, "matado" por ese guna (el Principio de las Tinieblas
personificado en la religión egipcia por Tifón), y por lo tanto la Naturaleza como viuda
de ese Principio inspirador y fecundador, por cuya presencia y para el cual se producen
todas las formas.
Ese Tamas o Tifón, esa Ignorancia y Obscuridad primordial que parece oponerse a la
expresión de la Luz y a la plenitud de la Vida - que, sin embargo, después siempre
acaban por triunfar- es lo que mata con sus cómplices (los otros dos gunas, en cuanto le
sirven o están bajo su dominio), despedaza (o sea fracciona su unidad esencial y
primordial en multíplice expresión) y esconde el Espíritu en la Materia y la Vida en la
Naturaleza; y ésta, que ya no la encuentra, aunque la tenga en sí misma, llora como
Isis a esa Vida y esa Luz, con el dolor y las lágrimas de todos los seres vivos que, bajo
su estímulo, "evolucionan", buscando en sí mismos, y luego revelando a esa Divinidad
Latente, como perfección.
Aquí tenemos un verdadero drama, una real tragedia -el drama de la vida y la tragedia
de la evolución,- y, por lo tanto, un misterio real, que bien merece ser objeto de
estudio y meditación; un drama universal que plenamente justifica la universalidad y
variedad de sus expresiones y presentaciones, y nos da una razón acerca de por qué
formaba el núcleo vital de los misterios antiguos.
EL HIJO DE LA VIUDA
Aunque se hace difícil ver en Hiram (a menos que no lo identifiquemos con el mismo
Gran Arquitecto del Universo) el Principio Creador y Espíritu Universal, representado
por Osiris, es evidente que así debemos interpretarlo por lo que se refiere a su muerte;
simbolismo de la muerte o latencia del Espíritu en la materia, de la Luz en las tinieblas,
de la Sabiduría Omnisciente del Ser en el dominio de la Ignorancia o inconsciencia.
Pero Osiris renace en su propio hijo Horus, que es él mismo y, por lo tanto, muy bien
puede ser legítimo esposo de su propia madre. En ese hijo de viuda, en el que el Espíritu
Universal se presenta con la misma identidad, aunque bajo una diferente personalidad,
nos es más fácil reconocer al Hiram de la leyenda masónica.
La muerte de Osiris y su renacimiento como Horus -con los cuales el iniciado en los
misterios egipcios debería identificarse- son, en nuestras ceremonias rituales, la muerte
y el levantamiento del mismo Hiram, que todo Maestro Masón tiene que personificar.
Los asesinos de ese Principio de la Conciencia, o Vida Espiritual de la Naturaleza, son
los tres gunas pervertidos por el dominio del primero (la Ignorancia que convierte a la
Actividad e Inteligencia en fanatismo y ,ambición), por cuyos esfuerzos juntos
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sobreviene el drama cósmico de la Involución, y la Naturaleza (Isis) trabaja
penosamente buscando, y tratando de despertar la Luz y la Vida Divina perdida y
ocultada en las apariencias materiales (la tierra que la recubre) .
Los mismos tres gunas, exaltados y ennoblecidos por el dominio del tercero o Sabiduría
(que convierte a los otros dos en la Perseverancia y el Ardor, o en la Fe y la Esperanza,
con los que se llevan a cabo todas las empresas), son ahora los tres Maestros que,
habiendo identificado y vencido a esos tres “malos compañeros”, consiguen encontrar,
despertar y levantar (o sea "exaltar") esa Luz y esa Vida, para que afirme su dominio
sobre la materia y la alumbre con su presencia. Es la Evolución que sigue a la
Involución, la que tiene su punto crítico en el estadio humano (o grado, de Compañero)
del que tiene que llegarse al Maestro por medio de un esfuerzo consciente.
Osiris, que así renace como Horus, es, en la. interpretación naturalista, simplemente el
Nuevo Sol que surge en la Nueva Aurora, o la Naturaleza que se renueva y regenera en
la primavera, después de su muerte invernal. Para nosotros, sin embargo, en el Gran
Drama de la Vida Cósmica, es la Corriente Evolutiva que se afirma y se levanta
victoriosa sobre la muerte aparente del principio de la Conciencia en su involución -o
sea la Luz del Ser que vuelve a resplandecer siempre más clara, según la Vida se eleva
en su expresión, como Inteligencia y deseo de saber, Discernimiento, Intuición y
Sabiduría.
SIGNIFICADO INDIVIDUAL
Esta interpretación nos aproxima al significado místico individual que tiene la Leyenda
para cada Maestro Masón, razón por la cual ha de representar su parte, sucumbiendo a
su vez, como el mismo Hiram o como Osiris en los antiguos Misterios egipcios, bajo los
golpes simbólicos de los tres enemigos, a los que igualmente hemos de buscar dentro
de nosotros mismos.
Hiram es, pues, en nosotros y para nosotros, esencialmente el Ideal o la aspiración hacia
una vida más elevada, que se encuentra continuamente amenazado por la Ignorancia, el
Fanatismo y la Ambición que nos dominan e impiden nuestro progreso.
Cuando este Principio rige en la conciencia y dirige nuestros pensamientos y acciones el
Templo de la vida individual se levanta a la Gloria del Divino Arquitecto, expresando
su Sabiduría, su Fuerza y su Amor.
Pero nuestras más bajas tendencias, nuestros instintos y pasiones egoístas, pueden
conjurar en contra de este Principio y obscurecerlo; así se verifica en nosotros la
simbólica "Muerte de Hiram", la muerte del exaltado Ideal que dirigía sabia e
inteligentemente nuestra vida hacia un fin superior .
Entonces los trabajos "se suspenden" en señal de duelo, pues ha desaparecido, con su
Ideal elevado, la razón- más verdadera de nuestra vida. y nuestras mejores intenciones
-los nueve maestros elegidos- se mueven en su búsqueda, hasta que logran nuevamente
encontrarlo, después de una larga peregrinación en regiones distintas de nuestros
habituales pensamientos. y sobre él buscan la palabra -la verdadera Palabra de la Vida,-
expresión del Verbo Divino, o sea el mismo Ideal que tiene el poder de levantarnos
nuevamente de la muerte a la resurrección.
Sin embargo, aquí no se acaba el sentido místico y palingenésico de la leyenda, que es
todavía más profundo, relacionándose directamente con el triple Misterio de la Vida, de
la Muerte y de la Regeneración.
Debe, pues, subrayarse el hecho fundamental de que en la Ceremonia de la Exaltación -
como en los demás Misterios- el recipiendario ha de identificarse con el protagonista del
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mito o leyenda, sufriendo como él una muerte simbólica a la que sigue una resurrección
o exaltación.
A este respecto no hay diferencia esencial entre la muerte simbólica que, a semejanza de
Hiram, tiene que sufrir en la Masonería el candidato a la Maestría, y aquella por la que
tenían que pasar los candidatos en los misterios de Dionisios, de Adonis, de Osiris, etc.
Lo mismo debe decirse e la pasión, muerte y resurrección de Jesús, esencia de los
Misterios Cristianos y punto culminante de todo misticismo, dentro de la misma
religión.
Siempre el candidato debe morir para renacer: para "nacer otra vez, de agua y espíritu",
como lo explica el Cap. III del Evangelio de San Juan, pues "el que no naciere otra
vez no puede ver el reino de Dios".
Es la muerte del hombre viejo, la muerte del Iniciado a sus errores, vicios, pasiones y
tendencias negativas, para que nazca en nosotros el hombre nuevo, el "niño sabio", en
la luz de la verdad y en la práctica de la Virtud, la muerte del hombre esclavo de sus
malas costumbres, para el nacimiento del hombre libre por su propia rectitud y hábitos
constructivos. La muerte de la personalidad, atada con el sentido de su separación
egoísta al pecado original de la ilusión, que es fuente de todos los males, y el
renacimiento de la individualidad, libre por la realización de su propia unidad
indivisible con el Principio Uno de la Vida, manantial y realidad de todo Bien. En otras
palabras, nuestra muerte personal en Adán, el hombre natural (víctima y esclavo de su
propia ilusión) , y nuestra redención y resurrección individual en Cristo -el Magister- o
sea el hombre que se ha librado por completo del dominio del mal y de la ilusión.
EL PECADO ORIGINAL
Cabe aquí dar una explicación más detallada del pecado original, como se halla
redactado en el Cap. III del Génesis, que tiene un profundo valor iniciático.
Como lo indica el hecho de que hemos de sobreponer a la misma la escuadra (que
representa el Juicio) y el compás (símbolo de la Comprensión), la Biblia es una
expresión de la Tradición Iniciática, y debe, por lo tanto, estudiarse principalmente en
su sentido místico-alegórico.
En su conjunto constituye una hermosa historia simbólica del hombre, en sus sucesivas
encarnaciones personales; y también la historia alegórica de la humanidad, desde el
hombre natural o profano, esclavo y víctima de la ilusión (simbolizado por Adán y sus
descendientes), al perfecto iniciado que alcanza el Magisterio, convertido en más que
un hombre, o sea verdadero Hijo de Dios (representado por Cristo) .
Adán y Cristo se hallan ambos en nosotros mismos, representando el uno nuestro origen
o punto de partida, "de donde venimos" materialmente, y el otro nuestro Destino
Divino, el fin o término de nuestras aspiraciones "hacia donde vamos" y que lograremos
por el esfuerzo de lo que somos espiritualmente. En el estado de evolución en que
actualmente nos encontramos, Adán está, pues, detrás de nosotros, como el impulso que
nos ha conducido a ser lo que ahora somos personalmente; mientras Cristo se halla
delante nosotros y nos indica el camino que hemos de seguir para alcanzar el
Magisterio, muriendo en la ilusión adámica para renacer en la conciencia de lo Real,
representada por Cristo.
Vemos ahora, en dos palabras, lo que a nuestro juicio representa la alegoría bíblica del
pecado original -cuya raíz debe buscarse en las anteriores tradiciones caldeas,-
reservándonos en los siguientes Manuales hacer un estudio más detenido sobre los
diferentes símbolos que se hallan reunidos en la hermosa y significativa leyenda.
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Adán (Adam, el "terrestre") creado, o manifestado, directamente por el Principio
Divino, se encuentra en un jardín llamado Edén, situado al oriente, es decir del lado
del origen de las cosas de donde procede su manifestación.
Entonces, de su costilla - de un aspecto o lado de él- separa y forma a Eva, (Heva, "vida,
existencia") su mujer, la "madre de los vivientes". Esto quiere decir que de Adán, como
conciencia individual, se separa un aspecto o reflejo personal, naturalmente femenino y
pasivo, con respecto al primero, destinado a ser su compañera .
Representando la mente concreta y la Conciencia Personal, Eva se halla más
directamente en contacto con el mundo exterior, y sufre así más fácilmente el
ascendiente de la serpiente “astuta más que todos los animales (facultades) del campo”
o sea el Poder de la Ilusión, que nos hace considerarnos individualmente como
separados y distintos del Principio Uno de la Vida.
Escuchando la voz exterior de la Ilusión, en vez de la voz interior de la Realidad (que es
el mismo Principio de la Vida) , es como el hombre come del "fruto" del Arbol del
Bien y del Mal (que es la Inteligencia Objetiva), y este último, expresándose en su
conciencia, en virtud del mismo Poder de la Ilusión, se hará objetivo también
exteriormente.
Nace así la conciencia de separación (del Principio de la Vida) que engendrará al
egoísmo, representado por Caín (origen de todos los crímenes) , así como el temor (que
origina la adoración material), representado en Abel.
Por consiguiente, el hombre se aleja por sí mismo del Principio de Vida ( el Arbol de la
Vida que se halla en medio del jardín de su propia manifestación) y por consecuencia
sale de su estado de inocencia edénica y deviene esclavo de la ilusión en todas sus
formas, condenándose por sí mismo a los efectos de dicha ilusión: el dolor y el trabajo
concebido como obligación y esclavitud.
Al Masón Iniciado le incumbe el privilegio y el deber de libertarse de ese mismo poder
de la Ilusión y de todas sus consecuencias.
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que tienen que dominar y guiar al hombre, en vez de la Ignorancia, el Fanatismo y la
Ambición.
Venciéndose individualmente a la Ignorancia por medio de la Inteligencia y el
conocimiento de lo Real, se alcanza la Fe Iluminada y Positiva; la que expresa la
Palabra Sagrada del primer grado. Esta Fe es la que debe triunfar de la aparente división
o separación entre la carne y los huesos, o sea entre la causa y el efecto, entre la forma
exterior y la vida interior que la anima.
Con la victoria sobre el Fanatismo, emblema de todas las pasiones, por medio de la
Comprensión y Tolerancia, nos establecemos más firmemente sobre la Esperanza (la
Palabra Sagrada del Segundo Grado), y en esta actitud nos sobreponemos sobre toda
putrefacción exterior, que no tiene poder sobre el Ideal establecido en nuestra
conciencia.
Sin embargo, estas facultades aisladas no pueden cumplir el milagro del despertar de la
muerte a la vida, si con ellas no se junta el Amor, la Secreta Palabra del Magisterio.
Así como los dos primeros Maestros fracasan en su intento de levantar el cuerpo de
Hiram con los toques y palabras de los dos primeros grados, y pronuncian desalentados
las palabras que demuestran la decepción de la Fe y de la Esperanza, substituyendo la
verdadera palabra del Tercer Grado. Estas dos facultades serían sin poder, como el
mismo cadáver que se esfuerzan en levantar, sin el impulso y el aliento vital que sólo
puede darnos la tercera.
Pero, para que el Amor se haga activo en nosotros, como fuerza omnipotente, toda
Ambición egoísta ha de ser vencida. El mismo centro de la Ambición, el egoísmo, debe
ser desarraigado y desterrado de nuestro ser, pues se halla siempre presto y dispuesto
para dar el golpe mortal a nuestras más nobles y elevadas aspiraciones, esterilizando
y haciendo impotentes los esfuerzos de la Fe y de la Esperanza.
Sólo el Amor tiene el poder de hacernos resurgir de la muerte a la vida, en cualquiera
condición exterior en que nos encontremos. Sólo esta facultad, una vez que nos
hayamos individualmente liberado del Egoísmo, puede hacer completa nuestra
regeneración y cumplir el milagro de la resurrección.
HISTORIAL INICIATICO
24
El personaje central de la Leyenda es, evidentemente, el espíritu animador de la
Institución, el que une y reúne los obreros, y dirige y coordina sus esfuerzos para llevar
a cabo y conducir a su finalidad la Gran Obra que nuestros esfuerzos juntos se proponen
efectuar, siguiendo los planes de una Inteligencia Superior.
En cuanto a los tres compañeros, que se esfuerzan en sobornar a los demás para efectuar
el crimen nefando, la misma tradición expresada en nuestros rituales los identifica con
la Ignorancia, el Fanatismo y la Ambición. Por esta razón se hallan muy a propósito y
enteramente justificadas las sospechas que recaen sobre el Compañero que espera
franquear el umbral de la Tercera Cámara.
¿Quién puede confesarse, efectivamente, inmune de toda complicidad con estos tres
constantes enemigos de la Institución, que se anidan en las cuevas del occidente (el
dominio de toda expresión y realización material), y se esfuerzan en aniquilar y
transformar su Espíritu?
¿Quién puede decir, con toda sinceridad, que no ha tramado con la ignorancia,
asestando por medio de la regla arbitranria, o su comprensión propia limitada, contra
sublimes finalidades y propósitos universales de la Orden, así como contra el profundo
valor de su simbolismo, el primer golpe que le inmoviliza el brazo derecho y hace
imposible su perfecta expresión (garganta)?
¿Quién está igualmente seguro de hallarse libre de la intolerancia y del fanatismo,
vibrando con la escuadra de hierro y de su juicio por la condenación de opiniones y
tendencias distintas, un golpe dirigido al propio corazón de la Institución, en la cual han
de caber todas las tendencias, opiniones e ideales que llevan el sello de la sinceridad y
de la mejor buena voluntad?
¿Y quién ha dominado tan completamente su ambición y sus deseos personales, y está
cierto, por su altruismo y desinterés, de no cooperar con la herida del mallete fatal, que
destruye constantemente el Espíritu verdadero que ha de reinar en la Masonería?
La contestación sincera a estas preguntas y el reconocimiento de los reales propósitos
que lo animan harán ver al Compañero si se halla efectivamente en la disposición de
espíritu necesaria para poder franquear la puerta del Magisterio, en el cual se ingresa
únicamente por la cámara del medio de nuestra conciencia individual.
EL ASESINATO SIMBOLICO
Pero -además de este asesinato, del cual pueden hacerse cómplices con la mejor buena
voluntad sus adeptos más entusiastas y sus más fieles obreros, cuando, por estrechez de
inteligencia y de corazón, tratan de poner y hacer observar reglas y límites arbitrarios y
condenan a los que no los observan por irregulares; o bien sobreponiendo
indebidamente su personalidad a la Impersonalidad de la Obra - existe otro crimen
simbólico de una naturaleza enteramente distinta (si es que crimen puede llamarse), que,
a diferencia del primero, ha de considerarse como necesario e inevitable.
Este crimen se refiere al origen de nuestra Institución, con sus signos, palabras y
símbolos actuales y que constituye, puede decirse, su acta de nacimiento.
Es, pues, característico el hecho de que los tres asesinos estén armados precisamente por
los instrumentos distintivos de las tres Luces (que representan a los tres grados) por
medio de los cuales consuman el hecho simbólicamente criminal; y, además, reunidos
en una cueva, que tiene toda la apariencia de un Templo Masónico rudimentario, hagan
los signos que desde aquel momento se adoptaron en la Masonería como medios de
reconocimiento.
Esto nos enseña, una vez más, a dudar de las apariencias, para ver las cosas en su
realidad, pues la verdad puede encontrarse en donde menos la hubiéramos sospechado.
25
Y la Verdad es, en este caso, que los tres grados simbólicos constituyen los mismos
asesinos del Maestro Hiram, el cual representa y personifica la Tradición Iniciática
Universal (nótese el estrecho parentesco entre Hiram y Hermes, que no puede ser efecto
de una simple coincidencia), que, al encarnarse, se halla efectivamente escondida,
sepultada y prácticamente muerta en los símbolos de dichos grados.
Aunque no hayan logrado estos tres grados conseguir la verdadera palabra -la que da el
Magisterio efectivo, sin embargo tuvieron un éxito notable en revelar y ocultar la
Tradición Iniciática, escondiéndola por completo a los ojos de los profanos, ya sea
dentro como fuera de nuestra misma Institución; y, efectivamente, los símbolos
masónicos, como la misma Esfinge, son mudos también actualmente para la gran
mayoría de los masones, que no alcanzan a entender de ellos más que su significado
exterior y rudimentario. Los que buscan la Verdad han de imitar a los nuevos maestros,
yendo en pos de los vestigios del desaparecido, así como de los tres culpables, para
verificar los primeros e iluminar a los segundos.
SENTIDO DE LA BUSQUEDA
La triple búsqueda -en pos de los asesinos, del cuerpo de Hiram, quienes han ocultado la
palabra vivificadora- es la labor esencial de los Maestros, que siempre se esfuerzan en
encontrar algo que pueda substituir mejor lo perdido por la complicidad de las
determinantes causales, personificadas en la Ignorancia, el Fanatismo y la Ambición.
Primero se dirige la búsqueda sobre los asesinos, los localiza y reconoce. Esto ha de
hacerse en el doble sentido de dicho asesinato, localizando y reconociendo en los tres
enemigos un obstáculo que nos impide hacer una labor más útil y provechosa en bien de
la Orden: hemos de perseguir la Ignorancia por medio del estudio, en calidad de
aprendices; por medio de la meditación, en nuestra calidad de compañeros; y con la
instrucción que se espera de nosotros, en cuanto somos maestros.
Lo mismo debemos hacer con el Fanatismo y la Ambición, abriendo nuestro corazón a
la tolerancia (por medio del compás de una más amplia comprensión que siempre
acompaña la escuadra de nuestro juicio), esforzándonos para que nuestra actividad sea
constantemente inspirada por el Amor y dirigida en Bien dé la Orden y de nuestros
semejantes.
Con el Conocimiento, la Comprensión y la Benevolencia ( tres maestros siempre
capaces de encontrar y reconocer lo que permanece oculto y desconocido para los
demás) que hemos adquirido, como primer resultado de nuestros esfuerzos, podemos
enfrentarnos con los tres asesinos que se hallan reunidos en nuestros mismos Templos,
para hacer que el muerto viva en ellos, como algo más que un simple recuerdo.
Sólo hemos de obrar con extrema prudencia y circunspección, para evitar que huyan
espantados por la luz de nuestras revelaciones, siendo deber de los verdaderos maestros
“cooperar con el pecador” para que se arrepienta y se corrija, más bien que juzgarlo,
condenarlo y castigarlo.
Una vez encontrado en los asesinos el recuerdo del desaparecido, nuestra búsqueda ha
de dirigirse sobre los vestigios de éste. Se trata aquí de enfrentarse con todas las
reliquias de las antiguas tradiciones y religiones, con todas las supersticiones del
pasado, que pueden encontrarse esparcidas igualmente en Occidente, como en Oriente y
al Mediodía, buscando el significado desvanecido que se esconde bajo una apariencia
muchas veces engañadora, con el objeto de reconstruir su Unidad Vital.
Esta búsqueda de los nueve Maestros es así muy parecida a la que hace Isis del cuerpo
de Osiris, que se halla despedazado y escondido en todas partes.
26
Todo lo que se encuentre en esta búsqueda debe ser reconocido por los signos que lleva.
Para esto ya no es suficiente la obra de un Maestro aislado, sino que todos han de
reunirse, testificándose mutuamente que lo que se ha encontrado es realmente lo que se
iba buscando. Así, pues, el Maestro que encuentre los despojos, los cubrirá
piadosamente, para evitar que se disgreguen al contacto con el aire y con la luz del día;
y pondrá por encima, para reconocer el lugar, la simbólica rama de acacia, que significa,
para los que lo entienden, que allí hay vestigios de inmortales verdades.
Sólo los Maestros, pues, "conocen la acacia" y saben que detrás de la muerte aparente
de la forma, persiste la Vida Eterna e Inmortal del Espíritu. Por esta razón no hay
peligro de que los profanos, guiados por esta seña indicadora, puedan desenterrar y
profanar el cadáver; además, el horror natural de la muerte se los impide, siendo
también prerrogativa de los Maestros reconocer la realidad de la vida en la apariencia de
la muerte, y por consiguiente, sólo los Maestros poseen la capacidad de vivificar otra
vez el cadáver y volverlo a la plena vida.
EL "SIGNO" DE MAESTRO
Como los Aprendices y Compañeros, también los Maestros tienen un signo especial, par
medio del cual se reconocen como tales. Este signo indica, pues, su cualidad de
maestros, como consecuencia del esfuerzo especial en él simbolizado.
Así como el signo del aprendiz se refiere al dominio de las palabras y al constante
esfuerzo que debe hacer el iniciado en ese grado, cuidando y rectificando la expresión
verbal de sus pensamientos; y el signo de compañero al dominio de las pasiones y de los
mismos pensamientos, que debe uno buscar en su propio corazón -en el centro de su
conciencia y de su ser,- el signo del maestro indica un tercero y más profundo estudio
del dominio de sí mismo, el de los instintos, con el cual únicamente puede conseguirse
la propia regeneración de la personalidad.
