Werther. 2021

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Introducción

a la Literatura
2021

UNIDAD 4 Escuela de Letras


Textos literarios FFYH - UNC
2
Índice Unidad 4 Textos Literarios

Poéticas románticas
La modernidad: procesos dominantes de modernización y modernismo.
Mitos, símbolos y figuras de la poética romántica: Werther de Goethe.

Werther | Von Goethe, Johann W. (Madrid: Luarna ediciones) p.5


Bibliografía Unidad 4 Textos Literarios

Poéticas románticas
La modernidad: procesos dominantes de modernización y modernismo.
Mitos, símbolos y figuras de la poética romántica: Werther de Goethe.
Von Goethe, Johann W. s/f. Werther. Madrid: Luarna ediciones.
Von Goethe, Johann W. 1999. Werther. Universidad de Chile: Facultad
de Ciencias Sociales (otra edición sugerida).
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He recogido con afán todo lo que he podido embargo, no es culpa mía, ¿Podía yo evitar que
encontrar referente a la historia del desdichado se desarrollase una pasión en su desdichado
Werther, y aquí os lo ofrezco, seguro de que me espíritu, mientras me embelesaba con las gra-
lo agradeceréis. Es imposible que no tengáis cias hechiceras de su hermana? Así y todo, ¿no
admiración y amor para su genio y carácter, tengo nada que echarme en cara? ¿No he nutri-
lágrimas para su triste fin. do esa pasión? Más aún: ¿no me he divertido
Y tú, pobre alma que sufres el mismo tormento frecuentemente con la sencillez e inocencia de
¡ojalá saques consuelo de sus amarguras, y lle- su lenguaje, que muchas veces nos hacía reír,
gue este librito a ser tu amigo si, por capricho aunque nada tenía de risible? ¿No he?.. ¡Oh!
de la suerte o por tu propia culpa, no encon- ¡Qué es el hombre, y por qué se atreve a quejar-
traste otro mejor! se? Quiero corregirme, amigo mío; quiero co-
rregirme, y te doy palabra de hacerlo; quiero no
volver a preocuparme con los dolores pasajeros
LIBRO I que la suerte nos ofrece sin cesar; quiero vivir
4 DE MAYO DE 1771 de lo presente, y que lo pasado sea para mí pa-
¡CUÁNTO me alegro de mi viaje! ¡Ay, amigo sado por completo. Confieso que tienes razón
mío, lo es el corazón del hombre! ¡Alejarme de cuando dices que aquí abajo habría menos
ti, a quien tanto quiero; dejarte, siendo insepa- amarguras si los hombres (Dios sabrá por qué
rable, y sentirme dichoso! Sé que me lo perdo- los ha hecho como son) no se dedicasen con
nas. ¿No parece que el destino me había puesto tanto ahínco a recordar dolores antiguos, en
en contacto con los demás amigos, con el exclu- vez de soportar con entereza los presentes.
sivo fin de atormentarme? ¡Pobre Leonor! Y, sin

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"Di a mi madre que no dejaré de la mano su árbol, cada planta es un ramillete de flores, y
asunto, y que le daré noticias de él lo más pron- siente uno deseos de convertirse en abeja, para
to que pueda. He visto a mi tía: lejos de encon- revolotear en esta atmósfera embalsamada,
trar en ella a la perversa mujer que ahí me sacando de ella el necesario alimento.
hablaron, te aseguro que tiene excesiva viveza "La ciudad propiamente dicha es desagradable;
y excelente corazón. Me he hecho eco de las pero en sus cercanías brilla la naturaleza con
quejas de mi madre por la parte de herencia todo su esplendor. Por eso el difunto conde de
que le retiene, me ha explicado su conducta y M... hizo plantar su jardín en una de estas coli-
los motivos que la justifican; también me ha nas, que se cruzan en variado y encantador
dicho bajo qué condiciones está dispuesta a panorama, formando los valles más deliciosos.
entregarnos aún más de lo que pedimos. Basta El jardín es sencillo, y se observa desde la en-
de esto por hoy, di a mi madre que todo se trada que el plan, más que engendro de sabio
arreglará. He visto una vez más, amigo mío, en jardinero, es combinación de un alma sensible,
este negocio insignificante que las equivocacio- deseosa de gozar de sí misma. Muchas lágrimas
nes de la negligencia causan en el mundo más he consagrado ya a la memoria del conde en las
daño que la astucia y la maldad; bien es cierto ruinas de un pabelloncito, que era su retiro
que éstas abundan menos. predilecto y que también es el mío. En breve
"Por lo demás, aquí me encuentro perfectamen- seré yo el dueño del jardín: en sólo dos días me
te. La soledad de este paraíso terrenal es un he sabido granjear la buena voluntad del jardi-
precioso bálsamo para mi alma, y esta estación nero y te aseguro que no llegará a arrepentirse
juvenil consuela por completo mi corazón, que de ello."
con frecuencia se estremece de pena. Cada

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10 DE MAYO veo las formas innumerables e infinitas de los
"Reina en mi espíritu una alegría admirable, gusanillos y de los insectos; cuando siento, en
muy parecida a las dulces alboradas de la pri- fin, la presencia del Todopoderoso, que nos ha
mavera, de que gozo aquí con delicia. Estoy creado a su imagen, y el soplo del amor sin
solo, y me felicito de vivir en este país, el más a limites que nos sostiene y nos mece en el seno
propósito para almas como la mía, soy tan di- de una eterna alegría; amigo mío, si los prime-
choso, mi querido amigo, me sojuzga de tal ros fulgores del alba me acarician, y el cielo y el
modo la idea de reposar, que no me ocupo de mundo que me rodean se reflejan en mi espíritu
mi arte. Ahora no sabría dibujar, ni siquiera como la imagen de una mujer adorada, enton-
hacer una línea con el lápiz; y, sin embargo, ces suspiro y exclamo: "¡Si yo pudiera expresar
jamás he sido mejor pintor Cuando el valle se todo lo que siento! ¡Si todo lo que dentro de mí
vela en torno mío con un encaje de vapores; se agita con tanto calor, con tanta exuberancia
cuando el sol de mediodía centellea sobre la de vida, pudiera yo extenderlo sobre el papel,
impenetrable sombra de mi bosque sin conse- convirtiendo éste en espejo de mi alma, como
guir otra cosa que filtrar entre las hojas algunos mi alma es espejo de Dios!" Amigo... Pero me
rayos que penetran hasta el fondo del santua- abismo y me anonada la sublimidad de tan
rio, cuando recostado sobre la crecida hierba, magníficas imágenes,".
cerca de la cascada, mi vista, más próxima a la
tierra, descubre multitud de menudas y diver- 12 DE MAYO
sas plantas; cuando siento más cerca de mi co- "No sé si vagan por este país algunos genios
razón los rumores de vida de ese pequeño burlones, o si sólo existe dentro de mí la vívida
mundo que palpita en los tallos de las hojas, y y celestial visión que da apariencias de paraíso

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a todo lo que me rodea. Cerca de la ciudad hay frescura de un riachuelo después de una jorna-
una fuente, donde estoy encantado, como Me- da penosa."
lusina con sus hermanas. Siguiendo la rampa
de una pequeña colina se llega a la entrada de 13 DE MAYO
una gruta; bajando después unos veinte escalo- "¿Me preguntas si debes enviarme mis logros?
nes se ve brotar entre las rocas un agua cristali- ¡Por Dios, hombre, no me abrumes con ese au-
na. El pequeño muro que sirve de cinturón a la mento de equipaje! No quiero que me guíen,
gruta, los corpulentos árboles que le dan som- que me exciten, que me espoleen: aquí me basta
bra, la frescura del lugar, todo atrae y todo cau- mi corazón. Sólo echaba de menos un canto que
sa una sensación indefinible. me arrullase, y he encontrado en mi Homero
"Ningún día paso menos de una hora en este más de lo que buscaba. ¡Cuántas veces templo
sitio, al que las muchachas de la ciudad acuden con sus versos el hervor de mi sangre! Porque
por agua: ejercicio inocente y necesario que en tú no conoces nada más desigual, ni más varia-
otro tiempo desempeñaban las mismas hijas de ble que mi corazón. Amigo mío: ¿necesitaré
los reyes. Sentado aquí, pienso con frecuencia decírtelo, a ti que has sufrido más de una vez
en las costumbres particulares, veo a los hom- viéndome pasar de la tristeza a la alegría más
bres de antaño hacer sus conocimientos y bus- alborotadora, y de una dulce melancolía a la
car sus mujeres en la fuente; sueño con los ge- pasión más violenta? Trato a este pobre co-
nios benéficos, moradores de los arroyos y ma- razón como a un niño enfermo, le concedo
nantiales. El que no sienta lo que yo siento no cuanto me pide. No se lo cuentes a nadie, que
sabe lo que en un día de verano es la saludable no faltaría quien dijese que con ello cometo un
crimen."

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que se oculta de sus enemigos por temor de
15 DE MAYO que le venzan.
"Ya me conoce y me quiere la gente humilde de "Hace poco estuve en la fuente y encontré en
estos lugares: sobre todo los niños. Cuando al ella a una criadita, que, habiendo colocado su
principio me acercaba a ella, le dirigía amisto- cántaro al pie de la escalinata, buscaba con la
samente tal o cual pregunta, había quien, rece- vista a alguna de sus compañeras para que le
lando que quería divertirme a su costa, me ayudase o colocárselo sobre la cabeza. Bajé, y
volvía la espalda sin pizca de urbanidad. No fijando en ella mi mirada le dije: "¿Quieres que
me desanimaba esto, pero me hacía pensar con te ayude, hija mía?" "¡Oh señor!...", balbució,
insistencia en una cosa que antes de ahora he poniéndose roja como una amapola. "¡Bah!,
observado, y es que los que ocupan cierta posi- fuera escrúpulos..." La ayudé a salir del apuro,
ción social se mantienen siempre impasibles a me dio las gracias y se fue."
cierta distancia de las clases inferiores del pue-
blo, como si temieran mancharse con su contac- 17 DE MAYO
to, habiendo también calaveras y bufones que "He hecho conocimientos de todos géneros,
fingen acercarse a esta pobre gente, cuando su aunque sin formar sociedad con nadie. Algún
verdadero objeto es hacerle sentir con más atractivo, que no me doy cuenta, debo de tener
fuerza el peso de la voluntad. para muchas personas que espontáneamente se
"Bien sé que no somos iguales ni podemos ser- me acercan con deseos de intimar; por mi parte,
lo; pero, en mi opinión, el que cree preciso vivir siento el separarme de ellas cuando sólo un
alejado de lo que se llama pueblo para que éste breve rato seguimos el mismo camino. Si me
le respete, es tan despreciable como el mandria preguntas cómo es la gente de este país, te diré:

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"Como la de todos." La raza humana es igual en yo lo he encontrado; yo he poseído aquel co-
todas partes. La inmensa mayoría emplea casi razón, aquella alma superior, en cuya presencia
todo su tiempo en trabajar para vivir, y le me figuraba ser más de lo que soy, porque era
abruma de tal modo la poca libertad de que cuanto yo podía ser. ¿Qué fuerza de mi espíri-
goza, que pone de su parte cuanto puede para tu, Dios mío, estaba entonces paralizada? ¿No
perderla. ¡Oh destino de los mortales! podía yo desplegar ante ella la maravillosa sen-
"Por lo demás, la gente es buena. Si algunas sibilidad con que mi corazón abraza el univer-
veces me entrego con ella a placeres que aún so? ¿No era nuestro trato una cadena continua
quedan a los hombres, como son el charlar ale- de los más delicados sentimientos, de los ímpe-
gre, franca y cordialmente en torno a una mesa tus más vehementes, cuyos matices, hasta los
bien servida, organizar una expedición al cam- más superficiales, brillaban con el esmalte del
po, un baile u otra diversión cualquiera, me talento? Y ahora..., ¡ay! Tenía algunos años más
encuentro en mi elemento, con tal que no se me que yo, y ha llegado antes al sepulcro. Jamás
ocurra entonces la idea de que hay en mí otra olvidaré su privilegiada razón y su indulgencia
porción de facultades que debo ocultar cuida- más que humana. Hace algunos días encontraré
dosamente, por más que se enmohezcan no a M. V., joven franco y expansivo, y de una
ejercitándolas. ¡Ah!, esto desgarra el corazón, fisonomía que revela felicidad. Ha acabado sus
pero el hombre nace para morir sin que le estudios y, sin presumir de genio, está conven-
hayan conocido. ¡Ay! ... ¿Por qué no existe ya la cido de que no todos valen lo que él. Mis ob-
amiga de mi juventud? ¿Por qué la conocí? Me servaciones atestiguan que es laborioso; en re-
diré a mí mismo: "¡Insensato! Buscas lo que sumen, sabe algo. Habiendo averiguado que
nadie encuentra en la tierra." Y, sin embargo, dibujo y poseo el griego (dos fenómenos en este

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país), cultiva mi amistad alardeando frecuen- "Adiós: esta carta te agradará; es historia desde
temente de erudito, pasa revista desde Bateux el principio hasta el fin."
hasta Wood, desde Piles hasta Winkelmann, y
me ha asegurado que conoce la primera parte 22 DE MAYO
de la teoría de Sulzer y que tiene un manuscrito "Muchas veces se ha dicho que la vida es un
de Heine sobre el estudio del arte antiguo. Yo le sueño, y no puedo desechar de mí esta idea.
dejo hablar. Cuando considero los estrechos límites en que
"También he hecho conocimiento con el juez, están encerradas las facultades intelectuales del
hombre excelente y de un carácter abierto y hombre; cuando veo que la meta de nuestros
leal. Dicen que es delicioso verle rodeado de esfuerzos estriba en satisfacer nuestras necesi-
sus nueve hijos, y todo el mundo se hace len- dades, que éstas sólo tienden a prolongar una
guas de la hija mayor. Me ha ofrecido su casa, y existencia efímera; que toda nuestra tranquili-
un día de éstos le haré mi primera visita. Por dad sobre ciertos puntos de nuestras investiga-
permiso que le han concedido después de la ciones no es otra cosa que una resignación me-
muerte de su mujer, vive en una casa de cam- ditabunda, y que nos entretenemos en bosque-
po, del príncipe, a legua y media de la ciudad. jar deslumbradoras perspectivas y figuras abi-
Ésta y la morada que en ella tenía habían llega- garradas en los muros que nos aprisionan; todo
do a serle insoportables. Por último también he esto, Guillermo, me hace enmudecer. Me re-
encontrado aquí algunos entes en los cuales concentro en mí mismo y hallo un mundo de-
todo me parece fastidioso, y más fastidioso que ntro de mí; pero un mundo más poblado de
nada, sus demostraciones de afecto. presentimientos y de deseos sin formular, que
de realidades y de fuerzas vivas

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"Cuantos se dedican a la enseñanza convienen cabo alguna empresa gigantesca. ¡Feliz el que
en que los niños no saben darse cuenta de su pueda vivir de este modo! Sin embargo, el
voluntad; pero, por más que para mí sea una hombre humilde que comprende adónde va
verdad inconcusa, no creerán muchos que los todo a parar; el que observa con cuánta facili-
hombres como los niños, caminando a tientas dad convierte cualquiera su huerto en un paraí-
sobre la tierra, ignorando de dónde vienen y so, y con cuánto tesón el infeliz que gime en-
adónde van, son poco menos que autómatas y, corvado bajo el fardo de la miseria prosigue
exactamente como los niños, se dejan gobernar casi exánime su camino, aspirando, como to-
con juguetes, confites y azotes. dos, a ver un minuto más la luz del sol, está
"Te concederé desde luego (porque sé que me tranquilo, crea un mundo, que saca de sí mis-
lo puedes objetar) que los más felices son los mo, y también es feliz, porque es hombre.
que no se curan del pasado ni del porvenir, los Podrá agitarse en una esfera muy limitada; pe-
que pasean, visten y desnudan su muñeca, y los ro siempre llevará en su corazón la dulce idea
que, dando cautelosas vueltas alrededor del de la libertad y el convencimiento de que saldrá
armario donde la madre ha encerrado las golo- de esta prisión cuando quiera."
sinas, cuando logran atrapar el manjar apeteci-
do, lo devoran a dos carrillos y gritan: "¡Más!" 26 DE MAYO
Estas criaturas son envidiables. También lo son "Hace mucho tiempo que conoces mi modo de
las que, encareciendo con títulos pomposos sus alojarme, mi costumbre de hacerme una cabaña
frívolas ocupaciones, o tal vez sus pasiones, en cualquier punto solitario donde me instalo,
reclaman gratitud al género humano, como si sin ningún género de comodidades. Pues bien,
para su salud y su dicha hubieran llevado a

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aquí he encontrado un rinconcito que me ha chando contra su pecho a otro niño de seis me-
seducido. ses. Le tenía entre sus piernas, formando así
"A una legua de la ciudad está la aldea de una especie de asiento. A pesar de la vivacidad
Wahlhelm (1). Su situación al pie de una colina con que sus ojos miraban a todas partes, per-
es muy agradable, y cuando, saliendo de la manecía sentado y tranquilo. Este espectáculo
aldea, se sigue la vereda de una loma, llega a me cautivó. Sentéme yo en un arado que había
descubrirse de cuatro años de edad, que se hab- enfrente y dibujé con sumo gusto este episodio
ía sentado en el todo el valle de una ojeada. fraternal. Añadiendo los setos cercanos, la
"Una viejecita muy servicial y de muy buen puerta de una cabaña y algunos pedazos de
humor vende en un ventorrillo vino, cerveza y ruedas de carretas, todo con el desorden en que
café. Lo que más me encanta son dos tilos que estaba; vi al cabo de una hora que había hecho
dan sombra con su amplio ramaje a una plazo- un dibujo bien compuesto y lleno de interés, sin
leta que hay delante de la iglesia, rodeada de haber añadido nada de mi propia invención.
casas rústicas, de cortijos y de chozas. Conozco Esto me aferró a mi propósito de no atenerme
pocos parajes tan ocultos y tranquilos. Hago en adelante más que a la naturaleza. Sólo ella
que desde mi albergue me lleven a él mi mesita posee una riqueza inagotable; sólo ella forma a
y mi silla. y tomo café y leo a Homero. La pri- los grandes artistas. Mucho puede cacarearse
mera vez que la casualidad me condujo bajo los en favor de las reglas; casi lo mismo que en
tilos, era una hermosa siesta y encontré desierta alabanza de la sociedad civil. Un hombre for-
la plaza: los aldeanos estaban en el campo. Sólo mado según las reglas, jamás producirá nada
vi a un muchacho, como de cuatro años de absurdo y absolutamente malo, así como el que
edad, que se había sentado en el suelo, estre- obre con sujeción a las leyes y a la urbanidad

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nunca puede ser un vecino insoportable ni un aniversario de su nacimiento..." Si nuestro
gran malvado; sin embargo, y dígase lo que se enamorado le escucha, llegará a ser un hombre
quiera, toda regla asfixia los verdaderos senti- útil, y hasta yo aconsejaré al príncipe que le dé
mientos y destruye la verdadera expresión de algún empleo; pero ¡adiós el amor!..., ¡adiós el
la naturaleza. "No tanto—dirás tú; la regla no arte!, si él es artista. ¡Oh amigos míos! ¿Por qué
hace más que encerrarnos en justos límites; es el torrente del genio se desborda tan de tarde
una podadera que corta las ramas inútiles" en tarde? ¿Por qué muy pocas veces hierven
Amigo mío, permite que te haga una compara- sus olas y hacen que vuestras almas se estre-
ción. Sucede en esto lo que en el amor. Un jo- mezcan de asombro? Queridos amigos: porque
ven se enamora de una mujer, pasa todas las pueblan una y otra orilla algunos vecinos pací-
horas del día a su lado, le prodiga sus caricias y ficos, que tienen lindos pabelloncitos, cuadra-
sus bienes, y así le prueba sin cesar que ella es dos de tulipanes y arriates de hierbajos que
para él todo en el mundo. Llega entonces un serían destruidos, cosa que saben ellos muy
vecino, un empleado, que le dice: "Caballerito, bien, por lo cual conjuran con diques y zanjas
amar es de hombres; pero es preciso amar a lo de desagüe el peligro que los amenaza."
hombre. Divide tu tiempo; dedica una parte de
él al trabajo, y no consagres a tu querida más 27 DE MAYO
que los ratos de ocio; piensa en ti, y cuando "Ahora caigo en que entregado al éxtasis, a las
tengas asegurado lo que necesites, no seré yo comparaciones y la declamación, he dado al
quien te prohiba hacer con lo que te sobre olvido referirte hasta el fin lo que fue de los dos
algún regalo a tu amada; pero no con mucha muchachos. Sumergido en el idealismo artístico
frecuencia; el día de su santo por ejemplo, o el de que en desaliñado estilo, te daba razón mi

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carta de ayer permanecí dos horas largas sobre avellano. Seguí hablando algunos momentos
el arado. Una joven, con una cesta al brazo, con esta mujer, y supe que era hija del maestro
vino por la tarde a buscar a los pequeñuelos, y de escuela, que su marido estaba en Suiza en
gritó desde lejos: "Felipe, eres un buen chico." busca de una herencia que le había dejado un
Me saludó, le devolví el saludo, me levanté, me primo. "Querían engañarle—dijo—y no contes-
acerqué a ella y le pregunté si era la madre de taban a sus cartas: por eso ha ido. ¡Con tal que
aquellas criaturas. Me contestó afirmativamen- no le suceda nada malo! Hasta ahora no he re-
te, y después de haber dado un bollo al mayor, cibido noticias suyas." Me separé con pena de
tomó al otro en sus brazos y le besó con toda la esta mujer; di un kreutzer a los niños mayores,
ternura de una madre. "Había encargado a Fe- y otro a la madre para el más pequeño, dicién-
lipe que cuidase de su hermanito—me dijo—, y dole que cuando volviese a la ciudad le com-
yo con el mayor de mis hijos he estado en la prase en mi nombre una tortita. Después de
ciudad a comprar pan blanco, azúcar y un pu- esto nos separamos. Te juro, amigo mío, que
chero—todo esto se veía en la cesta, cuya tapa cuando no estoy en calma basta para apagar
se había caído—. Quiero dar esta noche una mis arrebatos la presencia de una criatura como
cena a mi Juan—éste era el nombre del más ésta, que recorre en un abandono feliz el círculo
pequeño—. El mayor es un aturdido que me estrecho de su vida, sin pensar en el mañana, y
rompió ayer el puchero, peleándose con Felipe sin ver en la caída de las hojas de los árboles
por arrebañarlo." Le pregunté dónde estaba el otra cosa que la proximidad del invierno.
mayor, y mientras me contestaba que corriendo "Desde ese día voy frecuentemente a aquel pa-
en el prado detrás de un par de patos, apareció raje. Los muchachos se han acostumbrado a
dando brincos y trayendo a Felipe una varita de verme; yo les doy azúcar cuando tomo el café, y

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por la tarde ellos parten conmigo su pan con cuando debemos interesarnos en una manifes-
manteca y su cuajada. Ningún domingo dejo de tación de la naturaleza, que se halle artística-
darles un kreutzer, y si no estoy en casa cuando mente combinada?
salen de la iglesia, lo reciben de mi pupilera, a "Si después de este exordio esperas oír algo
quien dejo el encargo de hacerlo. grande y sublime, te llevas un gran chasco: es
"Son cariñosos; me cuentan toda especie de pura y simplemente una joven aldeana que me
cuentos y me divierto, sobre todo, con sus pa- ha inspirado esta irresistible simpatía... Como
siones y la cándida explosión de sus deseos, de costumbre, referiré mal, y, como de costum-
cuando se reúnen con otros chicos de la aldea. bre me encontrarás, según creo exagerado.
Mucho trabajo me ha costado convencer a la Culpa es de Wahlheim, y siempre de Wahlheim
madre que no debe inquietarse con la idea de el que suceda así.
que sus hijos puedan, como ella dice, incomo- "Se había formado una reunión bajo los tilos
dar al señor." para tomar café. Esto no me hacía gracia, e in-
venté un pretexto para echarme fuera.
30 DE MAYO "Salió un joven de una casa inmediata y se puso
"Lo que te dije el otro día sobre la pintura es a componer el arado donde yo había dibujado
aplicable a la poesía: basta con conocer lo que poco antes. Me agradó su aspecto y le dirigí la
es bello y atreverse a expresarlo. En verdad, no palabra preguntándole por su manera de vivir.
se puede decir más en menos palabras. He asis- Pronto nos hicimos amigos, como siempre su-
tido hoy a una escena que, fielmente referida, cede con esta clase de gente; en seguida hubo
sería el mesor idilio del mundo; pero poesía, intimidad entre los dos. Me contó que servía a
escenario, idilio..., ¿qué falta hacen? ¿Es preciso, una viuda que le trataba a maravilla. Por lo que

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de esto me dijo y por los grandes elogios que la intachable conducta de la viuda. El placer
hizo de ella, conocí al punto que el pobre diablo que experimenté oyéndole hablar de su figura y
estaba enamorado. Decía que no era joven, que de su belleza, que, sin tener el encanto de la
había sufrido mucho con el primer marido y juventud, le atraía irresistiblemente y le enca-
que temblaba ante la idea de contraer segundas denaba, no puedo explicármelo más que con el
nupcias. Su relato hacía verse de tal modo hasta corazón. Nunca había visto un deseo apremian-
qué extremo era a sus ojos bella y encantadora, te, una pasión ardiente, unidos a tanta pureza;
y con cuánto afán deseaba que se dignase ele- sí, puedo decirlo; nunca había imaginado ni
girle para borrar el recuerdo de las faltas de su soñado que existiese tal pureza. No hagas burla
primer marido, que yo debería repetírtelo pala- de mí si te confieso que al recuerdo de esta ino-
bra por palabra, para darte cabal idea de la in- cencia y de este candor me abraso en oculto
clinación desinteresada, del amor y de la fideli- fuego, languidezco y me consumo. Ahora de-
dad de este hombre. Necesitaría el talento del seo encontrar pronto ocasión de conocerla...;
mejor poeta para pintar, al mismo tiempo, de mejor dicho, y pensándolo bien, deseo evitarlo.
una manera expresiva, la animación de sus ges- Más vale que la vea por los ojos de su amante:
tos, la armonía de su voz y el fuego celestial de acaso los míos no la verían de la manera que
sus miradas. No, no hay palabras que puedan ahora la veo, ¿y qué gano en privarme de esta
reproducir la ternura que rebosaba todo su ser hermosa imagen?"
y su lenguaje: cuanto yo te dijera sería pálido.
Llamaba particularmente mi atención verle 16 DE JUNIO
temeroso de que yo pudiera formar injustos "¿Por qué no te escribo? Tú me lo preguntas;
pensamientos sobre sus relaciones o dudase de ¡tú, que te cuentas entre nuestros sabios! Debes

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adivinar que me encuentro bien y que..., en una pluma, hacer ensillar mi caballo y marcharme.
palabra, he hecho una amistad que interesa a Y, sin embargo, esta mañana me había jurado a
mi corazón. Yo he..., yo no sé... mí mismo no ir; así y todo, a cada momento me
"Difícil me será referirte de por sí cómo he co- asomo a la ventana para ver la altura a que se
nocido a la más amable de las criaturas. Soy encuentra el sol.
feliz y estoy contento; por lo tanto, seré mal .......................................
historiador. "No he podido vencerme: he ido a hacerle una
"¡Un ángel! ¡Bah! Todos dicen lo mismo de la visita. Heme ya de vuelta, Guillermo, estoy
que aman, ¿no es verdad? Y, sin embargo, yo cenando y escribiéndote.
no podré decirte cuán perfecta es y por qué es "Si continúo de este modo, no sabrás al fin más
perfecta; en resumen, ha esclavizado todo mi que al principio. Escucha, pues: procuraré so-
ser. segarme para poderte hacer una detallada rela-
" ¡Tanta inocencia con tanto talento! ¡Tanta ción de todo.
bondad con tanta firmeza! ¡Y el reposo del alma "Te dije últimamente que había hecho conoci-
en medio de la vida real, de la vida activa! miento con el juez S. y que me había invitado a
"Cuando digo de ella no es más que una pala- visitarle en su retiro, o por mejor decir, en su
bre ría insulsa, una helada abstracción, que no reinezuelo. No me acordaba de esta visita, y
puede darte ni remota idea de lo que es. Otra acaso no la hubiera hecho nunca si la casuali-
vez..., no quiero contártelo en seguida. Si lo dad no me hubiese descubierto el tesoro escon-
dejo, no lo haré nunca, porque (dicho sea para dido en este paraje solitario.
nosotros), desde que he comenzado esta carta, "La gente joven había dispuesto un baile en el
tres veces he tenido ya intención de soltar la campo, al que debía yo asistir. Tomé por pareja

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a una señorita bella y de buen genio, pero de res de mis compañeras, fingiendo tener pro-
trato indiferente, y convinimos en que yo iría fundos conocimientos del tiempo, a pesar de
con un coche a buscar a esta señorita y a su tía, que también yo presentía que se nos iba a aguar
que la acompañaba, para conducirlas al sitio de la fiesta.
la fiesta y convinimos, además, en que al paso "Ya había yo bajado del coche, cuando llegó
recogeríamos a Carlota S. "Vais a conocer a una una criada a la puerta del patio y nos dijo que
joven muy guapa", me dijo mi pareja, mientras hiciésemos el favor de aguardar un momento,
atravesábamos la gran selva y nos acercábamos que la señorita Carlota no tardaría en salir.
a la casa. "¡Cuidado con enamorarse!", añadió la Atravesé el patio y avancé con desenfado hacia
tía. "¿Y por qué?" pregunté yo. "Porque ya está la casa; cuando hube subido la escalera y fran-
prometida a un joven que vale mucho y que, queé la puerta, contemplaron mis ojos el es-
por haber perdido a su padre, ha tenido necesi- pectáculo más encantador que he visto en mi
dad de hacer un viaje para arreglar sus asuntos vida. En la primera habitación, seis niños, des-
y solicitar un buen empleo." Escuché estos deta- de dos hasta once años de edad saltaban alre-
lles con bastante indiferencia. dedor de una hermosa joven, de mediana esta-
"Descendía el sol rápidamente hacia las monta- tura, vestida con una sencilla túnica blanca,
ñas que limitaban el horizonte, cuando el coche adornada con lazos de color de rosa en las
se detuvo en la puerta del patio de la casa. Hac- mangas y en el pecho. Tenía en la mano un pan
ía un calor sofocante, y las señoras tenían mie- moreno, del que a cada uno de los niños corta-
do de que descargase una tempestad, que pa- ba un pedazo proporcionado a su edad y a su
recía formarse entre pardas y oscuras nubeci- apetito. Les repartía las rebanadas con la mayor
llas que cercaban el horizonte. Disipé los temo- gracia, y ellos, gritando, se lo agradecían, des-

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pués de haber tenido un buen rato las maneci- do de mí, cuando Carlota, que salía ya por la
tas levantadas, aun antes que el pan estuviese puerta, le dijo: "Luis, da la mano a ese caballe-
cortado. Por fin, provistos de su merienda, ro, que es tu primo."
unos se alejaron saltando de contento; otro, de "Obedeció el niño sonriendo, y, aunque tenía
carácter menos juguetón, se fueron sosegada- las narices llenas de mocos, no pude resistir la
mente a la puerta del patio para ver a los foras- tentación de darle algunos besos.
teros y el coche que debía llevarse a Carlota. "¿ Primo?—dije a Carlota, ofreciéndole la ma-
Esta me dijo: "¿Me perdonaréis que haya cau- no—. ¿Creéis que yo merezca la dicha de ser
sado la molestia de entrar y haber hecho espe- pariente vuestro?" "¡Oh!—exclamó ella jovial-
rar a esas señoras? Distraída en vestirme y en mente—; nuestro parentesco es muy antiguo, y
tomar las disposiciones que en la casa exige mi yo sentiría infinito que fueseis el peor de la fa-
ausencia, me había olvidado de dar su merien- milia."
da a los niños, que no quieren recibirla sino de "Al salir, encargó a Sofía, niña de once a doce
mi mano." Contesté con un cumplido insignifi- años y la mayor de las hermanas que quedaban
cante: mi alma estaba absorta en contemplar su en la casa, que cuidase bien de los niños y salu-
talle, su rostro, su voz, sus menores movimien- dase a su padre cuando volviese de paseo. Re-
tos. Apenas pude volver de mi sorpresa al verla comendó a los pequeños que obedeciesen a
entrar presurosa en otra habitación para tomar Sofía como si fuese ella misma, lo que muchos
los guantes y el abanico. Los niños, permane- prometieron terminantemente; pero una travie-
ciendo a cierta distancia, me miraban de reojo; sa rubilla, que podría tener unos seis años, se
yo me acerqué al más pequeño, cuya fisonomía apresuró a decir: "Pero ella no eres tú, Lota, y
era sumamente interesante. Se retiraba huyen- nosotros queremos mejor que seas tú." Los dos

