Soler, 'Idea y Cuestion Nacional Lationamericana' Unidades
Soler, 'Idea y Cuestion Nacional Lationamericana' Unidades
Soler, 'Idea y Cuestion Nacional Lationamericana' Unidades
Ricaurte Soler
Francisco Miranda.
En la corriente demoliberal todos los temas hispanoamericanistas –la nación americana, autodeterminación de
sus pueblos, reinterpretación de su historia- encontraron en la acción y pensamiento de Miranda la más decidida
formulación. Desde el propósito de encontrar el nombre común hasta la acción militar que afirme el punto de
partida de la confederación continental. Hubo precedentes, Juan Francisco de León, y criollos aislados. Tuvieron
un importante papel para la formación de la conciencia nacional americana los escritos de los jesuitas desterrados.
La conciencia de una América que es nuestra nunca podría asimilarse a ningún panamericanismo definido por
la geografía continental.
La filiación hispanoamericanista de Miranda se define, en la corriente de pensamiento que hace emerger de la
conciencia social y anticolonial de los españoles-americanos el contenido y afirmación de su conciencia nacional.
Documentos hispanoamericanistas.
En las regiones que se esforzaban por constituirse sin declarar formalmente la independencia no dejaba de
manifestarse la conciencia de la patria continental. La propuesta de los revolucionarios de Santiago a Buenos Aires
(1810) señalaba la conveniencia de unificar los gobiernos para la guerra y en la paz; celebrar pactos comerciales y
políticos con otros países.
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A partir de las declaraciones formales de independencia es posible comprobar una paulatina declinación de las
perspectivas e intenciones americanistas de amplias perspectivas. La conformación real de centros de poder
requeridos por la lucha revolucionaria y teorizados, por Fray Servando Teresa de Mier en México, condujo a
estrechar los límites a que apuntaba la conciencia nacional en formación. Nuestra América referida a todo el
continente. En otra oportunidad a la Nueva España.
Podríamos considerar que sólo en los grandes caudillos americanos: San Martín, O’Higgins, Bolívar, Sucre la
idea de la patria americana mantenía su vigor esbozando el diseño de su institucionalización política en planes
confederativos.
Comunidad Económica.
El estudio más digno de un americano es la América; propuso en el mismo año de 1822 la creación de una
academia americana y en 1824 la formación de una expedición científica costeada por los gobiernos de todos los
Estados americanos.
En la década del veinte, en trance de afianzarse la independencia, los problemas inmediatos de la organización
nacional asumen carácter ineludible y perentorio.
En el principio de las nacionalidades no se afirma el concepto de nacionalismo (Hobsbawn). En el caso de
Hispanoamérica la aparición del fenómeno se da en los años veinte, al culminar la emancipación e iniciarse las
tareas de organización nacional.
Nacionalizar.
Nacionalizar a Centroamérica y nacionalizar nuestra América. Se planteaba lo mismo para la patria chica que
para el continente. El proceso debía ser igual, crear la homogeneidad en la diversidad o la diversidad en la
homogeneidad. Valle propondrá la americanización del idioma. La lengua castellana se irá mudando
insensiblemente; cada estado tendrá su dialecto.
Pide que las leyes que castiguen con iguales penas a delitos de una especie y sólo tengan por delito la violación
de los derechos del hombre: leyes que no sean el voto de una clase.
Desde la perspectiva demoliberal: nacionalizar todas las clases es lo que debe formar el plan de un gobierno
paternal. Comenzar por las clases propietarias: respetar la propiedad y nacionalizar al propietario dándole garantías
de seguridad y penetrar a los capitalistas del espíritu público. Nacionalizar al obrero atendiendo sus derechos y
reivindicaciones; es coproductor de las riquezas. Finalmente un programa de organización nacional no podía
prescindir de la mujer.
Nacionalización y colonialismo.
La convocatoria a una asamblea general de ambas Américas, hecha por el Congreso Federal de Centroamérica
en 1823, tenía el objetivo de la comunidad económica.
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Habría que registrar también la proposición de Troncoso en El Indicador de crear una confederación
continental que atendiese a puntos tan concretos como la fundación de un banco nacional, un montepío de
labradores y la apertura del canal de Panamá. (Valle alertó contra la ambición extranjera).
Sus aportes a la memoria colectiva del pensamiento nacional hispanoamericano fundamentan un legado que
trasciende las discontinuidades históricas.
Proyecto demoliberal: existencia de un real proceso nacionalizador, históricamente progresista. El Congreso de
Panamá fue boicoteado por el liberal Rivadavia. Se trata de las limitaciones de un bloque policlasista que ahogaba
en sus contradicciones externas e internas sus mejores formulaciones ideológicas.
No por ello hay que desconocer la contribución demoliberal al proceso nacionalizador. Expresión de las clases
sociales más favorecidas, también ellas se encontraban colonizadas. Productos de una diferenciación social
modernizante no podían tener interés en la conservación de los estamentos, y a su extinción contribuyeron. En la
esfera de la circulación, iniciaron el empeño de afincarla en circuitos interiores de integración. La Ilustración
sirvió de arma ideológica para secularizar una sociedad corporativizada. Al fijar un marco estatal-nacional para sus
intereses de clase la democracia liberal del período formuló el diseño de un programa nacionalizador cuyos
contenidos fundamentalmente resultaron válidos, a escala latinoamericana, hasta la fractura histórica creada por la
emergencia del imperialismo.
El radicalismo agrario.
