La Relación de Ayuda en El Acompañamiento de Los Enfermos
La Relación de Ayuda en El Acompañamiento de Los Enfermos
La Relación de Ayuda en El Acompañamiento de Los Enfermos
“El cristianismo tiene un mensaje de vida que anunciar no solo a aquellos que sufren, sino
también a aquellos que deciden ayudar y acompañar a los enfermos”1
Introducción
“Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él” (1Cor 12,26). San Pablo
dirigía estas palabras a los cristianos de Corinto, exhortándolos a construir una comunidad
en la cual floreciera la solidaridad fraterna, el compartir lo que se es y lo que se posee, el
interés que te lleva a vibrar ante la alegría y el sufrimiento de los otros. (Cfr. Hech 2,42-
48).
No cabe duda, realmente, que la sensibilidad hacia aquellos que están atravesando
un periodo difícil de sufrimiento constituye uno de los parámetros más importantes para
valorar el grado de comunión de una comunidad eclesiástica. Como afirma Juan Pablo II
en el Motu Proprio “Dolentium Hominum'', el servicio hacia los enfermos y los que sufren
es “parte integral de la misión de la Iglesia” (n. 1). La afirmación del Papa está basada en
las palabras pronunciadas por Cristo al conferir su mandato a sus discípulos.
“Llamando a Sus doce discípulos, Jesús les dio poder sobre los espíritus
inmundos para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. (Y les dijo:) Y
cuando vayan, prediquen diciendo: El reino de los cielos está cerca. Sanen enfermos,
resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios; de gracia recibieron, den de
gracia”. (Mt 10,1. 7-8).
El cuidado del enfermo, por lo tanto “no está de más, no es una opción, algo
reservado a una élite… Se trata de una obediencia al mandamiento de Cristo, ser partícipe
de su gracia de sanación y recuperación: esta obediencia y participación forman parte de
la vida de la Iglesia, mejor dicho, de su naturaleza profunda.”2
Al llevar a cabo su misión con los que sufren, la comunidad eclesial continúa la
labor de Cristo “médico de cuerpos y de almas”, apropiándose de sus gestos, de su manera
de consolar y sanar.
1
Consulta nazionale per la Pastorale della salute, La pastorale della salute nella Chiesa Italiana,
Roma 1989, n. 18.
2
D. TETTAMANZI, La Conferenza episcopale e l'evangelizzazione in campo sanitario, in
“Dolentium Hominum”, 2(1992), p. 53.
2
La relación de ayuda
Entre las imágenes que ilustran la relación de ayuda, aquella de caminar juntos es
quizás una de las más inmediatas y realistas. Dicha imagen deja claro que entre quien
ayuda y quien es ayudado existe un intercambio del destino humano que protege de
cualquier sentido de superioridad. Acompañante y acompañado, de hecho, recorren el
mismo camino –el camino de la vida- interpretando las señales que indican la dirección
correcta; son copartícipes de los mismos miedos y esperanzas; descubren las tentaciones
de la desesperación y de la superficialidad; disfrutan los momentos de descanso y la
conquista de nuevas etapas; identifican las señales de la presencia del Señor.
El uso de las relaciones personales para ayudar a los que se encuentran viviendo
situaciones difíciles a causa de la enfermedad es una práctica común que desde siempre
se ha llevado a cabo en diferentes contextos, sobre todo en la familia y en los grupos de
amigos. También en la comunidad eclesial siempre ha habido personas dispuestas a dar
apoyo, ánimo y consejo a los enfermos, ofreciéndoles el regalo de la calidad humana y
las fuentes de la fe.
3
Cfr. A. BRUSCO, La relazione pastorale di aiuto, Camilliane, Torino, 1993, pp. 24-25.
3
Esto significa que quien quiera caminar junto a los enfermos para ayudarlos a vivir
positivamente la difícil experiencia del sufrimiento está llamado a tomar conciencia,
aceptar e incluir los aspectos negativos de la propia experiencia, consecuencia de la
condición humana final. Se trata de aquella dimensión nocturna de la vida, que incluye el
sufrimiento, la enfermedad y la muerte.
