7-Novaro El Debate Contemporaneo Sobre La Representacion Politica

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Desarrollo Econ6mico, vol.

35, N*- 137 (abril-junio 1995)


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NOTAS Y COMENTARIOS

EL DEBATE CONTEMPORANEO
SOBRE LA REPRESENTACION POLITICA*

MARCOS NOVARO**

"Los instrumentos de la democracia, forjados en el siglo XIX, en el alumbramiento de la


era industrial-el Parlamento, el sufragio universal, los partidos politicos- no se han renovado
desde entonces. Seria asombroso que, habiendo todo cambiado en el mundo modemo... las
formas politicas hayan conservado un privilegio de inmutabilidad, que las haya puesto al
abrigo del cambio" (Jacques JULLIARD, Nouvel Observateur, N 1413, 5-11 diciembre, 1991).

En los Oltimos '80 y los primeros '90, tanto en Quienes han pretendido dar cuenta de esta
las democracias consolidadas como en las Illama- situaci6n centraron su atenci6n en dos fen6me-
das nuevas democracias, se ha reactivado un nos que parecen ser los mAs novedosos y rele-
debate que posee una larga tradici6n en el cam- vantes: la crisis de los partidos de masas y
po de la teoria politica. Nos referimos a la pol6- demds organizaciones voluntarias y la emergen-
mica en tomo de la representaci6n, considerada cia de nuevas formas de mediaci6n, por un lado,
en muchas oportunidades como el punto de y la renovada gravitaci6n de figuras que con-
partida y fundamento de las teorfas modernas centran la confianza de los ciudadanos y por lo
de la democracia. tanto la toma de decisiones, por otro. Intentare-
mos a continuaci6n reconstruir el debate en tor-
Esta ubicaci6n privilegiada en el edificio de
la teorfa, que le confiere un papel relevante en la no de estas dos cuestiones, para luego referir-
consideraci6n de cuestiones como la de la legi- nos a las distintas interpretaciones respecto de
las consecuencias que se derivan de ellas, en
timidad de los regimenes, su disefio institucio-
nal, la vinculaci6n entre los ciudadanos y el relaci6n a la crisis de lo politico y el deterioro de
las instituciones democrdticas.
poder, entre otras, es a lavez la raz6n por la cual
su comprensi6n es tan esquiva e intrincada.
Pero las actuales preocupaciones por el tema no 1. De la crisis del parlamentarismo a la
se originan s61o en su carActer parad6jico, sino de la democracia de partidos
en una circunstancia de reciente data: los instru-
Muchos han sugerido que los cambios ac-
mentos y definiciones operativas que hasta hace
tualmente en curso son comparables a los regis-
poco tiempo permitian conciliar trados en las primeras d6cadas de este siglo,
mente la representaci6n y la te6rica y pr.ctica-
democracia, los cuando se derrumb6 el parlamentarismo clAsico
imperativos de la representatividad y los de la y se conform6 en su lugar la democracia de
gobernabilidad hoy resultan ser inaplicables, o
al menos insuficientes. Tal como sostiene Fisiche-
Este articulo es resultado de una investigaci6n
Ila (1983), las prdcticas, vinculos y creencias
sobre la representaci6n politica que estoy desarrollan-
que operan en la vida politica han desbordado do bajo la direcci6n del profesor Jorge Dotti. Agradez-
los estrechos marcos de las formas representa- co los comentarios de Juan Carlos Torre.
tivas establecidas; y es natural entonces que ** Instituto de Investigaciones, Facultad de Cien-
resurjan los viejos y nunca agotados debates en cias Sociales, Universidad de Buenos Aires. [ IE Uriburu
torno de la representaci6n. 950, 69 p. / 1114 Buenos Aires / 'B 962-9942.]

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partidos (Pizzorno, 1983; Manin, 1991). Tambi6n reses, un nuevo principio de identificaci6n entre
entonces la crisis motiv6 una inusitada producti- la sociedad y el Estado. Si bien ellos no evitaban
vidad del pensamiento politico, reactivando en el desajuste entre la manifestaci6n electoral de
particular el debate en torno de la representa- la voluntad de los ciudadanos, fundamento de
ci6n. Los cambios que se estaban produciendo legitimidad del sistema democrAtico, y el gobier-
en la relaci6n entre el Estado y la sociedad, y no de una sociedad organizada, desajuste que
entre el derecho y la polltica, sirvieron de estimu- todavia produce efectos disruptivos en nuestros
lo a pensadores como Kautsky, Lenin, Gramsci, dlas (Zampetti, 1967; De la Morena, 1979), propor-
Ostrogorski, Mosca, Michels, Weber y Kelsen; y cionaban una forma de conjugar ambas dimen-
a Schmitt, por supuesto, quien en los '20 desarro- siones en base a identidades relativamente es-
116 una de las mds profundas crlticas de los tables y consistentes en terminos politicos, eco-
postulados liberales sobre la politica, el derecho n6micos e ideol6gicos. Estas identidades
y, lo que mAs nos interesa, la representaci6n (y a sostenlan los vinculos entre la opini6n piblica y
quien no casualmente hoy se regresa con los gobernantes y articulaban el voto ciudadano
insistencia). con los reclamos y apoyos de grupos sociales
El problema fundamental en ese momento con existencia real (Chueca Rodriguez, 1988).
era que la representaci6n territorial, parlamenta- Asi, actuando como intermediarios entre los
riay de notables, ya no satisfacla a una sociedad electores y el Estado (Duverger, 1956; Zampetti,
organizada en partidos y grupos de inter6s, cu- 1973; Leibholz, 1973), los partidos conciliaban
yos conflictos desbordaban ampliamente las
categorias juridicas del Estado liberal (Maier, una vez
tos, m.s, como antes
la representaci6n antehicieran
elpoder,los parlamen-
al ser "pro-
1988). Pizzorno, que describe este proceso como yecci6n de la sociedad en el Estado", y la repre-
el trd.nsito de la representaci6n liberal a la colecti- sentaci6n del poder, en tanto voceros del Esta-
vista, sehiala que cuando se formaron los parti- do ante la sociedad.

