02 - Principio y Fundamento 2 y 3 - Fin de Las Creaturas - Indiferencia

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IVE – Ejercicios Espirituales 1

1° Semana

SEGUNDA MITAD DEL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO


FIN DE LAS CREATURAS – INDIFERENCIA [23]

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo


Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu Amor. Envía
Señor tu Espíritu y serán creadas las cosas y renovarás la Faz de la tierra.
Oh Dios que habéis adoctrinado los corazones de tus fieles con las luces de tu Espíritu Santo. Danos a
gustar todo lo recto y bueno según ese mismo Espíritu y gozar para siempre de tus celestiales
consuelos. Por Cristo Nuestro Señor, Amén
Ave María
San Ignacio de Loyola, ruega por nosotros

Introducción
Hemos visto en la primera mitad del principio y fundamento el fin del hombre, de dónde venía el
hombre adónde estaba dirigido por el Creador, dirigido libremente, si el hombre quiere aceptarlo sino no.
Esto nos marca el norte, el rumbo de nuestra vida. Sin la referencia al fin último es imposible llegar a la
santidad. Falta algo bien importante en ésa ordenación del hombre hacia Dios que son las criaturas.
Ahora veremos el fin de las criaturas y la indiferencia ignaciana.
En los EE se va a ordenar mi vida en todo…, no sólo en mi directa relación con Dios, sino en todo aquello
que pueda interferir o ayudar para esta relación.

♦ PRIMER PUNTO: FIN DE LAS CRIATURAS


En esta segunda parte del principio y fundamento consideraremos el lugar que ocupan las criaturas
en mi vida. Pues quizás el lugar que ocupan ahora no es el lugar que tendrían que ocupar.
No hay duda que lo más importante es mi relación con Dios. Cómo estoy para con Dios, cuánto lo
amo, cuánto lo conozco, cuánto lo busco. Pero San Ignacio no se le escapa que puede haber algo que
puede interferir en ésa relación con Dios, por eso además de ordenarme directamente a Dios tengo
que ordenar las cosas que pueden ayudarme o ser totalmente contrarias a ése buscar a Dios y ésas
cosas son las criaturas.
En primer lugar digamos qué son las criaturas. “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y
servir a Dios Nuestro Señor y mediante esto salvar su alma. Y las otras cosas sobre la faz de la tierra…”
¿Qué son las otras cosas?
Las otras cosas son todo lo que no es ni Dios ni yo. Todo es todo. O sea no solamente cosas físicas
sino circunstancias, hechos históricos, personas, todo lo que no es ni Dios ni yo. También las cosas
sobrenaturales. La gracia es una cosa, las virtudes, todo, todo lo sobrenatural que a veces es más difícil
verlo como una cosa porque está como divinizado pero no es ni Dios ni yo, no son ni uno ni el otro.

P. Gustavo Lombardo
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Dios en su sabiduría hizo todas esas cosas con un orden determinado. En la creación no hizo nada
al azar, absolutamente nada, por tanto hay que descubrir ése orden que Dios les quiso poner para
ubicarlas en mi inteligencia, en mi voluntad, en mi vida, en el lugar que Dios les dio desde siempre.
“Y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre y le ayuden para la
prosecución del fin para el cual fue creado.”
Son creadas para nosotros. Que eso es algo grandísimo. Cómo Dios va a crear tantas cosas para
nosotros. El Universo podría ser mucho más pequeño, mucho menos bello. Pero no fueron creadas
para nosotros para un absoluto, sino que para que nos ayuden a alcanzar el fin, y si no las usamos para
eso son totalmente contrarias a nosotros. Es una paradoja pero una misma cosa que puede ser buena
que me puede servir para llegar a Dios, si la uso mal es un obstáculo. Puede ser un trampolín para
saltar a Dios pero si la uso mal se transforma en una pared. Si las uso bien son transparentes: dejan ver
a Dios atrás y me ayudan a verlo mejor, no sólo son transparentes sino que son como una lupa. Si las
uso mal se oscurecen y ya no se ve nada. Incluso a veces se espejan, porque me veo yo en esas cosas, y
entonces se transforma en un usarlas para mí mismo, para mi fin y tampoco me dejan ver a Dios. Y es
en ése preciso momento cuando las cosas además de apartarme de Dios me empiezan a dañar. San
Juan de la Cruz tiene capítulos y capítulos en los que nos habla sobre esto, cómo las cosas dañan al
hombre cuando no las utiliza para el fin que Dios les tiene determinado, inquietan, esclavizan, tiranizan
porque son buenos siervos pero malos patrones.
Y mientras las cosas las tenemos como siervas nuestras, como esclavas nuestras en el sentido de
que somos dueños y señores de éstas son buenas siervas. Pero si las ponemos como patrones nuestros
nos esclavizan, porque no es el fin para el cual Dios nos las dio.
Imagínense a un niño que le regalan una computadora y lo único que hace es usar la calculadora
porque piensa que es para eso, y, todas las virtualidades que tiene ésta, todo el bien que se puede
hacer, y no se usa, porque la computadora no tiene ése fin, o cualquier otra cosa ridícula ustedes se
pueden imaginar. Bueno, así somos de ridículos cuando usamos las criaturas para otra cosa distinta de
las que Dios pensó para ellas.
Y todo esto de hacer mal uso de las criaturas, es lo que propaga el mundo, o sea, todos los
principios del mundo son: gocemos de las criaturas, usémoslas todas a cómo nos vengan las ganas,
disfrutemos de ellas, pisemos a los demás si es necesario, olvidémonos de Dios.
Cuánta gente se guía por éste principio: me gusta o no me gusta, aunque no lo digan abiertamente,
y esto es totalmente contrario a lo que Dios pensó para ellas. Y en parte nosotros también podemos
vivir así, por eso es bueno meditarlo.
"...Buscad primero el Reino de los cielos y lo demás se os dará por añadidura...". Por eso el que busca
primero a Dios, incluso de las mismas criaturas goza muchísimo más.
Por tanto a las criaturas se las puede amar bien.

