0% encontró este documento útil (0 votos)
147 vistas12 páginas

Josué

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 12

TEMA II.

LIBRO DE JOSUÉ

BIBLIOGRAFÍA: L. ALONSO SCHÖKEL, Josué y Jueces (Madrid: Cristiandad, 1973); A.


GONZÁLEZ LAMADRID, Las tradiciones históricas de Israel (Estella: Verbo Divino, 1993); M.
NAVARRO PUERTO, Los libros de Josué, Jueces y Rut (Barcelona-Madrid: Herder-Ciudad
Nueva, 1995); J. M. SÁNCHEZ CARO (ed.), Historia, Narrativa, Apocalíptica (Estella: Verbo
Divino, 2000); F. VARO, Antiguo Testamento: Libros Históricos (ISCR, Pamplona, 2002); J. L.
SICRE DIAZ, Josué (Comentario teológico y literario del AT; Estella: Verbo Divino, 2002); M.
A. TÁBET, Introducción al Antiguo Testamento. I. Pentateuco y Libros Históricos (Madrid:
Palabra, 2004); P. ABADIE, El libro de Josué. Crítica histórica (Cuadernos Bíblicos 134; Estella:
Verbo Divino, 2006).

El libro de Josué narra la ocupación de la tierra prometida por el pueblo de


Israel. Así, cierra el ciclo iniciado con las promesas hechas a los patriarcas
completa el relato del Pentateuco, pues sin él la promesa de la tierra habría sido
vana y la salida de Egipto una condena a la vida mísera del desierto. Por otro
lado, la entrada de Israel en Canaán constituye el prólogo de la historia de Israel
en su propia patria, una historia que, tras los períodos de los jueces y de la
monarquía, primero unida y luego separada, terminará cuando el destierro de
Babilonia ponga fin a esta posesión de tierra que se inicia en el libro de Josué. Así
se comprende la división de opiniones a la hora de adjudicar este libro a algún
conjunto literario mayor: para unos, forma una unidad con el Pentateuco, hasta el
punto de hablar de un Hexateuco. Según esta opinión, en este libro se
encuentran las mismas fuentes o tradiciones que en el Pentateuco. Para otros, no
hay que hablar de Pentateuco ni de Hexateuco, sino de Tetrateuco: el relato
comenzado en el Génesis concluiría en el libro de los Números. El Deuteronomio
sirve de prólogo a la gran «historia deuteronomista», que comenzando en el libro
de Josué, discurre por los libros de Jueces, Samuel y Reyes.

El libro de Josué toma su título del personaje bíblico Josué, a quien se


encuentra profundamente vinculada la conquista de la tierra de Canaán. El
nombre Josué significa «Yahvé es salvación» y le fue impuesto por Moisés,
cambiándole el original Hošea ([;vuAh), como el profeta del AT, por un nombre
teofórico, es decir, que contiene en sí una abreviatura del tetragrama Ješua ([;vuAhy>
cf. Nm 13,8.16). En el elogio que hace de los patriarcas, el Sirácida inicia su
alabanza a Josué con las siguientes palabras: «Esforzado en la guerra fue Josué,
hijo de Nun, sucesor de Moisés como profeta; él fue, de acuerdo con su nombre,
grande para salvar a los elegidos del Señor; para tomar venganza de los enemigos
que surgían e introducir a Israel en su heredad» (Si 46,1). Josué acompaña a
Moisés desde su juventud (Nm 11,28), siéndole siempre fidelísimo colaborador.
Algunos acontecimientos destacados de su vida: victoria contra los amalecitas en
Refidím (Ex 17,8-15); presencia junto a Moisés en el Sinaí (Ex 24,13; 32,17);
participación en la expedición de reconocimiento de la tierra de Canaán (Nm
14,6.38); pacificador de la rebelión contra Moisés después de la exploración de la
tierra (Nm 13,30; 14,6-9.36-38); conquista de Canaán como jefe del pueblo,