Esto es el significado real del signo de maestro y el castigo simbólico al que se refiere
es simplemente la consecuencia de no haber alcanzado este dominio, por cuanto sólo
en el hombre que se ha regenerado, por medio del vencimiento completo de los
instintos, se ha integrado realizando la unidad de la Personalidad con la Individualidad,
y, por ende, ha devenido inmortal e indestructible; mientras quienes no lo conseguimos,
somos todavía mortales y, por consecuencia, sujetos a la división o separación periódica
entre la parte superior e inmortal que constituye la Individualidad y la parte inferior y
mortal, que reviste la primera y constituye la Personalidad.
La inmortalidad efectiva - es decir, en el mundo físico- así alcanzada, se halla
simbolizada en la misma acacia y en su perfume (el olor de santidad), la que por esta
razón sólo los Maestros pueden realmente conocer .
Pero esta palabra - como la mayoría de las que se usan con finalidad iniciática - tiene un
doble sentido etimológico. Además de hacer referencia al árbol vivaz que produce la
goma arábiga, la palabra griega akakía tiene el significado de inocencia relacionándose
comprensivamente con el sánscrito ahimsa, la primera y fundamental entre las
calificaciones de yama (4), la base ética del Yoga, o sea el camino que conduce al
Magisterio.
Así, pues, en el nombre "acacia" están igualmente indicadas la finalidad y la
consecuencia del Magisterio, que es la inmortalidad, y el medio con el cual se consigue,
que es volviendo con sabiduría al primitivo estado de inocencia, simbolizado. en el
paraíso terrenal, en el cual el hombre cesa de ser un esclavo del mal, reconquistando en
la Verdad, conseguida por medio de la práctica de la Virtud, su Divina Libertad. El
dominio alcanzado sobre la parte instintiva -que es el asiento de todas las tendencias
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atávicas y, por ende, de todo lo que es consecuencia del pecado original que hace al
hombre sujeto al poder del mal, de la miseria, de la enfermedad y de la muerte- es
precisamente lo que se halla simbolizado en el signo de maestro.
LA BANDA
LA PALABRA DE PASO
Es característico el hecho de que la palabra de paso del grado de Maestro haya sido y
sea en algún rito adoptada para el grado de Aprendiz. Como justamente se ha
observado, el Aprendiz no puede tener palabra de paso por el hecho de que ingresa por
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primera vez en la Asociación, mientras la palabra de paso no puede referirse,
simbólicamente, sino al traspaso de un grado a otro.
Pero esta adopción no es enteramente arbitraria en cuanto refleja la retrogradación por
medio de la cual el Compañero ingresa en la Tercera Cámara, como si ingresara
nuevamente en el grado de Aprendiz, acabando por entrar en el Cuarto de Reflexión.
La interpretación de esta palabra es algo difícil, por tratarse de un nombre propio - el
nombre del quinto entre los ocho hijos de Jafet, hijo de Noé. Sin embargo, el significado
de dicho nombre, así como la cualidad especial de quien lo personifica, pueden darnos
alguna luz.
Ante todo podemos interpretarlo como directa transmisión mediante la Tradición
Masónica de la más pura Tradición Iniciática antediluviana, simbolizada en Noé. En
segundo lugar, dado que al mismo personaje bíblico se le atribuye particularmente la
industria y el trabajo de los metales, podemos ver en esta atribución una referencia
importante a la trasmutación y sublimación de los metales que constituyen la
personalidad - aquellos mismos metales de los cuales tuvo que despojarse como
aprendiz al ingresar en el cuarto de reflexión, - los que debe haber trasmutado al salir
nuevamente de dicho cuarto (que se identifica, como hemos visto, En la Cámara del
Medio) como Maestro.
Un tal significado se halla confirmado por el mismo nombre de Vulcano - el forjador de
los metales y artífice constructor de los dioses- tiene una manifiesta analogía con la
palabra a la que nos referimos.
Si analizamos el significado particular de la palabra, podemos interpretarlo, según su
etimología protosemítica más aceptable, como dominio o destrucción del arma,
significado muy probable, del sánscrito ahimsa, o de la palabra latina innocentia, que
nos conduce a realizar la axaxia griega.
Otros ven en esta palabra una simple hebraización del griego tumulum, o sea "levanto el
sepulcro (5), acepción igualmente muy probable, ya sea por la muerte simbólica que
tiene que sufrirse ingresando en la Tercera Cámara, ya sea por el levantamiento o
resurrección de lo que hay de muerto en el hombre ordinario, y que prácticamente
constituye el sepulcro de la Individualidad.
EL TOQUE DE MAESTRO
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de intentos para la acción común; los pechos se acercan en unidad de inspiración; y las
manos izquierdas se sostienen mutuamente en la identidad de motivos que los impulsan
a la acción.
Su conjunto es el emblema más apropiado de una realmente perfecta y unísona
cooperación.
LA PALABRA SAGRADA
Muy difícil es decir cuál es la verdadera palabra abreviada en las místicas iniciales
M:.B:.N:., pues se pronuncia diferentemente según los ritos, significando uno de ellos,
además del sentido que se le da por rituales: "la carne se separa de los huesos", la
"construcción que sigue a la destrucción", y la otra manera de pronunciarla (además del
sentido ritual: "está en putrefacción"), "quien ha nacido del padre".
Según esta última manera de pronunciarla, se halla en íntima relación con el nombre
propio del hijo incestuoso de Loth, así como del país en el cual muere Moisés. Estas
referencias bíblicas no pueden hallarse desprovistas de significado simbólico; sin
embargo, hay que considerar como otros sentidos el de "construcción que se halla
indicado por las tres letras hebraicas que abrevian dicha palabra, y otros sentidos
análogos que pueden derivarse fácilmente como el de: protección o liberación del hijo,
y lo que está escondido. También es muy probable el significado de nacido del mar,
según una transcripción de dicha palabra aparecida en 1766; y otra interpretación que le
da el significado: vive en el hijo. El mar es, pues el medio originario de todas las formas
de vida orgánica, y el agua el elemento básico de toda regeneración; y cada
personalidad humana es hija de una anterior que tuvo que pasar por la muerte para
renacer en nueva forma.
No debemos, sin embargo, echar al olvido de que siempre se trata de un mero substituto
de la Palabra Verdadera; y que, por consiguiente, el sentido particular que se le da tiene
un valor secundario, y lo que más cuenta es el sentido real de dicha palabra, según lo
muestra la Leyenda, con especial referencia a la manera con que fue encontrada: es,
pues, la palabra de vida que obra el milagro de la resurrección, frente a las decepciones
de la Fe y de la Esperanza, representadas en las exclamaciones de los dos primeros entre
los tres Maestros, que consiguen levantar "de la Muerte a la Vida " el cadáver de Hiram.
Interpretando cabalísticamente las tres letras hebraicas mem, beth y nun, con las cuales
puede representarse dicha palabra, encontraremos un significado más satisfactorio, por
su relación con la ceremonia de la cual constituye la síntesis y el coronamiento.
La primera de estas tres letras es la décimotercia en el alfabeto hebreo y su nombre
significa aguas. El décimotercio arcano del Tarot es el de la muerte o regeneración,
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representando muy bien la condición preliminar del Magisterio, mientras las aguas - el
elemento húmedo, pasivo, femenino, negativo y unitivo - indican con toda claridad el
bautismo del agua, o sea la negación del mal, necesaria para el nuevo nacimiento "de
agua y de espíritu", del cual habla Jesús a Nicodemo, en el Ev:. de S:. J:.
La segunda lo es también en el orden alfabético y en su valor numérico y aritmosófico;
el arcano que le corresponde representa a Isis o la papesa, sobre el umbral de los
Misterios que indican un velo tendido entre dos columnas (principios complementarios),
detrás de los cuales se esconde el Sancta Sanctórum, al que se penetra por la Cámara del
Medio.
El nombre de la letra significa "casa, recinto" y, por ende, templo, lugar sagrado y
oculto, o sea la Casa del Espíritu o lugar secreto de la conciencia, en el cual se
encuentra el segundo bautismo, o sea la piedra filosófica por medio de la cual se obra la
trasmutación.
Esta última se halla muy bien simbolizada en el décimocuarto arcano, que corresponde
con la letra nun. No se puede, pues, poner "nuevo vino en odres viejos", sino que éstos
han de ser nuevos, o sea que han de renovarse según la esencia o vino espiritual que
están llamados a contener, para poderla manifestar.
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Finalmente, si nos detenemos en el significado exterior de las iniciales de las tres
palabras, encontramos que la palabra del Aprendiz se refiere a la conciencia del Bien -
o sea al reconocimiento que la Realidad y Esencia Fundamental del Universo es buena y
benéfica, y como tal activa y operativa en el fondo de todo ser y de toda cosa, a pesar
de la contraria apariencia ilusoria que el iniciado debe acostumbrarse a superar, cesando
de ser su víctima y esclavo.
El Compañero debe, a su vez - de acuerdo con el sentido más significativo de la primera
letra de su propia palabra- establecerse en la Justicia, reconociéndola como Ley
Absoluta y Universal, a la que ningún ser y ninguna cosa pueden nunca substraerse,
conformando con ella enteramente todos sus pensamientos, palabras y acciones, y
confiando constantemente en su Omnipresencia, Omnisciencia y Omnipotencia.
Y el Maestro debe identificarse con la Ley Moral, haciéndose guiar en toda cosa por el
sentido del deber y la rectitud, más bien que por la conveniencia y las consideraciones
de interés personal, eligiendo constantemente lo que sea más bueno r mejor en sí, o sean
los valores verdaderos, reales y permanentes por encima de los valores ilusorios,
ficticios y pasajeros. E igualmente debe morir - y esforzarse diariamente en hacerlo- al
vicio, al error, a la ilusión, a la conciencia del mal, de la injusticia y de la imperfección,
y en fin a la muerte misma, aprendiendo a vivir en la Eternidad. Así únicamente puede
llamársele dvija o "dos veces nacido", habiendo pasado por la muerte a la muerte ya la
conciencia de la misma, a la Vida Real e Inmortal del Espíritu.
EL MILAGRO DE LA RESURRECCION
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Éste es el programa real de la Masonería en sus tres grados simbólicos, y en los grados
filosóficos que debemos interpretar y realizar, buscando como los nueve maestros
la palabra perdida que obra el milagro de la resurrección.
PARTE SEGUNDA
Los siete años, que constituyen la edad iniciática de los Maestros, se refieren al
conocimiento y perfecto dominio de todo lo que se relaciona con el número siete.
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Este número nace del seis por la céntrica Unidad de los dos triángulos entrelazados que
constituyen el emblema conocido con el nombre de Sello de Salomón.
En el Delta hay, pues, que distinguir los tres vértices o puntos que constituyen su
aspecto espiritual, de los tres lados que, oponiéndose a los puntos, los manifiestan
materialmente. Los tres puntos representan, respectivamente, los tres aspectos del Ser o
Esencia Suprema: SAT el Ser o Realidad en sí ( existencia absoluta); CHIT, el Ser
como conciencia (existencia subjetiva); ANANDA, el principio de beatitud o felicidad,
como atributo inseparable del Ser (fulcro y principio de la existencia objetiva) .
En cuanto a los tres lados, corresponden propiamente a las tres propiedades de la
Substancia o principio materno y formativo - Actividad, Inercia y Ritmo, - que
materializan los Principios Creativos del Azufre, de la Sal y del Mercurio.
Podemos indicar estas cualidades con los tres colores fundamentales, rojo azul y
amarillo, y con los tres planetas, Marte, Saturno y Mercurio, de cuyas combinaciones
obtenemos los demás, aunque, en realidad, estos últimos, por el hecho de ser centrales,
constituyen el origen y son los Principios Espirituales Creativos de los restantes. Así
se originan las correspondencias que aparecen en la figura.
Otra combinación de los tres círculos con los planetas y metales diferente de la anterior,
se halla indicada en el grabado siguiente. En ella se toman como fundamentales el Sol y
la Luna, Principios Espirituales, y se pone debajo Saturno como Principio Material,
originándose Marte de su combinación con el Sol, Venus de su combinación con
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la Luna, Júpiter de la unión de los dos Principios Espirituales y Mercurio de la
combinación de los tres.
Los siete colores del iris derivados de los tres primitivos y fundamentales
Hay una correspondencia evidente y necesaria entre los siete colores del iris y las siete
notas musicales, así como la hay entre los acordes de unos y otros, la gama luminosa -
rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, índigo y violeta - reproduciéndose en la sonora-
do, re, mi, fa, sol, la, si - de la cual constituye simplemente una octava más elevada.
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Si tuviéramos la retina suficientemente sensible, podríamos ver los sonidos como vemos
los colores, y si nuestros oídos fueran lo bastante refinados se podrían oír los colores
con sus notas correspondientes.
Dicha correspondencia nos hace pasar del dominio de la
Geometría al de la Música y pone ésta en relación con la
Astronomía (por ser ésta el Dominio de la Luz, y los siete colores
sus aspectos) . Aplicándola a la Retórica, podemos establecer de
igual manera una gama vocal- derivando las siete vocales i, e, a,
o, u, ö, ü de las tres fundamentales a, i, u, que se combinan
exactamente como lo hemos visto para los colores, y una gama
consonántica, formada análogamente por los contactos dental,
palatal, gutural, cacuminal, nasal, labial y labiodental (derivados
de las tres articulaciones fundamentales dental, gutural y labial).
Resultan estos planetas - en el sentido de fuerzas y principios, de los cuales los cuerpos
celestes conocidos con igual nombre son la personificación material- de un temario
fundamental formado por los dos luminares y Mercurio, y de un cuaternario constituido
por los pares de planetas, respectivamente benéficos (Júpiter y Venus) y maléficos
(Saturno y Marte), superiores (Saturno y Júpiter) e inferiores (Marte y Venus), activos
(Marte y Júpiter) y pasivos (Venus y Saturno) . Los primeros, (es decir, el ternario)
corresponden, pues, al dominio de Oriente, representados en el Delta, y los segundos (o
sea el cuaternario) al del Occidente, expresado por las dos columnas.
En su conjunto constituyen un triángulo y una cruz, reproduciendo el símbolo del azufre
y correspondiendo a la combinación de las cualidades y de los cuatro elementos:
El Sol, fusión de fuego y aire, principio energético, positivo, eléctrico y vitalizador,
masculino y diurno.
La luna, combinación pasiva de agua y tierra, principio receptivo, femenino y fecundo,
magnético, negativo y Mercurio, mezcla rítmica de aire y tierra, y quintaesencia
elemental, principio inteligente, andrógino y mudable, electromagnético, recibiendo y
reflejando las influencias de los demás, de los cuales es, como el metal homónimo, un
espejo fiel.
Júpiter, planeta benéfico por excelencia, combinación rítmica de fuego r agua, eléctrico,
positivo, fecundo, principio de la rectitud, de la justicia y de la benevolencia, emblema
del Magisterio. .
Marte, combinaci6n activa de fuego r tierra, eléctrico, positivo, violento, masculino,
principio creador y; destructor .
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Venus, fusión pasiva de aire r agua, femenina, magnética, armónica y fecunda, principio
benéfico del amor y de la atracción entre los dos sexos.
Saturno, mezcla pasiva de aire r tierra, estéril y maléfico, magnético, principio de la
negación y de la destrucción, de la inercia y de la gravedad.
Se hallan en correspondencia con los planetas los siete metales, que se consideran como
medios y vehículos de sus influencias: el oro con el Sol, la plata con la Luna el mercurio
con el planeta del homónimo, el estaño con Júpiter, el hierro con Marte, el cobre con
Venus, el plomo con Saturno.
Todos estos metales se encuentran dentro de nosotros, constituyendo las cualidades
positivas y negativas - virtudes y vicios-; de nuestra personalidad, las que deben
transmutar se de su polaridad inferior en superior. En esto consiste la alquimia
espiritual, con la cual, en su palabra de paso, el Maestro Masón afirma haberse
adiestrado.
El oro, principio espiritual e incorruptible de la fe, de la dignidad, del valor, de la
nobleza y elevación, puede degenerar en el orgullo, en la arrogancia y en la vanidad.
La plata, que se acerca al oro, aunque no logre su perfección, es el emblema de la
Esperanza y de la iluminación mística; sin embargo, sus tendencias asimilativas
degeneran en la avidez y avaricia.
El mercurio, que refleja los demás metales, amalgamándose con todos y así asimilando
sus respectivas virtudes y defectos, representa la Sabiduría, el equilibrio, la medida y la
Templanza; produce el pecado capital de la envidia.
El estaño, fuerza cohesiva capaz de ligarse ventajosamente con los demás, representa la
Justicia y la Benevolencia; sin embargo, degenera, por sus propensiones exteriores, en
la codicia y en el vicio de la gula o glotonería.
El hierro, el metal de la fortaleza sumamente útil en todo trabajo y actividad
constructiva, tiende a producir los excesos de la cólera y la violencia, así como domina
en toda bélica furia destructiva.
El cobre, que se acerca por su color al oro, y cuya aleación lo endurece y refuerza,
siendo por su maleabilidad y conservación preferido en las obras artísticas, que así se
conservan a través de los siglos, es emblemático del Amor y de toda capacidad creativa
y fecundidad productiva; pero degenera en el vicio, y particularmente en la lujuria.
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En fin, el plomo, más pesado que todos los demás, es emblema natural de la prudencia y
de la concentración en uno mismo, de la austeridad, de la severidad y del aislamiento,
de la paciencia y de la firmeza, de la prudencia y de la perseverancia; degenera, sin
embargo, en el temor y en la preocupación, en la ansiedad, en el egoísmo y en la pereza.
Para que puedan, purificados de sus escorias, combinarse, haciéndose útiles para
nuestro progreso, estos metales han de ponerse en el crisol de la prueba, manteniendo
siempre encendido el fuego de un entusiasmo duradero.
Así podrán forjarse en los instrumentos de nuestros talentos y facultades, y en las
virtudes que nos adornan y embellecen la existencia.
Esto es lo que ha de saber el Maestro Masón toda vez que, por medio de su palabra de
pase, se asimila al bíblico-mitológico forjador de metales.
El jueves o dies Jovis hállase consagrado a Júpiter, que corresponde con el Marduk de
los antiguos semitas y Zadek-El, la rectitud o justicia de Dios. Su metal es el estaño, su
color morado o carmesí, su perfume el azafrán.
El viernes o dies Veneris estaba consagrado a Venus, la antigua Ninna o Istar,
correspondiendo con Anael (compasión de Dios), con el cobre entre los metales, el
verde o añil entre los colores, el almizcle entre los perfumes.
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Finalmente, el sábado (o séptimo), dies Saturni, bajo la dominación del dios caldeo
Nindar y de Casiel o Zafiel (virtud de Dios) entre los arcángeles, cuyo metal, color y
perfume son, respectivamente,. el plomo, el azul y la mirra.
Así, pues, cada planeta es realmente, en su sentido esotérico y como expresión del
septenario, un atributo o aspecto del Ser y de la Inteligencia Divina, al mismo tiempo
que una particular fuerza o cualidad elemental. Estas últimas derivan, como hemos visto
- igualmente que los siete colores que les corresponden,- de la combinación de las
tres cualidades o gunas: Rajas o Actividad, famas o Inercia, Satva,o Ritmo;
análogamente los siete atributos expresados en los nombres de los siete ángeles pueden
obtenerse de la combinación de las tres cualidades fundamentales del Ser:
Sat, Chit y Ananda (que forman los tres puntos del Delta) y conciencia, inteligencia y
voluntad, que forman sus tres lados.
Obtenemos así la figura que se halla en esta página, en la cual aparecen también las tres
virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las cuatro cardinales (prudencia, justicia,
templanza y fortaleza).
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materia, pues ésta es energía concentrada, así como aquella es concentración de Luz, de
Inteligencia y de Conciencia.
En el segundo día, o sea Lunes cósmico, se produjo una expansión o firmamento “en
medio de las aguas”, separándose las de abajo de las de arriba, y la expansión se llamó
cielos. Esta segunda fase se refiere a la manifestación del espacio, por medio de una
expansión que se hizo en el elemento estático o negativo del ser (las aguas), para que
fuera una base firme (o firmamento) de todo lo que se manifestara después.
La manifestación del espacio se halla muy bien simbolizada por la análoga
manifestación o separación- en consecuencia, de una expansión, en la cual se esfuerza
en expresar su plenitud - del círculo del punto en que SE HALLA
POTENCIALMENTE CONTENIDO, produciéndose así dicho espacio entre las
posibilidades latentes del ser, y separándose las de arriba (dentro del Punto, en una
dimensión distinta de las que conocemos) de las de abajo (base o firmamento del
Universo visible e invisible), siendo su resultado el Cielo O círculo (de caelum, cavilum
o koilon, hueco o. vacío ), en el cual se han formado todas las cosas.
El tercer día, la Fuerza o Poder Divino, simbolizado en el planeta Marte y en el ángel
Gabriel, hace juntar -como consecuencia de la expansión que se ha producido- las aguas
de abajo EN UN LUGAR, para que se descubra o revele la parte seca; es decir, un
principio o punto energético-consciente y material distinto y separado del Ser
Indiferenciado, que puede identificarse con el átomo primordial, formándose así la
"tierra" (nombre cuya etimología quiere decir efectivamente seca o quemada, en latín,
en sánscrito y en hebraico) o materia, que es "substancia" de todo.
En el cuarto día la Comprensión o Inteligencia Divina - representada en Mercurio y
Samael- une y combina a los átomos en sucesivas agrupaciones, más y más complejas,
según las Leyes o Principios Geométricos, que expresan la Sabiduría del G:. A:.
Así aparecieron los astros como "lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar
sobre la tierra" y "por señales, y para las estaciones, y para días y años". Es decir, la Luz
o Principio Inteligente-Energético, se manifestó en los átomos que constituyen la tierra -
principio "seco" o separado, - agregándolos y alumbrándolos con las modalidades
vibratorias conocidas como los cuatro elementos. (Véase el "Manual del Compañero").
Esta formación de la materia, por medio del movimiento o alumbramiento, originó la
distinción del tiempo, o sea la sucesión y duración de los ciclos y períodos (días y años)
de que se compone.
En el quinto día -día de Júpiter, Deus Pater- la Divinidad se hace Padre, naciendo la
rosa de la vida en la cruz de los cuatro elementos, para infundirse en éstos y dominarlos.
Las aguas (superiores, o sea dentro del punto de la primera manifestación) producen
reptiles "de ánima viviente" (la vida que se arrastra en la materia) y "aves que vuelan
sobre la tierra" (impulso evolutivo que eleva la vida en su manifestación ascendente). Es
el estado vegetativo de la vida, aunque simbólicamente se hable de animales.
Durante el sexto día- día de Venus- "hizo Dios animales de la tierra según su género" y
"al hombre a su imagen", para que señoree en los peces de la mar, en las aves de los
cielos, en todas las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que anda arrastrándose
sobre la tierra" .
En esta sexta fase hay dos aspectos distintos, representados respectivamente en los dos
triángulos del Sello de Salomón: la involución del Espíritu en la materia, que origina
"animales de la tierra", según el género de ésta - adaptación al ambiente - y evolución
de la materia animada por el Espíritu "a imagen de Dios". Son los dos impulsos
indicados en el estado precedente, que se hacen efectivos en la vida respectivamente
animal y humana, esta última debiendo "dominar" a aquélla, y toda la materia,
como lo indican el signo astrológico de Venus y la Cruz Ansata o Llave de Isis.