dos de masas y las modernas organizaciones En otras palabras, los partidos, al conformar-
de intereses se crey6 que el profesionalismo se como organizaciones de masas, integrando
politico, el corporativismo y otros fen6menos que una base social, miembros activos y lideres a
se derivaban de aquellos cambios impugnarlan trav6s de programas y discursos ideol6gicos
las ralces mismas de la politica liberal. Y ello mAs o menos consistentes, le incorporaron nue-
despert6 la sospecha de que ya no podria ha- vas dimensiones de representatividad y
blarse de representaci6n: se habla vuelto evi- participaci6n al sistema liberal-parlamentario,
dente que los intereses "representados" no sur- permitiendo la agregaci6n politica y el gobierno
gian espontdneamente de las voluntades indivi- de una sociedad mucho mas compleja que la
duales, que ni siquiera eran previos a su puesta decimon6nica. En realidad, no simplemente in-
representativa (es decir, que no podia conside- corporaron elementos nuevos a la representa-
rarse al "pueblo" una unidad politica a priori); ci6n liberal, sino que alteraron los t6rminos mis-
que los miembros de las organizaciones de inte- mos de la relaci6n. Ahora, los representantes
reses no se correspondian con los sujetos con representaban al partido, y no ya a los electores,
derecho a voto que, formalmente al menos, eran cuya acci6n de elegir reflejaba un vfnculo de
quienes debian ser representados; y que la identidad polftica-partidaria mds que de repre-
deliberaci6n estaba lejos de conformar una vo- sentacidn (Leibholz, 1981)1. Esto trajo por con-
luntad general (Schmitt, 1923; Ollero, 1961). secuencia que, en muchas interpretaciones, la
Con los afios se comprob6, contra todos los cuesti6n de la representaci6n se refiriera exclu-
pron6sticos, que dicha crisis no anunciaba el fin sivamente a los intereses agregados en conflic-
de la representaci6n politica, sino el nacimiento to, que los partidos deblan conciliar. Bajo el
de un nuevo sistema representativo, que pudo influjo de autores como Schumpeter (1942) y
articular identidades, intereses y voluntades de Downs (1957), se Ileg6 por esta via a la conclu-
un modo adecuado a la nueva situaci6n. Los
partidos, resistidos hasta entonces por las teo- 1 Dado que los partidos se definian como "ntcleos
de identificaci6n y expresi6n de los intereses politica-
rias de la representaci6n, fueron poco a poco mente representables" (Pizzorno, 1983, p~g. 317), po-
aceptados como los vehiculos de la unidad po- drfa decirse que, en la democracia de partidos, la iden-
litica del pueblo y la representatividad del go- tidad precede a la representaci6n. Verd6 (1987) y otros
bernante, encargados de encarnar, articulados autores comparten esta opini6n, sobre la que volvere-
mos mas adelante.
estrechamente con las organizaciones de inte-

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si6n de que los vinculos representativos consis- tuciones de representaci6n parlamentaria en


tfan s61o en el intercambio de beneficios entre Europa del Este, provocaron el desaliento de los
electores y elegidos. O bien con ese t6rmino se poco antes entusiastas ciudadanos, y Ilevaron a
aludia a cierto epifen6meno subjetivo de la rela- augurar una prolongada crisis politica y la emer-
ci6n de mando-obediencia (la sensaci6n de la gencia de fuertes liderazgos y gobiernos m.s o
gente de que los gobernantes los representan), menos autoritarios en esa regi6n (Dahrendorf,
o bien (o tambi6n) era una expresi6n figurada y 1990). Dahrendorf seriala, al respecto, la necesi-
ficcional del proceso, verdaderamente sustantivo, dad de revalorizar el rol de los Ilderes en los
de selecci6n de los gobernantes y competencia procesos de transici6n democrAtica, contra el
entre ias elites. Directa o indirectamente esto se enfoque tradicional que vela en ellos una ame-
vinculaba con las tesis de las teorlas organicistas naza y ponla el acento en el funcionamiento de
(Laband, Jellinek, Carr6), segOn las cuales los las instituciones parlamentarias y los partidos.
representados no tienen otra voluntad que la de Simultdneamente, graves problemas de desor-
los jefes que han elegido, y "las colectividades den, violencia e ingobernabilidad surgieron en
no actdan sino por intermedio de sus elites" las j6venes democracias latinoamericanas
(D'Arcy y Saez, 1985). La noci6n de representa- (Zermeho, 1989; Torre, 1991; O'Donnell, 1992;
ci6n perdia, de este modo, toda sustantividad. Couffignal, 1993). En los andlisis mAs recientes
Estas ideas, que orientaron durante d6ca- sobre estos palses desaparece la euforia de-
das los estudios sobre los vinculos de represen- mocrctica que caracteriza a los estudios anterio-
taci6n, perdieron sin embargo veracidad cuan- res y se plantea la preocupaci6n por fen6menos
do sus presupuestos dejaron de ser consisten- como la desafecci6n polltica, la "crisis de repre-
tes con la din.dmica politica que intentaban ex- sentaci6n", el debilitamiento de los movimientos
plicar. Vale decir, cuando los partidos dejaron populares y los partidos tradicionales, asl como
de cumplir plena y eficazmente la funci6n de la emergencia de nuevos Ilderes, que reciben la
integraci6n social, los grupos de intereses se autorizaci6n para actuary tomar decisiones ante
desorganizaron y los electores comenzaron a la "situaci6n de emergencia".
adoptar actitudes imprevistas. En las democracias consolidadas de Euro-
Coincidente con el fin del largo periodo de pa esta situaci6n conllev6 un fuerte cuestio-
estabilidad y expansi6n de la posguerra, que namiento de los mecanismos y las justificaciones
afect6 directamente a las instituciones y meca- te6ricas del pluralismo, hasta entonces amplia-
nismos de agregaci6n y resoluci6n de conflictos mente aceptado como modelo de representa-
del Estado Benefactor (Offe, 1988), tuvo lugar, ci6n y gesti6n politica. El esquema de represen-
especialmente en Europa pero tambi6n en otras taci6n de intereses y composici6n de acuerdos
regiones del mundo, un debilitamiento de la for- entre ellos se complic6 y perdi6 significatividad
ma politica que hasta entonces ordenaba estos ante la irrupci6n de dos fen6menos que lo impug-
mecanismos: la democracia de partidos. Ya an- naron, uno desde fuera y el otro desde dentro del
tes los partidos de masas habian comenzado a propio sistema. El primero consisti6 en la apari-
perder su capacidad para formar mayorlas que ci6n de nuevas identidades y demandas no
trascendieran la oposici6n de intereses inme- negociables, ni representables por organizacio-
diatos, desarrollar proyectos movilizatorios y lo- nes politicas orientadas tradicionalmente a aco-
grar la colaboraci6n de los grupos en pugna ger intereses estables con base territorial, profe-
(Ilardi, 1983). El origen de este problema se sional y social definida. El segundo, en la fragmen-
remonta a una profunda crisis de las identidades taci6n y creciente heterogeneidad de los intere-
y los principios de integraci6n, el debilitamiento ses hasta entonces integrados, que provoc6 so-
de la voluntad colectiva y el "cemento unifica- brecargas y bloqueos de la gesti6n de gobierno.
dor" de la sociedad (Viveret, 1978), que la perdi- Esto oblig6 a excluir a al menos algunos actores
da de eficacia de los mecanismos de agregaci6n de la concertaci6n, y a tomar decisiones drAsti-
y resoluci6n de conflictos no hizo mAs que cas de ajuste econ6micoy fiscal, disciplinamiento
agudizar. y racionalizaci6n, justamente cuando mAs dificil
Esta situaci6n lleg6 a su climax a principios se hacla formar mayorlas (Maier, 1988).
Los principales afectados por estos proble-
de los '90,democratizaci6n.
reciente afectando inclusoLas
a los paises de mr.s
dificultades para mas fueron los partidos que, convertidos hacla
garantizar un minimo de gobernabilidad y esta- tiempo en catch all parties, no podian refugiarse
bilidad, consolidar un sistema de partidos e insti- en principios ideol6gicos para retener a sus vo-

