LECTURA Globalización, Componentes, Sachs Larrain

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CAPITULO

LA GLOBALIZACIÓN
La economía mundial está cambiando rápidamente en los albores del siglo XXI y
cada economía nacional deberá ajustarse a estos cambios. La globalización es más
que una expresión o un cliché. El término resume un importante cambio cualitativo
que está operando en la economía mundial y que afecta muchos aspectos de la
política económica nacional, incluyendo la política macroeconómica. Hoy más que
nunca, la autoridad de cualquier economía individual debe tener conciencia de los
vínculos de la economía nacional con el resto del mundo. Gradualmente aumenta la
probabilidad de que los shocks económicos provengan del exterior. La naturaleza de
los nexos de una economía con el resto del mundo es uno de sus rasgos
estructurales más importantes.

Este capítulo describe el proceso de globalización y sus implicancias en la política


macroeconómica y el crecimiento económico. Parte de un análisis del proceso de
globalización, demostrando que en realidad son varios procesos -interrelacionados
entre si- que actúan iodos al mismo tiempo. Luego se describe brevemente la
historia de la economía mundial desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, para
mostrar cómo la globalización es un proceso persistente que ya dura varias
décadas. En tercer lugar se analizan las implicancias de la globalización para
muchas de las regiones más relevantes del mundo, examinando sus consecuencias
macroeconómicas y cómo varían éstas de un lugar a otro del globo. Finalmente, se
analiza cómo probablemente se verá afectado el crecimiento económico en algunas
economías a causa de la globalización en los primeros años del siglo XXI.

EL PROCESO DE GLOBALIZACIÓN
Más de un observador de la economía mundial sostiene que la globalización no es
algo nuevo. Después de todo, las economías nacionales han estado vinculadas a
través del comercio, y probablemente de los flujos de capital, por miles de años.
Cierto, podemos responder. La globalización ha venido ocurriendo al menos desde
que Europa y China se dedicaron al comercio a largas distancias en los tiempos del
Imperio romano y la dinastía Han. Pero hay algo verdaderamente novedoso en la
globalización de hoy, y es que está afectando la administración y las estrategias
macroeconómicas de la mayoría de las economías del inundo.

La globalización es la integración económica de países de todo el globo. Cuando


pensamos en "integración económica” lo primero que nos viene a la mente es el
comercio internacional, pero la globalización es mucho más que eso. Mas preciso es
definir la globalización como un proceso de, al menos, cuatro componentes
fundamentales: aumento del comercio internacional, incremento de los flujos
financieros internacionales, mayor internacionalización de los procesos productivos y
un avance hacia la armonización de las instituciones económicas nacionales. Vamos
por orden.
1. El aumento del comercio internacional
No cabe duda de que los países han estado mucho mas ligados a través del
comercio internacional durante el último medio siglo transcurrido desde la Segunda
Guerra Mundial. Una forma de medir esto es la participación del comercio
internacional en el PIB. Prácticamente en todos los países del mundo la relación
entre exportaciones y PIB -e importaciones y PIB- ha aumentado significativamente
en este tiempo. Otra forma de mostrar el crecimiento de la integración comercial
global es destacando que el volumen de comercio mundial ha aumentado más
rápido que el PIB mundial prácticamente todos los años desde 1960, como puede
apreciarse en la Figura 19.1.1

Al menos tres razones explican este rápido crecimiento del comercio. La primera es
que el comercio internacional se había derrumbado durante el periodo comprendido
entre 1914 y 1945. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) desbarató el comercio.
Luego la inestabilidad financiera de los años veinte lo mantuvo congelado. La Gran
Depresión, que comenzó en 1929 y duró casi toda la década siguiente, redujo el
comercio aun más, no sólo achicando la demanda agregada por los productos
importados, sino por las medidas proteccionistas que los países decidieron adoptar
en medio de la Depresión. Por último, la Segunda Guerra Mundial dio el "golpe de
gracia" al sistema internacional. Para cuando terminó el conflicto, la mayoría de los
países tenía una moneda inconvertible, de modo que no podía usarse la propia
moneda para comprar moneda extranjera. Los aranceles eran muy altos, las cuotas
de importación -que imponían un límite específico a la cantidad que se permitía
importar del exterior- abarcaban múltiples productos. Durante la posguerra
comenzaron a eliminarse progresivamente las barreras al comercio, en ocasiones
por la vía de medidas unilaterales de algunos países y, en otras, dentro del contexto
de negociaciones bilaterales o multilaterales. El rápido crecimiento del comercio tras
la Segunda Guerra fue al comienzo un reboce del anterior colapso, aunque con el
tiempo llegó a crecer mucho mas.

