Tesis
Tesis
ESCUELA INTERNACIONAL DE DOCTORADO
Programa de Doctorado en Ciencias Sociales y de la Salud
Análisis descriptivo de las caídas y factores de riesgo
asociados en personas mayores institucionalizadas
de la Región de Murcia.
Autora
Dª María del Carmen García Sánchez
Directores
Dra. Dª Isabel Morales Moreno
Dr. D. Serafín Balanza Galindo
Murcia, Mayo de 2017
ESCUELA INTERNACIONAL DE DOCTORADO
Programa de Doctorado en Ciencias Sociales y de la Salud
Análisis descriptivo de las caídas y factores de riesgo
asociados en personas mayores institucionalizadas
de la Región de Murcia.
Autora
Dª María del Carmen García Sánchez
Directores
Dra. Dª Isabel Morales Moreno
Dr. D. Serafín Balanza Galindo
Murcia, Mayo de 2017
AUTORIZACIÓN DE DIRECTORES DE LA TESIS PARA SU
PRESENTACIÓN
Los doctores Dª Isabel Morales Moreno y D. Serafín Balanza Galindo como
Directores de la Tesis Doctoral titulada “Análisis descriptivo de las caídas y
factores de riesgo asociados en personas mayores institucionalizadas de la Región
de Murcia” realizada por Dª María del Carmen García Sánchez en el
Departamento de Enfermería, autoriza su presentación a trámite dado que reúne
las condiciones necesarias para su defensa.
LO QUE FIRMO PARA DAR CUMPLIMENTO A LOS REALES DECRETOS
99/2011,1393/2007, 56/2005 Y 778/98, EN MURCIA A 31 DE MAYO DE 2017
Fdo. Dra. Dª Fdo. Dr.D
Isabel Morales Moreno Serafín Balanza Galindo
ANÁLISIS DESCRIPTIVO DE LAS CAÍDAS Y FACTORES DE RIESGO
ASOCIADOS EN PERSONAS MAYORES INSTITUCIONALIZADAS DE LA
REGIÓN DE MURCIA
RESUMEN
Introducción. Según la Organización Mundial de la Salud, es la población mayor
de 60 años, la que presenta una mayor tasa de mortalidad asociada a las caídas a
nivel mundial. La dificultad en el abordaje de esta circunstancia en la población
anciana, no solo viene determinada por la heterogeneidad en este grupo de
población, sino por una falta de criterios claros sobre las circunstancias que
determinan que una circunstancia concreta sea considerada o no una caída. Las
principales características de los ancianos institucionalizados, elevada edad
(superior a los 80 años), un marcado carácter femenino y un elevado nivel de
dependencia, los convierte en protagonistas involuntarios de estos
acontecimientos adversos que son las caídas, suponiendo no solo un riesgo para
su salud, sino también para su calidad y esperanza de vida. Por este motivo
consideramos que conocer los factores que van a influir en la aparición de las
caídas en la población anciana institucionalizada, nos permitirá abordar este
fenómeno de una forma más integral y con mejores resultados.
Objetivos. Establecer un patrón descriptor de las caídas de las personas mayores
institucionalizadas y analizar, con fines descriptivos los riesgos asociados a las
mismas. Analizar el riesgo de sufrir caídas relacionadas con la funcionalidad en
el desempeño de las actividades básicas de la vida diaria, patologías crónicas,
factores socio‐familiares, estado nutricional, alteraciones de la marcha y el
equilibrio, estado emocional y el estado cognitivo.
Metodología. Se desarrolló un estudio con metodología cuantitativa, con
finalidad descriptiva, de corte transversal, sobre el colectivo de personas mayores
de la Región de Murcia que se encuentra institucionalizada en los centros de
atención sociosanitaria pertenecientes de la Asociación Edad Dorada Mensajeros
de la Paz‐Murcia. De las historias clínicas se llevaron a cabo el registro de los
datos de caídas durante el último año como variable dependiente y las variables
independientes fueron de tipo sociodemográfico, clínicas e instrumentos de
medidas (índice de Barthel, Escala Tinetti, Mini Nutrional Assessment (MNA) y
Mini Examen Cognoscitivo (MEC), el trabajo de campo abarco de julio a
septiembre de 2015. El análisis de estos datos se realizó con el programa
estadístico SPSS 21.0.
Resultados. Del total de la muestra de estudio, sufrieron caídas un 26,9%, siendo
la frecuencia de una caída la más numerosa 15,8%. La edad media de la
población que sufrió caídas fue de 84,08 ± 8,10 años, y no se encontraron
diferencias estadísticamente significativas relacionadas con las caídas por
circunstancias como la edad, el género o la de vivir en un entorno rural o urbano
antes de la institucionalización. La clasificación de Grado I o dependencia leve
según la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a la Personas
en Situación de Dependencia (LAPAD), tener diagnóstico de Diabetes Mellitus,
Hipertensión Arterial, problemas osteoarticulares o depresión, como los más
relacionados con un mayor riesgo de caídas; al igual que el hecho de identificar
las relaciones personas con el resto de residentes como conflictivas. Una
valoración más elevada del Índice de Tinetti y en el examen de valoración
cognitiva mediante el test Mini Mental State Examination (MEC), implican un
mayor riesgo de caídas en los ancianos institucionalizados. La significación
estadística de todas estas variables se estableció con un error aleatorio menor del
5%, p<0.005 y un IC 95%.
Discusión. La pluralidad de criterios establecidos los estudios sobre caídas en las
poblaciones ancianas institucionalizadas o no, suponen limitaciones importantes
en el contraste de estos resultados. La presencia de patologías crónicas es una de
las variables que guardan en todos los casos una estrecha relación con la mayor
presencia de caída, también se establece como un factor predisponente para las
caídas en la mayoría de los estudios realizados en el ámbito institucional un
mayor grado de movilidad o autonomía en el anciano. El número de caídas en
instituciones obtenido en nuestro estudio se asemejan a los obtenidos en estudios
sobre caídas en población no institucionalizada, no es así en otras variables como
el índice de Barthel o la media de edad de los residentes.
Conclusiones. No podemos afirmar que exista un único patrón descriptivo de
caídas en la población institucionalizada, debido a la gran heterogeneidad
existente en el grupo de población anciana, aspecto que permite identificar
distintos grupos de ancianos según la variable a la que se atienda, existiendo una
gran variabilidad inter e intragrupos. No obstante, algunos factores son comunes
en la mayoría de los casos de caídas, tales como la ausencia o limitaciones leves en
la movilidad y a nivel de deterioro cognitivo, las relaciones personales
conflictivas con el resto de residentes, y patologías crónicas como la Diabetes
Mellitus, la Hipertensión Arterial o la presencia de problemas osteoarticulares
pueden constituir un criterio predictor de caídas en este grupo de población
Palabras clave: Geriatría, Salud anciano institucionalizado, factores de riesgo,
accidentes por caídas, patologías crónicas, factores socio‐familiares y
dependencia.
DESCRIPTIVE ANALYSIS OF FALLS AND RISK FACTORS ASSOCIATED
WITH INSTITUTIONALIZED OLD PEOPLE IN THE REGION OF MURCIA
SUMMARY
Introduction. According to the World Health Organization, the population over
60 is those with the highest death rate associated with falls worldwide. The
difficulty in approaching this circumstance in the elderly is not only determined
by the heterogeneity in this population group, but also there is a lack of clear
criteria on the circumstances that define what particular circumstances are
considered as a fall. Institutionalized elderly ( over 80 years old usually), mainly
composed by women, and a high level of dependency, make them the
protagonists of these adverse events (falls), which means not only a risk for their
health, but also to their quality and life expectancy. This is the reason of why we
consider that knowing the factors that are going to determine the incidence of
falls in institutionalized elderly, will allow us an approach to this phenomenon
with a whole view and better results.
Goals. To establish a descriptive pattern of the falls in institutionalized old people
and to analyze the risks associated with them for descriptive purposes; to analyze
the risk of falls related to functionalities in the performance of basic activities of
daily living, chronic pathologies, social and family factors, nutritional statement,
alterations of gait and balance, emotional state and cognitive status.
Methodology. A quantitative methodology was developed with a cross‐sectional
descriptive purpose on the group of old people of the Region of Murcia who are
institutionalized in social and health care centers belonging to Asociación Edad
Dorada Mensajeros de la Paz‐Murcia. Clinical data on falls were extracted from
the clinical records during the last year; it was considered as a dependent
variable; as independent variables we considered sociodemographic ones, clinical
and measurement tools(Barthel index, Tinetti scale, Mini Nutrional Assessment
(MNA) and Mini Cognitive Examination (MEC). The field work took a period
from July to September 2015. The data analysis these data was performed using
the statistical program SPSS 21.0.
Results. Of the total of the sample studied, fells were identified in a 26.9%, being
the frequency of only one fall the most numerous 15.8%. The average age of the
population that suffered falls was 84.08 ± 8.10 years, and there were no
statistically significant differences related to falls due to circumstances such as
age, gender or living in a rural or urban environment before the
institutionalization. The classification of Grade I according to the Law of
Promotion of Personal Autonomy and Care for People in Situation of Dependence
(LAPAD), having a diagnosis of Diabetes Mellitus, Arterial Hypertension,
osteoarticular problems or depression are related to an increased risk of Falls, as
well as the fact of identifying conflictive relationships with other people in the
residence. A higher mark assessment obtained in Tinetti Index and MEC
cognitive assessment test, means that there is an increased risk of falls in
institutionalized elderly. The statistical significance of all these variables was
established with a random error of less than 5%, p <0.005 and a 95% CI.
Discussion. The main studies on falls in the institutionalized elderly indicate that
it is so difficult to establish a relationship in the results obtained clearly; the
criteria established in each of the studies represent limitations that hamper the
contrast of these results, but anyway, we can establish that circumstances such as
the presence of chronic pathologies, are variables that in all cases have a close
relationship with more incidence of falls. A greater competence in the mobility or
in the autonomy level in the institutionalized elderly is also established as a
predisposing factor for falls in almost all studies carried out in similar
enviroments.
Conclusions. We can not affirm that there is only a descriptive pattern of falls in
the institutionalized population, due to the great heterogeneity that exists in the
elderly; it is a factor that allows the identification of different groups of elderly
according to the variable that is attended, intergroups and intragroups. However,
some factors are common in most cases of falls, such as the absence or slight
limitations in mobility and the level of cognitive deterioration, conflicting
personal relationships with other residents, and chronic pathologies such as
diabetes
Key words: Geriatrics, Risk factors, health of institutionalized elderly, accidental
falls, chronic pathologies, social and family factors and dependence.
AGRADECIMIENTOS.
No quiero dejar a nadie fuera de estos agradecimientos que para mí son
realmente importantes, en primer lugar y considero que debe ser así, a mis
directores, Dra. Morales y Dr. Balanza, que han sabido guiarme y motivarme para
que este trabajo pudiera salir adelante de la forma más digna posible, espero
haber estado a la altura académica, investigadora y sobre todo personal que
vosotros os merecéis.
Gracias a la Fundación Edad Dorada Mensajeros de la Paz en Murcia, por
permitirme acceder a sus centros, para poder llevar a cabo este trabajo de
investigación.
Gracias a mis padres, que me han trasmitido su pasión por el trabajo,
dejándome siempre claro, que esa es la forma de conseguir las cosas, ojalá la vida
les permitiera poder disfrutar un poquito más de todos esos esfuerzos.
Dicen que los hermanos son ramas de un árbol con las misma raíces, por lo
que la vida de uno siempre será parte esencial de la vida del otro, mis hermanas
son las mejores ramas del árbol, esas que nunca se cansan por muchas hojas que
tengan, las que se mantienen fuerte ante la tormenta y vuelven a lucir más bellas
con el sol, las que dejan pasar el sol en invierno, pero en verano te protegen de
él,… gracias por todo, siempre unidas por el poder de tres.
Después de 20 años en la Universidad, me llena de orgullo decir que formo
parte de esta familia académica y sobre todo personal, con la que tantos
momentos buenos y no tan buenos he pasado, han sido muchas las personas que
han marcado este trayecto, pero, no puede dejar pasar esta oportunidad para
agradecer a Diego Gutiérrez, que fuera capaz de ver en mí, algo que ni yo misma
sabía que tenía, a tod@ mis compañeros durante estos años, a los que aún están y
los que ya se fueron. Gracias Paloma y Mª José, por confiar en mí y darme la
oportunidad de poder renovar la ilusión en este proyecto, desde hace unos años
con nuevas responsabilidades y por último gracias Charo, creo que no sabes, que
has sido una guía importante en mi vida, con tu ejemplo y consejos que tanto me
han servido.
Ana María, Maravillas, Mª José e Isabel, tantos años juntas, tantas cosas
vividas y por vivir, dentro y fuera del Monasterio, gracias chicas por estar
siempre, por conocerme y quererme como soy, por aguantarme y enseñarme que
estar rodeada de buena gente, es el mejor de los regalos que te puede dar la vida,
siempre “Lopitas”.
Gracias Carmen María, Cuchi y Paqui, porque siempre estáis, por vuestra
ayuda en este “lio” de vida mío, por las risas y tantos buenos momentos que
hemos disfrutado y estoy segura que seguiremos disfrutando.
Gracias Carmelo, sin tu generosidad este proyecto que parecía imposible,
nunca hubiera llegado a su fin, espero que estos años, solo hayan sido los primero
pasos de un largo camino de trabajo y dedicación por algo que nos apasiona y
deseo que este futuro vaya fortaleciendo esos lazos de amistad que ahora nos
unen.
Por supuesto y como no puede ser, ni quiero que sea de otra manera, este
trabajo tiene un gracias con mayúsculas para las tres personas que son mi vida.
Lucia, Jesús, llegasteis poniéndolo todo “patas arriba” y a la vez todo en su
sitio, sois los culpables de que este proyecto llegue algunos años más tarde de lo
previsto, pero decidí que no quería que los agradecimiento de mi tesis estuvieran
llenos de lo siento, por no poder compartir con vosotros momento importante de
vuestra niñez y pre‐ adolescencia, sino de gratitud por regalarme vuestro amor y
dejarme compartir vuestras alegrías y tristezas, aprendizajes, ilusiones y
desilusiones, primeras experiencias, éxitos académicos,…sois lo mejor que he
hecho en la vida y mi principal orgullo.
Cuando Dios te bendice y te permite conocer y compartir tu vida con la
persona con la que todo toma sentido, que es capaz de ser a la vez tu mejor
amigo, tu compañero, tu amante, tu cómplice,… solo puedes dar gracias por este
regalo y asegurarte de mantener actualizado ese proyecto de vida común que
comenzó hace ya muchos años y que sigue siendo el camino a seguir, porque no
imagino la vida de otra manera, TE QUIERO JESÚS LEAL.
“Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”
Miguel de Cervantes Saavedra
ÍNDICE
ÍNDICE TABLAS Y FIGURAS 15
ÍNDICE ABREVIATURAS 21
CAPITULO I. INTRODUCCIÓN 25
CAPÍTULO II. OBJETIVOS 37
2.1. Objetivo General
2.2. Objetivos Específicos
CAPÍTULO III. MARCO TEÓRICO 41
3.1. ADULTO MAYOR/ ENVEJECIMIENTO. ESTADO DE LA
CUESTIÓN 41
3.1.1. Definición y clasificación de la vejez 41
3.1.2. Epidemiología de vejez 45
3.1.3. Modificaciones asociadas al proceso de envejecimiento 50
3.1.4. Fragilidad en el anciano 56
3.1.5. Abordaje de la cronicidad y la dependencia en la vejez 61
3.2. INSTITUCIONALIZACIÓN EN EL ANCIANO 74
3.2.1. Introducción 74
3.2.2. Evolución histórica de la institucionalización en la vejez 75
3.2.3. Definición y características de la institucionalización en
ancianos 82
3.2.4. Epidemiología de los servicios de atención sociosanitaria
en España 84
3.2.5. Epidemiología de los servicios de atención sociosanitaria
en la Región de Murcia. 89
3.3. CAÍDAS EN EL ANCIANO 91
3.3.1. Actualización del estado de la cuestión. Epidemiología 91
3.3.2. Factores de riesgo asociados a las caídas en la vejez 94
3.3.3. Consecuencias de las caídas para el anciano, la familia y la
sociedad 98
3.4. CAÍDAS EN LAS INSTITUCIONES SOCIOSANITARIAS 101
3.4.1. Actualización del estado de la cuestión 101
3.4.2. Incidencia y prevalencia de las caídas en las instituciones 104
3.4.3. Principales factores de riesgo asociados a las caídas 108
3.4.4. consecuencias de las caídas en el anciano
institucionalizado 112
CAPÍTULO IV. METODOLOGÍA 115
CAPÍTULO V. RESULTADOS 131
5.1. ANÁLISIS DESCRIPTIVO DE LAS CAÍDAS 133
5.2. ANÁLISIS DESCRIPTIVO DE LOS FACTORES
INDEPENDIENTES 134
5.2.1. Aspectos antropométricos y sociales 134
5.2.2. Factores relacionados con la salud 139
5.2.3. Factores relacionados con la convivencia y funcionalidad
en la residencia 145
5.2.4. Análisis descriptivo de los instrumentos de medida 152
5.3. CAUSAS DE LAS CAÍDAS: ANÁLISIS BIVARIABLE 157
5.3.1. Caídas y factores antropométricos y sociales 157
5.3.2. Caídas y factores relacionados con la salud 163
5.3.3. Caídas y factores relacionados con la convivencia y
funcionalidad en la residencia 167
5.3.4. Caídas y escalas utilizadas en el estudio 175
CAPÍTULO VI. DISCUSIÓN 183
6.1. DISCUSIÓN RESULTADOS DESCRIPTIVOS 183
6.2. DISCUSIÓN RESULTADOS ANÁLISIS BIVARIABLE 198
CAPÍTULO VII. CONCLUSIONES 215
CAPÍTULO VIII. BIBLIOGRAFÍA 219
CAPÍTULO VIII. ANEXOS 251
ÍNDICE DE TABLAS Y FIGURAS.
TABLAS.
Tabla 1. Clasificación de las definiciones esperanza de vida 44
Tabla 2. Crecimiento poblacional por grupos de edades durante 2015 48
Tabla 3. Evolución del concepto fragilidad 56
Tabla 4. Estudios de fragilidad en España 59
Tabla 5. Personas que tienen dificultad para realizar alguna actividad
básica de la vida diaria según sexo y grupo de edad. Porcentajes sobre la
64
población de 16 y más años. España 2009
Tabla 6. Limitación para las actividades de la vida cotidiana en los
últimos 6 meses debido a un problema de salud según sexo y grupo de
65
edad. Porcentajes sobre la población de 16 y más años. España 2009
Tabla 7. Evolución de los cuidados institucionales en la vejez. 80
Tabla 9. Resultado de los estudios de caídas en ancianos 107
institucionalizados en los últimos 10 años
Tabla 10. Distribución del número de caídas 134
Tabla 11. Análisis descriptivo de la edad 135
Tabla 12.Estado civil en función del género 135
Tabla 13. Toma de decisión para el ingreso, en función del género 136
Tabla14. Causas del ingreso. Social –sanitario diferenciada por sexo 136
Tabla 15. Procedencia residente antes del ingreso. Rural o urbano según 137
el sexo
Tabla 16. Convivencia del residente antes del ingreso por sexo 138
Tabla 17. Grado de dependencia según la ley por sexo 139
Tabla 18. Diabetes Mellitus 140
Tabla 19. Hipertensión 140
Tabla 20. Presencia de problemas osteoarticulares según sexo 141
Tabla 21. Presencia de problemas de incontinencia urinaria por sexo 143
Tabla 22. Problemas de conducta: con cuadro psicogeriátrico 144
Tabla 23. Medidas de contención según sexo 145
Tabla 24. Tipos de medidas de contención requeridas por sexo 146
Tabla 25. Frecuencia de visitas por sexo 147
Tabla 26. Relaciones con otros residentes por sexo 148
Tabla 27. Relaciones con la familia por sexo 149
Tabla 28. Relaciones y contacto con el personal de la residencia por sexo 150
Tabla 29. Requiere ayuda para deambular según sexo 151
Tabla 30. Requiere ayuda para comer según sexo 151
Tabla 31. Requiere ayuda para vestirse según sexo 152
Tabla 32. Puntuación Escala Barthel al ingreso en intervalos y Sexo 153
Tabla 33. Riesgo de caídas según escala de Tinetti y Sexo 154
Tabla 34. Deterioro cognitivo en función del Sexo 155
Tabla 35. Clasificación estado nutricional en función del sexo 156
Tabla 36. Valores de la edad en función de las caídas 157
Tabla 37. Asociación entre las caídas y la edad categorizada 157
Tabla 38. Asociación entre las caídas y el género 158
Tabla 39. Asociación entre las caídas y el estado civil 159
Tabla 40. Asociación entre toma de decisión en el ingreso y caídas 159
Tabla 41. Asociación entre las causas del ingreso y las caídas 160
Tabla 42. Asociación entre caídas y el domicilio habitual del residente 161
Tabla 43. Caídas y su asociación con la convivencia antes del ingreso 161
Tabla 44. Frecuencia de las caídas en función del grado de dependencia 162
Tabla 45. Asociación entre la diabetes y las caídas 163
Tabla 46. Asociación entre hipertensión Arterial y caídas 164
Tabla 47. Asociación entre problemas osteoarticulares y caídas 164
Tabla 48. Asociación entre la incontinencia urinaria y las caídas 165
Tabla 49. Asociación entre cuadro depresivo y caídas 166
Tabla 50. Asociación entre alteración psicogeriatría y caídas 166
Tabla 51. Requiere medidas de contención y caídas 167
Tabla 52. Tipos de medidas de contención requeridas y caídas 168
Tabla 53. Frecuencia de visitas y de caídas 169
Tabla 54. Relaciones con otros residentes y caídas 170
Tabla 55. Relaciones con la familia y caídas 171
Tabla 56. Contacto con el personal de la residencia y caídas 172
Tabla 57. Requiere ayuda para comer y caídas 173
Tabla 58. Requiere ayuda para vestirse y caídas 174
Tabla 59. Requiere ayuda para deambular y caídas 175
Tabla 60. Puntuación de la escala de Barthel en función de la existencia 176
de caídas
Tabla 61. Asociación entre la clasificación de Barthel y la existencia de 176
caídas
Tabla 62. Puntuación de la escala de Tinetti en función de la existencia 177
de caídas
Tabla 63. Asociación entre Tinetti y la existencia de caídas 178
Tabla 64. Puntuación de MEC en función de la existencia de caídas 178
Tabla 65. Asociación entre MEC y las caídas 179
Tabla 66. Puntuación MNA en función de la existencia de caídas 180
Tabla 67. Asociación entre el estado nutricional (MNA) y las caídas 180
FIGURAS.
Figura 1. Prevalencia de fragilidad en la población mayor en España, 28
por sexo y tramos de edad
Figura 2. Proporción de la población mayor de 60 años en 2015 y 2050 46
Figura 3. Porcentaje de personas mayores de 65 y más años, 2015 47
Figura 4. Porcentaje de personas mayores de 65 y más años por
municipio, 2016
49
Figura 5. Estudios nacionales e internacionales sobre fragilidad 59
Figura 6. Cuidadores no profesionales de persona mayores o enfermas 67
Figura 7. Cambio de paradignma en la intervención sobre cronicidad 70
Figura 8. Índice de cobertura. Servicio de ayuda a domicilio 86
Figura 9. Índice de cobertura. Centros de día 87
Figura 10. Plazas residenciales según gestión Región de Murcia 90
Figura 11. Tendencia a vivir solo según sexo y edad, 2015 102
Figura. 12. Estadística de Defunciones según la causa de Muerte, 2015 105
ÍNDICE DE ABREVIATURAS
ABVD. Actividades básicas de la vida diaria
AGS. American Geriatrics Society
AP. Atención Primaria
AUC. Area under curve
BGS. British Geriatrics Society
DM. Diabetes Mellitus
EA. Efecto Adverso
EESE. Encuesta Europea de Salud Española
EVBS. Esperanza de vida en buena salud
EVLI. Esperanza de vida libre de incapacidad
HTA. Hipertensión Arterial
IMC. Índice de Masa Corporal
IMSERSO. Instituto de Mayores y Servicios Sociales
INE. Instituto Nacional de Estadística
IRPS. Índice Relacionado con la Seguridad del Paciente
LAPAD. Ley de Promoción de Autonomía Personal y Atención a las personas en
situación de Dependencia.
MEC. Mini State Examination
MNA. Mini Nutricional Assessment
MSSSI. Ministerio de Sanidad Servicios Sociales e Igualdad
OMS. Organización Mundial de la Salud
RAE. Real Academia de la Lengua Española
ROC. Receiver Operating Characteristic
SAD. Servicio de Atención Domiciliaria
SEGG. Sociedad Española de Geriatría y Gerontología
SNS. Sistema Nacional de Salud
SWWT. Stop Walking While Talking”
CAPÍTU
C ULO I
INTRO
ODUCC
CIÓN
INTRODUCCION. 25
CAPITULO I. INTRODUCCIÓN
El concepto de envejecimiento tiene un marcado carácter cultural, su
definición puede estar condicionada por multitud de connotaciones; que lo dotan
de estereotipos que distorsionan la realidad que supone este proceso natural.
A lo largo de la historia han sido numerosos los autores que han descrito la
vejez como un proceso dinámico y multifactorial característico de todos los seres
vivos (Lehr,1980; Laforest,1991; Gómez y Curcio,2002). La Organización Mundial
de la Salud lo definió como:
ʺProceso fisiológico que comienza en la concepción y ocasiona cambios en las
características de las especies durante todo el ciclo de la vida; esos cambios producen una
limitación de la adaptabilidad del organismo en relación con el medio. Los ritmos a que
estos cambios se producen en los diversos órganos de un mismo individuo o en distintos
individuos no son igualesʺ (OMS, 2009a).
En el análisis de este concepto, algunos autores llegaban a la conclusión de
que el envejecimiento es un proceso inherente a la vida humana, que constituye
una experiencia única, heterogénea y su significado varía dependiendo de la
connotación que cada cultura haga de él, entendiéndose como un fenómeno
multidimensional, en el que se involucra todas las dimensiones de la vida
humana (Alvarado y Salazar, 2014).
El aumento de la esperanza de vida y la disminución de los índices de
natalidad son las principales causas que han llevado a un incremento sustancial
del número de personas mayores frente a otros grupos de edad, dando lugar al
fenómeno conocido como envejecimiento poblacional. En la actualidad el
envejecimiento de la población es ya una realidad que supone una trasformación
global que afecta a cuestiones sociales, sanitarias, políticas y económicas.
En 2001 se produjo un punto de inflexión histórica en la demografía
española, ya que el grupo de población de los mayores de 65 años superaba por
primera vez en la historia al de población infantil (0‐14 años). En la actualidad,
nuestro país continua con este proceso de envejecimiento encontrando cifras del
18,4% en personas mayores de 65 años y del 6% en mayores de 80 años con
respecto al total de la población en ambos casos. Muy lejos de la posibilidad de
26. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
revertirse esta tendencia, las proyecciones a largo plazo, nos anuncian unas tasas
de envejecimiento de hasta el 34,6% para el año 2066 (Abellán, Ayala y Pujol,
2017).
España no será el único país de Europa con una población cada vez más
envejecida, pero Europa sí será, el único continente con un crecimiento negativo
de su población dentro de los próximos 50 años; con una edad media, muy por
encima del resto de continentes. Las proyecciones estimadas por el Eurostat para
los países miembros de la Unión Europea, para los dos grupos de edad más
avanzada (65 a 79 años y > 80 años), sufrirán un aumento considerable, pudiendo
llegar a sumar entre ambos más del 33% de la población total, según las
previsiones para el año 2060.
Pero éste no será un fenómeno restringido a la Europa y por ende a España,
en los últimos años se calculó que el 8% de la población mundial tiene más de 65
años, y se espera que en los próximos 20 años este porcentaje aumente al 20%,
superando muchas de estas personas los 80 años (Eurostat, 2015).
Afrontar de forma eficiente este escenario, será todo un desafío tanto para la
sociedad, como para los gobiernos, ya que el aumento de la supervivencia hasta
edades longevas supone un aumento de la formas de dependencia1 y/o
discapacidad, como se refleja de forma clara en el informe sobre el perfil de la
personas en situación de dependencia realizado por el Ministerio de Sanidad
Servicios Sociales e Igualdad (2014). El informe destaca no solo el número de
beneficiarios que supera los 65 años sino también el mayor grado o nivel de
dependencia que estos presentan (Fernández, 2015).
El proceso de envejecimiento, lleva asociado un deterioro funcional que
facilita o predispone a la persona a la enfermedad; sin embargo es cierto que
también podemos encontrar a personas ancianas con un buen estado de salud.
En el documento de consenso para la atención al paciente con enfermedades
crónicas elaborado por el grupo de trabajo de la Sociedad Española de Medicina
Interna (SEMI) y la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria
(semFYC), se anuncia que las enfermedades crónicas serán la principal causa de
1
Las Organización Mundial de la Salud definió la dependencia como la disminución o ausencia de
la capacidad para realizar alguna actividad en la forma o dentro de los márgenes considerados
normales (OMS. 1980)
INTRODUCCION. 27
discapacidad y/o dependencia en 2020 y que hacia 2030 se doblará su incidencia
en mayores de 65 años (SEMI‐ semFYC, 2011). Las enfermedades crónicas se
caracterizan por ser de larga duración y progresión lenta, que provocan limitación
en la calidad de vida de las personas afectadas y sus cuidadoras, siendo el origen
de una mortalidad prematura y efectos económicos importantes en familia,
comunidad y sociedad (MSSSI, 2012).
En nuestro país las enfermedades crónicas van adquiriendo cada vez mayor
notoriedad, debido entre otras cosas al aumento de la esperanza de vida y los
cambios en los estilos de la misma. Aunque es difícil determinar con exactitud el
número de personas que padecen este tipo de patologías, los datos nos hablan de
que el 45% de la población mayor de 16 años, sufren alguna patología crónica.
Estas patologías concentran su prevalencia especialmente en mayores de 55 años,
aumentando con la edad y en la población femenina. Las patologías crónicas, se
consideran responsables del 74,45% del total de muertes anuales y son los
problemas de salud que más van influir sobre la esperanza y la calidad de vida de
la población general y particularmente en la población anciana. Además se estima
que suponen el 75% de gasto del Sistema Nacional de Salud (Informe Cronos,
2014).
Ante la compleja heterogeneidad de la población anciana y para facilitar el
desarrollo de la práctica clínica, se han establecido una serie de clasificaciones que
han adquirido un gran nivel de consenso en el entorno de atención sociosanitaria.
Determinamos cuatro tipos de ancianos: sanos, enfermos, frágiles y geriátricos
según su nivel de salud/enfermedad y la dependencia que ésta genera. Son los
ancianos frágiles y geriátricos los que presentan una mayor incidencia de
patologías crónicas y problemáticas sociales. En el documento de consenso sobre
prevención de fragilidad y caídas en personas mayores, se estima que la
prevalencia de fragilidad en la población anciana española oscila entre el 8,5% y
20,4% para ambos sexos y estos rangos se van modificando en función del sexo y
la edad.
28. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Figura 1. Prevalencia de fragilidad en la población mayor en España, por
sexo y tramos de edad.
Fuente. (Aragonés, 2014)
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (2005), viene reclamando
desde hace años, que las patologías crónicas necesitan cuidados de salud
continuos y continuados, y la dependencia que generan estos problemas de salud,
requieren de un sistema social que pueda dar respuesta y supla las necesidades
de la persona, con una adecuada calidad asistencial, y esto solo será posible
mediante la coordinación y el consenso entre los diferentes niveles asistenciales.
Estas demandas ya clásicas desde ámbitos relacionados con la vejez, y los
profundos cambios originados por la transición epidemiológica y demográfica de
los últimos años, han generado y esperamos que fomenten cambios importantes
en las políticas de atención sociosanitaria para la población en general y en la
atención a la vejez en particular. La población anciana deberá se ser atendida de
forma integral e integrada, a través de un equipo multidisciplinar, que garantice
una atención de calidad específica a sus necesidades (Plan de atención a la
cronicidad de Cantabria, 2015). El Sistema Nacional de Salud (SNS) reconoce dos
niveles asistenciales básicos, la Atención Primaria y la Atención Especializada,
pero resulta esencial describir un nivel asistencial, que aunque se encuentra
INTRODUCCION. 29
enmarcado en la asistencia especializada, presenta entidad suficiente para ser
considerada de forma autónoma; nos referimos a la Atención Sociosanitaria.
La atención sociosanitaria fue definida como, el conjunto de cuidados
destinados a aquellos enfermos, generalmente crónicos, que por sus especiales
características pueden beneficiarse de la actuación simultánea y sinérgica de los
servicios sanitarios y sociales para aumentar su autonomía, paliar sus limitaciones
o sufrimientos y facilitar su reinserción social, según la Ley 16/2003 de Cohesión y
calidad de sistema nacional de salud (2003).
Todas estas circunstancias nos obligan a considerar que las personas
mayores, no solo van a necesitar cuidados para la atención de los problemas de
salud cuando vayan apareciendo, sino que es y será fundamental el control de los
factores de riesgos intrínsecos y extrínsecos, mediante intervenciones preventivas
que eviten o retarden su aparición.
Las caídas en la población anciana están consideradas como uno de los
grandes síndromes geriátricos no solo por la incidencia y prevalencia de este
problema en los ancianos sino por la precipitación de acontecimientos físicos,
psíquicos, sociales y económicos que este hecho puede suponer en el anciano y su
entorno socio‐familiar. Por este motivo, resulta necesario conocer todas las
circunstancias que puedan envolver este tipo de acontecimientos negativos, que
suponen un importante aumento de la morbilidad y la mortalidad en la vejez.
La Organización Mundial de la Salud define las caídas como aquellos
acontecimientos involuntarios que hacen perder el equilibrio y precipitan el
cuerpo contra una superficie que lo detenga. Se estima que las caídas suponen la
segunda causa de muerte por lesiones no intencionadas a nivel mundial, solo
superadas por los accidentes de tráfico. Más del 80% de las muertes relacionadas
con las caídas registradas se producen en países de ingresos bajos y medios,
siendo la población mayor de 60 años la que presenta mayor tasa de mortalidad a
nivel mundial (OMS, 2012).
El envejecimiento es un proceso muy heterogéneo por lo que son muchas y
variadas las circunstancias que vamos a poder describir como factores de riesgo
asociados a las caídas en la población anciana. La contribución relativa de cada
factor de riesgo cambia según la situación médica y funcional del individuo y las
características del entorno (Sgaravatti, 2011).
30. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Studenski, en los años 90, establecía una clasificación del riesgo de caída
según funcionalidad, diferenciando entre ancianos con bajo o alto riesgo de caída.
Ya en el año 2000, la guía de práctica clínica para la prevención de caídas en el
adulto mayor proponía también tres grupos (bajo, intermedio y alto), en función
de la presencia de factores de riesgo intrínsecos (edad, movilidad, patologías
crónicas institucionalización…) (Studenski, Duncan, Chandler y Samsa, 1996 ;
González et al., 2005)
Los principales factores intrínsecos o internos asociados a las caídas en la
población anciana se encuentran relacionados entre otros motivos con la edad,
que no solo contribuye al aumento de caídas sino también determinan la
morbilidad asociada a éstas. Se estima que al menos el 30% de los mayores de 65
años, y hasta el 50% de los de mayores de 80 años sufren alguna caída al año,
aumentando esta circunstancia la probabilidad de sufrir una recaída en el plazo
de un año en hasta dos o tres veces.
Los cambios músculo esqueléticos, especialmente la sarcopenia que provoca
una pérdida de la fuerza muscular centrada principalmente en los miembros
inferiores, las alteraciones en la vista con modificaciones tan importantes como la
disminución de la agudeza y la percepción visual, las alteraciones vestibulares,
responsables de los problemas del equilibrio o las alteraciones de propiocepción
van a contribuir de forma determinante en un importante número de caídas.
Las modificaciones a nivel cardiovascular, con la disminución del gasto
cardiaco, los trastornos del ritmo, la hipotensión ortostática, y las alteraciones
asociadas al deterioro cognitivo también van a ser factores definitivos en un
importante número de caídas en las poblaciones ancianas (Cerda, 2014; Villar San
pio, Mesa, Esteban, Sanjoaquin y Fernández, 2007; Díaz‐Pelegrín, Cabrera‐Martos,
López‐Torres y Rodríguez‐Torres, 2016).
Además la correlación directa entre el número de fármacos que el anciano
consume, aumenta el riesgo de sufrir una caída, pero no solo de forma
cuantitativa, sino que determinados fármacos como las benzodiacepinas de vida
larga, los antidepresivos inhibidores de la captación de serotonina (ISRS) y
tricíclicos, los digitálicos, ciertos antiarrítmicos y los diuréticos son algunos de los
que más se relaciona con este problema (Olvera et al., 2013).
INTRODUCCION. 31
Los factores externos o extrínsecos van a tener una gran importancia no solo
por la cantidad sino por la variabilidad de los mismos que estará determinada por
la situación, el entorno o circunstancias del anciano.
En el entorno domiciliario los principales problemas que encontramos son
los suelos irregulares, alfombras o cables en el suelo, iluminación insuficiente o
excesiva, bañeras o duchas sin asideros, escaleras estrechas y sin pasamanos, etc.
Si ampliamos este entorno a la comunidad nos encontramos con problemas de
índole similar como pavimentos irregulares y/o con obstáculos en el suelo,
semáforos de corta duración y medios de trasporte no adaptados a las
características de la población anciana.
