Meirieu-philippe-Frankenstein Educador Cap Frankenstein o El Mito de La Educación Como Fabricación
Meirieu-philippe-Frankenstein Educador Cap Frankenstein o El Mito de La Educación Como Fabricación
Meirieu-philippe-Frankenstein Educador Cap Frankenstein o El Mito de La Educación Como Fabricación
asignar palabras, sonidos o imágenes a aquello que nos ator- destacados. A veces no era gran cosa, pero bastaba para que la
menta, tan sólo para saber que no se está solo. Lascaux y el generación siguiente no fuese del todo extraña a la preceden-
canto gregoriano, el Roman de Renart y las catedrales, Rabelais te ... o para que no tuviese que redescubrirlo tardíamente por la
y Diderot, Leonardo da Vinci y Mozart, Picasso y Saint-John vía indirecta de manifestaciones folklóricas de gusto a menudo
Perse, no son más que esos elementos fijos que permiten a dudoso.
aquél que llega saber dónde está, reconocerse y «decirse». Sin Hoy, en cambio, vivimos una aceleración sin precedentes
ésas u otras referencias, lo que soy y experimento corre el ries- en la historia. De una generación a otra, el entorno cultural
go de no alcanzar nunca un nivel de expresión en que la inte- cambia radicalmente, hasta tal punto que la transmisión por
ligencia pueda apropiárselo; sin eso, yo me anularía en la ex- impregnación se ha hecho, en muchas familias, particularmen-
presión del instante, sin capacidad de pensamiento, de memo- te difícil. La oleada de imágenes televisuales es, a veces, la
ria o siquiera de lenguaje. «El nacimiento y la muerte», explica única cultura común en grupos familiares reducidos a su más
Hannah Arendt (1983, p. 1lo), «presuponen un mundo en el simple expresión: un conjunto de personas que utilizan la mis-
que no hay un movimiento constante; cuya durabilidad, por el ma nevera. A falta de nada que compartir, ni comidas, ni pre-
contrario, cuya relativa permanencia, posibilita aparecer y ocupaciones, ni intereses convergentes, ni cultura común, las
desaparecer en él; un mundo que existía antes de la llegada del relaciones entre generaciones se han «instrumentalizado», se-
individuo y que le sobrevivirá. Sin un mundo al que los hom- gún explica el sociólogo Alain Touraine; ya no se habla de
bres vienen al nacery que abandonan al morir, no habría nada veras, se intercambian servicios: «Quédate en casa a cuidar de
más que el eterno retorno, la perpetuidad inmortal de la espe- tu hermana, y tendrás el dinero de bolsillo que pides» ... «Ahí
cie humana, semejante a la perpetuidad de las otras especies tienes mi ejercicio de lengua; he hecho lo que me has pedido,
animales». con una introducción y una conclusión y sin faltas de ortogra-
Por lo demás, sin duda esa cuestión se planteaba menos fía; ahora, me pones la nota que me corresponde y quedamos
ayer, hace algunos decenios, de lo que se plantea hoy. No ha en paz. No me pidas que, además, me interese por el texto que
pasado tanto tiempo desde que las diferencias de una genera- me has hecho estudiar. Tu vida es tuya. La mía es mía. ¡Hace-
ción a otra eran mínimas; las generaciones sucesivas se super- mos tratos comerciales, no otra cosa!»
ponían unas a otras en el grado suficiente para que el vínculo En esas condiciones de aumento del desfase entre genera-
transgeneracional quedase garantizado, por decirlo así, por im- ciones y de inmolación de la transmisión cultural, encontramos
pregnación, sin que se pensara realmente en ello y sin que fuese a adolescentes «bólido» (Imbert, 1994), sin raíces ni historia,
producto de una acción ordenada y sistemática: se sabía, en las sin acceso a la palabra, dedicados por entero a satisfacer impul-
familias, qué eran la Ascensión y Pentecostés, o quiénes eran sos originales. Parte de ellos son incluso susceptibles de preci-
tales o cuales figuras públicas de los propios tiempos ... La pitarse en algún «fundamentalismo», de dejarse atrapar por
mayoría de los franceses podían decir algo sobre Robespierre algún fanatismo sin pasado ni futuro y quedar absorbidos por
y Danton, e incluso recitar algunos versos de Victor Hugo. De un ideal fusionario que les permita, por fin, existir dentro de un
todo eso se hablaba de vez en cuando durante las comidas, y grupo, encontrar una identidad colectiva por medio de la re-
eran cosas que reaparecían en las conversaciones con la fre- nuncia a cualquier búsqueda de identidad social. Los peligros
cuencia suficiente para que la transmisión se realizase rnedian- de esa deriva están tan claros ante nuestros ojos que por fuerza
te un juego sutil de evocaciones y explicaciones. También, en han de confortarnos por la convicción de que, así como somos
todas partes, se cultivaba el recuerdo del barrio o del pueblo concebidos biológicamente por los padres, y así nos construye
natales, de sus personajes típicos y de sus acontecimientos psicológicamente el entorno, nuestra condición social, por su
parte, ha de inscribirse en una historia y desarrollarse gracias mentes audaces, la mayor parte de las dificultades intelectuales
a la transmisión de una cultura. De ese modo se ve confirmada de los niños eran consideradas deficiencias mentales congéni-
la enérgica afirmación de Kant (1980, p. 34): «El hombre es el tas e incurables. Hoy, en cambio, muchos educadores se dedi-
único ser susceptible de educación. [...] El hombre no puede can precisamente a «reeducar» a aquéllos a los que en otros
hacerse hombre más que por la educación. No es más que lo tiempos se creía excluidos para siempre jamás del acceso al
que ella hace de él. Y observemos que no puede recibir esa lenguaje y a la cultura. Otros niños, víctimas de traumatismos
educación más que de otros hombres que a su vez la hayan psicológicos o sociológicos graves, no hace tanto que eran
recibido. » recluidos durante años y años sin que se intentase de veras
sacarlos adelante. Hoy, les acompañan psicólogos y educado-
res convencidos de que una acción educativa y terapéutica bien
Pigmalión, o la fortuna pedagógica de una curiosa historia llevada puede permitirles reconstruir sus equilibrios funda-
de amor mentales. Y en cuanto a aquéllos que han sufrido daños fisio-
lógicos irremediables, se les dedican cuidados atentos y se
El hombre, pues, acabamos de verlo, es «hecho» por otros. Una insiste en proponerles actividades artísticas y culturales sus-
o más personas se encargan siempre, de un modo u otro, de su ceptibles de permitirles expresar, pese a la carga de su desven-
educación. A veces, esas personas intentan hacer lo mejor que taja, su «humanitud» (Chalaguier, 1992).
saben. ¿Se les puede echar eso en cara? Más bien debería pre- En el campo escolar, la evolución es del mismo orden: así
ocuparnos el caso inverso de la indiferencia o la negligencia, como hace una veintena de años dominaba una «sociología
el pesimismo o el fatalismo. Quien tenga a su cargo la educa- deterrninista» que hacía de la escuela una máquina para la re-
ción de alguien debe poner en ello toda su energía, ha de mul- producción sistemática de las desigualdades sociales, hoy se
tiplicar las solicitaciones, ha de comunicarle los saberes y los descubren fenómenos que se denominan «efecto-maestro» o
saber hacer más elaborados, ha de equiparle cuanto más mejor «efecto-centro educativo»; claro que la posición social de los
para que, cuando deba encararse solo al mundo, pueda asumir alumnos sigue determiando en enorme medida su futuro esco-
lo mejor posible las opciones personales, profesionales o polí- lar ... pero, a igualdad de posición social, se discierne la existen-
ticas que tendrá que tomar. cia de prácticas pedagógicas y de proyectos de centros que
En el siglo XVIII se hablaba de «perfectibilidad» del hom- permiten esperar éxitos que quebranten el fatalismo (Duru-
bre. Helvétius explicaba: «la educación lo puede todo, incluso Bellat & Henriot-van Zanten, 1992).
hacer que los osos bailen». Hoy preferimos hablar de «edu- Ocurre, pues, como si la modernidad educativa se caracte-
cabilidada (Meirieu, 1984) e insistir en la necesidad de apostar rizase por el potente auge del poder del educador: mientras que
que «todos los niños pueden ser logros». Suele subrayarse que en otros tiempos había resignación ante el hecho de que las
nadie puede jamás decir de nadie: «No es inteligente, no hará cosas se hicieran de modo aleatorio, en función de la riqueza
nada», porque nadie puede jamás saber si se han probado todos del entorno del niño y de la oportunidad de lo que se fuese
los medios y métodos para que haga algo. Otros insisten en la encontrando, hoy se pretende controlar lo mejor posible los
«modificabilidad cognitiva~(Feuerstein, 1994), y con ello se procesos educativos y actuar sobre el sujeto a educar de modo
enfrentan a las comodidades de una «psicología de las dotes» coherente, concertado y sistemático... para su máximo bien. Se
que da explicación a todo y justifica, a bajo precio, lapasividad, sabe, hoy más que nunca, la importancia que tiene la educación
el fatalismo, incluso la incompetencia del educador. para el destino de las personas y el futuro del mundo, y no
Recordemos que hace menos de un siglo, pese a algunas queremos abandonar un asunto tan importante al azar. El edu-
cador moderno aplica todas sus energías y toda su inteligencia por su madre, su tía y sus compañeros, que sus profesores le
a una tarea que juzga al mismo tiempo posible (gracias a los vean como un buen alumno. Y Pagnol escribe (p. 76): «Desde
saberes educativos ahora estabilizados) y extraordinaria (por- que losprofesores empezaron a tratarle como un buen alumno,
que afecta a lo más valioso que tenemos: el hombre). El edu- se convirtió de veras en uno: para que la gente merezca nues-
cador moderno quiere hacer del hombre una obra, su obra. tra confianza, hay que empezarpor dársela». Pero, claro está,
Y su optimismo voluntarista se ve, ahí, sostenido por el también es cierto al revés, y cada cual ha podido comprobarlo
resultado de trabajos que confirman ampliamente la influencia por sí mismo: hay, como decía Alain, «un modo de preguntar
considerable que un individuo puede tener sobre sus semejan- que mata la buena respuesta»; tenemos a aquél del que no se
tes tan sólo por la mirada que les aplica: los psicólogos y los espera nada bueno y que se abandona a lo peor; o está aquél del
psicólogos sociales destacan, en efecto, lo que denominan «efec- que se dice: «Ese chico no es inteligente» y, para no desauto-
to expectativa»; subrayan hasta qué punto la imagen que pode- rizar una opinión tan sentenciosamente formulada, o tan sólo
mos formarnos de alguien, y que le damos a conocer, a veces porque no se siente apoyado en los esfuerzos que intenta, se
sin darnos cuenta, determina los resultados que se obtienen de considera obligado a hacer que se cumpla la predicción (Alain,
él y de su evolución. Rosenthal y Jacobson (1980), en una obra pp. 52 SS.).
que tuvo gran resonancia, explican que si a unos enseñantes se He ahí, pues, al educador muy lejos de la impotencia a la
les dice que tales alumnos tienen grandes capacidades intelec- que a veces se le ha pretendido condenar. He ahí que es capaz
tuales, todas las posibilidades están a favor de que obtengan de de identificar las situaciones que permiten «hacer un hombre».
ellos resultados excelentes, porque, convencidos de esas capa- He ahí, incluso, que puede conseguir que se cumplan sus pro-
cidades, esos enseñantes se dirigirán a esos alumnos de un pias predicciones por la sola fuerza de su mirada, por la atrac-
modo diferente, con una actitud particularmente benévola sus- ción intrínseca de sus convicciones. No sorprende, pues, que,
ceptible de hacerles entrar en confianza gracias al respaldo a para describir el fenómeno del «efecto expectativa», Rosenthal
sus esfuerzos y a la atribución de sus dificultades o fracasos a y Jacobson recurriesen al mito de Pigmalión y titulasen su obra,
flaquezas pasajeras fácilmente superables. Otros estudios ex- precisamente, Pygmalión en la escuela.
