Beethoven Como Instrumento Narrativo
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Beethoven Como Instrumento Narrativo
195-215
DOI: https://doi.org/10.18239/invesmusic.2020.11.10
ISSN: 2530-6847
RESUMEN
Los estudios de recepción musical suelen centrarse tanto en la influencia de las músicas del
pasado sobre las composiciones que les sucedieron, así como sobre el grado de ejecución y
presencia en la vida cultural de los distintos presentes. No existen, sin embargo, estudios que
analicen con detalle cómo tanto la música como la figura personal de cada compositor
perviven en otras manifestaciones artísticas que seleccionan, amplifican, manipulan o se
apropian, bajo las coordenadas de sus propias disciplinas, de la obra musical heredada. Este
artículo profundizará en cómo Beethoven y su música fue un poderoso instrumento en la
construcción de algunas de las obras literarias más relevantes de la primera mitad de siglo a
través de autores como Romain Rolland, Proust, E. M. Forster, James Weldon Johnson,
Virginia Woolf, Aldous Huxley, Malraux o Thomas Mann, atendiendo tanto a su
aprovechamiento técnico, constructivo, semántico, social, como, sin duda, estético.
Palabras Clave: Música y literatura, transmedialidad, interdisciplinariedad, Beethoven,
recepción musical.
ABSTRACT
Studies of musical reception tend to focus both on the influence of the music of the past
on the compositions that followed them, as well as on the degree of performance and
presence in the cultural life of the different presents. There are, however, no studies that
analyze in detail how both music and the personal figure of each composer survive in other
artistic manifestations that select, amplify, manipulate or appropriate, under the coordinates
of their own disciplines, the inherited musical work. This article will delve into how
Beethoven and his music were a powerful instrument in the construction of some of the
most relevant literary works of the first half of the century through authors such as Romain
Rolland, Proust, EM Forster, Virginia Woolf, James Weldon Johnson, Aldous Huxley,
Malraux or Thomas Mann, taking into account both its technical, constructive, semantic,
social, and, without a doubt, aesthetic use.
Key Words: Music and literature, transmediality, interdisciplinarity, Beethoven, musical
reception.
1. INTRODUCCIÓN
La poderosa figura de Beethoven y su música han encontrado un lugar más allá de la
esfera específicamente musical, proyectándose con fuerza sobre otros ámbitos artísticos tales
como las artes plásticas o la literatura. Este camino paralelo por el que discurre la recepción
y percepción tanto de su persona –deturpada por los barnices mitógrafos barnices
románticos– como de su propia obra –fuera del ámbito técnico-compositivo– ha sido, sin
embargo, muy poco transitado y atendido (Capdepón & Pastor, 2020), a pesar de que el resto
de las artes ofrecen testimonios doblemente reveladores: demuestran, por un lado, cómo ha
sido entendido y asimilado el patrimonio musical beethoveniano y su figura emblemática,
acogiendo una serie de sentidos y valores que se actualizan sobre cada presente con
finalidades distintas; por otro, nos informan de cómo constituyen una semilla fecunda que
contribuye a la creación de nuevas obras artísticas –en nuestro caso literarias– gracias a su
condición de referente inexcusable, tanto estructural como referencial y semántico. Si bien
hemos tratado en otras publicaciones con exhaustividad la presencia de Beethoven en la
poesía universal (Pastor, 2020a), nos centraremos aquí en algunos usos significativos de su
música en las figuras más relevantes de la eclosión de la novela moderna, que adoptaron
servirse no tanto del como figura emblemática de nuestro compositor sino de su obra musical
como instrumento al servicio de la construcción narrativa. Las páginas de Romain Rolland,
E. M. Forster, Proust, James Weldon Johnson, Virginia Woolf, Aldous Huxley, Cadilhac,
Palacio Valdés, Malraux o Thomas Mann nos servirán de guía en este recorrido
interdisciplinar.