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En el día séptimo "acabó Dios su obra que hizo, y reposó de toda su obra que había
hecho. Y bendijo Dios el día Séptimo, y santificólo, porque en él reposó de toda su
obra". El séptimo día indica, pues- como el número siete, -la perfección o
cumplimiento, y por consiguiente el descanso o reposo que es resultado de ese
"cumplimiento" y de la perfección así alcanzada. Es la fase de "unificación" en la que se
verifica el Yoga: unión e identificación de Shakti con Shiva, o de la Materia con el
Espíritu, en los dos centros de éstos que se encuentran en todo individuo y en toda
forma de vida, respectivamente, como raíz o sostén material (Muladhara) y esencia o
impulso espiritual (Sahasrara).
El reposo de que se habla consiste, por lo tanto, en el nirvana o Beatitud (Ananda), que
se consigue por la unión individual de Sat (el Ser) con Chit (la Conciencia).
Las siete fases de la manifestación, expresadas en los siete días del génesis, pueden
simbolizarse en los dibujos de esta página, con los respectivos números y
correspondencias planetarias, con las que demuestran una clara analogía.
LA MISTICA ESCALERA
En varios grados masónicos se hace referencia a la mística escalera que "une la tierra
con el cielo", la misma que vio en sueños Jacob. Esta escalera, emblema de las virtudes
y de las cualidades espirituales del alma, tiene siete escalones que corresponden a los
siete planetas, indicando el progreso (o elevación progresiva) del hombre en sucesivos
estados de conciencia, desde lo material a lo divino.
Los estados o condiciones de la conciencia, así como los pensamientos que se elevan
hacia el cielo como aspiraciones y los que se manifiestan en nosotros como
inspiraciones, son los "ángeles y arcángeles de Dios" - Mensajeros o expresiones de lo
Divino, - que "suben y bajan" por la escalera, que es realmente, según la expresión de
Jacob, "casa de Dios y Puerta del Cielo". La misma torre de Babel surgió con un
propósito análogo, como lo indica su nombre, que también significa "Puerta de Dios".
Los siete peldaños o puertas de la escalera se consideran, respectivamente, formados de
plomo, cobre, hierro, estaño, amalgamas, plata y oro correspondiendo a los siete
planetas que dominan sobre estos metales y a las virtudes de la Prudencia, Templanza,
Fortaleza, Justicia, Fe, Esperanza y Caridad.
Sin embargo, aquí no se acaba el significado de la escalera, que tiene para los Maestros
el mismo valor que el "hueco de las columnas" para los Compañeros. Hay, pues, en esta
escalera un sentido individual, espiritual en su esencia, aunque tenga también una
expresión física y fisiológica.
Se refiere este significado a los siete chakras o centros vitales de los cuales nos habla la
doctrina del Yoga, que constituyen una verdadera escala mística a lo largo de la espina
dorsal, precisamente en el hueco de la columna de nuestro Templo Individual. De abajo
arriba, estos centros de energía, de vida y de conciencia, se designan con los nombres de
muladhara, swadhistana, manipura, anahata, vishudda, ajna y sahasrara, siendo puertas
de los siete mundos: bhurloka, bhuvarloka, svarloka,maharloka, jana-loka, taparloka y
satialoka, desde el Mundo Físico Terrestre al Mundo de la Verdad.
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Los cinco primeros corresponden, respectivamente, con los cinco
tattvas (véase el "Manual del Compañero"), siendo centros de los
mismos en su expresión individual orgánica. Así, pues, dentro del
dominio interior de los centros, el yogi adquiere un poder exterior
sobre los elementos. Los dos últimos son expresiones de los dos
tattvas superiores, de la Inteligencia (Mahat o Buddhi) y del Espíritu
(Shivatattva o Paramatma) . Fisiológicamente, estos centros se
relacionan de arriba abajo, los dos primeros con las regiones inferior
y superior del cráneo, y los cinco siguientes con los cinco grupos de
vértebras; cervical, torácico, lumbar, sacral y coccígeo.
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Y un altar incrustado de piedras preciosas (Manipitha).
Vishuddha, en la región de la garganta, preside a la palabra, o sea el Verbo, y a su
manifestación física. Tiene dieciséis pétalos, correspondiendo al éter o Akasha. Se llama
Puerta de la Liberación, y se halla representado por un elefante blanco dentro de un
círculo emblema de la "pureza" indicada por su nombre.
Ajna, el sexto centro, debe su nombre a que revela el orden interior del Maestro, o la
Voz del Silencio. Se halla en medio de la cabeza, entre las dos cejas, y domina sobre
la Inteligencia en general y el discernimiento en particular; es el centro de la visión
espiritual, y como tal ha sido llamado el Ojo de Shiva. Tiene sólo dos pétalos y, por lo
tanto se lo puede parangonar a un globo alado.
Sahasrara - el "miluple" o loto de mil pétalos - está en el vértice de la cabeza. Es el
asiento de Shiva, la Divinidad latente en cada ser, que espera su unión con Shakti, la
Fuerza que se encuentra enroscada en el más bajo de los siete centros, consiguiéndose
de esta unión (Maithuna) la liberación que es objeto del Yoga (palabra sánscrita que
precisamente significa Unión) .
De estos Centros, tres interesan especialmente al Maestro Masón: el de la garganta, el
del corazón" y el del abdomen, ya que sobre los mismos se efectúan los tres signos;
de Aprendiz, de Compañero y Maestro, que indican respectivamente, el dominio de las
palabras, de los pensamientos y de los instintos, las tres fases preliminares de
purificación que han de preceder á la regeneración individual. Sobre ésta y sobre las
particulares funciones de los centros trataremos con más detalles en los sucesivos
"Manuales", destinados a la interpretación iniciática y filosófica de los grados
superiores que tienen por objeto la perfección del Magisterio.
Cada grado corresponde, pues, a uno de los chakras o peldaños de la mística escalera,
por la que es preciso descender para ascenderla otra vez hasta la sumidad.
CORRESPONDENCIAS FISIOLOGICAS
Además de indicar los siete órganos de la acción (la garganta, los brazos, el ano, los
órganos genitales y los pies, relacionados con los cinco centros inferiores), este número
tiene una notable importancia en la Arquitectura Orgánica de nuestro Templo
Individual.
Hay, pues, en primer lugar siete tejidos fundamentales -óseo, muscular, conectivo,
nervioso, epitelial, adiposo y sanguíneo, - derivados de los tres primordiales -ectoderma,
endoderma y mesoderma, - que constituyen el embrión, habiendo los otros nacido por
duplicación del tejido primitivo, que proviene de la germinación de la primera célula
original. Estos siete tejidos son los piedras labradas que constituyen el edificio de
nuestro organismo, en el cual, se combinan en perfecta armonía para expresar el
Milagro de la Vida dentro de la muerte o inercia de la materia.
Corresponden, respectivamente: el primero que forma los huesos, a Saturno; el segundo,
que forma los músculos, a Marte; el tejido conectivo, a Venus; los nervios, a Mercurio;
la sangre, a Júpiter; la adiposidad, a la Luna, y la piel (de la cual todos derivan, en
último análisis, por sucesivas modificaciones), al Sol, cuyos rayos benéficos necesita
recibir para que el cuerpo se purifique y pueda conservarse en perfecta salud. En la piel
también se forman los órganos de los sentidos o ventanas que iluminan nuestro Templo
y se originan los elementos sexuales o gónadas, que lo reproducen.
En las tres cavidades de nuestro organismo hay siete órganos internos: el cerebro, en la
primera; el corazón y los dos pulmones, en la segunda; el estómago, el intestino y el
aparato excretor, en la tercera. El primero contiene el pensamiento, y sirve para
manifestarlo, de una manera análoga a un instrumento musical; el segundo distribuye la
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sangre y los otros dos absorben el aire para inyectarlo en aquella; el estómago elabora el
alimento; el intestino lo asimila, eliminando las substancias que no pueda aprovechar; y
el aparato excretor desecha los escombros de la construcción fisiológica.
Hay, además siete glándulas fundamentales: la tiroides, los dos riñones, el hígado, el
bazo y los testículos u ovarios.
Finalmente, siete épocas fundamentales -los siete años de la Construcción del Templo, -
que marcan el curso ordinario de laovida humana: infancia, adolescencia, juventud,
virilidad, madurez, vejez y decrepitud, denominadas, respectivamente, por la Luna,
Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno. Las tres primeras son de siete años; las
sucesivas, una o más veces, siete, determinándose así un ciclo normal distinto para cada
individuo.
Como en todo septenario, las siete épocas se resuelven en las tres edades de Juventud,
Edad Adulta y Madurez, que se hallan simbolizadas en los tres grados de Aprendiz,
Compañero y Maestro, constituido el primero, respectivamente, por tres, el segundo por
cinco y el tercero por siete épocas distintas, de unos siete años cada Una, formando un
total de quince, o sea una vida normal de 105 años, igual a la que se obtiene
considerando siete años las primeras tres épocas y tres veces siete las cuatro siguientes.
También se relacionan con el número siete las siete artes, de las cuales ya hemos tenido
ocasión de hablar.
La Gramática es el estudio de los signos exteriores que representan las ideas; es decir, el
estudio del mundo físico para la comprensión de la realidad espiritual que en el mismo
se manifiesta. Es, pues, la primera etapa en el progreso iniciático y filosófico individual:
por medio de la Gramática, el Aprendiz llega a comprender la Lógica, que ha de
manifestar en la Retórica.
La Lógica (de logos "palabra, discurso") es el estudio de los "nombres" de las cosas, de
las ideas que a las mismas se refieren y que las relacionan lógicamente unas con otras,
estableciéndose así, en la mente individual, una conexión interior entre las distintas
realidades que se hallan expresadas por los signos o letras de la Gramática. El
Compañero debe profundizar este Arte, en el cual se desarrolla su inteligencia,
manifestándose su Genio Individual; y, por medio de este estudio, se hallará en
condiciones de iniciarse en los elementos de la Aritmética y de la Geometría.
La Retórica (de rhetor "orador") es la facultad o capacidad de hablar; es decir, de
expresar el Verbo interior que constituye el conjunto de las posibilidades latentes en
todo ser. Es, pues, la identificación individual de la conciencia con el Verbo Divino que
mora en nosotros, por medio de la cual adquirimos la capacidad de manifestarlo
exteriormente. Es privilegio de los Maestros dominar este Arte, a cuya perfección se
llega por medio del estudio y de la práctica de las últimas dos artes del quadrivium, a
complemento de las dos primeras, en las cuales se ejercitan los Compañeros.
La Aritmétíca es el conocimiento de los Principios Eternos (Matemáticos y Metafísicos)
sobre los cuales se fundamenta y se halla expresado el Universo. Estos principios son
los números que expresan las primeras manifestaciones de la Realidad Nouménica que
constituyen la Esencia de todo.
Con la Aritmética penetra uno en el conocimiento de los Misterios del Ser, o sea en los
principios esenciales de las cosas, anteriores a su manifestación geométrica en el
espacio.
El estudio de esta última manifestación es objeto de la Geometría, que se ocupa de la
génesis de la forma como expresión de los Principios Numéricos o Nouménicos en el
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espacio. Así como la Aritmética se refiere al Primer día de la Creación, en el cual el
espacio no se había todavía manifestado del Océano indistinto del Ser -las Aguas
Primordiales,- cuyas posibilidades se concentran en la Unidad del Punto Creador, la
Geometría se refiere al Segundo día, en el cual aparece el espacio origen de toda forma
o manifestación.
La Música nos enseña la Divina Armonía o "conexión armónica" que existe entre todas
las cosas en su progresiva manifestación, así como la génesis de éstas en la sucesión
del tiempo, sobre el Telar Inmanente de la Eternidad. Este Arte ha de aplicarse a la vida
individual para que la misma pueda hacerse intérprete de la Sinfonía Universal que une
a todos los seres y toda la Creación en una sola gloriosa expresión de la "unidad en la
multiplicidad". Como todo es vibración, y toda vibración es sonido musical, la misma
Construcción del Universo es una Obra Musical; por esta razón la Música debe
encontrar su aplicación en toda forma de Arquitectura u Obra humana.
El estudio de la Construcción de los mundos, como resultado de la Música, nos inicia en
el conocimiento de la Astronomía, es decir, de la "Ley de los Astros", que es la
Gravitación Universal, y, desde un punto de vista más profundo y esencial, el amor.
Conformando sabiamente sus acciones, palabras y pensamientos con esta Ley, el
Maestro deviene un verdadero filósofo, en cuanto al Amor de la Sabiduría une la
Sabiduría del Amor .
Cesa de ser - por esta Divina expansión de su Ser, que lo asemeja a un Astro radiante- el
esclavo de las limitaciones exteriores a las cuales se hallan supeditados los hombres,
víctimas de su propio egoísmo, y ya de ellas libertado, se convierte en Redentor y
Liberador de los demás.
Así, pues, únicamente por medio de este séptimo Arte se logra la Perfección de la
Sabiduría y del Magisterio o dominio efectivo sobre todas las cosas: porque todas
obedecen a quien se hace superior a ellas.
OTROS SEPTENARIOS
Inagotables son las posibilidades significativas del número siete y todo lo que puede
encerrar su mística instrumentalidad, tanto en el dominio macrocósmico como en el
microcósmico.
Para quedamos en el campo de la última de las siete artes o ciencias de las que
acabamos de hablar, hay evidencia de sistemas de siete soles o de siete estrellas, como
aquel del que hace parte nuestro propio sol, junto con las estrellas más cercanas; las
siete hermanas de la constelación de las Pléyades, las siete estrellas principales de los
dos Carros u Osas, etc.
Sobre nuestra tierra, de la misma manera, encontramos siete continentes: los tres del
mundo antiguo, las dos Américas, la Australia y la Antártida; y siete mares: los dos
Pacíficos, los dos Atlánticos, el Indico, el Artico y el Mediterráneo.
La mineralogía nos muestra justamente siete sistemas cristalinos: monométrico, con tres
ejes ortogonales iguales; dimétrico, con dos ejes iguales y uno diferente, todos
ortogonales; hexagonal, con tres ejes horizontales a 60° de distancia uno de otro y un
cuarto perpendicular; rombohédrico, con tres ejes equivalentes, pero no
perpendiculares; trimétrico, con tres ejes ortogonales diferentes; monoclino, con
un solo plano de simetría; triclino, con tres ejes diferentes y oblicuos, y ningún plan de
simetría.
La geología tiene siete eras: la era formativa de nuestro planeta, la azoica, la
arqueozoica, la proterozoica, la paleozoica, la mesozoica y la cenozoica.
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Hay siete tipos fundamentales de plantas: las algas y hongos, las briófitas, las
peridófitas, las coníferas, las dicotiledoneas y las monocotiledoneas.
Y siete tipos de animales: Protozoarios, Celentarios, Equinodermos, Vermes,
Artrópodos, Moluscos y Vertebrados.
Y, de acuerdo con la tradición oculta, siete razas humanas: dos de las cuales
actualmente extinguidas y asexuales, las tres razas vivientes (Negroide o Lemuriana,
Mogólica o Atlantiana, Caucásica o Ariana) y dos razas más, todavía venideras.
EL NUMERO OCHO
Así como el número siete es el signo del Poder y del Dominio que se consigue con el
Magisterio, del triunfo alcanzado por medio de la Sabiduría nacida del Amor sobre toda
manifestación exterior, el número ocho indica la expresión del Amor en e] equilibrio
que es constante irradiación.
Este número, que es el cubo del número dos, denota la Perfección que se consigue en la
separación o estado de división -implícito en el número dos,- elevándola a su tercera
potencia. En otras palabras, mientras el número siete indica el Amor en estado de
potencia, el número ocho realiza y hace efectivo con el sacrificio el Poder del Amor.
Por consiguiente, este número corresponde también a la Muerte o crucifixión que
precede a la plenitud de la regeneración o Resurrección.
Por esta razón, ocho son los pasos de la Marcha del Maestro, por medio de la cual pasa
uno sobre la muerte por medio del sacrificio de la personalidad con el desarrollo
impersonal de la Individualidad que caracteriza a los verdaderos Maestros.
Sin embargo, la palabra sacrificio debe entenderse rectamente en su significado
originario, que la relaciona con el latín sacrum facere - "hacer sagrado" - como
consecuencia activa de la devoción, expresada en el número seis y realizada en el
número siete. Sacrificar y sacrificarse es, pues, pensar, hablar y obrar en la conciencia
de lo Divino, es decir, desde el punto de vista interior de la Realidad, en vez de desde lo
exterior, respondiendo de la apariencia: manifestar al espíritu en lugar de hacerse molde
plástico y "esclavo" de las limitaciones y condiciones expresadas en la materia.
Así, el número ocho se expresa naturalmente en la doble cruz y en la rosa de los vientos,
que indican la constante irradiación de todo Centro, o sea la continua multiplicación o
potencia de los esfuerzos centrípetas de la Individualidad; multiplicación que se efectúa
en progresión geométrica, hasta expandirse en todo el Universo y llenar con su ser el
espacio todo.
Las posibilidades de esta multiplicación, que constituye la Ley de los Astros (expresada
por el número ocho en su fase inicial), no tienen límite. Un ejemplo evidente se nos
presenta en la compensación que pidió el Brahmán Sisa, inventor del Ajedrez, al rajá
que deseaba darle una prueba de su gratitud: "un grano de trigo para la primera casilla,
dos para la segunda, cuatro por la tercera y así siguiendo hasta la 64" . Aunque pareciera
a primera vista una pretensión muy modesta, el cálculo demostró que no le era posible
al rajá satisfacer la promesa que había hecho sin reflexionar.
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Según esta misma Ley, se multiplican la materia y la vida en sus diferentes especies: el
espacio se llena de infinidad de soles y de mundos (7), y éstos se recubren con infinidad
de seres; distintas manifestaciones individuales de las infinitas posibilidades latentes en
el Mundo del espíritu, o sea en "las aguas arriba de los Cielos", las que forman en su
esencia un todo único con las de abajo y con toda la manifestación.
Éste es el sentido del sacrificio de la vida sobre la Cruz de la manifestación, sacrificio
que es expresión y expansión del Ser y de sus más elevadas posibilidades y que
únicamente el Maestro sabe comprender y realizar .
Así únicamente puede el Ser alcanzarse a sí mismo en la universalidad de la
manifestación, y lograr su fin o término en el séptimo día del perfecto descanso, cuando
ha conseguido unificarse nuevamente, reuniendo las "aguas de arriba" con "las de
abajo", en la expansión o vacío que constituyó el Principio de la creación.
EQUILIBRIO Y JUSTICIA
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En esta figura, así como en la cifra simbólica del número 8, se halla una perfecta
representación del nexo que enlaza los dos mundos, Divino y Material, que manan,
respectivamente, de las aguas de arriba y las de abajo del espacio producido en la
segunda fase de la creación, que se unen en el foco o Mundo Central interno de la
conciencia individual, como vehículo, canal y medio de expresión del uno en el otro.
Dicha figura viene a ser así un claro emblema de aquel Mercurio filosófico - verdadera
encarnación individual de Hermes o Hiram - que el Iniciado en el Magisterio debe
realizar en sí mismo, reuniendo en su propia conciencia e inteligencia, en místico
connubio, la comprensión de los dos Mundos, y realizando, mediante el equilibrio de su
ser, la Divina Justicia.
Se relacionan con el número ocho los Cabires o Kabirim - es decir, los "Grandes o
Poderosos", - divinidades semíticas, cuyo culto y misterios pasaron después a los
griegos y romanos, hallándose su centro especial en Samotracia.
Considerados como los hijos de Efestio o Vulcano y de una hija de Proteo, aparecen
nacidos del Fuego Divino que se manifiesta en las profundidades de la tierra, por su
acción forjadora en las emanaciones de la Substancia Primordial (Proteo), naturalmente
dispuesta a tomar cualquier forma. Son, pues, estos hermanos (cuatro u ocho, según las
diferentes tradiciones) las Inteligencias Elementales, y como tales los obreros de la
Naturaleza, generadores de los fenómenos y reguladores de las actividades exteriores de
la vida.
Por esta razón, los marinos, especialmente buscaban su propiciación. Se veneraban
igualmente como protectores de las industrias, de las que se consideraban inventores.
Sus nombres eran sagrados, afirmándose que se hallaban dotados de un mágico poder,
en virtud del cual quienes los conocían podían obtener el logro de cualquiera petición, y
se consideraba un crimen comunicarlos a quien no fuera iniciado.
Según la tradición, a uno de ellos lo mataron sus hermanos, al cual volvió después
nuevamente Hermes a la vida, con el concurso y asistencia de los otros. Hay en esta
tradición una manifiesta analogía con la muerte y resurrección simbólica de Hiram, que
ha de ser individualmente realizada por todo Maestro Masón.
EL OCTONARIO CHINO
Cabe también en el estudio del octonario el símbolo que aquí reproducimos, que nos
viene de la China y es conocido con el nombre de Kua o Trigramas de Fo-Hi.
En el centro de la figura se hallan representados los dos Principios Fundamentales que
nacen y se desarrollan del círculo o punto que constituye la Unidad Primordial: el
Principio que se manifiesta como blanco o masculino nace de un punto negro o
femenino, mientras el que se manifiesta y actúa como negro y femenino nace de un
punto blanco o masculino, indicando la inversión de los valores que se realizan en el
reflejo de la manifestación.
En derredor del centro aparecen las ocho distintas manifestaciones, hijas, que realizan el
cubo aritmético de la Dualidad Creadora, y pueden considerarse como los mismos
Principios o fuerzas creadores y vivificadoras de la Naturaleza que hemos visto
personificados en los cabires.
Los ocho trigramas o manifestaciones periféricas de la triple combinación de los dos
Principios centrales, se presentan en cuatro pares, cada uno de los cuales es producido
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por la adjunta o por el predominio de uno de los dos Principios cuya subdivisión
cuaternaria aparece en los diagramas que caracterizan a los cuatro elementos.
Se relacionan igualmente con los ocho Cabires y con el octonario chino los ocho
vientos, los cuatro principales (hijos de Eos, la Aurora, y del titán Astreo: Bóreas,
Céfiro, Euro y Noto) y los cuatro secundarios.
A Bóreas, el viento del Norte, se lo consideraba como raptor de jóvenes; Noto o Austro,
el viento del Sur, llevaba las lluvias y las tempestades; a Céfiro o Favonio, el viento
de Occidente, se lo veneraba como un dios benéfico que favorecía la germinación,
anunciando la primavera; Euro o Vulturno, el viento del Este (o del Sudeste) , que, ora
seco, ora húmedo, se hace sentir especialmente en el solsticio de Invierno.
Los otros cuatro son, según las atribuciones de los antiguos: Caecias o Griego, el viento
del Nordeste; Apelites o subsolanos, el del Sudeste; Lips o Africus, el del Sudoeste,
y Schirón o Japyx, el del Noroeste.
Estos ocho vientos se hallan representados simbólicamente en los ocho lados de un
antiguo monumento de Atenas, conocido con el nombre de Torre de los Vientos. Los
mismos vientos se consideraban encerrados en una caverna, en la fabulosa isla Eolia - a
la cual arribó el héroe Ulises en uno de sus viajes, - bajo la custodia de Eolo, quien los
dejaba libres según la orden que recibía de los dioses.