211
misión que le confió Moisés mediante un rito solemne siguiendo las órdenes de
Yahvé (Nm 27,15-23); recibió, como Caleb, la garantía divina de que entraría en
la tierra prometida, debido a su decidida toma de posición junto a Caleb a favor
de la conquista, por la fe en la ayuda de Yahvé, en oposición a los demás
exploradores que desanimaban la realización de la empresa (Dt 1,36-38). Su
protagonismo principal queda claro porque es el primero en tomar la palabra (Jos
1,2-9) y quien pronuncia también el último discurso (Jos 24,2b-13). Palabra que
ordena, anuncia y promete (discurso inicial) y palabra que hace balance de los
beneficios divinos remontándose a un pasado remoto (discurso final). Entre esas
dos importantes intervenciones, Dios no deja de hablar marcando el ritmo de los
acontecimientos (cf. Jos 3,7-8; 4,2-3.16; 5,2.9; 6,2-5; 7,10-15; 8,1-2.18; 10,8;
11,6; 13,1-7; 20,1-6), especialmente con sus órdenes o promesas (Jos 13,6). Josué
es quizá el personaje más extraño de toda la Biblia Hebrea, aunque sólo sea por
no tener mujer ni hijos. Tampoco Jeremías se casó; pero se debió a una
experiencia personal, justificada en nombre de Dios. De Josué no se cuenta nada
por el estilo.

Todos los autores están de acuerdo en que el libro de Josué es el que ofrece
más puntos de contacto con el Deuteronomio, incluso más que los otros libros del
Pentateuco. Ya desde el principio, la referencia a la muerte de Moisés implica una
mirada al final del Dt, donde se cuenta. Este comienzo no se entiende
plenamente por sí solo. Y el discurso de Dios que abre el libro parece una
adaptación y desarrollo del que tiene Moisés a Josué en Dt 31,7-8; por otra pare,
la formulación de los versos 3-4 es casi idéntica a Dt 11,24-25a, cuando Dios dice
a Moisés: «Todo lo que pisen vuestros pies será vuestro; se extenderán vuestras
fronteras del Desierto al Líbano, del Río (Éufrates) al Mar Occidental». Otra
tradición parecida a propósito de las fronteras la tenemos en Dt 1,6-8. Los puntos
de contacto entre ambos libros se pueden agrupar en tres apartados:

a) Temática, en lo que respecta a la promesa de la tierra y el exterminio de los


enemigos (Jos 1; 11,23; 21,43-45); a la fidelidad a la alianza y observancia de la
ley (Jos 1,7-8; 23,6); y a la idolatría (Jos 23-24).

b) Protagonistas, sobre todo Josué que ya se anunciaba en Dt 3,28 («él pasará al


frente de ese pueblo y él les repartirá la tierra») y en Dt 31,23 se anticipa la
actitud que debe adoptar («Sé fuerte y valiente, que tú has de introducir a los
israelitas en la tierra que he prometido»). A lo largo del libro se subraya la
continuidad con Moisés, estableciendo otro punto de unión con el Deuteronomio
(cf. Jos 1,5.17; 3,7; 4,14; 5,13-15; 11,15.23). Pero también, otro protagonista
clave es el pueblo y sobre todo las tribus de Transjordania (las únicas a las que se
dirige Josué antes de cruzar el Jordán, cf. Jos 1,12-18; las únicas que se mencionan
por su nombre en el momento de atravesar el río, cf. Jos 4,12-13, que reaparecen
en el momento del reparto, recordando el territorio que recibieron, cf. Jos 13, y se
las despide al final, dedicándoles un largo capítulo, cf. Jos 22). Este papel tan

212
importante de las tribus de Transjordania empalma con Dt 3,12-13.18-20 y lo
desarrolla. Finalmente, Caleb, único individuo de relieve en el libro de Josué (cf.
Jos 14,6-15; 15,13-20), también aparecía en Dt 1,36, donde se anticipa lo que
ocurrirá más tarde.

c) Acciones concretas, sobre todo la conquista y reparto de la tierra.


Lógicamente, ninguna de estas dos cosas está mandada en la parte legal del
Deuteronomio. Pero otras acciones contadas en Josué sí aparecen como
cumplimiento de algún que otro aspecto de la ley deuteronómica o de otras partes
del libro. Así la manera de tratar a los pueblos enemigos, desde Jericó (Jos 6,21)
hasta la última campaña del Norte, supone el cumplimiento de la ley del anatema
en Dt 20,16-18; la conducta con el rey de Ay (Jos 8,29) y los cinco reyes colgados
(Jos 10,26-27) sigue la norma de Dt 21,22-23; la ceremonia del monte Ebal (Jos
8,30-35) sigue la orden dada en Dt 27,2-8; y la elección de ciudades de asilo (Jos
20) se hace en cumplimiento de Dt 19,1-2.7-9.