Cuadernos de Investigación Musical, diciembre 2020, (11, número extraordinario), pp. 195-215. ISSN: 2530-6847
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1 Pintado el friso por Klimt en 1901, fue instalado en 1902 en el Pabellón de la Secesión, en Viena. Vid. más detalles
en Koja (2006). Para los lectores en español vid. Hidalgo (2017, pp. 31-62). Más reciente es el trabajo de Jenkin
(2019, p. 26 y ss).
2 Vid. Rolland (1904-1912), publicado en Cahiers de la Quinzaine, con las obras L’aube; Le Matin; L’Adolescent;
La Révolte; La Foire sur la place; Antoinette; Dans la maison; Les Amies; Le Buisson ardent; La Nouvelle Journée.
3 Vid. Rolland (1922). Existe la traducción de Luis Cernuda en Goethe y Beethoven (1934).
4 Vid. Fauchois (1909). Fue escrita para el Teatro Odéon, con puesta en escena de André Antoine y la interpre-
tación de Maxime Desjardins como Beethoven y Blanche Albane como Bettina). La obra fue traducida al inglés
por Henry Grafton como Beethoven: A Dramatic Biography with an Accompaniment fo Beethoven’s Music (1910). En
Inglaterra la obra fue extraordinariamente popularizada por Sir Herbert Beerbohm Tree en el papel del com-
positor y Evelyn D’Alroy como Bettina Brentano (vid. Parker, 1928, pp. 388-395).
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será muy emocionante, tanto para nosotros como para ella”5. Lo cierto es que Beethoven
despierta en el personaje una extraordinaria insatisfacción que necesita ser satisfecha en la
búsqueda y entrega de lo novedoso. Más adelante en Howard’s End (1910) dramatizará a través
de la Quinta sinfonía el debate musicológico en torno a una estética de la recepción y el estatus
de la música pura e instrumental6. En su capítulo V, con motivo del concierto en el Queen’s
Hall, se discutirá sobre las músicas de Beethoven, Brahms, Debussy y Wagner, con la explícita
relegación de Edward Elgar, representante de la música del imperio. Paralelamente, las dos
formas de escucha de la Quinta sinfonía que el narrador despliega a través de las diferentes
actitudes de las dos hermanas, Helen y Margaret, nos revelará una dimensión política que la
crítica ha visto como una respuesta a toda estética totalitaria –en una sorprendente
anticipación–, bien pangermánica, bien decididamente imperialista.
5 “If Miss Honeychurch ever takes to live as she plays, it will be very exciting — both for us and for her.”
(Forster, 1908, p. 65).
6 Sobre esta obra de Forster, vid. Zhou (2011, pp. 237-250) y Weatherhead (1985, pp. 247-264). Entre la abun-
dante bibliografía, sin duda, el trabajo más completo sobre el lugar de Beethoven en la obra de E. M. Forster
es el de Fillion (2010, en especial pp. 135 y ss.).
7 Debussy fue extremadamente crítico con Beethoven. Si bien por un lado admiró la Novena Sinfonía, en otros
lugares reserva juicios muy duros para composiciones como Adelaida, cuya melodía es un fragmento que «Le
vieux Maître a dû oublier de brûler»; las últimas sonatas de piano adolecen de parecer transcripciones orques-
tales, o la Sinfonía Pastoral es condenada con sarcasmo como una obra pedante donde la escena de la tormenta
es satirizada –«la frayeur que la nature inspire au coeur des hommes se perd dans les plis d’un liceul romantique»,
siendo Beethoven “responsable d’une époque où l’on ne voyait la nature qu’à travers les livres”. (Debussy, ed.
1971, pp. 123 y ss.).