Las consecuencias de las caídas en los ancianos van estar relacionadas con
un aumento de la morbimortalidad, que no solo va generar un deterioro de la
salud y la calidad de vida del anciano, sino que también van a elevar de forma
considerada los costes sociosanitarios derivados de la atención a corto y largo
plazo de la misma (Rodríguez, 2012).
Las principales lesiones físicas que se asocian a las caídas de forma
inmediata son las fracturas, contusiones, heridas, traumatismos craneoencefálicos
y torácicos. Como complicaciones a largo plazo, encontramos fundamentalmente
las relacionadas con la inmovilidad que esta caída ha generado como,
contracturas articulares y atrofias musculares, úlceras por presión (UPP),
trombosis venosas profundas, posibles complicaciones a nivel respiratorio,
cuadros confusionales y aumento de la osteoporosis entre otros muchos.
La falta de atención tras una caída generada en la mayoría de las ocasiones
por la imposibilidad del anciano de levantarse de forma autónoma y pedir ayuda,
supone una situación de peligro que aumenta de forma exponencial con el tiempo
de permanencia en el suelo. Las principales complicaciones asociadas a esta
situación son la hipotermia, deshidratación y rabdomiolísis2.
Pero las caídas no sólo tienen consecuencias físicas, sino también
psicológicas, que suponen una merma importante en la calidad de vida de la
persona; hablamos del síndrome post‐caída o miedo a caer. Esta situación lleva
2
Es la destrucción del músculo esquelético, liberándose mioglobina, electrolitos y enzimas
musculares al torrente circulatorio pudiendo provocar en los casos más graves insuficiencia renal
(Henares.2012).
32. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
asociada una serie de cambios que, principalmente, se relacionan con la
disminución de la actividad física y social, que en numerosas ocasiones se ve
reforzada por el desarrollo de una actitud sobreprotectora por parte de la familia,
y que incluso puede acabar con la institucionalización del anciano (Rodríguez,
2012). En ocasiones este miedo por sufrir una caída, genera un tipo de marcha en
los ancianos conocido como marcha prudente, que tiene como principales
características en sus inicios la lentitud, pasos cortos y búsquedas de puntos de
apoyo constante (Villar San Pio et al, 2007).
A las anteriores consecuencias de las caídas, tenemos que añadir las
socioeconómicas. El aumento de la dependencia, secundario a las lesiones físicas
o psíquicas producidas por la caída, genera una necesidad de cuidado que serán
asumidas por la familia o por las instituciones sociosanitarias, aumentando así
los costes directo con los ingresos hospitalarios, intervenciones quirúrgicas,
rehabilitación, hospitales de larga estancia o residencias geriátricas así como los
costes indirectos derivados de la implicación de la familia en el cuidado o el
aumento de la morbilidad asociada a esta situación.
Para tratar de contextualizar de forma general la incidencia y prevalencia de
las caídas de la población anciana institucionalizada, comenzaremos abordando la
situación desde los datos.
Según el informe de personas mayores en España 2014, se estimó que el
número de usuarios en Centros Residenciales era de 236.105 personas de 65 años
y más. El perfil de los usuarios se caracteriza principalmente por ser mujeres de
edad avanzada que en el 67,9% de los casos sobrepasa los 80 años y su edad
media se sitúa en torno a los 83 años (Fernández, 2015). La edad media de
ingreso en la institución es de 82 años, presentando dependencia alrededor del
70% de ellas, y ocupan plaza de psicogeriatría el 24% de los ancianos
institucionalizados (IMSERSO, 2015).
Las principales características de la caídas de ancianos en instituciones nos
hablan de mujeres de entre 85‐90 años con un nivel cognitivo dentro de la
normalidad (MEC‐35 31,4 puntos), y con sobrepeso (IMC 26,6), el lugar donde se
producen con más frecuencia las caídas es en el interior del centro, incluyendo
las zonas externas del mismo durante la mañana; en el momento de la caída el
calzado utilizado eran principalmente zapatillas y en la mayoría de las ocasiones
INTRODUCCION. 33
las caídas no presentan consecuencias inmediatas, y por tanto, no precisan
atención sanitaria (Pellicer et al., 2013; Da Silva, Gómez y Sobral, 2008).
La fragilidad, la pérdida de funcionalidad y las modificaciones de la fuerza,
equilibrio y capacidad física que suele acompañar a los ancianos residentes en
instituciones, hacen que esta población sea más propensa a las caídas.
La prevención de las caídas puede suponer una disminución de la
morbilidad de los ancianos institucionalizados y para conseguir este objetivo es
indispensable la evaluación multidimensional, la identificación de factores de
riesgo y la propuesta de modificaciones (Silveira et al., 2013).
El aumento del número de personas de edad avanza y la longevidad de las
mismas, nos obliga a volver a plantear problemas ya clásicos desde nuevas
perspectivas.
La prevención de las caídas en la vejez y en concreto en la población anciana
institucionalizada, debe de suponer uno de los retos principales para conseguir la
mejora de la calidad de vida de los ancianos. La influencia de factores tan
variables y variados que en numerosas ocasiones no son fácilmente modificables,
dificulta el éxito de las medidas de prevención primaria, por lo que es
imprescindible intervenir también en la prevención segundaria y terciaria que
abarca de forma global todo lo relacionado con esta circunstancia adversa.
Para ello, resulta imprescindible un abordaje interdisciplinar y
multidimensional de las caídas, en las que las medidas de actuación preventiva se
realicen de forma individualizada, y donde la persona y sus particularidades sean
el origen de las actuaciones de prevención e intervención por parte del personal
sanitario.
En esta investigación nos planteamos como principal propósito el estudio
del perfil del anciano institucionalizado que sufre caídas, con la finalidad de
establecer patrones predictivos con los que poder conocer, aquellas variables que
más van determinar la aparición de caídas en el ámbito institucional.
CAPÍTU
ULO II
OBJET
TIVOS
OBJETIVOS. 37
CAPITULO II. OBJETIVOS
2.1. OBJETIVO GENERAL
Establecer un patrón descriptor de las caídas de la personas mayores
institucionalizadas en centro sociosanitarios y analizar, con fines predictivos, los
riesgos asociados a las mismas.
2.2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS
Analizar la relación entre el estado funcional en el desempeño de las
Actividades Básicas de la Vida Diaria (ABVD) y el riesgo de sufrir caídas.
Analizar la asociación existente entre el riesgo de caídas y el estado
cognitivo de los ancianos residentes.
Establecer la relación entre las alteraciones del estado afectivo del anciano
y el riesgo de sufrir caídas.
Identificar la existencia de riesgo de caídas asociado a patología crónicas.
Estudiar la relación existente entre el riesgo de caída con factores socio‐
familiares.
Valorar la influencia del estado nutricional en el riesgo de caídas.
Analizar la influencia del uso de medidas de contención en las caídas.
Relacionar las alteraciones del equilibrio y la marcha con la incidencia de
las caídas.
CAPÍT
TULO IIII
MARCO TE
EÓRICO
O
MARCO TEÓRICO. 41
CAPITULO III. MARCO TEÓRICO
3.1. ADULTO MAYOR/ ENVEJECIMIENTO. ESTADO DE LA CUESTIÓN
3.1.1. Definición y clasificación de la vejez.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su definición de
envejecimiento, nos indica que es un proceso en el que los cambios que se
producen durante todo el ciclo vital, provocan limitaciones para la adaptación al
medio, pero que el ritmo de estos cambios es muy diferentes tanto entre
individuos, como para la propia persona (OMS, 2009). Otras definiciones más
actuales nos hablan de un proceso inherente a la vida humana, complejo, único y
heterogéneo, en el que se experimentan cambios físicos, psíquicos y sociales cuyos
significados se modifican en función de la connotación que cada cultura haga de
ellos (Alvarado y Salazar, 2014).
El envejecimiento de la persona, resulta algo inherente al propio proceso de
la vida, pero no por ser esta situación tan obvia, supone una aceptación y un
consenso claro. El cómo y el por qué se envejece crean grandes dificultades en la
definición del proceso e incluso en la determinación de quien o quienes ocupan
esa clasificación de adultos mayores, ancianos, tercera edad o incluso viejos.
La Real Academia de la Lengua define envejecer como “hacer viejo a
alguien o algo; dicho de una persona que se hace vieja o antigua; dicho de un
material, dispositivo o máquina que pierde sus propiedades con el paso del
tiempo; permanecer durante mucho tiempo” (RAE, 2016).
La utilización de términos biológicos para dar una explicación o definición
del concepto de vejez resulta obvia y sencilla para entender una parte del proceso
que es mucho más complejo y en el que intervienen factores tan determinantes
como los psicológicos y sociales. La edad cronológica, nos permite de un forma
objetiva y sencilla determinar los límites que nos marcarían la vejez, pero a la vez
son también estas características, las que nos obligan a contemplar otros tipos de
42. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
edades que nos ayudaran a entender el proceso de envejecimiento como global
para la persona.
Para acercarnos a la edad real o efectiva de una persona no solo podemos
contar la edad cronológica sino también la edad biológica, que nos habla del
estado de los órganos y sistemas corporales, la edad psicológica que representa el
funcionamiento de la persona en cuanto a conducta y adaptación, la edad social
que establece el rol individual que la persona desarrolla en la sociedad en la que
se desenvuelve, y la edad funcional que nos indica la autonomía de la persona
para el desarrollo de las actividades de la vida diaria (Alvarado y Salazar, 2014).
Es por lo tanto el envejecimiento un fenómeno enormemente diverso en el
que confluyen factores genéticos, sociales, históricos, sentimentales y experiencias
que se van desarrollando a lo largo de la vida, impregnados siempre por la
cultura y la sociedad en la que el individuo se desarrolla; de esta forma es cada
vez menos clara la clasificación de vejez en función de la edad cronológica al
igual que la asociación de ésta al declive, pérdida y todas las connotaciones
negativas asociadas a la misma.
En los últimos años se ha comenzado a hablar de otras formas de
envejecimiento en las que priman aspectos positivos del proceso, todas estas tiene
como germen las siguientes propuestas:
Envejecimiento exitoso Rowe y Khan consideraban que un anciano
disfrutaba de este tipo de envejecimiento cuanto tenía la habilidad para
mantenerse con bajo riesgo de enfermar, alto nivel de actividad física y mental y
compromiso con la vida por medio del mantenimiento de relaciones
interpersonales y de la participación en actividades significativas (Rowe y Kant,
1987).
A pesar de ser un concepto que ha sufrido numerosas críticas, entre otras
por la escasez de precisión de la palabra “éxito”, sobre todo en una población tan
heterogénea como la anciana; la autora Curcio en su estudio “envejecimiento
exitoso: consideraciones crítica” concluye que es un concepto multidimensional
que abarca, trasciende y supera la buena salud y que está compuesto por un
amplio conjunto de factores (Curcio, 2014).
MARCO TEÓRICO. 43
El concepto de envejecimiento saludable propuesto por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) hace referencia a un proceso continuo e iniciado
desde el comienzo de la vida en el que se fomente y mantenga la capacidad
funcional o lo que sería lo mismo, los atributos relacionados con la salud, que
permiten a una persona ser y hacer lo que es importante para ella y que esto le
proporcione el bienestar, entendiendo éste en su más amplio sentido de felicidad,
satisfacción y plena realización durante la vejez.
El término envejecimiento activo fue adoptado por la OMS a finales de los
años 90 con la intención de transmitir un mensaje más completo que el de
envejecimiento saludable, donde el termino activo reconoce los derechos de las
personas mayores y los principios de las Naciones Unida de independencia,
participación, dignidad, asistencia y realización de propios deseos, olvidando las
estrategias de necesidades que contemplan a los ancianos de forma pasiva para
reconocer su responsabilidad su participación en todos los procesos políticos,
sanitarios, sociales, etc (OMS, 2015).
Estas definiciones de envejecimiento, han ido desarrollándose al mismo
tiempo que se modificaban de forma considerable los indicadores de resultados
de una nueva forma de hacer políticas sanitarias, sociales y económicas para la
sociedad, pero que no reflejan directamente el estado de salud de esa población.
La esperanza de vida al nacer, se sitúa actualmente para España en 85,4 años para
las mujeres y 79,9 años para los hombres, posicionándose como uno de los países
con mayor esperanza de vida a los 65 años de la Unión Europea y mundial, sólo
superado por Francia (Abellán et al., 2017)
La disminución de la mortalidad por enfermedades agudas a lo largo del
S.XX en países desarrollados y el control de un gran número de enfermedades
crónicas , no han garantizado el descenso de las cargas de las mismas, lo que nos
obliga a utilizar indicadores que nos ayuden a conocer el estado de salud
teniendo en cuenta aspecto tan importantes como el impacto de la enfermedad en
la calidad de vida y la restricciones o dependencia que esta genera en la persona.
Esperanza de vida libre de incapacidad (EVLI) y esperanza de vida en
buena salud (EVBS) son algunos de estos indicadores; la primera nos habla de la
calidad de vida en relaciona a la esperanza de vida, atendiendo a cuestiones de
discapacidad y pérdida de funcionalidad que tienen como principal consecuencia
44. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
la disminución de la actividad personales y sociales; en la esperanza de vida en
buena salud se completa con la medición de la percepción subjetiva de estado de
salud de la persona (MSSSI, 2012).
Tabla 1. Clasificación de las definiciones de esperanza de vida
Esperanza de vida Edad cronológica
Esperanza de vida
libre de Discapacidad Disfuncionalidad
incapacidad (EVLI)
Esperanza de vida Discapacidad Disfuncionalidad Percepción de
en buena salud salud
(EVBS)
Fuente. Elaboración propia
3.1.2. Epidemiologia de la vejez.
El envejecimiento de la población es un fenómeno que se caracteriza por el
aumento de la proporción de personas de mayor edad sobre grupos de población
más jóvenes, circunstancia que viene generada principalmente por el aumento de
la esperanza de vida, la disminución de la natalidad y los avances sanitarios y
sociales que han conseguido una reducción de la tasa de mortalidad perinatal.
La OMS estima que en el año 2050 el número de personas mayores de 60
años a nivel mundial será de 2000 millones o lo que es lo mismo un 22% de la
población, lo que supondrá duplicar la cifra del año 2000 en 50 años. La
importancia de este dato no es sólo por el número de personas sino por el tiempo
en el que se va a producir este cambio, un país como Francia ha necesitado 100
años para duplicar la tasa de envejecimiento y en este caso estaríamos hablando
que países como Brasil podría llegar a esta situación en apenas 25 años.
Con el aumento del número de personas mayores, también se prevé que la
cantidad de ancianos que dependan de otra persona se cuadruplique, ya que la
probabilidad de sufrir enfermedades que se acompañan de menoscabo de la
46. Mº CARMEN GARCÍA
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50. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
De la población de la región de Murcia mayor de 65 años, un 43,65% son
hombres y el restante, 56,35% mujeres, al igual que ocurre en el resto de España,
la proporción de mujeres con respecto a los hombres aumenta en las edades más
avanzadas, al igual que ocurre a nivel nacional. Para los mayores de 85 años, las
mujeres superan a los hombres en 9530 personas (CREM, 2016)
3.1.3. Modificaciones asociadas al proceso envejecimiento
El proceso de envejecimiento, lleva asociado un desgaste funcional que
facilita o predispone a la persona a la enfermedad, sin embargo es cierto que
también podemos encontrar a personas ancianas con un buen estado de salud, ya
definidas anteriormente como ancianos sanos.
3.1.3.1. Cambios fisiológicos
Las modificaciones anatómicas y fisiológicas que se van produciendo con el
paso de los años en el organismo y que comienzan a producirse desde los 30‐40
años de vida, no sólo tienen un componente biológico, ya que estos cambios
físicos y funcionales van acompañados de modificaciones a nivel psíquico
(autoestima, autococepto,..) y a nivel social (aislamiento, estereotipos negativos,
presiones sociales,..)
En la mayoría de los sistemas orgánicos, el envejecimiento lleva asociado
una reducción fisiológica de su funcionamiento y de la capacidad de reparación,
aunque este declive no establece ningún patrón de velocidad similar y unánime
en la persona, ni mucho menos entre la población anciana. El conocimiento de los
signos y síntomas de este envejecimiento fisiológicos nos ayudará a discernir
entre los cambios propios de la vejez, que suponen limitaciones o modificaciones
de la funcionalidad del anciano, pero que no se clasifican como patologías, de las
situaciones de enfermedad que pueda tener una persona anciana.
Comenzaremos describiendo aquellos cambios que tienen una importante
repercusión en la apariencia física de la persona y que en la mayoría de las
ocasiones supone para nuestra sociedad los criterios para determinar si la
persona es anciana o no, aunque en realidad estos cambios físicos, funcionales y/o
estéticos no supongan graves riesgo para la salud, para continuar con las
MARCO TEÓRICO. 51
modificaciones anatómica y fisiológicas que se producen en órganos y sistemas
durante el proceso de envejecimiento.
Los cambios producidos en la piel van a suponer cambios estéticos
importantes para la persona, la dermis sufre una pérdida de densidad del
20% de su espesor como consecuencia de la merma de células y vasos
sanguíneos, el colágeno disminuye aproximadamente un 1% anual, las
fibras de elastina se degeneran y la regeneración epitelial se reduce a la
mitad a los 70 años, todo esto va a dar lugar a la aparición de una piel más
áspera , seca, arrugada, frágil y más susceptible a la aparición de lesiones
por rozamiento o abrasión. La disminución del número de melanocitos,
entre un 8 y un 20% por década a partir de los 30 años, supone una
pigmentación desigual en la piel y la aparición de manchas denominadas
lentigo solares (Corujo y Pérez, 2006).
Las modificaciones en la estatura que pueden llegar a ser de hasta 5
cm en los hombres y 3 en las mujeres, suelen estar provocadas por las suma
de factores como; la debilidad muscular que incrementa la lordosis cervical
y/o lumbar, la diminución de la altura de los cuerpos y discos vertebrales y
el aumento de la cifosis dorsal que darán como resultado no solo una
disminución de la estatura sino modificaciones en la postura y en la marcha
(Corujo y Pérez, 2007).
El pelo blanco y la alopecia frontotemporal o androgénia son algunos de
los símbolos más relacionados con el concepto de ser anciano, estos cambios
están provocados por la pérdida de melanina en el folículo piloso, los
cambios hormonales y la carga genética del individuo. En general podemos
hablar de una disminución de la velocidad del crecimiento en un pelo que
se ha vuelto más fino y delgado (Corujo y Pérez, 2007).
La pérdida de masa muscular o sarcopenia es uno de los principales y
más importantes cambio asociados al sistema muscular. La disminución de
la densidad de las unidades motoras, junto con la pérdida o sustitución de
fibras tipo II de contracción rápida frente a la tipo I de contracción más
lenta, son los factores que van a desencadenar la pérdida de fuerza
muscular que está asociada con el envejecimiento y que va influir en
52. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
aspectos tan importantes como la movilidad, la actividad física o las caídas
(Fielding et al, 2011).
A nivel articular las modificaciones más importante van a estar
relacionadas con las modificaciones que se producen en el cartílago
articular, que ya a los 50 años supone un problema para el 33% de la
población. Esta degeneración del cartílago que puede llegar a comprometer
la movilidad de la articulación y que lleva asociada una importante
morbilidad (dolor, inmovilidad, dependencia, etc) se ve aumentada por la
pérdida de elasticidad y firmeza de tendones y ligamentos generando
mayor inestabilidad articular y pérdida de funcionalidad en la misma.
Las principales modificaciones a nivel cardiaco, van a estar
relacionadas con los cambios que se producen con el aumento de las
paredes cardiacas, especialmente del ventrículo izquierdo, la aparición de
rigidez valvular como consecuencia del engrosamiento y pérdida de
elasticidad de las válvulas y la modificaciones en las células nodales que a
los 75 años pueden estar reducidas a un 10% del valor de la edad adulta
(karavidas, Lázaros, Tsiachris y Pyrgakis, 2010).
A nivel vascular aparece de forma general un engrosamiento de las
paredes vasculares junto con una diminución de la elasticidad de las
mismas. Con la edad disminuye la respuesta a los barorreceptores (que
controlan la presión arterial) en la circulación periférica, por lo que hay
tendencia a la hipotensión ortostática (karavidas et al., 2010).
En el sistema respiratorio la fuerza de inspiración y espiración
disminuye provocada por los cambios que se producen en las articulaciones
costo‐vertebrales, la debilidad de la musculatura respiratoria y la pérdida
de elasticidad del tejido pulmonar. El riesgo de infección respiratoria se ve
aumentado por la disminución de la actividad mucociliar y la modificación
del reflejo tusígeno que se vuelve menos vigoroso. Se produce
modificaciones de los parámetros ventilatorios y volúmenes pulmonares,
entre los que destacamos la disminución de la capacidad vital que puede
llegar a ser de hasta un 75% a los 70 años, y un aumento del volumen
residual de hasta el 50%; junto con la disminución de la superficie alveolar
MARCO TEÓRICO. 53
que 0.27 m2 por año (75 m2 a los 30 años de edad, 60 m2 a los 70 años)
(Drobnic, 2012).
Las modificaciones de la función renal en el envejecimiento van a
estar condicionadas tanto por el propio proceso como por patologías como
la diabetes y/o hipertensión, tabaquismo y otros factores de riesgo asociados
a la insuficiencia renal crónica, aunque se considera la edad como el factor
más determinante. Después de los 40 años el flujo plasmático renal
disminuye aproximadamente 10% con cada década y una disminución
aproximada de 8 mL/min/1,73 m2 por año de la velocidad de filtración
glomerular. Por ello la capacidad para asegurar la concentración de orina y
evitar la pérdida de agua disminuye aproximadamente un 20% en la sexta
década de la vida (Wiggins, 2011)
Las modificaciones asociadas a nivel cerebral, clásicamente han
estado sustentadas en la pérdida del número de neuronas y las conexiones
de éstas (dendritas), no obstante datos más recientes han establecido que la
pérdida de neuronas es mínima y se concentra en regiones bien delimitadas,
al igual que ocurre con las dendritas, donde incluso se ha podido
comprobar un aumento de la conexión dendrítica en determinadas zonas
del cerebro durante el envejecimiento, descartando así una idea de merma
generalizada. Los cambios en la función cognitiva asociados a la edad no
son uniformes, siendo la memoria y la atención las esferas cognitivas más
afectadas (Salech, Jara y Michea, 2012).
Las modificaciones en los órganos de los sentidos durante el
envejecimiento va a condicionar la forma de relación de la persona con el
mundo exterior, modificando el estilo de vida del anciano y provocando en
numerosas ocasiones el aislamiento. El aumento del umbral de percepción
implica un mayor estímulo sensorial para conseguir la percepción e
interpretación del mismo. Pero en el caso de los ancianos este umbral
disminuye.
o En la vista las principales modificaciones van a venir marcadas por
la disminución de la agudeza (presbicia) y la amplitud del campo visual, la
modificación en la tolerancia a la luz y la discriminación de colores.
Alteraciones relacionadas entre otras cosas con los cambios en la
54. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
musculatura ocular, la pérdida de flexibilidad y trasparencia del cristalino y
la merma de efectividad en la reacción pupilar ante los cambios de luz.
o En el odio los cambios no van a suponer únicamente problemas
auditivos sino que también van a implicar modificaciones en el equilibrio
(presbiacusia, presbiestasia). La aparición de estos síntomas estará
relacionado con las modificaciones del oído medio, el aumento de cerumen
y el deterioro del nervio auditivo.
o Las modificaciones del gusto y el olfato van a condicionar un acto de
suma importancia para la calidad de vida del anciano, la alimentación.
Esta situación va a estar provocada por la disminución de las papilas
gustativa, la menor secreción salivar, la pérdida de terminaciones nerviosas
en la nariz y la disminución de producción de moco en la misma.
o El sentido del tacto, incluye otros estímulos sensoriales que van a
resultar especialmente importante como son el dolor, presión, temperatura
y posicionamiento corporal. La reducción o modificación de estas
sensaciones a causa del envejecimiento o patologías que modifican el flujo
sanguíneo a las terminaciones nerviosas, medula espinal o cerebro, suponen
un riesgo en la interpretación y recepción de información de vital
importancia para evitar: quemaduras, hipotermias, ulceras por presión,
congelación o caídas.
3.1.3.2. Cambios Psíquicos y Sociales
Los cambios a nivel psicosocial que se van a producir durante el proceso de
envejecimiento van a estar relacionados con la crisis de identidad que puede
llevar el proceso, promovido por las pérdidas de capacidad física, la limitación de
la relaciones sociales/familiares, el temor a lo desconocido y la inseguridad entre
otros muchos factores.
A nivel psicológico, las modificaciones en las funciones mentales
superiores suelen estar estables ya que por ejemplo, en la inteligencia se
produce una compensación entre la lentitud de respuesta a estímulos
(inteligencia fluida) con el conocimiento acumulado y la experiencia a lo
largo de la vida (inteligencia cristalizada). Con respecto a la memoria, es la
reciente, la que más se modifica en el proceso de envejecimiento y son
MARCO TEÓRICO. 55
muchos los factores que contribuyen a ello; función cerebral, oxigenación,
desinterés, trastornos afectivos, limitaciones sensoriales, etc. Con respecto a
la personalidad podemos afirmar que los rasgos de la personalidad del
individuo se remarcan con la edad.
Los principales cambios sociales del envejecimiento se encuentran
relacionados con las modificaciones en los roles individuales y públicos
(actividades laborales y sociales) de la persona durante esta etapa de la
vida.
Son numerosas las teorías que tratan de dar una explicación a los cambios
psicosociales que tienen lugar durante el envejecimiento; así como el origen de
estos, la teoría de la desvinculación (Cumming y Henry,1961), teoría de la
actividad (Tartler,1961) y teoría de la continuidad (Atchley,1971) desde una
perspectiva más social, y las teorías de Erickson (1968) y Peck (1968) desde un
enfoque más psicológico, pero todas estas teorias comparte algunas líneas
comunes que podríamos agrupar en la idea de que las actividades y las
relaciones sociales se van reduciendo de forma progresiva durante el proceso de
envejecimiento, alentada dicha reducción, por la propia actitud de la persona
como por la sociedad. En la búsqueda de nuevas actividades y relaciones de
calidad por parte de la persona, se basaría el éxito del equilibrio de esta última
etapa del desarrollo humano. El análisis de éstas nos llevaría a decir a modo de
resumen que:
• La disminución o ausencia de actividad social no aparece de forma
repentina en los mayores. Lo habitual es que esa actividad se vaya reduciendo
paulatinamente con el paso del tiempo.
• Al reducirse la frecuencia de las relaciones sociales, se refuerza su valor y
se hacen más gratificantes, dedicando más tiempo a su mantenimiento.
• Se observa que la calidad de la interacción resulta ser más determinante
que la cantidad.
56. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
3.1.4. Fragilidad en el anciano
El concepto de fragilidad actualmente nos ayuda a entender y abordar una
situación compleja de la vejez en la que los factores que interactúan son
numerosos y variados, y el resultado es mucho más que un diagnóstico médico o
un problema de salud.
Entender la salud de la población anciana pasa por determinar el grado de
funcionalidad de la persona ya que de este rasgo van a depender aspectos
determinantes para la calidad y expectativa de vida. La identificación de
fragilidad en el anciano nos facilita un acercamiento a esta realidad ya que nos
facilita información sobre el grado de dependencia o de autonomía del anciano.
Este término surge hace varias décadas y su importancia lo ha convertido en
un concepto que resulta fundamental en la geriatría, han sido muchos los autores
que han definido el concepto y han contribuido a su evolución, desde que en 1968
apareciera el término en un artículo de Onon en el British Medical Journal como
queda reflejado en la siguiente tabla 3. (Antón et al., 2014)
Tabla 3. Evolución del concepto fragilidad
En los últimos años se han realizado varios documentos de consenso para
intentar definir el concepto de fragilidad. Rodríguez‐Mañas et al identificaron la
necesidad de definir la fragilidad en un contexto clínico, además de entenderla
como un síndrome clínico no sinónimo de discapacidad, que supone un
incremento de vulnerabilidad en el que un pequeño evento puede desencadenar
en un deterioro funcional, pudiendo ser revertida o atenuada mediante
intervenciones adecuadas y en la que es de especial importancia un
reconocimiento precoz por parte de los trabajadores relacionados con la salud.
(Rodríguez‐Mañas et al., 2013).
El concepto de fragilidad ha ido creciendo y evolucionando ante la
necesidad de vislumbrar la evolución de la salud de las personas mayores, en una
sociedad que se enfrenta a un aumento sin precedentes de este sector de la
población, y en la que va a resultar prioritario evitar la aparición de discapacidad
y mejorar la calidad de vida.
Una de las herramientas más empleadas para valorar la fragilidad es el
fenotipo físico de fragilidad, propuesto por Fried et al que incluyen los siguientes
dominios: Pérdida de peso, debilidad evaluada mediante la fuerza prensora de la
mano con un dinamómetro, agotamiento, lentitud al caminar y actividad física
baja, los sujetos que no cumplan ninguno de los criterios son considerados
robustos o no frágiles, con 1 o 2 criterios se consideran pre‐frágiles y aquellos con
3 o más criterios se consideran frágiles (Fried et al., 2001)
58. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Pero esta herramienta aunque presenta muchas fortalezas, es clínicamente
coherente, reproducible y vincula fragilidad a sarcopenia, tiene limitaciones, ya
que no tiene en cuenta aspectos tan importantes y determinantes como los
sociales, psicológicos y cognitivos. Por este motivo se han desarrollado otras
herramientas de identificación de fragilidad como el Índice de Fragilidad de
Rockwood, donde la fragilidad se define como el efecto acumulativo de déficit que
de forma individual no supone una amenaza evidente para la mortalidad pero
que en conjunto contribuyen de forma significativa a la misma. Además establece
un umbral de fragilidad, lo que nos permite cuantificar el concepto. (Rockwood,
Macknight y Bergman, 2005b).
3.1.4.1. Epidemiologia de la fragilidad.
La prevalencia de fragilidad en los diferentes estudios internacionales
oscila entre el 7% y 12%. En la revisión sistemática realizada por Collard se
estima que la prevalencia media de fragilidad en mayores de 65 años que viven
en la comunidad fue del 9.9%, siendo mayor en mujeres con un 9.6% frente al
5.2% en los hombres, también se destaca el aumento del porcentaje en personas
mayores de 85 años (25%). Se estimó que el 44.2% de la población estudiada se
encontraba en riesgo de convertirse en frágil en los dos años siguientes (Collard,
Boter, Schoevers y Oude, 2012).
España se encuentra en una posición avanzada en cuanto a la investigación
en fragilidad en Europa, con datos aportados por 6 cohortes longitudinales que
confirman la importancia de este problema en la población anciana que vive en la
comunidad (tabla 4), situación que, autores como Garrido, denuncian, ya que
considera que los datos sobre fragilidad en institución son insuficientes cuando la
población anciana institucionalizada es especialmente vulnerable por presentar
peores condiciones físicas y psicosociales, utilizando este argumento como
justificación para su estudio (Garrido, Serrano, Bartolomé y Martínez‐Vízcaíno,
2012).
MARCO TEÓRICO. 59
Tabla 4.. Estudios de
e Fragilidad een España
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uente: Martín
60. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
En esta gráfica (figura 5) se puede observar los datos tanto a nivel nacional
como internacional de los principales estudios sobre fragilidad.
La identificación y abordaje del síndrome de fragilidad resulta del todo
fundamental para el cuidado de la salud de la población anciana tanto en el
ámbito domiciliario como a nivel institucional, pero esta labor se dificulta ante la
heterogeneidad de criterios tanto para la propia definición como para la
identificación, clasificación e incluso abordaje del problema.
El síndrome de fragilidad requiere un abordaje interdisciplinar, donde los
principales objetivos sean la identificación de situación, que puede ser la puerta
de entrada a un problema de discapacidad y/o dependencia. La realización de
actividades preventivas e intervenciones sobre aquellos factores que sean
reversibles resultará fundamental para garantizar la calidad de vida. Es necesario
concienciar e informar sobre la fragilidad y sobre las condiciones que la
desencadenan para conseguir cambios en los estilos de vida de la población que
den resultados realmente preventivos.
Pero, ¿cómo trabajar la fragilidad sin caer en el fragilismo? Resulta evidente
la relación que se establece entre fragilidad y términos como morbilidad,
dependencia, deterioro e incluso muerte, pero actualmente el termino fragilidad
ha evolucionado de manera que es entendido como una situación potencialmente
reversible. La familiaridad del término y el uso o abuso en ocasiones no sólo en el
ámbito de la sanidad sino en otros muchos relacionados con la vejez, puede
comprometer el objetivo de la identificación de las personas que entrarían en esta
etiqueta, que no es otro que el de obtener un trato más adecuado y beneficioso
según sus necesidades, por lo que debemos evitar en palabras del autor Martínez‐
Velilla “convertir el concepto de fragilidad en un nuevo motivo de discriminación
en ancianos, en un nuevo ageísmo (fragilismo)” (Martínez‐Velilla y Romero‐
Ortuño, 2015. P. 210).
La evaluación exhaustiva e individual de los factores de riesgo a los que la
persona se enfrenta en cada una de sus esferas orgánica, social, funcional,
cognitiva y psicológica nos permitirá establecer un modelo predictivo y
cuantificable de riesgos individuales, que nos aleje de la confrontación de edad
con fragilidad y la discriminación que puede llevar asociada (Benabarre et al.,
2016).
MARCO TEÓRICO. 61
3.1.5. Abordaje de la cronicidad y la dependencia en la vejez
3.1.5.1. Concepto de dependencia. Epidemiología.
Con los avances en cuestiones sanitarias y sociales de las últimas décadas,
la importancia de los procesos agudos ha ido disminuyendo sobre la morbilidad y
mortalidad para dejar paso a proceso crónicos de larga duración y progresión
lenta, que no solo deterioran la calidad de vida de la personas afectada sino que
tiene implicaciones en la familia, la comunidad y la sociedad. Todo esto
acompañado a una usual organización de los servicios de salud, centrada en la
resolución de problemas agudos, en la que el enfoque curativo ocupa la atención
de los principales problemas de salud para dejar en un segundo plano aspectos
preventivos y/o periodos de recuperación del proceso tan importantes y
determinantes de la calidad de vida del anciano; así como la falta de
coordinación entre los niveles de atención sanitaria (Primaria/Eespecializada) y
de estos con los servicios sociales, han llevado a que en la actualidad la atención a
la población con patologías crónicas de larga duración, generadoras de
dependencia sea el principal problema sobre el que actuar e intervenir desde
todos los ámbitos sanitarios y sociales (MSSSI, 2012).
Las enfermedades crónicas, por lo general, son de progresión lenta y por lo
tanto de larga duración, y responsable de una alta morbilidad sobre todo en los
grupos de población más envejecidos. Las patologías cardíacas, los infartos, el
cáncer, las enfermedades respiratorias y la diabetes, son las principales causas de
mortalidad en el mundo, siendo responsables del 63% de las muertes. En 2008, 36
millones de personas murieron de una enfermedad crónica, de las cuales la mitad
era de sexo femenino, y el 71% era de mayores de 60 años de edad (OMS, 2016b).
En el informe elaborado por el Ministerio de Sanidad Servicios Sociales e
Igualdad en el 2012, sobre las estrategias para el abordaje de la cronicidad en el
Sistema Nacional de Salud, señalaba que aunque el riesgo de mortalidad asociado
a enfermedades crónicas, previsiblemente, sufrirá un descenso en los países
desarrollados, no se puede obviar que esto no implicaría un descenso de la
“carga” que este tipo de patologías puede llevar asociado; que no solo no se
estabilizaría, sino que podría aumentar al afectar este tipo de patologías a una
población de edad avanzada que cada vez es más numerosa. Las estadísticas
62. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
sobre mortalidad asociadas a problemas de salud de carácter crónico no reflejan el
estado de salud de la persona que ha sufrido estas patologías, ya que no
evidencian un aspecto tan importante para la calidad de vida como son las
limitaciones o dependencia asociadas a la misma (MSSSI, 2012).
La Encuesta Europea de Salud Española (EESE) en 2014, nos aportaba
información sobre los problemas o enfermedades crónicas de salud más
frecuentes padecidos por la población de más de 15 años, en los 12 meses
anteriores a la encuesta, diagnosticados por un médico. Las patología más
usuales fueron, hipertensión arterial (18,4%), los dolores lumbares (17,3%), el
colesterol elevado (16,5%), la artrosis (16,4%), los dolores cervicales (14,7%) y la
alergia (13,4%); seguidos de las varices, migrañas , depresión, ansiedad crónica y
diabetes no superando ninguna de estas últimas el 10%. Todos los problemas
señalados, salvo la diabetes, tienen una mayor presencia en las mujeres que en los
hombres (INE, 2014).
La disminución progresiva de las distintas funciones fisiológicas que van
acompañando al proceso global de envejecimiento y/o la morbilidad o
comorbilidad tanto de patologías crónicas como agudas que puede aparecer
durante el mismo, son en la mayoría de las ocasiones el origen de una pérdida de
funcionalidad que genera una disminución de la actividad personal y social que
se define como discapacidad.
La aparición de discapacidad en las personas ancianas suele ser de forma
progresiva, mientras que en las personas más jóvenes suele prevalecer la
discapacidad de aparición brusca. Pero no todas las discapacidades llevan
inherente una situación de dependencia, ya que la presencia de elementos
facilitadores o entornos favorables que pueden ayudar a la autonomía de
personas con discapacidad y al contrario. Podríamos decir que la situación de
dependencia no está marcada únicamente por la discapacidad sino por la
autonomía de la personas discapacitada en su entorno.
Para entender este concepto definiremos el mismo sobre los documentos
más relevantes que se han desarrollado en los últimos años y que nos han
ayudado a llegar al momento actual de este problema.
