Soler, 'Idea y Cuestion Nacional Lationamericana' Unidades

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Idea y Cuestión nacional latinoamericanas. De la independencia a la emergencia del imperialismo.

Ricaurte Soler

1- Nuestra América y la cuestión nacional en la democracia liberal.


Conciencia nacional hispanoamericana está arraigada en el concepto de que América, y los americanos, forman
parte esencial de la unidad del imperio y de la nación española. Contradiciendo la colonización económica, la
explotación social y la coerción cultural, la superestructura jurídica del imperio y sus instancias ideológico-
políticas se esforzaban por implantar el concepto de la igualdad de todos los súbditos ante la Corona. Para
difuminar los regionalismos existentes, los nacionalismos nacientes y la explotación de las diversas clases
trabajadoras. Concepto de igualdad de la corona se podía volver el instrumento que denunciara la desigualdad real,
lo que sucedió en las sociedades americanas en el período entre la invasión napoleónica a la península y las
declaraciones formales de independencia.
En ese contexto afloraron las primeras formulaciones de un panhispanismo conservador y tradicionalista.
Momento en que la unidad de la nación española es invocada a favor de las reivindicaciones de los españoles-
americanos.
Constitución liberal de Cádiz en 1812: igualdad de todos los españoles, europeos y americanos.
En nombre de la igualdad abstracta de todos los españoles se formulan reivindicaciones de carácter económico,
social y nacional.

Los españoles americanos: conciencia social y conciencia nacional.


La igualdad de los integrantes de la nación española era, pues, el postulado a partir del cual se planteaban las
reivindicaciones americanas públicas inmediatamente anteriores a las declaraciones de independencia. Otros eran
la forma de los documentos clandestinos.
El concepto de nación sufre distintas transiciones al tenor de las mutaciones que se gestan en la sociedad.
Las transiciones ideológicas obligadas en los grupos que actuaban en el marco institucional establecido no
tenían que ser recorridas por quienes se agitaban en la clandestinidad o que ya frontalmente combatían el dominio
peninsular. En ellos se descubre la raíz social del concepto nacional en gestación. Ligado con la concepción del
mundo, aspiraciones sociales y proyectos emancipadores de los que se llaman criollos o españoles americanos
enfrentados a los españoles europeos.

Hacia un proyecto nacional hispanoamericano.


El bloque de las clases sociales emergentes estaban limitadas por el pacto colonial.
La designación de españoles americanos cubría también a la aristocracia terrateniente. Fuertemente afectada
cuando la corona en guerra contra Inglaterra, expide la Real Cédula de consolidación para la venta de bienes
pertenecientes a obras pías (1804). Se proliferan representaciones y protestas, más vehementes en México, la
Banda Oriental. A los terratenientes y comerciantes no monopolistas se incorporaron la pequeña burguesía urbana
y rural. Capas medias que veían reales posibilidades de ascenso social y político en la estructuración de estados
independientes de la metrópoli.
Raíz social de la cual, en primera instancia, emergía el concepto nacional de lo hispanoamericano. En lo
político, parte sustantiva del bloque social asumirá la ideología democrático-liberal; instrumento más ajustado al
imperativo de denunciar y desacreditar el absolutismo monárquico. Como quiera que la conciencia nacional de
cada de este bloque insurgente está directamente relacionada con su conciencia social de español-americano, la
patria no es percibida, en primer término, en los estrechos límites de cada audiencia, presidencia, o virreinato, sino
en los más amplios del continente hispanoamericano.

Apropiación de la historia de América.


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Nuestra América se afirma en defensa de los derechos humanos conculcados por los españoles peninsulares. En
defensa de los derechos universales del hombre. Se afirma en la especial interpretación que de la historia de
nuestra América realizan. En los sectores más ilustres de la sociedad la historia se constituye en elemento
ideológico afirmativo de la nación americana. No es la historia de los venezolanos o ecuatorianos, sino la historia
de América. Se tiene plena conciencia de que se ha delimitado un sector de una realidad más amplia.
El “Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Eliseos” (1809, documento clandestino) de
Monteagudo, es contra la dominación española a partir de la hecatombe de la conquista. La historia de la amada
patria percibida como una totalidad social y nacional, afirma, por boca de Atahualpa, su derecho a la libertad.
José Cecilio del Valle, trata el tema de la apropiación de la historia americana.
La apropiación de la historia de América se realiza en función de una patria continental (de los españoles
americanos) concebida como unidad totalizadora. Incluso cuando se establecen distinciones geográficas entre
ambas Américas. Éstas se hacen en el supuesto de la unidad social y nacional primigenia.

Francisco Miranda.
En la corriente demoliberal todos los temas hispanoamericanistas –la nación americana, autodeterminación de
sus pueblos, reinterpretación de su historia- encontraron en la acción y pensamiento de Miranda la más decidida
formulación. Desde el propósito de encontrar el nombre común hasta la acción militar que afirme el punto de
partida de la confederación continental. Hubo precedentes, Juan Francisco de León, y criollos aislados. Tuvieron
un importante papel para la formación de la conciencia nacional americana los escritos de los jesuitas desterrados.
La conciencia de una América que es nuestra nunca podría asimilarse a ningún panamericanismo definido por
la geografía continental.
La filiación hispanoamericanista de Miranda se define, en la corriente de pensamiento que hace emerger de la
conciencia social y anticolonial de los españoles-americanos el contenido y afirmación de su conciencia nacional.

Nuestra patria: nuestra América.


Aun centrando la atención en los documentos que revelan la perseverancia de la idea continental la materia se
asfixia frente a todo empeño de sistematización y síntesis.
La acción y pensamiento mirandinos constituyen, con anterioridad a Bolívar, el más perseverante empeño en
pro de la unidad hispanoamericana. Las iniciativas concretas para establecer uniones y alianzas entre las distintas
regiones se veían favorecidas, y hasta se percibían como necesarias, en aquellos movimientos que tempranamente
declararon la independencia absoluta. Para los países que declararon la independencia en tiempos
comparativamente tardíos es importante señalar una doble comprobación. Primero, constituir políticamente estos
estados, no dejaba de concebirse como incongruente con la proclamada adhesión a Fernando VII. Segundo que
aun en estas circunstancias no dejaba de revelarse la conciencia de una patria continental y las iniciativas
unificadoras que de esa conciencia emergían.
Igual de manera pública se denunciaba la incosencuencia que implicaba estructurar el estado real junto con la
declaración formal de fidelidad a la monarquía, y lo que es peor, cuando ya se implantaba la necesaria violencia
revolucionaria y corría la sangre en los campos de batalla. En 1809 los revolucionaros proclaman que La Paz ha
dejado de lado la careta de fidelidad a Fernando, declara abiertamente la independencia absoluta del dominio
español. Desde 1811 uno de los propósitos de la prédica revolucionaria desplegada por Monteagudo. Fidelidad es
política hipócrita y máscara inoficiosa.

Documentos hispanoamericanistas.
En las regiones que se esforzaban por constituirse sin declarar formalmente la independencia no dejaba de
manifestarse la conciencia de la patria continental. La propuesta de los revolucionarios de Santiago a Buenos Aires
(1810) señalaba la conveniencia de unificar los gobiernos para la guerra y en la paz; celebrar pactos comerciales y
políticos con otros países.
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A partir de las declaraciones formales de independencia es posible comprobar una paulatina declinación de las
perspectivas e intenciones americanistas de amplias perspectivas. La conformación real de centros de poder
requeridos por la lucha revolucionaria y teorizados, por Fray Servando Teresa de Mier en México, condujo a
estrechar los límites a que apuntaba la conciencia nacional en formación. Nuestra América referida a todo el
continente. En otra oportunidad a la Nueva España.
Podríamos considerar que sólo en los grandes caudillos americanos: San Martín, O’Higgins, Bolívar, Sucre la
idea de la patria americana mantenía su vigor esbozando el diseño de su institucionalización política en planes
confederativos.

José Cecilio del Valle


Excepción, la de José Cecilio del Valle, constituye la máxima expresión americanista alcanzada por las
corrientes demoliberales. Extrema tensión de su pensamiento.
Producto de la Ilustración veía en la educación la panacea a las aflicciones americanas.
Ideario americanista: Guatemala por su situación ístmica, habría de corresponderle un papel fundamental y
unificador; plaza central de ambas Américas; el concepto América nunca comprendió a los Estados Unidos sino a
Nueva España y la Suramérica hispánica.
Es la explicitación del programa nacional hispanoamericano de la democracia liberal, anticolonialista e
independentista.

Comunidad Económica.
El estudio más digno de un americano es la América; propuso en el mismo año de 1822 la creación de una
academia americana y en 1824 la formación de una expedición científica costeada por los gobiernos de todos los
Estados americanos.
En la década del veinte, en trance de afianzarse la independencia, los problemas inmediatos de la organización
nacional asumen carácter ineludible y perentorio.
En el principio de las nacionalidades no se afirma el concepto de nacionalismo (Hobsbawn). En el caso de
Hispanoamérica la aparición del fenómeno se da en los años veinte, al culminar la emancipación e iniciarse las
tareas de organización nacional.