8 Vid. Nordling (1912, ilustrada por Frank T. Merrill). Vid. Waddell (2019, pp. 89 y ss.).
9 Consúltese además el trabajo colectivo editado por McParland (2009).
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ceguera física de Gertrude y la ceguera moral de pastor que adopta a esta joven huérfana
asilvestrada dentro de un fatal triángulo amoroso que se complica cuando ella recobra la
visión y se enamora de Jacques, hijo del pastor. Escrita a una edad ya madura, una vez
traspasada la cincuentena, quizá como respuesta a un puritanismo opresor –no olvidemos
que junto a otras de sus obras entró en 1952 en el Índice de libros prohibidos del Vaticano–, la
novela asemeja el modo en el que el anciano descubre a Gertrude el mundo con la forma en
que la música revela los secretos de la naturaleza. Cuando Gertrude escucha, todavía ciega,
la Pastoral, siente el anhelo de descubrir así la vida. Cuando recupera la visión, sin embargo,
el referente del que cree estar enamorada no es el pastor, que la ha acompañado en sus
descubrimientos entre las tinieblas –como si él mismo fuera la misma encarnadura musical–,
sino el hijo de este. El fatal desenlace para todos los personajes –la locura, la desposesión, el
exilio afectivo– semantiza el valor inaprehensible e impredecible del mensaje musical, capaz
de suscitar los más insospechados referentes10.
Beethoven tiene igualmente un lugar preeminente en la escritura de Marcel Proust11
dentro de su Á la recherche du temps perdu12 (1906-1922), donde su música de cámara se
convertirá en un eficaz motor narrativo13. En À l’Ombre de jeunes filles en fleurs menciona cuatro
de sus cuartetos, los números 12, 13, 14 y 1514; y del mismo Vinteuil se referencian su septeto
y su sonata, incidiendo constantemente en el tiempo que necesitaron para su construcción
como trasunto del que se requiere para la comprensión de una obra maestra, como lo fueron
las últimas obras de cámara del alemán (Proust, ed. 1982, La Prisonnière, vol. 3, pp. 257). La
obsesión de Proust por la música de cámara del alemán le llevó a que el cuarteto Poulet
interpretara algunos de ellos en su casa en la primavera de 1916, al igual que sucede en su
ficción con el Barón de Charlus (Proust, ed. 1982, Sodome et Gomorrhe, vol. 1, p. 751). La
escritura en el Cuarteto nº 16 –“Muss es sein? / Es muss sein!”– juega en la obra un contrapunto
singular con sus dudas y vacilaciones sobre su condición de escritor, tal y como sucede en La
Prissonière (Proust, ed. 1982, vol. 3, pp. 250). La controversia sobre la petite phrase de Vinteuil
–esa música que solo vive en la palabra– no está, como sabemos, en modo alguno agotada,
pero buena parte de la crítica cree encontrar sobre ella, a tenor de las anotaciones del propio
Proust, la ascendencia de la Sonata nº 32 para piano, o, quizá de un modo más probable, el
inicio del Cuarteto de cuerdas nº 12 (también su Scherzo), o bien el Adagio del Cuarteto nº 8 15.
10 Vid. Henry (1970, pp. 15-23). Consúltese igualmente el trabajo de Komur-Thilloy (2017).
11 Entre los estudios más serios sobre la influencia de la música en Proust tenemos los de Matore & Mecz, Irène
(1982) y Nattiez (1987.
12 Escritas entre 1906 y 1922, lo siete tomos fueron publicados entre 1913 y 1927, los tres últimos tras la muerte
naître, à grossir le public des quatuors de Beethoven, réalisant ainsi comme tous les chefs-d’oeuvre un progres
sinon dans le valeur des artistas, du moins dans la societé des esprits, largement composée aujourd’hui de ce
qui était introuvable quand le chef-d’oeuvre parut, c’est-à-dire d`êtres capables de l’aimer” (Proust, ed. 1982,
vol. 1, pp. 343).