Para integrar las propias heridas, el líder pastoral está llamado a recorrer un
camino descrito claramente por algunos pasajes bíblicos, como la lucha de Jacob
enfrentándose a lo desconocido a mitad de la noche (Gn 32,26), el destino del grano de
trigo que debe caer en el surco y morir para producir nueva vida (Jn 12,24), el
resplandecer de la luz para “aquellos que viven en región y sombra de muerte” (Mt 4,16)
el misterio pascual de la muerte y resurrección…
4
“Sanar no significa, entonces, primero eliminar los dolores, sino revelar que
nuestros dolores están incluidos en un sufrimiento mayor, que nuestra experiencia forma
parte de la experiencia de aquel que dijo: ¿No era necesario que el Cristo padeciera
todas estas cosas para entrar en Su gloria?” (Lc 24, 26).5
Según una declaración de Carl Jung6, el creyente debería ser capaz de identificar
al Cristo en la parte enferma presente en nuestra persona. De esta manera el psiquiatra
suizo escribe, respondiendo a la carta de una señora:
Al integrar las heridas propias, quien acompaña a los enfermos puede lograr
convertir el sufrimiento propio en una fuente de sanación para los demás. ¿No ha sido así
la experiencia de Jesús? Interpretando al profeta Isaías, “De sus heridas hemos sido
curados” (Cfr. Mt 8,16-17).
4
H. NOUWEN, La memoria viva de Jesucristo, Guadalupe, Buenos Aires, 1987, p. 22.
5
Ib., p. 23.
6
Citato in: L. GUCCINI, ``La via della debolezza e del perdono'', in: Testimoni, 20 (1992), p. 22.
7
H. NOUWEN, Il guaritore ferito, Queriniana, Brescia, 1982, p. 76.
5
Existen víctimas de la violencia, que yacen al borde del camino que va a Jericó.
La situación de sufrimiento a menudo los margina de la sociedad. En los países en vías
de desarrollo esto ocurre a causa de la pobreza, en aquellos del mundo occidental ocurre
debido a que su presencia perturba el estilo de vida típico de la cultura en la que se
encuentran viviendo. Son los leprosos de los tiempos de Jesús, que ahora adoptan otros
nombres: pacientes con SIDA, drogadictos, enfermos no autosuficientes, enfermos
mentales… Muchos de ellos no tienen voz, son incapaces de proclamar sus derechos, sin
compañía, confinados a una soledad preocupante.
Cristo caminó con todos estos grupos de enfermos. Divino samaritano de las
almas y de los cuerpos, se inclinó ante sus heridas derramando “el aceite del consuelo y
el vino de la esperanza”8, ayudándolos a ver desde una perspectiva diferente su difícil
experiencia.
Silencio respetuoso.
8
Prefazio comune VIII.
6
9
C.M. MARTINI, L'evangelizzazione secondo Luca, Ancora, Milano, 1980, p. 37.
10
S. AMBROGIO, Commento ai Salmi
11
G. COLOMBERO, Dalle parole al dialogo Paoline, Milano, 1987, p. 207.
7
Reducir los tiempos de escucha, caer en la tentación de haber entendido todo, tener
prisa o exigencias, romper el fluir de las palabras del otro… aunque sea para decirle que
Dios lo ama y lo acepta, resulta un modo irónico de descalificar lo vivido por quien habla,
de reducir o trivializar el valor existencial. Quien valora o aconseja sin haber escuchado
a largo plazo crea dependencia o puede poner en peligro la relación, estas son señales
claras de que no se está viviendo la dimensión relacional de la escucha”.12
I.1 (En cuanto me ve) Padre, lo mandé llamar porque quiero que rece mucho por mí, por
eso le dije a la voluntaria que lo llamara.
S.1 ¿Y porqué quiere que yo rece mucho por usted?
I.2 Usted es padre y Dios lo escucha… No creo que a mí me preste atención…
S.2 ¿Y porqué no cree que Dios le preste atención?