Estos datos confirman la estrecha relación entre Josué y el Deuteronomio. Lo


mínimo que puede decirse es que el libro ha experimentado una profunda
reelaboración deuteronomista. Sin embargo, ¿reflejan todos estos textos la misma
mentalidad? En el discurso inicial de Dios a Josué (Jos 1,2-9) se advierten dos
mentalidades distintas a propósito de la conquista. Al principio (Jos 1,6), el éxito
parece incondicionado, la única obligación de Josué es pasar a apoderarse de la
tierra. Sin embargo, a partir de Jos 1,7 el éxito se condiciona al cumplimiento
estricto de la ley, con referencia expresa al «libro». Comparada con la primera
postura, esta segunda implica un toque de atención; sugiere que todo puede
fracasar si no se cumple la voluntad de Dios. Algo parecido encontramos al final
del libro. En Jos 21,43-45 se resume toda la conquista con enorme optimismo y
sin el menor temor para el futuro. En cambio, el discurso de despedida de Josué
(Jos 23) aprovecha esa misma idea del cumplimiento de la promesa para advertir
sobre la posibilidad del castigo, que puede provocar la pérdida de esa tierra buena
que el Señor acaba de conceder (Jos 23,14-16).

1. Texto y género literario

Entre el texto masorético (TM) y la traducción de los Setenta (LXX),


considerada la más antigua de las versiones, existen notables diferencias, que no
se pueden explicar por simples fallos ni por inevitables libertades del traductor. A
veces, el texto griego presenta grandes textos añadidos; en otras ocasiones
presenta un texto más breve que el hebreo evitando lo que parece que son incisos
o repeticiones innecesarias. En consecuencia, ¿cuál de los dos textos es
preferible? A finales del siglo XIX, cuando comienza a estudiarse detenidamente
el tema, WILHELM HOLLENBERG (1876) y AUGUST DILLMANN (1886) se
muestran partidarios del TM. Pero, en 1900, SCOTT STEUERNAGEL se inclina a
considerar más antigua la versión de los LXX. Y en 1914 defiende SAMUEL

213
HOLMES, tras estudio pormenorizado, que el texto de los LXX se basa en un texto
hebreo distinto y más antiguo del que ahora tenemos. Sin embargo, MARTIN
NOTH, en su comentario (1938 y 1953), mantiene que las versiones antiguas,
incluidos los LXX, sólo condenen pocos detalles más antiguos que el TM actual,
mientras que en la mayoría de los casos tienden a igualar y simplificar. Entre estas
dos posiciones enfrentadas se mueven los autores sin haber llegado a un acuerdo.

De acuerdo con su finalidad, el libro de Josué no pretende trazar un relato


completo de la conquista, de hecho, el libro, en cuanto tal, no permite reconstruir
de modo detallado el desarrollo de los acontecimientos de este período. Así, por
ejemplo, episodios históricamente importantes pero teológicamente poco
significativos, se tratan de un modo sumario, como por ejemplo, la conquista del
sur de Canaán (Jos 10,28-43) o la del norte (Jos 11,1-15). Tampoco se precisa
cómo penetraron los israelitas en el centro de Canaán, etc. A menudo, la
concatenación cronológica de los acontecimientos se expresa de un modo vago,
con fórmulas como «entonces», «en aquel tiempo» y otras similares (Jos 5,2; 6,26;
8,30). Por otra parte, existe una fuerte tensión narrativa: si, por un lado, el relato
produce la impresión de que la conquista fue una acción rápida, por otro,
diferentes indicaciones forjan la idea de una conquista parcial y lenta (Jos 13,1-6),
marcada por derrotas. Josué, de hecho, no consiguió adueñarse de ciudades como
Jerusalén (Jos 15,63), Guézer (Jos 16,10) o las ciudades fortificadas de la llanura
de Esdrelón (Jos 17,12). De esto, resulta claro que el redactor del libro no intentó
en su narración una finalidad simplemente histórica; buscó, más bien, ofrecer una
recopilación de algunos acontecimientos de la conquista, vistos desde el punto de
vista religioso con una finalidad: demostrar que todo había sucedido gracias a la
fidelidad de Yahvé a sus promesas. Es Yahvé quien domina la escena del libro,
desde el principio hasta el final: es Él quien combate a favor de su pueblo para
conducirlo a la posesión de la tierra prometida a los patriarcas. Con frecuencia se
destaca esta fidelidad de Yahvé a su palabra con expresiones como: «Yo estoy
contigo» (Jos 1,5.9; 23,3.10). Esta fidelidad de Dios se mostró favorable a Israel
gracias a que Josué, por su parte, mantuvo fielmente los compromisos de la
alianza, actuando como Dios le había dicho (Jos 1,6-9). La alianza entre Dios e
Israel se convierte así en el verdadero hilo conductor de la narración,
encontrando este tema su momento más elevado en la conclusión del libro (Jos
24,1-28). Por este motivo, el libro adquiere en su desarrollo los tonos propios de
una epopeya, género literario en el que más habitualmente se clasifica la obra y
que se caracteriza por resaltar el aspecto prodigioso de los hechos, por el uso de
un lenguaje enfático e hiperbólico, por dejar de lado detalles banales, suprimir
factores humanos que ciertamente contribuyeron al éxito de la conquista, por la
preocupación del autor por acentuar la acción divina durante la conquista, etc.