Dicha caverna, en la que se reúnen todas las direcciones del espacio, representa las
potencialidades latentes de la Naturaleza, que se manifiestan exteriormente de distintos
lados, cuando las Inteligencias -los dioses - las invocan o llaman a la existencia.
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LAS OCHO ETAPAS DEL YOGA
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Así como en el centro del pecho, en el corazón, converge el impulso animador de los
dos brazos, que obran en perfecto acuerdo y armonía con la idea central que dirige su
movimiento, e igualmente en el centro de gravedad del organismo ha de buscarse el
origen del movimiento animador de las dos piernas, por cuya cooperación se realiza
todo camino o progreso, así igualmente debe el Iniciado combinar concienzudamente
los dos lados que constituyen el inverso paralelismo de su propia naturaleza, para que
obren en armónica dirección y cooperen al fin común.
Son igualmente iluminativas, desde este punto de vista, las dos figuras aquí indicadas,
que se refieren al perfecto equilibrio de las fuerzas que deben individualmente realizarse
en la vida interior y exterior .
Un aspecto de este equilibrio ha de buscarse entre los dos sexos, de cuya cooperación
armónica resulta la sociedad y la vida de las familias y de las naciones.
Los dos sexos son, pues, primitivamente, dos aspectos o lados dirigidos - como los dos
brazos y ras dos piernas - hacia un único objeto, hacia una común finalidad, y sus
distintas actividades deben coordinarse armónicamente para conseguir esta finalidad, así
como se halla coordinada, con distintas y análogas funciones, la actividad de los dos
lados de nuestro organismo.
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Mercurio filosófico y del caduceo. Mezclándose en este centro las aguas de arriba y las
de abajo ( el + infinito i y el - infinito i de la matemática) el Iniciado descansa como la
mística Rosa en la Cruz de la Perfección, y puede entonces decir con real conocimiento:
¡Consummatum est!
EL OCTAEDRO
EL NUMERO NUEVE
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del Magisterio, que se realiza en la perfección septenaria y se expresa en un octonario
como fuerza y poder de irradiación.
Entre los nueve Maestros idos en busca de la Tradición sepultada con el Arquitecto
Hiram entre las ruinas del pasado, fue precisamente el tercer grupo - es decir, el que
corresponde a los números siete, ocho y nueve, - el que consiguió el intento de sus
pesquisas entre las regiones de Occidente: el séptimo Maestro descubrió r localizó los
asesinos en la gruta de Ben-Acar (que significa hijo del, extranjero o hijo del más allá) ,
cerca de Jopá (la luz, la belleza, el resplandor) ; el octavo encontró la tumba de Hiram
sobre la cumbre de una colina, que algunos identifican con el Monte Calvario, y puso
sobre la misma, para reconocerla, la rama de acacia; pero fue únicamente el noveno
Maestro quien, con el auxilio de los dos precedentes, pudo levantar el Cuerpo de Hiram,
vivificando por medio del Amor filosófico la Tradición en apariencia muerta y
sepultada.
Esto quiere decir que la plenitud operativa del Magisterio, alcanzada por la
instrumentalidad de los dos números precedentes, únicamente se realiza en y por medio
del número nueve.
Este dominio se consigue por medio del ternario superior, formado por el Carro, el
Hombre que lo guía y el Techo o baldaquín que lo recubre.
El carro es el emblema de la mente como instrumento pasivo y relativamente inerte de
la realización; el hombre indica la conciencia individual que se asienta, se establece
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y vive en la mente, haciendo de la misma su propia casa o mundo interior; el Techo,
sembrado de estrellas, representa el Cielo o mundo divino, el reconocimiento y
fidelidad a los Principios, la Realidad Suprema que pone sobre la cabeza del hombre la
corona o coronamiento luminoso de su ser, emblema de soberanía, y en su mano
derecha el cetro o capacidad de "regir".
En el segundo de los arcanos dicho emblema se convierte en la espada de la vigilancia,
sujeta con mano firme y dirigida hacia arriba, en perfecta rectitud de entendimiento y
aspiraciones, mientras la izquierda, sobre el corazón, sostiene una balanza, símbolo de
equidad, equilibrio y precisión en todo juicio y actividad mental.
Así como en la primera figura el triunfo o dominio se alcanza dinámicamente, por
medio del movimiento del Carro sabiamente guiado, en la segunda se representa el
aspecto estático interior de dicho triunfo, como establecimiento en una condición de
firmeza y equilibrio, que se hace punto central de irradiación y gravitación. La misma
tumba de Hiram, como centro de gravedad y punto central hacia el cual se hallan
dirigidos y convergen los esfuerzos de la búsqueda, es un emblema de la condición
mental de firmeza e irradiación equilibrada representada por el octonario.
El tercer arcano muestra el movimiento que se desarrolla: en derredor del Centro
Individual así alcanzado y establecido por la fuerza, y cualidades implícitas en el
primero; hay aquí una Luz oculta o velada, que el Maestro manifiesta y esconde al
mismo tiempo por debajo del manto que lo recubre, emblema de la condición de Paz y
Serenidad, obtenida con su Marcha o paso sobre el octonario, que tiene el poder de
aislarlo de toda fuerza contraria, de todo poder o influencia exterior .
La luz oculta que se manifiesta en la iniciación, expresándose en los trabajos
simbólicos, está muy bien representada en la misma forma del número 9, que también
indica el movimiento espiral que origina los mundos, alrededor de un centro de
gravedad e Irradiación. Esta luz Oculta, que es la misma tradición, conservadora e
irradiadora de la Verdad, no puede encontrarse sino en las manos de los Maestros, ya
que únicamente éstos pueden guardarla y transmitirla en su comprensión individual,
manifestándola y ocultándola al mismo tiempo, como lo muestra el noveno arcano del
Tarot: sólo con esta Luz puede encontrarse lo que fue perdido y vivificarse aquello que
aparece muerto o latente.
La plancha para trazar es otro interesante emblema que se relaciona con el número
nueve, representándose tradicionalmente por un cuadrilátero dividido en nueve partes
por medio de su triple división vertical y horizontal.
Como instrumento en el cual se trazan o expresan los planes de la Construcción,
manifestándose las normas y reglas que han de servir de guía para los demás, su uso
competente puede ser atributo y privilegio sólo de los Maestros, a pesar de que los
Compañeros puedan y deban ejercitarse sobre ella para estudiar los principios de la
Aritmética y de la Geometría y sus aplicaciones a la Arquitectura individual, cósmica y
social.
Sin embargo, sólo los Maestros saben y pueden manejar debidamente este emblema del
espejo límpido y claro de la Inteligencia, por medio de la regla que hace constantemente
recta la línea trazada por el lapis philosophorum del entendimiento profundo de las
cosas, con el auxilio de la escuadra del Juicio y del compás de la Lógica, de la Razón y
de la Comprensión.
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Lo que nos compete ahora, en relación con este instrumento, es examinar sus
aplicaciones en cuanto se halla constituido por un cuadro subdividido en nueve partes
iguales, que representan una triple extensión o triplicidad del ternario.
Las nueve cifras que podemos inscribir dentro de los nueve cuadrados nos ofrecen una
guía para este examen, en cada una de las tres líneas horizontales en las cuales las
hemos dispuesto, con los tres números que son objeto de estudio y comprensión,
respectivamente, de los Aprendices, Compañeros y Maestros.
En cuanto a las tres columnas verticales, encontramos en la primera la unidad, su
expresión en la tetrada y su realización en un septenario; en la segunda la dualidad
creadora, que se expresa interiormente en el Poder de la Inteligencia (número cinco) y
se realiza exteriormente en la irradiación equilibrada representada por el octonario; y en
la tercera hay el principio del ritmo en su triple expresión, como armonía fundamental
en el reino de los Principios, armonía interior en el dominio de la Inteligencia y de la
vida humana, y armonía exterior realizada por la suma de la segunda con la armonía
fundamental iniciada en el ternario.
Así, pues, podemos ver en las tres líneas horizontales los tres mundos: el Mundo Divino
de los principios y de la Realidad fundamental, el Mundo Interior de la Conciencia e
Inteligencia Individual y el Mundo Exterior de los Efectos y de la realidad sensible. Y
en las tres columnas los tres principios de la Unidad, Dualidad y Trinidad, o sea la
Actividad Creadora, el equilibrio Conservador que la complementa y el Ritmo
producido por ambos, como suma y manifestación de los mismos en el espacio y en el
tiempo.
EL NOVENARIO TRADICIONAL
Nos es posible ahora comprender la relación lógica que se establece entre los primeros
nueve Arcanos que constituyen el novenario tradicional.
El número uno - el mago o adivino - representa la unidad del Principio Originario, cuya
conciencia ha de establecer en sí quien aspire a toda Obra Magna, a toda realización
Divina. La letra A o alef, que le corresponde, muestra la Unidad como origen de toda
Dualidad y síntesis realizadora del Ternario.
El número dos, o sea Isis o la Papesa, es la manifestación dual de la Unidad que origina
la femineidad receptora y productora de la Naturaleza, representada en la primera, y el
poder adaptador de la Imaginación que nos da las claves del Misterio encerrado por el
dualismo de las dos columnas.
La letra B, o beth, expresa este dualismo que nace de la curvatura o apertura interior de
la Unidad Madre.
El número tres, la Luz Divina o Emperadora, es el Principio Constructor y Dominador
del mundo al cual hace referencia el primer día de la creación, el Ritmo Creador que
domina en toda forma de vibración, igualmente en el mundo divino de los Astros,
simbolizado por las estrellas, como en el de la Inteligencia, representado por las alas, y
el de la vida manifestada o sublunar.
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La letra C, o guimel, es la expresión natural de esta vibración, que origina la G,
principio geométrico y gen ético del Universo.
El número cuatro, la Voluntad o Emperador, la cruz o cuadrado de los elementos que
produce la piedra cúbica de la realización, sobre la cual tiene su asiento, muestra el
tetragrama en el cual se expresa la Unidad Fundamental, como centro de actividad para
obrar en las tres dimensiones que originan el espacio (igualmente representado por la
piedra cúbica) mediante el que puede obrar la Voluntad.
La letra D, o daleth, es otra representación del espacio (creado en el segundo día o fase
genésica) que deviene la puerta de la manifestación.
En el Arcano precedente. vemos el reflejo interior del Primer Principio como Voluntad
Individual; en el siguiente, expresión alegórica del número cinco - La Razón o Papa,
- vemos la Potencia creadora de la Naturaleza, que se expresa en la Inteligencia
Individual, por medio de la cual se crea interiormente la Causa de todo efecto o
manifestación exterior. La letra E, o he, es emblema de este poder manifestado por la
Individualidad en el espacio.
El arcano número seis - la elección indivídual simbolizada en el enamorado -
corresponde de igual manera con el tercero como aspecto interior. del Ritmo Creador de
los mundos, que decide la Realización de la Inteligencia, representada en la cifra 6, en la
letra F, o vau, y en el día de Mercurio, el cuarto de la creación.
Los tres arcanos sucesivos, propios del grado de Maestro, se refieren análogamente al
mundo exterior de los Efectos, así como los primeros indican el mundo trascendente de
los Principios y los segundos el mundo interior de las Causas.
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El séptimo es el Emperador, que ha realizado el Poder de la Unidad en la perfección de
la acción, convertido en el triunfo o carro, vehículo o medio de expresión. Corresponde
así con la Vida que anima la materia y la domina en el quinto día de la Creación. Es el
cuaternario de los elementos, el vehículo del temario Conciencia- Inteligencia-
Voluntad, el Poder Activo que obra la realización.
El número ocho es la Razón o Principio interior del Juicio (nacido por la comprensión
de los opuestos, representada en el arcano número dos), que se manifiesta
exteriormente, como principio de Equilibrio o justicia, o sea la Humanidad que se
esfuerza en la expresión del Principio en cuya imagen ha sido creada. Corresponde con
el sexto día de la creación en el cual se expresa la dualidad para que pueda realizarse su
unidad.
Finalmente, en el número nueve, vemos el Principio de la Luz Divina, Creadora de los
mundos - simbolizada en la Emperadora, que ilumina la elección individual y
caracteriza el Principio Libertador del hombre, - expresada exteriormente como la Luz
Oculta de la tradición y de la religión (dos palabras y términos equivalentes, en su
sentido interior), por medio de la cual la Humanidad logra la Perfección del Magisterio,
o sea el sábado individual, en el cual el Dios que mora en nosotros descansa, por haber
concluido su Obra.
Contestando las tres líneas horizontales a las tres preguntas: ¿De dónde venimos?
¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?, podemos naturalmente representar en las mismas
los tres conceptos del pasado, del presente y del porvenir .
En relación con los tres aspectos del tiempo, puede considerarse la primera columna
como indicadora del sujeto, la segunda del predicado y la tercera del objeto de una
determinada acción. La plancha para trazar, o cuadrado analógico del número tres, nos
presenta así la misma acción, con referencia al pasado, al presente y al porvenir .
De igual manera pueden atribuirse las tres líneas horizontales, respectivamente: a la idea
o motivo de la acción (que se refiere al Mundo de los Principios); a la voluntad, impulso
o deseo que expresa la misma idea o principio (Mundo Interior de la conciencia); y a la
acción que la manifiesta (mundo exterior de los efectos). El sujeto, el verbo y el objeto
indicados por las tres columnas, se hacen así, en sus tres fases de ideación, volición y
acción:
1. El pensador, el "yo", centro de una determinada actividad mental que emite una idea
o pensamiento (el Mago o Adivino del Tarot) .
2. La acción de pensar, que se halla en la misma relación con el sujeto pensante que la
que existe entre el primero y el segundo arcano del Tarot.
3. La idea pensada, producto de la acción de pensar (la Emperadora del Tarot), con la
cual se completa el trinomio o línea de la Ideación.
4. El yo que quiere una determinada cosa, o sea la expresión o realización de la idea
pensada (el Emperador) .
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5. El hecho o acción de querer, o sea la Voluntad de la cual se reviste el Pensamiento, y
el pensar convertido en querer (el Papa) .
6. El deseo o voluntad hecho efectivo por medio de la elección y determinación
individual, transformándose lo pensado en lo querido (el enamorado) .
7. El sujeto agente, o sea quien realiza una determinada cosa, después de haberla
pensado y querido haciéndose centro de la acción (el Carro) .
8. La acción de hacer, o sea la actividad en la obra, de acuerdo con lo que se ha pensado
y querido (Justicia) .
9. La acción realizada y superada- o sea perfecta y cumplida, - y por extensión todo lo
armónicamente realizado: el Magisterio alcanzado y el Sábado del descanso.
Este cuadro de la realización se puede combinar con el precedente, que se refiere a los
tres tiempos, resultando de esta combinación un cubo que comprende en sí la triplicidad
del tiempo, de la acción y la cualidad de la misma.
ALFABETOS MASONICOS
La combinación de las dos líneas horizontales y de las dos verticales en nueve cuadros
sirve, además, como base de alfabetos masónicos, que pueden hacerse con claves
distintas y convencionales, como las que indicamos a continuación, escribiéndose cada
letra con el ángulo o cuadrado en que se halla contenida y distinguiéndose la segunda
con un punto y la tercera con dos:
Las nueve cifras pueden disponerse en el cuadrado en tal forma que la adición de cada
columna horizontal o vertical produzca siempre como resultado el número quince,
que representa la suma de las edades del Aprendiz, del Compañero y del Maestro.
Esta combinación que forma el primero de los cuadrados mágicos ha recibido el nombre
particular de cuadrado de Saturno, considerándose como base talismánica de la
influencia de dicho planeta o sea de la virtus y modalidad vibratoria expresada y
personificada en Saturno. Podemos ver en este cuadrado una correspondencia entre los
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tres grados, representados por las tres columnas, y los tres tiempos, representados por
las líneas horizontales, la primera de las cuales contesta para cada grado a la pregunta
"¿De dónde venimos?", la segunda a la pregunta "¿Quiénes somos?" y la tercera a la
pregunta "¿Adónde vamos ?"
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Combinándose los nueve tiempos con las tres formas activa, reflexiva y pasiva,
obtenemos otro cubo que nos ayuda a la comprensión filosófica de la Retórica, cuya
perfecta adquisición es prerrogativa del Magisterio.
Tienen aquí su lugar los nueve cielos de la concepción ptolomeica, evidente corrupción
material de una tradición filosófica más antigua.
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El más bajo de todos, el cielo de la Luna, corresponde con el mundo astral de los
teósofos y ocultistas, que es el que se halla más cerca de nuestro mundo físico o
sublunar y corresponde con el estado líquido de la materia. Es el mundo de los ensueños
y el dominio de la sensación.
El cielo de Mercurio es el mundo mental o devachan en lenguaje teosófico,
correspondiendo al estado gaseoso de la materia; es el Mundo de la Inteligencia,
operativa y causativa en toda forma de vida y de materia.
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Los Querubines - o sea "próximos" a la Divinidad o Esencia del Ser- son los Principios
Geométricos que se expresan en el espacio. Naciendo de la conciencia de la Dualidad o
distinción, manifiestan la Sabiduría.
Los Tronos son los que se asientan en el espacio, originando y determinando con el
movimiento la sucesión y distinción del tiempo. Expresan en el Ritmo del Temario
la Voluntad.
Las Dominaciones son las Leyes que presiden la gravitación universal, que domina en
toda forma o expresión material.
Las Virtudes representan la fuerza de la expansión individual que obra en sentido
opuesto a la Ley de Gravitación, y con la cual busca un equilibrio dinámico.
Esto se realiza en las Potestades, que originan centros de irradiación y atracción, de los
cuales el Sol constituye un ejemplo luminoso; este equilibrio es, pues, la esencia
de todo poder.
Los Principados son las Leyes o Principios que gobiernan la evolución de la vida
individual y colectiva, administrando el Karma o Destino.
Los Arcángeles son la expresión más elevada, para la mente humana, de estas Leyes o
Principios, que descienden en el hombre en forma de inspiraciones.
Y los Angeles son, en correspondencia con los precedentes, los pensamientos de los
hombres que se elevan en el cielo como aspiraciones.
Con el estudio que hemos hecho del número nueve podemos ahora comprender el
significado de los nueve Maestros que se fueron en busca de Hiram y de sus asesinos.
Buscando el Principio Luminoso que eleva, sublima e idealiza la vida, simbolizado en el
Sol, así como la Tradición de la Verdad en que se expresa - y se halla por consiguiente
sepultado, - ninguno de ellos se fue por las regiones del Norte, sino que se repartieron
respectivamente al Oriente, al Mediodía y al Occidente, y fueron estos últimos los que
lograron descubrir la tumba y los asesinos, pues, evidentemente, éstos pueden
encontrarse sólo en el dominio de la realidad manifiesta, levantando el cadáver por
medio de la Palabra de la Vida.
Además de indicar, de una manera genérica, la tarea con la cual ha de enfrentarse en
nuestra Institución todo Maestro Masón que quiera ser digno de tal nombre,
esforzándose en buscar, encontrar r vivificar la Tradición de la Verdad "muerta" en la
apariencia exterior del simbolismo, los nueve Maestros indican evidentemente algo más
importante y preciso, en cuanto la Leyenda hace hincapié en que únicamente por medio
de ellos el magisterio simbólico -muerto o latente como Hiram en su tumba - se hace
individualmente efectivo.
Esta peregrinación de los nueve Maestros se refiere, en consecuencia, a la peregrinación
individual que cada Maestro Masón tiene que efectuar en nueve etapas o grados
sucesivos, por medio de los cuales encontrará y se pondrá en condición de vivificar y
hacer resurgir en sí mismo aquel Hiram latente, del cual con su recepción se le hizo
conocer, con la muerte, la existencia oculta.
La alusión a los grados superiores que tienen por objeto la realización filosófica del
Magisterio Simbólico no puede ser más evidente para quien tiene "ojos para ver y oídos
para oír" el significado profundo de las cosas. Estos grados no son, pues, en último
análisis, sino distintas etapas o aspectos del Magisterio, y como esto presupone a su vez
los dos grados precedentes, como camino para lograrlo, es evidente que todo el
simbolismo masónico ha de ser estudiado y entendido filosóficamente en estos grados
superiores.
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Los nueve maestros indican también cuántos y cuáles han de ser estos grados, siendo
tres grupos de tres, para realizar en el tres veces tres la perfección de la Maestría,
y refiriéndose igualmente cada grupo y cada Maestro de cada grupo a uno de los tres
grados simbólicos.
Extendiendo en un novenario la triple distinción de Aprendiz, Compañero y Maestro,
con la más general de Filósofo, Teósofo y Adepto, podemos formar el siguiente
cuadro que nos ilumina sobre el carácter efectivo de cada uno de los nueve grados
superiores simbolizados en los nueve Maestros en busca de Hiram, sea cual fuere el
nombre exterior que se le dé:
Sobre esta base, identificando cada uno de estos grados teóricos con los que se usan más
universalmente en los distintos Ritos, seguiremos nuestro trabajo interpretativo en los
siguientes nueve tomos de esta obra.
Un total de siete grados, en vez de doce, hubiera sido igualmente aceptable, y hasta
debería preferirse prácticamente. Sin embargo, el número doce permite un acuerdo más
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perfecto, por un lado, con la Leyenda de Hiram, y por el otro con los diferentes aspectos
del simbolismo de los grados de distintos ritos, ajustándose muy bien a la fusión de
todos en uno solo, universalmente aceptable por fundarse en la Leyenda universalmente
aceptada como base de la Masonería Simbólica.
LA PIEDRA CUBICA
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En el campo moral, todo vicio es un "mal compañero" al que es preciso desenmascarar
y disciplinar, para que no siga ejerciendo una influencia destructiva sobre la Obra de
la Vida, en que está empleado; una imperfección de la Piedra que la hace inepta, hasta
que permanezca, para ocupar su mejor lugar en el edificio social y humano.
Lo mismo debe decirse, en el Plan de la Inteligencia, de las diferentes cualidades y
facultades, cuyo más armónico y justo desarrollo equilibrado únicamente caracteriza
la genialidad verdadera, o sea la productiva y fecunda. Pues el llamado "genio" no
consiste únicamente en el desarrollo de la facultad de la memoria, ni en el de la
imaginación, como tampoco se hace con la sola lógica, con la más cuidadosa y perfecta
observación ni con la despejada claridad del juicio; no consiste únicamente en la
abundancia de las ideas, ni en el opuesto desarrollo más perfecto de la concentración, en
el análisis más completo ni en la más diligente y fiel aplicación.
Ninguna de estas cualidades únicamente hace al "genio" verdadero, que sólo se realiza
con el más exquisitamente perfecto desarrollo equilibrado, de todas indistintamente, sin
que ninguna exceda en ningún sentido, sino que todas y cada una sepan. siempre
conservar el lugar que les corresponde y actuar en la perfecta armonía que se necesita
para una producción literaria, artística, científica o filosófica de un género realmente
superior .
La sola intuición, cuando no está acompañada por el raciocinio, puede dar la percepción
inmediata de la Verdad, pero hace al que la percibe incapaz de expresarla debidamente;
mientras el raciocinio sin la intuición nos hace dar mil rodeos y paseos, más o menos
satisfactorios y felices en el campo de las concepciones y creaciones intelectuales,
siempre nos cierra el paso de las regiones superiores, en donde resplandece la verdadera
luz, y en donde únicamente puede percibirse la razón íntima de las cosas, y hallarse la
solución mejor y más satisfactoria de cualquier problema que nos ocupe..