ponen incluso que los enseñantes, cuando í-orrijan los ejerci- La modernidad, en ese punto, se adscribe, y trata de reali-
cios de esos alumnos, cribarán los errores mediante una espe- zarlo a gran escala, a un proyecto que la mitología griega nos
cie de censura con objeto de que el resultado no desmienta las ofrecía ya, de forma arquetípica, en la historia de Pigmalión.
certidumbres que tienen a su respecto (Noizet & Caverni, 1978). Pigmalión, nos cuenta Ovidio en Las metamorfosis, es un es-
Se habla, en consecuencia, de «predicción creativa» e incluso cultor taciturno, quizá incluso algo misántropo, que vive solo
de <<autorrealizaciónde profecías», aludiéndose con ello al con- y consagra toda su energía a la elaboración de una estatua de
siderable poder de atracción del maestro que, decretando que marfil que representa a una mujer tan hermosa «que no podía
tal alumno es un «buen alumno» y comportándose con él como deber su belleza a la naturaleza». Una vez terminada su obra,
si fuese tal, lo induce a modificar el comportamiento para mos- Pigmalión se comporta con su estatua de un modo extraño: «la
trarse digno de la imagen que se tiene de él. La literatura, por besa e imagina que sus besos le son devueltos», le pone las
lo demás, nos proporciona ejemplos de ese fenómeno, como en mejores ropas, la colma de regalos y de joyas, y por la noche se
esa narración de Marcel Pagnol(1988) en la que Lagneau, un acuesta junto a ella. Venus, la diosa del amor, que pasaba por
mal estudiante peculiarmente reacio a la institución escolar y ahí con ocasión de unas fiestas en su honor, se conmovió ante
aterrado por un padre que quiere de todas todas que triunfe en ese extraño cuadro y accedió a la petición de Pigmalión: dio
la escuela, logra, gracias a una serie de estratagemas ideadas vida a la estatua, la cual, de ese modo, pudo convertirse en la
mujer del escultor ... Dejemos de lado a 'Venus,que ahíhace que se podría detectar ahí algo así como un proyecto fundacional,
se cumpla el anhelo del escultor, y quedémonos con el nudo de una intención primera de hacer del otro una obra propia, una
la historia, una extraña historia de amor y de poder: un hombre obra viva que devuelva a su creador la imagen de una perfec-
consagra toda su energía, toda su inteligencia, a «hacer» una ción soñada con la que poder mantener una relación amorosa
mujer, una mujer que ciertamente es obra suya y que sale tan sin ninguna alteridad y consumada en una transparencia com-
conseguida que él quiere como sea infundirle la vida. pleta. Amar la propia obra es amarse a sí mismo porque se es
El Pigmalión de Ovidio tendrá una larga descendencia li- el autor, y es también amar a otro ser que no hay peligro que
teraria. El propio Rousseau adaptó la historia en una «escena escape, puesto que uno mismo se ha adueñado de su fabrica-
lírica» de gran éxito en su tiempo. El texto, escrito en 1762, iba ción. Esa creación, claro está, es una aventura dolorosa cuyas
acompañado de música y se interpretó en Lyon y en París, etapas se corresponden, probablemente, con los distintos mo-
donde, según las gacetas de la época, «la concurrencia de pú- vimientos musicales de la «escena lírica» de Rousseau: ada-
blico fue prodigiosa». Vemos ahí a un escultor que, frente auna gio, allegro vivace, andante, largo, scherzo... Obstinación en
de sus estatuas, expresa, ante su creación, una multitud de sen- esmerarse para que la obra sea lo más lograda posible, cólera
timientos contradictorios: desaliento y postración cuando cons- ante la resistencia del otro y la lentitud de sus progresos, apa-
tata que su obra «no es más que piedra», febrilidad cuando cae sionamiento cuando las cosas empiezan a desbloquearse y se
presa del deseo desbordante de llegar más allá de la sola fabri- siente que se está cerca del éxito, desaliento cuando se descu-
cación material, pánico cuando se da cuenta del sentido oculto bre que, a fin de cuentas, no se ha conseguido nada, tristeza en
de sus propias intenciones, orgullo inmenso por haber logrado las expansiones sobre el propio destino, entusiasmo cuando se
un producto tan hermoso «que supera todo lo que existe en la expone el proyecto a quienes se quiere convencer, inquietud de
naturaleza y rivaliza con la obra de los dioses», entusiasmo y no estar a la altura de la tarea, serenidad al reemprender tran-
fascinación cuando admite «que no se cansa de admirar su quilamente el trabajo ... y «éxtasis», a veces, cuando el otro
obra, que se embriaga de amor propio y se adora a s i mismo colma nuestros deseos y se acurruca dentro de nuestro proyec-
en lo que ha hecho» (1964, p. 1.226). Luego, el escultor se to, cuando por fin se puede amarle y amarse a uno mismo sin
embala y sus sentimientos se exacerban: pasión, ternura, vér- reserva. ¿Qué educador no ha conocido esos momentos y no los
tigo de deseo, abatimiento, ironía hacia sí mismo y hacia su ha vivido con mayor o menor intensidad? Pero, también, ¿qué
voluntad a la vez imperiosa e irrisoria de infundir vida al már- educador no ha descubierto, cierto día, que, más allá de los
mol, miedo, delirio ... hasta que sus anhelos se cumplen, hasta infrecuentes momentos de «éxtasis», no se ha conseguido nada
el «éxtasis» cuando la estatua, por fin, se anima: «Si, querido definitivo? La narración de Ovidio y la de Rousseau terminan
objeto encantador; si, obra maestra digna de mis manos, de mi en el momento en que la estatua cobra vida. Expresan de ese
corazón y de los dioses ... eres tú, sólo tú eres: te he dado todo modo, sin duda, una intención que a todos nos «labra» en pro-
mi ser; ya sólo viviré a través de ti» (ibid., p. 1.231). fundidad... ipero nos dejan con la criatura en brazos, y nos
Pigmalión está aquí, sin duda, hecho a imagen del educa- obligan a conformarnos con la simple suposición de que los
dor. Y es evidente que Rousseau, familiarizado con los asuntos personajes, seguramente, como en los cuentos de hadas, «se
educativos, escogió el personaje sabiendo lo que hacía ... hasta casarán y tendrán muchos hijos»! Ahora bien: en la vida, las
tal punto que ciertas críticas literarias consideran sin vacila- cosas no se interrumpen de ese modo y, después del «éxtasis»,
ción que ese breve texto desvela «aquello que el moralismo hay que seguir viviendo. En la vida, las estatuas, aunque sean
disimula enEmilio y en LaNouvelle Héloise» (Demougin, 1994, perfectas, si uno se arriesga a darles la vida, nunca son del todo
p. 1.276). Más allá o más acá de las intenciones pedagógicas, sosegadoras.
Bernard Shaw lo tuvo claro cuando retomó el tema de Pig- se a lo que hemos hecho por él. Pigmalión quiere «hacer» a su
malión en una obra teatral que tuvo un éxito considerable. compañera, pero no quiere que su compañera sea una estatua
Estamos en el Londres de comienzos de siglo y asistimos a una o, como lo dice Higgins, una «duquesa autómata». Quiere una
curiosa «experiencia pedagógica» (Shaw, 1913). El doctor compañera que, al mismo tiempo, esté hecha enteramente por
Higgins, un especialista en fonética que vive como solterón él y se le entregue por libre voluntad.
empedernido en un laboratorio extraño donde, valiéndose de Las cosas se complican, y no poco: el educador quiere «hacer
instrumentos curiosos e imponentes, intenta reproducir la voz al otro», pero también quiere que el otro escape a su poder para
humana, acepta el reto de transformar a una florista en una que entonces pueda adherirse a ese mismo poder libremente,
duquesa. Lo conseguirá hasta tal punto que, en una gran fiesta, porque una adhesión forzada a lo que él propone, un afecto
Liza será la admiración de toda la aristocracia londinense. Pero fingido, una sumisión por coacción, no pueden satisfacerle. Y
las cosas no tardarán en complicarse: la joven va cobrando se entiende que esas cosas no tengan valor para él: quiere más:
confianza y le sienta mal que Higgins recuerde a su madre que quiere el poder sobre el otro y quiere la libertad del otro de
ha tomado afecto a esa joven que no es más que el «resultado adherirse a su poder. He ahí una aspiración enormemente com-
de un experimento»: «Déjala hablar, madre. Que hable de ella pleja cuyo rastro seguiremos por medio de nuevas aventuras.
misma. Asíte darás cuenta, muy pronto, de si es capaz de tener
alguna idea que yo no le haya metido en la cabeza o de decir
alguna palabra que yo no le haya puesto en la lengua. He Pinocho, o las chistosidades imprevistas de una marioneta
fabricado esta cosa con las hojas de col que estaban tiradas y impertinente
pisoteadas en el pavimento de Covent Garden. Y ahora, pre-
tende hacerse conmigo la gran dama» (Shaw, op. cit.). La Lo menos que puede decirse es que, con Pinocho, las aventuras
relación entre Liza y Higgins se hará difícil; sienten una obvia no terminan con su fabricación. Y no es que la fabricación
atracción mutua, pero esa «simetría afectiva» topa una y otra fuese un asunto reposado. Recordemos que fue de un leño lle-
vez con la presencia tenaz de una «asimetría educativa» de la gado por azar, una noche de invierno, a la casa de un carpinteTo
que no pueden hacer abstracción. Se quieren, está claro, pero llamado Maestro Cereza que nació el títere. Maestro Cereza
Higgins ha «hecho» a Liza y no puede olvidarlo. En realidad, quería sacar del leño un pie de mesa, pero abandonó ese pro-
ama su obra y su éxito educativo y no puede soportar que ese yecto, aterrado, cuando, tras asestar un hachazo al trozo de
éxito se aleje de él. madera, oyó una extraña vocecilla: «Pero, ¿de dónde habrá
Pigmalión nos da, pues, acceso a comprender el mito de la salido esa vocecilla que ha dicho "ay" ? Aquí no hay nadie.
educación como fabricación: todo educador, sin duda, es siem- ¡Pero no será ese pedazo de madera el que haya aprendido a
pre, en alguna medida, un Pigmalión que quiere dar vida a lo llorar y a quejarse como un niño!» (Collodi, 1881)... Y lo
que «fabrica». No hay nada censurable en eso; muy al contra- cierto es que a veces cuesta creer que el otro, ése al que que-
rio: intenta crear un ser que no sea un simple producto pasivo remos educar, al que queremos introducir, para su bien, en la
de sus esfuerzos sino que exista por sí mismo y pueda incluso comunidad humana, pueda existir ahí, frente a nosotros, re-
dar las gracias a su creador; porque es poco el placer, y la sistirse a nuestra empresa emancipadora y a veces, incluso,
satisfacción mínima, si se fabrica a alguien que no sea nada sufrir por su culpa. Los pueblos colonizados ya se enteraron de
más que un resultado de nuestros actos: siempre esperamos que eso a sus expensas, y del asunto conservan todavía los estig-
desborde de algún modo ese resultado y pueda, por ese mismo mas. Nuestros hijos y nuestros alumnos lo constatan, hoy, a
desbordamiento, acceder a una libertad que le permita adherir- menudo: cuando nuestra determinación educativa se ve respal-
dada por la certidumbre de obrar «por su interés», nos importa Maurice Yendt, autor de una excelente adaptación teatral de
poco, a fin de cuentas, saber «qué les interesa». Entonces, nos Pinocho que rompe a propósito con la visión reduccionista y
abrimos paso «a hachazow; imponemos, decidimos en su lu- moralizante impuesta por Walt Disney en 1940.