2. Estructura y plan de la narración

El libro de Josué relata cómo se realizó la promesa divina a Abrahán sobre la


posesión de la tierra prometida. Esta finalidad queda puesta de manifiesto en el

214
esquema del libro, en el que dos textos (Jos 1,1-9 y 21,43.45) están relacionados
entre sí según la dialéctica promesa-cumplimiento y funcionan como polos
extremos de una inclusión que nos ayuda a leer bajo aquélla todo el libro. Así
todo el proyecto narrativo tiene como objeto poner en evidencia que el
cumplimiento de la promesa divina sobre la posesión de Canaán se realizó gracias
a una constante y extraordinaria providencia de Dios. Con respecto a la
estructura, hay un detalle que llama la atención. El libro comienza con tres
discursos: de Dios a Josué (Jos 1,1-9), de Josué a las autoridades (Jos 1,10-11) y de
Josué a las tribus de TransJordania (Jos 1,12-18). Y termina también con tres
discursos de despedida: de Josué a las tribus de Transjordania (Jos 22), de Josué a
las autoridades (Jos 23) y de Dios al pueblo a través de Josué (Jos 24). Aunque la
equivalencia no es perfecta, ya que no se puede establecer un paralelismo exacto
entre los alguaciles de Jos 1,10-11 y todas las autoridades de Jos 23, tenemos la
impresión de que el libro está muy bien estructurado, al menos en su redacción
final. Estos datos y otros parecidos han movido a ciertos autores a proponer una
estructura concéntrica (cf. GEOFFREY CUMBERLEGE, HANS MÖLLER, YEHUDA T.
RADDAY). Así, el libro de Josué se organizaría de la siguiente manera:

A PRÓLOGO (Jos 1)
- Orden de pasar el Jordán y conquistar Canaán
- Condición: fidelidad al Señor
- Colaboración de las tribus de Transjordania
B CONQUISTA DE LA TIERRA (Jos 2-12)
- Exploración de Jericó (Jos 2)
- Paso del Jordán (Jos 3-4)
- Celebración Pascua y teofanía (Jos 5)
- Toma de Jericó (Jos 6)
- Conquista de Ay (Jos 6-7)
- Engaño de los gabaonitas y pacto (Jos 9)
- Coalición de 5 reyes, victoria Gabaón, conquista de ciudades meridionales (Jos 10)
- Coalición de reyes del norte, victoria israelita (Jos 11)
- Reyes vencidos a los dos lados del Jordán (Jos 12)
B’ REPARTO DE LA TIERRA (Jos 13-21)
- Preámbulo: tierras por conquistar (Jos 13, 1-7)
- Heredad de las tribus de Transjordania (Jos 13, 8-33)
- Heredad de las tribus de Cisjordania (Jos 14-19)
Preámbulo
Heredad de las grandes tribus
Heredad de las tribus menores
- Complementos del reparto (Jos 20-21, 1-42)
A’ CONCLUSIÓN (Jos 22-24)
- Establecimiento de las tribus de Transjordania (Jos 22)
- Últimas recomendaciones de Josué al pueblo (Jos 23)
- Renovación de la alianza en Siquem (Jos 24)

215
Las palabras de Dios son tan fundamentales que HENDRIK JACOB KOOREVAAR
las convierte en elemento estructurante del libro hablando de cuatro iniciativas
divinas: 1) cruzar (Jos 1,1-9); 2) conquistar Jericó (Jos 5,13-6,5); 3) dividir la
tierra (Jos 13,1-7); 4) asignar ciudades de refugio (Jos 20,1-6). En realidad, las
palabras divinas no sólo marcan los momentos capitales, sino también otros
aparentemente menos importantes: elección de piedras para el monumento de
Guilgal (Jos 4,2-3), circuncisión (Jos 5,2), pecado de Acán (Jos 7,10-15),
campaña de Ay (Jos 8,1-2), campañas del sur y del norte (Jos 10,8; 11,6), incluso
con órdenes concretas sobre los carros y caballos (Jos 11,6).

