Historia Del Antiguo Testamento

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V I R T U A L

LICENCIATURA EN TEOLOGÍA

TRIMESTRE I

MATERIA:

Historia del Antiguo


Testamento
LECCIÓN 1: LOS PRINCIPIOS

El período de los Principios


Los interrogantes acerca del origen de la vida y de las cosas han tenido siempre un lugar en
el pensamiento humano. Los descubrimientos del pasado, tales como el de los Rollos del mar
Muerto, no solo son un reto para el estudioso, sino que también fascina al laico. El Antiguo
Testamento provee una respuesta a la interrogación del hombre por lo que respecta al pasado. Los
primeros once capítulos del Génesis exponen los hechos esenciales respecto a la Creación de este
Universo y del hombre. En el registro escrito del proceder de Dios con el hombre, estos capítulos
penetran en el pasado más allá de lo que ha sido establecido o corroborado definitivamente por la
investigación histórica. Con razonable seguridad, sin embargo, el evangélico acepta
inequívocamente esta parte de la Biblia como el "primero" (y el único auténtico) relato de la
Creación del Universo por Dios.

Los capítulos iniciales del canon son fundamentales para toda la revelación expuesta en el
Antiguo y Nuevo Testamento. En toda la Biblia hay referencias a la creación y temprana historia de
la humanidad tal como se expone en estos capítulos introductorios. ¿Cómo deberemos interpretar
esta narración del principio del hombre y su mundo? ¿Es mitología, alegoría, una combinación
contradictoria de documentos, o la idea de un solo hombre acerca del origen de las cosas? Otros
escritores bíblicos la reconocen como una narración progresiva de la actividad de Dios al crear la
tierra, los cielos y el hombre. Pero el lector moderno debe guardarse de leer más allá de la narración,
interpretándola en términos científicos, o asumiendo que es un almacén de información
sobre ciencias recientemente desarrolladas. Al interpretar esta sección de la Biblia —o cualquier
otro texto a tal objeto— es importante aceptarla en sus propios términos. Sin duda alguna, el autor
hizo uso normal de símbolos, alegorías, figuras del lenguaje, poesía y otros recursos literarios. Para
él, al parecer, constituyó un registro sensible y unificado del principio de todas las cosas, tal como le
habían sido dadas a conocer por Dios mediante medios humanos y divinos.

El tiempo comprendido por este período de los principios no se indica en ningún lugar de las
Escrituras. En tanto el punto terminal —el tiempo de Abraham— se relaciona con la primera mitad
del segundo milenio, los demás acontecimientos de esta era no pueden ser fechados con exactitud.
Intentos de interpretar las referencias genealógicas como una cronología completa y exacta, no
parecen razonables a la luz de la historia secular. Aunque la narrativa sigue, en general, un orden
cronológico, el autor del Génesis no sugiere en forma alguna una fecha para la creación.

Tampoco nos son conocidos los detalles geográficos de este período. Es improbable que
lleguen a ser identificadas las situaciones del Edén y algunos de los ríos y naciones mencionados.
No se señalan los cambios geográficos habidos con la expulsión del hombre del Edén y con el
diablo. Al parecer, están más allá de los límites de la investigación humana.
Al leer los once capítulos del Antiguo Testamento, pueden suscitarse cuestiones que la narrativa
deja sin contestación. Estos interrogantes merecen un estudio más extenso. De mayor importancia,
sin embargo, es la consideración de lo que se afirma; porque este material provee el fundamento y
fondo para una mayor y más completa revelación de Dios, como se manifiesta de forma progresiva
en capítulos subsiguientes.

El relato de la Creación —1:1- 2:25


"En el principio" introduce el desarrollo en la preparación del universo y la creación del
hombre. Si este tiempo sin fecha se refiere a la creación original o al acto inicial de Dios en la
preparación del mundo para que el hombre, es cuestión de interpretación. En cualquier caso, el
narrador empieza con Dios como creador, en este breve párrafo introductorio (1:1-2) en relación con
la existencia del hombre y el Universo.

Orden y progreso marcan la era de la creación y organización (1:3-2:3). En el período


designado como de seis días prevaleció el orden en el Universo relativo a la tierra. En el primer día
fueron ordenadas la luz y las tinieblas para proporcionar períodos de día y de noche. En el segundo
día fue separado el firmamento para ser la expansión de la atmósfera terrestre. Sigue en el orden, la
separación de la tierra y el agua, así la vegetación apareció a su debido tiempo. El cuarto día
empezaron a funcionar las luminarias en el cielo en sus respectivos lugares, para determinar las
estaciones, años y días para la tierra. El quinto día trajo a la existencia criaturas vivas para poblar las
aguas de abajo y el cielo arriba. Culminante en esta serie de acontecimientos creativos fue el día
sexto. Fueron ordenados los animales terrestres y el hombre para la ocupación de la tierra. El último
día fue distinguido de los primeros confiándosele la responsabilidad de tener dominio sobre toda la
vida animal. La vegetación fue la provisión de Dios para su mantenimiento. En el séptimo día
terminó Dios sus actos creativos y lo santificó: como período de descanso.

El hombre es inmediatamente distinguido como lo más importante de toda la creación de


Dios (2:4b-25). Creado a imagen de Dios, el hombre se convierte en el punto central de su interés al
continuar el relato. Aquí se dan más detalles de su creación: Dios lo formó del polvo de la tierra y
sopló en él el aliento de vida, haciéndolo un ser viviente. Al hombre, no solo se le confió la
responsabilidad de cuidar de los animales, sino que también se le encargó que les pusieran nombre.
La distinción entre el hombre y los animales se hace más evidente por el hecho de que no encontró
compañía satisfactoria, hasta que Dios creó a Eva como su ayuda idónea. Como habitación del
hombre, Dios preparó un jardín en el Edén. Encargado del cuidado de este jardín, al hombre le fue
confiado el disfrute completo de todas las cosas que Dios había previsto abundantemente. Había
únicamente una restricción: el hombre no debía comer del árbol del conocimiento del bien y del mal.

La caída del hombre y sus consecuencias —3:1 - 6:10


El punto más crucial en la relación del hombre con Dios, es el cambio drástico que se
precipitó por desobediencia del primero (3:1-24). Como el más trágico desarrollo en la historia de la
raza humana, constituye un tema recurrente en la Biblia.

Enfrentada con una serpiente que hablaba, Eva comenzó a dudar de la prohibición de Dios y
deliberadamente desobedeció. A su vez, Adán cedió a la persuasión de Eva. Inmediatamente se
hallaron conscientes de su decepción y del engaño producido por la serpiente y de su desobediencia
a Dios. Con hojas de higuera, intentaron recubrir sus vergüenzas. Cara a cara con el Señor Creador,
todas las partes implicadas en esta trasgresión fueron juzgadas solemnemente. La serpiente fue
maldita por encima de todos los animales (3:14). La enemistad sería puesta como relación perpetua
entre la semilla de la serpiente, que representaba más que el reptil presente y la semilla de la mujer.

Respecto a Adán y a Eva el juicio de Dios, tiene un carácter de misericordia, al asegurar la


definitiva victoria para el hombre a través de la semilla de la mujer (3:15). Pero la mujer fue
condenada al sufrimiento de criar sus hijos y el hombre sujeto a una tierra maldita. Dios proveyó
pieles para su vestido, que implicaba el matar animales como consecuencia de ser hombre pecador.
Conscientes del conocimiento del bien y del mal, Adán y Eva fueron inmediatamente expulsados del
huerto del Edén, por miedo a que compartieran el árbol de la vida y así vivir para siempre. Perdido
el habitat de la eterna felicidad, el hombre se encaró con las consecuencias de la maldición, con la
sola promesa de un eventual consuelo a través de la simiente de la mujer, que mitigaría su destino.
De los hijos nacidos a Adán y a Eva, solo tres se mencionan por su nombre. Las experiencias
de Caín y Abel revelan la condición del hombre en su nuevo estado cambiado. Ambos adoraban a
Dios llevándole ofrendas. Mientras que el sacrificio de un animal de Abel era admitido, la ofrenda
de vegetales de Caín era rechazada. Irritado por aquello, Caín mató a su hermano. Puesto que había
sido advertido por Dios, Caín adoptó una actitud de deliberada desobediencia, convirtiéndose así en
el primer asesino de la humanidad. No es irrazonable obtener la conclusión de que esta misma
actitud prevaleció cuando llevó su ofrenda, que Dios había rechazado.

La civilización de Caín y sus descendientes está reflejada en una genealogía que sin duda
alguna representa un muy largo período de tiempo (4:17-24). El propio Caín fundó una ciudad. Una
sociedad urbana en la antigüedad, por supuesto, implicaba el crecimiento de rebaños y manadas de
animales. Las artes se desarrollaron con la invención y producción de instrumentos musicales. Con
el uso del hierro y el bronce llegó la ciencia de la metalurgia. Esta avanzada cultura dio
aparentemente al pueblo un falso sentido de seguridad. Esto se refleja en una actitud de
despreocupación y fanfarronería ostentada por Lamec, el primer polígamo en la historia. Tuvo el
orgullo de utilizar armas superiores para destruir la vida. Característicamente ausente, por contraste,
estuvo cualquier reconocimiento de Dios por la progenie de Caín.

Después de la muerte de Abel y su pérdida y de la decepción respecto a Caín como asesino,


los primeros padres tuvieron una nueva esperanza con el nacimiento de Set (4:25). Fue en los días
del hijo de Set, Enós, que los hombres comenzaron a volverse hacia Dios. Con el paso de numerosas
generaciones y muchos siglos, otro signo de acercamiento a Dios fue ejemplificado en Enoc. Esta
notable figura no experimentó la muerte; su vida de piedad filial con Dios terminó con su asunción.
Con el nacimiento de Noé, la esperanza revivió una vez más. Lamec, un descendiente de Set,
anticipó que a través de su hijo, el género humano sería consolado de la maldición y relevado de ella
por la cual había sufrido desde la expulsión del hombre del Jardín del Edén.

En los días de Noé, el creciente ateísmo de la civilización alcanzó una verdadera crisis. Dios,
que había creado al hombre y su habitat, estaba decepcionado con su prevaleciente cultura. Los
matrimonios entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres le habían disgustado. La corrupción,
los vicios y la violencia se incrementaron hasta el extremo de que todos los planes y acciones de los
hombres estaban caracterizados por el mal. La actitud de lamentación de Dios en haber creado el
género humano resultaba aparente en el plan de retirar su espíritu del hombre. Un período de ciento
veinte años de aviso precedió el juicio que pendía sobre la raza humana. Solo Noé encontró favor a
los ojos de Dios. Justiciero y sin tacha, se mantuvo en una aceptable relación con el Dios Creador.

El diluvio: El juicio de Dios sobre el hombre —6:11 - 8:19


Noé era un hombre obediente. Cuando se le ordenó que construyese el arca, él siguió las
instrucciones (6:11-22). Las medidas del arca todavía representan las proporciones básicas utilizadas
en la construcción de embarcaciones. No estando diseñada para navegar a velocidad, el arca fue
construida para albergar y acomodar en ella todas las formas de vida que tuvieran que ser
conservadas durante la crisis del juicio del mundo. Se proveyó amplio lugar para albergar a Noé, su
esposa y sus tres hijos y sus esposas, una representación de cada animal básico y ave y alimento para
todos ellos.

Durante aproximadamente un año, Noé quedó confinado en el arca, mientras que el mundo
estaba sujeto al juicio divino. El propósito de Dios de destruir la pecadora raza humana se cumplió.
Tanto si el diluvio fue local o a escala mundial resulta de importancia secundaria, por el hecho de
que el diluvio se extendió lo bastante para incluir a toda la raza humana. Lluvias incesantes y aguas
procedentes de fuentes subterráneas elevaron, el nivel de las aguas por encima de los picos de las
más altas montañas. A su debido tiempo, el agua fue cediendo. El arca acabó descansando sobre el
monte Ararat. Una vez que el hombre abandonase el arca se enfrentó con una nueva oportunidad en
un mundo renovado.

E1 nuevo principio del hombre —8:20 - 11:32


La civilización tras el diluvio comenzó con ofrecimientos sacrifícales. En respuesta, Dios
hizo un convenio con Noé y sus descendientes. Jamás el mundo volvería a ser destruido con un
nuevo diluvio. El arco iris en el cielo se convirtió en el signo perpetuo de la alianza eterna de Dios
con el hombre. Bendiciendo a Noé, Dios le comisionó para poblar y adueñarse de toda la tierra. Los
animales, debidamente sacrificados, al igual que la vegetación, quedaron como fuentes de alimento
viviente. El hombre, quedaba estrictamente a disposición de Dios, a cuya imagen había sido creado,
para evitar el derramamiento de sangre.

Volviendo hacia un propósito agrario, Noé plantó una viña. Su indulgencia con la ingestión
del vino resultante, dio como resultado que Cam y probablemente su hijo Canaán le faltasen al
respeto que le debían. Este incidente dio ocasión a los pronunciamientos paternales de maldición y
bendiciones hechos por Noé (9:20-28). El veredicto de Noé fue profético en su alcance. Anticipó la
pecaminosa actitud de Cam reflejada en la línea de Canaán, uno de los cuatro hijos de Cam. Siglos
más tarde, los impíos cananeos fueron objeto de severo juicio con la ocupación de sus tierras por los
israelitas. Sem y Jafet, los otros hijos de Noé, recibieron las bendiciones de su padre.

Siendo una racial y lingüísticamente, la raza humana permaneció en un lugar por un período
indefinido (11:1-9). Sobre la llanura de Sinar, emprendió el proyecto de construir un tremendo
edificio. La construcción de la Torre de Babel representaba el orgullo en los logros humanos al igual
que un desafío del mandato de Dios para poblar toda la tierra. Dios, que continuamente había
tomado interés en el hombre constantemente, desde su creación, no podía ignorarlo entonces.
Aparentemente la torre no fue destruida, pero Dios terminó con el intento por la confusión de las
lenguas. Esto dio como resultado de la dispersión de la raza humana. La distribución geográfica de
los descendientes de Noé, se da en un breve sumario (10:1-32). Esta genealogía, que representa una
larga era, sugiere áreas hacia las cuales emigraron las diversas familias. Jafet y sus hijos se situaron
en las proximidades de los mares Negro y Caspio, extendiéndose hacia el oeste en dirección a
España (10:2-5). Muy verosímilmente los griegos, los pueblos indo-germánicos y otros grupos
emparentados entre sí, descienden de Jafet.

Los tres hijos de Cam descendieron hacia África (10:6-14). Subsiguientemente, se


expandieron hacia el norte y hacia las tierras de Sinar y Asiría, construyendo ciudades tales como
Nínive, Calah, Babel, Acad y otras. Canaán, el cuarto hijo de Cam, se estableció a lo largo del
Mediterráneo, extendiéndose desde Sidón a Gaza y hacia el este. Aunque camitas de origen racial,
los cananeos utilizaban una lengua muy emparentada de cerca con la de los semitas. Cam y sus
descendientes ocuparon el área norte del Golfo Pérsico (10: 21-31). Elam, Asur, Aram, y otros
nombres de ciudades estaban asociados con los semitas. Después de 2000 años a. C. tales ciudades
como Mari y Nahor se hicieron centros sobresalientes de cultura de los semitas.

Para concluir el período de los principios, el fin de los desarrollos se reduce hacia los semitas
(11:10-32). Por medio de una estructura genealógica que utiliza diez generaciones, el registro
finalmente se enfoca sobre Taré, que emigró desde Ur a Harán. El climax es la presentación de
Abram, más tarde conocido por Abraham (Gen. 17:5) que encarna el comienzo de una nación
elegida, la nación de Israel, que ocupa el centro de interés en todo el resto del Antiguo Testamento.
LECCIÓN 2: LA EDAD PATRIARCAL

El mundo de los patriarcas ha sido el punto focal del intensivo estudio de las recientes
décadas. Nuevos descubrimientos han iluminado las narraciones bíblicas, al suministrar un extenso
conocimiento de las culturas contemporáneas del Próximo Oriente.

Geográficamente, el mundo de los patriarcas está identificado como el del Creciente Fértil.
Extendiéndose hacia el norte desde el Golfo Pérsico, a lo largo de las corrientes del Tigris y el
Eufrates y sus cuencas y después hacia el sudoeste a través de Canaán hacia el fértil Nilo y su valle,
esta zona fue la cuna de las civilizaciones prehistóricas. Cuando los patriarcas surgen en escena en el
segundo milenio a. de C, las culturas de Mesopotamia y Egipto, ya ostentaban de un pasado
milenario. Con Canaán como el centro geográfico de los comienzos de una nación, el relato del
Génesis está interrelacionado con el ambiente de dos tempranas civilizaciones que comienzan con
Abraham en Mesopotamia y terminando con José en Egipto (Gen. 12-50).

El mundo de los patriarcas


Los comienzos de la historia coinciden con el desarrollo de la escritura en, Egipto y en
Mesopotamia (ca. 3500-3000 a. C). Los descubrimientos arqueológicos nos han proporcionado una
perspectiva que atañe a las culturas que prevalecieron durante el tercer milenio a. C. El período
4000-3000 a. C., o la llamada Edad Calcolítica, está usualmente considerada como civilización
precinta que descansa poco en materiales escritos. Las ciudades estratificadas de tales tiempos
indican la existencia de una sociedad organizada. Consecuentemente, el cuarto milenio a. C., que
revela la primera creación de grandes edificios, establece los límites de la historia en términos
aceptables para el historiador. Lo que se conoce de las civilizaciones precedentes, es denominado,
con frecuencia, como prehistórico.

Mesopotamia
Los súmenos, un pueblo no semita, controlaba la zona más baja del Eufrates, o Sumer,
durante el período de la Primitiva Dinastía, 2800-2400 a. C. Estos sumerios nos proporcionarían la
primera literatura de Asia, ya que el mundo cuneiforme sumerio se convirtió en la lengua clásica y
floreció en la escritura de las culturas de la totalidad de Babilonia y Asiría, hasta aproximadamente
el primer siglo a. C. si bien fue hablada de forma discontinuada hasta aproximadamente 1800 a. C.
El origen de la escritura sumeria permanece todavía sumido en la oscuridad. Pudo muy bien haber
sido tomada en préstamo de un pueblo anterior, más primitivo, aunque letrado, con respecto al cual,
desafortunadamente, no se dispone de textos inteligibles.

La avanzada cultura sumeria de la Primera Dinastía de Ur, la última fase del período de la
Primitiva Dinastía, ha sido desenterrada en un cementerio excavado por C. Leonard Woolley. Los
ataúdes de madera de las gentes comunes, en donde se encontraron alimentos, bebidas, armas,
utensilios, collares, objetos de adorno en cajitas y brazaletes, sugiere la idea de que aquellas gentes,
ya anticipaban una vida después de la muerte. Las tumbas reales contenían una amplia provisión de
objetos para la ultratumba, incluyendo instrumentos musicales, joyas, ropas, vehículos e incluso
sirvientes, que aparentemente bebieron sin violencia de la droga que se les suministró al efecto,
quedando sumidos en el último sueño. En la tumba del Rey Abargi se encontraron sesenta y cinco
víctimas. Evidentemente, era considerado esencialmente religioso el sacrificar seres humanos en el
enterramiento de las personas sagradas, tales como reyes y reinas, esperando, en consecuencia, el
asegurarse la servidumbre en el más allá. En el campo de la metalurgia, al igual que en las obras
artesanas de los joyeros y cortadores de piedras preciosas, los sumerios no tuvieron rival en la
antigüedad. Informes comerciales preservadas en las tablas de arcilla, revelan un detallado análisis
de su vida económica. Un panel de madera (56x26 cms.) en una de las tumbas, representan escenas
tanto de la guerra como de la paz. Los carros guerreros ya estaban en uso para los lanzadores de la
jabalina durante el combate. La falange, que tan efectivamente fue utilizada por Alejandro Magno,
muchas centurias más tarde, ya era conocida por los sumerios. Los principios básicos para la
construcción, utilizados por los arquitectos modernos, también les resultaban familiares. Con éxito
en los cultivos agrícolas y prósperos en el comercio general, la civilización sumeria alcanzó un
avanzado estadio de cultura (2400 a. C.) e indudablemente fue desarrollado a lo largo de un período
de varios siglos. Su último gran rey, Lugalzaggisi, extendió el poder sumerio lejos hacia el oeste y
alcanzó el Mediterráneo.

Mientras tanto, un pueblo semítico, conocido como el acadio, fundó la ciudad de Acad al
norte de Ur sobre el Eufrates. Comenzando con Sargon, esta dinastía semítica, sobrepasó a la
sumeria y de esta forma mantuvieron la supremacía por casi dos siglos. Tras haber derrocado
a Lugal-zaggisi, Sargon nombró a su propia hija como gran sacerdotisa de Ur en reconocimiento de
la diosa-luna Nannar. Así extendió su dominio por toda Babilonia, de tal forma que Finegan habla
de él como el "más poderoso monarca" que jamás hubiese gobernado la Mesopotamia.

Su dominio se extendió hasta el Asia Menor. Que los acadios no tuviesen ninguna hostilidad
cultural, parece estar reflejado en el hecho de que adoptaron la cultura de los sumerios. Su escritura
fue adoptada por la lengua semítica babilónica. Tablillas descubiertas en Gasur, que más tarde fue
conocida como Nuzu en tiempo de los humanos, los horcos bíblicos, indican que este antiguo
período acadio fue un tiempo de prosperidad, en el cual el plan de instalación fue utilizado
comercialmente por toda la extensión del imperio. Un mapa de arcilla, entre lo extraído de las
excavaciones, es el mapa más antiguo conocido por el hombre.

Bajo la égida de Naram-Sin, el nieto de Sargon, el poder acadio alcanzó su punto culminante.
Su estela de victorias puede admirarse en el Louvre de Paris. Contiene el testimonio de sus triunfales
campañas en las Montañas Zagros. La supremacía de su gran reino semítico, declinó bajo los
gobernantes que le sucedieron. La invasión gutiana procedente del norte (ca. 2080 a. C.), terminó
con el poder de la dinastía acadia. Aunque se conoce poco de estos invasores caucásicos, estos
ocuparon Babilonia por casi un siglo. Un gobernante en Erech en Sumer, acabó con el poder de los
gutianos y preparó el camino para un resurgimiento de la cultura sumeria, que llegó a su máximo
esplendor bajo la Tercera Dinastía de Ur. El fundador de la dinastía, Ur Nammu, erigió un gran
ziggurat en Ur. Ladrillo tras ladrillo, excavados de esta gran estructura (61 por 46 mts. en la base y
alcanzando una altura de 24 mts.), tienen escrito el nombre del Rey Ur-Nammu con el título de "Rey
de Sumer y Acad". Aquí, Nannar, el dios-luna y su consorte Nin-Gal, la diosa luna, fueron adorados
durante la edad dorada de Ur.

Tras un siglo de supremacía, esta dinastía neo-sumeria quedó colapsada y la tierra de Sumer
revirtió al viejo sistema de las ciudades-estados. Esto permitió a los amorreos (semitas occidentales),
que se habían ido gradualmente infiltrando en Mesopotamia, una oportunidad para ganar
ascendencia en la cuestión. Virtualmente toda la Mesopotamia fue pronto absorbida por los semitas.
Zimri-Lin, cuya capital era Mari sobre el Éufrates, extendió su influencia (1750 a. C.) desde el curso
medio del Éufrates en Canaán, como el gobernante del estado más importante. El magnífico palacio
de Mari tuvo pronto casi trescientas habitaciones construidas en una extensión de quince acres de
terreno; de los desperdicios, los arqueólogos han recobrado algo así como 20.000 tablillas
cuneiformes. Estos documentos de arcilla que revelan los intereses políticos y comerciales de los
gobernantes amorreos, demuestran una eficiente administración de un imperio de altos vuelos.
Sobre el 1700 (a. C.) Hamurabi, que había hecho desarrollar la pequeña ciudad de Babilonia
en un gran centro comercial, estuvo en condiciones de conquistar Mari con sus extensos
dominios. No solo dominó el alto Eufrates, sino que también subyugó el reino de Sami-Adad I, cuya
capital estaba en Asur, sobre el río Tigris. Marduc, el rey dios de Babilonia, ganó una prominente
posición en el reino. Lo más significativo de los logros de Hamurabi, fue su Código de la Ley
descubierto en 1901 en Susa, que había sido tomado por los elamitas cuando cayó el reinado de
Hamurabi. Puesto que las antiguas costumbres sumerias estaban incorporadas en esas leyes, es muy
verosímil que ellas representen la cultura que prevaleció en Mesopotamia en los tiempos
patriarcales. Muchas de las cartas de Hamurabi que han sido descubiertas, indican que fue un
eficiente gobernante, emitiendo sus órdenes con claridad y con atención al detalle. La Primera
Dinastía de Babilonia (1800-1500 a. C.) se hallaba en su cima, bajo el mando de Hamurabi. Sus
sucesores fueron perdiendo gradualmente prestigio hasta la invasión de los casitas, que conquistaron
Babilonia en 1500 (a. C.)

Egipto
Cuando Abraham llegó a Egipto, esta tierra podía presumir de una cultura de más de un
milenio de antigüedad. El comienzo de la historia en Egipto, se inicia usualmente por el rey Menes
(3000 a. C.) quien unió dos reinos, uno en el Delta del Nilo y otro en el Valle. Los gobernantes del
primero y segundo período dinástico, tuvieron su capital en el Alto Egipto cerca de Tebas. Las
tumbas reales excavadas en Abydos, han mostrado vasos de piedra, joyas, vasijas de cobre y otros
objetos enterrados con los reyes, reflejando así una alta civilización durante aquel primitivo período.
Fue la primera era de comercio internacional en tiempos históricos.

La edad clásica de la civilización egipcia, conocida como el período del Antiguo Reino
(2700-2200 a. C.), y que comprende las dinastías III-VI, testifica un número de notables logros.
Gigantescas pirámides, las maravillas de los siglos que seguirían, proveen un amplio testimonio de
la avanzada cultura de esos primitivos gobernantes. La Pirámide escalonada de Saqqara, la más
primitiva gran estructura hecha de piedra, fue construida como un mausoleo real por Inhotep, un
arquitecto que también ganó renombre como sacerdote, autor de proverbios y mago. La Gran
Pirámide en Gizeh alcanza un techo de 147 metros por una base de casi cuatro hectáreas de base. La
gigantesca esfinge que representa al Rey Kefrén de la Cuarta Dinastía, es otra obra que no ha tenido
parigual. Los "Textos de las Pirámides" inscritos durante la Quinta y la Sexta Dinastía sobre los
muros de las cámaras y salones, indican que los egipcios en su adoración al sol se anticiparon a la
posteridad. Los proverbios de Pathotep, que sirvió como Gran Visir bajo un Faraón de la Quinta
Dinastía, son realmente notables por sus consejos prácticos. Las siguientes cinco dinastías que
gobernaron a Egipto (2200-2000 a. de C.), surgieron en un período de decadencia. Decreció el
gobierno centralizado. La capital fue trasladada de Menfis a Herakleópolis. La literatura clásica de
este período refleja un gobierno débil y cambiante. Hacia el fin de este período, la Undécima
Dinastía, bajo el agresivo Intefs y Mentuhoteps, se construyó un estado fuerte en Tebas.

El Reino Medio (2000-1780 a. C.) marca la reaparición de un poderoso gobierno


centralizado. Aunque nativa para Tebas la Dinastía Duodécima estableció su capital cerca de
Menfis. La riqueza de Egipto aumentó de valor por un proyecto de irrigación que abrió el fértil
Fayum con su valle para la agricultura. Simultáneamente una enorme actividad en edificar grandes
edificios se produjo en Karnak, cerca de Tebas y en otros lugares del país. Además de promover
operaciones de minería para la extracción del cobre en la península del Sinaí, los gobernantes
también construyeron un canal que conectaba el Mar Rojo con el Nilo; esto les capacitó para
mantener mejores relaciones comerciales con la costa somalí de África oriental. Hacia el Sur, Nubia
fue anexionada hasta la tercera catarata del Nilo y allí se mantuvo una colina comercial fortificada.
Los objetos egipcios encontrados por los arqueólogos en Siria, Palestina y en Creta, atestiguan las
poderosas actividades comerciales de los egipcios en la esfera del Mediterráneo oriental.

Mientras que el Antiguo Reino se recuerda por su originalidad y su genio en el arte, el Reino
Medio hizo su contribución en la literatura clásica. Las escuelas de Palacio entrenaban oficiales en
leer y escribir durante el próspero reinado de los Amenhemets y Senuserts de la Duodécima
Dinastía. Aunque la masa permanecía en la pobreza, resultaba posible para el individuo medio en
aquella época de feudalismo entrar al servicio del gobierno por medio de la educación,
entrenamiento, y especial capacidad. Los textos de instrucción inscritos en los ataúdes de personas
ajenas a la realeza, indican que muchas personas entonces gozaban, de la posibilidad de entrar en "la
otra vida". "La historia de Sinuhé" es el más fino ejemplo de la literatura procedente del antiguo
Egipcio destinado a entretener. "The Song of Harper" (El Canto del Arpista) es otra obra maestra del
Reino Medio, enriquece a los hombres para que gocen de los placeres de la vida.

2 siglos de desintegración, declive e invasión, siguieron al Reino Medio; consecuentemente


este período es bastante oscuro para el historiador. Las débiles dinastías XIII y XIV dieron paso a
los hicsos o pueblo amurito. estos intrusos, que probablemente llegaron desde el Asia Menor,
destruyeron a los egipcios por medio de carros guerreros tirados por caballos y del arco compuesto,
ambas armas desconocidas para las tropas egipcias. Los hicsos establecieron Avaris en el Delta
como su capital. Sin embargo, ios egipcios quedaron autorizados para mantener una especie de
autoridad en, lebas. Poco después de 1600 a. C., los gobernantes de Tebas se hicieron poderosos, lo
bastante como para expulsar a aquel poder extraño y establecer la Dinastía XVIII, introduciendo así
el Nuevo Reino.

Canaán
El nombre de "Canaán" se aplica a la tierra que existe entre Gaza en el sur y Hamat en el
norte, a lo largo de la costa oriental del Mediterráneo (Gen. 10:15-19). Los griegos, en su comercio
con Canaán, durante el primer milenio a. C. se refieren a sus habitantes como fenicios, un nombre
que probablemente tiene en origen en la palabra griega para designar la "púrpura" designando el
color rojizo de un tinte textil desarrollado en Canaán. Ya en el siglo XV a. C. el nombre "Canaán" se
aplicaba en general la provincia egipcia en Siria o al menos a la costa fenicia, un centro de la
industria de la púrpura. Consecuentemente, las palabras "cananeo" y "fenicio" tienen el mismo
origen cultural geográfico e histórico. Más tarde, esta zona se conoció como Siria y Palestina. La
designación "Palestina" tiene su origen en el nombre "Filisteo".

Con la emigración, de Abraham hacia Canaán, esta tierra llegó a ser el punto focal de interés
en el desarrollo histórico y geográfico de los tiempos de la Biblia. Estando estratégicamente
localizado entre los dos grandes centros que acunaban las primitivas civilizaciones, Canaán sirvió
como un puente natural que eslabonaba Egipto a la Mesopotamia. Consecuentemente, no es
sorprendente encontrar una población mezclada en aquella tierra. Ciudades de Canaán, tales como
Jericó, Dotan y otras, fueron ocupadas siglos antes de los tiempos patriarcales. Con el primer gran
movimiento semítico (amoreo) en Mesopotamia, parece probable que los amoreos extendieron sus
establecimientos hacia la Palestina. Durante el Reino Medio los egipcios avanzaron sus intereses
políticos y comerciales hasta llegar a Siria por el norte. Mucho antes de 1500 a. C. el pueblo de
Caftor quedó establecido sobre la Llanura Marítima.

No menos entre los invasores, fueron los hititas, que penetraron en Canaán procedentes del
norte y aparecieron como ciudadanos bien establecidos cuando Abraham compró la cueva de
Macpela (Gen. 23). Los refaítas, un pueblo algo obscuro más allá de las referencias escritúrales, han
sido recientemente identificados en la literatura Urgarítica. Se conoce muy poco respecto a otros
habitantes que se anotan en el relato del Génesis. La designación "cananea", muy verosímilmente
abraza la mixtura compuesta de gentes que ocupaban la tierra en la época patriarcal.

La geografía
Extendiéndose en una longitud de 241 kilómetros desde Beerseba por el norte hacia Dan,
Palestina tiene un área de 9.656 kilómetros cuadrados entre el mar Mediterráneo y el río Jordán. La
anchura media es de 64 kilómetros con un máximo de 87 desde Gaza hasta el mar Muerto,
estrechándose hasta los 45 kms. en el mar de Galilea. Con la adición de 6.437 kms. Cuadrados al
este del Jordán cuya zona es llamada con frecuencia TransJordania, esta tierra comprende
aproximadamente 16.093 kms. cuadrados. Además de tener una situación central y estratégica
relativa a los centros de civilización y grandes naciones de los tiempos del Antiguo Testamento,
Palestina tiene también una variada topográfica que tuvo un efecto significativo sobre el desarrollo
histórico de los acontecimientos. Por causa de esa situación Palestina estuvo sujeta a los invasores y
su neutralidad en manos del poder más fuerte. Los acontecimientos locales con frecuencia surgen de
factores de topografía.

Para un análisis de estas características físicas, Palestina puede ser dividida en cuatro áreas
principales: La llanura Marítima, el País de las Colinas, el Valle del Jordán y la Meseta Oriental. La
llanura Marítima costera consiste en la zona costera del mar Mediterráneo. La línea de la costa es
poco aprovechable para facilidades portuarias; consecuentemente el comercio, en su totalidad, era
dirigido hacia Sidón y Tiro, en el Norte. Incluso Gaza, que fue uno de los más grandes centros de
comercio de la antigua Palestina y situada solo a cinco kms. del Mediterráneo, no tuvo tampoco
facilidades portuarias. Esta rica tierra a lo largo de la costa, puede fácilmente ser dividida en tres
áreas: La llanura de Acó, o Acre, que se extiende al norte desde el pie de las colinas de monte
Carmelo por casi 32 kms. con una anchura que varía de 3 a 16 kms. Al sur del monte Carmelo, está
la llanura de Sarán, de aproximadamente 80 kms. de longitud, alcanzando un máximo de anchura de
19 kms. La llanura Filistea, comienza a 8 kms. al norte de Joppa, se alarga 113 kms., hacia el sur y
se expande hacia unos 40 kms. de anchura en dirección a Beerseba.

El País de las Colinas, o la Comarca Montañosa, situada entre el Jordán y su valle y la


llanura Marítima, es la más importante sección de Palestina. Las tres zonas más importantes,
Galilea, Samaría y Judea, tienen una elevación aproximada que varía desde 610 a 1.220 metros
sobre el nivel del mar. Galilea se extiende al sur desde el río Orantes, inmediatamente al este de
Fenicia y a la llanura de Acre. Está dotada de un suelo fértil, donde se cultivan las uvas, los olivos,
las nueces y otras cosechas, al igual que algunas áreas de pastoreo. Uno de os valles más pintorescos
y productivos para el cultivo de las tierras en Palestina separa las colinas de Galilea y Samaría.
Conocido como el valle de Jezreel, o Esdraelón, esta zona es vitalmente importante en su
localización estratégica a través de los tiempos de la Biblia, igual que sucede hoy en nuestros días.
Al sudeste del monte Carmelo, esta fértil llanura se extiende aproximadamente por 64 kms., en
longitud hacia monte More, desde donde se divide en dos valles y continúa hasta el Jordán. En los
tiempos del Antiguo Testamento, los hebreos distinguían entre las zonas oriental y occidental,
conocidas respectivamente como los valles de Jezreel y Esdraelón. La ciudad de Jezreel, a unos
veinticuatro kms. del río Jordán, marcaba la entrada a este famoso valle.

La sección occidental era también conocida por la llanura de Meguido, puesto que el famoso
paso entre montañas de Meguido era de crucial importancia para los invasores. Desde la colina de
More en el valle de Jezreel, esta fértil llanura puede verse con el monte Carmelo en el oeste, monte
Tabor hacia el norte y monte Gilboa hacia el sur. El centro geográfico de Palestina, la ciudad colina
de Samaría, surge abruptamente, comenzando con monte Gilboa y continúa al sur hacia Betel. Las
quebradas colinas y valles de esta fértil elevación, ofrecían un paraíso a los pastores lo mismo que a
los que trabajan la tierra en la agricultura. Siquem, Dotan, Betel y otras poblaciones de esta zona
eran frecuentadas por los patriarcas. Las tierras altas de Judea se extienden al sur desde Betel
aproximadamente a 97 kms. hacia Beerseba con una elevación de unos 762 metros en Jerusalén,
alcanzando un pico más elevado de casi 914 metros cerca de Hebrón. Comenzando en la vecindad
de Beerseba, las colinas de Judea se extienden y desparraman en ondulentas llanuras en el gran
desierto, con frecuencia mencionado, del Neguev, o tierras del Sur, con Cades-barnea marcando el
extremo sur. Hacia el este de las colinas de Judea, está la gran extensión que se designa como "el
desierto de Judá". Hacia el oeste de este occidente geográfico está el Siquem, conocido también por
las tierras bajas. En esta área estratégicamente importante para la defensa y valiosa económicamente
para los cultivos agrícolas estaban situadas las ciudades fortificadas de Laquis, Debir y Libna.

El valle del Jordán representa una de las más fascinantes zonas del mundo. Más allá, a unos
64 kms. hacia el norte del mar de Galilea, se cierne en la altura monte Hermón con una altitud de
2.793 metros. Hacia el sur, el valle del Jordán alcanza su punto más bajo en el mar Muerto, a unos
389 metros por debajo del nivel del mar. Cuatro corrientes de agua, una procedente de la llanura
occidental y tres de monte Hermón, se combinan para formar el río Jordán a unos dieciséis kms., al
norte del lago Hule. Desde el lago Hule, que estaba a unos seis kms. de longitud y a dos metros por
encima del nivel del mar, el río Jordán desciende en un curso de 32 kms. a 209 metros por debajo
del nivel del mar hacia el mar de Galilea. Esta masa líquida de aproximadamente 24 kms. de
longitud, era también conocida como el mar de Cineret en tiempos del Antiguo Testamento. En una
distancia de 97 kms. el Jordán, con una anchura media de 27 a 30 metros., zigzaguea hacia el sur en
un curso de 322 metros hacia el mar Muerto, cayendo 183 metros más por debajo del nivel
marítimo. La zona del valle, que es actualmente un gran paso natural entre dos filas de montañas, es
a veces conocida como Ghor. Comenzando con una anchura de seis kms. en el mar de Galilea, se
abre hasta once kms. en Betsán, estrechándose hasta unos tres kms. antes de expandirse a veintitrés
kms. en Jericó, dentro de ocho kms. del mar Muerto. En los tiempos bíblicos este lago llamado el
"Mar Salado" puesto que sus aguas tienen un contenido de un 25 por ciento de sal. Muy
verosímilmente el valle de Sidim en el extremo meridional de este mar de 74 kms. de longitud, era
el lugar en que estaban ubicadas las ciudades de Sodoma y Gomorra en los días de Abraham. Al sur
de mar Muerto, se extiende la región desolada y desértica conocida por el Araba. En los 105 kms. de
distancia hasta Petra, este desierto se eleva a 600 metros descendiendo después hasta el nivel del
mar a 80 kms. de distancia en el Golfo de Acaba.

La Meseta Oriental, o de TransJordania, puede generalmente ser dividida en cuatro áreas


principales: Basan, Galaad, Amón y Moab. Basan, con su rico suelo, se extiende al sur de monte
Hermón hacia el río Yarmuk en una anchura de 72 kms. y a una elevación de casi 610 metros por
encima del nivel del mar. Bajo él, está el bien conocido territorio llamado Galaad, con su principal
río, el Jaboc. Extendiéndose al nordeste del mar Muerto y hasta donde Jaboc alcanza su máxima
altura, está el territorio de Amón. Directamente al este del mar Muerto y al sur del río Arnón, está
Moab, cuyos dominios se extendieron mucho hacia el norte en varias ocasiones.

El relato bíblico—Génesis 12-50


El actual consenso de los eruditos conceda a los patriarcas un lugar en la historia del
Creciente Fértil, en la primera mitad del segundo milenio a. C. La aserción de que el relato bíblico
consiste en nada más que una leyenda fabricada, ha sido reemplazada por un respeto general para la
calidad histórica del Génesis 12-50. En gran parte responsables para este revolucionario cambio, fue
el descubrimiento y publicación de las tablillas Nuzu, lo mismo que otras informaciones
arqueológicas que se han dado a la luz pública desde 1925. Aunque no hay una evidencia concreta
para identificar cualquier nombre específico o sucesos procedentes de fuentes externas a lo
mencionado en los relatos del Génesis, es fácil reconocer que el medio cultural es el mismo para
ambos. La sola evidencia para la existencia de Abraham procede de la narrativa hebrea, pero
muchos eruditos del Antiguo Testamento reconocen ahora su persona por el lugar que ocupa en los
principios de la historia hebrea. La cronología de los patriarcas todavía permanece como un punto
discutible. Dentro de este período general, la fecha abogada para Abraham varía desde el
siglo XXI al XV. Con las cronologías para esta era en un estado de flujo, será preciso tomar nota de
varias apreciaciones respecto a la fecha de los patriarcas.

Sobre la base de ciertas notaciones cronológicas dadas en las Escrituras, la entrada de


Abraham en Canaán, se calcula que tuvo lugar en el año 2091 a. C. Esto permite 215 años para la
vida patriarcal en Canaán, 430 años para el cautiverio de Egipto y una temprana fecha para el éxodo
de Egipto (1447 a. C.). La correlación entre los acontecimientos seculares y bíblicos basados sobre
esta cronología ha sido sujeta a nuevo ajuste en el cálculo. La teoría, identificando a Amrafel (Gen.
14) con Hamurabi, exige una reinterpretación de los datos bíblicos con la aceptación de una
cronología babilónica más baja. Aunque Gordon sugiere una fecha más tardía, la Edad Patriarcal
parece encajar mejor en el período aproximado de 2000-1750 a. C., de acuerdo con Kenneth A.
Kitchen. Resalta que los principales acontecimientos e historia externa tales como la densidad de la
población, los nombres de los Reyes Orientales (ver Gen. 14) y el sistema de las alianzas
mesopotámicas se comparan favorablemente con los nombres existentes en documentos
mesopotámicos y egipcios de este período. Fue también durante ese tiempo en que el Neguev fue
ocupado temporalmente.

Una fecha razonable para la emigración de Abraham a Canaán es a principios del


siglo XIX a. C. A la vista de la cronología reajustada recientemente para el Creciente Fértil, esta
fecha parece permitir una mejor correlación entre los sucesos bíblicos y los seculares. Esto igualaría
la entrada de Jacob y José en Egipto con el período de los hicsos y llevar el tiempo de Abraham,
Isaac y Jacob a una más cercana asociación con la era de Hamurabi y la cultura reflejada en el Nuzu
y en los documentos Mari. Los documentos Mari revelan la situación política en Mesopotamia
alrededor de 1750-1700 a. C. Mientras que las tablillas de Nuzu reflejan las instituciones sociales
entre los humanos (los horeos bíblicos), alrededor de 1500 a. C., se conoce que algunas de esas
costumbres probablemente prevalecieron en la cultura de la Mesopotamia del norte, ya por el año
2000 a. C. La presencia de una colonia hitita en los días de Abraham, también apunta a una fecha
después de 1900 a. C. (Gen. 23). Aunque no se halla respuesta a ningún problema en la fecha del
siglo XIX para Abraham, esta perspectiva parece tener lo más importante a su favor.

Sobre la base de los personajes importantes de la narrativa de la edad patriarcal, puede


convenientemente ser dividida como sigue: Abraham, Gen. 12:1-25:18; Isaac y Jacob, Gen. 25:19-
36:43; José, Gen. 37:1-50:26.