gar. U lo hacemos con razón, qué duda cabe; porque si ellos Lo cierto es que la historia de Pinocho termina de un modo
pudieran decidir por su cuenta sobre su vida, sobre el modo de que puede parecer espantosamente bienpensante, con un res-
comportarse en ella, sobre qué necesitan aprender ... i sería que balón del que, por lo demás, el autor dijo luego no acordarse:
ya habrían completado su educación! «;Qué ridículo era cuando era un muñeco! ;Y qué contento
En cuanto a Maestro Cereza, no será él quien complete la estoy de haberme convertido en un niño bueno!» (Collodi, op.
educación de Pinocho. Se desembaraza así que puede del incó- cit.). Pero Pinocho no era tan ridículo cuando era un títere.
modo leño dándoselo a su compadre Gepeto, el cual, precisa- Simplemente tenía problemas para vivir, para «encontrar su
mente, ha ido a pedirle material para hacer un títere: «He pen- camino» como decimos a veces, para «situarse en el yo» como
sado en fabricar, con mis propias manos, un bonito títere de deberíamos decir. Porque «situarse en el yo» no es fácil, en
madera; un títere maravilloso, que sepa bailar, manejar una especial si se es un títere, un objeto fabricado por mano del
espada y dar el salto mortal. Daré la vuelta al mundo con ese hombre e ideado, precisamente, para ser manipulado.
títere, para ganarme mi mendrugo y mi vaso de vino». Gepeto No es, pues, casual que, con su padre encarcelado por su
no tendrá más suerte, pero pondrá más obstinación. A pesar de culpa, después de haberle sometido a sus caprichos alimenta-
las afrentas de que le hace víctima Pinocho en el curso de su rios y de haberse vendido el alfabeto que le había comprado con
fabricación, a pesar incluso de la tristeza en que le sumen, las pocas monedas que había sacado de vender su vieja chaque-
llegará hasta el final...Hasta el final, es decir, hasta el momento ta, la primera aventura de Pinocho tenga lugar en un teatro de
en que se le escapa de las manos: «Pinocha tenía las piernas marionetas. No es casual que allí Pinocho sea acogido por un
entumecidas y no sabía usarlas, de modo que Gepeto lo soste- grupo de marionetas como uno de los suyos: « j Es Pinocho! ;Es
nía de la mano y lo guiaba para que aprendiese aponer un pie Pinocho!, chillan a coro los títeres, saltando desde detrás del
delante del otro. Cuando tuvo laspiernas bien desentumecidas, telón. ¡ES Pinocho! ¡ES nuestro hermano Pinocho! ¡Viva
Pinocho empezó a andar solo y a correr por la habitación; y, Pinocho! ...». Su historia, es decir, en realidad, las aventuras
de repente, abrió la puerta, saltó a la calle y huyó. . . a que vivirá lejos de su padre, empiezan ahí, entre los suyos;
Empieza entonces una increíble cascada de incidentes en incluso salva de la muerte a uno de ellos, marcando así, al
los que seres extraños que salen de un bestiario fabuloso se mismo tiempo, su pertenencia y su diferencia: Pinocho es un
codean con personajes de la commedia dell'arte y con modes- títere y otros le tiran de los cordeles ... pero, en realidad, está
tos campesinos de la Toscana. El títere rebelde imaginado por hecho de otra madera, de la madera de que estamos hechos
Collodi nos meterá en una serie de aventuras en las que le todos.
seguirán millones de lectores de todo el mundo ... millones de Es, pues, como marioneta que Pinocho vivirá sus numero-
lectores que han hecho de ese libro, considerado por su autor sas aventuras, manipulado sucesivamente por el Zorro y el
como una «bambinata», la obra más traducida y leída después Gato, por un juez que le acusa de un delito que no ha cometido,
de la Biblia y del Quijote. Y es que, «¿cómo no interesarse por por sus compañeros de clase, por el presentador del País de los
ese granujilla de cabeza de madera, fuguista, robado, faméli- Juguetes, por el director de circo que le hace actuar como el
co, amenazado de muerte, convertido en asno, que detesta asno en que se ha convertido. También es manipulado (iy de
siempre el trabajo, se ríe de todos los buenos consejos y resiste qué modo!) por «la niña de pelo azul», la que más adelante se
todos los golpes traicioneros?» (Yendt, 1996, p. 5), pregunta convertirá en el hada, la que él querría que fuese su madre; la
que, hábilmente, le hace comer unos terrones de azúcar para otro o dárselo a uno mismo ... No escoger nunca de veras y
después hacerle ingerir una poción maligna, la que no vacilará lamentarse siempre... Decidir y no cumplir». Ahora ya no es
en hacerse pasar por muerta cuando querrá castigarle por ha- cosa de ver cómo satisfacer los deseos del adulto para final-
berla abandonado. mente ceder a los propios caprichos. Hay un cambio de regis-
Pero, en realidad, todas esas manipulaciones no tienen tro. Se llega ahí a una cosa extraña, nueva, a algo así como «la
demasiada importancia. En el fondo, incluso, sólo son posibles voluntad». «Situarse en el yo.» No ser ya tan sólo el «tú>> de otra
porque Pinocho, en cierto modo, está manipulado desde den- persona, dócil o rebelde pero siempre dependiente. No ser ya,
tro. Es prisionero de él mismo. Está encerrado en un dilema tampoco, el «tú» de uno mismo, que cede a la excitación del
infernal que le induce siempre a prometer y a no cumplir lo momento, que se autoconcede la ilusión de la libertad cuando
prometido, un dilema que le impide, precisamente, «situarse en sólo es prisionero de los impulsos inmediatos. Hay que salir del
el yo»: «Dar gusto al otro o dárselo a uno mismo». Es porque imaginario en el que nada es posible porque se piensa que todo
quiere dar gusto a su padre que acepta ir a la escuela, y es es posible: satisfacer siempre a uno mismo y a los demás, re-
porque no puede resistirse al placer de la música de los pífanos crearse en la pereza y comer hasta la saciedad, ejercer el poder
que no va. Es porque quiere dar gusto al hada que promete una y ser querido de todos, ser a la vez hijo, hermano y amante de
y otra vez que será un niño bueno, y es porque no puede resis- la madre, ser alguien que sólo hace lo que le viene en gana y que
tirse a su propio placer que parte hacia el País de los Juguetes. a la vez quiere mostrarse digno de su padre. «Situarse en el yo»
De ese modo, se pasa el tiempo lamentando las faltas que ha es salir de todo eso, al menos por un momento ... Y habría que
cometido, autoacusándose de sus desgracias... y volviendo a decir: «situarse en el yo» como se dice «vestirse de punta en
las andadas: «¡Me está bien! ... ¡Vaya si me está bien! He que- blanco»: arreglarse la ropa, echar un vistazo sereno alrededor,
rido hacer el vago, hacer de vagabundo ... He querido seguir olvidar por un instante los propios miedos y fantasmas, pensar
los consejos de falsos amigos, de gente mala, ypor eso la mala a fondo en lo que se hace, tragar saliva y... dar el paso: «Dame
suerte me persigue. Si hubiese sido un niño bueno, como hay la mano, papá, y cuidado, no resbales ...»
tantos, si hubiese tenido ganas de estudiar y de trabajar, si me Pinocho, ahora, ya no es un títere. No invoca la fatalidad,
hubiese quedado en casa del pobre papá, ahora no estaría no se echa a gritar ni a llorar, ni a patalear exigiendo que al-
aqui, en medio de los campos, haciendo de perro guardián a guien le saque de ahí. No incrimina a nadie, no gime por $u
la puerta de un campesino. iOh! ¡Si pudiera nacerpor segun- mala suerte. Ya no se autoacusa inútilmente, como ha hecho
da vez! ... Pero es demadiado tarde ...» tantas veces, de ser un «niño malo». Pinocho ha crecido: ya no
No se puede nacer por segunda vez; dicen. El final de la responde a las expectativas de los adultos ni con melindres de
historia sí parece un segundo nacimiento. Pinocho reencuentra niño formalito ni con el pánico de no dar la talla. Ya no está
por fin a Gepeto, en el vientre del gran tiburón. El padre se cree encerrado en el balanceo infernal entre el buen alumno estu-
prisionero para siempre de la boca tenebrosa. Apresado y con- dioso que complace a todo el mundo exhibiendo los resultados
denado a muerte: los víveres y las velas que quedaban de un que se esperan de él y el desaplicado profesional cuya ocurren-
barco tragado por el tiburón se están terminando. Y Pinocho, cia o impertinencia ya no sorprenden a nadie. Escapa de las
con dulzura, dice a su padre: «Sígueme y no tengas miedo. .. ». imágenes, de lo ya visto, de lo previsible, de lo que todos espe-
Ya no hay ahí una «competición de gustos». Ya no es cosa de ran: se atreve a un gesto que procede de otra parte, es decir, que
quejarse ni de entusiasmarse. Hay que calmarse. Hay que to- procede, en el fondo, de él mismo ... un gesto que no le es
mar la situación en mano. Hay que salir de ahí... del tiburón, y dictado por los demás,'un gesto que no ha hecho nunca y que
del aprisionamiento en el dilema de los gustos: «Dar gusto al no sabe hacer, pero que debe hacer precisamente para aprender
40 FRANKENSTE~N
O EL MITO DE LA EDUCACIÓN
a hacerlo ... En suma: un gesto con eI que «se sitúa en el yo». que intentar, con obstinación, que venga en lo cotidiano ... iU
«Profesor, ¿me deja que intente hacer un poema, explicar un eso ya es otro asunto!
teorema, o mirar por el microscopio? De mí no se ha esperado
nunca nada bueno; siempre he fracasado y todo el 'mundo se
burla de mí, pero hoy quisiera probar». Del Golem a Robocop, pasando por Julio Verne, H.
«Súbete a caballo sobre mis hombros y sujétate fuerte a mí. Pritz Lang y muchos otros, o la extraña persisten
Yo me encargo del resto», dice Pinocho a su padre. <<Asíque proyecto paradbjics
Gepeto estuvo bien instalado sobre los hombros de su hijo,
Pinocho, seguro de lo que hacía, se lanzó al ag~tay echó n Con Pigmalión y con Pinocho se expresa, pues, una misma
nadar...». Ha quedado muy atrás el pilluelo inconstante y ca- intención, pese a las considerables diferencias que los con-
prichoso en el que nadie hubiera confiado. En su lugar hay un traponen en muchos aspectos: tanto el prestigioso mármol
niño resuelto que no vacila en afirmar su voluntad, con sereni- del escultor antiguo como el vulgar leño del carpintero tos-
dad y sin violencia; un niño que ha abandonado las gesticula- cano son materiales que se ofrecen a la mano del hombre, y
ciones desordenadas y los impulsos contradictorios... para este pone en ellos lo mejor de sí mismo. Ea forma humana,
cumplir por fin un acto verdadero; «un acto de valentía», dirán por mediación de una diosa o en virtud de algún poder que
algunos; quizá sea, simplemente, «un gesto de hombre». le es propio, se anima y vive, expresa incluso sentimientos
El resto es anecdótico: Pinocho y su padre encuentran un hacia su creador ... En ambos casos, en realidad, se revela una
techo, una modesta cabaña. Pinocho se pone a trabajar. Gana misma esperanza: acceder al secreto de la fabricación de lo
un poco de dinero y supera la nueva pi-ueba que el hada le pone: humano.