La primera de estas _desde Hidalgo y Morelos en el norte hasta Artigas en el sur- hay que subrayar el carácter
profundamente social de sus reivindicaciones. 1810 Hidalgo redactó decretos destinados a la abolición de la
esclavitud; proclamó la extinción del tributo indígena; y la restitución de las tierras a las comunidades indígenas.
Afectó considerablemente los intereses de los terratenientes y dueños de minas. Medidas que fueron tomadas en
“nombre de la autodeterminación de los conciudadanos americanos”.
Morelos.
Nuevas dimensiones en la escala del radicalismo alcanzarán la acción y el pensamiento de José María Morelos.
Interpreta y decida en función de empeños profundamente igualitaristas. 1810 proclama que los habitantes
novohispanos no se nombran en calidades de indios, ni mulatos, ni castas sino todos generalmente americanos. Es
esta misma radicalidad igualitaria la que lo enfrenta a antagonismos que no se logran superar en aras de la unidad
anticolonialista de las clases en conflicto. En 1811 al presentir una horrorosa anarquía reconoce que son los
blancos los primeros representantes del reino.
Hubieron de fracasar los intentos conciliadores de Morelos. En 1813 se abandonan las eventuales reservas y
moderadas actitudes; ya es negativo seguir invocando el nombre de Fernando VII. Es necesario expropiar a los
realistas. Considerar como enemigos de la nación a todos los ricos, nobles y empleados de primer orden, criollos y
gachupines que tienen autorizados sus vicios y pasiones en el sistema y legislación europea. Deben también
inutilizarse todas las haciendas grandes porque el beneficio positivo de la agricultura consiste en que muchos se
dediquen a beneficiar con separación un corto terreno que puedan asistir con su trabajo e industria.
Quizá el radicalismo de estas instrucciones no tenga parangón en el continente hispanoamericano. La lucha por
la tierra dio origen en Yucatán a las formulaciones socialistas-utópicas del cura Vicente María Velázquez.
Organizar la nación a partir de una democracia radical agraria.
En la aislada Haití, la revolución antiesclavista de Toussaint Louverture rápidamente había derivado en una
revolución agraria; en Venezuela por su composición demográfica y mayor importancia de la esclavitud, la
revolución de independencia se inclinaba derivar en una pardocracia de reivindicaciones agrarias radicales. Aquí la
iniciativa de la expropiación agraria para favorecer posiciones políticas correspondió a los realistas. Significación
oportunista que implicaba el diseño de una política agraria de largo alcance.
Las montoneras, fueron en el Alto Perú, oto movimiento social revolucionario que buscó hacer solidarias las
reivindicaciones agrarias con el proceso independentista.
Incluso en el Río de La Plata, donde la tardía colonización y abundancia de tierras disminuyó la presión por su
propiedad, hubo regiones donde la cuestión agraria dio la tónica al movimiento emancipador. No sólo en la Banda
Oriental, en Salta también; favorecida por la apertura al Atlántico, en Salta se afirmó una aristocracia tardía que
monopolizaba la tierra y también el comercio. Reforzó sus instrumentos de control social en las distinciones de
castas. De esta situación resultó que, en la coyuntura independentista, y con más intensidad que en cualquiera otra,
la revolución contra el rey adquiriese carácter de lucha social.
Artigas.
La acción social y política de Artigas resume la práctica revolucionaria de la democracia radical agrarista de las
varias regiones del continente.
1813 Artigas establece condiciones los representantes de los pueblos de la Banda Oriental para formar parte de
la Confederación argentina. Total independencia de España, estado federativo, igualdad aduanera, tolerancia
religiosa y gobierno económico provincial.
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La redistribución de la tierra es su objetivo fundamental. En la aplicación de los principios generales Artigas
procedía sobre la base del supuesto de que las tierras afectables eran, en primera instancia, propiedad del Estado
Oriental.
No es de extrañar que surgieran caudillos populares que iniciaran el diseño de una organización nacional con la
idea de la universalización de la pequeña y mediana propiedad agraria. El intento democratizador encontrará la
más decidida oposición de las clases afectadas. En primer término de Buenos Aires.
Es necesario situar en un verdadero contexto la pureza y evidente radicalismo de estos empeños de democracia
agraria.
Cabe comprobar que es la patria y soberanía de los americanos la que se intenta organizar a través de un
modelo que elimine la esclavitud, las distinciones de casta y que universalice la pequeña y mediana propiedad
agraria. La conciencia nacional no deriva del sentimiento de pertenecer a la comunidad de los españoles
americanos como en el caso de la democracia-liberal. La fórmula de Morelos: todos generalmente americanos,
subyace en los varios planteamientos de la democracia radical agraria. No sólo pone de relieve la oposición a las
peninsulares; también anuncia las contradicciones con los peores americanos.
Esa democratización encuentra valladares distintos, incluso al de los intereses económicos y sociales afectados.
El escaso desarrollo de las fuerzas productivas explica el fracaso esta organización social propuesta.
En Hidalgo parecieron precisarse más los objetivos económicos y sociales. De ellos es fundamental la
liquidación de los monopolios internos del estado en la producción y el comercio; un programa demoburgués pero
sin un agente histórico capaz de realizarlo: la independencia hispanoamericana fue una revolución burguesa sin
burguesía. Este programa se contradecía con el interés de conservar la propiedad indígena comunitaria.