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hermanos mayores se habían encaramado en el de qué libros se trataba, y quedé sorprendido al
coche, y, por mi intercesión, Carlota les permi- contestar Carlota que (2). Encontraba en cuanto
tió acompañarnos hasta la selva, aunque decía un talento nada común; cada palabra
haciéndoles prometer que se mantendrían fir- añadía nuevos encantos, nuevos fulgores de
mes y que no se pelearían el uno con el otro. inteligencia a su rostro, y observé que se expli-
"Apenas nos habíamos colocado nuestros asien- caba con tanto más gusto cuanto que veía en mí
tos; apenas las damas habían cambiado el salu- una persona que la comprendía.
do y las lisonjas de costumbre sobre los trajes, "Cuando yo era más niña—me dijo—mi lectura
especialmente sobre los sombrerillos, y pasado favorita eran las novelas. Dios sabe cuánto pla-
revista a las personas que debían asistir al baile, cer experimentaba yo cuando podía sentarme el
cuando Carlota hizo para el coche y mandó a domingo en algún rinconcillo para participar
sus hermanos apearse. Estos quisieron besarle con todo mi corazón de la dicha o de la desgra-
de nuevo la mano: el mayor lo hizo con toda la cia de alguna miss Jenni. No quiere esto decir
ternura de un adolescente; el más pequeño, con que este género de literatura haya perdido a
tanta viveza como atolondramiento. Les en- mis ojos todos sus encantos; pero, como ahora
cargó una vez más que saludasen a sus otros son contadas las veces que puedo leer, cuando
hermanos, y continuamos nuestra marcha. lo hago deseo que la obra esté perfectamente
"La tía de mi pareja preguntó a Carlota si había dentro de mi gusto. El autor que prefiero es
concluido el libro que últimamente le había aquel en quien hallo el mundo que me rodea, el
prestado. "No—dijo ella—, no me gusta, y os lo que cuenta las cosas como las veo en torno mío,
devolveré pronto; tampoco el anterior me hizo el que con sus descripciones, me atrae y me
mucha gracia." Manifesté curiosidad por saber interesa tanto como mi propia vida doméstica,

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que indudablemente no es un paraíso, pero sí negros! ¡Cómo enardecían mi alma la anima-
una fuente de dicha inefable para mí." ción de sus labios y la frescura risueña de sus
"Procuré ocultar la emoción que me causaban mejillas! ¡Cuántas veces, absorto en los magní-
estas palabras, pero no lo conseguí por mucho ficos pensamientos que exponía dejé de prestar
tiempo, pues cuando la oí hablar, incidental- atención a las palabras con que se explicaba!
mente, del vicario de Wakefield, de... (3), no Tú, que me conoces a fondo puedes formar una
pudiendo contenerme, le dije cuanto se me ocu- idea exacta de todo esto. En fin, cuando el co-
rrió en aquel instante, y sólo después de un che paró delante de la casa del baile yo eché pie
rato, al dirigir Calota la palabra a nuestras a tierra completamente abstraído. La hora del
compañeras, caí en la cuenta de que éstas hab- crepúsculo, el laberinto de sueños en que vaga-
ían permanecido como dos marmolillos, sin ba mi imaginación, todo contribuyó a que ape-
tomar parte en la conversación. La tía me miró nas hiciese alto en los torrentes de armonía que
más de una vez con un aire de burla, del que no llegaban hasta nosotros desde la sala ilumina-
hice el menor caso. da.
"Hablamos entonces del baile. "Si bailar es un "El señor Audran y un tal... (¿quién puede rete-
defecto—dijo Carlota—, confieso ingenuamente ner en la memoria todos los nombres?), que
que no concibo otro de más atractivos. Cuando eran las parejas de la tía y de Carlota, nos reci-
alguna cosa me desvela con exceso y me acerco bieron en la puerta y se apoderaron de sus da-
a mi clavicémbalo, aunque esté desafinado, me mas, yo los seguí con la mía.
basta con mal tocar una contradanza para darlo "Comenzamos por bailar varias veces el minué.
todo al olvido." "¡Con cuánto embeleso mien- Saqué una por una todas las señoras y pude
tras ella hablaba, fijaba yo mi vista en los ojos observar que las que valían menos eran las que

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hacían más dengues antes de decidirse a poner- mi caballero mientras yo hablo a vuestra da-
se a bailar Carlota y su caballero comenzaron ma." Después le di la mano, y se convino en
una contradanza inglesa: puedes figurarte el que, mientras nosotros bailábamos juntos, su
placer que experimenté cuando le tocó hacer la caballero acompañaría a mi pareja.
figura conmigo. ¡Es preciso verla bailar! Lo "Se comenzó, nos entretuvimos un rato en
hace con todo su corazón, con toda su alma; hacer diferentes pasos y figuras. ¡Qué gracia,
todo su cuerpo está en una perfecta armonía, y qué agilidad en sus movimientos! Cuando lle-
se abandona de tal modo con tanta naturalidad, gamos al vals y las parejas, como las esferas
que parece que para ella el baile lo resume to- celestes, empezaron a girar unas alrededor de
do, que no tiene otra idea ni otro sentimiento y otras, hubo un momento de confusión, porque
que, mientras baila, lo demás se desvanece ante son contados los que valsan bien. Tuvimos la
sus ojos. prudencia de dejar pasar el primer ímpetu de
"Le pedí la segunda contradanza y me ofreció los demás; pero cuando los menos hábiles se
la tercera, asegurándome que tendría mucho retiraron, nos lanzamos de nuevo y dejamos
gusto en bailar la alemanda. "Aquí es costum- bien puesto nuestro pabellón, y seguidos de
bre—añadió— cada cual baile la alemanda con otra pareja, que eran Audran y su compañera.
su pareja, pero mi caballero valsa mal y me Jamás he sido más ligero; yo era ya un hombre.
agradecerá que le releve de esta obligación. Tener en mis brazos a la criatura más amable,
Vuestra compañera tampoco la sabe ni se cuida volar con ella como una exhalación, desapare-
de ello, y he observado, durante la danza ingle- ciendo de mi vista todo lo que rodeaba, y...,
sa, que bailáis a maravilla. Por lo tanto, si quer- Guillermo, te lo diré ingenuamente: me hice el
éis bailar conmigo la alemanda, id a pedirme a juramento de que mujer que yo amase, y sobre

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la cual tuviera algún derecho, no valsaría jamás sonriendo, hizo como que la amenazaba, y pro-
con otro que conmigo; Jamás, aunque me costa- nunció al paso dos veces el nombre de Alberto,
se la vida. ¿Me comprendes? con un tonillo misterioso.
"Dimos algunas vueltas por la sala para tomar ""¿Puedo dije a Carlota—sin cometer una im-
aliento; después ella se sentó y le presenté, para prudencia preguntaros quién es Alberto?" Iba a
que refrescase, unos limones que yo había se- responderme; pero tuvimos que separarnos
parado cuando se hacía el ponche, los únicos para ha cer la gran cadena, y cuando llegamos a
que quedaban. Observé que agradecía mi aten- cruzar uno al lado del otro, me pareció que
ción; pero se hallaba al lado una dama indiscre- estaba pensativa.
ta, a quien ella ofrecía pedacitos por pura cor- ""¿Por qué os lo he de ocultar?—me dijo al
tesía, y cada uno que tomaba era un puñal que darme la mano para hacer una figura—. Alber-
me atravesaba el corazón. En la tercera contra- to es un joven muy apreciable al cual estoy
danza inglesa nos tocó ser la segunda pareja. prometida."
Cuando concluíamos de hacer la cadena y yo "Aunque esto no era nuevo para mí, porque lo
(¡Dios sabe con cuánta voluptuosidad!) me ad- había sabido en el coche, me causó tanta sor-
hería al brazo de Carlota, fijo en sus ojos, que presa como si lo ignorase, y es que no me había
brillaban con la cándida expresión del placer ocupado de tal noticia con relación a Carlota,
más puro y espontáneo, nos hallamos delante que en tan breves instantes llegó a serme tan
de una señora que, aunque ya se iba alejando querida. En una palabra, me turbé, me descon-
de lo mas florido de su juventud, me había lla- certé y embrollé de tal modo la figura, que, sin
mado la atención por cierto aire de amabilidad la presencia de ánimo de Carlota y la oportuni-
que hermoseaba su semblante. Miró a Carlota dad con que enmendaba mis torpezas, no se

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hubiera podido continuar la contradanza. Aún abrazaba a sus hermanitas, vertiendo torrentes
duraba el baile cuando los relámpagos que de lágrimas. Algunas querían volverse a sus
desde mucho antes esclarecían el horizonte, y casas; otras, que estaban más amilanadas, ni
que yo achacaba sin cesar a ráfagas de calor se siquiera tenían ánimo para reprimir la audacia
hicieron más intensos, y el ruido del trueno de los astutos jóvenes, que se ocupaban afano-
apagaba el de la música. Tres señoras, seguidas sos en robar de los labios de las bellas afligidas
de sus caballeros, abandonaron la contradanza, las temidas plegarias que dirigían al cielo. Al-
se generalizó el desorden y enmudecieron los gunos hombres habían salido a fumarse tran-
instrumentos. Cuando repentino pavor o acci- quilamente una pipa, y los demás de la reunión
dente imprevisto nos sorprende en medio de acogieron con júbilo la feliz idea que tuvo la
los placeres, producen en nosotros, y es natural, dueña de la casa de trasladarnos a otra pieza
una impresión más honda que de ordinario ya donde las ventanas tenían postigos y colgadu-
sea por el contraste que se destaca vigorosa- ras. Carlota, apenas entramos en la nueva habi-
mente, ya porque, una vez abiertos nuestros tación, hizo poner las sillas en corro y propuso
sentidos a las emociones, adquieren una sensi- un juego. Vi que varios caballeros, enderezán-
bilidad exquisita. A esta causa debo atribuir los dose como para indicar que estaban prontos, se
gestos extraños que vi hacer entonces a muchas relamían de gusto, soñando ya en las sentencias
señoras. La más prudente corrió a sentarse en de las prendas. "Jugamos a contar —dijo ella—.
un rincón, tapándose los oídos y volviendo la Pestadme atención. Yo iré pasando por toda la
espalda hacia la ventana; otra se arrodilló de- rueda, siempre de derecha a izquierda y voso-
lante de ella y escondió la cabeza en su regazo; tros al mismo tiempo contaréis desde uno hasta
una tercera se metió entre las dos ventanas y mil, diciendo a mi paso cada cual el número

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que le toque. Debe contarse muy de prisa, y el aparentando valor para animar a los demás,
que titubee o se equivoque recibirá un bofetón." llegué a tenerlo de veras." Nos acercamos a la
Nada más divertido. Carlota, con el brazo ex- ventana; se oían truenos lejanos y el ruido apa-
tendido, echó a andar dentro del corro. "¡Uno!", cible de una abundante lluvia que caía sobre los
dijo el primero. "¡Dos!", el segundo. "¡Tres!", el campos. Una atmósfera tibia nos acaricia con
que estaba al lado, y así sucesivamente. Ella fue oleadas de los más suaves perfumes.
poco a poco acelerando sus pasos, aquello ya "¡Carlota había apoyado los codos en el marco
no era andar: volaba. Uno se equivocaba. ¡Plaf!, de la ventana y miraba hacia la campiña, luego
bofetón; el que le sigue lanza una carcajada. levantó los ojos al cielo; después los fijó en mí y
¡Plaf!, nuevo bofetón y Carlota corriendo cada vi que los tenía cuajados de lágrimas; por fin,
vez más. A mí me alcanzaron dos sopapos, y puso su mano sobre la mía y exclamó: "¡Oh
con inefable placer creí haber notado que me Klopstock!" (4).
los aplicaba más fuerte que a los otros. El juego "Abismado en un torrente de emociones que
concluyó en medio de una risa y una algazara esta sola palabra despertó en mi espíritu, re-
general antes que la cuenta hubiese llegado al cordé al instante la oda sublime que ocupaba a
número mil. Las personas que tenían más inti- la sazón el pensamiento de Carlota. No pude
midad formaron conversación aparte; la tem- resistir: me incliné sobre su mano, se la llené de
pestad había cesado, y yo seguí a Carlota, que besos y de lágrimas de placer, y volvieron mis
se volvió a la sala. En el camino me dijo: "Los ojos a encontrarse con los suyos. ¡Oh insigne
bofetones han hecho que se olviden de la tem- poeta! Esta sola mirada, que debías haber visto,
pestad y de todo." Nada pude contestarle. "Yo basta para tu apoteosis. ¡Ojalá no vuelva yo a
era—prosiguió—una de las más miedosas; pero

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oír pronunciar tu nombre tan frecuentemente "Uno y otro hemos llegado despiertos a su casa.
pronunciado!" La criada le abrió la puerta sin hacer ruido, y
19 DE JUNIO habiéndole preguntado Carlota por su madre y
"¿En qué punto de mi relato quedé el otro día? hermanitos, aseguró que todos seguían bien y
No lo recuerdo. y sólo puedo decirte que eran durmiendo a pierna suelta. Despedíme de ella,
las dos de la madrugada cuando me acosté, y pidiéndole permiso para volver a verla el mis-
que, si en vez de escribirte, hubiera podido mo día. Me lo concedió, fui, desde entonces
hablarte, alcaso te hubiera hecho pasar toda la bien pueden el sol, la luna y las estrellas reco-
noche en claro. rrer sosegadamente sus órbitas, sin que yo sepa
"Nada te he dicho aún de lo que sucedió a si es de día o de noche, porque todo el universo
nuestro regreso del baile, ni hoy tengo disponi- ha desaparecido ante mis ojos."
ble el tiempo que necesitaría para hacerlo.
"El día amaneció deslumbrador. Algunas gotas 21 DE JUNIO
de agua caían de las hojas de los árboles, y la Paso unos días tan felices como los que Dios
campiña hacía gala de vivificante humedad. reserva a sus elegidos, y sucédeme lo que me
Nuestras compañeras de viaje comenzaron a suceda, no podré decir que no he saboreado los
dar cabezadas y Carlota me dijo que, si yo placeres más puros de la vida. Me he estableci-
quería hacer otro tanto, no lo dejase por ella. do enteramente en mi retiro de Wahlheim que
"Mientras vea esos ojos abiertos—le contesté, ya conoces, allí no me separa más que media
fijando en ella mi mirada—no hay peligro de legua de distancia de la casa de Carlota; allí
que yo me duerma." estoy siempre contento, y gozo cuanto el hom-
bre puede gozar en la tierra.

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"Cuando elegí a Wahlheim por límite de mis y estos valles solitarios... ¡Oh, quién pudiera
excursiones, ¿cómo hubiera yo podido figu- perderse en su seno!... Yo iba y venía sin encon-
rarme que estuviese tan cerca del cielo? ¡Cuán- trar jamás lo que buscaba. Con lo que está dis-
tas veces, prolongando mis largos paseos, he tante de nosotros sucede lo que con el porvenir.
visto más allá del río, ora desde la cima de la Un horizonte inmenso y oscuro se extiende
montaña, ora desde lo hondo del valle, esa casa delante de nuestro espíritu; en él, a la par que
de campo que hoy es el centro de todos mis nuestras miradas, se sumergen nuestros senti-
deseos! mientos, y, ¡ay!, ardemos en deseos de entre-
"He hecho, mi querido Guillermo, mil reflexio- garle por completo nuestro ser, soñando sabo-
nes sobre el afán con que el hombre trata de rear en toda su plenitud las delicias de una sen-
extenderse fuera de sí mismo, de hacer nuevos sación grande, sublime, sin igual. Pero cuando
descubrimientos y de correr sin objetivo fijo; hemos corrido para llegar, cuando el allí se ha
después he meditado sobre la oculta inclinación convertido en aquí, vemos que todo es como
que le nace buscarse límites y seguir el camino era antes; permanecemos en nuestra miseria,
trillado, sin cuidarse de lo que hay a derecha o encerrados en el mismo círculo, y el alma sus-
izquierda. Cuando yo vine aquí y contemplé pira por la ventura que acaba de escapársele
desde la colina este hermoso valle, me atrajo una y otra vez.
hacia él un encanto inconcebible... Allá abajo, el "Por eso el hombre más inquieto y vagabundo
bosquecillo... ¡Ah, si tú pudieras descansar a su vuelve al fin los ojos hacia su patria, y halla en
sombra! Allá arriba, la cumbre de la montaña. su lugar, en los brazos de su esposa, en medio
¡Ah, si tú pudieras contemplar desde ella este de sus hijos, entregado a los cuidados que se
soberbio paisaje! Y estas cordilleras de colinas, impone para el bien de tan queridos seres, la

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dicha que en vano ha buscado por toda la tie- de comerla, tiene otro mayor recordando en
rra. aquel instante los hermosos días que ha pasado
"Cuando al despuntar el día me pongo en ca- cultivándola, la alegre mañana en que la plantó,
mino para ir a mi nido de Wahlheim, y en el las serenas tardes en que la regó, y el gozo con
jardín de la casa donde me hospedo cojo yo que la veía medrar de día en día."
mismo los guisantes, y me siento para quitarles
las vainas al mismo tiempo que leo a Homero; 29 DE JUNIO
cuando tomo un puchero en la cocina, corto la "El médico de la ciudad estuvo anteayer en casa
manteca, pongo mis legumbres al fuego y me del Juez y me halló, entre los hermanos de Car-
coloco cerca para menearlas de vez en cuando, lota, echado en el suelo, donde unos gateaban
entonces comprendo perfectamente que los sobre mí, otros me pellizcaban y yo les hacía
orgullosos amantes de Penélope puedan matar, cosquillas, formando todos juntos un ruido
descuartizar y asar por sí mismos los bueyes y espantoso. El doctor, sabio maniquí que mien-
los cerdos. No hay nada que me llene de ideas tras se arregla los puños y una chorrera que
más pacíficas y verdaderas que estos rasgos de vale por dos, juzgó mi faena indigna de un
costumbres patriarcales, y, gracias al cielo, hombre de seso; lo conocí en su semblante. Sin
puedo emplearlos, sin que sea afectación, en mi turbarme ni mucho menos, le dejé mascullar
método de vida. estupendos discursos, ocupándome, entre tan-
"¡Cuán feliz me considero con que mi corazón to, en levantar los castillejos de naipes de los
sea capaz de sentir el inocente y sencillo regoci- niños que éstos habían echado por tierra; él se
jo del hombre que sirve en su mesa la col que él apresuró a decir en la ciudad que los hijos del
mismo ha cultivado, y que, además del placer

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juez estaban muy mal criados, y que Werther nes, y nada más. Hace mucho tiempo que tu
acaba de echarlos a perder. Hijo nos hizo saber cuáles son los que Tú pre-
"Sí, querido Guillermo, no hay nada en el mun- fieres. Pero los hombres creen en Él y no le es-
do que interese a mi corazón tanto como los cuchan—ésta es también una añeja costum-
niños. Cuando los observo y descubro en estos bre—y hacen a sus hijos como ellos son y...
diablillos los gérmenes de todas las virtudes, de "Adiós, Guillermo: no quiero desatinar más
todas las facultades que algún día les serán sobre esta materia."
necesarias; cuando veo en su terquedad la cons-
tancia y la entereza futuras en su travieso des- 1 DE JULIO
enfado el buen humor y la indiferencia con que "Mi corazón, que sufre más que el que se con-
más adelante sortearán los peligros de la vida..., sume en el lecho del dolor, comprende lo útil
todo esto tan puro tan entero...., entonces repito que debe de ser Carlota para un enfermo. Ésta
siempre, las admirables palabras del gran ma- va a pasar ahora algunos días en la ciudad,
estro de los hombres: "¡Si no os hacéis semejan- cuidando a una excelente señora, que, al decir
tes a uno de ellos!" Y, sin embargo, amigo mío, de los médicos, está cerca de su fin, y desea
nosotros tratamos como a esclavos a estas cria- llegar al amargo trance en brazos de mi amiga.
turas, que son nuestros iguales, y que debíamos La semana pasada hicimos una visita al cura de
tomar por modelos. No les concedemos volun- ***, aldehuela situada en la montaña, a una le-
tad propia; pero ¿la tenemos nosotros? ¿Cuál gua de aquí, Carlota llevaba consigo a la mayor
es, pues, nuestra prerrogativa? ¿Acaso consiste de sus hermanas, cuando entramos en el patio
en la mayor edad e inteligencia? ¡Oh Dios eter- de la casa, al que daban sombra dos grandes
no! Desde tu cielo ves niños viejos, niños jóve- nogales; el buen anciano estaba sentado en un

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escaño, delante de la puerta. Pareció reanimar- sombra, emprendió, no sin algún trabajo, la
se a la vista de Carlota; olvidó su nudoso tarea de contarnos su historia.
bastón, y se arriesgó a salir a recibirla. Carlota ""No sabemos—dijo—quién ha plantado el más
corrió hacia él le obligó a sentarse, haciéndolo viejo; unos dicen que fue tal cura, otros, que tal
ella a su lado: le dio mil recuerdos de parte de otro. El más joven tendrá cincuenta años cuan-
su padre y besó al hijo del cura, que es un me- do llegue octubre: es de la edad de mi mujer. Su
quetrefe muy mimado y muy sucio. Si tú la padre, que me precedió en este curato, lo
hubieses visto cómo entretenía al pobre viejo, plantó una mañana, y ella vino al mundo la
cómo alzaba la voz para hacerla penetrar en sus noche del mismo día. No podré deciros cuánto
oídos casi embotados; cómo le hablaba de jóve- quería él este árbol; pero os diré que no lo quie-
nes robustos que habían muerto de repente, y ro yo menos. Siendo un pobre estudiante, vine
de la excelencia de las aguas de Carlsbad, aquí por primera vez hace veintisiete años; la
aprobando la intención que tenía el cura de ir a que hoy es mi mujer estaba haciendo media
tomarlas el verano del año siguiente; cómo le debajo del nogal, sentada sobre una viga."
manifestaba que tenía mejor semblante y un "Habiéndole preguntado Carlota por su hija,
aire más animado que la última vez que se hab- dijo que había ido con el señor Schmidt al llano
ían visto... Mientras tanto, yo ofrecí mis respe- a ver a los trabajadores; luego continuó su dis-
tos a la mujer del sacerdote. Este se había pues- curso, refiriéndonos cómo le habían tomado
to más contento que unas pascuas, y no pu- cariño en aquella casa, cómo llegó a ser vicario
diendo yo resistir el deseo de alabar los hermo- de su antecesor y cómo, por último, lo había
sos nogales que nos daban agradabilísima reemplazado. Apenas dio punto a su relato,
cuando vimos llegar por el jardín a su hija,

32
acompañada del señor Schmidt. Saludó a Car- disguste tanto como ver a los hombres martiri-
lota con la mayor cordialidad, y debo confesar zarse unos a otros, sobre todo cuando en la flor
que me fue muy simpática. Es una morenita de la edad, pudiendo abrirse fácilmente los
vivaracha y esbelta, capaz de hacer pasar a corazones a todos los deleites del contento,
cualquiera en el campo una deliciosa tempora- pierden por tonterías aquellos días hermosos,
da. Su novio (pues el señor Schmidt se presentó sin percatarse hasta muy tarde de que semejan-
desde luego como tal) es un joven de buen as- te prodigalidad no tiene reparación posible.
pecto, pero taciturno; en vano le incitó varias Esta idea me atormentaba, y cuando al anoche-
veces Carlota a que tomase parte en nuestra cer volvimos al presbiterio y nos sentamos a
conversación. Lo que más me enfadó fue que una mesa, donde nos sirvieron lacticinios,
creí notar en su tono que aquella tenacidad con aprovechando la circunstancia de estar hablan-
que se oponía a comunicarse, no era hija de la do sobre los placeres y penas de la vida, troné
falta de talento, sino del capricho y el mal con todas mis fuerzas contra el mal humor.
humor. Por desgracia, tuve bien pronto ocasión "Los hombres—dije—nos quejamos con fre-
para convencerme de ello; pues mientras Fede- cuencia de que son muchos más los días malos
rica paseaba y charlaba con mi amiga, e inci- que los buenos, y me parece que casi nunca nos
dentalmente conmigo, la cara del señor quejamos con razón. Si nuestro corazón estu-
Schmidt, que era de suyo algo morena tomó un viera siempre dispuesto para gozar de los bie-
tinte sombrío, tan pronunciado, que Carlota se nes que Dios nos dispensa cada día, tendríamos
vio en el caso de llamarme la atención y hacer- bastante fuerza para soportar los males cuando
me comprender que no debía mostrarme tan se presentan."
galante con aquella joven. No hay nada que me

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""El buen o mal humor no obedece a nuestra sí mismo, y sobre todo, que no hay remedio
voluntad—exclamó la mujer del cura—. ¡Cuán- conocido para manejar los sentimientos.
tas cosas hay que dependen del cuerpo ! ... To- ""Aquí se trata—respondí—de una sensación
do nos fastidia cuando no estamos bien." desagradable, que ninguno querría experimen-
"Manifesté que pensaba lo mismo, y añadí: tar, y mal podemos conocer la extensión de
""Consideremos ese fastidio como una enfer- nuestras fuerzas si no las ponemos a prueba.
medad, y veamos si hay manera de curarla." Todo el que está enfermo consulta con los
""Eso es hablar razonablemente—dijo Carlota— médicos, y nunca rechaza el tratamiento más
y por mi parte, creo que podemos hacer mucho: penoso ni las medicinas más amargas, si cree
hablo por experiencia. Cuando alguna cosa me recobrar la salud que desea."
mortifica y comienzo a ponerme triste, corro a "Adivirtiendo que el buen anciano aplicaba el
mi jardín, me paseo tarareando algunas contra- oído para participar en la conversación, levanté
danzas, y se acabó la pena." la voz, y le dirigí estas palabras:
""Eso quería yo decir—repuse al instante—. ""Se predica contra muchos vicios; pero no sé
Sucede con el mal humor lo que con la pereza. que nadie haya predicado contra el mal
Hay una especie de pereza a la cual propende humor." (5).
nuestro cuerpo, lo que no impide que trabaje- ""Esto toca a los párrocos de las ciudades—dijo
mos con ardor y encontremos un verdadero el padre de Federica—; los aldeanos no tienen
placer en la actividad, si conseguimos una vez ni noticia de tal achaque. Sin embargo, no
hacernos superiores a esa propensión". vendría mal alguna que otra vez un sermoncito:
"Federica estaba muy contenta: su novio me a lo mejor, seria una lección para el juez y para
replicó que no siempre es el hombre dueño de nuestras mujeres."

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"Todos nos reímos de este final; él mismo hizo "Carlota me miró, riéndose de la vehemencia
lo propio, y tanto que rompió a toser, con lo conque yo hablaba y una lágrima que sorprendí
cual quedó interrumpida la conversación por en los ojos de Federica me animó a continuar:
algunos minutos. Después tomó la palabra el ""¡Mal hayan—dije—aquellos que utilizan el
señor Schmidt, y me dijo: imperio que tienen sobre un corazón, para
""Habéis dado el nombre de vicio al mal arrancarle las alegrías inocentes que brotan en
humor, y me parece que eso es exagerar." él! Todos los dones, todos los agasajos posibles,
""De ningún modo—repliqué—, ¿cómo he de no bastan para pagar un instante de placer es-
calificar una cosa que daña a nuestro prójimo y pontáneo que suele convertir en amargura la
a nosotros mismos? ¿No basta con que no po- envidiosa suspicacia de nuestro verdugo."
damos hacernos felices los unos a los otros? ¿Es "Mi corazón estaba lleno de pasión en este
también preciso que acabáremos al placer que momento, mil recuerdos acudieron a mi alma,
cada uno puede procurarse aún a sí propio? y el llanto se agolpó en mis ojos.
Citadme un atrabiliario que sepa disimular su "Continué: "¿Por qué no hemos de decirnos
mal humor y soportarlo sólo para no turbar la cada día: todo lo que puedes hacer por tus ami-
alegría de los que le rodean. ¿no es más bien un gos es respetar sus placeres y aumentarlos to-
despecho oculto, hijo de nuestra pequeñez, un mando parte en ellos? ¿Puedes acaso ofrecerles
descontento de nosotros mismos loca vanidad? una gota de bálsamo consolador, cuando sus
Vemos gente feliz que no nos debe su felicidad, almas se hallan atormentadas por una pasión
y esto nos es insoportable." que aflige, despedazadas por el dolor?... ¡Y
cuando la última, la más espantosa enfermedad
sorprenda a quien hayas atormentado en sus

35
horas de dicha cuando en el lecho, en el más "Carlota está siempre al lado de su moribunda
triste abatimiento levante al cielo sus apagados amiga, y siempre es la misma; siempre esta
ojos, y el sudor de la muerte se apodere de su criatura afable y benéfica, cuya mirada, donde-
frente lívida, y tú, de pie junto a la cama como quiera que se fija, dulcifica el dolor y hace feli-
un condenado, veas que nada puedes con todo ces a las personas. Ayer tarde fue a pasearse
tu poder y sientas filtrarse la angustia hasta el con Mariana y la pequeña Amelia. Yo lo sabía,
fondo de tu alma, pensando que lo darías todo me reuní con ellas y caminamos juntos. Des-
por depositar en el seno del moribundo un pués de haber andado como una legua y media,
átomo de alivio, una chispa de valor!..." volvimos hacia la ciudad, y llegamos a la fuen-
"Estas palabras me hicieron recordar de una ma te, que ya me gustaba mucho y que ahora me
nera vigorosa un suceso parecido que yo había gusta mil veces más.
presenciado. Me alejé del grupo, llevándome el "Sentóse Carlota sobre el pequeño muro, los
pañuelo a los ojos, y sólo volví en mí cuando la demás estábamos de pie delante de ella. Miré
voz de Carlota me gritó: alrededor, y me acordé del tiempo en que mi
"¡Vámonos!" corazón estaba solitario. "¡Fuente querida!—me
"¡Cómo me ha regañado durante el camino, por dije a mí mismo—; ¡cuánto tiempo hace que no
dedicar a todo un entusiasmo vehemente! ... he gozado de tu frescura, y cuántas veces, pa-
Dice que esto me matará si no consigo domi- sando de prisa junto a ti ni siquiera te he mira-
narme. ¡Oh, no, ángel mío! Yo quiero vivir para do!" Bajé los ojos y vi que subía la pequeña
ti." Amelia con un vaso de agua, cuidando de no
verterlo.
6 DE JULIO

36
"Miré a Carlota y comprendí todo lo que ella es Carlota le decía: "¡Basta ya!" Y ella continuaba
para mí. En esto, llegó Amelia con su vaso; Ma- frotándose con nuevo brío, como si mientras
riana quiso quitárselo. más lo hiciese, fuera mejor. Guillermo, te ase-
"¡No!—exclamó la niña con la más dulce expre- guro que no he asistido a ninguna ceremonia
sión—, ¡No! Lota, tú has de beber antes que con más respeto... Y cuando Carlota subió, de
nadie." buena gana me hubiera prosternado a sus pies,
"La verdad, la bondad con que aquella muñeca como ante los de un profeta redentor de los
pronunció estas palabras, me arrebataron hasta pecados de un pueblo. No pude resistirme al
el punto de que, para expresar mis sentimien- deseo de contar por la noche lo sucedido, con
tos, no supe hacer otra cosa que tomarla en mis toda la alegría de mi corazón, a uno que yo
brazos y besarla con tanta efusión, que empezó creía sensible, porque tiene agudeza. ¡Cómo me
a gritar y a llorar. equivocaba! Censuró la conducta de Carlota,
""Eso no está bien hecho," me dijo Carlota. dijo que no se debía hacer creer nada a los ni-
"Quedéme confuso. ños; que estos abusos eran origen de errores y
""Ven, Amelia—prosiguió, cogiéndola de la supersticiones sin número, que hay necesidad
mano y haciéndole bajar los escalones—. Láva- de evitar desde muy temprano... Entonces re-
te en seguida en esa agua fresca, y no te suce- cordé que ocho días antes había hecho este
derá nada." Fijé mi atención en la niña, que afa- charlatán bautizar a un niño, por lo cual, oyén-
nosa se frotaba las mejillas con sus manos mo- dole como el que oye llover, seguí siendo fiel
jadas, convencida de que la fuente milagrosa la con todo mi corazón a esta verdad: preciso
limpiaría de toda mancha, quitándole la afrenta obrar con los niños como obra con nosotros el
de haber sido tocada por una barba impura. Señor, que nunca nos hace más felices que

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cuando nos deja embriagarnos con una ilusión mirar.... ¡Ah!..., ¿era a mí? Amigo mío, floto en
agradable." esta incertidumbre; esto me consuela. Acaso
volvió para verme; acaso... Buenas noches. ¡Oh,
8 DE JULIO qué niño soy!"
"¡Qué niños somos! ¡Con qué vehemencia sus-
piramos por una mirada! Habíamos ido a pie a 10 DE JULIO
Wahlheim, las señoras salieron en coche, y du- "Quisiera que vieses la cara estúpida que pongo
rante nuestro paseo creí ver en los ojos negros cuando la gente habla de Carlota, y, sobre todo
de Carlota... Soy un loco: perdóname. Sería cuando me preguntan si me gusta. ¡Gustarme!
preciso que vieras estos ojos. Abreviaré, porque Odio de muerte esta palabra. ¿Qué hombre
el sueño cierra los míos. habrá a quien no le guste, a quien no le robe el
"Las señoras subieron en el coche, y al lado es pensamiento, todo el corazón?... ¡Gustar! El
tábamos el joven W., Selstadt, Audran y yo. otro día me preguntaron si Ossian me gustaba."
Charlaban por la portezuela con estos jóvenes
aturdidos que son, por cierto, locos y superfi- 11 DE JULIO
ciales. Yo buscaba los ojos de Carlota. ¡Ay!, sus "La señora M.... está muy mala. Ruego a Dios
miradas vagaban ya a un lado, ya a otro, sin por su vida, porque sufro viendo que Carlota
dirigirse a mí, que sólo de ella me ocupaba. Mi sufre. No la veo sino alguna vez en casa de una
corazón le dijo adiós mil veces; pero ella no me de sus amigas donde hoy me ha contado una
veía. Pasó el coche, y una lágrima humedeció historia singular. El señor M... es un viejo ava-
mis párpados. Lo seguí con la vista. Carlota ro, perverso y repugnante, que ha tenido ator-
sacó la cabeza por la portezuela y se volvió a mentada y muy sujeta a su mujer toda la vida;

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ella, sin embargo, ha sabido sacar fruto de su hacer esta confesión hubiera entrado tranquila
situación. Habiéndola desahuciado el médico en la eternidad; pero sé que la que me suceda
hace algunos días, mandó a llamar a su marido, en el gobierno de la casa no podrá manejarse
y, en presencia de Carlota, le habló en estos con lo poco que tú das, y no quiero que llegues
términos: "Debo confesarte una cosa que, des- a echarle en cara que tu mujer se contentaba
pués de mi muerte, podría ser motivo de in- con ello.
quietud y pesares. Hasta hoy he gobernado la "He hablado con Carlota sobre la increíble ce-
casa con todo el orden y economía posible; pero guera que hace que un hombre no sospeche
debo pedirte perdón porque te he engañado manejo alguno en una mujer que con siete flo-
durante treinta años. Desde nuestro casamiento rines cubre de domingo a domingo todos los
fijaste una cantidad muy pequeña para los gas- gastos cuando se ve que éstos pasan del doble.
tos de comida y demás de la casa. Cuando ésta Sin embargo, conozco gente que hubiera reci-
ha prosperado, y nuestros negocios han levan- bido en su casa, sin asombrarse, la inagotable
tado el vuelo, no he podido lograr que aumen- cántara de aceite del profeta."
tes la suma destinada para cada semana; tú
sabes que en el tiempo de nuestros mayores 13 DE JULIO
gastos me obligabas a atender a todo con un "No, no me engaño: leo en sus ojos negros el
florín diario. He obedecido sin replicar, y cada verdadero interés que le inspiran mi persona y
semana he tomado del cofre del dinero lo in- mi suerte. Conozco, y en esto debo creer en mi
dispensable para cubrir mis atenciones, segura corazón, que ella... ¡Oh! ¿Podré y me atreveré a
de que jamás se sospecharía que una mujer expresar en estas palabras la dicha que siento?
robase a su marido. Nada he malgastado, y sin Conozco que me ama.