3. Mensaje teológico del libro

El libro de Josué presenta un marco teológico a partir del cual se entiende el


mensaje total del libro. Este marco teológico está formado, como vimos, por los
Jos 1 y 22-24. Estos capítulos, junto con algunos pasajes intercalados en el cuerpo
del libro (cf. Jos 12; 21,43–22,6; 23), presentan el punto de vista teológico del
autor deuteronómico. MOSHE WEINFELD afirma que los aspectos fundamentales
recogidos en Josué son: 1) La promesa de la tierra, que implica el exterminio de
los enemigos; el tema de la promesa aparece sobre todo en Jos 1, pero también en
otros momentos, principalmente cuando se insiste en el cumplimiento; y el del
exterminio de los enemigos acompaña las distintas conquistas (Jericó, Ay,
campañas del sur y del norte); 2) fidelidad a la alianza y observancia de la ley, en
el discurso inicial de Dios a Josué y en los dos discursos de despedida; 3) el tema
de la idolatría adquiere una importancia capital en los dos discursos finales,
aunque con matices distintos. Estos aspectos fundamentales guardan relación
íntima con los acentos teológicos del libro que pueden ser sintetizados como
sigue:

* La tierra es el compendio de todos los bienes. El libro de Josué lleva a


cumplimiento la promesa de la tierra hecha por Dios a los patriarcas y a Moisés
(Jos 1,3.6.11.13.15; 23,5.14) y también el camino del éxodo constituido por la
trilogía «Egipto-desierto-tierra». Esta tierra es un don que viene del Señor: Dios
está con Josué (Jos 1,5; 6,27), al cual entrega el país (Jos 2,24; 6,2.16); Él
combate a favor de Israel (Jos 6,1-20; 23,3-10), derrotando a los enemigos (Jos
10,10). Él hace que cada uno pueda tener una parte de la tierra, siempre para
demostrar su fidelidad a las promesas (Jos 21,43-45).

* Ahora bien, este don divino es condicionado: exige la fidelidad de Josué (Jos
1,6-9) y del pueblo a la palabra dada a Moisés (Jos 1,7-9; 22,5; 23,6). El valor
supremo de la tierra está relacionado con el valor también supremo de la
adhesión incondiconal al Señor. Si Israel se aparta del Señor, el mismo Dios que
les entregó la tierra, los expulsará de ella. Para evitarlo, hay que huir de la
contaminación con los cananeos. Por eso, es absolutamente necesario no
mezclarse con ellos, sino exterminarlos. De esta forma, implícitamente está
explicado el destierro: Israel no acabó con los cananeos, se mezcló con ellos, se

216
dejó contaminar, y el Señor lo expulsó de la tierra. Si Israel sueña de nuevo con
volver a su tierra, debe mantenerse fiel al Señor, no manchándose con la idolatría
entre la que por fuerza tiene que vivir.

* Al final, todo termina bien. A pesar del incidente de Ay (Jos 7) toda la


experiencia narrada por el libro subraya la gran fidelidad de Israel al Señor. Éste es
el secreto de la llegada y la ocupación de la tierra y la causa de la pérdida de la
misma que ha llevado, con el tiempo, al exilio en Babilonia. Dios cumple sus
promesas porque el pueblo cumple su parte en el compromiso de la alianza. Para
que el pueblo cumpla su parte, se requiere un líder que viva de acuerdo con la
voluntad de Dios y merezca ser obedecido y emulado. Como Moisés ya había
cumplido tales requisitos, el liderazgo de Josué aparece como copia del de Moisés.

JOSUÉ MOISÉS

Manda exploradores a la tierra prometida


Envía espías a explorar el país (Jos 2,1-24)
(Nm 13,1-33; Dt 1,20-29)

Atraviesa el Mar de los juncos


Atraviesa el Jordán (Jos 3,7-17)
(Ex 14,15-31)

Celebra la Pascua, una vez entrados en la tierra Celebra la Pascua antes de iniciar la salida de
(Jos 5,10-12) Egipto (Ex 12-13)

El Señor se le manifiesta en Jericó y le pide que En el Sinaí Dios se le manifiesta y le ordena


se descalce (Jos 5, 13-15) que se descalce (Ex 3, 1-6)

Guía al pueblo a la conquista iluminado Durante el camino es guiado


por la Palabra de Dios (Jos 1, 5-9) por la palabra de Dios (Ex 16-17; Nm 10-36)

Intercede ante el Señor a favor del pueblo que Intercede varias veces a favor del pueblo que
ha pecado (Jos 7, 6-9) se rebela (Ex 15, 25; 32, 11-14; etc.)