Nacionalizar.
Nacionalizar a Centroamérica y nacionalizar nuestra América. Se planteaba lo mismo para la patria chica que
para el continente. El proceso debía ser igual, crear la homogeneidad en la diversidad o la diversidad en la
homogeneidad. Valle propondrá la americanización del idioma. La lengua castellana se irá mudando
insensiblemente; cada estado tendrá su dialecto.
Pide que las leyes que castiguen con iguales penas a delitos de una especie y sólo tengan por delito la violación
de los derechos del hombre: leyes que no sean el voto de una clase.
Desde la perspectiva demoliberal: nacionalizar todas las clases es lo que debe formar el plan de un gobierno
paternal. Comenzar por las clases propietarias: respetar la propiedad y nacionalizar al propietario dándole garantías
de seguridad y penetrar a los capitalistas del espíritu público. Nacionalizar al obrero atendiendo sus derechos y
reivindicaciones; es coproductor de las riquezas. Finalmente un programa de organización nacional no podía
prescindir de la mujer.

Nacionalización y colonialismo.
La convocatoria a una asamblea general de ambas Américas, hecha por el Congreso Federal de Centroamérica
en 1823, tenía el objetivo de la comunidad económica.

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Habría que registrar también la proposición de Troncoso en El Indicador de crear una confederación
continental que atendiese a puntos tan concretos como la fundación de un banco nacional, un montepío de
labradores y la apertura del canal de Panamá. (Valle alertó contra la ambición extranjera).
Sus aportes a la memoria colectiva del pensamiento nacional hispanoamericano fundamentan un legado que
trasciende las discontinuidades históricas.
Proyecto demoliberal: existencia de un real proceso nacionalizador, históricamente progresista. El Congreso de
Panamá fue boicoteado por el liberal Rivadavia. Se trata de las limitaciones de un bloque policlasista que ahogaba
en sus contradicciones externas e internas sus mejores formulaciones ideológicas.
No por ello hay que desconocer la contribución demoliberal al proceso nacionalizador. Expresión de las clases
sociales más favorecidas, también ellas se encontraban colonizadas. Productos de una diferenciación social
modernizante no podían tener interés en la conservación de los estamentos, y a su extinción contribuyeron. En la
esfera de la circulación, iniciaron el empeño de afincarla en circuitos interiores de integración. La Ilustración
sirvió de arma ideológica para secularizar una sociedad corporativizada. Al fijar un marco estatal-nacional para sus
intereses de clase la democracia liberal del período formuló el diseño de un programa nacionalizador cuyos
contenidos fundamentalmente resultaron válidos, a escala latinoamericana, hasta la fractura histórica creada por la
emergencia del imperialismo.

2- Nuestra América y la cuestión nacional en la democracia radical.

Concepto de democracia radical.


Entender por democracia radical, en primera instancia, movimientos populares de definidas reivindicaciones
sociales que significaron esfuerzos de articulación nacional y social superadores de los marcos en que se
estancaban las formaciones sociales precapitalistas. No cabe comprender en ello, cualquier insurgencia que, desde
abajo, implique un cuestionamiento del orden establecido, sino sólo aquellas que, aun contradictoriamente, definan
un proyecto de organización nacional empeñado en abatir las relaciones de producción precapitalistas.
En efecto no podrían calificarse de democráticas y nacionales, por ejemplo, las insurgencias indígenas
anteriores a la independencia. No podría desvincularse el concepto de democracia del desarrollo de las fuerzas
productivas que abatieron las relaciones de producción precapitalistas. Tampoco divorciar de los procesos de
nacionalización que ofrecieron el espacio indispensable para la organización de las potencias productoras. Desde
estos miradores se precisa identificar en la cultura material y espiritual, opuestas a las formaciones precapitalistas,
y en los correlativos procesos de nacionalización, el espacio histórico que abre la dialéctica democracia formal-
democracia real nuevos estadios de progreso. Estas realidades y posibilidades históricas estuvieron ausentes en las
insurgencias indígenas anteriores a la emancipación.
Menos aludir a los movimientos populares, generalmente campesinos, que con posterioridad a la independencia
se señalaron por una clara manipulación por parte de actores sociales empeñados en conservar las estructuras
coloniales. No fueron escasos, sobre todo en aquellas regiones donde la iglesia poseía el cuasi monopolio de la
cultura y un efectivo poder de control social. En estos casos, las fuerzas opuestas a las conformaciones
precapitalistas sólo podían alcanzar logros de significación abriendo cauces a efectivos procesos de
nacionalización y democratización.
Identificar como demócratas-radicales, aquellos procesos de raíz popular que a partir de la independencia se
empeñaron en conjugar las tareas de la organización nacional con las reivindicaciones sociales de las clases
subordinadas. Las luchas de liberación nacional, al crear el marco adecuado para el despliegue de todas las fuerzas
sociales latentes, establecieron también el escenario dentro del cual han de emerger las principales tendencias de
radicalización democrática. No desaparecieron en el transcurso del siglo XIX; tendencias fundamentales: 1) la que
surge de reivindicaciones agrarias y democratizadoras y se expresa en consignas que establecen la síntesis de tierra
y libertad; 2) la que nace de la pequeña burguesía y capas medias radicalizadas profundizando, con rasgos
jacobinos, los temas demoliberales en aras de la saludo pública y la afirmación nacional; 3) la que “desde arriba”
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se empeña en organizar la nación a través de caudillo y egregias personalidades; arbitran sobre los conflictos
sociales y coyunturalmente imponen medidas democratizadores y de fortalecimiento del aparato estatal.

El radicalismo agrario.
La primera de estas _desde Hidalgo y Morelos en el norte hasta Artigas en el sur- hay que subrayar el carácter
profundamente social de sus reivindicaciones. 1810 Hidalgo redactó decretos destinados a la abolición de la
esclavitud; proclamó la extinción del tributo indígena; y la restitución de las tierras a las comunidades indígenas.
Afectó considerablemente los intereses de los terratenientes y dueños de minas. Medidas que fueron tomadas en
“nombre de la autodeterminación de los conciudadanos americanos”.

Morelos.
Nuevas dimensiones en la escala del radicalismo alcanzarán la acción y el pensamiento de José María Morelos.
Interpreta y decida en función de empeños profundamente igualitaristas. 1810 proclama que los habitantes
novohispanos no se nombran en calidades de indios, ni mulatos, ni castas sino todos generalmente americanos. Es
esta misma radicalidad igualitaria la que lo enfrenta a antagonismos que no se logran superar en aras de la unidad
anticolonialista de las clases en conflicto. En 1811 al presentir una horrorosa anarquía reconoce que son los
blancos los primeros representantes del reino.
Hubieron de fracasar los intentos conciliadores de Morelos. En 1813 se abandonan las eventuales reservas y
moderadas actitudes; ya es negativo seguir invocando el nombre de Fernando VII. Es necesario expropiar a los
realistas. Considerar como enemigos de la nación a todos los ricos, nobles y empleados de primer orden, criollos y
gachupines que tienen autorizados sus vicios y pasiones en el sistema y legislación europea. Deben también
inutilizarse todas las haciendas grandes porque el beneficio positivo de la agricultura consiste en que muchos se
dediquen a beneficiar con separación un corto terreno que puedan asistir con su trabajo e industria.
Quizá el radicalismo de estas instrucciones no tenga parangón en el continente hispanoamericano. La lucha por
la tierra dio origen en Yucatán a las formulaciones socialistas-utópicas del cura Vicente María Velázquez.
Organizar la nación a partir de una democracia radical agraria.
En la aislada Haití, la revolución antiesclavista de Toussaint Louverture rápidamente había derivado en una
revolución agraria; en Venezuela por su composición demográfica y mayor importancia de la esclavitud, la
revolución de independencia se inclinaba derivar en una pardocracia de reivindicaciones agrarias radicales. Aquí la
iniciativa de la expropiación agraria para favorecer posiciones políticas correspondió a los realistas. Significación
oportunista que implicaba el diseño de una política agraria de largo alcance.
Las montoneras, fueron en el Alto Perú, oto movimiento social revolucionario que buscó hacer solidarias las
reivindicaciones agrarias con el proceso independentista.
Incluso en el Río de La Plata, donde la tardía colonización y abundancia de tierras disminuyó la presión por su
propiedad, hubo regiones donde la cuestión agraria dio la tónica al movimiento emancipador. No sólo en la Banda
Oriental, en Salta también; favorecida por la apertura al Atlántico, en Salta se afirmó una aristocracia tardía que
monopolizaba la tierra y también el comercio. Reforzó sus instrumentos de control social en las distinciones de
castas. De esta situación resultó que, en la coyuntura independentista, y con más intensidad que en cualquiera otra,
la revolución contra el rey adquiriese carácter de lucha social.

Artigas.
La acción social y política de Artigas resume la práctica revolucionaria de la democracia radical agrarista de las
varias regiones del continente.
1813 Artigas establece condiciones los representantes de los pueblos de la Banda Oriental para formar parte de
la Confederación argentina. Total independencia de España, estado federativo, igualdad aduanera, tolerancia
religiosa y gobierno económico provincial.