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tantes, ahora que encontraban dificultades para que enfrenta el sistema atacando lo que Ilaman
agregar intereses. En Francia (Rosanvallon, "obstAculos" y "distorsiones": el poder excesivo
1988) e Italia (Panebianco, 1989), esto se reflej6 de los lobbies, las corporaciones y los medios
en el retiro de la politica y la adopci6n de actitu- de comunicaci6n, la corrupci6n, etc6tera. Por
des antipoliticas, la volatilidad electoral y el apo- otro, estAn quienes rechazan el control partida-
yo recibido por la Liga Lombarda, Forza Italia y rio, denunciando la reinstalaci6n subrepticia del
el Frente Nacional en los Iltimos comicios. La mandato imperativo bajo la forma del "mandato
reemergencia del neofascismo y de lideres y de partido" (Torres del Moral, 1982; De Vega,
movimientos politicos an6malos en Europa se ha 1985). Quienes comparten esta opini6n Ilaman
considerado expresi6n (y a la vez realimento) de la atenci6n respecto de las contradicciones exis-
un proceso de desarticulaci6n entre la sociedad tentes entre el modelo del mandato representativo
y las elites tradicionales, reducidas durante de- y el sistema de competencia entre partidos, que
masiado tiempo a jugar su representaci6n en la habrian terminado siendo los verdaderos titula-
competencia e interacci6n entre si (Braud, 1985):
res de la representaci6n (y de los escarios)
el quiebre entre la sociedad civil y el sistema (Bobbio, 1988), y de la necesidad de garantizar
politico habria generado un vaclo en el que se la competencia y el pluralismo, evitando que los
instalaron los liderazgos como los de Le Pen, partidos se estaticen y obstruyan los canales de
Berlusconi y Bossi. participaci6n y expresi6n de la sociedad (Ferrara,
Tambidn el Estado sufre las consecuencias 1988; Panebianco, 1989; GonzAlez Encinar,
de esta crisis, produci6ndose un reordenamiento 1990). Ello permitiria desandar el camino por el
general de las funciones de gobierno, que impli- que la representaci6n se habria ido transfor-
c6 una expansi6n notable del poder de los 6rga- mando en un instrumento de control y manipula-
nos administrativos en detrimento de los "repre-
sentativos" (Labriola, 1983). Fue casi natural que ci6n
poderdegubernativo,
los representados, una de
de modo forma m.s del
recuperarla
se profundizara la tendencia, verificada casi sin como mecanismo democr.Atico de freno y condi-
soluci6n de continuidad desde la crisis del parla- cionamiento de ese poder. Implicitamente se
mentarismo, de perdida de relevancia de los reconoce ast la fractura del equilibrio entre las
6rganos legislativos en favor del Ejecutivo y las dos dimensiones de la representaci6n, ante el
corporaciones con mayor capacidad de presi6n poder y del poder3, y las dificultades para
y gesti6n2. Una vez m.s, como en los ahos '20,
parecla plantearse la cuesti6n de qu6 forma de 2 Labriola vincula la crisis de representaci6n con la
crisis de la ley como acto de volici6n politica, regulaci6n
representaci6n es posible y deseable en una so-
de relaciones colectivas y manifestaci6n de los 6rganos
ciedad cada vez mds compleja. Analizaremos a representativos del Estado: el poder de tomar decisio-
continuaci6n algunas de las vias por las cuales nes y hacer la ley pasa de sujetos elegidos, como el
se ha intentado resolver este interrogante. Parlamento, a la burocracia, conformindose poderes
discrecionales de amplio alcance. Los decretos de ur-
Las limitaciones del enfoque procedimentalista gencia constituyen la expresi6n paradigmatica de este
nuevo poder que emparienta a las burocracias ministe-
Durante los '70, y adn en los '80, las reflexio- riales y los grupos de interes (Labriola, 1983, p~gina
nes sobre los vinculos representativos estuvie- 733). Se refiere sobre todo a Italia, pero evidentemente
ron dirigidas principalmente a considerar la di- su diagn6stico tiene validez para muchos otros paises.
nAmica de partidos. A ello se debi6, probable- 3 Para Rodriguez Diaz el problema consiste mrs
mente, que cuando se desat6 la crisis de la bien en la identificaci6n de las dos formas de representa-
ci6n: los parlamentos terminan representando al Pueblo
representaci6n, diera a luz una extensa literatura ante el Estado tanto como al Estado ante el Pueblo
que la atribuy6 a la complicada relaci6n de man-
(Rodriguez Diaz, 1987). Este seria el origen del des-
dato entre electores, partidos y elegidos. equilibrio entre la representatividad, o responsabilidad
En ella, por un lado, encontramos a quienes receptiva, y la responsabilidad gubernativa, a lo que se
reivindican el control de los representantes por han referido no pocos autores. En base a los planteos
los partidos, porque supuestamente garantizan de Eulau sobre este asunto, Pasquino ha descrito c6mo,
a partir de las dificultades crecientes que encuentran
la responsabilidad de aqu6llos, la participaci6n
las organizaciones politicas para agregar a las de intere-
de los ciudadanos y el contenido democrAtico ses, se multiplican las combinaciones de mecanismos
de la representaci6n (De Cabo Martin, 1977; de toma de decisiones y sistemas de scambio, sin por
Chueca Rodriguez, 1988; De Lucas, 1989). Y, ello lograrse el equilibrio buscado (Pasquino, 1984; ver
por lo tanto, proponen resolver los problemas tambi6n Sartori, 1987).

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restablecerlo con los mecanismos tradicionales de representaci6n ni componlan la unidad de la


