Rimbaud - El Poeta Que Se Sentía Otro
Rimbaud - El Poeta Que Se Sentía Otro
Rimbaud - El Poeta Que Se Sentía Otro
No hay duda de que Arthur Rimbaud pertenece a esta última clase o incluso
puede decirse que constituye su más claro exponente, razón por la cual para muchos se
convirtió, tanto por su vida como por su obra, en el poeta modélico de los tiempos
modernos. Con la fugacidad propia de un cometa, apareció en la escena literaria con
catorce años para finalizar su carrera a los diecinueve, inmortalizando el prototipo de
l’enfant terrible. Desde los primeros versos, su voz parece levantarse impetuosa tras los
golpes de una gran paliza, transida de miedos y rabia refrenada, desvelando lo oculto
por el puritanismo hipócrita reinante, lo inmundo o lo escatológico, a través de
asociaciones en apariencia arbitrarias, que le valieron la admiración de los futuros
surrealistas, como André Breton. En permanente escape de la realidad, construye su
poesía con un lenguaje en ocasiones pedante, siempre sugestivo, persiguiendo transmitir
sensaciones más que ideas, como puede observarse en este temprano soneto sobre las
vocales:
Otras veces, la poesía, embriagada de vino, ajenjo, opio o hachís, le facilita la huida
hacia el mundo de la ensoñación. Y no tanto porque vaya cargada de sustancias
alucinógenas, sino porque ella misma se caracteriza por su capacidad para configurarse
como un fenómeno de fuga del yo, dado que permite encarnar otras personalidades,
adoptar diferentes puntos de vista y confesarse escondiéndose, a la vez que
desvelándose detrás de una máscara. En ese sentido, la escritura poética siempre
resulta expurgativa y terapéutica, además de ser una vía más intensa y profunda de
conocimiento de lo real. Podría decirse que ese ejercicio de volverse otro del que habla
Rimbaud en sus cartas del vidente ya lo había hecho con anterioridad, por ejemplo, en
El barco ebrio, el extenso y famoso poema enviado a Paul Verlaine, al cual éste
respondió invitando al adolescente a París, y del que aquí reproducimos una parte:
Pero Rimbaud no sólo buscó la perpetua evasión por medio de la poesía o las drogas:
Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones,
donde todos los vinos corrían.
Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. -Y la encontré amarga. -Y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Huí. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh cólera, a vosotras os he confiado mi tesoro!
Entonces emprendió su última fuga: un largo viaje, primero a pie, luego en barco, que,
después de muchas peripecias (incluida la deserción del ejército colonial neerlandés), lo
llevó hasta Yemen, donde se enriqueció con el tráfico de armas y convivió con una
mujer etíope. Regresó a Francia por mor de una sinovitis degenerada en carcinoma,
que avanzó irremisible a pesar de la amputación de una pierna, y murió con treinta y
siete años.
En suma, toda su vida puede interpretarse como un constante éxodo. No se trata sólo de
un transitar, de un nomadismo que parece no querer echar raíces, sino de la voluntad de
ser siempre extranjero, un perdurable deseo de escaparse para sentirse fuera de sí, a cada
paso otro. Allí reside para él el sentido de la poesía: en la superación del ego. Por eso, la
frase “Yo es otro” aparece en las dos cartas en las que Rimbaud se refiere al “poeta
vidente”, quien sólo puede llegar a comprender el mundo cuando asume una visión
ajena a él mismo, a contrapelo de la ortodoxia que infunde la sociedad, esto es,
mediante el encanallamiento progresivo y el desarreglo de todos los sentidos, lo cual
permite que el don se exprese por su boca, que el lenguaje mismo lo manipule y hable a
través de él, que la poesía sea el único autor de todo lo que se ha escrito. En esa
búsqueda de la alteridad, Rimbaud augura que el proceso se completará con la mujer
poetisa, cuando rompa la servidumbre femenina, “cuando viva por ella y para ella”, y
desde lo profundo de su alma consiga alzar la voz :
Es evidente que esto justifica la huida en la poesía y legitima ese escudarse en la palabra
tan propio del movimiento simbolista, pero no exonera el comportamiento del
individuo, sobre todo, desde un punto de vista ético, cuando los demás entran en juego.
Tampoco la existencia de una madre autoritaria agota la explicación psicológica, dada la
magnitud del rencor que parece albergar el poeta en su interior. Sin embargo, la primera
de estas cartas nos ofrece un punto de apoyo para la interpretación de estos reiterados
actos de fuga, gracias a la transcripción de El corazón robado:
https://elvuelodelalechuza.com/2018/03/19/rimbaud-el-poeta-que-se-sentia-otro/