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"¡Soy amado!... ¡Si vieras cómo me ofreció aho- insignificantes familiaridades. Si pone su mano
ra; si vieras..., te lo diré, porque tú sabrás com- sobre la mía cuando hablamos, y si en el calor
prenderme: si vieras lo mucho más que valgo a de la conversación se aproxima tanto a mí que
mis propios ojos desde que soy dueño de su su divino aliento se confunde con el mío, creo
amor! Somos realmente el uno del otro por sen- morir herido por el rayo, Guillermo y este cielo,
timiento o sólo por vanidad? No conozco hom- esta confianza, si llego a atreverme... Tú me
bre alguno capaz de robarme el corazón de entiendes. No, mi corazón no está tan corrom-
Carlota, y, a pesar de ello cuando ésta habla de pido. Es débil, demasiado débil... Pero, en esto,
su futuro esposo, con todo el calor, con todo el ¿no hay corrupción?
amor posible, me hallo como el desgraciado a "Carlota es sagrada para mí. Todos los deseos
quien despojan de todos sus títulos y honores, se desvanecen en su presencia. Nunca sé lo que
y le obligan a entregar su espada." experimento cuando estoy a su lado: creo que
mi alma se dilata por todos mis nervios.
16 DE JULIO "Hay una sonata que ella ejecuta en el cla-
"¡Ah qué sensación tan grata inunda todas mis vicémbalo con la expresión de un ángel: ¡tiene
venas cuando por casualidad mis dedos tocan tal sencillez y tal encanto! Es su música favorita
los suyos, o nuestros pies se tropiezan debajo y le basta tocar su primera nota para alejar mi
de la mesa! Los aparto como de un fuego, y una zozobra cuidados y aflicciones.
fuerza secreta me acerca de nuevo a pesar mío. "No me parece inverosímil nada de lo que se
El vértigo se apodera de todos mis sentidos, y cuenta sobre la antigua magia de la música
su inocencia su alma cándida, no le permiten ¡Cómo me esclaviza este canto sencillo! ¡Y cómo
siquiera imaginar cuánto me hacen sufrir esta sabe ella ejecutarlo en aquellos instantes en que

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yo sepultaría contento una bala en mi cabeza! "Cuentan que la piedra de Bolonia, cuando se
Entonces, disipándose la turbación y las tinie- pone al sol absorbe los rayos y puede luego
blas de mi alma, respiro con más libertad." alumbrar parte de la noche: en este caso se
hallaba mi criado para mí. La idea de que los
18 DE JULIO ojos de Carlota se habían fijado en su cara, en
"Guillermo, sin el amor, ¿qué sería el mundo sus mejillas, en los botones de su casaca y en el
para nuestro corazón? Lo que una linterna cuello de su abrigo, hacía todo esto tan sagrado
mágica sin luz. Apenas se introduce la lampari- y tan precioso para mí, que en aquel momento
lla, cuando las imágenes más variadas aparecen no hubiera yo dado a mi sirviente por mil es-
en el lienzo diáfano. Y aunque el amor no sea cudos. Su presencia me llenaba de gozo. ¡Dios
otra cosa que fantasmas pasajeros, esto basta te libre de reírte! Guillermo, ¿se puede llamar
para labrar nuestra dicha cuando, deteniéndo- ilusiones a lo que nos hace felices?"
nos a contemplarlos como niños alegres, nos
extasiamos con tan maravillosas ilusiones. Hoy 19 DE JULIO
no he podido ir a casa de Carlota; una visita "¡La veré!, exclamo con júbilo por la mañana
inevitable lo ha impedido. cuando, al despertarme lleno de alegría, dirijo
"¿Qué hacer? He enviado a mi criado, sin más mis miradas hacia el naciente sol; ¡la veré!, y no
objeto que el de tener cerca de mi a alguno que tengo otro deseo en todo el día. Lo demás des-
la haya visto hoy. ¡Con cuánta impaciencia le aparece ante esta esperanza."
he esperado! ¡Con qué alegría he vuelto a verle!
Le hubiera besado, a no ser el colmo de la locu- 20 DE JULIO
ra.

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"Vuestra idea de que me vaya con el embajador bargo, no sé cómo expresarme. ¡Mi imaginación
de... no es aún la mía. No me gusta depender está tan débil! Todo vaga y oscila ante mí de tal
de nadie, y, además, sabemos que ese hombre modo, que ni siquiera puedo captar un contor-
es áspero en su trato. Dices que mi madre se no. A pesar de ello, me figuro que, si tuviese
alegrará de verme ocupado. Deja que me ría. barro o cera, modelaría perfectamente cuanto
¿No tengo ya bastante que hacer? Y, en el fon- concibo. Si esto dura, me entretendré con barro
do, ¿no es lo mismo que yo cuente guisantes común, aunque no haga más que bolitas.
que lentejas? Todas las cosas de este mundo "Tres veces he comenzado el retrato de Carlota,
vienen a parar en bagatelas, y el que por com- y las tres me ha salido mal. Esto me es tanto
placer a los demás, contra su gusto y sin nece- más sensible cuanto que hace poco tiempo tenía
sidad, se fatiga corriendo tras la fortuna, los yo gran facilidad para sacar el parecido. Últi-
honores u otra cosa cualquiera, es siempre un mamente he hecho su retrato de perfil; preciso
loco." será que me contente con él."

24 DE JULIO 25 DE JULIO
"Dado el interés que manifiestas en que no des- "Si, Carlota, yo cuidaré de todo y lo arreglaré
cuide el dibujo, casi preferiría callarme a decirte todo; sólo os pido que me deis más encargos y
que desde hace mucho tiempo apenas me he con más frecuencia. También tengo que haceros
ocupado de tal cosa. una súplica: no uséis la salvadera cuando me
"Jamás he sido tan feliz; jamás me ha impresio- escribáis. He besado con efusión la carta de
nado la naturaleza tan profundamente: hasta hoy, y todavía rechina la arenilla entre mis
una piedrecilla, un tallo de hierba..., y, sin em- dientes."

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marineros perecían entre las tablas, que se iban
26 DE JULIO sumergiendo unas tras otras."
"Más de una vez me he propuesto no verla tan
a menudo, pero ¿quién podría cumplirlo? To- 30 DE JULIO
dos los días me vence la tentación, y todos "Alberto ha llegado y yo me marcharé. Aunque
también me digo a mí mismo solemnemente: él fuese el mejor y más noble de los hombres, y
"Mañana no iré"; pero, cuando mañana se vuel- yo me reconociera inferior bajo todos concep-
ve hoy, hallo un nuevo y poderoso motivo que tos, me sería insoportable que a mi vista pose-
me conduce a su casa antes de haberme dado yese tantas perfecciones. ¡Poseer! ... Basta, Gui-
cuenta de ello. Ya porque me ha preguntado llermo; el novio está aquí. Es joven bueno y
por la noche si nos veremos al día siguiente, y honrado a quien nadie puede dejar de querer.
sería una grosería no ir; ya porque me ha hecho Felizmente, yo no he presenciado la llegada: me
algún encargo y quiero yo mismo decirle el hubiera desgarrado el corazón. Es tan generoso,
resultado; ya porque, estando la mañana deli- que ni una sola vez se ha atrevido aún a abra-
ciosa, me voy a Wahlheim, desde donde sólo zar a Carlota en mi presencia. ¡Dios se lo pague!
falta media legua para llegar a su casa, y su La respeta tanto, que debo quererle. Se muestra
atmósfera me atrae..., ¡zas!, me planto allí de un muy afectuoso conmigo, y supongo que esto es
brinco. Sabía mi abuela un cuento de una mon- más obra de Carlota que efecto de su propia
taña de imán: los bajeles que se acercaban de- inclinación; las mujeres son muy mañosas en
masiado perdían de pronto todo el herraje; los este punto y están en lo firme; cuando pueden
clavos volaban hacia la montaña, y los pobres hacer que dos adoradores vivan en buena in

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teligencia, lo que sucede pocas veces lo hacen, y gada de Alberto; no ignoraba que no debía
el provecho, indudablemente, es para ellas. formar ninguna pretensión respecto a Carlota y
"Sin embargo, no puedo rehusar mi estimación tampoco la había formado..., quiero decir que
a Alberto. Su exterior tranquilo forma marcadí- únicamente sentía lo que es inevitable sentir al
simo contraste con mi carácter turbulento, que contemplar tantos hechizos, y así y todo, no sé
en vano desearía ocultar. Tiene una sensibili- qué me pasa al ver que el otro llega y se alza
dad exquisita y no desconoce el tesoro que po- con la dama.
see con Carlota. Parece poco dado al mal "Estoy que bramo, y mandaré a paseo a todo el
humor, que, como sabes es el vicio que más que diga que debo resignarme, y que esto no
detesto. podía suceder de otro modo... ¡Vayan al diablo
"Me juzga hombre de talento, y mi amistad con los razonadores! Vago por los bosques, y cuan-
Carlota, unida al vivo interés que pone en todas do llego a casa de Carlota y veo a Alberto sen-
sus cosas, da más valor a su triunfo y la quiere tado junto a ella entre el follaje del jardinillo, y
cada vez más. No me meteré en averiguar si tengo precisión de detenerme, me vuelvo loco
suele atormentarla a solas con tal o cual chispa- de atar y hago mil necedades. "En nombre del
zo de celos; pero confieso que si yo estuviese en cielo—me ha dicho hoy Carlota—, os ruego que
su lugar, no dejaría de sentirlos no repitáis la escena de anoche: estáis espanto-
"Sea lo que quiera, la alegría que yo experimen- so cuando os ponéis tan contento." Te diré, para
taba al lado de Carlota se ha desvanecido. ¿Diré entre nosotros, que acecho todos los instantes
que esto es locura o ceguera? Pero ¿qué impor- en que él interviene; de un salto me meto en-
ta el nombre? La cosa no puede ser más clara. tonces en su casa, y me vuelvo loco de alegría
No sé hoy nada que no supiera antes de la lle- siempre que ella está sola."

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Amigo mío, esto está muy bien.... y se dice
8 DE AGOSTO pronto.
"Te ruego, querido Guillermo, que te persuadas "¿Puedes exigir al desdichado cuya vida se ex-
de que no pensaba en ti cuando calificaba de tingue poco a poco por irresistible influjo de
insoportables a los que recomiendan resigna- una enfermedad lenta, puedes exigir, digo, que
ción, siempre que sucede lo que es lógico que en un instante ponga fin a sus dolores con una
suceda. Verdaderamente, no se me ocurría en- puñalada? El mal que debilita sus fuerzas, ¿no
tonces que tú fueses del mismo parecer. Tienes le quita al mismo tiempo el valor necesario pa-
razón en el fondo; pero escucha una palabra, ra librarse de él? Es verdad que puedes contes-
amigo mío. En el mundo se sale pocas veces de tarme con una comparación análoga. ¿Habrá
un apuro con un dilema. Los sentimientos y las quien no prefiera cortarse un brazo a arriesgar-
acciones tienen tantos matices como gradacio- se a perder la vida por indecisión y cobardía?
nes hay entre una nariz aguileña y otra chata. No lo sé; y como no hemos de entablar una
"No creo que te enojes si, admitiendo tu argu- lucha de comparaciones, hago punto. Sí. Gui-
mento en todas sus partes, procuro salvarme llermo, tengo algunas veces momentos de un
entre dos supuestos. "O tienes alguna esperan- valor súbito y vehemente, y cuando esto suce-
za respecto a Carlota—me dices— o no tienes de, me bastaría saber adónde he de ir..., para
ninguna. En el primer caso, trata de realizarla, irme sin vacilar.
esfuérzate para ver cumplidos tus deseos; en el "Por la tarde. Me he encontrado hoy con mi dia-
segundo caso, ármate de valor y haz por librar- rio entre las manos, del que apenas me ocupo
te de una pasión funesta que te aniquilará." hace tiempo, y noto con estupefacción el modo
que he tenido de avanzar a sabiendas paso a

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paso, en este asunto, conduciéndome como un tuación, y, sin embargo, las lágrimas algunas
muchacho, a pesar de haber visto siempre con veces humedecen mis ojos.
claridad mi situación. Hoy mismo la veo tan "Cuando me habla de la virtuosa madre de Car-
clara como la luz, y, sin embargo, no hay un lota, y me refiere que poco antes de morir dejó
solo síntoma de alivio." al cuidado de ella la casa y los niños, y al de él a
10 DE AGOSTO Carlota; que desde entonces la joven ha revela-
"Si yo no fuese uno loco, podría pasarme la do dotes inusitadas; que se ha vuelto una ver-
vida más feliz y sosegada. Pocas veces se reú- dadera madre para la dirección de los asuntos
nen para alegrar un corazón circunstancias tan domésticos, que todos los momentos de su vida
favorables como las que me rodean. Esto afirma están esmaltados por la ternura y el trabajo, sin
mi creencia de que nuestra felicidad depende que jamás hayan sufrido alteración su buen
de nosotros mismos. Formar parte de esta ama- humor y su alegría... Yo camino junto a él, co-
ble familia ser querido de los padres como un giendo las flores que encuentro al paso, con las
hijo, de los niños como un padre, y de Carlota... cuales hago un bonito ramillete y lo arrojo al
y de este excelente Alberto que no turba mi cercano río, siguiéndolo con la mirada mientras
dicha con celos ni mal humor, que me profesa se aleja sobre las ondas mansamente. No sé si te
verdadera amistad y que ve en mí a la persona he dicho que Alberto permanecerá en esta ciu-
que más estima en el mundo después de Carlo- dad, y que espera de la corte, donde es muy
ta... Guillermo, es un placer oírnos cuando va- querido, un buen empleo. Conozco pocas per-
mos de paseo y hablamos de ella; nunca se ha sonas que le igualen en el orden y el apego a los
imaginado nada tan dichoso como nuestra si- negocios."

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12 DE AGOSTO las cargara. Jugando éste con las criadas, quiso
"Alberto es indudablemente, el mejor de los asustarlas, y al tirar del gatillo, la chimenea,
hombres que cobija el cielo. Ayer me pasó con Dios sabe cómo, dio fuego, y despidiendo la
él un lance peregrino. Había ido a su casa a baqueta que estaba en el cañón, hirió en un
despedirme, porque se me antojó dar un paseo dedo a una pobre muchacha. Sobre consolarla
a caballo por las montañas, desde donde te es- tuve que pagar la cura, y desde entonces dejo
cribo ahora. Yendo y viniendo por su cuarto, vi siempre las pistolas vacías. ¿De qué sirve la
sus pistolas. "Préstamelas para el viaje", le dije. previsión, querido amigo? El peligro no se deja
"Con mucho gusto—respondió—, si quieres ver por completo. Sin embargo..." Ya sabes
tomarte el trabajo de cargarlas, aquí sólo están cuánto quiero a este hombre; me encocoran sus
como un mueble de adorno." Tomé una; él con- sin embargo. ¿Qué regla general no tiene excep-
tinuó: "Desde el chasco que me ha ocurrido por ciones? Este Alberto es tan meticuloso, que,
mi exceso de precaución, no quiero cuentas con cuando cree haber dicho una cosa atrevida ab-
esas armas". Tuve curiosidad de saber esta his- soluta, casi un axioma no cesa de limitar, modi-
toria, y él dijo: "Habiendo ido a pasar tres me- ficar, quitar y poner hasta que desaparece cuan-
ses en el campo con un amigo, llevé un par de to ha dicho. No fue en esta ocasión infiel a su
pistolas; estaban descargadas, yo dormía tran- sistema; yo acabé por no escucharle, mecién-
quilo. Una tarde lluviosa, en que no tenía nada dome en un mar de sueños, con súbito movi-
que hacer, se me ocurrió la idea, no sé por qué, miento, apoyé el cañón de una pistola sobre mi
de que podían sorprendernos, hacer falta las frente, más arriba del ojo derecho. "Aparta
pistolas, y... tú sabes lo que son apreciaciones. eso—dijo Alberto, echando mano a la pistola—.
Di mis armas al criado para que las limpiase y ¿Qué quieres hacer?" "No está cargada", con-

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testé. "¿Y qué importa? ¿Qué quieres hacer? — ¿Quién se atrevería a tirar la primera piedra
repitió con impaciencia—. No comprendo que contra el marido que en el arrebato de una cóle-
haya quien pueda levantarse la tapa de los se- ra justa mata a su infiel esposa y al infame se-
sos. Sólo pensarlo me horroriza." "¡Oh hom- ductor? ¿Quién quede acusar a la sensible don-
bres!—exclamé— no sabréis hablar de nada sin cella que en un momento de voluptuoso delirio
decir: esto es una locura, eso es razonable, tal se abandona a las irresistibles delicias del
cosa es buena, tal otra es mala! ¿Qué significan amor? Hasta nuestras leyes, que son pedantes e
todos estos juicios? Para emitirlos, ¿habéis pro- insensibles, se dejan conmover y detienen la
fundizado los resortes secretos de una acción? ¿ espada de la justicia." "Eso es distinto—
Sabéis distinguir con seguridad las causas que respondió Alberto—, el que sigue los impulsos
la producen y que lógicamente debían produ- de una pasión pierde la facultad de reflexionar,
cirla? Si tal ocurriese, no juzgaríais con tanta y se le mira como a un ebrio o un demente."
ligereza." "Tú me concederás—dijo Alberto— "¡Oh hombres de juicio!—exclamé sonriéndo-
que ciertas acciones serán siempre crímenes sea me—. ¡Pasión! ¡Embriaguez! ¡Demencia! ¡Todo
el que quiera el motivo que las produzca." esto es letra muerta para vosotros, impasibles
"Concedido—respondí yo, encogiéndome de moralistas! Condenáis al borracho y detestáis al
hombros— Sin embargo, advierte, amigo mío loco con la frialdad del que sacrifica, y dais a
que ni eso es verdad en absoluto. Indudable- Dios, como el fariseo, porque no sois ni locos ni
mente, el robo es un crimen; pero si un hombre borrachos. Más de una vez he estado ebrio, más
está a punto de morir de hambre, y con él su de una vez me han puesto mis pasiones al bor-
familia, y ese hombre por salvarla, se atreve a de de la locura, y no lo siento, porque he
robar, merece compasión o merece castigo? aprendido que siempre se ha dado el nombre

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de beodo o insensato a todos los hombres ex- vez que le oía decir vulgaridades y que me sa-
traordinarios que han hecho algo grande, algo caba de mis casillas. Le repliqué con alguna
que parecía imposible. Hasta en la vida privada viveza: "¿A eso llamas debilidad? Te suplico
es insoportable ver que de quien piensa dar que no te dejes seducir por las apariencias. ¿Te
cima a cualquier acción noble generosa, inespe- atreverías a llamar débil a un pueblo que gime
rada, se dice con frecuencia: "¡Está borracho! bajo el insoportable yugo de un tirano, si al fin
¡Está loco!" ¡Vergüenza para vosotros los que estalla y rompe sus cadenas? Un hombre que al
sois sobrios, vergüenza para vosotros los que ver con espanto arder su casa, siente que se
sois sabios!" multiplican sus fuerzas, y carga fácilmente con
""¡Siempre extravagante!—dijo Alberto—. Todo un peso que sin la excitación apenas podría
lo exageras, y esta vez llevas la humorada hasta levantar del suelo, un hombre que, furioso de
el extremo de comparar con grandes acciones el verse insultado, acomete a sus contrarios y los
suicidio, que es de lo que se trata, y que sólo vence: a estos dos hombres, ¿se los puede lla-
debe mirarse como una debilidad del hombre; mar débiles? Créeme, amigo mío: si los esfuer-
porque, indudablemente es más fácil morir que zos son la medida de la fuerza, ¿ por qué un
soportar sin tregua una vida llena de amargu- esfuerzo supremo ha de ser otra cosa?"
ras." "Alberto me miró, y dijo: "No te enojes; pero
"Estuve a punto de cortar la conversación: no esos ejemplos que citas no tienen aquí verdade-
hay nada que me ponga más fuera de mí que ra aplicación." "Puede ser—le contesté—; no es
razonar con quien sólo responde trivialidades, la primera vez que califican mi lógica de pala-
cuando yo hablo con todo mi corazón. Sin em- brería. Veamos si podemos representarnos de
bargo, me contuve porque no era la primera otro modo lo que debe experimentar el hombre

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que se resuelve a deshacerse del peso, tan lige- verás cómo le aturden ciertas impresiones,
ro para otros, de la vida, porque no raciocina- cómo le esclavizan ciertas ideas, hasta que
remos bien sobre ello mientras nos andemos arrebatándole una pasión todo su juicio y toda
por las ramas. La naturaleza —proseguí—tiene su fuerza de voluntad, le arrastra a su perdi-
sus límites; puede soportar, hasta cierto punto, ción. En vano un hombre razonable y de sangre
la alegría, la pena, el dolor; si pasa más allá, fría se compadecerá de la situación del infeliz;
sucumbe. No se trata, pues, de saber si un en vano le exhortará; es semejante al hombre
hombre es débil o fuerte, sino de si puede so- sano que está junto al lecho de un enfermo, sin
portar la extensión de su desgracia, sea moral, poderle dar la más pequeña parte de sus fuer-
sea física; y me parece tan ridículo decir que un zas." Estas ideas parecieron a Alberto poco con-
hombre que se suicida es cobarde como absur- cretas. Le hice recordar a una joven que había
do sería dar el mismo nombre al que muere de encontrado ahogada hacía poco tiempo, y le
una fiebre maligna." "¡Paradoja! ¡Rara parado- conté su historia.
ja!" dijo Alberto. "No tanto como crees— "Era una criatura bondadosa, encerrada desde
respondí—. Convendrás conmigo en que lla- su infancia en el estrecho círculo de las ocupa-
mamos enfermedad mortal a la que ataca a la ciones domésticas, de un trabajo siempre igual,
naturaleza de tal modo, que sus fuerzas des- que no conocía otros placeres que los de ir al-
truidas en parte, paralizadas, se incapacitan gunas veces a pasearse los domingos por los
para reponerse y restablecer por una evolución contornos de la ciudad con sus compañeras,
favorable el curso ordinario de la vida... Pues engalanada con la ropa que poco a poco había
bien querido amigo: apliquemos esto al espíri- podido adquirir, o bailar una sola vez en las
tu. Mira al hombre en su limitada esfera, y grandes fiestas, y charlar algunas horas con una

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vecina, con toda la vehemencia del más sincero tiende los brazos apara abrazar todos sus dese-
interés, sobre un chisme o una disputa. El ardor os... y su amante la abandona. Mírala delante
de su juventud le hace experimentar deseos de un abismo, inmóvil, demente: una noche
desconocidos, que aumentan con las lisonjas de profunda le rodea; no hay horizonte, no hay
los hombres; sus antiguos placeres llegan paso consuelo, no hay esperanza: la abandona el que
a paso a serle insípidos; al cabo encuentra a un era su vida. No ve el inmenso mundo que tiene
hombre hacia el cual le empuja con incontras- delante ni los numerosos amigos que podrían
table fuerza un sentimiento nuevo para ella, y hacerle olvidar lo que ha perdido; se siente ais-
fija en él todas sus esperanzas; se olvida del lada, abandonada de todo el universo, y ciega,
mundo entero, nada oye nada ve, nada ama acongojada por el horrible martirio de su co-
sino a él, sólo a él; no suspira más que por él, razón, para huir de sus angustias se entrega a la
sólo por él. No está corrompida por los frívolos muerte, que todo lo devora. Alberto, ésta es la
placeres de una inconstante vanidad, y su de- historia de muchos. ¡Ah!.... ¿no es éste el mismo
seo va derecho a su objeto: quiere ser de él; caso de una enfermedad? La naturaleza no en-
quiere, en una unión eterna, encontrar toda la cuentra ningún medio para salir del laberinto
dicha que le falta, gozar de todas las alegrías de fuerzas revueltas y contrarias que la agitan,
juntas al lado del que adora. Promesas repeti- y entonces es preciso morir. Infeliz del que lo
das ponen el sello a todas sus esperanzas; atre- sepa y diga: "¡Insensata!, si hubiera esperado, si
vidas caricias aumentan sus deseos y sojuzgan hubiera dejado obrar al tiempo, la desespera-
su alma por entero; flota en un sentimiento va- ción, trocada en calma, hubiera encontrado otro
go, en una idea anticipada de todas las alegrías; hombre que la consolase." Esto es lo mismo que
ha llegado al colmo de la exaltación. En fin, decir: "¡Loca! ¡Morir de una fiebre! Si hubiera

51
esperado a recobrar sus fuerzas, a que se purifi- 15 DE AGOSTO
casen los malos humores, a que cediera el arre- "Es muy cierto que sólo el amor hace que el
bato de su sangre, todo se hubiera arreglado y hombre necesite a sus semejantes. Conozco que
todavía viviría." contraría a Carlota perderme, y los niños no
"No Juzgando Alberto muy exacta esta compa- piensan en otra cosa sino en que siempre vol-
ración, hizo nuevas observaciones; entre otras veré al siguiente día. Hoy he ido a su casa para
cosas, que yo no había hablado más que de una afinar el clavicémbalo, lo cual no he consegui-
joven inocente, y que no debe juzgarse del do, porque los pequeños me perseguían para
mismo modo a un hombre de talento, cuya in- que les contase un cuento, y Carlota misma se
teligencia menos limitada le permite ver el an- empeñó en que debía darles gusto. Les he re-
verso y el reverso de las cosas. "Amigo mío— partido el pan de la merienda, que ahora reci-
exclamé—, el hombre siempre es hombre, y el ben de mis manos tan contentos como de las de
talento que tengan este o el otro sirve de poco, Carlota, y les he referido la historia de la prin-
o más bien de nada, cuando al fermentar una cesa servida por encantamiento. Te aseguro que
pasión, la naturaleza se arroja a los límites de con esto aprendo mucho, y me asombra la im-
sus fuerzas. Más aún...Pero ya volveremos a presión que el relato les produce. Como algu-
hablar de esto", añadí tomando mi sombrero. nas veces me veo obligado a inventar algún
"Mi corazón estaba a punto de estallar, y nos incidente que no recuerdo al repetir el cuento,
separamos sin haber llegado a entendernos. Es en seguida me dicen que antes pasaba de dis-
verdad que en este mundo pocas veces sucede tinto modo, por lo cual me dedico ahora a refe-
lo contrario." rir siempre lo mismo, sin variante de ningún
género. De esto he deducido que el autor que al

52
hacer una segunda edición de una obra la mo- fértil valle, y que todo germinaba con lozanía
difica, daña necesariamente a su libro aunque en torno mío, cuando veía esas montañas bor-
gane desde el punto de vista literario. Recibi- dadas, desde la falda hasta la cima, de espesos
mos con docilidad toda primera impresión, y corpulentos árboles, estos valles salpicados
porque el hombre está hecho de tal modo, que de risueña floresta en todos sus contornos: el
llega a persuadirse de que son verdad las cosas arroyo apacible que se deslizaba adormecido
más absurdas, pero desde luego se graban en él con el murmullo de los cañaverales, reflejando
tan profundamente, que infeliz del que preten- las matizadas nubes que la brisa suave de la
da destruirlas o borrarlas." tarde mecía en el cielo; cuando escuchaba a los
pájaros animando con sus gorjeos la enramada,
18 DE AGOSTO mientras copiosísimos enjambres de insectillos
"¿Es preciso que lo que constituye la felicidad jugueteaban alegremente en los últimos rayos
del hombre sea también la fuente de su mise- de sol, a cuyo destello el escarabajo oculto antes
ria? Este sentimiento, que llena y rejuvenece mi debajo de la hierba abandonaba, zumbando su
corazón ante la vivaz naturaleza, que vierte prisión; cuando el ruido y la vida llamaban mi
sobre mi seno torrentes de deliciosas dulzuras y atención hacia la tierra, y el musgo que arranca
convierte en un paraíso el mundo que me ro- su alimento a la dura roca, y las retamas que
dea, ha llegado a ser para mí un insoportable crecen en la pendiente de la árida colina areno-
verdugo, un espíritu que me atormenta y que sa, me descubría la íntima, ardiente y santa
me persigue por todas partes. Cuando contem- vida de la naturaleza, ¡con qué jubilo abrazaba
plaba otras veces desde las crestas de las rocas, todos estos objetos mi encendido corazón! Yo
más allá del río, hasta las lejanas colinas, el estaba como un dios en este mar de riquezas,