de la democracia de partidos. sociedad (Marramao, 1990).
Rcpidamente, estas preocupaciones se fue- Dos pareclan ser los rasgos decisivos de la
ron proyectando a otras problemAticas. En pri- nueva situaci6n, y ambos escapaban a la com-
mer lugar, se replante6 la alternativa entre regf- prensi6n del esquema procedimentalista: por-un
menes electorales mayoritarios o proporcionales, lado el ya aludido debilitamiento de las identida-
en torno de la cual se tejieron muchas argumen- des polltico-partidarias, en las que se basaba
taciones respecto de las virtudes y virtualidades hasta entonces la relaci6n entre representantes
de los sistemas representativos (Nohlen, 1984; y representados; por otro, una nuevay compleja
Meny y Sadoun, 1985; Torres del Moral, 1990). articulaci6n entre representaci6n y gesti6n, que
Tambi6n se propusieron mecanismos alterna- exige, en t6rminos conceptuales, la revisi6n de
tivos de representaci6n, mcs localizados, diver- las categorlas de representaci6n y decisi6n.
sificados, participativos y, sobre todo, mCs
personalizados, que incorporaban la revocatoria, 2. Representaci6n, gobernabilidad y de-
contemplaban la importancia de los niveles lo- cisi6n: el problema de los liderazgos
cales y municipales (De Mucci, 1990) y llama-
La necesidad de resolver el problema plan-
ban la atenci6n sobre la pluralidad de actores,
teado por el cambio de rol de los partidos, que
formas y niveles de relaci6n que tomaban parte
ya no garantizaban un control continuo sobre los
en estos vinculos (llardi, 1983; Ferrara, 1988;
representantes y los representados, y por la ame-
Pecaut y Sorj, 1991). En t6rminos generales po-
naza de fragmentaci6n a que estaban ahora
drla decirse que animaba estas propuestas el
sometidas las identidades y los grupos de inte-
inter6s por recuperar la capacidad de articular
reses, exigla atender especialmente a la capaci-
intereses heterog6neos yfragmentados, diferen-
dad de decisi6n de los gobiernos. Se hacla, en
ciando el espacio ptblico de deliberaci6n de lo
politico-estatal (Panebianco, 1989)4. Por Oltimo, otras
dad depalabras, cada vez
la ejecutividad y m.s evidente
la eficacia la priori-
gubernativa
en una perspectiva mAs atenta a los nuevos
sobre la deliberaci6n y el consenso (D'Arcy y
problemas de gobierno que estaban surgiendo, Saez, 1985). Ello condujo a muchos estudiosos
se reivindicaron los m6ritos del corporatismo, a contraponer la gobernabilidad del sistema a la
destacando sus ventajas sobre el pluralismo representatividad del gobernante: debfa optarse
(Sanz Men6ndez, 1994). Dado que aqu6l era
entre la integraci6n simb6lica en torno de la
mcs verticalista y en general menos receptivo acci6n gubernamental, o su eficacia (Calder6n y
que 6ste, permitla mayor control sobre la difu- Dos Santos, 1993). Sin embargo, pronto los de-
si6n y multiplicaci6n de las demandas y garanti-
bates excedieron el marco de esta contraposici6n.
zaba su coordinaci6n y la toma de decisiones
Fundamentalmente, porque se advirti6 que,
adn en situaciones de crisis (D'Arcy y Saez,
pese a la eficacia en el cambio y la toma de
1985; Schmitter, 1985; Vidal, 1989).
decisiones que podlan proveer los esquemas
McAs all. de su pertinencia, estos planteos, y
pluralistas o corporativistas, ellos tambi6n po-
el enfoque sist6mico y procedimentalista en que
dlan provocar falta de receptividad y fragmenta-
se inscribian, hallaron dificultades para dar cuen-
ci6n si se representaba a los ciudadanos s61lo en
ta de los acontecimientos politicos que se suce- cuanto portadores de intereses (como contribu-
dian a finales de los '80 y principios de los '90, y yentes, trabajadores o consumidores). En espe-
que fueron consolidando poco a poco la idea de
que la totalidad del sistema representativo y la 4 Panebianco se refiere a la estatalizaci6n de los
noci6n misma de representaci6n, y no s61o este partidos, su exclusiva atenci6n a la competencia electo-
o aquel dispositivo, estaban en crisis. Lo cual ral y los descontroles en su financiamiento como las
exigla una visi6n mcs general del problema. La causas del agravamiento de la crisis de legitimidad y
dependencia o independencia de los diputados distribuci6n por largo tiempo incubada en la politica
italiana. Que desemboc6 en una creciente inestabili-
de los partidos, el respeto o no de los progra-
dad, la colonizaci6n del Estado, el faccionalismo en los
mas, la articulaci6n de intereses agregados y las
partidos y el inmovilismo de los gobiernos. Al igual que
demAs cuestiones que venlan discuti6ndose Viveret en Francia, veia la posible salida de esta crisis
deblan leerse a la luz de un proceso global, por en la disociaci6n de Estado, gobierno y sociedad politi-
el cual los partidos no eran ya lo que sollan ser ca, cuya presente confusi6n impedia que los partidos
(Panebianco, 1990), no controlaban los vinculos articularan la sociedad y el Estado.

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cial cuando la condici6n de portadores de intere- tividad, determinaron que rcpidamente se con-
ses se volvla inestable e incierta. Es decir que sagrara esta iOltima (Rials, 1990).
los ciudadanos en cuanto tales podrlan desafec- Naturalmente esto indign6 a muchos since-
tarse y despolitizarse si no se recreaban los ros dem6cratas, que impugnaron la nueva forma
canales de identificaci6n entre la gente y los politica argumentando que contradecla la esen-
gobiernos (Pasquino, 1984). ComprobAbase de cia misma de la idea de representaci6n: ella
paso algo que el procedimentalismo habla pre- habla sido concebida como el recurso formal
ferido ignorar: que la articulaci6n de intereses es para lograr un "gobierno de las leyes", es decir,
s61o una parte de los procesos de representa- evitar el dominio de unos hombres por otros,
ci6n (Laporta, 1989). Luego, como los partidos y pues permitla que las leyes surgieran de la vo-
el vasto aparato de mediaciones a ellos asocia- luntad de los representados, aunque fuera indi-
do no podian ya producir identificaciones gene- rectamente, y de la persecuci6n responsable de
rales, no podrian seguir monopolizando la repre- sus intereses por parte de los representantes. El
sentaci6n institucional, ni la representaci6n institu- fortalecimiento de figuras ejecutivistas, Ilderes
cional podrla seguir absorbiendo las necesida- cuasi soberanos con fuerte capacidad de deci-
des de la gesti6n politica y la resoluci6n de los si6n, era entonces un indicio de que los gobier-
conflictos que protagonizaban una enorme di- nos que ellos formaban no eran representativos,
versidad de intereses en competencia. Nuevas y tal vez ni siquiera democrAticos. La identifica-
formas de mediaci6n, identificaci6n y decisi6n ci6n que pudiera existir entre caudillo y pueblo,
los habrfan de reemplazar. Los problemas de entre la comunidad y el conductor, poselatal vez
representaci6n y gobernabilidad, lejos de con- legitimidad carismdtica, pero no representativa
traponerse segulan emparentados, pero no en la (De la Morena, 1979). Las prerrogativas de los
forma tradicional. ejecutivos y los liderazgos personales no podlan
ser mcs que resabios, circunstancialmente re-
Las nuevas formas politicas efectivamente
no tardaron en entrar en escena. Tal como suce- verdecidos, de un caudillismo predemocrctico.
La contraposici6n en estos t6rminos entre dos
diera en los ahios '20, se constituyeron como una
principios de legitimidad, la adhesi6n personal y
reivindicaci6n de la politica transparente, contra
la representaci6n institucional, que suponla de
las mediaciones institucionalizadas (Cavalli,
1987), en estrategias de gobierno que busca- algcOn modo volver a la oposici6n gobierno-
ban fortalecer el vlnculo directo con los electores
representaci6n, anim6 una visi6n mefistof6lica

