La Lucha Contra La Corrupción
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La Lucha Contra La Corrupción
1. Introducción
En esta unidad conoceremos los instrumentos internacionales y las obligaciones
internacionales contenidas en ellas, en materia de prevención y sanción de la
corrupción. Analizaremos, además, el valor jurídico de estos instrumentos en relación
al ordenamiento interno.
Podemos definir la corrupción como el mal uso del poder público con el propósito
de obtener ventajas o beneficios indebidos. Pese a la simpleza de esta definición,
las implicancias de abordar esta problemática desde el punto de vista jurídico plantea
numeroso retos, dada la complejidad y diversidad de formas de comisión de este
delito.
Las prácticas de corrupción van desde aquellas, casi imperceptibles, que se cometen
en ámbitos privados de la vida cotidiana hasta grandes operaciones de repercusión
internacional. Ello genera que el derecho penal de los Estados frecuentemente
resulte insuficiente para la represión de estas conductas, lo cual hace necesario
establecer consensos mínimos de actuación y acuerdos de cooperación. Por ello, la
comunidad internacional decidió adoptar una serie de instrumentos destinados a
prevenir, sancionar y erradicar la corrupción.
Es importante, para comprender esta unidad que cuando nos referimos a las
obligaciones internacionales en materia de corrupción, podemos encontrar dos
fuentes principales:
Como hemos visto, entre 1990 y 2004, se adoptaron una serie de instrumentos
en la comunidad internacional orientados a prevenir actos de corrupción y
regular la conducta de los funcionarios públicos. Ante esta realidad cabe
preguntarse cuál es el valor jurídico de estos códigos de conductas y principios.
Como hemos señalado, tratarse de declaraciones aprobadas en conferencias
internacionales, no son técnicamente vinculantes para los Estados.
en segundo lugar, fomentar la cooperación entre los Estados para prevenir, detectar,
sancionar y erradicar la corrupción.
Es importante señalar que la Convención de Naciones Unidas, por ser adoptada casi
diez años después que la Convención Interamericana, es una convención que tiene
estándares mucho más desarrollados que la Convención Interamericana. Por lo
tanto, la Convención de Naciones Unidas es un instrumento internacional mucho más
completo y es prácticamente la referencia principal en materia de corrupción. Esto no
quiere decir que la Convención Interamericana no sea importante, sino que la
Convención de Naciones Unidas es mucho más completa y, por ello, la mayoría de
las disposiciones que vamos se analizarán a continuación derivan de esta
convención.
1
Información al 14 de abril de 2014.
2
Ejemplo de ello son los artículos 15, 16 y 17 de la Convención de Naciones Unidas.
3
Artículo 3.2 de la Convención de Naciones Unidas. En el mismo sentido, el artículo XII de la
Con ello la Convención de las Naciones Unidas quiere señalar que, si bien
podrán existir actos de corrupción que generen perjuicio patrimonial y que solo
podrán constituirse como tales si es que se genera ese perjuicio patrimonial, es
perfectamente posible pensar que existan actos de corrupción que no lo
generen, y que no deban dejarse de considerar como delitos de corrupción.
Convención Interamericana dispone: “Para la aplicación de esta Convención, no será necesario que
los actos de corrupción descritos en la misma produzcan perjuicio patrimonial al Estado.”
4
Esta definición es más amplia incluso que la utilizada por la Convención contra la Delincuencia
Organizada (apartado “a” del artículo 2). En el mismo sentido, la Convención Interamericana
establece en su artículo 1 que se considera «funcionario público», «oficial gubernamental» o
«servidor público» a cualquier funcionario o empleado del Estado o de sus entidades, incluidos los
que han sido seleccionados, designados o electos para desempeñar actividades o funciones en
nombre del Estado o al servicio del Estado, en todos sus niveles jerárquicos.
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c. Medidas preventivas
Tanto la Convención de Naciones Unidas como la Convención Interamericana
señalan la necesidad de adoptar normas de conducta para los funcionarios
públicos 5. Estas medidas, sin duda, tienen su antecedente en el código de
conducta de las Naciones Unidas mencionado. Además, crea mecanismos de
supervisión para cumplir esas normas e instrucciones para comprender las
responsabilidades y el alcance de estas. Asimismo, plantea la necesidad de
extender estos estándares al sector privado 6.
d. El deber de tipificación
En relación a las medidas sancionadoras, podemos señalar que la
Convención de Naciones Unidas establece tres posibilidades:
5
Artículo 8 de la Convención de Naciones Unidas.
6
Artículo 12 de la Convención de Naciones Unidas.
7
Artículo 7 de la Convención de Naciones Unidas.
8
Artículo 13 de la de la Convención de Naciones Unidas.
Así, para las medidas de tipificación obligatorias, las convenciones señalan que
cada Estado adoptará las medidas legislativas que sean necesarias para
tipificar las conductas como delitos. No cabe duda entonces que los
determinados supuestos que las convenciones establecen deben ser recogidos
como delitos en la norma penal. En relación con la tipificación progresiva se
señala que cada estado prohibirá y sancionará la conducta determinada, pero
aquel estado que no haya penalizado dicha conducta deberá realizar los
mejores esfuerzos para tipificarlo más adelante. Es posible por tanto afirmar
que existe una obligación internacional de tipificar, pero esta de alguna manera
se relaja y queda sujeta a la progresividad. En el caso de las medidas
facultativas, se señala que el Estado “considerará la posibilidad de adoptar las
medidas necesarias para tipificar las determinadas conductas como delitos”. Es
decir, no hay una obligación directa, pero el Estado debe analizar si considera
pertinente o necesario tipificar esas medidas.