Abraham (Gen. 12:1-26:18)


Mesopotamia, la tierra entre dos ríos, fue el hogar y la patria de Abraham (Gen. 12:6; 24:10,
y Hechos 7:2). Situada sobre el río Balikh, un tributario del río Eufrates, Harán constituyó el centro
de cultura donde vivió con sus parientes. Los nombres de la parentela de Abraham, Taré, Nacor,
Peleg, Serug y otros, están atestiguados en los documentos Mari y asirios como nombres de
ciudades en esta zona. En obediencia al mandato de Dios, de dejar la tierra y parentesco, Abraham
dejó Harán para establecerse con un nuevo hogar en la tierra de Canaán. Abraham había vivido en
Ur de los caldeos antes de llegar a Harán (Gen. 11:28-31). La identificación más generalmente
aceptada de Ur es la moderna Tell el-Muqayyar, que está situada a 14 km. al oeste de Nasiriyeh,
sobre el río Éufrates al sur de Iraq. Se han dado algunas consideraciones a las notaciones geográficas
modernas en los tiempos de Abraham a una ciudad llamada Ur, ubicada al norte de la
Mesopotamia. El lugar meridional de Ur (Uri) fue excavado en 1922-34, conjuntamente por el
Museo Británico y el Museo de la Universidad de Filadelfia, bajo la dirección de Sir Leonard
Woolley. Trazó la historia de Ur desde el cuarto milenio a. C. hasta el año 3000 a. C. cuando esta
ciudad fue abandonada. En este lugar fueron encontradas las ruinas del ziggurat que había sido
construido por el próspero rey sumerio Ur Nammu, quien gobernó por poco tiempo antes del 2000 a.
C. Esta ciudad continuó siendo la gran capital de la Tercera Dinastía de Ur. La diosa-luna Nannar
que fue adorada en Ur fue también la principal deidad en Harán.

La vida de Abraham conduce por sí misma a una variedad de tratamientos. Geográficamente


se pueden trazar sus movimientos comenzando con la ciudad altamente civilizada de Harán.
Dejando a sus parientes, aunque acompañado por Lot, su sobrino, viajó cosa de 647 kms., hacia la
tierra de Canaán, donde se detuvo en Siquem aproximadamente a 48 kms. al norte de Jerusalén.
Además de una excursión a Egipto obligado por el hambre, Abraham se detuvo en lugares tan bien
conocidos como Betel, Hebrón, Gerar y Beerseba. Sodoma y Gomorra, las ciudades de la llanura
hacia las cuales emigró Lot, estaban directamente esparcidas al este del País del Sur o Neguev,
donde se estableció Abraham.

Frecuentes referencias indican que Abraham fue un hombre de considerable riqueza y


prestigio. Lejos de ser un nómada errabundo en el sentido beduino, Abraham disponía de intereses
mercantiles. Aunque la valoración de sus posesiones está modestamente resumida y expresada en
una sencilla declaración "todas las cosas que habían reunido y las almas que habían conseguido en
Harán" (12:5) es muy verosímil que esta riqueza suya estuviese representada por una gran caravana
cuando emigró a Palestina. Una fuerza de 318 sirvientes utilizada para libertar a Lot (14:14) y una
caravana de diez camellos (24:10) no significa sino una indicación de los recursos con que contaba
Abraham. Los sirvientes estaban acumulados por compra, donación y nacimiento (16:1; 17:23;
20:14). Sus rebaños y manadas de ganado en, constante crecimiento, la plata y el oro, y los
sirvientes para cuidar tan extensas posesiones, indican que Abraham fue un hombre de grandes
medios. Los caudillos palestinos reconocieron a Abraham como a un príncipe con quien podían
hacer alianzas y concluir tratados (Gen. 14:13; 21:22; 23:6).

Desde el punto de vista de las instituciones sociales, el relato del Génesis de Abraham resulta
un estudio fascinante. Los planes de Abraham para hacer de Eliezer heredero de sus posesiones,
puesto que no tuvo un hijo (Gen. 15:2) reflejan las leyes de Nuzu, que determinaban que una pareja
sin hijos podía adoptar como hijo a un sirviente fiel, que pudiera ostentar derechos legales y quien
podía ser recompensado con la herencia, como pago por sus cuidados constantes y el entierro en
caso de fallecimiento. Las costumbres maritales de Nuzu, lo mismo que el código de Hamurabi,
proveían que, si la esposa de un hombre casado no tenía hijos, el hijo de una criada podía ser
reconocido como legítimo heredero. La relación de Agar con Abraham y Sara es algo típico de las
costumbres que prevalecían en Mesopotamia. La preocupación de Abraham por el bienestar de Agar
puede también ser explicada por el hecho de que legalmente una criada que pariese un hijo no podía
ser vendida para la esclavitud.

Un estudio devocional de Abraham puede resultar altamente provechoso. La promesa


séxtuple hecha al patriarca tiene un gran alcance en las implicaciones de la historia. La promesa de
Dios de hacer con él una gran nación se realiza subsiguientemente en los acontecimientos del
Antiguo Testamento. "Yo te bendeciré", pronto se hizo una realidad en su experiencia personal. El
nombre de Abraham se hizo grande, no solo como padre de los israelitas y mahometanos, sino
también como el gran ejemplo de fe para los creyentes cristianos, según los escritos del Nuevo
Testamento, en Romanos, Galatas, Hebreos y Santiago. Por añadidura, la actitud del hombre hacia
Abraham y sus descendientes habría tenido una directa influencia en la bendición o maldición sobre
el género humano; esto aseguró a Abraham un lugar único en el designio providencial para la raza
humana. Ciertamente, la promesa de que Abraham sería bendito, fue literalmente cumplida durante
su vida, lo mismo que en los tiempos subsiguientes. Finalmente, la promesa de bendecir todas las
familias de la tierra se descubre en su alcance a escala mundial cuando Mateo comienza su relato de
la vida de Jesucristo, estableciendo que él es el "hijo de Abraham".

La alianza juega un papel importante en la experiencia de Abraham. Nótense las sucesivas


revelaciones de Dios tras la promesa inicial a la cual Abraham responde con obediencia. A medida
que Dios hace mayor su promesa, Abraham ejerció la fe, que se le reconoce como justicia en
Génesis 15. En esta alianza, la tierra de Canaán fue específicamente dada en prenda a los
descendientes de Abraham. Con la promesa del hijo, la circuncisión se convierte en el signo del
pacto (Gen. 17). Esta promesa de la alianza fue sellada finalmente en el acto de obediencia de
Abraham, cuando estuvo dispuesto a llevar a cabo el sacrificio de su único hijo Isaac (Gen. 22).

La religión de Abraham es un tema vital en los relatos bíblicos, patriarcales. Procedente de


un fondo politeísta donde la diosa-luna Nannar era reconocida como el dios principal en la cultura
de Babilonia, Abraham llega a Canaán. Que su familia sirvió a otros dioses queda claramente
establecido en Josué 24:2. En Canaán, y en medio de un entorno idólatra y pagano, la meta de
Abraham fue la de "construir un altar al Señor". Tras que hubo rescatado a Lot y el rey de Sodoma,
rehusó una recompensa, reconociendo que él se hallaba por completo dedicado por devoción única a
Dios, el "hacedor de los cielos y la tierra". La íntima comunión y camaradería existente entre Dios y
Abraham está bellamente retratada en el capítulo 18 donde él intercede por Sodoma y Gomorra. Tal
vez es sobre la base de Is. 41:8 y Santiago 2:23 que la Septuaginta insertó las palabras "mi amigo"
en 18:17. Al paso de los siglos la puerta meridional de Jerusalén, que conduce hacia Hebrón y
Beerseba, ha sido citada siempre como la "puerta de la amistad" en memoria de la relación íntima
entre Dios y Abraham.

Isaac, el hijo prometido, fue el heredero de todo lo que Abraham poseía. Otros hijos de
Abraham, tal como Ismael, de donde descienden los árabes y Madián, el padre de los madianitas,
recibieron regalos cuando partieron de Canaán, dejando el territorio a Isaac. Antes de su muerte,
Abraham dejó a Rebeca por esposa de Isaac. Abraham también compró la cueva de Macpela, que se
convirtió en el sepulcro de Abraham, Isaac y Jacob, así como el de sus esposas.

Isaac y Jacob (Gen. 25:19-36:43)


El carácter de Isaac, según se describe en el Génesis, está en, cierta forma obscurecido por
los acontecimientos de la vida tanto del padre como del hijo. Con el anuncio de la muerte de
Abraham, el lector queda inmediatamente presentado a Jacob, quien emerge como el eslabón de la
sucesión patriarcal. Puede ser que muchas de las experiencias de Isaac fuesen similares a las de
Abraham, por lo que haya poco que narrar al respecto.

Aunque Isaac heredó la riqueza de su padre y continuó la misma pauta de vida, es interesante
notar que se comprometió en cuestiones de agricultura cerca de Gerar (26:12). Abraham en cierta
ocasión se había detenido en Gerar, en territorio filisteo, pero pasó mucho tiempo en los alrededores
de Hebrón. Cuando Isaac comenzó a cultivar la tierra, obtuvo cosechas que le proporcionaron el
ciento por uno. Aquel éxito tan poco corriente en las labores del campo, excitó la envidia de los
filisteos de Gerar de forma que Isaac tuvo que desplazarse, por considerarlo necesario, hacia
Beerseba con objeto de mantener relaciones pacíficas. La presencia de los filisteos en Canaán
durante los tiempos patriarcales, ha sido considerada un anacronismo. El establecimiento caftoriano
en Canaán alrededor de 1200 a. C. representó una migración tardía del Pueblo del mar que
previamente se había establecido en otras ocasiones durante un largo período de tiempo. Los
filisteos se habían establecido en pequeños grupos mucho antes de 1500 a. C. Con el tiempo se
mezclaron con otros habitantes de Canaán, pero el nombre de "Palestina" (Filistia) continúa llevando
el testimonio de su presencia en Canaán. La cerámica caftoriana por todo el sur y la parte central de
Palestina, al igual que las referencias literarias, testifican la superioridad de los filisteos en las artes y
habilidades manuales. En los días de Saúl monopolizaron los trabajos metalúrgicos en Palestina.

Polémico en conducta, Jacob surgió como el heredero de la alianza. De acuerdo con las
costumbres de Nuzu, negoció con Esaú para asegurarse la herencia y sus derechos. Su capacidad de
negociador se hace pronto aparente en su adquisición de los derechos de primogenitura por el escaso
precio de un plato de lentejas. El irreal sentido de Esaú del valor de las cosas, pudo haber sido a la
fatiga temporal y al agotamiento de una expedición de caza que no tuvo ninguna recompensa. Por
añadidura, Jacob ganó la bendición en el lecho de muerte valiéndose de algún truco y la decepción,
instigado por Rebeca, su madre. El significado de esta adquisición se comprende mejor por
comparación con las leyes contemporáneas que hacían tales bendiciones orales legalmente
valederas. Es de notar, sin embargo, el hecho de que el relato bíblico recargue el énfasis del lugar
que ocupa la jefatura familiar por encima de las bendiciones materiales.

Temiendo el probable matrimonio de Jacob con mujeres hititas lo mismo que la venganza de
Esaú, Rebeca concibió e instrumentó un plan para enviar a su hijo favorito a Padan-aram. De
camino, Jacob responde a un sueño en, Betel con una promesa condicional para servir a Dios y una
tentativa de dar el diezmo de sus rentas. Habiendo recibido una cordial acogida en su hogar
ancestral, Jacob entra en un acuerdo con Labán, hermano de Rebeca. De acuerdo con las costumbres
de Nuzu, esto podía haber sido más que una simple labor de contrato para el matrimonio.
Aparentemente, Labán no tenía un hijo en aquella época, por lo que Jacob fue constituido como
heredero legal. Típico de los tiempos, fue el regalo de Labán de una criada a cada una de sus hijas,
Raquel y Lea. La esposa de Labán dio a luz más tarde otros hijos, por lo que Jacob dejó de ser el
heredero principal. Aquel giro de los asuntos no fue del agrado de Jacob; deseó marcharse, pero fue
disuadido por un nuevo contrato que le abría la posibilidad de obtener riqueza mediante los rebaños
de Labán. En el transcurso del tiempo, Jacob llegó a ser tan próspero, a pesar del reajuste del
contrato de Labán, que la relación existente entre el padre y el yerno se alteró.

Alentado por Dios para volver a la tierra de sus padres, Jacob reunió sus posesiones y partió
en el momento oportuno cuando Labán se hallaba ausente en un negocio de ganado. Tres días más
tarde Labán se enteró de la marcha de Jacob y envió en, su busca. Tras 7 días le dio alcance en las
colinas de Galaad. Labán estaba grandemente perturbado por la desaparición de sus dioses lares. El
terafín, que Raquel había escondido mientras Labán buscaba las posesiones de Jacob, pudo haber
sido más legal que de significación religiosa para Labán. De acuerdo con la ley Nuzu, un yerno que
tuviese en su poder los dioses lares podía reclamar la herencia de la familia ante un tribunal. De esa
forma Raquel intentaba obtener cierta ventaja de su marido, al robarle los ídolos. Pero Labán había
anulado cualquier beneficio de esa índole por un convenio con Jacob antes de que se separasen.

Continuando hacia Canaán, Jacob anticipó el terrible encuentro con Esaú. El temor le venció,
aunque en toda crisis del pasado había terminado con ventaja para él. A punto de no volver Jacob se
encaró en una crucial experiencia (32:1-32). Dividiendo todas sus posesiones en el río Jacob, en
preparación para el encuentro con Esaú, se volvió hacia Dios en oración. Reconoció humildemente
que era inmerecedor de todas las bendiciones que Dios le había otorgado. Pero de cara al peligro,
suplicó por su liberación. Durante la soledad de la noche, luchó a brazo partido con un hombre. En
esta extraña experiencia, en la cual reconoció un encuentro divino, su nombre fue cambiado por el
de "Israel" en lugar de seguir llamándose Jacob. Después de eso, Jacob no fue el impostor; en su
lugar estuvo sujeto a la decepción y a los sufrimientos por sus propios hijos.

Cuando llegó Esaú, Jacob se postró siete veces —otra vieja costumbre mencionada en los
documentos Ugarísticos y de Amarna— y recibió la seguridad del perdón por su hermano.
Declinando cortésmente la generosa ayuda ofrecida por Esaú, Jacob continuó lentamente hacia
Sucot mientras que Esaú volvió a Seir. En ruta hacia el Hebrón, Jacob acampó en Siquem, Betel, y
Belén. Aunque adquirió algunas tierras en Siquem, el escándalo y la perfidia de Leví y Simeón le
hicieron imposible el continuar viviendo en aquella región (34: 1-31). Este incidente, lo mismo que
el ofensivo de Rubén (35:22), tuvo que ver con la bendición de Jacob por sus hijos (49).

Cuando recibió instrucciones de Dios para trasladarse a Betel, Jacob preparó para su vuelta a
aquel lugar sagrado al suprimir la idolatría de su hogar. En Betel erigió un altar. Allí, Dios renovó la
alianza con la seguridad de que no solo una nación, sino un grupo de naciones y reyes surgirían de
Israel (35:9-15). Mientras viajaban hacia el sur, Raquel murió al dar a luz a Benjamín. Fue enterrada
en la vecindad de Belén en un lugar llamado Efrata. Siguiendo su viaje con sus hijos y posesiones,
Jacob llegó finalmente al Hebrón, el hogar de su padre Isaac. Cuando murió Isaac, Esaú volvió
desde Seir para reunirse con Jacob en el entierro de su padre. Los edomitas, aparentemente,
contaban con una ilustrativa historia. Poco es lo conocido respecto a ellos, más allá del relato
somero relatado en Gen. 36:1-43, lo que indica que tenían diversos reyes incluso antes de que
cualquier rey reinase en Israel. En este aspecto, la narrativa del Génesis dispone de líneas colaterales
antes de resumir el relato patriarcal.

En una de las más dramáticas narraciones de la literatura mundial, las experiencias de José
entretejen la vida patriarcal en Egipto. Mientras que los contactos anteriores habían sido
primariamente con el ambiente de Mesopotamia, la transición a Egipto resultó en una mezcla de
costumbres consecuencia de aquellas dos formas tan adelantadas de civilización. En esta narrativa,
notamos la continuidad de la antigua influencia, la adaptación al ambiente egipcio y por encima de
todo, toda la guía protectora y de control de Dios en las fascinantes fortunas de José y su pueblo.
José, el hijo de Raquel, fue el orgullo y la alegría de Jacob. Para mostrar su favoritismo, Jacob le
engalanó con una túnica, aparentemente la marca exterior de un jefe de tribu. Sus hermanos, que ya
estaban resentidos contra José por los malos informes que les concernían, fueron incitados por este
hecho a un odio extremo. La cuestión llegó a su punto álgido cuando José les relató haber tenido dos
sueños pronosticando su exaltación. Los hermanos mayores dieron suelta a su rencor jurando
quitarse de encima a José a la primera ocasión.

Enviado por su padre a Siquem, José no pudo encontrar a sus hermanos hasta que llegó a
Dotan, aproximadamente a 130 kms. al norte del Hebrón. Tras someterle al ridículo y al abuso, los
hermanos le vendieron a los mercaderes madianitas e ismaelitas, quienes, en consecuencia,
dispusieron de él como de un esclavo para Potifar en Egipto. Al mostrársele ensangrentado la capa
que vestía José, Jacob lloró y se enlutó por la pérdida de su hijo favorito en la creencia de que había
sido muerto por las bestias salvajes (37:1-36). El lector queda en suspenso por el bienestar de José
con el episodio de Judá y Tamar (38:1-30). Este relato tiene significación histórica, por lo que
suministra en pasado genealógico de la línea davídica (Gen. 38:29; Rut 4:18-22; Mateo 1:1).
Además de esto, a despecho de la conducta poco ejemplar de Judá, la práctica del levirato es
mantenida en el matrimonio. La demanda de Judá de que Tamar fuese quemada por el delito de
prostitución, puede reflejar una costumbre llevada a Canaán por los indo-europeos, tales como los
hititas y los filisteos. Las fuentes ugaríticas y mesopotámicas atestiguan el uso de tres artículos para
significar la identificación personal. Tamar estableció la culpabilidad de Judá por su impregnación al
utilizar su sello, su cinturón y el báculo como prueba. Puesto que la ley hitiía permitía a un padre
hacer cumplir las obligaciones del levirato al casar a una nuera viuda, Tamar no fue sometida al
castigo bajo la ley local por su estratagema en embrollar el plan de Judas al ignorar sus derechos de
matrimonio. En la ley mosaica, la estipulación fue hecha para el matrimonio del levirato (Deut. 25).

El establecimiento de las experiencias de José en la tierra del Nilo, han quedado mostradas
como auténticas en muchos detalles (39-50). Los nombres egipcios y títulos ocurrieron, como podía
esperarse. Potifar es designado como "capitán de la guardia" o "jefe de los ejecutores" que era usado
como el título que se daba a la guardia personal del rey. Asenat (nombre egipcio), la hija de un
sacerdote de On (Heliópolis), se convirtió en la esposa de José. Oficiales importantes de la corte
egipcia están apropiadamente identificados como "jefe de mayordomos" y "jefe de los panaderos".
Las costumbres egipcias están asimismo reflejadas. Siendo José un semita, llevaba barba; pero para
su presencia ante el Faraón, tuvo que ser afeitado de conformidad con las formas egipcias. La fina
ropa de lino, el collar de oro y el anillo con el sello adornaron a José en la típica forma egipcia
cuando asumió el mando administrativo bajo la divina autoridad del Faraón. "Abrech",
probablemente una palabra egipcia que significa "tomar nota", es la orden para todos los egipcios al
producirse el nombramiento de José (Gen. 41:43). El embalsamiento de Jacob y la momificación de
José, también seguían las normas egipcias del cuidado propio de los fallecidos.

Son también de gran valor los paralelos en la vida de José y en la literatura egipcia. La
transición de José desde ser un esclavo a convertirse en un gobernante, tiene un gran parecido con el
clásico egipcio, "El campesino elocuente". Los siete años de abundancia, en los sueños del Faraón,
comportan igualmente una gran similitud con una vieja tradición egipcia. A todo lo largo de esos
años de adversidad, sufrimientos y éxito, la relación humano-divina es claramente aparente. Tentado
por la esposa de Potifar, no cedió. No quería pecar contra Dios (Gen. 39:9). En prisión, confesó que
la interpretación de los sueños sólo correspondía a Dios (40:8). Cuando apareció frente al Faraón,
José reconoció que Dios se valía de los sueños para revelar el futuro (41:25-36). Incluso en el hecho
de ponerle nombre a su hijo, Manases, José reconoció a Dios como la fuente de su promoción y el
alivio de los dolores (41:51). También tomó a Dios en consideración en su interpretación de la
historia: al revelar su identidad a sus hermanos, humildemente dio crédito a Dios por llevarle a él a
Egipto. No dijo de ningún modo que ellos le habían vendido como esclavo (41:4-15). Después de la
muerte de Jacob, José les volvió a dar la seguridad una vez más de que no buscaría venganza alguna.
Dios había ordenado los eventos de la historia por el bien de todos (50:15-21).

La magnificación hecha de Dios por José a través de muchas vicisitudes, fue recompensada
por su propia elevación. En la casa de Potifar, fue tan fiel y tan notable y eficiente que fue elevado a
la categoría de superintendente. Metido en prisión por falsas acusaciones, José pronto fue
considerado con responsabilidades de supervisión que utilizó sabiamente para ayudar a sus
compañeros de encarcelamiento. A través del mayordomo, quien por dos años falló en recordar su
ayuda, José fue llevado súbitamente a la presencia del Faraón para interpretar los sueños del rey. Fue
ciertamente un momento oportuno: el gobernante de Egipto tenía la necesidad de contar con un
hombre como José, que probó su valía. Como jefe administrador, no solamente guió a Egipto a
través de los años cruciales de la abundancia y del hambre, sino que fue el instrumento adecuado
para salvar a su propia familia. La posición de José y su prestigio hicieron posible el distribuir la
tierra de Gosén a los israelitas cuando emigraron a Egipto. Aquello fue de una enorme ventaja para
ellos, a causa de sus intereses como pastores. Las bendiciones de Jacob forman una conclusión que
encaja en la edad patriarcal del relato del Génesis. En su lecho de muerte, pronunció su última
voluntad y su testamento. Aunque se hallaba en Egipto, sus bendiciones reflejan la costumbre de la
Mesopotamia, el hogar original, donde los pronunciamientos orales eran reconocidos como fiel
testimonio de fe ante un tribunal. Manteniendo las promesas divinas hechas a los patriarcas, las
bendiciones de Jacob, dadas en, forma poética, tuvieron una significación profética.

LECCIÓN 3: LA EMANCIPACIÓN

La emancipación de Israel
Los siglos pasaron en silencio desde la muerte de José, hasta el amanecer de la conciencia
nacional, bajo Moisés. La historia bíblica, no obstante, se refiere a nuevas y excitantes dimensiones
con la única transición de los israelitas desde las garras faraónicas de la esclavitud a la situación de
una nación independiente como pueblo elegido de Dios. En menos de lo que pareció una eternidad,
sobrellevaron y obtuvieron una milagrosa liberación del emperador más poderoso de la época,
recibieron una divina revelación que les hizo conscientes de ser el pueblo de la alianza de Dios y se
les impartió un código de leyes en preparación para ocupar la tierra de la promesa de los patriarcas.
No es sorprendente que esta notable experiencia fuese recordada y vuelta a vivir anualmente en la
observancia de la pascua de los judíos. Repetidamente los profetas y salmistas aclaman la liberación
de Israel del poder de Egipto como el más significativo milagro de su historia.

Tan llena de significado fue aquella emancipación y tan vital fue aquella interrelación entre
Dios e Israel para las generaciones venideras, que cuatro quintas partes del Pentateuco o más de un
sexto de la totalidad del Antiguo Testamento está dedicado a este corto período en la historia de
Israel. Después de los años de la opresión egipcia, que recibe una breve consideración en los
capítulos introductorios, los acontecimientos de estos cuatro libros, Éxodo, Levítico, Números y
Deuteronomio, están confinados a menos de cinco décadas.

Acontecimientos contemporáneos
No existe desacuerdo entre los eruditos que aceptan la historicidad del cautiverio de Israel en
Egipto y que el Éxodo tuvo lugar durante la era del Nuevo Reino. Los capítulos que cierran el
Génesis ya cuentan la emigración de Israel hacia Gosén, y los acontecimientos contemporáneos en
Egipto son de primordial importancia.
La Invasión de los Hicsos
La poderosa Duodécima Dinastía del Reino Medio en Egipto fue seguida (1790 a. C.) por
dos otras débiles dinastías bajo las cuales el gobierno quedó desintegrado. Los invasores semitas
procedentes de Asia, conocidos como los hiksos, pueblo que ya utilizaba el caballo y el carro de
guerra, desconocidos por los egipcios, ocuparon Egipto aproximadamente hacia 1700 a. C. Es muy
poco lo que se conoce acerca del pueblo, aunque Manetho asigna a las XV y XVI dinastías a esos
gobernantes extranjeros que controlaron el Bajo Egipto durante casi un siglo y medio.

En el transcurso del tiempo, rivales de Tebas dominaron la utilización del caballo y el carro
de guerra y bajo Amosis, de la XVII dinastía, estuvieron en condiciones de expulsar a los hicsos del
país (1500 a. C.). Aquella circunstancia dio la oportunidad para el resurgimiento de un gobierno
poderoso conocido como el Nuevo Reino. Es comprensible que los egipcios no dejaran testimonios
escritos de tan grande humillación llevada a cabo por los hicsos durante la dominación de estos. Por
lo tanto, nuestro conocimiento de este período es, desafortunadamente, muy limitado.
El nueva reino (1546-1085 a. C.)
En este período reinaron en Egipto tres dinastías. Bajo los primeros tres gobernantes de
la XVIII dinastía, Amenofis y Tutmosis I y II (1550-1500 a. C.), Egipto quedó establecido con la
fuerza y la grandeza de un Imperio. Aunque Tutmosis III fue el supremo gobernante desde 1504 a
1450 (a. C.), su poderío quedó obscurecido durante los primeros veintidós años de su reinado por la
reina Hatsheput, que obtuvo el control completo de todo el gobierno. Como consecuencia de su
poderoso y brillante liderazgo, fue reconocida tanto por el Bajo como por el Alto Egipto. Entre los
impresionantes edificios construidos, no lo fue menos el proyecto de un templo blanco de piedra
calcárea. Este mortuario fue construido en terrazas columnadas, con el imponente macizo recoso de
Deir-el-Bahri como fondo. Uno de sus grandes obeliscos (conteniendo 138 metros de granito, y que
alcanzaba casi treinta metros de altura) todavía se mantiene en pie en Karnak.

Tutmosis III, cuyas ambiciones habían, sido contrarrestadas durante muchos años, ganó la
posesión indisputada de la corona Hatsheput al morir ésta. Estableció el poder absoluto en Egipto,
afirmándose como el más grande caudillo militar en la historia de Egipto. En dieciocho campañas,
extendió el alcance de su reinado hasta el Eufrates, marchando sus ejércitos a través de Palestina o
navegando por el Mediterráneo hasta la costa fenicia. Como militar y constructor de imperios, ha
sido frecuentemente comparado con Alejandro Magno y Napoleón. Puesto que tales campañas eran
llevadas a cabo durante el verano, acostumbraba a promover la construcción de grandes edificios
durante el invierno, embelleciendo y ensanchando el gran templo de Karnak, que había sido erigido
para Amón durante el Reino Medio. Los obeliscos que erigió pueden ser contemplados en nuestros
días en Londres, Nueva York, el Lateranense y Constantinopla.

Tutmosis III fue seguido por Amenofis II (1450-1425), gran deportista, Tutmosis IV (1425-
1417), que excavó la esfinge y se casó con una princesa mitanni, y Amenofis III (1417-1379).
Amenofis IV, o Akh-en-Atón (1379-1362), es mejor conocido por la revolución llevada a cabo en
materia religiosa. Es muy probable que los faraones fuesen progresivamente hartándose del
creciente poder de los sacerdotes de Amón, en Tebas. Tutmosis IV había adscrito previamente su
real descendencia al antiguo dios solar Ra, más bien que a Amón; pero Amenofis IV fue aún más
allá, intentando negar el opresivo poder de los sacerdotes tebanos. El fue el campeón de la adoración
de Atón, que estaba representado por el disco solar. Construyendo un templo a su nuevo dios en
Tebas, mientras que era corregente con su padre, se proclamó a sí mismo el primer sacerdote de
Atón. No satisfecho con erigir templos en varias ciudades por todo su imperio, eligió el nuevo
emplazamiento de Amarna para la situación de su dios. Desde esta capital, situada aproximadamente
a medio camino entre Tebas y Menfís, estableció la adoración de Atón como la religión del Estado.
Tomó las medidas precisas para que se adorase y sirviese solo a este dios. Tan dedicado estuvo a
Atón que él y sus devotos olvidaron las demandas de ayuda procedentes de varias partes de su reino.
Los archivos de Amarna, descubiertos en 1887, proporcionan un testimonio al respecto. Cuando
Akh-en-Atón murió, la capital nuevamente establecida fue abandonada. Su yerno, Tut-ank-Amón,
aseguró su trono renunciando a Atón y restaurando la antigua religión de los dioses de Tebas. La
tumba de Tut-ank-Amón, descubierta en 1929, suministró abundante evidencia de su devoción a
Amón. Con la corta vida y el breve reinado de Ay la XVIII dinastía terminó en 1348 a. C.

Los dos grandes reyes de la próxima dinastía, que duró hasta 1200 a. C., fueron Seti I (1318-
1304) y Ramsés II (1304-1237). El primero comenzó la reconquista del imperio asiático, que había
estado perdido durante los días de Akh-en-Atón y llevó la capital a la parte oriental del Delta. El
ultimo continuó su intento de reconquistar Siria, pero eventualmente firmó un, tratado de paz con el
rey hitita, que selló su acuerdo al dar su hija en matrimonio a Ramsés II. Este es el primero de los
pactos de no agresión entre naciones conocido hasta hoy. Además del extenso plan de cons-
trucciones en o cerca de Tebas, Ramsés II también embelleció Tanis, la capital del Delta, que los
gobernantes hicsos habían utilizado siglos antes. Durante el resto de las dinastías XIX y XX, los
gobernantes egipcios lucharon para retener su reinado. Conforme fue decreciendo el poder central,
el sacerdocio local de Amón ganó bastante fuerza para establecer la XXI dinastía alrededor de 1085
a. C. y Egipto nunca recobró ya más, como resultante del declive que sufría, el volver a ganar su
posición como potencia mundial.

La religión en Egipto
Egipto era un país politeísta. Con deidades locales como base de la religión, los dioses
egipcios se hicieron numerosos. Los dioses de la Naturaleza fueron comúnmente representados por
animales y pájaros. Eventual-mente, las divinidades cósmicas, personificadas en las fuerzas de la
Naturaleza, fueron elevadas por encima de los dioses locales y fueron teóricamente considerados
corno deidades nacionales o universales. Había una tal cantidad, que llegaron a ser agrupados en
familias de triadas y novenarios. De igual forma, los templos fueron numerosos por todo Egipto.
Con la provisión de un hogar o templo para cada dios, llegó el sacerdocio, las ofertas, los festivales,
ritos y ceremonias para su adoración y culto. Como respuesta a tales circunstancias, el pueblo
consideraba a sus dioses como sus benefactores. La fertilidad de la tierra y de los animales, la
victoria o la derrota, la inundación del Valle del Nilo y de hecho, cualquier factor que afectase a su
bienestar, estaba adscrito a cualquier dios.

La prominencia nacional acordada respecto a cualquier dios se hallaba íntimamente


relacionada con la política. El dios halcón, Hourus, surgió corno una deidad local y después pasó a
tener carácter de deidad estatal cuando el rey Menes unió el Bajo y el Alto Egipto en los albores de
la historia egipcia. Cuando la Quinta Dinastía patrocinó el dios-sol de Heliópolis, Ra se convirtió en
la cabeza del panteón egipcio. La más cercana aproximación a un dios nacional en Egipto, fue el
reconocimiento dado a Amón durante el Medio y Nuevo Reino. Los magníficos templos erigidos en
Karnak y Luxor, en las proximidades de Tebas, todavía muestran el real patronazgo de este dios. En
la ciudad de Tebas, con la XVIII dinastía, el culto de Amón con su sacerdocio tebano se hizo tan
fuerte que el desafío hecho a los faraones tuvo éxito en el poder con la muerte de Akh-en-Atón. A
despecho de la prominencia de los dioses nacionales, en ninguna ocasión fueron adorados por la
población egipcia. Para un campesino egipcio, el dios local fue el de la máxima importancia.

Los egipcios creían en una vida después de la muerte. Una conducta intachable sobre la tierra
conducía a la inmortalidad del hombre. Esto cuenta por los enterramientos reales representados por
las pirámides y otras tumbas, en las cuales se depositan toda clase de provisiones tales como
alimentos, bebidas y objetos de lujo con la intención de su utilización en la vida de ultratumba. En
los primeros tiempos, incluso a los sirvientes se les mataba y guardaba junto al cuerpo de sus amos.
Como Osiris, el símbolo divino de la inmortalidad, el egipcio muerto anticipaba así el juicio de un
tribunal del ultramundo con la esperanza de estar moralmente destinado a la felicidad de una vida
eterna. La extrema tolerancia de la religión egipcia se explica por la existencia sin fin y el
reconocimiento de tantísimos dioses. Ninguno fue nunca eliminado del todo. Puesto que el moderno
estudioso encuentra difícil hacer un análisis lógico de tan incontables elementos entremezclados de
su religión, es difícil también pensar que lo hiciera cualquier egipcio nativo. La confusión resulta de
cualquier intento de relacionar entre sí la hueste de deidades existentes con sus respectivos cultos y
rituales. Tampoco pueden ser racionalizados tan enorme conjunto de creencias y mitos.

La fecha del Éxodo


Que Israel abandonase la esclavitud durante la última mitad del segundo milenio a. C. es algo
que está sujeto a dudas y discusiones. Muy pocos eruditos podrían fechar el Éxodo más allá de una
duración de tiempo de dos siglos y medio (1450-1200). Dado que no hay referencias o incidentes en
el libro del Éxodo que pueden ser definitivamente relacionadas con la historia de Egipto, poder
fechar el momento demanda ulteriores investigaciones. Respecto a una fecha más específica de la
era mosaica, dos clases de evidencias pueden garantizar una cuidadosa investigación y minucioso
examen: la arqueológica y la bíblica. Hasta ahora, ninguna ha proporcionado una conveniente
respuesta que obtenga el apoyo de los eruditos del Antiguo Testamento.

La caída de Jericó, que ocurrió dentro del medio siglo siguiente al Éxodo, está todavía sujeta
a una fecha arqueológica que se balancea entre aproximadamente dos siglos (1400-1200). Las
recientes excavaciones han confirmado antiguos hallazgos y conclusiones para su reexamen.
Garstang, que excavó Jericó (1930-1936), razonó que la invasión de Josué está mejor fechada
alrededor de 1400 a. C. Miss Kathleen Kenyon mantiene que los hallazgos sobre los cuales estaban
basadas estas conclusiones, proceden de la primitiva Edad del Bronce (tercer milenio) y que
virtualmente no resta nada de los siglos durante los cuales se fechan la ocupación israelita (1500-
1200). En consecuencia, ella afirma que su reciente excavación (1952-1956) no arroja luz alguna
sobre la destrucción de Jericó. Mientras que Garstang fechó la última cerámica procedente de la
Edad del Bronce, no más tarde de 1385 a. C., Kenyon prefiere una fecha más tardía 1350-1325 a.
C. Ya que esto representa la ocupación de la Edad del Bronce, ella fecha la destrucción de Jericó por
los israelitas en el tercer cuarto del siglo XIV. Albright, Vincent, de Vaux y Rowley están a favor de
la última mitad del siglo XIII para la caída de Jericó bajo Josué.

Los exámenes de la superficie de la cerámica en la Arabia y la TransJordania, indican que los


reinos moabitas, amonitas y edomitas no fueron establecidos hasta el siglo XIII. Todo esto no ha
sido confirmado por extensas excavaciones, por lo que esa cerámica que corresponde a esa zona
puede todavía estar sujeta a posteriores reajustes cronológicos. Comparativamente se conoce poco
respecto a las condiciones de vida del pueblo a quien los israelitas encontraron en su camino hacia
Canaán. Aunque Glueck no halló evidencia de habitantes en TransJordania para el período anterior
al siglo XIII, es posible que ese pueblo estuviese viviendo en ciudades hechas con tiendas, en cuyo
caso, naturalmente, no quedarían ruinas.

Tampoco tiene la identificación de Pitón y Ramsés respuesta concluyente para evidenciar la


fecha de la partida de Israel de Egipto. Esas ciudades pudieron haber sido construidas por los
israelitas, pero vueltas a construir y a recibir nuevos nombres por Ramsés durante su reinado. En
consecuencia, la evidencia arqueológica, que por el momento está sujeta a varias interpretaciones,
no ofrece una concluyente prueba para la precisa datación cronológica del Éxodo. Los informes
bíblicos proveen datos limitados para el establecimiento de una fecha definitiva para la época de la
esclavitud de Israel. Sólo una referencia cronológica, eslabona la era Salomónica —que tiene fechas
bien establecidas— con el Éxodo. La suposición, de que los 480 años anotados en I Reyes 6:1
proveen una base para la datación exacta, proporciona una fecha para el Éxodo aproximadamente en
1450 a. C. Aunque otras referencias y el relato de otros acontecimientos, apunten hacia una larga era
entre la entrega de Egipto y la era del reinado de Israel, ninguno de los pasajes bíblicos implica la
garantía de una datación precisa.

Más numerosas son las anotaciones bíblicas que aproximan el período que precedió al
Éxodo. Aun cuando los problemas de interpretación están todavía sin resolver, todo conduce a la
impresión de que los israelitas pasaron varios siglos en Egipto. Las referencias genealógicas pueden
sugerir un período comparativamente corto de tiempo entre José y Moisés; pero el uso de una
genealogía como base para una aproximación del tiempo, está todavía sujeta a discusión. Las
genealogías con frecuencia tienen amplias lagunas que las hacen inutilizables para la fijación de una
cronología. El crecimiento de los israelitas desde setenta hasta una gran multitud, que amenazaba el
orden egipcio, favorece igualmente el lapso de siglos para la residencia de Israel en la tierra del
Nilo. Las consideraciones bíblicas indican cronologías más extensas antes y después del Éxodo.
Sobre esta base, es razonable considerar 1450 como una fecha apropiada para el Éxodo y permite la
migración de Jacob y sus hijos en la era de los huesos y de su supremacía en Egipto.

El relato bíblico
La dramática escapada de la esclavitud egipcia se halla vividamente retratada en Ex. 1:1-
19:2. Comenzando con una breve referencia a José y a la adversa fortuna de Israel, los histriónicos
acontecimientos centrados alrededor de Moisés culminan en la emancipación de Israel.

Opresión bajo el Faraón


En los días de José, los israelitas, que tenían intereses pastorales, recibieron el permiso de
disfrutar la tierra más fértil en el Delta del Nilo. Los invasores hicsos, pueblo también de pastores,
muy verosímilmente estuvieron favorablemente dispuestos hacia los israelitas. Con la expulsión de
los hicsos, los gobernantes egipcios asumieron más poder y con el tiempo, empezó la opresión de
los israelitas. Un nuevo gobernante, no familiar a José, no tenía interés personal en Israel; pero
introdujo una serie de medidas que tenían como fin aliviar el temor de una rebelión israelita.
Consecuentemente, el pueblo elegido fue destinado a una dura labor construyendo ciudades, tales
como Pitón y Ramsés (Ex. 1:11). Un edicto real ordenó a los egipcios que matasen, a su nacimiento,
a todos los varones nacidos a los israelitas. Este fue el designio del Faraón para contrarrestar la
bendición de Dios sobre Israel conforme el pueblo crecía y aumentaba y prosperaba (Ex. 1:15-22).
Años más tarde, cuando Moisés desafió el poder del Faraón, la opresión fue intensificada,
reteniendo a los esclavos israelitas la paja tan útil en la producción de ladrillos (Ex. 5:1-21).

La preparación de un caudillo
Moisés nació en tiempos peligrosos. Fue adoptado por la hija del Faraón y se le dieron
facilidades y ventajas para su educación en el más importante centro de aquella civilización. Aunque
no esté mencionado en el Éxodo, Esteban, dirigiéndose al Sanedrín en Jerusalén, se refiere a Moisés
como habiendo sido instruido en la sabiduría egipcia (Hechos 7:22). Una extensa facilidad
educacional en la corte egipcia fue llevada a cabo durante el Nuevo Reino y su período, para
entrenar a los reales herederos de los príncipes tributarios. Aunque retenidos como rehenes para
asegurarse de la percepción de los tributos, eran magníficamente tratados en su principesca prisión.
Si un lejano príncipe moría, un hijo que había estado sometido a la cultura egipcia era designado
para el trono con la esperanza de que sería un leal vasallo del Faraón. Es altamente probable que
Moisés recibiese su educación egipcia juntamente con los herederos reales de Siria y otras tierras.

El valeroso intento de Moisés de ayudar a su pueblo finalizó en el fracaso. Temiendo la


venganza del Faraón, huyó hacia la tierra de Madián, donde pasó los siguientes cuarenta años. Allí
fue favorablemente acogido en el hogar de Reuel, un sacerdote de Madián, quien era también
conocido por Jetro. Con el transcurso del tiempo, Moisés tomó por esposa a la hija de Reuel, Séfora
y se estableció dedicándose a la vida de los pastores en el desierto de Madián. A través de la
experiencia adquirida del pastoreo en la zona que rodeaba el Golfo de Acaba, Moisés
indudablemente adquirió un gran conocimiento de aquel territorio. Sin hallarse consciente de su
importancia, recibió una excelente preparación para conducir a Israel a través de aquel desierto
muchos años más tarde. La llamada de Moisés es ciertamente significativa a la luz del pasado y su
entrenamiento (Ex. 3-4). En la corte del Faraón se dio cuenta de que habría de contender con la
autoridad. No sin razón solicitó la libertad de los israelitas. Dios aseguró a Moisés la divina ayuda y
que proveería su actuación con tres milagros que le acreditasen ante los israelitas: el bastón que se
convirtió en una serpiente, la mano del leproso y el agua que se convertiría en sangre. Esto
suministró una base razonable para que los israelitas creyesen que Moisés estaba comisionado por el
Dios de los patriarcas. Habiendo recibido la seguridad de que Aarón sería su portavoz, Moisés
cumplió con la llamada de Dios y volvió a Egipto.

La confrontación con el Faraón


Durante el período del Nuevo Reino, el poder del Faraón era soberano y no sobrepasado por
ninguna nación contemporánea. Su dominio, a veces, se extendía tan lejos como el Eufrates. La
aparición de Moisés en, la corte real, demandando la puesta en libertad de su pueblo de Israel,
significaba un desafío al poder del Faraón. Las plagas, que ocurrieron durante un período
relativamente corto, demostraron el poder del Dios de Israel, no solo al Faraón y a los egipcios, sino
también a los propios israelitas. La actitud del Faraón desde el principio, es la del reto expresada en
la pregunta: "¿Quién es ese Señor cuya voz yo debería obedecer para dejar a Israel que se marche?"
(Ex. 5:2). Cuando se enfrentó con la oportunidad de dar cumplimiento a la voluntad de Dios, el
Faraón se resistió, endureciendo su corazón en el curso de aquellas circunstancias que con tal motivo
se desarrollaron. Las tres diferentes palabras hebreas advirtiendo al Faraón su actitud —como se
establece por diez veces en Ex. 7:13-13:15— denota la intensificación de una condición ya
existente. Dios permitió vivir al Faraón dotándole con la capacidad de resistir las divinas ofertas
(Ex. 9:16). En esta forma Dios endureció su corazón como está indicado en dos predictivas
referencias (Ex. 4:21 y 7:23) lo mismo que en la narrativa (9:12-14:17). El propósito de las plagas
—claramente establecidas en Ex. 9:16— es mostrar al Faraón el poder de Dios en nombre de Israel.
El gobernador de Egipto era así desafiado por un poder sobrenatural.

De qué forma fueron afectados los egipcios por las plagas, no está totalmente declarado. La
última plaga consistía en llevar a juicio a todos los dioses de Egipto (Ex. 12:12). La incapacidad del
Faraón y su pueblo para contrarrestar aquellas plagas tuvo que haber demostrado a los egipcios la
superioridad del Dios de Israel en comparación con los dioses que ellos adoraban. Aquello fue la
causa de que algunos egipcios llegaran al conocimiento del Dios de Israel (Ex. 9:20). Israel se hizo
consciente, asimismo, de la divina intervención. Habiendo permanecido en la esclavitud y el
cautiverio por diversas generaciones, los israelitas no habían sido testigos de una demostración del
poder de Dios en su época. Cada plaga triunfante aportaba una mayor manifestación de lo
sobrenatural, de tal forma, que con la muerte del primogénito, los israelitas comprobaron que
estaban siendo liberados por Uno que era omnipotente.