I.3 Porque me he portado mal con él, padre (tose). No creo que me escuche. Quizá me
está castigando por mis pecados.
S.3 El Señor no castiga a nadie, señora. Piense más bien que dios es misericordioso y
perdona siempre.
I.4 No creo que me perdone… por las cosas que he hecho.
S.4 No se preocupe, por eso: no importa cuán grandes que sean sus pecados, si está
arrepentida Dios la perdonará.
I.5 Padre, he hecho de todo y creo que de aquí no saldré. Dígale al Señor que no me deje
morir. Si salgo viva de esta, volveré a la iglesia (tose). Tengo dos hijos que me
gustaría volver a ver…
S.5 Dios es amor, señora, Él hará que usted pueda volver a ver a sus hijos, pues estoy
seguro que le devolverá la salud. Aproveche estos días de enfermedad para pensar
en cómo Dios le está enseñando el camino de la verdad… Ya ha comenzado a
conocerlo.
I.6 ¡Conocerlo! ¿Es fácil conocer a un Dios que nunca se deja ver o escuchar?
S.6 ¡No diga eso! Dios siempre ha estado con usted, incluso cuando no lo ha sentido.
Piense que Jesús murió en la cruz y resucitó porque la ama.
I.7 ¿Y cómo es que nunca lo he podido encontrar? Toda mi vida ha sido un desastre… A
pesar de todo, espero que Dios me de otra oportunidad… (me quedo en silencio
mientras ella sigue hablando). Todas las personas que consideraba mis amigas me
han abandonado. De mi familia, solo una hermana viene de vez en cuando a
visitarme, pero siempre tiene prisa. Los doctores y las enfermeras hablan entre ellos,
pero siempre se mantienen a distancia. No sé porqué me trajeron aquí… Debieron
dejarme en casa, si de todas maneras voy a morir…
12
G. SALONIA, Kairòs, EDB, 1994, p. 78.
8
S.7 ¡No hable de esa manera, señora! Dios es bueno, y aunque todos la abandonaran, Él
nunca la dejará sola. Confíe en Él y verá… (En ese momento ella guarda silencio.
Me ve a los ojos y su mirada dice más que las palabras. Permanezco en silencio,
concentrando mi atención en aquella mujer que, sin decir sus pecados, insiste en decir
que su culpa es grande y que no quiere morir. De pronto me toma la mano izquierda
y me ruega que llame a las voluntarias para que le canten alguna canción de iglesia.
Tras llamarlas, comienzan a cantar para ella, mientras sus ojos brillan y se tornan
transparentes. Aprieta de nuevo mi mano… luego, paulatinamente, las fuerzas la van
abandonando. Comienza a cerrar los ojos poco a poco, y de vez en cuando vuelve a
abrirlos fatigosamente… hasta que los cierra para siempre. Ida es la primera persona
a la que he visto morir. En los días siguientes he pensado mucho en Ida, y en la
conversación que tuve con ella. Una mujer sola había muerto acompañada; una mujer
alejada de Dios había muerto experimentando su proximidad. Más tarde supe que
tenía SIDA, que había contraído en su actividad de prostituta).13
La reacción empática.
“Sentir el mundo más íntimo de los valores personales del cliente como si fuera
el propio, pero sin perder nunca la condición del “como si” es empatía. Sentir su
confusión, o su timidez, su ira o su sensación de ser tratado injustamente como si fueran
propios, sentir, pero sin que el propio miedo, o la propia desconfianza se confundan con
los suyos, tal es la condición que estoy intentando describir y que estimo esencial para
establecer una relación productiva”.14
La actitud empática permite al paciente identificarse con esa libertad que viene
del sentirse comprendido, haciendo surgir así sus reacciones a la enfermedad. El estado
de enfermedad, sin duda, provoca siempre un estado de crisis profunda ya sea biológica
– por el dolor, los malestares y las limitaciones que conlleva – o existenciales, por las
repercusiones que tiene en el estilo de vida, en la identidad, en el desarrollo de proyectos
y en la espiritualidad del individuo. La enfermedad “desorienta la propia identidad:
interrumpe y desorganiza el ritmo de vida habitual, afecta las relaciones con su cuerpo y
con el mundo en el que vive, es una situación que modifica y hace perder los roles
profesionales y familiares”.15 Implica la construcción de nuevos modelos de
13
Il dialogo è tratto da: A. Pangrazzi, Sii un girasole accanto ai salici piangenti,dialoghi
con i malati, Camilliane, Torino, 2002, pp.64-65.