15 Las implicaciones del valor de la música de Beethoven en Proust exceden, con mucho, la naturaleza de este
trabajo que solo trata de presentar algunos icebergs sobre el gran océano de lecturas. Vid. Nattiez (1987, pp. 19
y ss.), Acquisto (2017, pp. 130 y ss); y Erickson (2009, pp. 160 y ss).
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16 Un análisis detallado de esta obra puede verse en la reciente publicación de Morrissette (2017) y Naviaux
(2016, pp. 381-396).
17 No nos centraremos aquí en el apodo “Schwarzspanier” que recibió el alemán y que ha dado lugar a una
19 Así se lo reconoce a su amiga y violinista Elizabeth Trevelyan (1873-1956). Vid. Jacobs (1993, pp. 227-260)
y Bazin (1973, p. 62).
20 Vid. el estudio clásico de Aronson (1980, pp. 21-31).
21 “It occurred to me last night while listening to a Beethoven quartet that I would merge all the interjected
passages into Bernard's final speech, & end with the words O solitude: thus making him absorb all those scenes,
& having no further break. This is also to show that the theme effort, effort, dominates: not the waves: &
personality: & defiance: but I am not sure of the effect artistically; because the proportions may need the inter-
vention of the waves finally so as to make a conclusion” (Woolf, 1980 vol. 3, p. 339).
22 En 1921 asistió a la integral de los mismos en el Beethoven Festival de Londres. (Woolf, 1978, vol. 2, pp. 14 y
114).
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compositor23 mientras subsume todos los discursos en un juego contrapuntístico que asume
líricamente del conjunto de voces que conforman el texto24.
La música de Beethoven, en consecuencia, constituyó un poderoso incentivo para
renovar las fuerzas narrativas y supuso un aliento suficiente para la construcción de las
conocidas como “novelas sinfónicas” –“roman d’expression symphonique”–, cuyos
principios Paul-Émile Cadilhac, uno de los pilares en la redacción de L’Illustration, ya
expuestos de facto en sus novelas Carnaval macabre (1919), L’Héroïque (1921) y, algo más tarde,
en Les Flambeaux éteints25, desarrolla de un modo programático en el prólogo de su novela La
Pastorale (1924)26. Manifiestos de esta naturaleza han permitido desarrollar posteriormente
una de las ramas de los estudios de literatura comparada más apasionante, el de las relaciones
entre música y literatura27. Tomando así como modelos las sinfonías de Beethoven, Cadilhac
sistematiza varios procedimientos de escritura musical: la asimilación sonora por el camino
de la comparación o metáfora; conferir a los referentes sonoros una extrema viveza visual;
crear deliberadamente un espacio de tensión entre lo oído –“estímulo percibido” – y lo
escuchado –resultado de la percepción–; establecer un proceso de saturación tímbrica y
sonora, acumulativo de los instrumentos precedentes; o el uso de los valores musicales
lexicalizados como índices de importación patrimonial28. Señala así que en la base del “roman
symphonique” hay tres tipos de temas:
23 Veamos dos momentos reveladores de la novela. El primero de ellos sucede ante el retrato mismo de Beet-
hoven. “Not that I love music, but because the whole of life, its masters, its adventurers then appeared in long
ranks of magnificent human beings behind me; and I was the inheritor; I, the continuer; I, the person miracu-
lously appointed to carry it on” (Woolf, 1931, p. 352). Más adelante: “Whatever sentence I extract whole and
entire from this cauldron is only a string of six little fish that let themselves be caught while a million others
leap and sizzle, making the cauldron bubble like boiling silver, and slip through my fingers. Faces recur, faces
and faces –they press their beauty to the walls of my bubble– “Neville, Susan, Louis, Jinny, Rhoda and a thou-
sand others. How impossible to order them rightly; to detach one separately, or to give the effect of the whole
–again like music. What a symphony, with its concord and its discord and its tunes on top and its complicated
bass beneath, then grew up!»” (Woolf, 1931, p. 354).