El esfuerzo de democracia agraria representó una alternativa imposible pero no inútil. Una medida de su
eficacia la da el hecho que sus detractores tuvieran que dictar decretos análogos a los insurgentes a fin de mantener
a los indígenas leales al pacto colonial. La acumulación de políticas radicales frustradas define la dirección de un
curso histórico progresista. Observaciones análogas para la democracia agraria del doctor Francia en Paraguay.
Radicalismo urbano.
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El radicalismo agrario no fue la única fuerza convergente en el proceso de formación de las naciones de nuestra
América. Desde los centros urbanos, desde finales del XVIII, una distinta variante de la democracia radical
mostraba su fuerza y posibilidades. Temas igualitarios del contractualismo de Rosseau o de la Convención
Nacional francesa están presentes. Con las tareas concretas de la lucha de liberación y de afirmar el estado, se
perfiló cada vez más la tendencia a supeditar toda consideración social a la tarea de la organización estatal
nacional. Promovido por la pequeña burguesía y las capas medias radicalizadas. Su vocación para la afirmación
nacional, americana, encontró su culminación den los grandes caudillos, Bolívar en Especial.
Primeras manifestaciones: conspiración de los franceses de Buenos Aires (1795), de aliento jacobino inspirado
en la Rev. Francesa. Conspiración de los franceses en Chile y la de Chirinos y González en Venezuela en 1795
bajo la proclama la ley de los franceses.
América debía ser para los americanos.
Proclamadas e instaladas ya las juntas supremas americanas, en la democracia radical de origen urbano
emergieron más profundas e inéditas formulaciones. No desaparecieron los esfuerzos igualitaristas. En Cartagena
los hermanos Gutiérrez de Piñeres acaudillaron los estratos populares frente al patriciado criollo, pugnaban por su
representación y legitimación políticas. Por encima de los temas igualitarios, la pequeña burguesía y capas medias
urbanas fundamentalmente tendieron a promover la salud pública y la consolidación irreversible del estado
nacional. El radicalismo en el Plata, más significativo en cuanto se considera la firme tendencia que allí existía a
favor a la monarquía. Castelli, Moreno, Vieytes: erigir nuestra América en esa independiente de la España europea
reconociendo a la señora infanta de España doña Carlota Joaquina de Borbón.
A pesar de todo favorecieron que en Buenos Aires la pequeña burguesía y las capas medias se expresaran en
figuras extraordinariamente radicales, el hecho de que la invasión inglesa propiciara la formación de un ejército
propiamente argentino, y vencedor por añadidura.
Experiencia que no encuentra paralelo en América Latina. Que establece un punto de apoyo significativo para
la erección de un estado nacional coherentemente estructurado.
Mariano Moreno.
Estas posibilidades no eran factibles, según él, considerando las relaciones precapitalistas de producción.
Sustentaba la ilegitimadad jurídidica de la servidumbre indígena, era uno de los puntos centrales de la práctica
política en 1810. Las providencias que en Alto Perú tomaron Belgrano y Castelli contra el tributo y la servidumbre
indígenas suscitaron el antagonismo de las clases aristocráticas, lo que explica el fracaso de las tres expediciones
para liberar aquellas tierras. Castelli estableció el sufragio indígena el 25 de mayo de 1811 y proclamó la igualdad
absoluta de los indígenas e importantes medidas de distribución de las tierras.
La igualdad política es sólo uno de los aspectos en el diseño del estado nacional. Moreno profundiza la
metodología y objetivos de la democracia desbordando los marcos del demoliberalismo. Ningún estado envejecido
o providencias pueden regenerarse sin cortar sus corrompidos abusos, sin verter arroyos de sangre.
Objetivos de esta metodología eran la consolidación del Estado y la organización nacional. Moreno prevé la
gestión empresarial del estado. Es también en aras de la consolidación del estado que aconseja favorecer las
relaciones con Inglaterra consciente de los peligros que estas relaciones entrañan.
Rechazaba como nocivo el federalismo interno a la vez que propugnaba la federación continental. “Es una
quimera pretender que todas las Américas españolas formen un solo estado”. Lo que no le impide asentar que se
impone la unidad continental en aras de la seguridad de las partes y del todo.
Bernardo de Monteagudo.
Igual que moreno inicia denunciando la servidumbre indígena en nombre de un igualitarismo rousseauniano.
Insta la formal declaración de independencia y no olvida hacer un llamado al patriotismo del sexo femenino.
Otra era la verdadera contradicción en que se debatía: la que emergía de la propia sociedad: la que oponía los
conflictos sociales y regionales al imperativo de consolidar el estado nacional. Desde 1812 propone la dictadura y
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repudia el federalismo; por un estado fuerte erigido en árbitro de las contradicciones. Combinar decisiones
radicales para la conformación del estado con medidas conservadoras en cuanto al status político de las clases
subordinadas constituirá la definición y esencia de su práctica política.
Conservar el status quo de las clases es el prerrequisito para la consolidación del estado nacional. Lo que no
impide el inicio de las reformas sociales destinadas a promover la condición de las clases explotadas.
Revolucionar la sociedad; en lo cultural los americanos han estado ocupados en cuestiones abstractas, errores
escolásticos. Para corregir esos males se crea la escuela normal, se funda la Sociedad patriótica de Lima y se crea
la Biblioteca Nacional. Se expulsa a los peninsulares y se promueve la condición social del indio.