14
C.R. ROGERS, La terapia centrata sul cliente, Martinelli, Firenze, 1970, pp. 92-93.
15
L. SANDRIN, A. BRUSCO, G. POLICANTE, Capire e aiutare il malato, Camilliane,
Torino1989, p. 23.
9
Hay que tener presente, por último, que la empatía vuelve vulnerable a quien la
practica. Dejando que la experiencia del enfermo llegue a su interior, quien acompaña al
enfermo se expone inevitablemente al riesgo de ser herido por lo que se le comunica. Si
me abro al escuchar la canción que el enfermo hace sonar en mi corazón, no puedo evitar
ser tocado por sus notas. Sin el riesgo de la vulnerabilidad es fácil caer en la indiferencia,
convirtiéndose en víctimas de todos esos mecanismos de defensa que impiden la
implicación emocional; tener prisa, huir, usar a estereotipos, refugiarse en gestos
rituales…
16
H. NOUWEN, Il guaritore ferito, Queriniana, Brescia, 1982, p. 68.
10
En este fragmento del diálogo parece que el líder pastoral se esfuerza por entender
a la paciente, por entrar en su mundo, sin empatizar con ella. Acepta sus sentimientos sin
emitir una evaluación. Sintiéndose comprendida, la enferma se siente animada a seguir
manifestando su estado de ánimo, rompiendo así el círculo de soledad en que parecía
atrapada.
interpretaciones. Sin embargo, es importante que tales intervenciones sean precedidas por
la comunicación empática, es decir, por una actitud de comprensión.
Además de los sentimientos y de las emociones, el dialogo con los enfermos hace
que surjan también las necesidades. Estas están profundas en todos los aspectos de la
persona, de la biológica a la espiritual. Aun teniendo en cuenta todas las necesidades, en
la relación de ayuda es bueno prestar atención sobre todo a las existenciales y las
espirituales, entre las que pueden estar incluidas las siguientes:
17
G. SALONIA, o. c., p. 76.
12
Cada situación crítica hace surgir los porqués en la persona que la vive. Para quien
atraviesa el vado de la enfermedad, es muy importante encontrarle sentido a lo que le
sucede. Consciente o inconscientemente tienen dudas acerca del sufrimiento y de la
muerte.
A menudo tales porqués van dirigidos a Dios. El enfermo se cuestiona la existencia del
Señor, esforzándose por conciliar la fe y las situaciones de dolor. Como se ven en el
siguiente diálogo entre un capellán de un hospital y una enferma de cáncer:
(A= Capellán a= enferma)
18
Sia lo psicologo che l'accompagnatore pastorale sono chiamati a praticare la considerazione
positiva in tutte le sue espressioni. Tuttavia mentre il primo lo fa perchè è convintocce senza tali
atteggiamenti è difficile che si attui il processo terapeutico, l'altro è motivato dal fatto che in essa
si rispecchia la relazione di Dio nei confronti dell'uomo (Cfr. A. BRUSCO, La relazione pastorale
di aiuto, Camilliane, Torino, 1993, p. 85).
13
A9: El poder hablarme de usted, de su sufrimiento la hace sentir un poco mejor, el deseo
de ser un poco diferente…
…
Enfermera: Creo que lo podemos programar, Sally. Mientras tanto, ¿Puedo ayudarte?
Enferma: Bien, bien… yo sé que estoy muriendo y que no hay ninguna esperanza real. Sé
que puede ser en un mes o en un año, y no quiero estar aquí sentada esperando morir.
Quiero que me dé algo, tu sabes, de modo que me vaya a dormir y nunca despierte…
he escuchado de algunos doctores que hacen esto.