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La redistribución de la tierra es su objetivo fundamental. En la aplicación de los principios generales Artigas
procedía sobre la base del supuesto de que las tierras afectables eran, en primera instancia, propiedad del Estado
Oriental.
No es de extrañar que surgieran caudillos populares que iniciaran el diseño de una organización nacional con la
idea de la universalización de la pequeña y mediana propiedad agraria. El intento democratizador encontrará la
más decidida oposición de las clases afectadas. En primer término de Buenos Aires.
Es necesario situar en un verdadero contexto la pureza y evidente radicalismo de estos empeños de democracia
agraria.
Cabe comprobar que es la patria y soberanía de los americanos la que se intenta organizar a través de un
modelo que elimine la esclavitud, las distinciones de casta y que universalice la pequeña y mediana propiedad
agraria. La conciencia nacional no deriva del sentimiento de pertenecer a la comunidad de los españoles
americanos como en el caso de la democracia-liberal. La fórmula de Morelos: todos generalmente americanos,
subyace en los varios planteamientos de la democracia radical agraria. No sólo pone de relieve la oposición a las
peninsulares; también anuncia las contradicciones con los peores americanos.
Esa democratización encuentra valladares distintos, incluso al de los intereses económicos y sociales afectados.
El escaso desarrollo de las fuerzas productivas explica el fracaso esta organización social propuesta.
En Hidalgo parecieron precisarse más los objetivos económicos y sociales. De ellos es fundamental la
liquidación de los monopolios internos del estado en la producción y el comercio; un programa demoburgués pero
sin un agente histórico capaz de realizarlo: la independencia hispanoamericana fue una revolución burguesa sin
burguesía. Este programa se contradecía con el interés de conservar la propiedad indígena comunitaria.
El esfuerzo de democracia agraria representó una alternativa imposible pero no inútil. Una medida de su
eficacia la da el hecho que sus detractores tuvieran que dictar decretos análogos a los insurgentes a fin de mantener
a los indígenas leales al pacto colonial. La acumulación de políticas radicales frustradas define la dirección de un
curso histórico progresista. Observaciones análogas para la democracia agraria del doctor Francia en Paraguay.

Doctor Gaspar Rodríguez Francia.


Inauguró una etapa progresista en la que redistribuyó la tierra y creó un sector económico estatal. Experimento
insólito de organización social y política con la creación de las “maestranzas de la República” para la industria y
las “estancias de la patria”. Tenía miras a toda América pero se desarrolló en los marcos del Paraguay, donde el
estancamiento por no poder desarrollar un proceso industrializador constituyó su final. Las fuerzas productivas se
desarrollaron especialmente en el agro y por ello no fueron suficientes para materializar una organización estatal
nacional vigorosa y moderna. Fue bastante limitado lo realizado frente a las relaciones precapitalistas.
La redistribución de la tierra no garantizaba la producción de excedente exportable; el estado nacional no podía
organizarse sobre la yuxtaposición de pequeñas o medianas haciendas volcadas al autoconsumo.
Estas condiciones obligaron a Artigas, por ejemplo, a imponer a todos los habitantes no propietarios la
obligación de llevar prueba de estar asalariados por un propietario, lo que devolvía el poder político a los
propietarios. Los jefes más radicales habrían de volverse en contra de su propia obra.
La democracia radical agraria constituyó la expresión de las masas rurales que, logrando superar la
manipulación, eran portadoras de su propio proyecto de organización nacional. Trató de promoverse, al principio,
en nombre de los americanos. Y tal como sucedió con la democracia liberal se ajustó a las más circunscritas
regiones donde se erigieron estados nacionales. Pero importa destacar que constituyeron efectivas fuerzas de
consolidación nacional. Durante la emancipación y posteriormente cada vez que el campesinado tuvo oportunidad
de levantar sus reivindicaciones, con independencia de las mediaciones liberales o conservadoras, se hicieron con
raíces nacionales. Durante el XIX se continuó con este legado radical.

Radicalismo urbano.

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El radicalismo agrario no fue la única fuerza convergente en el proceso de formación de las naciones de nuestra
América. Desde los centros urbanos, desde finales del XVIII, una distinta variante de la democracia radical
mostraba su fuerza y posibilidades. Temas igualitarios del contractualismo de Rosseau o de la Convención
Nacional francesa están presentes. Con las tareas concretas de la lucha de liberación y de afirmar el estado, se
perfiló cada vez más la tendencia a supeditar toda consideración social a la tarea de la organización estatal
nacional. Promovido por la pequeña burguesía y las capas medias radicalizadas. Su vocación para la afirmación
nacional, americana, encontró su culminación den los grandes caudillos, Bolívar en Especial.
Primeras manifestaciones: conspiración de los franceses de Buenos Aires (1795), de aliento jacobino inspirado
en la Rev. Francesa. Conspiración de los franceses en Chile y la de Chirinos y González en Venezuela en 1795
bajo la proclama la ley de los franceses.
América debía ser para los americanos.
Proclamadas e instaladas ya las juntas supremas americanas, en la democracia radical de origen urbano
emergieron más profundas e inéditas formulaciones. No desaparecieron los esfuerzos igualitaristas. En Cartagena
los hermanos Gutiérrez de Piñeres acaudillaron los estratos populares frente al patriciado criollo, pugnaban por su
representación y legitimación políticas. Por encima de los temas igualitarios, la pequeña burguesía y capas medias
urbanas fundamentalmente tendieron a promover la salud pública y la consolidación irreversible del estado
nacional. El radicalismo en el Plata, más significativo en cuanto se considera la firme tendencia que allí existía a
favor a la monarquía. Castelli, Moreno, Vieytes: erigir nuestra América en esa independiente de la España europea
reconociendo a la señora infanta de España doña Carlota Joaquina de Borbón.
A pesar de todo favorecieron que en Buenos Aires la pequeña burguesía y las capas medias se expresaran en
figuras extraordinariamente radicales, el hecho de que la invasión inglesa propiciara la formación de un ejército
propiamente argentino, y vencedor por añadidura.
Experiencia que no encuentra paralelo en América Latina. Que establece un punto de apoyo significativo para
la erección de un estado nacional coherentemente estructurado.

Mariano Moreno.
Estas posibilidades no eran factibles, según él, considerando las relaciones precapitalistas de producción.
Sustentaba la ilegitimadad jurídidica de la servidumbre indígena, era uno de los puntos centrales de la práctica
política en 1810. Las providencias que en Alto Perú tomaron Belgrano y Castelli contra el tributo y la servidumbre
indígenas suscitaron el antagonismo de las clases aristocráticas, lo que explica el fracaso de las tres expediciones
para liberar aquellas tierras. Castelli estableció el sufragio indígena el 25 de mayo de 1811 y proclamó la igualdad
absoluta de los indígenas e importantes medidas de distribución de las tierras.
La igualdad política es sólo uno de los aspectos en el diseño del estado nacional. Moreno profundiza la
metodología y objetivos de la democracia desbordando los marcos del demoliberalismo. Ningún estado envejecido
o providencias pueden regenerarse sin cortar sus corrompidos abusos, sin verter arroyos de sangre.
Objetivos de esta metodología eran la consolidación del Estado y la organización nacional. Moreno prevé la
gestión empresarial del estado. Es también en aras de la consolidación del estado que aconseja favorecer las
relaciones con Inglaterra consciente de los peligros que estas relaciones entrañan.
Rechazaba como nocivo el federalismo interno a la vez que propugnaba la federación continental. “Es una
quimera pretender que todas las Américas españolas formen un solo estado”. Lo que no le impide asentar que se
impone la unidad continental en aras de la seguridad de las partes y del todo.

Bernardo de Monteagudo.
Igual que moreno inicia denunciando la servidumbre indígena en nombre de un igualitarismo rousseauniano.
Insta la formal declaración de independencia y no olvida hacer un llamado al patriotismo del sexo femenino.
Otra era la verdadera contradicción en que se debatía: la que emergía de la propia sociedad: la que oponía los
conflictos sociales y regionales al imperativo de consolidar el estado nacional. Desde 1812 propone la dictadura y
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repudia el federalismo; por un estado fuerte erigido en árbitro de las contradicciones. Combinar decisiones
radicales para la conformación del estado con medidas conservadoras en cuanto al status político de las clases
subordinadas constituirá la definición y esencia de su práctica política.
Conservar el status quo de las clases es el prerrequisito para la consolidación del estado nacional. Lo que no
impide el inicio de las reformas sociales destinadas a promover la condición de las clases explotadas.
Revolucionar la sociedad; en lo cultural los americanos han estado ocupados en cuestiones abstractas, errores
escolásticos. Para corregir esos males se crea la escuela normal, se funda la Sociedad patriótica de Lima y se crea
la Biblioteca Nacional. Se expulsa a los peninsulares y se promueve la condición social del indio.
La abolición del tributo y de todo servicio personal a que estaban sujetos los indígenas. Se inicia con ello el
prolongado empeño de liquidar las relaciones precapitalistas de producción. Eliminan los monopolios y se
racionaliza la administración de los bienes que pertenecieron a los jesuitas y a la extinguida inquisición. Proceso
de estructurar un estado nacional moderno que se afirme por encima y a despecho del poder económico de la
Iglesia.
Medidas conservadoras en cuanto al poder popular que se combinan con decisiones avanzadas por lo que
respecta a la afirmación de la independencia y consolidación del estado nacional. Esfuerzo por consolidar interna y
externamente el estado nacional. La interdependencia de las diferentes entidades políticas que se creen es el dato
primero para esa consolidación. La federación Hispanoamérica frente a la amenaza real de la Santa Alianza, y la
potencial del Brasil, es una lógica consecuencia de las medidas de política exterior e interior tomadas en el Perú.
Es la extensión, a escala hispanoamericana, del proyecto nacional tan radicalmente esbozado durante los años
1821-1822.