Lo que se necesita es una feliz cooperación y un armónico desarrollo de ambas
facultades, que son como dos caras paralelas igualmente necesarias e indispensables,
para dar como resultado la piedra cúbica, obtenida con el desarrollo armónico,
equilibrado y paralelo de todos los talentos, facultades y tendencias.
El estudio del novenario se termina con la piedra cúbica de punta, que, en sus nueve
caras, reúne en sí misma la perfección del cubo y la elevación equilibrada de la pirámide
de base cuadrangular .
Abriendo esta piedra y extendiendo sus caras, según aparece en la figura, obtenemos
otra vez el símbolo de la cruz como expresión perfecta del Magisterio, por la unión
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de dos cruces, formada la primera por los cinco cuadrados que constituyen las caras
inferiores de la piedra, y la segunda por los cuatro triángulos de su vértice.
La primera cruz, cuadrilátera, es la cruz de la materia o de la naturaleza, formada por los
cuatro elementos que se desarrollan, como caras del Akasha o Quintaesencia -la materia
radical o Mulaprakriti, - indicada por el cuadro central. La segunda cruz, formada por
los cuatro ternarios o triángulos que emanan de un centro o punto originario - el vértice
de la piedra, - es la cruz filosófica o espiritual, expresión tetrágona de la Trinidad o
Temario Divino, cruficada en la materia, a la que tiene que dominar por el sacrificio que
manifiesta en la misma la conciencia y la Vida del Espíritu.
En esta piedra encontramos, pues, los Arcanos más profundos del Magisterio, sobre los
cuales no nos es posible extendemos en este "Manual", que debe considerarse como
simple introducción del Magisterio.
Es característico el hecho de que las dos cruces están formadas igualmente por doce
lados iguales, en manifiesta correspondencia con los signos del Zodíaco (de los que
hablaremos en el próximo tomo de esta obra) y con las doce horas o divisiones de la
noche de la Materia y del día del Espíritu.
La primera se halla formada, además, por la unión de doce puntos, mientras la segunda
resulta únicamente de nueve. Y la suma de los dos nos da el místico número 21, el triple
septenario de los Arcanos del Tarot, que es al mismo tiempo la suma triangular del
número seis.
Como nueve son las caras. de la piedra, nueve igualmente son sus vértices y dieciséis
sus esquinas, números éstos que se ofrecen a la meditación del Maestro, una vez que se
haya comprendido bien el novenario que resulta, aritméticamente, de un triple temario
y, geométricamente, de cuatro triángulos que parten del mismo vértice.
Finalmente, la piedra cúbica de punta se presenta a nuestra consideración como imagen
del perfecto equilibrio y de la estabilidad tetrágona que el Maestro ha de alcanzar en su
manifestación terrestre, mientras su conciencia individual se extiende y se eleva a las
regiones del espíritu. Sin embargo, no hay elevación que no sea el resultado de una
correspondiente humillación: es preciso descender a los infiernos, visitando el interior
de la tierra, para tener el impulso necesario que nos haga subir hacia lo más alto de los
Cielos. Por consiguiente, la piedra cúbica de punta se halla potencialmente contenida en
la piedra cúbica ordinaria, en la cual tiene que resolverse, descendiendo su vértice hacia
el centro del cubo, que es la Cámara del Medio, en la que se consigue y realiza el
Magisterio.
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PARTE TERCERA
LA MUERTE INICIATICA
La primera y fundamental enseñanza que dimana del estudio que hemos hecho en la
primera parte sobre el significado de la ceremonia con la cual se confiere este sublime
grado de Maestro, se refiere a la necesidad de morir. Sin embargo, no se trata de la
muerte ordinaria, como la entienden los profanos y que infunde tan grande terror a los
seres vulgares, sino de la muerte iniciática o filosófica, a la cual hacía referencia
Giordano Bruno escribiendo que "coloro che filosofano dirittamente intendono a
morire" (9).
Esta muerte es exactamente lo contrario de la muerte ordinaria, en cuanto es muerte
para la ilusión, para el "pecado" y, por ende, para la misma muerte. Con ello el iniciado
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muere para todo lo que es origen y causa de muerte dentro de su propio ser, renaciendo
así de todo impedimento y limitación.
Tal muerte no puede ser consecuencia sino de una "recta, justa y perfecta filosofía", de
un real conocimiento y de una efectiva penetración de la Verdad que se encierra en la
apariencia exterior de la existencia y de sus limitaciones, y es en sí Vida verdadera, y,
por lo tanto, Eterna e Inmortal. El "amor a la Verdad", que es lo que realmente hace a
un filósofo, nos conduce a la misma Verdad por medio de una muerte progresiva y
completa para el error y para toda forma de ilusión.
Es una muerte y un renacimiento que se verifica durante cada día ya cada momento y
que nos conduce a reconocer y realizar lo que verdaderamente somos. Nos liberta de las
escorias que constituyen la parte ilusoria- máscara o persona- de nuestro ser y hace
manifiesto y activo en nosotros el Potencial Latente e Ilimitado del Espíritu: nuestro
verdadero "yo", Eterno, Inmortal e Indestructible.
A esta muerte - en la cual nos hemos iniciado como aprendices y para la cual nos hemos
preparado como compañeros - cooperamos conscientemente, como maestros, con
nuestros pensamientos y propósitos diarios, con nuestras palabras y acciones, según
éstos se hallen orientados filosóficamente, es decir, por un profundo, intenso y más que
humano amor hacia la Verdad. Un Amor que es Virtud (en cuanto expresión de la vis
vitae interior) y verdadera Fuerza Omnipotente.
Un ejemplo poético de esta cualidad preliminar necesaria que hace al verdadero filósofo
y; por ende, al Iniciado y al Maestro, lo encontramos en aquella narración india en la
cual un aspirante se presenta a un Maestro, deseoso de que éste le enseñara la Verdad.
Sin embargo, el Maestro, aunque sin oponerse exteriormente a su deseo, con asombro
del neodiscípulo, nunca se resolvía a iniciar sus lecciones y se mantenía en completo
silencio. Cansado de esperar inútilmente, este aspirante se dirigió a su Maestro
preguntándole cuándo comenzaría a enseñarle algo. Como estaban cerca de un río, este
último, por toda contestación, le sumergió la cabeza en el agua y se la mantuvo hasta
que el discípulo, próximo a ahogarse, hizo los más desesperados esfuerzos para salvar
su vida.
Preguntándole la razón de una tan extraña conducta, le contestó el gurú simplemente:
"Cuando tengas un deseo tan vivo y violento de conocer como el que has manifestado
para sacar la cabeza fuera del agua, vuelve a mí y podré enseñarte con provecho".
El espíritu filosófico que se requiere como condición preliminar para una verdadera
muerte iniciática no podría expresarse con más claridad.,
Con este espíritu ingresa el candidato en nuestra Orden como verdadero "Aprendiz", y
en virtud de esta capacidad, voluntad y firme propósito de aprender llega finalmente a
reconocer su mística, oculta enseñanza.
Unicamente con este espíritu puede despertarse el necesario discernimiento que inicia o
introduce a tal muerte y puede hacerla efectiva. Nunca podrá el hombre morir para el
error y la ilusión hasta que no haya aprendido a discernir entre ésta y la Realidad.
EL DISCERNIMIENTO
Así, pues, viveka -la cualidad soberana del discernimiento - es la calificación preliminar
requerida por todo gurú o Maestro, de todo aspirante para ser admitido como chela o
discípulo aceptado y reconocido para el Yoga. Sería perfectamente inútil y estéril
emprender ese estudio y las prácticas que lo acompañan, sin poseer primero esta
cualidad preliminar y fundamental, y sin la cual Yoga y Magisterio devienen palabras
sin sentido, así como la misma muerte iniciática que los realiza.
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Este discernimiento es consecuencia de la madurez de la conciencia individual, sobre la
cual cesan gradualmente de tener poder las cosas y circunstancias exteriores que
constituyen el dominio de la Ilusión y de la Apariencia.
Sólo entonces se reconocen como tales y empieza a establecerse el sentido y dominio de
la Realidad ultrasensible, que es el fundamento y la esencia real de todas las cosas
visibles y sensibles, en la cual y por la cual únicamente éstas existen.
Desde que el primer grado de tal discernimiento realizado por el Aprendiz, o sea quien
aprende a ver o discernir la luz, no se haya madurado y establecido como estado firme y
condición permanente de la conciencia, como cualidad interior dominante entre las
demás facultades de la inteligencia - estado éste del Compañero, - es inútil hablar de
muerte iniciática: muerte para el Error, el Vicio y la Ilusión, y renacimiento en la
Verdad y en la Virtud, que constituyen y establecen el dominio de la Realidad.
¿Cómo puede hablarse de yoga, o sea de unión divina individual, cuando lo Divino en
nosotros todavía no se ha conocido y reconocido?
¿Cómo puede igualmente hablarse de Magisterio y aspirar a la cualidad de Maestro,
cuando no sabemos en qué consiste "ser más que hombre" y no hemos reconocido
todavía en nuestro Yo Inmortal a nuestro individual Magister?
Y ¿cómo podemos encontrar en la cámara del medio de nuestro ser la verdadera muerte
iniciática, si no nos hemos preparado y no nos encaminamos hacia la misma por medio
de un espíritu y una vida realmente filosóficos? Ésta es la verdadera Filosofía que puede
entender, realizar y hacer efectivo el Magisterio Simbólico.
En primer lugar, hay, pues, que esforzarse para adquirir discernimiento. Por esta razón,
en este "Manual", que trata del Magisterio Simbólico, hemos de limitar únicamente a
esta cualidad preliminar y fundamental -la que en su perfección realiza la perfección del
Yoga y del Magisterio, con la cual se identifica - el estudio de la aplicación moral y
opeiativa de la doctrina simbólica del tercer grado.
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Realizando estas dos cosas es como devenimos realmente Masones: nuestro
discernimiento crece y se desarrolla, y de un Magisterio puramente simbólico podemos
pasar así a un Magisterio efectivo, real y filosófico.
Pensar por sí mismo con un propósito bien orientado y firmemente establecido para
conocer la Verdad y superar así toda forma de ilusión, despegándose de las opiniones,
ideas y teorías expresadas por otros, pero también sirviéndonos inteligentemente de las
mismas: he aquí la primera condición para encaminarse por el sendero de la Verdad y
de la Libertad con el uso y el desarrollo de nuestro discernimiento individual.
Esto no debe conducimos a despreciar sin consideración todo lo que nos venga del
mundo exterior, toda idea o impresión que puede sernos útil como material de
construcción de nuestro edificio intelectual. Por el contrario, cuando llegue a nosotros
en la forma que fuere ha de ser atentamente estudiado y considerado; pero ha de serlo
realmente, examinándose y transmutándose en el crisol de nuestra Inteligencia. Sólo así
aprenderemos a pensar por nosotros mismos.
Nunca debemos dejar que otros piensen por nosotros, o hagan por nosotros la elección
que, en cada circunstancia, es prerrogativa, deber y privilegio de nuestra individualidad:
sólo así podemos desarrollar nuestra soberanía espiritual sobre las cosas y
circunstancias, en cuanto éstas cesan de determinamos o determinar fatalmente nuestra
elección, y nosotros mismos elegimos lo que realmente queremos y deseamos que se
manifieste o exprese en nuestra existencia, realizándose lo que se encuentra en estado
facultativo y latente en las Infinitas Posibilidades del Ser .
Como no puede haber verdadera elección sin discernimiento - siendo entonces nuestra
misma libertad una mera facultad o potencialidad latente, - tampoco puede haber
verdadero discernimiento sin elección. Son dos cosas inseparables que se desarrollan la
una con el otro, y, fortificándose, nos impulsan hacia adelante por el Camino del
Progreso y de la Libertad hasta libramos de cualquiera limitación ilusoria - por real que
pueda parecemos, - tanto interior como exterior.
Son las dos columnas que abren y guardan el ingreso en la
tercera cámara, como la espada flamígera de los Querubines al
ingreso del Paraíso perdido.
Son igualmente las dos líneas verticales que se hallan en aquel
trazado enigmático que reproducimos a la derecha y que los
Maestros han de conocer y realizar en su vida diaria.
La línea de izquierda - que corresponde a la columna B:. y el
número 7 - es la que indica nuestro discernimiento individual
y nuestra facultad de pensar por nosotros mismos, llevando así
en nuestras propias manos las riendas del carro de nuestros
pensamientos, en el dominio pasivo de la Fatalidad,
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Y en cuanto al círculo - o sea, al mismo tiempo, el 0 del inicio, el 6 de la sujeción o
dominio pasivo de la fatalidad que conduce a la involución, el 9 de la supremacía o
dominio activo del Principio Espiritual representado en la Luz Interior, y el 8 del
Infinito al cual todo tiende y en el cual todo se realiza y se hace perfecto - es el mismo
Progreso que se consigue en el Ciclo completo de la evolución.
HACER EL BIEN
Hacer el bien por el bien exige y expresa todas las cualidades que caracterizan al
verdadero Maestro. Sólo cuando la acción se halla purificada de todo motivo o
intención
egoísta y personal, llegamos al estado de inocencia original, simbolizado en el nombre
del místico ramito, que nos reintegra al estado edénico "de plena posesión y dominio
sobre el Arbol de la Vida, cuyos frutos amargos y dulces hemos gustado y saboreado
durante largo tiempo, en el camino de todas nuestras experiencias humanas, después de
haber saboreado por nuestra propia elección el trágico fruto del Arbol del Bien y del
Mal.
Aprendemos a ser Maestros cesando de dejamos guiar por nuestro gusto personal, y
"obedeciendo a la Voz de Dios", o sea a la expresión del Principio más alto, noble
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e impersonal que constituye la Raíz de nuestra Individualidad y la Luz Interior que nos
ilumina y nos da el verdadero discernimiento. "
LA PIEDRA FILOSOFAL
Con este doble esfuerzo - "pensar por sí mismo" y "hacer el bien por el bien" -llegamos
a desarrollar y crear en nosotros la verdadera piedra filosofal, con la que puede
únicamente obrarse aquella perfecta transmutación o trabajo de los metales,
simbolizados en nuestra palabra de paso y especial prerrogativa de nuestro Maestro
Hiram Abí.
Las columnas, de piedra maciza en el grado de Aprendiz, se encuentran realmente
huecas y de metal en el de Compañero. Este paso de la piedra al metal es altamente
significativo, cuando se piensa que los dos representan distintos aspectos de nuestra
personalidad.
Sin embargo, Aprendices y Compañeros se quedan en el estudio, respectivamente
exterior e interior de las dos Columnas- establecidas por un Maestro, - cerca de las
cuales reciben su salario, de un tesoro que se halla oculto junto con los instrumentos del
trabajo que se hace sobre las piedras, dentro de las mismas. Sólo los Maestros tienen el
privilegio de ingresar en aquella cámara del medio que se halla más allá de las
Columnas, y en donde se guarda el secreto de su formación y establecimiento.
La fundición de las columnas y el trabajo especial hecho sobre los capiteles - según el
relato del Libro de los Reyes, - así como la palabra o nombre que les fue dado por el
Arquitecto de nuestra Vida Individual, son, pues, cosas de la más alta importancia, y
como Maestros simbólicos que aspiramos al Magisterio Individual y efectivo tenemos
el. privilegio de meditar sobre ellas.
Y esto especialmente en vista de que ordinariamente se aplica esta doble cualidad:
respectivamente exotérica o bíblica (expresada en los libros) y esotérica o iniciática,
según versión masónica, al "obrero experto en todo género de trabajos, y especialmente
en obras de metales" en la primera, y como " Arquitecto del Templo de Salomón", en
la segunda.
72
poseen así como los ricos. Conocida por todos, todos la desconocen: el hombre vulgar
la rechaza con desprecio mientras el filósofo la recoge con veneración".
La visita que tiene que hacerse "en las entrañas de la tierra" para encontrar en la tumba
de Hiram la palabra perdida (o sea la oculta verdad), es la misma visita que el Masón ha
de hacer individualmente en la piedra cúbica de su personalidad purificada, para
descubrir su centro y levantarlo, por medio de la extroflexión de la pirámide
cuadrangular potencialmente contenida dentro de la piedta cúbica ordinaria y cuyo
levantamiento produce la piedra cúbica de punta, característica del Magisterio.
Prácticamente hay identidad entre la piedra así obtenida, visitando el interior del cubo, y
la piedra filosofal que obra la transmutación de los metales.
73
Aunque la Piedra Filosofal sea necesaria únicamente para transmutarlos, no podemos
forjarlos y utilizarlos en las formas más convenientes y adecuadas sin servirnos de
aquel mismo calor que, oportunamente graduado, se necesita para su transmutación.
El fuego vital es, pues, el medio de que hemos de servirnos para utilizar, forjar y
transmutar los metales de nuestra personalidad en armonía con los planes directivos
de la Inteligencia, con el objeto de que puedan realizar las obras para las cuales están
destinados. y el fuego vivo y ardiente del entusiasmo - alimentado por la llama del
Amor que nunca se apaga - ha de ser el medio del que nos servimos, de acuerdo con las
justas medidas de nuestra Inteligencia y el esfuerzo activo y forjador de la Voluntad,
para dominar, utilizar y educar sabiamente los instintos que sostienen el Templo de
nuestra vida y nos sirven en todas las tareas de la existencia.
Éste es el trabajo que el Maestro ha de realizar en sí mismo para conseguir aquel grado
de dominio individual que caracteriza el Magisterio y distingue al tercero de los
dos primeros grados masónicos, de acuerdo con los signos de cada grado.
Para alcanzar valor y efectividad- aquel valor que caracteriza y distingue los metales
nobles de los innobles, -el dominio de los instintos ha de ser una labor continua,
de cada día y de cada momento, que requiere una vigilancia constante e ininterrumpida,
para que nunca le falte y esté siempre regulado el calor que se necesita para conducir a
buen término la Gran Obra de regeneración individual, sin cuya condición ésta se
echaría a perder, y los esfuerzos quedarían sin lograr la finalidad 'hacia la cual
están dirigidos.
Así ha de morir el Maestro para sus instintos inferiores, como muere el plomo al
transformarse en oro, cuando se lo somete a las operaciones necesarias con la acción de
la piedra filosofal en las circunstancias debidas. No de otra muerte puede tratarse en
nuestro simbolismo, ya que en nuestras labores nunca se trata de destruir, sino
constantemente de utilizar y transformar para una continua e incesante renovación
constructora.
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Viene después el cobre de la sensualidad y de la lujuria, cualidad esta que sojuzga al
hombre, hace de él el Esclavo dejas más bajas tendencias animales, prostituyendo la
llama sagrada del Amor sobre el altar de la pasión, que quema la vida y embrutece el
alma, obscurece la inteligencia y sobre todo el discernimiento, mientras por otro lado
exalta loca y desenfrenadamente la imaginación, que se complace igualmente en los
errores y en los vicios, impulsándonos por el sendero de la degeneración. Pero este
mismo metal, en su estado mas puro y refrenado, es el Amor que eleva, ennoblece y
hermosea la vida y por ende el atributo más esencial del Magisterio. Por esta razón
fueron de cobre las principales obras que se atribuyen al arquitecto Hiram, y
especialmente las dos columnas y la fuente de que se nos habla en la Biblia.
Debe, además, considerarse que el cobre- aunque tenga la tercera categoría como
exponente del valor monetario, después de los dos metales considerados como más
preciosos, - no debe conceptuarse como menos valioso, sino todo lo contrario, por la
misma razón que, aleándose con ellos, no sólo, los fortalece y permite mejor su
conservación, sino que también es el metal más universalmente difundido y de más
frecuente circulación, el único que puede, por su capacidad de subdivisión monetaria,
proveer a todas las menudas necesidades diarias. Por consiguiente, la cualidad del
Amor, por degenerada que pueda ser superficialmente en el verdacho de la sensualidad,
una vez presente como metal constituyente de la Individualidad siempre hará de quien
la posea un hombre o una mujer realmente superiores.
En cuanto al hierro de la ira y de la violencia" instrumento de todos los crímenes del
egoísmo, debe notarse que, mientras por un lado se forjan con él las espadas y puñales
que matan, así como los rifles, los cañones y otros instrumentos bélicos, es también el
metal con que se hacen los más útiles instrumentos de la construcción, por cuanto
nos sirve especialmente para cortar las piedras, quitarles sus asperezas, alisarlas y
reducirlas a su estado de perfección para los propósitos a los que están destinadas.
Este metal, tan útil en nuestras labores, corresponde a la virtud cardinal de la Fortaleza,
a la energía y firmeza de propósito, sólo con la cual pueden llevarse a cabo las más
excelentes resoluciones. Por esta razón ha de ser de hierro la escuadra que nos sirve para
"rectificar" nuestros intentos, palabras y acciones, y comprobar la perfecta rectitud de la
piedra que trabajamos; (así como, con el cobre del Amor a la Verdad, debe estar hecho
nuestro compás); pero debemos cuidar de no servirnos de ese instrumento con
fanatismo e intolerancia para juzgar los propósitos, palabras e intentos de los demás.
El estaño de la gula y la glotonería ha de ser igualmente transmutado en aquella.
Templanza y sobriedad que establece sobre una sólida fundación, el vigor y la
longevidad de nuestro organismo. Así como la intemperancia puede considerarse como
el origen o el medio en que se desarrollan todas las enfermedades, por efecto del estado
de continuo desequilibrio que establece en nuestro organismo, la sobriedad y la
templanza recta y juiciosa constituyen el medio para preservarlo por más largo tiempo
en las mejores y más deseables condiciones.
Los apetitos no deben, pues, destruirse, sino regularse y dominarse templándose con
armónica y perfecta sabiduría, pues el estaño que les corresponde tiene, entre los
metales, una función análoga al cemento o argamasa que une las piedras, constituyendo
así los cimientos de nuestro ser.
El mercurio de la envidia es sumamente deletéreo, por cuanto corroe y debilita los
demás metales del organismo y hace nuestra inteligencia esclava de las más funestas y
mortales ilusiones. Debe, pues, aplicarse sabiamente, estableciéndose en, un espíritu de
perfecta Justicia, que nos impedirá sobre todo ser la primera entre las víctimas de
nosotros mismos y conducir a la ruina nuestra propia existencia.
75
Vienen de este metal, igualmente líquido y pesado, sensible a todos los cambios de
temperatura y de presión, todos los demonios de los lamentos, resentimientos y
recriminaciones; la debilidad y piedad hacia uno mismo que impide el reflejo de la
perfecta Justicia, igualmente en el mundo interior de la inteligencia y en el mundo
exterior de la vida. El sabio tiene el deber de arrancar de raíz estas excrecencias
morbosas de la personalidad, haciendo que el espejo de su inteligencia, en vez de
reflejar en formas ilusorias –por efecto de su natural curvatura -las imágenes exteriores,
se disponga en plana y perfecta horizontalidad, para que represente fielmente la imagen
y semejanza de la Divinidad que tiene el deber y el privilegio de expresar.
Pasando a la plata de la avidez y de la avaricia, que es el metal que más fácilmente se
une con el mercurio, hemos de considerar en él, uno de los más bajos aspectos del
egoísmo y de los peores. enemigos del bienestar social, instrumento de todas las
traiciones y vilezas, medio de todas las ventas y esclavitudes, tanto morales como
materiales. Hemos de execrar este metal, en su aspecto inferior por el cual infinitos
Judas se hicieron cómplices de los peores crímenes: los pueblos y naciones entre los
cuales nunca domine serán los más elevados en altura moral y verdadera riqueza.
