Historia Del Pais Vasco - Edad Media, Siglos V-XV - Agustín Azkárate
Historia Del Pais Vasco - Edad Media, Siglos V-XV - Agustín Azkárate
Historia Del Pais Vasco - Edad Media, Siglos V-XV - Agustín Azkárate
DEL
PAIS VASCO
EDAD MEDIA
(SIGLOS V – XV)
HIRIA
Capítulo 1
Introducción
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mos nunca- se lleva a cabo desde la contemporaneidad. Como recordaba
M. Johnson recogiendo un pensamiento común, “hasta que inventemos una
máquina del tiempo, el pasado existe únicamente en las cosas que
decimos sobre el mismo”. Como “cazadores de sombras”, los
historiadores, según S. Schama, debemos asumir nuestra incapacidad para
reconstruir en su totalidad un pasado que se fue definitivamente y que no
es sino un mundo muerto. Hay que huir, por lo tanto, de la ilusión de la
objetividad –de la ilusión de haberla alcanzado-, y asumir con humildad
que no nos queda otra alternativa que perseguirla eternamente, recurriendo
a las herramientas hermenéuticas más potentes que seamos capaces de
articular. Perfeccionar sin descanso los instrumentos de análisis. Articular
protocolos de contraste de las hipótesis propuestas. Es lo que diferencia al
historiador del diletante, al profesional del ocioso que improvisa discursos
históricos sin otra brida que la de su fantasía o sus intereses.
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Este tipo de opiniones refleja una concepción de la arqueología
denunciada hace ya muchos años por A. Schnapp y que concibe nuestra
disciplina no ya como una técnica –las técnicas evolucionan- sino
sencillamente como un oficio artesanal que se valora precisamente por
mantenerse durante generaciones idéntico a sí mismo.
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Digámoslo claramente, utilizando las palabras de B. G. Trigger
(1982), “antes de que (los datos arqueológicos) puedan utilizarse para
resolver problemas históricos, deben ser entendidos en su propio terreno”.
Y cualquiera no está capacitado para hacerlo. De ahí el acierto de S.
Gutiérrez cuando afirma que “es cierto que muchos arqueólogos no
aciertan a convertirse plenamente en historiadores, pero no lo es menos que
difícilmente de un historiador ‘del texto’ se improvisa un arqueólogo”.
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opinión nuestra, el avance del conocimiento histórico para este período.
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que los restos arqueológicos parecen sólo a Álava, no existiendo en
Guipúzcoa, tierra montañosa y poco feraz, cuyos pobladores eran
confederados de los romanos, gozando permanentemente de sus fueros y
libertades. Otro claro ejemplo de esta búsqueda de compromisos lo
constituirá F. J. de Ayala quien, en su obra “¿Dominaron los Romanos en
las Provincias Vascongadas?” –y al comentar los restos romanos de Álava
que eruditos como Pedro Jacinto de Álava, Joseph Cornide y Lorenzo
Prestamero estaban dando a conocer-, concluye que están todos “en la
parte meridional de la vía militar, quedando, por lo demás, la mayor parte
y la más interior del país (tanto en Álava como en Guipúzcoa y Vizcaya)
sin penetrar por el elemento romano o romanizado”. Comenzaba a tomar
cuerpo una visión bipartita del territorio.
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concept de saltus Vasconum. Le contraste étant assez vif entre la rareté des
trouvailles au nord de Pampelune et leur régularité sur les terres centrales
et méridionales, beaucoup plus urbanisées de surcroit, des différences
dans le degré d’acculturation semblaient en découler tout naturellement »
(J. J. LARREA, 1998).
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ción que esta noticia pudiera tener con los datos arqueológicos que más
adelante comentaremos.