Las plagas están mejor explicadas como una manifestación del poder de Dios, a través de
fenómenos naturales. Ni el elemento natural, ni el sobrenatural, debería quedar excluido. Todas las
plagas tenían elementos comúnmente conocidos para los egipcios, tales como la de las ranas, los
insectos, y las inundaciones del Nilo. Pero la intensificación de aquellas cosas que eran naturales, la
exacta predicción de la llegada y desaparición de las mismas, lo mismo que la discriminación
mediante la cual los israelitas quedaron excluidos de ciertas plagas, fueron sucesos que debieron
haber causado el reconocimiento de lo sobrenatural.

La pascua de los judíos


A los israelitas se les dio instrucciones específicas por Moisés de la última plaga (Ex. 12:1-
51). La muerte del primogénito no afectó a aquellos que cumplieron con los divinos requerimientos.
Un cordero o un cabrito, sin tacha alguna, fue escogido en el décimo día de Abib. El animal fue
muerto en el día décimo cuarto hacia el atardecer y su sangre aplicada al dintel de cada casa. Con la
preparación para la partida completada, los israelitas comieron la carne de la pascua que consistía en
carne, pan sin levadura y hierbas amargas. Abandonaron Egipto inmediatamente tras de que el
primogénito de cada hogar egipcio hubiese muerto. Para los israelitas el éxodo de la tierra de Egipto
fue el más grande c los acontecimientos del Antiguo Testamento y su época. Cuando el Faraón
comprobó que el primogénito de cada hogar egipcio había sido muerto, el tuvo conforme con la
partida de los israelitas. La observancia de la pascua fue una rememoración anual de que Dios les
había puesto en libertad del cautiverio. El mes de Abib, más tarde conocido por Nisan, marcó desde
entonces el comienzo de su año religioso.

La ruta hacia el Monte Sinaí


El viaje de Israel hacia Canaán vía la península del Sinaí estuvo divinamente ordenado. No
había duda del camino directo —un camino en buen uso utilizado para propósitos comerciales y
militares— y que les llevaría la tierra prometida en una quincena. Para una desorganizada multitud
esclavos liberados, el desvío sinaítico no solo tenía una ventaja milita, sino que también les proveía
de tiempo y oportunidades para su organización. El incrementado conocimiento arqueológico y
topográfico ha disipado las antiguas disputas respecto a la historicidad de este caminar hacia sur,
incluso aunque algunas identificaciones geográficas son todavía inciertas. La imprecisa significación
de nombres de lugares tales como Sucot, Etam, Pi-hahirot, Migdol y Baal-zefón, dan margen a
diversas teorías q conciernen a la ruta exacta. Los Lagos Amargos pueden haber sido relacionados
con el Golfo de Suez, por lo que este canal cenagoso podría s el "Mar de las Cañas" (Yam Suph). Es
muy probable que los egipcios tuviesen una línea de fortificaciones más o menos idénticas con el
Caí de Suez para protegerles de los invasores asiáticos.

El punto exacto del paso de las aguas por Israel es de secunda] importancia por el hecho de
que esta masa de agua, además de haber ah gado a los egipcios perseguidores, suministrase una
infranqueable barre entre los israelitas y la tierra de Egipto. Un fuerte viento del este par las aguas
para el paso de las gentes de Israel. Aunque esto puede haber si similar a algún fenómeno natural el
elemento tiempo claramente indica una intervención sobre natural hecha en su favor (Ex. 14:21). La
protección divina fue aparente también cuando la columna en forma de nube les ocu de los egipcios
y evitó que éstos les atacasen antes de que las aguas se abriesen. Tras esta triunfante liberación,
Israel tenía razón para dar gracias Dios (Ex. 15).

Una jornada de tres días a través del desierto de Shur llevó a Israel ha Mará, donde las aguas
amargas se convirtieron en aguas dulces. Avanzan hacia el sur, los evadidos acamparon en Elim,
donde disfrutaron de la comodidad de doce manantiales de agua y de setenta palmeras. En el
desierto de Sin, Dios milagrosamente les proveyó del maná, que les sirvió de alimento diario hasta
que entraron en Canaán. Las codornices también fueron suministradas en abundancia cuando los
israelitas tuvieron necesidad de carne. En Refidín, ocurrieron tres cosas significativas: el agua que
surge de la roca cuando Moisés la toca con su bastón, Amalee fue rechazado por el ejército israelita
bajo el mando de Josué mientras Moisés oraba, y Moisés delegando sus deberes de administración a
los mayores de acuerdo con el consejo de Jetro. En menos de tres meses, los israelitas llegaron a
Monte Sinaí (Horeb). Allí quedaron acampados por aproximadamente un año.

LECCIÓN 4: LA RELIGIÓN

El acampamiento en el monte tuvo un propósito. En menos de un año, el pueblo de la alianza


con Dios se convirtió en una nación. La alianza estableció con el Decálogo las leyes para una vida
santificada, la construcción del Tabernáculo, la organización del Sacerdocio, la institución de las
ofrendas y las observancias de las fiestas y estaciones del año, todo lo cual capacitaba a Israel para
servir a Dios de una forma efectiva (Éxodo 19:1 y Num. 10:10).
La religión de Israel fue una religión revelada. Durante siglos, los israelitas habían sabido
que Dios hizo un pacto con Abraham, Isaac y Jacob, si bien experimentalmente no habían sido
conscientes de su poder y manifestaciones hechas en su nombre. Dios realizó un propósito
deliberado con esta alianza al liberar a Israel del cautiverio egipcio y de la esclavitud (Éxodo 6:2-9).
Y fue en el monte Sinaí, donde el propio Dios se reveló así mismo al pueblo de Israel. La
experiencia de Israel y la revelación de Dios en aquel acampamiento está registrada en Éxodo 19
hasta Levítico 27.

El pacto
Habiendo estado en cautiverio y en un entorno idolátrico, Israel a partir de entonces iba a ser
un pueblo totalmente devoto de Dios. Por un acto sin precedentes en la historia, ni repetido desde
entonces, quedó repentinamente cambiado desde una situación de esclavitud a la de una nación libre
e independiente. Allí, en el Sinaí, sobre la base de su liberación, Dios hizo un pacto por el que sería
su nación sagrada.

Israel fue instruido para preparar tres días para el establecimiento de esta alianza. A través de
Moisés, Dios reveló el Decálogo, otras leyes e instrucciones para la observación de fiestas sagradas.
Bajo el liderazgo de Aarón, dos de sus hijos y setenta mayores, el pueblo adoró a Dios con ofrendas
de fuego y de paz. Tras de que Moisés hubo leído el libro de la alianza, ellos respondieron aceptando
sus términos. La aspersión de la sangre sobre el altar y sobre el pueblo selló el acuerdo. Israel tuvo
la seguridad de que sería llevado a la tierra de Canaán a su debido tiempo. La condición del pacto
era la obediencia. Los miembros individuales de la nación podían perder sus derechos a la alianza
por la desobediencia. Sobre las llanuras de Moab, Moisés condujo a los israelitas a un público acto
de renovación de todo aquello antes de su muerte (Deut. 29:1).

El Decálogo
Las diez palabras o diez mandamientos constituyen la introducción al pacto. Los judíos
difieren de Josefo al utilizar Ex. 20:2 como el primer mandamiento y los versículos 3-6 como el
segundo. La división usada por los judíos desde los primeros siglos del cristianismo, coloca el
versículo 2 aparte como el primer mandamiento y combina los versículos 3-6 como el segundo. La
enumeración agustina difería ligeramente de la lista citada anteriormente en que el noveno
mandamiento se refiere a la avaricia y el deseo hacia la esposa del prójimo, mientras que la
propiedad estaba agrupada bajo el décimo mandamiento, siguiendo el orden establecido en el
Deuteronomio.

Distribuyendo los diez mandamientos en dos tablas, los judíos desde Filo hasta el presente,
las dividen en dos grupos de cinco cada una. Puesto que la primera pentada es cuatro veces tan larga
como la segunda, esta división puede estar sujeta a discusión. Agustín asignó tres a la primera tabla
y siete a la segunda, comenzando la última con el mandamiento de honrar padre y madre. Calvino y
muchos otros, que siguieron la enumeración de Josefo, utilizan la misma división en dos partes, con
cuatro en la primera tabla y seis en la segunda. Esta división en dos partes por Agustín y Calvino,
asigna todos los deberes hacia Dios en la primera tabla. Los deberes hacia los hombres quedan
consignados en la segunda. Cuando Jesús redujo los diez mandamientos en dos en Mateo 22:34-40,
pudo haber aludido a tal división. La característica distintiva del decálogo es evidente en los
primeros dos mandamientos. En Egipto eran adorados muchos dioses. Las plagas habían sido
dirigidas contra los dioses egipcios. Los habitantes de Canaán también eran politeístas. Israel iba a
ser distinto y único como el propio pueblo de Dios, caracterizado por una singular devoción a Dios y
solo a Dios. Consecuentemente, la idolatría era una de las peores ofensas en la religión de Israel.
Dios entregó a Moisés la primera copia del decálogo en el Sinaí. Moisés rompió aquellas
tablas de piedra sobre las cuales fueron escritos los diez mandamientos por el dedo de Dios, cuando
comprobó que su pueblo estaba rindiendo culto al becerro de oro fundido. Tras de que Israel fuese
debidamente castigado, pero salvado de la aniquilación mediante la plegaria intercesora de Moisés,
Dios le ordenó que le proporcionase dos tablas de piedra (Deut. 10:2, 4). Sobre tales tablas, Dios
escribió una vez más el decálogo. Aquellas tablas fueron más tarde colocadas en el Arca del Pacto.

Las leyes para un vivir santo


La expansión de las leyes morales y sus regulaciones adicionales para un Vivir santo, fueron
instituidas para guiar a los israelitas en su conducta como "pueblo santificado por Dios" (Ex. 20-24;
Lev. 11-26). La simple obediencia a esas leyes morales, civiles y ceremoniales, les distinguirían de
todas las naciones que les circundaban.

Esas leyes para Israel pueden ser entendidas mejor a la luz de las culturas contemporáneas de
Egipto y Canaán. El matrimonio entre hermano y hermana, que era cosa común en Egipto, quedaba
prohibido. Las regulaciones concernientes a la maternidad y al nacimiento de los hijos, no solamente
les recordaban que el hombre es una criatura pecadora, sino que se erigía contra la perversión sexual
como contraste, contra la prostitución, y el sacrificio de los niños asociado con sus ritos religiosos y
con las ceremonias de los cananeos. Las leyes del alimento purificado y las restricciones
concernientes al sacrificio de animales, tenían como fin evitar que los israelitas se conformaran con
las costumbres egipcias, asociadas con rituales idolátricos. Los israelitas, habiendo vivido y
conservado frescas las memorias y recuerdos de la esclavitud, debían ser instruidos en dejar algo
para los pobres en tiempo de las cosechas, proveer para los sin ayuda, honrar a los ancianos, y rendir
un constante ejemplo de justicia en todas sus relaciones humanas. Conforme se disponía de un
mayor conocimiento relativo al medio religioso contemporáneo de Egipto y Canaán, es verosímil
que muchas de las restricciones para los israelitas pareciesen más razonables a la mente moderna.

Las leyes morales eran permanentes, pero muchas de las civiles y ceremoniales, eran
temporales en naturaleza. La ley que limitaba el sacrificio de animales para alimento destinado al
santuario central, fue abrogada cuando Israel entró en Canaán (comparar Lev. 17 y Deut. 12:20-24).

El santuario
Hasta aquel tiempo, el altar había sido el lugar del sacrificio y del culto. Una de las
costumbres de los patriarcas era que deberían erigir un altar allí donde fuesen. Allá en el monte
Sinaí, Moisés construyó un altar, con doce pilares representando las dos tribus, sobre el cual los
jóvenes de Israel ofrecían sacrificios para la ratificación del pacto (Ex. 24:4 ss.). Un "Tabernáculo
de Reunión" que se menciona en Ex. 33, fue erigida "fuera del campamento". Aquello servía
temporalmente solo como el lugar de reunión para todo Israel, pero también como el lugar de la
divina revelación. Puesto que ningún sacerdocio había sido organizado, Josué fue el único ministro.
Siguiendo inmediatamente la ratificación del Pacto, Israel recibió la orden de construir un
tabernáculo de tal forma que Dios pudiese "habitar en medio de él" (Ex. 25:8). En contraste con la
proliferación de templos en Egipto, Israel tenía un solo santuario. Los detalles se dan explícitamente
en Ex. 25-40.

Bezaleel de la tribu de Judá fue nombrado jefe responsable de la construcción. Trabajando


junto a él, estaba Aholiab de la tribu de Dan. Estos hombres estaban especialmente insuflados con el
"Espíritu de Dios" y "capacidad e inteligencia" para supervisar el edificio del lugar del culto (Ex.
31,35-36). Asistiéndoles, se encontraban muchos otros hombres que se hallaban divinamente
motivados y dotados con capacidad para llevar a cabo sus tareas particulares. Los ofrecimientos por
la libre voluntad del pueblo suministraban material más que suficiente para el logro propuesto. El
espacio cerrado destinado al tabernáculo era comúnmente conocido y llamado el atrio (Ex. 27:9-18;
38:9-20). Con un perímetro de 300 codos (14 metros) aquel receptáculo estaba marcado por una
cortina de fino lienzo retorcido colgado sobre pilares de bronce con ganchos de plata. Aquellos
pilares eran de dos metros de altura y espaciados dos metros uno de otro. La única entrada (de nueve
metros de anchura) se encontraba al final de la cara este.

La mitad oriental de este atrio constituía el cuadrado de los adoradores. Allí, el israelita hizo
sus ofrendas en el altar del sacrificio (Ex. 27:1-8; 38:1-7). Este altar de bronce (3 metros cuadrados
y casi dos de altura) con cuernos en cada esquina, fue construido con acacia recubierta de bronce. El
altar era portátil equipado con escalones y anillas. Más allá del altar surgía la fuente (Ex. 30:17-21;
38:8, 40:30) que también fue construido en bronce. Allí los sacerdotes se lavaban los pies en
preparación para su oficio en el altar de los sacrificios o en el tabernáculo. En la mitad occidental del
atrio, aparecía el tabernáculo propiamente dicho. Con una longitud de 13'50 mts. y una anchura de
4'80 mts., estaba dividido en dos partes. La única entrada abierta hacia oriente, daba acceso al lugar
sagrado de nueve mts. de largura, accesible a los sacerdotes. Más allá el velo era el Lugar Santísimo
(4'5 x 4'5 mts.) donde el Sumo Sacerdote tenía permiso para entrar en el Día de la Expiación.

El tabernáculo en sí mismo estaba hecho de 48 tablas de 4'5 mts. de altura y casi 70 cms. de
ancho, con 20 a cada lado y ocho en el extremo occidental. Hecho todo ello con madera de acacia
sobrecubierta de oro (Ex. 26:1-37; 36:20-38), las planchas quedaban sujetas por medio de barras y
encastres de plata. El techo consistía en una cortina de fino lienzo retorcido en colores azul, púrpura
y carmesí con figuras de querubines. La cubierta externa principal estaba fabricada con pelo fino de
cabra, que servía como protección para el lienzo. Dos cubiertas más, una hecha con pieles de car-
nero y otra de pieles de tejones, tenían como finalidad proteger las dos primeras. Dos velos del
mismo material de la primera cubierta eran usados para los lados oriental y occidental del
tabernáculo y también para la entrada del lugar santo. La exacta construcción del tabernáculo no
puede ser determinada, sin embargo, puesto que no se suministran detalles en el relato escriturístico.
En el lugar santo había colocadas tres piezas de mobiliario: la mesa de los panes de la proposición al
norte, el candelero de oro hacia el sur y el altar del incienso ante el velo separando el lugar santo del
lugar santísimo (Ex. 40:22-28).

La mesa de los panes de la proposición estaba hecha de acacia, recubierta de oro puro
teniendo alrededor una cornisa también de oro, rodeada con un reborde de un palmo coronado todo
ello de oro. Se hicieron cuatro anillas de oro para los cuatro pies en sus ángulos. Los anillos están
por debajo de la cornisa para pasar por ellos las barras con que tenía que ser llevada (Ex. 25:23-30;
37:10-16). Además, platos, cucharas, copas y tazas para las liberaciones, todo de oro puro. Sobre la
mesa se pusieron cada sábado doce panes para la proposición, que fueron comidos por los sacerdo-
tes (Lev. 24:5-9). El candelero de oro puro todo él en su base y en su tallo era trabajado a cincel (Ex.
25:31-39; 37:17-24). La forma y medidas del pedestal aparecen inciertas. De sus lados salían seis
brazos, tres de un lado y tres del otro. Tres copas en forma de flor de almendro con un capullo y una
flor en un brazo y otras tres copas de la misma forma en el otro. El tallo del candelabro tenía
también cuatro copas en forma de almendro en flor con sus capullos y sus flores. Un capullo bajo los
dos primeros brazos que salen del candelabro, otro bajo los otros dos y un tercero bajo los dos
últimos que arrancaban también del candelabro. El conjunto de capullos y brazos formaba una sola
pieza con el candelabro. Todo en oro puro trabajado a cincel. Cada tarde los sacerdotes llenaban las
lámparas con aceite de oliva suministrado por los israelitas, para proveer de luz durante toda la
noche (Ex. 27: 20-21; 30:7-8).
El altar dorado, primeramente usado para la quema del incienso, quedaba en el lugar santo
ante la entrada en el lugar santísimo. Hecho de acacia recubierta de oro, este altar tenía casi un metro
de altura y 46 cms. cuadrados. Tenía un reborde de oro alrededor de la parte superior y un cuerno y
un anillo sobre cada esquina, de forma que pudiera ser convenientemente transportado con varas
(Ex. 30:1-10, 28, 34-37). Cada mañana y cada tarde al llegar los sacerdotes al candelabro, quemaban
incienso utilizando fuego procedente del altar de bronce.

El arca del pacto o testimonio era el objeto más sagrado en la región de Israel. Esta, y
solamente esta, tenía su sitio especial en el lugar santísimo. Hecho de madera de acacia recubierta de
oro puro por dentro y por fuera, este cofre tenía 1'15 mts., de largo con una profundidad y anchura
de setenta centímetros (Ex. 25:10-22; 37:1-9). Con anillos de oro y varas en cada lado, los
sacerdotes podían fácilmente transportarla. La cubierta del arca era llamada el propiciatorio. Dos
querubines de oro permanecían sobre la tapa de frente uno respecto del otro con sus alas cubriendo
el centro del propiciatorio. Este lugar representaba la presencia de Dios. A diferencia de los paganos,
no existía ningún objeto material para representar al Dios de Israel en el espacio que mediaba ente
los querubines. El Decálogo claramente prohibía ninguna imagen o semejanza de Dios. No obstante,
este propiciatorio era el lugar donde Dios y el hombre se encontraban (Ex. 30:6), donde Dios
hablaba al hombre (Ex. 25:22; Núm. 7:89), y donde el sumo sacerdote aparecía en el día de la
expiación para rociar la sangre para la nación de Israel (Lev. 16:14). Dentro del arca propiamente
dicha, estaba depositado el Decálogo (Ex. 25:21; 31:18; Deut. 10:3-5), un frasco de maná (Ex.
16:32-34), y la vara de Aarón que floreció (Núm. 17:10). Antes de que Israel entrase en Canaán, el
libro de la Ley fue colocado cerca del Arca (Deut. 31:26).

El sacerdocio
Anterior a los tiempos de Moisés las ofrendas eran usualmente hechas por el cabeza de una
familia, que oficialmente representaba a su familia en el reconocimiento y la adoración de Dios.
Excepto por la referencia de Melquisedec como sacerdote de Dios en Gen. 14:18, no se menciona
oficialmente el oficio o cargo de sacerdote. Pero ya que Israel había sido redimido de Egipto, el
oficio del sacerdote se hizo de una significante importancia. Dios deseó que Israel fuese una nación
santa (Ex. 19:6). Para una ministración adecuada y una adoración y culto efectivos, Dios designó a
Aarón para servir como sumo sacerdote durante la permanencia de Israel en el desierto.
Asistiéndole, estaban sus cuatro hijos: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. Los dos primeros fueron más
tarde castigados en juicio por llevar fuego no sagrado al interior del tabernáculo (Lev. 8:10; Núm.
10:2-4). En virtud de haber escapado a la muerte en Egipto, el primogénito de cada familia
pertenecía a Dios. Elegidos como sustitutos por hijo mayor en cada familia, los levitas auxiliaban a
los sacerdotes en su ministerio (Núm. 3:5-13; 8:17). En esta forma, la totalidad de la nación estaba
representada en el ministerio sacerdotal.

Las funciones de los sacerdotes eran varias. Su primera responsabilidad era mediar entre
Dios y el hombre. Oficiando en las ofrendas prescritas, ellos conducían al pueblo asegurándoles la
expiación por el pecado (Ex. 28: 1-43; Lev. 16:1-34). El discernimiento de la voluntad de Dios para
el pueblo era la más solemne obligación (Núm. 27:21; Deut. 33:8). Siendo custodios de la ley,
también estaban comisionados para instruir al laicado. El cuidado y la administración del
tabernáculo también estaba bajo su jurisdicción. Consecuentemente, los levitas estaban asignados
para asistir a los sacerdotes en la ejecución de las muchas responsabilidades asignadas a ellos. La
santidad de los sacerdotes es aparente en los requerimientos para un vivir santo, al igual que en los
prerrequisitos para el servicio (Lev. 21:1-22:10). La ejemplaridad en la conducta era especialmente
aplicada por los sacerdotes como obligación de tener un especial cuidado en cuestiones de
matrimonio y de disciplina de la familia. Mientras que las taras físicas les excluían
permanentemente del servicio sacerdotal, la falta de limpieza ceremonial resultante de la lepra, o de
contactos prohibidos, les descalificaba temporalmente del ministerio. Las costumbres paganas, la
profanación de las cosas sagradas, y la contaminación, eran cosas que tenían que ser evitadas por los
sacerdotes en todas las ocasiones. Para el sumo sacerdote las restricciones eran todavía mucho más
exigentes (Lev. 21:1-15).

La santidad peculiar para los sacerdotes también estaba indicada por los ornamentos que
tenían instrucciones de vestir. Hechos de materiales escogidos y de la mejor labor artesana, tales
vestiduras adornaban a los sacerdotes en belleza y en dignidad. El sacerdote vestía una túnica, un
cinturón, una tiara, y unos calzoncillos, todo ello fabricado con lino fino (Ex. 28:40-43; 39:27-29).
La túnica era larga, sin costuras y con mangas de lino fino, que le llegaban casi hasta los pies. El
cinturón, aunque no está descrito en particular, se ponía por encima de la túnica. De acuerdo con Ex.
39:29, el azul, la púrpura y el escarlata, eran trabajados en el hilo blanco del cinturón con aguja,
correspondiendo a los materiales y colores utilizados en el velo y ornamentos del tabernáculo. El
manto del sacerdote terminaba con un casquete plano, en forma de bonete. Bajo la túnica tenía que
usar calzoncillos de hilo fino cuando entraba en el santuario (Ex. 28:42).

El sumo sacerdote se distinguía por ornamentos adicionales que consistían en una túnica
bordada, un efod, un pectoral y una mitra para la cabeza (Ex. 28:4-39). El vestido, que se extendía
desde el cuello hasta por debajo de las rodillas, era azul y muy liso, excepto por unas granadas y
campanillas adheridas al fondo. El primero, de color azul, púrpura o escarlata, tenía un propósito
ornamental. Las campanillas, hechas en oro, estaban diseñadas para conducir a la congregación que
esperaba en cualquier momento, la entrada del sumo sacerdote en el lugar santísimo, en el día de la
expiación. El efod consistía en dos piezas de hilo hecho de oro, azul, púrpura y escarlata, unidas
entre sí con tiras en los hombros. En las caderas una pieza extendida en forma de banda en la cintura
sostenía a ambas en su lugar. Sobre cada pieza de los hombros del efod, el sumo sacerdote vestía
una piedra preciosa con los nombres de seis tribus grabadas por el orden de su nacimiento. Para
hacer la cuenta igual, los levitas eran omitidos, puesto que ellos asistían a los sacerdotes, o
posiblemente José contaba por Efraín y Manases. En esta forma, el sumo sacerdote representaba la
totalidad de la nación de Israel en su ministerio de mediación. Adornando el efod, llevaba dos
bordes dorados y dos pequeñas cadenas de oro puro.

En el pectoral, una especie de bolsa cuadrada, de 25 cms., se hallaba el más lujoso,


magnífico y misterioso complemento del vestido del sumo sacerdote. Cadenas de oro puro lo
eslabonaban a la tira del hombro del efod. El fondo estaba atado con encaje azul a la banda de la
cintura. Todo de piedras grabadas con los nombres tribales, estaban montadas en oro sobre la
plancha pectoral, sirviendo como un visible recordatorio de que el sacerdote representaba a la nación
ante Dios. El Urim y el Tumim, que significaban "luces" y "perfección" estaban situados en el
pliegue de la citada plancha del pecho (Ex. 28:30, Lev. 8:8). Se conoce poco respecto a su función o
del procedimiento prescrito del sacerdote oficiante; pero el hecho importante permanece, aquello
proveía un medio de discernir la voluntad de Dios. Igualmente significativo era la vestidura de la
cabeza o turbante del sumo sacerdote. Extendido por toda la frente y adherido al turbante, llevaba
una lámina de oro puro sobre la cual se hallaba escrito "Santidad al Señor". Ello constituía un
permanente recordatorio de que la santidad es la esencia de la naturaleza de Dios. Mediante un
precepto expiatorio, el sumo sacerdote presentaba a su pueblo como santo ante Dios. Por medio de
los sagrados ornamentos el sumo sacerdote, lo mismo que los sacerdotes ordinarios, manifestaba, no
solamente la gloria de este ministerio de mediación entre Dios e Israel, sino también la belleza en el
culto por la mezcla del colorido de la ornamentación corporal con el santuario.
En una elaborada ceremonia de consagración, los sacerdotes estaban colocados aparte para
su ministerio (Ex. 29:1-37; 40:12-15; Lev. 8:1-36). Tras un lavatorio con agua, Aarón y sus hijos
eran vestidos con los ornamentos sacerdotales y ungidos con aceite. Con Moisés oficiando como
mediador, se ofrecía un buey joven como ofrenda para el pecado, no solamente para Aarón y sus.
hijos, sino para la purificación del altar de los pecados asociados con su servicio. Esto solía ir
seguido por un holocausto en donde se sacrificaba un morueco de acuerdo con el ritual usual.

Otro de estos animales era entonces presentado como ofrenda de paz en una ceremonia
especial. Moisés aplicaba la sangre al dedo pulgar derecho, la oreja derecha y el dedo gordo del pie
derecho de cada sacerdote. Después tomaba la grasa, la pierna derecha y tres trozos de repostería,
que eran normalmente distribuidos al sacerdote oficiante y los presentaba a Aarón y a sus hijos,
quienes hacían con ellos ciertos signos y movimientos antes de ser consumido sobre el altar. Tras ser
presentado como ofrenda, la pechuga era hervida y comida por Moisés y los sacerdotes. Precediendo
a esta comida sacrificial, Moisés rociaba el aceite de los ungüentos y la sangre sobre los sacerdotes y
sus vestiduras. Esta impresionante ceremonia de ordenación era repetida cada uno de siete días
sucesivos, santificando los sacerdotes para su ministerio en el tabernáculo. En esta forma la totalidad
de la congregación se hacía consciente de la santidad de Dios cuando el pueblo llegaba hasta los
sacerdotes con sus ofrendas.

Las ofrendas
Las leyes sacrifícales e instrucciones dadas en el Monte Sinaí, no implicaban la ausencia de
las ofrendas anteriormente a este tiempo. Si puede o no ser discutida la cuestión de las varias clases
de ofrendas en el sentido de fuesen claramente distinguidas y conocidas por los israelitas, la práctica
de hacer sacrificios era indudablemente familiar, de cuanto se deduce de lo registrado acerca de
Caín, Abel, Noé y los patriarcas. Cuando Moisés apeló al Faraón para dejar en libertad al pueblo de
Israel, ya había anticipado las ofrendas y sacrificios haciéndolo así antes de su partida de Egipto (Ex.
5:1-3; 18:12, y 24:5). Ahora que Israel era una nación libre y en relación de alianza con Dios, se
dieron instrucciones específicas que concernían a las varias clases de ofrendas. Llevándolas como
estaban prescritas, los israelitas tenían la oportunidad de servir a Dios de manera aceptable (Lv. 1-7).

Cuatro clases de ofrendas implicaban el esparcir de la sangre: la ofrenda que tenía que ser
quemada, la ofrenda de la paz, la ofrenda del pecado y la ofrenda de culpa. Los animales estimados
como aceptables para el sacrificio eran animales limpios de manchas cuya carne podía ser comida,
tales como corderos, cabras, bueyes o vacas, viejos o jóvenes. En caso de extrema pobreza estaba
permitida la ofrenda de una paloma o un pichón.

Las reglas generales para hacer el sacrificio eran como sigue:


1. Presentación del animal en el altar
2. La mano del oferente se colocaba sobre la víctima
3. La muerte del animal
4. El rociado de la sangre sobre el altar
5. Quemar el sacrificio

Cuando un sacrificio era ofrecido para la nación, oficiaba el sacerdote. Cuando un individuo
sacrificaba por sí mismo, llevaba al animal, colocaba su mano sobre él y lo mataba. El sacerdote,
entonces, rociaba la sangre y quemaba el sacrificio. El que ofrecía, no podía comer la carne del
sacrificio excepto en el caso de una ofrenda de paz. Cuando se producían varios sacrificios al mismo
tiempo, la ofrenda del pecado precedía al holocausto y a la ofrenda de paz.
Holocausto
La característica distintiva respecto al holocausto, era el hecho de que la totalidad del
sacrificio era consumido sobre el altar (Lev. 1:5-17; 6:8-13). No estaba excluida la expiación, puesto
que ésta era parte de todo sacrificio de sangre. La completa consagración del oferante a Dios
quedaba significada por la consunción de la totalidad del sacrificio. Tal vez Pablo hacía referencia a
esta ofrenda en su llamamiento para la completa consagración (Rom. 12:1). Israel tenía ordenado el
mantener una continua ofrenda de fuego día y noche, por medio de ese fuego sobre el altar de
bronce. Se ofrecía un cordero cada mañana y cada tarde, y de ahí el recordatorio de Israel de su
devoción hacia Dios (Ex. 29:38-42; Núm. 28:3-8).

La ofrenda de paz
La ofrenda de paz era totalmente voluntaria. Aunque la representación y la expiación estaban
incluidas, la característica primaria de esta ofrenda era la comida sacrificial (Lev. 3:1-17; 7:11-34;
19:5-8; 22:21-25). Esto representaba una comunicación viviente y una camaradería y amistad entre
el hombre y Dios. Se permitía a la familia y a los amigos unirse al oferente en esta comida sacrificial
(Deut. 12:6-7, 17-18). Puesto que era un sacrificio voluntario, cualquier animal, excepto un ave,
resultaba aceptable, sin tener en cuenta la edad o el sexo. Tras la muerte de la víctima y el rociado de
sangre para hacer expiación por el pecado, la grasa del animal era quemada sobre el altar. A través
de los ritos de los movimientos de las manos del oferente, que sostenía el muslo y el pecho, el
sacerdote oficiante dedicaba estas porciones del animal a Dios. El resto de la ofrenda servía como
fiesta para el oferente y sus huéspedes invitados. Esta alegre camaradería significaba el lazo de
amistad entre Dios y el hombre. Existían tres clases de ofrendas de paz. Aquellas variaban con la
motivación del oferente. Cuando el sacrificio se hacía en reconocimiento de una bendición
inesperada o inmerecida, se llamaba ofrenda de acción de gracias. Si la ofrenda se hacía en pago de
un voto o promesa, se le llamaba ofrenda votiva. Si la ofrenda tenía como motivo una expresión de
amor a Dios, se le daba el nombre de ofrenda voluntaria. Cada una de tales ofrendas era acompañada
por una comida de ofrenda prescrita. La ofrenda de gracias duraba un día, mientras que las otras dos
se extendían a dos, con la condición de que cualquier cosa que quedase tenía que ser consumida por
el fuego al tercer día. En esta forma, el israelita gozaba del privilegio de entrar en el gozo práctico
de su relación de alianza con Dios.

La ofrenda por el pecado


Los pecados de ignorancia cometidos inadvertidamente, requerían una ofrenda (Lev. 4:1-35;
6:24-30). La violación de la negativa de órdenes punibles por excisión podía ser rectificada por un
sacrificio prescrito. Aunque Dios tenía solo una pauta de moralidad, la ofrenda variaba con la
responsabilidad del individuo. Ningún caudillo religioso o civil era tan prominente que su pecado
fuese condenado, ni ningún hombre tan insignificante que su pecado pudiera ser ignorado. Existía
una gradación en las ofrendas requeridas: un becerro para el sumo sacerdote o para la congregación,
un macho cabrío para un gobernante, una cabra para un ciudadano privado.

El ritual variaba también. Para el sacerdote o la congregación, la sangre era rociada siete
veces ante la entrada del lugar santísimo. Para el gobernante y el laico, la sangre era aplicada a los
cuernos del altar. Puesto que era una ofrenda de expiación, la parte culpable carecía del derecho de
comer la carne del animal, en ninguna de sus partes. Consecuentemente, este sacrificio o bien era
consumido sobre el altar o quemado al exterior, en el campo, con una excepción: el sacerdote recibía
una porción cuando oficiaba en nombre de un gobernante o seglar. La ofrenda por el pecado era
requerida también para pecados específicos, tales como rehusar el testificar, la profanación del
ceremonial o un juramento en falso (Lev. 5:1-13). Incluso aunque esta clase de pecados podían ser
considerados como intencionales, no representaban un desafío calculado a Dios castigado por la
muerte (Núm. 15:27-31). La expiación alcanzaba a cualquier pecado arrepentido, sin tener en cuenta
su situación económica. Si no podía ofrecer una oveja o una cabra, podía sustituirlas por una tórtola
o una paloma. En casos de extrema pobreza, incluso una pequeña porción de harina de flor fina (el
equivalente de una ración diaria de alimento) aseguraba a la parte culpable la aceptación por parte de
Dios. (Para otras ocasiones que requieran una ofrenda del pecado, ver Lev. 12:6-8; 14:19-31; 15: 25-
30; y Núm. 6:10-14).

La ofrenda de expiación
Los derechos legales de una persona y de su propiedad, en situación que implicase a Dios al
igual que a un amigo, estaban claramente establecidos en los requerimientos por las ofrendas de la
trasgresión (Lev. 5:14-6:7; 7:1-7). El fallo en el reconocimiento de Dios al descuidar el llevarle los
primeros frutos, el diezmo, u otras ofrendas requeridas, necesitaba no solamente la restitución, sino
también un sacrificio. Además, era preciso pagar seis quintos de las deudas requeridas, y el ofensor
también sacrificaba un carnero con objeto de obtener con ello el perdón. Este costoso sacrificio le
recordaba el precio del pecado. Cuando la mala acción era cometida contra un amigo, el quinto era
también preciso para hacer la pertinente enmienda. Si la restitución no podía ser hecha para el
ofendido o un pariente cercano, estas reparaciones eran pagadas al sacerdote (Núm. 5:5-10). El
infringir de los derechos de otras personas, también representaba una ofensa contra Dios. Por tanto,
era necesario un sacrificio.

La ofrenda del grano


Esta es la única ofrenda que no implicaba la vida de un animal, sino que consistía
primariamente en los productos de la tierra, que representaban los frutos del trabajo del hombre
(Lev. 2:1-16; 6:14-23). Esta ofrenda podía ser presentada en tres diferentes formas, siempre
mezcladas con aceite, incienso y sal, pero sin levadura ni miel. Si una ofrenda consistía en los
primeros frutos, las espigas del nuevo grano eran quemadas en el fuego. ras de moler el grano, podía
presentarse al sacerdote como harina fina o pan sin levadura, tartas o bien en forma de obleas
preparadas en el horno. Parece que una parte de estas ofrendas eran acompañadas de una propor-
cionada cantidad de vino para sus libaciones (Ex. 29:40; Lev. 23:13; Núm. 15:5,10). Una justificable
inferencia es que la ofrenda del grano, no era nunca llevada sola. Primeramente, existía el
acompañamiento de las ofrendas de paz y del fuego. Para estas dos parecía ser el necesario y
adecuado suplemento (Núm. 15:1-13). Tal era el caso de la ofrenda diaria del fuego (Lev. 6:14-23;
Núm. 4:16). La totalidad de la ofrenda era consumida cuando estaba ofrecida por el sacerdote para la
congregación. En el caso de una ofrenda individual, el sacerdote oficiante presentaba sólo un puñado
ante el altar del holocausto y retenía el resto para el tabernáculo. Ni en la ofrenda misma ni en el
ritual, hay alguna sugerencia de que proveía expiación por el pecado. Por medio de estas ofrendas,
los israelitas presentaban los frutos de su trabajo, significando así la dedicación de sus dones a Dios.

Las fiestas y estaciones


Por medio de las fiestas y estaciones designadas, los israelitas recordaban constantemente
que ellos eran el pueblo de Dios. En el pacto con Israel, que este ratificó en el Monte Sinaí, la fiel
observancia de los períodos establecidos era una parte del compromiso adquirido (Ex. 20-24).

El Sabbath
Lo primero, y muy principalmente, era la observancia del Sabbath. Aunque el período de
siete días queda referido en el Génesis, el sábado (día de reposo) está primeramente mencionado en
Ex. 16:23-30. En el Decálogo (Ex. 20:8-11), los israelitas tienen que "acordarse del día de reposo"
indicando que este no era el principio de su observancia. Para descansar o cesar de sus trabajos, los
israelitas recordaban que Dios descansó de su obra creativa en el séptimo día. La observancia del
sábado era un recordatorio de que Dios había redimido a Israel del cautiverio egipcio y santificado
como su pueblo santo (Ex. 31:13; Deut. 5:12-15). Habiendo sido liberado del cautiverio y la
servidumbre, Israel disponía de un día de cada semana para dedicarlo a Dios, que indudablemente
no hubiera sido posible mientras que el pueblo había servido a sus amos egipcios. Incluso sus
sirvientes estaban incluidos en la observancia del día de reposo. Se prescribía un castigo extremo
para cualquiera que deliberadamente despreciaba el sábado (Ex. 35:3; Núm. 15:32-36). Mientras que
el sacrificio diario para Israel era un cordero, en el sábado se ofrecían dos (Núm. 28:9,19). Este era
también el día en que doce tortas de pan eran colocadas sobre la mesa en el lugar santo (Lv. 24:5-8).

La luna nueva y la fiesta de las trompetas


El sonido de las trompetas proclamaba oficialmente el comienzo de un nuevo mes (Núm.
10:10). Se observaba también la luna nueva sacrificando ofrendas al pecado y al fuego, con
provisiones apropiadas de carne y bebida (Núm. 28:11-15). El mes séptimo, con el día de la
expiación y la fiesta de las semanas, marcaba el clímax del año religioso, o el fin del año (Ex.
34:22). En el primer día de este mes de la luna nueva, era designado como el de la fiesta de las
trompetas y se presentaban ofrendas adicionales (Lev. 23:23-25; Núm. 29:1-6). Este también era
comienzo del año civil.

El año sabático
Íntimamente relacionado con el sábado, estaba el año sabático, aplicable a los israelitas
cuando entraron en Canaán (Ex. 23:10-11; Lev. 25:1-7). Observándolo como un año festivo para la
tierra, dejaban los campos sin cultivar, el grano sin sembrar y las viñas sin cuidados cada siete años.
Cualquier cosa que recogiesen en dicho año tenía que ser compartido por los propietarios, los
sirvientes y los extraños, al igual que las bestias. Los que tenían créditos a su favor, tenían
instrucciones de cancelar las deudas en que hubiesen incurrido los pobres durante los seis años
precedentes (Deut. 15:1-11). Puesto que los esclavos eran liberados cada seis años, probablemente
tal año era también el año de su emancipación (Ex. 21:2-6; Deut. 15:12-18). De esta forma, los
israelitas recordaban su liberación del cautiverio egipcio. Las instrucciones mosaicas también
preveían para la lectura pública de la ley (Deut. 31:10-31). En esta forma, el año sabático tuvo su
específica significación para jóvenes y viejos, para los amos y sus sirvientes.

Año de júbilo
Después de la observancia del año sabático, llegaba el año del jubileo. Se anunciaba por el
clamor de las trompetas en el décimo día de Tishri, el mes séptimo. De acuerdo con las instrucciones
dadas en Lev. 25:8-55, este marcaba un año de libertad en el cual la herencia de la familia era
restaurada a aquellos que habían tenido la desgracia de perderla, los esclavos hebreos eran puestos
en libertad y la tierra era dejada sin cultivar. En la posesión de la tierra el israelita reconocía a Dios
como el verdadero propietario de ella. Consecuentemente tenía que ser guardada por la familia y
pasaba como si fuese una herencia. En caso de necesidad, podían venderse sólo el derecho a los
productos de la tierra. Puesto que cada cincuenta años esta tierra revertía a su propietario original, el
precio estaba directamente relacionado con el número de año que se mantenía antes del año del
jubileo. En cualquier momento, durante este período, la tierra estaba sujeta a rendición, por el
propietario o un pariente próximo. Las casas existentes en las ciudades amuralladas, excepto en las
ciudades levíticas, no estaban incluidas bajo tales principios del año del jubileo.

Los esclavos eran dejados en libertad durante este año, sin tener en cuenta la duración de su
servicio. Seis años era el período máximo de servidumbre para cualquier esclavo hebreo sin la
opción de la libertad (Ex. 21:1). En consecuencia, no podía quedar reducido a la condición de perpe-
tuo estado de esclavitud, aunque pudiese considerarlo necesario el venderlo a otro como sirviente
alquilado, cuando financieramente fuese preciso. Incluso los esclavos no hebreos no podían ser
considerados como de propiedad absoluta. La muerte como resultado de la crueldad por parte de su
amo, estaba sujeta a castigo (Ex. 21:20-21). En caso de evidentes malos tratos personales, un
esclavo podía reclamar su libertad (Ex. 21:26-27). Por el periódico sistema de dejar en libertad a los
hebreos esclavos y la demostración de amor y amabilidad a los extranjeros en la tierra (Lev. 19:33-
34), los israelitas recordaban que ellos también habían sido esclavos en la tierra de Egipto. Incluso
cuando el año del jubileo era seguido por el año sabático, los israelitas no tenían permiso para
cultivar el suelo durante este período. Dios les había prometido que recibirían tal abundante cosecha
en el sexto año que tendrían suficiente para el séptimo y el octavo años siguientes, que eran tiempo
para el descanso de la tierra. De este modo, los israelitas recordaban también que la tierra que
poseían al igual que las cosechas que de ellas recibían, era un regalo de Dios.

Fiestas anuales
Las tres observaciones anuales celebradas como fiestas, eran: (1) La pascua y fiesta de los
panes sin levadura, (2) la fiesta de las semanas, primicias o siega, (3) la fiesta de los tabernáculos o
cosecha. Tenían tal significación estas fiestas que todos los israelitas varones eran requeridos para su
debida atención y celebración (Ex. 23:14-17).

La pascua y la fiesta de los panes sin levadura


Históricamente, la pascua fue primeramente observada en Egipto cuando las familias de
Israel fueron excluidas de la muerte del primogénito, matando el cordero pascual (Ex. 12:1-13:10).
El cordero era escogido en el décimo día del mes de Abib y matado en el décimo cuarto. Durante los
siete días siguientes solo podía comerse los panes sin levadura. Este mes de Abib, más tarde
conocido por Nisán, era designado como "el principio de los meses" o el principio del año religioso
(Ex. 12:2). La segunda pascua era observada en el décimo cuarto día de Abib un año después de que
los israelitas abandonasen Egipto (Núm. 9:1-5). Ya que ninguna persona incircuncisa podía
compartir la pascua (Ex. 12:48), Israel no observó este festival durante el tiempo en su peregrinación
por el desierto (Jos. 5:6). No fue sino hasta que el pueblo entró en Canaán, cuarenta años después de
dejar la tierra de Egipto en que se observó la tercera pascua. El propósito de la observancia de la
pascua, era el recordar a los israelitas anualmente la milagrosa intervención de Dios en su favor (Ex.
13: 3-4; 34:18; Deut. 16:1). Ello marcaba la inauguración del año religioso.