Sin embargo, transmutado sabiamente este metal se convierte en la Esperanza que
"establece" y hace fecundos y fructíferos los esfuerzos de la Fe, y aleándose con el
cobre del Amor mide el valor efectivo y operativo de los hombres.
Finalmente, el oro, que en su aspecto más degradado representa la soberbia y el orgullo,
siendo el símbolo de todas las ambiciones (solidificadas por el egoísmo), es también la
Fe que constituye la Fuerza verdadera de la Individualidad. Por esta razón ha de
purificarse con especial cuidado, evitando todas las incrustaciones egoístas que pueden
producirse en el crisol en que se elabora, para que fundido con la plata de la Esperanza y
el cobre del Amor, como una bendición entre los hombres, puedan levantarse, en
templos resplandecientes y luminosos, los más elevados Ideales y más nobles
aspiraciones.
SOBRIEDAD
76
Como en las demás actividades, hemos de buscar en el alimento la Gloria,o mejor
expresión de lo Divino en nosotros. No debemos por consiguiente comer para saciar el
estómago o satisfacer un hábito o una necesidad social, sino con el objeto de proveer a
nuestro Templo Individual de los materiales más adaptados para su mejor
levantamiento, a fin de que: la imagen y semejanza divina - en la cual hemos sido
interiormente creados - encuentre siempre en nuestro organismo físico una expresión
más plena, pura y perfecta.
La sobriedad se impone como regla absoluta y conditio sine qua non de la efectividad
del Magisterio. Quien aspira al dominio - que es superación de lo Inferior y supremacía
de lo Superior- no debe dejarse dominar por lo que ha de ser dominado: los instintos
han de ser sojuzgados y atados al Carro Real del Magisterio, para que se establezca la
Perfecta Justicia del Reino y la Luz Interior se exprese exteriormente con el dominio
que le compete sobre la Rueda del Destino. (Véanse las láminas 7, 8, 9 y 10 del Tarot
que se encuentran en las páginas precedentes).
Comiendo únicamente con el objeto de favorecer la renovación y reconstrucción de
nuestro Templo Orgánico, evitaremos los excesos, descuidos y errores que son causas
de la mayoría de las enfermedades que afligen a los hombres y los llevan casi siempre
prematuramente a la tumba.
El Maestro Masón ha de buscar, encontrar y dominar al peor enemigo de su vida, de su
salud y de su bienestar, que atenta diariamente contra el Templo de su vida individual
según los Planes Ideales o Divinos: si no lo domina, ha de resignarse a ser dominado
por este enemigo, y entregarle por completo el control de su existencia moral y material.
Entonces, el signo con el que quiere hacerse reconocer como Maestro, tendrá como
significado el de la separación inevitable entre la parte inferior y superior de su ser.
77
puede reducirse - como algunos la han prácticamente demostrado- a un mínimo casi
increíble, sin que el organismo sufra de ninguna manera, sino que, al contrario, se
purifica y regenera.
El secreto de esta reducción consiste en el uso que se hace del alimento; es decir, en su
perfecta asimilación y la consiguiente reducción a un mínimo - variable también según
la calidad de los alimentos- de las substancias que se excretan por no ser asimiladas.
Sobre este asunto no hay que dejarse engañar por las conclusiones científicas sobre las
"cantidades mínimas" de alimentos necesarios para las diferentes categorías de
individuos, pues en realidad no son otra cosa sino la estadística de los hábitos
alimenticios ordinarios, y hay experiencias - que cada cual puede repetir y confirmar
sobre sí mismo - de que este llamado "mínimo" ha de considerarse; en realidad, como
un "máximo de tolerancia orgánica" y puede beneficiosamente reducirse a la mitad,
tercera o cuarta parte, con la condición de que aprendamos a comerlo debidamente. En
efecto, no hay nada más absurdo y menos sabio que el hecho de llenar el estómago con
cantidades de alimento que no pueden ser totalmente asimiladas, que sobrecargan y
fatigan inútilmente nuestros órganos digestivos, produciendo por su fermentación
impurezas que podemos deducir de la calidad de los residuos excretados.
FRUGALIDAD
El segundo punto que hay que tomar en consideración es la calidad de los alimentos,
eligiendo los más convenientes desde el triple punto de vista higiénico, moral y
espiritual.
Esta elección nos conduce necesariamente a la frugalidad- del latín frux "fruto", - o sea
a considerar constantemente como base de nuestra alimentación el precepto bíblico que
se refiere a la humanidad antes del "pecado original" de la Ilusión que condujo a
alterarlo: "He aquí que os he dado toda hierba que da simiente, que está sobre la faz de
toda la tierra; y todo árbol en que hay fruto que da simiente, ha para comer".
Los frutos y semillas de los árboles y de las hierbas: he aquí, en una palabra, cuál ha de
ser la base alimenticia de quien aspira a la Regeneración Individual- la frugalidad que se
le pide al Iniciado en la Verdad y en la Virtud del que quiera llegar al Magisterio real y
efectivo.
Comer carne y matar para comer son, en realidad, dos errores, dos consecuencias de la
ignorancia de los hombres bajo la influencia del pecado originario de la Ilusión. El
abandono completo de estos hábitos atávicos es la primera etapa del dominio de los
instintos que hemos de conseguir en el Magisterio.
Desde el punto de vista higiénico, nada más impropio como material de construcción
del Templo de nuestra vida orgánica que el ingerir carne. De ella proviene la
destrucción y lleva consigo los principios de la muerte y de la putrefacción, además del
sello del dolor con que se obtiene, violentando con un derecho muy discutible (y que
prueba la obtusión del sentido moral) una expresión de la Vida que tiene finalidades
propias muy diferentes que las de servir para nuestra comida.
No hay necesidad de que nos detengamos a considerar que la carne contiene en sí
principios tóxicos, que se asimilan alimentándose con la misma, que sobrecargan el
organismo y son el origen de muchas enfermedades, inclinando a una vejez precoz ya
una muerte prematura.
Desde el punto de vista moral, comer carne representa implícita complicidad, con la
cual uno se hace, consciente o inconscientemente, mandatario de un crimen que no cesa
de ser tal por el hecho de no ser comúnmente reconocido: un crimen contra la Vida que
el Iniciado debe aprender a respetar en todas sus manifestaciones indistintamente.
78
Todo lo que proviene de la muerte y del dolor debe ser evitado por quien aspira a
progresar, siendo constantemente el progreso moral inseparable tanto del material como
del espiritual.
Sin embargo no caen en esta delimitación aquellos productos que no necesitan de la
muerte y del dolor del animal y que, en cierta manera, pueden considerarse como si
pertenecieran a la misma categoría de los frutos de los vegetales, como la leche y la
miel. Los unos como los otros no se obtienen violentando o destruyendo una libre
expresión de la Vida Universal, sino más bien cooperando con ellos por medio de su
cultivo, contribuyendo a su perfecto desarrollo y utilizando para fines superiores lo que
producen y tienden a producir en superabundancia, con relación a su primera finalidad
ordinaria.
Como se ve, en uno y en otro caso la diferencia es enorme y esencial. Ayudando y
favoreciendo la perfecta expresión de la vida cooperamos con los planes del G:. A:.
tomando de aquélla lo que nos ofrece en compensación, como material de construcción
de nuestros Templos orgánicos.
Desde el punto de vista espiritual debe notarse que toda substancia material pertenece y
tiende a la finalidad para la cual se ha formado como tal en su constitución actual.
Por consiguiente, la carne, elaborada y construida por las pasiones que los animan,
tiende a fortalecer y fortalece efectivamente al animal en el hombre, alejándolo del
control y del dominio sobre sus instintos inferiores y obstaculizando la expresión de sus
finalidades e ideales superiores.
Mientras que en las frutas en general, y de los árboles en particular, se refleja aquella
misma inclinación y aspiración superior que debe impulsar al Masón a sobreponerse
y levantarse sobre la gravedad de sus instintos y tendencias materiales, impulsando
igualmente las plantas a crecer verticalmente de abajo arriba y de la Tierra al Cielo.
Finalmente, en las frutas se halla presente el Principio del Amor, así como la Fuerza
Generativa en la cual se concentran las potencialidades vitales de la planta, junto con
el esfuerzo de darse y multiplicarse, cualidades éstas idénticas a las que conducen al
Magisterio, en el cual deben aplicarse las potencialidades de la generación para la
regeneración.
EL TERCER PUNTO
El tercer punto, o sea cómo debemos comer para conseguir el mejor resultado útil de los
alimentos, no es menos importante que los precedentes.
En dos palabras podemos decir que consiste simplemente en no tragar nunca el
alimento, sino en saborearlo y conservarlo en nuestra cámara bucal, hasta que se halle
completamente disuelto por la saliva y haya desaparecido por sí mismo.
Efectivamente, el tragar cualquiera cosa - alimento o bebida- debe considerarse como
un proceso y un hábito anormal para el hombre, cuyo organismo, y especialmente el
aparato digestivo, están constituidos de una manera particularmente refinada, con
respecto a los de los animales, para las finalidades superiores a que se hallan destinados.
Y a pesar de esto, algunos animales pueden dar lecciones al hombre sobre la manera de
comer.
Es, pues, deber, prerrogativa y privilegio del hombre dominar y superar la naturaleza.
Pero esto no se obtiene yendo en su contra, ni tampoco sujetándose pasivamente a los
instintos y hábitos animálicos, sino educando y guiando éstos, para expresar un Ideal
superior de perfección.
Esto es lo que debemos hacer aprendiendo a comer de una manera digna de nuestra
humanidad y de nuestras aspiraciones superiores, elaborando en la forma más
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asimilable los materiales que ingresan en nuestro Templo orgánico para ser utilizados
en la Obra de la Vida.
Dejando cada bocado de alimento en la antecámara de nuestro aparato digestivo hasta
que sea enteramente disuelto o emulsionado por la saliva- formando una especie de
crema ligera, sobre la cual pueden ejercer la acción perfecta, para la cual están
destinados los demás jugos digestivos, - realizamos como debemos nuestro papel en el
proceso de la digestión, y podemos tener la seguridad de que el entero proceso será
completo y perfecto.
La digestión bucal comporta, pues, una triple acción mecánica, física y química, en
cuanto el alimento, además de ser reducido en partículas mínimas - al ser comprimido
entre la lengua, los dientes y el paladar, - debe disolverse y ser neutralizado o
alcalinizado por la saliva. Y la perfecta acción del jugo gástrico sobre el alimento así
preparado depende sobre todo de esta neutralización o alcalinización salival.
Para comer así se necesita un poco más de tiempo, especialmente al principio. Sin
embargo, este tiempo no será mal empleado, en vista de la perfecta digestión que
así se obtiene. Quien objetara que no dispone de tal, se le puede contestar que es mucho
mejor tratar de encontrar el tiempo necesario para comer en perfecta paz y
cuidadosamente, que sobrecargarse el estómago con material inadaptado para la
perfección de la Obra que queremos se cumpla en nuestro organismo.
Comer en paz es la primera condición para una buena digestión bucal, así como para la
subsecuente digestión gástrica e intestinal. La condición interior- mental y espiritual- de
perfecta tranquilidad es el primer punto y la base de todo el proceso. Nunca, pues, se ha
de comer de prisa, ni con impaciencia o en un estado de irritación, preocupación y
ansiedad: estas emociones son verdaderos venenos con los cuales se condimentan los
alimentos, y no hay que maravillarse si la mala digestión y los malos humores que
circulan en todo el organismo son consecuencia inesperada de una causa tan sencilla. En
efecto, está demostrado que, bajo la acción de emociones de esta naturaleza, la saliva y
demás jugos orgánicos se alteran hasta transformarse en venenos: véase, pues, si es
conveniente servirse de ellos para nuestra regeneración orgánica.
En conclusión, es necesario comer "en paz y despacio", en la conciencia de que estamos
eligiendo y preparando, desde el Almacén Universal de la Naturaleza que nos los
proporciona, los materiales más adaptados para la renovación de nuestro organismo y la
perfección de la Obra que se cumple en nosotros, saboreando tranquilamente cada
bocado de alimento y dejando que se disuelva por completo por la acción
armónicamente combinada de la lengua, de los dientes y de la saliva, siendo esta última
la que hace el trabajo fundamental, del cual depende precipuamente la digestión.
TEMPLANZA
La aplicación de este proceso, tanto en las bebidas que tengan sabor como en los
alimentos sólidos, es el mejor medio para evitar la intemperancia: cesando de tragarlos
se nos hace imposible tomar cualquier licor en cantidad que pueda dañar nuestro
organismo, ya que tal sistema repele el exceso naturalmente.
La templanza o moderación en las bebidas es la hermana natural de la sobriedad y
frugalidad en los alimentos, mientras la intemperancia -la falta de aquel temple
necesario a nuestros metales para que nuestro organismo sea un perfecto instrumento en
la Gran Obra de la Construcción Universal- siempre va acompañada de la falta de
sobriedad y frugalidad, que con éstas desaparece de una manera natural y casi sin
sacrificios.
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No hay necesidad de discutir largamente sobre los efectos del alcohol. Su mismo
nombre árabe (igual al de la estrella Algol, que representa la Cabeza de Medusa,
cortada por Perseo) quiere decir sencillamente el demonio.
Y que sea efectivamente un demonio o maléfico espíritu, cuando se posesiona del
hombre, es evidente y fácilmente demostrable por sus efectos, que van desde la
borrachera al delirium tremens ya la locura, consignándose en los descendientes bajo la
forma de parálisis y otras taras hereditarias.
Nos parece suficiente decir que, siendo un producto de desintegración, que se origina
también en nuestro organismo, entre los que se eliminan por la piel, tienen, al
igual que la carne, una tendencia vibratoria disgregante, disolvente y destructora,
secando nuestros tejidos y destruyendo las células nerviosas, las que gradualmente se
hallan substituidas por cartílagos.
Moralmente tiende a eliminar la capacidad de pensar independientemente (ya que
estimula la imaginación y la ilusión) , y de juzgar serenamente, así como debilita el
sentido moral y la libertad individual. Todos los tiranos y gobiernos saben que es más
fácil dominar y dirigir como esclavos a un pueblo de bebedores que a un pueblo de
abstemios, y es igualmente sabido que en estado de embriaguez se le puede hacer
aceptar a uno cualquiera sugestión y cumplir actos en contra de su decoro y sentido
moral. Es demasiado notoria la influencia del alcohol sobre los crímenes para que haya
necesidad de insistir en ello.
El trinomio sobriedad-frugalidad-templanza ha de formar, por consiguiente, la divisa de
todo Maestro Masón que quiera ser digno de tal nombre y estar constantemente a la
altura de la sublimidad de este grado, que no cesa de ser tal por el hecho de que algunos
o muchos puedan devenir indignos de ostentarlo. Sin las tres cualidades mencionadas
el dominio de los instintos implicado en el signo de Maestro no es más que una simple
formalidad y un símbolo incomprendido, y de nada serviría buscar en los grados
superiores aquella perfección del proceso de regeneración individual que tiene en este
trinomio la necesaria base física, moral y espiritual.
Quien desea ser maestro aprende a superar sus instintos y dominarlos gobernándose con
perfecta sabiduría: no hay otro camino para llegar a ser más que hombre.
EL USO DE LA PALABRA
Los maestros han de distinguirse por el uso de la palabra que demuestra la perfección
por ellos alcanzada o que se esfuerzan constantemente en alcanzar, mediante la
retórica.
Saber hablar, expresando en palabras el Verbo de la Vida, es verdaderamente la
característica del Magisterio.
No se necesita para esto ser orador, en el sentido que se da ordinariamente a este
término: existe, indiscutiblemente, también un Magisterio de la Oratoria, que, como
toda cosa, se consigue por medio del esfuerzo individual; sin embargo, la palabra del
Maestro se distingue de la del orador por el hecho fundamental de que mientras éste
pone toda su atención en adornar, hacer convincente y agradable su alocución,
preocupándose mucho más de la forma y de la impresión que hagan sus palabras que de
la substancia, aquel concentra su atención en ésta, que se esfuerza en expresar en la
forma más sencilla y asimilable para sus oyentes.
Maestro es, pues, quien se ha establecido en la Fuente de la Vida por medio de un
esfuerzo constante en el sendero de la Verdad y de la Virtud, y sus palabras, a un tiempo
sencillas y profundas, tienen un sentido para los hombres cualquiera sea su estado de
evolución, progreso y desarrollo intelectual, por cuanto son verdaderas palabras de vida,
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expresiones del Amor de la Sabiduría y de la Sabiduría del Amor que las origina.
Por consiguiente, el Maestro en toda la extensión de la palabra no se preocupa en hacer
largos discursos, exposiciones brillantes y convincentes argumentaciones: verdadero
filósofo, deja estas cosas a quien se complace en la vanidad exterior de la forma,
mientras hace ésta un molde plástico y puro de la inspiración que caracteriza
constantemente todas sus palabras, cuyo fin es simplemente la expresión del espíritu
que las anima.
La Palabra del Maestro es constantemente el espíritu que vivifica: la palabra que
despierta a los muertos, en las profundidades de las tumbas que los encierra, y los
resucita; la Palabra Taumatúrgica en la cual vibran y se reflejan el ardor de la Fe, la
firmeza de la Esperanza y la Fuerza Omnipotente del Amor.
Ésta es la retórica en la que deben ejercitarse los Maestros.
ARMONIA CONSTRUCTORA
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LA LEY DE LOS ASTROS
Sin embargo, no puede haber una perfecta armonía desconociendo la Ley Fundamental
que debe dominarla, la única que puede realizar el milagro que de la misma se espera.
Por consiguiente, el conocimiento de la Música debe completarse y hacerse fecundo con
el de la Astronomía, que nos enseña la Ley Suprema que lo regula y gobierna todo.
La Ley de Gravitación de la Astronomía, la Ley de Atracción de la Física y la Ley de
Afinidad de la Química, que gobiernan respectivamente los astros, los cuerpos y las
agrupaciones atómicas y moleculares, no son otra cosa sino aspectos exteriores de una
misma Ley de Amor que domina soberana en los mundos moral, intelectual y espiritual.
El Amor ha de ser la nota clave de toda Armonía Constructora, si queremos que ésta
alcance la finalidad hacia la cual está dirigida: un Amor despojado de todo egoísmo y
de toda ambición personal, que no tenga otro intento sino el Bien de los demás y la
perfección de la Obra: un Amor que resplandezca constantemente en el esfuerzo y deseo
de dar, como un Sol brillante en su irradiación octonaria, en todas las direcciones del
espacio.
Por esta razón, para ser maestro, en el sentido real de la palabra, es preciso haber
matado el egoísmo, origen de todos los males y miserias: haber levantado de su tumba
- que es la ilusión de la personalidad- a la Individualidad muerta por los errores y
consideraciones materiales de sus enemigos: la Ignorancia, el Fanatismo y la Ambición.
Morir para las consideraciones e intereses personales, aprendiendo a trabajar
únicamente en bien del mundo, en la tarea que particularmente nos sea asignada: he
aquí la idea directiva y fundamental de todos los Maestros, que para ser tales han de
obrar como los astros que nos dan continuamente su luz, nos guían y nos iluminan,
satisfechos con esto, sin esperar tampoco nuestro reconocimiento de sus beneficios.
Como dan los astros su luz, así cada Maestro debe fundamentar su deber en dar
instrucción, simplemente porque su Ley es darla, así como la Ley de los Astros es
brillar e iluminar: la instrucción de los Maestros es, pues, aquella Luz simbólica que ha
de recibirse en todas las Logias Masónicas.
EL TRABAJO NOCTURNO
A pesar de que muchos Rituales hagan abrir (sin distinción para los tres grados) los
trabajos al mediodía, cerrándolos a la medianoche, en realidad la edad masónica
implica constantemente una hora diferente de trabajo y, mientras la hora más apropiada
para abrirlos en el grado de Aprendiz es la salida del sol, o sea el Principio de la Luz, y
el mediodía - su plenitud - para el de Compañero, los trabajos de los maestros han de
abrirse más propiamente a la puesta del sol, que simboliza la Muerte de Hiram, como
la hora más adecuada para revisar y perfeccionar los trabajos que se hayan hecho,
mientras los demás descansan.
Esta hora simbólica tiene también referencia con el grado de dominio de sí mismo que
debe uno alcanzar: mientras la mañana corresponde a la primera expresión de la
actividad, sobre la cual el Aprendiz ha de ejercer su control, el mediodía y la tarde
tienen relación con las regiones de la mente iluminadas por el Sol de la conciencia
individual - la Estrella Flamígera, - y análogamente la noche simboliza la región
obscura de la mente subconsciente y de los instintos, sobre la cual el Maestro ha de
extender su vigilancia.
Vigilar mientras los demás duermen en la inconsciencia y en la ignorancia: he aquí la
tarea superior de los Maestros.
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Vigilar para prevenir los crímenes que de otra manera se abatirían sobre los hombres
por la malicia de sus malos compañeros: los errores, las pasiones y los instintos.
Prevenir la Ignorancia por la instrucción, el Fanatismo por la comprensión y la
benevolencia, la Ambición por el amor y la bondad.
El Reino de la Luz debe, pues, prepararse y buscarse en la quietud y en la obscuridad: la
Luz debe encontrarse adentro, para que pueda derramarse y expandirse libremente
afuera. Nadie puede llamarse Maestro en tanto no haya aprendido a buscar
individualmente esta luz en el trabajo nocturno y solitario de su propia conciencia, en
actitud meditativa.
La noche de la conciencia es la hora más apropiada para vencer la Ilusión que se
aprovecha de la falta de vigilancia de los hombres para dominarlos, así como la
obscuridad es la condición más apropiada y oportuna para la manifestación de la Luz.
En fin, el trabajo nocturno de los Maestros se refiere simbólicamente a la región
subconsciente de la mente, la que especialmente los MM:. deben esforzarse en dominar:
a la repetición y afirmación silenciosa de la Verdad, así como a la contemplación
incesante de los más altos Ideales, ,para que éstos puedan expresarse interiormente y
manifestarse exteriormente.
CUARTA PARTE
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UNIDAD DE LA INSTITUCION
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Es privilegio de los Maestros sentarse al Oriente: establecerse en la conciencia y
comprensión de los Principios que constituyen los Planes Geométricos, Universales y
Perfectos del Gran Arquitecto, para así mejor dirigir los trabajos masónicos en armonía
con estos Planes. Al Oriente debemos, pues, sentarnos para trabajar con verdadera
eficacia y utilidad en bien de la Orden: al Oriente simbólico, en donde brilla y
resplandece constantemente la Unidad Esencial y Originaria, manifiesta en la
multiplicidad de la apariencia exterior. Del Oriente trae su vida y fuerza animadora- su
Alma Inmortal como la Vida misma - nuestra Institución y brilla con toda claridad en su
Gloriosa Realidad.
Dirijamos al Oriente nuestras miradas: reconozcamos la unidad de la Institución y del
Ideal que anima indistintamente a todos sus fieles Obreros, y seremos dignos de la
noble tarea que nos incumbe de prever y preparar - o sea profetizar constructivamente -
su porvenir .