Una década más tarde (653) iba a suceder uno de los episodios
más conocidos en este secular contencioso y que parecía, además,
inevitable a tenor de los temores que manifestaban a Chindasvinto algunos
años antes personajes tan cualificados como Braulio, Eutropio y Celso. El
ataque vascón a Zaragoza, apoyando la insurrección de Froya no hacía, en
efecto, sino confirmar sus lúgubres premoniciones y constituyó sin duda
uno más de los diversos episodios –quizá el más violento- que,
protagonizados por los vascones, asolaron las tierras del valle del Ebro.
Hoy en día, sin embargo, nos asaltan serias dudas sobre la bondad
del argumento que entonces defendimos. Nuestra duda se centra en este
tipo de espadas cortas, sobre todo porque, en fechas recientes, se vienen
recuperando objetos similares en contextos cronológicos al parecer más
tardíos. En las excavaciones llevadas a cabo en la fortaleza guipuzcoana
de Mendikute (Albiztur), el equipo que dirige J. I. Padilla ha venido
exhumando varios ejemplares definidos como “dagas largas de un solo
filo”, en algún con “acanaladuras longitudinales sobre el lado romo” y
todos ellos, según Padilla, procedentes de contextos plenomedievales
(1993, 1994, 1995). Otro tanto parece que pudiera ocurrir también en las
investigaciones todavía en curso de la fortaleza de Ausa Gaztelu
(Zaldibia), de donde procede también, al parecer, “un ejemplar completo
de daga o espada corta, de 362 mm. de long. con hoja de un solo filo” (J.
L. PADILLA, 2001). Sin abandonar el territorio guipuzcoano, debe
mencionarse también la espada procedente de un enterramiento de San
Andrés de Astigarribia y que, a pesar de su pertenencia a un ajuar
funerario, pudiera corresponder también a cronologías similares. De
tierras navarras, en este caso, nos llega también noticia de otra espada
recuperada, aunque fuera de contexto, en las excavaciones del castillo de
Gorriti, fortaleza cuyo origen no se lleva, en principio, más allá de finales
del siglo XII o comienzos de la centuria siguiente (A. AZKARATE,
2004).
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2.3. Un tema reiterativo: Paganismo versus cristianización
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tar, en cambio, que antes de finalizar el siglo IV, la nueva religión
estuviera plenamente asentada en el ager navarro.
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nización del mundo rural y el desarrollo agrícola que parece apuntarse a
partir de finales del siglo VII.
3. Nuevos enfoques
3.1. Poblamiento
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A pesar de esta diversidad de circunstancias que nos obliga a ser
cautos en las apreciaciones, sí parece apuntarse una disminución de los
lugares de hábitat, a la que no resulta ajena una cierta debilidad
demográfica. Las investigaciones de I. García Camino para Vizcaya han
detectado, por ejemplo, que de los veinticinco sitios costeros con
evidencia de ocupación de época romana ninguno da muestras de vitalidad
en época tardoantigua y otro tanto parece ocurrir también en el interior del
territorio, donde, de los veintisiete lugares conocidos, solamente tres
parecen perdurar durante los siglos VI y VII.
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Cuando, hace años, estudiamos estas cavidades rupestres
contextualizábamos nuestro trabajo en el debate existente sobre el proceso
de cristianización del País Vasco y priorizábamos, en consecuencia, los
aspectos relacionados con su carácter eremítico. En la actualidad creemos,
sin renunciar sustancialmente a lo dicho, que el fenómeno rupestre tuvo
que tener también una estrecha relación con los movimientos de población
referidos, con la ocupación de áreas marginales tan frecuentes en otras
áreas bien conocidas del occidente europeo.
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registro arqueológico. Y conviene que recordemos brevemente lo que
queremos decir con estos términos.
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que todos los hallazgos alaveses de este período hayan recibido
sistemáticamente la condición de visigóticos, cuando no de “visigodos”).
En otras palabras, inadvertidamente fue creándose para el norte una
“protohistorización” y para el sur una “visigotización” del registro
arqueológico.
