Optim Minotauro #9
Optim Minotauro #9
Optim Minotauro #9
J. G. Ballard
MINOTAURO
FANTASIA Y CIENCIA-FICCION
9
Minotauro. N• 9. lullo-A.¡¡o,to de 1067. Pul>licatl6n l>ímutral. Edici6n
en ca,ttllano d• Th4 lla¡¡azíru, of Fanla1t1 and Science Fictlon J)Or a.cu,rdo
e,pecíal con JC.rc...,J/ Pre11, Jnc., N1w York, U.S.A.. Qu1da hecho
el dep6rito q,u precl•n• la 1<11 11.ns. © 1967 Edlclonu Jllnotau,-
ro, s. R. L., Huml>erlo I• 545, Bueno, Air.,, Argentina. Se t<rmln6 d•
imprimir el quince ,u a¡¡oato de 1967 en to, taU,r., grd./<co, d, la Oom•
pañla Jmpruora Ar¡¡1ntina, s. A.., coll• A.uina 2019, Bu,no• Airll,
EDITORIAL
EL ÁRBOL DE SALIVA
pálida de los cobertizos se volcaba en la senda. Más -Si yo fuera usted, no vendría -dijo y apoyó la
allá de la luz, detrás de los graneros se extendían los frase hundiendo un codo en la chaqueta de Gregory-.
campos silenciosos. ' Y recuerde que Nancy tenía interés en mí mucho antes
- Mataron a mi ~ieja_ Cuff -dijo el granjero. que usted llegara, señorito.
Gregory se arrodilló Junto a Grendon y examinó a -Oh, era eso. Me parece que Nancy puede decidir
la perra. ~o tenía ninguna. herida, pero la cabeza le ella misma quien le interesa, ¿no le parece?
colgaba floJamente a un costado. -Yo le estoy diciendo en quién está interesada, ¿en-
-Cuff sabía qué había ahí -dijo Gregory-. Se lanzó tiende? Y será mejor que no lo olvide, ¿entiende?
al ataque Y cayó. ¿Qué era eso? ¿Qué diablos era eso? -Subrayó el discurso con otro codazo. Gregory lo
. -~ataron a mi vieja Cuff - dijo el granjero otra vez, apartó colérico. Neckland se encogió de hombros y
sin orr. se alejó diciendo:- Las pasará peor que con un fan-
T~)l~Ó en_ brazos el cadáver de la perra, se volvió, y tasma si sigue viniendo.
cammo hacia la casa. ~regory se quedó donde estaba, Gregory se quedó allí, inmóvil. El hombre había
la cabeza y el corazón mtranquilos. hablado con una violencia contenida, y eso quería
Se sobresaltó de pronto. Unos pasos se acercaban. decir que había estado alimentando odio durante un
Era Bert N eckland. largo tiempo. No sospechando nada, Gregory se había
-¿Y? 1EI fantasma 1:11ató a la perra? mostrado siempre cordial y había atribuido la hos-
;--Mat~ a la perra, ciertamente, pero era algo mucho quedad de Neckland a torpeza mental, recurriendo a
mas terrible que un fantasma. toda su vocación socialista para salvar esa barrera.
-Era un fant~sma, señorito. Vi muchos en mi vida. Pensó un momento en seguir a Neckland y tratar de
No l:s tengo miedo a los fantasmas, ¿usted sí? resolver el conflicto, pero eso parecería sin duda un
-Sm embargo, usted parecía bastante asustado en signo de debilidad. Siguió en cambio el camino que
los establos, hace un minuto. había tomado el granjero con el cadáver de la perra
El camp:sino se llevó los puños a las caderas. Tenía y fue hacia la casa.
sólo dos anos más q~e Gregory y era un joven rechon-
cho, de cara ~ncendida, y una nariz roma que le daba Aquella noche, Gregory Rolles llegó de vuelta a
a la v~z u~ a~re de comedia y de amenaza. Cottersall demasiado tarde para encontrarse con su
-¿S1, senonto Gregory? Bueno, usted también tiene amigo Fox. A la noche siguiente hacía tanto frío que
un aspecto raro ahora. Gabriel Woodcock, el habitante más viejo del pueblo,
-Estoy asustado, y no me importa admitirlo. Pero profetizó que nevaría antes que el invierno terminara
sólo porqu: esto que vino es mucho más espantoso (una profecía no aventurada que se cumpliría antes
que cualquier espectro. de las cuarenta y ocho horas, impresionando así sobre-
Ne~k~and se acercó un poco más a Gregory. manera a todos los aldeanos, a quienes les gustaba im-
- ~i tiene tanto miedo, quizá no vuelva usted por la presionarse y exclamar y decir: "Bueno, nunca lo hu-
gran1a en el futuro .. biera creído") . Los dos amigos prefirieron encontrarse
-Todo lo contrario. en El caminante, donde el fuego ardía más vivamente,
Gregory echó. a andar hacia la luz, pero el hombre aunque la cerveza era más débil, que en Los tres ca-
le cerró el cammo. zadores furtivos del otro extremo del pueblo.
16 MINOTAURO
EL ÁRBOL DE SALIVA 17
Sin omitir ninguna circunstancia dramática, Gre-
gory relató los acontecimientos del día anterior, aun- -Y quizá mataron a Cuff porque ellos también es-
que se salteó la belicosidad de Neckland. Fox escuchó taban asustados. Al fin y al cabo, la perra los atacó,
fascinado, descuidando la cerveza y la pipa. ¿no es así? Me dan pena esas criaturas, solas en un
- Así son las cosas, Bruce -concluyó Gregory- . En mundo hostil.
e~e estanq1;1e profund<:> acecha un vehículo de algún - ¿Pero por qué dices "esas criaturas"? Hasta ahora
upo, el mismo que vimos en el cielo. Y en él vive sólo apareció una sola, me parece.
una criatura invisible de torcidas intenciones. Temo -Atiende un ~ome~to, _Greg. Has abandonado por
por la suerte de mis_ amigos, como puedes imaginar. completo tu actitud mtehgente de antes. Preconizas
¿Te parece que debiéramos contárselo a la policía? ahora la muerte de todas las cosas, en vez de tratar
-Estoy seguro de que no sería ninguna ayuda para de hablar con ellas. ¿Recuerdas cuando hablabas de
los Grendon que el viejo Farrish anduviese por allí mundos habitados por socialistas? Trata de imaginar
tambaleándose de un lado a otro - dijo Fox refiriéndose que estos seres son socialistas invisibles y verás cómo te
al representante local de la ley. Chupó un rato la pipa parecerá más fácil tratar con ellos.
y luego bebió un largo trago del vaso-. Pero no estoy Gregory se acarició la barbilla. Reconocía en su
seguro, en cambio, de que hayas sacado las conclu- interior que las palabras de Bruce Fox lo habían im-
siones exactas, Greg. Entiende que no pongo en duda presi_onado mucho. Había permitido que el pánico lo
los hechos, por más asombrosos que parezcan. Quiero ~ommara, y como resultado se había comportado tan
d~~ir que ~e algún modo todos estamos esperando mm~deradamente ~orno un salvaje de algún rincón
vmtas. cele~uales. Las ~uces de gas y electricidad que perdido del Imperio frente a la primera locomotora
están 1lummando las cmdades del mundo tienen que de vapor.
haber sido una señal para muchas naciones del espa- -Será mejo~ que v_uelva a la granja y ponga todo
cio. Ahora saben allá aniba que nosotros también en orden -diJo-. Si esas cosas necesitan ayuda, la
S?mos civilizados. Pero quisiera saber si nuestros vi- tendrán.
sitantes le han hecho daño a alguien, deliberadamente. -Eso es. Pero trata de no pensar en ellas como
- Casi me ahogan y mataron a la pobre Cuff. No "cosas". Piensa en ellas como si fuesen... ya sé,
veo adónde vas. No se presentaron de un modo amis- aurigas.
toso, ¿no es cierto? -Aurigas. Pero no te creas tan superior Bruce.
-Piensa en qué situación se encuentran. Si vienen Si tú hubieses estado en ese bote . . . · '
de Marte o de la Luna, sabemos que esos mundos son - Ya lo sé, querido Greg. Me hubiera muerto de
totalmente distintos al nuestro. Deben de estar ate- °:1iedo. -Luego de este monumento de tacto, Fox con-
rrorizados. Y no creo que puedas llamar acto inamis- tmuó:- Haz como dices. Vuelve allá, y pon todo en
toso al hecho de que hayan querido entrar en tu bote. orden, tan pronto como puedas. Estoy impaciente por
El primer acto inamistoso fue tuyo, cuando golpeaste conocer la nueva entrega de este misterio. No hubo
con el remo. nunca nada parecido, desde Sherlock Holmes.
