Tectónica de Placas

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Tectónica de placas

La Tectónica de Placas es una teoría unificadora que explica una variedad de características y
acontecimientos geológicos. Se basa en un sencillo modelo de la Tierra que expone que la
rígida litosfera se encuentra fragmentada, formando un mosaico de numerosas piezas de diversos
tamaños en movimiento llamadas placas, que encajan entre sí y varían en grosor según su
composición ya sea corteza oceánica, continental o mixta.

La litosfera descansa sobre la astenosfera que es emplástica, más caliente y débil, por lo que se cree
que algún tipo de sistema de transferencia de calor dentro de la Tierra, procedente del núcleo y del
manto, hace que las placas litosféricas se muevan. Entre 1923 y 1926, el científico irlandés John Joly
propuso que, a causa de la mala conductividad térmica de la corteza, el calor radiactivo que se
genera en la Tierra se acumula debajo de la corteza y funde el manto, lo que provoca una
convección térmica (transferencia convectiva de calor). Esta hipótesis fue la base de la teoría de la
convección en el manto, cuyo principal exponente Griggs (1939), la aplicó a la deriva continental.
Posteriormente, A. Holmes (1944) postuló que la convección también podía llevarse a cabo en el
manto sólido.

Por todo lo anterior se admite que la corteza terrestre está fragmentada en Placas Tectónicas, las
cuales se desplazan pasivamente gracias a las corrientes de convección. Existen zonas donde las
corrientes ascienden y otras en donde las corrientes descienden, siendo el propio peso de la masa
hundida el que arrastra tras de sí al resto de la placa. Esto ha sido aceptado, pero aún no está
determinado.
El movimiento de las placas no se da en forma uniforme, se tienen zonas donde el movimiento es
muy lento, del orden de una centésima de milímetro al año y otras en las cuales el movimiento es
muy rápido, de más de 10 cm al año. De igual forma existen segmentos de la corteza que chocan
entre sí y otros en que no existe este choque. Estos movimientos son llamados tectónicos y son los
responsables de la aparición de montañas, volcanes, sismos, formación de plegamientos y fallas
geológicas, expansión de océanos, desplazamiento de continentes y también está asociado a
yacimientos minerales y petrolíferos. La configuración mundial de las placas es inestable y se está
modificando lenta pero continuamente (ciclo de Wilson).
Las principales Placas Tectónicas son: Africana, Antártica, Arábiga, Caribe, Cocos, Euroasiática,
Filipina, Indoaustraliana, Norteamericana, Sudamericana y del Pacífico; otras menos grandes
serian Nazca, Juan de Fuca y la Escocesa; existen además, placas muy pequeñas
llamadas microplacas como la Rivera, entre muchas otras y pueden estar situadas dentro de las
principales o éstas pueden a su vez subdividirse, pero no todas están aún identificadas. A
continuación se muestra su ubicación:
Placas Tectónicas

Azul: límites entre Placas Tectónicas, Rojo: Volcanes, Amarillo: Sismos

El estudio del fondo oceánico dio algunos de los datos que apoyan con más firmeza la teória de la Tectónica de Placas.
La batimetría se encarga del mapeo de la profundidad del fondo oceánico, es decir, la topografía submarina. Cuenta con
barcos provistos de equipos de perforación donde se obtienen muestras de la estructura del fondo marino en muchos
puntos de la Tierra.

Durante los últimos años de la década de 1950 y los primeros de 1960, se encontró en el fondo oceánico "bandas" de
distinta polaridad llamadas bandas magnéticas, alineadas con las cordilleras oceánicas y distribuidas simétricamente a
ambos lados de éstas. Cada banda indica una edad diferente de formación, lo que significa que cada pedazo de fondo
oceánico lleva escrita su historia. Identificando la banda magnética se llega a saber cuándo fue formado el fondo oceánico
y qué orientación tenía entonces con respecto al polo magnético; el ancho de la banda indica qué tan rápida era entonces
la extensión en el centro donde fue creado.
En 1915, recién salido de la imprenta, el libro de Alfred Wegener, El origen de los
continentes y los océanos, sacudió como un terremoto los cimientos de las
ciencias de la Tierra. El meteorólogo alemán fue el primero en reunir datos procedentes
de diferentes disciplinas científicas para argumentar una teoría de la deriva continental,
por entonces muy controvertida.

En 1910, mientras examinaba detenidamente un atlas, Wegener se preguntó si las


siluetas de los continentes encajaban entre sí por pura coincidencia. Tiempo
después formaría con ellas un único "supercontinente primordial" al que llamó Pangea
("toda la Tierra", en griego). Postuló que aquella inmensa masa de tierra firme había
existido hasta que hace 250 o 200 millones de años empezó a desgajarse en los
continentes actuales.