El ritual de la pascua sufrió indudablemente algunos cambios de su primitiva observancia,


cuando Israel no tenía sacerdotes ni tabernáculo. Los ritos de carácter temporal eran: el sacrificio de
un cordero por el cabeza de cada familia, el rociado de la sangre en las puertas y dinteles y
posiblemente también, la forma en que compartían el cordero. Con el establecimiento del
tabernáculo, Israel disponía de un santuario central en donde los hombres tenían que congregarse
tres veces al año comenzando con la estación de la pascua (Ex. 23:17; Deut. 16:13). Los días quince
y veinticinco eran días de sagrada convocación. En toda la semana, sólo podía comerse por los
israelitas el pan sin levadura. Puesto que la pascua era el principal acontecimiento de la semana, a
los peregrinos se les permitía volver a casa a la mañana siguiente de esta fiesta (Deut. 16:7).
Mientras tanto, durante toda la semana se hacían ofrendas adicionales diarias para la nación,
consistentes en dos becerros, un carnero y siete corderos machos para una ofrenda de fuego, con la
comida de ofrenda prescrita y un macho cabrío para una ofrenda de pecado (Núm. 28:19-23; Lev.
23:8). Acompañando el ritual en el cual el sacerdote movía la gavilla ante el Señor, estaba la
presentación de una ofrenda de fuego consistente en un cordero macho además de una comida de
ofrenda de flor de harina mezclada con aceite y una ofrenda de vino. Ningún grano tenía que ser
usado de la nueva cosecha hasta el público reconocimiento que tenía que ser hecho como materiales
de bendición que procedían de Dios. Por consiguiente, en la observancia de la semana de la pascua,
los israelitas eran no solamente conscientes de su histórica liberación de Egipto, sino también
reconocían la bendición de Dios que era continuamente evidente en provisiones materiales. Tan
significante era la celebración de la pascua, que su especial provisión era hecha para aquellos que
estaban incapacitados para participar en el tiempo señalado y observarla un mes más tarde (Núm.
9:9-12). Cualquiera que rehusara observar la pascua quedaba reducido al ostracismo en Israel.
Incluso el extranjero era bienvenido para participar en aquella celebración anual (Núm. 9:13-14).

Así, la pascua era la más significativa de todas las fiestas y observaciones en Israel.
Conmemoraba el más grande de todos los milagros que el Señor había puesto en evidencia en favor
del pueblo de Israel. Esto se halla indicado por muchas referencias en los Salmos y en los libros
profetices. Aunque la pascua era observada en el tabernáculo, cada familia tenía un vivísimo
recuerdo de su significación, comiendo los panes sin levadura. No había ningún israelita exceptuado
de su participación en ella. Esto servía como un recordatorio anual de que Israel era la nación
elegida de Dios.

Fiesta de las semanas


Mientras que la pascua y la fiesta del pan sin levadura era observada al comienzo de la
cosecha de la cebada, la fiesta de las semanas tenía lugar cincuenta días más tarde, tras la cosecha
del trigo (Deut. 16:9). Aunque era una ocasión verdaderamente importante, la fiesta era observada
solamente un día. En este día de descanso, se presentaba una comida especial y una ofrenda
consistente en dos hogazas de pan con levadura que se presentaba al Señor para el tabernáculo,
significando con ello que el pan de cada día era proporcionado por obra del Señor (Lev. 23:15-20).
Los sacrificios prescritos eran presentados con esta ofrenda. En esta alegre ocasión, el israelita no
olvidaba nunca al desafortunado, dejando alimentos en los campos para los pobres y los necesitados.

La fiesta de los tabernáculos


El último festival anual era la fiesta de los tabernáculos4, un período de siete días durante el
cual los israelitas vivían en tiendas (Ex. 23:16; 34: 22; Lev. 23:40-41). Esta fiesta no sólo marcaba
el fin de la estación de las cosechas, sino que cuando estuvieron establecidos en Canaán, servía de
recordatorio de su permanencia en el desierto en que tenían que vivir en tiendas de campaña. Las
festividades de esta semana encontraban su expresión en los mayores holocaustos jamás
presentados, sacrificando un total de setenta bueyes. Ofreciendo trece el primer día, que se
consideraba como una convocación sagrada, el número iba decreciendo diariamente en uno. Cada
día, además, se ofrecía una ofrenda de fuego adicional. Esta ofrenda consistía en catorce corderos y
dos carneros con sus respectivas ofrendas igualmente de carne y bebida. Una convocatoria sagrada
celebrada en el octavo día, llevaba a la conclusión de las actividades del año religioso.

Cada año séptimo era peculiar en la celebración de la fiesta de los tabernáculos. Era el año de
la pública lectura de la ley. Aunque a los peregrinos se les pedía observar la pascua y la fiesta de las
semanas durante un día, ellos normalmente empleaban la totalidad de la semana en la fiesta de de los
tabernáculos, dando ocasión de una amplia oportunidad para la lectura de la ley de acuerdo con el
mandamiento de Moisés (Deut. 31:9-13).

Día de la Expiación
La más solemne ocasión de la totalidad del año era el día de la expiación (Lev. 16:1-34;
23:26-32; Núm. 29:7-11). Era observada en el décimo día de Tishri con una sagrada convocatoria y
ayuno. En aquel día no era permitido ningún trabajo. Este era el único ayuno requerido por la ley de
Moisés. El principal propósito de esta observancia era el hacer una verdadera expiación. En su
elaborada y singular ceremonia la propiciación fue hecha por Aarón y su casa, el santo lugar, la
tienda de la reunión, el altar de las ofrendas de fuego y por la congregación de Israel. Sólo el sumo
sacerdote podía oficiar en aquel día. Los otros sacerdotes ni siquiera se les permitía estar en el
santuario sino identificarse con la congregación. Para esta ocasión, el sumo sacerdote lucía sus
especiales ornamentos y se vestía con lino blanco. Las ofrendas prescritas para el día eran, como
sigue: dos carneros como holocausto para sí mismo y para la congregación, un becerro para su
propia ofrenda de pecado, y dos machos cabríos como una ofrenda de pecado por el pueblo.

Mientras que las dos cabras permanecían en el altar, el sumo sacerdote ofrecía su ofrenda del
pecado, haciendo expiación por sí mismo. Sacrificando una cabra en el altar, hacía la expiación por
la congregación. En ambos casos, aplicaba la sangre al propiciatorio. En manera similar, santificaba
el santuario interior, el lugar sagrado y el altar de las ofrendas de fuego. De aquella forma las tres
divisiones del tabernáculo eran adecuadamente limpiadas en el día de la expiación para la nación.
Después, la cabra era llevada al desierto para que con ella se fuesen los pecados de la congregación.
Habiendo confesado los pecados del pueblo, el sumo sacerdote volvía al tabernáculo para limpiarse
a sí mismo y cambiarse en sus atavíos oficiales. Una vez más volvía al altar en el patio exterior. Allí
concluía el día de expiación y su ritual con dos holocaustos, uno para sí mismo y el otro para la
congregación de Israel.

Las distintivas características de la religión revelada de Israel formaban un contraste con el


ambiente religioso de Egipto y Canaán. En lugar de la multitud de ídolos, ellos adoraban a un solo
Dios. En vez de un gran número de altares y hornacinas de adoración, ellos tenían sólo un santuario.
Por medio de las ofrendas prescritas y de los sacerdotes consagrados, se tenía hecha la provisión
para que el laicado pudiese aproximarse a Dios sin temor. La ley les guiaba en una pauta de
conducta que distinguía a Israel como la nación de la alianza con Dios en contraste con las culturas
paganas del entorno. En toda la extensión en que los israelitas practicaban esta religión divinamente
revelada, se hallaban asegurados del favor de Dios, como se expresaba en la fórmula sacerdotal para
bendecir la congregación de Israel (Núm. 6:24-26).

LECCIÓN 5: LA NACIONALIDAD

Preparación para la nacionalidad


En los alrededores del Monte Sinaí, Israel celebró el primer aniversario de su emancipación.
Aproximadamente un mes más tarde el pueblo levantó el campamento, buscando la inmediata
ocupación de la tierra prometida. Una marcha de once días les llevó hasta Cades, donde una crisis
precipitó el divino veredicto de la marcha errabunda por el desierto. No fue sino hasta pasados
treinta y ocho años más tarde, que el pueblo llegó a las llanuras de Moab (Núm. 33:38) y de allí a
Canaán.

Organización de Israel
Mientras que aún estaban estacionados en el Monte Sinaí, los israelitas recibieron detalladas
instrucciones (Núm. 1:1-10:10), muchas de las cuales estaban directamente relacionadas con su
preparación para continuar la jornada hasta Canaán. Las instrucciones expuestas en los primeros
capítulos pertenecen en gran medida a cuestiones y materias de organización. Muy verosímilmente,
el censo fechado en el mes de la partida de Israel del Monte Sinaí, representa una tabulación de la
cuenta tomada previamente (Ex. 30:11ss; 38:26). Mientras que en principio Moisés tuvo como
primordial preocupación la colección de lo preciso para la construcción del tabernáculo, después
debió ser instruido para lo concerniente al servicio militar. Excluídos las mujeres, niños y levitas, el
conjunto era de unos 600.000. Casi cuatro décadas más tarde, cuando la generación rebelde había
perecido en el desierto, la cifra era aproximadamente la misma (Núm. 26). El paso de tan grande
hueste de gente a través del desierto trasciende la historia ordinaria. No solo el hecho en sí debió
requerir un suministro sobrenatural de provisiones materiales de maná, codornices y agua, sino una
cuidadosa organización. Tanto si estaba acampado o en marcha, la ley y el orden eran necesarios
para el bienestar nacional de Israel.

Los levitas estaban numerados separadamente. Substituidos por el primogénito en cada


familia, los levitas tenían como misión servir bajo la supervisión de Aarón y sus hijos, que ya habían
sido designados como sacerdotes. Como asistentes a los sacerdotes aarónicos, tuvieron asignadas
ciertas responsabilidades. Los levitas maduros entre las edades de treinta a cincuenta años tenían
confiadas especiales misiones en el propio tabernáculo. La edad límite mínima, dada como la de
veinticinco años en Núm. 8:23-26, pudo haber previsto un período de aprendizaje de cinco años. El
campamento de Israel fue cuidadosamente planeado, con el tabernáculo y su atrio ocupando el lugar
central. Rodeando el atrio, estaban los lugares asignados a los levitas, con Moisés y los sacerdotes
de Aarón colocados en la parte oriental o frente a la entrada. Más allá de los levitas, había cuatro
campamentos encabezados por Judá, Rubén, Efraín y Dan. A cada campamento fueron asignadas
otras dos tribus adicionales. El cuidado y la eficiencia en la organización del campamento están
indicadas por los nombramientos hechos a las varias familias de los levitas: Aarón y sus hijos tenían
la supervisión sobre la totalidad del tabernáculo y su atrio; los gersonitas tenían a su cuidado las
cortinas y cubiertas, los coatitas estaban al cargo del mobiliario, y los meraritas eran responsables de
los pilares y las mesas.

Los problemas peculiares a un, acampamento de tan populosa nación, requerían regulaciones
especiales (5:1-31). Desde el punto de vista higiénico y ceremonial, se tomaban, medidas de
precaución necesarias para los leprosos y otras personas enfermas, existiendo quienes se cuidaban de
los que morían. El robo requería una ofrenda y la restitución. La infidelidad marital estaba sujeta a
severo castigo, tras una comprobación fuera de lo usual, lo que implicaba un, milagro y que hubiese
revelado la parte culpable. Sin tener subsiguientes referencias a tales procedimientos, es razonable
considerar esto como un método temporal usado solamente durante la larga jornada empleada en el
desierto. El voto nazareo pudo haber sido una práctica común que requería regulación (6:1-21). Al
hacer este voto, una persona se consagraba voluntariamente a sí misma servicio especial de Dios.
Tres en número eran las obligaciones de un nazareo: negarse a sí mismo el uso de los productos de
la vid, incluso el jugo de las uvas y de la propia fruta, dejarse crecer el cabello como signo público
de que había tomado un voto, y abstenerse del contacto de cualquier cuerpo muerto. Se imponía un
severo castigo cuando se rompía uno de tales votos, incluso sucediendo inintencionadamente. El
voto solía terminar por una ceremonia pública a la conclusión del período prescrito.

Una de las ocasiones más impresionantes durante el acampamento de Israel en el Monte


Sinaí, era el principio del segundo año. En aquella ocasión, el tabernáculo con todos sus ornamentos
y accesorios era erigido y dedicado (Ex. 40:1-33). Se proporciona información adicional, respecto a
este acontecimiento, cuando el tabernáculo se convirtió en el centro de la vida religiosa de Israel, en
el libro de los Números 6:22-9:14. Moisés, que oficiaba en la iniciación del culto en el tabernáculo,
impartía al pueblo y a los sacerdotes directrices procedentes del Señor, respecto a su servicio re-
ligioso (ver 6:22; 7:89; 8:5). Los sacerdotes recibían una fórmula para bendecir la congregación
(Núm. 6:22-27). Esta oración, bien conocida, aseguraba a los israelitas no solamente el cuidado de
Dios y su protección sino también la prosperidad y el bienestar.

Cuando el tabernáculo había sido totalmente dedicado, los jefes de las tribus presentaban sus
ofrendas. Anticipando los problemas prácticos del transporte para el tabernáculo, había doce carros
cubiertos y doce bueyes dedicados a este propósito. De ello estaban encargados los levitas de
servicio. Para la dedicación del altar, cada jefe aportaba una serie de elaborados sacrificios, que eran
ofrecidos en doce días sucesivos. Tan significativos eran aquellos regalos y ofrendas, que cada una
de ellas, diariamente, era, puesta en una lista (Núm. 7:10-88). Aarón recibía también instrucciones a
la luz de las lámparas del tabernáculo (8:1-4). Los levitas eran públicamente presentados y
dedicados para su servicio en asistir a los sacerdotes (8:5-26). Cuando Moisés había oficiado solo,
Aarón y sus hijos eran santificados para el servicio sacerdotal y estaba asistido por Aarón en la
instalación de los ritos y ceremonias para los levitas.

La pascua, que marcaba el primer aniversario de la partida de Egipto, era observada durante
el primer mes del segundo año (9:1-14). Lo que se registra sobre esta festiva celebración es breve,
pero se hacía un especial énfasis en que participasen todos, incluso los extranjeros que se
encontrasen en el campamento. Se tenía dispuesta una especial provisión para aquellos que no
podían participar a causa de contaminación, de forma que pudiesen observar la pascua el segundo
mes. Puesto que los israelitas no levantaban el campamento hasta el vigésimo día, todos estaban en
condiciones de tomar parte en la celebración de la primera pascua, después del Éxodo. Antes de que
Israel levantase el campamento de Monte Sinaí, se hacía la adecuada provisión para la guía en su
viaje hacia Canaán (9:15-10:10). Con la dedicación del tabernáculo, la presencia de Dios era
visiblemente mostrada en el pilar de la nube y el fuego que podían observarse día y noche. La
misma divina manifestación había provisto de protección y guía cuando el pueblo escapó de Egipto
(Ex. 13:21-22; 14:19-20). Celando Israel acampó la nube se cernía sobre el lugar santísimo. Estando
en ruta, la nube marcaba el camino a seguir.

La contrapartida a la guía divina era la eficiente organización humana. La señal que


suministraba la nube era interpretada y ejecutada por hombres responsables del liderazgo. A Moisés
se le ordenó que se proveyese de dos trompetas de plata. El sonar de una trompeta llevaba a los jefes
tribales, hacia el tabernáculo. El sonido de ambas llamaba a pública asamblea de j todo el pueblo.
Un largo y prolongado toque de ambas trompetas ("sonido de alarma") era la señal para los varios
campamentos para estar dispuestos; a avanzar en un orden preestablecido. Así, la adecuada
coordinación de lo humano y lo divino hacían posible que tan gran nación pudiese seguir su ;d ruta
de una forma ordenada a través del desierto.

Peregrinación en el desierto
Tras de haber acampado en el Monte Sinaí, por casi un año, los israelitas siguieron hacia el
norte en dirección a la tierra prometida. Casi cuatro décadas más tarde, llegaron a la orilla oriental
del río Jordán. Comparativamente breve es la narración de su viaje en Núm. 10:11-22:1. Tras once
días Israel alcanzó Cades en el desierto de Parán (Deut. 1:2). Marchando como una unidad
organizada, el campamento de Judá abría marcha, seguido por los gersonitas y los meraritas, quienes
tenían a su cargo el transporte del tabernáculo. El siguiente, por el orden convenido, era el
campamento de Rubén. Precediéndoles, seguían los coatitas, quienes llevaban los ornamentos del
Arca y otros del tabernáculo. Completando la procesión estaban los campamentos de Efraín y Dan.
Además de la divina guía Moisés solicitó la ayuda de Hobab, cuya familiaridad con el desierto le
calificaba para proporcionar un servicio de exploración para la marcha hacia adelante de Israel.
Aparentemente estuvo conforme en acompañarles, puesto que sus descendientes más tarde
residieron en Canaán (Jueces 1:16; 4:11).

En ruta hacia su destino, los israelitas se quejaron y se rebelaron. Perplejo y preocupado,


Moisés acudió a Dios en oración. En respuesta, se le dieron instrucciones para elegir setenta
personas mayores a quien Dios había dotado para compartir sus responsabilidades. Además, Dios
envió un, gran viento que les aportó una abundante cantidad de codornices para los israelitas. La
intemperancia y el desorden hizo que la gente las comiera sin cocinar, y de tal forma, su gula se
convirtió en una plaga que causó la muerte de muchos. Apropiadamente este lugar se llama
"Kibrot-hataava", que significa "las tumbas de la codicia." La insatisfacción y la envidia se extendió
hasta los jefes. Incluso Aarón y María discutieron la posición de liderazgo de su hermano. Moisés
fue vindicado cuando María quedó leprosa. Aarón se arrepintió inmediatamente, nunca más desafió
la autoridad de su hermano y a través de la oración intercesora de Moisés, María fue curada.

Desde el desierto de Parán, Moisés envió doce espías a la tierra de Canaán. Cuando
volvieron, estaban acampados en Cades, aproximadamente a ochenta kms. al sur y algo al oeste de
Beerseba. Los hombres, unánimamente, informaron de la excelencia de la tierra y de la fuerza
potencial y ferocidad de sus habitantes. Pero no estuvieron de acuerdo en sus planes de conquista.
Diez declararon que la ocupación era imposible y manifestaron públicamente su deseo de volver a
Egipto, inmediatamente. Dos, Josué y Caleb, afirmaron confiadamente que con la ayuda divina la
conquista era posible. El pueblo, no queriendo creer que el Dios que les había recientemente
liberado de la esclavitud de Egipto fuese también capaz de conquistar y ocupar la tierra prometida,
promovió un insolente motín, amenazandb con apedrear a Josué y a Caleb. En desesperación,
incluso consideraron el hecho de elegir otro nuevo caudillo.

Dios, en su juicio de la situación, contemplaba la aniquilación de Israel en rebelión. Cuando


Moisés se dio cuenta de aquello, hizo la necesaria intervención y obtuvo el perdón para su pueblo.
Sin embargo, los diez espías sin fe murieron en una plaga, y toda la gente con edad de veinte años y
mayor, exceptuando a Josué y a Caleb, quedó sin el derecho de entrar en Canaán. Conmovidos por
la muerte de los diez espías y el veredicto de otro prolongado período de peregrinación por el
desierto, confesaron su pecado. Que su arrepentimiento no es genuino es aparente en su intento de
rebelión para entrar en Palestina inmediatamente. En esto fueron derrotados por los amalecitas y los
cananeos. Mientras los israelitas pasaban el tiempo en el desierto (15:1-20:13), murió una
generación entera. Las leyes en Núm. 15, tal vez dadas pronto tras este punitivo veredicto
anunciado, muestra el contraste entre el juicio por el pecado voluntario y la misericordia por el
arrepentimiento individual de quien había pecado en la ignorancia. Además, las instrucciones para
sacrificar en Canaán suministraban una esperanza para la generación más joven en su anticipación
de vivir realmente en la tierra que se les había prometido.

La gran rebelión acaudillada por Coré, Datán y Abiram, representaba dos grupos de
amotinados, mutuamente reforzados por su esfuerzo cooperativo (Núm. 16:1-50) El liderazgo
eclesiástico de la familia de Aarón, a quienes fue reducido y restringido el sacerdocio, fue desafiado
por Coré y los levitas que le apoyaron. Se apeló a la autoridad política de Moisés en la cuestión por
Datán y Abiram, que aspiraban a tal posición en virtud de ser descendientes de Rubén, el hijo mayor
de Jacob. En juicio divino, tanto Moisés como Aarón fueron vindicados. La tierra se abrió para
tragarse a Datán y Abiram junto con sus familiares. Coré desapareció con ellos. Antes de que esta
rebelión cediese, en el campamento de Israel había perecido 14.000 personas.

Tras la muerte de los insurrectos, Israel recibió una señal milagrosa evitando cualquier
posterior deseo de poner en duda la autoridad de sus jefes (17:1-11). Entre doce varas, cada una
representando una tribu, la de Leví produjo vástagos, flores y almendras. Además, de confirmar a
Moisés y a Aarón en sus nombramientos, la inscripción del nombre de Aarón en su bastón
específicamente le designó como sacerdote de Israel. La preservación de aquel bastón en el
tabernáculo servía como permanente evidencia de la voluntad de Dios. Para aliviar el temor del
pueblo al acercarse al tabernáculo, las responsabilidades de los sacerdotes y levitas fueron
reafirmadas y claramente delineadas (17:12-18:32). El sacerdocio fue restringido para Aarón y su
familia. Los levitas fueron designados como asistentes de los sacerdotes. La provisión para su
mantenimiento se hizo a través del diezmo entregado por el pueblo. Los levitas daban un décimo
también de su renta a los sacerdotes. Por esta razón, los levitas no fueron incluidos en el reparto de
la tierra, cuando los israelitas se asentaron en. Canaán.

La polución resultante procedente de la plaga y el entierro de tanta gente al mismo tiempo,


hizo necesaria una ceremonia especial para la purificación del campamento (19:1-22). Eleazar, un
hijo de Aarón, ofició. Este ritual, que de forma impresionante recordó a los israelitas la naturaleza de
la muerte (5:1-4) y proporcionó una higiénica protección, fue ordenado como un estatuto
permanente. Las experiencias de los israelitas mientras viajaban por Ezión-geber y Elat hacia las
llanuras de Moab, se hallan resumidas en Núm. 20:1-22:1. Antes de su partida de Cades, María
murió. Cuando el pueblo se enfrentó con Moisés a causa de la escasez de agua, recibió instrucciones
de ordenar que una roca suministrase el líquido elemento. Airado e impaciente, Moisés golpeó la
roca y el agua surgió en abundancia. Pero por su desobediencia, le fue denegado el privilegio de
entrar en Canaán.

Desde Cades, Moisés envió mensajeros al rey de Edom solicitando permiso para marchar a
través de sus tierras por Camino Real. No solo le fue denegado el permiso sino que el ejército
edomita fue enviado a vigilar la frontera. Esta inamistosa actitud fue frecuentemente denunciada por
los profetas. Antes de que Israel dejase la frontera edomita, Aarón murió en la cima del monte Hor.
Eleazar fue revestido con los ornamentos de su padre y nombrado sumo sacerdote en Israel. Y antes
de continuar su viaje, Israel fue atacado por un rey cananeo, pero Dios les dio la victoria. Aquel
lugar fue llamado Horma. Dándose cuenta de que se movían hacia el sur alrededor de Edom, el
pueblo se impacientó y se quejó contra Dios al igual que contra Moisés. El castigo divino llegó en
forma de una plaga de serpientes, causando la muerte de muchos israelitas. En penitencia, el pueblo
se volvió hacia Moisés, quien aportó el consuelo mediante la erección de una serpiente de bronce.
Cualquiera que fuese mordido por una serpiente, era curado con solo dirigir la mirada a la serpiente
de bronce. Jesús utilizó este incidente como un símbolo de su muerte sobre la cruz, aplicando el
mismo principio: el que se volviese a Él no perecería, sino que tendría la vida eterna (Juan 3:14-16).

Israel continuó su camino hacia el sur por el camino de Elat y Ezióngeber, rodeando Edom,
lo mismo que Moab, y continuando hacia el norte por el valle de Arnón. Los tres relatos, tal y como
se dan en Núm. (21 y 33) y Deuteronomio (2) se refieren a varios lugares no identificados hasta el
día de hoy. Israel tenía prohibido luchar contra los moabitas y los amonitas, los descendientes de
Lot. Sin embargo, cuando los dos gobernantes amorreos, Sehón, rey de Hesbón y Og, rey de Basán,
rehusaron el paso de Israel y respondieron con un ejército, los israelitas les derrotaron y ocuparon la
tierra que había al norte del valle de Arnón. Allí, en las llanuras de Moab, recientemente tomadas
por los amorreos, los israelitas establecieron su campamento.

Instrucciones para entrar en Canaán


Mientras que permanecieron acampados al nordeste del Mar Muerto, la nación de Israel
recibió las instrucciones finales para la conquista final y la ocupación de la tierra prometida. El
cuidado providencial de Israel en las sombras de Moab y la cuidadosa preparación del pueblo en la
víspera de la entrada en Canaán, están registrados en Núm. 22-36. Los sutiles designios de los
moabitas sobre la nación elegida de Dios, fueron más formidables que una guerra abierta
(22:2-25:18). Dominado por el miedo cuando los amorreos fueron derrotados, Balac, el rey moabita,
ideó planes para la destrucción de Israel. En cooperación con los ancianos de Madián, comprometió
al profeta Balaam de Mesopotamia para maldecir al pueblo acampado a través del río Arnón.
Balaam rehusó la primera invitación, siendo explícitamente advertido de no ir y no maldecir
a Israel. Los honorarios para la adivinación fueron tan incitantes, sin embargo, que arrastraron a
Balaam a aceptar la repetida invitación del rey. En aquella misión, que era contraria a la voluntad de
Dios claramente revelada, Balaam tuvo la sorprendente experiencia de ser audiblemente increpado
por su propio burro. Al profeta le fue recordado de una manera impresionante que iba a Moab para
hablar solamente del mensaje de Dios. Balaam declaró fielmente el mensaje de Dios cuatro veces.
Sobre tres diferentes montañas, Balac y sus príncipes prepararon ofrendas para proporcionar una
atmósfera de maldición, pero cada vez el profeta pronunció palabras de bendición. Profundamente
decepcionado, el rey moabita le increpó y le ordenó que cesara. Aunque Balac le despachó sin
ninguna recompensa, Balaam profirió una cuarta profecía antes de irse. En ella, delineó claramente
la futura victoria de Israel sobre Moab, Edom y Amalec.

Balac tuvo más éxito en su siguiente plan contra Israel. En lugar de retornar a su hogar de
Mesopotamia, Balaam permaneció con los madianitas y ofreció un mal consejo a Balac (31:16). Los
moabitas y madianitas siguieron su consejo y sedujeron a muchos israelitas para caer en la
inmoralidad y la idolatría. Mediante el culto de Baal-peor con ritos inmorales, los participantes
incurrieron en la ira divina. Con objeto de salvar un gran número de gentes del juicio, los jefes
israelitas culpables fueros ahorcados inmediatamente. Finees, un hijo de Eleazar, desplegó un gran
celo y se revolvió contra aquellos que precipitaron la plaga en la que murieron por miles.
Subsecuentemente, los descendientes de Finees sirvieron como sacerdotes en Israel. La orden de
castigar a los madianitas por su desmoralizadora influencia sobre Israel, fue ejecutada bajo el
liderazgo de Moisés (31:1-54). No escapó del castigo de los jefes notables, Balaam, hijo de Beor.

Después de esta crisis, Moisés hizo la necesaria preparación para condicionar a su pueblo en
la conquista de Canaán. El censo tomado bajo la supervisión de Eléazar fue en parte una apreciación
militar del poder en hombres de Israel (26:1-65). La cuenta total fue realmente en cierto modo más
baja que la que se había hecho casi cuarenta años antes. Josué fue nombrado y públicamente
consagrado como el nuevo caudillo (27:12-23). La solución dada al problema de la herencia, surgido
por las hijas de Zelofehad, indicó la voluntad de Dios de que la tierra prometida sería conservada en
pequeñas pertenencias que pasarían a sus herederos. Se dieron también otras instrucciones
adicionales concernientes a las ofrendas regulares, festivales, y el mantenimiento de los votos, una
vez asentados en la tierra prometida (28:1-30:16). Viendo que el terreno oriental del Jordán era un
excelente territorio para pastos, las tribus de Rubén y Gad apelaron a Moisés para asentarse en ellas
permanentemente. Aunque con cierta desgana, lo permitió, accediendo a su demanda. Para estar
seguros de que la conquista de Canaán no sería puesta en peligro por falta de cooperación, exigió
una prenda para garantizarlo. Aquella promesa verbal fue pronunciada dos veces. La tierra
de Galaad fue entonces otorgada a Rubén, Gad, y a la mitad de la tribu de Manasés (32:1-42).

Moisés preparó también un informe escrito sobre la jornada a través del desierto (Núm.
33:2). A causa de su entrenamiento y experiencia parece razonable asumir que él conservó
detallados informes y registros de aquella marcha llena de incidentes desde Egipto hasta Canaán,
para consideración de la posteridad (33:1-49). Pensando en el futuro, Moisés se anticipó a las
necesidades de los israelitas cuando entrasen en Canaán (33:50-36:13). Les advirtió claramente de
destruir a sus idólatras habitantes y poseer sus tierras. Además, aparte de Josué y Eleazar, diez
caudillos tribales fueron asignados para la responsabilidad de dividir la tierra a las restantes nueve
tribus y media. Ninguno de los príncipes, mencionados en Núm. 1, ni ninguno de sus hijos, están en
este nuevo grupo. En lugar de tierras, cuarenta y ocho ciudades situadas por todo Canaán, se
designan para los levitas. Ciudades de refugio, designadas para prevenir el comienzo de las
disensiones sangrientas, quedaron descritas por Moisés. Antes de su muerte, dejó tres ciudades al
este del Jordán para este propósito (Deut. 4:41-43). En el capítulo final de Números, Moisés trata del
problema de la herencia, limitando a las mujeres que hereden tierra por matrimonio con miembros
de su propia tribu.

Pasado y futuro
Moisés estaba advertido de que su ministerio estaba casi completado. Aunque no se le
permitió entrar en la tierra prometida, pidió a Dios bendiciones para los israelitas, anticipando el
privilegio de su conquista y posesión. Como jefe fiel, entregó diversas directrices a su pueblo,
amonestándole con ser fieles a Dios. Nadie estuvo más familiarizado con las experiencias de Israel
que Moisés. Habían transcurrido cuarenta años desde que escapó de las garras del Faraón y condujo
con éxito al pueblo elegido fuera de Egipto. Tras la única revelación de Monte Sinaí hecha por Dios,
la ratificación del pacto, y casi un año de preparación para ser nación, Moisés se había anticipado
conduciendo su nación a la tierra de Canaán. En lugar de avanzar sobre la conquista y la ocupación
de la tierra prometida, el tiempo había transcurrido en el desierto hasta que la generación irreligiosa
y revolucionaria hubo muerto. Entonces Moisés dirige la nueva generación que está al borde de
tomar posesión de la tierra prometida a los patriarcas y a sus descendientes.

En su primer discurso público revisa la historia (1:6-4:40). Comenzando con su campamento


y partida del monte Horeb, él recuerda a sus oyentes que, a través de la duda y la rebelión, sus
padres perdieron el derecho a la tierra prometida y murieron en el desierto. También les recordó las
recientes victorias sobre los amorreos y el reparto de su tierra a diversas tribus que se
comprometieron a ayudar al resto de los israelitas en la conquista de la tierra más allá del Jordán.
Aunque por sí mismo no podía conservar el privilegio de continuar como jefe, les aseguró que Dios
les garantizaría la victoria bajo el mando de Josué. En vista de lo sucedido a la precedente
generación, Moisés advierte a su pueblo el evitar que se cometan los mismos errores. Las
condiciones para obtener los favores de Dios son: obediencia a la ley y una total devoción realizada
con toda el alma y el corazón hacia el único Dios. Si desobedecen y se conforman a las formas
idolátricas de los cananeos, los israelitas sólo pueden esperar la cautividad.

Moisés comienza su segundo discurso con una revisión de la ley (4:44 SS.). Les recuerda que
Dios hizo una alianza con ellos y que están bajo la obligación de guardar la ley si tienen verdaderos
deseos de mantener su relación. Repite el Decálogo, que es básico para una vida aceptable a los ojos
de Dios. Llamado a ser un pueblo separado y santo, ellos sólo pueden continuar así mediante un
genuino amor a Dios y a la diaria obediencia a su voluntad como está expresado en la revelación
hecha en el Sinaí. Moisés también les advierte contra los peligros de fallar en tales propósitos.
Anticipándose a la residencia del pueblo en Canaán, Moisés les instruye con respecto a su conducta
en su estado de asentamiento de la tierra prometida (12:1 ss.). La idolatría tiene que ser
absolutamente suprimida, así temo los idólatras. Tienen que rendir culto a Dios solamente, en los
lugares divinamente designados, advirtiéndoles además del culto que hagan los habitantes de la
tierra. Algunas de las leyes, tales como la de restricción de matar animales en una plaza central (Lev.
17:3-7), es revisada de nuevo y adaptada a nuevas condiciones. Para guiarles en su vida doméstica,
civil y social, Moisés promulga reglas y ordenanzas para su guía y aliento. Revisa brevemente
muchas de las leyes ya dadas, y se pronuncia sobre numerosas instrucciones que les ayudarán a
conformarse a los deseos de Dios. En todo su discurso, les exhorta a la más completa obediencia.

Finalmente, Moisés especifica ciertas bendiciones y maldiciones (27:130:20). Por la


obediencia Israel prosperará, pero con la desobediencia, atraerán hacia sí la maldición del exilio y el
cautiverio, de los cuales fue liberada como nación. Para impresionar más vívidamente al pueblo,
Moisés da instrucciones de que se lean esas bendiciones y maldiciones antes de que la entera
congregación haya de entrar en Canaán. Al delegar Moisés su liderazgo en Josué y su ministerio de
enseñar a los sacerdotes, les provee de una copia de la ley. No se conoce el completo contenido de lo
existente en aquella copia escrita. Siendo familiar con los acontecimientos cambiantes de la historia
de Israel, Moisés, indudablemente tuvo que referirse a proveer unos extensos informes desde que
Israel cambió su estado de esclavitud en una nación libre. Lo más probable es que estuviese asistido
y ayudado por los escribas.

Con arreglos finales para el liderazgo continuo de su pueblo, Moisés expresa su alabanza a
Dios por el cuidado providencial (32:1-43). El hace un recuento del nacimiento y de la niñez de la
nación. Los israelitas han sido castigados por su ingratitud y apostasía, pero son luego restaurados
en gracia. Ha prevalecido la justicia y la misericordia de Dios demostrándose en amoroso cuidado
para con su pueblo escogido. En una declaración profética de oración y alabanza, Moisés presenta
las bendiciones para cada tribu individualmente (33:1-29). Antes de su muerte él tuvo el privilegio
de ver la tierra prometida desde el monte Nebo.

LECCIÓN 6: LA OCUPACIÓN

La ocupación de Canaán
El día tan largamente esperado llegó al fin. Con la muerte de Moisés, Josué fue comisionado
para conducir la nación de Israel a la conquista de Palestina. Habían transcurrido siglos desde que
los patriarcas habían recibido la promesa de que sus descendientes heredarían la tierra de Canaán.
Mientras tanto y en ese interregno, cada generación sucesiva del pueblo palestino había estado
influenciado por varios otros pueblos procedentes del Creciente Fértil. Motivados por intereses
económicos y militares, atravesaron Canaán de vez en cuando.

Memorias de Canaán
En el apogeo de los éxitos militares, la poderosa XII Dinastía (2000-1780 a. C.) extendió
espasmódicamente el control egipcio a través de Palestina incluso hasta llegar tan al norte como el
Éufrates. En las subsiguientes décadas, Egipto no solo declinó en su poderío, sino que fue ocupado
por los poderosos hicsos, que gobernaron desde Avaris, en el Delta. Poco antes de 1550 a. C. el
gobierno de los hicsos, como invasores e intrusos, había terminado en la tierra del Nilo. El reino
hitita tuvo sus principios en Asia Menor al comenzar el siglo XIX a. C. Referidos en el Antiguo
Testamento como los "hijos de Het" los hititas se mencionan frecuentemente como ocupantes de
Canaán. Allá por el 1600 su poder se había incrementado tanto en el Asia Menor que llegaron a
extender sus dominios hasta Siria & incluso destruyeron Babilonia sobre el Éufrates por el 1550 a.
C. Dentro de la siguiente centuria la expansión hitita fue detenida por dos reinos que surgieron.

Por el tiempo en que los hicsos invadieron Egipto y Babilonia, se hallaba floreciendo bajo la
I Dinastía, ejemplarmente representada por Hamurabi, el nuevo reino de Mitanni que emergió en las
altas tierras de Media. Este pueblo indoario estaba compuesto de dos grupos: la clase común,
conocida por los hurríanos, y la nobleza, o clase gobernante, llamada arianos. Procedente del
territorio al este de Harán, esas gentes de Mitanni continuamente extendieron su reino hacia el oeste
de tal forma que en 1500 a. C. alcanzaron el mar Mediterráneo. El principal deporte del pueblo ario
o ariano, era el de las carreras de caballos. Se han descubierto tratados escritos sobre la cría y el
entrenamiento de los caballos, a principios del presente siglo en Boghazkóy donde habían estado
preservados por los hititas que conquistaron al pueblo mitanni. Por el 1500 a. C., el poder mitanni
detuvo el avance de los heteos por casi un siglo.
Los egipcios enviaron frecuentemente sus ejércitos a través de Canaán para desafiar el poder
mitanni. Tutmosis III llevó a cabo diez y siete o diez y ocho campañas en la región de Siria y más
allá todavía. Durante los primeros intentos hacia la conquista asiática, una confederación siria,
apoyada por el rey de Cades (localizado en el río Orontes) resistió el avance egipcio. Muy
verosímilmente la tierra de Siria una tierra de prósperas ciudades, fértiles llanuras rica en minerales
y otros recursos naturales, y con vitales rutas de comercio, que unían los florecientes valles del Nilo
y el Eufrates había permanecido bajo la hegemonía mitanni. Tras de la derrota de los sirios en
Meguido, el poder de Egipto se extendió hasta Siria. Por un cierto tiempo los mitanni parecían
apoyar a Cades como un Estado-tapón, pero eventualmente, Tutmosis marchó con sus ejércitos a
través del Éufrates y temporalmente acabó con el dominio mitanni en, Siria. Cuando murió
Tutmosis, virtualmente toda Siria se hallaba bajo el gobierno de Egipto.

La fricción continuó entre el poder egipcio y el mitanni durante los reinos de Amenofis II
(1450-1425) y Tutmosis IV (1425-1417), por lo que Siria vaciló en su fidelidad y acatamiento.
Aunque Saussatar, rey de Mitanni, extendió su poder hacia el este llegando hasta Asur y más allá del
río Tigris, su hijo Artatama parece que fue frenado a causa del poder hitita. Esta amenaza parece que
fue la causa de que Artatama I hiciese un convenio de paz con Tutmosis IV. Bajo los términos de
esta política, las princesas mitanias se casaron con los faraones durante tres reinados sucesivos. Por
aquel tiempo, Damasco se hallaba bajo administración egipcia. Las cartas de Amarna (ca. 1400 a C.)
reflejan las condiciones en Siria, indicando que las relaciones diplomáticas y fraternales existían
entre las familias reales de Mitanni y Egipto.

El poder hitita pronto se incrementó y desafió este control mitanniegipcio del Creciente
Fértil. Bajo el reinado del rey Suppiluliune (13801346) los hititas cruzaron el Eufrates hasta
Wasshugani, reduciendo Mitanni a la situación de un Estado-tapón entre el reino hitlta y el creciente
imperio asirio en el valle del Tigris. Este, por supuesto, eliminó a Mitanni como factor político en
Palestina. Aunque el reino Mitanni estaba completamente absorbido por los asirios (1250 a. C.), los
hurrianos, conocidos como horeos en el Antiguo Testamento, se hallaban en Canaán cuando
entraron los israelitas. Posiblemente los heveos eran también de origen mitanni. Con la eliminación
de la amenaza mitanni, los hititas dirigieron sus intenciones hacia el sur. Por casi un siglo, los hititas
desde su capital en Boghazköy y los egipcios rivalizaron por el control de la vacilante frontera de
Siria. Durante este período, Cades se convirtió en el centro de un reino amorreo revivido. Muy
verosímilmente adoptaron una política de acomodación manteniendo amistad con el más poderoso.

Cuando Ramsés II (1304-1237) llegó al trono, los egipcios renovaron sus esfuerzos para
eliminar los hititas de la Palestina del norte con objeto de recobrar sus posesiones asiáticas.
Mutwatallis, el rey hitita, se atrincheró firmemente en la ciudad de Cedes y ayudado por ejércitos
procedentes de ciudades de Siria, al igual que de Carquemis, Ugarit y otras ciudades de la zona.
Ramsés extendió su frontera hasta Beirut a expensas de los fenicios y después marchó por el
Orontes hacia Cedes, enfrentándose un enemigo que tenía comprometido a los egipcios en una
situación de guerra desde hacía ya dos décadas. Esta batalla de Cedes en el año 1286 a. C. estuvo
lejos de ser decisiva para los egipcios. Tras otras numerosas conquistas de ciudades en Canaán y en
Siria, Ramsés II y Hattusilis, el rey hitita, concluyeron un tratado en 1280 a. C., un prominente pacto
de no agresión en la historia. Copias de este famoso acuerdo han sido halladas en Babilonia,
Boghazköy y en Egipto. Aunque no se mencionan fronteras en el tratado, es muy posible que el
estado amorreo formase una influencia neutralizadora entre los egipcios y los hititas. En los días de
Merneptah, unos invasores procedentes del norte, conocidos como los arios, destruyeron el imperio
hitita y debilitaron el amorreo, destruyendo Cedes y otras plazas fuertes. Aunque el imperio hitita se
desintegró, este pueblo es frecuentemente mencionado en el Antiguo Testamento. Ramsés III
rechazó a estos invasores procedentes del norte, en una gran batalla por tierra y mar y una vez su
poder menguado, unificó la Palestina bajo control egipcio. Tras Ramsés III, declinó también el
poder egipcio, permitiendo la infiltración de los arameos en el área de Siria, que llegó a ser una
poderosa nación, aproximadamente dos siglos más tarde. El pueblo de Canaán no estaba organizado
en fuertes unidades políticas. Los factores geográficos, al igual que la presión de las naciones
vecinas que la rodeaban, del Creciente Fértil, y que utilizaban a Canaán como un Estado-tapón,
cuenta mucho para el hecho de que los cananeos nunca formaron un imperio fuertemente unido.
Numerosas ciudades-estado, controlaban tanto territorio local como les era posible, con la ciudad
bien fortificada para resistir un posible ataque del enemigo. Cuando los ejércitos marcharon sobre
Canaán, estas ciudades con frecuencia impedían el ataque mediante el pago de un tributo. No
obstante, cuando el pueblo llegó para ocupar la tierra, como Israel hizo mandada por Josué, tales
ciudades formaron ligas y se unieron oponiéndose al invasor. Esto se halla, por cierto, bien ilustrado
en el libro de Josué.

La localización de Palestina en el Creciente Fértil y la configuración geográfica de la tierra


en sí misma, con frecuencia afectó a su desarrollo político y cultural. Sobre las llanuras aluviales del
Tigris y el Eufrates, lo mismo que en el valle del Nilo, numerosas diminutas ciudades-reinos, y
pequeños principados o distritos, estuvieron más de una vez unidos en una gran nación. Esto no se
llevó a cabo fácilmente en Siria-Palestina, ya que la topografía era opuesta a la fusión. Como
resultado, Canaán, se hallaba en una posición debilitada, puesto que ninguna de sus ciudades-reinos
era igual en fuerza para las fuerzas invasoras que venían procedentes de los reinos más poderosos
establecidos a lo largo del Nilo o del Eufrates. Al propio tiempo, Canaán era el precio codiciado de
esas naciones más fuertes. Hallándose situada entre dos grandes centros de civilización, Canaán con
sus fértiles valles estaba frecuentemente sujeta a la invasión de fuerzas más poderosas. Reyezuelos
no lo bastante fuertes para hacer frente a una invasión enemiga, encontraban la solución al
expediente, momentáneamente, al humillarse y pagar un tributo a grandes reinos como el de Egipto.
Con frecuencia, sin embargo, cuando el invasor se retiraba, los "regalos" terminaban. Aunque
aquellas ciudades-reinos eran fácilmente conquistadas, resultaba difícil para los vencedores el
retenerlas como posesiones permanentes.