acepta sacrificar su dinero para cuidarla y salvarla. Ella, claro, Si examinamos con atención la historia de la literatura y del
no estaba enferma: «iba de risa», como dicen los niños; sólo cine, nos damos cuenta de que hay toda una serie de obras que
pretendía manipular a Pinocho un poco más: los adultos nece- intentan penetrar el mismo secreto. Esas obras, según demues-
sitan a veces esas cosas para saber que les quieren y sentir que traPhilippe Breton (1995) en su trabajo:^ l'image de I'homnze:
existen. Como recompensa (los adultos suelen confundir el du Golem aux créatures virtuelles, constituyen un conjunto
a q o r y el comercio), el hada lo perdona todo y se opera la absolutamente específico y hay que distinguirlas de aquellas
metamorfosis: «Pinocha fue a mirarse en el espejo y creyd ver otras que abordan la relación del hombre con Dios, lo absoluto,
a alguien que no era él. Ya no era la imagen acostumbrada de el conocimiento o el amor. Fausto o Sísifo, Moby Dick o la
una marioneta de madera la que se reflejaba allí, sino la ima- princesa de Cleves, nos muestran situaciones en que el hombre,
gen viva e inteligente de un guapo niño de pelo castaño, de ojos enfrentado a dilemas radicales, ha de decidir su destino jugan-
azules, de aire vivo y alegre como una nzañana de Pentecos- do fuerte. Pero los héroes, en estos casos, no tienen por tarea
tés». «hacer un hombre». Pues bien: «para entender la unidadpro-
Una mañana de Pentecostés. Un día de primavera en que el funda de los seres artificiales y percibir mejor la frontera que
Espíritu desciende sobre los hombres; en que los títeres se los separa de otros seres de ficción, el método más simple es
convierten en niños porque escapan al mismo tiempo al poder quizá tomarse las distintas narraciones alpie de Ea letra, en el
de su educador y a las trampas de su imaginación; un día, en nivel en que son más explícitas. Desde esa perspectiva concre-
cierto modo, en que la educación adviene ... Pero, en la vida, no ta, que moviliza simplemente una competencia como lector, se
hay hada ni hay tiburón, o al menos no a menudo. U, en la vida, diferencian bastante bien de los demás seres fantásticos. Por
la educación no adviene por milagro un día de Pentecostés. Hay otra parte, esos seres no son ni hombres ni dioses, y por otra
a hacerlo ... En suma: un gesto con el que «se sitúa en el yo». que intentar, con obstinación, que venga en lo cotidiano ... iU
«Profesor, ¿me deja que intente hacer un poema, explicar un eso ya es otro asunto!
teorema, o mirar por el microscopio? De mí no se ha esperado
nunca nada bueno; siempre he fracasado y todo el 'mundo se
burla de mí, pero hoy quisiera probar». Del Golem a Robocop, pasando por Julio Verne, H.
«Súbete a caballo sobre mis hombros y sujétatefuerte a m i Fritz Lang y muchos otros, o la extraña persisten
Yo me encargo del resto», dice Pinocho a su padre. «Asi que
Gepeto estuvo bien instalado sobre los hombros de su hijo,
Pinocho, seguro de 20 que lzacía, se Lanzó al agua y echó n Con Pigmalión y con Pinocho se expresa, pues, una misma
nadar...». Ha quedado muy atrás el pilluelo inconstante y ca- intención, pese a las considerables diferencias que los con-
prichoso en el que nadie hubiera confiado. En su lugar hay un traponen en muchos aspectos: tanto el prestigioso mármol
niño resuelto que no vacila en afirmar su voluntad, con sereni- del escultor antiguo como el vulgar leño del carpintero tos-
dad y sin violencia; un niño que ha abandonado las gesticula- cano son materiales que se ofrecen a la mano del hombre, y
ciones desordenadas y los impulsos contradictorios... para éste pone en ellos ]lo mejor de sí mismo. La forma humana,
cumplir por fin un acto verdadero; «un acto de valentía», dirán por mediación de una diosa o e n virtind de algún poder que
algunos; quizá sea, simplemente, «un gesto de hombre». le es propio, se anima y vive, expresa incluso sentimientos
El resto es anecdótico: Pinocho y su padre encuentran un hacia su creador ... En ambos casos, en realidad, se revela una
techo, una modesta cabaña. Pinocho se pone a trabajar. Gana misma esp secreto de la fabricación de lo
un poco de dinero y supera la nueva prueba que el hada le pone: humano.
acepta sacrificar su dinero para cuidarla y salvarla. Ella, claro, Si examinamos con atención la historia de la literatura y del
no estaba enferma: «iba de risa», como dicen los niños; sólo cine, nos damos cuenta de que hay toda una serie de obras que
pretendía manipular a Pinocho un poco más: los adultos nece- intentan penetrar el mismo secreto. Esas obras, según demues-
sitan a veces esas cosas para saber que les quieren y sentir que tra Philippe Breton (1995) en su trabajo: A l 'image de l 'homme:
existen. Como recompensa (los adultos suelen confundir el du Golern aux créatures virtuelles, constituyen un conjunto
arpor y el comercio), el hada lo perdona todo y se opera la absolutamente específico y hay que distinguirlas de aquellas
metamorfosis: «Pinocha fue a mirarse en el espejo y creyó ver otras que abordan la relación del hombre con Dios, lo absoluto,
a alguien que no era él. Ya no era la imagen acostumbrada de el conocimiento o el amor. Fausto o Sísifo, Moby Dick o la
una marioneta de madera la que se reflejaba al16 sino la ima- princesa de Cleves, nos muestran situaciones en que el hombre,
gen viva e inteligente de un guapo niño de pelo castaño, de ojos enfrentado a dilemas radicales, ha de decidir su destino jugan-
azules, de aire vivo y alegre como una mañana de Pentecos- do fuerte. Pero los héroes, en estos casos, no tienen por tarea
tés». «hacer un hombre». Pues bien: «para entender la unidadpro-
Una mañana de Pentecostés. Un día de primavera en que el funda de los seres artificiales y percibir mejor la frontera que
Espíritu desciende sobre los hombres; en que los títeres se los separa de otros seres de ficción, el método más simple es
convierten en niños porque escapan al mismo tiempo al poder quizá tomarse las distintas narraciones al pie de la letra, en e1
de su educador y a las trampas de su imaginación; un día, en nivel en que son más explícitas. Desde esa perspectiva concre-
cierto modo, en que la educación adviene... Pero, en la vida, no ta, que moviliza simplemente una competencia como lector, se
hay hada ni hay tiburón, o al menos no a menudo. U,en la vida, diferencian bastante bien de los demás sere&fantci~ticos.Por
la educacih no adviene por milagro un día de Pentecostés. Hay otra parte, esos seres no son ni hombres ni dioses, y por otra
parte son concebidos por los hombres a imagen del hombre» nos recuerda Borges, a la obra de 1915 del escritor austríaco
(Breton, 1995, p. 46). Gustav Meyrink, El Golem. Meyrink da una versión particular
Desde esa perspectiva, es probable que, al margen de algu- del mito: «El origen de la historia remonta al siglo XVII. Según
nos ejemplos, por lo demás poco recordados en la historia, de perdidas fórmulas de la cábala, un rabino [el rabino Loew, de
estatuas animadas en el mundo antiguo, la primera figura real- Praga] construyó un hombre artificial para que éste tañera las
mente notable, junto a la de Pigmalión, sea la del Golem en la campanas en la sinagoga e hiciera los trabajos pesados. No
tradición judía. Según explica Borges, el mito del Golem se era, sin embargo, un hombre como los otros y apenas lo ani-
inscribe en la perspectiva cabalística: «Nada casual podemos maba una vida sorda y vegetativa. Ésta duraba hasta la noche
admitir en un libro dictado por una inteligencia divina, ni y debía su virtud al influjo de una inscripción mágica, que le
siquiera el número de las palabras o el orden de los signos ponían detrás de los dientes y que atraía las libres fuerzas
[...l.Los cabalistas hubieran aprobado ese dictamen; uno de siderales del universo. Una tarde, antes de la oración de la
los secretos que buscaron en el texto divinofue la creación de noche, el rabino se olvidó de sacar el sello de la boca del
seres orgánicos» (1967, p. 104). Encontramos, en los textos Golem y éste cayó en unfrenesí, corriópor las callejas oscuras
del Sefer Jezira, que la tradición hace remontar al siglo III d.C. y destrozó a quienes se le pusieron por delante. El rabino, al
la idea de que la Biblia puede permitir la comprensión del fin, lo atrajo y rompió el sello que lo animaba. La criatura se
universo si se la considera como una combinación muy espe- desplomó. Sólo quedó la raquítica figura de barro, que aún
cial de caracteres que desvela, más allá del mensaje explícito hoy se muestra en la sinagoga de Praga. » (Meyrink, El Golem,
que vehiculiza, indicaciones precisas sobre la estructura del en traducción de Borges, cit., pp. 105-106).
mundo y proporciona prescripciones para reproducir el acto La novela onírica de Meyrink no está exenta de un cierto
creativo. Remitiéndose a esa idea, numerosos textos, desde el antisemitismo, que encontramos en autores que evocan al Golem
siglo XII, incorporan la figura del Golem; en su mayor parte, para denunciar la sed humana de poder encarnada, en particu-
explican que el rabino debe empezar por modelar un ser con lar, por el pueblo judío. Para muchos de los herederos del ro-
arcilla roja y luego, para darle vida, grabarle en la frente, en manticismo alemán, el mito del Golem es específicamente un
hebreo, la palabra «verdad», Emet. El ser, entonces, se anima «mito judío» que ilustra la ambición desmesurada de ese pue-
y se convierte en un sirviente dócil capaz de cumplir toda clase blo que quiere someter el universo a sus leyes. Reminiscencias
de tareas difíciles, en particular las que contribuyan a la super- como ésa, por desgracia, siguen hoy vigentes y a menudo pasan
vivencia de la comunidad judía: es constructor de muros, guar- desapercibidas. En la película de Fritz Lang Metrópolis, que es
dián en la noche, portador de sellos, suministrador de agua a las el arquetipo de muchas películas de ciencia ficción, puede
familias ... y Walt Disney, decididamente atraído por los seres observarse que hay una estrella judía grabada en la puerta de la
artificiales, lo convertirá además en un «aprendiz de brujo», casa del sabio que crea la mujer autómata que ha de suplantar
adaptando el relato de Goethe. El Golem crece aprisa, se con- a María, dulce egeria idealista, para arrastrar a la rebelión a los
vierte en un verdadero gigante y adquiere el aspecto de un trabajadores sojuzgados bajo tierra.
monstruo que su amo ya no controla. Para destruirlo, ha de Pero no vayamos a creer que el tema del Golem sólo haya
borrar la primera letra de la palabra grabada en la frente, por- sido objeto de tratamientos antisemitas en denuncia del poder
que entonces sólo queda la palabra Met, que significa «muer- abusivo de los judíos como manipuladores de extraños secretos
te», y el Golem se convierte en lo que había sido, un montón de para dominar el mundo: en 1928, Chaim Bloch publica sobre
barro. el Golem un conjunto de relatos con el que muestra el carácter
La celebridad del Golem en Occidente se debe sobre todo, extremadamente sutil y ambiguo del mito: ese ser no es primor-
dialmente un instrumento de poder, sino sobre todo un medio barraca de linterna mágica, el sabio toma, en cierto modo, las
de protección contra las agresiones injustificadas de que son huellas de Isabel, fabrica una estatua, en la que escribe la pa-
víctimas los judíos; el crearlo es, pues, un acto por el cual un labra sagrada, y la entrega al príncipe, el cual intenterá que
pueblo amenazado intenta sobrevivir; el rabino, cuando indaga sustituya a la verdadera lsabel frente al hombre-raíz, con la
los secretos de su fabricación, persigue el misterio de sus orí- esperanza de que la horrible mandrágora muera ahogada por el
genes y busca, sobre todo, garantizar el futuro sin que, con ello, monstruo de arcilla, que crecerá desmesuradamente. Pero una
pretenda jamás igualarse a Dios. Recientemente, en 1984, el vez más las maquinaciones fallan: concluyamos que, sean
escritor Isaac Bashevis Singer publicó una obra para niños Golem o sean mandrágora, los seres ideados por los hombres
titulada, de nuevo, El Golem, en la que presenta a la criatura para servirles no se dejan dominar fácilmente.