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Artículo 29 de Convención de Naciones Unidas.
10
Artículo 30.5 de la Convención de Naciones Unidas.
11
Artículo 30.7 de la Convención de Naciones Unidas.
12
Artículo 32 de la Convención de Naciones Unidas.
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En el mismo sentido, la Ley 26647, que establece normas que regulan actos relativos
al perfeccionamiento nacional de los tratados celebrados por el Estado peruano,
dispone en su artículo 3 que los tratados celebrados y perfeccionados por el Estado
peruano entran en vigencia y se incorporan al derecho nacional en la fecha en que
se cumplan las condiciones establecidas en los instrumentos internacionales
respectivos. Si bien la Ley 26647 establece en su artículo 4 que el texto de los
tratados debe publicarse en el diario oficial, esta publicación de ninguna manera
condiciona la entrada en vigencia del tratado. Es decir, no se puede asumir que el
tratado no ha entrado en vigor para el Perú porque no se ha publicado en el diario
oficial 13. Esta especificación nos permite señalar que el tratado es obligatorio desde
el día de su ratificación o adhesión y entrada en vigor.
El verdadero problema trata sobre el rango con el que dicho instrumento ingresa al
Derecho interno. Y es que, si bien la incorporación del tratado es automática, no es
claro si esta norma ingresa con un rango legal o con un rango constitucional. A
diferencia de su antecesora (que establecía el rango supralegal de los tratados en su
artículo 101), la Constitución Política de 1993 no contiene ninguna norma referida a
la adjudicación de rango a los tratados. Sobre esta ausencia de norma expresa,
fueron dos las posibilidades que la doctrina planteó: el rango constitucional de los
tratados y el rango legal de estos. La primera postura de la doctrina se encontraba
fundamentada en dos argumentos.
13
Cf. STC 00021-2010-AI. Caso 30 Congresistas contra el Tratado de Libre Comercio Perú – China,
párrafo 22.
contravengan la Norma Suprema. De acuerdo con dicho artículo, entre las normas
con rango de ley que pueden impugnarse se encuentran los tratados.
14
Cf. STC 0047-2004-AI, fundamento 61.
15
http://www.corteidh.or.cr/docs/opiniones/seriea_02_esp.pdf
16
Cf. Corte IDH. El Efecto de las Reservas sobre la Entrada en Vigencia de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Opinión Consultiva OC-2/82 del 24 de septiembre de 1982.
Serie A No. 2, parágrafo 24.
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Por otro lado, es importante señalar que, desde un punto de vista de Derecho
Internacional, la clasificación realizada por el Tribunal Constitucional (la cual conlleva
al reconocimiento de los tratados de corrupción como normas de rango
constitucional) es totalmente irrelevante. De acuerdo con el derecho internacional,
existe lo que se conoce como el principio de primacía del derecho internacional. De
acuerdo con dicho principio:
17
SALMÓN, Elizabeth. El derecho internacional humanitario y su relación con el derecho interno de
los Estados. Lima: Palestra Editores, 2007, p. 56.
18
RatificadoporelPerúel14deseptiembrede2000.
19
Cf.CortePermanentedeJusticiaInternacional.AsuntodelasComunidadesGreco-Búlgaras. Serie B,
No. 17, p. 32.
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20
JIMÉNEZ DE ARECHAGA, Eduardo. «La convención interamericana de derechos humanos como
derecho interno». Boletim da Sociedade Brasileira de Dereito Interancional, n.os 69-71, 1987- 1989,
p. 35.
21
Cf. CANÇADO TRINDADE, Antônio. El derecho internacional de los derechos humanos en el
siglo XXI. Santiago de Chile: Editorial Jurídica de Chile, 2001, p. 305.
22
Dicha norma dispone “Cada Estado Parte tendrá en cuenta la gravedad de los delitos pertinentes
al considerar la eventualidad de conceder la libertad anticipada o la libertad condicional a personas
que hayan sido declaradas culpables de esos delitos”.
23
Dicha norma dispone “El conocimiento, la intención o el propósito que se requieren como
elemento de un delito tipificado con arreglo a la presente Convención podrán inferirse de
circunstancias fácticas objetivas.”
Esto último, sin duda, genera problemas al momento de enfrentar este criterio
interpretativo con la literalidad de la norma. Recientemente, el Tribunal
Constitucional consideró que la tipificación del delito de colusión incorporada
por la Ley 29703 resultaba contraria a la Convención de Naciones Unidas (y a
la Constitución Política), en lo referido a la necesidad de una defraudación de
carácter patrimonial para su configuración (mientras que las convenciones
hablan de «perjuicio patrimonial»). En dicha decisión el Tribunal señaló:
Como se sabe, una misma disposición legal puede, por lo general ser
interpretada válidamente de diversas maneras, lo que ha llevado a este
Tribunal a distinguir entre disposición y norma, siendo la primera el enunciado
legal y la segunda, el sentido interpretativo [...]
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El artículo 3.2 de la Convención de Naciones Unidas dispone “Para la aplicación de la presente
Convención, a menos que contenga una disposición en contrario, no será necesario que los delitos
enunciados en ella produzcan daño o perjuicio patrimonial al Estado.” Por su parte, el artículo XII de
la Convención Interamericana dispone: “Para la aplicación de esta Convención, no será necesario
que los actos de corrupción descritos en la misma produzcan perjuicio patrimonial al Estado.”
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STC 017-2011-AI, fundamentos 25, 28 y 29.