Gregory se mordió los labios. Tenía que darle la
razón a Bruce. Gregory Rolles regresó a la granja. Pero los arre-
-Estaba asustado. glos de que había hablado con Bruce se retrasaron más
de lo esperado. Esto se debió, principalmente, a que
granjero se soltó con un movimiento. Recogiendo otra El granjero no dijo más. Dio media vuelta, como_ s1
hoznaga de heno se volvió hacia los cobertizos tan vio- se hubiera olvidado ya de Gregory, y con los OJOS
lentamente que Gregory tuvo que saltar a un costado. fijos en el suelo, que de pronto parecía tan fértil, ca-
Gregory perdió la cabeza. Siguió a Grendon hasta minó de vuelta hacia los cobertizos. '
el establo, cerró los batientes bajos de las puertas, y Nancy estaba en la cocina. Neckland le había traído
echó el cerrojo exterior. Cuando Grendon volvió, Gre- un balde de leche fresca, y la muchacha estaba tomando
gory se le puso delante. unos sorbos de un cucharón.
11
Gregory miró aturdidamente alrededor. Le pareció tola nunca falla, y está cargada, señorito Gregory. ¡Y j
que una luz moteada cubría todas las cosas, como si ahora me escuchará! 1
mfectado la vista con un sarpullido. En los frutales los Se movió hacia Neckland, pero Gregory la retuvo y
capullos habían desaparecido casi del todo, y en las ra- se puso delante. '
1
mas _colgaban ya l;filªS manzanas embrionarias. Las le- -1No sea idiota, Necklandl ¡Aparte esa pistola! '
gummosas se mclmaban bajo el peso de unas vainas -Dispararé, lo juro, dispararé si usted se mueve.
'
enormes. Nanc~ siguió la dirección de la mirada de -Neckland miraba a Gregory con ojos centelleantes
Gregory, y metiendo una mano en el bolsillo del de- y una expresión de resolución en la cara oscura.- Me
lantal sacó _unos rábanos brillantes y rojos, grandes jurará usted que se irá en seguida de esta granja en 1
como naranps. esa yegua suya y que no vendrá más por aquí.
'
Archivo Histórico de Revist 1
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40 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 41
-Iré a decírselo a mi padre, Bert -advirtió Nancy. tigo. Tú eres quien sabe de esas cosas que caminan
-Si usted se mueve, Nancy, le aviso que le meteré por los muros, ¿no es cierto?
una bala en la pierna a ese elegante amigo suyo. Ade- -No entiendo, señora Grendon.
más, poco le interesa ahora al padre de usted el se- -No me llames con ese nombre tonto de antes,
ñorito Gregory ... Tiene otras preocupaciones. hijito. Tú sabes de esas cosas grises y pequeñas que
-¿Como descubrir qué ocurre aquí? -dijo Grego- no debieran estar aquí, ¿no es cierto?
ry-. Escuche, Neckland. Todos estamos en dificultades. -Oh, eso ... ¿Y si digo que sí?
Unos monstruitos horribles dominan la granja. Usted - Los otros niños malos dicen que no saben, pero
no los ve porque son invisibles, pero ... tú sabes, ¿no es cierto? Tú sabes de esas cosas grises.
La pistola atronó el aire. Mientras Gregory habla- Gregory sintió que la transpiración le corría por la
ba, Nancy había echado a correr. Gregory sintió que frente. L a mujer se le había acercado todavía más, y
la bala le traspasaba la tela del pantalón, sin tocarle lo miraba fijamente a los ojos, sin tocarlo. Pero Gre-
la pierna. Furioso, se arrojó contra Neckland y lo gory sabía muy bien que la mujer lo tocaría en cual- '
golpeó duramente en el pecho, por encima del cora- quier momento. Vio de reojo que Neckland se movía
zón. Cayendo hacia atrás, Neckland soltó la pistola y y se alejaba de la casa arrastrándose. _
lanzó un puñetazo que no dio en el blanco. Gregory -¿Y usted salvó a los bebés de esas cosas pequenas
lo alcanzó otra vez. El otro se le echó encima y los y grises? -le preguntó a la señora Grendon.
dos empezaron a golpearse furiosamente. Gregory con- - Las cosas grises querían besarlos, pero yo no las
siguió librarse al fin, pero Neckland insistió. Los hom- dejé. Fui más lista que ellas. Escondí .a . los_ bebés i
bres siguieron martilleándose las costillas. bajo la almohada de plumas, ¡y ahora m siquiera yo
-¡Suéltame, cerdo! -gritó Gregory. Metió un pie puedo encontrarlos! . . . .
detrás del tobillo de Neckland y los dos cayeron sobre La mujer se echó a reír em1t1endo un chirrido ho-
la hierba. H acía tiempo Grendon había levantado en rrible y bajo. ,
este sitio un muro de tierra, que corría entre la casa -¿Son pequeñas y grises y húmedas, eh? -pregunto
y los terrenos bajos de la huerta. Los hombres rodaron Gregory bruscamente-. Tienen pies grandes, membr~-
cuesta abajo, y al fin chocaron con la pared de piedra nosos como patas de rana, pero son pesadas y de baJa
de la cocina. Neckland llevó la peor parte, pues se estatura, y tienen colmillos de serpiente, ¿eh? !
golpeó la cabeza contra la arista de la pared y quedó La señora Grendon no parecía muy segura. De pron-
te~dido en el suelo, aturdido. Gregory se encontró to volvió los ojos a un lado, como si hubiese advertido
rmrando un par de pies cubiertos con medias de co- un movimiento.
lores. Se incorporó lentamente, y se enfrentó con la -Ahí viene una -dijo-. La hembra.
señora Grendon a menos de un metro de distancia. Gregory miró también, pero no vio nada. Tenía la
La mujer sonreía. boca seca.
Gregory se quedó mirándola un rato, ansiosamente, -¿Cuántas criaturas de esas hay, señora Grendon?
y se enderezó. Notó entonces que las hierbas cortas se movían,
-De modo que estabas aquí, Jackie, mi querido se aplastaban y se alzaban, casi a sus pies, y gritó,
-dijo la mujer. La sonrisa era más amplia ahora, alarmado. Alzando el pie derecho, calzado con pesada
y menos parecida a una sonrisa-. Quiero hablar con- bota de montar, describió un arco e_n el aire, casi a la
que aparentemente lo perseguía, y echó a correr. tienda que sólo ella puede decidir su propia vida..
-¡Neckland! -gritó Gregory. 1 Los dos hombres se estrecharon las manos sonrién-
1
1
Corrió desesperadamente detrás del otro. Neckland dose débilmente.
llegó al molino, entró de un salto, trató de cerrar la -Será mejor que baje?1os y -~e contemos al seño~
puerta, se aturdió, y trepó rápidamente por las esca- Grendon lo que hem°? visto -~110 Neckland- . Ahora 1
leras de madera. Gregory lo siguió gritando. entiendo qué le ocumó a Lardie anoche.
La persecución los llevó a lo alto del molino. Neck- -¿Lardie? ¿Qué le pasó? No la vi en tod~ el día.
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'
1
land estaba tan asustado que no echó el cerrojo de la -Lo mismo que a los lechones. La encontre dentro
puerta trampera. Gregory la abrió con un solo movi- ,del granero. Sólo quedaba de ella la piel. ¡No había
1
1
miento del brazo y subió jadeando. Acobardado, Neck- nada adentro! Como si le hubieran chupado las 1
con 1:_n chal sobre los hombros. Al lado de ella, de pie, Hubo un silencio en el cuarto, hasta que al fin Nan-
el senor Grendon esperaba impacientemente, con los cy dijo con una vocecita:
brazos cruzados, y Bert Neckland se apoyaba en el -No creerás realmente algo tan horrible.
marco ?e la _puerta. S~lo _Grubby no estaba presente. -¿Y tú cómo lo sabes? ¿Te lo han dicho esas cria-
Le habian dicho que siguiera trabajando en la zanja. turas invisibles? -preguntó Grendon con tono tru-
-Trataré una vez más de convencerlos de que todos culento.
ustedes están en grave peligro -dijo Gregory-. No se - Ahí están las pruebas, no puede negarlas. Perdone
dan cuenta realmente. En verdad todos nosotros so- mi brutalidad, Joseph, pero a la mujer de usted se la
mos como animales ahora. ¿Recuerda usted aquel raro comieron, lo mismo que a la perra y a los cerdos.
meteoro que cayó el invierno último, Joseph? ¿Y re- Y lo mismo le ocurrirá a los demás, tarde o temprano.
cuerda aquel rocío hediondo a principios de la prima- Los aurigas ni siquiera son caníbales. No soi: _coro?
v_era? Las dos cosas están relacionadas entre sí, y ambas nosotros. No les importa que tengamos alma m mteh-
tienen que ver con todo lo que ocurre ahora. Aquel gencia, a:sí como a nosotros no nos importa la posible
meteoro e_ra de algún modo una máquina del espacio, intelio-encia de las vacas.