como un «genio benéfico» que ayuda a los judíos de Praga a Queda claro que el te
escapar a su aislamiento y a encontrar su espacio en las convul- tenece- de-.modo espeXfi
romántico alemán Joachim von Arnim, en una extraña y sober- proyecto, y que ese proyecto siempre comporta peligros ex-
bia novela, Isabel de Egipto, había empleado el tema del Golem traordinarios: el Golem crece de tal modo que, a veces, causa
en paralelismo con el mito, éste completamente ajeno a la tra- catástrofes que ya no es fácil detener; la mandrágora, tarde o
dición judía, de la mandrágora. En ese texto, del que André temprano, querrá para ella el poder y la riqueza que se supone
Breton dijo que «logra traducir admirablemente las irrupciones á a veces, y no falta en ello
del inconsciente y del sueño en un mundo real», el autor nos creador su propia creación
cuenta la historia de una joven bohemia que, por la lectura de y a amenazarlo: «i Por qué, con tus hechizos infernales, me
los pergaminos de su padre, consigue fabricarse un servidor a arrancaste a la tranquilidad de mi vida anterior? El sol y la
partir de una raíz de mandrágora. La raíz es producto de las luna brillaban para mísin artificio; me despertaba conpensa-
«lágrimas» (es decir, en realidad, del semen) de un ahorcado y mientos apacibles, ypor la noche juntaba las hojaspara rezar.
ha de ser arrancada una noche de viernes por una joven virgen No veía nada malo, porque no tenía ojos; no oía nada malo,
de corazón puro que utilice para ello sus propios cabellos y se porque no tenía 0rejas;pero me vengaré. .. J...] Te darédinero
valga de la ayuda de un perro negro. Una vez realizada esa para que satisfagas todos tus deseos, te traeré tantos tesoros
operación, después de algunas otras manipulaciones misterio- como me pidas, pero todo lo haré para que te pierdas ... [...]
sas la mandrágora se convierte en un servidor celoso capaz de Desdicha para las razas venideras. Me has traído al mundo
proporcionar a su amo el poder, la riqueza y la gloria. En la por medios infernales y no podré escapar a él más que el día
novela de Arnim, Isabel quiere utilizarlo, en especial, para del juiciofinal» (Arnim, op. cit.). Encontraríamos palabras de
seducir al futuro Carlos V, que una noche pasó fugazmente por ese estilo en boca de la mayoría de los seres nacidos por mano
su dormitorio y por el que desde entonces siente un amor abso- del hombre a los que éste haya querido infundir vida: el engen-
luto. Pero las maquinaciones del hombre-raíz, aliado con la dro, «laicizado» (Breton, 1995), desgajado de la imaginería
vieja bohemia Braka, desencadenan acontecimientos impre- mágica y recuperado por la imaginería científica, recorre la
vistos: el hombre-raíz intenta suscitar los celos del príncipe narración pidiéndole cuentas a su creador y escapando siste-
haciéndose pasar por el prometido de Isabel ... y, por un curioso máticamente a su poder. La Eva futura, de Villiers de 1'Isle-
juego de espejo, el príncipe, para poner a prueba el amor de Adam, nacida de la unión del amor con la electricidad, conce-
Isabel, acude a un viejo sabio judío al que pide que cree un bida por un ingeniero llamado Edison, no tiene nada que envi-
Golem, una falsa Isabel. Con una hábil estratagema, en una diar, en ese aspecto, a la cantante fantasma imaginada por Julio
DELGOLEM
A ROBOCOP
47
Verne en El castillo de los Cárpatos, y esta última no está tan vive en una contradicción terrible que lo mina , en cierto
lejos como parece de los monstruos aterradores fabricados en modo, desde dentro y contribuye a su perdición por lo menos
La isla del Doctor Moreau, de H.G. Wells. El «escultor en tanto como el Esclavo. Porque, ¿qué quiere, de veras, el Amo,
carne humana» que es Le mystérieux Docteur Cornélius, de que ha arriesgado la vida para convertirse en tal, que ha inver-
Gustave Lerouge, conocerá, con el hombre que fabrica, los tido todas sus energías en una empresa insensata en busca de
mismos sinsabores que los ideadores de Robocop (en la pelícu- servidores obedientes? Quiere ser obedecido, por supuesto, y
la dirigida por Paul Verhoeven en 1987) o que los hombres que, gozar así de su victoria. Pero no quiere ser obedecido por
en Blade Runner (la excelente película de Ridley Scott, de máquinas. Eso no le interesa porque, de ser el caso, no sería de
1982), creen que controlan a unos robots que, en realidad, veras un «Amo». Quiere ser obedecido por hombres, por hom-
imponen la ley. bres como él ... Ahora bien: los esclavos no son realmente hom-
Hemos llegado casi al corazón de la paradoja de «la educa- bres como él, dado que no tienen más remedio que obedecerle.
ción como fabricación», y quizá, para ent «Para ser hombre, ha querido hacerse reconocer por otro
tido, convenga recordar por un momento «la dialéctica del Amo hombre. Pero si ser hombre es serAmo, entonces el Esclavo no
y el Esclavo» tal como la presenta Hegel. Recordemos que es un hombre, y hacerse reconocerpor un esclavo no es hacer-
Hegel explica que el Amo, tras una lucha para instaurar su se reconocerpor un hombre» (Kojkve, 1947, p. 174).
poder, impone al Esclavo que trabaje para él mientras él accede En cierta manera, pues, el Amo ha actuado en vano y no
al goce, es decir, al placer sin esfuerzos ni trabajo. El Esclavo, puede alcanzar nunca su objetivo. ¿Merecía la pena hacer todo
forzado a mantener con el mundo una relación disociada de la lo que ha hecho, invertir todo el tiempo y todas las energías,
persecucióri del placer inmediato, construye una conciencia de toda la inteligencia y toda la valentía, para conseguir ese resul-
sí mismo que le permite acceder a la comprensión de las cosas, tado? ¿Merecía la pena bregar tanto para reinar sobre un autó-
adquiere fuerza física y carácter; en suma: se forma (es lo que mata dócil incapaz de reconocer la obra de su creador? ¿Mere-
Hegel, después de tantos otros, denomina la Bildung, que de- cía la pena educar a alguien, tomarse tantas molestias, transmi-
signa la formación adquirida por un individuo en el curso de su tirle lo mejor que uno sabe y tiene, para encontrarse finalmente
desarrollo, por contraposición a una formación reducida la suma frente a un ser que es incapaz, debido a la misma dependencia
de las influencias que recibe). De ese modo se crean las condi- en que uno lo ha puesto, de darnos las gracias por lo que hemos
ciones para que la relación de servidumbre se invierta: «Así hecho ... dárnoslas, se entiende, no a la fuerza, como esclavo,
como la dominación manifiesta que su esencia es lo inverso de sino como un igual que reconoce la obra de un igual? La ver-
lo que pretende ser, también la servidumbre se convertirá, en dadera satisfacción del amo sería que el servidor le saludase
su propio cumplimiento, en lo contrario de lo que es en lo como hombre libre. Pero entonces el servidor ya no sería tal, y
inmediato* (Hegel, 1807). el Amo ya no sería el amo. La verdadera satisfacción del edu-
Ahora bien: ¿por qué el Amo queda en jaque de ese modo? cador sería que aquél a quien ha educado le saludase como
La interpretación trivial del tema hegeliano remite, la mayor hombre libre y lo reconociera como su educador sin ser, con
parte de las veces, a una especie de «mecanismo que se invier- ello, su vasallo. Pero eso es imposible, porque la exigencia de
te», siendo el trabajo el vector esencial de transformación: la ese reconocimiento constituye lo que el antropólogo norteame-
ociosidad del Amo cava su tumba, mientras que la actividad del ricano Gregory Bateson denomina una
Esclavo le proporciona medios para reconquistar el poder. Pero «Te obligo a adherirte libremente a lo que te propongo?>;y
todo eso es, fuera de duda, en Hegel, mucho más complejo. resulta que hay ahí una conminación auténticamente paradóji-
Según expone Alexandre Kojeve (1947, pp. 120-l%), el Amo ca: o bien uno obliga a otro y renuncia a que el otro sea libre,
, \,\ 1'
'' i! o bien hay que asumir el riesgo de la libertad del otro y, enton- respecto a nosotros? ¿Un ser que no intente quitarnos el puesto
ces, no hay ninguna garantía de que se adhiera a nuestras pro- en un ciclo infernal de dominio recíproco? ¿Un ser que no
posiciones. Claro que no decimos así las cosas: preferimos pretenda darnos gusto, como Pinocho antes de crecer, ni ha-
decir que «nos gustaría que el otro se adhiriese a lo que le cernos desgraciados, como la mandrágora que se propone ha-
proponemos»... pero «de todos modos aceptamos que no lo cer expiar su creación a su creador? ¿Podemos escapar a la
haga». «Nos gustaría ... ipero de todos modos aceptamos!» He «doble imposición» y renunciar a la conminación paradójica
ahí el leit-motiv, a menudo conmovedor por su banalidad bien- del «te obligo a adherirte libremente»? ¿Podemos no caer en la
intencionada, del educador que no ha renunciado a la «educa- violencia que siempre se desencadena cuando se está en un
ción como fabricación» y se encuentra en un callejón sin salida. callejón sin salida? Ha llegado el momento de consultar la
«Nos gustaría» porque nos adherimos a lo que proponemos y, historia ejemplar de Frankenstein respecto a ese asunto que
por lógica, lo que proponemos nos parece lo mejor. «Nos gus- adquiere, a medida que vamos avanzando, un carácter cada vez
taría» porque tenemos, nosotros tenemos, la experiencia de la más irreductible y nos permite ya entrever otro interrogante,
vida. «Nos gustaría» porque somos responsables de la educa- oculto como un secreto enel corazón de todos los que ya hemos
ción del otro y, dado que el otro no está todavía educado, no encontrado: ¿se puede renunciar a <<haceral otro» sin, con ello, ))
puede juzgar por sí mismo lo que le conviene. Pero «de todos renunciar a educarlo?
modos aceptamos», para empezar porque, la mayor parte de las
veces, no nos queda otro remedio; porque hay que vivir y nues-
tra energía no es inagotable. «De todos modos aceptamos», Mary Shelley, o la creación, por una joven modosita de 19
también, porque preferimos que el otro se aparte de lo que le años, de un texto ejemplar: Frankenstein, o el moderno
proponemos antes que entrar con él en una lucha encarnizada Prometeo
de la que ambos saldríamos heridos ... y el otro, sin ninguna
duda, afianzado en sus convicciones. «De todos modos acep- El destino de Mary Shelley fue, es evidente, excepcional. Na-
tamos» porque nos damos cuenta de que, infine, no tenemos ció en 1797 de la unión de dos intelectuales ingleses de los que
poder sobre la decisión del otro ... la cual decisión no siempre hoy se diría que fueron vanguardistas: William Godwin, autor
depende de él mismo (Meirieu, 1995). de An Enquiry Concerning Political Justice, donde defiende la
Alexandre Kojeve afirma que «el dominio es un callejón distribución de la propiedad privada según las necesidades
sin salida existenciab (ibid., p. 174). ¿No sería eso aplica- atestadas de cada individuo y denuncia con violencia las injus-
ble a la educación? ¿No será, también ella, un «callejón sin ticias sociales de la sociedad británica, y Mary Wollstonecraft,
salida existencial»? Si examinamos algunos de los textos que había escandalizado terriblemente a esa misma sociedad
mitológicos en los que vemos a la criatura girarse contra su publicando su Vindicación de los derechos de la mujer. Esos
creador, escapar a su poder sin por ello convertirse en un ser dos personajes extravagantes habían decidido vivir juntos pero
libre capaz de entrar en una relación de iguales, por no hablar sin compartir hogar, para no hacer peligrar su independencia
de un compartir, es como para pensarlo. ¿Se puede, de veras, recíproca. En muchos aspectos, hoy podemos verlos como ctfi-
«fabricar un hombre» que sea «un hombre para nosotros», es guras célebres de la causa de las Luces: no tenían conciencia
decir, alguien capaz de establecer con nosotros algo que no sea de ninguna sombra, salvo la de la ignorancia a su alrededor,
una relación dialéctica entre amo y esclavo? ¿Se puede «for- y creían firmemente ser portadores de una antorcha que po-
mar», sin «fabricarlo», un ser que se nos asemeje, que nos lo día honrar la Historia» (Spark, 1989, p. 18). Su unión, por
deba todo, y que, al mismo tiempo, no esté obligado a nada desgracia, duró poco, porque al cabo de cuatro años Mary
Wollstonecraft dio a luz una ñiña, que iba a ser Mary Shelley, tivamente a una apuesta entre amigos. Cuando el libro se pu-
y murió diez días más tarde, de una fiebre que los médicos no blica, en Londres, en 1818, causa «un extraño escalofrío».