MARCO TEÓRICO. 63
El Libro Banco de la Dependencia define la dependencia como ʺla necesidad
de ayuda o asistencia importante para las actividades de la vida cotidianaʺ y
también y de una forma más explicativa como:
ʺUn estado en el que se encuentran las personas que por razones ligadas a la falta o la
pérdida de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de asistencia y/o
ayudas importantes a fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria y, de modo
particular, los referentes al cuidado personal” (Ministerio de Sanidad, Política Social
e Igualdad, 2011).
Por otro lado y unos años más tardes, la Ley de Promoción de la
Autonomía Personal y de la Atención a las personas en situación de dependencia,
hace referencia a la dependencia como:
“el estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por
razones ligadas a la falta o pérdida de autonomía física, intelectual o sensorial, precisan de la
atención de otra u otras personas o de ayudas importantes para realizar las actividades
básicas de la vida diaria. Estas actividades son las tareas más elementales de la persona, que
le permiten vivir con un mínimo de autonomía e independencia, como la higiene personal,
las actividades domésticas básicas, la movilidad esencial, el reconocimiento de personas y
objetos, la orientación, entender y ejecutar órdenes o tareas sencillas” (Ley 39/2006).
En realidad se trata de definiciones muy similares en la que podemos
encontramos elementos comunes como: pérdida de autonomía/dependencia,
actividades básicas/actos vida diaria.
Además de lo indicado, decir que las tasas de discapacidad están
aumentando con el envejecimiento de la población y el incremento de los
problemas crónicos de salud que actúan tanto como causa y efecto de la misma.
El Informe OLIVENZA, nos aporta importantes datos sobre la situación de
discapacidad a nivel Europeo. Establece una fuerte asociación entre las
limitaciones en la actividad y la edad, estimando que para la población de entre
16 y 64 años la proporción de personas con limitaciones en la actividad es del
19%, y para los mayores de 65 esa proporción asciende hasta el 54,6%. Son las
mujeres las que presentan una mayor prevalencia de las limitaciones de actividad
con un 29,5%, frente al 24,3% de los hombres en todos los grupos de edad, pero
64. Mº CARMEN GARCÍA
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66. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
El cuidado informal suele distinguir tres categorías de cuidados; apoyo
material o instrumental, apoyo informativo o estratégico y apoyo emocional
(Zunzunegui, 2006)
El apoyo material o instrumental, sería todo aquel que se realiza para dar
atención a las actividades de la vida que la persona no pueda desarrollar
por sí misma. Se puede diferencia entre aquellas realizadas para el
cuidado básico de la persona (actividades básicas de la vida diaria), y las
actividades realizadas en el entorno doméstico de la persona dependiente
(actividades instrumentales de la vida diaria).
El apoyo informativo o estratégico consiste en la ayuda en la resolución de
problemas concretos y en la conexión del receptor del cuidado con
recursos externos. La familia juega un papel determinante como nexo
entre el ámbito sanitario público y privado, y el domicilio, así como
generadora y supervisora de hábitos saludables.
El apoyo emocional, se entiende como la necesidad de cubrir el requisito de
sentirnos queridos/as por las personas allegadas, establecer relación e
intercambiar expresiones de afecto.
Que la ayuda en las cuestiones de salud es un asunto familiar, es algo que
está más que interiorizado en nuestra sociedad y queda demostrado en
practicamente todos los procesos sanitarios que pueda requerir alguno de sus
miembros (visitas medicas, atención durante ingresos hospitalarios y atención en
el domicilio), según Cangas el 81% de los ancianos dependendientes son cuidados
por su familia que dedica a este cuidado unas 70 horas semanales (Cangas,2013).
MARCO TEÓRICO. 67
Figura 6
6. Cuidadorees no profesio
onales de perrsona mayorres o enferme
eas.
Fueente. EESE, 2014
Autorees como Rodriguez
R (1994) y Rivera
R (200
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or otra persoona. Este tiipo
68. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
de cuidado es el más común en las sociedades modernas, occidentales y en
familias nucleares.
El cuidado global de la familia del enfermo dependiente debe ser la una de
las máxima prioridades de atención sociosanitaria, garantizando asi lo que
Cangas y Vivar definen como “Familia Cuidadora Sostenible”, para lo que
resulta fundamental proporcionar a las familia los medios y los recursos para esta
tarea, sin que eso suponga una perdidad de su proyecto vital y desarrollo
humano (Cangas y Vivar, 2013).
Se excluyen como cuidados informales, todos aquellos que son dispensados
por profesionales dependientes de los servicios sanitarios organizados o del
mercado que denominamos como cuidados formales y que deben ser
considerados como complementarios entre ambos.
Los cuidados formales son definidos en la Ley 39/2006 de 14 de Diciembre,
de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación
de Dependencia (LAPAD) en su artículo 2.6 como; el conjunto de servicios que
se encuentran a disposición de las personas en situación de dependencia, y los
estructura en; servicios de prevención de situaciones de dependencia y
promoción de la autonomía personal; Servicio de Teleasistencia; Servicio de
Ayuda a Domicilio; Servicio de Centro de Día y de Noche, y Servicio de Atención
Residencial (LAPAD, 2006).
Por lo tanto, el cuidado formal ofrece un servicio profesional de ayuda para
actividades de la vida diaria a la persona que lo necesita, para el que está
habilitado mediante una formación y con el que estable una relación contractual
directa de forma oral o escrita o bien a través de instituciones públicas, privadas u
organizaciones sin animo de lucro (Rogero, 2009).
En ambas definiciones queda reflejado el cuidado de la persona en situación
de dependencia aportado por una persona o institución que de forma profesional
realiza una función suplente o complementaria a lo que anteriormente
definiamos como cuidado informal.
MARCO TEÓRICO. 69
La clasificación establecidad por la Ley de Autonomia Personal y Atención
a la personas en situación de Dependencia (LAPAD) nos ayuda a objetivar o
medir la situación de dependencia, estableciendo en función del nivel de
autonomía de las personas y de la intensidad del cuidado que requieren, tres
grado de dependencia:
Grado I. Dependencia moderada: necesidad de ayuda para realizar
varias actividades básicas de la vida diaria al menos una vez al día, o tiene
necesidad de apoyo intermitente o limitado para su autonomía personal.
Grado II. Dependencia severa: necesidad de ayuda para realizar
varias actividades básicas de la vida diaria dos o tres veces al día, sin que
se precise del apoyo permanente de un cuidador, o tiene necesidades de
apoyo extenso para su autonomía personal.
Grado III. Gran dependencia: necesidad de ayuda para realizar
varias actividades básicas de la vida diaria varias veces al día, y que
requiere del apoyo indispensable y continúo de otra persona por la
pérdida total de la autonomía física, mental, intelectual y/o sensorial; o
tiene necesidades de apoyo generalizado para su autonomía personal.
3.1.5.3. Recursos sociosanitarios para la atención a la dependencia en la vejez.
La atención socisanitaria fue definida en la Ley/2003 de Cohesión y calidad
del Sistema Nacional de Salud en su artículo 14 como:
“El conjunto de cuidados destinados a aquellos enfermos, generalmente
crónicos, que por sus especiales características pueden beneficiarse de la
actuación simultánea y sinérgica de los servicios sanitarios y sociales para
aumentar su autonomía, paliar sus limitaciones o sufrimientos y facilitar su
reinserción social” (ley de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional de salud de 29
de mayo de 2003.p. 20573)
Esta definición claramente nos marca como elemento fundamental la
actuación simultánea y sinergica de los servicios sanitarios y sociales, propuesta
que está muy lejos de resultar sencilla pues son muchos los retos que se deben
abordar para su consecución, señalaremos aquellos que consideramos más
70. Mº CARMEN GARCÍA
G SÁ
ÁNCHEZ
reelevantes qu
ue se descriiben en el d
documento sobre Estra
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laa salud y la ccalidad de v
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MARCO TEÓRICO. 71
La Atención Primaria se debe establecer como el eje fundamental en el
cuidado a este tipo de paciente y para ello es imprescindible el fortalecimiento de
los equipos de AP y la reorganización de la atención.
Los prfesionales sanitarios que forman parte del equipo de AP, son los
responsables de garantizar la ayuda al autocuidado que genere ese
empoderamiento mediante el entrenamiento y formación de los pacientes y su
cuidadores. La atención en el domicilio para evitar rehospitalizaciones,
desplazamiento a consultas, o servicios de urgencia inecesarios, especialmente en
situaciones próximas a la muerte y el apoyo a los cuidadores informales que no
debe estar limitado únicamente a la formación e información para cuidar a la
persona dependientes sino que debe incluir la atención al propio cuidador, con el
abordaje de sus problemas, patologías y prevención de la claudicación.
Para conseguir este objetivo, es fundamental garantizar la continuidad
asistencial, ya que en la actualidad la atención sigue estando fundamentalmente
centrada en procesos agudos y respuestas reactivas que no se corresponden con
las necesidades complejas de la cronicidad; para eso, es necesario coordinar de
forma adecuada los servicios sociales y sanitarios protagonistas de este cambio
de paradigma. Esta coordinación entre distintos niveles asistenciales o sistemas
de atención podría definirse como la sincronización de todos los servicios
relacionados con la atención de salud para logar un objetivo común, con
independencia del lugar donde se reciban los cuidados, evitando o minimizando
la aparicion de conflictos (MSSSI, 2012).
Pero estos espacios sociosanitarios, donde la persona con patologías
crónicas que le generan dependencia, deben ser atendida de forma continuada y
simultanea en sus necesidades sociales y sanitarias, para garantizar la atención
integral y de calidad con la imprescindible participación de ambos sistemas, no
sólo se debe incluir la suma de ambos servicios o la creación de nueva
insituciones sino que se trata de algo más complejo, que necesita un cambio
cultural del concepto del cuidado, donde se excluya la atención parcelada de la
persona dependiente para abordar una nueva atención integral e integrada que
debe impregnar a todo los elementos que participan en el mismo; gestores,
profesionales, clientes, familia…etc.
72. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
3.1.5.4. Principales recursos sociosanitarios
Actualmente los principales recursos sociosanitarios, para dar atención a las
personas en situación de dependencia son:
1. Servicios de Atención Domiciliaria (SAD). Servicios ideados
para ofrecer ayuda a las personas mayores con autonomía limitada y/o en
una situación de vulnerabilidad, que necesitan apoyo en su domicilio para
garantizar una buena calidad de vida. El apoyo personal y la ayuda a la
realización de las activiades básicas de la vida diaria (ABVD) y servicios
de comendor, lavandería y limpieza a domicilio son algunos de los más
demandados.
2. Servicos de Teleasistencia. Consiste en la instalación de un
sistema de comunicación, por lo general telefónica, entre el domicilio y
una central de atención donde un profesional recepciona las consultas y
activa los recursos adecuados a la situación. También mantiene el contacto
con la persona de forma periódica, reduciendo el aislamiento y la
sensación de soledad.
3. Viviendas tuteladas. Son unidades de convivencia donde
personas mayores que tienen un adecuado nivel de autonomía personal,
tanto física como psíquica, pero que presentan dificultades para poder
seguir residiendo en su domicilio habitual. No solo para cubrir las
necesidades de alojamiento, sino que también les ofrecen manutención,
seguridad y servicios sociales y sanitarios.
4. Centros de Día/Noche. Instalaciones especializadas en tercera
edad, donde un equipo de profesionales ofrecen servicios de prevención,
tratamiento y cuidado de las personas mayores de forma ambulatoria, de
este modo no existe una desvinculación total con su ambiente de
referencia. Podrían ser considerados el punto intermedio entre la total
independencia del mayor y la estancia en residencias.
5. Centros Residenciales. El IMSERSO en su página web define
los centro residenciales como los establecimientos destinados al
alojamiento temporal o permanente, con servicios y programas de
intervención adecuados a las necesidades de las personas objeto de
atención, dirigida a la consecución de una mejor calidad de vida y a la
MARCO TEÓRICO. 73
promoción de su autonomía personal. En general es ésta una definición
que se repite constantemente en la bibliografía y a la que se le van
sumando pequeñas aportaciones o aclaraciónes que adornan la definición,
pero no suponen grande novedades sobre la misma.
Se han descrito o definido algunos de los principales recursos
sociosanitarios con los que podemos dar atención integral a la personas ancianas
que así lo requieren pero, ¿cómo se garantia la coordinacion saniaria y social?
La propia naturaleza de los centros residenciales nos puede hacer pensar
que la coordinación de la asistencia sociosanitaria en los mismos estará
asegurada, pero qué pasa con el resto de servicios sociosanitarios, y sobre todo
qué pasa con los servicios donde la brecha entre lo sanitario y lo social es mucho
más marcada y no sóo por la tendencia de la institución sino por cuestiones tan
determinantes como, los espacios físicos, la organización o la dependencia,
organismos politicos diferentes, como es el caso de los hospitales desde la
perspectiva sanitaria, o los centros de la tercera edad u “Hogares de ancianos”
desde el ámbito social.
En la atención a la persona con patologías crónicas y dependencia
necesitamos garantizar la continuidad en el proceso de cuidados, y eso requiere
de una desaparición de la barreras estructurales que encontramos entre los
niveles sanitarios y estos con los servicios sociales , de manera que garanticen la
continuidad asistencial de los pacientes.
Para lograr este objetivo de continuidad asistencial el Sistema Nacional de
Salud (SNS) en 2012 se planteó los siguientes objetivos:
Garantizar la atención a las personas en el sistema y ámbito más
adecuado y por los profesionales que mejor puedan dar respuesta a sus
necesidades, fomentando el trabajo en equipos interdisciplinares y
definiendo, de forma flexible y polivalente, las competencias y
responsabilidades de todos los profesionales, implicados en el abordaje de
la cronicidad.
Garantizar la continuidad de los cuidados, evitando la duplicidad
de intervenciones y facilitando la transición entre niveles asistenciales.
74. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Garantizar la atención continuada de las personas cuyas
condiciones de salud y limitaciones en la actividad de carácter crónico,
requieran atención sanitaria y social, impulsando la integración asistencial
a nivel estructural y organizativo.
De la consecución de estos objetivos, depende el futuro no sólo del sistema
sociosanitario sino de una sociedad que es muy posible se vea desbordada ante
una serie de necesidades de cuidado que se van a prolongar en el tiempo, y para
las que no tiene recursos, ni personales, ni institucionales con los que hacer frente.
Pero, el no alcanzar estos objetivos no solo va a traer consecuencias negativas a
nivel de la sociedad/familia que es cuidadora, sino que también puede suponer el
colapso de un sistema sanitario, que no ha sido capaz de adaptarse a las nuevas
necesidades de atención, en la que los equipos interdisciplinares van a jugar un
papel fundamental,y para la que no se están siendo formado muchos de los
profesionales que van a tener que participar en los mismos.
La coordinación entre niveles asistencias que debe garantizar la continuidad
y calidad de los cuidados, esto supone, no solo el cambio en la organización y
estructura de los sistemas sino también cambios del paradigma en la concepción
misma del cuidado.
3.2. INSTITUCIONALIZACIÓN EN EL ANCIANO
3.2.1 Introducción
3.2.2. Evolución histórica de la institucionalización en la vejez
A lo largo de la historia el cuidado de los ancianos se ha ido modificando
en función del papel que la personas ancianas cumplían en la sociedad, dando
lugar a situaciones que han ido pasando desde un protagonismo fundamental
como valedores de las tradiciones y la sabiduría, al más absoluto de los
desprecios por la falta de fuerza, salud y belleza.
Fue en el S.VI cuando aparecen las primeras semillas de lo que se podría
considerar las residencias o instituciones, que prestan atención a las personas de
edad avanzada; en esta época, los ancianos que disfrutaban de una posición
acomodada podían finalizar su vida de una forma tranquila y segura recluidos
de forma voluntaria en los monasterios, asegurando su descanso físico, su
seguridad, y de alguna manera, su vida eterna; dando origen al concepto de
“aislamiento” o “gueto” que aún se sigue relacionando a la institucionalización.
No fue la edad media época especialmente buena para la vejez, sobre todo
para las personas con escasos recursos económicos. Situaciones tan dispares como
el crecimiento urbano y el desarrollo de la burguesía al amparo del comercio o
mortíferas epidemias en el S. XIV que provocaron una muerte importante entre la
población más joven, supusieron un repunte de poder de las personas de mayor
76. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
edad que dio la posibilidad de una pequeña modificación de la imagen de la vejez
en esta última etapa. La necesidad de atender a los eclesiásticos que se
encontraban en la última etapa de su vida, y que por su dignidad religiosa, no se
les permita la mendicidad, dio lugar a que estos fueran retirados y atendidos en
los monasterios generando el “hospicio de sacerdotes”, donde también se
atendían a personas ancianas abandonas y pobres que lo necesitaban; con esta
intención es fundado en el S.XVI el Hospital San Juan de Dios, también en esta
época toman especial importancia las cofradías, agrupaciones de comerciantes o
artesanos que practicaban la caridad y la atención en caso de necesidad mediante
la ayuda directa por parte de los miembros de la misma (Martínez, Polo y
Carrasco, 2002).
Pero se ha ido cambiando esta idea de atención caritativa encuadrada en
aspectos religiosos o corporativos, para paliar la pobreza y asegurar la atención
de las personas más débiles, desfavorecidas o pobres entre las que con casi total
seguridad se encontraban un gran número de personas ancianas, a concebir esta
atención como una necesidad social que genera un derecho jurídico de protección.
La ilustración que aportará una nueva reglamentación para la atención de
los necesitados, promulga entre otras cosas la necesidad de diferenciar al
verdaderamente necesitado del que no lo está, la atención y el recogimiento de
aquellos que no puedan valerse por sí mismo mediante su trabajo, o la necesidad
no solo de ayuda, sino de educación y trabajo para aquellos que puedan llevarlos
a cabo. Todo esto terminaría con un claro rechazo a la beneficencia eclesiástica,
pero sin contemplar otro tipo de instituciones o ayudas por parte del estado para
el cuidado de los necesitados, también ancinos.
Fue durante el reinado de Carlos III, y se puede decir que gracias a este,
cuando tuvo lugar una de las medidas de erradicación de pobres, y a la vez, de
represión social más importante de la historia. A través de la creación 1778 de las
Diputaciones de barrio en Madrid; con una financiación mixta en la que se
sumaban las aportaciones de particulares y del Estado, se establecieron las
normas para la atención, alivio y socorro interino de jornaleros pobres,
desocupados, enfermos y convalecientes.
Se podría apuntar que este tipo de organización fue la precursora del
sistema público de beneficencia, aunque aún no fuera nombrada de esta forma,
MARCO TEÓRICO. 77
durante el S. XIX y con el punto de partida de la Constitución de 1812 se
comienza toda una serie de reglamentos, leyes y normas que establecerán en un
principio una clara articulación de la ayuda a los más necesitados a través de la
beneficencia para al fin terminar con un proceso de desamortización de la misma;
con la llegada del modelo liberal y la secularización de la sociedad, que priva a
la iglesia de los medios necesarios para atender a los más necesitados.
El nacimiento en el S. XX en el ámbito laboral de la asistencia social publica,
no está exento de críticas, por atender como caridad lo que ya se entendía como
derecho, supuso cambios importantes como la inclusión de conceptos, como el
de justicia y solidaridad, provocando un avance muy significativo que nos sitúa
muy próximos al actual sistema de seguridad social que pretende garantizar el
estado del bienestar mediante prestaciones sanitarias, sociales y económicas.
La Ley 193/1963, de 28 de diciembre, de Bases de la Seguridad Social
establece un Plan Nacional de la Seguridad Social de Asistencia a los Ancianos,
que a pesar de no ser exitosa, permitió el debate social y la redefinición del
problema de la vejez, que a finales de esta década, se encontraba enfrentándose a
problemas tan familiares en la actualidad como el envejecimiento de la población,
especialmente en zonas rurales, y con problemas en los sistemas de soporte
familiar tanto en zonas rurales como urbanas (Campos, 1996).
El Plan Gerontológico Nacional de Mutualidades Laborales de 1969, será
asumido por el Estado en 1971 como el regulador del “Plan General de
Seguridad Social de Asistencia a los Ancianos”. En este documento las
mutualidades abordan temas tan importantes como la edad de jubilación que se
establecerían en los 65 años, analiza el vacío existente en la asistencia social y
plantea la necesidad mantener en el hogar al anciano con su familia garantizando
la ayuda en el domicilio, y la creación de grandes instituciones de acogida que
describe de forma detallada. Aun siendo el Plan todo un motor para la proyección
y el cambio de la imagen social de la vejez, también marca una relación de ésta
claramente unida a la enfermedad, la dependencia y la muerte, instaurando un
tipo de atención fundamentalmente paternalista (Martos, 2014).
De este plan surgirá, como señalábamos en el párrafo anterior, el Plan
Gerontológico Nacional o Plan Nacional de Seguridad Social de Asistencia a los
Ancianos, en líneas generales planteaba la construcción de hogares y clubs de
78. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
jubilados, residencias, centros geriátricos, centros de reeducación, hospitales de
día, la extensión de los servicios de ayuda a domicilio y programas de vacaciones
(BOE del 3 de marzo de 1971, pp. 3490‐3491).
La proclamación de España como un Estado social y democrático de
derecho en la Constitución de 1978 establece dentro de Título I. De los derechos y
deberes fundamentales, en su artículo 50 que:
“Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y
periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos
durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las
obligaciones familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de
servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud,
vivienda, cultura y ocio” (B.O.E. 1978 pp. 29320).
Quedando de esta forma establecido que la atención de la población anciana
no es solo una obligación de la familia, sino que también el Estado debe
garantizar los cuidados de las personas ancianas no solo en cuestiones sanitarias,
sino también sociales y culturales.
La descentralización del Estado a las Comunidades Autónomas (CCAA) de
los servicios sociales supuso el desarrollo no solo de las normas legislativas sino
el desarrollo conceptual de un sistema de atención a la vejez mucho más amplio.
Estableciéndose un enfoque más positivo de la vejez, con una clara prioridad por
mantener al anciano en su entorno domiciliario favoreciendo la atención en el
mismo (Jiménez y Huete, 2015).
La I y II Asamblea Mundial sobre el envejecimiento celebrada en Viena en
1982 y en Madrid en 2002 respectivamente, supusieron, sobre todo esta última, un
gran motor para el establecimiento de documentos claves como:
La declaración política y el compromiso de los Gobiernos participantes
para establecer acciones tan importantes como la eliminación de la
discriminación por edad, el reconocimiento del derecho a disfrutar de una
vida plena y activa a nivel económico, social, cultural y político, y la
obligación de fortalecer la solidaridad intergeneracional.
Un plan de acción conocido como “Plan Madrid”, donde se propusieron
más de un centenar de recomendaciones sobre tres temas prioritarios: las
personas de edad y el desarrollo, la promoción de la salud y el bienestar
MARCO TEÓRICO. 79
en la vejez, y el logro de entornos emancipadores y propicios para los
adultos mayores o ancianos.
Todos estos cambios de conceptos y propuestas, se han ido desarrollando y
ampliando a lo largo de las dos últimas décadas en documentos como “El Plan
Nacional Gerontológico 1992‐2000”, “Plan de Acción para las Personas Mayores
2003‐2007”, y el actual “Marco de actuación para personas mayores de 2015” que
entre otras muchas propuestas de actuación establece que es necesaria una
atención integral de la persona y sus familiares en el domicilio mediante una
adecuada coordinación sociosanitaria, a pesar o precisamente, porque el cuidado
de los ancianos dependientes se realiza mayoritariamente en el hogar
directamente por el familiar o los familiares más cercanos o gracias a la ayuda de
otras personas que recibiría una remuneración por esta ayuda.
Pero esta opción del cuidado del anciano en un entorno domiciliario, y a
pesar de que el 87,3% de las personas mayores prefiere vivir en su casa, aunque
sea solos, no siempre es posible, entre otras cosas por cuestiones tan importantes
y determinantes como (IMSERSO, 2010):
Vivienda inadecuada para las necesidades de la persona mayor.
Cuando no cumple las condiciones mínimas de calidad y seguridad
exigidas, instalaciones eléctricas, de agua y gas muy antiguas, barreras
arquitectónicas dentro y fuera del hogar, etc
Necesidad de abandonar la vivienda, por seguridad arquitectónica,
desahucios por impagos, etc
Incapacidad de realización de actividades básicas e instrumentales
de la vida diaria, mantenimiento del hogar, preparación de comidas,
gestiones económica, etc
Falta de red social o familiar de apoyo.
En todos estos casos se generan cuidados de larga duración, que van a
requerir de atención sociosanitaria coordinada e integrada para articular las
ayudas necesarias para que el anciano pueda seguir en la medida de las
posibilidades, y con un máximo de garantía de calidad en su domicilio y en el
caso de que este no sea posible que pueda recibir atención adecuada a sus
necesidades en las diversas opciones residenciales de las que actualmente se
80. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
puede disponer: viviendas de apoyo, apartamentos y pisos asistidos, pisos
compartidos, residencias, etc.
La OMS define cuidados de larga duración (long‐term care) como “el
sistema de actividades llevadas a cabo por cuidadores informales (familia, amigos
o vecinos) o profesionales (servicios sanitarios y sociales), o ambos, para
garantizar que una persona que no pueda valerse por sí misma mantenga la mejor
calidad de vida posible, de acuerdo con sus preferencias individuales, con el
mayor grado posible de independencia, autonomía, participación, realización
personal y dignidad humana” (OMS. 2002).
La Unión Europea, define este tipo de cuidados, como aquellos que por lo
general se proporcionan a personas con discapacidad física o mental y a personas
mayores frágiles y de edad avanzada que necesitan apoyo para la realización de
las actividades de la vida diaria e incluyen servicios médicos, enfermeros,
asistencia social, rehabilitación, trasporte, etc, durante un periodo de tiempo
prolongado (Parlamento Europeo, 2008).
Tabla 7. Evolución de los cuidados institucionales en la vejez.
2003 Plan Nacional Gerontológico 2003‐2007
2015 Marco de Actuación de personas mayores. Establece la necesidad de
una atención integral de la persona y sus familiares en el domicilio
mediante una adecuada coordinación sociosanitaria
Fuente. Elaboración propia
82. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
3.2.3. Definición y características de la institucionalización en ancianos
84. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Para ello, por un lado los profesionales sanitarios deberían convertirse en
profesionales sociosanitarios, y eso es más complicado que la simple unión de las
dos palabras, pues necesita un cambio de concepto en la atención y el cuidado,
donde realmente se atienda a la persona como un ser biopsicosocial al que hay
que atender de forma integral y por tanto, que no centremos nuestros cuidados en
los aspectos biomédicos únicamente, porque sería un grave error.
Por otro lado es necesaria también la modificación de las ideas sociales de
la institucionalización tanto por parte de los ancianos implicados, como por sus
familias y su entorno. Llegar a este punto para un gran número de personas es
considerado como un fracaso, tanto del resto de instituciones como de la propia
familia, comenzando de esta forma un bucle en el que el retraso de la
institucionalización en situaciones de máximo deterioro físico, psíquico o social o
claudicación familiar extrema; alimentan de nuevo las concepciones de deterioro,
enfermedad, aislamiento, etc, asociadas a la institucionalización. Es necesario
romper este círculo que no beneficia a nadie.
3.2.4. Epidemiología de los servicios de atención sociosanitaria en España.
En el Informe de personas mayores de 2014 en su capítulo cuarto, sobre
Servicios de Sociales para personas mayores en España, nos muestra una serie de
indicadores globales y territoriales sobre la asistencia social que se oferta para
todas las personas mayores clasificadas en tres categorías.
86. Mº CARMEN GARCÍA
G SÁ
ÁNCHEZ
Figura 88. Índice de ccobertura. Se
ervicio de ayu
uda a domiccilio
Fuen
nte. MSSSI, 2015
Los serrvicios de atención d
diurna y/o nocturna son definid
dos como los
offrecidos paara persona
as con disccapacidad, personas mayores yy personas en
sittuación de dependencia, a jornad
da completa
a o parcial e
en los que sse proporcio
ona
un
na atención
n individua
alizada e in
ntegral con el objeto de mejorar oo mantenerr el
m
mayor nivel posible de autonomíaa personal y apoyar a
a las familiaas cuidadorras.
Esstos centros incluyen programass de envejeecimiento activo,
a prevvención de
e la
deependenciaa, ocio y tiem
mpo libre, aasí como seervicios bássicos de ateención (MSS
SSI,
20013).
En los hogares pa
ara personaas mayoress, el número de persoonas asociad
das
assciende a 3.3325.838, lo q
que significca un 39,39%
% de la pob
blación mayyor de 65 añ
ños;
m
más de la mitad
m donde
e son atend
didas estas personas,
p son centros públicos; y
y el
peerfil de lass personass asociadass tienes un
na media de
d edad d
de 73 añoss y
lig
geramente ssuperan la m
media de associados lass mujeres (5
53%).
Figura
a .9. Índice d
de cobertura. Centros de d
día.
Fuenttes. MSSSI, 2015
Los cen
ntros reside
enciales, son
n definidoss según el C
Catálogo dee referencia de
lo
os Servicios Sociales como, un serv
vicio que offrece desde una perspeectiva integ
gral
allojamiento, temporal o
o permanen
nte, a person
nas en situa
ación de dep
ependencia y a
peersonas maayores, ya sea
s en razó
ón de tutela
a, posible o
o efectivo m
maltrato, o en
attención a laa situación d
de extraord
dinaria y urrgente necessidad que ees la causa del
in
ngreso. El ob
bjetivo de e
estos centro
os residencia
ales, es la consecución
n de una me
ejor
caalidad de vida y la
a promoció
ón de la autonomía personal, proponien
ndo
prrogramas y
y actividade
es de interrvención qu
ue dan resp
puesta a laas necesidad
des
esspecíficas de
d sus usua
arios, y qu e además comprende
e tanto resiidencias com
mo
viiviendas y pisos tute
elados. Ressulta cuando menos llamativo que en esta
e
deefinición en
ncontremos claras alusiiones de carácter negativo y fataliista a este tiipo
dee servicios, y en ningú
ún caso se contempla la posibilid
dad de vooluntariedad
d y
au
utonomía de
d la person
na para laa incorpora
ación está en
e un centrro residenccial,
88. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
como una opción de vida en la vejez, es quizás este un aspecto reservado a las
plazas de residencia de carácter privado (MSSSI, 2013).
El número de centros residenciales en España a Diciembre de 2013 era de
5.482, lo que genera un total de 371.064 plazas y supone una índice de cobertura
del 4.4%. El número de plazas ha aumentado desde el año 2000 en un promedio
de 11.993 plazas anuales lo que ha supuesto un aumento en la cobertura que ha
pasado del 3,06% al 4,40% durante estos años. Del total de las plazas ofertadas
(371.064) un 47% son de financiación pública lo que supone un 2,07% del total de
la cobertura, y el resto de plazas 53% y un 2,33% de cobertura de financiación
privada. El índice de ocupación de plazas en España se sitúa en el 64%, pero es
de destacar los valores más altos de este índice que llegan al 100% en Canarias y
Castilla‐León, y lo rondan Melilla y Ceuta con el 94 y 91% respectivamente, es
Asturias con un 29% la comunidad que se sitúa en el extremo contrario
(IMSERSO, 2015).
El perfil de usuario de centro residencia corresponde a una población
femenina que supone el 69% de los mayores de 65 años y el 77% de los mayores
de 80 años. La edad media de usuarios es de 83 años pero con una diferencia de
menos 3 años para los hombres y más 1 para las mujeres. La distribución de las
plazas a nivel nacional según el tamaño del centro es para las de carácter público
de un 51,1% para centros de más de 100 plazas, 28,59% para las de entre 50‐59
plazas, 14,18% para las de 25‐49 y 6,63%, para las de menos de 25 plazas; en los
centros privados estos porcentajes son del 51,01%, 28,59%, 14,86% y 5,53%
respectivamente (IMSERSO, 2015).
Tabla 8. Características de los usuarios de servicios sociosanitarios e índices de cobertura
ÍNDICE DE
COBERTURA EDA MEDIA MUJER HOMBRE
SERVICIOS DE TELE ASISTENCIA 8,46% 82 80% 20%
AYUDA A DOMICILIO 4,04% 81 69% 31%
HOGARES PARA PERSONA MAYORES 39,40% 73 53% 47%
CENTROS DE DÍA 1,02% 81 66% 34%
CENTROS RESIDENCIALES 4,40% 83 69% 31%
Fuente. Elaboración Propia
MARCO TEÓRICO. 89
3.2.5. Epidemiología de los servicios de atención sociosanitaria en la
región de Murcia.
En la Región de Murcia a 31 de Diciembre de 2003, el servicio de
teleasistencia presentaban una cobertura de 5,85%; la población más beneficiada
serían mujeres mayores de 80 que representaban un 89,2% del total de usuarios
del servicio, no están estos datos muy alejado de los señalados anteriormente a
nivel nacional. No podemos decir lo mismo para los servicios de ayuda a
domicilio, donde la Región de Murcia se sitúa en las últimas posiciones en el
índice de cobertura, quedando sólo por encima de la comunidad Valenciana, País
Vasco e Islas baleares y casi dos puntos por debajo de la cobertura media en
España con un 2,31%.
En hogares para Persona Mayores en Murcia, se presenta unos datos muy
similares a la media de España y un porcentaje de asociación del 48% y 52% para
hombres y mujeres respectivamente (Envejecimiento en red, 2014)
Con respecto a los usuarios de los centros residenciales en la Región de
Murcia los usuarios de este tipo de servicios ascienden a un total de 3.232 que son
atendidos en 53 centros y una oferta de 4.949 plazas, lo que crea un índice de
cobertura del 2,29% poniéndola en el penúltimo lugar en la clasificación por
comunidades, quedando solo por debajo de ella, la ciudad autónoma de Ceuta
con índice de 1,73%. De estas plazas, un 52% son de carácter público y un 48% de
carácter privado. El índice de ocupación para nuestra comunidad es del 65%,
prácticamente igual que la media nacional que es de 64%. Los usuarios de centros
residenciales en Murcia tienen un perfil claramente femenino ya que éstas
suponen el 77% de los mayores de 65 años y el 84% en población mayor de 80
años. La edad media de los usuarios es similar a la media nacional que es de 83
años. Estos usuarios son atendidos mayoritariamente en centros con capacidad
superior a 100 plazas (51,3%), el resto se distribuyen en un 39,4% en centros de
entre 50 y 99 plazas, un 8% en centros de entre 25 y 49 plazas, sólo un 1,3% es
atendido en centros de menos de 25 plazas (Envejecimiento en red, 2014).
En el año 2015, según datos del Servicio de Acreditación, Registro e
Inspección de Centros de la Consejería de Sanidad y Política Social de la
Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, del total de plazas acreditadas
90. Mº CARMEN GARCÍA
G SÁ
ÁNCHEZ
paara el cuidaado de anciianos en rég
gimen interrno un 36,8% eran geestionadas p
por
em
mpresas mercantiles con
c ánimo de lucro, un 27,1%
% por organ
nizaciones no
lu
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as; un 13,5%
% por cong
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p
ay
yuntamientos; un 4,4%
% eran gestiionadas porr entidadess mercantilees lucrativa
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no
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pública (Insstituto Murrcianos de A
Acción Soccial.
IM
MAS); y un 11,7% eran
n de titulari dad y gestiión exclusiv
vamente pú
ública (Góm
mez,
20016).
Figura. 110. Distribución e plazas en residenciia según gesttión en la Reggión de Murrcia.
Fuentte. Gómez, 2016
MARCO TEÓRICO. 91
3.3. CAÍDAS EN EL ANCIANO
3.3.1. Actualización del estado de la cuestión. Epidemiología
La Organización Mundial de la Salud define las caídas como aquellos
acontecimientos involuntarios que hacen perder el equilibrio y precipitan el
cuerpo contra una superficie que lo detenga, y estima que las caídas suponen la
segunda causa de muerte por lesiones no intencionadas a nivel mundial, solo
superadas por los accidentes de tráfico. Más del 80% de las muertes relacionadas
con las caídas registradas se producen en países de ingresos bajos y medio, siendo
la población de más de 60 años la que presenta mayor tasa de mortalidad a nivel
mundial como consecuencias de las mismas (OMS, 2012).
El envejecimiento es un proceso muy heterogéneo, como se ha dicho, por lo
que son muchas y variadas las circunstancias que vamos a poder describir como
factores de riesgo asociados a las caídas en la población anciana. La contribución
relativa de cada factor de riesgo cambia según la situación médica y funcional del
individuo y las características del entorno (Sgaravatti, 2011). Pero la complejidad
del abordaje de las caídas en la población anciana no está solo determinado por
las características particulares de la población, sino por la ausencia de una clara
definición y consenso sobre la circunstancia que debe ser considerada como caída,
provocando en ocasiones una importante disparidad de criterios que se reflejan
en estudios e investigaciones, donde acontecimiento similares puede ser incluidos
como caídas o no (Reyes‐Ortiz, Snih, Loera, Ray y Markides, 2004).
No son pocos los autores y organizaciones que han establecido
clasificaciones de las caídas utilizando para ello distintos criterios. Studenski
(1996) establecía una clasificación del riesgo de caída según el grado de
funcionalidad del anciano, diferenciando entre:
Ancianos con bajo riesgo de caída, aquellos que presentan una limitación
importante de movilidad o por el contrario una muy buena movilidad y
estabilidad.
Ancianos con alto riesgo de caída que presentan una movilidad inestable,
elevada presencia de amenazas ambientales y baja predisposición a evitar
los riesgos.
92. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
La guía de práctica clínica para la prevención de caídas en el adulto mayor
establece tres grupos, según los factores de riesgo intrínseco, y que presentan
también a la persona mayor (González‐Carmona et al, 2005), señala los siguientes:
Bajo riesgo. Individuo sano, menor de 75 años de edad. Tiene buena
movilidad, pero ha sufrido alguna caída, generalmente asociada a
algún descuido.
Riesgo intermedio. Anciano entre 70 y 80 años. Se vale por sí mismo
pero presenta un factor de riesgo específico.
Alto riesgo. Sujeto mayor de 75 años, portador de patología crónica,
institucionalizado y con más de dos factores de riesgo.
En las anteriores clasificaciones se describen características, de los sujetos
que sufren o sufrirán caída, pero no se habla del problema en sí mismo. Para
intentar centrar esta idea que también nos facilitará el entendimiento y abordaje
del estado de la situación, describiremos la clasificación de caídas donde los
criterios utilizados son causalidad y permanencia en el suelo; como la establecida
por Calleja en 2010 y la Organización Panamericana de la Salud en este mismo
año, y son(Calleja‐Olvera y Lozano, 2010):
Caída accidental: es aquella que generalmente se produce por una causa
ajena al adulto mayor sano (ej: tropiezo) y que no vuelve a repetirse.
Caída de repetición: expresa la persistencia de factores predisponentes
como: enfermedades crónicas múltiples, fármacos, pérdidas
sensoriales, etc.
Caída prolongada: es aquella en la que el adulto mayor permanece en el
suelo por más de 15 o 20 minutos por incapacidad de levantarse sin
ayuda
Aparece el concepto de accidental lo que nos lleva a una clasificación que
aun siendo simple, en el formato, nos ayuda a distinguir claramente las caídas
cuyo origen es intrínseco a la persona o bien externa a ella (Hernández y Rose,
2008).
Caídas accidentales: Ocurren cuando un factor externo actúa sobre una
persona que está en estado de alerta (consciente y orientado) y sin
ninguna alteración para caminar, originando un tropezón o resbalón
que termina en una caída.
MARCO TEÓRICO. 93
Caídas no accidentales: Pueden ser de dos tipos, aquellas en las que se
produce una situación de pérdida súbita de la conciencia en un
individuo activo, y aquellas que ocurren en personas con alteración de
la conciencia por su condición clínica, efectos de medicamentos o
dificultad para la deambulación.
La edad se constituye como uno de los factores más relacionados con el
número de caídas, son abundantes los estudios que nos ofrecen datos similares
sobre esta situación, en 2010 la Sociedad Britania y Americana de Gerontológica
estableció que aproximadamente un 30% de la población mayor de 65 años sufría
al menos una caída al año y este dato se elevaba hasta el 50% en mayores de 80
años. Ya la OMS en 2007 nos informaba de unos datos de entre 28 y 34% de
caídas en personas mayores de 65 años, y un aumento del porcentaje asociado a
la edad. También en 2010 Suelves y otros investigadores, en su estudio sobre
“Lesiones por caídas y factores asociados en personas mayores en Cataluña,
España” establecieron la relación de las caídas con la edad, pero los datos de
incidencias de las mismas los encontraban más bajos (14,9%). Todos los estudios
se encuentra una relación directa entre la caída y la posibilidad de que la mitad de
los ancianos que sufrieron una caída puedan volver a caer de nuevo en los 12
meses siguientes a la misma (AGS/BGS, 2010; Suelves, Martinez y Medina, 2010) .
Aunque el sexo es también un dato claramente estudiado en las caídas, los
datos sobre la incidencias de estas diferenciadas por el sexo son variadas, la
mayoría establecen diferencias significativa entre ambos a favor de una mayor
prevalencia en la mujer a pesar de existe una progresiva unificación con el
avance de la edad (SEGG, 2007). Para Da Silva esta prevalencia superior en la
mujer solo se da en ancianos que residen en la comunidad, para los ancianos
institucionalizado esa relación se invierte y la prevalencia de caídas en hombres
es mayor (Da Silva y Gómez, 2008); para otros autores existe una clara diferencia
entre ambos sexos con una prevalencia del 74,7% en las mujeres y un 25,3% en los
hombres (Suelves et al, 2010). Esta diversidad en los datos puede ser generada por
la diversidad no solo de la muestra, sino de los tipos, ámbitos y características de
los estudios.
Un reciente estudio realizado en Estado Unidos, sobre caídas en población
anciana mayor de 65 años, en el que el 28,7% de esta población refirió al menos
94. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
una caídas en los últimos 12 meses, indicó que de estos un 37,5% requirieron a
consecuencia de este hecho tratamiento médico, limitando su movilidad y
actividad física al menos un días, siendo las mujeres no solo las que más caídas
sufrían, sino las que más posibilidades tenían de sufrir una lesión asociada a la
misma (Bergen, Stevens y Bruns, 2016).
3.3.2. Factores de riesgo asociados a las caídas en la vejez
Los factores de riesgo son definidos como los rasgos, características o
exposición de un individuo que aumente su probabilidad de sufrir una
enfermedad o lesión (OMS, 2016a). La complejidad del fenómeno de las caídas
nos obliga a describir factores de riesgo internos o biológicos, externos o
comportamentales/ambientales, y factores de riesgo socioeconómicos (Terra et al,
2014).
3.3.2.1. Factores Internos/Biológicos
Describiremos a continuación brevemente aquellos factores internos de
carácter biológico/funcional que van a contribuir en la aparición de caídas en la
población anciana, teniendo como punto de partida que es la propia edad uno de
los principales factores asociados a las misma, pues se estima que al menos el 30%
de los mayores de 65 años, y hasta el 50% de los de mayores de 80 años sufren
alguna caída al año, aumentando esta circunstancia la probabilidad de sufrir una
recaída en el plazo de un año en hasta dos o tres veces, y que al mismo tiempo
contribuye a la aparición de patologías que fortalecen el bionomio ya establecido
(+ edad /+ caídas) (Villar et al, 2014).
Los cambios musculo esqueléticos, especialmente la sarcopenia que provoca
una pérdida de la fuerza muscular centrada principalmente en los miembros
inferiores, calculándose una pérdida de masa magra de entre 25‐30% con
respecto a la población adulta mayor de 80 años, los cambios que se producen en
las fibras musculares rápidas tipo I por fibras musculares lentas tipo II, y la
degeneración de las unidades motoras supone una de las circunstancia que más
puede agravar la situación del anciano y predispone entre otras cosas al riesgo de
caídas (Samitier, 2015).
MARCO TEÓRICO. 95
Las alteraciones en la vista, representadas fundamentalmente por la
disminución de la agudeza y percepción visual, la modificación en la tolerancia a
la luz y la discriminación de colores, se estima que guardan una relación de entre
el 25 y el 50% con las caídas, también las alteraciones vestibulares producidas por
los cambios en el oído interno que generan una respuesta deficiente del reflejo
vestíbulo‐ocular encargado de mantener el equilibrio durante el movimiento y
las alteraciones de la propiocepción que disminuyen la posibilidad del cuerpo de
orientarse en bipedestación con respecto al suelo y el resto del cuerpo del reflejo
de enderezamiento, favorece y predisponen al anciano a la caída (Villar San pio et
al., 2007).
Los cambios en la marcha de los ancianos que en ocasiones dan lugar a la
llamada marcha senil, son el resultado de la suma de las modificaciones del
aparato locomotor, las alteraciones del vista, la presbiestasia o cambios en la
sensibilidad vestibular, la presbiacusia o pérdida de sensibilidad auditiva y
todos aquellos problemas de salud que comprometen el equilibrio. Esto provoca
las siguientes características de postura del cuerpo con proyección anterior de la
cabeza, flexión del tronco, caderas y rodillas, extremidades superiores con menor
balanceo y reducción del desplazamiento vertical del tronco con incremento del
ancho del paso y disminución del largo (Cerda, 2010).
También los procesos cardiovasculares como los trastornos del ritmo,
valvulopatías o cardiopatías isquémicas que pueden llevar asociados una
disminución del gasto cardiaco que puede generar sincopes siendo el origen de
un número importantes de caídas en la población anciana, al igual que los
problemas de hipotensión Ortostática, estos problemas están detrás del 10 y el
20% de las caídas de la población anciana según la Sociedad Britania y
Americana de Geriatría (Moya, Rivas, Sarrias, Pérez y Roca, 2012; AGS/BGS,
2010).
Las alteraciones asociadas al deterioro cognitivo favorecen el riesgo de
caída por la relación de éstas con la modificaciones del equilibrio y la marcha. El
empobrecimiento de la función motora en los miembros superiores e inferiores
tiene una mayor prevalencia en pacientes con demencia, esta asociación suele
estar relacionada con los cambios en determinadas áreas cerebrales (Díaz‐
Pelegrina et al., 2016; Casas, Martínez y Alonso, 2011).
96. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Los fármacos suponen un factor de riesgo importante para las caídas,
estableciéndose una correlación directa entre el número de fármacos consumidos
y el riesgo de sufrir una caída. Aunque no existe un consenso claro en la literatura
sobre el número de fármacos sobre el que marcar la línea de este problema (oscila
entre 4‐5 fármacos), sí encontramos unanimidad para determinar que no solo la
cantidad sino la cualidad de esos fármacos es lo que los hace potencialmente y
especialmente peligrosos para el aumento de las caídas en ancianos. La
benzodiacepinas de vida larga, los antidepresivos inhibidores de la captación de
serotonina (ISRS) y tricíclicos, digitálicos, ciertos antiarrítmicos y los diuréticos
son algunos de los que más se relaciona este problema (Olvera‐Arreola et al.,
2013; Paci, García, Redondo, y Fernández, 2015).
En una revisión sistemática sobre epidemiología de caídas en la población
anciana no institucionalizada en 2014, se obtuvieron cifras de una ingesta media
de fármacos de entre 2,7 y 4,5 fármacos/día, y tres de los ocho estudios analizados
establecieron una clara relación entre padecer tres o más patologías crónicas con
el incremento de la probabilidad de sufrir fractura con la caída (Pellicer et al.,
2015).
3.3.2.2. Factores externos / ambientales / comportamentales
El abordaje de los factores externos, supone una gran complejidad, ya que
son numerosas y variadas las circunstancias que van a poder contribuir en la
aparición de una caída. Para tratar de llevar este propósito de una manera exitosa
enumeraremos algunos de los más importantes agrupados en: factores de riesgo
en el domicilio y factores de riesgo en el entorno o comunidad.
La gran mayoría de las caídas de los ancianos se producen en un entorno
domiciliario con oscilaciones de entre 55,1% y el 61% según estudios (Pellicer,
2015). Los principales problemas que encontramos son los suelos irregulares,
alfombras o cables en el suelo, iluminación insuficiente o excesiva, bañeras o
duchas sin asideros, escaleras estrechas y sin pasamanos, etc.
En la comunidad nos encontramos con problemas de índole similar
como pavimentos irregulares y/o con obstáculos en el suelo, semáforos de corta
duración, medio de transporte no adaptados a las características de la población
anciana. Estos últimos aunque muy variados son especialmente determinantes ya
MARCO TEÓRICO. 97
que al ser ajenos a la naturaleza de la persona anciana, nos permiten una mayor
intervención sobre ellos para prevenir y evitar las caídas directamente o
indirectamente impidiendo la asociación con los factores biológicos, sociales y
comportamentales lo que supondrá una sinergia potencialmente más peligrosa
(Quintanar y Giber, 2014).
Los factores comportamentales aunque son considerados como externos
pueden ser modificables por la propia persona ya que están relacionados
directamente con acciones, emociones y elecciones de la persona en su día a día,
nos referimos a la actitud antes los tratamiento farmacológicos, consumo de
sustancias toxicas (alcohol / tabaco), inactividad física, conductas de riesgo, etc
(OMS, 2016).
3.3.2.3. Factores de riesgo socio‐económicos.
Las condiciones sociales y económicas de los ancianos van a actuar como
factores externos en la aparición de caídas y en ellos se incluyen situaciones de
bajo nivel de escolaridad, rentas bajas, viviendas insalubres, aislamiento social,
acceso limitado a la asistencia socisanitaria, etc (OMS, 2016).
Quizás es el momento de formular la siguiente pregunta, ¿hay factores
psicológicos negativos que aumentan el riesgo de caídas?, porque la relación en
el sentido contrario, no tenemos dudas sobre su existencia. Las caídas tienen
consecuencias psicológicas sobre el individuo. Con la intención de dar respuesta
a esta cuestión planteada, abordaremos el concepto de “Caída emocional”
propuesto por la Dra, Graciela Zarebski, entendiendo dicho concepto, como lo
que ella considera la antesala de la “caída corporal”. Desarrolla una serie de
reflexiones sobre la importancia de la diversificación de los apoyos a lo largo de
nuestra vida, entendiendo los momento de crisis o cambio como situación de
oportunidades de nuevos proyectos y nuevas formas de enriquecerse y ser
productivos y ésta es la actitud que nos ayudará a llevar momentos totalmente
previsibles como la jubilación o las pérdidas de personas queridas. La
dependencia en el más amplio sentido del concepto no solo nos llevaría a la
soledad y el aislamiento sino que supone una ausencia de apoyo que nos llevaría
a una caída emocional.
98. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
El incremento de la complejidad del sujeto, mediante la estimulación, la
actividad, el movimiento, la renovación del sentido de la vida y las redes de
apoyo suponen un elemento enriquecedor de las redes internas biológicas,
emocionales y cognitivas que generarían (si se llevaran de forma positiva) una
reserva para compensar la pérdida de complejidad de los mecanismos biológicos,
en palabras de la propia autora “se abren vacíos que invitan a replantearse el
sentido de la propia vida y actúan como un desafío a llenarlos creativamente”
(Zarebski, 2013. p. 29).
3.3.3. Consecuencias de las caídas para el anciano, la familia y la sociedad
Las consecuencias de las caídas en los ancianos van estar relacionadas con
aumentos de la morbimortalidad, problemas psicológicos, institucionalizaciones,
que no solo van generar un deterioro de la salud y la calidad de vida del anciano
sino que también van a elevar de forma considerada los costes
sociosanitarios, derivados de la atención a corto y largo plazo de la misma, y una
importante limitación social del ancianos y de su entorno familiar (Rodríguez,
2012; Terra et al., 2014).
Las principales lesiones físicas que se asocian a las caídas de forma
inmediata son las fracturas, contusiones, heridas, traumatismo craneoencefálicos
y torácicos; ya a más largo plazo las complicaciones más habituales suelen estar
relacionadas con la situación de pérdida total o parcial de la movilidad derivada
de las lesiones primarias siendo las más comunes las atrofias musculares,
anquilosis articulares, úlceras por presión, trombosis venosas profundas, cuadros
confusionales y aumento de la osteoporosis entre otros muchos. La Sociedad
Española de Geriatría y Gerontología considera que el 50% de las caídas producen
lesiones “menores”, pero esta terminología puede llevarnos a un nihilismo de
consecuencias muy graves para el anciano e incluso la muerte (SEGG, 2007).
Del total de la caídas en la población anciana un 70% de ellas tiene
consecuencia clínicas como las descritas anteriormente y de éstas,
aproximadamente el 50%, van a presentar secuelas posteriores a las mismas. Los
resultados más graves de una caída están relacionados con la aparición de
fracturas y traumatismo craneoencefálico (5‐10%). El 1% de las fracturas son de
MARCO TEÓRICO. 99
cadera y aunque la relación caída‐ fractura de cadera es bastante baja, si
invertimos el orden, la relación fractura de cadera‐ caída es totalmente diferente
y pasa a ser del 90% (MSSSI, 2014b).
El 25% de los ancianos que sufre una caída con fractura de cadera morirá
en los 12 meses posteriores a la misma, y las posibilidades de generar una
dependencia para las actividades de la vida diaria es de un 50%, lo que eleva la
posibilidad de institucionalización a un 22%. Los traumatismos craneoencefálicos
tras una caída suponen el 46% de las muertes relacionadas con las mismas
(Centers for Disease Control and Prevention, 2012).
La falta de atención tras una caída generada en la mayoría de las ocasiones
por la imposibilidad del anciano de levantarse de forma autónoma y pedir ayuda,
supone un aumento de la permanencia en el suelo conocida como “Síndrome
long lie” o “Long lie síndrome”, aumenta de forma exponencial con el tiempo de
permanencia las complicaciones de la caída, con aparición de problemas como
hipotermia, deshidratación, rabdomiolísis que aumenta el riesgo de insuficiencia
renal y úlceras por presión.(Fleming, Brayne y CC75C, 2008)
Pero las caídas no solo tiene consecuencias físicas sino que también
psicológicas, como ya se han mencionado, que suponen una merma importante
en la calidad de vida, hablamos del síndrome post‐caída o miedo a caer. Una de las
definiciones más utilizadas y conocidas es la propuesta por Tinetti en 1990 que la
describe como la pérdida de confianza de una persona para evitar una caída
mientras realiza una actividad de la vida diaria que no supone peligro y que
conduce a la persona a evitarla aun siendo capaza de realizarla (Tinneti, Richman
y Powel, 1990).
Esta situación lleva asociada una serie de cambios que principalmente se
relacionan con la disminución de la actividad física y social, y que en numerosas
ocasiones se ve reforzada por el desarrollo de una actitud sobreprotectora por
parte de la familia que incluso puede acabar con la institucionalización del
anciano (Rodríguez, 2012). En ocasiones este miedo a caer genera una tipo de
marcha en los ancianos conocido como marcha prudente que tiene como
principales características en sus inicios la lentitud, pasos cortos y búsqueda de
puntos de apoyo constante (Villar San Pio et al., 2007).
100. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
En la bibliografía el estudio de esta situación arroja datos muy dispares de
entre el 20% y el 92% debido quizás a la variabilidad en los diseños y la
diversidad en las definiciones e instrumentos de investigación (Curcio y Gómez,
2012).
A las anteriores consecuencia de las caídas, tenemos que sumar las
consecuencias sociales y económicas de las caídas, el aumento de la dependencia
secundaria a las lesiones físicas o psíquicas, implica un reemplazo de esta pérdida
de funcionalidad, por parte de la familia o por las instituciones
sociosanitarias aumentando así los coste directo con los ingresos hospitalarios,
intervenciones quirúrgicas, rehabilitación, hospitales de larga estancia o
residencias geriátricas, y los costes indirectos derivados de la implicación de la
familia en el cuidado o del aumento de la morbilidad asociada a esta situación.
El Ministerio de Sanidad y Política Social español en 2010 estimó que el
coste medio tras el alta por una caída con fractura de cadera era de 8.365 euros,
pero esto solo es una parte de los gastos ya que a estos costes directos de
hospitalización, tratamientos quirúrgicos y ortopédicos, hay que sumar todo los
gastos sociales, sanitarios y familiares tras el alta del anciano, sin olvidar que son
muchas las caídas que no necesitan hospitalización, pero sí asistencia
sociosanitaria y familiar.
El aumento de la esperanza de vida y las proyecciones sobre el
envejecimiento de la población supondrá un agravamiento del problema no solo a
nivel sanitario, sino social y económico (MSSSI, 2014; Villar et al., 2007).
MARCO TEÓRICO. 101
3.4. CAÍDAS EN LAS INSTITUCIONES SOCIOSANITARIAS
3.4.1. Actualización del estado de la cuestión
El aumento de la esperanza de vida, el aumento de la prevalencia de
factores de riesgo, trastornos crónicos y comorbilidad a partir de los 50 años van
determinando junto al propio proceso de envejecimiento el deterioro funcional, la
aparición de fragilidad y la discapacidad que nos llevará a una situación de
dependencia ( Barnett et al, 2012).
La suma de estos múltiples factores tienen como resultado una situación
que cada vez parece más preocupante, no solo para los ancianos, para sus
familiares y entornos más cercanos, sino también para toda la población que tiene
la necesidad y la obligación de cuidar y atender de la forma más adecuada y
segura a los ancianos que por su situación de salud, familiar, social y/o económica
deben ser atendidos por las instituciones sociosanitarias.
Durante todo ese proceso de envejecimiento y comienzo de la dependencia
la familia juega un papel fundamental como cuidadora informal como se ha
indicado. Además, esta es una situación claramente defendida y potenciada por
las políticas sanitarias y sociales de las últimas décadas de “envejecer en casa”
(Plan Gerontológico, 2003; Ley Promoción de la Autonomía, 2006; Marco de
Actuación de Personas mayores, 2015), pero las complicaciones en el estado de
salud, la situación socioeconómica, la ausencia real o funcional de la familia como
consecuencia de los cambios sociodemográficos y culturales a los que ésta se ha
visto sometida en lo últimos años (y no solo por la incorporación de la mujer al
mundo laboral), precipitan y condicionan en muchas ocasiones la
institucionalización del anciano, lo que puede generar en los familiares y en
ancianos sentimientos de culpa, tristeza, abandono, etc (Williams et al., 2008).
Con las aportaciones de estudios como los de James Fries sobre la
comprensión de la mortalidad, conocemos que es el avance de la edad lo que
aumenta las necesidades de asistencia sociosanitaria, el último informe de la
personas mayores en España de 2014 nos habla de que la proporción de personas
que presentan limitaciones importantes en las actividades de la vida diaria,
102. Mº CARMEN
N GARCÍA SSÁNCHEZ
au
umenta porr encima de los 85 año
os, suponieendo el 23%
% de los varrones y el 31%
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arty, 2011; G
Gómez‐Red
dondo y Fernandez‐Carrro, 2015).
Un paíís con una tasas de en
nvejecimien
nto del 18,4
4%, un 5,8%
% de person
nas
qu
ue superan los 80 añoss con respeccto a la pob
blación totall y en el quee el porcenttaje
dee personas mayores de 65 años q
que viven solas
s se disp
para hasta eel 18,5% en
n el
raango de edaad de entre 75‐79, está más que justificada la
a necesidad de contar ccon
nstituciones sociosanita
in arias dondee los ancian
nos sean atendidos dee forma que
e se
us cuidadoss y calidad de vida cuando se hayan agotad
gaaranticen su do los recursos
diisponibles para mante
ener a la p
persona en no domiciliiario o en las
n su entorn
co
ondiciones sociosanita
arias del p
paciente cu s puedan garantizarr y
uando no se
reequieran otrro tipo de assistencia (IN
NE, 2016a ; Abellán y P
Pujol, 2016)..
Figura 111. Tendencia
a a vivir solo según sexo yy edad.2015 (%)
Fuentee. Instituto N Estadística. 2016
Nacional de E
MARCO TEÓRICO. 103
Según Álvarez, los ancianos ingresados durante el año 2012 en residencias
de mayores, tendrían un claro perfil femenino en situación de viudedad,
dependencia, edad superior a los 80 años, sin estudios y con institucionalización
previa. Señala que para los ancianos que presentan dependencia, ésta va a
suponer un factor fundamental para el ingreso, tanto en situaciones de soledad
como por sobrecarga del cuidador principal, sin embargo en los ancianos más
autónomos, es la soledad generada por la ausencia de red familiar o por una red
familiar infectiva (conflictos/disfuncional) el origen fundamental del ingreso
(Álvarez, 2014).
Estos datos sobre el perfil de los ancianos institucionalizados coinciden con
otros muchos estudios en los que se describe no solo una perfil claramente
femenino sino donde se encuentras importantes similitudes con la edad media de
los ancianos institucionalizados o con establecer una clara relación entre el grado
de dependencia y la imposibilidad de autocuidado por soledad como factor
claramente determinante para la institucionalización (Ayuso, Del Pozo y
Escribano, 2010; Luppa et al., 2012; Frutos, Martín, Martín y Galindo, 2013;
Blanco, Doval, López, Andrade y Díaz, 2016)
El estudio EARCAS (Eventos adversos en residencias y centros asistenciales
sociosanitarios) determinó que las caídas junto con el estreñimiento y la
incontinencias son los efectos adversos relacionados con el cuidado, más
frecuentes en los centros asistencias sociosanitarios seguidos, de los errores en la
medicación, infecciones y úlceras por presión (MSSSI, 2011).
Aunque es cierto, que las particulares y fragilidad de una gran parte de la
población atendida en este tipo institución, contribuye ampliamente a la aparición
de estos incidentes4, no podemos descartar otros factores en la aparición de los
mismos relacionados con la propia institución (personal, ambiental,
organizativos), por esto, los centros cada vez toman más conciencia sobre este
gran problema e implantan protocolos de seguridad para disminuir tanto en
4
Se denomina incidente de seguridad en el paciente (IRSP) a cualquier evento o
circunstancia que ha ocasionado o podría haber ocasionado un daño innecesario a un
paciente a consecuencia de la asistencia sanitaria recibida. Cuando el evento o
circunstancia produce un daño se denomina evento adverso (EA). (OMS, 2009b)
104. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
cantidad como en gravedad las caídas de los residentes, además de otros efectos
adversos que pueden poner en riesgo al paciente con su aparición.
3.4.2 Incidencia y prevalencia de las caídas en las instituciones
Trataremos a continuación de dar respuesta a la siguiente pregunta
¿cuántos ancianos residentes en una institución sufren una caída?, para ello nos
apoyaremos en estudios recientes que se han realizado en este ámbito
sociosanitario y que nos aproximarán a la magnitud del problema, sin olvidar que
los datos pueden resultar un tanto confusos por la heterogeneidad de la muestra
y el tipo de estudio como resalta en su revisión Da Silva Gama et al (2009) sobre
la epidemiología de las caídas en ancianos.
Para el desarrollo de este apartado, se han seleccionados estudios que
centran su investigación sobre caídas en las personas ancianas que residen en una
institución, con la intención de asomarnos a una realidad compleja, de la que en
muchos casos solo tenemos datos parcelados por la información recogida y
analizada, y de la que es difícil extrapolar resultados por la gran heterogeneidad
de la población geriátrica (edad, estado de salud, capacidad funciona, etc) a otras
muestras de este tipo de población. El Instituto Nacional de Eestadística (INE) nos
ofrece unos datos sobre las causas de muerte asociadas a las caídas accidentes por
grupos de edad, como podemos ver en la figura 12, pero no aportan datos sobre
las características de la persona que se cae y las factores que intervienen en la
caída.
MARCO T
TEÓRICO. 105
1
Figu
ura 12. Estadíística de Defu
unciones seg
gún la causa de Muerte.2015
Fueente. INE, 2016b
106. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
la zona exterior (patio) con un 24,1 y 19,4% respectivamente (De Araujo, De Souza
y Pimentel, 2014).
Valcarenghi, en su estudio “Institutional actions based on nursing
diagnoses for preventing falls in the elderly” describe de nuevo un perfil de
anciano femenino (66,7%), con una incidencia de caídas del 43,3% y un rango de
edad mayoritario entre los 70‐79 años. Las caídas se produjeron mayoritariamente
en los residentes con autonomía para las actividades básicas de la vida diaria, que
en el desarrollo de la mismas presentaron una incidencia de las caídas superior al
50% en todos los casos llevando a cabo dichas actividades (higiene personal
56,5%, vestido 59%, levantarse y acostarse 59%, etc) (Valcarenghi et al., 2014).
Los datos nos aproximan a una realidad que queda muy lejos de la
tranquilidad, ya que las caídas en la población anciana y en particular en la que
está institucionalizada supone, un importante deterioro de la calidad de vida de
los residentes y un aumento de las complicaciones en la atención y cuidado de los
mismo, lo que implica un aumento de los costes de atención sociosanitaria, como
también nos dejan claro investigadores como Gómez‐Garcia de Paso, o Samper
(tabla 9) (Gómez‐García de Paso, 2015; Samper, Allona, Cisneros, Navas y Marín,
2016).
MARCO TEÓRICO. 107
Tabla 9. Estudios de caídas en ancianos institucionalizados en los últimos 10 años
AUTORES VARIABLES DATOS FACTORES ASOCIADOS OBSERVACIONES
EDAD MEDIA
81,6 a Los principales factores El 73,2% necesito asistencia
CAÍDAS TOTALES
asociados son el género sanitaria y un 7% sufrió
39,5%
Da Silva masculino, debilidad una fractura en la caída. El
Gama. CAÍDAS MUJER
No muscular y alteraciones 60.2% tuvieron
2009 aporta de la marcha, consecuencias psicológicas
CAÍDAS HOMBRE
No incapacidad funcional y (miedo a caer)
aporta deterioro cognitivo.
EDAD MEDIA
85,6 a EL 49,01% presento 52.4% de las caídas no
CAÍDAS TOTALES sobrepeso y un 47,61% genera lesiones.
Pellicer et al. 41,2%
utilizaba ayudas técnicas El 26,8% de las caídas
2013 CAÍDAS MUJER
61,9% genera contusiones y el
19% fracturas
CAÍDAS HOMBRE
39,1%
EDAD MEDIA
74.5 a El 16,1%presento mareos Un 29% de la caídas fue
CAÍDAS TOTALES vértigos y 21% utilizaba provocado por uso de
De Araujo et 62,.9%
ayudas técnicas ropas que dificultaron la
al. CAÍDAS MUJER
67.7% movilidad
2014
CAÍDAS HOMBRE
32,3.%
EDAD MEDIA
70.8 a La falta de adaptación La realización de ABVD de
CAÍDAS TOTALES
del entorno y el uso de forma autónoma supuso
Valcarenghi 43,3%
fármacos los principales un porcentaje de caída
et al. CAÍDAS MUJER
66,7% factores de riesgo superior al 50% en todas
2014
ellas (vestido, higiene,
CAÍDAS HOMBRE
33,3% comida..)
EDAD MEDIA
80 a La dependencia de El 47% de las caídas lesión,
Gómez‐ CAÍDAS TOTALES
grado, la incontinencia y siendo leve en un 58% de
Garcia de 57.2% la polifarmacia son los los casos y grave un 12%
paso. CAÍDAS MUJER principales factores de El 56% de los ancianos
63.4%
2015 riesgo tenía algún tipo de medida
CAÍDAS HOMBRE
36.6% de contención
EDAD MEDIA
85.7 a Los suelo no Las consecuencias físicas
antideslizantes (79,4%) y de las caídas han sido
CAÍDAS TOTALES
57.3%
la altura de la cama, 27,5% contusiones, 19,4%
Samper et CAÍDAS MUJER
26,9% sillón,..(80%) son los heridas y 3,8% hematomas.
al. factores ambientales más 11,3% de las caídas
CAÍDAS HOMBRE
2016 73.1% destacados provocaron una fractura y
Las caídas se produjeron un 3,8% Traumatismos
en las habitaciones y craneales.
zonas comunes (39,4 y
31,3% respectivamente)
Fuente. Elaboración propia
108. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
3.4.3 Principales factores de riesgo asociados a las caídas
La presencia de múltiples factores de riesgo en la población anciana ante las
caídas y especialmente en los ancianos que se encuentran institucionalizados,
requieren un abordaje aún más complejo tanto en la planificación como en la
ejecución del mismo para conseguir evitar en el mejor de los caso o minimizar el
riesgo de caídas y gravedad de las misma.
Para ello resulta imprescindible conocer los principales factores de riesgo
asociados a las caídas en la población anciana institucionalizada, ya que solo así
será posible un abordaje eficaz y exitoso de los mismos. Factores como la
comorbilidad, la polifarmacia, la dependencia,..etc en los entornos de asistencia
sociosanitaria adquieren una dimensión que los hace particularmente peligrosos
ya que las propias características de los ancianos al momento de su ingreso en la
institución, descritos en el apartado anterior, los hacen especialmente vulnerables,
sin olvidar que en muchas ocasiones este hecho fue precipitado o provocado por
una caída (Rubenstein, 2006).
La edad y el sexo femenino, que ya se evidenciaron como factores de riesgo
concluyentes para las caídas en la población anciana en general según todos los
estudios consultados, en las instituciones puede resultar especialmente
determinante por tratarse de una población que en su mayoría supera los 80‐85
años y es mayoritariamente femenina; pero investigaciones como la de Díaz
Grávalos no reseñan estos factores como principales causantes de la caídas, sino
que es la presencia de delirium en el mes previo al seguimiento de población de
estudio, la fragilidad, los menores índices de masa corporal (IMC), y el déficit
visual, todos ellos presentan una estrecha relación con las caídas de repetición, y
el número y tipo de fármacos los que guardan más correspondencia con la
presencia de caídas (Díaz‐Grávalos et al., 2009).
La existenciade polifarmacia en la población que recibe atención
sociosanitaria en el ámbito residencial, tiene un factor fundamental en el riesgo de
caídas, principalmente, como consecuencia de los efectos secundarios e
MARCO TEÓRICO. 109
interacciones de las mismas en general, y especialmente en fármacos como los
psicotrópicos, que pueden provocar una disminución de la capacidad de atención,
disminución del equilibrio y capacidad para la realización de dobles tareas,
siendo esto considerado como predictor de caídas en personas ancianas mediante
el prueba de “Stop walking while talking”5 (SWWT), que identifica de una forma
sencillas el riesgo de caídas, mediante la observación de la persona anciana
mientras caminas entre 100 y 200 metros, durante este trayecto la persona
mantendrá una conversación con el observador que valorara la necesidad de la
mismas de paralizar la marcha para poder hablar o no. González‐Ávila, concluyo
en su investigación que el grupo de ancianos que ella clasificó como “stopper”
presentaban frente al grupo clasificado como “no‐stopper” más probabilidad de
caídas por: mayor edad, dependencia, deterioro cognitivo, caída previa, miedo a
caer y puntuaciones inferiores en el test de Tinetti. Test que fue descrito para
detectar problemas en la marcha y el equilibrio y está formado por dos
subescalas que valoran el equilibrio y la marcha mediante la realización de 9 y 7
tareas respectivamente, considerándose como alto riesgo de caída todas las
valoraciones que se encuentran por debajo de 19, bajo riesgo para aquellas que se
encuentre entre 19 y 28 siendo esta última la puntuación máxima posible y
tiempos más prolongados en el Timed up and go también conocido como
“levántate y anda”, consiste en hacer caminar a la persona una distancia de 3
metros partiendo de una posición de sentado girar una vez alcanzada la posición
y regresar a la posición sentada de inicio. Un tiempo de menos de 10 segundos en
la realización del mismo se considera normal, entre 10‐20segundo riesgo leve de
caída y más de 20 segundo alto riesgo de caída (Tinetti, Willians y Mayewski,
1986; Podsialo y Richardson, 1991; González‐Ávila et al,, 201.7).
De Hoon et al, en un versión abreviada de la prueba(SWWT), donde el
anciano caminaba 8 metros y donde contestaban a la pregunta qué edad tenían,
no solo concluyeron que era posible la detección del déficit para la doble tarea con
una distancia más corta, sino que también observaron que las personas que se
detenían presentaban una mayor desviación en el ángulo de inclinación del
5
SWWT. La prueba consiste en observar si la persona anciana es capaz de caminar entre
100 y 200 metros mientras mantiene una conversación con el examinador o si para poder
hablar necesita detener la marcha.
110. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
tronco, lo que les generaba una mayor inestabilidad y por ende de caída (De
Hoon et al., 2003).
Resulta obvio que los factores de riesgo descritos como intrínsecos o
propios a la personas no conllevan grandes modificaciones con la
institucionalización de las misma, pero lo que sí parece que se puede actuar de
una forma diferente, es en el control o supervisión de los entornos residenciales
para evitar que su presencia finalice en un evento de caída. Son los factores
externos a la personas, los que se pueden describir dentro del entorno donde el
anciano desarrolla su día a día, los que sí presentan modificaciones más
sustanciales con el riesgo de caída que son (Hill et al., 2009)
Las investigaciones llevadas a cabo por la Dra. Elizabeth Hill et al, sobre las
interacciones persona‐medio ambiente que contribuyen a las caídas de ancianos
en residencias confirmaron que el entorno residencial necesita alcanzar un difícil
equilibrio para conseguir ambientes que estimulen la autonomía personal pero
que al mismo tiempo garanticen la seguridad. Destacan cinco aspectos
fundamentales del entorno de la residencia que supone un riesgo de caída.
El propio diseño arquitectónico de la institución, pone en riesgo a
los ancianos ya que en ocasiones los materiales, la estética de la estructura e
incluso el tipo de la iluminación no natural, pueden suponer un aumento
de los riesgos de caídas.
La dimensión de las habitaciones y espacios comunes donde en
ocasiones se acumulan múltiples objetos personales y/o sanitarios en
ocasiones de dos residentes, que dificultan la movilidad y aumentan el
peligro
La presencia de obstáculos en los espacios comunes y privados
como (sillas de ruedas, carros de limpieza o curas e incluso residentes con
alteraciones cognitivas que deambulan de forma confusa) en ocasiones
pueden obstaculizar la marcha de otros.
El uso inadecuado o defectuoso del equipamiento, tanto por parte
de los propios residentes como por el personal de la residencia.
Por último, la organización del personal y la forma de trabajo,
también es considerado como un factor predictor de caídas pues se
evidenció que en las residencias con una baja incidencia en las caídas,
MARCO TEÓRICO. 111
todos las personas que participan en la atención del anciano directa o
indirectamente, sanitarios y no sanitarios, presentan una implicación
máxima, por el contrario las de alta incidencia de caídas los profesionales
expresaban quejas de falta de personal para el control de los residentes
El control de factores internos y externos en los centros residenciales puede
resultar, a priori, más factible que en los entornos domiciliarios; además existen
estudios que demuestran que el control de los mismos puede reducir no solo la
incidencia de las caídas, sino su recurrencia y su gravedad, también hay
constancia que la puesta en marcha de medidas de prevención por parte del
personal de la institución no siempre tienen éxito, ya que los estándares de
calidad para la prevención de caídas, no tienen en cuenta las relaciones
interpersonales de los profesionales que interactúan en el cuidado de la persona
anciana. El estudio “CONNECT for quality: protocol of a cluster randomized
controlled trial to improve fall prevention in nursing homes” pone de manifiesto
la necesidad de un cambio de cultura en las instituciones para garantizar la
seguridad de los residentes y no solo implantación de protocolos (Anderson et al.,
2012).