EL DON DE PROFECIA
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las sensaciones, impresiones y emociones, la Imaginación ha de convertirse en el
Instrumento fiel, perfectamente controlado por la Inteligencia, que realiza y hace
fecunda la Inspiración, por medio de la visión de la Realidad, es decir de lo que es,
condición necesaria para existir y, por tanto, manifestarse exteriormente.
Ver la Realidad: lo que existe como Principio Potencial Divino, Esencia y Substancia
Eterna e Inmanente, esperando en la visión individual la oportunidad para manifestarse
en una forma proporcionada a la perfección o claridad de dicha visión o especulación.
He aquí la clarividencia de los Maestros, el verdadero don de profecía.
Esta Realidad, esta esencia real de la Institución, es la que debemos esforzamos en ver
para poder cooperar y contribuir eficazmente, preparando el futuro con verdadero
espíritu profético.
El estudio del pasado nos sirve de guía para comprender el presente y, por medio del
compás simbólico de esta comprensión, apoyado sobre el mismo presente, trazar el
"círculo" o alcance de las posibilidades futuras.
Dicha esencia es espiritual. Es decir, existe y se manifiesta primero que todo
individualmente en el espíritu de sus adeptos. Es lo que los anima, los incita y los une,
impulsándolos a realizar la Institución como resultante de sus mancomunados esfuerzos.
La esencia de la Institución es, pues, aquel mágico poder o la fuerza atractiva que junta
los esfuerzos aislados en un común Ideal. En una Palabra, es el estandarte o signo de
reconocimiento que constituye el Verbo o Logos, Centro o Altar de la Logia; es decir,
del esfuerzo constructor que se manifiesta con la cooperación de todos para realizar
dicho Verbo, Palabra o Ideal.
Así entendida, la esencia de la Masonería es efectivamente universal, y sobre ella se
basa todo esfuerzo común para la realización de un mismo, Ideal, toda actividad
constructora según un Plan uniformemente reconocido e igualmente aplicado; en una
palabra, la esencia y el fundamento de toda sociedad y de toda civilización.
Todo esfuerzo o actividad colectiva así dirigida por un Principio, Idea, Logos o Palabra,
es potencialmente una logia "masónica" o constructora, por el hecho de juntar y unir
diferentes individualidades que cooperan en dicha realización.
En cuanto a la forma exterior, tomada por dicha agrupación constructora, puede variar
indefinidamente en sus particularidades; pero, a pesar de sus variaciones, siempre habrá
unas características universales que constituyen un centro común de atracción en el que
deberán modelarse las distintas agrupaciones libremente formadas. Así, de esta libertad
inicial y fundamental nacerá espontáneamente una igualdad de formas, que se traducirá
prácticamente en una fraternidad que juntará indistintamente a cuantos constituyan
dichas agrupaciones.
Así pasamos al Reino Ideal de los Principios que constituye el oriente simbólico al cual
tienden todos los esfuerzos y aspiraciones particulares, a la individual comprensión
y establecimiento en dichos Principios que realiza el Logos, Verbo Creador o Palabra de
Unión que une a las distintas individualidades en un común esfuerzo constructor, el cual
tiende, naturalmente, a la uniformidad por la misma Unidad de los Ideales o Principios
sobre los que se funda. Así la logia simbólica queda establecida en toda su extensión,
desde el Oriente en donde tiene su origen, hasta el Occidente al que se dirigen sus
finalidades y en el cual se reponen, se concentran, se concluyen, se clausuran y se hacen
actualmente efectivos todos los esfuerzos.
87
Para formar parte de una tal agrupación es necesario ingresar en la comprensión del
Ideal, Palabra, Verbo o Lagos que la anima y constituye su Centro de Unión o
fundamento organizador. Ésta es la esencia de la iniciación.
Una vez que se establezca en dicha comprensión de los Principios, siendo tal
establecimiento fecundo en esfuerzos y resultados constructivos, el Aprendiz se
convierte naturalmente en Compañero de los que, como él, se hallan igualmente
establecidos en la comprensión constructora de un Plan o Ideal común. y cuando en esta
comprensión empieza a manifestarse como "genialidad individual" -la letra G que se
halla en medio de la Estrella de la Personalidad -ingresa en la Cámara del Medio de la
misma y realiza el Magisterio Ideal del Arte, pudiendo así ser Guía y Maestro, ya que
ha devenido más que los demás.
Aunque reunidos en una misma Logia o centro ideal común, los Aprendices,
Compañeros y Maestros que contribuyen a formarla se diferencian por el grado de
comprensión de la Palabra, Ideal o Plan de la Logia; este "grado de comprensión"
diferente es lo que hace o debería hacer y determinar la respectiva edad masónica.
Prácticamente, cada uno de estos grados tiene una palabra y signo de reconocimiento
distinto, con los cuales se reconocen entre ellos, mientras no pueden ser reconocidos por
los que todavía no alcanzaron con el grado. Pero dichas palabras y signos se
complementan y se completan, como lógicamente ha de ser por constituir distintos
grados de comprensión de la misma Idea Fundamental o Logos - esencia de la Logia.
LA UNIDAD MASONICA
88
desenvolviéndose su Alma Universal con el desenvolvimiento y la experiencia
acumulada en el conjunto de las distintas encarnaciones.
Sólo el Maestro, penetrado con el conocimiento de su génesis en la esencia eterna de la
Institución puede comprender cómo, cualesquiera que sean, hayan sido o lleguen a ser
las divisiones o distinciones aparentes en sus manifestaciones exteriores, la Masonería
no puede nunca dejar de ser una e indivisible. Si aparece dividida, sólo lo es
ilusoriamente para sus miembros: esa división no es real ni permanente, a pesar de su
actualidad.
Todo lo que pueda haber de arbitrario en distintas obediencias tendrá forzosamente una
existencia temporal y transitoria, pues las nubes nunca pueden quedarse
permanentemente delante del sol, y toda obscuridad o tiniebla tiene que ser penetrada y
vencida por la Luz. Aunque al ingresar en la Logia el Iniciado tenga que parar sus pies
entre las dos columnas - símbolo de toda división - que se hallan al Occidente, su
mirada se fijará en el Oriente, de donde viene la Luz, y en esta Luz nunca la Masonería
aparecerá realmente dividida.
CONSTRUIR LA UNIDAD
89
Sin embargo, para tener derecho a esa completa autonomía e independencia y ser capaz
de realizarla y conservarla, la Logia ha de ser efectivamente justa y perfecta, en el
sentido de que deben ser lo más posible verdaderos maestros aquellos que la dirijan.
En este sentido, ha de considerarse simple la Logia formada por un solo Maestro - sea
cualquiera el número efectivo de los componentes de su tercera Cámara, - justa la que se
halla integrada por dos y perfecta la Logia en que concurren tres Maestros para dirigirla.
Entendiendo como debe entenderse la cualidad de Maestro, muy pocas son las Logias
que con todo derecho puedan llamarse simples, un número menor todavía las que
pueden decirse casi justas, y en cuanto a las Logias perfectas, podemos compararlas a la
misteriosa ave Fénix de la antigüedad, de cuya existencia nadie dudaba, pero que pocos
ojos podían afirmar haberla visto realmente.
Aunque sea dado a muy pocos masones ver una Logia realmente justa y perfecta,
porque acaso no haya tal vez más que una sola en toda la superficie de la tierra que esté
integrada por tres Maestros, toda Logia puede y debe acercarse a la cualidad de tal,
esforzándose en hacer sus trabajos verdaderos y efectivos para la realización de las
finalidades de la Institución, de la cual cada Logia es legítima representante.
Por consiguiente, la construcción de la unidad de la Institución se resuelve en la
construcción de la perfecta unidad masónica que la representa: formar Logias realmente
simples, uno de cuyos componentes esté efectivamente animado por el .espíritu
hirámico, con la esperanza de que lleguen a ser un día justas y perfectas. He aquí la
única manera en que se puede realmente contribuir a la Unidad y Unificación de la
Masonería Universal, que depende de las Logias particulares más bien que de los
organismos en los cuales y bajo los cuales crean éstas conveniente reunirse y agregarse.
Las Logias que se sienten en sí mismas verdaderas y legítimas representantes de la
Institución no necesitan tutela, y para ellas la carta patente y el reconocimiento de
determinados Altos Cuerpos es cosa de secundaria importancia; se hallan perfectamente
libres, en la Soberanía de su Magisterio, de aceptar o no aceptar una particular
Autoridad exterior .
No puede decirse lo mismo de aquellas Logias en las que no haya tampoco un solo
Maestro entre los que la dirigen. Estas Logias necesitan tutela, en cuanto por sí mismas,
sin un reconocimiento exterior, no se sienten legítimas representantes de la Institución
y, por lo tanto, no sabrían desear, hacer, ni conservar su libertad, soberanía e
independencia.
Esto no significa que una "Logia", realmente digna de tal nombre por el hecho de estar
regida cuando menos por un Maestro, deba ser forzosamente libre y no aceptar o
reconocer ningún Alto Cuerpo o Autoridad Masónica, sino que puede serlo cuando
deba, pues de lo contrario el verdadero Iniciado prefiere en general reconocer las leyes y
someterse a las autoridades exteriores, aunque reconozca sus imperfecciones,
absteniéndose de toda insubordinación, simplemente por ser ésta un elemento de
desorden. Sin embargo, sigue conservando la más plena libertad de pensamiento y de
acción, obrando constantemente en perfecta armonía, para la afirmación de aquellos
Principios que alguna vez pueden necesitar o hacer deseable una completa
independencia.
Se hace aquí necesario hacer hincapié en el hecho de que una Logia se constituye
únicamente "por la libre y espontánea voluntad" de los que la forman. Por razones y
consideraciones exteriores es conveniente solicitar previamente o pedir después la carta
patente y el reconocimiento de determinado Alto Cuerpo que se considere en aquella
90
Jurisdicción el legítimo representante de la Institución. Pero éstos se hallan
subordinados a la libre voluntad de los que constituyen la Logia o la dirigen, en virtud
del derecho inherente en el Magisterio Masónico, cuyo libre ejercicio ningún verdadero
Masón puede nunca contestar .
Es, pues, legítimo y deseable que las Logias se confederen y se unan entre sí, para
formar Altos Cuerpos de diferente denominación, a los cuales pueden delegar y
reconocer parte de su autoridad y derechos: la Autoridad y los derechos indispensables
para hacer efectiva la organización de éstos. Pero debe considerarse un abuso de esta
autoridad y de estos derechos el de legislar, juzgar o excomulgar por cuenta de otras
Logias que tienen el mismo derecho de aceptar o no tal autoridad. Tampoco es legítimo
para estos Altos Cuerpos prohibir a los miembros y Logias de su Obediencia toda
relación con las Logias que no reconozcan tal Obediencia, así como negar el derecho de
visita a los miembros de estas Logias considerándolos irregulares.
Con tal conducta estos Altos Cuerpos y Logias por sí mismos se excluyen de la
Universalidad de la Institución, creando barreras y divisiones arbitrarias en su Unidad
Indivisible.
Toda Logia, de cualquier manera constituida por Maestros Masones - que así ejercen el
derecho libre y soberano que ninguno contestó antes de 1717, - puede y debe
considerarse legítima y regular representante de la Institución, con la única condición de
que observe sus Leyes y Reglas Tradicionales, universalmente reconocidas.
No puede decirse lo mismo de las Grandes Logias y Altos Cuerpos Masónicos, pues sus
derechos y la autoridad que ejercen se hallan subordinados a los de las unidades
masónicas que los constituyen o contribuyen a formarlos: su legitimidad y regularidad
son las que las Logias en particular y la Masonería Universal les reconocen.
91
Este Landmark, que universalmente hace reconocer como tal, en el pleno goce de sus
derechos, al Maestro Masón que recibió tal investidura en la Soberanía de la Tercera
Cámara de una Logia justa y perfecta, es otro elemento necesario para reconstruir la
unidad de nuestra Institución, en armonía con los Planes del Gran Arquitecto, cuya
individual comprensión constituye la verdadera realeza del Magisterio.
DISCIPLINA Y LIBERTAD
El Gobierno de la Orden ha de ser libre disciplina y disciplinada libertad. Son éstas las
dos columnas o Principios sobre las cuales únicamente puede formarse y descansar el
Gobierno del Magisterio.
92
La disciplina masónica nunca debe ser impuesta, sino siempre libremente reconocida y
aceptada. Como la Masonería tiene por objeto fundamental el de formar hombres
verdaderamente libres, toda imposición de cualquiera naturaleza viola ese Principio, y
nunca puede considerarse como base de su disciplina, que es reconocimiento y
enseñanza progresiva de la Verdad y de la Virtud.
Indudablemente, la libertad ha de ser disciplinada, dado que se aprende por medio del
estudio de la Verdad y se realiza con la práctica de la Virtud. La Libertad Masónica es,
pues, consecuencia de la Disciplina Masónica, entendida como escuela de la Verdad y
de la Virtud, y no tiene nada que ver con la licencia profana, que es, en realidad aquella
esclavitud del Vicio y del Error que hace necesarios los vínculos exteriores.
La libre disciplina de la Masonería y la libertad disciplinada que en la misma se
consiguen, deben ser bien entendidas y realizadas por los Maestros; sin ellas ninguno
puede ser digno de tal nombre, en cuanto en virtud de ellas se convierte en más que los
demás.
Adquirir estas cualidades es devenir verdadero Maestro, subyugando los errores, vicios
y vínculos de la personalidad a la comprensión virtuosa de la Individualidad, que
encuentra en la realeza de su Ser la Suprema Verdad y la más perfecta Libertad.
Armonizar, pues, en el Poder Soberano del Amor, la más perfecta disciplina con la más
plena libertad he aquí el ideal hacia el cual deben esforzarse constantemente los que
quieran ser realmente Maestros en nuestra Institución. El Arco del Magisterio,
levantado por la Libre Masonería, nunca pudiera realizarse y cubrir dignamente el
Edificio simbólico de la Orden sin el concurso de estas dos cualidades que mutuamente
se complementan, interpretando en su significado moral las dos Columnas que se hallan
al ingreso del Templo de la Verdad y de la Virtud.
Que lo sepa y recuerde siempre quien desea hacer una útil y provechosa Labor
Masónica, sobreponiendo constantemente el compás de la Libertad más iluminada y
comprensiva a la justa y perfecta Disciplina de la escuadra.
LA "GRAN LOGIA"
Antes de 1717 la denominación de Gran Logia fue tomada ocasionalmente por alguna
Logia particular que, por su preeminencia, quiso distinguirse de las demás. También
después, en 1725, asumió este título la Logia de York, a pesar de que no tuviera ningún
otro Taller bajo su obediencia.
Pero desde el principio del siglo XVIII, con la fundación de la Gran Logia de Inglaterra,
esta denominación puede considerarse propia de toda agrupación de Logias, que en esta
forma se dan y se reconocen un gobierno, una disciplina y una obediencia comunes.
La primera Gran Logia en este sentido fue originariamente la simple unión o asamblea
de los miembros componentes de las cuatro Logias que, en esta unión, buscaron el
medio de salvarse de una completa disolución. Sin embargo, es indudable que la fortuna
del nuevo organismo - que fue como la semilla de la cual brotó y se ha desarrollado la
Masonería en su forma actual- no se debió menos a los Principios Ideales de los cuales
se hizo promulgador, que al simple hecho de la unión y del reconocimiento
complementario de un Gobierno o Autoridad Central, personificada en el Gran Maestro,
la cual tanto puede favorecer como obstaculizar el progreso de la Institución.
Desde entonces, a semejanza de las Logias, las Grandes Logias se multiplicaron en
todos los países, formándose una Gran Logia cuando menos en cada nación o estado.
Esta agrupación de las Logias en Grandes Logias, benéfica por el hecho de la unión que
así se estrecha y se fomenta entre sus componentes, presenta el inconveniente de que
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alguna vez este Gobierno Central puede usurpar los derechos de las Logias particulares
y legislar en nombre de la Institución, con definiciones y limitaciones arbitrarias que
revelan la incomprensión de sus verdaderas finalidades y hasta patentizan la ignorancia
de quienes las dirigen.
Así, en varias jurisdicciones, esta unión - que debería ser, según lo dejamos dicho, "libre
disciplina y disciplinada libertad" - puede llegar a ser verdadera sujeción, cuyas cadenas
remacha con juramento de fidelidad a leyes, reglamentos y definiciones en parte
arbitrarias, aislándose así y excluyéndose la agrupación de la Universalidad de la
Institución, de la cual cesa de ser legítima representante, a pesar de que se crea con
derecho de juzgar y excomulgar en su nombre a los Masones y Logias que no reconocen
la autoridad así usurpada y las limitaciones de las que exige la observancia.
Doble consecuencia de la manifiesta irregularidad de tal procedimiento - pues como
toda Logia es en principio una legítima representante de la Institución, ningún grupo o
agrupación de Logias tiene el derecho de legislar arbitrariamente sobre las demás - ha
sido y es la división de la Masonería en una misma Jurisdicción; así como la falta de
universal reconocimiento entre organizaciones y autoridades masónicas de distintas
jurisdicciones y países.
Sin embargo, si este "reconocimiento universal" no es siempre posible actualmente
entre las agrupaciones de Logias - por las mismas limitaciones que ellas se han
impuesto y lo condicionan, - es posible y necesario entre las Logias y Masones en
particular de cualquiera Oriente o país, realizándose así prácticamente doquiera aquella
Fraternidad Universal, que nace del reconocimiento de la igualdad de derechos y de la
libertad individual de los errores y prejuicios.
94
sí mismo será suficiente en asegurarle la más perfecta disciplina en la más plena
libertad.
¡Que cada Gran Oriente sea realmente un Gran Oriente: un Luminar y Manantial de
aquella Luz Masónica o constructora que continuamente buscamos en todas nuestras
tenidas! La función del Oriente es, pues, la de orientar, iluminar y dirigir nuestros pasos
hacia la Luz, nuestros esfuerzos en dirección de la Verdad y de la Virtud. Si ésta es la
función y el deber del simple Oriente de una Logia, con más razón el Gran Oriente, que
aspira a dirigir constructivamente los esfuerzos de diferentes Talleres, ha de ser
realmente un Centro de Luz, un Sol que se levanta en toda su fuerza y brilla
manifestando el Verbo Creador de un verdadero Maestro entre Maestros.
¡Que cada Federación sea una Alianza, un pacto de unión sellado entre las Logias que la
componen, y realice el significado de la mística cuerda con nudos que se desenlaza
por encima de las doce columnas de nuestros Templos!
¡Que de este Pacto, de esta libre unión entre iguales se manifieste una verdadera
Fraternidad fundada sobre la más plena y completa libertad de sus componentes, y que
esta unión se extienda indistintamente a todos los Masones, Logias, Grandes Logias y
Organizaciones Masónicas establecidas y esparcidas sobre toda la superficie de la tierra!
La organización masónica del porvenir no puede, pues, surgir sino de la cooperación y
de los esfuerzos constructivos y unitivos de todas las organizaciones masónicas
actualmente existentes.
EL "CEMENTO" DE LA UNION
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impersonalmente,-- como los verdaderos Maestros - en esta Obra que los Maestros
dirigen ya la cual todos, indistintamente, en su calidad de masones, han sido llamados.
Los verdaderos Maestros aparecerán cuando será necesario, para dar los últimos toques
a los materiales labrados y esparcir sobre ellos, con la Llama del Amor, el Cemento que
hace la Unión permanente y verdadera.
UNIVERSAL RECONOCIMIENTO
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A los Masones ya las Logias que objetan que las Organizaciones Masónicas a las cuales
pertenecen les prohiben y les impiden hacerlo, como sería su más grande y verdadero
deseo, les preguntamos si la libertad, además de ser la primera condición para ser
admitido en la Institución, no es también su primer propósito y Suprema Finalidad; y
los invitamos a reflexionar si tiene más valor su calidad de miembros de la Masonería
Universal o la de miembros de aquella particular Organización Masónica, y si tiene ésta
el derecho de impedirles la práctica de un deber implícito en su categoría de masón, por
encima de toda organización u obediencia.
Es, pues, uno de los landmarks más fundamentales e inamovibles de la Institución el
que todo masón debe ser reconocido como tal en todo el Universo y por cualquiera
otro masón u organización masónica. El derecho de visita en cualquiera asamblea de la
Fraternidad - con la única condición de que tenga el grado correspondiente y se haga
reconocer que la posee legítimamente - es una consecuencia de este reconocimiento
universal que la Masonería impone a todos sus miembros indistintamente, y para el
cual se adoptaron los medios de reconocimiento.
Es, pues, siempre posible reconocer la cualidad, real de masón del que posea los signos
y palabras correspondientes, y reconocer si realmente ha tomado parte en trabajos
masónicos, así como la calidad y naturaleza de estos trabajos; y es muy raro el caso en
el cual un masón auténtico esté desprovisto enteramente de todo documento que
patentice la legítima posesión de los signos y palabras de su grado.
Finalmente debe decirse que cualquiera Gran Logia u Organización Masónica, por
autocrática que sea, siempre debe ser, en alguna forma, el exponente de sus miembros.
Así, pues, si éstos, obrando según su conciencia, se alejan de un reglamento basado
sobre una comprensión imperfecta de la verdadera naturaleza de la Orden - también si
aquel reglamento está sancionado por juramentos, que por esta misma razón carecen de
valor masónico, aunque sigan teniendo un valor individual - para observar uno de los
Principios Fundamentales e Inmutables de la Masonería Universal, ninguno puede
realmente condenarlos; y así obrando cooperan a que dichos errores y prejuicios sean
- como han de serlo - definitivamente superados.
Es, pues, cierto que el reconocimiento universal es una absoluta necesidad para la
efectiva Unidad Universal de la Institución, y como ésta forma parte del Plan del Gran
Arquitecto, podemos profetizar con toda seguridad, su más tarde o temprano seguro
advenimiento.
Este reconocimiento universal entre todas las Logias, Obediencias y Ritos, incluidos los
que se han considerado hasta ahora como "irregulares" - definición inconsistente, que
puede encontrar -su lugar en una forma de fanatismo sectario, pero que debería
excluirse por completo de la Masonería que aspira a ser integrada por "hombres libres"
y a formarlos, - nos enfrenta con la realidad de la Co-masonería, y consecuentemente
con el problema de la admisión de la mujer en los trabajos masónicos.
Ante todo, ¿puede realmente definirse como irregularidad el hecho de seguir Reglas en
algo distintas especialmente de las que sigue quien así la define con incontestable
arbitrio a base de su propia regla? ¿No sería más bien la irregularidad una ausencia de
reglas que una regla que se diferencia en algo de la corrientemente admitida y
acostumbrada ?
Puede decirse que con esta definición se echaría abajo todo el Edificio Masónico. Pero
se trata de una ilusión, igual a la que hace tachar de "irregularidad" una regla
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simplemente distinta y que bien puede ser mejor que la que seguimos, pues, con
respecto a ésta, la que llamamos regularidad puede ser la verdadera irregularidad.
El Edificio Masónico tiene una base espiritual demasiado profunda y permanente, para
que pueda echarse abajo por el simple abandono de una regla que puede ser útil,
necesaria y conveniente durante un período determinado, pero que andando el tiempo se
hace inevitablemente (como toda cosa que persiste a su real necesidad) una superstición,
es decir, un obstáculo para el progreso, que, como tal, ha de ser una continua
superación.