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en este inmenso universo, cuyas formas subli- entonces, con las alas de la garza que pasaba
mes parecían moverse, animando toda mi crea- sobre mi cabeza, trasladarme a las costas de ese
ción en el fondo de mi alma. Me rodeaban inmenso mar para beber en la espumosa copa
enormes montañas; tenía delante de mí pro- de lo infinito dulcísimas delicias y sentir, aun-
fundos abismos, donde se precipitaban torren- que sólo fuera por un momento, en el espacio
tes tempestuosos, los ríos se deslizaban bajo estrecho de mi seno una gota de la felicidad del
mis pies; oía algo como un rugido en los bos- ser que todo lo engendra en él y por él! Herma-
ques y los montes agitándose y confundiéndose no mío, el recuerdo de tales horas basta para
todas estas fuerzas misteriosas en las profundi- fortalecerme. Más aún: los esfuerzos que hago
dades de la tierra, mientras sobre ésta y bajo el para recordar estos sentimientos inefables, para
cielo revoloteaban las razas infinitas de los se- poder expresarlos, elevan mi alma sobre ella
res que lo pueblan todo de mil diversas formas, misma, y me obligan a sentir doblemente lo
mientras los hombres se juzgan reyes de este angustioso de mi estado actual.
vasto universo, agazapándose juntos en el nido "Parece que se ha levantado un velo delante de
de sus reducidas moradas. ¡Pobre loco, que mi alma, y el inmenso espectáculo de la vida no
todo te parece mezquino, porque tú eres muy es a mis ojos otra cosa que el abismo de la tum-
pequeño! Desde la inaccesible montaña y el ba, eternamente abierto. ¿Podrás decir "esto
desierto que ningún pie ha pisado aún, hasta la existe" cuando todo pasa, cuando todo se pre-
última orilla de los océanos desconocidos, lo cipita con la rapidez del rayo, sin conservar casi
anima todo tu espíritu del eterno creador, nunca todas sus fuerzas, y se ve, ¡ay!, encade-
gozándose en estos átomos de polvo que viven nado, tragado por el torrente y despedazado
y le comprenden. ¡Ay cuántas veces deseaba contra las rocas? No hay momento que no te

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consuma, que no consuman los tuyos; no hay "Al sacudir por las montañas el yugo de una
un momento en que no seas, en que no debas pesadilla, es en vano que extienda los brazos
ser destructor: tu paseo más inocente cuesta la hacia ella, en vano que la busque por la noche
vida a millares de pobres insectos; uno solo de en mi lecho, cuando un sueño feliz y sencillo
tus pasos destruye los laboriosos edificios de me hace creer que estoy en el campo, sentado a
las hormigas y sumerge todo un pequeño su lado, estrechando su mano y llenándola de
mundo en un sepulcro. besos. ¡Ah!, cuando todavía embriagado por el
"¡Ah!, no son las grandes y poco frecuentes sueño busco esa mano y me despierto, un to-
catástrofes del mundo, no son esas inundacio- rrente de lágrimas brota de mi corazón oprimi-
nes, esos temblores de tierra, que se tragan a do y lloro sin consuelo en las tinieblas de lo
vuestras ciudades, lo que me conmueve, lo que porvenir."
me roe el corazón es la fuerza devoradora que
se oculta en toda la naturaleza, y que no ha 22 DE AGOSTO
producido nada que no destruya cuanto le ro- "Es cosa fatal, Guillermo. Mi actividad se con-
dea y no se destruya a sí mismo. sume en una inquieta indolencia; no puedo
"De este modo avanzo yo con angustia por mi estar ocioso, y, sin embargo, no puedo hacer
inseguro camino, rodeado del cielo, de la tierra, nada. Mi imaginación y mi sensibilidad no se
y de sus fuerzas activas: no veo más que un conmueven ante la naturaleza, los libros me
monstruo ocupado eternamente en mascar y causan tedio. Cuando el hombre no se encuen-
tragar." tra a sí mismo, no encuentra nada. Te juro que
21 DE AGOSTO muchas veces me alegraría de ser un jornalero
para tener, al menos, al despertarme por la ma-

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ñana, la perspectiva de un día ocupado, un "Es indudable que, si mi mal tuviera cura, esta
móvil, una esperanza. Envidio con frecuencia a gente lo curaría. Hoy es mi cumpleaños, y muy
Alberto cuando le veo enterrado en papeles de mañana he recibido un paquetito de Alberto.
hasta los ojos, y creo que sería feliz hallándome Lo primero que ha herido mis ojos al abrirlo ha
en su lugar. Más de una vez he estado a punto sido uno de los dos lazos de color de rosa que
de escribirte y de escribir al ministro solicitan- llevaba Carlota la primera vez que la vi, lazo
do ese destino en la embajada que, según me que después le había pedido varias veces; lo
aseguras, me concederían al instante. Así lo segundo, dos tomitos en dozavo, las obras de
creo. Hace tiempo que me estima el ministro, y Homero, de Wetstein edición que tanto he de-
antes de ahora me ha instado mucho para que seado para no ir a mis paseos cargado con la
acepte un empleo. Suele preocuparme esto du- Ernesti. Ya ves cómo previenen mis deseos;
rante una hora; pero cuando lo reflexiono y cómo buscan medios para darme estas peque-
recuerdo la fábula del caballo que, cansado de ñas pruebas de amistad, mil veces más precio-
su libertad, se deja poner la silla y la brida para sas que esos presentes magníficos conque nos
estar poco después rendido de fatiga.... no sé lo humilla la vanidad del que nos obsequia. Beso
que debo hacer. Por otra parte, querido Gui- el lazo infinitas veces al día, y en cada aspira-
llermo, este deseo de cambiar de estado que me ción saboreo el recuerdo de las felicidades con
subyuga, ¿no será acaso una oculta insoporta- que me embriagaron esos pocos días felices que
ble impaciencia que me perseguirá por todas han pasado para siempre. Guillermo, es lo que
partes?" debe ser, y no me quejo: las flores de la tierra
sólo son vanas apariencias. ¡Cuántas se marchi-
28 DE AGOSTO tan sin dejar ni el más leve rastro! ¡Qué pocas

56
fructifican y qué pocos de estos frutos llegan a que paso dos o tres horas a su lado, absorto en
la madurez! Y, sin embargo..., ¡oh hermano la contemplación de su hermosura, de sus mo-
mío!..., ¿podemos no hacer caso de los frutos vimientos, de su celestial lenguaje, todos mis
maduros, despreciarlos y dejar que se pudran sentidos se excitan insensiblemente, una som-
sin gozar de ellos? bra se extiende ante mi vista, y mis oídos se
"Adiós. El verano es magnífico. Trepo algunas embotan, siento que oprime mi corazón una
veces a los árboles del jardín de Carlota, y con mano homicida; mi corazón, con sus latidos
una pértiga larga cojo las peras de las ramas precipitados, busca consuelo a mis sentidos
más altas. Carlota está debajo del árbol y recoge oprimidos y no hace más que aumentar el des-
los frutos que yo echo a sus pies." orden...
"Guillermo, muchas veces no sé si estoy en el
30 DE AGOSTO mundo y si la tristeza me agobia o si Carlota no
"Desgraciado, ¿no está loco? ¿No te engañas a ti me concede el triste consuelo de aliviar mi mar-
mismo? ¿Adónde te conducirá esta pasión tirio, dejándome bañar su mano con mi llanto.
indómita y sin objeto? No pienso más en ella; Necesito salir, necesito huir, y corro a ocultar-
ya no cabe en mi imaginación otra figura que la me muy lejos en los campos. Entonces gozo
suya, y todo lo que me rodea no lo veo sino con trepando por una montaña escarpada, abrién-
relación a ella. dome paso entre un bosque impenetrable, entre
"Esto me procura algunas horas de felicidad las breñas que me hieren y los zarzales que me
que deben concluir tan pronto como sea preciso despedazan. Entonces me encuentro un poco
que nos separemos. ¡Ah, Guillermo, adónde me mejor, ¡un poco!, y cuando, extenuado de sed y
arrastra con frecuencia mi corazón! Siempre de cansancio, sucumbo y me detengo en el ca-

57
mino; cuando en la profunda noche, brillando volveré a verla. ¡Oh!, que no pueda ir volando a
sobre mi cabeza la luna llena, me siento en el arrojarme en tus brazos; que no pueda, amigo
bosque solitario sobre un tronco torcido, para mío, expresarte con el mayor transporte y de-
dar algún descanso a mis pies desgarrados, o rramando un raudal de llanto los sentimientos
me entrego a un sueño tranquilo durante la que oprimen mi corazón! Heme aquí, delante
claridad crepuscular..., ¡oh Guillermo!, el silen- de mi pupitre, casi sin aliento, procurando so-
cio albergue de una celda, un sayal y el cicilio segarme y aguardando a que amanezca, porque
son los únicos consuelos a que aspira mi alma. los caballos estarán ensillados al despuntar el
Adiós. No veo para esta cuita otro fin que el sol.
sepulcro." "¡Ah! Carlota duerme descuidada sin sospechar
que no volverá a verme. He tenido bastante
3 DE SEPTIEMBRE valor para separarme de ella sin descubrir mi
"Mi marcha es precisa, Guillermo: te agradezco secreto durante una conversación de dos horas.
que hayas fijado mi resolución vacilante. Quin- ¡Y qué conversación, Dios mío!
ce días hace que acaricio la idea de dejarla. Mi "Alberto me había ofrecido que iría al jardín
marcha es precisa. Está de nuevo en la ciudad, con Carlota después de cenar. Yo estaba en la
en casa de una amiga, y Alberto..., y... Mi mar- explanada, bajo los corpulentos castaños, vien-
cha es precisa." do por última vez el sol que se oculta más allá
del risueño valle, y el río que se desliza man-
10 DE SEPTIEMBRE samente. ¡Había estado tantas veces con ella en
"¡Qué noche, Guillermo, qué noche tan horrible aquel paraje! ¡Había contemplado tantas veces
he pasado! Ahora tengo valor para todo. No el mismo magnífico espectáculo! Y ahora . . .

58
Empecé a ir y venir por aquella alameda, para je sería para mí teatro de infinito dolor y gran-
mí tan querida, donde un atractivo secreto y des alegrías.
simpático me había retenido frecuentemente "Hacía media hora que estaba entregado a los
antes de conocer a Carlota. ¡Con qué placer, al dulces y crueles pensamientos de la despedida
alborear nuestra amistad, nos dimos mutua- y de volvernos a ver, cuando los vi subir por la
mente cuenta de la preferencia que nos inspira- explanada. Corrí hacia ellos, cogí con el mayor
ba este sitio, que es, sin duda, uno de los más entusiasmo la mano de Carlota y se la besé.
seductores que conozco entre las creaciones del Llegábamos a lo más alto cuando apareció la
arte! luna por detrás de los zarzales que cubrían la
"A través de los castaños se descubre una vasta colina. Hablamos de cosas distintas y nos
perspectiva. . . ¡Ah! Recuerdo que te he hablado aproximamos a la sombría plazoleta. Carlota
bastante en mis cartas de estos altos muros de entró y se sentó, Alberto se puso a uno de sus
haya y de esta alameda en que insensiblemente lados, y yo, al otro, pero mi inquietud no me
va desapareciendo la luz cuanto más próximo permitía permanecer mucho tiempo sentado.
está un bosquecillo donde termina y donde Me levanté me coloqué delante de ella; di algu-
todo se confunde en una plazoleta que parece nos pasos y volví a sentarme. Yo sentía algo
impregnada de todas las melancolías de la so- parecido a la agonía. Carlota nos hizo observar
ledad. Aún me dura la indefinible sensación el bello efecto de la luna, que por encima de las
que experimenté cuando entré en ella por pri- hayas alumbraba toda la explanada. El cuadro
mera vez. En el instante en que el sol se hallaba era soberbio y tanto más sublime para nosotros
en lo más alto de su carrera; ya entonces tuve cuanto que nos rodeaba una profunda oscuri-
un vago presentimiento de que aquel alto para- dad. Después de un breve rato en que todos

59
guardamos silencio, Carlota tomó la palabra: quilamente en medio de sus hijos, de mis hijos,
"Nunca—dijo—, nunca me paseo a la claridad que se agrupan en mi derredor como se agru-
de la luna sin acordarme de mis queridos ami- pan al suyo. Sí, entonces dirijo al cielo mis ojos,
gos difuntos, sin sentirme conmovida por la bañados por una lágrima de deseo, anhelando
idea de la muerte y de lo porvenir. ¡Nada mue- que vea cómo cumplo la palabra que en su le-
re! —añadió con un acento, que revelaba la cho de muerte le di de ser la madre de sus
sensación más viva—: pero Werther ¿volvere- hijos—exclamó llena de emoción—. Perdóna-
mos a encontrarnos? ¿Nos reconoceremos? me, madre querida, si no soy para ellos lo que
¿Qué pensáis de esto? ¿Qué decís?" tú fuiste. ¡Ah!, yo hago cuanto puedo: están
""Carlota—exclamé, presentándole mi mano y vestidos y alimentados y, sobre todo, se los
con los ojos cuajados de lágrimas—, ¡sí, volve- cuida y se los quiere. Si pudieras ver nuestra
remos a vernos! En esta vida y en la otra volve- unión, ¡oh alma queridísima!, elevarías las más
remos a vernos." vivas acciones de gracias a ese Dios a quien
"No pude decir más, Guillermo. ¿Era preciso pedías con las más amargas lágrimas, con las
que ella me hiciese esta pregunta cuando toda últimas que brotaron de tus ojos, que hiciera
mi alma se ocupaba de tan cruel separación? felices a tus hijos."
""Y nuestros queridos muertos—continuó Car- "Esto decía Carlota. ¡Oh Guillermo, quién pu-
lota—, ¿saben algo de nosotros? ¿Tienen idea diera repetir lo que decía! ¿Cómo la letra, fría e
de que los traemos a la memoria con indecible insensible, podría reproducir sus palabras, que
cariño en nuestros momentos de felicidad? ¡Oh! eran flores celestiales de su alma? Alberto la
La imagen de mi padre vaga siempre en torno interrumpió, diciendo con dureza: "Carlota, eso
mío, cuando estoy por la noche sentada tran-

60
te afecta demasiado. Comprendo que esas ideas nunciado en mi elogio una frase más grande,
te son queridísimas, pero te ruego..." más gloriosa. Carlota prosiguió: " ¡Y esa mujer
""Alberto—dijo Carlota—, ya sé que no has ha muerto en la flor de su edad, cuando su
olvidado aquellas noches en que nos sentába- último hijo no había cumplido seis meses! Su
mos alrededor del velador, cuando papá estaba enfermedad no fue larga: estaba resignada y
fuera y habíamos hecho acostarse a los niños. tranquila; su única pena era tener que abando-
Tú tenías casi siempre un buen libro, y casi nar a sus hijos, sobre todo al más pequeñito.
nunca leías en él. La conversación de aquella Cuando entraba en la agonía me dijo: "¡Tráeme-
criatura sublime, ¿no era preferible a todo? los!" Yo los llevé, los menores no comprendían
¡Qué mujer! Amable, bella, siempre alegre y su desgracia; los mayorcitos estaban profun-
siempre trabajadora... ¡Dios sabe las veces que, damente afectados. Cuando rodearon su lecho,
arrodillada sobre mi lecho y derramando levantó las manos al cielo y rogó por ellos; lue-
lágrimas, le he pedido que me haga semejante a go, uno después de otro, los besó; después, les
mi madre! " dio el último adiós, y me dijo: "Tú serás su ma-
""Carlota—exclamé, arrojándome a sus plantas dre." Por toda respuesta estreché su mano.
y estrechando su mano, que bañaba con mi "Mucho me prometes, hija mía —me dijo—.
llanto—; Carlota, siempre os acompañen la Frecuentemente he visto en tus lágrimas de
bendición de Dios y el espíritu de vuestra ma- reconocimiento que comprendes lo que hay en
dre. las miradas y el corazón de una madre. Ten lo
""¡Si la hubierais conocido!—dijo, apretándome uno y lo otro para tus hermanos, y para tu pa-
la mano—. Era digna de que la conocierais." dre, la fidelidad y la obediencia de la esposa.
Creí que me anonadaba: nunca se había pro- Serás su consuelo." Pidió que entrase mi padre,

61
que había salido para ocultarnos el inmenso ""Es preciso volver a casa—dijo—; ya es hora."
dolor que le abrumaba; tenía el corazón despe- Quiso apartar su mano, y yo la retuve con más
dazado. Tú Alberto, estabas en la alcoba; oyó brío. "¡volveremos a vernos!—exclamé—. ¡Vol-
ella que alguno paseaba, preguntó quién era, y veremos a encontrarnos! Sea lo que sea nuestra
dijo que te acercases. Nos miró a los dos fija- aparición, nos reconoceremos. Me voy—
mente, y su mirada tranquila revelaba la idea proseguí—, me voy voluntariamente, pero, si
de que juntos habíamos de ser felices." Alberto creyera que se trataba de una separación eter-
se arrojó en sus brazos, exclamando: "¡Lo so- na, no podría soportar esta idea. ¡Adiós, Carlo-
mos! ¡Lo seremos!" El flemático Alberto estaba ta; adiós, Alberto! Volveremos a vernos."
fuera de sí: yo no me conocía a mí mismo. ""Creo que mañana", dijo en tono chancero.
""Werther—prosiguió Carlota—, ¿y esta mujer Este "mañana" me traspasó el corazón. ¡Ah! Ella
debía morir? ¡Oh Dios! Cuando algunas veces ignoraba, cuando separó su mano de la mía...
pienso cómo nos dejamos robar lo que más Se fueron alejando por la alameda... Yo perma-
queremos en el mundo. Y nadie lo siente con necí inmóvil, siguiéndolos con la vista, a la luz
tanta fuerza como los niños; los míos, mucho de la luna. Me arrodillé, di rienda suelta a mis
después se quejaban de que los hombres negros lágrimas, levantéme de súbito, fui corriendo
se habían llevado a mamá." hacia la explanada, y todavía, a lo lejos, bajo la
"Carlota se levantó. Yo, temblando, pero sa- sombra de los altos tilos, cerca de la puerta del
liendo del letargo que me sojuzgaba, permanecí jardín, vi brillar su vestido blanco. Extendí los
sentado y estrechando entre las mías una de brazos hacia ella... y desapareció."
sus manos.
LIBRO II

62
22 DE SEPTIEMBRE DE 1771 blemente, puesto que nos han hecho así y todo
"LLEGAMOS ayer. El embajador está indis- lo comparamos con nosotros mismos, y a noso-
puesto y guardará cama algunos días, si, al tros mismos con todo, el bien o el mal está en el
menos, fuera un hombre de buen trato, todo objeto que nos sirven para el paralelo, y, por
marcharía bien. Lo veo, lo veo, la suerte me ha tanto, nada me parece más pernicioso que la
reservado rudas pruebas; pero, ¡ánimo! Un soledad.
carácter ligero lo soporta todo. ¡Un carácter "Nuestra imaginación, propensa por su natura-
ligero! Risa me da al ver que esta frase se ha leza a exaltarse, alimentada por las fantásticas
escapado de mi pluma. ¡Ah! si yo fuera algo imágenes de la poesía, se forja una serie de se-
más superficial, sería el hombre más feliz de la res, entre los cuales ocupamos el último lugar,
tierra. Pero, ¡quía! Otros, pobres de fuerza y de y todo nos parece más grande fuera de noso-
talento, se pavonean delante de mí con aire de tros, y todas las personas, más perfectas que la
suficiencia, y yo me aburro con mi superioridad nuestra.
y mis conocimientos. Tú, Señor, que me has Sin duda, esto es natural; a cada paso vemos
dado estos bienes, ¿por qué no me negaste la que nos faltan muchas cosas, y precisamente lo
mitad de ellos concediéndome, en cambio, la que nos falta nos parece que otro lo posee; le
confianza y satisfacción de mí mismo? atribuimos todo cuanto nosotros tenemos, y le
"¡Paciencia, paciencia!, esto cambiará. Sí, amigo encontramos, además, cierto atractivo ideal.
mío, confieso que tienes razón: desde que paso Así, pues, este hombre es perfectamente feliz,
todos los días mezclado con la multitud y veo tal como nosotros le soñamos.
lo que son los demás y cómo proceden estoy "Al contrario, cuando con toda nuestra debili-
mucho más contento de ser como soy. Induda- dad y nuestros esfuerzos proseguimos nuestro

63
trabajo sin distraernos, vemos con frecuencia mundo que produzca una alegría tan grande y
que, caminando reposadamente y costeando, tan verdadera como el hallazgo de un alma
avanzamos más que otros a fuerza de vela y privilegiada que nos abre sus puertas."
remo... Y, sin embargo, siempre está contento
de sí mismo el que marcha al lado de los demás 24 DE DICIEMBRE DE 1771
o logra adelantarse." "El embajador me hace pasar muy malos ratos
cosa que ya tenía yo prevista. Es el tonto más
26 DE SEPTIEMBRE DE 1771 insoportable de la tierra; caminando paso a
"A decir verdad, comienzo a estar aquí bastante paso y siendo meticuloso como una solterona,
bien. Lo mejor de todo es que no me falte traba- nunca está satisfecho de sí mismo, ni hay me-
jo y que esta gente y estas fisonomías de todas dio de contentarle. Me gusta trabajar de prisa y
clases, nuevas para mí, me entretienen de un no retocar lo que escribo: él es capaz de devol-
modo agradable. He hecho conocimiento con el verme una minuta diciéndome: "Está bien, pero
conde de C., a quien estimo más cada día. Per- repasadla; siempre se encuentra alguna expre-
sona de superior inteligencia, revela un alma sión mejor, alguna palabra más propia." Cuan-
formada por la amistad y la ternura. Se ha en- do esto pasa, me daría a todos los demonios.
cariñado conmigo con motivo de un asunto No ha de faltar una conjunción; es enemigo
cuyo arreglo me encargaron. Desde las prime- mortal de las inversiones gramaticales que a
ras frases observó que nos entendíamos y que veces se me escapan; no comprende más perio-
podía hablarme de diferente modo que a los do que el que escribe con la cadencia del ritmo
demás. No encuentro palabras para alabar la tradicional. Es un suplicio tener que entenderse
franqueza con que me honra, ni hay nada en el con semejante hombre.

64
"Lo único que me consuela es la amistad con el pués hizo una mueca que podría traducirse por
conde de C. Hace algunos días me manifestó "¿Te alcanza a ti este dardo?", pero no me pro-
con la mayor franqueza que le fastidian sobe- dujo ningún efecto. Desprecio a quien piensa y
ranamente la lentitud y nimiedad característica se conduce de este modo, y le respondí con
de mi embajador. "Esta gente es una polilla bastante viveza, que el conde merece el mayor
para sí misma y para los demás—me decía—; respeto, tanto por su carácter como por su ins-
pero hay que sufrirla, como sufre cualquier trucción. "No conozco a nadie—añadí—que
viajero el estorbo de una montaña. Si ésta no haya logrado desarrollar mejor talento y apli-
existiera, el camino, indudablemente, sería más carlo a multitud de objetos, conservando, sin
fácil y más corto; pero la montaña existe y hay embargo, toda la actividad necesaria para la
que pasarla." vida común" Hablar así a este imbécil era
"El viejo conoce bien la preferencia que sobre él hablarle en griego, y me despedí de él para evi-
me da el conde; esto le quema, y aprovecha las tar que me revolviese más la bilis diciendo ma-
ocasiones que se presentan para hablar mal de jaderías. Y toda la culpa es de los que me habéis
él en presencia mía. Como es natural, yo le con- amarrado a este yugo, contándome maravillas
tradigo, y ya tenemos altercado. Ayer, por de la actividad. ¡Actividad! Remaría volunta-
ejemplo, me cogió por su cuenta, y me sacó por riamente diez años más en la galera donde aho-
completo de mis casillas. "El conde—decía— ra estoy sujeto, si el que no tiene otra ocupación
conoce bastante bien las cosas del mundo, tiene que la de plantar patatas y el que va a vender
facilidad para el trabajo y escribe bien; pero, sus granos a la ciudad no hiciera más que yo.
como la mayor parte de Los hombres de inge- ¿Y la miseria brillante que veo, el fastidio que
nio, carece de conocimientos profundos." Des- reina entre esta gente tosca, esta manía de cla-

65
ses en la cual estriba el que acechen y espíen la saria es la diferencia de clases y conozco sus
ocasión de elevarse unos sobre otros, fútiles y ventajas, de las que yo mismo me aprovecho;
menguadas pasiones que se presentan al des- pero no quisiera que viniesen a estorbarme el
nudo? Aquí, por ejemplo, hay una mujer que paso, precisamente cuando podría gozar aún
no habla a nadie de otra cosa que de su nobleza alguna pequeña alegría, alguna apariencia de
y de sus fincas; de modo que los forasteros felicidad. He hecho conocimientos últimamente
dirán para sus adentros: "Esta es una sandía a en el paseo con la señorita B., criatura amable,
quien un poco de nobleza y cuatro terrones le que, en medio del mundo infatuado en que
han vuelto el juicio." Pero no es esto lo peor: la vive, conserva bastante naturalidad. Nuestra
susodicha es simplemente hija de un escribano conversación nos fue grata a los dos, y cuando
de estas cercanías. No puedo comprender a la nos separamos le pedí permiso para visitarla.
especie humana, cuyas pretensiones orgullosas Me lo concedió con tanta franqueza, que ape-
suelen estar destituidas de todo fundamento. nas pude aguardar la hora conveniente para ir
Es verdad, mi querido Guillermo, que cada día a verla. No es de aquí, y vive con una tía suya.
me convenzo más de lo estúpido que es querer La fisonomía de la vieja me desagradó; yo me
juzgar a los demás. ¡Tengo tanto que hacer mostraba deferente con ella, le dirigía casi
conmigo mismo y con mi corazón, que es tan siempre la palabra, y en menos de media hora
turbulento! ¡Ah! Dejaría de buen grado seguir a adiviné lo que la sobrina me ha confesado des-
todos su camino, si ellos quisieran también de- pués; esto es, que su querida tía carece, a su
jarme andar por el mío. edad, de todo: de fortuna y de talento. No tiene
"Lo que más me irrita son las miserables distin- más recursos que una larga lista de abuelos, en
ciones sociales. Sé, cómo cualquiera, cuán nece- la que se atrinchera como detrás de un muro, ni

66
más diversiones que la de mirar con altanería a "¡Necios!, no ven que el lugar no significa nada
la plebe que pasa por debajo de su balcón. Debe y que el que ocupa el primer puesto hace muy
de haber sido hermosa en su juventud y ha pocas veces el primer papel. ¡Cuántos reyes
pasado su vida en bagatelas: ha sido por sus gobernados por sus ministros! ¿Cuántos minis-
caprichos el tormento de algunos jóvenes infe- tros por sus secretarios! ¿Y quién es el primero?
lices, y después, en su edad madura, aceptó Yo creo que aquel cuyo ingenio domina al de
humildemente el yugo de un oficial ya anciano los demás, de que por su carácter y destreza
que, por un mediano pasar, sufrió con ella la convierte las fuerzas y las pasiones ajenas en
edad de bronce y murió; pero ahora ella se ve instrumentos de sus deseos."
sola en la edad de hierro, y nadie la miraría si
su sobrina fuese menos amable." 20 DE ENERO
"Necesito escribiros, mi querida Carlota, aquí
8 DE ENER0 DE 1772 en un rincón de una pobre posada de aldea
"¡Qué pobres hombres son los que dedican toda donde me he refugiado huyendo de una tem-
su alma a los cumplimientos y cuya única am- pestad. Desde que me encuentro en este triste
bición es ocupar la silla más visible de la mesa! albergue de D., entre personas extrañas, com-
Se entregan con tanto ahínco a estas tonterías pletamente extrañas a mi corazón, ni un instan-
que no tienen tiempo para pensar en los asun- te, ni uno siquiera, he dejado de sentir la impe-
tos verdaderamente importantes. Una de tantas riosa necesidad de escribiros. Vuestro ha sido
sandeces me aguó, la semana última, toda una mi primer pensamiento en esta cabaña, en esta
fiesta. soledad, en esta prisión, en tanto que la nieve y
el granizo golpean contra mi ventana. Desde

67
que entré aquí, ¡oh Carlota!, vuestra imagen y la cama. De día acaricio la idea de ver después
vuestro recuerdo, este recuerdo tan vivo y tan la luna, y cuando llega la noche, me olvido de
santo, se han apoderado de mí y he creído, ello en mi alcoba. Apenas me explico por qué
¡Dios mío!, sentir todas las alegrías de nuestra me levanto y por qué me acuesto.
primera entrevista. "El resorte que daba movimiento a mi vida, se
"¡Si pudierais verme querida Carlota, en medio ha roto; el encanto que me tenía despierto en
del torrente de distracciones que me asedian! las tinieblas de la noche y me desvelaba por las
Todas mis sensaciones se enervan y se embo- mañanas se ha desvanecido.
tan. Ni un solo momento de regocijo para mi "Sólo una criatura he encontrado aquí digna del
corazón, ni el más insignificante solaz para mi nombre de mujer: la señorita B. Se parece a mi
alma. Nada, nada: estoy aquí como si asistiera a querida Carlota, si es que alguien puede pare-
una función de sombras chinescas. Veo pasar y cerse a vos. "¡Y qué—diréis—, ¿ahora venís con
repasar delante de mí hombrezuelos y caballi- galanterías?" Sí, no es esto del todo falso: desde
tos y me pregunto muchas veces si no es esto hace algún tiempo soy muy lisonjero... porque
una ilusión óptica. Yo formo parte de los per- no puedo ser otra cosa. Me doy aires de inge-
sonajes y desempeño también mi papel: mejor nioso, y dicen las damas que nadie podrá hacer
dicho, se me obliga desempeñarlo, se me hace un elogio con más delicadeza que yo. Añadid:
maniobrar como a un autómata. Si cojo la mano ni mentir, porque lo uno va siempre unido a lo
del que tengo más cerca, retrocedo con espanto, otro. Os estaba hablando de la señorita B. En el
creyendo que es de madera. fuego de sus ojos azules se adivina desde luego
"Por la noche hago proyecto de ir a ver la albo- la energía de su alma. Su posición la mortifica,
rada del siguiente día: amanece y me quedo en porque no basta a satisfacer ninguno de los

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deseos de su corazón. Aspira a alejarse del tor- estoy aquí no he logrado ver un día bueno sin
bellino social, y soñamos horas enteras con una que algún cócora me lo estropee o me lo robe.
felicidad pura, en medio del campo. ¡Ah, cuán- Al menos, cuando llueve de firme, cuando nie-
tas veces, Carlota, la he obligado a que os ad- va, cuando hiela o deshiela, me digo a mí mis-
mire! mo: "Mejor estoy en casa, que fuera." Pero si
¿Obligado? No, su admiración es espontánea. amanece con sol, si todo pronostica un buen
¡Tiene tanto gusto en oír hablar de Carlota! ¡La día, nunca dejo de exclamar: "He aquí un favor
quiere tanto! ¡Oh si yo estuviese sentado a del cielo, que podemos usurparnos unos a
vuestros pies en aquel gabinetito seductor y otros." No hay nada que los hombres no se qui-
tranquilo, con los niños retozando a nuestro ten sin escrúpulos: salud, reputación, alegría,
derredor! cuando os molestase el ruido que reposo. Por supuesto, casi siempre con la sonri-
hicieran, yo los agruparía y obligaría a guardar sa en la boca, y, según ellos dicen, con las mejo-
silencio, refiriéndoles algún cuento pavoroso. res intenciones. Algunas veces quisiera supli-
El sol declina majestuosamente detrás de las carles que no se desgarrasen tan despiadada-
colinas cubiertas de deslumbradora nieve; la mente las entrañas."
tempestad ha pasado, y yo... es preciso que me 17 DE FEBRERO
vuelva a mi jaula. ¡Adiós! ¿Está Alberto a vues- "Sospecho que no podré continuar mucho
tro lado? ¿Qué digo? Dios me perdone esta tiempo al lado del embajador.
pregunta." "Este hombre es completamente insoportable.
8 DE FEBRERO Tiene una manera tan ridícula de trabajar, que
"Hace una semana que el tiempo no puede ser no puedo menos de altercar con él y de obrar
peor, y me alegro de ello, porque desde que con frecuencia a mi capricho y a mi modo, cosa