La segunda razón para el rápido crecimiento del comercio internacional ha sido el


progreso tecnológico. Los avances del transporte (en especial, viajes aéreos menos
costosos y más confiables, barcos transoceánicos e innovaciones como el uso de
contenedores estandarizados) produjeron drásticas reducciones en los costos reales
del transporte de bienes y pasajeros. Los adelantos de las telecomunicaciones y de
la logística generaron el respaldo necesario para los mayores flujos de mercancías y
servicios. Muchos de estos avances que hoy damos por hechos, como el envío de
productos en contenedores o el uso de sistemas logísticos computarizados para
mejorar el flujo de las mercancías, fueron novedosos descubrimientos del último
medio siglo, que redujeron los costos del comercio internacional y respaldaron el
mayor volumen de transacciones.

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1. Para un análisis detallado de la globalización, véase JEFFREY SACHS y ANDREW WARNER, Economic
Reform and the Process of Global Integration, Brookings Paper on Economic Activity 1995: 1
La tercera razón es política. Tras la Segunda Guerra Mundial, los países quedaron
irreconciliablemente divididos en bandos políticos y económicos, con abismos que
separaban a las ricas economías de mercado, como los Estados Unidos. Europa
occidental y Japón, de las naciones socialistas, como la Unión Soviética. Europa
oriental y China, y de muchos países poscoloniales que se autodenominaron los "no
alineados". En general, los países socialistas eran altamente proteccionistas, hasta
el punto de que el mundo socialista era casi totalmente autárquico, es decir, el
comercio con los países no socialistas era prácticamente nulo. Las naciones
poscoloniales adoptaron políticas proteccionistas al independizarse del dominio
colonial, en parte como reacción frente a la explotación que habían sufrido hasta
entonces de maños de los regímenes coloniales. Las agudas divisiones entre todos
estos grupos, a los que se solía poner la etiqueta de "Primer Mundo" (economías de
mercado de altos ingresos). "Segundo Mundo" (las economías estatistas) y "Tercer
Mundo" (principalmente países en desarrollo poscoloniales) comenzaron a
disolverse en los años sesenta, y para los noventa virtualmente se habían
desvanecido. Para fines de los noventa, prácticamente todos los países del planeta
habían liberalizado sustancialmente su comercio internacional, de manera que el
libre comercio (aranceles bajos, pocas cuotas y convertibilidad de la moneda) era
una política casi universal.

2. El aumento de los flujos internacionales de capital


Igualmente notable, tal vez, es la liberalización de los flujos internacionales de
capital. Hasta antes de la Primera Guerra Mundial, la movilidad internacional del
capital era bástame significativa. La mayoría de las economías del mundo operaban
con patrón oro o plata, lo que les daba una base razonablemente estable para
otorgar y tomar créditos a través de las fronteras. Mas aún, había grandes regiones
bajo el dominio imperial europeo, que imponía el libre comercio, el patrón oro y
facilidades para el flujo de capital desde la “metrópolis" (la capital imperial) hacia las
colonias. Gran Bretaña era quizá el mayor prestador hacia el resto del mundo, a
través de grandes compras de bonos emitidos en América Latina, Europa oriental y
Asia. Los flujos internacionales de capital permitieron a las zonas periféricas
construir obras de infraestructura, como ferrocarriles, telégrafos y puertos, a través
de las cuales pudieron aumentar el comercio con otros países. Al igual que con el
comercio de mercancías, sin embargo, el sistema de préstamos internacional
colapso con la Primera Guerra Mundial, y tardaría en recuperarse, pues tras el
conflicto vinieron la inestabilidad de los años veinte y la Gran Depresión de los
treinta.

Al término de la Segunda Guerra, los arquitectos del sistema económico


internacional de la posguerra -economistas tales como John Maynard Keynes-
hicieron serios esfuerzos por reactivar el comercio internacional, pero no los flujos
internacionales de capitales privados. Prevalecía el sentimiento de que la movilidad
internacional del capital era más una fuente de inestabilidad que de prosperidad. Al
establecerse las nuevas instituciones internacionales de la posguerra, tales como el
FMI y el Banco Mundial, muchos pensaron que el comercio internacional debía
volver a liberalizarse, pero manteniendo restringida la movilidad del capital.

El auge económico de la posguerra, que tuvo lugar en los Estados Unidos, Europa y
Japón, con el tiempo restableció la confianza en los créditos internacionales y se
reanudaron los préstamos de procedencia privada, Incluso los países en desarrollo
de América Latina y Asia vieron a comienzos de los años setenta que eran capaces
de atraer préstamos de bancos internacionales y de individuos ricos de países
avanzados. Los bancos mas grandes encontraron la forma de sacar la vuelta a los
controles al capital como para poder colocar dinero en el exterior.