La red de trabajo Europea sobre prevención de caída (ProFaNE), ha
analizado la efectividad de las intervenciones en la prevención de caídas
mediante una revisión sistemática de 13 estudios que engloban un tamaño
muestral de 22.913 residentes de centros gerontológicos, con un rango de edad de
82 a 89 años, con un seguimiento de más de 6 meses. Destacando que las
intervenciones únicas de tipo programas de fortalecimiento de la marcha,
educación para la valoración de factores de riesgos, modificación de factores
como reducción o modificación de fármacos o instrucción al personal, o las de
intervención múltiple, como las propuestas para la mejora de la funcionalidad,
contribuyen a la reducción del número de caídas de repetición, pero no el número
de caídas que en ocasiones puede incluso aumentar.
Por el contrario las intervenciones multifactoriales o multidimensionales,
en las que se realiza una valoración individual de riesgo de caída en cada anciano,
teniendo como objetivo el ejercicio, medicación, control y detección de la
hipotensión ortostática, ambientes seguros, protectores de cadera, valoración
visual, podológica y tipo de calzado apropiado en un continuo proceso de
112. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
retroalimentación son, las que presentan un mayor efecto la reducción del
número de caídas y caídas de repetición (Vlaeyen et al., 2015; Bergen et al., 2016).
Pero es la composición del equipo multidisciplinar, la frecuencia en las
intervenciones o la propia descripción de éstas, los escenarios que más
indefinidos quedan en la mayoría de los estudios (Camerón et al., 2012).
3.4.4. Consecuencias de caídas en el anciano institucionalizado.
Este aumento de la dependencia en ancianos con caídas previas o
recurrentes fue constatado por Córcoles‐Jiménez, en su estudio donde señaló que
transcurrido un año de la fractura de cadera y como consecuencia de la misma los
ancianos presentan mayor dependencia para las actividades de la vida diaria
(AVD) y una puntuación media del Índice de Barthel menor, aumentando de
manera estadísticamente significativa la dependencia para la actividades como el
aseo, la comida, la continencia intestinal y la trasferencia cama‐sillón (Córcoles‐
Jiménez et al., 2011).
La asociación de las caídas con las fracturas de cadera, es también objeto de
estudio en la investigación realizada por Jiménez‐Sánchez a pacientes ingresados
MARCO TEÓRICO. 113
por fractura de cadera posterior a una caída, donde del total de la muestra un
11,2% pertenece a ancianos institucionalizados y donde señala una relación
estadísticamente significativa entre estar institucionalizado, y sufrir caídas en el
interior de la residencia y en los 6 meses anteriores. Resulta cuando menos
interesante, que del total de la muestra de la que no se pudieron obtener datos
sobres las circunstancia en las que produjo la caída y la posterior fractura, el
19,7% correspondieran a ancianos institucionalizados, frente a un 8,9% que
residía en su comunidad (Jiménez‐Sánchez et al., 2011).
Las caídas en la población anciana y en particular la que reside en
instituciones, son mucho más que un problema de la vejez o un síndrome
geriátrico, ya que implica una grave alteración de la calidad de vida de persona
que la sufre y unos altos costes sociosanitarios. Es una responsabilidad, que debe
generar una nueva forma de abordaje para el cuidado de las personas mayores
que no solo necesitan de actuaciones generales a nivel político, sanitario,
económico o social, sino que requieren una atención personalizada por
profesionales de la geriatría y la gerontología, que como miembros de un equipo
interdisciplinar sean capaces de dar una atención centrada en la persona mediante
el abordaje multidimensional de los factores de riesgo individualizados.
CAPITU
ULO IV
V
METOD
DOLOG
GÍA
METODOLOGÍA. 117
CAPITULO IV. METODOLOGÍA
4.1. DISEÑO.
Para alcanzar los objetivos de la investigación se desarrolló un estudio con
metodología cuantitativa, con finalidad descriptiva, de corte transversal.
En una primera fase se describió al grupo compuesto por personas mayores
(principalmente > 65 años), que se encontraban institucionalizadas; además de sus
características y datos sociodemográficos.
En una segunda fase se realizó un estudio transversal comparativo para
analizar las posibles diferencias entre el grupo de sujetos que habían sufrido
caídas y los que no, haciendo este último de grupo control.
4.2. POBLACIÓN DE ESTUDIO, MUESTRA Y MUESTREO.
La población de estudio, estuvo compuesta por el colectivo de personas
ancianas de la Región de Murcia que se encontraban institucionalizadas en los
centros de atención socio‐sanitarios pertenecientes a la Asociación Edad Dorada
Mensajeros de la Paz‐ Murcia.
Respecto a las cifras relativas a la población mayor de 65 años, actualmente,
en la Región de Murcia están empadronados un total de 221.141 individuos
mayores de 65 años, sobre una población total de 1.464.874 habitantes, lo que
supone una tasa de envejecimiento del 15,1% (CREM, 2017). Destacamos que los
datos han sido tomados como meramente indicativos desde un punto de vista
demográfico, para ayudar a describir la cohorte de población que se investigó,
sin que estos datos se hayan utilizado realmente para delimitar, ni extraer la
muestra del estudio.
No se establecieron criterios de inclusión; solo fueron excluidos los
residentes que hubieran fallecido durante el periodo de estudio.
No existe el tamaño ideal de la muestra; las fórmulas existentes para su
cálculo no indican qué tamaño debe usarse en una investigación, sino que ayudan
a identificar si la cantidad de individuos que se pueden seleccionar, en base a los
118. Mº CARMEN GARCÍA SANCHEZ
recursos disponibles, son suficientes para alcanzar la representatividad de la
población a que pertenece. En este estudio se ha realizado sobre una muestra de
752 sujetos, tamaño suficiente para conseguir una precisión del 2,5% en la
estimación de la probabilidad de ocurrencia del evento que se pretende estudiar,
mediante un intervalo de confianza al 95%, asintótico bilateral, asumiendo, por el
principio de máxima indeterminación, que la proporción esperada es del 50%,
p=q=0,50. Para el análisis de resultados, la muestra quedó dividida en dos
subgrupos, uno compuesto por todos aquéllos sujetos que habían sufrido caídas
durante el periodo de tiempo analizado y otro grupo que actuaría como control,
compuesto por los que no sufrieron caídas.
4.3. TIEMPO Y LUGAR DE ESTUDIO.
El trabajo de campo (recogida de datos), abarcó de julio a septiembre de
2015; sin embargo el periodo de estudio comprendió hasta mayo de 2017.
La presente investigación se realizó en los centros de atención socio‐
sanitarios que se detallan a continuación, pertenecientes a la Asociación Edad
Dorada Mensajeros de la Paz‐ Murcia de la Región de Murcia, que cuenta con
plazas tanto privadas como concertadas con el Instituto Murciano de Acción
Social (IMAS). Los centros son:
Virgen de Fátima. Molina de Segura.
San Pedro. Cieza.
El Amparo. Murcia.
Virgen del Mar. San Pedro del Pinatar.
Santa Isabel. Villanueva del Segura.
Nazaret. Rincón de Seca.
San Diego. Lorca.
METODOLOGÍA. 119
4.4. FUENTES DE DATOS Y VARIABLES.
La información fue recogida tanto por el personal sanitario que atiende a los
ancianos, como por el investigador responsable del proyecto, diplomados en
enfermería todos ellos.
Los directores de los centros participantes en el estudio fueron informados
con detalle de los objetivos y contenidos del estudio, con el objeto de obtener la
autorización pertinente para el mismo.
De la historia clínica se recogieron las variables que se detallan a
continuación.
4.4.1. Variable dependiente o de resultado:
○ Frecuencia de caídas. Registro de las caídas sufridas por los residentes en
el año previo a la recogida de los datos.
4.4.2. Variables independientes o factores de estudio.
o Variables sociodemográficas
Edad: Variable cuantitativa continua, expresada numéricamente en
años.
Sexo: Variable cualitativa dicotómica (hombre / mujer).
Estado Civil: Variable cualitativa categórica; Soltero/a, Casado/a o
Unión de Hecho, Separado/a o Divorciado/a, Viudo/a
Causas de ingreso: Variable cualitativa dicotómica; se diferenciaron
dos categorías en función de las causas que contribuyeron al motivo
del ingreso: si fueron determinadas por demandas de salud que no
se podían atender en el ámbito sanitario, o por cuestiones de carácter
social.
120. Mº CARMEN GARCÍA SANCHEZ
Procedencia del ingreso: Variable cualitativa dicotómica; se
categorizó en dos opciones que determinaban si el residente
procedía de un ámbito rural o urbano.
Convivencia antes del ingreso. Variable cualitativa categórica; se
establecieron cuatro categorías para determinar el tipo de
convivencia que el anciano disfrutaba antes del ingreso en la
institución; convivencia con un hijo/a, cónyuge, otros familiares u
otras personas.
Grado de Dependencia: Variable cualitativa categórica, con carácter
ordinal. La Ley 39/2006 de 14 de diciembre de Promoción de
Autonomía Personal y Atención a la Dependencia (LAPAD),
establece en función del grado de autonomía en las actividades
básicas de la vida diaria, tres grados de dependencia; Grado I o
Dependencia Leve, Grado II o Dependencia Moderada y Grado II o
Dependencia Grave, también se estableció una categoría para
aquellas personas a las que no se les había evaluado y reconocido el
nivel de dependencia según este criterio.
o Variables clínicas: las variables de salud que se han registrado
corresponden a patologías de carácter crónico.
Diabetes Mellitus (DM). Variable cualitativa dicotómica; se determinó
la presencia o no de esta patología (si/no)..
Tratamiento con insulina (DM). Variable cualitativa dicotómica para
determinar si el anciano diagnosticado de DM, fue tratado o no con
insulina (si/no).
Hipertensión Arterial (HTA). Variable cualitativa dicotómica, que
determinó la presencia del diagnóstico de la patología en dos
categorías (si/no)
Problemas osteoarticulares. Variable cualitativa dicotómica, que
categorizó la presencia/ausencia de dichos problemas (si/no). Los
problemas osteoarticulares, incluían patologías como osteoartritis,
artritis, artritis reumatoide, etc)
METODOLOGÍA. 121
Incontinencia urinaria. Variable cualitativa dicotómica, que determinó
la presencia/ausencia de pérdidas involuntarias de orina en los
ancianos institucionalizados.
Medidas de contención en la incontinencia urinaria. Variable
cualitativa categórica. Cuando los residentes eran identificados como
incontinentes, se establecieron seis categorías para clasificar el tipo de
medida de contención que se utilizaba para paliar la incontinencia;
colector, sondaje vesical, pañal absorbente nocturno, pañal absorbente
continuo, compresa absorbente y una última categoría para otros tipos
de medidas no clasificadas.
Depresión. Variable cualitativa dicotómica, que se categorizó con
dos opciones, en función del diagnóstico médico; estado depresivo
o no (si/no).
Problemas Psicogeriátricos/problemas de conducta. Variable
cualitativa dicotómica. Esta variable es compatible con patologías
como demencia, depresión, ansiedad o cualquier otra patología que
pudiera alterar el estado cognitivo y/o conductual del anciano.
Úlceras por presión (UPP). Variable cualitativa dicotómica, para la
que se establecieron dos categorías en función de la presencia o no
de este tipo de lesión cutánea (si/no).
o Variables de relación/convivencia y funcionalidad en la institución
Restricciones físicas. Variable cualitativa dicotómica. Se categorizó
la utilización de alguna medida de contención para garantizar la
seguridad del anciano y/u otros residentes ( si/no)
Tipos de medidas de contención. Variable cualitativa categórica, se
establecieron cuatro categorías en función del tipo de contención
utilizado; barandillas en la cama, cinturón básico, cinturón pélvico y
una cuarta categoría para aquellas medidas que no estaban
determinadas en ninguna de las anteriores.
Frecuencia de visitas de familiares. Variable cualitativa categórica.
Se clasificaron las visitas de familiares en función del periodo de
122. Mº CARMEN GARCÍA SANCHEZ
tiempo entre las mismas; semanal, mensual, trimestral y la categoría
no tiene visitas.
Relación con la familia. Variable cualitativa categórica. Las
relaciones familiares se categorizaron como: no hay relación con la
familia, la relación es clasificada como mala y solo es a través del
teléfono, la relación es clasificada como buena y es a través del
teléfono y una categoría para aquellos residentes que salen de la
institución de forma ocasional con sus familiares.
Relación con otros residentes. Variable cualitativa categórica. Para
conocer la relación que los ancianos establecieron con el resto de
residentes, se categorizó esta variable como; no se relaciona, se
relaciona sólo por necesidad/disconforme, tiene conflictos de forma
habitual con otros residentes, se relaciona solo en las actividades
programadas por el centro y se relaciona de forma habitual/sin
problemas.
Relación con los profesionales de la institución. Variable
cualitativa categórica. Las categorías que se establecieron para esta
variable se definieron en función de si la relación del residentes con
el personal que lo atiende en la institución era: estrictamente
necesaria, buena/ no buscada, buena/ buscada y mala relación.
Necesidad de ayuda para; alimentarse, vestirse, deambular.
Variable cualitativa categórica. Se determinaron cuatro categorías en
función del grado de ayuda que el residente necesitaba para el
desarrollo de las actividades de alimentación, vestido y
deambulación; no necesita, necesita ayuda esporádica, necesita
ayuda de forma habitual y necesita ayuda total de otra persona para
la realización de dichas actividades.
o Variables específicas de los instrumentos de medida utilizados: Índice de
Barthel, Escala de Tinetti, Escala nutricional MNA, MEC (Mini Examen
cognoscitivo) (véase siguiente apartado)
METODOLOGÍA. 123
4.5. INSTRUMENTOS DE RECOGIDA DE INFORMACIÓN.
4.5.1. Índice de Barthel (IB)
Desde su publicación en 1965 el Índice de Barthel realizado por Mahoney y
Barthel, (1965) ha tenido un uso generalizado que ha permitido la evaluación de
las actividades de vida diaria (comer, lavarse, vestirse, arreglarse, deposición,
micción, ir al retrete, trasladarse sillón‐cama, deambulación, subir y bajar
escaleras) en pacientes ancianos.
La validez, fiabilidad y consistencias de este test fue determinada en
estudios posteriores a su publicación, Loewen y Anderson (1988), realizaron el
primer estudio de fiabilidad de la versión original del Índice de Barthel, mediante
pruebas de concordancia inter e intraobservador, obteniendo unos índices de
Kappa entre 0,47 y 1,00 y de entre 0,84 y 0,97, en ambos casos, por lo que se
dedujo una buena fiabilidad del test tanto para inter como intraobservadores. La
validez del test ha sido demostrada en distinta investigaciones, observando la
relación del mismos con la mortalidad, situaciones de discapacidad en accidentes
cerebrovasculares agudos, tratamientos de rehabilitación o índices de motricidad
Este índice ha sido recomendado por el Royal College of Physicians of London y
por la British Geriatrics Society como patrón para la valoración de las actividades
de la vida diaria en las personas ancianas (Cid‐Ruzafa y Damian‐Moreno, 1997).
Se trata de un escala heteroadministrada en la que se estima un tiempo de
cumplimentación de aproximadamente 5 minutos, la información puede ser
obtenida por observación directa o mediante pregunta directa al anciano y/o
cuidador. La valoración se realiza según puntuación en una escala de 0 a 100
(dependencia absoluta e independencia, respectivamente):
❏ < 20 dependencia total
❏ 20‐35 dependencia grave
124. Mº CARMEN GARCÍA SANCHEZ
❏ 40‐55 dependencia moderada
❏ 60‐90 dependencia leve
❏ 100 independiente (90 en silla de ruedas)
4.5.2. Test de Tinetti.
El test de Tinetti fue descrito en 1986 para detectar problemas de equilibrio
y movilidad en los , y para determinar el riesgo de caídas. Está formado por una
subescala que valora el equilibrio mediante la realización de 9 tareas, donde se
puede obtener una puntuación máxima de 16, y otra subescala que valora la
marcha mediante el desarrollo de 7 tareas con una puntuación máxima de 12. Su
administración requiere poco tiempo, no precisa equipamiento ni entrenamiento
especial del evaluador, y es sensible a los cambios clínicos del anciano. Se
considera alto riesgo de caída todas las valoraciones que se encuentran por debajo
de 19 y de bajo riesgo para aquellas que se encuentre entre 19 y 28, siendo esta
última la puntuación la máxima posible (Tinetti et al., 1986).
La validación de esta escala se ha realizado de forma frecuente en distintos
estudios, donde los grupos de población han variado tanto en la presencia de
determinadas patologías, como en los entornos donde ésta se ha realizado
(comunidad/institución). Destacamos entre otros los estudios realizados por
Panella, Tinelli y Buizza (2008) y la investigación de Kegelmeyer, Kloos y
Thomás (2007) en paciente con Parkinson, encontrando una sensibilidad del 76%
y una especificidad del 66%, con un valor predictivo positivo del 39% y un valor
predictivo negativo del 91%. Estudios más recientes, como los realizados por
Rodríguez y Lugo (2012), concluyen que el test de Tinetti es válido y confiable
para ser aplicado por diferentes personas y en diferentes momentos en adultos
mayores de 65 años.
4.5.3. Mini Nutricional Assessment (MNA)
El Mini Nutricional Assessment (MNA) consta de 18 ítems agrupados en 4
áreas: parámetros antropométricos, valoración global, parámetros dietéticos y
valoración subjetiva del estado de salud. Se trata de una escala
heteroadministrada para la evaluación del estado nutricional de la persona,
METODOLOGÍA. 125
donde en una primera prueba, se realiza un test de cribaje, que en el caso de
puntuaciones iguales o inferiores a 10 deberá ser completada con una segunda
parte donde el evaluador podrá precisar el estado nutricional del paciente. La
evaluación global resulta de la suma de ambos (Posner, Jette, Smith y Miller,
1993).
El un estudio realizado por Bleda, Bolívar, Parés y Savá (2002) sobre
población anciana institucionalizada, donde se ha utilizado este test de valoración
nutricional, infirió una importante correlacion, de éste con las valoraciones
clínicas e indicadores objetivos de nivel nutricional atendiendo a parámetros
como; Nivel de albúmina, Índice de Masa Corporal (IMC), Ingesta de energía, y
estado vitamínico. Con una consistencia interna de 0,83 y una fiabilidad test‐retest
medida con el coeficiente de correlación intraclase de 0,89.
Los rangos establecidos para la clasificación según las puntuaciones
obtenidas son:
● Normonutrido u óptima nutrición >24 puntos.
● Riesgo de malnutrición entre 17 a 23,5 puntos.
● Malnutrición < 17 puntos.
4.5.4. Mini Examen Cognoscitivo (MEC)
Creado por Folstein y otros en 1975, el Mini Examenen Cognoscitivo (MEC)
es el más conocido y utilizado instrumento de valoración cognitiva. La
herramienta nos permite analizar cinco dominios cognitivos que son,
esencialmente: orientación temporoespacial, memoria diferida, atención y cálculo,
lenguaje y capacidad visoconstructiva de dibujo (Folstein, Folstein y McHugh,
1975). Esta herramienta fue adaptada al español por Lobo et al (1999), que en su
estudio determinó que el instrumento cumplía criterios de viabilidad, contenido,
procedimentales y de validez de constructo, con una fiabilidad test‐retest: kappa
ponderado de 0,637 y para puntos de corte 23/24, una sensibilidad de 89,8%, una
especificidad de 75,1% (80,8% con el corte a 22/23) y curva ROC, AUC de 0,920.
La puntuación total es de 30 puntos y la clasificación de la puntuación
variará en función de la edad, limitaciones y/o grado de formación de la persona
evaluada, en estos casos será necesaria la aplicación de factores de corrección.
126. Mº CARMEN GARCÍA SANCHEZ
Mayores de 65 años.
● Puntuaciones >24 no hay deterioro cognitivo
● Puntuaciones < 23 Deterioro cognitivo
Para el presente estudio se construyó una tabla de variables, cuyo soporte
fue inicialmente una hoja de cálculo del Excel. En ella se volcó toda la información
extraída de las historias clínicas de los sujetos del estudio, codificando
numéricamente toda la información procedente de las variables anteriormente
descritas.
4.6. ETAPAS DEL ESTUDIO.
Fase 1. En esta etapa se diseñó el proyecto, definiéndose los instrumentos de
recogida de datos y llevando a cabo el contacto con los centros para la obtención
de la autorización de acceso y manejo de las historias clínicas.
Fase 2. Etapa de extracción y explotación de los datos de las historias
clínicas.
4.7. ANÁLISIS ESTADÍSTICO.
Los datos de los formularios, fueron transcritos a una base de datos
diseñada con el programa Microsoft Excel®, realizada para tal fin. Posteriormente
la información se exportó al programa estadístico, SPSS® versión 21.0 para el
análisis.
Antes del análisis, se realizó una depuración de errores de transcripción, de
manera manual con la revisión de formularios, y mediante estadísticos, valores
medios y valores extremos.
Posteriormente, se realizó un análisis estadístico descriptivo de las variables
del estudio, mediante el cálculo de la media aritmética, desviación típica e
intervalo de confianza del 95% para las variables cuantitativas, y de los valores de
METODOLOGÍA. 127
los cuartiles 25, 50 y 75; las variables cualitativas se han descrito calculando la
frecuencia de cada una de sus categorías.
Para el contraste de hipótesis, cuando la variable a contrastar eran de
naturaleza cuantitativa, antes de realizar su análisis bivariable con técnicas
paramétricas, se procedió a verificar su distribución normal, con la prueba de
Komolgorov‐Sminov, aunque no se utilizaron técnicas no paramétrica en ningún
caso por presentar las muestras más de 30 casos en cualquier situación del
análisis, ya que, en esta situación, por el teorema central del límite, las dos medias
muestrales se distribuyen en el muestreo normalmente.
Para contrastar la hipótesis nula, de que las diferencia observadas entre dos
valores de una media de dos muestras independientes se deben al azar, se utilizó
el test estadístico T de Student para muestras independientes. Antes de examinar
e interpretar el valor de T, se comprobó la hipótesis nula de homogeneidad de las
varianzas mediante la prueba de Levene.
En el análisis bivariado, para analizar la asociación existente entre variables
cuando ambas son de naturaleza cualitativa, se han elaborado tablas de
contingencia, utilizando el estadístico Ji cuadrado para contrastar la hipótesis
nula, de que la distancias entre las frecuencias observadas y esperadas es nula o
pequeña. Cuando la tabla de contingencia era de 2X2, para medir la probabilidad
de que un suceso ocurra en relación a un factor, se calculó la Odds Ratio, con su
intervalo de confianza al 95%.
Las hipótesis nulas fueron rechazadas para valores de p<0,05.
4.8. ASPECTOS ÉTICOS Y DE CONFIDENCIALIDAD
En cuanto a los aspectos éticos del estudio, cabe destacar que en todo
momento se ha respetado la confidencialidad de las personas de donde han sido
extraido los datos, asegurando el anonimato de todos los que han participado en
el estudio. Nunca se manejó información personal de los sujetos de estudio, si la
propia institución no la había facilitado a través de su responsable. Se remitió
una carta de presentación del proyecto de investigación a todos los centros
128. Mº CARMEN GARCÍA SANCHEZ
participantes, solicitando, a su vez, el acceso al registro de los datos necesarios
para el estudio.
4.9. LIMITACIONES DEL ESTUDIO.
CAP
PÍTULO
O V
RESU
ULTADO
OS
RESULTADOS. 133
CAPITULO V. RESULTADOS
Para la realización de esta tesis doctoral, se utilizó una muestra de 752
sujetos, 211 (28,1%) hombres y 541 (71,9%) mujeres, ancianos residentes en centros
geriátricos de la Región de Murcia; privados y concertados por el Instituto
Murciano de Acción Social (IMAS). En este capítulo de resultados, en una
primera fase se describieron las variables del estudio de tipo antropométrico,
sociodemográfico, relacionadas con la salud, convivencia y funcionalidad en la
residencia, y descripción de los instrumentos de medida, estableciendo con todos
ellos una distribución en función del género. En una segunda fase, se analizaron
los factores asociados a las caídas de los ancianos residentes durante el periodo de
tiempo correspondiente al estudio, estableciendo una relación entre las caídas y
las variables anteriormente descritas.
5.1 ANÁLISIS DESCRIPTIVO DE LAS CAÍDAS
El análisis de esta variable dependiente o de resultado, nos informó que del
total de residentes, 673 personas, un 73,1% no sufrieron caídas durante el periodo
de estudio, un 26,9%, es decir 181 residentes sí sufrieron al menos una caída.
Quedaron fuera 79 residentes de los que no obtuvimos datos.
En la tabla 10 observamos la frecuencia en la distribución de las caídas.
Destacó la frecuencia de 1 caída como la más numerosa, 15,8%, resaltando el
hecho de que el 11,1% de la población interna tuvo un número de caídas superior
a 1. Con respecto a las caídas múltiples, sufrir dos caídas, ha sido el dato con
mayor porcentaje con un 5,9% y 7 caídas el menor, con un 0,4%.
134. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 10. Distribución del número de caídas
Porcentaje
Número
Frecuencia Porcentaje válido Porcentaje acumulado
0 492 65,4 73,1 73,1
5.2. ANÁLISIS DESCRIPTIVO DE LOS FACTORES INDEPENDIENTES
5.2.1. Aspectos antropométricos y sociales
5.2.1.1. Edad
La edad media global de la población, fue de 84,00 ± 7,93 años (IC 95%
83,43‐84,57), con un rango de valores comprendidos entre 51 y 102 años,
correspondiendo 85 años al valor del percentil 50; 80 años al valor del percentil 25
y 90 años al percentil 75.
En la tabla 11, aparecen descritas las edades medias en función del género,
destacando la mayor edad en las mujeres internas.
RESULTADOS. 135
Tabla 11. Análisis descriptivo de la edad
5.2.1.2. Estado civil
El estado civil presentó una evidente relación con el género, encontrando en
la situación de soltero y separado un claro predominio del género masculino con
un 32,2% y un 14,2% respectivamente, frente a un 18,3% y un 1,8% en las mujeres.
Resulto evidente la relación entre el género y el estado civil (p< 0,001) donde
situaciones como ser soltero y separado predomina en los hombres y ser viudo,
en las mujeres. Estos datos quedaron reflejados en la tabla 12.
Tabla 12.Estado civil en función del género
Sexo
Hombre Mujer Total
Estado Soltero/a n 68 99 167
civil % 32,2% 18,3% 22,2%
Casado/a o unión de hecho n 52 75 127
% 24,6% 13,9% 16,9%
Separado/a o divorciado/a n 30 10 40
% 14,2% 1,8% 5,3%
Viudo/a n 61 357 418
% 28,9% 66,0% 55,6%
Total N 211 541 752
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.1.3. Toma de decisión para el ingreso
Esta variable reflejó la participación del anciano en la decisión a la hora de
ingresar en el centro (ingreso voluntario o ingreso no voluntario). En la tabla 13
aparecen reflejados los resultados; algo más de la mitad de los ancianos, 60%, no
136. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
decidieron voluntariamente el ingreso, existiendo la misma tendencia si lo
analizamos por género; no obstante, fue mayor la frecuencia de ingresos
voluntarios en hombres que en mujeres, 49,3% y 36,4% respectivamente,
estableciéndose una asociación estadísticamente significativa (p= 0.001).
Tabla 13. Toma de decisión para el ingreso, en función del género
Sexo
Hombre Mujer Total
Ingreso voluntario No n 107 344 451
% 50,7% 63,6% 60,0%
Sí n 104 197 301
% 49,3% 36,4% 40,0%
Total N 211 541 752
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.1.4. Causa de ingreso
El factor causa de ingreso reflejado en la tabla 14, se categorizó en función
del motivo de ingreso, causas sociales o sanitarias, del total de la población de
estudio encontramos que un 59,3% atienden a causas de salud, frente al 40,7%
que lo hizo ante motivos sociales. Con respecto a la diferenciación por género no
se encontraron asociaciones significativas entre las causas del ingreso y ser
hombre o mujer (p <0.238).
Tabla14. Causas del ingreso. Social –sanitario diferenciada por sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Causas del ingreso Sanitario n 118 328 446
Social‐Sanitario % 55,9% 60,6% 59,3%
Social n 93 213 306
% 44,1% 39,4% 40,7%
Total N 211 541 752
% 100,0% 100,0% 100,0%
RESULTADOS. 137
5.2.1.5. Domicilio antes del ingreso
Clasificamos a los residentes, para el análisis de esta variable, en dos
categorías, procedentes del medio rural y procedentes del medio urbano,
encontrando que ambas procedencias son prácticamente iguales para hombres y
mujeres, como queda reflejado en la tabla 15, sin que existiera una diferencia
estadísticamente significativa entre ambos géneros (p = 0,935).
Destacamos que del total de la muestra un 77.5% procedían del ámbito
urbano, frente a un 22.5% que lo hacían de entornos rurales.
Tabla 15. Procedencia residente antes del ingreso. Rural o urbano según el sexo.
Sexo
Hombre Mujer Total
5.2.1.6. Convivencia antes del ingreso
Se abordó el estudio de la variable para conocer el tipo de convivencia que
los residentes habían tenido antes del ingreso y si existía diferencia según género,
encontrando que la diferencia de convivencia antes del ingreso varíaba en
función del género, destacamos la frecuencia de la variable, estar solos de los
hombres en un 38,8%, frente al 27,4% de las mujeres; esta relación se invirtió con
la opción de vivir con un hijo donde encontramos que un 30,7% de las mujeres
frente al 16,3% de los hombres convivían acompañadas por un hijo, se puedo
establecer una asociación estadísticamente significativa entre la convivencia
anterior al ingreso y el género (p< 0,001).
138. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
La convivencia con otras persona diferentes a hijos y familia es
prácticamente igual para los dos sexos, 16,2% y 16,3% para hombres y mujeres
respectivamente, se situaron por debajo los datos de convivencia con otros
familiares, sobre todo en el caso de los hombres, donde este dato fue del 9.1%.
Tabla 16
Tabla 16. Convivencia del residente antes del ingreso por sexo.
Sexo
Hombre Mujer Total
Convivencia Solo n 81 147 228
Antes % 38,8% 27,4% 30,6%
del Hijo n 34 165 199
ingreso
% 16,3% 30,7% 26,7%
Cónyuge n 41 65 106
% 19,6% 12,1% 14,2%
Otros familiares n 19 73 92
% 9,1% 13,6% 12,3%
Otras personas n 34 87 121
% 16,3% 16,2% 16,2%
Total N 209 537 746
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.1.7. Grado de dependencia según la Ley de Autonomía Personal y atención a la
personas en situación de dependencia (LAPAD).
La LAPAD establece tres grados de dependencia en relación a la necesidad
de ayuda que la persona requiere para la realización de las actividades de la vida
diaria (AVD).
El 85,4% de los ancianos institucionalizados se encuentran clasificados con
dependencia de Grado 2 y 3, correspondiendo a este último el porcentaje más
elevado del total de la muestra, con un 56.3%.
RESULTADOS. 139
En el análisis del factor grado de dependencia y género nos encontramos
con una diferencia significativa entre ambos géneros (p<0.001), correspondiendo
la frecuencia más alta a las mujeres para el grado 3. Observen la tabla 17.
Tabla 17. Tabla Grado de dependencia según la Ley por Sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Grado de dependencia No reconocido n 49 38 87
según la Ley % 23,2% 7,0% 11,6%
Grado I n 11 12 23
% 5,2% 2,2% 3,1%
Grado II n 68 151 219
% 32,2% 27,9% 29,1%
Grado III n 83 340 423
% 39,3% 62,8% 56,3%
Total N 211 541 752
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.2. Factores relacionados con la salud
El análisis de las siguientes variables nos permitió conocer la presencia de
patologías crónicas en la población de estudio como; la Diabetes Mellitus (DM),
Hipertensión arterial (HTA), problemas osteoarticulares, incontinencia urinaria,
cuadro psicogeriátrico y úlceras por presión.
5.2.2.1. Diabetes Mellitus
En el análisis de la diabetes encontramos que del total de la población de
estudio, el 27.8% presentaban esta patología. Para el género masculino la
presencia de diabetes fue del 33,6% del total de la muestra, de los que un 21.6%
eran insulino dependientes, y un 12% no recibían insulina para su tratamiento.
Del global de las mujeres, un 25,5% eran diabéticas y de éstas el 13,5% estaban en
140. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
tratamiento con insulina. La frecuencia de diabetes en hombres fue superior,
encontrando una asociación estadísticamente significativa entre la patología
diabetes y el sexo (p= 0,021). Indicado en la tabla 18.
Tabla 18. Diabetes Mellitus
Sexo
Hombre Mujer Total
Diabetes No n 138 398 536
Mellitus % 66,3% 74,5% 72,2%
En tratamiento con n 45 72 117
insulina % 21,6% 13,5% 15,8%
En tratamiento n 25 64 89
sin insulina % 12,0% 12,0% 12,0%
Total N 208 534 742
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.2.2. Hipertensión arterial
Para la patología Hipertensión Arterial (HTA), encontramos que el 59.1% de
total de la muestra, presentó este problema de salud. Al analizar la presencia de
esta patología por sexo encontramos que un 63.5% de los hombres sufren HTA
frente al 57.4% de las mujeres, no se encontraron diferencias estadísticamente
significativas para esta variable (p= 0.130). Fíjense en la tabla 19.
Tabla 19. Hipertensión
Sexo
Hombre Mujer Total
Hipertensión No n 76 228 304
Arterial % 36,5% 42,6% 40,9%
Sí n 132 307 439
% 63,5% 57,4% 59,1%
Total N 208 535 743
% 100,0% 100,0% 100,0%
RESULTADOS. 141
5.2.2.3. Problemas osteoarticulares
Tabla 20 Presencia de problemas osteoarticulares según Sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Problemas No n 78 147 225
Osteoarticulares
% 55,3% 40,3% 44,5%
142. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
5.2.2.4. Incontinencia urinaria
El análisis de esta variable nos permitió determinar la presencia de
problemas de incontinencia urinaria y la forma de intervención sobre la misma,
diferenciando entre la utilización de distintos tipos de medidas de contención y
su frecuencia de uso.
El 78,7% del total de la población de estudio presentó problemas de
incontinencia urinaria; de éste, el 35,7% utilizaba como medida de contención
compresas de absorción, siendo éste el porcentaje más elevado, la utilización del
pañal durante todo el día con 22,8%, fue la segunda categoría con mayor
porcentaje.
Solo un 2% de la muestra con incontinencia utilizaba sondaje vesical para el
control de la incontinencia.
En el análisis de esta variable, en relación al sexo de los residentes,
hallamos que el 35,4% de los hombres no presentó incontinencia urinaria frente
al 15,8% de las mujeres, diferencia estadísticamente significativa (p< 0.001).
En la utilización de medias de control de la incontinencia diferenciadas por
sexo (tabla 21), destacamos que la utilización de sondaje vesical en mujeres fue el
menos utilizados con un 1,4%, mientras que la utilización de compresas (38,5%) y
pañal 24h (25%), fueron las que presentaron mayores porcentajes. En hombres
también el uso de compresas y pañales 24h fue lo más utilizados pero, siempre
en menor porcentaje que en la mujer excepto para la utilización del sondaje
vesical que éste es superior con un 3,5%.
RESULTADOS. 143
Tabla 21. Presencia de problemas de incontinencia urinaria por sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Problemas de No n 70 80 150
incontinencia % 35,4% 15,8% 21,3%
urinaria Colector n 7 25 32
% 3,5% 4,9% 4,5%
Sonda n 7 7 14
% 3,5% 1,4% 2,0%
Pañal noche n 7 36 43
% 3,5% 7,1% 6,1%
Incontinencia no n 16 37 53
clasificada % 8,1% 7,3% 7,5%
Total N 198 507 705
5.2.2.5. Depresión
Para el análisis de la variable depresión, solo dispusimos de datos de 492
ancianos, en la ficha de 260 (34,6%) no se encontró registrado este dato de salud.
De los registrados, en 107 (21,7%) constaba la existencia de un cuadro depresivo,
y en los 385 ancianos restantes, (78,3%), se registran como que no presenta
depresión.
144. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
5.2.2.6. Problemas psicogeriátricos
El cuadro psicogeriátrico es compatible con patologías como la demencia,
depresión, ansiedad o cualquier otro problema que pueda alterar el estado
cognitivo y/o conductual del anciano.
Del total de la población de estudio el 55,9% no presentaron conductas
compatible con un cuadro psicogeriátrico, del 44,1% restante sí presentaron
dichas conductas. Encontramos que un 30,2% recibía medicación para el control
de estos síntomas. Ver tabla 22.
Tabla 22. Problemas de conducta compatibles con cuadro psicogeriátrico al ingreso
Porcentaje Porcentaje
Frecuencia Porcentaje válido acumulado
Válidos No presenta 382 50,8 55,9 55,9
Presenta cuadro sin 95 12,6 13,9 69,8
medicación
Presenta cuadro con 206 27,4 30,2 100,0
medicación
Total 683 90,8 100,0
Perdidos Sistema 69 9,2
Total 752 100,0
5.2.2.7. Ulceras por presión
El número de ancianos estudiados que sufrieron úlcera por presión fue
escaso, de los 745 sujetos donde existe registro de esta patología solo 37, es decir
sólo un 5,0% tenian este problema, el resto 708 (95%) presentaba una piel íntegra.