69
que, como es natural, jamás le deja contento. agradezco que me hayas engañado. Aguardaba
Últimamente se ha quejado a la corte, y el mi- la noticia del día de vuestra boda, porque ese
nistro me ha reprendido; con mucha blandura, día tenía resuelto descolgar solemnemente de la
por cierto, pero ello es que me ha reprendido, y pared el retrato de Carlota, y enterrarlo entre
ya tenía propósito de presentar mi dimisión, mis papeles. ¡Ya estáis casados y todavía tengo
cuando ha llegado a mis manos una carta parti- aquí su retrato! Aquí permanecerá. ¿Por qué
cular que me envía... (6), la carta que me ha no? Sé que también estoy con vosotros: sé que,
hecho arrodillarme para adorar su espíritu no- sin perjuicio tuyo, tengo un lugar en el corazón
ble, sabio y elevado. ¡Cómo elogia el espontá- de Carlota. Sí; ocupo en él el segundo puesto, y
neo y juvenil ardor de mis exaltadas ideas de quiero y debo conservarlo. ¡Oh ! Me volvería
actividad, de influir en los demás y de energía loco si ella pudiese olvidar... Alberto, dentro de
en los negocios; buscando, sin destruir esas esta idea se encierra el infierno, adiós. Adiós,
ideas, el medio de moderarlas y conducirlas al Carlota; adiós ángel del cielo."
punto en que pueden encontrar su verdadero
desarrollo y producir su efecto! Ya me tienes 15 DE MARZO
animado por ocho días y reconciliado conmigo "He sufrido una mortificación que me echará de
mismo. ¡Qué hermosa es la paz del alma, y qué aquí: estoy furioso. Lo dicho: esto es un hecho,
triste, amigo mío, que semejante joya tenga y vosotros tenéis la culpa de todo; vosotros, que
tanto de frágil como de bello y singular!" me habéis soliviantado, atormentado, obligado
20 DE FEBRERO a tomar un destino que yo no quería. Nos
"Dios os bendiga, amigos míos, y os dé todos hemos lucido. Y con el fin de que no me digas
los días felices que a mí me niega. Alberto te que lo echo todo a perder con mis ideas exage-

70
radas, voy, mi querido amigo, a exponerte lo aguardaba sólo a que el conde se viese libre de
sucedido, con la sencillez y exactitud de un su fastidiosa palabrería, cuando entró la señori-
cronista. ta B. Como siempre que la veo se impresiona
"El conde de C. me aprecia y me distingue, ya un poco mi corazón, me quedé, y fui a colocar-
lo sabes, porque te lo he dicho cien veces. Ayer me detrás de su asiento. Llegué a observar que
comí en su casa. Justamente era uno de los días me hablaba con menos franqueza que la acos-
en por las tardes tiene tertulia, a la que concu- tumbrada y con algún embarazo. Esto me sor-
rren las damas y caballeros más distinguidos. prendió. "Es ella como todas estas gentes?", me
Yo no había pensado semejante cosa, y jamás pregunté a mí mismo. Estaba picado y quería
pude figurarme que nosotros, los menos enco- retirarme; sin embargo, me quedaba, esperando
petados, sobrábamos allí. Adelante. Comí, y con alguna frase que me dirigiera llegaría a
después de comer estuve paseándome y char- convencerme de que mi pregunta era injusta.
lando con el conde en el gran salón. Llegó el Entre tanto, el salón se llenó. El barón F., que
coronel B. que terció en nuestras plática, y por llevaba encima todo un guardarropa del tiempo
fin, insensiblemente sonó la hora de la tertulia. en que se coronó a Francisco 1 (7); el consejero
¡Bien sabe Dios que no pensaba en ello! Entró la áulico R., que se anuncia haciéndose llamar su
nobilísima señora de S. con su marido y la pava excelencia con su mujer, que es sorda, etcétera.
de su hija, que tiene el pecho como una tabla y No debo pasar por alto a J., el desaliñado, que
un talle que no es talle. Pasaron por delante de tapa los agujeros de su traje gótico con retales
mí con el aire desdeñoso que los caracteriza. No del día. Estas y otras personas fueron entrando,
inspirándome la gente de este linaje otra cosa mientras yo hablaba con algunas conocidas
que una antipatía profunda, resolví retirarme, y mías, que me parecieron muy lacónicas. Pen-

71
sando y ocupándome exclusivamente de B., no magnífico canto en que refiere Homero cómo
advertí que las señoras cuchicheaban en un Ulises fue hospedado por uno que guardaba
extremo del salón, y que algo extraordinario puercos. Hasta aquí todo iba bien.
sucedía entre los caballeros; no advertí que la "Ya de noche, volví a mi posada para cenar.
señora de S. hablaba aparte con el conde (Todo Sólo encontré algunas personas que jugaban a
esto me lo ha dicho después la señorita B.) Por los dados en el comedor, en un ángulo de la
último, el conde se acercó a mí, y me llevó al mesa, para lo cual habitan levantado un poco
hueco de una ventana. "Ya conocéis—me dijo— los manteles. Entró el apreciable A. y dejó su
nuestras costumbres extravagantes. He obser- sombrero, mirándome al mismo tiempo; se vi-
vado que la tertulia en masa está descontenta no hacia mí y me dijo en voz baja:
de veros aquí, y aunque yo no querría por todo "¿Conque has tenido un disgusto?" "¿Yo?" "El
el mundo..." "Dispensadme, señor —exclamé, conde te ha echado de su tertulia." "¡Cargue el
interrumpiéndole—. Debía haber caído en ello, diablo con ella! Me salí para respirar un aire
lo sé, y sé también que me perdonaréis esta más puro." "Me alegro de que no des importan-
irreflexión—dije al mismo tiempo que le hacía cia a lo que no la tiene; solamente siento que la
una reverencia—. Yo ya había pensado retirar- cosa se haya hecho pública." Esto dio margen a
me, y no sé que espíritu me lo ha detenido." que se desertase en mí el enojo. Conforme iba
"El conde me apretó la mano de un modo que llegando la gente para sentarse a la mesa, me
daba a entender cuanto podía decir. Me escurrí miraban, y yo decía para mi sayo: "Te miran
pausadamente y, fuera ya de la augusta asam- por lo de la reunión." Y esto me quemaba la
blea, subí a mi birlocho y fui a M., para ver sangre.
desde la colina la puesta del sol, leyendo el

72
"Y como ahora, donde quiera que me presentó, que me conocéis tan bien? ¡Cuánto he sufrido
oigo decir que los que me envidian baten pal- por vos, desde el instante en que os vi en el
mas, que me citan como un ejemplo de lo que salón! Todo lo adiviné; cien veces estuve a pun-
sucede a los presuntuosos que se creen autori- to de decíroslo. Sabía que las señoras de S. y de
zados para prescindir de todas las considera- T. se alejarían con sus maridos antes que per-
ciones porque están dotados de algún ingenio, manecer en vuestra compañía; sabia que el
y oigo, además, otras majaderías semejantes, de conde no se atrevería romper con ellos..., ¡y
buena gana me clavaría un cuchillo en el co- ahora vos me pedís cuenta!" "¡Cómo señorita!",
razón. Digan lo que digan de los caracteres dije, ocultando mi turbación y sintiendo que
despreocupados, yo querría saber quien es el algo como agua hirviendo corría por mis venas,
que puede sufrir que tanto bellaco murmure de a la par que recordaba todo lo que me había
él de este modo. Sólo cuando carece de funda- dicho A. al entrar en casa. "¡Cuánto me ha cos-
mento la murmuración es fácil depreciar a los tado ya todo esto!", exclamó aquella hermosa
murmuradores." criatura con los ojos llenos de lágrimas. Dejé de
16 DE MARZO ser dueño de mí mismo, y faltó poco para que
"Todo conspira contra mí. Hoy he encontrado me arrojase a sus pies. "Explicaos", le dije. Sus
en el paseo a la señorita B. Me he visto obligado lágrimas rodaron; yo estaba fuera de mí. Se
a acercarme y, apenas nos hemos alejado un enjugó el llanto sin cuidarse de ocultármelo.
poco de los demás, le he dado mil quejas por lo ""Mi tía—prosiguió—, a quien ya conocéis, se
que anteayer me ocurrió con ella. "¡Oh Wert- hallaba presente. ¡Contenta se puso de veros a
her!—me dijo con la mayor ternura—. ¿Cómo mi lado! Werther, ayer tarde y esta mañana he
interpretáis tan mal aquella turbación mía, vos tenido que sufrir un sermón por ser amiga

73
vuestra, y me he visto obligada a oír que os me ahoga. Se habla de una noble raza de caba-
insultaban, que os humillaban, sin poder de- llos que, cuando están enardecidos y cansados
fenderos y sin atreverme a defenderos más que con exceso, se abren por instinto una vena para
a medias." respirar con más libertad. Muchas veces me
"Cada palabra que profería era una espada que encuentro en este caso; querría abrirme una
atravesaba mi corazón. Sin comprender el bien vena que me proporcionase la libertad eterna."
que me hubiera hecho ocultándome todas estas 24 DE MARZO
cosas continuó refiriendo lo que aún dirían de "He pedido mi cesantía con esperanzas de ob-
mí, y quiénes se gozarían en el triunfo, ce- tenerla y sé que me perdonarás el que lo haya
lebrándolo y haciendo saber que se ha castiga- hecho sin consultarte. Necesito salir de aquí, y
do mi orgullo y mi desprecio hacia los demás, sé todo lo que pudieras decirme para evitarlo;
cosas que hace tiempo vienen echándome en así, pues, di a mi madre lo que ocurre, de modo
cara. que no ponga el grito en el cielo. Es preciso que
"¡Y oír todo esto de su boca, Guillermo; oírselo lleve con paciencia el que no la satisfaga quien
a ella, cuyo afecto para mí es verdadero y pro- ni a sí mismo logro satisfacerse.
fundo! Quedé anonadado, y todavía fermenta "No dudo que esto le causará mucha pena. ¡Ver
la cólera en mi pecho. Quisiera qué alguno de que su hijo se detiene de pronto en la brillante
ellos tuviera el valor de pronunciar una sola carrera que le llevaba en línea recta a los pues-
palabra delante de mí, para atravesarle de parte tos de consejero y embajador! ¡Ver que se des-
a parte con mi espada. Me sosegaría si viese vía del camino!... Haz todas las objeciones que
correr la sangre. ¡Ah! más de cien veces he co- se te ocurran y cuantas combinaciones conduz-
gido un cuchillo para acabar con la asfixia que can a demostrar en qué casos podía y debía

74
continuar aquí; he decidido irme, y me voy. necesito, pues, el dinero que últimamente había
Para que sepas adónde te diré que mi compañía pedido a mi madre."
es muy grata al príncipe de..., y que, cuando ha
tenido noticia de mi determinación, me ha pe- 5 DE MAYO
dido que le acompañe a sus estados para pasar "Salgo mañana, y como sólo dista seis millas
con él la primavera. Me ha prometido que del camino el lugar donde nací, quiero volver a
tendré libertad absoluta; y como estamos de verlo y recordar los antiguos días de mi infan-
acuerdo casi en todo, voy a correr el albur y cia, que pasaron como un sueño.
marcharme con él." "Quiero entrar por la misma puerta por donde
POST SCRIPTUM, 19 DE ABRIL salí con mi madre cuando, después de quedarse
"Te agradezco tus cartas. No las he contestado viuda, abandonó esta querida y sosegada aldea
porque para enviarte ésta esperaba a recibir el para encerrarse en esa horrible ciudad. Adiós,
cese de la corte, temía que mi madre influyera Guillermo; ya tendrás noticias de mi viaje."
con el ministro y diese al traste con mis planes;
pero ya está todo arreglado puesto que ha sido 9 DE MAYO
aceptada mi dimisión. No te diré la repugnan- "He visitado el pueblo donde nací, con toda la
cia con que han accedido a mis deseos ni lo que devoción de un peregrino, impresionándome
me escribe el ministro, porque aumentarían una porción de sentimientos inesperados. Hice
vuestras lamentaciones. El príncipe heredero detener el coche cerca del gran tilo que hay a
me ha dado una gratificación, veinticuatro du- un cuarto de legua de la población, a la parte
cados, diciéndome palabras que me han enter- sur; me apeé y mandé al cochero que fuese de-
necido hasta el punto de hacerme llorar. No lante, con objeto de seguir yo a pie y saborear

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todos los recuerdos con toda viveza y plenitud Los nuevos me desagradan, como todos los
de la novedad. Me detuve bajo el tilo que en mi cambios que he observado. Pasé la puerta que
infancia había sido objeto y término de mis pa- da entrada a la población, y entonces sí que me
seos. ¡Qué diferencia! Entonces con una dichosa encontré dentro de mis recuerdos. Amigo mío,
ignorancia me lanzaba impetuosamente hacia no quiero detenerme en detalles, la relación
ese mundo desconocido en que esperaba hallar sería tan pesada como grande ha sido el placer
para mi corazón todo el alimento, todas las que he experimentado. Pensaba alojarme en la
venturas que debían colmar y satisfacer la efer- plaza, precisamente al lado de nuestra antigua
vescencia de mis deseos. Ahora vuelvo ya de casa. Observé al paso que la escuela, donde una
ese vasto mundo, y ¡oh amigo mío, cuántas buena vieja nos reunía cuando niños, se había
esperanzas perdidas, cuántos planes destrui- convertido en una abacería. Me acordé de la
dos! Aquí están delante de mí las montañas que inquietud, de los temores, los apuros y las aflic-
mil veces contemplé como el único muro que se ciones que yo había sufrido en aquella especie
oponía a mis deseos. Entonces podía quedarme de agujero. No daba un paso que no me obliga-
en estos sitios horas enteras, pensando en esca- ra a entusiasmarme. No encuentra un peregri-
lar esas alturas, llevando mi pensamiento al no en tierra santa tantos lugares consagrados
fondo de los valles y de las alamedas que divi- por religiosos recuerdos, y dudo que su alma
saba entre las tintas suaves del crepúsculo; y experimente tan puras emociones. Bajé por la
cuando llegaba el momento de volver a mi ca- orilla del río adelante hasta una alquería adon-
sa, yo abandonaba este paraje querido con in- de iba yo en otro tiempo muy a menudo: es un
decible pena. Al acercarme al pueblo, he salu- paraje reducido, donde los muchachos nos di-
dado todos los viejos pabellones de los jardines. vertíamos en tirar piedras a la superficie del

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agua para ver quién las hacia singlar mejor. "Estoy ahora en la casa de campo del príncipe.
Recordé vivamente que me detenía algunas Se vive muy bien con este hombre: es la verdad
veces a ver correr el agua, formándome las ide- y la sencillez personificada, pero está rodeado
as más maravillosas de su curso; recordé las de gente singular que no acabo de comprender.
caprichosas pinturas que me hacía de los países Sin tener el aspecto de unos bribones, les falta
adonde aquella corriente debía ir a parar; re- el talento de los hombres de bien. Algunas ve-
cordé que pronto encontraba mi imaginación ces me parecen muy respetables, y, sin embar-
los límites de esos países, y que, sin embargo, go, no llego a fiarme de ellos. Me molesta que el
yo iba más lejos, y acababa por perderme en la príncipe hable con frecuencia de cosas que ha
contemplación de un paisaje lejano y vagoroso. oído decir o que ha leído, copiando siempre
Amigo mío, de este modo con esta felicidad, servilmente lo que lee y lo oye. Añade a esto,
vivieron los venerables padres del género que tiene en más mi talento que mi corazón,
humano; tan infantiles fueron sus impresiones este corazón, única cosa de que estoy orgulloso,
y su poesía. Cuando Ulises habla de la mar in- única fuente de toda fuerza, de toda felicidad y
mensa y de la tierra, su lenguaje es verdadero, de todo infortunio. ¡Ah! Lo que yo sé, cualquie-
humano, intimo, sorprendente y misterioso. ra lo puede saber; pero mi corazón lo tengo yo
¿De qué me sirve poder repetir con todos los sólo."
colegas que la Tierra es redonda? ¡La Tierra! 25 DE MAYO
Sólo necesita el hombre algunas palabras para "Tenía un proyecto del que pensaba hablarte
tener ocupación toda su vida, y menos todavía cuando se hubiera realizado; ahora veo que no
para volver a esta tierra de donde salió. resultará nada, y voy a darte cuenta de mi se-
creto: quería entrar en el ejército. Mucho tiem-

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po he acariciado esta idea, causa la más pode- nología. Más de una vez, arrastrándome mi
rosa de cuantas me movieron a seguir al loca imaginación por los caminos del arte y de
príncipe, que es general de las fuerzas de ... la naturaleza, me muerdo los labios al ver que,
Paseando juntos le he descubierto mi designio; convencido de que pone una pica en Flandes,
pero me ha disuadido, y sólo hubiera dejado de me interrumpe a tontas y a locas para encajar
ceder a sus razones si fuera en mí una verdade- en la conversación algún término técnico."
ra vocación lo que no pasa de simple capricho." 16 DE JULIO
11 DE JUNIO "Sí; yo no soy otra cosa que un viajero, un pere-
"Di lo que quieras; pero necesito irme de aquí, grino en el mundo. ¿Y tú? ¿Eres algo más?"
donde no hago otra cosa que fastidiarme. El 18 DE JULIO
príncipe no puede ser para mi mejor dé lo que "¿Adónde quiero ir? Te lo diré en confianza.
es; sin embargo, no estoy contento a su lado, y Tengo precisión de permanecer aquí otros
consiste en que en el fondo no hay nada seme- quince días. Después, me he dicho a mí mismo
jante entre los dos. Es un hombre de talento, que deseo visitar las minas de...; pero, en el
pero de talento vulgar. Su conversación no me fondo, no hay nada de esto: lo que quiero úni-
causa mayor placer que uno obra bien escrita. camente es aproximarme a Carlota. Esto es to-
Permaneceré aún ocho días aquí: cuando hayan do. Me río de mi corazón, y hago todo lo que
pasado volveré a vagabundear. Lo mejor que me manda."
he hecho desde que vine, ha sido dedicare al 29 DE JULIO
dibujo. El príncipe no es extraño al arte y aún lo "¡Bien! ¡Muy bien! Todo marcha a maravilla.
sería menos si no estuviese forrado de fastidio- ¡Yo! ¡Su marido! ¡Oh Dios! si tú, que me has
sas fórmulas científicas y de una huera termi- dado la vida, me hubieses reservado semejante

78
felicidad, mi existencia hubiera sido una adora- "Un importuno ha venido a interrumpirme. Mis
ción continua. No quiero quejarme contra ti; lágrimas se han secado, mi melancolía ha des-
perdóname estas lágrimas, perdona mis inútiles aparecido. Adiós, querido amigo."
deseos. ¡Ella, mi mujer! ¿Si hubiera estrechado 4 DE AGOSTO
entre mis brazos a la criatura más amable que "No soy el único que se queja. Todos los hom-
hay bajo el cielo! Guillermo, cuando Alberto bres ven burladas sus esperanzas y son enga-
abraza su talle esbelto, tiemblo de pies a cabe- ñados en lo que desean. Acabo de visitar a la
za. buena mujer de los tilos: el mayor de los mu-
"¿Me atreveré a decirlo? ¿Y por qué no? Carlota chachos ha corrido a mi encuentro. Sus gritos
hubiera sido conmigo más feliz que con él. No; de alegría han anunciado mi llegada a la ma-
no es éste el hombre que puede satisfacer todos dre, que está muy abatida. Sus primeras pala-
los deseos de este ángel. Cierta falta de sensibi- bras han sido: "¡Ay, mi buen señor! Mi Juan ha
lidad, cierta falta de... (traduce esto como te muerto. "Juan era el menor de los niños. Yo
parezca). Yo veo que sus almas no simpatizan; guardé silencio. "Mi marido—añadió— ha
lo veo cuando, leyendo uno de nuestros libros vuelto de Suiza con las manos en la cabeza a no
favoritos, laten al unísono el corazón de Carlota ser por algunas buenas almas, se hubiera visto
y el mío, y lo veo en otras mil ocasiones en que obligado a venir pidiendo limosna." No se me
revelamos los sentimientos que nos producen ocurrió decirle nada; pero hice un regalillo a su
las acciones ajenas. ¡Oh Guillermo! ¿Es verdad hijo. Ella me rogó que aceptase unas manzanas,
que él la ama con toda su alma..., y que, así y las tomé y me alejé de aquel sitio de tan triste
todo, no merece el amor de ella? memoria."
21 DE AGOSTO

79
"He cambiado por completo en un abrir y ce- "Hay ocasiones en que no comprendo cómo
rrar de ojos. Aunque todavía algunas veces se puede amar a otro hombre, cómo se atreve a
ilumina mi vida con la claridad de una luz sua- amar a otro hombre, cuando yo la amo con un
ve, no es, ¡ay!, más que por un solo instante. amor tan perfecto, tan profundo, tan inmenso;
Cuando me entrego a mis ensueños, no consigo cuando no conozco más que a ella, ni veo más
desechar este pensamiento. "Pues qué, si Alber- que a ella, ni pienso más que en ella."
to muriese, ¿no podrías tú ser..., no podría ser 4 DE SEPTIEMBRE
ella...?" Y así continúo corriendo tras esta vaga "Sí, así es. Al mismo tiempo que la naturaleza
sombra, hasta que me conduce al borde del anuncia la proximidad del otoño, siento el oto-
abismo, donde me detengo con espanto. ño dentro de mí y en torno mío. Mis hojas ama-
"¡Qué diferente me parece todo, cuando salgo rillean, y las de los árboles vecinos se han caído
de la ciudad por el camino que recorrí en coche ya. ¿He vuelto a hablarte de un joven aldeano
el día que, para llevarla al baile, fui por Carlota que conocí cuando vino por primera vez a estos
la primera vez! Todo ha cambiado, todo ha parajes? He pedido en Wahlheim noticias su-
desaparecido. Ni una señal en la naturaleza, ni yas, y me han dicho que, habiéndole echado de
un latido en mi corazón que recuerde aquel día. la casa donde servía, nadie ha vuelto a saber de
Soy como la sombra de un príncipe opulento él. Ayer le encontré, por casualidad, camino de
que volviese al palacio edificado y decorado otra aldea; le dirigí la palabra, y me ha contado
con todo lujo y magnificencia por él en otra su historia, que me ha impresionado mucho
época, para encontrar arruinadas las espléndi- como comprenderás fácilmente cuando a mi
das maravillas que legó a un hijo queridísimo." vez te la refiera. Pero ¿a qué conducen estos
3 DE SEPTIEMBRE pormenores? ¿No debía yo guardar para mí lo

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que me aflige y me angustia? ¿Por qué he de guió, o más bien se sintió arrastrado en pos de
afligirte también? ¿Por qué he de darte sin cesar ella. Rogó inútilmente y pretendió hacer uso de
ocasión para que te quejes y me riñas? ¡Bah!, la fuerza. Ignoraba cómo pudo llegar a tal ex-
acaso no es mía la culpa, sino de mi estrella. tremo y ponía a Dios por testigo de que siem-
"Este hombre respondió a mis primeras pre- pre había pensado en ella con toda pureza y de
guntas con sombría tristeza, en la que me pare- que su más vehemente deseo había sido casarse
ció ver alguna confusión; pero en breve, como para pasar la vida a su lado. Después de plati-
si cayera en la cuenta de con quién hablaba, y car un rato de este modo, titubeó, como aquel a
me reconociese, me confesó con franqueza sus quien aún le falta algo que decir y que no se
faltas y deploró su desdicha. ¡Que no pueda yo, atreve a continuar. Al cabo me confesó tímida-
amigo mío, recordar una por una sus palabras! mente que ella le solía tolerar ciertas confianzas
Confesaba, refería (experimentando, al hacer y le había concedido algunos ligeros favores.
memoria de ello, una especie de alegría y de Cortó dos o tres veces el relato para repetirme
placer) que su amor hacia su ama fue aumen- que no decía esto "por despreciarla"; que la
tando cada vez más hasta el punto de no saber quería tanto como antes; que jamás había
lo que hacía ni, hablándote en su lenguaje, hablado con nadie de estas cosas, y que sólo me
dónde tenía la cabeza. No podía beber, comer las refería para que me convenciese de que él
ni dormir; esto le martirizaba, y hacía lo que no no era un malvado ni un insensato. Y ahora,
debía hacer y olvidaba lo que le habían manda- amigo mío, vuelvo a mi eterno estribillo: ¡si yo
do, parecía que tenía los demonios en el cuer- pudiera pintarte a este muchacho tal como es-
po, y por último, un día que ella estaba en una taba, tal como todavía le ven mis ojos; si yo
habitación de un piso alto, lo supo él y la si- pudiera decirte perfectamente todo para que

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comprendieses cómo me interesa, cómo debo firmemente resuelto a no sufrir mientras alien-
interesarme por él! Basta; conoces lo que me te.
pasa, me conoces y sabes demasiado bien cuán- "No he exagerado ni embellecido esta historia;
to me interesan todos los desdichados, y, sobre hasta puedo decir que la he contado débil, de-
todos, este de que te hablo. bilísimamente, y que ha perdido mucho de su
"Leo lo escrito, y observo que se me olvidaba sencillez, porque la he encerrado en el molde
referirte el fin de la historia, que se adivina de nuestro lenguaje usual y circunspecto.
fácilmente. La viuda se defendió, llegó su her- "Esta pasión, que encarna tanto amor y tanta
mano, que hacía mucho tiempo odiaba al cria- fidelidad, no es una ficción poética; vive, cente-
do y deseaba echarle de la casa, por temor de llea con toda su pureza en estos hombres que
que un nuevo matrimonio de la hermana priva- apellidamos incultos y groseros nosotros, gente
se a sus hijos de una herencia que esperaban civilizada hasta el punto de no ser ya nada.
fundadamente, puesto que aquélla no tenía "Lee esta historia con recogimiento, te lo supli-
sucesión directa; este hermano plantó al criado co. Yo, escribiéndote hoy estas cosas estoy so-
en la calle, y armó tan completo escándalo so- segado, ya lo ves: ni me precipito ni me embro-
bre lo ocurrido, que aunque la viuda hubiera llo, como acostumbro. Lee, querido Guillermo,
deseado recibir de nuevo al muchacho, no se y piensa quien que ésta es, además, la historia
hubiera atrevido a ello. Dicen que también aho- de tu amigo. Sí, esto es lo que me ha sucedido,
ra está que trina el hermano con otro criado que esto es lo que me sucederá a mí, que no tengo la
tiene la consabida, respecto al cual aseguran mitad del valor y la resolución de este pobre
que se casará con ella, cosa que el antiguo está diablo, con el cual apenas me atrevo a compa-
rarme."

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5 DE SEPTIEMBRE no es lo mismo llevar uno que otro; sin embar-
"Carlota escribió una nota a su marido, que go..., ¿quién sabe? Me figuro que, con el tiem-
estaba en el campo, donde le retenían los nego- po, le tocará al nuevo su turno, y será el prefe-
cios. La esquela comenzaba así: "Querido, que- rido."
ridísimo amigo: vuelve lo más pronto que pue- 12 DE SEPTIEMBRE
das; te espero impaciente... "Uno que llegó trajo "Habiendo ido Carlota a ver a Alberto, ha esta-
la noticia de que algunas ocupaciones impedir- do ausente algunos días. Hoy, al entrar en su
ían a Alberto regresar tan pronto. La carta habitación, salió a mi encuentro y le besé la
quedó sin concluir sobre la mesa, y por la no- mano con indecible júbilo.
che vino a dar en mis manos. La leí y sonreí: "Sobre un espejo había un canario que voló a
Carlota me preguntó la causa. "La imaginación sus hombros. Cogiéndole entre sus dedos, me
es una cosa divina—exclamé—, por un momen- dijo: "Es un nuevo amigo que destino a mis
to me había figurado que este escrito era para niños. Es muy bonito; miradle. Cuando le doy
mí. "No contestó nada; creo que le disgustó mi pan, divierte ver cómo agita las alas y picotea.
ocurrencia. Yo guardé silencio." También me besa; vedlo: "acercó su boca al pa-
6 DE SEPTIEMBRE jarillo, y éste se plegó tan amorosamente contra
"Mucho me ha costado resolverme a dejar el sus dulces labios, como si comprendiese la feli-
frac azul que llevaba cuando bailé con Carlota cidad que gozaba.
por primera vez; pero ya estaba inservible. ""Quiero que también os dé un beso", dijo ella,
"Me he encargado otro idéntico, con cuello y acercando el pájaro a mi boca. Este trasladó su
vuelos iguales, y una chupa y unos calzones piquito desde los labios de Carlota a los míos, y
amarillos como los que tenía. Bien conozco que

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sus picotazos eran como un soplo de celestial cuanto tiene valor en este mundo. Tú recor-
felicidad. darás aquellos nogales del presbiterio, a cuya
""Sus besos—dijo—no son completamente des- sombra me sentaba yo con Carlota. ¡Cuánto me
interesados; busca comida, y cuando no la en- alegraba el corazón la vista de tan magníficos
cuentra en las caricias que le hacen, se retira árboles y cómo embellecían el patio! ¡Cuánta
descontento" "También come en mi boca.", ex- frescura había en su sombra y cuánta majestad
clamó Carlota, presentándole algunas migajas en su follaje! Eran recuerdos vivos de los res-
de pan en sus labios entreabiertos, sobre los pectivos párrocos que, en un tiempo ya remoto,
cuales sonreían con voluptuosidad el placer y el los habían plantado. El maestro de escuela nos
éxtasis de un amor correspondiente. ha citado muchas veces el nombre de uno de
"Volví la cabeza. Ella no debía hacer lo que hac- éstos, llevaba el mismo de su abuelo, y parece
ía, ella no debía inflamar mi imaginación con que era una persona dignísima. Por eso, cuando
estos transportes candorosos de alegría purísi- me sentaba debajo de aquellos nogales, en este
ma, ni despertar mi corazón del sueño en que le recuerdo había algo querido y sagrado para mí.
arrulla la indiferencia que siento por la vida. ¿Y Ayer deplorábamos que los hayan cortado: el
por qué no? Es que se fía de mí, es que sabe de maestro de escuela lloraba. ¡Cortado! Tengo tal
qué modo la amo." indignación que sería capaz de matar al mise-
rable que les dio el primer hachazo.
15 DE SEPTIEMBRE "Si yo fuera dueño de dos árboles semejantes,
"En verdad, Guillermo, que hay para darse al me bastaría ver a uno secarse de viejo para des-
diablo cuando se ven personas tan desprovistas esperarme. Juzga por esto lo que me afecta el
de razón y de sentimientos, que desconocen sacrilegio cometido. ¿De qué sirve la conciencia

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a los hombres? Todo el pueblo murmura, y la vios de la pobrecita, robándole el sosiego en sus
mujer del cura actual comprenderá la herida profundas meditaciones, cuando acaso compa-
que ha abierto en los instintos de los buenos raba y pesaba juntos a Kennikot, Semler y Mi-
aldeanos, cuando recoja la manteca, los huevos chaelis. Al avistarme con la gente de la aldea,
y los demás tributos voluntarios. Porque ella, la después de tan importante descubrimiento,
esposa del nuevo párroco (el que yo conocí ha pregunté, sobre todo a los viejos, por qué lo
muerto también) es la autora; ella, criatura fla- habían consentido.
cucha y enclenque, que hace muy bien en no ""¿Y qué creéis—me respondieron—, cuando el
interesarse por nadie en el mundo, porque na- alcalde manda una cosa, ¿quién ha de oponer-
die comete la sandez de interesarse por ella, se?" Hay, sin embargo, en este asunto un lado
marisabidilla que se atreve a disertar sobre los cómico. El alcalde y el cura (porque éste pensa-
cánones de la iglesia y a trabajar para la refor- ba sacar algún provecho del disparate cometido
ma crítico-moral del cristianismo, encogiéndose por su mujer, que con frecuencia le quema la
de hombros ante las ideas de Lavater, mujer, en sangre) el alcalde y el cura, digo, pensaban re-
fin, cuya salud raquítica no resiste la más ino- partirse el fruto de los árboles cortados; pero el
cente diversión. Sólo un bicho así hubiera sido administrador de rentas lo supo y dio con el
capaz de cortar los nogales. ¿Comprendes que plan en tierra, haciendo valer antiguos dere-
las hojas que se caían, sobre ensuciar el patio de chos sobre el patio del presbiterio donde habían
esta señora, lo llenasen de humedad? Además, estado los nogales, que fueron vendidos en
las ramas quitaban la luz, y cuando maduraban pública subasta. En resumen, ya no hay noga-
las nueces los chiquillos se entretenían en de- les... ¡Oh, si yo fuera príncipe, ya les diría a la
rribarlas a pedradas, lo cual alborotaba los ner- mujer del cura, al alcalde y al administrador...!