Caudillos americanos.
Durante el período emancipador les correspondió la posibilidad y responsabilidad de sentar las bases más
sólidas y viables de la organización nacional. Situados en posiciones privilegiadas pudieron escogitar
discriminadamente entre los diversos empeños de la democracia radical agraria o pequeñoburguesa. Sus márgenes
para la acción fueron considerables. Preocupados por afirmar la independencia frente a la metrópoli y por la
estabilidad política interna, ejercerán una función arbitral socialmente moderada, nacionalmente avanzada, a la vez
privilegiada y necesaria. Se inicia con ellos la estructuración nacional a partir del estado. Lo que los caracteriza es
la supeditación de la conciencia social a la conciencia nacional americana.
Función arbitral que no implica márgenes arbitrarios en su ejercicio. Marcos dados por los límites de
democratización social alcanzados por el jacobinismo pequeño burgués y el radicalismo agrario. La conciencia y
acción nacionalizadoras de ellos no puede concebirse como ajenos a las dimensiones reales de los conflictos
sociales. Modelaron el perfil psicológico de su nacionalismo y las dimensiones reales de su ejercicio. Bolívar
constituye la mejor expresión del nacionalismo americano. En él alcanza su máxima tensión la síntesis y
disociación de la cuestión nacional y la cuestión social.
Un primer período, 1810-1815, en el cual la preocupación nacional e independentista aparece relativamente
desligada de la cuestión social americana. La práctica política y la acción militar del aristócrata mantuano
subordina incontrastablemente a una conciencia limitadamente política toda otra forma de percepción de la
realidad.
Ésta es americana desde sus inicios. 1810 prevé y propugna la absoluta independencia de España a partir de un
movimiento revolucionario iniciado en Venezuela pero con miras continentales.

Bolívar: la cuestión nacional hispanoamericana.


La experiencia que deja la primera república venezolana es fundamentalmente militar y política. La
fragmentación de los recursos disponibles por la implantación del federalismo dejó honda huella en Bolívar. Hasta
su muerte combatirá esa forma de gobierno. Los localismos urbanos y los caudillismos conspiraban contra la
implantación del estado y la unidad nacional.
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Guerra a muerte de 1813 y la segunda república venezolana. Se intentaba crear la conciencia americana frente a
la metrópoli. A la lucha de razas y de castas desatada por los caudillos españoles, que había hecho de la
emancipación una guerra civil entre americanos, Bolívar contestaba con la guerra a muerte, destinada a unificar al
Nuevo Mundo frente a la metrópoli.
La derrota reveló que eran insuficientes las medidas militares extremas. En Argentina de 1812 se prohíbe
absolutamente la introducción de expediciones de exclavatura en territorio de las Provincias Unidas. En 1811 ya se
habían tomado parecidas decisiones en Venezuela.
En otras regiones de Hispanoamérica se decretaban medidas análogas. La salud pública, la afirmación de la
independencia y la implantación del Estado nacional exigirán tomas de decisiones más radicales en Venezuela y la
Nueva Granada. Bolívar era consciente de que la guerra de emancipación se había tornado guerra social.
Con excepción del Plata, 1814-185 son éxitos militares de las fuerzas colonialistas. La composición de los
ejércitos realistas no deja lugar a dudas sobre el fracaso de la dirigencia revolucionaria en aglutinar los recursos
propios de las sociedades hispanoamericanas.
Las disensiones internas, en el Río de La Plata, estimularon el monarquismo y las soluciones exógenas que
tanto favor gozaron siempre en estas regiones.

Bolívar: la cuestión social hispanoamericana.


1815 se inicia el período más creador, generosos y fecundo del bolivarismo. Su signo es el de la búsqueda y
comprometimiento de las fuerzas sociales endógenas en la consolidación de los emergentes estados nacionales.
Cabe hablar de la supeditación de su conciencia social a su conciencia nacional americana.
Arbitrar sobre los conflictos sociales para estructurar el estado nacional es desde ahora el leitmotiv del
pensamiento y acción bolivariana. Decisiones que hubo de imponer a despecho de los intereses de los criollos y en
oposición a los fines inmediatos de las clases y fracciones que en él se veían ahora muy contradictorias
representadas.
1816, abolición de la esclavitud. Los hombres todos serán ciudadanos. Se confiesa ineficaz la estrategia
limitadamente política seguida hasta ese entonces a través del decreto de guerra a muerte. Se ampliaba así la base
social de los ejércitos independentistas reformulándose, los fundamentos de la unidad nacional.
En el extremo sur se había iniciado un proceso análogo. La abolición del tributo indígena y el tributo civil y
eclesiástico de los indios peruanos en 1811. En 1813 se amplía extinguiendo la encomienda, el yanaconazgo y los
servicios parroquiales y personales. Los efectos fueron palpables en el ejército.
Reformulación de las bases sociales de la unidad nacional permitió aclarar las posibilidades y renovar las
esperanzas de la integración política hispanoamericana. Siempre presente desde los inicios del movimiento
emancipador. Pero no es hasta que se despeja este nuevo proyecto de organización social-nacional que la idea
integradora cobra vicios de implantación institucional.
El proyecto perfilaba su viabilidad en la medida que desde el Plata y Venezuela convergían sobre el Perú las
dos grandes masas de ejércitos libertadores.

Hispanoamericanismo en el Plata.
1816 Tomás Guido: la Argentina no debe insistir en la campaña del Alto Perú, debe enviar sus fuerzas a Chile
para su liberación, para una federación o alianza.
Pueyrredón le excita a San Martín en Chile para que obtenga de este país el envío de un diputado al congreso
general de las Provincias Unidas, a fin de que se constituya una forma de gobierno general, que de toda la América
unida en identidad de causas, intereses y objeto, constituya una sola nación. Bolívar convoca al pacto continental.
Las perspectivas sociales y nacionales de la democracia liberal, lo mismo que las del radicalismo agrario y el
jacobinismo pequeñoburgués, comienzan a ser resumidas, arbitradas, interpretadas y realizadas por los grandes

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dirigentes de la revolución. Incluso por caudillos de regiones circunscritas que comprendían a cabalidad la
importancia militar de la promoción social de las masas.
Reformulación de las bases sociales de la organización nacional, encontrará decididos opositores. El congreso
de Angostura (1819) y Cúcuta (1821) limitaron los alcances del decreto bolivariano de 1816. Sin embargo, la
sociedad hispanoamericana es objeto de lentas aunque dolorosas mutaciones. 1816 la máscara de Fernando VII ha
caído en casi todas partes. La dirigencia revolucionaria ha logrado avances significativos en cuanto a la ampliación
de sus bases sociales de sustentación. No parece imposible la organización nacional de la patria hispanoamericana.
1816-1826 la conciencia americana no fue excepción sino regla. Las perspectivas de su institucionalización
política se acrecían a medida que batallas decisivas afirmaban la independencia. Chacabuco y Maipú, antes que los
triunfos bolivarianos de Boyacá y Carabobo. Por eso los proyectos de unidad continental más definidos desde el
punto de vista diplomático, aunque no los más decisivos, se formularon en el sur y no en el norte bolivariano.

Hispanoamericanismo en Chile.
1810, al constituirse las juntas de Buenos Aires y Santiago, remontan las primeras convocatorias para estrechar
los lazos entre Argentina y Chile. La conciencia americana sigue siendo el común horizonte nacional. Carrera;
O’Higgins.
No sólo se trata, por otra parte, de los lazos que han de vincular a Chile con las provincias del Plata. 1818
O’Higgins convoca a un Congreso llamado a instituir una gran confederación de los pueblos americanos. La causa
que defiende Chile es la de todo el continente de Colombia (es decir toda Hispanoamérica- perspectivas
continentales).
Una medida concreta a favor de esa independencia colombiana la constituyó el envío de un contingente armado
a Acapulco para colaborar en la emancipación de México.

O’Higgins: la cuestión nacional.


Fueron algo más que deseos los decretos de O’Higgins destinados a sentar las bases del estado nacional chileno.
Con él se inicia el largo proceso de derrumbar las relaciones de producción y formas de propiedad precapitalistas,
incompatibles con la existencia del estado nacional. Constituyen uno de los ejemplos que mejor aclaran las
dificultades internas de la organización nacional en todas las regiones que tenían una estructura social similar a la
chilena. El radicalismo se da en la medida en que se afectaba intereses seculares, poderosos y firmemente
asentados en la conciencia social dominante.
Los mayorazgos. Con la excepción de los países del Plata, esa institución feudal revistió extraordinaria
importancia en muchas de las otras regiones hispanoamericanas. Entre ellas, Chile. Historia constitucional de
Chile. Cada triunfo liberal se señalaba en una constitución que abolía los mayorazgos y declaraba la tolerancia
religiosa. Cada triunfo conservador daba origen a una nueva constitución que restablecía los mayorazgos e
implantaba la intolerancia religiosa. Sólo a partir de 1852 se estableció la posibilidad legal de desmantelar esta
forma de propiedad agraria.
La propiedad eclesiástica se expresaba políticamente solidaria con los intereses de los poderosos propietarios de
vinculaciones. El capital corporativo acumulado sobre la base de censos y préstamos a interés fijaban parasitaria e
improductivamente una riqueza estancada y sin rotación alguna. Desamortizar el agro y desestancar este tipo de
acumulación era un prerrequisito para transformar el estado feudal en estado nacional. Correspondió también a
O’Higgins dar los primeros pasos.
Abolición del tributo indígena, continuación de las medidas antiesclavistas, eliminación de los títulos de
nobleza: impuesto directo sobre las propiedades rurales y el uso del patronato a favor del estado completaban el
cuadro de una legislación destinada a sentar las bases nacionales del país austral.
Las fuerzas tradicionalistas no tardarían en nulificar este tipo de medidas y la caída de O’Higgins fue a este
respecto causa y consecuencia.