Muy lejos de desear - como nuestra obra lo demuestra- una ruptura y el abandono de las
Tradiciones y Reglas que representan el precioso legado del pasado, nos esforzamos,
por el contrario, en que sean mejor conocidas e interpretadas.
La Masonería se halla muy bien representada en aquel dios de la antigüedad del cual
hemos hablado en la Primera Parte del "Manual del Aprendiz". Este dios que, además
de presidir sobre la iniciación, se ponía en efigie sobre aquellos términos o linderos
materiales de los cuales tomaron su nombre los landmarks de nuestra Institución, tenía
dos caras que se consideraban vueltas constantemente al pasado y al porvenir .
Así ha de ser - y es realmente - nuestra Augusta Sociedad y sus mismos landmarks.
Basándose aquélla como éstos en la Tradición del Pasado, sobre la cual fija
constantemente una de sus dos caras, debe tener igualmente la otra fija en el porvenir,
para saberse enfrentar y corresponder dignamente con su presente .tarea, sacando
provecho del primero y preparando y anticipando al segundo.
Esto debe hacerse para aquel pretendido landmark que, según algunos, excluye
terminantemente a la mujer de la Masonería. ¿Es un landmark real o ficticio, transitorio
o permanente? Sepamos juzgar de ello, con el necesario discernimiento, igualmente a la
luz del pasado, del presente y del porvenir.
¿Fue siempre excluida la mujer de la iniciación que constituye la característica
fundamental de la Masonería ?
La tradición iniciática nos dice lo contrario, por cuanto en los Antiguos Misterios de
Grecia y de Egipto fue casi siempre admitida a la par con el hombre. Un atento estudio
histórico hecho sobre el asunto podría llevar a la luz hechos y conclusiones muy
interesantes sobre este punto.
Es cierto, por otro lado, que no fue costumbre de las Corporaciones de Canteros y
Constructores de la Edad Media - como no lo fue de los antiguos Collegia Fabrorum
y de los anteriores dionisíacos - admitir en su seno a las mujeres, por la manifiesta razón
del trabajo o actividad material a la cual se dedicaban. y en cuanto a la admisión de la
mujer en los principios renovados de la Masonería como Institución Moderna - a raíz de
la Declaración de Principios de la Gran Logia de Inglaterra, - hicieron doble obstáculo
el hecho de haber sido derivada directamente de estas corporaciones, en un primer
tiempo, y, en un segundo, las violentas persecuciones de las cuales fue objeto nuestra
Sociedad en casi todos los países y que en algunos no han cesado todavía (11). Si el
hombre podía desafiar el peligro de pertenecer a una sociedad prohibida, no se podía
admitir a la mujer en iguales condiciones.
Pero las tentativas de admitir a la mujer no han cesado: el Rito Adopción, constituí do e
instituido expresamente para la mujer, desde la primera mitad del siglo XVIII
es una prueba de este deseo, que debía traducirse en una final inestabilidad. Sin
embargo, las puerilidades e innovaciones de este Rito, que ha de considerarse más bien
como una contrahechura que como verdadera Masonería, le impidieron, a pesar del
patronaje oficial de la Masonería Francesa, alcanzar el éxito universal que sus
fundadores tal vez esperaban.
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Otros ritos, entre los cuales se cuenta la pretendida Masonería Egipcia de Cagliostro,
abrieron igualmente sus puertas a la mujer. Pero su definitiva admisión no debía
verificarse sino más tarde, con la creación de la Masonería mixta llamada "El derecho
humano", cuya primera Logia se fundó en París en 1893, a raíz de la iniciación, en una
Logia masculina (excomulgada por este hecho), once años antes, de mademoiselle
Deraismes.
Esta Organización universal, a la cual difícilmente pudiera negársele el nombre de
masónica, cuenta en la actualidad con centenares de Talleres simbólicos y Cámaras
superiores. Es, pues, un hecho incontestable y se hace necesario su reconocimiento por
la Masonería Oficial, ya sea en vista de la Unificación de la Masonería, ya sea por el
hecho de que actualmente, si puede y debe disciplinarse según cada Jurisdicción lo
estime conveniente, ya no puede negársele a la mujer la participación en la Gran Obra
realizada por nuestra Institución.
Volviendo al sujeto de los landmarks, sobre los cuales hemos hablado hasta ahora
ocasionalmente y que se consideran como principios fundamentales inmutables de
nuestra Institución, es nuestro deber, como Maestros Masones perfectamente
conscientes en nuestra misión privilegiada de profetizar y preparar el porvenir de la
Masonería, considerar primeramente, si es que la Masonería está basada sobre los
landmarks o si es que los landmarks están basados sobre la Masonería.
La diferencia es esencial, y no consiste en un mero juego de palabras, pues en el primer
caso es la letra la que cuenta y tiene una importancia soberana, limitando si es necesario
las posibilidades del espíritu. En el segundo el espíritu es lo que tiene realmente
importancia, y en cuanto a la letra, puede y debe conformarse con aquel.
Estimamos que a cada Masón debe dejárselo en la más plena libertad de aceptar la una o
la otra de estas dos acepciones, según su propio discernimiento le indica. Sin embargo,
esta elección determinará su conducta y lo pondrá, según lo ha elegido, en el campo
rígidamente conservador o bien en el campo progresista de la Masonería.
Aunque la actitud de los .primeros sea necesaria para poner un freno y contrabalancear
en cierta manera los excesos a los cuales pueden ser y son muchas veces llevados los
segundos, como aquí se trata esencialmente de preparar el futuro, nos dirigimos
especialmente a estos últimos, que mejor podrán entendemos.
Para nosotros, la esencia y los fundamentos de la Masonería son espirituales. No
consisten, pues, exactamente en determinados principios expresados con palabras, sino
que éstos pueden igualmente manifestar como limitar, por el hecho de revelarlos y
fijarlos en palabras, la esencia y los cimientos exquisitamente espirituales de la
Institución.
En otras palabras, la esencia real de los landmarks nos parece muy bien representada
por la figura del dios Jano que a los mismos preside: los principios espirituales que
los constituyen son eternos e invariables, como el mismo dios, cuyas dos caras
representan un solo y' único ser; pero, en cuanto a su expresión exterior, puede variar y
varía continuamente, de edad en edad, según la comprensión de los hombres y el
espíritu dominante en cada época.
Así, pues, mientras no ponemos en duda que la Masonería esté basada sobre ciertos
principios fundamentales e inmutables, que es deber y privilegio del Maestro Masón
estudiar y reconocer, y sin los cuales la Masonería cesaría de ser tal, no creemos que
puedan y deban éstos necesariamente identificarse en su letra con los que se nos han
transmitido, cuya legitimidad, además, puede ser y ha sido muchas veces discutida.
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LEYES "NO ESCRITAS"
LIBRE INTERPRETACION
100
siempre la Masonería, y sobre los mismos se fundamentará siempre: según lo
entendemos, podemos cooperar en la construcción de la unidad masónica y preparar el
porvenir de la Asociación que nos acoge entre sus Columnas.
Todo landmark real ha de tener el carácter de la Verdad, es decir, debe probarse por sí
mismo y no imponerse como una creencia. De la misma manera que probamos y
comprobamos la Ley de gravedad, así hemos de probar y comprobar la efectividad de
los landmarks, para no confundir entre los mismos también los errores y las falsas
interpretaciones, prejuicios y supersticiones del pasado.
La Verdad se distingue, pues, por su consistencia y durabilidad, que es la que la
diferencia del error y de la ilusión: ha de ser tal en todos los tiempos y por ello
universalmente aceptable y aceptada.
Por esta razón, sólo en el grado de Maestro podemos ocupamos de los landmarks:
únicamente los Maestros están en condición de interpretarlos y juzgar de ellos. Los
Aprendices y Compañeros tienen que contentarse con los Principios, Reglas y Leyes
que se les dan exteriormente, como una guía necesaria, hasta que no hayan crecido hasta
el punto de encontrar en sí mismos las Reglas, Leyes y principios Universales no
escritos de la Institución.
GOBIERNO DE LA INSTITUCION
101
El Primer Vigilante, que se sienta al Occidente, ha de vigilar que esta luz sea recogida y
aplicada en el mundo material, es decir, debe cuidar sobre todo de la aplicación
práctica de los principios que se reconocen en el Oriente o estado oriental de la
conciencia. Su función es, pues, deductiva, cualidad esta dominante en el segundo grado
masónico, mientras la inducción predomina en el primero (representado por el Segundo
Vigilante) y la inspiración en el tercero.
En cuanto al Segundo Vigilante, que se sienta al Sur, su función es la de velar por la
armonía entre la Inspiración que proviene del Oriente y la deducción y aplicación de
los Principios que se realiza en el Occidente. Debe ser, pues, un constante elemento de
unión que armoniza en la Conciencia las dos funciones de la Inteligencia y de la
Voluntad, representadas por los dos primeros.
Podemos ahora entender con más claridad cuál ha de ser la función complementaria de
los cuatro oficiales administrativos.
La función principal del Secretario es la de trazar las planchas y cuidar los archivos de
la Logia. En éstos deben incluirse las entradas del tesoro y los gastos que se deliberen
en la Logia o en el Consejo de las Luces. En otras palabras, su función es la de grabar o
escribir aquello de que se habla.
Análoga e inversa es la tarea del Orador, cuya función consiste en hablar de lo que se ha
grabado o escrito. Por esta razón se confían especialmente a su custodia las leyes y
reglas escritas, siendo su función recordarlas y armonizarlas con las que no están
escritas y que provienen de las Luces, principalmente del Oriente.
El Tesorero recoge y custodia las entradas del tesoro y provee para los gastos, llevando
cuenta exacta de todo.
Su función se halla subordinada, igual que la del Hospitalario, que lleva una análoga
cuenta y provee la Beneficencia de la Logia, a la del Secretario y del Orador, que
administran dichas cuentas en armonía con las decisiones y deliberaciones de la Logia y
del Consejo de las Luces.
102
los Maestros que representan con plenos poderes sus respectivas Logias, en cuya tercera
cámara darán cuenta de lo que en la misma Gran Logia se delibere, llevando en ésta las
decisiones de aquella.
Siendo los Venerables los elegidos de los Maestros, claro está que la Gran Logia ideal
será prácticamente un Consejo de Venerables (o bien un Consejo de Past Masters), en el
cual - como en la Tercera Cámara de una Logia - únicamente descansa su soberanía.
EL GRAN MAESTRO
Así como el Presidente de una Logia es el Maestro elegido entre los Maestros que la
componen, así también el Presidente de la Gran Logia será el Gran Maestro elegido
entre los Maestros Venerables que componen la misma.
Será, pues, el Venerable de una Logia (o bien uno de sus Past Masters) que sea
reconocido digno y elegido por los demás, el que presida el Consejo, perdiendo con este
hecho la presidencia de su Logia para asumir la de la Gran Logia.
En esta forma sencilla, de una Gran Logia formada por el Consejo de los Venerables o
Past Masters de cualquier Gran Oriente - o sea de aquel Oriente en el cual haya el
número suficiente de Logias para construirla, - cuyo Gran Maestro es simplemente el
elegido entre los que han sido Venerables, con los cuales obra en pleno acuerdo y
armonía, serían eliminados más fácilmente muchos abusos que hoy se lamentan, entre
los cuales la centralización excesiva y autoritaria de los poderes y el hecho fundamental
de que muy pocos son los organismos masónicos actualmente existentes que realmente
representen las aspiraciones y deseos de las Logias que los componen.
En cuanto a las Logias que se encuentran aisladas o en reducido número en
determinados Orientes, quedarían en su facultad de permanecer libres o adherirse a la
Gran Logia formada por aquellas Logias con las cuales tengan más cercanas relaciones,
entre las cuales podrían elegir su representante.
Los poderes y prerrogativas del Gran Maestro pueden seguir siendo los que indican los
landmarks generalmente reconocidos, pues la vigilancia del Consejo - con el cual
debería siempre obrar en armonía - excluye los abusos.
Sin embargo, debe exceptuarse el derecho de conceder dispensas, que ya no tienen
razón de ser, de fundar Logias, que es un derecho que compete a todos los Maestros, y
de abatirlas, porque sería un abuso. Únicamente la casi unanimidad de los demás
miembros del Consejo podría decretar la no legitimidad de una Logia determinada y,
consecuentemente, no reconocerla y excluirla de la Gran Logia, por razones reales y
evidentes para todos.
Considerándose al Gran Maestro como el primero entre los Venerables, su autoridad
debería ser especialmente moral, educativa y representativa, con el consiguiente derecho
de presidir cualquiera asamblea de la Fraternidad, recibiendo en sus manos el m:. de los
Vven:. de las Logias de su Jurisdicción, además del de convocar y presidir las tenidas de
la Gran Logia, de instituir Logias de ocasión y de hacer en éstas masones a la vista, es
decir, sin necesidad de las pruebas de la iniciación, y conferir grados antes que haya
transcurrido el tiempo necesario, bajo la petición o con el consentimiento de las
respectivas Logias a que pertenecen.
Los demás Dignatarios o Altos Funcionarios de la Gran Logia, pueden ser los siete
correspondientes a aquellos de que hemos hablado y que en una Logia ordinaria
presiden a su Gobierno y Administración. El número de siete Logias debe, pues,
103
considerarse como mínimo para formar una Gran Logia en un determinado Oriente:
cuando hay menos de siete Logias puede muy bien formarse un Consejo de Venerables,
pero no una Gran Logia.
Tres de estos Dignatarios, por su especial importancia, actividad y función
representativa, el Gran Maestro, el Gran Secretario y el Gran Tesorero, deben siempre
retribuirse o gratificarse con una cantidad mensual fijada por la Gran Logia,
proporcionalmente a sus ingresos, sin excederse nunca, en el total de las retribuciones,
la mitad de dichos ingresos, siendo la otra mitad destinada a los gastos en beneficio de
la Orden o de la agrupación que sancione el Consejo.
En cuanto a la contribución de las Logias particulares a los gastos de la Gran Logia, lo
más justo y conveniente sería que éstas contribuyeran con una cuota mensual
proporcionada a sus ingresos, que los miembros de la Gran Logia fijaran
unánimemente, como por ejemplo, un diezmo sobre la totalidad de los mismos.
Con esta formación de Grandes Logias en todos los Orientes en donde haya un mínimo
de siete Logias, éstas podrían juntarse libremente, eliminándose con la vigilancia
y la cooperación de sus componentes los abusos y usurpaciones que se lamentan en los
organismos centralizadores y haciéndose una labor colectiva verdaderamente útil en
Bien de la Orden.
FEDERACIONES NACIONALES
104
aquellos Vven:. HH:. que ya desempeñaron honorablemente el cargo de Grandes
Maestros en alguna Gran Logia, pues todo nuevo cargo, grado o responsabilidad que se
le da a un Masón ha de ser, además de una nueva oportunidad de trabajo, premio y
resultado de su precedente labor para el Bien de la Institución.
CONFEDERACION UNIVERSAL
105
resumimos, como Maestros, nuestros esfuerzos en Bien de la Orden, contestando - en lo
que a ésta se refiere - a la tercera pregunta de la Esfinge.
Como Maestros, debemos, pues, compenetramos íntimamente del espíritu del Arte- en
el cual nos hemos establecido firmemente como Compañeros, después de haberlo
entendido como Aprendices, - que, lejos de aborrecer las sabias reformas, sepamos
efectivamente preverlas y prepararlas con nuestras consciente y voluntaria cooperación.
Entendiendo los landmarks según su espíritu- como leyes no escritas y fundamentos
constantes y universales de la Orden- y según su símbolo, que es el dios bifronte de
los antiguos Misterios - hoy personificado en San Juan, cuya festividad igualmente
recurre en los dos solsticios, - estaremos a la altura de la tarea que nos corresponde y,
estudiando el pasado, concentraremos en el presente nuestros esfuerzos para la
preparación del porvenir .
Nuestro deber, pues, siempre corresponde al presente, como el único punto de contacto
del círculo de nuestra existencia particular con la línea de la Eternidad, que no conoce
principio ni fin. Aprovechemos dignamente el presente, con nuestra mirada que abarca
igualmente el pasado y el porvenir, y nuestros esfuerzos no serán inútiles para el
Progreso de la Institución.
CONCLUSION
Hemos hecho lo posible para compendiar, en las páginas que preceden, la simbología,
las atribuciones, prerrogativas y deberes del grado de Maestro. Sin embargo,
únicamente hemos logrado bosquejar sumariamente la Filosofía del Magisterio, que
abarca mucho más de lo que sea posible condensar en un "Manual" de este tamaño. Por
consiguiente, el estudio que aquí se hace del Magisterio simbólico ha de ser considerado
simplemente como la introducción de dicha Filosofía, que tendrá un más completo
desarrollo en los nueve tomos siguientes de la Obra.
Se trata de un tema inmenso, inagotable en sus infinitas posibilidades, que han de ser
desarrolladas individualmente, ya que lo único que puede hacerse es fijar, sobre la base
de los símbolos que se presentan a nuestra consideración, algunas ideas radicales y
fundamentales, y sacar de la armónica combinación de las mismas las conclusiones y
aplicaciones que nos son más útiles y provechosas en nuestra actual existencia.
Aplicando los conocimientos que hemos obtenido, nuestra mente se abrirá a nuevas
ideas ya nuevas y más fecundas realizaciones.
La Filosofía Masónica debe, pues, aplicarse a la vida: sus símbolos han de ser vividos
prácticamente para devenir realidad en la Cámara del Medio de las profundidades de
nuestro ser. No de otra manera se consigue hacer operativo y fecundo, en vista del Ideal
de Perfección que queremos alcanzar, un esfuerzo que de otra manera permanecería
siempre en un plano exclusivamente especulativo y estéril. Por consiguiente, con la
visión penetrante que se consigue en la misma Cámara del Medio, hemos de ver el Plan,
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o sea la esencia interior de las cosas, y distinguir así claramente su íntima realidad de la
apariencia externa.
Sin embargo, este Plan, que proviene de nuestra percepción especulativa- que
corresponde al Mundo de los Principios Eternos y de las potencialidades latentes del
ser, - ha de ser iluminado y vivificado por el esfuerzo individual que lo realiza, y
constituye su carne y su sangre. De esta manera se consigue levantar a los muertos, o
sea las potencialidades ocultas y dormidas una vez que se hayan reconocido como tales
en espíritu.
La Luz del Nuevo Día, que los Maestros esperan en la preparación silenciosa de sus
nocturnos trabajos, necesita, pues, para que pueda aparecer, la coparticipación activa
de sus esfuerzos: el Nuevo Sol, o sea Hiram redivivo, no se levantará sin esta
conjuración de los Nueve Maestros que consiguen vivificarlo por el mágico poder de
una palabra que realiza un Nuevo Verbo, un nuevo Ideal que ilumine a los que andan y
se arrastran en las tinieblas de los sentidos.
La Masonería - que no es actualmente más que un símbolo de lo que ha de ser en
realidad - ha de dar al mundo esta mágica palabra que logre levantarlo de las tinieblas
de la ignorancia, esclareciendo y haciendo cesar para siempre la obscura noche del
materialismo que lo domina. El mundo es, pues, un muerto que duerme en la
tumba de las consideraciones materiales y necesita ser levantado por medio de una
nueva Luz de Verdad, de un nuevo Ideal animador, que únicamente los Maestros poseen
y, pueden darle. y para este fin es necesario que Hiram - el Ideal Masónico latente y
muerto en una organización puramente simbólica y exterior - sea igualmente levantado
y vivificado en la comprensión individual de sus fieles adeptos.
Los misterios, que hasta. ahora han permanecido demasiado misteriosos para los.
Masones, han de ser la mística levadura que levante y haga fermentar la masa entera de
la humanidad, para el advenimiento de una Nueva Civilización, basada sobre una más
justa interpretación y establecimiento de los Valores Espirituales, en lugar de los
materiales que hasta ahora dominan en las conciencias.
Desterrando para siempre del Templo Individual de nuestra conciencia a los tres
clásicos enemigos del Magisterio, la Masonería ha de convertirse en el Templo
Universal de la Sabiduría, levantado con el esfuerzo y la activa cooperación de los
obreros de todas las naciones, el Templo en el cual se cimente y realice la fecunda
Solidaridad de todos los pueblos y la Fraternidad de todos los hombres.
Sean los Maestros conscientes de este deber, cooperando para que se abran para la
humanidad los nuevos horizontes que han de orientarla hacia la Luz de un Nuevo Día:
hacia la Nueva Civilización más luminosa, en la cual se fijan las miradas expectantes de
todos los hombres.
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NOTAS
(1) Caín y Abel corresponden simbólicamente a los dos hermanos Asvini de la tradición
aria, los dos gemelos Cástor y Pólux, hijo de hombre el primero (y por ende mortal) y
de Dios el segundo (inmortal), o sean la Personalidad e Individualidad del hombre,
siempre asociadas la una a la otra e inseparables para su más plena, completa y perfecta
expresión. En el mito bíblico, la leyenda iniciática se halla subdividida en las dos
historias paralelas e inversas de Caín y Abel y de Esaú y Jacob, en donde el hombre de
la tierra mata primeramente a su hermano celestial, mientras éste logra después adquirir
nuevamente el derecho de precedencia que divinamente le corresponde, pero que
humanamente no se quiere reconocerle.
(2) En griego akakia, según se verá más adelante.
(3) Volveremos a insistir en lugar oportuno sobre este interesante argumento. (N. del
A.)
(4) A propósito de la palabra Yama es interesante notar que, en sánscrito, corresponde
con el nombre del dios de la muerte, indicando la muerte iniciática de los instintos, o
sea la regeneración con la cual se alcanza el Magisterio.
(5) Según la interpretación de Reghini en Le parole sacre e di passo dei primi tre gradi
massonici.
(6) Los mismos antropólogos remontan el origen de la semana al culto de los números
sagrados, aunque sin dar ninguna explicación satisfactoria sobre la razón de dicho culto
o veneración, cuya importancia sobre todo se nos hace evidente por su relación con la
Arquitectura Cósmica.
Los antiguos semitas parecen haber poseído la semana desde las épocas mas remotas,
como parte integrante de la tradición cultural, religiosa; y ellos han sido quienes la
transmitieron al Occidente Junto con el estudio de la Astrología, y al Oriente con la
religión islámica.
(7) Según las recientes observaciones astronómicas, los millones de galatías o sistemas
estelares que componen el cosmos, se van alargando y alejando continuamente los unos
de los otros en todas las direcciones.
(8) Véase "Manual del Compañero".
(9) "Los que rectamente se aplican a la filosofía tienden hacia la muerte", o sea, se
esfuerzan en ponerse en armonía con aquellos valores eternos y permanentes del Ser
que están por encima de las contingencias fenoménicas de la vida y de la muerte.
(10) Los grados filosóficos han de ser realmente tales, es decir, espirituales; en una
Logia Azul, y especialmente delante de los Aprendices y Compañeros, los que se hallan
honrados con ellos ni se distinguen exteriormente de los demás Maestros.
(11) Más bien parece haber tomado nuevo vigor, especialmente en el viejo Continente,
con el prevalecer de "totalitarismos" de distintos colores, igualmente contrarios a
nuestra institución.
(12) Del sánscrito gau, go "vaca, res" y bharati "ferre" de un primitivo sentido pastoral;
la palabra ha pasado al sentido náutico y luego al político.
(13) O bien, formar un mismo total de nueve, juntos con los tres primeros grados.
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