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¡Príncipe! ... ¡Ah!, si yo fuera príncipe ¿qué me cuales reposa el héroe glorioso que fue su
importarían los árboles de mi país?" amante! ¡Oh!, cuando en aquel desierto con-
10 DE OCTUBRE templo al bardo encanecido por los años, que
"Me basta ver sus ojos negros para ser feliz. Lo busca las huellas de sus padres y sólo encuen-
que me apena es que Alberto no parece tan tra sus sepulcros, mientras, sollozando, vuelve
dichoso como él esperaba y como él mismo la vista hacia la estrella de la tarde, medio es-
creía. ¡Ah! si yo... No me gusta emplear reticen- condida entre el oleaje de una mar tempestuo-
cias; pero no puedo expresarme de otro mo- sa; cuando veo que renace el pasado en el alma
do..., y me parece que me explico con bastante del héroe, que como en los tiempos en que la
claridad." misma estrella irradiaba sobre los bravos gue-
12 DE OCTUBRE rreros exploradores, o la luna ayudaba con su
"Ossián ha desbancado a Homero en mi espíri- propia claridad al regreso de sus naves victo-
tu. ¡A qué mundo nos transportan los sublimes riosas, cuando leo en su frente un profundo
cantos de aquel poeta! ¡Vagar por los matorra- dolor, y le veo solo en el mundo caminando
les, e aspirar el aire de fuego que columpia en trémulo hacia la tumba, saboreando una su-
las nubes las sombras del firmamento a los prema y dolorosa alegría en la aparición de los
pálidos rayos de la luna, oír quejarse en la mon- fantasmas inmóviles de sus padres; cuando le
taña la voz de trueno del torrente de la selva, y oigo gritar, fijos los ojos en la tierra seca y en la
los gemidos de las plantas medio abrasadas por hierba doblada por el viento: "El viajero vendrá;
el viento, confundiéndose quejas y gemidos con vendrá el que me ha conocido en mi esplendor,
los suspiros de la joven que agoniza al pie de y preguntará dónde está el bardo, preguntará
cuatro piedras cubiertas de musgo, bajo las qué ha sido del hijo de Finga! Y su pie hollará

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mi tumba mientras su voz llamará en vano! ... otra se hallaba enferma, muy enferma. "Tiene
Entonces, amigo mío, quisiera, como leal escu- una tos seca—dijo la amiga—, las mejillas hun-
dero, sacar la espada, y con ella librar a mi didas, la cara más larga. No daría yo un ochavo
príncipe de las angustias de una vida que es por su vida." "M. N.—dijo Carlota— está tam-
una muerte lenta, hiriéndome después a mí bién bastante echado a perder." "Es verdad—
mismo para enviar mi alma en pos de la del repitió la otra—; tiene el cuerpo hinchado de
héroe libertado." una manera que asusta."
19 DE OCTUBRE "Así platicaban tranquilamente, mientras yo me
"¡Ay de mí! Este vacío, este horrible vacío que transportaba con la imaginación al lado de es-
siente mi alma... Muchas veces me digo: "Si tos desdichados y veía con cuánta ansiedad
pudiera un momento, uno solo estrecharla con- sentían escapárseles la vida, y cómo se asían a
tra mi corazón, todo este vacío se llenaría." la más débil esperanza. Después de todo, Gui-
26 DE OCTUBRE llermo, estas jóvenes hablaban del asunto como
"Sí, amigo mío, cada día estoy más convencido habla todo el mundo cuando se trata de la
de que la vida de una criatura vale bien poco. muerte de un extraño. Yo paseando mi vista en
Ayer estuvo a ver a Carlota una amiga suya. torno mío, viendo echados acá y allá los vesti-
Entré en una pieza inmediata y cogí un libro dos de Carlota, y los papeles de Alberto sobre
para distraerme; pero no tenía la cabeza bastan- estos muebles que han llagado a serme familia-
te despejada para fijarme en la lectura. Oí que res hasta el punto de notar la menor alteración,
hablaban en voz baja. Charlaron de cosas indi- me decía a mí mismo: "Puede asegurarse que
ferentes, de las novedades que ocurrían en el en esta casa eres todo para todos; tus amigos te
pueblo, de que tal persona se había casado y tal honran, tú contribuyes a su alegría, y parece

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que no podríais vivir los unos sin los otros. No "¡Siento tantas cosas..., y mi pasión por ella lo
obstante, si tú te alejases de su lado, sentirían... devora todo! ¡Tantas cosas! . . . ¡Y sin ella todo
¿cuánto tiempo sentirían el vacío que tu pérdi- se reduce a nada!"
da dejaría en sus existencias? ¡Ah!, el hombre es 30 DE OCTUBRE
tan versátil por naturaleza, que, aun donde "Más de cien veces he estado a punto de arro-
tenga seguridad de ser apreciado en algo, aun jarme a su cuello. Sólo Dios sabe cuánto me
allí donde pueda dejar un recuerdo profundo cuesta mirar y remirar tantos encantos, sin
de su existencia o de su paso en la memoria y atreverme a extender mis manos hacia ella.
en el alma de los que le son queridos, aun allí Apoderarse de lo que se ofrece a nuestra vista y
debe extinguirse y desaparecer; y esto, ¡ay!, nos embelesa, ¿no es un instinto propio de la
demasiado pronto." humanidad? ¿No se esfuerza el niño por coger
27 DE OCTUBRE cuanto le gusta? Y yo..?"
"Es cosa de arañarse y romperse la cabeza con- 3 DE NOVIEMBRE
siderar lo poco que valemos unos para otros. "Sólo Dios sabe cuántas veces me he dormido
¡Ay de mí! Nadie me dará el amor, la alegría, el con el deseo y la esperanza de no despertar
goce de las felicidades que no siento dentro de jamás. Y al día siguiente abro los ojos, vuelvo a
mí. Y aunque no tuviera el alma llena de la más ver la luz del sol y siento de nuevo el peso de
dulces sensaciones, no sabría hacer dichoso a mi existencia.
quien en la suya careciese de todo." "¡Ah! ¿Por qué no soy uno de esos maniquíes
27 DE OCTUBRE POR LA NOCHE que se amoldan a todo, a todo, menos a sí mis-
mos? Entonces, al menos, el insoportable fondo
de mi desolación no pesaría sobre mí más que a

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medias. Por desgracia, comprendo que la culpa los viejos troncos de los sauces desnudos; este
es únicamente mía. ¡La culpa! No. Bastante es admirable cuadro, ahora inanimado y frío co-
ya que lleve en mí la fuente de todos los dolo- mo una estampa de color, este espléndido es-
res, como hace poco llevaba el manantial de pectáculo que otras veces ha hecho desbordarse
todos mis placeres. ¿No soy siempre aquel mi corazón, no derrama ahora en él ni una sola
hombre que otras veces se deleitaba con los gota de entusiasmo o de contento. Allí está el
más puros goces de una exquisita sensibilidad hombre, inmóvil, árido, frente a su Dios, siendo
que a cada paso creía descubrir un paraíso, y un pozo vacío, una cisterna cuyas piedras se
cuyo corazón abierto a un amor sin límites, era han roto con la sequía. Muchas veces me he
capaz de abrazar el mundo entero? Este co- arrodillado para pedir lágrimas al Señor, como
razón está ahora muerto, cerrado a todas las el labrador implora la lluvia cuando ve sobre su
sensaciones; mis ojos están secos, y mis acerbos cabeza un cielo cobrizo y a sus pies la tierra
dolores, que no tienen desahogo, llenan de muriéndose de sed. Pero, ¡ay!, Dios no concede
prematuras arrugas mi frente. ¡Cuánto sufro! la lluvia ni el sol a nuestros ruegos importunos.
He perdido ese don del cielo, que por sí solo ¿Por qué aquel tiempo, cuyo recuerdo me mata,
embellece mi vida, esa fuerza vivificante que era para mí tan dichoso? Porque entonces yo
hacía crear mundos a mi dolor. Cuando desde esperaba, confiado en que el cielo no me olvi-
mi ventana contemplo el horizonte y tras la daría, y recogía las delicias con que me embria-
cumbre de las colinas el sol disipa las brumas gaba un corazón lleno de reconocimiento."
matinales y desliza sus primeros rayos hasta el 8 DE NOVIEMBRE
fondo de los valles, mientras el sosegado río "Carlota ha censurado mis excesos... ¡pero con
corre mansamente hacia mí, serpenteando entre qué tierno interés! ¡Mis excesos! Porque des-

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pués de apurar un vaso de vino, sigo algunas la sed es un bálsamo vivificante. Pero ¿puede ni
veces bebiendo hasta consumir una botella. debe dar a todos la salud? ¿A cuántos ha deja-
""No volváis a hacer eso—me dijo—; pensad en do de dársela, y a cuántos no se la dará jamás,
Carlota." conózcanla o no la conozcan? Y a mí, ¿me sal-
""¡Pensar!—exclamé. ¿Qué necesidad tenéis de vará? ¿El mismo hijo de Dios no ha dicho que
recordármelo, puesto que, piense o no piense, sólo estarán con él los que su padre le dé? ¿Y si
siempre estáis presente en mi alma? Hoy me su padre quiere reservarme para sí, como pre-
senté en el mismo sitio donde en otro tiempo os siente mi corazón . . .?
bajasteis del coche." "No interpretes mal mis palabras ni veas, en lo
"Cambió la conversación para impedirme que que es una idea sencilla, la menor intención de
hablase del asunto. mofarse, te lo suplico. Te hablo con el corazón
"Amigo mío, aquí me tienes en un estado tal, en la mano. A no ser así, preferiría callarme,
que esta mujer hace de mí cuanto quiere." porque no me gusta perder el tiempo diciendo
15 DE NOVIEMBRE palabras vanas sobre materias de que los demás
"Te doy las gracias, Guillermo, por el tierno entienden tan poco como yo. ¿Qué otra misión
interés que me manifiestas y por los buenos puede tener el hombre más que la de llenar
consejos que me das; pero te ruego que no te todo el camino con sus dolores, y apurar su
alarmes, que me dejes arrostrar la crisis. A pe- cáliz hasta las heces? Y puesto que este cáliz fue
sar de mi abatimiento, me siento aún con bas- amargo al mismo Dios del cielo cuando lo
tantes fuerzas para llegar hasta el fin. Respeto acercó a sus labios de hombre, ¿por qué he de
la religión, bien lo sabes: para el que desmaya fingir yo una fuerza sobrehumana haciendo
es un apoyo; para el que se siente devorado por creer que lo encuentro dulce y agradable? ¿Por

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qué no he de confesar mi angustia en este mo- mente! No, algunas veces. ; Por qué muestra
mento en que mi ser tiembla y fluctúa entre la complacencia al notar el efecto que su vista me
vida y la muerte, en que el pasado se proyecta produce a despecho mío? ¿Qué causa reconoce
como un relámpago en el sombrío abismo del la compasión que revela en sus ojos?
porvenir, en que todo lo que me rodea se des- "Ayer, cuando me retiraba, me dio la mano
ploma y en que el mundo parece acabarse diciéndome: "Buenas noches, querido Werther."
conmigo? ¿No reconoces la voz de la criatura ¡Querido Werther! Es la primera vez que me ha
extenuada, desfallecida, que se hunde sin re- llamado así, y hasta en lo más hondo de mi
medio, y a pesar de su inútil lucha, gritando alma he sentido una dicha inefable. Más de cien
con amargura: "¡Dios mío, Dios mio! ¿Por qué veces he repetido estas palabras, y por la noche,
me has abandonado? ¿Y ha de darme vergüen- al acostarme, hablando conmigo mismo, ex-
za esta exclamación. y he de temer que llegue el clamé, sin darme cuenta de ello: "¡Buenas no-
momento en que se escape de mi boca, cuando ches, querido Werther!" No he podido menos
se escapó de la vida de aquel que, hijo de los de reírme de semejante puerilidad."
cielos, se ha envuelto en ellos como un suda- 22 DE NOVIEMBRE
rio?" "Al dirigir mis ruegos a Dios, no puedo decir:
21 DE NOVIEMBRE "¡Conservádmela!" Y, sin embargo, hay mo-
"Carlota no ve ni conoce que prepara por sí mentos en que creo que me pertenece. Tampo-
misma un veneno mortal para los dos, y yo co puedo decir: "¡Dádmela!", porque pertenece
llevo con voluptuosidad la copa fatal que ella a otro. Así es como me agito sin cesar sobre mi
me presenta. ¿Qué significa el aire de bondad lecho de dolores. Basta; no sé adónde iría a pa-
con que frecuentemente me mira? ¡Frecuente- rar si continuase."

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24 DE NOVIEMBRE una barrera inaccesible que la separa de mi
"No ignora Carlota lo que sufro. Su mirada ha alma. ¡Destruir esta pureza! .... Y luego, el casti-
penetrado hoy hasta lo más profundo de mi go siguiendo al pecado... ¡Un pecado!...
corazón. La encontré sola: yo no despegaba mis 26 DE NOVIEMBRE
labios, y ella me miraba fijamente. Absorto ante "Suelo decirme a mí mismo: Tu destino no tiene
aquella mirada sublime, llena de afectuoso in- igual: comparados contigo, los demás hombres
terés y dula compasión, no veía en aquel mo- son felices; porque jamás mortal alguno se vio
mento su seductora belleza ni la aureola de atormentado como tú. "Entonces leo a cualquier
inteligencia que ilumina su frente. ¿Por qué no poeta antiguo y me parece que es el libro mi
me arrojé a sus pies o la estreché en mis brazos propio corazón. ¡Qué! ¿Aún me queda tanto
cubriéndola de besos? Se puso al piano: a sus que sufrir? ¿Y antes que yo ha habido hombres
armoniosos acordes unió su dulce y melodiosa tan desgraciados?"
voz. No he visto nunca más adorables sus la- 30 DE NOVIEMBRE
bios; parecía que se entreabrían lánguidamente "Nunca, nunca podrá tranquilizarse mi espíritu.
para aspirar los dulces sonidos del instrumen- Por dondequiera que voy encuentro algo que
to, y exhalarlos de nuevo, suavizados por su me pone fuera de mí. Hoy mismo..., ¡Oh desti-
hálito. ¡Ah, si yo pudiera hacer que compartie- no!, ¡oh pobre humanidad...! Me había ido a
ses conmigo lo que entonces sentí! Incliné la pasear a la orilla del río, a la hora de comer,
cabeza, desfallecido, y me juré no atreverme porque no tenía ningún apetito. No había na-
jamás a imprimir un beso en aquella boca..., en die. El oeste frío y húmedo soplaba de la mon-
aquella boca donde revoloteaban los celestiales taña; algunas nubes grises rodeaban el valle. A
serafines. Y, sin embargo, yo quiero... No; hay larga distancia distinguí un hombre mal vesti-

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do que andaba encorvado entre las rocas, como Pues en vano las busco, no encuentro una si-
si buscase algo. Me acerqué a él, y al ruido de quiera."
mis pasos se volvió. Tenía una fisonomía inte- "Yo notaba en sus palabras y en su aire un no sé
resante, con cierta expresión de tristeza que qué zahareño y feroz, y mañosamente le pre-
revelaba un corazón honrado. Sus negros cabe- gunté para qué quería las flores. Una sonrisa
llos le caían en bucles sobre la frente, y los de extraña y convulsiva contrajo su semblante. "Si
atrás descendían hasta la espalda, formando me prometéis no hacerme traición—dijo, po-
una apretada trenza. Como su traje indicaba niéndose un dedo sobre la boca—, os diré que
que era un hombre del pueblo, creí que no se he ofrecido un ramo a mi novia." "Bien, muy
disgustaría porque me ocupase de él, y le pre- bien", repliqué. "¡Oh!, ella tiene muchas cosas
gunté qué hacía. buenas...; es rica." "Y, aun así, hace caso de
"Dando un profundo suspiro, me contestó: vuestro ramo." "Tiene diamantes... y una coro-
"Busco flores y no las encuentro." "Lo creo— na..." "Pues ¿quién es? ¿Cómo se llama?" Sin
repuse sonriendo—; ahora no es tiempo de flo- responder a esta pregunta, añadió: "Si el go-
res." "Hay muchas—añadió, acercándose a bierno quisiera pagarme, yo sería otro hombre.
mí—. En mi jardín tengo rosas y dos especies Sí; hubo un tiempo en que yo estaba bien; pero
de madreselvas... Una me la regaló mi padre; hoy.... todo ha concluido. Ya no soy nada..." Sus
ésta crece con la rapidez que los hierbajos, y, ojos, preñados de lágrimas, se fijaron en el cielo
sin embargo, hace dos días que busco una y no con viva expresión. "¿Eras feliz entonces?", le
la encuentro. También aquí hay flores en todo pregunté. "¡Ah ojalá lo fuera ahora lo mismo!
tiempo: las hay amarillas, azules, rojas... y hay Sí; contento, alegre, dichoso, vivía en un verda-
centenares que son unas florecillas muy lindas. dero paraíso." "¡Enrique!", exclamó en aquel

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instante una anciana que se aproximaba a noso- que pasó en el hospital, cuando no tenía con-
tros, ¿dónde te metes? Ando buscándote por ciencia de sí mismo. No cesa de recordar aque-
todas partes. Vamos, ven a comer." "¿Es hijo llos días..." Estas palabras me hirieron como un
vuestro?", le pregunté adelantándome hacia rayo. Puse una moneda de plata en las manos
ella. "Sí, señor, es mi pobre hijo. Dios me ha de la anciana y me alejé casi corriendo.
dado una cruz bastante pesada." "¿Hace mucho "Entonces eras feliz—pensaba yo, caminando
tiempo que está así?" "A Dios gracias, hace ya rápidamente hacia el pueblo. ¡Entonces vivías
seis meses que ha recobrado la tranquilidad. alegre en un verdadero paraíso! Pero, señor,
Pero antes durante un año, ha estado furioso y ¿estará escrito en el destino del hombre que
fue preciso encerrarle en una casa de salud. sólo puede ser feliz antes de tener razón o des-
Ahora no hace mal a nadie; pero siempre está pués de haberla perdido? ¡Pobre insensato!
soñando con reyes y emperadores . ¡Era tan Envidio tu locura, envidio el laberinto mental
bueno y tan cariñoso! Me ayudaba a vivir con el en que te pierdes. Tú sales lleno de esperanza a
producto de su trabajo, porque tenía una letra coger flores para tu reina en medio del invier-
preciosa... De repente dio en estar caviloso; no, y te desesperas porque no les encuentras, y
cayó enfermo con una fiebre devoradora, y no comprendes la causa de que no las encuen-
ahora... ya veis el estado en que se encuentra. Si tres... Pero yo..., yo salgo sin esperanza, sin ob-
el señor quiere que le cuente..." Interrumpí este jeto, y vuelvo a entrar en mi casa como salgo.
flujo de palabras para preguntarle a qué época Tú sueñas en lo que serías si el gobierno te pa-
se refería su hijo, cuando decía que había sido gase ¡feliz criatura que sólo en un obstáculo
muy dichoso. "¡Ah, señor! El pobre alude al material hallas tu desgracia, que no sabes que
tiempo en que estaba completamente loco: al en el extravío de tu cerebro, en el desorden de

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tu espíritu estriba tu daño, del que todos los Porque la fe en la virtud de una planta medici-
reyes de la tierra no podrían librarte! ¿Puede nal, o en el agua que destila la vid después de
morir desesperado el que se ríe de los enfermos podada, ¿qué es si no es fe en ti, que al lado del
que, en su opinión, agravan sus enfermedades mal has puesto el remedio y el consuelo que
y aceleran su fin yendo lejos a buscar la salud tanto necesitamos?
en aguas minerales maravillosas? ¿Puede morir "¡Oh padre que no conozco! ¡Padre que otras
desesperado el que insulta a la pobre criatura, veces has llenado toda mi alma, y que ahora te
cuya alma oprimida hace voto de visitar el san- apartas de mí, llámame pronto a tu lado! No
to sepulcro, para librarse de sus remordimien- guardes silencio más tiempo, porque tu silencio
tos y calmar sus escrúpulos y cuitas? Cada paso no detendrá a mi alma impaciente. Y si entre
que dé sobre la tierra dura e inculta por ásperos los hombres no podría enojarse un padre por-
senderos que desgarran los pies, es una gota de que su hijo volviese a su lado antes de la hora
bálsamo echado sobre la herida de su alma, y marcada, y se arrojase en sus brazos exclaman-
después de la jornada de cada día, se acuesta do: "Héme aquí de regreso, padre mío; no os
con el corazón aliviado de una parte del fondo incomodéis porque haya interrumpido el viaje
que le agobiaba. ¿Y os atrevéis a llamar esto que me habéis mandado terminar; el mundo es
necia preocupación, vosotros, charlatanes feli- igual por todas partes; tras el dolor y el trabajo,
ces?... ¡Preocupación!... Dios mío, tú ves mis la recompensa y el placer... ¿Qué me importa?
lágrimas. ¿Cómo al crear el hombre tan peque- Yo no estaré bien más que donde vos estéis; en
ño, le das hermanos que hasta le despojan en vuestra presencia es donde yo quiero gozar y
sus amarguras, robándole la confianza que ha padecer... Tú, padre celestial y misericordioso,
puesto en ti, en ti, que nos amas infinitamente? ¿podrías rechazarme?"

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1 DE DICIEMBRE bajé la cabeza; vi entonces en su dedo el anillo
"¡Oh Guillermo! Ese hombre de que te he de boda, y mi llanto corrió con más abundan-
hablado, ese desdichado feliz, tenía un empleo cia. En aquel mismo instante comenzaba a tocar
en casa del padre de Carlota, y una desgraciada aquella antigua melodía que tanto me impre-
pasión que concibió por ella..., ¡por ella!, pasión sionaba, y mi corazón sintió una especie de
que ocultó largo tiempo y que al fin descubrió, consuelo, recordando el tiempo en que aquella
le hizo perder su destino. Éste ha sido el origen música había herido agradablemente mis oídos;
de su locura. Estas pocas palabras, llenas de tiempo de felicidad en que las penas eran po-
sequedad, pueden hacerte comprender lo que cas, horas de esperanza que pronto huyeron.
esta historia me habrá trastornado, cuando Al- Me levanté y empecé a pasearme por la habita-
berto me la refirió con tanta frialdad como aca- ción sin orden ni concierto. Me ahogaba.
so vas tú a leerla." ""¡Basta—exclamé—, basta, por Dios!" Carlota
4 DE DICIEMBRE se detuvo y clavó en mí una mirada investiga-
"Te suplico que tengas piedad de mí, porque es dora.
un hecho que no podré soportar más tiempo mi ""Werther—dijo, muy malo debéis estar, cuan-
situación. do vuestra música favorita os desagrada de ese
"Hoy estaba sentado cerca de ella, que tocaba modo. Retiraos, y haced por recobrar la calma."
diferentes melodías en su clavicémbalo, con "Me separé de ella y... ¡Dios mío!, tú que ves
una expresión.... ¡con una expresión!... ¿Cómo mis sufrimientos, debes ponerles fin."
podría pintártela? La más pequeña de sus her-
manas jugaba con sus muñecas sobre mis rodi- 6 DE DICIEMBRE
llas. De pronto se me saltaron las lágrimas y

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"Su imagen me persigue: duerma o vele, ella calar relatos en la continuación de las cartas
sola llena toda mi alma. Cuando cierro los que él nos ha dejado!
párpados, en el cerebro donde se encuentra la He puesto empeño en recoger los más exactos
potencia de la vista, dispongo claramente sus detalles de las personas que debían estar mejor
ojos negros. Es imposible que te explique esto. informadas, y estos detalles tienen todos un
Me duermo, y los veo también: siempre están carácter uniforme. Las narraciones convienen
allí, siempre fascinadores como el abismo. Todo hasta en las menores circunstancias. Unicamen-
mi ser, todo, está absorbido por ellos. ¿Qué es te en la manera de juzgar los sentimientos de
pues, el hombre, ese semidios tan ensalzado? los personajes difieren algo tanto los pareceres.
¿No le faltan las fuerzas cuando más las necesi- Sólo nos resta, pues, referir con fidelidad lo que
ta? Y cuando bate sus alas en el cielo de los pla- nuestras averiguaciones nos han hecho conocer,
ceres, lo mismo que cuando se sumerge en la añadiendo a esto las cartas o fragmentos de
desesperación, ¿no se ve siempre detenido y cartas que ha dejado aquel que ya no existe.
condenado a convencerse de que es débil y pe- No se debe despreciar el menor documento
queño, él, que esperaba perderse en lo infinito?" auténtico, teniendo en cuenta lo difícil que es
profundizar y conocer los verdaderos motivos,
EL EDITOR AL LECTOR los móviles secretos de una acción, por insigni-
CUÁNTO hubiera deseado tener, respecto a los ficante que sea, cuando emana de un individuo
últimos días de nuestro desgraciado amigo, que sale de la esfera vulgar.
suficientes pormenores escritos de su propia El desaliento y el pesar habían echado profun-
mano, para no verme en la necesidad de inter- das raíces en el alma de Werther, y poco a poco
habían ido apoderándose de todo su ser. La

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armonía de sus facultades se había destruido Afirman también que Alberto no había podido
por completo. El ciego y febril arrebato que las cambiar en tan poco tiempo, que era siempre el
trastornaba causó en él los más fuertes estragos, mismo hombre tan ponderado y estimado por
concluyendo por sumirse en un triste abati- Werther cuando empezaron a conocerse. Ama-
miento, más penoso aún de soportar que los ba a Carlota sobre todo en el mundo, estaba
males con que había luchado hasta entonces. orgulloso de ella, y deseaba verla admirada por
Las angustias de su corazón agotaron las fuer- cuantos se le acercaban como la más perfecta
zas que le quedaban. Su viveza y su sagacidad criatura. ¿Podía vituperársele porque tratara de
se extinguieron. Cada vez se mostraba más alejar de ella la sombra de una sospecha o por-
sombrío e insociable, y, a medida que iba sien- que rehusara ceder en lo más mínimo la pose-
do más desgraciado, se volvía más injusto. Así, sión de tan preciado bien? Confiesan, cierta-
al menos, lo aseguran los amigos de Alberto, mente, que Alberto abandonaba con frecuencia
los cuales dicen que Werther no había sabido la habitación de su mujer cuando Werther se
apreciar a aquel hombre de corazón recto que, presentaba en ella; pero no era, según dicen, ni
gozando al fin de una dicha largo tiempo de- por odio ni por indiferencia hacia su amigo,
seada, sólo pensaba en afianzar el porvenir de sino únicamente porque había notado el pesar
su felicidad. ¿Como había de comprender se- secreto que su presencia ocasionaba a Werther.
mejante anhelo quien disipaba y entregaba al Un día, hallándose enfermo el padre de Carlota
azar los tesoros de su alma, sin reservarse para y habiendo tenido necesidad de guardar cama,
lo sucesivo más que privaciones y sufrimien- mandó el coche en busca de su hija. Era una
tos? hermosa mañana de invierno. Las primeras

98
nieves habían caído en abundancia y el campo rable? Hoy ya no es sino hastío e indiferencia.
estaba cubierto de blanca alfombra. El menor asunto interesa a ese hombre más que
Werther se puso en camino al día siguiente su mujer, ¡una mujer tan adorable! Pero ¿sabe él
para ir a reunirse con Carlota y acompañarla a acaso apreciarla? ¿Sospecha ni remotamente lo
su casa si Alberto no iba por ella. que vale? ¡Y ella le pertenece, es suya!... ¡Oh!,
El aire fresco y puro de la mañana hizo poca bien lo sé. Debía haberme acostumbrado ya a
impresión en su ánimo. Un peso enorme esta idea, y, sin embargo, me desespera y aca-
oprimía su pecho; su espíritu se hallaba ator- bará por matarme. Y la amistad que Alberto me
mentado por las más tristes imágenes, y de sus había prometido, ¿qué se ha hecho de ella? ¿No
ideas le hacía vagar entre crueles reflexiones. ve en mi adhesión a Carlota un ataque a sus
Como vivía en un perpetuo hastío de sí mismo, derechos y en mis atenciones y cuidados, una
la situación de los demás le parecía tan violenta embozada censura? Lo conozco y lo siento; me
y agitada como la suya. Se imaginaba haber ve con disgusto; quisiera tenerme muy lejos de
turbado la buena armonía de Alberto y Carlota, aquí: mi presencia es un peso para él."
y se dirigía con este motivo los más severos Razonando así, tan pronto aceleraba su marcha
reproches, mezclados de sorda indignación como la detenía. Algunas veces parecía querer
contra el marido. Durante el camino sus pen- volverse atrás; pero de nuevo emprendía el
samientos tomaron este rumbo: "¡Ah!—se decía camino, sumido siempre en sombrías reflexio-
apretando los dientes con furor—, ya está rota nes que sólo se adivinaban por algunas pala-
esa unión tan íntima, tan cordial, tan espontá- bras entrecortadas que salían de sus labios. De
nea. ¿Qué ha sido de aquel tierno interés, de este modo llegó a la casa sin darse apenas cuen-
aquella confianza tranquila que parecía inalte- ta de ello. Entró preguntando por el juez y por

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Carlota, y encontró a toda la gente en conmo- crimen era aquel joven a quien él había hablado
ción. El mayor de los hermanos de Carlota le tantas veces y que le había inspirado grandes
hizo saber que había sucedido una desgracia en simpatías. Como era indispensable pasar por
Wahlheim: un aldeano había sido asesinado. los tilos para llegar al figón donde habían de-
Esta noticia no hizo en él mayor impresión, y se positado el cadáver, no pudo menos de expe-
dirigió a la sala inmediata, donde halló a Carlo- rimentar cierta turbación a la vista de aquellos
ta esforzándose por retener a su padre, quien lugares que en otro tiempo le fueron tan queri-
enfermo y todo como estaba, quería marchar en dos. El umbral de la puerta donde los chicos
seguida al lugar del crimen, para instruir las acudían a jugar frecuentemente estaba lleno de
primeras diligencias sobre aquel crimen, cuyo sangre. Así el amor y la fidelidad sentimientos
autor era aún desconocido. Se había encontrado los más bellos del hombre habían degenerado
el cadáver por la mañana muy temprano delan- en violencia y asesinato. Parecía que para ar-
te de la puerta de un cortijo y las sospechas monizar con este pensamiento, los corpulentos
recaían ya en alguno. La víctima había estado al árboles, despojados de follaje, se habían cubier-
servicio de una viuda, que poco antes despidió to de escarcha; el seto vivo que rodeaba las ta-
a otro criado con motivo de un grave disgusto. pias del cementerio había perdido su hermoso
Cuando Werther supo estas circunstancias, se color verde y dejaba ver, a través de anchos
levantó de repente exclamando: portillos, las piedras de los sepulcros llenas de
—¿Es posible? Se impone que vaya yo sin per- nieve.
der un momento. Al aparecer Werther en el figón, adonde había
Se dirigió a Walheim, convencido, luego que acudido todo el pueblo, se dejó oír un grave
reunió todos sus recuerdos, de que el autor del murmullo.