La abolición del tributo y de todo servicio personal a que estaban sujetos los indígenas. Se inicia con ello el
prolongado empeño de liquidar las relaciones precapitalistas de producción. Eliminan los monopolios y se
racionaliza la administración de los bienes que pertenecieron a los jesuitas y a la extinguida inquisición. Proceso
de estructurar un estado nacional moderno que se afirme por encima y a despecho del poder económico de la
Iglesia.
Medidas conservadoras en cuanto al poder popular que se combinan con decisiones avanzadas por lo que
respecta a la afirmación de la independencia y consolidación del estado nacional. Esfuerzo por consolidar interna y
externamente el estado nacional. La interdependencia de las diferentes entidades políticas que se creen es el dato
primero para esa consolidación. La federación Hispanoamérica frente a la amenaza real de la Santa Alianza, y la
potencial del Brasil, es una lógica consecuencia de las medidas de política exterior e interior tomadas en el Perú.
Es la extensión, a escala hispanoamericana, del proyecto nacional tan radicalmente esbozado durante los años
1821-1822.
Caudillos americanos.
Durante el período emancipador les correspondió la posibilidad y responsabilidad de sentar las bases más
sólidas y viables de la organización nacional. Situados en posiciones privilegiadas pudieron escogitar
discriminadamente entre los diversos empeños de la democracia radical agraria o pequeñoburguesa. Sus márgenes
para la acción fueron considerables. Preocupados por afirmar la independencia frente a la metrópoli y por la
estabilidad política interna, ejercerán una función arbitral socialmente moderada, nacionalmente avanzada, a la vez
privilegiada y necesaria. Se inicia con ellos la estructuración nacional a partir del estado. Lo que los caracteriza es
la supeditación de la conciencia social a la conciencia nacional americana.
Función arbitral que no implica márgenes arbitrarios en su ejercicio. Marcos dados por los límites de
democratización social alcanzados por el jacobinismo pequeño burgués y el radicalismo agrario. La conciencia y
acción nacionalizadoras de ellos no puede concebirse como ajenos a las dimensiones reales de los conflictos
sociales. Modelaron el perfil psicológico de su nacionalismo y las dimensiones reales de su ejercicio. Bolívar
constituye la mejor expresión del nacionalismo americano. En él alcanza su máxima tensión la síntesis y
disociación de la cuestión nacional y la cuestión social.
Un primer período, 1810-1815, en el cual la preocupación nacional e independentista aparece relativamente
desligada de la cuestión social americana. La práctica política y la acción militar del aristócrata mantuano
subordina incontrastablemente a una conciencia limitadamente política toda otra forma de percepción de la
realidad.
Ésta es americana desde sus inicios. 1810 prevé y propugna la absoluta independencia de España a partir de un
movimiento revolucionario iniciado en Venezuela pero con miras continentales.
Hispanoamericanismo en el Plata.
1816 Tomás Guido: la Argentina no debe insistir en la campaña del Alto Perú, debe enviar sus fuerzas a Chile
para su liberación, para una federación o alianza.
Pueyrredón le excita a San Martín en Chile para que obtenga de este país el envío de un diputado al congreso
general de las Provincias Unidas, a fin de que se constituya una forma de gobierno general, que de toda la América
unida en identidad de causas, intereses y objeto, constituya una sola nación. Bolívar convoca al pacto continental.
Las perspectivas sociales y nacionales de la democracia liberal, lo mismo que las del radicalismo agrario y el
jacobinismo pequeñoburgués, comienzan a ser resumidas, arbitradas, interpretadas y realizadas por los grandes
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dirigentes de la revolución. Incluso por caudillos de regiones circunscritas que comprendían a cabalidad la
importancia militar de la promoción social de las masas.
Reformulación de las bases sociales de la organización nacional, encontrará decididos opositores. El congreso
de Angostura (1819) y Cúcuta (1821) limitaron los alcances del decreto bolivariano de 1816. Sin embargo, la
sociedad hispanoamericana es objeto de lentas aunque dolorosas mutaciones. 1816 la máscara de Fernando VII ha
caído en casi todas partes. La dirigencia revolucionaria ha logrado avances significativos en cuanto a la ampliación
de sus bases sociales de sustentación. No parece imposible la organización nacional de la patria hispanoamericana.
1816-1826 la conciencia americana no fue excepción sino regla. Las perspectivas de su institucionalización
política se acrecían a medida que batallas decisivas afirmaban la independencia. Chacabuco y Maipú, antes que los
triunfos bolivarianos de Boyacá y Carabobo. Por eso los proyectos de unidad continental más definidos desde el
punto de vista diplomático, aunque no los más decisivos, se formularon en el sur y no en el norte bolivariano.
Hispanoamericanismo en Chile.
1810, al constituirse las juntas de Buenos Aires y Santiago, remontan las primeras convocatorias para estrechar
los lazos entre Argentina y Chile. La conciencia americana sigue siendo el común horizonte nacional. Carrera;
O’Higgins.
No sólo se trata, por otra parte, de los lazos que han de vincular a Chile con las provincias del Plata. 1818
O’Higgins convoca a un Congreso llamado a instituir una gran confederación de los pueblos americanos. La causa
que defiende Chile es la de todo el continente de Colombia (es decir toda Hispanoamérica- perspectivas
continentales).
Una medida concreta a favor de esa independencia colombiana la constituyó el envío de un contingente armado
a Acapulco para colaborar en la emancipación de México.
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San Martín.