♦ SEGUNDO PUNTO: INDIFERENCIA IGNACIANA


Esto es fácil de entender pero muy difícil de obrar.
Casanovas dice: “La verdad de principio y fundamento se puede explicar filosóficamente o
teológicamente. San Ignacio la explica prácticamente”.
“De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de ellas cuanto le ayuden para su fin y tanto
debe quitarse de ellas cuanto para ello le impiden, por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las

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cosas creadas en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío y no le está prohibido, en tal
manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que
deshonor, vida larga que corta y por consiguiente en todo lo demás, solamente deseando y eligiendo lo que
más nos conduce para el fin el cual somos creados”

Es algo bien lógico, si uno entendió lo primero, estamos creados para Dios, y las criaturas están
creadas para nosotros, para ayudarnos a llegar a ése fin que es Dios. Se sigue necesariamente que usemos
de ellas tanto cuanto nos ayuden a llegar y nos alejemos tanto cuanto nos impidan. Y de allí se sigue la
indiferencia.
Es menester hacernos indiferentes. La indiferencia de la que habla San Ignacio es una indiferencia
racional, no sensible.
No es indiferencia del apático, ni del abúlico ni la del tonto.
Sin duda que es más lindo estar sano que enfermo, nadie puede decir lo contrario. Sensiblemente la
razón puede distinguir eso, sensiblemente me gustaría más. Y ¿cuál es la indiferencia entonces? Que si es la
voluntad de Dios, o sea si me ayuda a llegar al fin por el cual estoy creado, me da lo mismo, o sea puedo
elegir una cosa o la otra, eso me da lo mismo, puedo elegir. Soy libre de que a pesar de que me gusta más
esto que lo otro (sensibilidad), soy libre para elegir lo que más, el magis ignaciano, me conduzca a Dios.
Solamente deseando y eligiendo lo que más…

¿Qué es indiferencia?
Indiferencia es una palabra negativa que significa carencia de afección, de amores. Estamos hablando
siempre del orden de la voluntad no de amores sensibles.
De todos modos tiene una parte muy positiva, que es la más importante y es el hecho de que al carecer
de una inclinación de la voluntad, que la voluntad sea libre, me va a dejar elegir (acto positivo) lo que sea
más perfecto. Amar entrañablemente el fin y subordinar los amores a ése fin, eso hace la indiferencia.
Y sin embargo ésta indiferencia racional, mientras más se adueñe de toda nuestra sensibilidad mucho
más firme van a ser nuestros principios, nuestro modo de obrar, muchas más convicciones vamos a tener.
A un santo le gusta mucho más hacer lo que está bien que lo que está mal porque ya ha logrado con
años de práctica de la virtud, de hacer agere contra de que esa indiferencia se adueñe de si mismo,
entonces el deber y el gusto se hacen una sola cosa, a eso tenemos que llegar.
Puede que pasen muchos años, puede que haya cosas que nunca logremos alcanzar pero justamente allí
está la lucha, pues siempre habrá tentaciones, pero no conformarnos con el hecho de decir: “Bueno, sí, yo lo
entiendo, tengo que ser indiferente podría elegir…” Y la sensibilidad quiere totalmente otra cosa y hay que
ganarle, hay que hacer un poco de esfuerzo, para que la voluntad vaya reinando cada vez más en todo
nuestro ser no sólo en la parte superior, sabiendo que puede llevar años, sabiendo además que nunca se
acaba la lucha del todo.
"El que ama al Señor, debe vivir con entrañable cuidado para conocer la Voluntad del Señor y ésta
sabida, cumplirla, y si alguna vez por flaqueza la traspasó, debe llorarlo mucho, y guardarse con doblado
cuidado de volver a dar enojo a El, que es hombre de sus ojos y entraña de su corazón" (San Juan de
Ávila).

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Amar al Señor, cumplir Su Voluntad. No se puede hacer las dos cosas si no está la indiferencia.
Por eso la falta de indiferencia por ese amor primero que tenemos que tener a Dios, hay que llorarlas,
hay que arrepentirse.

Si yo no soy indiferente a las cosas es porque no amo suficientemente a Dios.

El P. Buela decía: “Sólo aquel que sabe doblar sus rodillas ante el único Señor, ante Dios, es
capaz de no doblarlas ante las criaturas”.

Las cosas tienen que ser como una alfombra. Uno va a comprar una alfombra que puede ser
muy linda y por eso la compra y la quiere para su uso, y la usa pisándola, sin ningún problema porque
es una alfombra para eso está. Así con todas las criaturas, tenemos que usar de ellas porque Dios las
ha dado, y usarlas pisándolas en el sentido de que nada puede ser dueñas y señoras nuestras.

Somos, por el bautismo con Cristo, sacerdotes (sacerdocio común de los fieles y ministerial los
sacerdotes), profetas y reyes. Por ser reyes, la reyecía del cristiano es justamente pisar las criaturas.
No puede una vil criatura apartarme un centímetro ni hacerme perder un segundo de tiempo, hay que
odiarlas en ése sentido cuando hagan eso.

Pidámosle a la Virgen de Aránzazu, ante cuya imagen San Ignacio meditó antes de comenzar los
Ejercicios, que nos dé la gracia de entender y gustar internamente la hermosura y la fuerza que tienen
estas verdades.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

P. Gustavo Lombardo
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