100
A lo lejos se distinguía un pelotón de hombres crimen; le encontraba tantas disculpas y se pe-
armados, y todos comprendieron que traían al netraba tan profundamente de la situación de
asesino. aquel infortunado, que se creía capaz de hacer
No bien dirigió Werther una mirada sobre el participar de sus sentimientos a todo el mundo.
preso, se disiparon sus dudas. Ardía ya en deseos de defender a voz en grito
Si, era él; era aquel criado tan enamorado de su al acusado, el discurso más elocuente pugnaba
ama, a quien pocos días antes había visto presa ya por brotar de sus labios. Corrió a casa del
de negra melancolía y luchando contra una juez, ordenando mentalmente los apasionados
secreta desesperación. argumentos con que pensaba inclinar su ánimo
—¿Qué has hecho, desgraciado?—le preguntó en favor del prisionero.
al acercarse. Al entrar en el salón encontró a Alberto, cuya
El preso miró a Werther sin despegar sus labios presencia le desconcertó por un instante; pero
luego dijo fríamente: bien pronto se repuso, y dirigiéndose al juez, le
—Ella no será de nadie, ni nadie será de ella. manifestó su opinión sobre aquel trágico suce-
Condujeron al asesino a presencia de su víctima so, con la convicción de que se sentía animado.
y Werther se alejó precipitadamente. La extraña El juez movió varias veces la cabeza durante el
y violenta emoción que acababa de experimen- relato y, aunque Werther hizo uso de toda la
tar había trastornado su seso; se sintió arranca- energía, todo el arte persuasivo que un hombre
do de su melancólica apatía por el irresistible puede emplear en defensa de un semejante, el
interés que le inspiraba aquel joven y por un magistrado. como era lógico, no dio señales de
deseo ardiente de salvarle. Comprendía tan sensibilidad ni vacilación. Sin dejar concluir a
bien la desesperación que le había impulsado al nuestro amigo, refutó con brío sus doctrinas y

101
le censuró por mostrarse tan decididamente nociendo algunas frases escritas, sin duda,
protector de un criminal. Le demostró que, con aquel mismo día que hemos encontrado entre
tal sistema, todas las leyes serian fáciles de elu- sus papeles.
dir y la seguridad pública se vería comprome- "¡No es posible salvarte, desgraciado! No; bien
tida constantemente. Añadió que, en un asunto veo que nada puede salvarnos."
de tal gravedad, no podía intervenir del modo
que lo hacía sin incurrir en una gran responsa- Lo que Alberto había dicho del criminal en pre-
bilidad, y que era preciso que el proceso siguie- sencia del juez, causó a Werther extraordinaria
ra su curso ordinario. extrañeza. Creyó descubrir en sus palabras una
Werther sin embargo, no se desanimó, y su- alusión a él y sus sentimientos, y, por más que
plicó al juez que consintiese en hacer la vista algunas maduras reflexiones le hicieron com-
gorda respecto a la evasión del prisionero; pero prender que aquellos dos hombres podían te-
también sobre este punto fue inflexible el ma- ner razón, se resistía a abandonar su proyecto y
gistrado. sus ideas.
Alberto, que hasta entonces había permanecido Entre sus papeles hemos encontrado otra nota
silencioso tomó parte en la discusión para apo- que se refiere a esta circunstancia y expresa tal
yar lo dicho por el juez. Werther, en vista de vez sus verdaderos sentimientos para Alberto:
esto, enmudeció y se alejó con el corazón tras- "¿De qué sirve decirme y repetirme: es bueno y
pasado de amargura mientras el juez repetía: honrado? ¡Ah! Cuando así se me desgarra el
—No, no; nada puede salvarle. corazón, ¿puedo yo ser justo?"
No es difícil calcular la impresión que estas
palabras hicieron en el ánimo de Werther, co- ***

102
La tarde era apacible y el tiempo propendía al bunda. Cayó en un abatimiento cada vez más
deshielo. Carlota y Alberto se volvieron a pie. profundo, y una desesperación mansa se apo-
De vez en cuando volvía ella la cabeza, como deró de él cuando supo que quizá le llamarían
echando de menos la compañía de Werther. para declarar contra el asesino, que procuraba
Alberto hizo recaer la conversación en su amigo defenderse negando su crimen. Todo lo que
y le censuró con justicia. Habló de su desgra- había sufrido hasta entonces en el transcurso de
ciada pasión, y dijo que había debido alejarse su vida activa, sus disgustos en casa del emba-
por su propio interés. jador, sus proyectos frustrados, todo, en fin, lo
—Yo lo deseo también por nosotros—añadió—, que le había herido o contrariado, acudía en
Y te ruego, Carlota, que trates de dar otro giro a tropel a su memoria y le agitaba terriblemente.
sus ideas y sus relaciones contigo, diciéndole Creyéndose condenado a la inacción por tan
que escasee sus visitas. La gente empieza ya a repetidas contrariedades, todo lo veía cerrado a
ocuparse de esto, y yo sé que somos objeto de su paso y se sentía incapaz de soportar la vida.
juicios poco caritativos. Así, pues, encerrado perpetuamente en sí mis-
Carlota guardó silencio, y Alberto creyó com- mo, consagrado a la idea fija de una sola pa-
prender el motivo de ésta reserva. Desde aquel sión, perdido en un laberinto sin salida por sus
momento no volvió a hablar de Werther: si ella, relaciones diarias con la mujer adorada cuyo
por casualidad o intencionadamente, pronun- reposo turbaba, agotando inútilmente sus fuer-
ciaba el nombre de su amigo, él mudaba o inte- zas y debilitándose sin esperanza, se iba fami-
rrumpía la conversación. La vana tentativa de liarizando cada vez más con el horrible proyec-
Werther para salvar al infeliz aldeano, fue co- to que bien pronto debía realizar
mo el último resplandor de una llama mori-

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Insertaremos aquí algunas cartas que dejó y dor. Desde la cumbre de una roca vi a la clari-
que dan exacta idea de su turbación, de su deli- dad de la luna revolverse los torrentes por los
rio de sus crueles angustias, de sus luchas su- campos, por las praderas y entre los vallados,
premas y del desprecio que sentía por la vida: devorándolo y sumergiéndolo todo; vi desapa-
recer el valle; vi en su lugar un mar rugiente y
12 DE DICIEMBRE espumoso, azotado por el soplo de los huraca-
"Querido Guillermo: Me encuentro en un esta- nes. Después, profundas tinieblas; después la
do que debe parecerse al de los que antigua- luna, que aparecía de nuevo para arrojar una
mente se creían poseídos del espíritu maligno. siniestra claridad sobre aquel soberbio e impo-
No es el pesar, no es tampoco un deseo ardien- nente cuadro. Las olas rodaban con estrépito...,
te, sino una rabia sorda y sin nombre lo que me venían a estrellarse a mis pies violentamente...
desgarra el pecho, me anuda la garganta y me Un extraño temblor y una tentación inexplica-
sofoca. Sufro, quisiera huir de mí mismo, y pa- ble se apoderaron de mí. Me encontraba allí con
so las noches vagando por los parajes desiertos los brazos extendidos hacia el abismo, acari-
y sombríos de que abunda esta estación enemi- ciando la idea de arrojarme en él. Sí, arrojarme
ga. y sepultar conmigo en su fondo mis dolores y
"Anoche salí. Sobrevino súbitamente el deshielo sufrimientos. Pero ¡ay qué desgraciado soy! No
y supe que el río se había salido de madre, que tuve fuerzas para concluir de una vez con mis
todos los arroyos de Welhein corrían desbor- males, mi hora no ha llegado todavía, lo conoz-
dados y que la inundación era completa en mi co. ¡Ah, Guillermo! ¡Con qué placer hubiera
querido valle. Me dirigí a él cuando rayaba la dado esta pobre vida humana para confundir-
medianoche, y presencié un espectáculo aterra- me con el huracán, rasgar con él los mares y

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agitar sus olas! ¡Ah!, ¿no alcanzaremos nunca "¿Qué es esto, amigo mío? Estoy asustado de
esta dicha los que nos consumimos en nuestra mí mismo. El amor que ella me inspira, ¿no es
prisión? ¡Qué tristeza se apoderó de mí cuando el más puro, el más santo y el más fraternal de
mis ojos se fijaron en el sitio donde había des- los amores? ¿He abrigado nunca en lo más
cansado con Carlota bajo un sauce después de recóndito de mi alma un deseo culpable? ¡Ah;
un largo rato de paseo! También allí había lle- no me atrevería a asegurarlo. ¡Si ahora mismo
gado la inundación, y a duras penas pude dis- sueño! ¡Cuánta razón tienen los que dicen que
tinguir la copa del sauce. Pensé entonces en la somos juguetes de fuerzas misteriosas!
casa del juez en sus prados... El torrente debía "Anoche..., temo decirlo..., la tenía entre mis
de haber arrancado también nuestros pabello- brazos, fuertemente estrechada contra mi co-
nes y destruido nuestros lechos de césped. Un razón... Sus labios balbuceaban palabras de
luminoso rayo del pasado brilló ante mi alma, cariño, interrumpidas por un millón de besos, y
como brilla en los sueños de un cautivo una ola mis ojos se embriagaban con la dicha que rebo-
de luz que le finge praderas ganado o grande- saba de los suyos. ¿Soy culpable, Dios mío, por
zas de la vida. Yo estaba allí de pie... ¡Ah! ¿Es acordarme de tanta felicidad y porque deseo
que me falta valor para morir? Yo debía... Y, sin soñar otra vez lo mismo? ¡Carlota!, Carlota! ...
embargo, heme aquí como una pobre vieja que Hace ocho días que mis sentidos se han turba-
recoge del suelo sus andrajos y va de puerta en do; ya no tengo fuerzas ni para pensar; mis ojos
puerta pidiendo pan para sostener y prolongar se llenan de lágrimas. No me hallo bien en nin-
un instante más su miserable vida." guna parte, y, sin embargo, estoy bien en todas.
14 DE DICIEMBRE No espero nada, nada deseo. ¿No es mejor que
me ausente?"

105
*** naturaleza suponer que todo es confuso y tinie-
La resolución de abandonar este mundo había blas en lo desconocido?"
ido robusteciéndose y afirmándose en el ánimo Cada vez se acostumbraba más a estos funestos
de Werther. Desde su vuelta al lado de Carlota pensamientos, y llegaron a hacérsele en extre-
había considerado la muerte como el término mo familiares. Su proyecto fue, al fin, determi-
de sus males y como recurso extremo de que nado de una manera irrevocable. La prueba se
siempre podría disponer. Pero se había pro- encuentra en la siguiente carta de doble sentido
puesto no acudir a él de una manera brusca y que escribió a su amigo:
violenta. No quería dar este último paso sino 20 DE DICIEMBRE
con mucha calma e impulsado por la más firme "Agradezco, querido Guillermo, que tu amistad
convicción. Sus incertidumbres, sus luchas se haya comprendido tan bien lo que yo quería
reflejan en algunas líneas que parecen ser el decir. Tienes razón; lo mejor que puedo hacer
principio de una carta a su amigo. El papel no es ausentarme. Pero la invitación que me haces
tiene ninguna fecha: para que vuelva a vuestro lado no está muy en
"Su presencia..., su situación..., el interés que armonía con mi pensamiento. Antes haré una
manifiesta por mi suerte, arrancan lágrimas de corta excursión, a la que convidan el frío conti-
mi cerebro petrificado. nuado que es de esperar y los caminos que es-
"Levantar el vuelo y seguir adelante: esto es tarán en buen estado. Tu deseo de venir a bus-
todo... carme me agrada mucho; pero te ruego me
¿Por qué asustarse? ¿Por qué dudar? ¿Acaso concedas un plazo de quince días, y que espe-
porque se ignore lo que hay allá, porque no res a recibir otra carta mía en la que te comuni-
vuelve, o más bien porque es propio de nuestra que mis últimas noticias. Di a mi madre que

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ruegue a Dios por su hijo; dile también que le una resolución. Su marido continuaba guar-
pido perdón por todos los pesares que le he dando silencio sobre el asunto, y ella hacía otro
causado. Sin duda, entraba en mi destino ape- tanto; pero esto era un nuevo motivo para que
sadumbrar a las personas a quienes hubiera demostrase con hechos que sus sentimientos
querido hacer fe luces. Adiós, mi querido ami- encerraban la misma dignidad que los de Al-
go; el cielo derrame sobre ti sus bendiciones." berto.
*** El día en que Werther escribió a su amigo la
No intentamos describir ahora lo que pasaba en última carta que hemos copiado era el domingo
el corazón de Carlota y los sentimientos que en anterior a la Navidad. Fue por la tarde a casa
él despertaban su esposo y su desgraciado ami- de Carlota y la encontró sola, entretenida en
go, por más que el conocimiento que tenemos preparar algunos regalos que pensaba hacer a
de su carácter nos permite formar una idea sus hermanos el día de Nochebuena. Con este
aproximada. motivo él habló de la alegría que iban a expe-
Toda mujer dotada de un alma noble se identi- rimentar los niños cuando abriéndose de pron-
ficará con ella y comprenderá lo que ha debido to una puerta. viesen aparecer el árbol de la
sufrir. Indudablemente, estaba decidida a hacer Navidad lleno de velitas, de dulces y de jugue-
cuanto de su parte dependiera para alejar a tes.
Werther. Si aún vacilaba, su vacilación era hija —Vos también—dijo, ocultando con una sonri-
de afectuosa piedad: sabía bien cuánto había de sa el embarazo que la presencia de Werther le
costar a su amigo aquel paso supremo, porque causaba—tendréis vuestro aguinaldo si sois
conocía hasta dónde llegaban sus fuerzas. Y, sin juicioso: una vela y alguna otra cosa.
embargo, no tardó en verse obligada a tomar

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—¿A qué llamáis ser juicioso?—preguntó él—. a vernos, pero también debéis procurar ser más
¿Cómo debo, cómo puedo yo ser, Carlota? dueño de vos. ¡Ah! ¿Por qué habéis nacido con
—El jueves—repuso ella—es la víspera de la ese fuego indomable y esa apasionada violencia
Navidad, y vendrán los niños con mi padre. que mostráis en vuestras afecciones? Os supli-
Cada uno recibirá entonces su aguinaldo. Ve- co—añadió cogiéndole la mano—que procuréis
nid también ese día..., pero antes, no. dominaros. Vuestro talento, vuestras relacio-
Werther se quedó aterrado. nes, vuestra instrucción os tienen reservados
—Os ruego—añadió Carlota—que lo hagáis así, muchos goces. Sed hombre... y triunfaréis de
y os lo ruego porque lo exige mi tranquilidad. esa fatal inclinación que os arrastra hacia una
Esto no puede continuar, Werther; no, no pue- mujer que todo lo que puede hacer por vos es
de continuar." compadeceros.
Él bajó los ojos y, paseándose por la habitación Werther rechinó los dientes y la miró con aire
a grandes pasos, murmuraba entre dientes: sombrío. Carlota, mientras tanto, retenía entre
"Esto no puede continuar." sus manos la de su amigo.
Carlota, al ver el violento estado en que habían —Tened calma—le dijo—. ¿No comprendéis
sumido sus palabras, trató por mil medios de que corréis voluntariamente a vuestra ruina?
distraerle de sus pensamientos; pero fue en ¿Por qué he de ser yo, precisamente yo..., que
vano pertenezco a otro hombre?... ¡Ah!, temo que la
—No, Carlota—exclamó—, no volveré a veros. imposibilidad de obtener mi amor es lo que
—¿Por qué, Werther? Podéis y hasta debéis exalta vuestra pasión.
venir Werther retiró su mano y miró a Carlota con
disgusto

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—Está bien—asintió—; sin duda esa observa- Werther iba a responder cuando entró Alberto.
ción se le ha ocurrido a Alberto. Es profunda. . Se saludaron en tono seco y desabrido, y ambos
., ¡muy profunda! . . . se pusieron a pasear, uno al lado del otro, visi-
—Cualquiera puede hacerla—repuso ella. ¿No blemente azorados. Werther habló de cosas
habrá en todo el mundo una joven capaz de insignificantes que dejaba a medio decir; Alber-
satisfacer los deseos de vuestro corazón? Bus- to, después de hacer otro tanto, preguntó a su
cadla; yo os respondo de que la encontraréis. mujer por algunos encargos que le tenía enco-
Hace bastante tiempo que deploro, por vos y mendados.
por nosotros, el aislamiento en que os habéis Al saber que no habían sido terminados, le di-
condenado. Vamos, haced un pequeño esfuer- rigió algunas frases que Werther encontró no
zo; un viaje puede distraeros; si buscáis bien, sólo frías sino duras. Éste quiso marcharse, y le
encontraréis algún objeto digno de vuestro ca- faltaron las fuerzas. Permaneció allí hasta las
riño, y entonces podéis volver para que disfru- ocho, aumentándose su mal humor, cuando vio
temos todos de esa tranquilidad que da una que ponían la mesa, tomó su bastón y su som-
amistad sincera. brero. Alberto le invitó a quedarse; pero él con-
—Podrían imprimirse vuestras palabras—dijo sideró la invitación como un acto de obligada
Werther sonriendo con amargura—y recomen- cortesía, y se retiró dando fríamente las gracias.
darlas a todos los que se dedican a la enseñan- Cuando volvió a su casa tomó la luz de mano
za. ¡Ah, querida Carlota!, concededme un corto de su criado, que quería alumbrarle, y subió
plazo, y todo se arreglará. solo a su habitación. Una vez en ella, se puso a
—Concedido; pero no volváis hasta la víspera recorrerla a grandes pasos, sollozando y
de la nochebuena. hablando solo, pero en voz alta y con calor;

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acabó por arrojarse vestido sobre el lecho, don- todo, ha sido benéfica, porque ha fijado mi re-
de el criado le halló tendido a las once, cuando solución. ¡Quiero morir!
entró a preguntarle si quería que le quitase las "Al separarme ayer de tu lado, un frío inexpli-
botas. Werther consintió que lo hiciera, prohi- cable se apoderó de todo mi ser; refluía mi san-
biéndole al mismo tiempo que entrara en su gre al corazón, y respirando con angustiosa
cuarto al día siguiente antes de que él le llama- dificultad pensaba en mi vida, que se consume
se. cerca de ti, sin alegría, sin esperanza. ¡Ah!, es-
El lunes 21 de diciembre, por la mañana, escri- taba helado de espanto.
bió a Carlota la siguiente carta, que se encontró Apenas pude llegar a mi alcoba, donde caí de
cerrada sobre su mesa y fue remitida a la per- rodillas, completamente loco. ¡Oh Dios mío!, tú
sona a quien se dirigía. La insertamos aquí por me concediste por última vez el consuelo de
fragmentos, como parece que él la escribió: llorar. Pero ¡qué lágrimas tan amargas! Mil ide-
as, mil proyectos agitaron tumultuosamente mi
"Es cosa resuelta, Carlota: quiero morir y te lo espíritu, fundiéndose al fin todos en uno solo,
participo sin ninguna exaltación romántica, con pero firme, inquebrantable: ¡morir! Con esta
la cabeza tranquila, el mismo día en que te veré resolución me acosté, con esta resolución, in-
por última vez. quebrantable y firme como ayer, he despertado:
"Cuando leas estas líneas, mi adorada Carlota ¡quiero morir! No es desesperación, es conven-
yacerán en la tumba los despojos del desgra- cimiento: mi carrera está concluida, y me sacri-
ciado que en los últimos instantes de su vida no fico por ti. Sí, Carlota, ¿por qué te lo he de ocul-
encuentra placer más dulce que el placer de tar? Es preciso que uno de los tres muera, y
pensar en ti. He pasado una noche terrible: con quiero ser yo. ¡Oh vida de mi vida! Más de una

110
vez en mi alma desgarrada ha penetrado un Se hizo servir el almuerzo en su cuarto, y des-
horrible pensamiento: matar a tu marido..., a pués de haber comido, se dirigió a la casa del
ti..., a mí. Sea yo, yo solo; así será. juez, a quien no encontró. Se paseó por el jardín
"Cuando al anochecer de algún hermoso día de con aire pensativo que parecía indicar el deseo
verano subas a la montaña, piensa en mí y de fundir en una sola todas las ideas capaces de
acuérdate de que he recorrido muchas veces el avivar sus amarguras. Los niños del juez no le
valle; mira luego hacia el cementerio, y a los dejaron solo mucho tiempo: salieron a su en-
últimos rayos del sol poniente vean tus ojos cuentro saltando de alegría y le dijeron que
cómo el viento azota la hierba de mi sepultura. cuando llegase mañana y pasado mañana, y el
Estaba tranquilo al comenzar esta carta, y ahora día siguiente, Carlota les daría los aguinaldos:
lloro como un niño. ¡Tanto martirizan estas sobre esto le contaron todas las maravillas que
ideas mi pobre corazón!" les prometía su imaginación. "¡Mañana —
Werther llamó a su criado cerca de las diez. exclamó Werther—, y pasado mañana..., y des-
Mientras le vestía, le dijo que iba a hacer un pués otro día!"
viaje de algunos días, y que era preciso, por Los abrazó cariñosamente, se disponía a aban-
tanto, sacar la ropa y preparar las maletas; le donarlos, cuando el más pequeño dio señales
mandó, además, arreglar las cuentas, recoger de querer decir algo al oído. El secreto se redujo
muchos libros que había prestado y dar a algu- a participarle que sus hermanos mayores hab-
nos pobres, a quienes socorría una vez por se- ían escrito felicitaciones para el año nuevo: una
mana, el importe anticipado de la limosna de para el papá, otra para Alberto y Carlota, y otra
dos meses. para Werther. Todas las entregarían por la ma-
ñana temprano el primer día del año. Estas pa-

111
labras le enternecieron: hizo algunos regalos a difícil le sería decidirle a que se alejara, y había
todos y tras de encargarles que saludaran a su adivinado mejor que
papá, montó a caballo y se marchó llorando. nunca los tormentos que el infeliz iba a sufrir
A las cinco volvió a su casa; recomendó a la separado de ella.
criada que cuidase de la lumbre hasta la noche, Habiendo participado a su marido, como inci-
y encargó al criado que empaquetase los libros dentalmente, que Werther no volvería hasta la
y la ropa blanca y metiese en la maleta los tra- víspera de la Navidad. Alberto se marchó a ver
jes. al juez de un distrito inmediato para ventilar
Parece probable que después de esto debió de un asunto que debía retenerle hasta el siguiente
ser cuando escribió el siguiente párrafo de su día.
última carta de Carlota: Carlota estaba sola, ninguna de sus hermanas
"Tú no me esperas; tú crees que voy a obedecer- se encontraba a su lado. Aprovechando esta
te y a no volver a tu casa hasta la víspera de la circunstancia, se abandonó a sus ideas y dejó
Navidad... ¡Oh Carlota!..., hoy o nunca. El día vagar su espíritu entre los afectos de su pasado
de la Nochebuena tendrás este papel en tus y su presente.
manos trémulas y lo humedecerás con tus pre- Se contemplaba unida a un hombre cuyo amor
ciosas lágrimas. Lo quiero..., es preciso. ¡Oh, y fidelidad le eran bien conocidos y a quien
qué contento estoy de mi resolución!" amaba con toda su alma; a un hombre que por
Entre tanto, Carlota se encontraba en una situa- su carácter, tan entero como apacible, parecía
ción de ánimo bien extraña. En su última entre- formado para asegurar la felicidad de una mu-
vista con Werther había comprendido cuán jer honrada. Comprendía lo que este hombre
era y debía ser siempre para ella y para su fami-

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lia. Por otra parte, le había sido tan simpático se decía a sí misma que ni podía ni debía hacer-
Werther desde el momento en que se conocie- lo. Su alma, tan pura y tan hermosa, y hasta
ron, y llegó a serle tan querido, era tan es- entonces tan inaccesible a la tristeza, recibió en
pontáneo el afecto que los unía, y había engen- aquel momento una herida cruel. La perspecti-
drado tal intimidad el largo trato que medió va de su dicha se disipaba entre las nubes que
entre ambos, que el corazón de Carlota conser- cubrían el horizonte de su vida.
vaba de ello impresiones indelebles. Se había A las seis y media oyó a Werther, que subía la
acostumbrado a contarle todo lo que pensaba, escalera, preguntando por ella. Al momento
todo lo que sentía. reconoció sus pasos y su voz, y el corazón le
Su marcha, por tanto, iba a producir en la vida latió vivamente por primera vez, podemos de-
de Carlota un vacío que nada podía llenar. cirlo, al acercarse el joven. De buena gana habr-
¡Ah!, si ella hubiera podido hacerle su herma- ía mandado que le dijesen que no estaba en
no, ¡qué feliz habría sido! ¡Si hubiera podido casa, y, cuando le vio entrar, no pudo menos
casarlo con alguna de sus amigas! ¡Si hubiera que exclamar con visible azoramiento y llena
podido restablecer la buena inteligencia que de emoción.
antes reinó entre Alberto y él! Pasó en su mente —¡Ah!, habéis faltado a vuestra palabra.
revista a todas sus amigas, y en todas encontra- —Yo nada os prometí—repuso él.
ba defectos...; ninguna le pareció digna del —Pero debisteis haber atendido mis súplicas,
amor de Werther. Después de mucho reflexio- teniendo en cuenta que os las hice para bien de
nar concluyó por sentir confusamente, sin atre- amigos.
verse a confesárselo, que el secreto deseo de su No se daba cuenta de lo hacía, ni de lo que de-
corazón era reservárselo para ella, por más que cía y envió por dos amigas suyas para no en-

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contrarse sola con Werther. Éste dejó algunos que vos me la leeríais; pero hasta ahora no se
libros que había llevado y pidió otros. ha presentado ocasión.
Carlota esperaba con afán que sus amigas lle- Werther sonrió y fue a buscar el manuscrito. Al
gasen, pero un momento después deseaba lo cogerlo experimentó un involuntario estreme-
contrario. Volvió la criada y dijo que ninguna cimiento; al hojearlo se llenaron de lágrimas sus
de las dos podía complacerla. ojos. Luego, esforzándose para que su voz pa-
Entonces se la ocurrió dar a la criada orden de reciera segura, leyó lo que sigue:
que se quedara en la habitación inmediata —"¡Estrella del crepúsculo que resplandeces
haciendo labor; pero en seguida cambió de soberbia en occidente, que asomas tu radiante
idea. faz entre las nubes y te paseas majestuosa sobre
Werther se paseaba por la sala con visible agi- la colina!..., ¿qué miras a través del follaje? Los
tación. indómitos vientos se han calmado; se oye lejano
Carlota se sentó al clavicémbalo y quiso tocar el ruido del torrente; las espumosas olas se es-
un minué; pero sus dedos se resistían a secun- trellan al pie de las rocas y el confuso rumor de
dar su intento. Abandonó el clavicémbalo y fue los insectos nocturnos se cierne en los aires.
a sentarse al lado de Werther, que ocupaba en ¿Qué miras, luz hermosa? Sonríes y sigues tu
el sofá su sitio de costumbre. camino. Las ondas se elevan gozosas hasta ti,
—¿No traéis nada que leer?—dijo Carlota. bañando tu brillante cabellera. ¡Adiós, rayo de
No traía él nada. luz dulce y tranquilo! ¡Y tú, sublime luz del
—Ahí, en la cómoda—prosiguió ella—, tengo la alma de Ossián brilla aparece a mis ojos! Vedla;
traducción que hicisteis de algunos cantos de allí asoma en todo su esplendor. Ya distingo a
Ossián. Todavía no la he visto, porque esperaba mis amigos muertos; se reúnen en Lora como

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durante mejores días... Fingal avanza con una Colma. Escuchad su voz; oíd lo que cantaba
húmeda columna de bruma; en torno suyo vagando por la montaña:
están sus valientes. Ved los dulcísimos bardos; ""COLMA.—Es de noche; estoy sola, extraviada
Ulino, con su cabello gris; el majestuoso Ryno; en las tempestuosas cimas de los montes. El
Alpino, el celestial cantor, y tú, quejumbrosa viento silba en torno mío. El torrente se precipi-
Minona! ¡Cuánto habéis cambiado, amigos ta con estruendo desde lo alto de las rocas. No
míos, desde las fiestas de Selma, donde nos tengo ni una cabaña que me defienda contra la
diputábamos el honor de cantar, como los céfi- lluvia, y estoy abandonada entre estos peñascos
ros de primavera columpian unas tras otras las azotados por la tormenta. Rompe, ¡oh luna!, tu
lozanas hierbas de la montaña! Se adelantó Mi- prisión de nubes. ¡Dejadme ver vuestros res-
nona, en todo el esplendor de su belleza, con la plandores, luceros de la noche! Guíeme un rayo
vista baja y los ojos llenos de lágrimas. Flotaba de luz al sitio donde el dueño de mi amor repo-
su cabellera a merced del viento que soplaba sa de las fatigas de la caza, con el arco suelto a
desde la colina. El alma de los héroes se entris- sus pies, con los perros jadeando en su derre-
teció al oír su dulce canto, porque habían visto dor. ¿Es preciso que permanezca aquí, sola y
muchas veces la tumba de Salgar, y muchas sentada sobre la roca, encima de la cóncava
también la agreste morada de la blanca Col- cascada? Oigo los rugidos del torrente y del
ma..., de Colma, abandonada en la montaña, huracán, pero, ¡ay!, no llega a mi oído la del
sin más compañía que la del eco de su voz ar- que amo. ¿Por qué tarda tanto mi Salgar?
moniosa. Salgar había prometido ir; pero, antes ¿Habrá olvidado su promesa? Éstos son la roca
que llegase, la noche envolvió en sus tinieblas a y el árbol, éstas las espumosas ondas. Tú me
ofreciste venir aquí al anochecer... ¡Ah! ¿Dónde

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estás, Salgar mío? Yo quería huir contigo, yo Salgar? Y tú mi querido Salgar, ¿por qué has
quería abandonar por ti a mi orgulloso padre y matado a mi hermano? ¡Os quería tanto a los
a mi orgulloso hermano. Hace mucho tiempo dos! ¡Estabas tú tan bello entre los mil guerre-
que son enemigas nuestras familias; pero noso- ros de la montaña! ¡Y él era tan bravo en la pe-
tros no somos enemigos, Salgar. ¡Cálmate por lea! Escuchad mi voz y respondedme, amados
un momento, huracán! ¡Enmudece por un ins- míos. Pero, ¡ay de mí!, se hallan mudos, mudos
tante, potente catarata! Dejad que mi voz re- para siempre. Sus corazones permanecen hela-
suene por todo el valle, y que la oiga mi viajero. dos como la tierra. ¡Oh!, desde las altas rocas,
Salgar, yo soy quien te llama. Aquí están el desde las cumbres en que se forman las tempes-
árbol y la roca. Salgar, dueño mío, aquí me tie- tades, habladme vosotros, espíritus de los
nes; ven... ¿Por qué tardas? La luna aparece; las muertos. Yo os escucharé sin pavor. ¿Adónde
olas, en el valle, reflejan sus rayos; las rocas se habéis ido a reposar? ¿En qué gruta del monte
esclarecen; las cumbres se iluminan. Sin em- podré encontrarlos? Ninguna voz suspira en el
bargo, no veo a mi amado. Sus perros, que viento; ningún gemido solloza entre los de la
siempre se le adelantan, no me anuncian su tempestad. Aquí, abismada en mi dolor, ane-
venida. ¡Ah, Salgar! ¿Por qué me dejas sola? gada en llanto, espero la nueva aurora. Cavad
Pero ¿quiénes son aquellos que se distinguen su sepultura, amigos de los muertos; pero no la
allá abajo entre los arbustos? Hablad, amigos cerréis hasta que yo baje a ella. Mi vida se des-
míos... ¡Oh!, no contestan. . . ¡Qué ansiedad vanece como un sueño. ¿Acaso puedo sobrevi-
siente mi alma!... ¡Están muertos! Sus cuchillas virlos? Aquí, cerca del torrente que salta entre
se han enrojecido con la sangre del combate. peñascos, es donde quiero quedarme con ellos.
¡Oh, hermano mío!..., ¿por qué has matado a mi Cuando la noche caiga sobre la montaña y silbe

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el viento entre los matorrales, mi espíritu se el canto de Ulino. Minona retrocedió como la
lanzará al espacio lamentando la muerte de mis luna esconde su cabeza detrás de las nubes
amigos. El cazador me oirá desde su cabaña de cuando presiente la tempestad. Yo acompañaba
follaje; mi voz le dará miedo y, sin embargo me con el arpa el canto de las lamentaciones."
amará, porque será dulce mientras llore por ""RYNO.— Cesaron ya el viento y la lluvia las
ellos. ¡Los quería tanto! Así cantabas, ¡oh Mi- nubes se disipan; el cielo aparece diáfano; el
nona, bella y pálida hija de Thormann! Nues- sol, caminando al ocaso dora con sus últimos
tras lágrimas corren por Colma y nuestra alma rayos las crestas de los montes. El torrente en-
se torna sombría como la noche. Ulino apareció rojecido rueda por el valle. Dulce es el murmu-
con el arpa y nos hizo oír el canto de Alpino. llo del río, pero más dulce es la voz de Alpino
Alpino fue un cantor melodioso, y el alma de cuando canta a los muertos. Su cabeza está in-
Ryno era un rayo de fuego. Pero uno y otro clinada por el peso de los años, y sus ojos, es-
yacían en la estrecha mansión de los muertos, y caldados por el llanto. Alpino, celestial cantor,
sus voces no resonaban ya en Selma. Un día, ¿por qué vagas solitario por la montaña silen-
volviendo Ulino de la caza, antes que los dos ciosa? ¿Por qué gimes como el viento en el bos-
héroes hubiesen sucumbido, los oyó cantar en que y como la ola que se rompe en lejana pla-
la colina. Su canto era dulce, pero no triste. Se ya?"
lamentaban de la muerte de Morar, el mayor de ""ALPINO.—Mi llanto, Ryno, brota por los
los héroes. El alma de Morar era gemela de la muertos. Mi voz va hacia los habitantes del
de Fingal; su espada, semejante a la espada de sepulcro. Tú eres ágil y esbelto, Ryno, eres bello
Oscar. Murió; gimió su padre, y los ojos de su entre los hijos de la montaña; pero caerás como
hermana Minona se llenaron de lágrimas al oír Morar, y la aflicción irá también a sentarse so-