lo creo firmemente, y adentro venía una forma - de -Aº mí no me comerá nadie -dijo Neckland, deci-
vida que ... no se puede decir que .sea hostil a la vida didamente pálido.
terrestre, pero sí que no tiene en cuenta la cualidad -¿Cómo podrá impedirlo? Son invi~ibles, y p~ei:iso
de esa vid~. Las criat~ras de esa máquina, a quienes que atacan como las serpie~tes. Son criaturas anfibias,
llamo ~ungas, esparcieron el rocío sobre la granja. y quizá de no más de med10 metro de altura. ¿Cómo
Ese roc10 era un acelerador del crecimiento un abono se protegerá usted? -Gregory se volvió hacia el gran-
o fertilizante, que hace crecer a animales y' plantas. jero.- J oseph, el peligro es muy g_ra_nde,. y no sólo
- ¡Tanto me3or para nosotros! -dijo Grendon. para los que estamos aquí. Al prmc1pi_5> m1en~ras nos
- No, no es nada mejor. Todo creció de un modo estudiaban no intentaron hacernos dano ... s1 no yo
extraordinario, ~s cierto, pero con un gusto distinto, hubiera muerto aquella vez que eché el bote ~l agua.
u~ gusto apropiado para otros paladares, los de esas Ahora sin embargo son resueltamente hostiles .. Le
cnaturas. Han visto ustedes qué ha ocurrido. No pue- ruego que me deje ir a Heigham y telefonear al Jefe
den vender nada. La gente no querrá los huevos O la de policía de Norwich, o por lo menos al destacamento
leche o la carne de esta granja. . . tienen un sabor local, para que vengan a ayudarnos.
muy desagradable. El granjero meneó lentamente la cabeza y apuntó
-Qué tontería. Los venderemos en Norwich. Nues- con un dedo a Gregory.
tros productos son mejores que nunca. Nosotros los -Pronto has olvidado nuestras charlas, Gregory.
comemos, ¿no es así acaso? No recuerdas ya lo que decíamos del socialismo y de
-Sí, Joseph, ustedes los comen. Pero todos los que cómo los poderes oficiales se irían ~ebil~~ando. Tan
comen a esta mesa están condenados. ¿No entiende pronto como te encuentras en una s1t~ac10n un poco
usted? Todos ustede? están "fertilizados", lo mismo que difícil, ya quieres llamar a las autoridades. No ha~
los cerdos y las gallmas. Este sitio ha sido transforma- nada aquí que unos pocos perros bravos como m1
do en una supergranja, y para los aurigas todos ustedes vieja Cuff no puedan enfrentar. No roe opongo ~
son ahora carne comestible. comprar un par de perros, pero me conoces poco s1
crees que llamaré a las autoridades. ¡Buen socialista -¿Es por eso que la co~ida nos sabía mal al prin-
has resultado! cipio y luego nos supo bien otra vez?
-¡No tiene derecho a hablarme así! - exclamó Gre- -Hay una única explicación. En ese ent~nces los
gory-. ¿Por qué no dejó venir a Grubby? Si usted fue- sistemas de ustedes no se habían adaptado aun al ve-
ra socialista, trataría a sus hombres como se trata a neno. Ahora sí. Los están criando a ustedes, Nancy,
usted mismo. En cambio lo dejó trabajando en la así como nosotros criamos ganado._ ¡E~toy c~mpleta•
zanja. Yo quería que Grubby asistiera a esta discusión. mente seguro! Y tengo miedo por tl, m1 querida, ten-
El granjero se inclinó amenazadoramente por enci- go tanto miedo. ¿Qué haremos? ¡Ven a Cotters_all co~-
ma de la mesa. migo! La señora Fenn _tiene u!1a hermosa sahta arn•
. -Ah, sí, ¿eh? ¿Y _desde cuándo mandas en esta gran- ha, y pienso que querna alqmlarla. ,
Ja? Grubby puede ir y venir a su antojo. Fúmate ésta, -Estás diciendo disparates, Greg. ¿_Cómo podria ha•
a_mi~o _-el granjero se acercó aun más a Gregory, como cer eso? ¿Qué diría la gente? No, te 1t~s al~ora y espe-
s1 sintiese que la cólera podía ayudarle a olvidar el raremos a que a papá se le pase el enoJO, S1 p~edes ve-
miedo-. Tratas de asustarnos, ¿no es cierto? Pues nir mañana, verás que está mucho más _tranq~nlo, pues
bien, los ~rendon no son gente, miedosa. Te diré algo. lo esperaré esta noche y le hablaré de ti. Entiende 9-ue
¿Ves ese rifle en la pared? Esta cargado. Y si no des- está trastornado por la pena y no sabe bien lo que dice.
apareces de la granja antes de mediodía, ese rifle no -Bueno, querida. Pero quédate ~entro de la casa
seguirá en la pared. Estará aquí, en mis dos manos todo el tiempo que puedas. Los aungas no han entra-
y te lo haré sentir donde te duela más. ' do aquí hasta ahora, y estarás más segura. Y '!-11tes de
-No puedes hacer eso, papá -dijo Nancy-. Sabes irte a la cama cierra todas las p~ertas Y, persianas. Y
que Gregory es amigo nuestro. trata de que tu padre se lleve ese nfle arnba.
,- Por amor de Dios, Joseph -dijo Gregory-, ¿no ve
donde están sus enemigos? Bert, cuéntele al señor Los días eran más largos ahora en su marcha confia-
Grendon qué vimos en el estanque. Vamos, ¡cuéntele! da hacia el verano, y Bruce Fox llegó a su cas~ ~ntes
Neckland no tenía muchas ganas de ser arrastrado que se pusiera el sol. Bajó de un salto de la b1c1cleta
a la discusión. Se rascó la cabeza, se sacó del cuello y se encontró con su amigo Gregory, que lo esperaba
un pañuelo de cuadros rojos y blancos, se enjugó la impacientemente. .
cara, y murmuró: Entraron juntos, y mientras Fox bebía un ~zón de
-Vimos algo así como unas ondas en el agua, pero té, Gregory le contó lo que había pasado ese dia en la
n_o fue nada realmente, señorito Gregory. Quiero de- granja. . _
Clf que pudo haber sido el viento, ¿no es cierto? -Estás en dificultades -dijo Fox-. Mira, ~anana es
-Quedas advertfdo, Gregory -dijo el granjero-. domingo. No iré a la iglesia y te acompanaré a la
Saldrás de la granJa antes del mediodía en esa yegua granja. Necesitas ayuda. con ese rifle. Lo
tuya, o no respondo de mí. -Joseph es capaz de dispararme _
Salió a la luz pálida del sol, seguido por Neckland. hará con toda seguridad ?i me _v~ con un extrano.
Nancy y Gregory se quedaron mirándose. Gregory Puedes ayudarme ahora roismo diciéndome dónde en-
tomó las manos de la muchacha, que estaban frías. contraré un perro joven para proteger a Nancy.
- ¿Tú creíste lo que dije, Nancy? -Tonterías. Iré contigo. De todos modos, ya no
te, ayudé a subir a Bruce e iba a montar yo mismo cibiendo respuesta presumieron .qu,e ~ramos ta_n poc?
cuando el arma disparó otra vez y sentí un dolor inteligentes como nuestros propios animales. Si es asi,
quemante en la pierna. Bruce me izó hasta la silla y ¡qué tragedia! '
partimos, yo apenas consciente. Ahora mi pre·qunta personal. Sé, señor, que está us-
Aquí me tiene guardando cama, y así deberé perma- ted cada vez mds ocupado a medida que se hac~ m1s
necer un par de días. Afortunadamente, la bala no famoso, pero esto que pasa ahora en un remoto nncon
l
,,
me tocó el hueso. '
de la Anglia Occidental es de importancia tremen~a,
En ve:dad, y tal como usted puede comprobarlo, me parece, para el mundo y el futuro. ¿No, se decide
¡la gr_an¡a es un _sitio maldito! En un tiempo se me usted a hacernos una visita? Encontrarla usted alber-
ocurrió que podia llegar a ser un nuevo jardín del gue cómodo en cualquiera de las dos tabe7:1as del
Edén, donde fructificarían los alimentos de los dioses pueblo, y el viaje hasta aquí por ferrocarril es se-
para hombres como dioses. En cambio, ay, el primer guro, aunque tedioso. Un coch_e, de punt~ podría traer-
encuentro entre la humanidad y unos seres de otros lo rápidamente desde la estaczon de Heigham, ª, doce
mundos ha sido realmente desastroso, y el Edén se ha kilómetros del pueblo. De este modo usted podna ver
convertido en un campo de batalla para una guerra la granja de Grendon c~n sus propios _ojos, y hasta '
de los mundos. Nuestras anticipaciones del futuro han quizá uno de esos seres interestelares. Siento que lo~
1
de ser necesariamente lúgubres. informes que le envía el abajo firmante no sólo_ lo di-
Antes de cerrar este largo relato, quiero responder
a una pregunta que me hace usted en su carta, y
hacerle yo otra, más personal que la de usted.