y dar cauce a un "gobierno de la opini6n" no de los liderazgos en boga: aOn cuando ellos
resolvieran ciertas urgencias derivadas de la
atado a restricciones partidistas y parlamentarias
crisis, a la corta o a la larga traerlan consigo
(Manin, 1991). En este "nuevo modelo de repre-
males peores en cuanto al funcionamiento insti-
sentaci6n", que se asemeja mucho al gaullismo tucional, la protecci6n de derechos y, sobre todo,
en estos y otros aspectos (Avril, 1978), el repre-
a la crisis de representaci6n.
sentante es quien puede tomar una decisi6n por
Existe sin embargo otra corriente de pensa-
otros (Galli, 1985; Duso, 1988 y 1990). Lo que
miento, desde la cual se ha concebido a los
equivale a decir que representar no es ya agre-
lideres personalistas como representativos en
gary expresar intereses (Miglio, 1985), sino un
acto de creaci6n de un pt'blico. Representar es un sentido m.s pleno y autentico que la 1974;
demo-
cracia de partidos (Ollero, 1961; Conde,
"impersonar" (poner en forma) lo representable
Leibholz, 1981). Esta corriente se referencia, en-
(Lefort, 1991; Laclau, 1994).
tre otros autores, en Edmund Burke, para quien
Fue asi que, de una contraposici6n inicial la representaci6n era una cuesti6n de confianza
entre gobernar o ser representativo, es decir, ser y capacidad de juicio, y no de expresi6n de
eficaz y tomar decisiones o bien expresar las voluntades particulares, y en la noci6n schmit-
demandas de la sociedad, se pas6 a la oposi- tiana de que la representaci6n se contrapone en
ci6n entre dos formas de la representaci6n: la tanto principio a la identidad (Schmitt, 1925 y
tradicional de partidos y organizaciones de inte- 1927). Ello permitiria explicar que la actual crisis
reses, y la nueva versi6n de la representacidn de las identidades haya traido consigo la forma-
soberana por un lider que confiere unidad al
cuerpo social. Y, como seiala Rials, el fuerte ci6nlos
que depreexistentes,
lazos de representaci6n
en vez de su m.s intensos
debilitamien-
"deseo de unidad" presente en las sociedades,
sumado al prestigio del tecnocratismoy la ejecu- to.
los En las pr6ximas
terminos de estep.ginas
debate.intentaremos aclarar

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ELDEBATE CONTEMPORANEO SOBRE LA REPRESENTACION POLITICA 151

El problema de la unidad polftica de la unidad social. Despu6s de todo, ninguna


y las identidades sociedad puede sobrevivir sin un punto de uni6n,
sin estar constituida en algOn lugar y de algOn
En su conjunto, los cambios registrados en
modo como una persona colectiva. S61o que
los '80 supusieron el aumento de la conflictividad
ellas son mAs transitorias y dependientes de la
social (crisis social), la desorganizaci6n de la
escenificaci6n politica. ,QuA consecuencias tie-
mediaci6n y de los controles del poder (crisis de ne esto?
los partidos) y el incremento del poder no repre-
Ellas son muy amplias. Suelen destacarse el
sentativo
nal) (econ6mico,
(Farneti, tecnocr.tico
1988). Todo ello, comoe vimos,
internacio-
afec- fortalecimiento de las solidaridades locales y las
t6 gravemente la dindmica y eficacia de los me- demandas puntuales, y la convivencia de ten-
canismos de representaci6n. Pero lo que afect6 dencias a la activaci6n polltica no institucional
el coraz6n mismo de las formas representativas con la desactivaci6n y el retiro a lo privado
tradicionales fue algo mAs: el debilitamiento y (Farneti, 1988; Rosanvallon, 1988)5. Pero tal vez
la consecuencia fundamental consista en la
fragmentaci6n de las identidades sociales (or-
ganizaciones de clase y grupos de interbs) y desaparici6n de actores sociales capaces de
politicas (partidos) que hasta entonces partici- encarnar intereses generales y de soportar el
paso del tiempo. Porque, debido a esta "crisis
paban de los vlnculos de representaci6n. La
forma politica que entr6 en decadencia en esos de los actores representables" (Touraine, 1987),
la idea de que la representaci6n supone la ex-
arios se basaba en un sistema de equilibrios y
presi6n de una voluntad o inter6s preexistente,
concertaci6n que permitla combinar el pluralis-
que es puesto en escena por un actor politico, se
mo de intereses y partidos con la estabilidad
gubernamental. Como tambi6n vimos, su viabili-
desmorona. No hay ya qu6 representar; al me-
dad dependia de la consistencia de las identida- nos no en ese sentido6. Detengdmonos por un
momento en esta cuesti6n.
des en competencia, que garantizaban el valor
de los bienes materiales y simb6licos intercam- Mcs que a la desaparici6n de las identida-
biados en acuerdos pluralistas o corporativos. des colectivas en general, a lo que asistimos es
Por lo tanto, desde el momento en que esa consis- al pasaje de identificaciones por alteridad a
tencia se pone en cuesti6n, ya no es seguro que identificaciones por escenificaci6n (Marramao,
lo que se represente vaya a ser integrable en las 1990). En aqu6llas, la identificaci6n era un prin-
instituciones de gobierno, ni que lo que 6stas cipio activo en si mismo, que resultaba de la
hagan sea conciliable en una representaci6n
coherente ante la sociedad. Y entonces se vuel- 5 El retiro de la politica es resultado no s6lo de la
sensaci6n de que ella no tiene relevancia para la vida
ve cada vez mAs diflcil representar una mayorla
cotidiana, sino de una verdadera crisis de integraci6n
que permita gobernar, agregar intereses y resol- social. Cuando se descomponen los lazos de identidad
ver conflictos por los mecanismos de la democra- y comunidad de intereses entre los votantes, se extien-
cia de partidos. de entre ellos un sentido comOn antipolitico (Portinaro,
La crisis de representaci6n aparece asocia- 1988). Aunque tambidn se observa que, al mismo tiem-
da ast con cambios "estructurales" de enverga- po que se refugia en lo cotidiano, la gente tiende a
buscar una identificaci6n colectiva mds firme en rela-
dura: la fragmentaci6n de la clase obrera, la ci6n con figuras que encarnan a la Naci6n u otros
extrema inestabilidad y fluidez de las posiciones valores abstractos, sin intermediarios. Por este motivo,
en el mercado laboral y la compleja imbricaci6n curiosamente en ausencia de voluntades nacional-po-
de los conflictos de intereses (Pizzorno, 1983). pulares como las que sostenian el consenso gobernan-
Dado que las identidades y agrupamientos ya te hasta los '70, resurgen identificaciones muy fuertes
con los lideres.
no constituyen un campo social estructurado,
resistente a las intervenciones pollticas y de- 6 Touraine, al igual que muchos otros, crey6 que
mandante de la satisfacci6n de intereses previa- 6sta era la oportunidad hist6rica para la manifestaCi6n
mente agregados, comienza a componerse la creativa de los movimientos sociales. Pero a poco de
declararse la crisis de los partidos y las clases, muchos
imagen de una sociedad que carece de una
de los movimientos, en especial los basados en lazos
imagen de si como unidad, "una sociedad sin contractuales, siguieron igual suerte: lejos de dar lugar
v6rtice ni centro, un sistema sin portavoz y sin a nuevas identidades, se fragmentaron en incontables
representaci6n interna" (Marramao, 1990), lo que e infinitamente inestables grupos de inter6s. Como bien
Galli llama una "sociedad polimorfa" (Galli, 1990). serfala Marramao, la utilidad en ning6n sentido puede
Esto no significa que no reaparezcan imAgenes reemplazar a la comunidad.