Enfermera: No creo que el doctor se encuentre disponible para esto. También deberías
pensar en los demás.
Enferma: ¿En quién por ejemplo? No tengo padres, ni hijos que me lloren. Podría estar
prácticamente muerta.
Enfermera: ¡Ah! ¿enserio? ¿Y que hay de mí y mi compañera? ¿No contamos como
personas que llorarán cuando mueras?
Enferma: Ah, tu, es sólo tu trabajo, ¿no es así? ¿sólo un trabajo?
Enfermera: Este es mi trabajo, Sally, pero no es solo un trabajo. Trabajo aquí porque
quiero. Quiero formar parte de la vida de otras personas, especialmente de aquellos
como tú, que no tienen a nadie que se preocupe. Quiero asegurarme que cualquiera
en este lugar sepa que alguien le dará su tiempo y amor. Y yo lloraré cuando te
vallas, Sally, del mismo modo que lloré cuando Maud murió, ayer. No soy tu hija,
Sally, lo sé, pero me preocupas. No descarte esto, pensando que sólo hago mi
trabajo.
Enferma: No te pongas sentimental; ¿Porqué deberías preocuparte por una vieja
quisquillosa que se irá en unas pocas semanas?
Enfermera: Hay muchas razones, Sally. Una es que fácilmente podría estar en el lugar
en donde estás tú; el cáncer afecta a un gran número de personas y podría afectarme
a mí también. La otra razón, Sally, es que muchas veces me he sentido desesperada
y queriendo morir y acabar de una vez con todo y alguien me ha tendido la mano en
el momento justo.
Enferma: (después de una pausa) ¿Verdaderamente te importo, me refiero a que no es
solo por el trabajo?
Enfermera: (tomando la mano de Sally) Si, Sally, me importas.
14
¿Y no es tal vez una relación genuina y fiel la que puede convertirse en fuente de
esperanza? Así lo expresaba un paciente:
“Qué razones tengo para esperar. Me dice ella. Ella que me conoce me dice que puedo
tener esperanza. Pero sinceramente; no se burla de mi como todos los demás que solo
saben decirme: “¡Ya verás, te mejorarás!”. ¿Qué puede ser mejor para mí? La cabeza
me… Nadie se imagina el dolor que siento en la cabeza. No puedo ni estar sentado, ni
leer, a mí que tanto me gustaba leer. Ya no tengo nada… no me queda nada. Sin embargo,
tengo que tener esperanza. Lo piden. Y así, además de estar desesperado tengo que hacer
como si no lo estuviera. Me dice qué he venido a hacer con todo este dolor. ¡A veces no
puedo más! Tengo miedo, pero solo espero morir. Me dice qué debo decidir, qué debo
esperar…”.
¿Como ayudar a una persona que manifiesta dramáticamente sus molestias físicas,
psíquicas y espirituales? Como hacer que sienta en su corazón las palabras del salmista:
“Aunque pase por el valle de sombra de muerte/ No temeré mal alguno, porque Tú estás
conmigo. / Tu vara y Tu cayado/ me infunden aliento.” (Sal 23,4)
19
COLOMBERO G., La malattia, una stagione per il coraggio, Paoline, Roma 1981, p. 51.
15
Señalar con la palabra y, sobre todo con la presencia, la certeza de ese amanecer
es una de las misiones de la relación de ayuda con aquellos que sufren.
Eso es lo que intentó hacer el líder pastoral que conoció a la madre de un niño con
hidrocefalia:
La superación personal
Un buen intento para lograr tal objetivo se ve en la conversación de un capellán con una
señora internada por una sospecha de cáncer de mama. El líder pastoral la escucha con
empatía, promoviendo eficazmente el decir de la paciente. En cierto momento, la
conversación toma el rumbo siguiente:
B13: (…) Ayer, después de que se fue mi marido me sentí perdida, como decirlo… como
pez fuera del agua, y muy insegura. No pude evitar sumergirme en mis pensamientos
que me han inquietado y preocupado. Se dará cuenta, en unas cuantas semanas, al
encontrarme lidiando con tal duda, que significa muerte o vida, para mí significó
pasar del sol de las mañanas plenas – entre la escuela y la casa- - a la niebla, si, así
como lo hicimos en la autopista, donde todo podía suceder. (Nos miramos a los ojos,
en silencio. Puse la mano derecha en su espalda y con voz cas llorando, comentó…)
Es triste, Padre, déjeme decirle. (Pausa, sentía su respiración jadeante; vivía
intensamente, dentro de mí, su miedo mientras mantenía mi mano en su espalda,
dándole pequeños golpes tranquilizadores)
A14: Si entendí bien, usted siente la ausencia de su marido y desea tener pronto una
respuesta que la tranquilice.