pudieron atajar. No es que la crítica lo acogiese unánimemente como una
La pequeña Mary fue educada, pues, por su padre, el cual obra maestra. Al contrario: fue objeto de vivos ataques y de
no tardó en casarse con una vecina. Mary conoció, durante su muchas polémicas. Una revista literaria muy influyente denun-
infancia, como sucede a menudo en situaciones de ese tipo, ció con violencia «esa clase de escrito» que «no inculca nin-
vivas tensiones con su madrastra, a la que consideraba (sin guna lección de conducta, de modales ni de moralidad; no
duda con razón) bastante mediocre por comparación con la puede enmendar, y ni tan sólo divertirá a sus lectores, a menos
madre perdida e idealizada. El clima intelectual y político de la que tengan el gusto tristemente viciado». Sólo Walter Scott
época, por lo demás, contribuía a eso en gran medida, porque (¡que la creía obra de Percy!) la elogió y subrayó que, en su
Inglaterra era entonces presa de una reacción antifrancesa y opinión, revelaba «dotespoco comunes de imaginación poéti-
antirrevolucionaria, y la pequeña Mary no podía percibir a su ca [...] capaces de suscitar rejlexiones nuevas y fuentes de
madre sino como una figura progresista desaparecida de modo emoción inéditas».
prematuro e injusto. Cuando Mary tenía quince años, su padre, Todavía hoy, los juicios en torno a la calidad literaria de la
para evitar que el clima familiar se degradase más, la envió a obra son peculiarmente contradictorios. Michel Boujut consi-
casa de un amigo en Escocia, «a que se educase comofilósofa, dera que «la redación de la novela falla; la construcción es
e incluso como cínica* (ibid., p. 34). Fue por entonces que pueril y apresurada, y nofaltan las repeticiones ni los desarro-
describió a Mary como «singularmente audaz, bastante impe- llos excesivos» (prefacio a la edición francesa de Frankenstein
riosa y de mente activa, [con] unfuerte deseo de conocimiento [1978], Verviers: Marabout). Y lo cierto es que, por ejemplo,
y una perseverancia casi invencible en todo lo que emprende» puede sorprender al lector que el personaje de Justine (que será
(ibid., pp. 3 1, 32). ¡El doctor Frankenstein tendrá a quién pa- acusada del asesinato de William, el hermano de Frankenstein,
recerse! Godwin contaba, por lo demás, a quien quisiera oírle, cometido, en realidad, por la criatura) sea presentado, por la vía
que sería una digna sucesora de su padre. rápida, mediante una carta en la que cuenta su historia porque
Pero Godwin no calculaba que Mary conociese, en 1814, la autora, es evidente, acaba de darse cuenta de que ha de pre-
al poeta Percy Bysse Shelley, de fama todavía muy modesta sentar a ese personaje. Y no queda uno demasiado contento de
pero con un encanto sin duda tremendamente atractivo. Él aca- la historia inverosímil de la familia De Lacey, con la que el ser
ba de separarse de su mujer, y se enamora perdidamente de tendrá su aprendizaje humano: se trata de una inserción
Mary. Mary, fascinada por él, no tarda en sucumbirle. Para rocambolesca en la que se mezclan un rico mercader turco, un
escapar a Godwin y a la buena sociedad inglesa, Mary y proceso amañado, una fuga extravagante y el reencuentro inve-
Percy huyen, la noche del 28 de julio de 1814, y parten en rosímil de dos enamorados que, sin ni siquiera hablar el mismo
un viaje, demente y terriblemente romántico como su amor, idioma, logran, milagrosamente, reunirse en un pueblecito de
por Francia, Suiza, Alemania, Holanda ... antes de atreverse Alemania. Pero los defectos quedan de sobra compensados por
a volver a Londres y desafiar la ira de Godwin. La pareja vi- la organización general de la novela, a la vez original y riguro-
virá allí, entre los tumultos y las aventuras necesarias para sa: se trata, en realidad, de un juego de «cajas chinas» (Lecercle,
sentirse existir y alimentar de pasión y sufrimientos su ro- 1994): distintas historias se estructuran en una trama muy pre-
manticismo. Ya conocemos la continuación, al menos en lo cisa en la que se articulan nacimientos y muertes en progresión
que nos concierne: el verano lluvioso de 1816, junto al lago paroxística. Se empieza y se termina con cartas de un explora-
de Ginebra, Mary empieza a escribir Frankenstein consecu- dor, Walton, que intenta llegar al polo Norte y cuyo barco está
atrapado en los hielos. Walton recoge al doctor Frankenstein y inmediato. Por eso hoy no se la puede clasificar fácilmente en
cuenta la tremenda impresión que causa en él mismo y en la ningún «género literario» bien delimitado. Y por eso nos fas-
tripulación. Sigue la historia del propio Frankenstein a través cina tanto.
del diario de Walton, y en esa narración se enclava lo que
cuenta la criatura, en el famoso encuentro con su creador en
Montenvens, de su propia «educación» y sus primeras fechorías. Frankenstein y su criatura, o el sorprendente juego
Tenemos ahí una construcción en círculos concéntricos cerra- de espejos del «no soy yo, es el otro»
dos por una nueva carta de Walton, que, tras oír la historia de
Frankenstein y haber visto morir al creador y a su criatura, ¿Por qué, cuando se dice «Frankenstein», todos pensamos en-
renuncia a su propia búsqueda, la conquista del polo Norte. seguida en el monstruo? ¿Por qué ese nombre evoca
El estilo del texto también ha sido objeto de discrepancias: irresistiblemente la cara suturada, el cuerpo enorme y los crí-
algunos ven ahí una escritura poco trabajada y con mezcla de menes atroces de la criatura? Sabemos, sin embargo, más o
influencias de la novela gótica (escenas en que Frankenstein menos, que Frankenstein no es el monstruo, sino su creador;
desentierra cadáveres en cementerios), del naturalismo (des- que no es el asesino, sino un sabio médico, ávido de conoci-
cripciones líricas de montañas y lagos, desde Chamonix hasta mientos, que quiere, emulando a Prometeo, robar a los dioses
Escocia), de tópicos filosóficos del siglo XVIII (modo de ana- un secreto esencial. Lo sabemos tanto más cuanto que el título
lizar las primeras impresiones de la criatura y el despertar de exacto de la obra no se presta a confusión: Frankenstein, o el
sus sentidos), de la ideología «científica» entonces en boga moderno Prometeo. Ocurre, como dice Jean-Jacques Lecercle,
(alusión al doctor Darwin, abuelo de Charles, experto en que «lo sabíamos pero no queríamos saberlo. S é que
«galvanismo», convencido del poder de la electricidad de de- Frankenstein no es el monstruo, pero de todos modos ...>> (op.
volver la vida a cuerpos inanimados), etcétera. Hay, incluso, a cit., p. 5).
veces, acentos shakespearianos, en especial en la grandilo- Esa confusión no se debe a un simple lapsus, ni es producto
cuencia de las maldiciones proferidas por el monstruo y en el de las adaptaciones cinematográficas que la han alentado. Está
carácter épico de un combate que sobrepasa en envergadura, inscrita en el texto mismo de la obra; inscrita en hueco, por así
claramente, a los protagonistas. Pero más allá de la suma de decirlo. La inscribe Mary Shelley en el cuerpo mismo del
influencias y referencias explícitas o implícitas, la novela se monstruo que, como en el relato de Kafka «En la colonia peni-
caracteriza, extrañamente, por el «realismo» del discurso. Si el tenciaria» (19 l9), lleva en su carne el texto de su condena y los
lector siente «escalofríos» es quizá, precisamente, porque el estigmas que determinan inflexiblemente su futuro: la criatura
estilo de la narración es relativamente simple y no estamos ante es obra de Frankenstein; su cuerpo deforme, que su autor ha
una forma literaria original que pueda, en cierto modo, absor- hecho mayor que el de un ser humano por comodidad y porque
ber la intriga. Mary Shelley dice las cosas con la ingenuidad de eso facilitaba el trabajo quirúrgico de fabricación, ese cuerpo
una chica de diecinueve años; las dice «tal como vienen», sin «es» Frankenstein porque el doctor ha puesto en él todo su
buscar la coherencia estilística, aplicando, siempre, a la acción saber, toda su energía, toda su voluntad: lo ha querido, no ha
las palabras que espontáneamente le parecen mejores. No in- querido más que eso. «Quien no haya oído la llamada irresis-
tenta conseguir una obra literaria homogénea, y lo cierto es que tible de la ciencia», dice, «no puede hacerse idea de su tiranía»
no la consigue. Pero, lejos de perjudicar lo contado, esa «im- (Shelley, 1818). Ha creído realizar una obra y esperado, sin
perfección» hace resaltar todavía más la fuerza del mito en duda, que, tras su larga y difícil tarea, pueda decirse «un
estado bruto. Por eso, sin duda, el éxito popular de la novela fue Frankensteim como se dice «un Rubens» o «un Vermeer~.He
FRANKENSTEIN
Y SU CRIATURA 55
ahí la esperanza, inverosímil y sin embargo banal, de hacerse diversidad de emociones que t...],en los primeros furores del
reconocer a través de lo que se ha creado, de sobrevivir en ello éxito, me empujaban hacia adelante con una fuerza irresisti-
y de alcanzar, de ese modo, una forma peculiar de clonación ble. t...]Una nueva especie me bendeciría como su creador y
que otorga la inmortalidad. fuente; muchas criaturas felices y excelentes, me deberían su
Sólo que «un Rubensn o «un Vermeer» se contemplan en existencia. Ningún padre podría reclamar la gratitud de sus
un museo.. . y por eso, sin duda, escapan en enorme medida a su hijos tan completamente como yo merecería la de ellas»
creador, tanto porque el espectador hará una proyección de sí (Shelley, op. cit.).