O’Higginis es el más inmediato e importante antecedente de las medidas concretas tomadas por Bolívar con
vistas a la confederación hispanoamericana. En cuanto a la significación nacional aparece más ejemplarizante que
San Martín para el decurso posterior de la historia americana. Esto por el hecho de que, al igual que Bolívar, se
empeñaba en una reformulación más radical de las relaciones sociales existentes a fin de asentar sobre sólidos
fundamentos el estado nacional. San Martín también prohijó miras continentales y apoyó las medidas radicales de
Monteagudo en Lima. Decretó la libertad de vientres, abolió el tributo indígena, prohibió la mita y el trabajo
servil. Pero frente a la cuestión social asumía posiciones de moderación y temperancia. Ha de mantener las
barreras que separaban las diferentes clases de la sociedad conservando la preponderancia de la clase instruida y
que tiene algo que perder para afirmar sobre bases sólidas la estructura del estado.
O’Higgins, Bolívar y Sucre, no entendían por cierto que era necesario abatir todas las barreras clasistas. Pero
para funda el estado nacional, entendían liquidar las relaciones de producción y formas de propiedad
precapitalistas. Más moderado, también éste era objetivo de San Martín. Los jefes de la revolución coincidían con
los lineamientos generales del proyecto nacional de la democracia liberal, lo mismo que de las variantes agraria y
urbana de la democracia radical. De ellas se distinguen:
De la democracia agraria podían alentar las reformas antifeudales de la propiedad. Eludieron todo
igualitarismo redistributivo.
De la democracia radical urbana asimilaron, institucionalizándolos, los empeños fundacionales del
estado dirigidos a implantar la unidad y organización nacional. Pero el poder militar y político acumulado les
permitía márgenes de acción y decisión de que carecían la pequeña burguesía y las capas medias.
Frente a las clases conservadoras impusieron decisiones coyunturalmente inapelables, que afectaron sus
intereses y aspiraciones conservadores o francamente reaccionarios.
Centralismo y federalismo.
El proyecto nacional y el de la confederación hispanoamericana, fue propuesto por la dirigencia revolucionaria
en clara diferenciación del modelo norteamericano o inglés. Algunas instituciones de estas democracias burguesas
triunfantes fueron adoptadas. Ante la restauración europea existía sólo el absolutismo monárquico como
alternativa de inspiración. Es por ello tanto más notable el intransigente repudio del federalismo a la manera
norteamericana. Combatieron el federalismo cuando se intentó adaptar a las estrechas circunscripciones en que se
iban afirmando los gobiernos americanos. En la federación, o mejor, en la confederación sólo se pensaba cuando el
horizonte del discurso alcanzaba la totalidad del continente hispanoamericano. En cuanto a la verdad está
entrañada por el progreso, el centralismo representaba una y otra durante el período de la emancipación.
El poder dislocador del estado y disociador de la nación estaba representado por las relaciones de producción y
formas de propiedad precapitalistas. No sólo las autonomías locales postuladas por el federalismo constituían
obstáculos a la centralización del mando revolucionario y a la consolidación nacional. Desde 1816, las
disposiciones antiesclavistas de Bolívar tenían como referente explícito la convocatoria a la unidad nacional. Las
mismas directrices caracterizan el proceso del cual Bolívar renueva con vigor, su enfrentamiento contra las
estructuras precapitalistas de sus empeños de afirmación nacional y confederación hispanoamericana. Esa
renovación de esfuerzos fue poderosamente estimulada por los éxitos militares de Boyacá y Carabobo.
Congreso de Panamá.
Paralelamente a la reformulación de estos planteamientos sociales, y a medida que el éxito corona su campaña
hacia el sur, va cobrando forma el diseño de la confederación americana. 1822 se firma entre Colombia y Buenos
Aires un convenio a perpetuidad que sanciona una mutua alianza defensiva.
La inesperada aunque breve unión de Santo Domingo a la Gran Colombia, independencia de España en 1821; la
independencia del istmo de Panamá en 1821 y de su espontánea adhesión a la república colombiana. Antecedentes,
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y sus miras continentales, le hicieron exclamar en relación con el localismo de Guayaquil: “una ciudad con una río
no puede formar una nación”.
Convocatoria al congreso de Panamá en 1823 con dimensiones netamente hispanoamericanistas, sólo
extendidas a otras naciones, Estados Unidos en especial, por iniciativas de Santander, lo mismo que su carácter
fundacional y estratégico-político a nivel mundial. Pero desearíamos destacar que en modo alguno el proyecto
bolivariano de confederación está desvinculado de sus decretos antifeudales de Trujillo.
Ambos procesos convergen en el mismo empeño de fundación y afirmación de los estados nacionales
emergentes. Crear el mercado interno, implantar la libre contratación de la fuerza de trabajo y liberar al indio del
tutelaje de terratenientes, burócratas y eclesiásticos es el propósito explícito de aquellos decretos. Mal podría
estructurarse un estado nacional donde no se universalizara la calidad real y formal del ciudadano. La legislación
bolivariana establece por ello, el régimen salarial y la abolición de la servidumbre.
Se completó este cuerpo de leyes con las medidas decretadas en 1825 que disponía, en Bolivia, la distribución
de las tierras del estado entre los indios que careciesen de ellas.
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No sólo los amos de esclavos se horrorizaron ante la Constitución. En ella se ampliaban considerablemente, en
comparación con la carta colombiana de Cúcuta, los derechos ciudadanos. A éstos tenían ahora acceso importantes
núcleos de no propietarios. El debate sobre la confederación política hispanoamericana y sobre sus fundamentos
sociales fue estrictamente paralelo. Y en ambos pactos fue también el hundimiento de los proyectos bolivarianos.