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San Martín.
O’Higginis es el más inmediato e importante antecedente de las medidas concretas tomadas por Bolívar con
vistas a la confederación hispanoamericana. En cuanto a la significación nacional aparece más ejemplarizante que
San Martín para el decurso posterior de la historia americana. Esto por el hecho de que, al igual que Bolívar, se
empeñaba en una reformulación más radical de las relaciones sociales existentes a fin de asentar sobre sólidos
fundamentos el estado nacional. San Martín también prohijó miras continentales y apoyó las medidas radicales de
Monteagudo en Lima. Decretó la libertad de vientres, abolió el tributo indígena, prohibió la mita y el trabajo
servil. Pero frente a la cuestión social asumía posiciones de moderación y temperancia. Ha de mantener las
barreras que separaban las diferentes clases de la sociedad conservando la preponderancia de la clase instruida y
que tiene algo que perder para afirmar sobre bases sólidas la estructura del estado.
O’Higgins, Bolívar y Sucre, no entendían por cierto que era necesario abatir todas las barreras clasistas. Pero
para funda el estado nacional, entendían liquidar las relaciones de producción y formas de propiedad
precapitalistas. Más moderado, también éste era objetivo de San Martín. Los jefes de la revolución coincidían con
los lineamientos generales del proyecto nacional de la democracia liberal, lo mismo que de las variantes agraria y
urbana de la democracia radical. De ellas se distinguen:
 De la democracia agraria podían alentar las reformas antifeudales de la propiedad. Eludieron todo
igualitarismo redistributivo.
 De la democracia radical urbana asimilaron, institucionalizándolos, los empeños fundacionales del
estado dirigidos a implantar la unidad y organización nacional. Pero el poder militar y político acumulado les
permitía márgenes de acción y decisión de que carecían la pequeña burguesía y las capas medias.
 Frente a las clases conservadoras impusieron decisiones coyunturalmente inapelables, que afectaron sus
intereses y aspiraciones conservadores o francamente reaccionarios.

Centralismo y federalismo.
El proyecto nacional y el de la confederación hispanoamericana, fue propuesto por la dirigencia revolucionaria
en clara diferenciación del modelo norteamericano o inglés. Algunas instituciones de estas democracias burguesas
triunfantes fueron adoptadas. Ante la restauración europea existía sólo el absolutismo monárquico como
alternativa de inspiración. Es por ello tanto más notable el intransigente repudio del federalismo a la manera
norteamericana. Combatieron el federalismo cuando se intentó adaptar a las estrechas circunscripciones en que se
iban afirmando los gobiernos americanos. En la federación, o mejor, en la confederación sólo se pensaba cuando el
horizonte del discurso alcanzaba la totalidad del continente hispanoamericano. En cuanto a la verdad está
entrañada por el progreso, el centralismo representaba una y otra durante el período de la emancipación.
El poder dislocador del estado y disociador de la nación estaba representado por las relaciones de producción y
formas de propiedad precapitalistas. No sólo las autonomías locales postuladas por el federalismo constituían
obstáculos a la centralización del mando revolucionario y a la consolidación nacional. Desde 1816, las
disposiciones antiesclavistas de Bolívar tenían como referente explícito la convocatoria a la unidad nacional. Las
mismas directrices caracterizan el proceso del cual Bolívar renueva con vigor, su enfrentamiento contra las
estructuras precapitalistas de sus empeños de afirmación nacional y confederación hispanoamericana. Esa
renovación de esfuerzos fue poderosamente estimulada por los éxitos militares de Boyacá y Carabobo.

Congreso de Panamá.
Paralelamente a la reformulación de estos planteamientos sociales, y a medida que el éxito corona su campaña
hacia el sur, va cobrando forma el diseño de la confederación americana. 1822 se firma entre Colombia y Buenos
Aires un convenio a perpetuidad que sanciona una mutua alianza defensiva.
La inesperada aunque breve unión de Santo Domingo a la Gran Colombia, independencia de España en 1821; la
independencia del istmo de Panamá en 1821 y de su espontánea adhesión a la república colombiana. Antecedentes,

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y sus miras continentales, le hicieron exclamar en relación con el localismo de Guayaquil: “una ciudad con una río
no puede formar una nación”.
Convocatoria al congreso de Panamá en 1823 con dimensiones netamente hispanoamericanistas, sólo
extendidas a otras naciones, Estados Unidos en especial, por iniciativas de Santander, lo mismo que su carácter
fundacional y estratégico-político a nivel mundial. Pero desearíamos destacar que en modo alguno el proyecto
bolivariano de confederación está desvinculado de sus decretos antifeudales de Trujillo.
Ambos procesos convergen en el mismo empeño de fundación y afirmación de los estados nacionales
emergentes. Crear el mercado interno, implantar la libre contratación de la fuerza de trabajo y liberar al indio del
tutelaje de terratenientes, burócratas y eclesiásticos es el propósito explícito de aquellos decretos. Mal podría
estructurarse un estado nacional donde no se universalizara la calidad real y formal del ciudadano. La legislación
bolivariana establece por ello, el régimen salarial y la abolición de la servidumbre.
Se completó este cuerpo de leyes con las medidas decretadas en 1825 que disponía, en Bolivia, la distribución
de las tierras del estado entre los indios que careciesen de ellas.

Doctrina nacional y social del bolivarismo.


Se desplegaban las más francas iniciativas para la confederación hispanoamericana. Acreditaba esta apreciación
la prohibición de que las tierras indígenas puedan ser enajenadas a manos muertas, lo mismo que pueden
privatizarse las propiedades comunales antes de veinte años. Para que los indígenas asumieran su calidad de
ciudadanos emancipados de la servidumbre. Si bien las encomiendas habían sido abolidas desde principios del
XVIII durante esa misma centuria se implantaron nuevos repartimientos. A la luz de estos hechos se aclaran,
todavía más, las dimensiones y alcances de las leyes bolivarianas.
Al congreso de Panamá (junio-julio de 1826) convergía no sólo el empeño de sentar las bases exteriores de la
confederación. Se habrían de sancionar los éxitos más relevantes alcanzados en cuanto a los fundamentos sociales
de la unidad nacional. La esclavitud no comenzó a desaparecer realmente sino a mediados del XIV. Los estudios
sobre el congreso de Panamá han revelado que uno de los propósitos de la delegación norteamericana (que no
alcanzó a estar presente) era el de mediatizar los efectos adversos que pudieran tener en el sur de los Estados
Unidos las previsibles y remidas disposiciones antiesclavistas del congreso.
La institucionalización de la confederación alentó, durante breve período, los más enérgicos empeños
bolivarianos de organización nacional. Frente a las amenazas de la Santa Alianza, Bolívar aprobó la presencia en
el cónclave de Gran Bretaña y estados Unidos. En aras de la unidad nacional rechazaba la monarquía a que lo
invitaba Páez. No desestimaba una liga antiabsolutista, a escala mundial, donde Inglaterra necesariamente
constituiría el fiel de la balanza. Las Américas desplegarían sus iniciativas antiabsolutistas, antiesclavistas,
antifeudales y profundamente nacionales en el nuevo equilibrio del universo. El proyecto parecía viable. La Gran
Colombia, Perú y Bolivia se encontraban –en apariencia- sujetas a las decisiones del Libertador. Desde Córdoba se
le invitaba a convertirse en el “protector de la federación entre Buenos Aires, Chile y Bolivia”. Dos poderosas e
influyentes personalidades, aunque desplazadas del poder, alentaban el proyecto: Alvear y O’Higgins. Sucre, al
mando del Alto Perú lo invitaba para que él mismo redactase las instrucciones a los plenipotenciarios bolivianos a
fin de que se actúe en beneficio, no de Bolivia, sino de los intereses de América.
Lucas Alamán, secretario de estado de la República Mexicana, apoyaba decididamente el congreso –aunque
con perspectivas y objetivos conservadores y tradicionalistas. Centroamérica también había comprometido su
participación.
Pero voluntad y realismo se conjugaban en los proyectos de Bolívar. En los momentos mismos en que los
congresistas viajaban a Panamá se empeñó en implantar la confederación de la Gran Colombia, Perú y Bolivia. El
pacto no sólo es político. La Constitución boliviana, por él redactada, habría de sentar las bases económicas y
sociales de la confederación. Los reajustes sociales para fundar la nación son imperativos. Arbitrar contra las
contradicciones sociales constituyó el objetivo prioritario de la carta.

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No sólo los amos de esclavos se horrorizaron ante la Constitución. En ella se ampliaban considerablemente, en
comparación con la carta colombiana de Cúcuta, los derechos ciudadanos. A éstos tenían ahora acceso importantes
núcleos de no propietarios. El debate sobre la confederación política hispanoamericana y sobre sus fundamentos
sociales fue estrictamente paralelo. Y en ambos pactos fue también el hundimiento de los proyectos bolivarianos.
Sus perspectivas de arbitraje social para la fundación nacional se esfumaban también, a medida que sus ejércitos se
retiraban de Perú y Bolivia. A las tensiones sociales acompaña la fragmentación política.