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La influencia de esta corriente arqueológica en el País Vasco ha
sido considerable. Cuando impartimos alguna charla, clase o conferencia
sobre esta cuestión, la preocupación dominante entre los oyentes es, una
vez más, de carácter etnicista. ¿Eran francos los inhumados en estas
necrópolis? ¿Eran vascones? ¿Por qué no visigodos?
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presencia del rey, el obispo o los magnates, es decir, de un poder
institucionalizado, no hacía tan necesaria la exhibición social como en
lugares alejados en los que le enterramiento era una ocasión para
demostrar un status que, en una sociedad todavía poco estructurada, se
mantenía siempre precariamente. Se precisaba, por tanto, la utilización de
símbolos de poder militar (angores, escudos, atalajes de caballo y armas)
y económico (cubos, cuencos de bronce y vidrios).
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tras que, de acuerdo a Gregorio de Tours, el ejército franco regresó a las
Galias con un gran botín, Isidoro de Sevilla describe un desenlace muy
distinto. Según el obispo hispalense, tras derrotar a los francos, el dux
visigodo Teudisclo les cerró el paso y sólo atendiendo a sus ruegos y
ofrendas les concedió un día y una noche para que huyeran. Los infelices
que no lo consiguieron en el plazo establecido perecieron bajo la espada
de los godos. La necrópolis de Aldaieta acogería a los caídos en aquel
episodio bélico. Hemos contestado en un reciente trabajo a Böhme y a él
nos remitimos (2004). Entre los argumentos que hacen inadmisible esta
propuesta recogeremos ahora los siguientes:
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juveniles (15-21 años) y 15 niños (menores de 14 años); y, finalmente, 6
indeterminados (14,28% de la muestra analizada). Son importantes estos
datos porque sí pueden reflejar, contrariamente a la opinión de Böhme, la
existencia de un colectivo con franjas de edad proporcionalmente
representadas. La presencia de quince niños menores de 14 años (31,71%)
sobre una muestra de 42 individuos analizados es suficientemente
explícita a este respecto.
Pero los datos que nos parecen más definitivos proceden del
análisis del ADN mitocondrial. De los 13 individuos que componen uno
de los grupos de enterramientos localizados en Aldaieta –el “Grupo B64-
76”- (A. AZKARATE, 1999), se ha extraído ADN de 11 de ellos,
perteneciendo todos al haplogrupo H (el más frecuente en Europa
actualmente, 40-60%). De estos 11 individuos se ha podido realizar
secuenciación del segmento I del D-loop en 9 casos. Pues bien, 7 de ellos
tienen la mutación H-16362, siendo posible que un octavo individuo -
todavía en análisis- pudiera tenerla también. Ello quiere decir que todos
estos sujetos -7 seguros, quizá 8- recibieron esta mutación a partir del
mismo linaje mitocondrial (perteneciente a una mujer puesto que el
ADNmt se transmite exclusivamente por vía materna). Significa, por
tanto, que puede hablarse con seguridad de un parentesco biológico entre
gran parte de los individuos inhumados en este mismo grupo. Podríamos
encontramos, por tanto, ante grupos familiares.
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Existe, finalmente, un dato que debemos volver a recordar y que
resulta fundamental para comprender la naturaleza de este fenómeno. La
elaboración del rito funerario que reflejan nuestras necrópolis, su
“invención”, se efectúa con parámetros culturales continentales y
comparte miméticamente sus atributos más definitorios con los modelos
ampliamente conocidos en el Regnum Francorum. En otras palabras,
pertenece a un contexto socio-cultural que mira hacia el norte. Esta cuña
norpirenaica, cuyos orígenes y naturaleza resultan difíciles de explicar,
pudo ser un agente reactivador de ciertos procesos de etnogénesis, claves
en la historia futura del territorio. Es una hipótesis en la que estamos
trabajando en estos momentos y que pudiera complementarse con los
datos procedentes de los estudios lingüísticos, tal y como hemos apuntado
también en un reciente trabajo (A. AZKARATE, 2004)
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