RESULTADOS. 145
5.2.3.1. Restricciones físicas y tipos de medidas de contención
El abordaje estadístico de la variable relacionada con las restricciones físicas
utilizadas con los residentes, así como los tipos de contención nos permitió
identificar, que del total de la muestra a estudio un 68,2% requería de algún tipo
de contención o restricción física. En el análisis de esta variable según sexo
encontramos, como se puede ver en la tabla 23, que son las mujeres las que más
requirieron de este tipo de actuaciones, con un 73,5%, en relación a los hombres
con un 54,7%, por lo que podemos afirmar que existe una elevada asociación
entre el género y la variable, necesidad de medidas de contención (p< 0,0001).
Tabla 23. Medidas de contención según Sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Requiere medidas de No n 92 138 230
contención después del % 45,3% 26,5% 31,8%
ingreso Sí n 111 383 494
% 54,7% 73,5% 68,2%
Total N 203 521 724
% 100,0% 100,0% 100,0%
Con respecto a los tipos de medidas de contención utilizadas, y según se
expone en la tabla 24, fueron las barandillas o barreas de protección en las camas
las de uso más frecuente, con un 37,0%, y una distribución de un 39,4% en
mujeres, frente a un 28,8% en hombres, p<0.001.
146. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 24. Tipos de medidas de contención requeridas por Sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Sin determina tipo n 62 181 243
contención % 55,8% 47,3% 49,1%
Tipos de
medida de Barandillas n 32 151 183
contención % 28,8% 39,4% 37%
requeridas Cinturón básico n 7 32 39
% 6,4% 8,3% 7,9 %
Cinturón pélvico n 10 19 29
% 9% 5% 6 %
Total N 111 383 494
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.3.2. Frecuencia de visitas familiariares y/o amigos
Del total de la población de estudio destacamos que el 59.3% de los
ancianos recibieron una visita semanal, las visitas mensuales ocupaban una
alejada segunda posición con un 20.5%.
La frecuencia de visitas según sexo (tabla 25) nos advirtió que fueron las
mujeres las más visitadas 62,8%, con relación a los hombres 50,2% y que fueron
estos últimos los que presentaron un porcentaje más elevado para la categoría “no
tiene visitas” con un 12,8%. La asociación de la variable frecuencia de visitas y
sexo resulto estadísticamente significativa (p= 0,019).
RESULTADOS. 147
Tabla 25. Frecuencia de visitas por Sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Frecuencia de visitas No tiene n 27 52 79
% 12,8% 9,6% 10,5%
Semanal n 106 340 446
% 50,2% 62,8% 59,3%
Mensual n 53 101 154
% 25,1% 18,7% 20,5%
Trimestral n 25 48 73
% 11,8% 8,9% 9,7%
Total N 211 541 752
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.3.3. Relación con otros residentes
El 41,4% del total de los ancianos estudiados, no se relacionaban con otros
residentes, siendo las mujeres las que mayor frecuencia presentaron en esta
categoría con un 43,9%, frente a un 35,3% en los hombres (Tabla 26).
La presencia de conflictos habituales entre residentes fue más frecuente
para los hombres, cuyo porcentaje casi duplicó al de las mujeres que presentaban
esta situación, al igual que la categoría “solo por necesidad/disconforme” en la
que los hombres aparecieron con un 9,7% y las mujeres con un 4%.
En vista a estos resultado pudimos afirmar que la relación entre residentes
difiere en función del género (p= 0,004).
148. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 26. Relaciones con otros residentes por sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Relaciones No se relaciona n 73 232 305
con otros % 35,3% 43,9% 41,4%
residentes Sólo por necesidad. n 20 21 41
Disconforme % 9,7% 4,0% 5,6%
Sólo durante las n 21 69 90
actividades programadas % 10,1% 13,0% 12,2%
Habitualmente y sin n 84 195 279
problemas % 40,6% 36,9% 37,9%
Tiene conflictos n 9 12 21
habitualmente con otros % 4,3% 2,3% 2,9%
Total N 207 529 736
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.3.4. Relaciones con la familia
Podemos destacar el hecho de que un 28.3% de los residentes no tenían
ningún tipo de relación con su familia o esta relación solo era por teléfono y
estaba calificada como mala. El 28,7% aunque clasificó como buena la relación
con su familia, ésta solo era telefónica. La distribución de frecuencias del tipo de
relación en función del género fueron muy similares, no resultando una
asociación estadísticamente significativa (p=0.140) (Tabla 27).
RESULTADOS. 149
Tabla 27. Relaciones con la familia por Sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Relaciones No hay relación n 51 124 175
con la % 26,7% 25,9% 26,1%
familia Sólo por teléfono. Mala. n 7 8 15
% 3,7% 1,7% 2,2%
Sólo por teléfono. Buena. n 45 147 192
% 23,6% 30,7% 28,7%
Sale a comer con ellos n 88 200 288
ocasionalmente % 46,1% 41,8% 43,0%
Total N 191 479 670
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.3.5. Relación y contacto con profesionales de la residencia
Ante los resultados obtenidos, pudimos observar que las mujeres tenían una
peor relación con el personal de la residencia que los hombres, duplicando casi en
porcentaje a estos, 15,3% mujeres y 7,7% hombres. Con el resto de categorías de
esta variable existía la misma tendencia, los hombres fueron los que mayores
porcentajes presentaron en la categoría que expresan la buena relación, buscada o
no buscada, resultando en el contraste con la hipótesis una asociación
estadísticamente significativa entre el género y la relación con los profesionales
de la residencia, p=0.013. Destacamos que el 43,1% mantenían con el personal
sanitario una relación mala o estrictamente necesaria. (Tabla 28)
150. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 28. Relaciones y contacto con el personal de la residencia por sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Contacto Relación estrictamente n 56 164 220
con el necesaria % 27,1% 31,0% 29,9%
personal Buena relación no buscada n 54 109 163
de la
% 26,1% 20,6% 22,1%
residencia
Buena relación buscada n 81 175 256
% 39,1% 33,1% 34,8%
Mala relación n 16 81 97
% 7,7% 15,3% 13,2%
Total n 207 529 736
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.3.6. Necesidad de ayuda para: comer, vestir, deambular
De los resultados obtenidos destacamos que más de la mitad de los
ancianos residentes necesitaban de algún tipo de ayuda para comer, solo el
41,95% podían comer solos. En función del género, los hombres fueron quienes
más autonomía presentaron, 55,7%, a diferencia de las mujeres, 36,5%, resultando
esta asociación estadísticamente significativa, p< 0,001 (Tabla 29).
Existió una tendencia similar para las variables ayuda para vestir, más de la
mitad de los ancianos estudiados, 58,1%, requirieron de algún tipo de ayuda para
vestirse. Analizando este acto por género, el hombre tuvo más independencia
que la mujer, el 22,2% de los hombres manifestó no necesitar ningún tipo de
ayuda frente al 7,9% de las mujeres, p<0.001 (Tabla 30).
Con relación a la variable deambular, solo el 34,7% manifestó no necesitar
ninguna ayuda, correspondiendo la mayor frecuencia en esta categoría a los
hombres, el 44,8% de los ancianos varones residentes deambularon solos sin
ayuda, cuando solo el 29,4% de las ancianas lo consiguieron, p<0.001 (Tabla 31).
RESULTADOS. 151
Sexo
Tabla 29. Requiere ayuda para deambular según sexo
Hombre Mujer Total
Requiere No n 85 133 218
ayuda para % 48,6% 29,4% 34,7%
deambular
Ayuda esporádica n 23 57 80
% 13,1% 12,6% 12,7%
Ayuda habitual n 40 147 187
% 22,9% 32,5% 29,8%
Necesita que otros n 27 116 143
lo hagan % 15,4% 25,6% 22,8%
Total N 175 453 628
% 100,0% 100,0% 100,0%
Sexo
Tabla 30. Requiere ayuda para comer según sexo
Hombre Mujer Total
Requiere No n 112 185 297
ayuda para % 55,7% 36,5% 41,9%
comer Ayuda esporádica n 26 77 103
% 12,9% 15,2% 14,5%
Ayuda habitual n 35 129 164
% 17,4% 25,4% 23,2%
Necesita que otros lo hagan n 28 116 144
% 13,9% 22,9% 20,3%
Total N 201 507 708
% 100,0% 100,0% 100,0%
152. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla31. Requiere ayuda para vestirse según sexo Sexo
Hombre Mujer Total
Requiere No n 45 41 86
ayuda para % 22,2% 7,9% 11,9%
vestirse Ayuda esporádica n 28 53 81
% 13,8% 10,2% 11,2%
Ayuda habitual n 90 292 382
% 44,3% 56,2% 52,8%
Necesita que otros n 40 134 174
lo hagan % 19,7% 25,8% 24,1%
Total N 203 520 723
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.4. Análisis descriptivo de los instrumentos de medida
5.2.4.1. Grado de dependencia: escala de Barthel
La escala de Barthel que mide la dependencia de los ancianos, toma valores
entre 0 y 100 puntos, a mayor puntuación más grado de independencia. Para esta
escala solo disponíamos de los datos de 508 (67,6%) de los sujetos que
compusieron la muestra. La puntuación media obtenida fue de 47,4±34,2 puntos,
con un IC al 95% entre 44,4 y 50,4 puntos. Al describir esta escala en función de
los cuartiles, correspondieron al percentil 50 un valor de 45 puntos, 15 puntos al
percentil 25, y 80 puntos al percentil 75.
En el análisis de la escala de dependencia de Barthel en función de las
categorías definidas por la puntuación obtenida, de forma global, más de la mitad
de los ancianos (61,8%), al ingreso presentaron dependencia total o severa y, solo
el 13,0% se clasificaron con dependencia escasa, el resto (25,2%) una dependencia
moderada.
RESULTADOS. 153
En función del sexo, las frecuencias variaron, de tal forma que nos
encontramos con una asociación estadísticamente muy significativa, p< 0,001.
Pudimos afirmar que la dependencia en las mujeres ingresadas es mayor que en
los hombres, 67,5% de dependencia total o severa en mujeres, frente a 45,5% en lo
hombres. Fue muy baja la frecuencia de mujeres con dependencia escasa o
independientes, solo el 8,5% de las residentes, cuando los hombres en estas
categoría presentaron una frecuencia de 25,8% (Tabla 32).
Tabla 32. Puntuación Escala Barthel al ingreso en intervalos y Sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Puntuación Dependencia total 0‐20 n 33 132 165
Escala Barthel al % 25,0% 35,1% 32,5%
ingreso Dependencia severa 21‐60 n 27 122 149
% 20,5% 32,4% 29,3%
Dependencia moderada 61‐90 n 38 90 128
% 28,8% 23,9% 25,2%
Dependencia escasa 91‐99 n 5 3 8
% 3,8% ,8% 1,6%
Independencia funcional 100 n 29 29 58
% 22,0% 7,7% 11,4%
Total N 132 376 508
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.4.2. Valoración del equilibrio y de la marcha: escala de Tinetti
La escala de Tinetti valora el riesgo de caídas tras la evaluación del
equilibrio y la marcha. Esta escala la forman dos subescalas diferenciadas, una
que valora el equilibrio, con una valoración entre 0 y 16 puntos; y una segunda
que valora la marcha con 12 puntos. La escala, en su conjunto se valora entre 0 y
28 puntos, a mayor puntuación menos riesgo de caídas. De esta escala solo
disponíamos de los datos de 446 (59,3%) de los sujetos que componen la muestra.
154. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
La puntuación media obtenida fue de 10,8±9,7 puntos, con un IC al 95%, es decir,
entre 9,9 y 11,7 puntos. En función de los cuartiles, correspondió el valor de 0 al
cuartil 25, 11 puntos al cuartil 50 y 19 puntos al cuartil 75.
Para hacer una valoración cualitativa del riesgo de caídas, clasificamos el
riesgo en dos categorías, los que presentaron riesgo alto, con una puntuación
menor de 19 puntos, y el resto a una categoría que denominamos como de riesgo
normal. En la tabla 33 aparece la intensidad del riesgo de caídas, destacando la
elevada frecuencia, el 71,3% de los ancianos valorados presentaron un alto riesgo.
En el análisis en función del género, observamos que el riesgo fue mucho mayor
en mujeres ancianas que en hombre, 76,6% frente a 57,6% respectivamente,
resultando una asociación estadísticamente muy significativa, p< 0,001.
Tabla 33. Riesgo de caídas según escala de Tinetti y Sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Riesgo de Riesgo normal n 53 75 128
caídas Tinetti ≥ 19 puntos % 42,4% 23,4% 28,7%
Riesgo alto n 72 246 318
< 19 puntos % 57,6% 76,6% 71,3%
Total N 125 321 446
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.4.3. Valoración de estado cognitivo: test MEC
Para el análisis del estado cognitivo de los ancianos en el momento del
ingreso se utilizó el test MEC (Mini Examen Cognitivo) de Lobo, una adaptación
en España del MMSE (Mini Mental State Examination). Este test toma valores
comprendidos entre 0 y 35 puntos, a menor puntuación mayor deterioro
cognitivo. El test fue aplicado a 585 ancianos al ingreso, esto corresponde al
77,8% del total de la muestra. En el análisis descriptivo, el valor medio fue de 15,1
puntos, con una desviación típica de 11,0, resultando un intervalo de confianza,
del 95%, y valores comprendidos entre 14,2 y 15,9 puntos. La mediana o cuartil
50 tomó un valor de 15 puntos, 5 puntos el cuartil 25, y 25 puntos al cuartil 75.
RESULTADOS. 155
Para la valoración del estado cognitivo clasificamos la muestra en dos
categorías, en función de la puntuación obtenida, considerando que sufren
deterioro cognitivo aquellos con un valor de la escala menor de 23 puntos. En la
tabla 34 de resultados destacamos que más de la mitad del total de los ancianos
valorados al ingreso, el 67,7%, presentó deterioro cognitivo. Fueron los hombres
quienes presentaron mejor estado de cognitivo, casi en la mitad, 47,4%, su estado
cognitivo fue normal, en el caso de las mujeres, este dato fue del 26,8%,
resultando una asociación estadísticamente muy significativa, p< 0,001.
Tabla 34. Deterioro cognitivo en función del Sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Mini No deterioro cognitivo n 74 115 189
Mental ≥ 23 puntos % 47,4% 26,8% 32,3%
Si deterioro cognitivo n 82 314 396
< 23 puntos % 52,6% 73,2% 67,7%
Total N 156 429 585
% 100,0% 100,0% 100,0%
5.2.4.4 Evaluación del estado nutricional: escala MNA
Para el análisis del estado nutricional de los ancianos al ingreso se utilizó el
test Mini Nutritional Assessmen (MNA), dirigido a la población general
geriátrica, con un rango de valores que oscila entre 0 y 30 puntos, donde la mayor
puntuación se corresponde con un mejor estado nutricional. El test fue aplicado a
407 ancianos al ingreso, lo que representó el 54,1% del total de la muestra. En el
análisis descriptivo, el valor medio fue de 18,6 puntos, con una desviación típica
de 7,0, resultando un intervalo de confianza, del 95%, valores entre 17,9 y 19,2
puntos. La media o cuarto 50 tomó un valor de 19 puntos, 12 puntos el cuartil 25 y
23,75 puntos al cuartil 75.
Mediante este test clasificamos a los ancianos en tres categorías, normal con
valores superiores a 23,5 puntos, con riesgo de malnutrición con valores de 17‐
23,5 puntos, y malnutrición cuando su valor es inferior a 17 puntos. En su análisis
descriptivo, pudimos observar que solo el 25,1% de los ancianos a los que se
156. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
analizaron mediante este test, estaban normonutridos, y casi la mitad, el 42,8%
fueron clasificados en estado de malnutrición. Analizando esta variable en
función del sexo, no encontramos diferencias significativas, 47,1% en hombres y
41,3% en mujeres con una p=0,910. Tabla 35.
Tabla 35. Clasificación estado nutricional en función del sexo
Sexo
Hombre Mujer Total
Clasificación Malnutrición n 48 126 174
estado % 47,1% 41,3% 42,8%
nutricional Riesgo malnutrición n 32 99 131
% 31,4% 32,5% 32,2%
Normal n 22 80 102
% 21,6% 26,2% 25,1%
Total N 102 305 407
% 100,0% 100,0% 100,0%
RESULTADOS. 157
5.3. CAUSAS DE LAS CAÍDAS: ANÁLISIS BIVARIABLE
5.3.1. Caídas y factores antropométricos y sociales
5.3.1.1. Edad
La edad media del grupo de ancianos que no sufrieron ninguna caída
durante su estancia en la residencias fue de 84,08 ± 8,10 años, muy similar a la del
grupo que sí tuvieron al menos una caída, 83,95 ± 7,72 años, no resultando esta
diferencia estadísticamente significativas, p= 0,848 (Tabla 36).
Tabla 36. Valores de la edad en función de las caídas
Clasificación caídas Desviación
N Media típica p
Edad NO 491 84,084 8,1054 0,848,
SI 181 83,950 7,7232
p: significación estadística
Categorizamos a la población en dos grupos, en función de la edad,
tomando como referencia el valor del percentil 50 (85 años). Si asumimos como
riesgo el ser > 85 años, nos encontramos que la frecuencia de caídas fue también
muy similar, prácticamente la misma para ambos grupos, 26,6% del grupo < 85
años y 27,2% del grupo de más edad, OR= 1,027 (IC 95% 0,729 – 1,447), p= 0,878
(Tabla 37).
Tabla 37.Asociación entre las caídas y la edad categorizada
Clasificación caídas OR
NO SI Total IC 95%
Clasificación edad < 85 años n 223 81 304
% 73,4% 26,6% 100,0% 1,027
≥ 85 años n 268 100 368 0,729 ‐
1,447
% 72,8% 27,2% 100,0%
Total N 491 181 672
% 73,1% 26,9% 100,0%
OR: Odds Ratio IC: Intervalo de Confianza
158. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
5.3.1.2. Género
Cuando analizamos la asociación entre el género y el riesgo de caídas, igual
que resultó con la edad, no encontramos una asociación significativa, p= 0,175;
aunque, tal y como se puede observar en la tabla 38, se dio con más frecuencias en
los hombres que en la mujeres, 30,6% frente a 25,5%, con una OR de 0,773;
tomando como categoría de riesgo el hecho de ser mujer, aunque hemos de
considerar otros factores influyentes en el género que expliquen estas diferencias.
Tabla 38. Asociación entre las caídas y el género
Clasificación caídas OR
NO SI Total IC 95%
Sexo Hombre n 129 57 186
% 69,4% 30,6% 100,0% 0,773
Mujer n 363 124 487 0,533 ‐ 1,122
5.3.1.3. Estado civil.
Siguiendo la misma tendencia de las variables anteriores, no encontramos
una relación significativa, entre el estado civil y las caídas; la frecuencia fue muy
similar, correspondiendo la mayor frecuencia al grupo de casados, 32,1%, y la
menor a separados o viudos con una frecuencia en torno al 25%, p= 0,714, Tabla
39.
RESULTADOS. 159
Tabla 39. Asociación entre las caídas y el estado civil
Clasificación caídas
NO SI Total
Estado civil Soltero/a n 110 41 151
% 72,8% 27,2% 100,0%
Casado/a o n 55 26 81
unión de hecho % 67,9% 32,1% 100,0%
Separado/a o n 26 9 35
divorciado/a % 74,3% 25,7% 100,0%
Viudo/a n 301 105 406
% 74,1% 25,9% 100,0%
Total N 492 181 673
% 73,1% 26,9% 100,0%
5.3.1.4. Toma de decisión para el ingreso
Esta variable tomó la información referida a la participación del anciano en
la decisión a la hora de ingresar en el centro, decisión voluntaria o no; cuando
analizamos la asociación de esta variable con las caídas, pudimos observar que, la
frecuencia de caídas en aquellos que decidieron su ingreso de forma voluntaria,
28,7%, es muy similar al grupo que ingresaron de forma no voluntaria, 26,0%,
con un mínimo riesgo de sufrir más caídas, el grupo de ingreso voluntario, OR=
1,146 (IC 95% 0,800‐1,640), p= 0,457, Tabla 40.
Tabla 40. Asociación entre toma de decisión en el ingreso y caídas
Clasificación caídas OR
NO SI Total IC 95%
Decisión No voluntario n 333 117 450
del 1,146
% 74,0% 26,0% 100,0%
ingreso 0,800 ‐ 1,640
Si voluntario n 159 64 223
% 71,3% 28,7% 100,0%
Total N 492 181 673
% 73,1% 26,9% 100,0%
160. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
5.3.1.5. Causa de ingreso
En relación al factor causa del ingreso, social o sanitario, sí encontramos un
una asociación muy significativa con las caídas, p< 0,001. El riesgo de sufrir caídas
fue casi dos veces superior en el grupo de ancianos que ingresaron por una causa
social, en relación a quienes lo hicieron por una causa sanitaria, OR= 1,896 (IC
95% 1,344‐2,676), existiendo una considerable diferencias en las frecuencias,
34,0% de caídas en el grupo que ingresaron por motivo social, frente a 21,4% del
grupo que ingresó por causa sanitaria, Tabla 41.
Tabla 41 Asociación entre las causas del ingreso y las caídas
Clasificación caídas OR
NO SI Total IC 95%
Causas Sanitario n 298 81 379
ingreso % 78,6% 21,4% 100,0%
Social n 194 100 294 1,896
1,344 ‐ 2,676
% 66,0% 34,0% 100,0%
Total N 492 181 673
% 73,1% 26,9% 100,0%
OR: Odds Ratio IC: Intervalo de Confianza
5.3.1.7. Domicilio antes del ingreso
Se clasificó a los residentes, para el análisis de esta variable, en dos
categorías, procedente del medio rural y procedente del medio urbano, sin que
encontráramos una asociación estadísticamente significativa, p= 0,113. Si
observamos los resultados en la Tabla 42, destacamos la mayor frecuencia de
caídas en los residentes que procedían del medio urbano, 149 (28,3%), frente al
21,8% de los que procedían del medio rural, pero, resultando la probabilidad de
riesgo de caídas próximo a la unidad, OR= 1,420, (IC 95% 0,919‐2,195)
RESULTADOS. 161
Tabla 42. Asociación entre las caídas y el domicilio habitual del residente
Clasificación caídas OR
NO SI Total IC 95%
Domicilio RURAL n 115 32 147
habitual % 78,2% 21,8% 100,0% 1,420
URBANO n 377 149 526 0,919 ‐ 2,195
5.3.1.8. Convivencia antes del ingreso
Tabla 43. Caídas y su asociación con la convivencia antes del ingreso
Clasificación caídas OR
NO SI Total IC 95%
Convivía No n 350 120 470
solo/a? % 74,5% 25,5% 100,0% 1,253
Sí n 142 61 203 0,870 ‐ 1,804
162. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
5.3.1.9. Grado de dependencia según la Ley
La gran mayoría de los ancianos residentes que participaron en el estudio
tenían reconocido algún grado de dependencia. La frecuencia de caídas varió en
función del grado de dependencia reconocida al anciano; es evidente, ante los
resultados de la tabla 44, que la gran mayoría tenía reconocido un Grado III y de
estos sufrieron caídas el 18,0%, valor muy inferior a las frecuencias que
presentaron el resto de categoría de esta variable, destacando el 38,1% de caídas
en el otro gran grupo, Grado II. Fueron muy pocos los ancianos con grado de
dependencia no reconocido o de Grado I, siendo esta última categoría, la más
minoritaria, la que presentó la mayor frecuencia de caídas 61,9%. En el contraste
de hipótesis resultó una asociación estadísticamente significativa, p< 0,001 (Tabla
44).
Tabla 44. Frecuencia de las caídas en función del grado de dependencia
Clasificación caídas
NO SI Total
Grado de dependencia No reconocido n 43 25 68
según la Ley % 63,2% 36,8% 100,0%
Grado I n 8 13 21
% 38,1% 61,9% 100,0%
Grado II n 117 72 189
% 61,9% 38,1% 100,0%
Grado III n 324 71 395
% 82,0% 18,0% 100,0%
Total N 492 181 673
% 73,1% 26,9% 100,0%
RESULTADOS. 163
5.3.2. Caídas y factores relacionados con la salud
5.3.2.1. Diabetes
Analizando la diabetes y su asociación con el riesgo de caídas, en la tabla 45
observamos que la frecuencia de caídas en los ancianos diabéticos fue mayor en
los que sufrían diabetes frente a quienes no la sufrían, 35,2% y 24,9%
respectivamente, lo cual supone un riesgo importante, estadísticamente
significativo, OR= 1,718 (IC 95% 1,186‐2,488), p=0,004.
Tabla 45 Asociación entre la diabetes y las caídas
Clasificación caídas OR
NO SI Total (IC 95%)
Diabetes No n 370 117 487
% 76,0% 24,0% 100,0% 1,718
Si n 116 63 179 (1,186‐2,488)
% 64,8% 35,2% 100,0%
Total N 486 180 666
% 73,0% 27,0% 100,0%
OR: Odds Ratio IC: Intervalo de Confianza
5.3.2.2. Hipertensión arterial
En el análisis de la hipertensión arterial y su relación con el riesgo de
caídas, observamos en la tabla 46 que fueron más los ancianos con HTA, quienes
sufrieron más caídas con una frecuencia del 31,1%, frente a un 21,8% que no se
cayeron, lo que nos llevó a considerar que existe un riesgo significativo entre este
riesgo cardiovascular y las caídas, OR= 1,622 (IC 95% 1,139‐2,309), p=0,007.
164. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 46. Asociación entre Hipertensión Arterial y caídas
Clasificación caídas OR
NO SI Total (IC 95%)
5.3.2.3 Problemas osteoarticulares
Al establecer la relación entre el riesgo de caídas y la presencia de
problemas osteoarticulares, encontramos que el 37,7% de los ancianos con esta
patología sufrieron al menos una caída, frente al 23,3 % que no, lo que nos llevó a
considerar que el riesgo de caídas de los ancianos con problemas osteoarticulares
fue dos veces superior a quienes no sufrían este deterioro, OR=1,991 (IC 95%
1,308‐3,030), p=0.001 (Tabla 47).
Tabla 47 Asociación entre Problemas osteoarticulares y caídas
Clasificación caídas OR
NO SI Total (IC 95%)
RESULTADOS. 165
5.3.2.4. Incontinencia urinaria
La variable incontinencia urinaria, para la recogida de datos contó con ocho
categorías, siete de éstas representaban distintas formas de tratamiento o
cuidados para este problema, tal y como fue analizada en el apartado de análisis
descriptivo. Para el análisis de la relación de este problema con las caídas, la
variable se recodificó para convertirla en dicotómica, sin o con problemas de
incontinencia urinaria. En la Tabla 48 aparece la distribución de frecuencias de las
caídas en función de si el anciano sufría o no cualquier tipo de incontinencia
urinaria, donde destaca la práctica igualdad de las mismas, 26,7% del grupo de
ancianos sin incontinencia y 27,1% ancianos con incontinencia, por lo que
podemos inferir que la presencia de este problema no supone un riesgo para
sufrir caídas, OR= 1,037 (IC 95% 0,659‐1,571), p= 0,938, Tabla 48.
Tabla 48 Asociación entre la incontinencia urinaria y las caídas
Clasificación caídas OR
NO SI Total IC 95%
5.3.2.5. Cuadro depresivo
En el análisis de la relación entre la frecuencia de caídas en personas que
presenta cuadro depresivo, y las que no, podemos observar como la tabla 49
refleja que hubo un mayor porcentaje de personas con cuadro depresivos que
sufrieron caídas, con una frecuencia del 43,3%, frente a un 25,6% de las personas
que no cayeron, esto nos llevó a considerar este variable como significativa. OR=
2,215 (IC 95% 1,389‐3,534). El riesgo de sufrir caídas fue más de dos veces superior
166. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
en los ancianos depresivos, en relación a quienes no sufrían este problema de
salud, p= 0,001. Tabla 49.
Tabla 49. Asociación entre Cuadro depresivo y caídas
Clasificación caídas OR
NO SI Total (IC 95%)
Cuadro No n 264 91 355
depresivo depresión % 74,4% 25,6% 100,0% 2,215
Si n 55 42 97 (1,389‐3,534)
depresión % 56,7% 43,3% 100,0%
Total N 319 133 452
% 70,6% 29,4% 100,0%
OR: Odds Ratio IC: Intervalo de Confianza
5.3.2.6. Alteración psicogeriátrica
En el análisis de la variable alteraciónes de la conducta relacionada con las
caídas, señalamos que del total de los ancianos que sufrieron caídas, un 25,0% de
ellos presentaban alteraciones por estos problemas, y un 29,2% no, por lo que no
pudimos establecer una relación significativa entre ambas variables, OR= 0,810
(IC 95% 0,565‐1,161), p= 0,250. Tabla 50.
Tabla 50. Asociación entre alteración psicogeriatría y caídas
Clasificación OR
caídas (IC 95%)
NO SI Total
Alteración No alteración n 221 91 312
psiogeriatrica conducta % 70,8% 29,2% 100,0% 0,810
Si alteración n 219 73 292 (0,565‐1,161)
conducta % 75,0% 25,0% 100,0%
Total N 440 164 604
% 72,8% 27,2% 100,0%
OR: Odds Ratio IC: Intervalo de Confianza
RESULTADOS. 167
5.3.3. Caídas y factores relacionados con la convivencia y funcionalidad en
la residencia
5.3.3.1 Restricciones físicas y tipos de medidas de contención
Cuando analizamos el riesgo de las caídas en función de si el anciano
residente necesito o no medidas de contención, en la tabla 51 observamos que las
caídas fueron más frecuentes en aquellos que no requirieron medidas, el 33,5%
del grupo, frecuencia significativamente superior al otro grupo, que sí necesitan
esas medidas, un 24,0%; de tal forma que el riesgo de caídas en aquellos ancianos
que no necesitaron medidas de contención es 1,596 (IC 95% 1,109‐2.296) veces
superior con respecto a quienes sí lo necesitaban, p=0,011.
Tabla 51 Requiere medidas de contención y clasificación caídas
OR
Clasificación caídas
(IC 95%)
NO SI Total
No n 135 68 203
Requiere medidas de
% 66,5% 33,5% 100,0%
contención
Sí n 339 107 446 1,596
% 76,0% 24,0% 100,0% (1,109‐2,296)
N 474 175 649
Total
% 73,0% 27,0% 100,0%
OR: Odds Ratio IC: Intervalo de Confianza
168. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 52 Tipos de medidas de contención requeridas y clasificación caídas
Clasificación caídas
NO SI Total
Tipos de No requiere n 135 68 203
medidas de % 66,5% 33,5% 100,0%
contención Barandillas n 122 47 169
requeridas
% 72,2% 27,8% 100,0%
Cinturón básico n 34 5 39
% 87,2% 12,8% 100,0%
Cinturón pélvico n 22 7 29
% 75,9% 24,1% 100,0%
Total N 313 127 440
% 71,1% 28,9% 100,0%
En la tabla 52 aparece descrita la distribución de frecuencias de las caídas
en función del tipo de contención que es utilizada con el anciano, destacando con
mayor frecuencias la categoría de los ancianos que no demandaron ningún tipo
de contención ( 33,5%), significativamente superior a las frecuencias del resto de
categorías, correspondiendo la menor frecuencia en aquellos ancianos en los que
se utilizó medidas de contención como el cinturón básico, rozando la significación
estadística, p=0,060.
5.3.3.2. Frecuencia de visitas
En el análisis del riesgo de caídas y su relación con la frecuencia de visitas
que el anciano recibió, observamos que los datos oscilaban en un pequeño
margen de diferencia, donde el porcentaje más bajo de caídas (22,7%)
correspondió a aquellos ancianos que no recibían visitas, y el dato más elevado
(29,3%) para aquellos que tenían una frecuencia de visita semanal. Por tanto no
pudimos considerar que la variable frecuencia de visitas este asociada al riesgo
de caídas, p= 0,433. Tabla 53.
RESULTADOS. 169
Tabla 53. Frecuencia de visitas y clasificación de caídas.
Clasificación caídas
NO SI Total
Frecuencia No tiene n 58 17 75
de visitas % 77,3% 22,7% 100,0%
Semanal n 270 112 382
% 70,7% 29,3% 100,0%
Mensual n 110 34 144
% 76,4% 23,6% 100,0%
Trimestral n 54 18 72
% 75,0% 25,0% 100,0%
Total N 492 181 673
% 73,1% 26,9% 100,0%
5.3.3.3. Relación con otros residentes
Al analizar la relación del anciano con otros residentes y la presencia de
caídas (Tabla 54), nos encontramos con un porcentaje que se dispara con respecto
al resto de frecuentes de caídas, un 77,8% de los ancianos que tenían conflictos de
forma habitual con otros residentes sufrieron más caídas; el 36,6% de los ancianos
que sufren caídas clasificaban su relación como necesaria y/o disconforme. Los
porcentajes de ancianos que caen y no tienen relación con el resto de residentes y
los que se relacionan sin problemas y de forma habitual, son muy similares
siendo un 23,6% y un 25,5% respectivamente. Los datos analizados nos lleva a
decir que hemos encontrado una asociación muy significativa entre el modo de
relación de los ancianos con el resto de residentes y el riesgo de caídas, p<0.001.
170. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 54. Relaciones con otros residentes y Clasificación de caídas
Clasificación
caídas
NO SI Total
Relaciones No se relaciona n 210 65 275
con otros % 76,4% 23,6% 100,0%
residentes Sólo por necesidad. Disconforme n 26 15 41
% 63,4% 36,6% 100,0%
Sólo durante las actividades n 58 23 81
programadas % 71,6% 28,4% 100,0%
Habitualmente y sin problemas n 181 62 243
% 74,5% 25,5% 100,0%
Tiene conflictos habitualmente n 4 14 18
con otros % 22,2% 77,8% 100,0%
Total N 479 179 658
% 72,8% 27,2% 100,0%
5.3.3.4. Relaciones con la familia
Cuando analizamos la presencia de caídas y la relación de los residentes con
la familia, encontramos que los ancianos que no tenían relación con sus familiares
son aquellos que menos frecuencia de caídas presentaban (21,7%), los que más
cayeron son aquellos que de forma ocasional salían fuera de la residencia a comer
con sus familiares, siendo este riesgo de un 29,6%. No pudimos inferir una
significación estadística entre estas variables, p=0,351 (Tabla 55).
RESULTADOS. 171
Tabla 55. Relaciones con la familia y Clasificación caídas
Clasificación
caídas
NO SI Total
Relaciones No hay relación n 126 35 161
con la familia % 78,3% 21,7% 100,0%
Sólo por teléfono. Mala. n 11 4 15
% 73,3% 26,7% 100,0%
Sólo por teléfono. Buena. n 133 53 186
% 71,5% 28,5% 100,0%
Sale a comer con ellos n 164 69 233
ocasionalmente % 70,4% 29,6% 100,0%
Total N 434 161 595
% 72,9% 27,1% 100,0%
5.3.3.5. Relación y contacto con profesionales de la residencia
En el análisis de la relación de los residentes con los profesionales de la
institución y la presencia de caídas, los datos obtenidos fueron muy similares
para las categorías de relación estrictamente necesaria y buena relación no
buscada (27,1% y 27,8% respectivamente), pero este porcentaje subió al 33,0% de
caídas en la población que tenían una buena relación. Los ancianos que tenían
una mala relación con los profesionales de la residencia son los que menos caídas
sufrieron (14,4%) como se refleja en la tabla 56, podemos establecer una relación
significativa entre ambas variables p=0,009.
172. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 56. Contacto con el personal de la residencia y Clasificación caídas
Clasificación
caídas
NO SI Total
Contacto Relación estrictamente necesaria n 156 58 214
con el % 72,9% 27,1% 100,0%
personal Buena relación no buscada. n 104 40 144
de la
% 72,2% 27,8% 100,0%
residencia
Buena relación buscada n 136 67 203
% 67,0% 33,0% 100,0%
Mala relación n 83 14 97
% 85,6% 14,4% 100,0%
Total N 479 179 658
% 72,8% 27,2% 100,0%
5.3.3.6. Requerimiento de ayuda: comer, vestir, deambular
Cuando analizamos la necesidad de ayuda para la actividad de comer con el
riesgo de sufrir una caída, pudimos observar que los porcentajes más elevados se
concentran en las categorías en las que el anciano no requiere ayuda (38,2%) y
requiere ayuda esporádica (34,0%), mientras que las caídas de los ancianos que
necesitaban que otra persona realizara esta actividad por ellos suponen el 11,3%
del total de este grupo. Ante estos resultados podemos decir que la relación entre
ambas variables es estadísticamente significativa, siendo mayor la posibilidad de
sufrir caídas cuando menos ayuda requiera para esta actividad (p< 0,001). Tabla
57.
RESULTADOS. 173
Tabla 57. Requiere ayuda para comer y clasificación de caídas
Clasificación caídas
NO SI Total
Requiere No n 157 97 254
ayuda % 61,8% 38,2% 100,0%
para comer Ayuda esporádica n 64 33 97
% 66,0% 34,0% 100,0%
Ayuda habitual n 127 31 158
% 80,4% 19,6% 100,0%
Necesita que otros lo hagan n 110 14 124
% 88,7% 11,3% 100,0%
Total n 458 175 633
% 72,4% 27,6% 100,0%
Para el análisis de la relación de ayuda para vestirse con el riesgo de caídas,
encontramos pequeñas diferencias entre los resultados de todas las categorías
establecidas (Tabla 58). Los ancianos que necesitaban ser vestidos por otra
persona son aquellos que menos caídas sufren (18,7%), y los que necesitaban
ayuda habitual los que más con un 30,0%, seguidos de los que requerían esta
ayuda de forma esporádica con un 28,2%; no se puede establecer una
significación estadística para estas variables, p=0.088.
174. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 58. Requiere ayuda para vestirse y clasificación de caídas
Clasificación caídas
NO SI Total
Requiere No n 52 19 71
ayuda % 73,2% 26,8% 100,0%
para Ayuda esporádica n 51 20 71
vestirse
% 71,8% 28,2% 100,0%
Ayuda habitual n 257 110 367
% 70,0% 30,0% 100,0%
Necesita que otros lo hagan n 113 26 139
% 81,3% 18,7% 100,0%
Total n 473 175 648
% 73,0% 27,0% 100,0%
Y por último, para el análisis de la caídas relacionadas con la necesidad de
recibir ayuda para la deambulación, los datos obtenidos para la categoría de no
necesita ayuda y necesita ayuda de forma habitual, fueron los más altos, de
manera que los ancianos que se encontraban en estas categorías fueron los que
más cayeron, con un 34,2% y un 34,9% respectivamente; los residentes que
requirieron de ayuda de forma esporádica para la deambulación, presentaron
una frecuencia de caídas del 28,6% y los ancianos que más dependencia de otras
personas necesitaron para esta actividad son los que menos caídas sufrieron
(12,0%), se infirió una significación estadística para estas variables, p< 0,001.
(Tabla 59).
RESULTADOS. 175
Tabla 59. Requiere ayuda para deambular y clasificación caídas
Clasificación caídas
NO SI Total
Requiere No n 127 66 193
ayuda % 65,8% 34,2% 100,0%
para Ayuda esporádica n 55 22 77
% 71,4% 28,6% 100,0%
deambular
Ayuda habitual n 114 61 175
% 65,1% 34,9% 100,0%
Necesita que otros lo hagan n 95 13 108
% 88,0% 12,0% 100,0%
Total N 391 162 553
% 70,7% 29,3% 100,0%
5.3.4. Caídas y escalas utilizadas en el estudio
5.3.4.1. Grado de dependencia: escala de Barthel
La escala de Barthel, como se ha indicado anteriormente, mide la
dependencia de los ancianos, tomando valores entre 0 y 100 puntos, a mayor
puntuación más grado de independencia. En la tabla 60 se describen las
puntuaciones medias de las medidas en la escala al ingreso en la residencia por
grupos, según hayan o no ocurrido caídas, destaca el valor medio menor del
grupo de NO caída, 42,56±35,16 puntos; frente a los que sí las sufrieron, lo cuales
presentan un puntuación de 60,69±27,73, resultando unas diferencias muy
significativas, p<0,001; de lo que se deduce, con cierta lógica, que los que gozaban
de mayor grado de independencia son quienes más riesgo tuvieron de sufrir
caídas.
176. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 60. Puntuación de la escala de Barthel en función de la existencia de caídas
Clasificación caídas
N Media Desviación típica. P
Puntuación NO 371 42,56 35,16
Escala
p < 0,001
Barthel al SI 136 60,69 27,73
ingreso
Para analizar la asociación existente entre las caídas y la escala de Barthel,
recodificamos la clasificación de la escala, que en el apartado descriptivo aparecía
con cinco categorías, en tres categorías, resultando la frecuencia más elevada de
caídas en el grupo de dependencia moderada, 44,9%, y la de menos frecuencia a
la categoría que agrupaba a los ancianos con gran dependencia, 19,7%; algo
menos elevada que la frecuencia de la categoría de ancianos con independencia,
era de un 25,8%, resultando una asociación muy significativa desde un punto de
vista estadístico, p< 0,001; aunque es lógico pensar que hay un menor riesgo de
caídas de un anciano gran dependiente porque suelen tener total dependencia
para la movilización, utilizando medios mecánicos para deambular, duplicando el
riesgo de caídas los ancianos cuando la dependencia era moderada, por presentar
estos una autonomía parcial para la movilización, es decir, necesitaban ayuda o
apoyo, tabla 61.
Tabla 61. Asociación entre la clasificación de Barthel y la existencia de caídas
Clasificación caídas
NO SI Total
Gran dependiente n 252 62 314
% 80,3% 19,7% 100,0%
Clasificación Dependiente n 70 57 127
Barthel moderado % 55,1% 44,9% 100,0%
Independencia n 49 17 66
% 74,2% 25,8% 100,0%
Total N 371 136 507
% 73,2% 26,8% 100,0%
RESULTADOS. 177
5.3.4.2. Valoración del equilibrio y de la marcha: escala de Tinetti
La escala de Tinetti valoró el riesgo de caídas mediante la valoración del
equilibrio y la marcha. Esta escala la forman dos subescalas diferenciadas, una
que valora el equilibrio, con una valoración entre 0 y 16 puntos, y una segunda
que valora la marcha con 12 puntos. La escala, en su conjunto se valora entre 0 y
28 puntos, a mayor puntuación menos riesgo de caídas, con este criterio podemos
observar en la tabla 62 que los ancianos que puntuaban más alto en la escala, es
decir con menor riesgo, fueron precisamente quienes sufrieron al menos una
caída, 12,41±7,80 puntos; frente a los 9,21±9,87 del grupo que no sufrieron caídas
durante el tiempo que llevan de estancia en la residencia, p= 0,001.
Tabla 62. Puntuación de la escala de Tinetti en función de la existencia de caídas
Clasificación Desviación
caídas N Media típica p
Puntuación NO 249 9,21 9,87
Escala Tinetti al p=0,001
ingreso SI 118 12,41 7,80
Clasificando en dos categorías a la muestra estudiada, en función de la
puntuación obtenida, riesgo alto, con una puntuación menor de 19 puntos, y el
resto a una categoría que hemos denominado riesgo normal, pudimos observar
que la frecuencia de caídas fue prácticamente la misma, siendo la OR=1,039 (IC
95% 0,626‐1,726), p=0,881, (tabla 63).
178. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 63. Asociación entre la clasificación de Tinetti y la existencia de caídas
Clasificación caídas OR
NO SI Total (IC 95%)
Riesgo Riesgo normal n 63 29 92
de % 68,5% 31,5% 100,0%
caídas 1,039
Tinetti Riesgo alto n 186 89 275 (0,626‐1,726)
% 67,6% 32,4% 100,0%
Total N 249 118 367
% 67,8% 32,2% 100,0%
5.3.4.3. Valoración del estado cognitivo: Test Mini‐Examen cognoscitivo. MEC
El Mini‐Examen Cognoscitivo (MEC), es un test de cribado del deterioro
cognitivo, consta de 30 ítems agrupados en 11 apartados. La puntuación total del
MEC se calcula sumando todas los resultados correctos correspondientes a uno de
los ítems, las respuestas incorrecta son calificadas con cero, por tanto, la
puntuación máxima que se puede obtener será 30 puntos. El punto de corte más
frecuentemente utilizado es el de 23, las puntuaciones iguales o menores a este
corte indicaron la presencia de déficit cognitivo.
En la tabla 64 se describe la puntuación media del test al ingreso en la
residencia dividida en aquellos que sufrieron caídas y lo que no, el valor medio
para los sujetos que cayeron fue ligeramente más alto con una puntuación de
17,8± 9,93; y para los que no habían sufrido caídas, la puntuación media fueo de
13,9±10,96, p=0,001.
Tabla 64. Puntuación de MEC en función de la existencia de caídas
Clasificación caídas N Media Desviación típ. p
Puntuación Escala NO 369 13,96 10,96
Mini‐mental al P=0.001
ingreso SI 137 17,80 9,93
RESULTADOS. 179
Clasificando en dos categorías a la muestra estudiada en función de la
puntuación obtenida, deterioro cognitivo con puntuaciones menores o iguales a
23, y no deterioro cognitivo, para puntuaciones mayores a 23, pudimos observar
que a pesar de que la frecuencia de caídas estuvo muy igualada, fue ligeramente
superior en aquellos que no presentaron deterioro cognitivo, siendo la OR=0,701
(IC 95% 0,463‐1,062), p=0,093 (Tabla 65).
Tabla 65. Asociación entre MEC y las caídas
Clasificación caídas OR
(IC 95%)
NO SI Total
Mini No deterioro n 106 50 156
Mental cognoscitivo % 67,9% 32,1% 100,0%
180. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Tabla 66. Puntuación MNA en función de la existencia de caídas
Clasificación caídas N Media Desviación típica. p
Estado NO 307 18,59 7,08
nutricional p=0,660
SI 99 18,68 7,12
En el análisis de la asociación entre el estado nutricional medido con el
MNA y el riesgo de caídas, se establecieron las categorías en función de la
puntuación obtenida en el test, conforme al sistema de clasificación establecido en
el mismo, normonutrido, riesgo de malnutrición, malnutrición. Presentaron
caídas un 25,5% de ancianos clasificados como normonutridos, un 22,9% de los
identificados como en riesgo de malnutrición y un 24,9% en estado de
malnutrición, resulta interesante resaltar que la distribución de las categorías fue
muy similar en todas ellas, lo que nos llevó a afirmar que no existe una relación
estadísticamente significativa entre ambas variables, p=0,245 (Tabla 67).
Tabla 67. Asociación entre el estado nutricional (MNA) y las caídas
Clasificación caídas
NO SI Total
Clasificación Malnutición n 130 43 173
Estado % 75,1% 24,9% 100,0%
nutricional Riesgo n 101 30 131
malnutrición % 77,1% 22,9% 100,0%
Normonutrido n 76 26 102
% 74,5% 25,5% 100,0%
Total N 307 99 406
% 75,6% 24,4% 100,0%
C APITUL
LO VI
DISCU
USIÓN
DISCUSIÓN. 183
CAPITULO IV. DISCUSIÓN
6.1. DESCRIPCIÓN DE LA POBLACIÓN A ESTUDIO
En esta primera parte de la discusión, hablaremos de las características de
los ancianos residentes en centros geriátricos de la Región de Murcia, privados y
concertados por el Instituto Murciano de Acción Social (IMAS) que componen
nuestra población de estudio.
La población objeto de esta investigación, se compone de un total de 752
sujetos, de los que un 71,9% son mujeres con una media de edad de 85,33±7,26
años, y el resto, es decir un 28,1%, son hombres con una media de edad 80,57
±8,55 años. En la división de la población por edades según percentiles se describe
la siguiente correspondencia; los 80 años para el percentil 25, los 85 años para el
percentil 50 y los 90 años para el percentil 75. El Instituto de Mayores y Servicios
Sociales, en su “Informe sobre el perfil de personas mayores. 2014” estimó que el
66% de los ancianos que vivían en residencias de ancianos superaban los 80 años,
con una edad media para ambos sexo de 82 años (79 años para hombres y 83 para
la mujer), y que del total de residentes, un 69% eran mujeres, datos muy
similares a los obtenidos en nuestro estudio según ,sexo y ligeramente inferiores
en la edad media global (IMSERSO, 2015).
El análisis de las caídas en la población objeto de estudio como variable
dependiente o de resultado, nos informa que sobre una población de 673 sujetos,
un total de 181 (26,9%) han sufrido alguna caída durante el periodo de estudio,
siendo la frecuencia de una caída la más numerosa (15,8%) y la de dos caídas la
siguiente, con un porcentaje del 5,9.
Estos resultados difieren ligeramente de la mayoría de los estudios sobre
caídas en población anciana institucionalizada en España, al encontrarse
prácticamente en todos ellos datos de caídas más elevados a los nuestros, como es
el caso del estudio realizado por Pellicer con un 41,7% de caídas para ambos
sexos; Díaz Grávalos y Da Silva también lo superaron y rozaron el 40% las caídas
en los sujetos a estudio en ambas investigaciones; Gómez obtuvo unos
resultados del 57% en las caídas en los residentes analizados en su investigación;
184. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
también destacamos el estudio realizado por De Araujo, con un elevado
porcentaje de caídas (62,9%) entre la población geriátrica de tres instituciones (Da
Silva et al.,2009; Díaz‐ Grávalos et al., 2009; Pellicer et al., 2013; De Araujo et al.,
2014; Gómez, 2015). Nuestros datos se asemejan más a los obtenidos en
poblaciones ancianas no institucionalizadas, y los del estudio de Sánchez, San
Martín y Tena (2014) para el total de caídas en la población (25,7%), no así en
otras variables como índice de Barthel o en la media de edad de los residentes.
6.1.1. Estado civil/causas del ingreso/procedencia de los residentes.
El estado civil soltero y viudo predomina principalmente entre los hombres
con un 32,2% y 28,9%, mientras que las mujeres, es la viudedad, el estado civil
más habitual con 66% de la muestra. La posibilidad de vivir en soledad aumenta
con la edad, en España son las mujeres las que más experimentan esta situación,
ya que el existir más años no solo aumenta la posibilidad de vivir en soledad, sino
de padecer enfermedades crónicas que generan pérdidas de funcionalidad, y por
tanto, dependencia que en ocasiones no puede ser atendida por una red familiar
y/o social inefectiva o inexistente (Álvarez, 2014; Gómez‐Redondo y Fernández‐
Carro, 2015).
Sobre los motivos que llevaron al ingreso en un residencia y si la decisión
del mismo se realizó voluntariamente o no, podemos afirmar que aunque el 60%
de los ancianos no ingresan de forma voluntaria, de aquellos que sí lo hacen, los
hombres, superan de forma significativa a las mujeres; este hecho podría estar
relacionado con el rol de cuidadora y gestora de la unidad doméstica, mucho más
acusado en la mujer, y que podría garantizar la vida autónoma en el hogar
durante mayor tiempo (De la Fuente, Martínez, Romero, Fernández y Navas,
2012).
Con respecto a las causas que determinaron el ingreso, los motivos
sanitarios son los más comunes (59,3%), tanto para hombres como para mujeres.
El hecho de que el ingreso no se considere voluntario, no implica una
obligatoriedad o una actuación en contra de los deseos del anciano, sino que, ante
la situación de salud o dependencia, se opta por esta opción no tanto por deseo
DISCUSIÓN. 185
expreso, sino porque se considera que es lo que debe hacer ante esas
circunstancias; se puede decir que es un ingreso no voluntario, pero sí consentido.
En el estudio realizado por Blanco en los mayores de 80 años, las causas del
ingreso son, la incapacidad de autocuidado en personas que vivían solas (41 %) y
la incapacidad para el cuidado en personas que vivían con otras personas (37%),
como principales motivos del mismo (Blanco et al., 2016)
Esta idea de pérdida de autonomía o funcionalidad en el domicilio como
precipitante del ingreso, ante la incapacidad de gestionar las actividades básicas
de la vida diaria, se puede ver fortalecida por los resultados obtenidos sobre la
variable de estudio que nos informa sobre el tipo de convivencia del anciano
anterior al ingreso; los hombres que vivían solos son un 38,8%, frente al 27,4% de
las mujeres; pero cuando la convivencia se comparte con un hijo, son las mujeres
las que presentan mayor porcentaje frente a los hombres (30,7% vs 16,3%). La
soledad en la vejez, bien sea deliberada o natural, puede suponer un elemento
fundamental para el estado de salud del individuo y no solo a nivel psíquico, con
aumento de la depresión y menor control del estrés, sino que también genera
hábitos poco saludables, más riesgo de patologías como la hipertensión e
incluso, en los casos en los que la soledad se presenta tras la muerte del cónyuge
un aumento de la probabilidad de muerte en los meses posteriores a la viudedad
(Torres, Saldívar, Lin, Barrientos y Monje, 2012).
La procedencia de los residentes que forman parte de nuestro estudio es
principalmente del ámbito urbano (77,7%), sin que podamos establecer
diferencias significativas entre sexos, para los tipos de residencia anterior al
ingreso; este dato no nos debe sorprender, si tenemos en cuenta que los ancianos
viven en su gran mayoría en entornos urbanos, como ejemplo de ello decir que
solo entre Madrid y Barcelona viven un millón de ancianos, más que en todo el
conjunto de municipios rurales de España (5.834 ) (Abellán y Pujol, 2016).
La ley de promoción de autonomía personal y atención a las personas en
situación de dependencia (LAPAD)(Ley39/2006), establece tres grados de
dependencia según la necesidad de ayuda que la persona requiere para el
desarrollo de las actividades de la vida diaria, como ya se ha comentado. Los
resultados nos indican que, del total de la muestra investigada, una 85,4% se
clasifican con los Grados II (29,1%) y III (56,3%) que corresponden a los de mayor
186. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
deterioro funcional. Cuando estos datos se analizan en función del género,
podemos afirmar que las mujeres tienen un nivel de clasificación según la LAPAD
mayor que los hombres, con un 62,8% para el Grado III.
Los resultados obtenidos por Álvarez en su estudio, sobre un total de 1.147
residentes, siguen una distribución similar, y son los residentes de Grado III
(63,0%) los que más porcentaje presentan, superando ligeramente a los obtenidos
en nuestra investigación; por el contrario, son los residentes clasificados con el
Grado II (11,5%) en su investigación, según el “Baremo para la situación de
dependencia” (BVD), los que son inferiores a los nuestros, que para este grado de
dependencia se sitúan en un 29,1% (Álvarez, 2014).
La necesidad de ayuda para las actividades de la vida diaria relacionadas
con comer, vestir y deambular suponen limitaciones en funciones o actividades
consideradas como básicas para la vida, por lo que su restricción implica una
dependencia funcional importante que, en los ancianos institucionalizados es
atendida por los trabajadores de dicha institución. La aparición de limitaciones
en este tipo de actividades implica un déficit en el desempeño de actividades
instrumentales y avanzadas que requieren un mayor grado de capacidad física,
funcional y cognitiva para su desarrollo.
En la investigación realizada, los resultados obtenidos sobre estas variables
nos informan que más de la mitad de los residentes necesitan algún tipo de ayuda
para la realización de alguna de estas actividades (55,7% comer; 58,1% vestir y un
65,3 deambular). Son las mujeres en todas las actividades, la que requieren mayor
ayuda para el desarrollo de las mismas, lo que justifica que en la clasificación de
dependencia, según la LAPAD en nuestro estudio, sean las mujeres las que
mayor porcentaje presentan en Grado III o nivel Grave de dependencia. Estos
datos son similares a los obtenidos por De la Fuente en su estudio sobre
dependencia funcional en ancianos institucionalizados (De la Fuente et al., 2012).
DISCUSIÓN. 187
6.1.2. Factores relacionados con la salud.
La presencia de patologías crónicas en la población española supone según
la Encuesta Europea de Salud (EES), que el 45,6% de la población mayor de 16
años padece al menos un proceso crónico (46,5% de los hombres y el 55,8% de las
mujeres), y el 22% dos procesos o más, incrementándose estos porcentajes con la
edad, llegando a datos de más del 80% en personas mayores de 65 años (EES,
2009). En estas últimas décadas el concepto de enfermo crónico se ha ido
modificando y no solo en el aumento de tiempo en la que la persona está afectada
por la patología, sino por la tipología de estas patologías, donde la limitación de
la autonomía, la incapacidad y la fragilidad clínica se entrelazan en todo el
proceso (Izquierdo y Avellaneda, 2015)
El 27,8% del total de la población estudiada tiene diagnóstico de Diabetes
Mellitus. Los hombres con un 33,6% son los que la sufren esta patología y reciben
tratamiento con insulina en mayor porcentaje, con un 21,6%. Un 25,5% de las
mujeres sufren diabetes y sólo un 13,5% dicha diabetes está controlada con
insulina.
Aunque no son muchos los estudios que nos hablan de los datos de la
diabetes en ancianos institucionalizados, Durán en un estudio realizado en 14
residencias de la provincia de Cádiz, nos habla de una prevalencia de la diabetes
en la muestra estudiada de 26,44%, donde las mujeres suponían el 57,4% de la
muestra, y donde aproximadamente la mitad de dicha muestra era tratada con
insulina y la otra mitad con antidiabéticos orales; podemos comprobar que tanto
en esta investigación como en otras muchas consultadas, el perfil de pacientes
anciano diabético institucionalizado o no, es femenino, cosa que no podemos
afirmar en nuestro estudio, ya que a partir de nuestros datos comprobamos una
relación estadística significativa, entre ser hombre y sufrir Diabetes Mellitus;
tampoco respecto al tratamiento de la diabetes con insulina, que en nuestro caso
es inferior (35,1%) (Duran, 2012; Gómez et al., 2013).
La presencia de la patología de hipertensión arterial (HTA) en la muestra
estudiada supone el 59,1% del total, y aunque la presencia de HTA, en hombres es
mayor (63,5%) que en mujeres (57,.4%), no se ha podido afirmar que ésta
diferencia sea significativa. Los resultados sobre Hipertensión en una población
188. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
de 1.127 residentes en instituciones geriátricas en Francia e Italia (Estudio
PARTAGE), en el que el objetivo principal fue el análisis del tratamiento más
adecuado de la patología en población anciana, nos informa de una presencia de
la patología en un 70,3% de la muestra, dato de gran similitud respecto al
obtenido en nuestro estudio (Benetos et al., 2015).
La mitad de nuestra población de estudio, (225 ancianos, un 55,5%)
presentan problemas osteoarticulares; en el análisis por sexo de esta variable,
encontramos una significación estadística en cuanto al sexo femenino,
presentando este problema un 59,7% de ellas, frente a un 44,7% de los hombres.
El contraste de esta variable con otros estudios de características similares es
difícil por la dispersión tan importante de los criterios para su análisis, algunos de
ellos se centran o estudian por separado las patologías, como por ejemplo artritis,
osteoartrosis, prótesis articulares, etc, lo que puede suponer en ocasiones que no
se dé la suficiente importancia a un amplio número de patologías, que generan
limitación de la movilidad, dolor y deterioro de la funcionalidad para las
actividades de la vida diaria.
Por otro lado, parámetros, todos ellos, medidos con escalas de valoración
como el Índice de Barthel, escalas de dolor, test de Tinetti, etc, en la mayoría de
estudios sobre población anciana, nos llevaría a reflexionar que nos preocupamos
más de medir las lesiones que se producen tras una caída y no tanto de medir y
controlar el origen de las mismas.
La incontinencia urinaria y los métodos de control sobre ésta nos arrojan
unos datos de un 78,8%, (en relación a los 705 sujetos con información recogida al
respecto), con una distribución por sexos del 84,2% en mujeres y un 64,6%
hombres. Las medidas de contención mediante compresas de absorción y pañal
24h son las más utilizadas, con un 35,7% y un 22,8% respectivamente; el control
de la incontinencia mediante sondaje vesical solo se da en un 2% de los casos.
En el estudio realizado por Prado sobre un población de residentes muy
similar a la nuestra (754), tanto en tamaño como en media de edad (83 años), los
resultados obtenidos son de una prevalencia del 53,6% en el total de la muestra.
Los varones un 48,7% frente a las mujeres con un 55,2% ; son portadores de
sonda vesical un 3,2% de los residentes (6,5% de los varones y 2,1% las mujeres);
la utilización de absorbente es del 84,5% de los incontinentes, con mayor
DISCUSIÓN. 189
frecuencia en mujeres, como también observamos en nuestro caso, aunque para
nosotros la utilización de absorbentes es más bajo (60,6%) (Prado, Bischofberger,
Valderrama y Verdejo, 2011).
Con respecto a la presencia de estados depresivos y problemas
psicogeriátricos relacionados con patologías como la demencia, depresión,
ansiedad, o cualquier otra problema que afecte el carácter conductual o cognitivo
del anciano, podemos observar que del total de la muestra que tiene registro de la
variable “estado depresivo” 492 sujetos, el 78,3% esta categorizado como “no
presenta depresión”; en el estudio de Prado los resultado obtenidos nos hablan de
un 68% clasificados según la Escala de Depresión Geriátrica de Yesavage como
“no depresivos” y un 27% con probable depresión, solo un 6% presentan
depresión establecida; aunque en nuestro caso, solo se establecieron dos
categorías y eso dificulta una comparación más precisa, podemos observar que en
ambos casos el número de residentes que no tienen estados depresivos son
bastante superiores a los clasificados con depresión (Frutos et al., 2011).
El 44,1% del total de la población de nuestro estudio, presenta conductas
compatibles con cuadros psicogeriátricos, y de estos, un tercio recibe medicación
para el control de los síntomas que dichas alteraciones generan, lo que nos lleva a
resaltar la importancia del control de los efectos secundarios que estos pueden
tener sobre el anciano; sedación, efectos anticolinérgicos centrales y periféricos,
efectos extrapiramidales, epilepsia, dificultades cognitivas, eventos
cerebrovasculares, hipo e hipertensión arterial, problemas en la conducción
cardiaca, efectos metabólicos sobre la glucemia, lípidos y prolactina, ganancia o
pérdida de peso, producción de hiponatremia, depresión respiratoria y mayor
riesgo de caídas (Angora‐Cañego, Esquina y Agüera, 2012).
Queremos señalar que al analizar la presencia de úlceras por presión (UPP),
el dato más destacado es que sólo un 5% de los residentes (708), presentan este
problema. En el 4º estudio nacional de prevalencia de UPP en España durante el
2013, se analizaron datos en diferentes ámbitos asistenciales sanitarios y
sociosanitarios (hospitalización, Atención Primaria y centros socios sanitarios).
Los resultados obtenidos en los centros sociosanitarios, que son los que guardan
una relación más directa con nuestro objeto de estudio, nos informan de una
prevalencia del 13,45% de personas con alteraciones epiteliales, encontrando
190. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
diferencias significativas con una menor presencia de UPP en centros públicos
que en los privados; también se destaca el aumento de la incidencia de este
problema de forma generalizada para todos los ámbitos asistenciales desde el
anterior estudio de prevalencia de UPP, circunstancias que algunos autores, creen
que pueda estar relacionada con los recortes sufridos por la crisis económica de
los últimos años (Pancorbo‐Hidalgo, García, Torra, Verdú y Soldevilla, 2014).
Nuestros datos quedan muy por debajo de los obtenidos por Pancorbo‐
Hidalgo y su equipo, y se asemejan más a los obtenidos en 2013 por Fernando et
al, que estimó una presencia de este problema en un 6.2% para el total de la
población anciana institucionalizada (Fernando, González y Juarez, 2013).
La relación de los ancianos en la residencia tanto con sus familias como con
el resto de residentes y el personal que forma parte de la institución, son
esenciales para la adaptación e integración en la institución. Una relación familiar
efectiva y/o la presencia de la familia en la institución puede condicionar el
posicionamiento o status del ancianos dentro de la misma, las relaciones con otros
residentes se pueden desarrollar en contextos tan dispares como la utilidad social
o la solidaridad frente al hecho de la institución. Las relaciones de los residentes
con el personal de la institución, también van a suponer un elemento fundamental
para la calidad de vida de los residentes, Gómez en su investigación destaca que
la relaciones de los residentes con el personal de la institución, se establece de
una forma más directa y afectiva con los profesionales que se encargan de
prestar cuidados básicos como; alimentación, aseo o vestido, entre otras
características (Gómez, 2016).
Teniendo presente esta importante reflexión, los datos arrojados en
nuestra investigación nos indican que el 41,4% del total de los residentes no se
relacionan con el resto. Un 9,7% de los hombres lo hacen solo por necesidad y un
4,3% tienen relaciones conflictivas de forma habitual; por el contrario, las mujeres
obtienen datos más bajos en ambas categorías, aunque obtienen datos ligeramente
más elevados en la categoría “no se relaciona”, es decir las mujeres tienen menos
DISCUSIÓN. 191
relaciones con otros residentes, pero las relaciones que tienen son menos
conflictivas, por lo que podemos afirmar que el género condiciona el tipo y la
calidad de las relaciones entre los residentes, podría resultar interesante en
futuras investigaciones, un análisis más profundo de estas relaciones entre e inter
género.
Las relaciones de los residentes con el personal se caracterizan
principalmente por ser consideradas, como estrictamente necesarias por un 29,9%
de los residentes tanto para hombres como mujeres, y de buena relación por el
34,8% también para el total de la muestra. Al desglosar estos datos por género,
encontramos que son las mujeres con un 15,3% las que doblan los datos obtenido
por los hombres al clasificar la relación con el personal como mala.
Con respecto a las relaciones con los familiares, un 26,1% no tiene ningún
tipo de relación con sus familiares, y un 2,2% esa relación se limita a una relación
telefónica, que califican como mala; el resto, 71,7%, tiene una relación telefónica
considerada buena un 28,7% y el 43% sale de la residencia ocasionalmente con su
familia; estos datos nos desmitifican el estereotipo de las residencias como la
opción de cuidado para aquellos ancianos que no tienen familia o no tienen
relación con ella, sin que se hayan encontrado diferencias significativas en función
del sexo del residente.
En los entornos residenciales se establecen pequeños ecosistemas sociales en
los que la población que los componen, crean sus propios sistemas de valores y
normas, que los trabajadores de las instituciones deben conocer para intervenir de
forma adecuada en el cuidado de los residentes, según las normas generales de
convivencia establecidas (Yusta, 2016).
Las medidas de contención o restricción física, son acción terapéutica que
restringe o limita los movimiento totales o parciales del cuerpo de la persona, con
la finalidad de controlar su actividad física y protegerles de lesiones que puedan
causarse ellos mismo o a otros. Los principales motivos descritos en la literatura
para su uso son: mejorar la seguridad del paciente al evitar caídas; mantener una
postura correcta; evitar el vagabundeo; impedir que se manipulen equipos
médicos y controlar conductas auto o heteroagresivas (Nevado, 2013).
En nuestra población de estudio, un 68,2% requiere algún tipo de medida
de contención o restricción físicas, siendo las mujeres las que más necesitan de
192. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
este tipo de intervenciones frente a los hombres. El uso de barreras protectoras en
las camas, conocidas habitualmente como barandillas, es uno de los tipos de
restricciones más utilizadas (38,0%), y vuelven a ser las mujeres las que superan a
los hombres en su utilización. Estudios como los realizados por Astigarraga et al
y Galán y su equipo de investigación, nos informan de datos que se asemejan a
los obtenidos en nuestro estudio, donde del total de la población estudiada en el
caso de Astigarraga un 71,15% requirió de algún tipo de medida de contención,
siendo el uso de barandillas el más frecuentes con un 73,47% del total de los
métodos utilizados y en el caso de Galán sobre una población total de 5.346
ancianos, los datos sobre utilización de medidas de contención son de 20,8%;
dato muy por debajo de los anteriormente comentados, pero que sí coinciden en
que son las barandillas la forma de contención más utilizada con un 63,4% de los
casos. (Astigarraga, Aristín, Fernández y García, 2014; Galán et al., 2008)
Consideramos que puede resultar interesante la reflexión sobre la
consideración de las barandillas como método de contención per se, pues en el
caso de los ancianos que no tienen posibilidad de levantarse de forma autónoma
el uso de estos dispositivos no supone una limitación o restricción real, en la
movilidad del paciente, como viene definido en el concepto de medida de
restricción o contención.
6.1.4. Instrumentos de medida
La valoración de los ancianos al ingreso en las instituciones se realiza
mediante la utilización de diversas escalas y test, como se ha expllicado, que nos
ayudan a objetivar los problemas de salud de la población anciana. Estas
herramientas donde nos apoyamos para obtener una visión global del estado de
salud de los ancianos, son también fundamentales para la comunicación e
intercambio de información entre los profesionales, asegurar la reproductibilidad
y exactitud de los datos, y garantizar su utilización y comparación entre los
distintos niveles de asistencia, centros de atención e incluso entre diferentes
países, mediante la utilización de herramientas estandarizadas y validadas. Esta
forma de trabajo nos permite estructurar la información de forma objetiva para
unificar criterios diagnósticos (Flores, Cruz, González, López y Abizanda, 2014;
Gálvez‐Cano, Chávez y Aliaga, 2016).
DISCUSIÓN. 193
En el estudio realizado a 39 responsables de servicio y unidades de
Geriatría de España sobre las herramientas más utilizadas para la realización de
la Valoración Geriátrica Integral, el Índice de Bartel y el de Lawton fueron los más
utilizados para la evaluación funcional; llegando en ambos casos a ser utilizados
para la totalidad de la muestra. Para la valoración de la esfera mental/cognitiva el
más utilizado es el Mini Examen Cognoscitivo /Mini Mental Estate Examinatión
(MEC/ MMSE) con un porcentaje del 97,4%; el test de Tinetti fue uno de los más
utilizados para la valoración de la marcha (55,3%). La valoración nutricional,
aunque no se concibe aún como parte fundamental dentro de la valoración
geriátrica, cada vez más se considera básica para la visión global del estado de
salud de la persona y su valoración se realiza a criterio del evaluador mediante la
utilización de, entre otras herramientas, el test Mini Nutritional Assesment
(MNA) (Flores et al., 2014).
En el análisis descriptivo de las herramientas de valoración o instrumentos
utilizados en los residentes objeto de este estudio, para la clasificación de la
dependencia funcional se utilizó la escala de Barthel, que como hemos
comentado, es una de las más usadas. Esta escala toma valores entre 0 y 100; los
valores más altos corresponden con niveles más elevados de independencia.
6.1.4.1 Escala de Barthel
Los datos de esta escala de forma global en la población de estudio 508
sujetos, desprenden una puntuación media de 47,4±34,2 lo que nos da una
muestra con una clasificación media de dependencia severa. En el análisis de la
puntuación de la población en la escala de Barthel, según las categorías
establecidas en ella, un 61,8% de los ancianos presenta dependencia total o severa,
un 25,2% dependencia moderada y solo un 13,0% son los clasificados con un nivel
de dependencia escasa o como independientes. La clasificación de estas categorías
en función del sexo nos llevan a afirmar que las mujeres tienen valores de
dependencia más elevados (67,5%) que los hombres (45,5%), y que en nuestra
muestra son muy pocas las mujeres con dependencia escasa o independientes,
(solo un 8,5%).
En dos estudios realizados en residencias privadas de nuestro país, los
resultados obtenidos sobre muestras más pequeñas a la nuestra, pero con perfiles
194. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
similares, en cuanto a distribución por sexos y edad media de los residentes, los
datos de valoración de la capacidad funcional con el índice de Barthel en el
estudio de Frutos, difieren de nuestro resultados ya que su población de estudio
tiene una puntuación media de 67,18 puntos (dependencia moderada); la
población clasificada con dependencia total y severa supone un 40,2%, muy por
debajo de la obtenida en nuestro caso; por el contrario, y como resulta lógico
presenta una población mucho más numerosa de personas independientes o con
escasa dependencia (Frutos et al, 2013). El estudio realizado por Fuente aunque se
realiza sobre una muestra más numerosa a las anteriores, 156 sujetos, los
resultados no nos resultan útiles para contrastar por categorías, ya que se han
excluido de la muestra todos aquellos que tenían una puntuación inferior a 40
puntos en el Barthel, lo que obligó a dejar fuera del estudio a un 44,3% del total de
la población. Pero sí podemos incidir sobre los resultados obtenidos en la
relación del nivel de dependencia con respecto al sexo y la edad, que son
similares a los obtenidos en nuestro estudio, al encontrar una significación
estadísticas; entre sexo (mujer) y mayor edad con mayor grado de dependencia
(Fuente, Bayona, Fernández, Martínez y Navas, 2012).
6.1.4.2 Valoración del equilibrio y la marcha. Escala de Tinetti.
La valoración de la marcha y el equilibrio a través de la Escala de Tinetti se
realiza mediante un total de 9 ítems correspondientes al equilibrio y 4 ítems para
la marcha, con una puntuación máxima de 16 y 12 respectivamente, lo que
supone una valoración global máxima de 28, siendo las puntuaciones más
elevadas aquellas que se corresponden con situaciones de menor riesgo de
caídas.
En el presente estudio se han establecido dos categorías para su valoración:
alto riesgo para los sujetos con puntuaciones menores de 19 y riesgo normal para
aquellos con puntuaciones iguales o superiores a 19. La puntuación media del
total de residentes estudiados ha sido de 10,8±9,7 lo que clasifica de forma general
a la muestra como de alto riesgo de caídas con un porcentaje para la misma del
71,3%.
El análisis de la escala de Tinetti en función del género nos habla de un
mayor riesgo de caídas en las mujeres (76,6%) frente a los hombres (57,6%). En
DISCUSIÓN. 195
general, la alteración del equilibrio y la marcha en la vejez es algo totalmente
relacionado con numerosas modificaciones asociadas al proceso de
envejecimiento como sarcopenia, osteartrosis, presviestasia, marcha senil.
Samper en su estudio realizado sobre un total de 279 residentes de un
centro de ancianos, observó que el test de Tinetti indicaba que un 73,1% presenta
un riesgo alto de caídas, el 26,9% riesgo medio o bajo, lo que llevó a establecer
una relación entre los resultados del test y no solo el riesgo, sino más presencia
de caídas en la población anciana institucionalizada. Estos datos también se han
visto reflejados en estudios como los realizados por Rodríguez‐Molinero en el que
a pesar de utilizar solo este test para la valoración del equilibrio, del total de los
sujetos de estudio, un 48,9% mostró alteración en algunos de los apartados
medidos, y en el análisis multivariado, fueron considerados los resultados de
estas subescalas como estadísticamente significativos ( Rodríguez‐Molinero et al,
2015)
6.1.4.3. Valoración del estado cognitivo. Test Mini Examen Cognoscitivo. MEC.
196. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Al 77,8% (585) del total de los sujetos objeto de estudio se les aplicó este test
para la valoración cognitiva; el valor medio para todos ellos ha sido de 15,1
puntos, teniendo en cuenta que para facilitar el análisis de esta variable se
establecieron dos categorías a partir de una puntuación de corte de 23 puntos. Por
debajo de este valor se considera deterioro cognitivo y por encima o igual a este,
sin deterioro cognitivo. El 67,7% del total de residentes sufren deterioro cognitivo,
siendo más el número de mujeres que presentan alteración cognitiva (73,2%) que
los hombres. Los resultados del estudio de Díaz–Pelegrina, sobre una población
residentes en centros geriátricos de la provincia de Granada, se asemejan a los
nuestros ya que en los tres grupos en los que divide la muestra (sin deterioro
cognitivo, deterioro leve y deterioro moderado) el número de mujeres es superior
en todos (Díaz‐ Pelegrina et al., 2015).