Legado bolivariano.
Mientras Bolívar conservó un verdadero poder arbitral sin duda que sus medidas fueron progresistas y
avanzadas. Difícilmente podrían ser más radicales si las miramos desde el punto de vista de las bases
fundacionales de la nacionalidad. La Constitución boliviana extendió los derechos civiles y liberó los esclavos a la
vez que abolía las vinculaciones. Se empeñó en crear el sistema fiscal y proteger las manufacturas americanas.
Reservó al estado el derecho a la explotación del subsuelo. Afirmar el estado nacional por encima de los intereses
de su propia clase social es la suprema lección del bolivarismo. Frente a las clases precapitalistas, y en ausencia de
una burguesía industrial, ese magisterio fue continuado por auténticos dirigentes nacionales empeñados en
fortalecer el estado a despecho de la incoherencia del tejido social.
Mientras dispuso de verdadero poder arbitral fue el más radical de los reformadores. A medida que perdía poder
político, y que se acercaba a la muerte física, intentó apoyarse en los conservadores. Un clericalismo político –que
era la negación de toda su vida- empañó aún más su decadencia.

5- Conciencia agónica de nuestra América.


Cuba y Nicaragua eran los objetivos inmediatos del expansionismo yanqui. Nociones como la de estrategia,
correlación de fuerzas, están involucradas en todo proceso de emancipación. Pero como lo demuestra el caso de
Nicaragua en las luchas liberadoras no podría subestimarse la solidaridad latinoamericanista. Incomprensible sin la
memoria colectiva con la que las clases, y los individuos de la historia, se apropian, interpretan y recrean el sueño
de Bolívar.

De la conciencia americanista a los nacionalismos circunscritos.


Las guerras de independencia se desarrollaron con una conciencia americana diferentemente ajustada a las
diversas exigencias ideológicas de las clases insurgentes. Perdió vigor y consistencia en la práctica y en la teoría
de la organización nacional del siglo XIX, compatible con la emergencia de estados tan distintamente
conformados. Pero nunca desapareció.
Las transiciones ideológicas se dieron tempranamente. En México, inmediatamente después de la
independencia, asistimos a una ideologización del pasado indígena. Relegar el concepto de americano a un plano
secundario para realzar las más circunscrita realidad novohispana. En Perú, donde era insoslayable la presencia de
Bolívar, la exaltación de lo peruano revistió formas más refinadas.
La patria de los congresistas no era la del jacobino Monteagudo, ni la de Bolívar, caudillo americano.

Hispanoamericanismo y conservadurismo.
Entre las múltiples fuerzas e intereses en el Congreso de Panamá, se encontraban presentes la de los
nacionalismos circunscritos. El bolivarismo iba más allá de este propósito exclusivo. Con él coincidían aquellas
fuerzas, renovadoras o conservadoras que, dentro de cada recortado nacionalismo proponían una diferente imagen
social y política de las naciones emergentes. De la misma manera que surgían distintas formulaciones –
conservadores o reformadoras- de los estados nacionales, igualmente eran contradictorias, más aun, antagónicas,
las premisas de que se partía y los objetivos que se esperaban ver concretados en su posible alianza o
confederación.
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Lo que nunca faltó, ni a conservadores ni a liberales, fue una clara conciencia de las potencias enajenantes que
distorsionaban las soberanías emergentes. Otra cosa era las limitaciones que sus bases de sustentación social
imponían a sus respectivas prácticas políticas cuando intentaban enfrentar con eficacia aquellos poderes alienantes.
No sólo se señalaron los obvios peligros inmediatos para las soberanías políticas. También se denunció la
inminente enajenación económica.
El máximo teórico del conservadurismo mexicano, Lucas Alamán apoyó decididamente el congreso
bolivariano. El proyecto industrializador del Banco de Avío. En 1831 tomó la iniciativa de enviar un embajador
ante los diferentes gobiernos de la América hispana a fin de lograr un consenso para reemprender las labores del
congreso de Panamá. Se propone, a escala hispanoamericana, una medida para la ciudadanía común.
Señalaba como una de las causas del fracaso del congreso de Panamá “la presencia de agentes de potencias que
de ninguna manera estaban interesadas en que el proyecto saliera avante”.
El imperativo de preservar la independencia unía a liberales y conservadores en los más distantes puntos del
amplio marco geográfico del continente. Esa conciencia hispanoamericanista se agudizaba frente a cada agresión
europea o cada empuje de expansionismo norteamericano.
La agresión de Francia a México en 1833 y a Buenos Aires en 1839 se renuevan, en las más distintas regiones,
las propuestas hispanoamericanistas del congreso de Panamá.
Es paradójico que la iniciativa del congreso se realizara inmediatamente después de la desmembración de la
confederación peruano-boliviana. Es de notar también, la persistencia de una conciencia hispanoamericanista que
se desembaraza, explícitamente, de supuestas afinidades con los Estados Unidos en razón de las formas
republicanas de sus estados. A la agresión francesa se responde con una convocatoria a las repúblicas
hispanoamericanas para la reunión de un congreso de unidad continental. Se excluía a los Estados Unidos y el
Brasil.
Correspondió a Chile en 1841, continuar los esfuerzos para reunir la asamblea hispanoamericana. Apoyo cuyo
régimen había sido objeto de agresiones europeas.

Segundo congreso hispanoamericanista 1847-1848


La guerra de Estados Unidos contra México en 1847, y todavía más los planes de la monarquía española de
recuperar muchas de sus posiciones americanas aprovechando aquella coyuntura y la mediación del traídos general
ecuatoriano Juan José Flores, propiciaron al fin la realización efectiva del primer congreso hispanoamericano
posterior al de Bolívar. Se firmó en 1848 un Tratado de confederación entre los plenipotenciarios de Perú, Bolivia,
Chile, Nueva Granada y Ecuador.
Esto no impidió que en los preparativos del congreso, y durante las deliberaciones del mismo, tuvieran lugar
sucesos desafortunados y aún grotescos. Como el “Tratado Millarino-Bidlack” entre la Nueva Granda y los
Estados Unidos por medio del cual la potencia yanqui se comprometía a garantizar la soberanía neogranadina
sobre el istmo de Panamá. Sirvió después para múltiples intervenciones en Panamá. Desde 1846 hasta 1848, en el
mismo período que los Estados Unidos descuartiza a México, se preparaba y celebraba el congreso
hispanoamericanista en Lima. Hay que señalar también la actitud despreciativa y prepotente de Inglaterra.
Se aprobó un Tratado de comercio y navegación, no tenía ninguna relevancia económica como quiera que la
intercomunicación y el intercambio no existían en el orden comercial.
No por ello se detendrá el empeño-sísifo de confederar a los estados hispanoamericanos. Porque tampoco se
detenían ni las agresiones europeas ni el expansionismo norteamericano. En 1853 un tratado general de
navegación y comercio entre Estados Unidos y Paraguay ofreció el marco para el desarrollo de conflictos y
contradicciones. A raíz del descubrimiento de minas de oro en California menudearon incidentes entre
norteamericanos e hispanoamericanos, lo mismo en Panamá, principal zona de tránsito hacia el Pacífico.

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Tercer congreso hispanoamericanista. 1856-1857.
Las acciones depredadoras de William Walter en Centroamérica, a partir de 1855, fueron las que mayormente
estimularon las iniciativas diplomáticas hispanoamericanas.
Venezuela tomó en esta oportunidad la iniciativa, dirigiendo una circular en 1856 a los gobiernos
hispanoamericanos. No tuvo efectos prácticos. Tampoco la reunión de los representantes hispanoamericanos
acreditados en Washington, que tenía como propósito crear un frente común para oponerlo a Walter.
Dispersas iniciativas desembocaron, finalmente, en el “Tratado que fija las bases de unión de las Repúblicas
americanas” en Santiago de Chile en septiembre de 1856. Firmado por Chile, Perú y Ecuador, cabe recordar el
renovado esfuerzo por alcanzar la unidad económica. Tampoco alcanzó a tener vigencia.
En los reiterados esfuerzos participaron indistintamente representantes de las corrientes liberal-burguesas lo
mismo que exponentes de los intereses de las precapitalistas oligarquías conservadoras. Como el reformismo
liberal apenas comienza a prevalecer a partir de mediados del XIX, sólo en los países de menor atraso económico,
podríamos afirmar que en los cónclaves hispanoamericanistas hasta ahora mencionados el pensamiento
conservador daba la tónica a buen número de las iniciativas propuestas y las premisas aceptadas. A medida que el
reformismo liberal se anotaba éxitos las fuerzas conservadoras exhibían con mayor evidencia su carácter
objetivamente antinacional.
Fue el gobierno de Rafael Carrera, el representado por Irisarri, el que se opuso en 1849 a un nuevo esfuerzo de
unión centroamericana y el que cedió Belice a Inglaterra. Ya a medida que las reformas liberales se asientan en
una institucionalidad precaria no hay ideología que pueda cubrir la desnuda antinacionalidad de las fuerzas y
clases sociales precapitalistas.
El colapso del proyecto nacional conservador, precisamente por ser esencial, objetiva y francamente
antinacional, arrastró consigo las formulaciones hispanoamericanistas de la primera hora. En el excepcional
Paraguay Francisco Solano López sostuvo en algún momento que, frente al Brasil, era necesaria la cohesión
virreinal, y en lo inmediato, la alianza de la Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay.