,,
1
vierten a usted. También le preocupan. Pues bien, le
juro que no exagero en lo más mínimo. ¡Dígame usted
que viene! . ,
!
¡
Me pre[Iun_t~ usted a7:te to~o si los aurigas son to- Si necesita otro argumento, piense en la alegria que 1
fracción de los lent~s del ojo haria la visión imposible, Gregory Rolles ¡
Y_ por otra parte sin esa alteración los ojos serían vi- i
sibles como glóbulos vítreos. Y la visión necesita ade- Leyendo esta larga carta de cabo a rabo, y luego de 1
más d~ una mancha P1;rpúrea detrás de la retina y de tachar dos adjetivos superfluos, Gregory se recostó en
una cornea opaca. ¿Como ven entonces los aurigas?" la cama con cierta satisfacción. Tenía la impresión
'
.,.
1
'
58 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 59
de no haber dejado la lucha, aunque estaba ahora, mo- Gregory se despertó llorando desesperadamente y
mentáneamente, fuera de combate. buscó a ciegas la llave del pico de gas.
Pero las noticias que le llegaron en las primeras
horas de la tarde fueron inquietantes. Tommy, el El doctor Crouchron llegó a la mañana siguiente,
chico del panadero, había llegado hasta los mismos ya cerca del mediodía, y le dijo a Gregory que el mús-
límites de la granja de Grendop.. Luego las leyendas culo de la pierna necesitaba descanso, y que debía
horribles que se habían tejido en torno al sitio lo para- guardar cama otros tres días por lo menos. Gregory
lizaron de pronto, impidiéndole entrar. Las voces ani- no quedó nada satisfecho. No podía olvidar el sueño
males que llegaban de la granja sonaban de un modo horrible y pensaba que había descuidado realmente
raro, y se confundían a veces con el ruido de unos mar- a su querida Nancy. La carta que le había escrito
tillazos. Cuando Tornmy se adelantó arrastrándose estaba todavía allí sobre la mesa de luz. Luego que la
y vio al granjero -negro como un pozo de alquitrán- señora Fenn le trajo el almuerzo, decidió que debía ir
que levantaba algo parecido a una horca, perdió el a ver a Nancy en seguida. Dejó la comida, salió de la
poco coraje que le quedaba y volvió rápidamente cama, y se vistió lentamente.
atrás sin haber •entregado la carta a N ancy. No había esperado que la pierna le doliera tanto,
Gregory se quedó en la cama pensando en Nancy pero consiguió bajaT las escaleras y llegar al establo
muy preocupado, hasta que la señora Fenn le llevó sin demasiadas dificultades. Daisy se alegró aparen-
la cena. Se sabía ahora, al menos, por qué los aurigas temente al verlo. Gregory también se sentía contento
no habían entrado en la casa: eran demasiado grandes. y apoyó la frente en la mejilla del animal y le frotó
Nancy estaba a salvo mientras no saliera, aunque na- la nariz.
die podía sentirse a salvo en aquel condenado lugar. -Quizá sea la última vez que tengamos que hacer
Se durmió temprano esa noche. En las primeras este viaje, querida mía -dijo.
horas de la mañana, tuvo una pesadilla. Se encontraba Ensillar la yegua fue una tarea comparativamente
en una ciudad extraña donde todos los edificios eran sencilla. Para montar, en cambio, tuvo que hacer es-
nuevos y la gente vestía ropas brillantes. En una plaza fuerzos angustiosos. Al fin se instaló cómodamente
crecía un árbol. En el sueño, Gregory tenía una rela- en la silla y tomó el camino familiar y desolado que
ción especial con ese árbol: lo alimentaba. Empujaba llevaba al dominio de los aurigas. La herida le dolía
a la gente que pasaba contra la corteza del tronco. El mucho, y de cu~ndo en cuando tenía que detenerse a
árbol era un árbol de saliva. Desde unos labios rojos esperar a que la pierna dejara de latirle. Notó también
y parecidos a hojas, que se entreabrían arriba en ca- que ahora perdía sangre profusamente.
pullos, bajaban arroyos de saliva resbalando por la Llegó al fin a las puertas de la granja y descubrió
corteza suave. Cuando la gente tocaba esa saliva se lo que había querido decir el chico del panadero
convertía en sustancia del árbol. Parte de la saliva cuando contó que Grendon estaba levantando una hor-
mojaba a Gregory. Pero en vez de disolverlo, le daba ca. Habían clavado un poste en medio del patio. Un
el poder de disolver a los demás. Abrazó a la mucha- cable llegaba hasta la punta, de donde colgaba un
cha a quien quería y acercó la boca para besarla. La farol que podía iluminar todo el patio, de noche.
piel de la cara de la muchacha se abrió y cayó como Había ocurrido otro cambio. Detrás del apeadero
la cáscara de una fruta. habían puesto una nueva cerca de madera, separando
- Inténtelo usted si quiere -dijo, y dando media En los establos el ruido era ensordecedor. Los cascos 1
vuelta subió decidido las escaleras. de los animales pateaban las maderas. En medio del
Gregory se quedó donde estaba, mirando de reojo . establo principal colgaba una luz y Gregory pudo
la ventana. Había venido a la granja sin un plan ver de qué modo terrible había cambiado la granja
preconcebido, pero ahora que se lo había dicho a desde su última visita. Las marranas se habían desarro-
Bert le parecía que no podía hacer otra cosa que lle- llado enormemente y las grandes orejas les golpeaban !
1
varse a Grendon de la granja. Se sentía obligado a las mejillas como tablas. Los lomos hirsutos se curva-
hacerlo, pues aunque veía ahora a Grendon con otros ban hasta tocar casi las barras del techo.
ojos, el hombre lo retenía con una especie de fascina- Grendon estaba en la entrada del otro lado, sos-
ción, y era incapaz de dejar que un ser humano, por teniendo en los brazos el cuerpo inconsciente de Nan-
más perverso que pareciera, enfrentase solo los ho- cy. Un saco de alimento para cerdos yacía desparra-
rrores extraños del granjero. Si conseguía que Gren- mado a sus pies. Había abierto a medias las puertas
don, pensó, no recibiera a tiros a los intrusos, quizá de un establo y trataba de abrirse paso contra el flanco
podría traerse ayuda de las granjas vecinas, Dereham de un cerdo casi de su misma altura. De pronto Gren-
Cottages, por ejemplo. don se volvió y miró a Gregory con una cara de indi-
El cobertizo de las máquinas tenía una sola ventana, ferencia más terrible que cualquier expresión de furia.
y con barrotes. Era de ladrillos, y la puerta, maciza, Había alguien más allí. Las puertas de un establo, 1
podía cerrarse desde el exterior. Quizá fuera posible cerca de Gregory, se abrieron de par en par. Las dos
atraerlo a Grendon, y luego obtener ayuda de afuera. cerdas apretadas entre las tablas lanzaron un terrible
No sin aprensión, Gregory fue hasta la puerta y espió chillido en falsete, sintiendo claramente la presencia
en la confusa oscuridad. Examinó ansiosamente el de un hambre insaciable. Patearon a los lados ciega-
suelo, buscando alguna pisada más siniestra que la del mente, y todos los otros animales expresaron el mismo 1
granjero, pero no había indicación alguna de que los terror. La lucha era inútil. Un auriga estaba allí. La
aurigas estuviesen inactivos. Salió al patio. muerte misma, la figura de la guadaña infatigable y de
No había avanzado dos metros cuando se oyó un la inmóvil sonrisa ósea, hubiese sido más fácil de evitar
agudo grito de mujer. Gregory sintió como si unas que esta presencia venenosa e invisible. Una mancha
manos heladas le apretaran las costillas y se acordó rosada se extendió rápidamente sobre el lomo de una
de la pobre señora Grendon, loca. En seguida recono- de las bestias. Casi en seguida la enorme masa empezó
ció la voz: era Nancy. Los gritos no se habían apagado a decrecer, perdiendo rápidamente toda su sustancia.
del todo cuando Gregory corría ya hacia el lado oscuro Gregory no se detuvo a mirar el repugnante proceso.
de la casa. Corrió hacia el granjero, que ya se movía otra vez.