24 Vid. Levin (1983, pp. 164-171), Clements (2005, pp. 160-181) y Varga (2014).
25 Nos referimos a sus obras Carnaval macabre, París: Fasquelle, 1919; L’Héroïque, París: Ferenzci, 1921; y Les
Flambeaux éteints, París: Ferenzci, 1928. Vid. Ghil (2008, p. 251) y, muy especialmente, Stawiarski (2007, pp. 1-
10).
26 Vid. Cadilhac (1924, pp. 7-12). Veamos un ejemplo de “paysage musicalisée”, donde el sonido trata de esta-
blecer una imagen: “L’andante du crépuscule, gris et mauve, emplissait la vallée et le ciel, s’élargissait mollement
par grandes ondes calmes superposées. Les bas-fonds s’estompaient, laqués par places de noirs vigoureux –
trous d’ombre, masses boisées, rochers–, détachés comme des basses sur le dessin de l’orchestre. [...] Toute une
gamme chromatique de couleurs éteintes – feuille morte, saumon, vieux ors, – chantait à l’octave supérieure,
répétait le thème que de grands nuages, couleur de sang, reprenaient –très haut– avec des accents de cuivres.
Des clochettes sonnaient comme des triangles et le grondement de la rivière, au fond de la gorge, prolongeait
de lointains roulements de caisse et de timbales” (Cadilhac, 1924, p. 272). Vid. Schockley (2009, p. 86).
27 Debemos, quizá, a su primer sistematizador en la segunda mitad del siglo XX a Brown (1948, p. 174).
28 Este texto puede representar adecuadamente los procedimientos referidos: “Cependant octobre avançait.
Aux petites notes, haut piquées du début, au prélude mordant par des traits de flûte sur le final murmurant et
mourant de l’été, succédaient des accords plus graves [...] : les frênes, les hêtres, les ormes, [...] se dépouillaient,
perdaient sous la mousquetade de la pluie, les coups de vent lâchés au galop sur l’étendue désertique du causse,
leurs feuilles jaunes, craquelées, mortes... Et les troncs apparaissaient, noirs et tortus, bossués de nœuds, sem-
blables à des moignons, déviés comme des coxalgiques, mutilés par les émondages trop répétés, dressant, çà et
là, des groupes d’infirmes, de grognards couturés par vingt batailles. Les bois [...] inscrivaient dans le paysage
de grandes phrases dorées et somptueuses. Les bosquets de chênes [...] plongeaient le thème en point d’orgue
avec leur feuillage mordoré qui persiste durant l’hiver [...]. Les haies d’églantiers [...] s’empourpraient avec des
accents de cuivre, tandis que les pins des collines se réservaient [...] comme des orgues muettes” (Cadilhac,
1924, pp. 137-138). Vid. el desarrollo de estos procedimientos en Stawiarski (2015, pp. 127-148).
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Les uns très généraux, ayant une valeur de symbole, et traités en fugue (Dans La Pastorale:
l’Amour, la Folie et la Mort aux prises avec les passions et la Vie); d’autres, secondaires,
[...] correspondant au thème-varié des musiciens [...]; les derniers –véritables leitmotive–
particuliers aux personnages qu’ils caractérisent (Cadilhac, 1924, p. 9).