La religión de Cancán era politeísta. El, era considerado como la principal entre las deidades
cananeas. Parecido a un toro en una manada de vacas, el pueblo se refería a él como "el padre toro"
y lo consideraban como su creador. Asera era la esposa de Él. En los días de Elías, Jezabel patrocinó
a cuatrocientos profetas de Asera (I Reyes 18:19). El rey Manasés colocó su imagen en el templo (II
Reyes 21:7). Como jefe principal entre setenta dioses y diosas que eran considerados como vástagos
de Él y Asera, estaba Hadad, más comúnmente conocido como Baal, que significaba "señor".
Reinaba como rey de los dioses y controlaba el cielo y la tierra. Como dios de la lluvia y de la
tormenta, era responsable de la vegetación y la fertilidad. Anat, la diosa que amaba la guerra, era
hermana, y al propio tiempo su esposa. En el siglo IX, Astarté, diosa de la estrella de la mañana, era
adorada como su esposa. Mot, el dios de la muerte, era el jefe enemigo de Baal. Yom, el dios del
mar, fue derrotado por Baal. Esos y muchos otros forman la introducción del Panteón cananeo.

Puesto que los dioses de los cananeos no tenían carácter moral, no es de sorprender que la
moralidad del pueblo fuese extremadamente baja. La brutalidad y la inmoralidad en las historias y
relatos respecto de tales dioses es con mucho, la peor de cualquier otra hallada en el Cercano
Oriente. Puesto que todo ello se reflejaba en la sociedad cananea, los cananeos, en los días de Josué,
practicaban el sacrificio de los niños, la prostitución sagrada, y el culto de la serpiente en, sus ritos y
ceremonias con la religión. Naturalmente, su civilización degeneró bajo tan desmoralizadora
influencia.
Las Escrituras atestiguan esta sórdida condición por numerosas prohibiciones dadas como
aviso a los israelitas. Esta degradante influencia religiosa era ya aparente en los días de Abraham
(Gén. 15:16; 19:5). Siglos más tarde, Moisés encargó solemnemente a su pueblo el destruir a los
cananeos, y no solo a castigarles por su iniquidad, sino para prevenirles de la contaminación del
pueblo elegido por Dios (Lev. 18:24-28; 20-23; Deut. 12:31; 20:17-18).

La era de la conquista
La experiencia y el entrenamiento habían preparado a Josué para la misión desafiante de
conquistar Cancán. En Refidín condujo el ejército israelita, derrotando a Amalec (Ex. 17:8-16).
Como espía, obtuvo el conocimiento de primera mano de las condiciones existentes en Palestina
(Núm. 13-14). Bajo la tutela de Moisés, Josué fue entrenado para el mando y la dirección de la
conquista y ocupación de la tierra prometida.

Como fue el caso en el relato de la peregrinación en el desierto, el registro de la actividad de


Josué está incompleto. No se hace mención de la conquista de la zona de Siquem entre monte Ebal y
monte Gerizim; pero fue allí donde Josué reunió a todo Israel para escuchar la lectura de la ley de
Moisés (Jos. 8:30-35). Muy posiblemente, muchas otras zonas locales fueron conquistadas y
ocupadas, aunque no sean mencionadas en el libro de Josué. Durante la vida de Josué la tierra de
Cancán fue poseída por los israelitas, pero de ningún modo todos sus habitantes fueron expulsados.
Así, el libro de Josué tiene que ser considerado como solo un relato parcial de la empresa
emprendida por Josué. No se declara la duración del tiempo empleado para la conquista y división
de Cancán. Asumiendo que Josué tenía la edad de Caleb, los acontecimientos registrados en el libro
de Josué ocurrieron en un período de veinticinco a treinta años.

Entrada en Cancán
Al asumir Josué la jefatura de Israel, se aseguró por completo del total apoyo de las fuerzas
armadas de Rubén, de los gaditas y de la tribu de Manasés, quienes se habían asentado al este del
Jordán en la herencia que se les había atribuido antes de la muerte de Moisés. Parece completamente
razonable el asumir que la petición de apoyo, en Jos. 1:16-18, es la respuesta de la totalidad de la
nación de Israel al dictado de las órdenes de Josué para la preparación del paso sobre el río Jordán.
Dos espías fueron entonces despachados hacia Jericó para ver la tierra. Por Rahab, quien dio cobijo
a aquellos espías, se supo que los habitantes de Canaán eran conscientes del Dios de Israel y que
había intervenido de una forma sobrenatural en favor de Israel. Los dos hombres volvieron
asegurando a Josué y a Israel que el Señor había preparado el camino para una victoriosa conquista
(Jos. 2:1-24).

Como una visible confirmación de la promesa de Dios, de que estaría con Josué como lo
había estado con Moisés, y la seguridad adicional de la victoria en Palestina, Dios procuró un
milagroso paso a través del Jordán. Esto constituyó una razonable base para que todos los israelitas
ejerciesen su fe en Dios (Jos. 3:7-13). Con los sacerdotes que portaban el Arca abriendo el camino y
permaneciendo en medio del Jordán, los israelitas pasaron por un terreno seco. Forma las aguas se
detuvieron para realizar este paso y hacerlo. De qué posible, no se establece en el relato. Ciertos
hechos declarados estar, sin embargo, mostrando su significación positiva. El lugar del paso está
identificado como "cerca de Jericó" que sería aproximadamente de ocho kms al norte del mar
Muerto. Las aguas se cortaron o se detuvieron en Adam, que hoy está identificada con ed-Damieh,
localizada a 32 kms del mar Muerto o aproximadamente a 24 kms desde donde Israel cruzó
realmente. El Jordán sigue un curso de 322 kms en la distancia de 97 kms entre el mar de Galilea y
el mar Muerto, descendiendo 183 metros. En Adam, los arrecifes de piedra caliza salpican los
bancos de corriente. Tan recientemente como en el pasado 1927, parte de un arrecife de 46 mts cayó
en el Jordán, bloqueando el agua durante veintidos horas. Tanto si Dios causó que esto ocurriera o
no cuando Israel pasó el río, es algo que no está claramente determinado, pero puesto que el Señor
empleó medios naturales vara hacer cumplir su voluntad en otras ocasiones (Ex. 14:21), existe la
posibilidad de que un terremoto pudo haber sido la causa de la obstrucción en semejante ocasión.
También fue hecha la provisión para que Israel no olvidase lo sucedido. Se elevaron dos memoriales
para este propósito. Bajo la supervisión de Josué, doce grandes piedras apiladas una sobre otra,
marcan el lugar donde el sacerdocio con el arca de la alianza en el medio del Jordán, permaneció de
pie mientras que el pueblo marchó cruzando el río (Jos. 4:9). En Gilgal, se erigió otro memorial en
formó de amontonamiento de piedras (Jos. 4:3, 8 y 20). Doce hombres, representando a las tribus de
Israel, llevaron doce piedras a Gilgal para este memorial que recordaba a las futuras generaciones la
provisión milagrosa que se había hecho para los israelitas en el cruce del río Jordán. De esta forma,
las acciones de Dios deberían ser recordadas por el pueblo de Israel en los años venideros.

La conquista
Acampados en Gilgal, Israel estaba realmente preparado para vivir en Canaán como la
nación elegida por Dios. Durante cuarenta años, mientras que la generación incrédula había muerto
en el desierto, la circuncisión como un signo de la alianza (Gén. 17:1-27) no había sido observada.
Mediante este rito, las nuevas generaciones recordaban dolorosamente la alianza y la promesa de
Dios hecha para llevarles hacia la tierra que "manaba leche y miel". La entrada en aquella tierra fue
también marcada por la observancia de la Pascua y el cese de la provisión del maná. El pueblo
redimido se alimentaría de entonces en adelante de los frutos de aquella tierra. El propio Josué
estaba preparado para la conquista a través de una experiencia similar a la que tenía Moisés cuando
Dios le llamó (Ex. 3). Mediante una teofanía, Dios impartió a Josué la conciencia de que la
conquista de la tierra dependía entonces no solamente de su persona; sino que estaba divinamente
comisionado y dotado de los poderes precisos. Incluso aunque estaba a cargo de Israel, Josué no era
sino un servidor más y sujeto al mando del ejército del Señor (Jos. 5:13-15).

La conquista de Jericó fue una sencilla victoria. Israel no atacó la ciudad de acuerdo con las
normas usuales de estrategia militar, sino simplemente siguiendo las instrucciones del Señor. Una
vez por día, durante seis días, los israelitas marcharon alrededor de la ciudad. Al séptimo día,
cuando marcharon siete veces alrededor de las murallas de la ciudad, éstas cayeron y los israelitas
pudieron entrar fácilmente y posesionarse de ella. Pero no se permitió a los israelitas el apropiarse
del botín ni los despojos por sí mismos. Las cosas que no fueron destruidas --objetos metálicos-
fueron colocadas en el tesoro del Señor. Excepto Rahab y la casa de sus padres, los habitantes de
Jericó fueron exterminados. La milagrosa conquista de Jericó fue una convincente demostración
para los israelitas de que sus enemigos podían ser vencidos. Hai fue el próximo objetivo de
conquista. Siguiendo el consejo de su reconocimiento previo, Josué envió un ejército de tres mil
hombres, que sufrieron una grave derrota. Por medio de la oración y de una investigación de Josué y
los ancianos, se reveló el hecho de que Acán había pecado en la conquista de Jericó apropiándose de
un atractivo ornamento de origen mesopotámico, además de plata y oro. Por esta deliberada acción
de desafío a las órdenes emanadas del Señor sobre el botín y los despojos de la victoria, Acán y su
familia fueron apedreados en el valle de Acor.

Seguro del éxito, Josué renovó sus planes de conquistar Hai. Contrariamente al
procedimiento anterior, los israelitas echaron mano al ganado y a otros objetos de propiedad
movible. Las fuerzas enemigas fueron atraídas hacia campo abierto de tal forma, que los treinta mil
hombres que había estacionados más allá de la ciudad por la noche, estuviesen en condiciones de
atacar Hai desde atrás y prenderle fuego. Los defensores fueron aniquilados, el rey fue ahorcado y el
lugar reducido a cascotes. Wright identifica et-Tell, localizado a unos 2,5 km. al sudeste de Betel,
como la situación de Hai. Las excavaciones llevadas a cabo indican que et-Tell floreció como una
fortaleza cananea en 3330-2400 a. C. Subsiguientemente fue destruida y quedó en ruinas hasta
aproximadamente el año 1000 a. C. Betel, sin embargo, fue una floreciente ciudad durante este
tiempo y, de acuerdo siempre con Albright, que excavó allí en 1934, fue destruida durante el siglo
XIII. Puesto que nada se establece en el libro de Josué respecto a su destrucción, Wright sugiere tres
posibles explicaciones: (1) El relato de Hai es una invención posterior para justificar las ruinas; (2)
el pueblo de Betel utilizó Hai cómo puesto fronterizo militar; (3) la teoría de Albright de que el
relato de la conquista de Betel fue más tarde transferida a Ha¡. Wright apoya la última teoría,
asumiendo la última fecha del éxodo y la conquista.

Otros no están tan ciertos respecto a la identificación de et-Tell y Hai. El Padre H. Vincent
sugiere que los habitantes de Hai tenían un sencillo puesto fronterizo militar allí, por cuya razón no
queda nada hoy que suministre evidencia arqueológica de su existencia en la época de Josué. Unger
plantea la posibilidad de que el actual lugar de Hai pueda todavía ser identificada en la vecindad de
Bete. Aunque nada esté definitivamente establecido respecto a la conquista de Betel, esta ciudad,
que figura tan prominentemente en tiempos del Antiguo Testamento desde los días de la entrada de
Abraham en Canaán, se menciona en Jos. 8:9, 12, y 17. Una razonable inferencia es la de que los
betelitas estuvieron implicados en la batalla de Hai. No se afirma nada respecto a su destrucción,
pero el rey de Betel está citado como habiendo sido muerto (Jos. 12:16). Los espías enviados a Hai
llevaron la impresión de que Hai no era muy grande (Jos. 7:3). Más tarde, cuando Israel hace su
segundo ataque, el pueblo de Hai, al igual que los habitantes de Betel, abandonaron sus ciudades
para perseguir al enemigo (Jos. 8:17). Es probable que Hai solamente fuese destruida en aquella
ocasión y que Betel fuese ocupada sin destruirla. La conflagración del siglo XIII puede ser
identificada con el relato dado en Jueces 1:22-26, subsiguiente al tiempo de Josué.

Siguiendo esta gran, victoria, los israelitas erigieron un altar en el monte Ebal con objeto de
presentar sus ofrendas al Señor, de acuerdo con lo ordenado por Moisés. Allí, Josué hizo una copia
de la ley de Moisés. Con Israel dividido de forma tal que una mitad del pueblo permaneciese frente
al monte Ebal y la otra mitad frente al monte Gerizim, de cara al arca, la ley de Moisés fue leída al
pueblo (Jos. 8:30-35). De esta forma, los israelitas fueron solemnemente puestos sobre el recuerdo
de sus responsabilidades, conforme se hallaban al borde de ocupar la tierra prometida, a no ser que
se apartasen del curso que Dios les había trazado. Cuando la noticia de la conquista de Jericó y de
Hai se esparció por toda Canaán, el pueblo, en varias localidades, organizó la resistencia a la
ocupación de Israel (Jos. 9:1-2). Los habitantes de Gabaón, una ciudad situada a 13 kms al norte de
Jerusalén, imaginaron astutamente un plan de engaño. Fingiendo ser de una lejana tierra por la
evidencia de sus ropas rotas y sucias y sus alimentos descompuestos, llegaron al campamento
israelita en Gilgal y expresaron su temor del Dios de Israel, ofreciéndoles ser sus sirvientes si Josué
hacía un convenio con ellos. A causa de haber fallado en buscar la guía divina, los líderes de Israel
cayeron en la trampa y se negoció un tratado de paz con los gabaonitas. Tras tres días, se descubrió
que Gabaón y sus tres ciudades dependientes se hallaban en las proximidades. Aunque los israelitas
murmuraron contra sus jefes, el tratado no se violó.

En su lugar, los gabaonitas fueron encargados de suministrar madera y agua para el


campamento israelita. Gabaón era una de las grandes ciudades de Palestina. Cuando capituló a
Israel, el rey de Jerusalén, se alarmó grandemente. En respuesta a su llamada, otros reyes amorreos
de Hebrón. Jarmut, Laquis y Egión formaron una coalición con él para atacar la ciudad de Gabaón.
Habiendo hecho una alianza con Israel, la ciudad sitiada despachó inmediatamente mensajeros en
demanda de socorro para aquel lugar. Mediante la marcha de toda una noche desde Gilgal. Josué
apareció inesperadamente en Gabaón, donde derrotó y empujó al enemigo a través del paso de
Bet-horón (también conocido como el valle de Ajalón) hasta Azeca y Maceda. La ayuda
sobrenatural en esta batalla resultó una aplastante victoria para los israelitas. Además del elemento
sorpresa y pánico en campo enemigo, las piedras del granizo hicieron enormes bajas entre los
amorreos, más de las que hicieron los combatientes de Israel (Jos. 10:11). Además, a los israelitas se
les permitió un largo día para que persiguieran al enemigo. La ambigüedad del lenguaje
concerniente a este largo día de Josué, ha dado origen a variadas interpretaciones. ¿Era este un
lenguaje poético? ¿Solicitó Josué una mayor duración de la luz del sol o para descanso del calor del
día? Si se trata de un lenguaje poético, entonces sólo se trata de una llamada hecha por Josué para
ayuda y fortaleza.

Como resultado los israelitas estuvieron tan llenos de fortaleza y vigor que la tarea de un día
fue llevada a cabo en medio día. Aceptado como una prolongación de la duración de la luz, esto fue
un milagro en el cual el sol o la luna y la tierra, quedaron detenidos. Si el sol y la luna retuvieron sus
cursos regulares, pudo haber sido un milagro de refracción o un espejismo dado sobrenaturalmente,
extendiendo la luz del día de forma tal que el sol y la luna parecieron quedar fuera de sus cursos
regulares. Esto proporcionó a Israel más tiempo para perseguir a sus enemigos. La llamada de Josué
en favor de la ayuda divina pudo haber sido una solicitud de alivio para que disminuyera el calor del
sol, ordenando que el sol permaneciese silencioso o sordo, es decir, que evitara el brillar tanto. En
respuesta, Dios envió una tormenta de granizo que les proporcionó tanto el alivio del calor solar y la
destrucción del enemigo. Los soldados, refrescados, hicieron un día de marcha en medio día de
duración desde Gabaón hasta Maceda, una distancia de 48 kms. y les pareció un día completo
cuando en realidad sólo había transcurrido medio día. Aunque el relato de Josué no nos proporcione
detalles de cómo ocurrió aquello, resulta aparente que Dios intervino en nombre de Israel y la liga
amorea fue totalmente derrotada.

En Maceda, los cinco reyes de la liga amorrea fueron atrapados en una cueva y
subsecuentemente despachados por Josué. Con la conquista de Maceda y Libra, esta última situada
en la entrada del valle de Ela, donde más tarde David venció a Goliat, los reyes de aquellas dos
ciudades igualmente fueron muertas. Josué, entonces asaltó la bien fortificada ciudad de Laquis (la
moderna Tell-ed-Duweir) y al segundo día de sitio, derrotó dicha plaza fuerte. Cuando el rey de
Gezer intentó ayudar a Laquis, también pereció con sus fuerzas; sin embargo, no se afirma que se
conquistase la ciudad de Gezer. El siguiente movimiento de Israel fue la victoria al tomar Eglón, que
actualmente está identificada con la moderna Tell-el-Hesi. Desde allí, las tropas atacaron hacia el
este en la tierra de las colinas, y bloquearon Hebrón, que no fue fácilmente defendida. Entonces,
dirigiéndose hacia el sudoeste cayeron como una trompa y tomaron Debir, o Quiriat-sefer. Aunque
las fuertes ciudades-estado de Gezer y Jerusalén no fueron conquistadas, quedaron aisladas por esta
campaña, de tal forma que la totalidad del área meridional, desde Gabaón hasta Cales-barrea y Gaza,
quedaron bajo el control de Israel cuando Josué condujo sus guerreros endurecidos por la batalla de
nuevo al campamento de Gilgal.

La conquista y ocupación del norte de Canaán está brevemente descrita. La oposición fue
organizada y conducida por Jabín, rey de Hazor, que tenía bajo su mando una gran fuerza de carros
de batalla. Una gran batalla tuvo lugar cerca de las aguas de Merom con el resultado de que la
coalición cananea fue totalmente derrotada por Josué. Los caballos y los carros de combate fueron
destruídos.y la ciudad de Hazor quemada hasta reducirla a cenizas. No se hace mención a la
destrucción de otras ciudades en Galilea. Hazor, identificada como Tell-el-Quedah, está
estratégicamente situada aproximadamente a 24 kms. al norte del mar de Galilea a unos ocho kms. al
oeste del Jordán. En 1926-1928, John Garstang dirigió una excavación arqueológica de este lugar.
Más recientemente, excavaciones de mayor importancia de Hazor fueron llevadas a cabo y dirigidas
por el Dr. Yigael Yadin, en 1955-58. La acrópolis en sí misma, consistía en veinticinco acres que
alcanzaban una altura de cuarenta mts. y que aparentemente fue fundada en el tercer milenio a. C.
Un área más baja hacia el norte consistente en unas sesenta y siete hectareas estuvo ocupada durante
el segundo milenio a. C. y tal vez tuviera una población tan importante como 40.000 habitantes. En
los registros de Egipto y Babilonia, Hazor es frecuentemente mencionada, indicando su importancia
estratégica. La parte baja de la ciudad, aparentemente fue construida durante la segunda mitad del
siglo XVIII de la era de los hicsos. Tras de que Josué destruyera este poderoso centro cananeo, el
poder en Hazor tuvo que haber sido restablecido suficientemente para suprimir a Israel, hasta que
fue nuevamente aplastada (Jue. 4:2) tras de lo cual Hazor fue incorporada por la tribu de Neftalí.

En forma resumida, Jos. 11:16-12:24 relata para la conquista de Israel la totalidad de la tierra
de Canaán. El territorio cubierto por las fuerzas de ocupación extendidas desde Cades-barnea, o las
extremidades del Neguev, que llegaba al norte hasta el valle del Líbano, bajo monte Hermón. Sobre
el lado oriental del Jordán, se divide el área que previamente había sido conquistada bajo Moisés y
que se extendía desde monte Hermón ea el norte, hasta el valle de Arnón, al este del mar Muerto.
Existe una lista de treinta y un reyes derrotados por Josué. Con tantas ciudades-estados, cada una
con su propio rey y tan pequeño territorio, fue posible para Josué y los israelitas el derrotar a
aquellos gobernantes locales en pequeñas federaciones. Incluso aunque los reyes fueron derrotados,
no todas las ciudades fueron realmente capturadas u ocupadas. Mediante su conquista, Josué
sometió a los habitantes hasta el extremo de que, durante el subsiguiente período de paz, los
israelitas pudieron establecerse en la tierra prometida.

El reparto de Canaán
A pesar de que los reyes cabecillas habían sido derrotados y prevaleció un período de paz,
quedaron muchas zonas no ocupadas en la tierra (13:1-7). Josué fue divinamente comisionado para
repartir el territorio conquistado a las nueve tribus y media. Rubén, Gad, y la mitad de Manasés
habían recibido sus partes al este del Jordán, bajo Moisés y Eleazar (Jos. 13:8-33; Núm. 32).
Durante el período de la conquista, el campamento de Israel estuvo situado en Gilgal, un poco al
nordeste de Jericó, cerca del Jordán. Bajo la supervisión de Josué y Eleazar, el reparto fue hecho a
algunas de las tribus, mientras todavía estaban allí acampadas. Caleb, que había sido un hombre de
fe poco común, cuarenta y cinco años anterior a aquella época, cuando los doce espías fueron
enviados a Canaán (Núm. 13-14), entonces recibió una especial consideración, siendo recompensado
con la ciudad de Hebrón en su herencia (14:6-15). La tribu de Judá se apropió de la ciudad de Belén,
además de la zona existente entre el mar Muerto y el mar Mediterráneo. Efraín y la mitad de
Manasés recibieron la mayor parte de la zona al oeste del Jordán entre el mar de Galilea y el mar
Muerto (Jos. 16:117:18).

Silo fue establecido como el centro religioso de Israel (Jos. 18:1). Fue allí donde las tribus
restantes fueron invitadas a poseer sus territorios ya asignados. Mientras se le dio a Simeón la tierra
al sur de Judá, las tribus de Benjamín y de Dan recibieron su parte inmediatamente al norte de Judá.
Se les entregó su pertenencia a Manasés en el norte, comenzando con el valle de Meguido y monte
Carmelo, Isacar, Zabulón, Aser y Neftalí. Las ciudades para refugio fueron designadas por toda la
tierra prometidá (20:1-9). Al oeste del Jordán esas ciudades eran Cades en Neftalí, Siquem en
Efraín, y Hebrón en Judá. A1 este del Jordán en cada una de las áreas tribales, estaban los
siguientes: Beser en Rubén, Ramot de Galaad dentro de las fronteras de Gad, y Golán en Basán, en
el área de Manasés. A esas ciudades, cualquiera podía huir buscando seguridad para caso de
venganza de sangre por la muerte de un hombre. La tribu de Leví no recibió reparto territorial, ya
que era la responsable de los servicios religiosos en toda la nación. Las demás tribus tenían la
obligación de proporcionar toda clase de facilidades a los levitas y, de esa forma, la tierra de
pastoreo de cada una de las cuarenta y ocho ciudades estaba a disposición de los levitas para que
pudiesen dar alimento a sus rebaños. Con una recomendación por sus fieles servicios y una
admonición a permanecer fieles a Dios, Josué despidió a las tribus transjordanas que habían servido
con el resto de la nación, bajo su mando, en la conquista del territorio al oeste del Jordán. Tras su
retorno a la Transjordania, erigieron un altar, una acción que alarmó a los israelitas que se habían
comportado en Canaán debidamente. Finees, el hijo del sumo sacerdote, fue enviado a Silo para
hacerse cargo de la situación. Su investigación le aseguró de que el altar levantado en, la tierra de
Galaad, servía al propósito de mantener un debido culto a Dios.

La Biblia no establece cuanto tiempo vivió Josué tras sus campañas militares. Una inferencia
basada en el libro de Josué, 14:6-12, es que la conquista de Canaán fue llevada a cabo en un período
de aproximadamente siete años. Josué pudo haber muerto poco después de esto o pudo haber vivido
como veinte o treinta años como máximo. Antes de morir a la edad de 110 años, reunió a todo Israel
en Siquem y severamente les amonestó a temer al Señor. Les recordó que Dios había advertido a
Abraham de que no sirviera a ningún ídolo y había verificado el convenio de la alianza hecho con
los patriarcas trayendo a Israel a la tierra prometida. Se hizo una alianza pública mediante la cual los
jefes aseguraron a Josué que ellos servirían al Señor. Después de la muerte de Josué, Israel cumplió
esta promesa sólo hasta el paso de la generación más vieja.

Cuando gobernaban los Jueces


Los acontecimientos registrados en el libro de los Jueces están íntimamente relacionados a
los de los tiempos de Josué. Puesto que los cananeos no habían sido totalmente desalojados y la
ocupación de Israel no era completa, similares condiciones continuaron en el período de los Jueces.
En consecuencia, el estado de guerra continuó en zonas locales o en ciudades que fueron vueltas a
ocupar en el curso del tiempo. Referencias tales como las citadas en Jueces 1:1; 2:6-10, y
20:26-28 parecen indicar que los acontecimientos en Josué y Jueces están íntimamente relacionados
cronológicamente o son incluso sincrónicos.

La cronología de este período es difícil de discernir. El hecho de que se hayan sugerido


cuarenta o cincuenta métodos diferentes para medir la era de los Jueces, es indicativo del problema.
Indudablemente, este cálculo de años y tabulación es la que tiene Pablo en la memoria cuando
divide el período de Josué hasta Samuel, incluyendo 40 años para la judicatura de Elí (Hechos
13:20). Incluso con la aceptación de la temprana fecha de la ocupación de Cancán bajo Josué (1400
a. C.), es imposible permitir una cronológica secuencia para esos años, puesto que David estaba
plenamente establecido en el trono de Israel por el año 1000, a. C. En I Reyes 6:1, se calcula un
período de 480 años, desde el tiempo del Éxodo al cuarto año del reinado de Salomón. Incluso
permitiendo un mínimo de 20 años por cada uno para Elí, Samuel y Saúl, 40 años para David, 4
años para Salomón, 40 años para la peregrinación por el desierto y un mínimo de 10 años para Josué
y los ancianos, un total de 154 años tendría que ser añadido a 410, haciendo una gran tabulación de
566 años. La conclusión es que el período de los Jueces no corresponde a una secuencia cronológica.

Garstang tiene en cuenta para este período, considerando a Samgar, Tola, Jair, Ibzán, Elón y
Abdón como jueces locales cuyos años son sincrónicos con aquellos de los períodos
mencionados Omitiendo esto de la tabulación cronológica, el número total de años entre el Éxodo y
el cuarto año del reinado de Salomón, aproxima la cifra de 480 años. En Jueces 11:26, se dan 300
años como el tiempo transcurrido entre la derrota de los amonitas bajo Moisés y los días de Jefté.
Restando los anos de Josué y los ancianos, y añadiendo 20 años para Sansón, el tiempo que
corresponde a los Jueces desde Otoniel a Sansón se aproximaría a tres siglos (1360-1060 a. C.). La
última fecha para la conquista bajo Josué (1250-1225 a. C.) limita el período permitido a los Jueces,
incluyendo los días de Elí, Samuel y Saúl, a dos siglos o menos. Con este cómputo en I Reyes 6:1, y
Jueces 11:26, se tiene la consideración de ser unas últimas inserciones y no fiables históricamente.
Aunque Garstang considera la referencia en I Reyes como una inserción, él lo fecha antes y lo
acepta como fiable. Esta cronología más corta necesitaría una ulterior sincronización de períodos de
opresión y permanencia en los días de los Jueces. Obviamente, cualquier pauta cronológica
propuesta para esta era de los jueces no es sino una solución sugerida. Los datos de la Escritura son
suficientes para establecer una cronología absoluta. Parece completamente cierto que los autores de
Josué y Jueces no intentan dar un relato que encaje en una completa cronología para el período en
cuestión. La fe a las tradiciones de I Reyes 6:1 y Jueces 11:26 exige la cronología más larga.

Israel no tenía capital política en los días de los Jueces. Silo, que fue establecido como centro
religioso en los días de Josué (Jos. 18:1), continuó como tal en los días de Elí (I Samuel 1:3). Puesto
que Israel no tenía rey (Jueces 17:6; 18:1; 19:1; y 21:25) no existía plaza central donde un juez
pudiera oficiar. Aquellos jueces intervenían en lugares de liderazgo según la situación local o
nacional pudiese demandar. La influencia y el reconocimiento de muchos de ellos, era
indudablemente limitada a su comunidad local o tribu. Algunos de ellos eran caudillos militares que
liberaron a los israelitas del enemigo opresor, mientras que otros fueron reconocidos como
magistrados a quienes el pueblo se dirigía para decisiones políticas o de carácter legal. Sin tener un
gobierno central, ni capitalidad, las tribus israelitas fueron gobernadas espasmódicamente sin
inmediata sucesión, cuando uno de los jueces fallecía. Con algunos de los jueces restringidos a
zonas locales, es también razonable asumir que varias judicaturas se superpusieran.

La anotación "en estos días no había rey en Israel; y cada lo que bien le parecía" (Jue. 21:25)
describe claramente las c que prevalecían en la totalidad del período de los Jueces. El versículo que
sirve de apertura a Jueces, sugiere que este que este libro tiene relación con los acontecimientos que
tuvieron lugar tras la muerte de Josué. El relato de Jueces 2:6-10, puede apoyar la idea de que
algunos de tale' acontecimientos se refiere en parte a la conquista de ciertas ciudades bajo` el mando
de Josué. La conquista de Hebrón en Jueces 1:10-15, puede ponerse como paralelo al relato de Josué
15:14-19. Otras declaraciones reflejan los cambios que ocurrieron en un largo período de tiempo.
Jerusalén no fue conquistada en los días de Josué (15:63) y, de acuerdo con Jueces 1:8, la ciudad fue
quemada por el pueblo de Judá, pero en el versículo está claramente establecido que los
benjaminitas no desalojaron a los jebuseos de Jerusalén. La ciudad no fue realmente ocupada por los
israelitas hasta los días de David. La victoria judaica tuvo que haber sido solo temporal.

Aunque Josué había derrotado las principales fuerzas de la oposición cuando conducía a
Israel hacia Canaán y dividió la tierra a las diversas tribus, muchos locales permanecieron en manos
de los cananeos y otros habitantes. En sumensaje final a los israelitas Josué advirtió al pueblo de no
mezclarse o contraer matrimonio con los habitantes locales que se quedaron, sino que les amonestó
a apartar a aquellas gentes idolátricas y ocupar sus tierras. Se hicieron ulteriores intentos para
desalojar a tales gentes, pero según lo escrito se deduce que los israelitas sólo fueron parcialmente
obedientes. Mientras que se conquistaron algunas zonas, ciertas ciudades fuertemente fortificadas
tales como Taanac y Meguido permanecieron en posesión de los cananeos.

Cuando Israel fue lo suficientemente fuerte, Israel quiso forzar a aquellas gentes al trabajo y
a pagar tributos; pero fracasaron en su propósito de expulsarles fuera de la tierra. Consecuentemente,
los amorreos, cananeos y otros, permanecieron en la tierra que había sido entregada por completo a
Israel para su posesión y ocupación. Hubiera parecido completamente natural, que cuando Israel se
hubiera debilitado, aquellas gentes incluso volviesen a tomar posesión de sus tierras, ciudades y
poblados que Israel hubo una vez conquistado (ver Jueces 1:34). La ocupación parcial de la tierra
dejó a Israel en permanentes dificultades. Mediante la fraternización con los habitantes, los israelitas
participaron en el culto a Baal, conforme apostataban del culto a Dios. Los pueblos particularmente
mencionados que fueron culpables de que Israel se apartase de Dios, fueron los cananeos, los heteos,
los amorreos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos. Durante este período de apostaría, los
matrimonios mixtos condujeron a mayores abandonos en el servicio y verdadero culto a Dios. En el
curso de una generación el populacho de Israel llegó a ser tan idólatra que las bendiciones
prometidas por Dios a través de Moisés y Josué, les fueron retiradas. A1 rendir culto a Baal los
israelitas rompieron con el primer mandamiento del Decálogo.

El juicio les llegó en forma de opresión. Ni Egipto ni la Mesopotamia eran lo bastante fuertes
como para dominar el Creciente Fértil durante esta era. La influencia egipcia en Palestina había
disminuido durante el reinado de Tut-ank-Amón (1360 a. C.). Asiria surgía poderosa (1250 a. C.),
pero ya no se interfería en las cuestiones de Canaán. Esto permitió a los pueblos de las
inmediaciones, al igual que a las ciudades-estados usurpar sobre las posesiones de Israel en Canaán.
Los oponentes políticos de esta época son los mesopotámicos, moabitas, filisteos, cananeos,
madianitas y amonitas. Estos invasores tomaron ventaja de los israelitas, arrebatándoles sus
propiedades y cosechas. Cuando la situación llegó a hacerse insoportable, se desesperaron lo
bastante como para volverse hacia Dios.

El arrepentimiento fue el siguiente paso de este ciclo. Conforme los israelitas perdían su
independencia y se sometían a la opresión, reconocieron que estaban sufriendo las consecuencias de
su desobediencia a Dios. Cuando se hicieron conscientes de su pecado, se volvieron hacia Dios en
penitencia Su llamada no fue en vano. La liberación llegó a través de campeones que Dios envió
para desafiar a los opresores. Jefes militares que condujeron a los israelitas a atacar al enemigo,
fueron como notables, Otoniel, Aod, Samgar, Débora y Barac, Gedeón, Jefté y Sansón.
Especialmente dotados con una divina capacidad, aquellos jefes rechazaron a los enemigos e Israel
de nuevo gozó de un periodo de paz y tranquilidad. Estos ciclos religioso-políticos se sucedieron
frecuentemente en los días de los Jueces. El pecado, la tristeza, la súplica y fa salvación eran cosa
del día. Cada generación, aparentemente, tenía bastante gente que era consciente de la posibilidad de
asegurarse el favor de Dios y sus bendiciones, y la idolatría rechazada, restaurándose la adhesión a
los preceptos de Dios que quedaban así instaurados.

Los jueces y las naciones opresoras


La opresión por un período de ocho años por una fuerza de invasión procedente de las
altiplanicias de Mesopotamia, de comienzo al primer ciclo. Garstang sugiere que
Cusham-Risha-taim era un rey heteo que se había anexionado el norte de la Mesopotamia, también
conocido por Mitanni, y extendió su poder hasta la tierra de Israel. Otoniel, de la tribu de Judá, tomó
la iniciativa en convertirse en campeón de la causa de Israel, conforme s el Espíritu del Señor cayó
sobre él. Siguió a esto un período de calma de cuarenta años.

Moab fue la próxima nación que invadió a Israel. Apoyados por los amonitas y amalecitas,
los moabitas ganaron una posición en territorio de Israel, y exigió tributos. Aod, de la tribu de
Benjamín se levantó como liberador para terminar con los diez y ocho años de la dominación
moabita. Habiendo pagado el tributo, Aod obtuvo una audiencia privada con Eglón, el rey de Moab.
Utilizando la espada con la mano izquierda, Aod le atacó cuando estaba desprevenido, y mató al
citado rey de Moab, escapando después antes que fuera descubierta su hazaña. Los moabitas
quedaron desmoralizados, mientras que los israelitas se envalentonaron para apoyar a Aod en toda
su ofensiva contra el enemigo. Aproximadamente unos 10.000 moabitas perdieron la vida en el
encuentro, lo que proporcionó a Israel una notable victoria. Con la expulsión de Moab, Israel gozó
de un período de tranquilidad de ocho años. Durante esta época, Ramsés II, que gobernaba Egipto
(1290-1224 a. C.) y Merneptah su hijo (1224-1214) mantuvieron un equilibrio. de poder con los
heteos controlando Palestina tan lejos como al sur de Siria. La sola mención de Israel en las
inscripciones egipcias procede de la. baladronada de Merneptah de que Israel era considerada como
un erial. En su totalidad las condiciones de paz prevalecieron por algún tiempo.

Solamente en un versículo se hace mención a la carrera de Samgar. No se indica nada


respecto a la opresión, ni existen tampoco detalles respecto al origen de Samgar ni a su pasado. Una
lógica inferencia parece ser que los filisteos penetraron dentro del territorio de Israel y que Samgar
se levantó para ofrecerles resistencia, matando a 600 enemigos en un valeroso esfuerzo. El
hostigamiento por los cananeos, seguido por un período de veinte años, conforme la influencia
egipcia declinaba en Palestina bajo Merneptah y otros gobernantes débiles, ocurrió cerca del siglo
XIII. Mientras Jabín, rey de los cananeos, gobernaba en Hazor, situado al norte del mar de de
Galilea, Sísara, el capitán del ejército de Jabín, persiguió a los israelitas desde Haroset-goim, situada
cerca del arroyo de Cisón a la entrada noroeste de la llanura de Esdraelón.

Durante la época de esta opresión cananea, Débora ganó el, reconocimiento como profetisa
en la tierra de Efraín, cerca de Ramá y Betel. Habiendo enviado por Barac, no sólo le amonestó para
que entrase en la batalla, sino que personalmente se unió a él en Cedes en Neftalí. Allí, Barac reunió
una fuerza combatiente y se dirigió hacia el sur al monte de Tabor, situado al nordeste de la llanura
triangular de Esdraelón. Sin embargo, puesto que Sísara tenía la ventaja de 900 carros de guerra en
su fuerza combatiente, Barac tuvo miedo de asumir la responsabilidad de combatir a los cananeos
con sus 10.000 infantes. Incluso aunque Débora le aseguró la victoria conforme los cananeos fueron,
atraídos con engaño hacia el Cisón, Barac no quiso aventurarse fuera sin su valerosa acompañante.
Las fuerzas cananeas fueron sorprendentemente confundidas. Un cuidadoso examen del relato,
parece indicar que cuando los carros de guerra del enemigo se hallaban. en le valle de Cisón, una
repentina lluvia redujo la ventaja de los cananeos. Los carros guerreros tuvieron que ser
abandonados al quedar atascados en el fango (5:4, 20, 21; 4:15). Con las fuerzas cananeas derrotadas
y Sísara muerto, por Jael, los israelitas ganaron una paz que duró cuarenta años. La victoria fue
celebrada en un canto que expresa la alabanza por la ayuda divina (Jueces 5).

La reversión de Israel a la idolatría fue seguida por incursiones procedentes del Desierto
Sirio por nómadas hostiles montados en camellos, conocidos como madianitas, amalecitas e Hijos
de Este, que llegaron a hacerse dueños de las cosechas y el ganado de los israelitas. Siete años de
depredación fue un período excesivo, de tal forma, que los israelitas tuvieron que buscar refugio
seguro en las cuevas y en lugares montañosos. En un pueblo (Ofra), Gedeón se hallaba ocupado
secretamente buscando grano para su padre, cuando el ángel del Señor le comisionó para liberar a su
pueblo. Aunque Ofra no puede ser definitivamente identificado, probablemente estaba situado cerca
del valle de Jezreel en la Palestina central, donde la presión madianita era mayor. Lo primero que
hizo Gedeón fue destruir el altar de Baal en el estado de su padre. Aunque la gente se alarmó ante el
hecho, el padre de Gedeón, Joás, no era partidario de la idolatría. Por esta memorable acción Gedeón
fue llamado Jerobaal que significa "Contienda Baal contra él" (Jue. 6:32).

Cuando las fuerzas del enemigo estaban acampadas en el valle de Jezreel, Gedeón reunió un
ejército. Por el uso de un vellón dos veces expuesto, tuvo la seguridad de que Dios le había llamado
ciertamente para liberar a Israel (Jueces 6:36-40). Cuando Gedeón anunció a su ejército de 32.000
hombres reunidos de Manasés, Aser, Zabulón y Neftalí, que cualquiera que tuviese miedo podría
volverse a casa vio a 22.000 hombres salir de las filas. Como resultado de una nueva comprobación
perdió otros 9.700 hombres. Con una compañía de solo 300 hombres que preparó para la batalla, se
dispuso a atacar a las hordas nómadas. En las faldas del monte More, hacia la terminación oriental
de la llanura de Meguido, permanecía acampada la gran hueste de los madianitas con sus camellos.
Gedeón, dividiendo su banda de 300 hombres en tres compañías, hizo un ataque por sorpresa
durante la noche. Al principio de la mitad de la guardia -tras las 10 de la noche- cuando el enemigo
dormía profundamente, los hombres de Gedeón soplaron las trompetas, aplastaron sus cántaros y
gritaron el grito de batalla diciendo "¡Por la espada del Señor y de Gedeón!" (Juec. 7:20). Los
madianitas sumidos en la mayor confusión huyeron a través del Jordán. Por su fe en Dios, Gedeón
puso así en fuga al enemigo y liberó a los israelitas de la opresión (ver Heb. 11:32).

En la persecución de los madianitas, la condición sin ley de los días de los Jueces se refleja
de nuevo (Jueces 8). Tras pacificar a los celosos efrateos, que no habían compartido la gran victoria,
Gedeón encaminó a los madianitas hacia la Transjordania, tomando una apreciable cantidad de botín
de objetos valiosos, objetos de oro, collares de camellos, joyas de toda clase, al igual que
ornamentos de púrpura de los que vestían los reyes madianitas. Como resultado, el pueblo ofreció a
Gedeón el reinado hereditario.,¡ El rechazo de Gedeón refleja su actitud de resistencia contra la
tendencia''', hacia la monarquía. Sin embargo, Gedeón hizo un efod de oro de los despojos tomados
al enemigo. Tanto si aquello era un ídolo o un simple memorial de su victoria o una acción contraria
al efod con que se adornaban los sumos sacerdotes (Ex. 27:6-14) es algo que no está claro. En
cualquier caso, el objeto se convirtió en un símbolo para Gedeón y su familia, al igual que para los
israelitas, allanando el camino hacia la idolatría. Aunque Gedeón había ganado la seguridad para
Israel de los invasores, por cuarenta años, median-. te su victoria militar, su influencia en religión
fue negada. Poco después de su muerte, el pueblo se volvió abiertamente hacia el culto de Baal,
olvidando que Dios les había garantizado la liberación.

Abimalec, un hijo de una concubina de Gedeón, se nombró a sí mismo como rey en Síquem
por un período de tres años tras la muerte de Gedeón. Ganó la adhesión de los siquemitas, matando
traidoramente a todos los setenta hijos de Gedeón, excepto a Jotam. Este último, dirigiéndose a los
hombres de Síquem, desde el monte Gerizim, por medio de una parábola, compara a Abimelec con
una zarza que fue invitada a reinar sobre los árboles. Invocó la maldición de Dios sobre Siquem por
su conducta con la familia de Gedeón. La revuelta pronto estalló bajo Gaal, quien incitó a los
siquemitas a rebelarse. En el transcurso de la lucha civil que siguió, Abimelec fue muerto finalmente
por una piedra de molino que una mujer dejó caer sobre su cabeza cuando se aproximaba a una torre
fortificada dentro de la ciudad. Esto acabó con todos los intentos de establecer la monarquía en
Israel en los días de los Jueces.

Se conoce poco respecto a Tola y a Jair. Puesto que no se conocen grandes hechos que les
conciernan, sus responsabilidades fueron meramente judiciales. Tola, de la tribu de Isacar, paró en
Samir, situada en algún lugar del país de las colinas de Efraín. Se le asigna un gobierno de 23 años.
Jair hizo su oficio de juez en el territorio de Galaad al este del Jordán durante 22 años. El hecho de
que tuviese una familia de 30 hijos indica no sólo una ostentosa poligamia, sino también su rango y
su posición de riqueza en la cultura de la época. La apostasía de nuevo prevaleció en Israel, vuelto
hacia el culto de Baal y otras deidades paganas. La opresión de esta época proviene de dos
direcciones: los filisteos presionaban desde sudoeste y los amonitas invadieron desde oriente. La
liberación en la Transjordania y su zona llegó bajo el caudillaje de Jefté. A causa de ser hijo de una
ramera, Jefté fue condenado al ostracismo desde su comunidad hogareña a temprana, edad. Llegó a
ser un jefe de bandoleros o capitán de merodeadores en Tob, que probablemente estaba situada al
nordeste de Galaad. Cuando los galaaditas buscaron un caudillo, fue llamado Jefté. Antes de aceptar
este nombramiento, se hizo un solemne pacto mediante le cual los ancianos galaaditas le
reconocieron como jefe y caudillo.
Cuando Jefté apeló a los amonitas, éstos respondieron con la fuerza. Antes de presentar
batalla, hizo un voto que le obligaba a ser cumplido en el caso de que volviera victorioso.
Vigorizado con el Espíritu del Señor, Jefté obtuvo una gran victoria de tal forma que los israelitas
fueron liberados de los amonitas quienes les habían oprimido durante diez y ocho años. Cuando
Efraín protestó de que no se les había llamado para tomar parte en la batalla contra los amonitas,
Jefté supo responderle militarmente con su ejército. ¿Sacrificó Jefté realmente a su hija en
cumplimiento del voto que había pronunciado? En aquel dilema, no habría agradado ciertamente a
Dios que se le hiciera un sacrificio humano, que en ningún lugar de la Escritura tiene la divina
aprobación. De hecho, este fue uno de los grandes pecados por los cuales los cananeos tenían que
ser exterminados. Por otra parte, ¿cómo pudo agradar a Dios no cumpliendo con su voto? Aunque
los votos en Israel eran voluntarios, una vez que una persona hacía un voto, se hallaba bajo la
obligación de cumplirlo (Núm. 6:1-21). La clara implicación en Jueces 11, es que Jefté cumplió el
suyo (v. 39). Su manera de hacerlo está sujeta a varias interpretaciones.