B14: Precisamente. Que me digan si hay o no hay tumor. Es el primer paso, importante
diría yo. Después ya veremos, pero, para mí, en este momento la duda es más horrible
que la realidad.
A15: (Pausa) ¿La Fe le ayuda?
B15: (Piensa) Toca un tema que tiene resonancia en mí. Debo ser sincera. La
incertidumbre en la que vivo me tomó desprevenida. No me enojé con Dios en quien
he pensado muy poco, sobre todo en este periodo. Me parece estar viviendo dos fases
totalmente independientes y diferentes. La experiencia del dolor y la experiencia de
la fe. Jamás conecto ambas cosas, la fe no influencia mi vida diaria y ahora mi
sufrimiento.
A16: ¿Eso quiere decir que una cosa es creer, y otra cosa es sufrir?
20
Cfr. J.L. CARAVIAS, Fe y dolor, respuestas bíblicas ante el dolor humano, Selare, Santafé di
Bogotá , 1993, p. 18.
17
B16: Me temo que así es. Y pienso que lo que depende de mi fe es un tanto superficial.
Pero me doy cuenta que me cuesta explicarlo. Son pensamientos a los que no estoy
acostumbrada.
A17: ¿Cree que, aun así, le haría bien?
B17: Creo que puedo, honestamente, decir que si.
A18: Si, entonces, lo considera útil, en las próximas reuniones podríamos enfocarnos en
eso, con sencillez y sin pretensiones.
B18: Está bien, Padre. Estoy contenta por su visita y por lo que me ha hecho pensar. Creo
que… la niebla, dentro de mí, se ha disipado. Lo espero para ahuyentar lo que queda.
…
-Necesidad de reconciliación.
21
SALONIA G., o.c., p. 84.
18
afirmación. Entre tantas, no hay ninguna que resulte más evidente: ninguno puede
sustituir a la conciencia de la persona y decidir por él”. 22
22
G. COLOMBERO, La malattia, una stagione per il coraggio, Paoline, Roma, 1981, p.69.
19
Para lograr tal objetivo, éste puede recurrir a la información, evitando que suene
a sermón y preocupándose por pedir el feed-back del interlocutor para comprobar su
comprensión y su reacción.
En este caso, resulta eficaz el uso de aquella actitud tan importante en la relación
de ayuda, denominada confrontación. Esta consiste en poner al enfermo frente a las
situaciones que está viviendo de manera que pueda ver los aspectos positivos y negativos,
los coherentes y los incoherentes. La incoherencia puede detectarse dentro de dos
afirmaciones verbales, entre una aserción verbal y una no verbal, entre la teoría y la
práctica: “Los valores de la moral cristiana tienen sentido para ella, sin embargo, la
aplicación de los mismos produce muchos problemas”, o bien: “¿Cómo conciliar los
valores morales que dice tener con su actual comportamiento? ...”
Para que la confrontación pueda lograr una verdadera forma de ayuda no debe
tomar la forma de un juicio, de un ataque o de una condena. Además, es necesario que
sea precedido por una aceptación comprensiva, sin la cual se convertiría en simple
moralismo, y acompañado de la paciencia propia de quien sabe que el cambio es a
menudo un proceso largo y pesado. Son importantes las palabras del texto de San
Ambrosio, citado anteriormente:
Estrategias y técnicas.