Sus perspectivas de arbitraje social para la fundación nacional se esfumaban también, a medida que sus ejércitos se
retiraban de Perú y Bolivia. A las tensiones sociales acompaña la fragmentación política.
Legado bolivariano.
Mientras Bolívar conservó un verdadero poder arbitral sin duda que sus medidas fueron progresistas y
avanzadas. Difícilmente podrían ser más radicales si las miramos desde el punto de vista de las bases
fundacionales de la nacionalidad. La Constitución boliviana extendió los derechos civiles y liberó los esclavos a la
vez que abolía las vinculaciones. Se empeñó en crear el sistema fiscal y proteger las manufacturas americanas.
Reservó al estado el derecho a la explotación del subsuelo. Afirmar el estado nacional por encima de los intereses
de su propia clase social es la suprema lección del bolivarismo. Frente a las clases precapitalistas, y en ausencia de
una burguesía industrial, ese magisterio fue continuado por auténticos dirigentes nacionales empeñados en
fortalecer el estado a despecho de la incoherencia del tejido social.
Mientras dispuso de verdadero poder arbitral fue el más radical de los reformadores. A medida que perdía poder
político, y que se acercaba a la muerte física, intentó apoyarse en los conservadores. Un clericalismo político –que
era la negación de toda su vida- empañó aún más su decadencia.
Hispanoamericanismo y conservadurismo.
Entre las múltiples fuerzas e intereses en el Congreso de Panamá, se encontraban presentes la de los
nacionalismos circunscritos. El bolivarismo iba más allá de este propósito exclusivo. Con él coincidían aquellas
fuerzas, renovadoras o conservadoras que, dentro de cada recortado nacionalismo proponían una diferente imagen
social y política de las naciones emergentes. De la misma manera que surgían distintas formulaciones –
conservadores o reformadoras- de los estados nacionales, igualmente eran contradictorias, más aun, antagónicas,
las premisas de que se partía y los objetivos que se esperaban ver concretados en su posible alianza o
confederación.
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Lo que nunca faltó, ni a conservadores ni a liberales, fue una clara conciencia de las potencias enajenantes que
distorsionaban las soberanías emergentes. Otra cosa era las limitaciones que sus bases de sustentación social
imponían a sus respectivas prácticas políticas cuando intentaban enfrentar con eficacia aquellos poderes alienantes.
No sólo se señalaron los obvios peligros inmediatos para las soberanías políticas. También se denunció la
inminente enajenación económica.
El máximo teórico del conservadurismo mexicano, Lucas Alamán apoyó decididamente el congreso
bolivariano. El proyecto industrializador del Banco de Avío. En 1831 tomó la iniciativa de enviar un embajador
ante los diferentes gobiernos de la América hispana a fin de lograr un consenso para reemprender las labores del
congreso de Panamá. Se propone, a escala hispanoamericana, una medida para la ciudadanía común.
Señalaba como una de las causas del fracaso del congreso de Panamá “la presencia de agentes de potencias que
de ninguna manera estaban interesadas en que el proyecto saliera avante”.
El imperativo de preservar la independencia unía a liberales y conservadores en los más distantes puntos del
amplio marco geográfico del continente. Esa conciencia hispanoamericanista se agudizaba frente a cada agresión
europea o cada empuje de expansionismo norteamericano.
La agresión de Francia a México en 1833 y a Buenos Aires en 1839 se renuevan, en las más distintas regiones,
las propuestas hispanoamericanistas del congreso de Panamá.
Es paradójico que la iniciativa del congreso se realizara inmediatamente después de la desmembración de la
confederación peruano-boliviana. Es de notar también, la persistencia de una conciencia hispanoamericanista que
se desembaraza, explícitamente, de supuestas afinidades con los Estados Unidos en razón de las formas
republicanas de sus estados. A la agresión francesa se responde con una convocatoria a las repúblicas
hispanoamericanas para la reunión de un congreso de unidad continental. Se excluía a los Estados Unidos y el
Brasil.
Correspondió a Chile en 1841, continuar los esfuerzos para reunir la asamblea hispanoamericana. Apoyo cuyo
régimen había sido objeto de agresiones europeas.
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Tercer congreso hispanoamericanista. 1856-1857.
Las acciones depredadoras de William Walter en Centroamérica, a partir de 1855, fueron las que mayormente
estimularon las iniciativas diplomáticas hispanoamericanas.
Venezuela tomó en esta oportunidad la iniciativa, dirigiendo una circular en 1856 a los gobiernos
hispanoamericanos. No tuvo efectos prácticos. Tampoco la reunión de los representantes hispanoamericanos
acreditados en Washington, que tenía como propósito crear un frente común para oponerlo a Walter.
Dispersas iniciativas desembocaron, finalmente, en el “Tratado que fija las bases de unión de las Repúblicas
americanas” en Santiago de Chile en septiembre de 1856. Firmado por Chile, Perú y Ecuador, cabe recordar el
renovado esfuerzo por alcanzar la unidad económica. Tampoco alcanzó a tener vigencia.
En los reiterados esfuerzos participaron indistintamente representantes de las corrientes liberal-burguesas lo
mismo que exponentes de los intereses de las precapitalistas oligarquías conservadoras. Como el reformismo
liberal apenas comienza a prevalecer a partir de mediados del XIX, sólo en los países de menor atraso económico,
podríamos afirmar que en los cónclaves hispanoamericanistas hasta ahora mencionados el pensamiento
conservador daba la tónica a buen número de las iniciativas propuestas y las premisas aceptadas. A medida que el
reformismo liberal se anotaba éxitos las fuerzas conservadoras exhibían con mayor evidencia su carácter
objetivamente antinacional.