Que los líderes israelitas no se conformaban a la religión pura en los días de los Jueces,
resulta aparente en los registros bíblicos Jefté, que tenía un pasado a medias cananeo, pudo haber
conformado la realización de su voto, prevaleciendo las costumbres paganas, sacrificando a su
hija. Puesto que las montañas eran consideradas como símbolos de la fertilidad por los cananeos, su
hija fue a las montañas a guardar luto por su virginidad con objeto de evitar cualquier posible
cesación de la fertilidad de la tierra. Periódicamente, durante cada año, las doncellas israelitas
empleaban cuatro días recordando el luto de la muchacha sacrificada. Si la familiaridad de Jefté con
la ley le volvió consciente del disgusto de Dios con los sacrificios humanos, él pudo haber dedicado
a su hija al servicio del tabernáculo.Haciéndolo así, pudo haber cumplido con su voto y conformado
su actuación a la ideal esencial de la completa consagración significada en la ofrenda del fuego.
Puesto que su hija era su único vástago, Jefté perdió el derecho de sus esperanzas a la posteridad. En
esta forma, pudo haber conjugado sus obligaciones del cumplimiento del voto pronunciado sin hacer
ningún sacrificio humano, un voto que tal vez hubiese sido realizado apresuradamente bajo una
determinada presión.

Aunque la manera en la cual Jefté cumplió su voto no está detallada en la narrativa bíblica,
hizo frente al desafío de liberar a su pueblo de la opresión y está considerado como un héroe de la fe
(Heb. 11:32). Ibzán juzgó en Israel durante siete años. Se ignora si Belén, el lugar de su actividad y
enterramiento, es la bien conocida ciudad de Judá o un pueblo en Zabulón. La mención de treinta
hijos y treinta hijas indica su posición, riqueza e influencia. Elón tiene asignados diez años como
juez. En Ajalón, en la tierra de Zabulón, tuvo su hogar y su lugar de servicio a su pueblo. Abdón, el
siguiente juez de la lista, vivió en Efraín. Estando en una posición de proporcionar asnos para los
setenta miembros de su familia, Abdón tuvo que haber sido un hombre de grandes riquezas e
influenció en su país. Juzgó en Israel durante ocho años. Israel fue oprimida simultáneamente por
los amonitas y filisteos (Juec. 10:6). Mientras que Jefté derrotó a los primeros, Sansón es el héroe
que resistió y desafió el poder de los últimos. Puesto que Sansón nunca alivió completamente a
Israel de la dominación palestina, es difícil fechar el período de 40 años que se menciona en Jueces
13:1. Veinte años es el período que se calcula que Sansón ostentó su caudillaje (Jue. 15:20).

Sansón fue un gran héroe dotado de una fuerza sobrenatural recordado. en primer término,
por sus hazañas militares. Que fue un nazareno, fue anunciado a sus padres antes de su nacimiento.
Manoa y su esposa fueron instruidos mediante la revelación divina de que su hijo comenzaría la
liberación de Israel de la opresión filistea. A través de numerosos relatos, referencias, se conoce el
hecho de que el Espíritu del Señor estaba sobre, él (Jue. 13:25; 14:5, 19; 15:14). Sus actividades
estuvieron limitadas a la llanura marítima y el país de las colinas de Judá, donde emprendió la lucha
contra la ocupación filistea del territorio Israelita. Numerosos relatos que sólo pueden ser una
muestra de todo lo que Sansón hizo, están registrados en el libro de los Jueces. En su camino hacia
Timnat, destrozó un león con sus propias manos. Cuando fue obligado a suministrar treinta
ornamentos de fiesta a los filisteos, quienes deshonestamente obtuvieron la respuesta al acertijo que
él puso en sus bodas en Timnat, mató a treinta de ellos en Ascalón. En otra ocasión, soltó a
trescientas zorras con ramas ardientes para destrozar las cosechas de los filisteos. En respuesta a sus
represalias, Sansón mató a muchos filisteos cerca de Etam. Cuando los hombres de Judá le
entregaron atado de manos al enemigo, sus ataduras quedaron sueltas cuando el Espíritu del Señor
vino sobre él. Sin más armas que sus manos, mató a mil hombres con la quijada de un asno. En Gaza
arrancó las puertas en la noche y se las llevó casi a 64 kms. al este a una colina cercana al Hebrón.

Las relaciones de Sansón con Daljla, cuyas simpatías estaban con los filisteos, le condujeron
a su ruina. Por tres veces rechazó con éxito a los filisteos, cuando la mujer le traicionó; sin embargo,
cuando reveló el secreto de su colosal fuerza y poder a ella y le cortaron los cabellos, Sansón perdió
su fuerza. Los filisteos le sacaron los ojos y le forzaron a trabajar en un molino como un esclavo.
Pero Dios restauró su fuerza para su hazaña final y pudo derrumbar los pilares del templo de Dagón,
matando más filisteos de los que había muerto en sus anteriores encuentros. A despecho de su
debilidad, Sansón ganó renombre entre los héroes de la fe (Heb. 11:32). Dotado con tan grande
fuerza, indudablemente pudo haber hecho mucho más, pero envuelto en el pecado, fracasó en su
misión de liberar a Israel. De todos modos hizo lo bastante como para hacer desistir a los filisteos de
que Israel no fuese desalojado de la tierra prometida.

Condiciones religiosas, políticas y sociales


Los últimos capítulos del libro de los Jueces y el libro de Rut, describen las condiciones que
existían en los días de los heroicos jefes tales como Débora, Gedeón, y Sansón. Sin referencias
mezcladas a las actividades de cualquiera de los jueces particulares nombrados en los capítulos
precedentes, es difícil fechar estos acontecimientos específicamente. Los rabinos asocian la historia
de Micaía y la emigración danita con la época de Otoniel; pero a causa de la falta de detalles
históricos, es imposible hallarse ciertos de la fiabilidad de todo esto y de las tradiciones similares de
los rabinos. Lo más que puede ser hecho es limitar tales acontecimientos a los días "cuando los
Jueces gobernaban" y "no había rey en Israel" (Rut 1:1 y Jue. 21: 25).

Micaía y su casa de dioses son un ejemplo de la apostaría religiosa que prevaleció en los días
de los Jueces. Cuando Micaía, un efrainita, devolvió 1160 siclos robados a su madre, ella dio 200
siclos a un joyero, el cual hizo una imagen grabada en la madera y recubierta de plata, al igual que
otra imagen fundida de plata. Con aquellos símbolos idolátricos, Micaía estableció un santuario al
que añadió un efod y terafiues e hizo sacerdotes a uno de sus hijos. Cuando un levita procedente de
Belén se detuvo por azar en aquella capilla en monte Efraín, Micaía hizo un acuerdo con él,
alquilándole como su sacerdote oficial con, la esperanza de que el Señor haría prosperar su empresa.
Cinco danitas enviados como grupo de reconocimiento para localizar más tierra para su tribu, se
detuvieron en el santuario de Micaía para pedir consejo a este levita. Tras haberles asegurado el
éxito de su misión, siguieron su camino y encontraron condiciones favorables para la conquista de
más territorio en Lais, una ciudad situada en la vecindad del hontanar del río Jordán Como
resultado, seiscientos danitas emigraron hacia el norte. En el camino, convencieron al levita de que
era mejor para él servir como sacerdote para una tribu más bien que para un solo individuo. Cuando
Micaía y sus vecinos objetaron la cuestión, los danitas, mucho más fuertes, se limitaron simplemente
a tomar al levita y a los dioses de Micaía y llevárselos a Lais, desde entonces llamada Dan. Allí,
Jonatán, que indudablemente era el levita, estableció un santuario para los danitas como un
substituto para Silo. De no haber ninguna omisión en la genealogía (18:30) de este Jonatán, es muy
verosímil que la emigración tuviese lugar en los primeros días del período de los Jueces. El crimen
sexual en Gabaa y los acontecimientos que siguieron, condujeron a Israel a la guerra civil. Un levita
de las colinas de la tierra de Efraín y su concubina, al retorno de una visita a los padres de la mujer
en Belén, se detuvieron en Gabaa por la noche. Había pasado por Jebús, esperando recibir mejor
hospitalidad en Gabaa, que era una ciudad benr; jaminita. Durante la noche, los hombres de Gabaa
exigieron y después:, obtuvieron a la concubina del levita. En la mañana ella fue encontrada muerta
a la puerta de la casa. El tomó el cadáver y la llevó a su hogar;, cortándola en doce piezas que envió
por todo el país. Todo Israel, desde Dan a Beerseba, fue tan horrorizado por semejante atrocidad,
que se reunieron en Mizpa. Allí, ante una reunión de 400.000 hombres, el levita habló de lo que
habían hecho con ellos los benjaminitas.

Cuando la tribu de Benjamín rehusó entregar los hombres de Gabaa, habían cometido aquel
crimen, estalló la guerra civil. Los benjaminitas dispusieron una fuerza combativa de 26.000
hombres, incluyendo una división de honderos. El resto de Israel, entonces, se reunió en Betel,
donde estaba situada el Arca del Señor, para recibir consejo para la batalla de Finees, el sumo
sacerdote. Por dos veces las fuerzas israelitas fueron derrotadas en su ataque a Gabaa. La tercera
vez, la conquistaron y quemaron la ciudad, matando a todos los benjaminitas excepto a 600 que
huyeron y encontraron refugio en la roca de Rimón. La destrucción y devastación de Benjamín
fue completa, hasta el extremo de que la totalidad de la tribu quedó arruinada. Tras cuatro meses, se
efectuó una reconciliación con los 600 hombres que; quedaban. Se tomaron medidas para la
restauración y el matrimonio de aquellos hombres, de forma tal que los benjaminitas pudiesen ser re
instaurados en la nación de Israel.

La historia de Rut suministra una visión rápida de una era más pacíúl en los días en que los
Jueces gobernaban. Esta narrativa cuenta con la emigración de una familia israelita (Elimelec,
Noemí y sus dos hijos) hacia Moab, cuando había hambre en Judá. Allí, tos dos hijos se casaron con
dos mujeres moabitas, Rut y Orfa. Tras la muerte de su marido y ambos hijos, Noemí se volvió a
Belén acompañada de Rut. En el curso del tiempo, Rut se casó con Booz y, subsiguientemente,
figura en la línea genealógica davídica de la familia real de Israel.

LECCIÓN 7: LA TRANSICIÓN

En los siglos X y XI Israel estableció y mantuvo la más poderosa monarquía de toda su


historia. Ni antes ni después, la nación tuvo tan extensas fronteras y sostuvo tanto respeto
internacional. Tal expansión fue posible en gran medida a causa de la no interferencia que pudo
haberle llegado desde las extremidades del Creciente Fértil durante esta época de su historia.

Las naciones vecinas


Egipto había declinado a una posición de debilidad. Ramsés III (11981167 a. C.), el Faraón
de la XX dinastía que había sido fuerte lo bastante como para rechazar a todos los invasores, murió a
manos de un asesino. Bajo Ramsés IV-XII (ca. 1167-1085) el poder de los reyes egipcios sucumbió
gradualmente a la política agresiva de la familia sacerdotal. Por el 1085 a. C. Heri-Hor, el sumo
sacerdote, comenzó a gobernar Egipto desde Karnak en Tebas, mientras que príncipes de la familia
controlaban Tanis. La pérdida de prestigio de Egipto se refleja por el tratamiento despectivo que se
permitió Wen-Amun en, su jornada hacia Biblos como un enviado egipcio (ca. 1080 a. C.). No fue
sino hasta el cuarto año de Roboam (927 a. C.) en que Egipto estuvo en posición de invadir
Palestina (I Reyes 14: 25-26). Los asirios, bajo Tiglat-pileser (1113-1074 a. C.), extendieron su in-
fluencia hacia el oeste, a Siria y a Fenicia. Sin embargo, antes de que transcurriera mucho tiempo,
los propios asirios sintieron los efectos de la invasión procedente del Oeste Durante el reinado de
Asur-Rabi 11 (1012975 a. C.), los establecimientos asirios a lo largo del Éufrates fueron;
desplazados por emigración de las tribus arameas. Sólo después del año: 875 a. C. Asiria volvió a
recobrar el control del alto valle del Éufrates para desafiar a los poderes occidentales en Palestina. El
enemigo que tan seriamente amenazaba el creciente poder Israel era el de los filisteos. Rechazados
en su intento de entrar en Egipto, los filisteos se establecieron en gran número sobre la llanura
marítima de Palestina poco después del 1200 a. C. Cinco ciudades se convirtiere en plazas fuertes de
los filisteos: Ascalón, Asdod, Ecrón, Gaza y Gat Sam. 6:17). Sobre cada una de esas ciudades
independientes gobernaba un "señor" que supervisaba el cultivo de la tierra anexionada. Aunque
eran' activamente competitivos con los fenicios en el lucrativo negocio del comercio, como
registraba Wen-Amun, los filisteos amenazaban con dominar Israel en los días de Sansón, Elí,
Samuel y Saúl. Independientes en mismas, las cinco ciudades y sus gobernantes se unían
ocasionalmente par propósitos políticos y militares.

La explicación real de la superioridad filistea sobre Israel se encuentra en el hecho de que los
filisteos guardaban el secreto del hierro fundido. Los heteos en Asia Menor habían sido fundidores
de hierro antes del 12 a. C. pero los filisteos fueron los primeros que utilizaron el proceso en
Palestina. Guardando su monopolio celosamente, tenían a Israel a su merced. Esto queda claramente
reflejado en I Sam. 13:19-22. "Ahora no se encuentra un solo herrero en toda la tierra de Israel". No
solo se encontraban 1a israelitas sin herreros para forjar espadas y lanzas, sino que incluso
dependían de los filisteos para el arreglo de sus instrumentos de trabajo agrícola. Con semejante
amenaza pesando sobre Israel, se encontraba al borde caer en una esclavitud sin remisión por parte
de los filisteos. Aunque Saúl ofreció alguna resistencia al enemigo que avanzaba, fue sino hasta los
tiempos de David, en que el poder de los filisteos quedó roto. Por la ocupación de Edom, David
aprendió los secretos de la utilización del hierro y ganó acceso a los recursos naturales que existían
en península del Sinaí. En tales condiciones, se encontró capaz de unir firmemente la nación de
Israel y de establecer una supremacía militar, que n un fue seriamente desafiada por los filisteos.

Del norte, la principal amenaza para Israel y su expansión, procedía Aram. Ya a principios
de los tiempos patriarcales, los arameos se hab establecido en el distrito de Khabur en la alta
Mesopotamia, conocido co Aram-Naharaim. La zona bajo su control, pudo muy bien haberse
extendí hacia el oeste hasta Alepo y al sur hasta Cades sobre el Orontes. H dónde pudieron haberse
extendido en la zona de Damasco y hacia el s durante la época de los jueces, es algo incierto. El
estado arameo más poderoso fue Soba, situado al norte de Damas Hadad-ezer, gobernador de Soba,
extendió sus dominios hacia el Eufra (II Sam. 8:3-9) y posiblemente tomó por la fuerza algunas
colonias asirias de Asur-Rabi II, rey de Asiria (1012-975 a. C.). Las dinastías hititas en Hamat y
Carquemis, fueron gradualmente reemplazadas por los arameos conforme se expandieron, hacia el
norte. Otros estados arameos situados hacia el sur de Damasco, fueron Maaca, Gesur y Tob. Al este
del Jordán y al sur de monte Hermón yace Maaca, con Gesur directamente hacia el sur. Puesto que
su madre procedía de aquella zona, Absalón se apresuró a acudir a Gesur en busca de seguridad
después de haber matado a Amnón. Tob (Jue. 3:11) estaba al sudeste del mar de Galilea, pero al
norte de Galaad. Estos estados, bajo la jefatura de Hadad-ezer, representaban una formidable
coalición para la expansión de Israel en los días de David.

Los fenicios o cananeos ocuparon la costa marítima del Mediterráneo hacia el norte.
Mientras los arameos estaban formando un fuerte reino más allá de la cadena del Líbano, los
fenicios se concentraban en intereses marítimos. Por el tiempo de David, las ciudades de Tiro y
Sidón habían establecido un fuerte estado incluyendo el territorio costero inmediato. Mediante el
comercio y los tratados, extendieron su influencia comercialmente por todo el Mediterráneo. Hiram,
rey de Tiro, y David, rey de Israel, lo encontraron mutuamente beneficioso para mantener una
actitud de amistad sin fricciones militares. Los edomitas, que habitaban la zona montañosa del sur
del mar Muerto, fueron gobernados por reyes antes del resurgimiento de la monarquía de Israel
(Gén. 36:31-39). Aunque Saúl luchó contra los edomitas (I Sam. 14: 47) fue David quien, realmente
les sometió, ellos. La declaración de que habían convertido en servidores de David, quien había
estacionado guarniciones por todo el país, tiene la mayor importancia (II Sam. 8:14). De las minas
de Edom, David obtuvo recursos naturales tales como cobre y hierro que Israel necesitaba
desesperadamente para acabar con el monopolio filisteo en la producción de armamentos.

Los amalecitas, también descendientes de Esaú (Gén. 36:12), mantuvieron el territorio al este
de Edom hacia la frontera egipcia. Saúl intentó destruir a los amalecitas (I Sam 15) pero fracasó en
hacer una completa purga. Más tarde, los amalecitas atacaron a Siclag una ciudad ocupada por
David cuando era un fugitivo del territorio filisteo, pero apenas si son mencionados.
Los moabitas, situados al este del mar Muerto, fueron derrotados por Saúl (I Sam. 14:47) y
conquistados por David. Por casi dos siglos, permanecieron obedientes a Israel como una nación
tributaria. Los amonitas ocuparon la franja del territorio sobre la frontera oriental de Israel. Saúl les
derrotó en Jabes-galaad cuando se estableció por sí mismo temo un rey (I Sam. 11:1-11). Cuando los
amonitas desafiaron las aperturas a la amistad de David por una alianza con los arameos, no les
venció (II Sam. 10) pero conquistó Rabá en Amón, su ciudad capital (II Sam. 12:27). Nunca más
desafiaron la superioridad israelita durante el período del reinado.

Bajo el caudillaje de Elí y Samuel


Los tiempos de Elí y Samuel marcan la era de transición desde el esporádico e intermitente
caudillaje de los Jueces hasta la implantación de la monarquía Israelita. Los dos hombres están
mencionados en el libro de los jueces, pero se les considera en los primeros capítulos de I Samuel
(1:1-8: 22) como una introducción a la narrativa respecto al primer rey de Israel. La historia de Elí
sirve como fondo para el ministerio de Samuel. Como sumo sacerdote, Elí estaba a cargo del culto y
sacrificio en el tabernáculo en Silo. Fue a él, a quien los israelitas consideraron y buscaron para guía
jefatura de los asuntos civiles y religiosos. La religión de Israel se hallaba a un bajo nivel en los días
de Elí. El mismo fracasó en enseñar a sus hijos en, reverenciar a Dios; "no tenían conocimiento del
Señor" (I Sam. 2:12) y bajo su jurisdicción asumieron responsabilidades sacerdotales tomando
ventaja del pueblo conforme se aproximaba al culto y al sacrificio. No sólo robaban a Dios
solicitando la porción sacerdotal antes del sacrificio, sino que se conducían de tal forma que el
pueblo aborrecía el llevar sacrificios a Silo. También profanaron el santuario con las acciones
paganas propias de la religión cananea. Como era de esperar, rehusaron el escuchar la amonestación
y la denuncia de semejante conducta. No es de sorprender que Israel continuase degenerándose al
incrementar tales prácticas religiosas corrompidas.

En semejante atmósfera corrompida, Samuel fue llevado desde su niñez y dejado al


ciudadano de Elí. Dedicado a Dios y alentado por una santa madre, Samuel creció en el entorno del
tabernáculo, incorruptible a la maléfica influencia falta de religiosidad de los hijos de Elí. Un profeta
cuyo nombre se ignora, reprobó a Elí porque honraba a sus hijos más de lo que honraba a Dios (I
Sam. 2:27). Su relajación había provocado el juicio de Dios, de ahí que sus hijos perdieran sus vidas
inútilmente Y un fiel sacerdote ministrase en su lugar. La reiteración de este decreto llegó a Samuel
cuando Dios le habló durante la noche (I Sam. 3:1-18). Pronto y de forma repentina aquellas
proféticas palabras recibieron su total cumplimiento. Cuando los asustados israelitas vieron que
estaban perdiendo su enfrentamiento con los filisteos, se impusieron sobre los hijos de Elí para
llevar el arca del pacto de Dios, el objeto más sagrado de Israel, al campo de batalla. La religión
había llegado a un extremo tal, que el arca, que representaba la verdadera potencia de Dios, les
salvaría de la derrota. Pero no podían forzar a Dios a que les sirviera. Su derrota fue aplastante. El
enemigo capturó el arca, matando a los hijos de Elí. Cuando Elí oyó las sorprendentes noticias de
que el arca estaba en manos de los filisteos, sufrió un colapso que le costó la vida.

Aquello fue un día de catástrofe para Israel. Aunque la Biblia no dice nada respecto a la
destrucción de Silo, otra evidencia aboga de que por ese tiempo, los filisteos redujeron a ruinas el
santuario central que había sostenido y mantenido unidas a todas las tribus. Cuatro siglos más tarde,
Jeremías advirtió a los habitantes de Jerusalén, de no depositar su confianza en el templo (Jer.
7:12-24; 26:6-9). Mientras que los israelitas habían confiado en el arca para su propia seguridad, así,
la generación de Jeremías asumió que Jerusalén, como lugar de la residencia de Dios, no podía caer
en manos de las naciones gentiles. Jeremías sugirió de que se fijasen en las ruinas de Silo y se
aprovecharan de aquel histórico ejemplo Las excavaciones arqueológicas pusieron al descubierto el
aniquilamiento de Silo en el siglo XI. Su destrucción en aquel tiempo cuenta para el hecho de que
poco tiempo después los sacerdotes oficiaban en Nob (I Sam. 21:1). Es también digno de notar en
relación con esto que Israel, en ninguna ocasión intentase volver el arca a Silo.

La victoria filistea desmoralizó efectivamente a los israelitas. Cuando la nuera de Eli dio a
luz un hijo, ella le puso por nombre "Icabod" porque, ella sintió profundamente que las bendiciones
de Dios hubiesen sido retiradas de Israel (I Sam. 4:19-22). El nombre del niño significaba "¿Dónde
está la gloria?" y al mismo tiempo podía demostrar que la religión cananea había ya penetrado en el
pensar de los israelitas, ya que un devoto de Baal, habría sido como una alusión a la muerte del dios
de la fertilidad. El lugar de Samuel en la historia de Israel es único. Siendo el último de los Jueces,
ejerció la jurisdicción por toda la tierra de Israel. Además, ganó el reconocimiento como el más
grande profeta de Israel desde los tiempos de Moisés. También ofició como sumo sacerdote, aunque
él no pertenecía al linaje de Aarón, a quien pertenecían las responsabilidades del sacerdocio.

La Biblia ha conservado comparativamente poco respecto al ministerio real de este gran


caudillo. Cuando Elí murió, y la amenaza de la opresión filistea se hizo más pronunciada, los
israelitas se volvieron naturalmente hacia Samuel para que les sirviera de caudillo. Después de haber
escapado al despojo y destrucción de Silo, Samuel estableció su hogar en Ramá, donde erigió un
altar. No hay indicación, sin embargo, de que aquello se convirtiese en el centro religioso o civil de
la nación. El tabernáculo, que de acuerdo con el Salmo 78:60 había sido abandonado por Dios, no se
menciona en relación con Samuel. Israel recuperó el arca de manos de los filisteos (I Sam. 5:1-7:2);
pero lo guardó en Quiriat-jearim en el hogar privado de Abinadab hasta los días de David.
Aparentemente, no estaba en uso público durante este tiempo. Samuel, no obstante, actuó con sus
deberes sacerdotales, al ofrecer sacrificios en Mizpa, Ramá, Gilgal, Belén y dondequiera que se
precisasen por todo el país. Y continuó cumpliendo con este deber y esta función incluso tras haber
entregado todos los asuntos de estado a Saúl.

En el curso del tiempo, Samuel reunió a su alrededor un grupo profético, sobre el cual tuvo
una enorme influencia (I Sam. 19:18-24). Es muy verosímil que Natán, Gad y otros profetas activos
en el tiempo de David, recibiesen sus ímpetus procedentes de Samuel. Para ejecutar sus
responsabilidades judiciales, Samuel iba anualmente a Betel, Gilgal y Mizpa (I Sam. 7:15-17) y
puede inferirse de que, en los primeros años, antes de que delegase las responsabilidades en sus
hijos Joel y Abías (I Sam. 8:1-5) incluyese puntos tan, distantes como Beerseba en, su circuito por la
nación. Acredita a Samuel, el hecho de que prevaleciese sobre Israel para purgar el culto cananeo de
sus filas (I Sam. 7:3 ss.). En Mizpa, el pueblo se reunía para la oración, el ayuno y el sacrificio. La
palabra de la convocación se divulgó hasta los filisteos, quienes por esta causa tomaron la ventaja de
la situación para lanzar un salto. En medio del fragor, una terrible tormenta de truenos sembró el
miedo en los corazones de los filisteos mercenarios produciendo la confusión y poniéndoles en fuga.
Evidentemente, el efecto de los truenos adquirió un carácter portentoso en su significado para los
filisteos, ya que nunca más intentaron comprometer a los israelitas en una batalla mientras Samuel
estuvo al mando de las tribus. Eventualmente, los jefes tribales sintieron que debían formar una re-
sistencia contra la agresión filistea y de acuerdo con ello, clamaron por un rey. Como excusa para el
establecimiento de la monarquía, resaltaron que Samuel era ya anciano y sus hijos no estaban
moralmente dotados para tomar su lugar. Samuel, astutamente, rechazó la propuesta, implorándoles
elocuentemente el "no imponer sobre sí mismo una institución cananea, extraña a su forma de vida".
Cuando a despecho de aquello, persistieron en su demanda, Samuel aceptó; pero sólo tras la divina
intervención (I Sam. 8).

Cuando Samuel consintió con cierta repugnancia a la innovación del reinado, n,o tenía idea
de a quien Dios podría elegir. Un día, mientras estaba oficiando en un sacrificio, fue encontrado por
un benjaminita que llegó para consultarle algo concerniente a la localización de unos asnos perdidos
de su padre. Advertido de su llegada, Samuel comprobó que Saúl era el elegido de Dios para ser el
primer rey de Israel. No sólo Samuel atendió a Saúl como huésped de honor en la fiesta sacrificial,
sino que privadamente le ungió como "príncipe sobre su pueblo" indicando mediante aquellas
palabras que el reinado era una cuestión sagrada de fe. Mientras volvía a Gabaa, Saúl fue testigo del
cumplimiento de la predicción hecha por Samuel como confirmación de haber sido elegido para
aquella responsabilidad. En una subsiguiente convocación en Mizpa, Saúl públicamente fue ungido
y entusiásticamente apoyado por la mayoría en su aclamación de "¡Viva el rey!" (I Sam. 10:17-24).
Puesto que Israel no tenía capitalidad, se volvió hacia su ciudad nativa de Gabaa en Benjamín.

La amenaza amonita a Jebes de Galaad proporcionó a Saúl la oportunidad de afirmar su


jefatura. En respuesta a su llamada nacional, el pueblo acudió en su apoyo, resultando una
impresionante victoria sobre los amonitas. En una asamblea de todo Israel en Gilgal, Samuel
públicamente proclama a Saúl como rey. Les recordó que Dios había aprobado su deseo. Sobre la
base de la historia de Israel, les aseguró la prosperidad nacional, teniendo en cuenta que el rey y
todos los ciudadanos obedecerían la ley de Moisés. Este mensaje de Samuel fue divinamente
confirmado a los israelitas con una súbita lluvia, un fenómeno ocurrido durante la cosecha del
trigo. El pueblo quedó profundamente impresionado y agradeció a Samuel por aquella continuada
intercesión. Aunque los israelitas habían vuelto a un rey para su gobierno, las palabras de seguridad
de Samuel, el profeta que había barrido la marea de apostasía e iniciado un efectivo movimiento
profético en su enseñanza y ministerio, les volvió conscientes de su sincero interés por su bienestar:
"Lejos sea de mi que pequé yo contra el Señor cesando de rogar por vosotros" (I Sam. 12:23).

El primer rey de Israel


Seúl gozó del entusiástico apoyo de su pueblo, tras una inicial victoria sobre los amonitas en
Jebes de Galaad. Es cierto que no todos consideraron su acceso al reinado con la misma satisfacción;
pero aquellos contrarios no pudieron soportar su extraordinaria popularidad (I Sam. 10:27; 11:12,
13). Y así, mediante una deliberada desobediencia Saúl pronto arruinó sus 1 oportunidades para
obtener el éxito deseado. A causa de las sospechas el odio, sus esfuerzos estuvieron tan mal
dirigidos y la fuerza nacional se disgregó de tal forma que su reinado acabó en un completo fracaso.

Saúl fue un guerrero que condujo a su nación a numerosas victorias militares. En el lugar
estratégico sobre una colina a tres kms al norte de Jerusalén, Saúl fortificó Gabaa para contraatacar
la superioridad militar de los filisteos. Aprovechando el victorioso ataque hecho por sus hijos
Jonatán, Saúl puso en fuga a los filisteos en la batalla de Micmas (I Sam. 13-14). Entre otras
naciones derrotadas por Saúl (I Sam. 14:47-48) se contaban los amalecitas (I Sam. 15:1-9). El éxito
inicial del primer rey de Israel, no obscureció su debilidad personal. El rey de Israel tenía una
posición única entre los gobernantes contemporáneos en lo cual, él fue el responsable en conocer el
profeta que representaba a Dios. En este respecto, Saúl falló por dos veces. Esperando
impacientemente la llegada de Samuel a Gilgal, Saúl mismo ofició el sacrificio (I Sam. 13:8). En su
victoria sobre los amalecitas, se entregó a las presiones del pueblo en lugar de ejecutar las
instrucciones de Samuel. El profeta le advirtió solemnemente que a Dios no se le complacía
mediante sacrificios, que debían ser sustituidos por la obediencia. Con este amargo reproche Samuel
dejó al rey Saúl que siguiera sus propios impulsos y decisiones. Mediante su desobediencia, Saúl
había perdido el derecho al trono.

La unción de David por Samuel en una ceremonia privada, fue desconocida para Saúl. Con la
muerte de Goliat, David emerge en el escenario nacional. Cuando fue enviado por su padre a llevar
suministros a sus hermanos que servían en el ejército israelita acampado contra los filisteos, oyó las
blasfemias y las amenazas de Goliat. David razonó que Dios que le había ayudado a él en matar osos
y leones, también sería capaz de matar a su enemigo, quien desafiaba a los ejércitos de Israel.
Cuando los filisteos comprobaron que Goliat, el gigante de Gat, había sido muerto, huyeron ante
Israel. El reconocimiento nacional de David como héroe fue expresado subsiguientemente en el
dicho popular, "Seúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles" (I Sam. 18:7). En anteriores
ocasiones, David había hecho gala de sus dotes musicales en la corte del rey, para calmar el espíritu
turbado de Saúl. Tan grave era el desorden mental del rey, que incluso intentó matar al joven
músico. Tras esta heroica hazaña, Saúl no sólo tomó conciencia del reconocimiento de David,
posiblemente para premiar a su familia con la exención de tributos, que también le agregó
permanentemente a su corte real.

Dejado a sus propios recursos, Saúl se hizo sospechoso y extremadamente celoso de David.
Con numerosas y sutiles añagazas Saúl intentó suprimir al joven héroe nacional. Expuesto a los tiros
de jabalina de Saúl o a los peligros de la batalla, David escapó con éxito de todas las maniobras
concebidas para su perdición. Incluso cuando Saúl fue personalmente a Naiot, donde David se había
refugiado con Samuel, fue influenciado con el espíritu de los profetas hasta el extremo de que le
resultó inútil dañar o capturar a David. Estando agregado a la corte real, resultó ventajoso para
David en varios aspectos. En hazañas militares, se distinguió por sí mismo conduciendo las unidades
del ejército de Israel en victoriosos ataques contra los filisteos. En sus relaciones personales con
Jonatán, compartió una de las amistades más nobles que se advierten en los tiempos del Antiguo
Testamento. Mediante su íntima asociación con el hijo del rey, David estuvo en condiciones de
captar los bastardos designios de Saúl más minuciosamente y de esa forma, asegurarse contra
cualquier peligro innecesario. Cuando David y Jonatán, comprobaron que había ya llegado el
momento para que David huyera, ambos sellaron su amistad mediante una alianza (I Sam 20:11-23).

David huyó con los filisteos buscando seguridad. Denegado el refugio por Aquis, rey de Gat,
fue hacia Adulam donde cuatrocientos compañeros de las tribus se reunieron a su entorno. Estando
al cuidado de semejante grupo, procuró hacer los convenientes arreglos para algunas de sus gentes
que residían en el país moabita. Entre los consejeros asociados con él, estaba el profeta Gad. Cuando
Saúl oyó que Abimelec, el sacerdote de Nob, había proporcionado suministros a David en ruta hacia
los filisteos ordenó su ejecución con ochenta y cinco sacerdotes. Abiatar, el hijo de Abimelec,
escapó y se reunió con el bando fugitivo de David. Hacía ya tiempo que Saúl daba rienda suelta a
sus maliciosos sentimientos hacia David mediante una abierta persecución. Varias veces David
estuvo seriamente en peligro. Tras socorrer la ciudad de Keila de los ataques filisteos, residió allí
hasta que fue desalojado por Saúl. Escapando a Zif, seis kms, al sur del Hebrón, fue traicionado por
los zifeos y rodeado por el ejército de Saúl. Un ataque de los filisteos previno a Saúl de capturar esta
vez a David. Después, en otra expedición a En-gadi (I Sam. 24) y finalmente en Haquila, Saúl
también fue frustrado en sus esfuerzos para matarle. David tuvo muchas ocasiones de haber podido
matar al rey de Israel En cada ocasión rehusó el hacerlo, teniendo la conciencia y el reconocimiento
de que Saúl estaba ungido por Dios. Aunque Saúl solía reconocer temporalmente su aberración,
pronto volvía a su abierta hostilidad. Mientras que David y su grupo se hallaban en los desiertos del
Patán, rendían servicios a los residentes de aquella zona protegiendo sus propiedades contra los
ataques de bandas de ladrones y bandidos. Nabal, un pastor de Maón que pastoreaba sus ovejas
cerca del pueblo de Carmelo, ignoró la demanda de David de "protección monetaria". Para encubrir
su propia codicia rehusando compartir su riqueza, Nabal protestaba que David había huido de su
amo. Dándose cuenta de que la situación era grave, Abigail, la esposa de Nabal, juiciosamente
conjuró la venganza por su apelación personal a David con regalos. Cuando Nabal se recuperó de su
intoxicación y comprendió cuán cerca había estado de la venganza a manos de David, quedó tan
impresionado que murió diez días después. Como consecuencia, Abigail se convirtió en su esposa.

David temía que cualquier día Saúl podría sorprenderle inesperadamente. Para asegurarse a
sí mismo y a su grupo de casi seiscientos hombres, además de mujeres y niños, le fue concedido
permiso por Aquis para residir en territorio filisteo y en la ciudad de Siclag. Se quedó allí
aproximadamente durante el último año y medio del reinado de Saúl. Cerca del fin de este período,
David acompañó a los filisteos a Afec para luchar contra Israel. Pero le fue negada su participación.
Entonces volvió a Siclag a tiempo de recobrar sus posesiones perdidas en un ataque por sorpresa por
los amalecitas.

Los ejércitos de Israel acampados en el monte de Gilboa para luchar contra los filisteos, a
quienes había derrotado otras varias veces, se encontraron con que más que el miedo al enemigo era
la turbación del rey de Israel quien complicó las cosas por aquel tiempo. Samuel, hacía tiempo
ignorado por Saúl, no estaba disponible para una entrevista. Saúl se volvió a Dios pero no hubo
respuesta para él, ni en sueños, ni por Urim o por el profeta. Estaba enfermo de verdadero pánico.
En su desesperación se volvió hacia los medios espiritualistas que él mismo había barrido en el
pasado. Localizando a la mujer en Endor, que tenía un espíritu similar, Saúl preguntó por Samuel.
Fuese cual fuese el poder que tenía esta mujer, se hace aparente en lo que se registra en I Sam.
28:3-25, que la intervención del poder sobrenatural en mostrar al profeta Samuel en forma de
espíritu, estaba más allá de su control. A Saúl se le recordó una vez más por Samuel, que a causa de
su desobediencia, había perdido el derecho a la legitimidad del reino. En su mensaje a Saúl, el
profeta predijo la muerte del rey y de sus tres hijos, lo mismo que la derrota de Israel.

Con el corazón endurecido y el pensamiento de tales trágicos acontecimientos que habían de


caer sobre él, Saúl volvió al campamento aquella funesta noche. En el curso de la batalla en la
llanura de Jezreel, las fuerzas israelitas fueron derrotadas, retirándose a monte Gilboa. Durante la
persecución, los filisteos tomaron la vida de los tres hijos del rey. El propio Saúl fue herido por
arqueros enemigos. Para evitar un bestial tratamiento a manos del enemigo, se clavó contra su
espada, acabando así su vida. Los filisteos vencieron con una victoria definitiva, ganando el
indisputable control del fértil valle desde la costa del río Jordán. Ocuparon también muchas ciudades
de donde los israelitas se vieron forzados a huir. Los cuerpos de Saúl y sus hijos fueron mutilados y
colgados en la fortaleza filistea de Betsán, pero los ciudadanos de Jabes de Galaad los rescataron
para su enterramiento. Más tarde, David hizo lo necesario para transferir los restos a la propiedad de
la familia de Saúl en Zela, en la tribu de Benjamín (II Sam. 21:14). Ciertamente trágica fue la
terminación del reinado de Saúl como primer rey de Israel. Aunque elegido por Dios y ungido por la
oración por el profeta Samuel, fracasó en poner en práctica aquella obediencia que era esencial en el
sagrado y único principio de fe que Dios le permitió: el ser "príncipe sobre su pueblo”.
LECCIÓN 8: EL REINO UNIDO

Unión de Israel bajo David y Salomón


La edad de oro de David y Salomón, no tuvo repetición en los tiempos del Antiguo
Testamento. La expansión territorial y los ideales religiosos, como fueron imaginados por Moisés,
fueron realizados en un grado máximo que antes o después de la historia de Israel. En los siglos
siguientes, las esperanzas proféticas para la restauración de la fortuna de Israel, repetidamente se
refiere al reino de David, como ideal supremo.

La unión davídica y expansión


Los esfuerzos políticos de David fueron marcados con el sello del éxito. En menos de una
década tras la muerte de Saúl, todo Israel acudía en apoyo de David, que había comenzado su
reinado con sólo el pequeño reino de Judá. Mediante éxitos militares y amistosas alianzas, pronto
controló el territorio existente entre el río de Egipto y el golfo de Acaba hasta la costa fenicia y la
tierra de Hamat. El respecto internacional y el reconocimiento que David ganó para Israel no fue
desafiado por poderes foráneos hasta el final de los últimos años de Salomón. El nuevo rey también
se distinguió como caudillo religioso. Aunque denegado el privilegio de construir el templo, él hizo
las más elaboradas provisiones para su erección bajo su hijo Salomón. Con el caudillaje real de
David, los sacerdotes y levitas fueron extensamente organizados para la efectiva participación en las
actividades religiosas de la totalidad de la nación.

El segundo libro de Samuel detalla y explica el reino de David con gran minuciosidad. Una
larga sección (11-20) suministra el relato exclusivo del pecado, el crimen y la rebelión en la familia
real. La transferencia del reinado a Salomón y la muerte de David, están relatadas en los primeros
capítulos del primer libro de Reyes. El primer libro de Crónicas también hace referencia al período
davídico y representa una unidad independiente, enfocando la atención sobre David como el primer
gobernante en una continuada dinastía. Por vía de introducción al establecimiento del trono de
David, el cronista traza el fondo genealógico de las doce tribus sobre las cuales gobernaba David.
Saúl no está sino muy brevemente mencionado, tras lo cual David se presentaba como rey de Israel.
La organización de Israel políticamente lo mismo que en el aspecto religioso está más elaborada
dada la supremacía de David sobre las naciones circundantes y recibe un mayor énfasis. Antes de
concluir con la muerte de David, los últimos ocho capítulos en este libro dan una extensa
descripción de su preparación para la construcción del templo. En consecuencia, I Crónicas es un
valioso complemento para lo registrado en II Samuel.

El bosquejo del reinado de David en este capítulo, representa un arreglo cronológico


sugerido de los acontecimientos conforme están registrados en II Samuel y I Crónicas:

El rey de Judá
Nacido en tiempos turbulentos, David estuvo sujeto a un rudo período de entrenamiento para
el reinado de Israel. Fue requerido por el rey para el servicio militar tras haber matado a Goliat y
ganado una experiencia inapreciable en hazañas militares contra los filisteos. Tras que fue forzado a
dejar la corte, condujo a un grupo fugitivo y se congració a sí mismo con los terratenientes y dueños
de grandes rebaños en la parte meridional de Israel, proporcionándoles un efectivo servicio. Al
propio tiempo, negoció con éxito diplomático las relaciones con los filisteos y moabitas, mientras
que se hallaba considerado en Israel como un individuo al margen de la ley.

David estuvo en la tierra de los filisteos cuando el ejército de Saúl fue decisivamente
derrotado en monte Gilboa. Muy poco después de que David rescatase a sus esposas y recobrase el
botín que había sido tomado por los asaltantes amalecitas, un mensajero le informó de los
desgraciados acontecimientos que habían tenido lugar en Israel. Sobrecogido por el dolor, David dio
un inmortal tributo a Saúl y a Jonatán en una de las más grandes elegías que existen en el Antiguo
Testamento. No solo Israel había perdido a su rey, sino que David había perdido a su más íntimo
amigo de siempre, a Jonatán. Cuando el portador de las noticias, un amalecita, reclamó una
recompensa por la muerte de Saúl, David ordenó su ejecución por haber tocado al ungido de Dios.

Tras de hallarse cierto de la aprobación de Dios, David volvió a la tierra de Israel. En


Hebrón, los jefes de su propia tribu (Judá) le ungieron y reconocieron como a su rey. David era bien
conocido en todos los clanes de la zona, habiendo protegido los intereses de los propietarios de
tierras y compartido con ellos el botín obtenido al atacar a sus enemigos (I Sam. 30:26-31). Como
rey de Judá, David envió un mensaje de felicitación a los hombres de Jabes por dar al rey Saúl un
respetable enterramiento. No hay duda de que este amistoso y gentil gesto tenía también
implicaciones políticas, en lo que David se sentía necesitado para procurarse toda clase de apoyo.
Israel estuvo en muy serias dificultades cuando acabó el reinado de Saúl. La capital en Gabaa, o
experimentó la destrucción o gradualmente fue cayendo hasta convertirse en ruinas. Eventualmente,
Abner el jefe del ejército israelita estuvo en condiciones de restaurar lo bastante el orden para tener a
Isboset (Isbaal) ungido como rey. La coronación tuvo lugar en Galaad, ya que los filisteos tenían el
control sobre la tierra situada al oeste del Jordán. Puesto que el hijo de Saúl reinaba sobre las tribus
del norte sólo por dos años (II Sam. 2:10) durante los siete años y medio que David reinó sobre
Hebrón, aparece que el problema de los filisteos demoró el acceso del nuevo rey por
aproximadamente cinco años.