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152 MARCOS NOVARO

determinaci6n de un alter intersubjetivo, un ad- toriamente voluntades, adquiere una enorme


versario en el campo social: en base a una importancia. El car.cter representativo de esas
distinci6n entre amigos y enemigos, se producia figuras consiste precisamente en que dan forma
un agrupamiento que involucraba existencial- a la unidad politica, una unidad que ya no surge
mente a los sujetos, dando un sustrato muy s6li- de la negociaci6n de intereses ni de las identida-
do a los alineamientos y comportamientos politi- des tradicionales que encarnaban los partidos.
cos. Estas identidades no eran naturales, pero En pocas palabras, ellas proveen el necesario
tendian fAcilmente a naturalizarse, y a generar la plus de intervenci6n y decisi6n que comple-
imagen de una esencia originaria que se reali- menta la ahora debil recepci6n y agregaci6n de
zaba por representaci6n. De este modo, los mo- demandas (Pasquino, 1984). Representar es,
vimientos de clase y los partidos de masas desde entonces, la prerrogativa de poder deposi-
integraban a sus miembros en identidades a la tada en un lider, y como sostuviera Carl Schmitt,
vez politicas, culturales y de intereses econ6mi- el principio din.rnico de constituci6n de la uni-
cos. Y, basada en esta fuerte 16gica de la identi- dad politica, que no se logra agregando lo parti-
dad, la democracia de partidos podia reducir el cular, sino que supone "un modo de ser supe-
juego representativo a la interacci6n entre orga- rior" (Conde, 1974).
nizaciones y funcionarios. Se ha considerado que esta personaliza-
En las nuevas identidades por escenificaci6n,
en cambio, se agrupa algo heterog6neo por ci6n de
ticos la representaci6n
ofrece una salida s61loen lideres
parcial de carism.-
la crisis:
referencia a un t6rmino exterior, un referente ellos se "autopresentan" ante la sociedad, ubi-
simb6lico que es personificado por quien ocupa cndose en un vacio de imAgenes unificadas de
la misma, que no pueden suplir en forma com-
la escena.
genes Laen
de si sociedad polimorfa
tanto cuerpo no tiene
unido, comoim.A-
ya pleta y perdurable. Permiten la traducci6n a lo
ptOblico de un conjunto disperso de voluntades
dijimos,
genes alpero obtiene un sustituto
ser representada por unade estas im.-lo
figura: particulares, pero instauran una suerte de ines-
importante aqui es que la identificaci6n se cons- tabilidad perpetua en el espacio pOblico (P6rez
truye a partir de un principio activo que es el de Ant6n, 1993). Este punto es fundamental para
representaci6n. Necesariamente activo puesto entender las consecuencias de la personaliza-
que para lograr efectos de identificaci6n de to- ci6n, pero antes de considerarlo en detalle es
dos modos menos s6lidos y mAs transitorios que necesario pasar revista a otro asunto.
los anteriores, que integran menos lo politico, lo
Nuevas formas de mediaci6n
cultural y lo econ6mico, es preciso movilizar una
enorme cantidad de recursos de interpelaci6n. La vinculaci6n entre los procesos hasta aqui
Es por ello que en estas identificaciones se replan- descriptos y los cambios en la comunicaci6n
tea el problema de la relaci6n entre electores y politica estA fuera de duda. La creciente impor-
elegidos, y se abre el camino para que la 16gica tancia de esta Oltima implica la incorporaci6n al
de la representaci6n actOe en un campo abierto. terreno politico de figuras abstractas de represen-
Puede advertirse rdpidamente la relaci6n taci6n, canalizadas a trav6s de aparatos muy
directa que existe entre los consecuentes cam- complejos que a la vez poseen una sugerente
bios en el espacio ptOblico y en la condici6n de transparencia. Gracias a esta massmediatiza-
la ciudadania (fundamentalmente la emergen- ci6n, la acci6n y el discurso politicos se intersec-
cia de una opini6n pOblica compuesta de tan en un espacio mucho mAs amplio que el
preferencias colectivas inciertas y grupos de tradicional (Pecaut y Sorj, 1991). Se ponen en
inter6s muy especificos o difusos) y el fortaleci- escena recursos de deliberaci6n, informaci6n e
miento de vinculos de representaci6n personali- identificaci6n que exceden en mucho los mate-
zados (Pecaut y Sorj, 1991). Si ya no hay inte- riales e instrumentos con que se construian los
reses agregados a canalizar, o stos son difusos esquemas movilizatorios nacional-populares y
y lo que el ciudadano-elector opine es s61o el espacio pOblico tipicamente burgues. A su
representable en encuestas de opini6n, de una vez, la multitud de intereses heterog6neos que
disgregada opini6n pOiblica, el representar ya no acceden al espacio pOblico gracias a los me-
puede jugarse en la relaci6n entre partidos y dios no puede ser absorbida por la represen-
demcAs organizaciones de masas y elites de go- taci6n institucional, por lo que se agudiza su
bierno, y la construcci6n de imAgenes y figuras crisis y se vuelve difusa la idea misma de una
capaces de movilizar aunque mAs no sea transi- "voluntad general" (Ferry, 1992).