mismo cuando contemple el cuadro como porque los críticos Frankenstein quiere, pues, ser padre, y no es extraño que la
de arte encontrarán en él cosas que, probablemente, su creador criatura no tenga nombre: j su apellido será, evidentemente,
jamás tuvo el ánimo explícito de poner. Cierto que el pintor o como con todo hijo, el de su padre! Y, como todo hijo, se parece
el escultor sueñan en secreto en fundar una «escuela» y tener a su padre pese a esas diferencias de generación (y, en este
por discípulos a imitadores fieles pero imperfectos..., fieles por caso, de fabricación) que afectan la relación de filiación y la
reverencia, e imperfectos por deferencia. Pero las obras, una diferencian de la simple reproducción. De un niño, se dirá que
vez ejecutadas, guardan, con su creador, una relación de exte- tiene una sonrisa, una expresión, un rasgo de carácter, un modo
rioridad, hasta tal punto que lo usual es que el autor se despren- de andar o de reaccionar que, fugazmente, recuerdan a sus
da de ellas por trato mercantil. Viene a ser: «Mi trabajo es progenitores y, en cierto modo, constituyen su rastro. Y la cria-
"mío" pero no es realmente "yo", puesto que puedo intercam- tura tiene rastros así: comparte el gusto de su padre por la
biarlo por dinero, puesto que lo entrego a otros por la media- soledad y los grandes espacios desiertos y hostiles de la alta
ción material de billetes anónimos que circulan en transaccio- montaña; es, como él, «razonadora» a no poder más, exaltada,
nes humanas que yo no controlo ya realmente ... Conservo una obstinada hasta la tozudería; no se detiene nunca a mitad de
ternura secreta por lo que he hecho, pero me gusta que otros se camino y lleva su búsqueda hasta el fin. Frankenstein no cejará
reconozcan en ello. En el fondo, lo que he hecho, lo he hecho en crear un ser vivo; la criatura no cejará en conseguir una
para eso, para que hombres iguales a mí se lo apropien, me compañera que comparta su destino. Y cuando Frankenstein
desposean de ello, en cierto sentido, y puedan decir, a su vez: haya renunciado, en un arranque de lucidez, a crear esa com-
"ese cuadro es míon.» Ahora bien: no hay nada de todo eso en pañera ... «i Tenía derecho, por mis intereses personales, a lan-
el doctor Frankenstein: su «obra» no será «entregada» a un zar una tal plaga sobre las generaciones imperecederas?»,
público hipotético para que otros hombres se reconozcan en cuando haya «desgarrado enjirones informes la cosa inmunda
ella y compartan, gracias a ella, emociones esenciales de lo en la que trabajaba», entonces habrá de cumplirse la terrible
humano. Su obra permanece suya: su creación es una paterni- maldición del «hijo»: «jLa noche de tu boda, yo estaré conti-
dad crispada y posesiva; quiere, y ésa será su ruina, triunfar en go!». Si el monstruo no ha tenido derecho a una compañera,
todos los escenarios: «ser padre» y «ser creador», ambas cosas i tampoco el doctor tendrá ese goce! Y la simetría proseguirá en
a la vez; conciliar la satisfacción de «dar nacimiento a un hom- la terrible persecución mundo a través, hasta los hielos árti-
bre» con la de «fabricar un objeto en el mundo». Quiere el éxito cos... aunque en una curiosa inversión, porque el monstruo,
material y el reconocimiento porparte de la obra misma, igno- después de haber sido el perseguidor, se convertirá en una
rando que no puede haber más reconocimiento, para el creador, especie de fugitivo voluntario: «A veces, entonces, dejaba a
que el de sus semejantes, los demás hombres, por la obra que propósito detrás de él ciertos indicios, porque temía que yo,
les ha cedido, entregado, regalado incluso. «Nadiepuede ima- desesperando de dar con él, me dejase morir» ...«Llegó inclu-
g i n a r ~ explica
, Frankenstein en pleno frenesí de acción, «la so a grabar inscripciones en cortezas de árbol o en rocas, para
mantener mifuror: l...] ¡Valor, enemigo mío! Hemos de seguir El pavor del doctor Frankenstein, o el descubrimiento
luchando por nuestra existencia; todavía nos esperan muchas tardío de que no siempre hay perdón para quienes
horas penosas». en lo que hacen»
La confusión entre Frankenstein y el monstruo no es, paes,
un simple error de comprensión; muy al contrario: pone de En contraste con la imaginería complicada y barroca empleada
relieve una dimensión primordial de la novela y del mito: ins- en cine para escenificar la operación por la cual Frankenstein
cribe el mimetismo en el corazón de la relación de filiación ... da vida al monstruo, Mary Shelley es de una sobriedad sorpren-
Y ese mimetismo es al mismo tiempo ineluctable e infernal. Es dente: «Una siniestra noche de noviembre pude por fin con-
ineluctable porque, ya queda dicho, nadie puede estar presente templar el resultado de mis trabajos. Con una ansiedad mor-
en su propio origen y cada cual lleva consigo los rastros, forma- tal, dispuse al alcance de la mano los instrumentos que me
lizados por la educación, de aquél o aquéllos que le han intro- permitirían transmitir una chispa de vida a laforma inerte que
ducido en el mundo. Pero ese mimetismo es infernal porque, yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada. La lluvia
como bien dice René Girard (1981), «no se puede ser dos, tamborileaba lúgubremente en los cristales, y la vela iba aca-
idénticos o parecidos, en un solo puesto», y la violencia es bando de consumirse. De pronto, a la luz de la llama titubean-
inevitable cuando el parecido es tanto que cada cual proclama te, vi que la criatura entreabría sus ojos de un amariE2o
el derecho a ocupar ese puesto. Es infernal, sobre todo, para deslustrado. Respiró profundamente, y sus miembros se agita-
quienes no puedan librarse de la relación de «fabricación» y ron en un movimiento convulsivo». Una vez efectuada la ope-
queden apresados en fa «dialéctica del amo y el esclavo». «Eres ración y colmado el anhelo, el doctor Frankenstein siente un
mi creador, de acuerdo, pero yo soy el amo. /Me obedecerás!» profundo malestar y se sume en un sueño lleno de terribles
(Shelley, 1818), dice el monstruo a su «padre». «Te equivo- pesadillas del que no despertará sino al cabo de varias horas. En
cas», replica eI creador; «la hora de mi indecisión queda atrás, realidad, tiene un miedo inmenso; le asusta lo que acaba de
y también la de tu poder». No podría expresarse mejor hasta hacer sin entender todavía bien qué ha hecho. Entrevé, cuando
qué punto no tiene salida el callejón al que conduce el proyecto despierta, la mano del monstruo que esboza un gesto hacia él,
de «hacer» al otro; no podría explicarse mejor la violencia que y descubre «el horror» que le inspira su creación. Ha cometido
se apodera ineluctablemente de quienes confunden la educa- lo irreparable. Ahora no ve más posibilidad que la huida.
ción con la omnipotencia, no soportan que el otro se les escape Pero, jes en ese momento que se sella su destino? Nada tan
y quieren dominar por completo su «fabricación»: lejos de poder afirmarse. Cierto que la criatura no es demasiado
«-Te quiero conforme a mis proyectos; te quiero para agradable de ver ... pero, al fin y al cabo, antes de que lo laven
satisfacer mi deseo de crear a alguien a mi imagen o a mi ser- y lo vistan, itampoco lo es un niño recién nacido! La criatura,
vicio; te quiero para que hagas que me sienta importante, sabio, ¿es ya, de veras, a partir de ese momento, el monstruo sangui-
eficaz, un «buen padre» o un «buen enseñante»; te quiero para nario en que más adelante se convertirá? De ningún modo.
estar seguro de mi poder. Mary Shelley es categórica en ese punto. La criatura es profun-
»-Pero te condenas a ser desgraciado, y me condenas a damente «buena», rebosa sentimientos compasivos y no pide
serlo, porque no puedo ser tú sin tomar tu puesto y destruirte; más que ser querida. Es, por supuesto, torpe e insegura, e igno-
no puedo parecerme a ti sin manifestar mi libertad y escapar a ra las costumbres humanas. Pero no hay en ella nada de maldad
tu poder; no puedo cumplir lo que deseas sin sentir la necesidad ni de agresividad... hasta el extremo de que algunos verán en
irresistible de romper mis cadenas y girar contra ti Ia violencia ella la manifestación característica del mito del «buen salvaje»
que llevas en ti.» grato a los filósofos del siglo xvin: «Es la encarnaciónficticin
de una experiencia imposible, pero en la que lafilosofia de las a otros experiencias y sentimientos. Observé que las palabras
Luces no había dejado nunca de soñar: la de la tabla rasa. que pronunciaban tenían el don de causar a veces, en aquéllos
¿Cómo sería un hombre en estado de naturaleza, sin haber a quienes iban dirigidas, sonrisas o caras tristes. Había ahí,
conocido nunca la sociedad?» (Lecercle, 1994, p. 28). Sería sin duda, una ciencia divina que yo deseaba aprender lo antes
profundamente bueno, alejado de las depravaciones sociales y posible» (Shelley, 1818). La criatura, cómo no, aprende fácil-
de los prejuicios culturales; descubriría el mundo progresiva- mente a hablar; y, en prueba de gratitud hacia sus benefactores
mente y se formaría de él una representación a partir de las involuntarios, les presta, de noche, pequeños servicios: corta
primeras visualizaciones e impresiones inscritas en su con- leña o ayuda clandestinamente en trabajos de granja. La llega-
ciencia. Aprendería de las cosas mismas lo que hay que saber; da de una muchacha a la que hay que enseñar a leer proporciona
sólo querría ser útil, servir, ser querido y apreciado; tendería la a la criatura la ocasión de enriquecer su cultura e integrarse más
mano al semejante, no para agredirlo sino en testimonio de su en la comunidad humana. Sin dejarse ver, sigue las lecciones
«voluntad buena» ... cosa ésta muy distinta de la «buena volun- que el joven da a su amada y se entera de la historia de los
tad». Sería, dicho de otro modo, el engendro de Frankenstein. hombres con Plutarco y sus Vidas paralelas de los hombres
La criatura, abandonada por su creador, intentará, en efec- ilustres de Grecia y de Roma. Ahí descubre valores morales y
to, «hacerse una educación». Para empezar, descubrirá el mun- sociales a los que se adhiere de modo espontáneo: «Admiraba
do de un modo que Locke y los filósofos empiristas imaginaban la virtudy los sentimientos nobles» (ibid.),explica, conmovida
posible: «No hay nada en el entendimiento que no haya estado por la fuerza y la simplicidad de los grandes actos y de las
antes en los sentidos*, escribe Locke en Ensayo sobre el enten- grandes almas de las que la familia De Lacey le ofrece ejemplos
dimiento humano, publicado en 1690. Y el filósofo parte en cercanos. El monstruo medita sobre su propio destino también
campaña contra el innatismo cartesiano, y desarrolla la tesis de por el estudio del Paraíso perdido, de Milton: «Como Adán, yo
la prioridad de las experiencias concretas ... experiencias con- no estaba unido, en apariencia, por ningún vínculo a ningún
cretas que, precisamente, la criatura de Frankenstein tendrá en ser. Pero en todo lo demás su situación era muy distinta de la
el bosque al que va a dar cuando escapa del laboratorio. Prime- mía. Él había salido de las manos de Dios, el ser perfecto; él
ro descubre «la extraña multiplicidad de las sensaciones que se era feliz y no le faltaba nada. Además, le protegía su creador,
apoderan de todo su ser», y luego observa ciertos fenómenos que le dedicaba atentos cuidados. L...] Yo, en cambio, era un
con los que ejercerá la reflexión: se nota más calor al sol o junto desdichado, desamparado y solo».
al fuego, la carne es mejor cuando está cocinada, dormir a De ese modo empieza a insinuarse la duda en esa criatura
cubierto de la lluvia es más agradable y permite que el cuerpo que no pide más que querer y ser querida. La duda, y luego,
se recobre mejor del cansancio sin riesgo de enfermar ... Poco cuando descubre el diario del doctor Frankenstein en los bol-
a poco, y de entrada sin intervención de los hombres, la criatura sillos de su chaqueta, que había tomado al huir del laboratorio,
s e «civiliza», construye su inteligencia en lo que hoy Ilamaría- la inquietud, la ira y, finalmente, la rebeldía: «¡Maldito sea el
mos su interacción con el mundo, y adquiere ciertos conoci- día que me vio nacer!, grité, desesperado. ¡Maldito creador!».