Es así como el pueblo de Judá abogó por su alianza con David, mientras que el resto de los
israelitas permanecía leal a la dinastía de Saúl, bajo el liderazgo de Abner e Isboset. El resultado fue
que prevaleciese la Guerra civil. Tras ser severamente reprobado por Isboset, Abner apeló a David y
le ofreció el apoyo de Israel, en su totalidad. De acuerdo con la petición de David, Mical, la hija de
Saúl, le fue devuelta como esposa. Aquello tuvo lugar bajo la supervisión de Abner con el
consentimiento de Isboset. De esto quedó patente públicamente que David no sostenía ninguna
animosidad hacia la dinastía de Saúl. El propio Abner fue a Hebrón donde prometió a David la
lealtad de su pueblo. Tras esta alianza y una vez completada, Abner fue muerto por Joab en lucha
civil. La muerte de Abner dejó a Israel sin un fuerte y poderoso caudillo militar. Hacía tiempo ya
que Isboset había sido asesinado por dos hombres procedentes de la tribu de Benjamín. Cuando los
asesinos aparecieron ante David, fueron inmediatamente ejecutados. Desaprobaba así la muerte de
una persona justa. Sin malicia ni venganza, David ganó el reconocimiento de todo Israel, mientras
que la dinastía de Saúl fue eliminada del poder político.

Jerusalén—la capital nacional


No hay indicación de que los filisteos interfirieran con la ascendencia de David como rey en
Hebrón. Es posible que ellos le considerasen como a un vasallo, en tanto que el resto de Israel,
revuelto por la guerra civil, no ofrecía resistencia unificada. Pero se alarmaron seriamente cuando
David ganó la aceptación de la totalidad de la nación. Un ataque filisteo (II Sam. 5:17-25 I Crón.
14:8-17) tuvo lugar muy verosímilmente antes de la conquista y ocupación de Sión. David les
derrotó por dos veces, previniendo así su interferencia en la unificación de Israel bajo el nuevo
rey. Sin duda, la amenaza filistea en sí misma tuvo un efecto unificador sobre Israel.

Buscando un lugar central para la capital del reino unido de Israel, David se volvió hacia
Jerusalén. Era un lugar estratégico y menos vulnerable para ser atacado. Como una fortaleza cananea
ocupada por los jebuseos, había resistido con éxito la conquista y la ocupación por los israelitas. En
los registros egipcios ya por el 1900 a. C. esta ciudad ya se conocía como Jerusalén. Cuando David
invitó a sus hombres a conquistar la ciudad y ex pulsar a los jebuseos, Joab aceptó y fue
recompensado con el nombramiento de jefe de los ejércitos de Israel. Con la ocupación de la
fortaleza por David, se hizo conocida como "la Ciudad de David" (I Crón. 11:7). En el período
davídico, Jerusalén ocupaba la cima de una colina directamente al sur del área del templo a una
elevación aproximada de 762 mts sobre el nivel del mar. El lugar era conocido más particularmente
como Ofel. A lo largo de la orilla oriental estaba el valle de Cedrón, reuniéndose hacia el sur con el
valle de Hinom, que se extendía hacia el oeste. Separándolo de una elevación occidental, que en
tiempos modernos es llamado Monte Sion, estaba el valle Tiropoeon. De acuerdo con Josefo, existía
un valle en la parte norte, separando Ofel del lugar ocupado por el templo. Aparentemente esta zona
Ofel-Sión era de una elevación mayor que el lugar del templo en la época de la conquista de David.
En el siglo II a. C. sin embargo, los macabeos allanaron la colina arrojando los escombros de la
ciudad davídica en el valle existente debajo. Como resultado, los arqueólogos han sido incapaces de
eslabonar debidamente cualquier objeto procedente del reinado de David.

Cuando David asumió el reinado sobre las doce tribus, eligió a Jerusalén como su capital
política. Durante sus días como un fuera de la ley, había estado seguido por cientos de hombres.
Tales hombres fueron bien organizados bajo su mando en Siclag y más tarde en Hebrón (I Crón.
11:10-12:22). Aquellos hombres se habían distinguido en hazañas militares de tal forma, que fueron
nombrados príncipes y jefes. Cuando Israel apoyó a David, la organización fue agrandada para
incluir a la totalidad de la nación, con Jerusalén como centro (I Crón. 12:23-40). Mediante contrato
con los fenicios, fue construido un magnífico palacio para David como rev (II Sam. 5:11-22). Al
propio tiempo, Jerusalén se convirtió en el centro religioso de toda a nación (I Crón. 13:1-17:27 y II
Sam. 6:1-7:29). Cuando David intentó llevar el arca de Dios desde el hogar de Abinadab en Quiriat-
jearim por medio de un carro en lugar de ser llevada por los sacerdotes (Núm. 4), Uza fue muerto
repentinamente. En lugar de llevar el arca a Jerusalén, David la dejó en el hogar de Obed-edom en
Gabaa. Cuando sintió que el Señor estaba bendiciendo su casa, David transfirió inmediatamente el
objeto sagrado a Jerusalén para ser alojada en una tienda o tabernáculo, y un culto apropiado se
restauró entonces para Israel a escala nacional.

Con el renovado interés en la religión de Israel, David se volvió deseoso de construir un local
permanente para el culto. Cuando compartió su plan con Natán, el profeta, encontró su inmediata
aprobación. A la noche siguiente, sin embargo, Dios comisionó a Natán para informar al rey que la
construcción del templo quedaría pospuesta hasta que el hijo de David fuese establecido en su trono.
Aquello fue una seguridad divina para David, de que su hijo le sucedería y que él no estaría sujeto a
un hado tan fatal como le había sucedido al rey Saúl. La magnitud de esta promesa para David, no
obstante, se extiende mucho más allá del tiempo y del alcance del reinado de Salomón. La semilla
de David incluía más que a Salomón, puesto que la orden divina claramente establecía que el trono
de David quedaba establecido para siempre. Incluso si la iniquidad y el pecado prevaleciese en la
posteridad de David, Dios temporalmente juzgaría y castigaría, pero no haría perder el derecho a la
promesa ni retiraría su merced indefinidamente.

Ningún reinado terrestre o dinastía ha tenido jamás una duración eterna, tales como el cielo y
la tierra. Tampoco la tuvo el reinado terrenal del trono de David, sin eslabonar su linaje con Jesús,
quien específicamente está identificado en el Nuevo Testamento como el hijo de David. Esta
seguridad, dada a David mediante el profeta Natán, constituye otro eslabón en la serie de promesas
mesiánicas dadas en los tiempos del Antiguo Testamento. Dios iba desenvolviendo gradualmente el
compromiso inicial de que la última victoria llegaría a través de la semilla de la mujer (Gen. 3:15).
Una revelación completa del Mesías y su reinado eterno, se da por los profetas en siglos
subsiguientes. ¿Por qué se le negó a David el privilegio de construir el templo? En los años de su
reinado, él llegó a la comprobación de que había sido comisionado como un hombre de estado y un
caudillo militar para establecer el reino Israel (I Crón. 28:3; 22:8). Mientras que el reinado de David
estuvo caracterizado por una situación de estado de guerra, Salomón gozó de un extenso período de
paz. Tal vez la paz prevaleciese por el tiempo en que David expresó su intención de construir el
templo, pero no hay forma de discernir con certeza en la Escritura cómo las guerras relatadas están
relacionadas cronológicamente a este mensaje dado por Natán. Posiblemente, hasta que llegase el fin
del reinado de David, se tuviera en cuenta que los días de Salomón eran una mejor oportunidad para
la construcción del templo.

Prosperidad y supremacía
La expansión del gobierno de David desde la zona tribal de Judá a un vasto imperio,
extendiendo sus dominios desde Egipto a las regiones del Eufrates, recibe escasa atención en la
Biblia. Y con todo, este hecho registrado es de básica importancia históricamente, puesto que Israel
era la nación de primera fila en Creciente Fértil a comienzos del siglo X a. C. Afortunadamente, las
excavaciones arqueológicas han proporcionado informaciones complementarias. David fue
inmediatamente desafiado por los filisteos cuando fue reconocido como rey de todo Israel (II Sam.
5:17-25). Les derrotó dos veces, pero en un largo período de tiempo es completamente verosímil que
hubiese frecuentes batallas antes de reducirlos a un estado tributario y sometido. La captura de un
jefe de sus ciudades, Gat, y la muerte de los gigantes filisteos (II Sam. 8:1, y 21:15-22), no son más
que ejemplos y muestras de encuentros en este período crucial en que Israel ganó su hegemonía.

Bet-sán fue conquistada durante este período. En Debir y Bet-semes, murallas con casamatas
sugieren que David construyó una línea de defensa contra los filisteos. Las observaciones de que los
filisteos tenían el monopolio del hierro en los días de Samuel (I Sam. 3:19-20) y de que David lo
utilizaba libremente cerca del fin de su reinado (1 Crón. 22:3), sugieren que pudo haberse escrito un
largo capítulo en la revolución económica de Israel. El período de proscripción y la residencia de los
filisteos no solo proporcionaron a David la preparación para el caudillaje militar, sino que
indudablemente le dieron un conocimiento de primera mano con la fórmula y los métodos utilizados
por los filisteos en la producción de armamento. Tal vez muchos de los planes para la expansión
económica y militar fueron hechos mientras David estaba en Hebrón pero realmente ejecutados
después de que Jerusalén fue convertida en capital. Los filisteos tenían razón en estar alarmados
cuando la desolada y derrotada. Israel fue unificada bajo la égida de David.

La conquista y la ocupación de Edom tuvo una gran importancia estratégica. Dio a David
una valiosa fuente de recursos naturales. El desierto árabe, que se extiende hacia el sur del mar
Muerto y hasta el golfo de Acaba, era rico en hierro y cobre necesitado para romper el monopolio
filisteo. Para estar seguros de que estos suministros no sufrirían peligro, los israelitas establecieron
guarniciones por todo Edom (II Sam. 8:14). Aparentemente, Israel tuvo poca interferencia
procedente de Moab y los amalecitas en aquella época. Estaban incluidos entre los estados
tributarios que enviaban plata y oro a David.

Hacia el nordeste, el resurgir del poder de David, expandiendo el estado de Israel, fue
desafiado por las tribus amonitas y arameas. Las primeras se habían establecido desde Carquemis
sobre el Éufrates hasta los límites orientales de Palestina. Ya eran considerados como enemigos en
los días de Saúl (I Sam. 14:47). Cuando David estuvo considerado como un hombre fuera de la ley,
al menos uno de aquellos estados árameos tuvo que haber sido amigo de él, puesto que Talmai, el
rey de Gesur, le había dado a su hija Maaca como esposa (II Sam. 3:3). Luego que David derrotase a
los filisteos y concluido un tratado con los fenicios, los arameos temieron el resurgir del poder de
Israel. La expansión de Israel puso en peligro sus riquezas y desafiaba su control de las fértiles
llanuras y su gran comercio. Tras la vergonzosa recepción y tratamiento de los mensajeros de buena
voluntad enviados por David, los amonitas inmediatamente implicaron a los arameos en su
oposición a Israel, pero sus fuerzas combinadas fueron esparcidas por las tropas de David. Más
tarde, la ciudad de Raba en Amón fue capturada por los israelitas (I Crón. 20:1). Las fuerzas
arameas entonces se organizaron bajo Hadad-ezer que empleó y reunió fuerzas desde tan lejos como
Aram-Naharaim o Mesopotamia (I Crón. 19:6). Esta vez las fuerzas israelitas avanzaron hacia Elam,
derrotando su fuerte coalición. Aquello expandió la condenación para la alianza amonita.

Subsiguiente a esto, David atacó a Hadad-ezer una vez más cuando los sirios se hallaban al
alcance del Eufrates para reclamar el territorio bajo control asirlo (II Sam. 8:3). Damasco, que estaba
tan íntimamente aliada con Haded-ezer (I Crón. 18:3-8), cayó bajo el control de David, añadiendo
así otra victoria para los israelitas. Sus guarniciones ocuparon la ciudad, colocándola bajo un fuerte
tributo, y Hadad-ezer concedió grandes cantidades de oro y bronce a David. La dominación de los
estados árameos de Hamat, sobre el Orontes, añadió grandemente muchos más recursos que
enriquecieron a Israel. La administración de Damasco por parte de los israelitas, no fue desafiada
hasta los años pióximos al reinado de David. En los días de la expansión nacional, las provisiones
hechas por Mefiboset ilustran la magnánima actitud de David hacia los descendientes de su
predecesor (II Sam. 9:1-13). Cuando David supo la desgracia que se había abatido sobre el hijo de
Jonatán. Mefiboset, le concedió una pensión procedente de su tesoro real. Al inválido le fue
entregado un hogar en Jerusalén y colocado bajo el cuidado del sirviente Siba.

Mefiboset recibió especial consideración en una crisis subsiguiente (II Sam. 21:1-14),
cuando el hambre se produjo en la tierra de Israel. Dios reveló a David que el hambre era un juicio
por el terrible crimen de Saúl de atentar con el exterminio de los gabaonitas con quien Josué había
hecho una alianza (Jos. 9:3 ss.). Dándose cuenta de que aquello sólo podía ser expiado (Núm.
35:31), David permitió que los gabaonitas ejecutaran a siete de los descendientes de Saúl.
Mefiboset, sin embargo, fue excluido. Cuando David fue informado del luto de Rizpa, una
concubina de Saúl tomó las medidas necesarias para el adecuado enterramiento de los restos de
aquellas víctimas en el sepulcro familiar de Benjamín. Los restos de Saúl y Jonatán también fueron
trasladados a dicho lugar. Con aquello, el hambre tocó a su fin.

Como rey del imperio israelita, David no falló en reconocer que Dios había sido el único que
garantizó las victorias militares de Israel y el autor de su prosperidad material. En un salmo de
acción de gracias (II Sam. 22:1-51), David expresa su alabanza al Dios Omnipotente por la
liberación de los enemigos de Israel, al igual que para las naciones paganas. Este Salmo también se
cita el capítulo 18 del libro de los Salmos. Ello representa un ejemplo de muchos de los que él
compuso en varias ocasiones durante su azarosa carrera de muchacho pastor, sirviente de la corte
real, proscrito de Israel, y finalmente como el arquitecto y constructor del gran imperio de Israel.

El pecado en la familia real


Las imperfecciones en el carácter de un miembro de la familia real, no están minimizadas en
la Sagrada Escritura. Un rey de Israel que cayó en el pecado no podía escapar a los juicios de Dios.
Al mismo tiempo, David, como pecador, arrepentido, reconoció su iniquidad y de esta forma se
calificó como un hombre que agradaba a Dios (I Sam. 13:14). David practicó la poligamia (II Sam.
3:2-5; 11:27) y aunque esto está definitivamente prohibido en la más amplia revelación del Nuevo
Testamento, era tolerado en el Antiguo y en su tiempo, a causa de la dureza de corazón de Israel. La
poligamia estaba igualmente practicada por todas las naciones circundantes. Un harén en la corte era
una cosa aceptada. Aunque advertido de la multiplicidad de esposas en la ley de Moisés (Deut.
17:17), David se hizo con varias. Algunos de aquellos matrimonios tenían, indudablemente
implicaciones de tipo político, tal como por ejemplo el casamiento con Mical, la hija de Saúl y con
Maaca, la hija de Talmai, rey de Gesur. Como otros, David tuvo que sufrir las consecuencias de los
crímenes de incesto, asesinato y rebelión llevados a cabo en la vida de su familia.

El pecado de asesinato y adulterio de David constituía un crimen perfecto desde el punto de


vista humano. Se produjeron en los días de los éxitos militares y la expansión del imperio. Los
filisteos ya habían sido derrotados y la coalición aramea-amonita había sido rota el año anterior.
Mientras David permaneció en Jerusalén, los ejércitos israelitas, bajo el mando de Joab, fueron
enviados a conquistar la ciudad amonita de Raba. Siendo seducido por Betsabé, David cometió
adulterio. Él sabía que ella era la esposa de Urías, el heteo; un mercenario leal del ejército de Israel.
El rey envió a Unas al frente de batalla y después mandó llamarlo ordenando a Joab su vuelta
mediante una carta arreglando las cosas para que fuese muerto por el enemigo. Cuando llegaron a
Jerusalén los informes de que Urías había muerto en la batalla contra los amonitas, David se casó
con Betsabé. Tal vez los hechos que dieron lugar al repugnante crimen de David quedaran en el
secreto, ya que una baja en la línea del frente de batalla, era algo común, y corriente. Incluso si ello
fue conocido por Joab ¿quién era el que reprobaba o desafiaba al poder del rey?

Aunque David no era responsable ante nadie en su reino, falló en no darse cuenta de que este
"crimen perfecto" era conocido por Dios. En una nación pagana, una acción criminal de adulterio y
muerte pudo haber pasado ignorada; pero aquello no podía ocurrir en Israel, donde un rey sostenía
su posición de realeza mediante una fe sagrada. Cuando Natán describe el crimen de David en la
dramática historia del hombre rico que toma ventaja de su pobre sirviente, David se enfureció
protestando que semejante hecho pudiera ocurrir en su reino. Natán claramente declaró que David
era el hombre culpable de asesinato y adulterio. Afortunadamente para Natán, el rey se arrepintió.
Las crisis espirituales de David encuentran su expresión en la poesía (Salmos 32 y 51). Se le
concedió perdón, pero las consecuencias fueron ciertamente graves en lo doméstico (II Sam. 12:11).
La inmoralidad y el crimen dentro de la familia, prorito envolvieron a David en una lucha civil y una
rebelión. La falta de disciplina de David y su autolimitación fueron un pobre ejemplo para sus hijos.
La conducta inmoral de Amnón con su hermanastra, resultó en su asesinato por Absalón, otro hijo
de David. Naturalmente, Absalón incurrió en el disfavor de su padre. Como consecuencia, halló su
única salida en salir de Jerusalén, refugiándose con Talmai, su abuelo, en Gesur. Allí permaneció
durante tres años.

Entre tanto, estaba buscando una reconciliación entre David y Absalón. Empleando una
mujer de Tecoa (II Sam. 14), Joab obtuvo la autorización del rey para que Absalón volviese a
Jerusalén, con el bien entendido de que no podría aparecer más por la corte real. Después de dos
años, Absalón, finalmente, recibió permiso para ir a la presencia de su padre. Habiendo vuelto a
ganar el favor del rey, se aseguró para sí una guardia real de 50 hombres con caballos y carros de
combate. Durante 4 años, el hermoso Absalón fue activo con exceso en las relaciones públicas a las
puertas de Jerusalén, venciendo y ganando el favor y la aprobación de los israelitas. Pretendiendo
dar cumplimiento a un voto, se aseguró de obtener permiso del rey para marcharse a Hebrón.

La rebelión que Absalón estableció en Hebrón, fue una completa sorpresa para David. Espías
fueron enviados por toda la tierra de Israel para proclamar que Absalón sería rey al son de las
trompetas. Muy verosímilmente, muchas de las gentes que habían sido impresionadas por Absalón,
llegaron a la conclusión de que, como hijo de David, iba a hacerse dueño del reino. A cualquier
precio, eran muchos los que apoyaban a Absalón, incluido Ahitofel, consejero del rey David. Las
fuerzas rebeldes, conducidas por Absalón, marcharon sobre Jerusalén y David, que no estaba
preparado para resistir, huyó a Mahanaim, más allá del Jordán. Husai, un amigo devoto y consejero,
siguió el consejo de David y permaneció en Jerusalén para contrarrestar el consejo de Ahitofel. Este
último, que pudo haber planeado la totalidad de la rebelión y ofrecido su apoyo a Absalón desde el
principio, aconsejó que le permitiese perseguir a David inmediatamente, antes de que se pudiera
organizar una oposición. Pero Absalón solicitó consejo de Husai, quien le persuadió de posponer
semejante persecución, ganando así un tiempo precioso que necesitaba David para organizar sus
fuerzas. Habiéndose convertido en un traidor, y comprobando que David sería restablecido en el
trono, Ahitofel se ahorcó.

David fue un brillante militar. Preparó sus fuerzas para la batalla y pronto puso en fuga los
ejércitos de Absalón. Joab, contrariamente a las órdenes de David, mató a Absalón mientras
perseguía al enemigo. David, habiendo perdido el sentido de la prioridad, llevó a cabo el luto por su
hijo en lugar de celebrar la victoria. Este turno en los acontecimientos dio por resultado que Joab se
encarase con el rey por descuidar el bienestar de los israelitas quienes le habían prestado su más leal
apoyo. Con Absalón fuera de combate, el pueblo volvió de nuevo hacia David acatando su jefatura.
La tribu de Judá, que había apoyado la rebelión del hijo rebelde de David, fue el último grupo en
volver hacia él tras haber hecho una rápida concesión de sustituir Amasa por Joab.

Cuando David volvió a la capital, otra rebelión surgió como consecuencia de la confusión
reinante. Seba, un benjaminita, tomando como base de que Judá había traído de nuevo a David a
Jerusalén, fustigó la oposición contra él. Amasa fue comisionado para suprimir la rebelión. En
subsiguientes acontecimientos, Joab mató a Amasa y después condujo la persecución de Seba,
quien, fue decapitado en la frontera asiría por el pueblo de Abel-bet-maaca. Joab hizo sonar la
trompeta, retornó a Jerusalén y continuó sirviendo como comandante del ejército bajo David. A
través de casi una década del reinado de David, las solemnes palabras pronunciadas por Natán
fueron realmente cumplidas. Comenzando con la inmoralidad de Amnón y continuando con la
supresión de la rebelión de Seba, el mal había fermentado en la propia casa de David.

Pasado y futuro
Un Proyecto favorito de David, durante los últimos años de su vida, fue el hacer los
preparativos para la construcción del Templo. Planes muy elaborados y arreglos dispuestos en sus
más mínimos detalles, fueron cuidadosamente llevados a cabo en la adquisición de los materiales de
construcción. El reino estaba bien organizado para el eficiente uso del trabajo local y extranjero.
David incluso perfiló los detalles para el culto religioso en la estructura propuesta.

La organización militar y civil del reino se desarrolló gradualmente, durante todo el reinado
de David, conforme el imperio se expandía. La pauta básica de organización utilizada por David
pudo haber sido similar a la practicada por los egipcios. El registrador o cronista estaba al cuidado
de los archivos, y como tal, tenía la muy importante posición de ser el hombre de relaciones públicas
entre el rey y sus oficiales. El escriba o secretario, era el responsable de la correspondencia propia o
extraña, teniendo grandes conocimientos en cuestiones diplomáticas. En un período avanzado del
reinado de David (II Sam. 20:23-25), un, oficial adicional estaba a cargo de los trabajos forzados.
Muy verosímilmente, otros oficiales de alta categoría estaban agregados al gobierno, conforme se
multiplicaban las responsabilidades. Las cuestiones de la judicatura parecen ser que eran manejadas
por el propio rey (II Sam. 14:4-17; 15:1-6).

El comandante en jefe de las fuerzas militares era Joab. Hombre sobresaliente en capacidad y
condiciones de caudillaje, no solamente era responsable de las victorias militares, sino que ejercía
considerable influencia sobre el propio David. Una unidad de tropas extranjeras o mercenarias,
compuesta por cereteos y péleteos bajo el mando de Benaia, pudo haber sido el ejército de David. El
rey también tenía un consejero privado. Ahitofel había servido en este puesto hasta que apoyó a
Absalón con motivo de la rebelión de este último. Los hombres poderosos que se habían agregado a
David antes de que se convirtiese en rey, estaban entonces conceptuados como formando un
Consejo o Legión de honor (I Crón. 11:10-47; II Sam. 23:8-39). Cuando David organizó su reino
con Jerusalén como capital se hallaban treinta hombres en este grupo. Con el tiempo, se fue
agrandando la cantidad y el rango de los hombres que se distinguieron por hechos heroicos. De este
selecto grupo de héroes, fueron elegidos doce hombres para estar a cargo del ejército nacional,
consistente en doce unidades (I Crón. 27:1-24). Por todo el reino, David nombró supervisores de las
granjas, los cultivos y los ganados (I Crón. 27:25-31).

El censo militar de Israel y las punitivas consecuencias para el rey y su pueblo están
detalladamente relatados en los elaborados planes de David para la construcción del Templo. La
razón para el divino castigo sobre David, al igual que para la totalidad de la nación, no se establece
explícitamente. El rey ordenó que se hiciera el censo. Joab protestó pero fue ignorado al (II Sam.
24). En menos de diez meses, completó el censo de Israel con la excepción de las tribus de Levi y
Benjamín. La fuerza militar de Israel era de aproximadamente de un millón y medio lo que sugiere
una población total de cinco o seis millones de personas. David se hallaba firmemente consciente
del hecho de que había pecado al hacer su censo. Puesto que ambos relatos preceden a este incidente
con una lista de héroes militares, el censo pudo haber sido motivado por orgullo y una seguridad y
confianza sobre la fuerza militar de Israel en sus logros nacionales. Al mismo tiempo, el estado de la
mente de David al imponer este censo, fue considerado como un juicio sobre Israel (II Sam. 24:1; y
I Crón. 21:1). Tal vez Israel fuese castigado por las rebeliones bajo Absalón y Seba durante el
reinado de David.

David, arrepentido de su pecado, fue informado mediante Gad, el profeta, que podía elegir
uno de los siguientes castigos: el hambre por tres años, un período de tres meses de reveses militares
o una peste de tres días. David se resignó a sí mismo y a su nación a la misericordia de Dios,
eligiendo lo último. La peste duró un día, pero murieron 70.000 personas en todo Israel. Mientras
tanto, David y los ancianos, vestidos con ropas de saco, reconocieron al ángel del Señor en el lugar
de la era, al norte de Jerusalén sobre el monte Morían. Reconociendo que era el ángel destructor,
David ofreció una plegaria intercesoria por su pueblo. Mediante instrucciones dadas por Gad, David
compró a Omán, el jebuseo, la era. Mientras ofrecía el sacrificio ante Dios, David era consciente de
la divina respuesta, cuando cesó la peste, terminando así el juicio sobre su pueblo. El ángel
destructor desapareció y Jerusalén fue salvada. David quedó tan impresionado, que determinó hacer
de la era el lugar para el altar de los holocaustos. Allí tenía que ser erigido el templo. Pudo muy bien
haber sido el mismo lugar donde Abraham, casi un milenio antes, se prestó a sacrificar a su hijo
Isaac, e igualmente tuvo la revelación y la aprobación divinas.

Aunque el monte de Moríah estaba al exterior de la ciudad de Sión (Jerusalén) en tiempo de


David, Salomón lo incluyó en la ciudad capital del reino. David había traído previamente el arca a
Jerusalén, alojándola dentro de una tienda. El altar del holocausto y el tabernáculo construido bajo la
supervisión de Moisés fueron puestos en Gabaón, en un lugar alto a ocho kms al noroeste de
Jerusalén. Puesto que a David le fue denegado el privilegio de construir realmente el templo, es muy
verosímil que no se hubieran desarrollado planes previamente, como la colocación del santuario
central. Mediante la teofanía de la era, David llegó a la conclusión de que aquel era el lugar donde
tendría que ser construida la casa de Dios. David reflexionó sobre el hecho de que había sido un
hombre sangriento y guerrero. Puede que entonces comprobase que de haber intentado construir el
templo, todo se habría quedado parado por una guerra civil, que con tanta frecuencia se encendía en
su reinado. Los siete años y medio en Hebrón había sido un período de preparación. Durante la
próxima década, Jerusalén quedó establecida como la capital nacional, mientras que la nación estaba
siendo unificada en la conquista de las naciones circundantes. Es muy Posible que Salomón naciese
durante aquella época. Tuvo que haber sido hacia el fin de la segunda década del reinado de David,
cuando Absalón asesinó a Amnón, puesto que Absalón nació mientras que David se enconaba en
Hebrón. Las dificultades domésticas, que acabaron con la rebelión de Absalón, duraron casi diez
años y probablemente coincidieron con la tercera década del reino de David. Cuando David hubo
establecido con éxito la supremacía militar de Israel y organizado la nación, parece que había
llegado la hora de concentrarse en los preparativos para la construcción del templo.

Con el monte Moríah como lugar de erección, David imaginó la casa del Señor construida
bajo Salomón, su hijo. Hizo un censo de los extranjeros en el país e inmediatamente les organizó
para trabajar la piedra, el metal y la madera. Anteriormente, y en su reinado, David ya había tratado
con el pueblo de Tiro y Sidón para construir su palacio en Jerusalén (II Sam. 5:11). Los cedros para
el proyecto del edificio fueron suministrados por Hiram, rey de Tiro. Salomón recibió el encargo de
acatar la responsabilidad de obedecer la ley como había sido promulgada a través de Moisés. Como
rey de Israel, contaba con Dios y si era obediente, gozaría de sus bendiciones. En una asamblea
pública, David encargó a los príncipes y a los sacerdotes de reconocer a Salomón, como su sucesor.
Entonces, procedió a bosquejar cuidadosamente los servicios del templo. Los 38.000 levitas fueron
organizados en unidades y asignados al ministerio regular del templo. Pequeñas unidades recibieron
la responsabilidad de guardadores de las puertas y los músicos todo lo concerniente a la música
vocal e instrumental. Otros levitas fueron asignados como tesoreros para cuidar los lujosos regalos
dedicados por los príncipes israelitas, procedentes de toda la nación (I Crón. 26:20 ss). Aquellas
donaciones eran esenciales para la ejecución de los planes cuidadosamente hechos para el templo (I
Crón. 28:11-29:9). La realización se colocaba así bajo el glorioso reinado de Salomón.

Las últimas palabras de David (II Sam 23:1-7) revelan la grandeza del héroe más honrado de
Israel. Otro canto (II Sam. 22), expresando su acción de gracias y alabanza por toda una vida repleta
de grandes victorias y liberaciones, pudo haber sido compuesto en el último año de su vida e
íntimamente asociado con este poema. Aquí, él habla proféticamente respecto de la eterna duración
de su reino. Dios le había hablado, afirmando una alianza eterna. Este testimonio por David habría
constituido un apropiado epitafio para su tumba.

La era dorada de Salomón


La paz y la prosperidad caracterizaron el reino de Salomón. David había establecido el
reinado; ahora Salomón iba a recoger los beneficios de los trabajos de su padre. El relato de esta era
está brevemente dado en I Reyes 1:1-11:43 y II Crón. 1:1-9:31. El punto focal en ambos libros es la
construcción y dedicación del templo, que recibe mucha más consideración que cualquier otro
aspecto del reinado de Salomón. Otros proyectos, el comercio y los negocios, el progreso industrial
y la sabia administración del reinado, están sólo brevemente mencionados. Muchas de esas
actividades, escasamente mencionadas en los registros de la Biblia, han sido iluminados a través de
excavaciones arqueológicas durante las pasadas tres décadas. Excepto por lo que respecta a la
construcción del templo, que se asigna a la primera década del reinado, y la construcción de su
palacio, que fue completado trece años más tarde, hay poca información que pudiera utilizarse como
base para un análisis cronológico del reinado de Salomón.

Establecimiento del trono


El acceso de Salomón al trono de su padre, no fue sin oposición. Puesto que Salomón no
había sido públicamente coronado, Adonías concibió ambiciones para suceder a David. En cierto
sentido, estaba justificado. Amnón y Absalón habían sido muertos. Quileab, el tercer hijo mayor de
David, aparentemente había muerto también, ya que no es mencionado, y Adonías se hallaba el
próximo en la línea sucesoria. Por otra parte, la debilidad inherente a David en sus problemas
domésticos, era evidente en la falta de disciplina de su familia (I Reyes 1:6). Evidentemente,
Adonías no había sido enseñado a respetar el hecho divinamente revelado de que Salomón tenía que
ser el heredero del trono de David (II Sam. 7:12; I Reyes 1:17). Siguiendo la pauta de Absalón, su
hermano, Adonías se apropió de una escolta de cincuenta hombres con, caballos y carros de guerra,
y pidió el apoyo de Joab invitando a Abiaíar, el sacerdote de Jerusalén, para proceder a ser ungido
como rey. Este suceso tuvo lugar en los jardines reales de En-rogel, al sur de Jerusalén.
Conspicuamente ausentes en aquella reunión de los oficiales gobernantes y la familia real, estaban
Natán el profeta, Benaía el comandante del ejército de David, Sadoc el sacerdote oficiante en Gabaa
y Salomón con su madre, Betsabé.

Cuando las noticias de aquella reunión de fiesta llegaron a palacio, Natán V Betsabé
inmediatamente apelaron a David. Como resultado, Salomón cabalgó sobre la muía del rey David
hasta Gihón, escoltado por Benaía y el ejército real. Allí, en la falda oriental de Monte Ofel, Sadoc
ungió a Salomón y así públicamente le declaró rey de Israel. El pueblo de Jerusalén se unió en la
pública aclamación de: "¡Viva el rey Salomón!". Cuando el ruido de la coronación resonó por el
valle de Cedrón, Adonías y sus adictos quedaron grandemente confundidos y consternados. La
celebración cesó inmediatamente, el pueblo se dispersó y Adonías buscó seguridad en ios cuernos
del altar en el tabernáculo de Jerusalén. Sólo después de que Salomón le diera palabra de respetar su
vida, sujeta a buena conducta, dejó Adonías el sagrado refugio.

En una reunión subsiguiente, Salomón fue oficialmente coronado y reconocido (I Crón. 28:1
ss.). Con los oficiales y hombres de estado de la totalidad de la nación presente, David hizo entrega
de su poder confiando sus responsabilidades a Salomón y explicó al pueblo la realidad de lo
sucedido, ya que era Salomón el rey elegido por Dios. En una charla privada con Salomón (Reyes
2:1-12), David recordó a sil hijo su responsabilidad de obedecer la ley de Moisés. En sus últimas
palabras en el lecho de muerte, hizo saber a Salomón el hecho de que sangre inocente había sido
derramada por Joab en la muerte de Abne y Amasa, del tratamiento irrespetuoso de Simei cuando
tuvo que huir de Jerusalén, y de la hospitalidad que le fue concedida por Barzilai, galaadita, en los
días de la rebelión de Absalón.

Tras la muerte de David, Salomón reforzó su derecho al trono eliminando a cualquier posible
conspirador. La petición de Adonías de esposar Abisag, la doncella sunamita, fue interpretada por
Salomón como una traición. Adonías fue ejecutado. Abiatar fue suprimido de su lugar de honor que
había mantenido bajo el reinado de David y fue desterrado a Anatot. Puesto que era del linaje de Eli
(I Sam. 14:3-4) la deposición de Abiatar marcó el cumplimiento de las solemnes palabras dichas por
Eli por un profeta innominado que llegó a Silo (I Sam. 2:27-37). Aunque Joab había sido culpable
de conducta traicionera en su apoyo a Adonías, fue ejecutado principalmente por los crímenes
durante el reino de David. Simei, que estaba en libertad bajo palabra, fracasó por las restricciones
que se le impusieron y de igual forma sufrió la pena de muerte.

Salomón asumió el caudillaje de Israel a una temprana edad. Ciertamente tenía menos de
treinta años, quizás sólo veinte. Sintiendo la necesidad de la sabiduría divina, reunió a los israelitas
en Gabaón, donde estaban situados el tabernáculo y el altar de bronce e hizo un gran sacrificio.
Mediante un sueño, recibió la divina seguridad de que su petición para la sabiduría le sería
concedida. Además de una mente privilegiada, Dios también le dotó de riquezas, honores y una
larga vida, condicionado todo ello a su obediencia (I Reyes 3:14). La sagacidad de Salomón se
convirtió en una fuente de hechos maravillosos. La decisión dada por el rey cuando dos mujeres
contendieron por la maternidad de un niño (I Reyes 3:16-28), indudablemente representa una
muestra de los casos en que demostró su extraordinaria sabiduría. Cuando esta y otras noticias
circularon por toda la nación, los israelitas reconocieron que la plegaria del rey en súplica por
sabiduría, había sido escuchada y concedida.

Organización del reino


Comparativamente, es muy poca la información que se da respecto a la organización del
vasto imperio de Salomón. Aparentemente, fue sencilla en sus principios; pero indudablemente se
hizo más compleja con el paso de los años de responsabilidad siempre creciente. El propio rey
constituía por sí mismo, el tribunal supremo de apelación, como está ejemplificado en la famosa
contienda de las dos mujeres. En I Reyes 4:1-6, los nombramientos están establecidos por los
siguientes cargos: tres sacerdotes, dos escribas o secretarios, un canciller, un supervisor de oficiales,
un cortesano de la casta sacerdotal, un supervisor de palacio, un oficial al cargo de los trabajos
forzados y un comandante del ejército. Esto no representa sino una ligera expansión de los cargos
instituidos por David.

Para la cuestión tributaria, la nación fue dividida en doce distritos (I Reyes 4:7-19). El oficial
a cargo de cada distrito tenía que suministrar provisiones para el gobierno central, un mes de cada
año. Durante los otros once meses, tendría que recolectar y depositar las provisiones en los
almacenes situados en cada distrito al efecto. El suministro de un día para el rey y su corte, cí
ejército y demás personal, consistía en unos 11.100 litros de harina, casi 22.200 de viandas, 10
bueyes gordos, 20 bueyes de pasto y 100 ovejas, además de otros animales y aves (I Reyes 4:22-23).
Aquello requería una extensa organización dentro de cada distrito. Salomón mantuvo un gran
ejército (I Reyes 4:24-28). Además de la organización del ejército establecido según David,
Salomón también utilizó una fuerza de combate de 1.400 carros de batalla y 12.000 jinetes a quienes
instaló en Jerusalén y en otras ciudades por toda la nación (1 Crón. 1:14-17). Aquello añadía a la
carga de los tributos, un suministro regular de cebada y heno. Una organización eficiente y una sabia
administración eran esenciales para mantener un estado de prosperidad y progreso.

Construcción del templo


Lo más importante en el vasto y extenso programa de construcciones del rey Salomón, fue el
templo. Mientras que otros edificios apenas si son mencionados, aproximadamente el 50% del relato
bíblico del reinado de Salomón, se dedica a la construcción y dedicación de este centro focal en la
religión de Israel. Ello marcó el cumplimiento del sincero deseo de David expresado en los
principios de su reinado en Jerusalén, el establecer un lugar central para el culto divino.

Los arreglos del tratado que David había hecho con Hiram, el rey de Tiro, fueron
continuados por Salomón. Como "rey de los sidonios", Hiram gobernó sobre Tiro y Sidón, que
constituían una unidad política procedente de los siglos XII al VII a. C. Hiram era un poderoso y
rico gobernante con extensos contactos comerciales por todo el Mediterráneo. Ya que Israel tenía un
potente ejército y los fenicios una gran flota, resultaba de mutuo beneficio el mantener relaciones
amistosas. Como los fenicios se hallaban muy avanzados en construcciones arquitectónicas y en el
manejo de costosos materiales de construcción, que controlaban con su comercio, fue un acto de
sabiduría política el atraerse el favor de Hiram. Arquitectos y técnicos de Fenicia fueron enviados a
Jerusalén. El jefe de todos ellos era Hiram (Hiram-abi) cuyo padre procedía de Tiro y cuya madre
era una israelita de la tribu de Dan (II Crón. 2:14). Para ayudar a los hábiles trabajadores y abonar la
madera del Líbano, Salomón efectuó los pagos en grano, aceite y vino.
La labor para la construcción del templo fue cuidadosamente organizada. Treinta mil
israelitas fueron reclutados para preparar los cedros del Líbano, con destino al templo. Bajo
Adoniram, que estaba a cargo de aquella leva, sólo 10.000 hombres trabajaban cada mes, volviendo
a sus hogares durante dos meses. De los extranjeros residentes en Israel, se utilizaron un total de
150.000 hombres como portadores de carga (70.000) y cortadores de piedra (80.000), además de
3.600 capataces (II Crón. 2:17-18). En el segundo libro de Crónicas 8:10, un grupo de 250
gobernadores son mencionados como siendo israelitas. Sobre la base de I Reyes 5:16 y 9:23, hubo
3.300 encargados de los cuales 550 eran oficiales jefes. Aparentemente 250 de estos últimos, eran
israelitas. Ambos relatos tienen un total de 3.850 hombres para supervisar la ingente labor de
150.000 trabajadores.

No quedan restos del templo salomónico conocidos por las modernas excavaciones. Además,
y abundando en el problema, ni un simple templo ha sido descubierto en, Palestina que date de las
cuatro centurias durante las cuales la dinastía davídica gobernó en Jerusalén (1000-600 a. de C.). La
cima del monte Moríah, situada al norte de Jerusalén y ocupada por David fue nivelada
suficientemente para el templo de Salomón. Es difícil captar el tamaño de semejante área en aquel
tiempo, puesto que el edificio fue destruido en el año 586 a. C, por el rey de Babilonia. Tras haber
sido reconstruido en el 520 a. C, el templo fue de nuevo demolido en el año 70 de nuestra era. Desde
el siglo VIIde la era cristiana, la mezquita mahometana, la Cúpula de la Roca, ha permanecido en
ese lugar, que está considerado como el sitio más sagrado de la historia del mundo. Hoy, la zona del
templo cubre unos 35 o 40 acres, indicando que la cima del monte Moríah es considerablemente más
grande ahora que en los días de Salomón.

El templo era dos veces mayor que el tabernáculo de Moisés en su área básica de
emplazamiento. Como estructura permanente era mucho más elaborado y espacioso con apropiadas
adiciones y una corte de entorno mucho más grande. El templo daba cara al este, con un porche o
entrada de casi cinco mts de profundidad que se extendía a través de su parte frontal. Una doble
puerta de cinco mts de anchura laminada de oro y decorada con flores, palmeras y querubines daba
acceso al santo lugar. Esta habitación de nueve mts de anchura y catorce de alto, extendiéndose
dieciocho mts en longitud, tenía el suelo de madera de ciprés y apandada en cedro por encima y
alrededor. Chapeada de oro fino con figuras labradas de querubines adornaban los moros. La
iluminación natural, estaba realizada mediante ventanas en cada lado de la parte más alta. A lo largo
de cada lado, en esta habitación había cinco mesas de oro para los panes de la proposición y cinco
candeleros de siete brazos, todo ello hecho de oro puro. Al fondo estaba el altar del incienso hecho
de madera de cedro y chapeada de oro. Más allá del altar, existían dos puertas plegables que daban
acceso al lugar santísimo, o el lugar más sagrado. Esta habitación también tenía nueve mts., de
anchura, pero sólo nueve mts de profundidad y otros nueve de altura. Incluso con aquellas puertas
abiertas un velo de azul, púrpura y carmesí de lino fino, obscurecía la vista del objeto más sagrado.
A cada lado se elevaba un enorme querubín con las alas abiertas de 4,5 mts de forma tal que las
cuatro alas se extendiesen por la totalidad de la habitación.

Tres ringleras de cámaras se hallaban adheridas a las paredes del exterior del templo, en los
lados norte y sur, lo mismo que al final de la parte oeste. Esas cámaras, indudablemente debieron ser
para almacenar objetos y para uso de los oficiales. A cada lado de la entrada del templo, surgía una
enorme columna, uno llamado Boaz y el otro Jaquín. De acuerdo con I Reyes 7:15 ss., tenían casi
ocho mts. de altura, cinco metros y medio de circunferencia y estaban hechas de bronce y adornadas
con granadas. Por encima terminaban con un capital hecho de bronce fundido de poco más de dos
mts de altura. Extendiéndose hacia la parte oriental, en frente del templo habían dos atrios
abiertos (II Crón. 4:9). La primera área, el atrio de los sacerdotes, tenía 46 mts de anchura y 9 mts de
longitud. Allí se levantaba el atrio de los sacrificios de cara al templo. Hecho de bronce con una base
de 9 mts cuadrados y 5 mts de altura, aquel altar era aproximadamente cuatro veces más grande que
el utilizado por Moisés en sus tiempos. El mar de bronce fundido, levantado al sudeste de la entrada,
era igualmente impresionante en aquel atrio. De forma de copa, tenía unos dos metros de altura,
cinco metros de diámetro con un, perímetro de catorce metros. Estaba hecho de bronce fundido de
7,6 cms da espesor y descansaba sobre 12 bueyes, tres de los cuales mirando en cada dirección. Una
estimación razonable del peso de aquella gigantesca fuente es de aproximadamente 25 toneladas. De
acuerdo con I Reyes 7:46, este mar de bronce, los altos pilares y los costosos recipientes y vasijas
fueron hechos para el templo y fundidos en tierra arcillosa del valle del Jordán.