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ELDEBATE CONTEMPORANEO SOBRE LA REPRESENTACION POLITICA 153

En los Oltimos aros no s6io se ha intensifica- En cambio, otros autores sostienen que la
do el uso de la imagen y los medios, sino que se "democracia audiovisual" no conlleva ninguna
modifica sustancialmente el estilo de su apro- consecuencia grave; antes bien, el ingreso de lo
piaci6n politica. SegOln Achache, se transit6 de politico a lo audiovisual enriquece su discursivi-
un modelo "propagandista", en el que se transmi- dad (Ver6n, 1992), la hace, junto a los sondeos y
tia el mensaje de un partido, con un contenido otras t6cnicas de expresi6n, mis transparente y
ideol6gico determinado, a una multitud homo- visible, mAs expuesta a los acontecimientos y
genea, a uno dominado por la "mercadotecnia", mAs atenta a la opini6n pOblica (Wolton, 1992).
que no construye s61o imcgenes, sino personali- Incluso que ella es la condici6n de posibilidad
dades de productos, dirigiendose a pOblicos de la democracia en una sociedad de masas
diversos, que carecen de intereses comunes (Vattimo, 1990).
muy definidos. Esto significa que los individuos Como sea, es indudable que la mayor gravi-
no son involucrados completamente, sino s61o taci6n de la imagen se vincula con la tendencia
en una o unas pocas dimensiones, a vinculos de los lideres politicos a jugar su legitimidad en
reconocidos como discontinuos (Achache, la autopresentaci6n ante el pOblico mass-
1992). Respecto de si esto significa una deprecia- medidtico y con los cambios en las identidades
ci6n o un enriquecimiento de la vida politica, que ya hemos analizado. Es por ello que, desde
existen las mds diversas apreciaciones.
Por un lado, se sostiene que tiene efectos los an.lisis
tearse sobre la videopolitica
el interrogante: suele lareplan-
&entra en crisis repre-
perversos en cuanto a la independencia de los sentaci6n en general o s61lo una forma de la
actores sociales y politicos, la instantaneidad representaci6n? No pocos autores se inclinan
(se esquematizan las declaraciones y se esterili- por la primera altemativa. Ferry sostiene que
za el debate) y la simbolizaci6n (se privilegia lo surge un poder burocrAtico equilibrado por me-
emotivo, el logro de efectos, y el poder represen- dio de un poder mediAtico, componiendo am-
tado se trivializa) (Sennet, 1977). Y que ademds bos una democracia aclamativa en la que "el
ya no puede identificarse la representaci6n de pOblico es mediado y ya no representado", don-
intereses con el poder politico, las instituciones y de no existe ni participaci6n ni representaci6n.
el derecho, generAndose una aguda decepciOn Esta es tambi6n la posici6n de Touraine: la
y una tendencia a aceptar la irracionalidad en la representaci6n es reemplazada por la comunica-
politica. El imperio de la manipulaci6n mass- ci6n: "el hincapi6 que se hace en la comunica-
medidtica se identifica, para Ferry, con la des- ci6n es correlativo de la crisis de la representa-
aparici6n del ciudadano, de las identidades y el ci6n politica", afirma7.
eclipse de lo politico, y con el triunfo de la La descripci6n de esta crisis que ofrece
administraci6n y el espiritu instrumental. En un Touraine coincide con lo dicho hasta aqul: la
sentido muy similar, Ballandier afirma que "el actividad politica deja de estar dominada por
mal democrAtico, en la actualidad, es el del categorias sociales predefinidas (naci6n, pue-
anestesiamiento cat6dico de la vida politica" blo, clase), que estableclan las opciones rele-
(Ballandier, 1991), porque a trav6s de los me- vantes; y ahora los politicos construyen comuni-
dios se fabrica una opini6n pOcblica cautiva, que cativamente escenas y opciones. Ya ningoin gru-
no resulta de la confrontaci6n de intereses, opi- po social es portador de intereses generales, y
niones y expectativas, sino de la espectacula- el Estado deja de ser el centro de la sociedad y
rizaci6n de la misma actividad politica. Del mis- su fuerza unificadora, al menos monop61lica.
mo modo que la imagen anula el pensamiento, Como consecuencia de ello, se desimbrican
lo medictico anula lo politico en tanto expresi6n tres esferas antes fuertemente articuladas: las
de la sociedad, y lo reduce al arte de aparentar. demandas sociales, los requerimientos del Esta-
Estos planteos refieren de algon modo a la no- do, y las reglas institucionales en que se basan
ci6n kantiana de publicidad y alas interpretacio- las libertades pOblicas. Sin embargo, en base a
nes sobre la transformaci6n del espacio pOblico
por obra de la cientifizaci6n y la tecnologia
7 Y agrega: "Si la comunicaci6n politica va crecien-
(Habermas, 1968), segOn las cuales un espacio do en importancia es porque la politica no impone ya
p'blico que permitia la constituci6n comunicativa principio alguno de integraci6n o de unificaci6n al con-
de un sentido moral y una noci6n de derechos junto de las experiencias sociales y porque la vida
en constante ampliaci6n, es sustituida por un pOblica invade por todas partes la acci6n politica" (1992,
espectdculo esterilizado de toda funci6n critica. pAg. 56).

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154 MARCOS NOVARO

esta descripci6n puede hablarse tanto de la representaci6n establecidos, de lo que se sigue


sustituci6n de la politica representativa tradicio- la necesidad de profundizar la democracia di-
nal por una supuesta "politica comunicativa", recta y semidirecta, para dar cauce a las deman-
como de su reemplazo por una nueva forma de das y expectativas de sociedades cada vez mcAs
representaci6n. Como bien reconoce el mismo
dinTdmicas y complejas. Es decir que, a medida
Touraine, el Ilder no es simplemente un media- que las demandas de democratizaci6n se ha-
dor sino que es el Onico capaz de conciliar las cen mcs fuertes, queda en evidencia la
tres esferas, Io que implica combinar demandas inadecuaci6n de los sistemas representativos
contradictorias, tomar decisiones y movilizar vin- establecidos. Tarde o temprano, se concluye, la
culos de identificaci6n. Todo ello es lo que, como sociedad se rebela contra las instituciones que
vimos, otros autores consideran caracteristico pretenden sustituirla, hablar en su nombre y
de las identidades por escenificaci6n y los vin- alienar su voluntad. Consecuentemente, se re-
culos representativos personalizados. En estos claman nuevos canales de expresi6n de la so-
t6rminos, tal vez mAs consistentes, Manin alude ciedad, democratizar los esquemas de negocia-
a la crisis de una forma partidista de represen- ci6n y de toma de decisiones, para que expre-
taci6n, reemplazada por otra, no menos re- sen y no constituyan per se a los representa-
presentativa (Manin, 1991). Y Leibholz contrapo- dos8. Para lo cual es necesario recurrir a nuevos
ne el principio identitario y plebiscitario de la mecanismos, que permitan una expresi6n mAs
democracia de partidos a los vinculos de repre- transparente de las voluntades y un control mAs
sentaci6n, que se refuerzan justamente con la efectivo de los gobernantes (Solozcbal, 1986;
decadencia de esta Oltima.
Ingrao, 1988; dejard
representaci6n IbA.ez,de1990). S61o
ser una entonces
ilusi6n, un ins-la
3. Conclusiones trumento de dominaci6n, y se avanzard efectiva-
mente hacia una democracia aut6ntica.
Resulta por demAs curioso que la desarticu- En cierta medida estos planteos se basan en
laci6n politica e institucional que estamos consi- la idea de que la representaci6n polltica supone
derando se produzca, por segunda vez, preci- un artificio equivalente al teatro. En ambos se
samente a caballo de un amplio proceso de "representa" un texto para un pOblico, que es
democratizaci6n. Asi se plante6 en la d6cada meramente espectador puesto que ha alienado
del '20 de este siglo cuando, tras la ampliaci6n su capacidad para actuar: la teatralidad politica
del sufragio y la incorporaci6n de las masas corresponde a una sociedad gobernada, y no
organizadas a la vida democrAtica, se desenca- autogobernada. Las criticas a esta teatralizaci6n
den6 una profunda crisis de los sistemas de aluden a su carActer artificial, alienado, y a la
representaci6n tradicionales (crisis del parla- posibilidad de una vida polltica mAs aut6ntica y
mentarismo) y de los marcos conceptuales activa, cuyos modelos son el dgora y la fiesta, y
asociados (los principios liberales sobre la cuya viabilidad estarla favorecida por la actual
representaci6n y la democracia hasta entonces crisis de representaci6n, la menor capacidad de
vigentes, el racionalismo, el individualismo, et- dominio de las instituciones politicas sobre la
c6tera). Que reci6n habria de resolverse con la dindrnica del orden, y por el desorden y la exas-
consolidaci6n de la democracia de partidos, el peraci6n de lo espectacular provocados por la
Estado Benefactor y los modernos mecanismos irrupci6n de la imagen en la politica (Ballandier,
pluralistas y corporatistas. AsI tambi6n parece 1991).
plantearse la crisis en los '80, precisamente en
Pero, curiosamente, esta noci6n jacobina de
medio del proceso de democratizaci6n de un
la "traici6n representativa" es compartida por los
considerable ncmero de naciones, hasta enton-
lideres neopopulistas, o ls movimientos de ex-
ces sometidas a regimenes autoritarios de diver-
sa Indole.
,A qu6 se debe esta secuencia demo- 8 No es casual que esto se plantee con especial
fuerza en Europa Continental, donde la representaci6n
cratizaci6n - crisis de representaci6n? Un primer de la Naci6n y la idea de Pueblo como unidad ideal
enfoque sugiere que en ello se evidencia la hicieron carne luego de la etapa revolucionaria, y me-
incompatibilidad intrlnseca entre ambos princi- nos intensamente en Inglaterra y Estados Unidos, don-
pios: las fuerzas que desata la democracia no de desde Burke y Madison se acepta que el inter6s
pueden ser contenidas por mucho tiempo en los nacional es resultado de la agregaci6n y concertaci6n
estrechos marcos de los mecanismos de de los intereses particulares.