Sólo más tarde comprendió que había corrido apa- Y ahora era evidente qué se proponía. Abrió las
rentemente hacia un ejército de gritos animales. Sobre puertas del último establo y dejó caer a Nancy en el
todos ellos se oían los chillidos de los cerdos; cada una comedero de metal. Casi en seguida las marranas se
de estas bestias parecía tener que transmitir a un mis- • volvieron chasqueando las mandíbulas hacia este nue-
terioso destinatario un mensaje agudo e indescifra- vo forraje. Grendon, con las manos libres, se acercó
ble. Gregory corrió hacia los establos, esquivando las a un gancho de la pared, que sostenía el rifle. '
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cercas gigantescas a la luz alta y enfermiza. El estrépito sacudía ahora los establos. La compa-
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70 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 71
ñera de la m~rrana qu~ había si?o ingerida tan rápi- dó a Nancy a sentarse y se movió a lo largo de la
damente se hbró y sahó al pasillo central. Durante viga, a sólo unos pocos centímetros por encim~ d~ los
un momento_ se quedó allí -por suerte, pues si no lomos de los cerdos. El fusil al menos les dana aerta
Greg'?ry hubiera quedado atrapado-, inmóvil, como protección: el auriga, a pesar de parecerse muy poco
paralizada por la posibilidad de libertad. Los establos a los hombres, no sería inmune al plomo.
se _estreme~ieron y los otros animales lucharon por Cuando alcanzó el viejo fusil y lo descolgó del
salir también de los corrales, derribando ladrillos gancho, Gregory sintió de pronto el deseo _de -~atar
echando aba10 . las puertas. Gregory saltó a un lado' en seguida a uno de aquellos monstruos mv1sibles.
y unos cuerpos grotescos se apretaron en los pasillos Recordó entonces sus primeras esperanzas: la idea de
luchando por ganar la libertad. que quizá fueran seres superiores, seres _sabios y _de
Greg?ry había llegado junto a Grendon, pero la ilustrado poder, que venían de una sociedad me1or
estampida los alcanzó antes que se tocaran. Un casco donde unos códigos morales elevados guiaban las acti-
se le cruzó a Grendon en el camino, y el granjero se vidades ciudadanas. Había pensado entonces que sólo
dobló hacia adeh~nte con un gruñido y cayó bajo las a una civilización semejante le sería concedido el d?n
pata~ de las bestias. Gregory apenas tuvo tiempo de de los viajes interplanetarios. Pero lo opuesto era qwzá
esquivar el tropel metiéndose en el corral más próxi- la verdad: quizá un objetivo parecido sólo podía ser
mo. Nancy trataba en ese momento de salir de la alcanzado por las especies indiferentes a fines más
artesa, y las dos bestias a las que había sido ofrecida humanos. Tan pronto como se le presentó esta idea,
se sacudían tratando de escapar. Animado por una se sintió abrumado por la visión de un universo en-
energía feroz, sin razón, y casi sin conciencia, Gregory fermo, donde las razas que cultivaban el amor y la
alz~ a la muchacha, saltó hasta una de las vigas su- inteligencia habitaban unos mundos diminutos, de _los
periores, pasó por encima una pierna, se inclinó a que no salían nunca, mientras el cosmos era recorrido
recoger a Nancy, y la ayudó a subir. por especies asesinas, que descendían aquí_ y allí a sa-
Estaban a salvo, pero aím no del todo. Entre las tisfacer sus crueldades y sus voraces apetitos.
nubes de polvo y las sombras del establo podían ver Regresó al sitio donde esperaba Nancy, sobre la san-
cómo las bestias enormes se apretaban en una y otra guinaria lucha porcina.
entrada. En medio se libraba una suerte de batalla en- La muchacha señaló con el dedo, muda. En el ex-
tre los animales que se empujaban tratando de llegar tremo más lejano los animales habían derribado las
al extremo opuest? del edificio. Estaban despedazán- puertas y escapaban ahora hacia la noche. Pero uno
dose, y la destrucción amenazaba al establo mismo. de los cerdos cayó y se aplastó contra el suelo como un
-Tuve q~e ~eg1;1irte -jadeó Nancy-. Pero papá ... saco informe de color carmesí. Otro animal que pasó
¡creo que m siquiera me reconoció! por ese sitio sufrió el mismo destino.
. Por lo menos, pensó Gregory, Nancy no había ¿El auriga actuaba impulsado po_r la ira? ¿Lo habían
visto cómo Grendon caía bajo las patas de las bestias. lastimado los cerdos, al cargar ciegamente? Gregory
Volviéndose involuntariamente, vio el fusil que Gren- alzó el fusil y apuntó. En ese momento vio una débil
don no había llegado a tomar y que colgaba aún de columna alucinatoria que se alzaba en el aire. Había
un gancho en la pared. Arrastrándose por una viga caído tanto polvo y barro y sangre sobre el auriga que
transversal podía alcanzar fácilmente el arma. La ayu- era ahora parcialmente visible. Gregory disparó.
puntiaguda, una bala de plata, el coche fúnebre que con Starling, someterlo a pruebas tan impersonal-
llega a un cruce de caminos ... mente como a cualquier otro. S~n embargo, de no~he ...
Wills se dominó. Tenía la cara transpirada. ¡Otra Sacudió la cabeza alejando imágenes de Starhng de
vez lo mismo! La idea disparatada se repetía como día de Starling yacente como un cadáver de noche, y
un acto reflejo, como la dilatación de las pupilas bajo se 'fue por el corredor apretando los dientes. Hizo
los efectos de la belladona, aunque tratara de evitar- una pausa ante otras puertas, acerc~ndose y esc_uchan-
la. Starling yacía allí parecido a un cadáver sólo por- do, o abriendo y echando una 01eada. Algunas de
que se había acostumbrado a no quitarse los hilos de esas puertas llevaban a infiernos privados,. capaces
la cabeza ... Nada más que por eso, nada más que de poner en peligro la cordura de cualqmera. No
por eso, ¡nada más que por eso! obstante, nada lo afectaba tanto como la pasividad de
Wills sintió que las palabras le golpeaban la mente, Starling, ni siquiera las quejosas plegarias d~ la m,ujer
como un garrote. Starlíng había dormido así durante del cuarto número once, que era perseguida d1a y
meses. Estaba tendido de costado, en la actitud típica noche por demonios i~agi~arios._ .
del hombre que duerme, pero a causa de los hilos no se He perdido, concluyo W1lls, m1 propia cordura.
movía casi en el curso de la noche, y no desarreglaba Este pensamiento lo obsesionaba, aunque trataba
las sábanas. Respiraba naturalmente. Todo era normal. esforzadamente de librarse de él. Wills lo enfrentó
Excepto que esto duraba así desde hacía meses, lo en el largo pasillo que le corría alrededor de la mente
que era increíble, e imposible. como un tubo conductor de microondas. Y no encontró
Sacudiéndose de pies a cabeza, Wills dio un paso ninguna razón para rechazarlo. Los otros estaban en
atrás alejándose de la puerta. Y en ese momento ocu- las celdas, él en el corredor. ¿Y qué? Starlíng estaba
rrió otra vez ... como· ocurría diez o doce vece~ por en una celda y no era un paciente. Era un hombre
noche. Empezó un sueño. cuerdo, que podía irse cualquier día. Se quedaba
~1. electroencefalógrafo registró un cambio en la sólo porque deseaba cooperar.
ac~1vidad c~rebral. LJ?S tapones adhesivos que le cu- Y decirle que se fuera no resolvería nada.
bnan los OJOS a Starlmg señalaron unos movimientos
oculares. Un circuito se cerró. Un timbre débil pero La ronda había terminado. Regresó a la oficina
agudo sonó en el cuarto. como un hombre que marcha resueltamente hacia_ su
Starling gruñó, se agitó, se movió económicamente fin inevitable. Lambert - el enfermero de guardia-
como si quisiera espantar una mosca que se le había roncaba en el sofá del rincón. Esto violaba los regla-
posado en la cara. El timbre calló. Starlino- había mentos, pero Wills había a?uantado hast~ hartarse
despertado: le habían cortado el hilo del sueºño. unas largas historias de mu1eres y de bebida, Y los
Y se durmió otra vez. lamentos acerca de las series de televisión que se esta-
. Wills lo imaginó despertándose del todo y advir- ban perdiendo esta noche, y le había dicho al hombre
tiendo que no estaba solo en el cuarto. Retrocedió de que se fuera a dormir.
puntillas hasta el corredor y cerró la puerta. El cora- Sacudió a Lambert para que cerrara la boca Y se
zón le golpeaba• el pecho como si acabara de escapar sentó al escritorio acercando el registro de la noche.
a un desastre. La mano se arrastró por las líneas impresas en el pa-
¿Por qué? Durante el día podía hablar normalmen te \ pel, seguida por una sombra coja, dejando detrás una
capaces de pesar y medir la implacable estofa de los l car visiones de ristras de ajos, estacas puntiagudas y
sueños.
. Pero Starling no había cedido. Al principio reac-
cionó de modo normal. La frecuencia de sus sueños
l enterramientos en encrucijadas.