El camino de la relación de ayuda trazado hasta ahora podrá ser recorrido con
mayor eficacia si la acompañante toma en cuenta las siguientes indicaciones.
Las preguntas del acompañamiento espiritual por parte del enfermo son más
frecuentes de lo que pueda parecer a simple vista. A veces se expresan de manera
explícita, otras veces implícitamente, mediante el uso de símbolos.
De gran importancia para este tema es la siguiente poesía de D. M. TUROLDO:
Mientras los días se ralentizan/ Uno más que el otro/ Y otro aún más, Y la noche te exilia
A los negros desiertos: ¡Aquellas infinitas y brillantes noches!
Y los techos y las paredes/ Que ya no están/ Perdido en un mar sin playa./ Y el
interminable pasillo / Un túnel bajo el mar
Donde te acompaña sólo/ Una luz amarilla/ Que resplandece/ Nadie sabe dónde.
20
No debemos perder de vista aquella luz amarilla. Es un mensaje que indica a donde
ha llegado el paciente en su camino. Esta puede tener muchos nombres, entre los cuales
está el de la fe.
Otro medio mediante el cual el enfermo envía sus mensajes es el gemido del espíritu,
presente en cada persona.
Un acompañante eficaz es aquel que tiene un oído tan fino para captar el diapasón,
la nota apenas perceptible del Espíritu que gime, para hacerla crecer, distinguiéndola de
todas las imitaciones”. A veces se manifiesta mediante el ruego popular o ciertos gestos
de apariencia supersticiosa. En este caso, el líder pastoral, rehuyendo al comportamiento
de burla o de condena, debe mostrar comprensión y ayudar al enfermo a comenzar un
proceso de purificación de las imágenes de Dios y de las preguntas dirigidas a él.
Iría contra todas las reglas de la relación de ayuda, el acompañante que llevara a
cabo sus encuentros guiado por un comportamiento manipulador, queriendo hacer
perdedores, o tendiéndole trampas a los enfermos para que respondan a sus objetivos
(confesiones, comuniones, unciones de los enfermos…).
En todo individuo hay una respuesta potencial a esta cuestión: ¿Qué es lo que me
hace vivir? Se trata de ayudar a la persona a usar tal potencial, convertido en habilidades,
en cultura, en experiencia, en fe. En el ámbito de la religión cristiana se ofrecen
numerosas ayudas, desde la oración hasta los sacramentos entre otras prácticas. Vale
mucho al responder a estas necesidades la manera de presentar y de ofrecer tales recursos.
23
P. GAUDETTE, Mon père, éclairez-moi, s'il vous plait, in : «Prêtre e Pasteur», juin
1982, p. 352 ; cfr. A. Brusco, La decisione morale. Note per una relazione di aiuto, in:
«Anime e corpi», 120(1985), pp. 355-364; Id.
21
Éste es el diálogo:
“El médico sabe esperar el momento justo para conceder la ayuda médica ante las
enfermedades, cuando estas han superado su acceso, pues – así lo afirman – una
enfermedad aguda, inmadura no se opone a los remedios terapéuticos, ni puede
beneficiarle.
Y cuanto más debemos esperar el momento justo en el que pueda fluir, rápida y
sanamente, nuestra palabra, que da la sensación, no de reavivar el dolor, sino de
calmarlo. La virulencia del dolor presiona, y oprime el corazón de la afligida, que ha
perdido a su marido o hijo de muerte prematura. ¡No hay prisa! Ella ni siquiera te está
escuchando, no antes de que haya disminuido el acceso del dolor. Muchas veces tuvimos
la oportunidad de ver las peleas, surgidas precisamente por los intentos de consuelo”.
“el método progresivo el estímulo, de la pregunta, del conocer poco a poco el problema.
Aquí Jesús, sabio evangelista pedagogo, que ayuda a ambos a ayudarse, no los sorprende
con su visión profética, diciéndoles que estaban equivocados, sino más bien hace que
ellos aclaren lo que tienen dentro, que tomen conciencia de lo que han hecho y vivido,
que resuelvan sus problemas internos, objetivándolos”.24
24
MARTINI, C.M., La radicalitaá della fede, Piemme, Casale M., 1989, p. 18.