Cuando la valoración cognitiva se relaciona con la capacidad funcional
encontramos estudios como los realizados por Fhon, donde se establece una
relación clara entre la edad y la disminución de la independencia funcional
cognitiva, pero sin especificar con claridad cómo se mide el grado de deterioro
cognitivo en la población de estudio. (Silva et al., 2012)
6.1.4.4. Valoración del estado nutricional. Escala MNA
La escala mini Nutritional Assessment (MNA) nos permite conocer el
estado nutricional del anciano, algo fundamental, por considerarse como uno de
los factores de riesgos intrínsecos que más va a contribuir al deterioro del estado
de la salud, pérdida de funcionalidad y fragilidad en la vejez (García‐García,
Larrión y Rodríguez, 2011).
El MNA es una escala con dos fases de evaluación; una primera fase de
cribado en el que se puede alcanzar una puntuación máxima de 14 puntos,
(cuando la puntuación oscila entre 12‐14 puntos no es necesario continuar, pero
en el caso de puntuaciones inferiores o iguales a 11 puntos, la prueba continúa
con una segunda fase de evaluación en la que se puede obtener una puntuación
máxima de 16). Ambos resultados se suman para obtener el índice de
malnutrición que puede oscilar entre 0 y 30. Se establecen tres grupos, en función
DISCUSIÓN. 197
de la puntuación obtenida, normonutridos (> 23,5), en riesgo de malnutrición (17‐
23,5) y desnutrición (< 17), como ya se ha explicado anteriormente.
Los resultados obtenidos sobre la muestra estudiada 407 sujetos, nos
indican que la puntuación media del MNA es de 18,6 puntos lo que clasificaría a
la muestra en riesgo de desnutrición. Al estudiar está según la clasificación del
MNA, el 25% de los residentes presentaron puntuaciones dentro de la categoría
de normalidad o normonutridos, un 32,5% riesgo de desnutrición y un 42,8% se
clasificaron con malnutrición, sin que se encontraran diferencias significativas
entre hombres y mujeres.
Estudios como los realizados por Cuervo, en 22.000 personas, sobre la
evaluación del estado de desnutrición en personas de 65 años o más en España a
través del cuestionario MNA, nos indican que un 4,3% de la población estudiada,
se encuentra en estado de desnutrición y un 25,4% en riesgo de padecerla, siendo
en ambos casos la prevalencia mayor entre mujeres que en los hombres, y con una
clara tendencia a aumentar con la edad. Estos datos quedan lejos de los obtenidos
en nuestra investigación, pero es necesario puntualizar que en este estudio, con el
que realizamos la comparativa, la muestra es la población general que reside en
un entorno domiciliario (Cuervo, 2008). En estudios más recientes donde la
población de estudio reside tanto en ámbito institucional, los resultados obtenidos
para el MNA son bastante más próximo a los nuestros ya que el porcentaje de
sujetos clasificados como desnutridos es de un 23%, con riesgo de desnutrición un
39,5% y dentro de la normalidad un 37,2%. Ser mayor de 85 años y vivir en el
ámbito residencial aumenta los porcentajes de desnutrición y riesgo de
desnutrición; estos datos también son similares a los obtenidos por Vaca y
López‐Contreras, aunque los rangos de desnutrición y riesgo de desnutrición
varían mucho según las características de la muestra, debido a la heterogeneidad
del grupo de población anciana (Cantero, 2015; Vaca, Ancizu, Moya, De las Heras
y Pascual,2015; López‐ Contreras, Torralba y Pérez, 2012).
198. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
6.2. RELACIÓN DE LAS CAÍDAS CON LAS VARIABLES ESTUDIADAS
En el siguiente apartado de la discusión, abordaremos las implicaciones de
los resultados del análisis estadístico bivariable, realizado tomando como variable
dependientes, las caídas, con el resto de variables independientes, para ello se ha
realizado una categorización del total de la muestra en residentes que han sufrido
caídas y los que no.
6.2.1. Caídas y factores antropométricos y sociales
La edad media del grupo de ancianos que no han sufrido caídas es de
83,95 ± 7,72 y de los que se han caído al menos una vez, es de 84,08 ± 8,10. Se han
determinado dos categorías que dividen a la muestra en mayores de 85 años y
menores de esa edad; esta clasificación se realizó utilizando como criterio el
percentil 50, que se establece en 85 años, no encontrando diferencias
estadísticamente significativas entre ambos grupos en relación al riesgo de tener
caídas, aunque el porcentaje fuese ligeramente más elevado en el grupo de > 85
años.
Cuando este análisis entre el grupo de los que han sufrido caídas y los que
no se establece en función de género y del estado civil, los resultados obtenidos
tampoco nos indican diferencias significativas asemejándose a los obtenidos en
otras investigaciones, tanto en el ámbito institucional (Díaz‐Grávalos et al., 2009;
Da Silva, 2009), como en el domiciliario (Varas‐Fabras et al., 2006).
Pellicer, por el contrario, observa que ser mujer y tener una edad
comprendida entre los 85‐90 son factores que contribuyen al riesgo de caídas; si
bien debemos señalar que la muestra de este estudio es limitada (N=60), y
quedan excluidos los ancianos con MEC (Mini‐mental) inferior a 23 (Pellicer et al.,
2013).
El estado civil y la circunstancia de que el ingreso en la institución se
realizara de forma voluntaria o no, tampoco influye significativamente en el
hecho de sufrir caídas; por contra, que el ingreso fuera determinado por causas
sanitaria o social, sí que resultó una circunstancia de riesgo para sufrir caídas,
como informan los datos obtenidos. El grupo de personas, cuyo ingreso estuvo
motivado por situaciones sociales principalmente, presenta una frecuencia de
DISCUSIÓN. 199
caídas del 34%, frente al 21,4% cuyo ingreso se debió a una situación sanitaria. A
pesar de no haber podido contrastar estos datos con ningún otro estudio sobre
caídas de ancianos en instituciones, sospechamos, que esta circunstancia podría
estar generada por el hecho de que la institucionalización por motivos sociales,
implica mejores condiciones de salud y por lo tanto más movilidad, lo que en la
mayoría de bibliografía científica se identifica como factor de riesgo para sufrir
caídas.
La procedencia de un entorno rural o urbano, aunque no resulta
claramente un factor de riesgo, sí que podemos considerar, pues los datos casi
rozan la significación, que la procedencia urbana es un factor de riesgo, al igual
que comentamos anteriormente, el estilo de vida en los entornos rurales facilita
durante más tiempo una forma de vida autónoma y mayor posibilidad de
mantenimiento de una red de apoyo social, lo que podría condicionar las
características del anciano al ingreso en la institución; no obstante, hay una
realidad que no podemos obviar, y es que la población mayor de 65 años vive
mayoritariamente en entorno urbanos, en concreto un 75,1%, frente al 9,2%; y el
15,7% vive en municipios de menos de 2.000 habitantes y en poblaciones de entre
2.000‐10.000 habitantes respectivamente (Abellan, Pujol, Ramiro y Pérez, 2015)
La clasificación de dependencia establecida por la Ley de Promoción de la
Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia
conocida como “Ley de Dependencia” o LAPAD, estable 3 grados, en función de
la necesidad de ayuda que la persona requiera para las actividades básicas de la
vida diaria, siendo el Grado I o dependencia moderada, la clasificación asignada
para personas que necesitan ayuda para varias de las actividades de la vida
diaria al menos una vez al día, el Grado II o dependencia moderada cuando la
ayuda se requiere al menos dos o tres veces al día, y Grado III o dependencia
severa, para cuando la dependencia es total y la ayuda es continua e
indispensable; cuestión ya mencionada. Atendiendo a esto decir que dos de cada
3 ancianos que ha sido objeto de este estudio, están clasificado en alguno de los
grados de dependencia establecidos por la Ley, siendo la dependencia severa y
grave la que mayor porcentaje presenta; son los ancianos calificados como
dependientes leves (Grado I) los que más caídas sufren (61.9%), lo que nos lleva a
reflexionar sobre como la movilidad puede ser un factor de riesgo más o menos
200. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
determinante, sin que la literatura científica llegue a establecer un consenso claro
sobre este tema.
Los ancianos con mayor grado de movilidad, tienen más riesgo de caídas
por el tipo de actividades que desempeñan y porque en muchas ocasiones estas
actividades se realizan de forma autónoma, sin ser conscientes de las carencias de
sus capacidades físicas y funcionales, aumentando su riesgo en las caídas (Luque,
2012; Samper et al., 2016).
Por otro lado, los ancianos de edad muy avanzada o con deterioro
significativo de la salud, suelen presentar una reducción de la movilidad
importante, con sustancial aumento de la dependencia y mayor control por
parte de los cuidadores o personal sanitario de la instituciones para la puesta en
marcha de medidas preventivas, lo que reduce la frecuencia en las caídas según
los resultados de algunos estudios; pero también, es precisamente esta situación
de deterioro, la que aumenta la posibilidad de caídas por el agravamiento de
todos los factores internos que participan en este fenómeno (Carrera y Braña,
2012; Rodríguez‐Molinero et al., 2015).
El hecho de que los ancianos que presentan menor dependencia, son
aquellos que sufren más caídas, se refleja de forma clara también, en el análisis de
las variables que evalúan el grado de ayuda que los ancianos residentes requieren
para actividades básicas como comer, vestir y deambular. Sobre la necesidad de
ayuda para comer y deambular encontramos una clara relación entre la
posibilidad de sufrir una caída y no requerir ayuda o solo necesitar ayuda de
forma esporádica; no se ha podido establecer esta relación con la necesidad de
ayuda para el vestido, donde a pesar de no haber podido identificar una relación
significativa, sí encontramos porcentajes más altos de caídas en los ancianos que
necesitan ayuda de forma habitual para esta actividad.
6.2.2 . Caídas y factores relacionados con la convivencia
La utilización de algún tipo de restricción física o medida de contención en
el ámbito institucional no va nunca libre de polémica, sobre todo por los
posicionamientos de determinados sectores de la geriatría y la gerontología que
abanderan un movimiento de eliminación de este tipo de intervenciones, sin que
DISCUSIÓN. 201
llegue a quedar muy claro su posicionamiento o forma de actuar, ante situaciones
concretas y casos específicos.
En la muestra que ha sido objeto de nuestro estudio, los ancianos que no
requieren ningún tipo de contención, son aquellos que han sufrido más caídas; el
hecho de que estas personas tengan más autonomía en sus actividades implica
que están expuestas a un mayor riesgo. Esta circunstancia en ningún momento
justifica la utilización de medidas restrictivas o de contención tal y como algunas
corrientes dentro de la geronto‐geriatria tratan de argumentar, sino todo lo
contrario. Es posible que el mal uso de las medidas de contención, que
históricamente se ha podido hacer y que desafortunadamente en algunos centros
aún se sigue practicando con objetivos muy diferentes a la seguridad, en
ocasiones con sistemas de contención defectuosos o mal diseñados y sin control
sobre los mismo, hace que se ponga en grave peligro a la persona sobre la que se
aplicaban dichas medidas, siendo esto lo que ha favorecido a un posicionamiento
extremo por parte de algunos sectores.
Fariñas‐López (2011), que centra su estudio en una revisión de la literatura
científica sobre los problemas de seguridad relacionados con este tipo de
intervenciones concluye que, a pesar de que la utilización de estos dispositivos
podría ocasionar complicaciones, según los expertos en seguridad asistencial, se
debe hacer uso de los mismos, cuando hayan fracasado otras opciones y los
beneficios sean mayores que los riesgos o peligros potenciales, señalando las
medidas a tomar según estos, para reducir las posibilidades de un accidente.
Burgueño define estas dos tendencias sobre una misma situación como los del
No, pero… y lo de Sí, salvo6… (Burgueño, 2015)
El uso de andadores, muletas o bastones por parte de los ancianos como
ayudas técnicas cuyo objetivo es facilitar la movilidad y disminuir el riesgo de
caída en los ancianos que tienen limitación o dificultad para la movilidad, puede
suponer, en el caso de una mala praxis tanto por parte de los ancianos, como por
6 Con esta expresión, el autor nos quiere hacer ver que los posicionamiento sobre este
tema, aunque opuesto, dejan en ambos casos puertas abiertas, posicionamiento totalmente
contrario que justifican el uso en determinadas y muy concretas circunstancias y los más
afines que defienden el uso de estas medidas, entendiendo que las malas praxis, que
puedan rodear en ocasiones estas actuaciones, deben ser erradicadas.
202. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
parte del prescriptor de los mismos, un riesgo añadido, precisamente para aquello
que se pretende proteger, convirtiéndose entonces en un elemento que limita la
movilidad e incrementa el riesgo de caída. (Da Silva, 2009; Pellicer et al., 2013;
Rodriguez‐Molinero et al., 2015). A modo de reflexión nos gustaría exponer que el
uso de ayudas técnicas en la deambulación (andadores, bastones, muletas, etc)
por lo general se aplica en personas que ya tienen un problema en la movilidad y
que el uso de estos dispositivos tiene como objetivo aumentar la independencia y
la seguridad del paciente, principalmente previniendo las caídas. Los datos nos
hablan de un riesgo añadido, generado por el mal uso de estos dispositivos, por lo
que consideramos que el objetivo no debería ser tanto la eliminación, sino el hacer
un buen uso de ellos para que cumplan correctamente con su función de
seguridad y ayuda en la deambulación.
6.2.3. Caídas y factores relacionados con la convivencia en la residencia.
Al analizar la frecuencia de las caídas de los residentes con la frecuencia en
las visitas de los familiares y el tipo de relaciones que se establece con ellos, no
hemos podido establecer una relación significativa entre éstas y el hecho de que
el anciano sufra más o menos caídas, pero podemos señalar que son los ancianos
que reciben visitas de forma más regular, semanalmente, los que presentan más
frecuencia de caídas, y los que no reciben visitas, los que presentan menor
frecuencia. Aunque todas las categorías (semanal, mensual, trimestral) se mueven
en un estrecho margen. Con respecto a si el tipo de relación que se mantiene con
los familiares influye en la posibilidad de caer o no, tampoco se ha podido inferir
una relación significativa. El porcentaje más alto de la caídas corresponde a
aquellos residentes que salen fuera de la residencia de forma ocasional con sus
familiares, por lo que consideramos que el mayor riesgo de caída para esta
categoría puede estar más condicionado por el mayor grado de movilidad que
presentan estos residentes y no tanto por el tipo de relación con los familiares, ya
que los ancianos con mayor deterioro físico, psíquico o funcional tienen más
dificultad para abandonar la institución por su estado de salud.
La relación (persona/profesionales) que se establece entre los ancianos
residentes en la institución y el personal que trabaja en la misma y se hace cargo
de la atención de las necesidades de estos, infieren en el riesgo de caídas de la
DISCUSIÓN. 203
siguiente forma; los dos grupos de ancianos que manifiestan tener una relación
considerada como estrictamente necesaria o buena relación no buscada,
comparten datos muy similares a los porcentajes de caídas 27,1% y 27,8%;
respectivamente, el grupo de residentes que más caídas sufren son aquellos que
revelan tener una relación buena con el personal sanitario, por contra, los que
clasifican su relación como mala, son los que menos riesgo de caída tienen.
La relación que se establece entre residentes y su correspondencia con las
caídas nos lleva a inferir una asociación significativa entre tener relaciones
conflictivas de forma habitual con otros residentes o relaciones sólo por
necesidad/disconformidad y mayor riesgo de caída.
La clasificación de las relaciones entre todos los agentes sociales (residentes‐
personal‐familia) que forman parte de las relaciones profesionales y humanas
dentro de la residencia, resulta de una complejidad tal, que la obtención de
porcentajes sobre determinados aspectos, como son las caídas en nuestro estudio,
nos informa de una realidad parcial, pero no identifica las claves cualitativas para
entender de forma más completa e integral esos datos, por este motivo resulta
fundamental realizar estudios como el de Gómez, en el que desde el análisis de
los discursos de los distintos agentes sociales (incluida en esta categoría a la
organización de la propia institución, que interactúa teniendo como eje central al
anciano), se describe todo un entramado de relaciones donde los roles asumidos o
asignados a los residentes, van a venir determinados por cuestiones de tipo
funcional como el grado de autonomía en las actividades, la posibilidad de salir
sin supervisión de la residencia o el hecho de recibir visitas de familiares e incluso
salir de la residencia con ellos (Gómez, 2016).
Ante este tipo de reflexiones, consideramos necesario que en el futuro,
esperemos más inmediato, se plantee la necesidad de trabajar desde la
perspectiva de la teoría de la complejidad en los ámbitos sociosanitarios, donde
las relaciones causa‐efecto lineal con carácter predictivo, pasarían a un modelo en
el que podemos encontrar entre otras características, la no linealidad, lo que nos
debe preparar para no esperar lo esperado. Las relaciones dinámicas entre los
elementos del sistema que a su vez retroalimentan el comportamiento de las
mismas, junto con las fluctuaciones y perturbaciones tanto externas como
204. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
internas, pueden influir en los estados de salud de la persona (Betancourt y
Ramis, 2010).
6.2.4. Caídas y factores de salud
El progresivo envejecimiento de la población que se ha producido en
nuestro país durante todo el S.XX y que es una realidad actual, no solo ha
modificado la sociedad, sino también las causas de la enfermedad y la muerte en
la población, dando lugar a lo que los expertos denominan transición demográfica
y epidemiológica.
Las patologías crónicas, dominan en la actualidad el patrón epidemiológico,
y a pesar de que el aumento de la longevidad se constituye como uno de los
factores fundamentales de este cambio, no sería justo afirmar que la población
anciana es la única que sufre esta situación. Según datos de la Encuesta Europea
de Salud (EES), el 45,6% de la población mayor de 16 padece al menos un proceso
crónico, y es precisamente el número de procesos crónicos, lo que sí sufre
importantes aumentos con la edad y el sexo. La prevalencia de pluripatología en
mayores de 65 años se estima en un 5% (EES, 2009).
La presencia de comorbilidades en la población anciana es un claro factor
de riesgo asociado a las caídas; en la gran mayoría de estudios realizados tanto en
ámbito domiciliario como en el institucional, intentaremos establecer la relación
entre las caídas y patologías o problemas de salud presentes en nuestra población
de estudio.
Al analizar la asociación entre diabetes y caídas podemos afirmar que los
ancianos diabéticos sufren más caídas que los que no lo son, este dato se justifica
por la relación que se establece entre Diabetes Mellitus y fragilidad. La
insulinorresistencia se identifica como factor predictor de este problema,
favoreciendo la aparición de sarcopenia y la disminución de la fuerza muscular.
Las alteraciones vasculares a nivel cardiaco, cerebral y periférico generan
cardiopatías isquémicas, deterioro cognitivo y atrofia muscular; también las
neuropatías asociadas a la patología afectan al equilibrio y la función muscular,
entre otros muchos problemas (Chen, Chen, Lin, Peng y Hwang, 2010).
DISCUSIÓN. 205
Los resultados obtenidos en nuestra investigación son similares a los
obtenidos en los estudios realizados por Suelves, donde sobre una muestra de
3247 personas mayores de 65 años no institucionalizados, se estableció que
padecer diabetes guardaba relación estadísticamente significativa con sufrir una
caída, así como lesiones asociadas a la misma (Suelves et al.,2010). También se
identificó una relación significativa entre este problema de salud y el desarrollo
del Síndrome del temor a caer, lo que supone cambios en el comportamiento del
anciano que le llevan a una mayor dependencia y mayor deterioro de la calidad
de vida (Olmos, 2012).
La Hipertensión Arterial (HTA), los problemas osteoarticulares y la
presencia de un cuadro depresivo son variables en las que también se ha podido
inferir una relación significativa estadísticamente con el riesgo de tener una caída,
en la población objeto de nuestro estudio; estas patologías pueden actuar tanto
como factor causa, como de resultado/efecto de la fragilidad (Romero, 2011).
Son numerosos los estudios que han establecido una relación significativa
entre el número de fármacos consumidos y el mayor riesgo de caída, es obvio que
la presencia de patologías crónicas llevará asociado entre otras intervenciones la
prescripción de fármacos para el control de las mismas. La polimedicación o
polifarmacia, es un término que a pesar de ser objeto de numerosos estudios, no
ha establecido un consenso sobre el mismo, ya que las variaciones entre el
número de fármacos consumidos para entrar en esta categoría, desde 2 a 6
medicamentos consumidos, según la distinta literatura científica consultada, lo
que dificulta la confrontación de los resultados (Pellicer et al., 2013; Rodríguez‐
Molinero et al., 2015).
Pero al igual que ocurre con otros factores de riesgo, el número de fármacos
no deja de ser un dato importante de valoración, pero no podemos obviar que la
influencia en las caídas de los fármacos no es solo cuantitativa sino también
cualitativa. Los fármacos antihipertensivos, antidiabéticos y psicofármacos son los
que guardan una mayor relación con el riesgo de caídas por los efectos directos o
secundarios de este tipo de medicación. El aumento concreto en el número de
psicofármacos consumidos establece un relación directa con el riesgo de caída y
provoca un incremento del 0,302 por cada fármaco de este tipo que se consume
(Gómez, 2016). No se pudo llegar establecer esta significación en el estuido de
206. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
caso control de Gimeno Palanca, en paciente polimedicados en el ámbito
residencial, posiblemente por el reducido tamaño de la muestra, pero sí que la
utilización simultánea de tres o más fármacos de estas características en el
anciano duplica el riesgo de caídas de estos frente a los que no los toman
(Palanca, Aguilar, Costa y Alvés, 2017).
Con respecto a la posibilidad de que un estado depresivo aumente la
posibilidad de tener un mayor riesgo de caídas, en nuestra investigación
encontramos que los ancianos que estaban diagnosticados de depresión
presentaron un riesgo dos veces superior a sufrir caídas que aquellos que no
tenían dicho diagnóstico. Autores como Padilla‐Sánchez establecieron una
relación en la presencia de estados depresivos con la fragilidad, sugiriendo que
esta última tiene un factor muy importante en el desarrollo de fragilidad, por lo
que podemos sospechar que está relación contribuye de forma indirecta también
en las caídas (Padilla‐Sánchez et al., 2015).
Por el contrario el análisis bivariable no ha establecido relación significativa
con el riesgo de caídas y las variables incontinencia urinaria y alteración de la
conducta por procesos psicogeriátricos.
Díaz‐Grávalos en el análisis bivariable sobre las características en los
sujetos incluidos en su investigación y su relación con las caídas, no encontraron
significación entre las caídas y la presencia de patología y/o problemas de salud
como la incontinencia, el trastorno depresivo, problemas osteoarticulares o
diabetes entre otros, pero sí que lo hace para el análisis de la variable número de
enfermedades crónicas, lo que nos refleja de nuevo que la comorbilidad supone
un riesgo global mayor de sufrir caídas, que únicamente la suma de las patologías
(Díaz‐Grávalos et al., 2009)
La incontinencia urinaria en relación al riesgo de caídas ha sido demostrada
en investigaciones como el estudio Leicestershire, donde sobre un total de 5474
personas mayores de 70 años que residen en la comunidad, se estableció una
relación positiva entre la incontinencia urinaria (urgencias, estrés) y las caídas,
intuyendo una relación estrecha de la incontinencia con otros dos importantes
síndromes geriátricos como son inmovilidad e inestabilidad en personas que
residen en sus domicilios (Foley et al., 2012). Pero esta conexión entre
incontinencia y caídas no sólo se puede establecer en los entornos domiciliarios
DISCUSIÓN. 207
con ancianos, ya que en el ámbito institucional también hay estudios que nos
muestran esta relación, en algunas de las investigaciones realizadas en entornos
residenciales, la incontinencia se señala como un factor de riesgo para las caídas
recurrentes y de poca gravedad. Las situaciones de alteración de la conducta
como: hiperactividad, vagabundeo, agitación, se relacionan con las caídas de
consecuencias más graves aunque el número de caídas sea más reducido
(Hasegawa, Kuzuya e Iguchi, 2010; Gómez, 2016).
La tipología de incontinencia, el tipo de medida de contención o las
intervenciones planificadas por parte de la institución para paliar su presencia,
pueden resultar elementos fundamentales a tener en cuenta en futuras
investigaciones.
6.2.5 Caídas y escalas utilizadas en el estudio.
208. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
que los ancianos con dependencia total prácticamente no sufrían caídas, tomando
como escala de valoración de la dependencia, el índice de Barthel en ambos
estudios (Fernándes‐Barbosa, Melo, Rodrígues, Oliveira y Pereira, 2013; Gómez,
Aragón y Calvo, 2017).
Pero estos resultados no presentan homogeneidad en las investigaciones en
los entorno residenciales, ya que autores como Da Silva et al (2009) y Díaz‐
Grávalos et al (2009) nos hablan de un mayor riesgo de caídas en ancianos con
mayor dependencia. Igualmente, Sánchez (2014) encontró un elevado número de
caídas en ancianos que su nivel de dependencia era elevado según el índice de
Barthel, y De Araujo et al (2014) infirió los mismos resultados, midiendo el grado
de dependencia con la escala de Berg. Estos datos también han sido obtenidos en
entorno domiciliario, donde los ancianos que presentan mayor riesgo de caídas
son aquellos que tienen más edad, mayor grado de dependencia y están más solos
(Rodríguez‐Molinero et al., 2015).
Al igual que ocurre con otros factores anteriormente comentados estas
diferencias, posiblemente, encuentren relación con la ayuda ofrecida en las
instituciones a todas las personas que presentan algún tipo de limitación en las
actividades de vida diaria, ya que la supervisión o la ayuda en la ejecución de
estas actividades, supondría un importante factor preventivo tanto a nivel
primario como secundario de las caídas. Los residentes que presentan mayor
autonomía, realizan las actividades de forma independiente y en condiciones más
similares a los entornos domiciliarios.
La escala de Tinetti (ha permitido conocer el equilibrio y la marcha de los
ancianos valorados en nuestro estudio), nos confirma que son los ancianos que
obtienen una puntuación más elevada en la misma (y por tanto una mejor
valoración de ambos parámetros), los que más caídas sufren. Sin embargo al
dividir la muestra en dos categorías (riesgo normal/riesgo alto) y analizar su
relación con las caídas, no hemos encontrado diferencia estadísticamente
significativa entre ambos grupos. Estos resultados también son los obtenidos por
Gómez et al (2017) en su estudio, aunque hay que señalar que en esa misma
investigación al comparar la presencia o no de caídas con el resultado obtenido en
la escala de Downton (sin riesgo/alto riesgo), sí que se obtuvo una relación
DISCUSIÓN. 209
significativamente estadística; también Gómez García de Paso (2016), Díaz‐
Grávalos et al (2009) y Da Silva (2009) concluyen que los ancianos que más caídas
sufren son aquellos con mejores puntuaciones en la escala de Tinetti. Las
alteraciones del equilibrio y la marcha en los ancianos institucionalizados han
sido identificadas como factores de riesgo para las caídas en otras investigaciones
aunque no se haya utilizado esta escala de valoración para su medición (De
Araujo et al., 2014).
La valoración del estado cognitivo y su relación con las caídas en nuestra
investigación nos indica una puntuación media del mismo de 17,8±9,93 en
ancianos que sufrieron caídas, y una puntuación media del test de 13,96±10,96
para el grupo que no ha caído, por lo que podemos afirmar que los ancianos con
mayor grado de deterioro cognitivo tienen menos riesgo de caídas. Estudios
recientes del deterioro cognitivo en las alteraciones de equilibrio y la marcha en
ancianos institucionalizados han observado una mayor prevalencia de caídas en
residentes sin deterioro del estado cognitivo, como ocurre en nuestro estudio
(Casas y Martínez, 2011; Díaz‐Pelegrina et al., 2015; Gómez et al., 2017).
Un deterioro cognitivo ya establecido y objetivable en un entorno
residencial suele ser objeto de un mayor control por parte del personal que
atiende al anciano en la institución; los estadios menos avanzados e incluso en
ocasiones, sin diagnóstico definitivo y con mayor autonomía e independencia en
las actividades son los que más riesgo presentan de caída, aspecto que nos invita
a reflexionar sobre las medidas de protección que sería necesario poner en marcha
con este grupo de ancianos que residen en instituciones.
La evaluación de riesgo de caídas relacionada con el deterioro cognitivo,
podría establecerse como un factor predictor de caídas, siempre que se valoren
ambas de forma conjunta (tarea dual) y las tareas elegida tengan la dificultad
suficiente y requieran de ambos sistemas para su ejecución. La mayor reducción
de la velocidad de la marcha en los ancianos con deterioro leve y moderado frente
a los que no presentan alteración cognitiva, ya ha sido demostrada, así como que
las pruebas duales para la valoración de la marcha y el equilibrio presentan
peores valores que las pruebas basales (Nordin, Moe‐Nilssen, Ramnemark y
Lundin‐Olsson, 2011; Theill, Martin, Schumacher, Bridenbaugh y Kressig, 2011).
Recientemente un estudio realizado sobre ancianos residentes en domicilios,
210. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
instituciones y unidades de convalecencia, propuso como objetivo analizar la
relación presente entre los resultados obtenidos en la prueba Stop walking while
talking (SWWT) con valoración clásicas de la marcha y el equilibrio en Geriatría,
como el test de Tinetti y Time up and go, dando unos resultandos donde los
ancianos que detienen su marcha al iniciar la conversación para responder a la
pregunta que se les formula; presentan valores bajos en su capacidad funcional
(índice de Barthel), cognitiva (MEC), movilidad y equilibrio (Tinetti, Timed up
and go), además son de edad más avanzada y necesitan más ayudas técnicas para
la deambulación, dicho estudio indicó que los ancianos con estas características
se concentran en el ámbito institucional (González‐Ávila et al., 2017)
El estado nutricional de la población objeto de estudio y su relación con el
riesgo de sufrir caídas, se ha realizado mediante los datos obtenidos en el test
Mini Nutricional Assessment (MNA). Los resultados no arrojan grandes
diferencias en las puntuaciones obtenidas en test MNA, para los ancianos que han
sufrido caídas y los que no.
El test de valoración nutricional utilizado (MNA) realiza una valoración
global, en una primera parte (cribaje), donde se incluyen datos objetivos como el
índice de masa corporal (IMC), el grado de movilidad o problemas
neuropsicológicos y aspecto subjetivos como pérdida de apetito o dificulta en la
masticación y deglución, pero la mayoría de estudios sobre caídas en residencia
geriátricas que tratan de establecer una relación entre el estado nutricional y el
riesgo de caídas, utilizan como variable el IMC, aunque debemos tener en cuenta
que este parámetro no es excluyente de desnutrición en presencia de patología
como HTA, Insuficiencia cardiaca congestiva o Insuficiencia renal, presentando
también un baja sensibilidad para determinar la distribución de grasa abdominal
o sarcopenia (Ruperto, Gómez e Iglesias, 2016).
Pellicer et al (2013), determinó en su investigación sobre ancianos sin
limitaciones en su autonomía institucionalizados, que los residentes con IMC 26,6
kg/m2 de sobrepreso, tienen más riesgo de sufrir caídas. El estudio Octabaix
aunque no estable una relación directa entre el estado nutricional (medido con
MNA) y el riesgo de caídas, sí que señala que factores como ser mujer, la
polifarmacia y la edad más avanzada, multiplican la aparición del riesgo
nutricional, factores que ya hemos analizado como contribuyentes al riesgo de
DISCUSIÓN. 211
caída (Ferrer et al., 2017), por lo que podemos suponer que las alteraciones del
estado nutricional no solo contribuyen de forma directa en el riesgo de caídas,
sino también indirectamente, al compartir ambas circunstancias, factores de
riesgo comunes para su aparición.
El estudio y análisis de las variables abordadas en esta investigación nos
han acercado a una realidad que, con cada paso, se vislumbra más compleja y a la
que resulta fundamental llegar para poder abordar un problema, que ya
consideramos de Salud Pública, y que en Geriatría y Gerontología se proyecta
como una necesidad fundamental para garantizar la calidad de vida y de
cuidados de los ancianos del S. XXI, por todo esto, es importante que nos
marquemos futuras líneas de investigación, que nos ayudarán a entender de
forma más global este problema.
6.2.6. Futuras líneas de investigación
Con la intención de hacer fortaleza aquello que consideramos debilidad, nos
planteamos que el punto de partida de las futuras líneas de investigación en el
ámbito de las caídas de los ancianos, sean las limitaciones que consideramos ha
podido tener el presente estudio.
El abordaje de las caídas desde una perspectiva cualitativa, resultará
fundamental para entender, que las particularidades del discurso de los ancianos,
nos ayudarán a conocer a un grupo de población que cada día es más numeroso,
pero del que aún nos queda mucho por descubrir. La comprensión de los estilos
de vida derivados de unas historias de vida particulares nos acercarán a una
situación que hasta ahora creíamos que tenía principalmente connotaciones
biomédicas, pero de la que cada vez más asumimos que, los factores sociales,
familiares, personales y afectivos juegan un papel más decisivo en su
manifestación.
Sería fundamental un abordaje del problema de forma temporal, que nos
informe cómo el tiempo de institucionalización puede influir en la aparición de
mayor o menor número de caídas. La inclusión en nuevos estudios del consumo
de fármacos, tanto de forma cuantitativa como cualitativa, nos podría ayudar a
determinar una situación que cada vez más se perfila no sólo como factor de
riesgo, sino como determinante en su incidencia.
212. Mª CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
Abordar las consecuencias de las caídas en la población anciana
institucionalizada en futuras investigaciones, a través de valoraciones cualitativas
y cuantitativas de las consecuencias físicas, psíquicas y sociales de las caídas en
los residentes, nos ayudará a entender y planificar de la forma más adecuada las
intervenciones a corto, medio y largo plazo a tomar tras una caída. Incluso a
plantear programas de prevención de las mismas.
CA
APÍTUL O VII
CO SIONES
ONCLUS S
CONCLUSIONES. 215
CAPITULO VII. CONCLUSIONES
En el este capítulo presentamos las conclusiones más relevantes que se
han desprendido de nuestra investigación.
No podemos afirmar que exista un único patrón descriptivo de caídas en
la población institucionalizada, debido a la gran heterogeneidad existente
en el grupo de población anciana, aspecto que permite identificar distintos
grupos de ancianos según la variable a la que se atienda, existiendo una
gran variabilidad inter e intragrupos. No obstante, algunos factores son
comunes en la mayoría de los casos como; la ausencia o limitaciones leves
en la movilidad y el deterioro cognitivo, las relaciones personales
conflictivas con el resto de residentes, patologías crónicas como la
Diabetes Mellitus, la Hipertensión Arterial o la presencia de problemas
osteoarticulares, pueden constituir un criterio predictor de caídas en este
grupo de población.
La realización de las actividades básicas de la vida diaria de forma
autónoma supone un factor de riesgo asociado a las caídas. La valoración
de la autonomía/dependencia con escalas como el Índice de Barthel nos
permite identificar un mayor riesgo de caídas, en los residentes
clasificados como independientes o con dependencia moderada en este
índice.
Siguiendo los criterios del test de valoración cognitiva Mini Examen
cognoscitivo (MEC), los ancianos con deterioro cognitivo leve o moderado
presentan un mayor riesgo de sufrir una caída que aquellos con deterioro
cognitivo grave.
La presencia de estados depresivos en los residentes de las instituciones
sociosanitarias se relaciona con una mayor presencia de caídas en los
mismos.
La Hipertensión Arterial, la Diabetes Mellitus, los problemas
osteoarticulares y la presencia de cuadros depresivos son patologías
crónicas que se han identificado como predisponentes para un mayor
216. Mº CARMEN GARCÍA SÁNCHEZ
número de caídas en los ancianos institucionalizados, quedando fuera de
esta relación la incontinencia y las alteraciones de conducta por procesos
psicogeriatricos.
Los ancianos institucionalizados por causas de origen social tienen un
riesgo mayor de sufrir caídas que aquellos en los que el ingreso en la
institución fue por motivos de salud.
Los residentes con clasificación de dependencia de Grado I o leve, según la
Ley de Promoción de Autonomía Personal y Atención a la Dependencia
(LAPAD), son los que más caídas sufrieron a pesar de ser el grupo menos
numeroso.
Las relacionas personales definidas por los ancianos, como malas o
conflictivas con el resto de residentes, implican un mayor riesgo de caídas;
por el contrario, los residente que clasifican como mala su relación con los
profesionales de la institución que ayudan a su cuidado son los que menos
caídas sufren.
No se ha podido identificar el estado nutricional, como factor predictor de
caídas en ancianos institucionalizados, tomando como instrumento de
medida el test MNA (Mini Nutritional Assessment).
La ausencia de utilización de medidas de contención, acorde con una
mayor autonomía y grado de movilidad, se relaciona con un riesgo más
elevado de sufrir caídas.
Los ancianos institucionalizados que han obtenido valoraciones
moderadas en el test de Tinetti, y gozan de condiciones adecuadas para la
marcha y mantenimiento del equilibrio, son los que más caídas han
tenido.
El mantenimiento de un nivel elevado de autonomía en las personas
ancianas institucionalizadas, supone una circunstancia muy positiva para
la persona por las implicaciones en su calidad de vida, pero a su vez,
representa un claro factor de riego de sufrir caídas en este grupo de
población.
CAP
PÍTULO
O VIII
BIBL
LIOGRA
AFÍA
BIBLIOGRAFÍA. 219
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CAP
PITULO
O IX
ANEX
XOS
ANEXOS. 251
CAPITULO IX. ANEXOS
Índice de Barthel. Actividades Básicas de la Vida diaria.
ANEXOS. 253
Mini Examen Cognoscitivo (MEC)
ANEXOS. 255
Test de Tinetti.
ANEXOS. 257
Mini Nutritional Assessment. (MNA