El error debía de estar en su propia mente, no en la
de Starling.
su_bió de cinc_o veces por noche a veinte, treinta y más,
mientras el timbre abortaba todos esos sueños embrio-
l
¡
Las p~uebas tu~ieron_ los m~smos resultados que
las antenor_es. La _hipó_tes~s de Wills no era válida, por
lo tanto. S1 Starlmg smuera que lo habían librado de
narios, proyectando a la nadá al abuelo abominable,
a los maestros tiránicos. una c~rga, mostraría ahora signos de una personalidad
¿Tenía esto algún significado? Wills ya se lo había más fln:ne y segura. El mejoramiento microscópico se
preguntado o_tras veces. ¿Era posible que así como debía sm duda a que Starling estaba viviendo desde
la gente necesitaba los sueños, Starling los odiara? ¿Sen- hada meses en un ambiente tranquilo donde no se
tiría Starling la falta de sueños como una liberación? le exigía ningún esfuerzo.
La idea era simple y por eso mismo atractiva, pero El camino estaba cerrado por ese lado.
no se sostenía en pie. De acuerdo con los experimentos Wills apartó la pila de papeles.
previos equivalía a decir que para librar a un hombre -Señor Starling -dijo-, ¿por qué se ofreció usted
de la _necesidad de excretar bastaba privarlo de agua como voluntario? Seguramente ya se lo he preguntado
antes, pero no recuerdo.
y comida.
Pero la experiencia no había alterado físicamente .• T~do estaba en los archivos, pero era posible que
a Starling. El hombre no había perdido peso, ni se Starlmg intentara ahora otra explicación.
había puesto irritable. Respondía normalmente a las f -Bueno, no sé realmente, doctor -dijo la voz suave
pr1:1ebas de inteligencia y al test de Rorschach y a cual- de Starling-. Creo que mi hermana conocía a otro
qmer otro test. v~luntario y mi cuñado es un dador de sangre y siempre
No era natural. dice que todos le debemos algo a la sociedad, y aunque
Wi_lls se dominó. Pensó un instante en sus propias no me gusta la idea de que me saquen sangre, porque
reacciones y reconoció que sentía miedo: el miedo nunca soporté las inyecciones y esas cosas, esta idea me
instintivo e irracional a un extraño que se aparece de pareció bien y dije que sí. Luego, claro, el doctor
pronto y habla de un modo distinto y tiene otras ma- Daventry dijo que yo era una excepción, y si yo se-
neras. Starling era un ser humano; ergo, reaccionaba guiría en el experimento, y yo le dije entonces que a
de un modo natural; ergo, las otras experiencias habían mí no me hacía daño, y no me pareció que pudiese
coincidido por casualidad y los sueños no eran indis- negarme, sobre todo porque era en beneficio de la
pensables, o las reacciones de Starling no se distinguían ciencia ...
de las otras, y un día se manifestarían, cuando la pre- La voz siguió así sin añadir nada nuevo. Starlino
sión hiciese estallar la caldera. no se interesaba mucho en las cosas nuevas. Nunc~
De cualquier modo, sólo faltaban tres semanas. le había preguntado a vVills el propósito de las prue-
El golpe tímido de costumbre en la puerta. Wills bas, y probablemente nunca le había pedido a su pro-
respondió con un gruñido, y mirando entrar a Starling pio médico que le explicara una receta, contentándose
se preguntó cómo era posible que la vista de este hom- con pensar que las abreviaturas del médico eran una
bre tranquilamente extendido en la cama pudiera evo- especie de talismán. Quizá estaba tan acostumbrado
se rieron al verme f uno dijo: -Buenas, señorita - con -No me interesa. Y además sólo la policía tiene
una voz bastante desagradable. Sin embargo, fueron derecho a revisar los cuartos de la gente. Y estos no
corteses. Querían revisar el cuarto, dijeron, y traían eran policías.
un permiso escrito del comisionado de policía. Había Red me miró un momento y dijo:
un hombrecito de aspecto miserable en el pasillo, de- -Baja la voz cuando digas esas cosas, Alice. Mira.
trás de los otros, que parecía ser el gerente del hotel y Y acercándose a la ventana señaló la plaza y vi en-
se deshacía en disculpas frotándose las manos y tra- tonces una cuadrilla de trabajadores que no eran tra-
tando de sonreír. Pero nadie le prestaba atención. bajadores, o por lo menos no lo parecían, y que quizá
Miraron rápidamente todo, como hombres del ofi- llevaban armas bajo la ropa también. Y Red dijo:
cio, pero no dejaron de abrir ningún cajón, y exami- -La policía verdadera en cualquier sitio es la gente
naron los armarios y la valija de Red, y luego el cesto que tiene la fuerza para hacer cumplir la ley. Y la
de papeles y debajo del colchón, y algunos caminaron ley, en cualquier sitio, es lo que el gobierno puede
por el cuarto golpeando las paredes y los marcos de hacer cumplir. Y el gobierno ... -Red me miró y
las ventanas y el radiador. Luego miraron los papeles preguntó-: ¿Sabes por qué se reúnen aquí mañana?
de Red y me preguntaron quién era yo, y uno de ellos Le dije que no, pues es difícil enterarse en la tras-
ª?rió m~ cart~ra y miró dentro de la polvera y destor- tienda de El ciervo blanco, aunque nos interese la
nilló m1 lápiz para los ojos, haciendo una broma política, lo que no era mi caso, y además yo no sa-
acerca de lo que llevan las mujeres. Luego dijeron bía de qué me hablaba. Red tomó aliento, como si \
que lamentaban habernos molestado, y el más habla- fuese a explicarme, y al fin meneó la cabeza y suspiró.
dor nos deseó buenas noches y nos guiñó un ojo, y -No importa. No saques la cabeza de tus platos,
se fueron al cuarto de al lado y el gerente trotó de- criatura, y sobre todo mañana. En verdad sería mejor
trás. No eran desagradables, pero tenían aspecto de que te enfermases y no vinieses por aquí. Esto va a
llevar armas bajo las blusas y me asustaron. estar alborotado de veras.
El que había hecho el chiste sobre mi cartera se Me pareció que Red pensaba que yo era algo así
detuvo en el u11;1bral y me dijo: -¿Le gustaría papá como una débil mental y me enfurruñé.
Veron para presidente del mundo, señorita? -Quieres decir que habrá más camiones y bomberos.
Iba_ a decir que no me gustaba nada y que prefería Bien, eso no me asusta. Ya tuvimos la policía adentro
al senor Marchbanks y al señor Albertini, cuando dos o tres veces. Espero que al señor Grey se le ocurra
sen~~ la mano de ~ed en el brazo y entonces sonreí tapiar las ventanas temprano, antes que las rompa al-
y d11e que estal_)a bien. Y el hombre se rió y dijo: guien. Pero un poco de ruido es estimulante.
- Bueno, quizá no pase mucho tiempo sin que se De pronto Red perdió la calma, me tomó los brazos,
cumplan los deseos de la gente. y me gritó realmente:
Luego todos desaparecieron. Le pregunté a Red: -¿Qué policía? ¿~o me oíste? Esos son la policía, la
-¿No me dijiste que ya habían estado? gente de ahí abajo, los que estuvieron aquí hace un
-Sí, hoy es la tercera vez. Vendrán también ma- minuto. ¿Son ellos los que entraron en el bar? Maña-
ñana. na estarás enferma, ¿me oíste?
-¿Pero para qué? Si vienen por mí, me voy. Entonces yo también perdí la cabeza y le contesté
-¿Y no verás la función de mañana? gritando, y le dije que era bastante mayorcita como
y más raro aun oír el eco de los tacos en el piso y la venirse abajo, pero al cabo de un rato, en el otro ex-
propia voz un poco apagada, y tanto ruido afuera. tremo de la plaza, alguien comenzó a entonar: -V~ron,
Los rayos de sol que entraban por las rendijas eran Veron, Veron -y el canto se expandió a la multitud.
más brillantes que las luces del bar, de modo que el El ruido llegaba en ondas a nosotros, golpeándonos.
salón parecía polvoriento y amarillo, y costaba pensar La gente se puso a ag_itar los _br~zos con las manos
que afuera brillaba la mañana y que el cielo era azul. juntas, al modo veromsta, y s1gu1endo el canto, ~e
Yo sentía a veces que me faltaba el aire. modo que toda aquella multitud pare~ía ~na especie
La multitud hacía ruido, pero parecía también ex- de máquina terrible que se sacudía .ntm1camente, Y
pectante y de buen ánimo. El griterío aumentaba a de pronto descubrí que me estaba nendo como una
medida que llegaba la gente, pero no se oían voces loca y que las lágrimas roe rodaban. por la cara y que
de pelea, sólo de excitación. Nos acostumbramos al la garganta me dolía de ganas de gntar y que el canto
cabo de un rato, y nos pusimos a limpiar los metales me aplastaba contra el marco de la puerta h~sta tal
del bar sin atender a lo que pasaba afuera. punto que yo ya no podía moverme y no podia saber
Luego de pronto se hizo el silencio. El ruido no se tampoco por qué estaba llorando.
fue apagando, cesó de pronto, como si lo hubiesen Arriba, en la plataforma, Hugh Veron alzaba los
cortado con un interruptor. Asustaba más realmente hrazos exigiendo silencio, pero durante un _rato los
que un tumulto. La señora Grey y yo corrimos a la gritos siguieron y siguieron. Luego la multitud fue
puerta y oímos detrás los pasos de los hombres, que sa- calmándose, y se oyeron unos golpes en los altopar-
lían del sótano. Cuando al fin abrimos la puerta toda lantes y eso significaba que Hugh Veron estaba tra-
la gente de la plaza nos daba la espalda, pero ladeaba tando de hablar. La multitud calló bruscamente Y
la cabeza mirando el cielo, muy quieta. Restallaban Veron alzó los brazos una vez más y en seguida empezó:
las banderas, se sacudían los alambres, y nadie hablaba. -Mis queridos hermanos y he~anas.