Durante una batalla alza la lanza al cielo En batalla, extiende el bastón hacia el cielo
para invocar la victoria (Jos 8, 14-27) para obtener la victoria (Ex 17, 8-16)

Invoca al Señor para que se pare el sol y Ora para obtener la victoria contra
favorezca la victoria (Jos 10, 10-14) Amalek(Ex 17, 8-16)

Preside la renovación de la alianza entre Dios y Es el mediador entre Dios y el pueblo en la


el pueblo (Jos 24, 1-28) alianza (Ex 19-24; 32-34)

217
Muere silenciosamente a los 110 años
Muere en soledad a los 120 años sobre el
(Jos 24, 29-31)
monte Nebo (Dt 34)

Los israelitas sepultan los huesos de José, Moisés toma consigo los huesos de José (Ex
cerrando simbólicamente la experiencia del 13, 19) cumpliendo lo pedido por el patriarca
éxodo (Jos 24, 32) (Gn 50, 24-25)

* Encontramos una exhortación a la esperanza. Para un pueblo que ha perdido


la tierra y su unidad, la aventura de Josué (Jos 1-21) es promesa y garantía de que
Dios pueda todavía testimoniar su fidelidad haciendo volver a su pueblo a la
tierra de Canaán. La gran asamblea de Siquén (Jos 24) se convierte en imagen de
un pueblo que encuentra su unidad de fe en torno a la alianza con el Señor,
vivida en la línea de «servir a Yahvé», abandonando toda forma de idolatría.

* Otro valor importante para el redactor deuteronomista es la unidad del


pueblo. Procura borrar todas las diferencias entre las tribus. El gran Israel siempre
actúa como un solo hombre. Si se mencionan las tribus de Transjordania, es para
subrayar su participación en la conquista al lado de sus «hermanos». Es una lucha
desesperada por salvar el sentimiento de unidad nacional del pueblo destrozado y
disperso.

4. Problemas morales que plantea el libro

De los diversos problemas que plantea el libro, son dos los que más llaman la
atención: las relaciones con los paganos y el anatema (herem). El libro es, en gran
parte, una exaltación de la guerra de conquista (guerra santa), del asesinato de
unos habitantes que parecen vivir tranquilos en su tierra sin atacar nunca a los
israelitas antes de que ellos los ataquen. Una guerra que culmina con el
exterminio de gran parte de la población. Estos problemas no sólo afectan al
lector moderno. También el AT refleja la preocupación por el tema. Los
numerosos textos que intentan justificar la derrota y aniquilamiento de las
poblaciones autóctonas parecen nacidos de la mala conciencia y de la necesidad
de explicar algo que ningún pueblo antiguo ni moderno acepta fácilmente.

4.1 Las relaciones con los paganos

La dureza del libro en este punto no puede ser mayor. Lo menos que puede
ocurrirles a los pueblos paganos es ser ignorados. En el discurso inicial de Dios ni
siquiera se los menciona, aunque la fuerza principal recae en sus tierras, que
perderán a favor de Israel. Los pueblos paganos quedan insinuados
indirectamente en las palabras «mientras vivas nadie podrá resistirte» (Jos 1,5).
Son símbolo de oposición y están condenados al fracaso desde el comienzo. La

218
relación con ellos será inevitablemente de enfrentamiento. Por eso los de
Transjordania deben pasar el Jordán «bien armados» para ayudar a sus hermanos.
El paso del Jordán no será puente de unión de dos mundos sino guerra declarada
de Israel a los habitantes de Canaán. La escena siguiente demuestra que las
relaciones son malas desde el comienzo. Josué no intenta dialogar con el rey de
Jericó, envía espías; y el rey responde con la misma moneda, intentando
capturarlos. Sólo la figura de Rajab queda a salvo, pero por haberse portado bien
con los espías. Rajab es la excepción. En la ficción deuteronomista, Israel y los
paganos están abocados a luchar. Los paganos se sienten inicialmente
desanimados (Jos 2,11; 5,1), temerosos como los habitantes de Jericó, encerrados
dentro de sus murallas (Jos 6,1). Más tarde emprenderán la contraofensiva tanto
en el Sur (Jos 10,1-5) como en el Norte (Jos 11,1-5). Pero, en la perspectiva del
libro, no luchan por el placer de luchar (como hará más tarde el amonita Najas al
sitiar Yabés de Galaad: 1 Sm 11), sino aterrorizados ante lo que les espera: la
misma fortuna que a Jericó y a Ay.