mientos esenciales por el «método natural». Luego vendrá el Y , ciertamente, ¿por qué crear un ser y luego abandonarlo,
encuentro con la familia De Lacey, refugiada en una casa de solo, pese a sus tremendas desventajas, entre hombres que no
campo tras un juicio desgraciado. Allí, escondida en un cober- pueden, si algún mediador no les ayuda, reconocerlo como uno
tizo, la criatura descubre las costumbres humanas, empezando de los suyos? ¿Por qué ponerlo en el mundo y renunciar a
por el lenguaje: «Me di cuenta de que aquella gente disponía, introducirle en el mundo, a socializarlo, y a ayudar a los hom-
por articulación de sonidos, de un medio de comunicarse unos bres a socializarse respecto a él? El doctor Itard desafiará el
escepticismo y el miedo de los hombres, incluyendo a los hom- escopetazo. La historia, entonces, no puede sino dar un tumbo:
bres de ciencia, para hacerle un espacio a Victor del Aveyron, «Los sentimientos de bondad y afabilidad que todavía me ani-
pese al «asco» que el niño despertaba en sus contemporáneos. maban hacía tan sólo unos instantes se cambiaron por una
Y el cine nos ha ofrecido, con El hombre elefante, la célebre .furia diabólica que me hacía chirriar de dientes». U,con la
película de David Lynch, un ejemplo de magnífica tenacidad y furia en el corazón, la criatura emprende la búsqueda de su
de la posibilidad, pese al espanto que inspiran las deforrnida- creador. Los crímenes se suceden: William, el hermano del
des físicas, de reconocer en un «monstruo» a un miembro de la doctor, es degollado; Justine es acusada del asesinato y ahor-
comunidad humana; del lento y soberbio hallazgo de su cada; Clerval, el amigo fiel, es asesinado; la mujer del doctor
humanitud. Nada de eso en el doctor Frankenstein: cuando será muerta la noche de la boda, y el padre de Frankenstein
comete un «sacrilegio», cae postrado, se sume en una culpabi- morirá poco después. El resorte estaba tensado, todo estaba a
lidad mortífera y parece perder por completo el sentido de sus punto: la máquina infernal tenía que ponerse en marcha. Esta-
responsabilidades. Repite, entonces, hasta la saciedad, que «no mos ahora en una historia cuyo desarrollo es implacable, en
sabía lo que hacía» ... Pero, justamente, había que saberlo. Fa- similitud con lo que describe Jean Cocteau en su adaptación de
bricar un hombre no se puede hacer asícomo así, a bote pronto, Edipo, La machine infernale: «Contempla, espectador, con Ea
sin pensarlo de veras, sin calcular las consecuencias ni pregun- cuerda tensa, de tal modo que el resorte se desenrrolle con
tarse qué implica eso en el futuro. lentitud a lo Largo de toda una vida humana, una de Las máqui-
Fabricar un hombre y abandonarlo es correr, efectivamen- nas más perfEctas que han construido los dioses infernales
te, el riesgo de hacer de él un «monstruo». Si la criatura es un para la aniquilación sistemática de un mortal» (Cocteau, 1934,
«monstruo» es porque ha sido abandonada por «su padre». Puede p. 12). Sólo que, aquí, los dioses no pintan nada. Es un hombre,
descubrir el mundo gracias a sus sentidos; tiene la oportunidad uno de los nuestros, quien, sin saber lo que hacía, ha desenca-
de acceder a la cultura gracias al encuentro milagroso de situa- denado el proceso. Un hombre que ha cometido el delito imper-
ciones que le permiten aprendizajes esenciales. Pero le falta donable de confundir «fabricación» y «educación». Un hombre
algo aún más esencial: aprende mucho, pero nadie, propiamen- que creía que podía poner un ser en el mundo sin acompañarlo
cupa de educación. Ningún mediador la en el mundo. Un hombre que sella su desgracia y la de su
presenta a los hombres y se los presenta. Y lo que había de
< suceder sucede: el encuentro tiene lugar... pero en forma de una
auténtica conmo%ñ que generará numerosos cataclismos.
criatura al considerar terminado el trabajo cuando ha termina-
do el «montaje» y construido el cuerpo. Pero un cuerpo humano
es muy distinto de un montón de carne: es el sitio de un sujeto
El resto, ya se sabe: la criatura intenta que la adopte el viejo que se construye, que se proyecta, y que prolonga, mucho más ,
ciego de la familia De Lacey; defiende su causa con sinceridad: allá de su fabricación, algo así como un excedente de humani-
«Todavía no he hecho daño a nadie. Al contrario: siempre he dad.
intentado, en la medida de mis modestas posibilidades, ser útil
a miprójimo* (Shelley, 1818); consigue de ese modo inspirarle
compasión ... hasta la llegada de los restantes familiares que, Frankenstein, o la educación entre praxis y poiesis
aterrados, se precipitan contra ella y le asestan golpes violentos
a los que la criatura se niega a replicar. Luego viene la huida, Es, sin duda alguna, Francis Imbert quien mejor ha formulado
el vagar desesperado, el malentendido que deriva en tragedia: la oposición entre praxis y poiesis en educación. Retomando
la criatura salva a un niño de ahogarse y los hombres, conven- esa temática de Aristóteles, e iluminándola con los trabajos de
cidos de que intenta ahogarlo, le dan las gracias a golpe de Hannah Arendt (1983) y de Cornélius Castoriadis (1975), ha
demostrado que toda empresa educativa está profundamente definida por un estado o unas características cualesquiera»
marcada por esa oposición (Imbert, 1985, 1987, 1992). La (1975, p. 104). Y Francis Imbert añade: «El punto de mira de
poiesis se caracteriza por tratarse de una fabricación que se amaestramiento, de logro, de supresión del tiempo y del sen-
detiene en cuanto alcanza su objetivo. El objeto que se propone tido, he ahí la manifestación esencial del olvido de la praxis.
como fin impone que entren en juego unos medios técnicos, Mientras que la poiesis exige una Figura de Autor, Señor del
unos saberes y unos saber hacer, unas capacidades y competen- sentido, capaz de garantizar la predecibilidad y la
cias que generan un resultado objetivable y definitivo desgaja- reversibilidad de sus operaciones de producción, la praxis se
do de su autor, el cual ya no vuelve a tocarlo. La poiesis es, propone obrar con "actores", con sujetos singulares que se
hablando en propiedad, una actividad; en el sentido aristotélico, comprometen y se encuentran en base a su no-dominio del
no es un «acto». Lapraxis, por el contrario, se caracteriza por sentido y de la imprevisibilidad de lo que puede derivar de su
ser una acción que no tiene más finalidad que ella misma: aquí compromiso y su encuentro» (1992, p. 112).
ya no hay ningún objeto a fabricar, ningún objeto del que se Frankenstein, es evidente, reduce la educación a una
tenga una representación anticipada que permita su elabora- poiesis: para él, la acción termina con la fabricación. El cuerpo
ción y lo encierre, en cierto modo, dentro de su «resultado», no es más que un conjunto de órganos, la formación de una
sino un acto a realizar en su continuidad, un acto que nunca combinación eficaz de sensaciones y conocimientos; el sujeto
termina de veras porque no comporta ninguna finalidad exter- es el simple resultado de procedimientos técnicos que basta
na a él mismo definida con antelación. con poner en obra a partir de principios elementales de la «fi-
Tenemos, de ese modo, que la educación no puede ser nun- losofía natural». La fisiología y la psicología, la construcción
ca por entero unapoiesis, aunque tenga inevitablemente carac- del cuerpo y el adiestramiento social, bastan para «hacer un
terísticas de «amaestramiento» que remiten a una imagen, de- hombre».
finida previamente, de conformidad social. Reducir la educa- En cierto modo, sin embargo, Frankenstein no se engaña de
ción a unapoiesis sería tratar al sujeto educado como una «cosa» veras: sabe, sin duda, muy en el fondo, que no es eso; que un
de la que podría decirse, antes de empezar a educarla, qué debe sujeto es otra cosa que un ensamblaje de elementos físicos y
ser y de qué modo exacto podrá verificarse si se corresponde psíquicos. Pero eso, es evidente, le da miedo; le causa pavor
con lo proyectado. Sería, en realidad, negar la educación y porque, si aceptase esa realidad, tendría que reconsiderar sus
encerrarse en la contradicción que tantas veces hemos visto en convicciones fundamentales más íntimas, empezando por su
funcionamiento: el educado, para estar «logrado», debe pare- relación con los saberes científicos. Porque Frankenstein com-
cerse al educador, pero ese parecido implica que, como él, parte, en lo más recóndito de su ser, esa convicción que hoy
disponga de una libertad que le permita, precisamente, diferir llamaríamos «tecnocrática», analizada por Olivier Reboul como
de lo proyectado para él. En ese punto fracasa la empresa de fundada en cinco postulados: 1) el postulado de que la técnica
Frankenstein, cuando descubre que su criatura ha sido «dotada puede resolver todos los problemas; 2) el postulado de un con-
involuntariamente por él de la voluntad y el poder de cometer trol total de nuestra acción y de la eliminación de cualquier
los actos más horribles» (Shelley, 1818). Y por esoFrankenstein imprevisto; 3) el postulado de la reducción de lo real a lo que
no es un educador; por eso no entra en lapraxis. es científicamente detectable y mensurable; 4) el postulado de
Porque resulta, explica Cornélius Castoriadis, que «en la que las opciones técnicas se imponen por razones puramente
praxis la autonomía de los otros no es unafinalidad; es, y no técnicas y no son discutibles; 5) el postulado de que la eficacia
jugamos con las palabras, un comienzo; es todo lo que se técnica es el valor supremo (Reboul, 1989,pp. 200,20 1).Ahora
quiera menos una finalidad; no está terminada, no admite ser bien: Frankenstein descubre, en el curso de su espantosa aven-
tura, el carácter particularmente peligroso de esos postulados, desde luego compleja y difícil, por la cual un hombre introduce
hasta tal punto que no querrá transmitir su teirible secreto a a otro en el mundo y lo ayuda a construir su diferencia, se
Walton, hasta tal punto que una y otra vez lamentará sus actos enreda en un proyecto infernal que sólo podía conducirles, a él
y su irresponsabilidad en el pasado ... aunque sin sacar las con- y a su criatura, a esa carrera hacia la muerte por las soledades
secuencias y tratar de pasar, cuando todavía estaba a tiempo, de polares desérticas en las que reinan definitivamente «el frío y
la poiesis a la praxis. la desolación» (Shelley, 1818).
En ese sentido, Frankenstein, en su ceguera, comparte la
tentación descrita por Hannah Arendt de «sustituir el actuar
por el hacer». «La cosa es siempre escapar a las calamidades
de Ea acción buscando refugio en una actividad con la que un
hombre, aislado de todos, se mantiene dueño de sus actos y sus
gestos de comienzo a fin: [...] huir de la fragilidad de los
asuntos humanos y refugiarse en la solidez de la tranquilidad
y el orden» (Arendt, 1983, pp. 247,249). Porque la educación
(todo educador lo sabe) está siempre llena de «calamidades»:
los niños son maleducados y le sacan la lengua a la gente en vez
de dar amablemente los buenos días; los alumnos no entienden
jamás lo que toca cuando toca; no se aplican lo suficiente en
matemáticas y están distraídos en clase; cuando tienen buenos
resultados en la escuela y podrían cursar la carrera superior que
quisieran, a veces les da por hacer teatro o ponerse a viajar;
hacen cosas feas en la cama y, por la noche, no vuelven a casa
a la hora estipulada; se pelean entre ellos y no respetan a sus
mayores; a veces, incluso, enferman y nos dan tremendas pre-
ocupaciones ... todo eso si, sencillamente, no se fugan para
ponernos a prueba o para «irse con una chica que, realmente,
no les conviene». La educación está llena de «calamidades»
porque es una aventura imprevisible en la que se construye una
persona, una aventura que nadie puede programar. No es nunca
del todo reposada, y se entiende que Frankenstein no quisiera
meterse en ella, que incluso intentase conjurar esa imprevisi-
bilidad haciendo como si creyese de veras que la educación se
realizaba por la fabricación, que lapoiesis podía permitir que
se prescindiera de la praxis.
Pero Frankenstein ha calculado mal. Con la esperanza de
ahorrarse los disgustos de la imprevisibilidad de la educación,
se inflige las pruebas, mucho más terribles, de la lucha encar-
nizada entre la criatura y su creador. En vez de aceptar la tarea,