Webley, un político cuyo plan de asesinato había concebido y ejecutado. En los momentos
preliminares al final trata de convencer a Mark Rampinon –otro de los protagonistas facetados,
como perfiles de una misma melodía– de que el heiliger Dankgesang en modo lidio del Cuarteto
para cuerdas nº 15, Op. 132 en La menor de Beethoven es la “única prueba real de que Dios
existe”31. Interrumpido por los sicarios, la música del alemán cesa con el asesinato de
Spandrell, convirtiéndose la misma en un símbolo transfigurado del asesino rendido
víctima32. El lugar de Beethoven en la novela había sido preparado ya en el capítulo XXII
donde se plantea la musicalización de la ficción desde los modelos de los Cuartetos Op. 130 y
Op. 131, así como de las variaciones Diabelli:
Algo similar sucede en el capítulo XXXIII, donde se expresa el contraste entre los
Boborygmes symphoniques de Satie y la obertura Coriolán de Beethoven33. Esta técnica se extiende
sin duda hacia su obra Eyeless in Gaza (London: Chatto & Windus, 1936), ejecutada sobre la
construcción no diacrónica de la vida de Anthony Beavis, desde su infancia hasta su madurez
(1890-1936). La obra traza un sinfín de referentes, desde el poema de John Milton sobre la
condena de Sansón –de ahí procede su título–, hasta la yuxtaposición contapuntística de
distintos periodos donde discurren algunos episodios autobiográficos, entre ellos las
adicciones de su madre o su adhesión al pacifismo y al misticismo. Este camino beatífico de
unión transcendental es reflejada por Huxley en la Missa Solemnis de Beethoven,
especialmente en su Benedictus, donde subraya cómo se alcanza la unión y el entendimiento
de la verdadera realidad (Huxley, 1931, pp. 44). Su escritura, en definitiva, no deja de reflejar
al joven novelista que durante sus años de juventud entregó horas y horas al piano34 y que
31 La presencia de este cuarteto tanto en Huxley como en Proust se entiende bien si, de acuerdo con las últimas
interpretaciones musicológicas, le concedemos ese valor emancipatorio del tiempo. Vid. Theurer (2013, pp.
248-265).
32 Vid. Watt (1970, pp. 42-51) y May (1977, pp. 418-427).
33 Vid. Cupers (1985, p. 279)
34 “[…] we have just polished off the Beethoven Funeral March, having before that completed one of the
variations in the sonata: I think that we are going to begin on a Chopin prelude next time-the one in F major,
I think”, en su carta a su padre, Leonard Huxley, el 16 de junio de 1912 (Huxley, 1969, p. 43). Uno de los
mejore estudios sobre la temprana formación de Huxley como músico lo encontramos en Aplin (1983, pp. 25-
36).
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tanto en las obras arriba citadas como en su novela breve Two or Three Graces (1926) incluyó
como elementos no solo referenciales sino esencialmente constructivos constantes
referencias a las obras tardías de Beethoven35.
Comme la musique supprimait en lui la volonté, elle donnait toute sa force au passé. Il
se souvint du geste dont il avait tendu son revolver à Alba. Peut-ètre, comme le disait
Ximénès, avait-il trouve sa vie. II etait né à la guerre, né à la responsabilité de la mort.
Comme le somnambule qui soudain s’éveille au bord du toit, ces notes descendantes lui
jetaient dans l’esprit la conscience de son terrible équilibre –“de l’équilibre d’où on ne
tombe que dans le sang […].. Il sentait la vie autor de lui, foisonnante de presages […].
Un jour il y aurait la paix. Et Manuel deviendrait un autre homme, inconnu de lui-même,
comme le combattant d’aujourd’hui avait été inconnu de celui qui avait acheté une petite
bagnole pour faire du ski dans la Sierra […] On ne découvre qu’une fois la guerre, mais
on découvre lusieurs fois la vie […] Ces mouvements musicaux [de Beethoven] qui se
succédaient, roulés dans son passé, parlaient comme eût pu parler cette ville qui jadis
avait arrêté les Maures, et ce ciel et ces champs éternels. Manuel entendai pur la première
fois la voix de ce qui es plus grave que le sang des hommes, plus inquiétant que leur
présence sur la terre: –la possibilité infinie de leur destin; et il sentait en lui cette presence
mêlée au bruit des ruisseaux et aux pas des prisonniers, permanente et profonde comme
le battement de son coeur (Malraux, 1937, pp. 359-360).