En seguida, se oyó el ruido de un helicóptero que Todos estaban absolutamente quietos, y aun noso-
pasó volando sobre el techo, encima de nuestras cabe- tros mismos, en la puerta, oyendo esa hermosa voz de
zas, y luego sobre la multitud frente a nosotros, y al bronce que sonaba en los altoparlantes como la caT?·
fin se quedó suspendido sobre la plaza. Era un heli- pana de una catedral, de tal ~odo que uno se dec1a
cóptero negro con un círculo blanco en cada puerta. que una voz semejante no pod1a menor. Hasta la ~ara
Y una de las puertas se abrió y cayó una escala, y le cambiaba entonces a Veron: mostraba un~s dien-
cuatro hombres bajaron rápidamente y caminaron tes grandes y blancos y tenía una luz en los OJOS. ~e
por la plataforma y la escala desapareció y el heli- oído decir que a algunas gentes les centellean los OJOS,
cóptero se elevó y se alejó ocultándose detrás del pero sólo a Hugh Veron le pasaba eso de veras. No ha-
hotel. Y el señor Grey murmuró a mis espaldas: -Lo blaba sólo con la voz sino con toda la cara y el estó-
conozco. Es el avión privado de Hugh Veron. mago y la columna vertebral y estaba así de c~erpo
Y descubrí entonces una cara de hurón en la pla- entero en las palabras. Era como Elías en la B1bha,
taforma, y supe que al fin había visto a Hugh Veron sólo que vivo y presente.
en persona. -He hecho un largo camino para estar con vosotros.
La multitud enloqueció en ese momento. Al prin- Anoche cené en Beluchistán. Mañana estaré en Nueva
cipio gritaron y aullaron hasta que el cielo pareció York, pero hoy .. .
sieron esos recuerdos y como broma final hicieron que En el siglo diecisiete el inglés Ludowicke Muggleton
me pareciese a él también. No había peligro, pues na- pensó que el cielo estaba a diez kilómetros y que el
die lo conocía en la Tierra. Y eso soy yo, Red Mid- ayer se transformaba en su propio futuro. El mar pre-
dleton, el cadáver viviente. Para los muchachos del histórico de Ballard está a las puertas de la ciudad,
servicio es una historia muy divertida. Tienen otro y el apocalipsis psíquico es un viaje material en el
ejemplar en Venus que está volviendo locos a los ve- tiempo.
ronistas, pues no entienden cómo Middleton puede es-
tar vivo si ellos mismos se libraron del cadáver. Y eso
es lo que soy, Alice. Un androide. Un zombi. Y hay
una sola cosa que no funciona bien. -Red, brusca-
mente, me apretó contra él y hundió la cara en mi
pecho como si quisiera meterse adentro, y yo pude DESPIERTA EL MAR
verle el pelo rojo todo pegoteado con esa sustancia
roja que no era sangre, y sentí que se sacudía con las
lágrimas que no podía llorar.- Me siento como Red ]. G. Ballard
Middleton. H aga lo que haga no puedo lejar de sen-
tir que soy un hombre.
Puse mi cabeza junto a la de Red y sentí la sus-
tancia pegajosa en la mejilla y me apreté a Red como A la noche, Masan oyó otra vez el ruido del mar que se
me apreté a mi bebé la noche que vinieron a- buscarlo acercaba, el trueno sordo de las olas que rompían
y lloré tanto que pensé que nunca pararía. Y al cabo en las calles vecinas. El ruido lo había despertado
de un rato, Red suspiró y se quedó quieto, y yo pensé y corrió fuera de la casa a la luz de la luna donde las
que quizá se había dormido. Pero los androides no casas blancas se levantaban como sepulcros en lavadas
duermen, ¿no es verdad? Seguí sos.teniéndolo, de todos plazoletas de cemento. A doscientos metros las aguas
modos, y la sustancia oscura me empapó la falda y se se precipitaban y hervían, adelantándose y retroce-
me secó en la cara, y podría pensarse que me cansé de diendo en la calle. Innumerables burbujas fosfores-
estar allí sentada y sin moverme, pero no, no me cansé. centes bullían entre las tablas de las cercas, y la espu-
No podía sentir nada. Y no me importa si hay diez ma se quebraba inundando el aire con el olor acre y
ejemplares en Venus o en todas partes, y no me importa vinoso del mar.
si están hechos de cola y papel de estaño, y no me Allá lejos, entre los techos de las casas sumergidas,
importa lo que hizo o por quién lo hizo. Se llamaba se alzaban las olas del mar abierto, hendidas por los
Red Middleton y yo lo quería y ahora está muerto. espolones de las chimeneas solitarias. La espuma hela-
da le tocó de pronto los pies desnudos, y Masan dio un
Título del original: The blind God's eye. paso atrás, y miró con inquietud la casa donde dormía
Traducción de G. Lemos. su mujer. El mar avanzaba unos metros más todas
las noches: una siseante guillotina negra que se des-
lizaba por los jardines vacíos y golpeaba entrecorta-
damente las empalizadas.
© z!J62, by Mercury Press.
viendo a un mundo crepuscular: el lecho de enfermo Una noche, se prometió Mason, iría allí y dormiría
y la lámpara de cabecera. Lo tomó por los hombros. hasta que lo despertaran las olas.
- Richard, escucha. Esta noche, cuando oigas las Un coche pasó lentamente y el conductor miró con
olas, despiértame y saldremos juntos. curiosidad a Mason que estaba de pie en medio de
Mason se libró dulcemente de las manos de Miriam. la calle con la cabeza levantada. El vecindario opi-
- Que tú veas o no el mar no cambiará nada, Mi- , naba que el marido de la hermosa señora Mason, que
riam. Lo que importa es que yo lo veo. no tenía hijos, era un personaje bastante excéntrico
- solitario, distraído, y además secretario de la socie-
Más tarde, caminando calle abajo, Mason llegó al dad local de astronomía, lugar de reunión de maniá-
sitio donde se había detenido la noche anterior miran- ticos notorios- y a Mason le pareció prudente ale-
do cómo rompían las olas. De las casas que había jarse hacia la avenida que bordeaba el valle. Mientras
visto sumergidas le llegaban los sonidos de una plá- se acercaba al promontorio distante miraba por encima
cida actividad doméstica. En los jardines, a la luz de las empalizadas buscando en los jardines y en los
brillante del sol, irisada y vívida, los surtidores gira- automóviles alguna huella de la reciente invasión del
torios regaban las hierbas descoloridas por el calor de mar. En estos sitios el agua había inundado casi com-
julio. Luego de las tormentas de la primavera, el pletamente las casas. .