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ELDEBATE CONTEMPORANEO SOBRE LA REPRESENTACION POLITICA 155

trema derecha (nacionalismos, integrismos, et- ma de Estado, unidad de acci6n y decisi6n, es


cetera), quienes potencian el "deseo de unidad" inimaginable desprendida de la 16gica de la
y proponen liberar las expresiones directas del representaci6n. Esto nos permitirla ademds juz-
pueblo recurriendo a plebiscitos y referendum. gar a los nuevos liderazgos desprendidos de la
Cabe preguntarse entonces si son verdadera- visi6n mefistofelica que suele adoptarse respec-
mente consistentes estos planteos que contra- to de ellos. E incluso considerar su emergencia
ponen la democracia autentica (cualquiera que como el indicio de la ampliaci6n de la din6mica
sea el sentido que se atribuya a esta expresi6n) de la representaci6n en el contexto de los cam-
y la representaci6n. bios en curso en la vida democrdtica.
Como ha sostenido Rials (1990), la sociedad Lo dicho no significa negar que la presencia
del espectAculo, el gobierno de la opini6n y los de estos lideres personalistas trae aparejada
mecanismos de democracia semidirecta estcAn una cantidad de problemas: si ellos se dejan
lejos de contraponerse a la representaci6n. S61o arrastrar por la tentaci6n soberana, y recurren a
proponen otro discurso sobre ella. Los plebisci- cualquier medio para evitar la fugacidad de las
tos, impulsados por los gobemantes o por los identificaciones, las instituciones y la forma poll-
movimientos de base, pueden considerarse in- tica en general, se debilitarAn aOn mcs, concre-
cluso como "hiperrepresentativos": aunque sus tcAndose todos los peligros que anidan en la
impulsores se refieran criticamente a la "traici6n crisis, la despolitizaci6n, la trivializaci6n de los
representativa", lo que logran es desactivar las conflictos y la esterilizaci6n del debate pOblico.
mediaciones institucionales. En principio, enton- No puede por lo tanto ignorarse la necesidad de
ces, desde este otro enfoque no habrla motivos mr.s y mejores controles sobre los representan-
para postular el fin de la representaci6n. tes, para que 6stos no asuman su poder como si
Tampoco hay motivos para desearlo. He- fuera soberano, ni puedan arrogarse roles fuera
mos visto c6mo, cada vez mcs, en la sociedad de ciertos procedimientos de elecci6n y divisi6n
moderna las voluntades colectivas resultan de la de poderes establecidos y por encima de las
agregaci6n representativa de voluntades dis- leyes, como sucede actualmente en muchos
persas, en si mismas informes y difusas (Bocken- palses. Ni que el voto deba considerarse no
forde, 1985; Laclau, 1994). Ellas necesitan atra- simplemente una funci6n constitucional, sino un
vesar un proceso que les de forma. Requieren derecho y un instrumento de juicio, para que el
de una iniciativa externa que las interpele y las votante pueda reclamar ante el representante y
transforme de un conjunto difuso e indeterminado pueda hablarse de una representaci6n de-
de opiniones en una voluntad de acci6n deter-
minada. El reconocimiento de que la representa-
mocrAtica
voluntad y de la
colectiva. formaci6n democr.tica de la
ci6n es imprescindible, que al menos en parte S61o hemos querido resaltar aqui que la re-
constituye las personas pOblicas, las identida- presentaci6n, lejos de desactivarse y descom-
des, voluntades e intereses representados, es ponerse, se recoloca como l6gicafundante de lo
incluso un paso necesario para pensar en una politico, en la forma de constituci6n de identida-
ampliaci6n radical de la politica democrAtica des a trav6s de la escenificaci6n que canalizan
(Laclau, 1994), pues permite abandonar el lideres personalistas. Y rescatar algo que la si-
esencialismo, del que se alimentan en buena tuaci6n de crisis trae a la luz: que la politica no es
medida las tradiciones autoritarias. posible sin personas, y que para dar cuenta de
El pluralismo y la teorla tradicional de la los cambios en curso y de la situaci6n resultante
representaci6n desconocian este aspecto consti- de ellos, la teorfa de la representaci6n polltica
tutivo, dando por supuesto que las instituciones debe, como sugerlan Voegelin y Leibholz, dejar
politicas simplemente agregan intereses particu- atrds las reducciones juridicas, econ6micas y
lares9. Y de ahl sus limitaciones para compren- atn lingOisticas que se han ido imponiendo como
saber cientifico sobre el tema.
der los procesos en curso. Si en cambio acepta-
mos que la relaci6n mando-obedienciay la cons-
tituci6n de los sujetos politicos son partes de un
mismo proceso, y que ninguno de ellos es posi-
9 Esta es al menos la versi6n mcs vulgar del plura-
ble si no a trav6s de una instancia de represen- lismo. No es el caso de un autor como Dahl, quien
taci6n que defina relaciones de autoridad, ad- advierte claramente la importancia de la decisi6n en el
vertimos que la democracia moderna, como for- ordenamiento del campo politico.

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156 MARCOS NOVARO

BIBLIOGRAFIA

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ELDEBATE CONTEMPORANEO SOBRE LA REPRESENTACION POLITICA 157

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