Liberalismo e hispanoamericanismo.
Superar los mercados locales y crear el mercado nacional era el propósito económico inmediato del proyecto
liberal-burgués. Desde este punto de vista no estaba atado, como el conservadurismo, a intereses de clase
indesligables de la producción servil o esclava con sus consecuentes zonas económicas locales,
compartimentalizadas y estancadas. Nada impedía que, a nivel de ideología, se pudiera pensar en extender al
continente hispanoamericano proyectos nacionales propuestos para más reducidas escalas.
En los casos de más extrema fragmentación del continente, precisamente por su carácter de casos límites,
conviene señalar esta compatibilidad ideológica entre liberalismo e hispanoamericanismo.
Las primeras y más profundas reformas liberales del continente, aunque derrotadas, se dan en México de
Gómez Farías en 1833 y en Centroamérica de Morazán de 1827 a 1842. Las fuerzas fragmentadotas eran los
mayorazgos, de cierta importancia en Guatemala aunque casi inexistentes en el resto de Centroamérica, y la
propiedad eclesiástica, prepotente en toda la región con la excepción relativa al vacío demográfico de Costa Rica.
Tanto o más que en otras regiones en el caso centroamericano la exportación de numerario a las casas matrices
europeas de las distintas órdenes religiosas parece haber sido un importante factor de descapitalización y
desintegración.
La permanente guerra civil dentro de cada estado federado se desdoblaba en permanente guerra civil de un
estado contra otro. Esto sucedía, pero a menor escala, en el interior de los otros estados hispanoamericanos.
Disuelta la República Centroamericana en 1838, hubo que esperar hasta el reformismo liberal de la década del ’80
para un nuevo esfuerzo, también frustrado de restaurar la unidad. El poder conservador no sólo liquidó la unión
centroamericana. Hay que consignar el intento del clerical Rafael Carrera de anexar Guatemala al imperio de
Maximiliano.

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Era en las ciudades, y no en el capo, donde se encontraban los elementos fundamentales para la cohesión del
estado nacional. La autonomía de Panamá frente a Nueva Granada está ligada a los intereses de la burguesía
comercial y pequeña burguesía de la zona de tránsito que esperaba ver explotado en su favor el principal recurso
del istmo: su posición geográfica.
Reclamos autonomistas encontraron concreción en 1855 al erigirse en el primer estado federal en la Nueva
Granada. Pero ya otros intereses, que no eran panameños ni neogranadinos ni hispanoamericanos se habían hecho
presentes en el istmo. En 1846-1848 estados Unidos había concertado con el gobierno conservador de la Nueva
Granada el tratado Mallarino-Bidlack. Representó la primera ingerencia norteamericana en los asuntos ístmicos
que culminarían en la independencia mediatizada en 1903.
La autonomía federal panameña se opone a una liga o confederación hispanoamericana. Dentro de ese marco es
que se postula el desarrollo de las diferentes nacionalidades del continente, las que así podrían enfrentar con éxito
las agresiones europeas y el expansionismo norteamericano. Planteamiento que concretará Arosemena en 1864 y
propondrá formar un “proyecto de tratado para fundar una liga sudamericana”.

Alberdi, 1844.
En el país que representó la última fragmentación del continente y en el proceso mismo de su afirmación como
entidad nacional, sobrevivió la idea y proyecto de la confederación hispanoamericana. Ideología demoliberal
pugnaba impotente por allanar la distancia entre el país real y la organización nacional ideal, en salvar el abismo
que existía entre las fuerzas disociadas y el programa de unificación hispanoamericana. En el joven Alberdi
encontrará una de sus mejores y más originales formulaciones.
1843 a 1847, es en el plano político, la culminación de un americanismo cultural propuesto con anterioridad y
que expresaba una aspiración profunda a la autenticidad.
Que la época militar de la fundación nacional americana ha de dar paso a su organización económica, política y
cultural es la premisa básica y general de las tesis desarrolladas por Alberdi. El congreso de plenipotenciarios se
ocuparía de recomponer el mapa político de los estados existentes, ajustándolo a criterios geográficos y
demográficos nacionales. Todavía no se percibían como definitivamente consolidados los estados existentes. El
derecho internacional americano ha de ser absolutamente específico y original.
La unión aduanera completa el cuerpo de las mejores proposiciones alberdianas. Del congreso excluye a los
Estados Unidos.
La Memoria de Alberdi. Estos textos, posteriores a la guerra entre Estados Unidos y México, estuvieron directa
o indirectamente estimulados por el impacto producido por la agresión norteña. Pero no en todos ellos hubo
unanimidad en relación con la actitud a tomar frente a los Estados Unidos. La prevención de Alberdi, fue
diferentemente compartida tanto por publicistas políticos como por gobiernos establecidos.
La primera tendencia consistía en el rescate para el liberalismo de la tradición bolivariana, ajustada a la
fundación de un pacto anfictiónico exclusivamente entre los estados antes colonias españolas. Continúa el espíritu
de la circular de Bolívar de 1824. Prevenida contra la expansión yanqui y europea, objetivo fundamental de la
acumulación de fuerzas mediante la más estrecha asociación económica y política. Entre los gobiernos, su mejor
representante es el que en México salió de la reforma liberal.

Bilbao, Vigil, Samper y otros.


Bilbao propugnaba la creación de una Universidad Latinoamericana para una mejor y mayor integración.
Corriente que también incluye al demócrata peruano Vigil, a los ecuatorianos Noboa y Montalvo; al chileno
Arteaga y al neogranadino Samper. “La unión americana es la Roma de los tiempos modernos”. Martí y Rodó
retomarán el símil. Samper: necesidad de unificar los derechos civiles y políticos de todos los hispanoamericanos,
la urgencia de abatir las tarifas aduaneras entre los estados confederados. Excluye al Brasil por ser una monarquía
oligárquica y esclavista, con tendencias expansionistas.

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En estas corrientes incluimos finalmente al argentino Juan María Gutiérrez y al Chileno Benjamín Vicuña
Mackena (vieron q se llama igual q el guacho d pampita!)
La invasión anglo-franco-española de 1861 planteaba un problema inmediatamente mexicano pero, en corto
plazo, podría ser acuciante para toda Hispanoamérica. Pero aún antes de que las tropas europeas desembarcaran su
política exterior se había hecho eco de las aventuras de Walter. Y ese eco cobra forma bolivariana. Pereda
denuncia el peligro de exterminio o subyugación de la entera raza hispanoamericana por la expansión de la sajona.
Más que la guerra entre México y Estados Unidos y la invasión de Walter, la intervención francesa en México
hizo patente el carácter nacional o antinacional de las fuerzas sociales que en Hispanoamérica pugnaban por la
hegemonía. El reformismo liberal ya se anotaba los primeros éxitos en los países de menor atraso relativo
(Argentina, Chile, México). Y sangrientas guerras civiles no concluían el diferendo liberal-conservador en
Venezuela y en la Confederación neogranadina.
El conservadurismo tampoco fue ajeno a las dificultades y final frustración del último congreso
hispanoamericanista celebrado hasta el día de hoy con las representaciones oficiales de los gobiernos establecidos:
el de Lima de 1864 al calor de la conmoción por la invasión a México; en los momentos que España reconquistaba
santo Domingo, se apoderaba de territorio insular peruano y bombardeaba Callao y Valparaíso. Romero: las
contradicciones liberal-conservadoras expresaban realidades y no voluntades, y no podían dejar de proyectarse en
los preparativos y celebración del congreso.

Antonio Leocadio Guzmán: nacionalismo económico e hispanoamericanismo.


A triunfo del liberalismo radical en Colombia de Tomás Cipriano Mosquera se debe mucho la realización del
congreso de Lima. Hay que reconocer el aporte ofrecido a este respecto por otros sectores del liberalismo
suramericano. El del istmeño Justo Arosemena y el del liberalismo venezolano Leocadio Guzmán que pugnó por
la restauración en un pacto federal de la Gran Colombia bolivariana.
Defendió la constitución boliviana en Ecuador, Panamá y Venezuela, luchando en 1826 por la realización de la
confederación andina (de Bolivia a Venezuela). Adhirió al liberalismo y federalismo venezolanos y cometió el
error de reducir las contiendas liberal-conservadoras de su patria a simples voluntarismos de grupos o
personalidades. En 1845 en distintos artículos intenta nacionalizar, americanizar la teoría económica.
Sostiene que los economistas oligarcas quieren aplicar a los países nuevos doctrinas económicas sólo aplicables
a las condiciones de las sociedades industrializadas.
En nuestras circunstancias la institución social (estado) debe tomar parte activa en la suerte económica del
pueblo. No alcanza a comprender que es la burguesía industrial extranjera la que, en primer término, se beneficia
de las doctrinas librecambistas.
El proteccionismo se desprende de estas premisas. Plantear la necesidad de una ley agraria que racionalizara la
propiedad de la tierra. El conservadurismo se opuso. Intentó culminar su americanismo económico en lo político,
con la restauración de la Gran Colombia a principios de los sesenta.
La insurrección liberal y federalista neogranadina triunfó en julio de 1861. Mosquera concedía derechos de
ciudadanía a los venezolanos y ecuatorianos en territorio de la extinguida Nueva Granada y reconoce al partido
federal de Venezuela el carácter de beligerante. La constitución denominada de Río Negro, fruto de la convención
de 1863, incitó al poder ejecutivo de la extinguida Nueva Granada a iniciar negociaciones con Ecuador y
Venezuela a fin de restaurar la Gran Colombia. Fue el último intento para federar los estados grancolombinos. El
gobierno de Colombia apeló al congreso para consignar en su legislación el principio de que no sería reconocido
ningún pacto de protectorado, de cesión, de venta o de cualquiera otra especie que menguase la soberanía de algún
Estado americano.
Lo propuso Lastarria a las cámaras de Chile y fue sometido a la deliberación de Perú y Bolivia.
A escala hispanoamericana, en el seno mismo de las corrientes demoliberales comienza a dibujarse una
tendencia pronorteamericana y aun proeuropea.