Además de esta enorme fuente, que proveía de agua para los sacerdotes y levitas en su
servicio del templo, había diez fuentes más pequeñas de bronce, cinco a cada lado del templo (I
Reyes 7:38; II Crón. 4:6). Estos eran de casi dos metros de alto y se apoyaban sobre ruedas con
objeto de poder transportar donde en el curso del sacrificio, se necesitaban para el lavado de varias
partes del animal sacrificado. También en el atrio de los sacerdotes, se hallaba la plataforma de
bronce (II Crón. 6:13), el lugar donde el rey Salomón permanecía durante las ceremonias de
dedicación. Hacia el este, unos escalones conducían hacia abajo, desde el atrio de los sacerdotes al
exterior o gran atrio (II Crón. 4:9). Por analogía con las medidas del tabernáculo de Moisés, esta
zona tenía 91 mts de ancho y 182 de largo. Este gran atrio estaba rodeado por una sólida muralla de
piedra con cuatro puertas macizas, chapadas en bronce, para regular la entrada al lugar del templo (I
Crón. 26:13-16). De acuerdo con Ezequiel 11:1, la puerta oriental servía como la entrada principal.
Grandes columnadas y cámaras en esta parte proveían de espacio de almacenamiento para los
sacerdotes y los levitas, para que pudieran realizar sus respectivos deberes y servicios.

La cuestión de la influencia contemporánea en el templo y su construcción, ha sido


reconsiderada en recientes décadas. Los relatos bíblicos han sido cuidadosamente examinados a la
luz de los restos arqueológicos con relación a templos y religiones en las civilizaciones
contemporáneas, en Egipto, Mesopotamia y Fenicia. Aunque Edersheim escribió (1880) que el plan
y designio del templo de Salomón era estrictamente judío, es de general consenso de los
arqueólogos de hoy de que el arte y la arquitectura eran básicamente fenicios. Está claramente
indicado en la Escritura que David empleó arquitectos y técnicos de Hiram, rey de Tiro. Mientras
que Israel suministraba el trabajo, los fenicios suplían el papel de los artesanos y supervisores de la
construcción real. Desde la excavación del sirio Tell Tainat (antigua Hattina) en 1936 por la
Universidad de Chicago, se ha hecho aparente que el tipo de arte y arquitectura del templo de
Jerusalén era común en Fenicia en el siglo X a. C. Por tanto, parece razonable conceder el crédito a
los artesanos fenicios y a sus arquitectos por los planos finales del templo, ya que David y Salomón
los empleaban para este servicio particular. Con la limitada información disponible, sería difícil
marcar una clara línea de distinción entre los planos presentados por los reyes de Israel y la
contribución hecha por los fenicios en la construcción del templo.

Dedicación del templo


Puesto que el templo fue completado en el octavo mes del año duodécimo (I Reyes 6:37-38),
es completamente verosímil que las ceremonias de la dedicación fueran llevadas a cabo en el
séptimo mes del año duodécimo y no un mes antes de que fuese terminado. Esto habría permitido
tiempo para el elaborado planeamiento de este gran acontecimiento histórico (I Reyes 8:1-9; II Crón.
5:2-7:22). Para esta ocasión, todo Israel estaba representado por los ancianos y los jefes. La fiesta de
los tabernáculos, que no solamente recordaba a los israelitas que una vez fueron peregrinos en el
desierto, sino que también era una ocasión para dar gracias tras el tiempo de la cosecha, que
comenzaba en el día 15.° del mes séptimo. Edersheim concluye que las ceremonias de la dedicación
tuvieron lugar durante la semana precedente a la fiesta de los tabernáculos. La totalidad de la
celebración duró dos semanas (II Crón. 7:4-10), y valía para todo Israel, que acudió por medio de
sus representantes desde Hamat hasta la frontera de Egipto. Keil, en su comentario sobre I Reyes
8:63, sugiere que hubo 100.000 padres y 20.000 ancianos presentes. Esto explica el por qué millares
de animales fueron llevados hasta allí por esta ocasión que no tenía precedentes.

Salomón era la persona clave en las ceremonias de las dedicaciones. Su posición como rey
de Israel era única. Bajo el pacto, todos los israelitas eran servidores de Dios (Lev. 25:42, 55; Jer.
30:10 y otros pasajes) y considerados como reino de sacerdotes con, relación a Dios (Ex. 19:6).
Mediante los servicios dedicatorios, Salomón toma el lugar de un siervo de Dios, representando a la
nación elegida por Dios para ser su pueblo. Esta relación con Dios era común al profeta, al
sacerdote, al laico, al igual que al rey, en verdadero reconocimiento de la dignidad del hombre. En
esta capacidad, Salomón ofreció la oración, dio el mensaje dedicatorio, y ofició en las ofrendas de
los sacrificios. En la historia religiosa de Israel, la dedicación del templo fue el acontecimiento más
significativo, desde que el pueblo abandonó el Sinaí. La repentina transformación desde la
esclavitud en Egipto, a una nación independiente en el desierto, fue una demostración del poder de
Dios en nombre de su nación. En aquel tiempo, el tabernáculo fue erigido para ayudarles en su
reconocimiento y servicio de Dios. Ahora el templo había sido erigido bajo el poder de Salomón.
Esto constituye la confirmación del establecimiento del trono davídico en Israel. Como la presencia
de Dios era visible, mediante la columna de humo sobre el tabernáculo, así la gloria de Dios se
cernía sobre el templo y significaba la bendición de Dios. Esto confirmaba de forma divina el
establecimiento del reino que había sido anticipado por medio de Moisés (Deut. 17:14-20).

Proyectos de construcción extensiva


El palacio de Salomón Oa casa del bosque del Líbano) no está sino brevemente mencionado
(I Reyes 7:1-12; II Crón. 8:1). Fue completado en trece años, habiendo un período de construcción
de veinte años para el templo y el palacio. Muy verosímilmente estaba situado en la falda meridional
del monte Moríah entre el templo y Sión, la ciudad de David. Este palacio era complejo y elaborado,
conteniendo oficinas de gobierno, habitaciones para la hija de Faraón, y la residencia privada del
propio rey Salomón, y cubría un área de 46 por 23 por 14 metros. Incluido en este gran edificio y su
programa de construcciones, estaba la extensión de las murallas de Sión (Jerusalén) hacia el norte,
de forma que se unieran el palacio y el templo dentro de las murallas de la ciudad capital de Israel.

El poderoso ejército en armas de Salomón, también requería mucha actividad en las


construcciones por todo el reino. La construcción de ciudades de almacenamiento para propósitos
administrativos y de sistemas de defensa, fueron íntimamente integrados. Una impresionante lista de
ciudades, que sugiere el extenso programa de construcciones de Salomón, se da en I Reyes 9:15-22,
y II Crón. 8:1-11. Gezer, que había sido una plaza fuerte cananea, fue capturada por el faraón de
Egipto y utilizada como fuerte por Salomón, tras haberla recibido como dote. Excavaciones hechas
en el lugar de 5,8 hectáreas de Meguido, indican que Salomón había adecuado allí acomodó para
alojar 450 caballos y 150 carros de batalla. Esta fortaleza guardaba la importante Meguido o el valle
de Esdraelón a través del cual discurría la calzada más importante entre Egipto y Siria. Desde un
punto de vista militar y comercial, este camino era vital para Israel. Igualmente fue excavado Hazor,
primero por Garstang y más recientemente bajo la supervisión de Israel. Otras ciudades
mencionadas en la Biblia son Bet-horón, Baalat, Tamar, Hamat-zobah y Tadmor. Además de estas,
otras ciudades funcionaron, como cuarteles o capitales de distritos administrativos (I Reyes 4:7-19).
Hallazgos arqueológicos en Betsemes y Laquis indican que existían edificios con grandes
habitaciones en esas ciudades para ser utilizados como almacenes. Es indudable que tuvieron que
haberse escrito largas descripciones respecto a los programas de construcciones llevadas a cabo por
el rey Salomón, pero los relatos bíblicos sólo sugieren su existencia.

Comercio, negocios y rentas públicas


Ezión-geber y Elot se hallan brevemente anotadas en I Reyes 9:26-28 y II Crón. 8:17-18
como puertos marítimos en el golfo de Acaba. Tell-el-Kheleifeh al extremo norte de este golfo es el
único lugar conocido que muestra la historia ocupacional de Elat, Ezión-geber. Tell-el-Kheleifeh,
como un centro marítimo industrial, fortificado, de almacenamiento y caravanero para tales
ciudades, pudo haber tenido igual importancia con otros distritos fortificados y ciudades con
guarniciones de carros de batalla, talescomo Hazor, Meguido y Gezer. Las minas de cobre y hierro
eran numerosas por todo el Wadi-Arabah. David ya había establecido fortificaciones por toda la
tierra de Edom, cuando instauró su reinado (II Sam. 8:14). Numerosos centros de fundición en el
Wadi-Arabah pudieron haber suministrado a Tell-el-Kheleifeh con hierro y cobre o para procesos de
refinamiento y la producción de moldes con propósitos comerciales. En el valle del Jordán (I Reyes
7:45-46), y en Wadi-Arabah, Salomón tuvo que haber realizado la comprobación de la verdad de las
declaraciones hechas en Deut. 8:9, de que la tierra prometida tenía recursos naturales en cobre.

Al desarrollar y controlar la industria de los metales en Palestina, Salomón estuvo en una


posición de comerciar. Los fenicios, bajo Hiram, tenían contactos con refinerías de metal en
distantes puntos del Mediterráneo, tales como España, y así estaban en situación de construir, no
sólo refinerías para Salomón, sino también para aumentar el comercio. Los barcos de Israel
traficaron con el hierro y el cobre tan lejos como el sudoeste de Arabia (el moderno Yemen) y la
costa africana de Etiopía. A cambio, ellos llevaron oro, plata, marfil, y asnos a Israel. Aquella
extensión naval con sus expediciones llevando oro desde Ofir, duró "tres años" (II Crón. 9:21), o un
año completo y parte de dos años más. Proporcionó a Salomón tales riquezas, que fue clasificado
como el más rico de todos los reyes (II Crón. 9:20-22; I Reyes 10:11-22).

Los israelitas obtuvieron caballos y carros de combate de los gobernantes heteos en Cilicia y
Egipto. Los corredores y agentes representantes de los caballos y carros guerreros entre Asia Menor
e Israel, fueron los árameos (I Reyes 10:25-29; II Crón. 1:14-17). Aunque David lisiaba o dejaba
inútiles todos los caballos que capturaba con la excepción de un centenar (II Sam. 8:4) es obvio que
Salomón acumuló una fuerza considerable. Aquello resultaba importante para la protección, al igual
que como control de todo el comercio que cruzaba el territorio de Israel. Las rentas y tributos de
Salomón fueron incrementadas por las vastas caravanas de camellos empleadas en el comercio de
las especias procedente del sur de Arabia y hacia Siria y Palestina, al igual que con Egipto.

El rey Salomón ganó tal respeto internacional y reconocimiento, que sus riquezas fueron
grandemente incrementadas por los regalos que recibía de lugares próximos y lejanos. En respuesta
a su petición inicial, había sido divinamente dotado con la sabiduría de tal forma que las gentes de
otras tierras iban a oír sus proverbios, sus cantos, y sus discursos sobre varios aspectos (I Reyes
4:29-34). Si el relato de la visita de la reina de Sabá no es sino una muestra de lo que ocurría
frecuentemente durante el reinado de Salomón, puede apreciarse del por qué el oro no cesaba de
llegar a la capital de Israel. El hecho de que la reina atravesara diversos territorios y viajase 1.931
kms., en camello pudo también haber estado motivado por intereses comerciales. Las expediciones
navales desde Ezión-geber pudo haber estimulado las negociaciones para acuerdos favorables de
intercambio comercial. Su misión, tuvo éxito (I Reyes 10:13). Aunque Salomón, además de
garantizar las peticiones de la reina, le devolvió todo lo que le había llevado, resulta dudoso de que
hiciese lo mismo con todos los reyes y gobernantes de Arabia, que le enviaban presentes (II Crón.
9:12-14). Aunque resulta difícil valorar el importe de las riquezas que se describen, no hay duda de
que Salomón representó el epítome en riqueza y sabiduría de todos los reyes que gobernaron en
Jerusalén.

Apostasía y sus consecuencias


El capítulo final del reino de Salomón es trágico (I Reyes 11). El por qué el rey de Israel, que
alcanzó el cénit de los éxitos en sabiduría, riqueza, fama y prestigio internacional bajo la bendición
divina, terminase sus 40 años de reinado bajo augurios de fracaso, es de lo más sorprendente. A
tenor de esta consideración, algunos han considerado el relato como no fiable y contradictorio y han
buscado otras explicaciones. La verdad de la cuestión es que Salomón, que jugó el papel más
destacado en la dedicación del templo, se apartase de la devoción que con todo corazón había
dedicado a Dios; una experiencia paralela a la de Israel en el desierto tras la construcción del
tabernáculo. Salomón rompió el mismísimo primer mandamiento por su política de permitir la
adoración de los ídolos y su culto en la propia Jerusalén.

La mezcla de alianzas matrimoniales entre las familias reales, era una práctica común en el
Cercano Oriente. A principios de su reinado, Salomón hizo una alianza con Faraón, aceptando a una
hija de este último en matrimonio. Aunque se la llevó a Jerusalén, no existe indicación de que se le
permitiese a ella el llevar consigo la idolatría (I Reyes 3:1). En la cúspide de sus triunfos, Salomón
tomó esposas de los moabitas, amonitas, edomitas, sidonios e héteos. Además de todo ello, se hizo
con un harén de 700 esposas y 300 concubinas. Tanto si esto fue motivado por causas diplomáticas
y políticas para asegurar la paz y la seguridad, o por un intento de superar a los demás soberanos de
otras naciones, es algo que no está indicado. Sin embargo, era contrario a lo expresado en los
mandamientos de Dios (Deut. 17:17). Salomón permitió la multiplicidad de esposas y que fuese su
ruina, al apartar su corazón de Dios.

Salomón no solamente toleró la idolatría, sino que él mismo prestó reconocimiento a Astoret,
la diosa de la fertilidad de los fenicios, conocida como Astarté entre los griegos y Ishtar para los
babilonios. Para el culto de Milcom o Moloc, el dios de los amonitas y para Quemos, el dios de los
moabitas, Salomón erigió un lugar sobresaliente en una montaña al este de Jerusalén, que no fueron
suprimidos como tales lugares de culto durante tres siglos y medio, sino que permanecieron como
una abominación en las proximidades del templo, hasta los días de Josías (II Reyes 23:13). Además,
construyó altares para otros dioses extraños no mencionados por su nombre (I Reyes 11:8).

La idolatría, que era una violación de las palabras de apertura del Decálogo (Ex. 20), no
podía ser tolerada. La repulsa de Dios (I Reyes 11:9-13) fue probablemente entregada a Salomón
mediante el profeta Ahías, que aparece más tarde en el capítulo. A causa de su desobediencia, el
reinado de Israel tenía que ser dividido. La dinastía de David continuaría gobernando parte del reino
en gracia a David, con quien Dios había hecho una alianza, y porque Jerusalén había sido escogida
por Dios. Dios no rompería su promesa, incluso aunque Salomón hubiese perdido sus derechos y sus
bendiciones. También, por amor a David, el reino no sería dividido mientras viviese Salomón,
aunque surgirían adversarios y enemigos que amenazasen la paz y la seguridad, antes de la
terminación del reinado. Hadad, el edomita, fue un caudillo que se opuso a Salomón. En la
conquista de Edom por Joab, Hadad, que era un miembro de la familia real, había sido rescatado por
servidores y llevado a Egipto cuando era un niño. Allí se casó con una hermana de la reina de Egipto
y gozó del favor y los privilegios de la corte real. Después de la muerte de Joab y David, volvió a
Edom y con el tiempo se hizo lo suficientemente fuerte como para ser una amenaza para Salomón en
sus últimos años (I Reyes 11:14-23). La posición de Salomón como ''rey del cobre" quedó en
precario, al igual que el lucrativo negocio de Arabia y el comercio sobre el Mar Rojo.
Rezón de Damasco significó tal vez una amenaza mayor (I Reyes 11: 23-25). La formación
de un reino independiente arameo o sirio, constituyó una seria amenaza política que implicaba
consecuencias comerciales. Aunque David había conquistado Hamat, cuando el poder de Hadad-
ezer fue roto, Salomón lo encontró necesario para suprimir una rebelión allí y construir ciudades de
almacenamiento (II Crón. 8:3-4). Incluso controló Tifsa sobre el Éufrates (I Reyes 4:24) que era
extremadamente importante para el dominio de las rutas del comercio. En el curso del reinado de
Salomón, Rezón estuvo en condiciones de establecerse por sí mismo en Damasco, donde llegó a ser
el mayor de los constantes peligros para la paz y la prosperidad de Israel en los últimos años del
reinado de Salomón.

Conforme cambiaban las cosas, uno de los hombres del propio Salomón, Jeroboam, hijo de
Nabat, demostró ser el factor real devastador en Israel. Siendo un hombre verdaderamente capaz,
había sido colocado al mando de los trabajos forzados que reparaba las murallas de Jerusalén y
construyó Milo. Utilizó aquella oportunidad para su propia ventaja política y ganarse seguidores. Un
día Ahías, el profeta, le encontró y rompió la capa nueva en doce pedazos, dándole diez de ellos.
Mediante aquel acto simbólico, informó a Jeroboam que el reino de Salomón sería dividido, no
dejando sino dos tribus a la dinastía davídica, mientras que las otras diez constituiría el nuevo reino.
Bajo la condición de su obediencia de todo corazón, Jeroboam recibió la seguridad de que su reino
quedaría permanentemente establecido como el de David.

Aparentemente, Jeroboam no quiso esperar los acontecimientos, lo que implicaba


abiertamente su oposición al rey. Por todos conceptos, Salomón sospechó una insurrección y buscó
a Jeroboam para matarle. En consecuencia, Jeroboam huyó a Egipto donde encontró asilo con Sisac
hasta la muerte de Salomón. Incluso aunque el reino se sostuvo y no fue dividido hasta después de
su muerte, Salomón estuvo sujeto a la angustia de una rebelión interna y de la secesión de varias
partes de su reino. Como resultado de su fallo personal en obedecer y servir a Dios de todo corazón,
el bienestar general y la prosperidad pacífica del reino quedaron seriamente amenazadas y en
constante peligro.

LECCIÓN 9: EL REINO DIVIDIDO

Los dos reinos que surgieron tras la muerte de Salomón, son comúnmente conocidos y
diferenciados por los apelativos de "Norte" y "Sur". Este último designa el estado más pequeño
gobernado por la dinastía de David desde su capital en Jerusalén hasta el 586 a. C. Consistía en las
tribus de Judá y Benjamín, quienes apoyaron a Roboam con un ejército cuando el resto de las tribus
se levantaron en rebelión contra las opresivas medidas de Salomón y su hijo (I Reyes 12:21). El
Reino del Norte designa las tribus disidentes, que hicieron a Jeroboam su rey. Este reino duró hasta
722 a. C, con su capital sucesivamente en Siquem, Tirsa y Samaría.

Las designaciones bíblicas comunes para estos dos reinos, son "Israel" y "Judá". La primera
está restringida usualmente en su uso al Reino del Norte, mientras que la segunda se refiere al Reino
del Sur. Originalmente el nombre de "Israel" fue dado a Jacob (Gen. 32:22-32). Durante toda su vida
fue ya aplicado a sus hijos (Gen. 44:7), y siempre desde entonces cualquier descendiente de Jacob ha
sido referido como un "israelita". Desde los tiempos patriarcales a la ocupación de Canaán, "Israel"
ha especificado la totalidad de la nación hebrea. Esta designación prevaleció durante la monarquía
de David y Salomón, incluso aunque estaba dividida a principios del reinado de David. La tribu de
Judá, que se hallaba estratégicamente situada y excepcional-mente fuerte, llegó a su prominencia
durante el tiempo de Saúl (ver I Sam. 11:8, etc.). Después de la división en 931 a. C. el nombre de
Judá identificaba el Reino del Sur, que continuó su alianza con la dinastía davídica. A menos que no
se indique otra cosa, los nombres de "Israel" y "Judá" en este volumen representan respectivamente
a los reinos del Norte y del Sur. Otro apelativo para el Reino del Norte es "Efraín". Aunque este
nombre es originalmente dado a uno de los hijos de José (Gen. 41:52), designa específicamente a la
tribu que condujo la secesión. Estando situada al norte de Benjamín y Judá, "Efraín" representaba la
oposición a Judá y con frecuencia incluía la totalidad del Reino del Norte (ver Isaías y Oseas).

Cronología
Este es el primer período en la historia del Antiguo Testamento en que algunas fechas
pueden ser fijadas con virtual certeza. La historia secular, descubierta mediante la investigación
arqueológica, proporciona una lista epónima que cuenta para cada año en la historia de Asiria desde
891 a 648 a. C. Tolomeo, un brillante erudito que vivió aproximadamente en 70-161 a. C, compuso
un canon, relacionando a los gobernantes babilonios y persas, desde el tiempo de Nabonassar, 747 a.
C. hasta Darío III, 332 a. de C. Además de esto, también da una lista los gobernantes griegos,
Alejandro y Filipo de Macedonia, los gobernantes tolomeicos de Egipto y los gobernantes romanos
que llegan hasta el año de nuestra era, 161. Como astrónomo, geógrafo, historiador y cronologista,
Tolomeo proporciona una vital información. Lo más valioso para los historiadores modernos es el
material astronómico que ha hecho posible comprobar la precisión de sus datos en numerosos
puntos, de tal forma, que "el canon de Tolomeo puede ser utilizado como guía histórica con la
mayor confianza".

Dos hechos significativos suministran el eslabón entre la historia asiría y el relato bíblico de
los reyes hebreos durante el período del reino dividido. Las inscripciones asirías indican que Acab,
rey de Israel, participó en la batalla de Karkar (853 a. C.), contra Salmanasar III, y que Jehú, otro rey
de Israel, pagó tributo al mismo rey asirio en 841 a. C. Al equiparar los datos bíblicos concernientes
a los reyes hebreos Ocozías y Joram a este período de doce años de la historia asiría, Thiele ha
sugerido una pista para la adecuada interpretación de la cronología. Con estas dos fechas de-
finitivamente establecidas en el sincronismo entre la historia hebrea y asiría, propone un esquema de
absoluta cronología para el período que va desde la disgregación a la caída de Jerusalén. Esto sirve
como una clave práctica para las interpretaciones de las numerosas referencias cronológicas en los
relatos de Reyes y Crónicas. Permitiendo un año como factor variable, las fechas terminales para
Israel (la caída de Samaría) y para Judá (la caída de Jerusalén) están fijadas respectivamente como
722 y 586 a. C. Lo mismo puede decirse para la batalla de Karkar en 853 a. C. La fecha para el
comienzo de los dos reinos está sujeta a mayor variación.

Una simple adición de todos los años admitidos para los reyes hebreos totaliza casi cuatro
siglos. Sobre la base de esta tabulación, muchos eruditos, tales como Hales, Oppert, Graetz y
Mahler, han fechado la disgregación del reino salomónico dentro del período de 990-953 a. C. La
fecha más popularizada es la dada por Ussher, adoptada por Edersheim, e incorporada al margen de
muchas Biblias durante el pasado siglo. Los recientes descubrimientos arqueológicos relacionados a
la historia contemporánea del Próximo Oriente, han iluminado muchos pasajes bíblicos que
necesitaban una reinterpretación de los datos bíblicos. El período del reino dividido está adecuado a
un período aproximado de tres siglos y medio. Sobre la base de la cronología asiría y la historia
contemporánea del Cercano Oriente, Olmstead, Kittel, Albright y otros fechan el comienzo de este
período dentro de los años 937-922 a. C. La fecha más popularizada en la literatura corriente del
Antiguo Testamento es el año 922 a. C.

El más amplio estudio de la cronología para el período del Reino Dividido está publicado en
el libro de E. R. Thiele, The Mysterious Numbers of the Hebrew Kings. Mediante un detallado
análisis de ambos datos estadísticos, en el relato bíblico y en la historia contemporánea, concluye
que el 931 a. C. es la más razonable fecha para el comienzo de este período. Mientras que muchas
cronologías se han construido bajo la presunción de que existen numerosos errores en el presente
texto de Reyes y Crónicas, Thiele comienza con el supuesto de que el texto presente es fiable. Con
ello en mente, el número de referencias cronológicas que permanecen problemáticas a la luz de
nuestro entendimiento de tal período, es mucho menor que los problemas textuales que implica el
resultado a priori de la presunción de que el texto hebreo está en el error. Aunque permanecen aún
sin resolver problemas en la cronología de Thiele, parece ser la más razonable y completa
interpretación de las fechas escriturísticas y los hechos históricos contemporáneos que nos son
conocidos hasta el presente. De ser la fecha del año 959 a. C. para el comienzo del templo de
Salomón, confirmada como correcta, podría apelar a una reinterpretación de parte de esta
cronología. En el presente, esta fecha está aceptada con un alto grado de probabilidad A través de
todo este análisis del reino dividido, la cronología del período del reino dividido de Thiele está
adoptada como patrón. Cualquier desviación de la misma se indica oportunamente.

Algunos de los factores básicos que tengan una relación sobre el análisis de las fechas
cronológicas de este período, merecen una breve consideración. En Judá, el sistema del año de
accesión y su cuenta, fue utilizado desde el principio de los tiempos de Joram (850 a. C.), quien
adoptó el sistema de la no accesión que ha utilizado en Israel desde los días de Jeroboam I. Durante
los reinados de Joás y Amasias (800 a. C.), ambos reinados cambiaron al sistema del año de
accesión. La cuestión de la corregencia tiene que ser considerada estableciendo una cronología para
este período. A veces, los años durante los cuales un padre y un hijo gobernaron juntos fueron
acreditados a ambos reyes, calculando la duración de su reinado.

Fechas importantes
Un cierto número de fechas son de importancia para una adecuada comprensión de cualquier
período histórico. Los tres acontecimientos más importantes de esta era del reino dividido son:
931—La división del reino
722—La caída de Samaria
586—La caída de Jerusalén

Sin tener que acudir a listas tabulares para estos reinos, con fechas para cada rey, resulta
apropiado sugerir un índice cronológico para esos siglos. El desarrollo ocurrido en el Reino del
Norte conduce por sí mismo a un esquema simple en el orden cronológico es como sigue:
931—Dinastía de Jeroboam I
909—Dinastía de Baasa
885—Dinastía de Omri
841—Dinastía de Jehú
752—Últimos reyes
722—Caída de Samaria

Todos los reyes, los profetas e importantes acontecimientos pueden ser aproximadamente
fechados utilizando esta estructura cronológica. Los acontecimientos contemporáneos en el Reino
del Sur, pueden ser relacionados a esta estructura de referencia. Colocando los cuatro importantes
reyes de Judá en su propia secuencia, y añadiendo una fecha, se convierte en una cuestión sencilla
para desarrollar una cronología que sirva en forma simplificada. Utilizando estas fechas sugeridas
como un esquema útil, la cuestión de las fechas cronológicas en el relato bíblico puede ser reducida
a un mínimo. Aunque las fechas individuales para cada rey se dan subsiguientemente, no son
necesarias para una comprensión del desarrollo general.
El relato bíblico
La primera fuente literaria de la era del reino dividido es I Reyes 11:1 hasta II Reyes 25:30
y II Crón. 10:1-36:23. Puede encontrarse material suplementario en Isaías, Jeremías y otros profetas
que reflejan la cultura contemporánea. La única fuente que presenta un relato histórico continuo del
Reino del Norte es I Reyes 12:1 - II Reyes 17:41. Integrado en este registro se hallan los
acontecimientos contemporáneos del Reino del Sur. Con la terminación del Reino del Norte en el
año 722 a. C., el autor del libro de los Reyes continúa el relato del Reino del Sur en II Reyes 18:1-
25:30, hasta la caída de Jerusalén en el 586 a. C. Un registro paralelo para el Reino del Sur, desde
931 a 586 a. C. se da en II Crón. 10:1-36:23, donde el autor concluye con una referencia final al cese
del cautiverio bajo Ciro (538 a. C.). El relato en Crónicas suplementa la historia registrada en el
Reino del Norte, y en los libros de los Reyes, donde tiene una relación directa sobre los
acontecimientos del Reino del Sur.

Puesto que cada reino tuvo aproximadamente una lista de veinte gobernantes, es esencial un
simple análisis para evitar la confusión. La memorización de dos listas de reyes con frecuencia
impide un cuidadoso análisis de este período como fondo esencial en el estudio de los mensajes
profetices del Antiguo Testamento. Puesto que todo un número de familias gobernaron el Reino del
Norte, en contraste con una sola dinastía en Judá, sugiere un simple bosquejo basado en las dinastías
remantes en Israel. Esto puede ser utilizado como una conveniente estructura para la asociación de
otros nombres y sucesos. Puesto que Israel cesó de existir como gobierno independiente, la última
parte de Reyes se dedica al relato del Reino del Sur. Israel quedó reducida a una provincia asiria.

Acontecimientos concurrentes
Las relaciones internacionales son vitalmente significativas durante esos siglos, cuando el
imperio salomónico se dividió en dos reinos, y que finalmente sucumbió a fuerzas y poderes
extranjeros. Estando estratégicamente situado en el Creciente Fértil, entre Egipto y Mesopotamia, no
podían escapar a la presión de varias naciones que surgían con gran poder durante ese período.
Consecuentemente, para una adecuada comprensión de la historia bíblica, esas naciones merecen
consideración.

El reino de Siria
El reino de Aramea, con Damasco como capital, es mejor conocido como Siria. Durante dos
siglos gozó de poder y prosperidad a expensas de Israel. Cuando expandió su reino, derrotó a
Hadad-ezer, gobernante de Soba, y estableció amistad con Toi, rey de Hamat. Salomón extendió la
frontera de su reino a 160 kms. Más allá de Damasco y Soba, conquistando Hamat sobre el Orontes
y estableciendo ciudades de aprovisionamiento en aquella zona. Durante la última parte de su
reinado, Rezón, que había sido un joven oficial militar bajo las órdenes de Hadad-ezer en Soba con
anterioridad a su derrota por David, se apoderó de Damasco y puso los cimientos para el resurgir del
reino arameo de Siria. La rebelión surgida bajo Roboam sirvió de pretexto a esta oportunidad.
Durante dos siglos, Siria llegó a ser un serio contendiente por el poder en la zona Sirio-Palestina.

La guerra entre Judá y el Reino del Norte, con Asa y Baasa como respectivos gobernantes,
permitió a Siria, bajo Ben-Adad, la oportunidad de emerger como la nación más fuerte en Canaán,
cerca del final del siglo IX a. C. Cuando Baasa comenzó a fortificar la ciudad fronteriza de Rama, a
solo ocho kms. al norte de Jerusalén, Asa envió los tesoros del templo a Ben-Adad como un
soborno, haciendo una alianza con él y contra el Reino del Norte. Aunque esto hizo que se
cumpliese el inmediato propósito de Asa y fuese relevado de la presión militar procedente de Baasa,
en realidad dio a Siria la superioridad, de tal forma que los dos reinos israelitas fueron con el tiempo
amenazados de invasión desde el norte. Tomando posesión de una parte del reino de Israel en el
norte, Ben-Adad estuvo en condiciones de controlar las rutas de las caravanas a Fenicia, que
proporcionó una inmensa riqueza a Damasco, reforzando así el reino de Siria. La supremacía de
Siria como poder militar y comercial fue atemperada por el Reino del Norte, cuando la dinastía de
Omri comenzó a gobernar en el 885 a. C. Omri quebrantó el monopolio comercial con Fenicia, al
establecer relaciones amistosas con Etbaal, rey de Sidón. Esto resultó en el matrimonio de Jezabel y
Acab. El creciente poder de Asiría en el este sirvió como otra prueba para Siria en los días de Acab.
Durante los años que Assurnasirpal, rey de Asiría, estuvo contento de no pasar por Siria hacia el
norte, extendiendo sus contactos en el Mediterráneo, Acab y Ben-Adad frecuentemente se opusieron
el uno al otro. En el curso del tiempo Acab ganó el equilibrio del poder. En el 853 a. C., pero Acab y
Ben-Adad unieron sus fuerzas en la famosa batalla de Qarqar en el valle de Orontes, al norte de
Hamat. Aunque Salmanasar III afirmó haber obtenido una gran victoria es dudoso de que esto fuese
efectivo, puesto que no avanzó a Hamat ni a Damasco hasta varios años más tarde. Inmediatamente
tras esto, la hostilidad sirio-efraimítica continuó, siendo muerto Acab en una batalla. Como Asiría
renovó sus ataques contra Siria, Ben-Adad no tuvo el apoyo de Joram. Cuando murió Ben-Adad,
aproximadamente por el 843 a. C., Siria fue fuertemente presionada por los invasores asirios, al
igual que sufrió la falta de apoyo del Reino del Norte.

Hazael, el siguiente gobernante, usurpó el trono y se convirtió en uno de los reyes más
poderosos, extendiendo el dominio de Siria hasta Palestina. Aunque Jehú, el nuevo rey en Israel, se
sometió a Salmanasar III pagando impuestos (841 a. C.), Hazael resistió la invasión de este rey
asirio con sus solas fuerzas. En pocos años, Hazael estuvo en condiciones de agrandar su reino
cuando los asirios retrocedieron. Se anexionó un extenso territorio del Reino del Norte a expensas
de Jehú. Tras el año 841 a. C. Joacaz, rey de Israel, se hallaba tan debilitado que los ejércitos de
Hazael pasaron a través de su territorio y tomaron posesión de la llanura filistea, destruyendo a Gat,
exigiendo tributo del rey de Judá en Jerusalén. Ben-Adad (ca. 801 a. C.) fracasó en mantener el
reino establecido por su padre Hazael. Durante los últimos años de su reinado, Adad-Nirari III de
Asiría sometió a Damasco lo bastante como para exigirle un fuerte tributo. Además de todo esto,
Ben-Adad tuvo que enfrentarse con una hostil oposición procedente de los estados sirios del norte.
Esto dejó a Damasco en una condición tan débil que cuando la presión asiría continuó, Joás reclamó
para Israel mucho del territorio tomado por Hazael. En los días de Jeroboam II (793-753), Siria
incluso perdió Damasco y "los accesos a Hamat", restaurando la frontera norte sostenida por David
y Salomón (II Sam. 8:5-11).

Damasco tuvo una vez más una oportunidad para afirmarse cuando el poderoso Jeroboam
murió en 753 a. C. Rezín (750-732 a. C.), el último de los reyes árameos en Damasco, volvió a
ganar la independencia siria. Con la accesión al trono asirio de Tiglat-pileser III (745 a. C.) tanto
Siria como Israel estuvieron sujetas a la invasión y a un pesado tributo. Mientras Tiglat-pileser (Pul)
estaba luchando en Armenia (737-735 a. C.), Rezín y Peka organizaron una alianza para evitar el
pago del tributo. Aunque Edom y los filisteos se unieron a Siria y a Israel en una especie de pacto
anti-asirio, Acaz, rey de Judá, envió tributo a Pul, rogándole una alianza. En respuesta a esta
invitación, Pul llevó a cabo una campaña contra los filisteos estableciendo contacto con Acaz, y por
el 732 había conquistado Damasco. Sama-ria fue salvada en esta época cuando Peka fue
reemplazado por Oseas, quien voluntariamente pagó tributo como un rey marioneta. Con, la muerte
de Rezín y la" caída de Damasco, el reino de Siria llegó a su fin, para no levantarse de nuevo jamás.

El gran imperio Asirlo


En el rincón nordeste del Creciente Fértil, extendiéndose en unos 563 kms. a lo largo del río
Tigris y con una anchura aproximada de 322 kms. se encontraba el país de Asiria. El nombre
probablemente se debe al dios nacional, Asur, una de cuyas ciudades fue llamada así. La
importancia de Asiria durante el período del reino dividido se hace aparente inmediatamente por el
hecho de que en la cima de su poder absorbió los reinos de Siria, Israel y Judá, e incluso Egipto
hasta Tebas. Por aproximadamente dos siglos y medio ejerció una tremenda influencia sobre los
acontecimientos de la tierra de Canaán y de aquí que con tanta frecuencia aparezca en los registros
bíblicos. Aunque algunos eruditos trazan los comienzos de Asiria al principio del tercer milenio, se
conoce poco anterior al siglo XIX, cuando los agresivos establecimientos comerciales de esta zona
extendieron sus intereses comerciales en el Asia Menor. En los días de Samsi-Adad I (1748-1716),
Asiria gozó de un período de prosperidad con Asur como ciudad más importante. Por varios siglos a
partir de entonces, Asiria fue obscurecida por el reino heteo en Asia Menor y el reino mitanni que
dominaba la zona superior del Tigris-Éufrates.

La verdadera historia de Asiria tiene sus comienzos aproximadamente en el 1100 a. C. con el


reinado de Tiglat-pileser I (1114-1076 a. C.). De acuerdo con los anales propios, extendió el poder
de su nación hacia el oeste en el mar Mediterráneo, dominando las naciones más pequeñas y débiles
existentes en aquella zona. Sin embargo, durante los siguientes dos siglos el poder asirlo retrocede
mientras que Israel, bajo David y Salomón, surge como un poder dominante en el Creciente Fértil.
Comenzando con el siglo IX, Asiria emerge como un poder creciente. Las listas epónimas asirías
desde aproximadamente el 892 a. C. al 648 a. C. hacen posible correlacionar e integrar la historia de
Asiria con el desarrollo de Israel, como se registra en el relato bíblico. Asur-nasir-pal II (883-859 a.
C.) estableció Cala como su capital. Tras haber desarrollado un fuerte poder militar, comenzó a
presionar hacia el oeste, aterrorizando las naciones que se le oponían con dureza y crueldad
cruzando el Eufrates y estableciendo contactos comerciales sobre el Mediterráneo. Frecuentes
contactos con los sirios hacia el sur, tuvieron como resultado la batalla de Qar-qar sobre el río
Orantes en el 853 a. C. en los días de su hijo Salmanasar III (858-824 a. C.).

En la coalición encabezada por Ben-Adad de Damasco, y Acab, rey de Israel, se unieron


2.000 carros de batalla y 10.000 soldados constituyendo la mayor unidad en este grupo. Aunque el
rey asirio afirmó su victoria, resulta dudoso que así fuera, ya que Salmanasar III evitó el contacto
con los sirios por varios años después de la batalla. En 848 y de nuevo en 845 a. C., Ben-Adad
resistió dos invasiones asirías más, pero no se hace mención de cualquier fuerza israelita que
ayudara a los sirios en. aquel tiempo, Jehú, que usurpó el trono en Samaría (841 a. C), hizo propo-
siciones de subordinación a Salmanasar III enviándole tributo. Esto dejó a Hazael, el nuevo rey de
Damasco, con el problema de resistir la agresión asiría. Aunque Salmanasar acosó a Siria durante
unos pocos años en los días de Hazael, volvió su atención hacia las conquistas de zonas en el norte
tras el año 837 a. C., proporcionando a Canaán un respiro de la presión asiría durante varias décadas.
Por casi un siglo, el poder asirio se pierde en las neblinas del fondo histórico. Samsi-Adad V (823-
811 a. C.) se mantuvo muy ocupado suprimiendo revueltas en varias partes de su reino. Adad-
Nirari III (810-783 a. C.) atacó Damasco antes de terminarse el siglo, capacitando a los israelitas
para obtener un respiro de la presión siria. Salmanasar IV (782-773 a. C.), Asurdán III (772-755), y
Asur-Nirari (754-745) mantuvieron con éxito la importancia de Asiria como nación poderosa pero
no eran lo suficientemente fuertes como para ensanchar sus dominios como había hecho el
precedente gobernante.

Tilgat-pileser III (745-727 a. C.) fue un guerrero sobresaliente que condujo a su nación a
ulteriores conquistas. En Babilonia, donde era reconocido como rey, era conocido como Pulu. I
Reyes 15:19 se refiere a él como Pul. En la conquista de territorios adicionales hacia el oeste, adoptó
la política de dividir la zona en provincias sometidas para un más seguro control. Aunque esta
práctica ya había sido utilizada anteriormente, él fue efectivo en aterrorizar a las naciones al cambiar
grandes grupos de personas en una ciudad conquistada con cautivos de una zona distante. Esto
definitivamente comprobó la posibilidad de una rebelión. También sirvió como un proceso de
nivelación lingüística, de tal manera, que el idioma arameo desplazó a otros en el gran, territorio del
reino. Al principio de su reinado, Pul exigió tributo de Manahem, rey de Israel, y Rezín, rey de
Damasco. Puesto que Judá era la nación más fuerte en Canaán en aquella época, es posible que
Azarías pudiese haber organizado una coalición de fuerzas para oponerse a los asirios. Parece que
sus sucesores, Jotam y Acaz, resistieron la presión procedente de Israel y Siria uniéndose a ellas al
igual que los filisteos y Edom al oponerse a Pul. En su lugar, Acaz inició amistosas relaciones hacia
Pul, en respuesta a lo cual las fuerzas asirías avanzaron hasta el país de los filisteos en el 733 a. C.,
poseyendo territorios a expensas de esas naciones opuestas. Tras un terrible asedio, cayó la gran
ciudad de Damasco, Rezín fue muerto y el reino sirio capituló. Samaría conjuró la conquista
reemplazando a Peka con Oseas.

Salmanasar V (727-722 a. C.) siguió con los procedimientos y la política de su padre. En los
días de Oseas los israelitas estaban ansiosos de terminar con su servidumbre a Asiria. Salmanasar
respondió con una invasión del país y por tres años sitió a Samaría. En el 722 a. C. Sargón II» que
servía como general en el ejército, usurpó el trono y fundó una nueva dinastía en Asiria. En los
registros se afirma que capturó a Samaría, aunque algunos creen que Salmanasar V fue quien
realmente tomó la ciudad y Sargón se adjudicó el éxito. Gobernando desde 721-705 a. C. utilizó a
Asur, Cala, y Nínive como capitales, pero finalmente construyó la gran ciudad de Korsabad, por la
cual se le recuerda mejor. Su campaña contra As-dod en el 711 puede ser la que se menciona en Is.
20:1. El reino de Sargón terminó abruptamente por su muerte en una batalla.

Senaquerib (704-681 a. C.) hizo famosa la ciudad de Nínive como su gran capital,
construyendo una muralla de 12 a 15 mts. en su entorno y de cuatro kms. de longitud, a lo largo del
río Tigris. En sus anales, él anota la conquista de Sidón, Jope, cuarenta y seis ciudades amuralladas
en Judá, y su asalto a Jerusalén en los días de Ezequías. En 681 fue muerto por dos de sus hijos.
Aunque Senaquerib se había detenido en las fronteras de Egipto, su hijo Esar-hadón (681-668 a. C.)
avanzó hacia Egipto y derrotó a Tirhaca. Su interés en Babilonia está evidenciado por la
reconstrucción de la ciudad de Babilonia, posiblemente porque su esposa pertenecía a la nobleza de
Babilonia. Senequerib nombró a Samasumukin como gobernante de Babilonia; pero este último se
rebeló, tras un período de gobierno de diez y seis años, contra su hermano Asurbanipal y pereció en
la quema de Babilonia (648 a. C.). Durante el reinado de Esar-hadón, Manases, rey de Judá, fue
tomado cautivo en Babilonia (II Crón. 33:10-13). La muerte le llegó a Esar-hadón cuando dirigía sus
ejércitos contra Egipto.

Durante el reinado de Asurbanipal (668-630 a. C.), el Imperio Asirio alcanzó su cénit en


riqueza y prestigio. En Egipto llevó sus ejércitos hasta algo así como 800 kms. por el río Nilo
capturando Tebas en el 663 a, C. La guerra civil (652 a. C.) con su hermano, que estaba a cargo de
Babilonia, resultó con la captura de dicha ciudad en el 648. Aunque era cruel y rudo como general y
militar, Asurbanipal es mejor recordado por su profundo interés en la religión, en lo científico y en
obras literarias. Enviando escribas por toda Asiría y Babilonia para copiar registros de creación,
diluvios y la antigua historia del país, obtuvo una gran cantidad de material en la gran biblioteca real
de Nínive. En menos de tres décadas tras la muerte de Asurbanipal, el reino asirio, que había
ejercido tan tremenda influencia por todo el Creciente Fértil, se desvaneció, para no volver a
levantarse jamás. Los tres gobernantes que le sucedieron, fueron incapaces de enfrentarse con los
reinos que surgían en Media y Babilonia. Nínive cayó en 612 a. C. Con las batallas de Harán (609) y
Carquemis (605) desapareció el último vestigio de la oposición asiría. Expandiéndose hacia el oeste,
el reino babilonio" absorbió al Reino del Sur y destruyó a Jerusalén en el año 586 (a. C.).

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