polvo seco y cálido se había acumulado contra las Mason había visto por primera vez el mar hacía sólo
cercas y era un barro negro al pie de los surtidores. tres semanas, pero ya no dudaba. Sabía que el mar
La calle, una de las doce avenidas suburbanas, co- no dejaba al retirarse ninguna marca en los cientos
rría hacia el noroeste unos trescientos metros y desem- de casas sumergidas, y no se sentía inquieto por la
bocaba en la plaza del barrio comercial. Mason en- suerte de las gentes que debían de haber muerto aho-
tornó los ojos y miró la torre del reloj de la biblioteca gadas, y que habían dormido en cambio tranquila-
y el campanario de la iglesia, identificando los distintos mente en el inmenso seno del mar mientras él miraba
puntos salientes que había visto entre las olas empina- cómo las olas luminosas rompían en los techos. A pe-
das del mar. sar de esta paradoja, estaba completamente conven-
La calle descendía ligeramente al acercarse a la plaza, cido de la realidad del mar, y por esta misma razón
en el sitio donde Mason había visto la orilla del mar. le había contado a Miriam que las olas lo habían des-
A poco más de un kilómetro de la ciudad, se alzaba pertado una noche y que al salir de la casa había des-
un pequeño promontorio de arcilla, punto culminante cubierto el mar en las calles. 1
del borde del valle que encerraba la llanura aluvional Al principio, Miriam había aceptado con una son-
más baja. Aunque oculto en parte por las casas, Mason risa el relato, como ilustración del extraño mundo
lo reconoció en seguida: el acantilado que se había privado de Mason. Luego, tres noches más tarde se
alzado la noche anterior sobre el mar, como una ciu- había despertado en el momento en que Mason en-
dadela. El agua había golpeado los flancos del pro• traba de nuevo en el dormitorio y se había asustado 1
montorio, alzándose en inmensos plumajes de espuma al verlo: tenso, jadeante, con el rostro transpirado y '
y cayendo luego con una lentitud casi hipnótica. De una luz extraña en los ojos.
noche el promontorio era más grande y más abrupto: Desde entonces se pasaba las horas mirando la ven-
bastión enorme que no había conocido la erosión. tana por encima del hombro como esperando ver el
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Archivo Histórico de Rev1s I
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s Argentinas I www.ahira.com.ar
150
MINOTAURO
entre los capítulos son significativos, lo mismo que
los resultados de una última revisión. CINE: LA PANTALLA INGLESA
Está hac_iéndose casi imposible comentar aislada-
mente un libro de Ballard. El autor está desarrollando Agustín Mahieu
su obra de libro en libro, y de cuento en cuento de
t~~ modo ~ue aunque cada unidad tenga su significa-
ci_on propia, alcanza su verdadera dimensión sólo te-
niendo en cuenta la totalidad de la obra. The drought 1 La literatura de ciencia-ficción no es un fenómeno
ha de ser considerad~ como una novela que acompaña reciente. Si su expansión, en los últimos años, ha
a El mundo sumergido. Esta vez Ballard explora los adquirido un puesto espectacular - y progresivame?t~
efectos de la s.equedad, en vez del diluvio, en la psique 1
, cualitativo- es debido sin duda al desarrollo vert1g1-
humana._ El libro, de nuevo, está colmado de caracte- noso de la ciencia, que ha modificado todas las coorde-
res exóticos, evocativos, arquetípicos que se mueven 1 nadas de la vida contemporánea. La civilización téc-
entrecruzándose en el_ p~lvo y el _fuego, la sal, el hollín
Y las sombras del pa1saJe desértico. El tiempo parece
detenerse; la acción y el momentum dramático pare-
¡ nica, por otra parte, ha llegado a un punto cr_íti~o: su
propio dominio implica una serie de descubnm1entos
fundamentales que proponen ya, como problema, su
cen acelerarse. misma concepción del mundo.
Alg~inos de ~os conceptos que aparecen en esta obra Si esta literatura nació como anticipo y a veces
han sido prefigurados por cuentos anteriores -The 1 como problematízación del futuro, los actuales avan-
Delta at sunset, The reptile enclosure, The cage of
sand-, pero en la novela los elementos y las ideas se
¡ ces de la revolución científica y tecnológica la colo-
can súbitamente ante las puertas entreabiertas de ese
funden en un, relato sorprendentemente excitante, aun futuro que parecía lejano. Por lo mismo, sus obra_s
cu~~o son solo 7lementos de cierta perspectiva en el más notables no son ya ficciones puras, sino la medi-
pa1s~Je más ampho. de una exploración ontológica. 1 tación abismal sobre una transformación del hombre
Pienso que es_te hbro es de más fácil lectura que El ante las exigencias de un universo en expansión.
mu:1-do sumergido, y, casi ciertamente, una novela Sin embargo, como escribe André Labarthe, "la
meJor. Esto no quiere decir que sea un libro mejor t obra de ciencia-ficción aparecía, entonces, desde el alba
(en verdad Ballard. no escribe realmente novelas), y de esta civilización, como el presentimiento de una
esto no se sabrá quizá durante un tiempo. El signifi- era futura aún estorbada por las ideas-fuerza de un
cado de la obra parece subir lentamente a la conciencia mundo que se desmorona. Que lleva ya cerca de un mi-
aun mucho después de cerrar el libro. '
! lenio en desmoronarse".
Traducción de F. A. Como un microcosmo de la historia universal, el
1 cine repite sus hitos. A las obras de Bergerac o Charles
Frente a este pesimismo, Truffaut ha descubierto ideas, en una civilización de cosas, es co~o un maldito;
en Fahrenheit 451 una forma muy personal de ex- el que piensa es un hereje. Un ser d_1ferente es ~~1
presar una fe en el hombre. Esta fábula del mundo enemigo. Es un tipo que pone _la s?c1edad en cns1_s
electrónico es, según sus palabras 1 , "Una historia porque representa su mala conC1encia, la prueba vi-
desarrollada en el mundo tal como lo conocemos; viente de que no todos han perdid~ la razón, no todos
sólo hay un ligero desplazamiento hacia adelante en han traicionado a cambio de una villa, un auto o una
el tiempo. La atmósfera no es extravagante ni de an- colección de juguetes el~ctróni~os. Un hombre_ que
ticipación: sólo es extraña. El relato tiene un postula- debe ser eliminado al mismo uempo qu~ sus libros.
do simple: se desarrolla en una sociedad donde la A pesar de estas declaraciones, el p~radopl Truffaut
función de los bomberos no es ya extinguir el fuego no ha concebido indudablemente su film como un pan-
sino quemar los libros, cazar a los intelectuales. El fleto unilateral sobre una cultura amenazada; es de-
lugar es indeterminado, los personajes tienen una masiado individulista para eso. Quizá su obra, c?mo
nacionalidad indefinida. El film no es por lo tanto las anteriores (Los cuatrocientos golpes, fules et Jim),
realista, si bien presenta numerosos elementos de la es ante todo un acto de rebeldía y de amor, esta vez
realidad. por los libros y la libertad del homb~e. .
"El tema del film es el amor por los libros; para al- Como Jean-Luc Godard en A!phavill~,. ha evitado
gunos, este amor es intelectual; se ama un libro por Ja invención de objetos tecnológicos defm1dos. De la
su contenido, por su texto. Para otros, es un vínculo novela de Bradbury eliminó_ el _sa_b~eso ~-obot 9u:
sentimental por el libro como objeto. (...) En un perseguía a los criminales con mfahb1hdad c1bernéuca,
plano menos individual e íntimo, la-!ristoria me in- la televisión trimural se transforma en u~~ pantalla
teresa porque está en la realidad: el verdugo de los li- normal pero igualmente obsesiva. Tamb1en desapa-
bros, la persecución del pensamiento, el terror de las recen las radios minúsculas y otros el~mentos electró-
ideas son elementos que retornan en la historia hu- nicos igualmente superables en la reahda~. . .
mana. Ayer, aparecían bajo formas crueles, abiertas. A Truffaut le interesa menos la pr~yecctón h1stónca
Ahora, aparecen en manifestaciones más oblicuas, pa- 0
en el tiempo que la mutaci_ón emotiva. Por eso tam-
cíficas, pero más peligrosas . . . Discos, cintas magné- bién, el personaje de la mu1er de Monta~, ~uya con-
ticas, cine, televisión. . . radios a transistores. . . Mira- ciencia se disuelve en los narcóticos audiovisuales, Y
mos, escuchamos. Operaciones alienantes, que nos la amante que le descubre el mun~o de l?s hbros, so_n
llevan al exterior de nosotros mismos, nos proyectan interpretados por la misma actnz, la. ingles~ Juhe
afuera, nos sustraen a la reflexión y la soledad que im- Christie. También Montag y su enemigo, el Jefe de
plica la operación de la lectura. bomberos, han evolucionado sutilmente. Truffaut es-
" . .. En nu~stra sociedad los libros no son ya que- cribe en su diario de filmación: "Este ho~bre, este
mados por Hitler o la Santa Inquisición; son inutili- Capitán que vomita los libros, v~ a ser ten1bleme~te
zados, sofocados por las imágenes, los sonidos y los t simpático y está bien que sea as1. Por eso (o grac1~s
objetos. Y los intelectuales, los auténticos, los honestos, •l
¡ a eso) se aleja del melodrama y el p~pel será ,má? vi;
son como otrora los judíos, los maquis. Quien tiene · te Mientras las voces de los ingleses sólidos
''• v1en . . , e ·1 C k ( 1
desgarran mis oídos, la del irlandes yn usa e
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Declaraciones en Cinema 66 y Cahiers du Cinema. •' Capitán) me encanta casi tanto como el acento aus-
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Archivo Histórico de Revist~s Argentinas I www.ahira.com.ar
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