Para la biología, la tesis explicaba el parentesco entre especies de continentes


separados por océanos. Para la paleontología, la idea casaba con los fósiles de
mesosaurio hallados tanto en Sudáfrica como en Brasil. Para la geología, justificaba la
presencia de formaciones geológicas similares en continentes distintos y sugería, entre
otras cosas, que el Cape Fold Belt (el cinturón montañoso de la Provincia Occidental de
El Cabo, en Sudáfrica) había estado unido a la sierra de la Ventana, en Argentina.
El subsuelo de la Ciudad de México es un depósito natural de sedimentos volcánico-lacustres, altamente
estructurados, con propiedades índice y mecánicas únicas, que los ubican como valores extremos en la mayoría
de las cartas de propiedades geotécnicas. Nuestro conocimiento y entendimiento actual sobre el
comportamiento de los suelos es puesto a prueba por las inusuales respuestas de los sedimentos lacustres de
la Ciudad de México. El propósito de esta presentación es compartir algunas ideas sobre el comportamiento
estático de los suelos de la Ciudad de México, para facilitar la interpretación de las propiedades y su evolución
con el tiempo, de esta peculiar secuencia sedimentaria. Esta presentación consta de cuatro partes. La primera
una breve Introducción al tema del subsuelo de la Ciudad de México. La segunda parte, consolidación y
viscosidad estructural, tópico en el que Zeevaert insistió en la importancia de tomar en cuenta la viscosidad
intergranular en el cálculo de los asentamientos en la Ciudad de México. La presentación muestra una
alternativa novedosa sobre la interpretación de los ensayos, basadas en el modelo reológico desarrollado por
Zeevaert (1986). La tercera parte, tixotropía, describe un marco de referencia moderno sobre el tema y ofrece
resultados preliminares usando elementos vender. La cuarta y última parte, efecto de los microfósiles, muestra
la gran importancia y singular contribución de las diatomeas sobre algunas propiedades índice y mecánicas del
subsuelo de la Ciudad de México.
La Ciudad de México (CM) es una de las metrópolis más antiguas en el hemisferio occidental. Ocupa una planicie antigua (que fue un
lago) rodeada por montañas, con más de 16 millones de personas en un área de aproximadamente 1,500 kilómetros cuadrados. El
subsuelo de la Ciudad de México tiene propiedades únicas. El contenido de agua es mayor a 400 %, el índice de plasticidad excede
300% y el índice de compresión Cc puede llegar a un valor de 10, cuando en la mayoría de los suelos es menor a 1. Lo anterior, ubica
a los sedimentos lacustres de la Ciudad de México como altamente compresibles, lo que ha dado lugar a intrincados problemas de
cimentación para la construcción de edificios elevados y de gran peso en la Ciudad de México. El antecedente más completo sobre la
caracterización del subsuelo de la CM se debe a Marsal y Mazari (1959), en tanto que la experiencia más exitosa sobre la ingeniería de
cimentaciones en la Ciudad de México se debe a Zeevaert (1957, 1972).

La región en donde se ubica la Ciudad de México tiene alta sismicidad, como quedó constatado el 19 de septiembre, 1985, al ocurrir
un terremoto frente a la costa del pacífico, con una magnitud 8.1 Ms y una intensidad de Mercalli Modificada variable que alcanzó un
valor de IX en algunas partes de la ciudad. El sismo causó que muchos edificios sufrieran asentamientos excesivos e inclinaciones
importantes, incluso el derrumbe total de algunas estructuras. Durante el sismo se perdieron más de 20,000 vidas y los daños se
estimaron en más de 5,000 millones de dólares. De las observaciones se ha concluido que existe una fuerte correlación entre la
distribución espacial del daño asociado al evento de 1985 y la ubicación de los sedimentos lacustres; por tanto se tiene la certeza de
que las características y propiedades del subsuelo de la CM desempeñaron un papel principal en tan desastroso suceso.

Los sedimentos lacustres de origen volcánico de la Ciudad de México presentan propiedades índice y mecánicas singulares, que no se
ajustan a los patrones de comportamiento de la mayoría de los suelos. Su comportamiento mecánico, tanto estático como dinámico
es complejo y a la fecha aún presenta desafíos de interpretación. En general, el ángulo de fricción interna de los suelos disminuye al
aumentar el índice de plasticidad, sin embargo el subsuelo de la CM presenta un ángulo de fricción de 43° comparable en magnitud
con el de las arenas (Lo 1962; Mesri et al. 1975; Díaz-Rodríguez et al. 1992, 1998).

Los suelos de la Ciudad de México son sedimentos heterogéneos, volcánicos, lacustres, con una proporción y variedad de microfósiles
(ostrácodos y diatomeas) que adicionan compuestos solubles generados por la alteración de sus exoesqueletos y que forman parte
de la microestructura del suelo (DÍaz-Rodríguez, et al. 1998). Esto influye de tal manera en su comportamiento que los suelos
diatomáceos de la CM, no pueden considerarse dentro de una clasificación simple.

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