Fue el gobierno de Rafael Carrera, el representado por Irisarri, el que se opuso en 1849 a un nuevo esfuerzo de
unión centroamericana y el que cedió Belice a Inglaterra. Ya a medida que las reformas liberales se asientan en
una institucionalidad precaria no hay ideología que pueda cubrir la desnuda antinacionalidad de las fuerzas y
clases sociales precapitalistas.
El colapso del proyecto nacional conservador, precisamente por ser esencial, objetiva y francamente
antinacional, arrastró consigo las formulaciones hispanoamericanistas de la primera hora. En el excepcional
Paraguay Francisco Solano López sostuvo en algún momento que, frente al Brasil, era necesaria la cohesión
virreinal, y en lo inmediato, la alianza de la Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay.
Liberalismo e hispanoamericanismo.
Superar los mercados locales y crear el mercado nacional era el propósito económico inmediato del proyecto
liberal-burgués. Desde este punto de vista no estaba atado, como el conservadurismo, a intereses de clase
indesligables de la producción servil o esclava con sus consecuentes zonas económicas locales,
compartimentalizadas y estancadas. Nada impedía que, a nivel de ideología, se pudiera pensar en extender al
continente hispanoamericano proyectos nacionales propuestos para más reducidas escalas.
En los casos de más extrema fragmentación del continente, precisamente por su carácter de casos límites,
conviene señalar esta compatibilidad ideológica entre liberalismo e hispanoamericanismo.
Las primeras y más profundas reformas liberales del continente, aunque derrotadas, se dan en México de
Gómez Farías en 1833 y en Centroamérica de Morazán de 1827 a 1842. Las fuerzas fragmentadotas eran los
mayorazgos, de cierta importancia en Guatemala aunque casi inexistentes en el resto de Centroamérica, y la
propiedad eclesiástica, prepotente en toda la región con la excepción relativa al vacío demográfico de Costa Rica.
Tanto o más que en otras regiones en el caso centroamericano la exportación de numerario a las casas matrices
europeas de las distintas órdenes religiosas parece haber sido un importante factor de descapitalización y
desintegración.
La permanente guerra civil dentro de cada estado federado se desdoblaba en permanente guerra civil de un
estado contra otro. Esto sucedía, pero a menor escala, en el interior de los otros estados hispanoamericanos.
Disuelta la República Centroamericana en 1838, hubo que esperar hasta el reformismo liberal de la década del ’80
para un nuevo esfuerzo, también frustrado de restaurar la unidad. El poder conservador no sólo liquidó la unión
centroamericana. Hay que consignar el intento del clerical Rafael Carrera de anexar Guatemala al imperio de
Maximiliano.
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Era en las ciudades, y no en el capo, donde se encontraban los elementos fundamentales para la cohesión del
estado nacional. La autonomía de Panamá frente a Nueva Granada está ligada a los intereses de la burguesía
comercial y pequeña burguesía de la zona de tránsito que esperaba ver explotado en su favor el principal recurso
del istmo: su posición geográfica.
Reclamos autonomistas encontraron concreción en 1855 al erigirse en el primer estado federal en la Nueva
Granada. Pero ya otros intereses, que no eran panameños ni neogranadinos ni hispanoamericanos se habían hecho
presentes en el istmo. En 1846-1848 estados Unidos había concertado con el gobierno conservador de la Nueva
Granada el tratado Mallarino-Bidlack. Representó la primera ingerencia norteamericana en los asuntos ístmicos
que culminarían en la independencia mediatizada en 1903.
La autonomía federal panameña se opone a una liga o confederación hispanoamericana. Dentro de ese marco es
que se postula el desarrollo de las diferentes nacionalidades del continente, las que así podrían enfrentar con éxito
las agresiones europeas y el expansionismo norteamericano. Planteamiento que concretará Arosemena en 1864 y
propondrá formar un “proyecto de tratado para fundar una liga sudamericana”.
Alberdi, 1844.
En el país que representó la última fragmentación del continente y en el proceso mismo de su afirmación como
entidad nacional, sobrevivió la idea y proyecto de la confederación hispanoamericana. Ideología demoliberal
pugnaba impotente por allanar la distancia entre el país real y la organización nacional ideal, en salvar el abismo
que existía entre las fuerzas disociadas y el programa de unificación hispanoamericana. En el joven Alberdi
encontrará una de sus mejores y más originales formulaciones.
1843 a 1847, es en el plano político, la culminación de un americanismo cultural propuesto con anterioridad y
que expresaba una aspiración profunda a la autenticidad.
Que la época militar de la fundación nacional americana ha de dar paso a su organización económica, política y
cultural es la premisa básica y general de las tesis desarrolladas por Alberdi. El congreso de plenipotenciarios se
ocuparía de recomponer el mapa político de los estados existentes, ajustándolo a criterios geográficos y
demográficos nacionales. Todavía no se percibían como definitivamente consolidados los estados existentes. El
derecho internacional americano ha de ser absolutamente específico y original.
La unión aduanera completa el cuerpo de las mejores proposiciones alberdianas. Del congreso excluye a los
Estados Unidos.