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bre tu ataúd. La montaña te olvidará, y tu arco Morar. Tú no tienes madre ni amante que te
abandonado penderá de lo alto de la muralla. lloren: murió la que te dio el ser: murió también
¡Oh, Morar!, tú eras ligero como el corzo que la hija de Morglan. ¿Quién es aquel hombre que
ama la colina, terrible como el fuego del cielo se apoya tristemente en un bastón? ¿Quién es
en la oscuridad de la noche; tu cólera era una aquel hombre cuya cabeza blanquea antes de
tempestad, tu espada era un rayo en el comba- tiempo, y no cesa de llorar? Es tu padre, ¡oh
te, tu voz era el rugido del torrente después de Morar!, tu padre, que no tenía otro hijo. Mu-
la lluvia, el del trueno rodando sobre las mon- chas veces oyó hablar de tu valor, de los ene-
tañas. Muchos han caído al golpe de tu brazo; migos que cayeron a los golpes de tu espada:
la llama de tu cólera los ha consumido... Pero muchas veces oyó hablar de la gloria de Morar
cuando volvías de la guerra, ¡qué dulce y apa- ¡ay!, ¿por qué le contaron también tu muerte?
cible era tu encanto! Tu rostro parecía el sol Llora, desgraciado padre, llora, que tu hijo no
después de la tormenta; parecía la luna ilumi- te oirá. El sueño de los muertos es muy pro-
nando una noche serena. Tu pecho era un refle- fundo; su almohada de polvo está muy honda.
jo del mar cuando se calma el viento que lo No se levantará tu hijo al oír tu voz; no se des-
agita. ¡Qué pequeña y sombría es ahora tu mo- pertará a tus gritos. ¡Ah!, ¿cuándo penetrará la
rada! Con tres pasos se mide la sepultura del luz en el sepulcro? ¿Cuándo se podrá decir al
que no ha mucho fue tan grande. Cuatro pie- que duerme en él: "despierta"? ¡Adiós, noble
dras cubiertas de musgo son tu único monu- joven; adiós, valiente guerrero! Ya no volverán
mento. Un árbol sin hojas, altas hierbas que a verte los campos de batalla; ya el bosque
columpia la brisa. Eso es todo lo que revela al sombrío no se iluminará con el centelleo de tu
experto cazador el sitio donde yace el poderoso espada. No has dejado hijos, pero el canto de

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los trovadores conservará y transmitirá tu retoños de tu raza florecen, Carmor, pero Ar-
nombre a la posteridad. Las edades futuras mino es el último de una rama seca. Sombrío es
oirán hablar de tus hazañas y conocerán a Mo- tu lecho, Daura; sombrío es tu sueño en el se-
rar. La aflicción de los guerreros era profunda; pulcro. ¿Cuándo despertarás? ¿Cuándo volverá
pero los sollozos de Armino la dominaban. Este a resonar tu voz melodiosa? Levantaos, vientos
canto le recordó la pérdida de un hijo, muerto del otoño..., desencadenaos sobre la oscura ma-
en la flor de su edad. Carmor estaba junto al leza... Torrentes de la selva, desbordaos...
héroe; Carmor, el príncipe de Galmar. "¿Por Huracanes, arrancad a vuestro paso las enci-
qué suspiras de este modo?" le dijo. ¿Es aquí nas... Y tú, luna, muestra y esconde alternati-
donde hay que llorar? La música y el canto que vamente tu pálido rostro entre las rasgadas
se dejan oír, ¿no son para reanimar el espíritu, nubes. Recuérdame la terrible noche en que
lejos de abatirle? Ligeros vapores se escapan murieron mis hijos, mi valiente Arindal y mi
del lago, invaden el bosque y humedecen las querida Daura. Daura, hija mía; tú eres tan
flores: el sol aparece brillante, los vapores se hermosa como el astro de plata que esclarece la
disipan. ¿Por qué estás triste, ¡oh Armino!, tú colina, blanca como la nieve y dulce, dulce co-
que reinas en Gorma, que tiene un cinturón de mo la brisa embalsamada de la de la mañana.
olas?" Arindal, tu arco era invencible, fuerte tu lanza,
""ARMINO.—Estoy triste, y tengo motivos po- poderosa tu mirada, como la nube que rueda
derosos para estarlo. Carmor, tú no has perdido sobre las olas; tu escudo parecía un meteoro en
un hijo ni tienes que llorar la muerte de una el seno de una tempestad. Armar célebre en los
hija radiante de hermosura. Colgar, el intrépido combates, solicitó el amor de Daura, y bien
joven, vive aún, y como él la bella Almira. Los pronto lo obtuvo. Pero Erath, hijo de Odgall,

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temblaba de rabia porque su hermano había y le ató a un roble con fuertes ligaduras. Mien-
sido muerto por Armar. Vino disfrazado de tras Erath llenaba de gemidos el espacio, Arin-
batelero; su barca se columpiaba gallardamente dal, apoderándose de su barca, se dirigió a la
sobre las ondas. Traía el pelo blanco; su sem- roca donde se hallaba Daura. En esto, llega
blante era grave y tranquilo. "¡Oh!, tú, la más Armar, prepara furioso una flecha, silba el dar-
bella de las jóvenes, amable hija de Armino— do, y tú. hijo mío, pereces del golpe destinado
dijo—, allá abajo, en una roca, no lejos de la al pérfido Erath. En el momento en que la barca
orilla, espera Armar a su querida Daura." Ella arribó a la roca, Arindal dio el último suspiro.
le siguió y llamó a Armar; pero el eco sólo con- ¡Oh, Daura! La sangre de tu hermano corrió a
testó a su voz. "Armar, dueño mío, mi bien, tus pies. ¡Cuál sería tu desesperación! La barca
¿por qué me apesadumbras de este modo? Es- deshecha contra la roca, se sumergió en el
cucha, hijo de Armath, oye mis ruegos... Es tu abismo. Armar se arrojó al agua para salvar a
Daura quien te llama." El traidor Erath la dejó Daura o morir. Una ráfaga de viento baja de la
sobre la roca, y volvió a tierra riéndose. Daura montaña, arremolina el oleaje, y Armar desapa-
se deshizo en gritos, llamando a su padre y a su rece y no vuelve a aparecer. Mi desgraciada hija
hermano: "Arindal, Armino, no vendréis nin- quedaba sin amparo, sola, sobre un peñasco
guno de los dos a salvar a vuestra Daura?" azotado por las olas. Yo, su padre, oía sus la-
Arindal, mi hijo, descendió de la montaña car- mentos y nada podía intentar en su auxilio.
gado con el botín de la caza, con las flechas Toda la noche permanecí en la orilla, con-
suspendidas del costado, el arco en la mano y templándola a los débiles rayos de la luna. To-
rodeado de cinco perros negros. Distinguió en da la noche estuve oyendo sus clamores. El
su orilla al imprudente Erath; se apoderó de él viento silbaba, el agua caía a torrentes, y la voz

120
de Daura se iba debilitando a medida que se Víctimas él y ella de una terrible agitación, ve-
acercaba el día. Pronto se extinguió por com- ían su propio infortunio en la suerte de los
pleto, como se desvanece la brisa de la tarde héroes de Ossián y juntos lo deploraban. Sus
entre las hierbas de la montaña. Consumida lágrimas se confundieron. Los ardientes labios
por la desesperación, expiró, dejando a Armino de Werther tocaron el brazo de Carlota. Ella se
solo en el mundo. Mi valor, mis fuerzas y mi estremeció y quiso alejarse; pero el dolor y la
orgullo murieron con ella. Cuando las tormen- compasión la tenían clavada en su asiento, co-
tas bajan de la montaña, cuando el viento del mo si una masa de plomo pesase sobre su cabe-
norte alborota el oleaje, yo me siento en la ribe- za. Ahogándose y queriendo dominarse, su-
ra, y fijo mis ojos en la funesta roca. Muchas plicó, sollozante, a Werther que prosiguiese la
veces mientras la luna aparece en el cielo, veo lectura, su voz rogaba con un acento celestial.
flotar en una penumbra luminosa las almas de Werther, cuyo corazón latía con tal violencia,
mis ojos, que vagan por el espacio unidas en que parecía querer salirse del pecho, temblaba
abrazo fraternal." como un azogado, tomó el libro y leyó con in-
segura voz:
Un torrente de lágrimas que brotó de los ojos —¿Por qué me despiertas, soplo embalsamado
de Carlota, desahogando su oprimido corazón, de la primavera? Tú me acaricias y me dices:
interrumpió la lectura de Werther. Éste arrojó a "Traigo conmigo el rocío del cielo; pero pronto
un lado el manuscrito y, apoderándose de una estaré marchito, porque pronto vendrá la tem-
de las manos de la joven, vertió también amar- pestad que arrebatará mis hojas. Mañana lle-
go llanto. Carlota, apoyando la cabeza en la gará el viajero; vendrá el que me ha conocido
otra mano, se cubrió el rostro con su pañuelo.

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en toda mi belleza; su vista me buscará en torno Él se sintió dominado; la soltó y se arrojó al
suyo, me buscará y no me encontrará." suelo como un loco.
Estas palabras causaron a Werther un profundo Carlota se levantó y, completamente turbada,
abatimiento. Se arrojó a los pies de Carlota, indecisa entre el amor y la cólera, le dijo:
completa y espantosamente desesperado, y —Es la última vez, Werther; no volveréis a
cogiéndole las manos, las oprimió contra su verme
frente. Y, lanzando sobre aquel desgraciado una mira-
Carlota sintió entonces un vago presentimiento da llena de amor, corrió a la habitación inme-
de un siniestro propósito. Turbado su juicio, diata y se encerró, afligida, en ella.
cogió a su vez las manos de Werther y las co- Werther extendió las manos sin atreverse a de-
locó sobre su corazón. Inclinóse hacia él con tenerla. En el suelo, Y con la cabeza apoyada en
ternura, y sus abrasadas mejillas se tocaron. El el sofá, permaneció más de una hora sin dar
mundo desapareció para ellos; él la estrechó señales de vida.
entre sus brazos, la apretó contra su pecho y Al cabo de este tiempo oyó ruido y volvió en sí.
cubrió de frenéticos besos los temblorosos la- Era la criada qué venía a poner la mesa. Se le-
bios de su amada, que balbucía palabras entre- vantó y empezó a pasear por la habitación.
cortadas. Cuando volvió a quedarse solo, se aproximó a
—¡Werther!—murmuraba ella con voz ahogada la puerta por donde había desaparecido Carlo-
y desviándose—. ¡Werther!—repetía, y con ta, y exclamó en voz baja:
suave movimiento trataba de alejarse—. ¡Wert- —¡Carlota! ¡Carlota! Una palabra sola, un adiós
her!—exclamó por tercera vez, ya con acento siquiera...
digno e imponente.

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Ella guardó silencio. Esperó él, suplicó, esperó Entonces Werther añadió estos párrafos a la
de nuevo... Por último, se alejó de la puerta carta que tenía empezada para Carlota:
gritando:
— ¡Adiós, Carlota...; adiós para siempre! "Ésta es la última vez que abro los ojos; la últi-
Llegó a las puertas de la ciudad; los guardias, ma, ¡ay de mí! Ya no volverán a ver la luz del
que estaban acostumbrados a verle, le dejaron sol, que hoy se oculta detrás de una niebla den-
pasar. Caían menudos copos de nieve; él, sin sa y sombría. ¡Si, viste de luto, naturaleza! Tu
embargo, no volvió a la población hasta una hijo, tu amigo, tu amante se acerca a su fin. ¡Ah,
hora antes de medianoche. Carlota!, es una cosa que no se parece a nada y
Cuando llegó a su casa, el criado notó que no que sólo puede compararse con las percepcio-
llevaba sombrero; pero no se atrevió a decírse- nes confusas de un sueño, el decirse: "¡Esta ma-
lo. Le ayudó a desnudarse; toda la ropa estaba ñana es la última!" Carlota, apenas puedo dar-
calada. Más tarde encontraron el sombrero en me cuenta del sentido de esta palabra: "¡La
un peñasco que se destaca sobre todos los de la última!" Yo, que ahora tengo la plenitud de mis
montaña y que parece querer desgajarse sobre fuerzas, mañana estaré sobre la tierra rígido y
el valle. No se comprende como en una noche sin vida. ¡Morir! ¿Qué significa esto? Ya lo ves:
lluviosa y oscura pudo llegar a aquel punto sin los hombres soñamos siempre que hablamos de
despeñarse. la muerte. He visto morir a mucha gente; pero
Se acostó y durmió largo tiempo: cuando el somos tan pobres de inteligencia, que a pesar
criado entró en el cuarto al día siguiente para de cuanto vemos, cunea sabemos nada del
despertarle, le halló escribiendo, y le pidió café, principio ni del fin de la vida. En este momento
que le sirvió en seguida. todavía soy mío..., todavía soy tuyo, si, tuyo,

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querida Carlota; y dentro de poco..., ¡separa- "¡Oh! ¡Perdóname, perdóname! Ayer... aquél
dos.... desunidos, quizá para siempre! ¡No, Car- debió ser el último momento de mi vida. ¡Oh
lota, no! ¿Cómo puedo dejar de ser? Existimos, ángel! Fue la primera vez, si, la primera vez
sí. ¡Dejar de ser! ¿Qué significa esto? Es una que una alegría pura y sin límites llenó todo mi
frase más, un ruido vano que mi corazón no ser.
comprende. ¡Muerto, Carlota! ¡Cubierto por la "Me ama, me ama... Aún quema mis labios el
tierra fría en un rincón estrecho y sombrío! Tu- fuego sagrado que brotaba de los suyos; todav-
ve en mi adolescencia una amiga que carecía de ía inundan mi corazón estas delicias abrasado-
apoyo y de consuelo. Murió y la acompañé has- ras. ¡Perdóname, perdóname! Sabía que me
ta la fosa, donde estuve cuando bajaron el amabas; lo sabía desde tus primeras miradas
ataúd; oí el crujir de las cuerdas cuando las aquellas miradas llenas de tu alma; lo sabía
soltaron y cuando las recogieron. Luego arroja- desde la primera vez que estrechaste mi mano.
ron la primera palada de tierra, y la fúnebre Y, sin embargo, cuando me separaba de ti o
caja produjo un ruido sordo, después más sor- veía a Alberto a tu lado, me asaltaban por do-
do, y después más sordo todavía, hasta que quiera rencorosas dudas.
quedó completamente cubierta de tierra. Caí al "¿Te acuerdas de las flores que me enviaste el
lado de la fosa, delirante, oprimido, y con las día de aquella enojosa reunión en que ni pudis-
entrañas hechas pedazos. Pues bien: yo no sé te darme la mano ni decirme una sola palabra?
nada de lo que hay más allá del sepulcro. Pasé la mitad de la noche arrodillado ante las
¡Muerte! ¡Sepulcro! No comprendo estas pala- flores, porque eran para mí el sello de tu amor;
bras. pero, ¡ay!, estas impresiones se borraron como
se borra poco a poco en el corazón del creyente

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el sentimiento de la gracia que Dios le prodiga del Eterno; nos uniremos con un abrazo que
por medio de símbolos visibles. Todo perece, nunca tendrá fin. No sueño ni deliro. Al borde
todo; pero ni la misma eternidad puede des- del sepulcro brilla para mí la verdadera luz.
truir la candente vida que ayer recogí en tus ¡Volveremos a vernos! ¡Veremos a tu madre y
labios y que siento dentro de mí. ¡Me ama! Mis le contaré todas las cuitas de mi corazón! ¡Tu
brazos la han estrechado, mi boca ha temblado, madre! ¡Tu perfecta imagen!"
ha balbuceado palabras de amor sobre su boca.
¡Es mía! ¡Eres mía! Sí, Carlota, mía para siem- A las once llamó Werther a su criado y le pre-
pre. ¿Qué importa que Alberto sea tu esposo? guntó si había regresado Alberto. El criado con-
¡Tu esposo! No lo es más que para el mundo, testó que le había visto pasar a caballo. Enton-
para ese mundo que dice que amarte y querer ces le mandó una esquela abierta que sólo con-
arrancarte de los brazos de tu marido para re- tenía estas palabras:
cibirte en los míos es un pecado. ¡Pecado!, sea. "¿Quieres hacerme el favor de prestarme tus
Si lo es, ya lo expío. Ya he saboreado ese peca- pistolas para un viaje que he proyectado?
do en sus delicias, en sus infinitos éxtasis. He Consérvate bueno. Adiós."
aspirado el bálsamo de la vida y con él he forta- ***
lecido mi alma. Desde ese momento eres mía, La pobre Carlota apenas había podido dormir
¡eres mía, oh Carlota! Voy delante de ti; voy a la noche anterior. Su sangre pura, que hasta
reunirme con mi padre, que también lo es tuyo, entonces había corrido tranquilamente por sus
Carlota; me quejaré y me consolará hasta que tú venas, se agitaba en curso febril. Mil sensacio-
llegues. Entonces volaré a tu encuentro, te co- nes distintas con movían su noble corazón. ¿Era
geré en mis brazos y nos uniremos en presencia que abrasaba su seno el calor de las caricias de

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Werther o que estaba indignada de su atrevi- Estas reflexiones la abrumaban, abismándola
miento? ¿Era que le mortificaba comparar su en una cruel incertidumbre, y siempre se volvía
situación del momento con su vida pasada, con su pensamiento hacia Werther que la adoraba;
sus días de inocencia, sosiego y confianza? hacia Werther, a quien no podía abandonar y a
¿Cómo presentarse a su esposo? ¿Cómo confe- quien era preciso que abandonase. ¡Ah..., qué
sarle una escena de que ella misma no quería vacío para ella!
darse cuenta, por más que no tuviese nada de Aunque la agitación de su espíritu no le permi-
que avergonzarse? Mucho tiempo hacía que tiese ver claramente la verdad de las cosas,
marido y mujer no hablaban de Werther, y pre- comprendió que pesaba sobre ella la fatal des-
cisamente ella debía romper el silencio para avenencia que separaba a su marido y Werther;
hacerle una confesión no menos penosa que dos hombres tan buenos y tan inteligentes que
inesperada. Temía que el solo anuncio de la empezando por ligeras divergencias de senti-
visita de Werther fuese para Alberto una gran miento, habían llegado a una mutua reserva y a
mortificación. ¿Qué sucedería cuando supiera una indiferencia glacial. Cada uno se encerraba
él todo lo ocurrido? ¿Podría esperarse que juz- en el círculo de su propio derecho y de los erro-
gara las cosas sin pasión y las viese tales como res del otro. Se había aumentado la tirantez por
habían pasado? ¿Podría desearse que leyera ambas partes y había llegado a ser tal la situa-
claramente en el fondo de su alma? Y, por otra ción, que ya no podía despejarse sin violencia.
parte, ¿cómo disimular ante un hombre para Si los hubiera unido más una dichosa confianza
quien el pecho de ella había sido siempre un en los primeros momentos, si la amistad y la
transparente cristal y a quien no había ocultado indulgencia hubieran abierto sus almas a algu-
ni quería ocultar nunca el menor pensamiento? nas dulces expansiones, acaso habría sido posi-

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ble salvar al desgraciado joven. Una circuns- juez. El mal estado de los caminos había acaba-
tancia particular aumentaba la perplejidad de do de ponerle de mal humor.
Carlota. Werther, como hemos visto en sus car- Preguntó si había ido alguien durante su au-
tas, no ocultó nunca su deseo de abandonar el sencia, y su mujer se apresuró a decirle que
mundo. Alberto había combatido esta idea mu- Werther había estado allí la víspera por la tar-
chas veces, y con frecuencia había cuestionado de. Informado después de que en su cuarto
sobre ella con su mujer. Impulsado por una tenía algunas cartas y paquetes que habían lle-
instintiva repugnancia hacia el suicidio, Alberto vado para él, dejó sola a Carlota. La presencia
había sostenido muy a menudo, con una rude- del hombre por quien sentía tanto cariño y tan-
za impropia de su carácter, que semejante reso- to respeto, operó una nueva revolución en el
lución no era de hombre serio, y hasta se había espíritu de ella. El recuerdo de la generosidad
permitido alguna burla sobre el asunto, hacien- del esposo, de su amor y de sus bondades, le
do así que su incredulidad se reflejara un tanto devolvió el sosiego. Experimentó un secreto
en Carlota. Esto la tranquilizaba un poco cuan- deseo de seguirle, y decidida a ello, hizo lo que
do en su espíritu aparecían siniestras imágenes; hacía muchas veces: ir a buscarle a su cuarto.
pero esto mismo impedía que participara sus Le encontró abriendo y leyendo las cartas; al-
temores a su marido. gunas parecían preñadas de noticias desagra-
No tardó Alberto en llegar, y ella salió a recibir- dables. Le formuló varias preguntas sobre esto,
le con una solicitud no exenta de embarazo. y él contestó lacónicamente, poniéndose luego
Alberto parecía disgustado. No había podido a escribir.
terminar sus asuntos por ciertas dificultades, Durante una hora permanecieron silenciosos,
hijas del carácter intratable y minucioso del uno enfrente del otro. Carlota se entristecía por

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momentos. Comprendía que, aunque su mari- al criado sin poder articular una sola palabra.
do estuviese del mejor humor del mundo, iba a Cuando éste hubo salido, ella volvió a tomar su
verse apurada para darle cuenta de lo que sent- labor y se retiró a su cuarto, presa de una tur-
ía su corazón, y cayó en un abatimiento que se bación espantosa y con el corazón agitado por
tornaba más profundo a medida que se esfor- siniestros presentimientos.
zaba ella por ocultar y devorar sus lágrimas. Tan pronto quería ir a arrojarse a los pies de su
La llegada del criado de Werther aumentó la marido y confesarle la escena de la víspera, la
turbación que experimentaba. El hombre en- turbación de su conciencia y sus terribles temo-
tregó la carta de su amo, y Alberto, después de res, como desistía de hacerlo, preguntándose de
leerla, se volvió fríamente hacia su mujer, y le qué serviría aquel paso. ¿Podría esperar que su
dijo: marido, atendiendo a sus ruegos, corriese in-
—Dale mis pistolas—y volviéndose luego al mediatamente a casa de Werther?
criado, añadió—: Decid a vuestro amo que le La comida estaba en la mesa. Llegó una amiga
deseo un buen viaje. de Carlota sin más objeto que charlar un poco,
Estas palabras produjeron en Carlota el efecto pero temiendo importunar, quiso retirarse. Car-
de un rayo. Apenas tuvo fuerzas para levantar- lota la retuvo en su compañía. Esto dio margen
se. Se dirigió lentamente a la pared, descolgó a una conversación que animó la comida, y,
las armas y las limpió con mano temblorosa. aunque esforzándose, se charló, y al cabo se dio
Estaba indecisa, y habría tardado largo rato en todo al olvido.
entregárselas al criado si Alberto, con una mi- El criado de Werther llegó a su casa con las
rada interrogadora, no la hubiese obligado a pistolas y las entregó a su amo, que se apresuró
obedecer al punto. Carlota entregó las pistolas

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a cogerlas al saber que venían de manos de Después de comer mandó al criado que acabase
Carlota. de empaquetarlo todo. Rompió muchos pape-
Mandó que le llevaran pan y vino, y encargan- les, salió a pagar algunas cuentas que tenía
do después a su criado que fuera a comer, se pendientes y se volvió luego a su casa. Más
puso a escribir: tarde, a pesar de que llovía, salió de nuevo y
"Han pasado por tus manos; tú misma les has llegó hasta el jardín del difunto conde de M.,
quitado el polvo, tú las has tocado..., y yo las fuera de la población. Estuvo paseándose largo
beso ahora una y mil veces. tiempo por los alrededores y regresó a su mo-
"¡Angel del cielo, tú favoreces mi resolución! rada al anochecer. Entonces se puso a escribir:
Tú, Carlota, eres quien me presentas este arma "Guillermo: por última vez he visto los campos,
destructora, así recibiré la muerte de quien yo el cielo y los bosques. También a ti te doy el
quería recibirla. ¡Qué bien me he enterado por último adiós. Tú, madre mía, perdóname. Con-
el criado de los menores detalles! Temblabas al suélala, Guillermo. Dios os colme de bendicio-
entregarle estas armas...; pero ni un adiós me nes. Todos mis asuntos quedan arreglados.
envías. ¡Ay de mí!, ni un adiós. ¿Acaso el odio Adiós, volveremos a vernos..., y entonces sere-
me ha cerrado tu corazón por aquel instante de mos más felices."
embriaguez que me ha unido a ti para siempre? ***
¡Ah, Carlota!, el transcurso de los siglos no bo- "Mal he pagado tu amistad, Alberto; pero sé
rrará aquella impresión; y tú, estoy seguro de que me perdonas. He turbado la paz de tu
ello, no podrás aborrecer nunca a quien tanto te hogar, he introducido la desconfianza entre
idolatra." vosotros... Adiós: ahora voy a subsanar estas
faltas. ¡Quiera el cielo que mi muerte os de-

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vuelva la dicha! ¡Alberto, Alberto!, haz feliz a nación tan grande. Me asomo a la ventana,
ese ángel para que la bendición de Dios des- amada mía, y distingo a través de las tempes-
cienda sobre ti." tuosas nubes algunos luceros esparcidos en la
*** inmensidad del cielo. ¡Vosotros no desapare-
Por la noche aún estuvo revolviendo sus pape- ceréis, astros inmortales! El Eterno os lleva, lo
les; rompió muchos, que arrojó al fuego, y cerró mismo que a mí. Veo las estrellas de la Osa, que
algunos pliegos dirigidos a Guillermo. El con- es mi constelación favorita, porque, de noche,
tenido de éstos se reducía a breves disertacio- cuando salía de su casa, la tenía siempre delan-
nes y pensamientos sueltos, de los cuales no te. ¡Con qué delicia la he contemplado muchas
conozco más que una parte. A eso de las diez veces! ¡Cuántas he levantado mis manos hacia
hizo que encendieran lumbre, mandó que le ella para tomarla por testigo de la felicidad de
llevaran una botella de vino y envió a dormir a que entonces disfrutaba! ¡Oh Carlota!, ¿qué hay
su criado. El cuarto de éste, como los de todos en el mundo que no traiga a mi memoria tu
los que vivían en la casa, se hallaba a gran dis- recuerdo? ¿No estás en cuanto me rodea? ¿No
tancia del de Werther. El criado se acostó vesti- te he robado codicioso como un niño, mil obje-
do para estar dispuesto muy temprano, porque tos insignificantes que habías santificado con
su amo le había dicho que los caballos de posta sólo tocarlos?
llegarían antes de las seis de la mañana. "Tu retrato, este retrato querido, te lo doy su-
DESPUÉS DE LAS ONCE plicándote que lo conserves. He estampado en
"Todo duerme en torno mío, y mi alma está él mil millones de besos, y lo he saludado mil
tranquila. Te doy gracias, ¡oh Dios!, por haber- veces al entrar en mi habitación y al salir de
me concedido en momento tan supremo resig- ella. Dejo una carta escrita para tu padre,

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rogándole que proteja mi cadáver. Al final del este mundo, seguro de que mi muerte afianza-
cementerio, en la parte que da al campo, hay ba tu reposo y la felicidad de toda tu vida. Pero,
dos tilos, a cuya sombra deseo reposar. Esto ¡ay!, sólo algunos seres privilegiados logran dar
puede hacer tu padre por su amigo, y tengo la su sangre por los que aman y ofrecerse en holo-
seguridad de que lo hará. Pídeselo tú también. causto Para centuplicar los goces de sus precio-
Carlota. No pretendo que los piadosos cristia- sas existencias. Carlota, deseo que me entierren
nos dejen depositar el cuerpo de un desgracia- con el traje que tengo puesto, porque tú lo has
do cerca de sus cuerpos. Deseo que mi sepultu- bendecido al tocarlo. La misma petición hago a
ra esté a orillas de un camino o en un valle soli- tu padre. Prohibo que me registren los bolsillos.
tario, para que, cuando el sacerdote o el levita Llevo en uno aquel lazo de cinta color de rosa
pasen junto a ella, eleven sus brazos al cielo, que tenías en el pecho el primer da que te vi
bendiciéndome, y para que el samaritano la rodeada de tus niños... ¡Oh! Abrázalos mil ve-
riegue con sus lágrimas. Carlota, no tiemblo al ces y cuéntales el infortunio de su desdichado
tomar el cáliz terrible y frío que me dará la em- amigo. ¡Cuánto los quiero! Aún los veo agru-
briaguez de la muerte. Tú me lo has presenta- parse en torno mío. ¡Ay, cuánto te he amado
do, y no vacilo. Así van a cumplirse todas las desde el momento en que te vi! Desde ese mo-
esperanzas y todos los deseos de mi vida, to- mento comprendí que llenarías toda mi vida...
dos, sí, todos. Haz que entierren el lazo conmigo... Me lo diste
"Sereno y tranquilo voy a llamar a la puerta de el día de mi cumpleaños, y lo he conservado
bronce del sepulcro. ¡Ah, si me hubiese cabido como sagrada reliquia. ¡Ah!, nunca sospeché
en suerte morir sacrificándome por ti! Con que aquel principio tan agradable me condujese
alegría con entusiasmo hubiera abandonado a este fin. Ten calma, te lo ruego; no te desespe-

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res... Están cargadas... Oigo las doce... ¡Sea lo entrado la bala por encima del ojo derecho,
que ha de ser! Carlota..., Carlota... ¡Adiós, haciendo saltar los sesos. Le sangraron de un
adiós!" brazo, y corrió la sangre; todavía respiraba.
Unas manchas de sangre que se veían en el
Un vecino vio el fogonazo y oyó la detonación; respaldo de su silla indicaban que consumó el
pero como todo permaneció tranquilo, no se suicidio sentado delante de la mesa donde es-
cuidó de averiguar lo ocurrido. A las seis de cribía y que en las convulsiones de la agonía
mañana del siguiente día entró el criado en la había rodado al suelo. Se hallaba tendido boca
alcoba con una luz, y vio a su amo tendido en el arriba, cerca de la ventana, vestido y calzado,
suelo, bañado en su sangre y con una pistola al con frac azul y chaleco amarillo.
lado. Le llamó y no obtuvo respuesta. Quiso La gente de la casa y de la vecindad, y poco
levantarle y observó que todavía respiraba. después todo el pueblo, se pusieron en movi-
Corrió a avisar al médico y a Alberto. Cuando miento. Llegó Alberto. Habían acostado a
Carlota oyó llamar, un temblor convulsivo se Werther en su lecho con la cabeza vendada. Su
apoderó de todo su cuerpo. Despertó a su ma- rostro tenía ya el sello de la muerte. No se mov-
rido y se levantaron. El criado, acongojado y ía; pero sus pulmones funcionaban aún de un
sollozando, les dio la fatal noticia. Carlota cayó modo espantoso: unas veces casi impercepti-
desmayada a los pies de su marido. blemente, otras con ruidosa violencia. Se espe-
Cuando el médico llegó al lado del infeliz raba que de un momento a otro exhalase el
Werther, le halló todavía en el suelo y en un último suspiro.
estado deplorable. Latía el pulso aún; pero to- No había bebido más que un vaso de vino de la
dos sus miembros estaban paralizados. Había botella que tenia sobre la mesa. El libro Emilia

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Galotti (8) estaba abierto sobre el pupitre. Eran Werther fue conducido por jornaleros al lugar
indescriptibles la consternación de Alberto y la de su sepultura, sin que le acompañara ningún
desesperación de Carlota. sacerdote.
El anciano juez llegó turbado y conmovido.
Abrazó al moribundo, bañándole el rostro con
su llanto. No tardaron en reunírsele sus hijos
mayores, y se arrodillaron junto al lecho, be-
sando las manos del herido y no pudieron con-
tener el más intenso dolor. El mayor, que había
sido siempre el predilecto de Werther, se colgó
al cuello de su amigo y permaneció abrazado a
él hasta que expiró.
La presencia del juez y las medidas que tomó
evitaron todo desorden. Hizo enterrar el cadá-
ver por la noche a las once en el sitio que había
indicado Werther. El anciano y sus hijos fueron
formando parte del fúnebre cortejo; Alberto no
tuvo valor para tanto.
Durante algún tiempo se temió por la vida de
Carlota.

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