37 Sucede así con la siguiente edición: Souvennir à L. van Beethoven: six walses et une marche funèbre: pour le piano (París:
Chez les fis de B. Schott, place des Italiens, nº 1, 1828), que recoge el tercer movimiento de la sonata para piano
Op. 26, transportada a La menor, y una compilación de valses de Schubert, extraídos de sus 36 Originaltänze, D.
365, entre los cuales se recogen los valses La douleur y L’espoir.
38 Vid. Viñals (2006, pp. 748). Su visión sigue muy de cerca a Morot-Sir (1989, pp. 178-187).
39Uno de los mejores trabajos que estudian las relaciones entre Thomas Mann y Adorno es el de Seiwert, E.
(1995, pp. 123-200). Otros trabajos de obligada consulta son el estudio clásico de Engelberg, E. (1955, pp, 112-
116). A él hay que añadir Caro, E. E. (1959), Corbineau-Hoffmann, A. (1995, pp. 225-247), Gruchy (2019, pp.
195-208), Torabi, (2019, pp. 99-113) y Verster (1995).
40 Vid. Adorno (2003., pp. 114-126). Thomas Mann reconoce en su carta “una lectura estimulante y de mucha
importancia para Kretzschmar, quien, demasiado inmerso en la historia de la música, se había quedado en la
‘personalidad absolutizada’, cuando él debía ser el hombre que llegara a la idea de que cuando se encuentran la
muerte y la grandeza surge un objetivismo (con tendencia a la convención) en lo cual lo imperioso subjetivo se
transforma en lo mítico. ¡No se asombre si Kretszchmar incorpora tales expresiones a su locuacidad!” (Adorno
& Mann, 2006, p. 9).
41Sobre esta importante figura de la musicología alemana vid. el interesante capítulo de Grimm (2000, pp. 87-
97).
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La Arietta del Op. 111 se convierte, pues, en el corazón de la reflexión, influida por ese
otro vals anodino y convencional de 1819, germen del colosal Op. 120, sus Variaciones Diabelli.
Esta relación entre lo convencional y lo transcendente puede apreciarse en ambas obras,
donde la iluminación entre las cinco variaciones de nuestra sonata y las treinta y tres de las
Diabelli es clara, tal y como Pierre Brunel subrayó, al hallar cómo el tema de este segundo
movimiento se despereza en la Variación XX de su última obra epigonal para el piano (Brunel,
1997, p. 136-137). El tratamiento de la forma, si bien no es despreocupado, sí se presta
confiado a la fuerza cohesiva del tema, lo cual permite yuxtaponer cada variación bajo la
coherencia de su patrón. Ahora bien, ¿cómo surge esta melodía? Adorno señaló que en
Beethoven uno de sus medios formales más grandiosos era la sombra (Adorno, 2003, p. 70).
Tras la umbría del primer trágico movimiento apenas se pronuncia una melodía parlante,
enajenada de la convención y emancipadora de la opresión precedente que, como subjetividad,
toma su ser de algo ajeno a sí misma. En el tema escrito en Do mayor y 9/16 sobre casi un
ostinato de dominante, atendemos al ascenso melódico gradual y asimétrico –do, re, mi sol (c. 7)–
que se precipita en apenas tres compases hacia el final de la frase43. En su segunda frase la
flexión hacia el sexto grado (cc. 9-12) es suspendida por el estatismo de la dominante en
estado fundamental (c. 13), fuertemente expresivo en su total desnudez rítmica, armónica y
melódica, y que abre una cadencia de acordes fundamentales para su conclusión (cc. 13-16)44.
A partir de este sencillo esquema se sucede la secuencia de variaciones: la primera
transforma las corcheas con puntillo en juegos rítmicos sincopados de tres semicorcheas; la
42 Adorno escribe lo siguiente: “El arte siempre tiene su contenido meramente en el fenómeno. La relación de
las convenciones con la subjetividad misma debe entenderse como la ley formal de la que emana el contenido
de las obras tardías, en la medida en que éstas significan verdaderamente más que conmovedoras reliquias. Pero
esta ley formal se hace patente precisamente en el pensamiento sobre la muerte” (Adorno, 2003, p. 115).