23
En el ámbito cristiano, las actitudes de quienes tienen una relación de ayuda con
los enfermos, descritas anteriormente, encuentran una síntesis en el agápē, es decir, en el
amor sobrenatural, en aquella caridad pastoral de la que habla Juan Pablo II en la
Exhortación apostólica Pastores dabo vobis (n. 72), que conduce a amar al prójimo por
amor a Dios. Como regalo del Señor antes que, como logro personal, el agápē penetra el
corazón que lo acoge y vitaliza el origen de la acogida, de la paciencia, la comprensión,
del perdón, la fidelidad, la devoción, la solidaridad hasta el amor para el enemigo, para
quien está necesitado y devastado en su ser, para quien está lejos y perdido. Esto tiene las
características de incondicionalidad, gratuidad, universalidad y libertad.
Dar y recibir.
En el caminar junto al enfermo, quien mantiene una relación de ayuda no solo da,
también recibe. Entre los beneficios que pueden enriquecerlo, algunos tienen especial
importancia:
-Una toma de conciencia cada vez más profunda de la condición humana, compuesta de
grandeza y de pobreza, de esperanza y de sacrificio, de vida y de muerte. En la experiencia
de quien sufre, la existencia humana se ve en su fragilidad, pero también en su afectación.
-La sanación de sus heridas. En el libro del profeta Isaías utilizan ciertas expresiones muy
eficaces que resaltan el efecto terapéutico del movimiento interior que conduce hacia el
otro necesitado de ayuda:
“¿No es éste el ayuno que Yo escogí? Desatar las ligaduras de impiedad, soltar las
coyundas del yugo, Dejar ir libres a los oprimidos, y romper todo yugo ¿No es para que
25
MARTINI C.M., o.c., p. 37.
24
compartas tu pan con el hambriento, y recibas en casa a los pobres sin hogar; para que
cuando veas al desnudo lo cubras, y no te escondas de tu semejante? Entonces tu luz
despuntará como la aurora, y tu recuperación brotará con rapidez...” (Is 58, 6-10)
El don servicial hacia quienes sufren tiene el efecto espiritual del ayuno: sana
física y emocionalmente, reduciendo las presiones egoístas, haciendo surgir la dignidad
humana del otro.
“en el sufrimiento- como afirma también la Salvifici Doloris – se esconde una particular
fuerza que acerca interiormente el hombre a Cristo” (n.26): de hecho “Los manantiales
de la fuerza divina brotan precisamente en medio de la debilidad humana.” (Ib. n.27; cfr.
2 Co 12, 9-10)
Conclusión
Hace tiempo apareció en los periódicos una noticia extraña: algunos médicos
estadounidenses identificaron una nueva enfermedad, llamándola “seasonal affective
disorder”, o sea trastorno afectivo estacional. Esta enfermedad consiste en una especie
de depresión debida a la disminución de la luz, sobre todo en aquellos países que están
menos expuestos al sol, o en aquellos ambientes laborales o sociales privados de la
iluminación necesaria. La terapia sugerida por los expertos es la “light therapy” o
fototerapia. Pensando en aquella noticia y relacionándola al mundo de la salud, es
natural asociar la condición del sufrimiento, en sus diversas manifestaciones, a la
temporada carente de luz suficiente.
Cuando una persona es afectada por un malestar físico, psíquico o espiritual, o está cerca
de la muerte se encuentra en una situación de oscuridad. De hecho, los sociólogos y
antropólogos describen la enfermedad, el sufrimiento y la muerte como la dimensión
nocturna de la vida, mientras que atribuyen a los demás aspectos del vivir humano, tales
como la juventud, la vitalidad, la fuerza…, un carácter más luminoso”.
La relación de ayuda, bien aplicada, puede ser una auténtica terapia de luz para
los que se encuentran en la oscuridad causada por la enfermedad y la cercanía de la
muerte. Una luz que ilumine y caliente. Una luz que es mediación del amor tierno y
misericordioso del Señor.