Durante los noventa, los flujos internacionales de capital aumentaron aun con mas
rapidez que el comercio internacional, que a su vez creció más que el PIB mundial.
Al igual que en periodos anteriores, como fueron los años treinta y ochenta, el nuevo
auge de los créditos internacionales vino acompañado de periodos de pánico,
cuando los deudores se encontraban de un día para otro con que ya no podían
tomar más crédito y que además eran obligados a hacer pagos a gran escala,
frecuentemente a costa de serias consecuencias macroeconómicas. De ahí que la
polémica sobre los beneficios y costos de la movilidad internacional del capital
continúe con toda su fuerza.

En los años noventa no sólo aumentó marcadamente el volumen de los flujos


internacionales de capital, sino que cambió también su forma. Especialmente
notable fue el vasto incremento de la escala de los flujos de inversión externa, en
que los inversionistas de un país se convertían en titulares de acciones en otro. Una
forma particularmente importante de inversión patrimonial es la Inversión Extranjera
Directa (en adelante, IED), donde los inversionistas de un país compran un
porcentaje mayoritario de un negocio en el exterior. Una compañía multinacional
estadounidense, por ejemplo, puede abrir una fábrica nueva en otro país, pero con el
control total de la propiedad en los Estados Unidos. La IED fue la categoría de flujo
de capital que creció más rápido en los noventa, especialmente en países en
desarrollo. Multinacionales de los Estados Unidos, Europa y Japón apuntaron a
nuevos mercados en los países en desarrollo, a veces por la vía de comprar una
empresa existente, otras creando empresas totalmente nuevas.

3. Internacionalización de la producción
El aumento del comercio internacional y de los flujos de capital son manifestaciones
bastante obvias de la globalización. Más sutil -aunque no por ello menos notable- ha
sido la internacionalización de la producción. En nuestra visión mental de la
economía internacional, así como en la mayoría de nuestros modelos formales,
imaginamos que los bienes de inversión y de consumo son "nacionales" o
"extranjeros"; esto es, producidos por empresas dentro del país o adquiridos a un
productor extranjero. Pero esta visión se queda cada vez mas corta con respecto a
la realidad. Un típico bien de capital o de consumo es nacional y extranjero al mismo
tiempo. Parte se produjo y ensambló en el país, parte en el extranjero. No es raro
encontrar bienes sofisticados -como computadoras o automóviles- cuyos
componentes provienen de más de una docena de países. Incluso el vestuario
puede estar procesado en varios países: un país pone la fibra, otro la tela, un tercero
el diseño y un cuarto el corte y la confección, antes de ir a dar a una vitrina en un
quinto.

El resultado es un sistema productivo cada vez más globalizado. La producción de


las multinacionales representa una proporción grande y en aumento del total de
mercancías producidas y transadas. En un sistema de producción globalizado, cada
empresa evalúa que partes del producto produce mejor en casa, y cuáles le resulta
más conveniente comprar en el exterior. En general, esta consideración está muy
influida por el costo de los factores en los distintos mercados proveedores posibles.
Dado que los salarios son bastante menores en la mayoría de los países en
desarrollo que en los Estados Unidos, tiene sentido llevar a cabo las partes
intensivas en trabajo del proceso productivo en un país en desarrollo, dejando los
procedimientos intensivos en capital o tecnología para la economía, más avanzada.
Así, en la fabricación de chips para computadora, el diseño básico seguramente
proviene de un laboratorio de alta tecnología en los Estados Unidos, pero el
ensamblado se realiza en un país donde el trabajo resulta menos costoso.

Al analizar la compra de insumos en el exterior, la multinacional tiene que decidir si


compra los componentes extranjeros a un proveedor totalmente independiente, si
crea una alianza estratégica con una empresa extranjera, o si realiza una inversión
extranjera directa, quedando dueña de la empresa situada en otro país. Para ello
debe considerar varios factores. Por ejemplo, si la empresa es propietaria de cierta
tecnología que no desea revelar a la competencia, probablemente preferirá manejar
la empresa extranjera como una filial de su entera propiedad, en lugar de revelar su
tecnología a una firma independiente que podría robarle la idea.

La producción globalizada ha existido por siglos, pues las compañías grandes tenían
filiales en el exterior para asegurarse el suministro de insumes esenciales. Pero el
alcance de los sistemas productivos globalizados ha crecido de manera formidable
en los últimos treinta años. Los responsables de esta tendencia son los cambios
tecnológicos y políticos. Los avances modernos del transporte (como el desarrollo de
los contenedores), la logística (en la administración de puertos) y muy especialmente
las telecomunicaciones, han permitido a las empresas gestionar operaciones
reparadas por todo el planeta. El advenimiento de los diseños y la fabricación
asistidos por computadora permite a una empresa situada en los Estados Unidos dar
instrucciones generadas por computadora a una fabrica situada en las antípodas, de
modo que la filial extranjera puede producir bienes estrictamente compatibles con las
necesidades del mercado estadounidense. Igualmente, una empresa de vestuario
puede mandar, por computadora, instrucciones precisas sobre las últimas
tendencias de la moda; una compañía automotriz puede enviar las especificaciones
precisas de un componente esencial del sistema de transmisión. Y, gracias a los
avances de la administración de los flujos de embarque, en la casa matriz la
empresa sabrá exactamente en qué punto del proceso de producción y de embarque
se encuentra el producto, por lo que podrá administrar sus existencias con gran
precisión.