La Memoria de Alberdi. Estos textos, posteriores a la guerra entre Estados Unidos y México, estuvieron directa
o indirectamente estimulados por el impacto producido por la agresión norteña. Pero no en todos ellos hubo
unanimidad en relación con la actitud a tomar frente a los Estados Unidos. La prevención de Alberdi, fue
diferentemente compartida tanto por publicistas políticos como por gobiernos establecidos.
La primera tendencia consistía en el rescate para el liberalismo de la tradición bolivariana, ajustada a la
fundación de un pacto anfictiónico exclusivamente entre los estados antes colonias españolas. Continúa el espíritu
de la circular de Bolívar de 1824. Prevenida contra la expansión yanqui y europea, objetivo fundamental de la
acumulación de fuerzas mediante la más estrecha asociación económica y política. Entre los gobiernos, su mejor
representante es el que en México salió de la reforma liberal.
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En estas corrientes incluimos finalmente al argentino Juan María Gutiérrez y al Chileno Benjamín Vicuña
Mackena (vieron q se llama igual q el guacho d pampita!)
La invasión anglo-franco-española de 1861 planteaba un problema inmediatamente mexicano pero, en corto
plazo, podría ser acuciante para toda Hispanoamérica. Pero aún antes de que las tropas europeas desembarcaran su
política exterior se había hecho eco de las aventuras de Walter. Y ese eco cobra forma bolivariana. Pereda
denuncia el peligro de exterminio o subyugación de la entera raza hispanoamericana por la expansión de la sajona.
Más que la guerra entre México y Estados Unidos y la invasión de Walter, la intervención francesa en México
hizo patente el carácter nacional o antinacional de las fuerzas sociales que en Hispanoamérica pugnaban por la
hegemonía. El reformismo liberal ya se anotaba los primeros éxitos en los países de menor atraso relativo
(Argentina, Chile, México). Y sangrientas guerras civiles no concluían el diferendo liberal-conservador en
Venezuela y en la Confederación neogranadina.
El conservadurismo tampoco fue ajeno a las dificultades y final frustración del último congreso
hispanoamericanista celebrado hasta el día de hoy con las representaciones oficiales de los gobiernos establecidos:
el de Lima de 1864 al calor de la conmoción por la invasión a México; en los momentos que España reconquistaba
santo Domingo, se apoderaba de territorio insular peruano y bombardeaba Callao y Valparaíso. Romero: las
contradicciones liberal-conservadoras expresaban realidades y no voluntades, y no podían dejar de proyectarse en
los preparativos y celebración del congreso.
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Hispanoamericanismo y panamericanismo.
Vicuña, a raíz de la guerra de Chile contra la confederación peruano-boliviana plantea la unión de sus pueblos,
mas que de sus gobiernos. En 1864 ha derivado a posiciones panamericanistas atribuyendo el expansionismo
norteamericano de las décadas del treinta al cincuenta a los intereses esclavistas del sur de la Unión. Sus puntos de
vista son reveladores de crecientes fisuras ideológicas en gran parte estimuladas por las esperanzas puestas en la
política exterior del Norte de la Unión Americana en guerra contra el sur esclavista.
El colombiano Torres Caicedo en 1861 publicó unas bases para la unión económica y política de los estados
latinoamericanos incluyendo al Brasil. No se incluye a los Estados Unidos pero critica el tratado de 1856 entre
Chile, Perú y Ecuador señalando que tiene el defecto capital de mostrar un espíritu hostil contra los Estados
Unidos (consecuencia de las expediciones de Walter). Ha puesto esperanzas en el Norte antiesclavista.
El problema de invitar o no a los Estados Unidos hubo de debatirse entre las cancillerías hispanoamericanas en
los momentos en que se preparan el congreso de Lima de 1864, y se rompió la unanimidad. En 1862 Ancízar,
ministro de relaciones exteriores de Colombia, escribe al de Costa Rica que se debe invitar a la república norteña a
lo que le contestan oponiéndose.
Dos años más tarde, otro canciller colombiano cambia la postura. El canciller chileno dice que debía invitarse a
todos los estados del continente incluidos EEUU y Brasil.
La polémica entre la cancillería peruana y la argentina ilustra, con bastante anticipación por cierto, la
degeneración del nacionalismo demoliberal. Y decimos con bastante anticipación pues no es posible olvidar que
ese nacionalismo aún no mostró considerable vigor con las posiciones industrialistas y proteccionistas que
intentaron afirmarse durante dos décadas (1860-1880). Vicente Fidel López fue el máximo exponente de este
nacionalismo económico.
La posición argentina también es signo de degeneración anticipada desde el punto de vista diplomático, pero no
hay que subestimar las posiciones antiimperialistas de Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña durante el primer
congreso panamericanista de Washington. La respuesta que en 1862 da Rufino Elizalde, ministro de Mitre, a la
convocatoria cursada por el canciller peruano significa el inicio de prácticas ideologías entreguistas y colonizadas
que se abren paso no sin encontrar oposición y contradicciones. Europeísmo de Mitre. Al congreso se le considera
completamente estéril e inútil.
La réplica de Buenaventura Seoane, ministro del Perú en Argentina, es la del sentido común y la de la tradición
hispanoamericanista.
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Un cubano cuya posición asume Betances complacido, plantea desde 1871, y en contraste con el anexionismo,
que la independencia de Cuba ha de servir de balanza y contrapeso a la expansión norteamericana. Son las
primeras formulaciones de una política nacional-revolucionaria que habrá de adquirir, con la emergencia del
imperialismo, más definidas connotaciones.
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