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Hispanoamericanismo y panamericanismo.
Vicuña, a raíz de la guerra de Chile contra la confederación peruano-boliviana plantea la unión de sus pueblos,
mas que de sus gobiernos. En 1864 ha derivado a posiciones panamericanistas atribuyendo el expansionismo
norteamericano de las décadas del treinta al cincuenta a los intereses esclavistas del sur de la Unión. Sus puntos de
vista son reveladores de crecientes fisuras ideológicas en gran parte estimuladas por las esperanzas puestas en la
política exterior del Norte de la Unión Americana en guerra contra el sur esclavista.
El colombiano Torres Caicedo en 1861 publicó unas bases para la unión económica y política de los estados
latinoamericanos incluyendo al Brasil. No se incluye a los Estados Unidos pero critica el tratado de 1856 entre
Chile, Perú y Ecuador señalando que tiene el defecto capital de mostrar un espíritu hostil contra los Estados
Unidos (consecuencia de las expediciones de Walter). Ha puesto esperanzas en el Norte antiesclavista.
El problema de invitar o no a los Estados Unidos hubo de debatirse entre las cancillerías hispanoamericanas en
los momentos en que se preparan el congreso de Lima de 1864, y se rompió la unanimidad. En 1862 Ancízar,
ministro de relaciones exteriores de Colombia, escribe al de Costa Rica que se debe invitar a la república norteña a
lo que le contestan oponiéndose.
Dos años más tarde, otro canciller colombiano cambia la postura. El canciller chileno dice que debía invitarse a
todos los estados del continente incluidos EEUU y Brasil.
La polémica entre la cancillería peruana y la argentina ilustra, con bastante anticipación por cierto, la
degeneración del nacionalismo demoliberal. Y decimos con bastante anticipación pues no es posible olvidar que
ese nacionalismo aún no mostró considerable vigor con las posiciones industrialistas y proteccionistas que
intentaron afirmarse durante dos décadas (1860-1880). Vicente Fidel López fue el máximo exponente de este
nacionalismo económico.
La posición argentina también es signo de degeneración anticipada desde el punto de vista diplomático, pero no
hay que subestimar las posiciones antiimperialistas de Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña durante el primer
congreso panamericanista de Washington. La respuesta que en 1862 da Rufino Elizalde, ministro de Mitre, a la
convocatoria cursada por el canciller peruano significa el inicio de prácticas ideologías entreguistas y colonizadas
que se abren paso no sin encontrar oposición y contradicciones. Europeísmo de Mitre. Al congreso se le considera
completamente estéril e inútil.
La réplica de Buenaventura Seoane, ministro del Perú en Argentina, es la del sentido común y la de la tradición
hispanoamericanista.

Cuarto congreso hispanoamericanista: 1864.


La posición argentina era proeuropea y pronorteamericana. En 1864, una esquemática composición de lugar
revela la potencia de los elementos y fuerzas disociadoras. A Venezuela y Colombia, el texto constitucional de
Río Negro suministró el marco institucional adecuado. Su eficacia quedó reducida a la nobleza de la mejor letra
jurídica. El ultraconservadurismo en repliegue reverdeció sus intentos monarquistas. Y por primera vez, desde
posiciones demoliberales, una cancillería de nuestra América milita activamente contra la idea misma del congreso
de la liga hispanoamericana. Sarmiento, representante de la Argentina, recibió orden expresa de no concurrir. Los
acuerdos del último congreso con carácter de asamblea hispanoamericana tuvieron la misma suerte que los de los
tres anteriores. En adelante sólo tendríamos cónclaves panamericanos.
Lo que de ningún modo implica que desaparecieron los intentos de solidarizar los intereses de las repúblicas
hispanoamericanas. Se firmaron diversos tratados que incluían a distintas naciones. En 1878 algunos reconocieron
la independencia cubana.
La década del ’80 es la del triunfo del panamericanismo. Durante ese mismo período se hicieron los últimos
desvanecidos esfuerzos por lograr la reunión de un cónclave en los marcos de la tradición bolivariana. Es el que
convocó Colombia, en 1881 en Panamá con el limitado propósito de acordar un tratado colectivo de arbitraje.
Concurrieron sólo Costa Rica, El Salvador y Guatemala. Con motivo del centenario del nacimiento de Bolívar se
realizó en Caracas en 1883 una asamblea a la que concurrieron Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú,
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Venezuela y Santo Domingo. Pero se trató de una conferencia oficiosa. En 1886 en una reunión de embajadores
hispanoamericanos en Francia, el de Colombia manifestó la preocupación por las amenazas de Italia y las
tendencias dominadoras de los EEUU sobre todo en Panamá.
Todos estos esfuerzos concluyeron con los acuerdos del congreso de juristas en Montevideo en 1888.
Finalizada la guerra civil norteamericana las ilusiones puestas en el Norte antiesclavista y republicano
rápidamente perdieron asideros en la realidad. Durante la guerra de la Triple Alianza EEUU dio su respaldo
diplomático a Solano López. La rivalidad con Inglaterra, que apoyaba a los aliadas, explica su posición. Éstos
tienen lugar entre el último congreso hispanoamericanista de 1864 y el primer intento en 1881 de reunir una
asamblea panamericana.

Declinación del hispanoamericanismo liberal.


Durante este período el nacionalismo hispanoamericanista de inspiración demoliberal declinó paralelamente
con el desvanecimiento de las potencialidades progresistas de las clases que lo sustentaron. Éstas conformaron un
frente policlasista en el cual la pequeña burguesía y las capas medias tenían un papel protagónico. El nacionalismo
económico y cultural perdió asideros entre los comerciantes librecambistas y los hacendados del monocultivo.
Pero permaneció invariable, y aun acentuado en sectores de las capas medias y de la pequeña burguesía. Es lo que
permitirá, a finales de siglo y principios del XX, un reordenamiento de clases que enarbolarán, con otra
significación social las mismas banderas nacionalistas y aun hispanoamericanistas, arriadas por la democracia
liberal en degeneración. Cobrarán forma en movimientos populistas, partidos radicales y socialismos nacionales.
En el mundo antillano éstas directamente enfrentadas a la emergencia del imperialismo, asumirán las
características de un nacionalismo revolucionario.
Importa destacar que la complejidad y asincronía de los procesos históricos hispanoamericanos eluden toda
comprensión unívoca y lineal de sus desarrollos. De ese liberalismo y de esa tradición nace la gesta nacional-
revolucionaria de Augusto Sandino.
En Chile, la sociedad hispanoamericana políticamente más avanzada del siglo XIX. La Unión Liberal de
ideología nacionalista e hispanoamericanista y su desembocadura en la fundación del Partido Radical de Chile.
Recordar el hispanoamericanismo de sus orígenes es tanto más oportuno por cuanto coincide con idénticas
formulaciones sustentadas posteriormente en los actos fundacionales del Partido Socialista de Chile.
Al calor de las reacciones suscitadas por la invasión de Napoleón III a México se crearon, desde 1862 y aun
antes, numerosas sociedades de Unión Americana en diversos países. La más importante la de Santiago de Chile
en 1862. Esta sociedad centralizó sus iniciativas desplegadas en diversas ciudades y provincias de Chile y entró en
contacto con otras análogas establecidas en diversos países americanos.
Sin perjuicio de apelar a los gobiernos establecidos es la directa convocatoria a los pueblos hispanoamericanos
lo que anima a muchas de estas sociedades. Estamos frente a las primeras formulaciones ideológicas, con
esperanzas bolivarianas, de unas capas medias que comienzan a desistir, desengañadas, tanto del ideario del
liberalismo clásico como de sus asideros sociales.

Primeras formulaciones del nacionalismo demócrata-revolucionario en el Caribe.


La más promisoria y amplia de esas avenidas apareció en el Caribe, directamente enfrentado al colonialismo
español y al expansionismo norteamericano.
En tanto que las condiciones de la guerra revolucionaria en Cuba permitieron que ésta se prolongara durante 10
años (1868-1878) y aunque concluyera con un último y breve estertor, la sublevación en Puerto Rico, conducida
por Betances, fue rápidamente sofocada. Desde el punto de vista ideológico el grito de Lares presenta un interés
fundamental. Es el de que por ser más nítidamente que el cubano, fruto de la acción revolucionaria de las capas
medias y de la pequeña burguesía. Lares anuncia, tanto o más que Yara, las características de la gesta martiana de
la década del noventa. Hay entre Betances y Martí una línea de desarrollo político democrático revolucionario.

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Un cubano cuya posición asume Betances complacido, plantea desde 1871, y en contraste con el anexionismo,
que la independencia de Cuba ha de servir de balanza y contrapeso a la expansión norteamericana. Son las
primeras formulaciones de una política nacional-revolucionaria que habrá de adquirir, con la emergencia del
imperialismo, más definidas connotaciones.

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