El lector moderno puede consolarse con el episodio de los gabaonitas: todo


habría sido distinto si los paganos hubieran intentado el diálogo con Israel, pactar
con ellos, aunque fuese engañándolos. Pero esta lectura no encajaría en la óptica
deuteronomista. Los pueblos paganos no deben salvarse, deben desaparecer. Si
alguno se salva es porque engaña. Pero el ideal no es dejarse engañar. Y así
llegamos al festival de muerte y destrucción que es Jos 10. Después de ajusticiar a
los cinco reyes, se pasa a cuchillo a la población de Maqueda, Libna, Laquis,
Eglón, Hebrón y Debir. Con un toque de orgullo, el autor saca balance de su
relato: «No quedó un superviviente». Lo mismo se contará, aunque con menos
detalles, en la campaña del norte: «Josué se apoderó de todas aquellas
poblaciones y sus reyes; los pasó a cuchillo, consagrándolos al exterminio» (Jos
11,12). «Sólo pasaron a cuchillo a las personas, no dejando una viva» (Jos 11,14).
El que estos relatos sean históricos o ficticios es indiferente desde el punto de
vista moral. Se presenta como algo bueno, querido por Dios, el asesinato masivo
de las poblaciones. Y que nadie diga que la sensibilidad del hombre antiguo no es
la nuestra. Un hombre antiguo, el autor de Jonas, tenía una idea muy distinta de
Dios. Su Dios es incapaz de aniquilar al pueblo más cruel, los ninivitas, porque, en
el fondo, «no saben distinguir la derecha de la izquierda» (Jon 4,11).

El mensaje del libro a propósito de los paganos no termina aquí. Aunque hayan
perdido sus tierras, siguen presentes. Y contra ellos advierte de forma notable el
primer discurso de despedida de Josué (Jos 23). En este caso, de forma mucho más
moderada, no se anima a matarlos. Basta defenderse de ellos y de sus dioses no
emparentando con ellos. En lo anterior, como en otras cosas, el libro de Josué
sigue la mentalidad del Dt. El texto clave lo encontramos en Dt 7,1-6.16.22-26:
«Cuando el Señor tu Dios los ponga en tu poder y tú los venzas, los consagrarás
sin remisión al exterminio. No pactarás con ellos ni les tendrás piedad. No
emparentarás con ellos: no darás tus hijos a sus hijas ni tomarás sus hijas para tus

219
hijos. Porque ellos los apartarán de mí para que sirvan a dioses extranjeros...» (Dt
7,1-6). «Devora a todos los pueblos que te entregue el Señor. No tengas
compasión de ellos ni des culto a sus dioses, porque serán un lazo para ti» (Dt
7,16). «El Señor, tu Dios, los entregará ante ti, sembrando en sus hijas el pánico,
hasta destruirlos. Entregará a sus reyes en tu poder, y tu harás desaparecer su
nombre bajo el cielo. No habrá quien se te resista hasta que los destruyas a todos»
(Dt 7,23-24). En estas exhortaciones se advierten enfoques muy distintos, desde
el simple no emparentar hasta el cruel exterminar.

Dejando para el apartado siguiente el tema del exterminio, digamos algo sobre
el no emparentar con los paganos. Que los israelitas (varones y mujeres)
desposaban a hombres y mujeres de otros pueblos no precisa demostración. La
Biblia lo consigna en numerosas ocasiones. Lo típico de los autores de la historia
deuteronomista es que ven en esta práctica un peligro de contaminación
idolátrica. A la larga, los niños darán culto a los dioses de sus madres. La mejor
forma de evitarlo es impidiendo esos matrimonios. En defensa de la mentalidad
deuteronomista podemos aducir que «el culto a los innombrables ídolos es
principio, causa y fin de todos los males» (Sab 14,27). Pero esta afirmación se
puede compaginar con una postura mucho más moderada y comprensiva ante los
paganos, como la que revela el mismo autor del libro de la Sabiduría. Por
desgracia, los deuteronomistas no quedaron solos en su dura perspectiva. El
miedo o desprecio a los paganos revivirá con fuerza durante el siglo V, en tiempos
de Esdras y Nehemías (Esd 9-10; Neh 13,23-28), marcando para siempre al
judaismo. Es un misterio intelectual y teológico que el pueblo que puso las bases
ideológicas de la unidad de la raza humana terminase encerrándose en un gueto.
Las experiencias tan duras de siglos de opresión pueden explicarlo en parte. Pero
lo grave en el caso de los deuteronomistas es que ellos no justifican su teoría en la
conducta brutal de los paganos sino en una imagen concreta de Dios.