4 . Armonización de las instituciones económicas

La globalización es más que un aumento del comercio, los flujos de capitales y la


producción internacional. Significa también que los gobiernos nacionales toman la
decisión consciente de armonizar sus instituciones económicas, de manera que las
"reglas del juego" sean las mismas en todo el mundo. La idea es que instituciones
económicas equivalentes creen una sensación de equidad y certeza para realizar
actividades de producción y comercio internacionales (lo que algunos han llamado
"campo de juego nivelado”). Así se reduce el costo de hacer negocios con el resto
del mundo y aumentan las ventajas propias de una buena integración económica
internacional. En los últimos veinte años, el alcance de la armonización económica
ha sido tan digno de elogio como ha sido el crecimiento del comercio, el crédito y la
producción global.

Al igual que con las demás dimensiones de la globalización. esta armonización de


instituciones económicas tiene larga data. Durante la expansión de la economía
mundial del siglo XIX, en plena Revolución Industrial, las principales economías
europeas comenzaron a coordinar las políticas económicas fundamentales en
cuerpos internacionales. Buenos ejemplos son la Unión Telegráfica Internacional
establecida en 1865 (que en 1932 se convertiría en la Unión Internacional de
Telecomunicaciones). Una malla de tratados celebrados entre las décadas de 1840
y 1860 estableció las bases del libre comercio entre las naciones de Europa. Por
supuesto, estos tratados dejaron en evidencia su fragilidad a fines del siglo XIX, al
intensificarse las rivalidades entre las fuerzas europeas, y la mayoría colapso
cuando Europa entró en la Primera Guerra Mundial. Entre las dos guerras mundiales
hubo otro intento de armonización institucional -con la creación de la Liga de las
Naciones, la fallida antecesora de las Naciones Unidas- y de negociaciones
internacionales para restablecer la estabilidad monetaria con el parrón oro.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial hubo otro gran intento -hasta hoy con mucho
más éxito- por crear el marco institucional para que pudiera prosperar en paz la
economía de mercado mundial. Se crearon tres instituciones principales cuando
terminó el conflicto: el Fondo Monetario Internacional, para ayudar a los gobiernos
de los países miembros a lograr acuerdos monetarios satisfactorios; el Banco
Mundial, para otorgar préstamos dirigidos a la reconstrucción de Europa y ayudar al
desarrollo económico de las naciones más empobrecidas; y el Acuerdo General de
Tarifas y Comercio (conocido por sus siglas en inglés. GATT, General Agrrement on
Tariffs and Trade), base de las negociaciones internacionales orientadas a restaurar
el libre comercio entre las distintas economías del mundo tras el quiebre de las
relaciones comerciales entre 1914 y 1945. Planes previos para establecer una gran
organización comercial, que originalmente iba a llamarse Organización para el
Comercio Internacional, fracasaron en 1947. Sólo en 1995 pudo establecerse
finalmente una organización para el comercio global, bautizada como Organización
Mundial del Comercio (en adelante, OMC).

En la década de 1990, la mayoría de los gobiernos había abandonado la idea de


encontrar caminos institucionales propios hacia el desarrollo. La mayoría se había
convencido de que era necesario armonizar las instituciones de cada país alrededor
de un marco global común de las economías de mercado y libertad de comercio, aún
cuando perduraran diferencias importantes. El socialismo había perdido su atractivo
con el colapso de los experimentos económicos de la Unión Soviética y China, al
punto de que la Unión Soviética, el mayor proponente del socialismo, había
desaparecido como tal. Como hemos visto a lo largo de todo el libro, no faltan los
acalorados debates económicos, pero se ha avanzado mucho más hacia un
consenso internacional sobre el marco básico de la vida económica que en ningún
otro momento del último siglo y tal vez, que en toda la historia moderna.

En los inicios del siglo XX había un consenso aparente a favor de las instituciones
europeas, puesto que regiones enormes del mundo estaban bajo el dominio imperial
de diversos países de Europa. Hoy la mayor parte del mundo goza de soberanía
política, de modo que el consenso es mucho mas real que lo que pudo ser en el
pasado. No es nuestro interés dejar la impresión de que los principales problemas
aun prevalecen grandes debates respecto de cómo pueden ponerse al día los
países pobres respecto de los más ricos. Pero por ahora están tratando de lograrlo
uniéndose a los países avanzados a través de un conjunto de instituciones
comunes.

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