43 La traducción española no recoge el homenaje que Mann hace a Adorno en la caracterización del tema de la
arietta, omitiendo su cita específica: “Oigan las cadenas de trinos, los arabescos y las cadencias. Fíjense cómo lo
convencional se impone. No se trata de eliminar del lenguaje la retórica, sino de eliminar de la retórica la apa-
riencia de su dominio subjetivo. Se abandonan las apariencias del arte, el arte acaba siempre repudiando las
apariencias del arte. ¡Dim-dada!” (Mann, 1947, ed. 2009, pp. 160-161). En realidad, en el texto en alemán dice
lo siguiente: “Nach einem anlautenden c nimmt es vor dem d ein cis auf, so daβ es nun nicht mehr «Him-
melsblau» oder «Wie-sengrund», sondern «O – du Himmelsblau», «Grü – ner Wiesengrund», «Leb’ – mir erwig
wohl» skandiert; un dieses hinzukommende cis is die rührendste, tröstlichste, wehmütig versöhnlichste
Handlung von der Welt” (Mann, 1947, p. 85). Esto tiene una difícil traducción que quizá no ha sido abordada
con solvencia en nuestra lengua y que está comprometida por la escansión de largas y breves, y que tal vez
pudiera ser así: «Después de un do inicial toma un do sostenido antes del re, por lo que ya no canta “cie-loazul” o
“pra-dera”, sino “oh, tu cieloazul”, “Verde – pradera”, “Me – despido”; y este do sostenido adicional es la acción
más conmovedora, consoladora y sabiamente conciliadora del mundo».
44 Vid. Rosen (2006, pp. 299 y ss.).
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Y este parece ser el secreto esencial del Op. 111: el adiós de una música a sí misma que
se sabe sin retorno. Thomas Mann abre así el camino hacia una novela de vanguardia apoyada
sobre firmes cimientos musicológicos, y no sobre un cierto impresionismo musical,
metafórico, o una representación bio-hagiográfica del compositor.
7. CONCLUSIONES
Vemos, pues, cuáles han sido los usos que desde comienzos de siglo y hasta la fractura
de la II Guerra Mundial recibió nuestro compositor. Existe, pues, una evolución desde el
psicologismo de Romain Rolland y Marcel Proust hasta las propuestas más recientes. El
tratamiento que se le concede a su obra y su persona recorre las críticas políticas hegemónicas
de E. M. Forster; la denuncia del determinismo social en la novela de James Weldon Johnson;
la dimensión de las relaciones humanas en el embrión familiar planteadas por Gide; el
experimentalismo constructivo de Virginia Woolf y Cadilhac bajo dos prismas muy
diferentes –la británica en el ámbito profundo de la estructura; el francés, en el espacio
superficial de la dimensión sonora y eufónica–; la incardinación local de Palacio Valdés; la
indagación psicológica de Aldous Huxley; la dimensión político-libertaria en la novela de
Malraux y la última reflexión a dos voces que Thomas Mann nos presenta con Adorno como
alter ego en su Doktor Faustus. Beethoven constituye así un elemento en la transformación del
género narrativo, y se presenta instrumento útil para la configuración de los universos
posibles en cada ficción. Sin duda sobre estas propuestas se desarrollarían, tras la
deshumanización que en los años Cuarenta conmocionó a toda la humanidad, nuevos
planteamientos que volverán a hacer de nuestro compositor un referente renovado en los
nuevos discursos narrativos: ahí están las obras, en otro lugar analizadas por nosotros (Pastor,
2020b), de Alejo Carpentier, Ralph Ellison, Günter Grass, Anthony Burgess o Milan
Kundera.
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