4.2 El anatema o herem

Hemos mencionado lo que para nosotros es otro de los lados oscuros: el herem
o anatema. En virtud de él, cada victoria en la guerra santa culmina en el
exterminio de toda la población, incluidos niños y mujeres. Según el libro de
Josué, el anatema fue aplicado sistemáticamente a las poblaciones conquistadas.
El sustantivo herem (~rx, «anatema») se usa 29 veces en el AT, 13 de ellas en el
libro de Josué (12 en relación con Acán). El verbo se usa en 49 ocasiones: 14 en
Josué (6x en Jos 10 y 4x en Jos 11) y 7 en 1 Sm 15. La legislación sobre el
anatema la encontramos en tres casos: 1) en relación con los siete pueblos de
Canaán (Dt 7,2); 2) en el caso de la ciudad apóstata: todos deben morir, incluido
el ganado, los bienes se incendian (Dt 13,13-19); 3) en la ley de la guerra (Dt
20,12-18), donde se distinguen dos casos: a) si se trata de una ciudad lejana, todos
los varones deben morir, pero las mujeres, los niños y el ganado pueden
conservarse como botín (Dt 20,12-15); b) si se trata de una ciudad del territorio
palestino, todos morirán sin excepción (Dt 20,16-18); en la venganza contra los

220
madianitas, donde no se usa la misma raíz, sólo se libran las niñas y las jóvenes
que no han tenido relaciones con varones (Nm 31,1-18). En los tres casos está
claro el peligro religioso.

Para una sensibilidad moderna, especialmente cristiana, resulta escandaloso


que los israelitas maten a hombres, mujeres y niños. Sobre todo, que lo hagan en
nombre de Dios, para cumplir la ley de Dt 20. Como cumplimiento de esta
norma, Josué y su ejército siembran de sangre los campos de Canaán. ¿Cómo se
explica esto? ¿Cómo puede decirse en un libro sagrado que esas matanzas se
realizaron por orden del Señor? Aunque tal institución nunca dejará de herir
nuestra sensibilidad, es de advertir que el anatema era patrimonio común de todo
el mundo semítico antiguo. Siendo una costumbre comúnmente aceptada con
fuerza de ley, los israelitas la tenían como una obligación. Hay tres formas de
buscar respuesta a esta pregunta.

1) Sin intentar defender dicha ley, podríamos decir en su favor que impide que
la guerra se convierta en medio de enriquecimiento. Al deber aniquilarlo todo, la
campaña militar no repercute en beneficio de la tropa ni del pueblo; no aumenta
el número de esclavos, no se apoderan del ganado ni de los tesoros. El
cumplimiento del anatema constituía asimismo un acto supremo de religión: los
soldados sedientos de botín tenían que consagrarlo entero al Señor (Jue 5, 30; 1 S
15). La guerra se convierte así en la salida última, inevitable, ante una situación
extrema. Nunca podrá ser la tapadera de un afán de dominio o de las ventajas
económicas de una minoría. La ley del anatema es lo más opuesto a la antigua y
moderna concepción de «la guerra como negocio y el negocio de la guerra». De
todos modos, esta postura no nos deja satisfechos.

2) La segunda postura afirma que las cosas no ocurrieron como las cuenta el
libro de Josué. La entrada de los israelitas en Canaán tuvo mucho más de
«infiltración pacífica» que de «conquista». Si hubo alguna escaramuza,
predominaron los momentos de convivencia pacífica y de alianzas con los
anteriores habitantes, al estilo de lo que ocurre con los de Gabaón. Es muy posible
que en la conquista de Canaán no se aplicó el anatema con la universalidad y
radicalidad que cuenta el libro de Josué: de hecho, en las condiciones precarias en
que se encontraban no podían destruir sistemáticamente todo el botín. Entonces,
¿por qué cuenta las cosas de ese modo? El libro de Josué está escrito bastante
después de la conquista y desde la perspectiva de la catástrofe. La tierra, esa tierra
conquistada por Josué, ahora se ha perdido. El pueblo de Israel ha construido este
relato épico y ha recordado de modo glorioso su pasado en un momento en que
veía cómo había perdido la tierra. Ha querido exorcizar el presente con la ayuda
del pasado. Se presenta así una visión ideal de la conquista adoptándose un estilo
que tiene entre sus características más importantes la voluntad de embellecer y
exagerar, el género epopeya en el que e no valen medias victorias: o son completas
o no son. ¿Por qué se ha perdido la tierra según esta presentación? La respuesta

221
de la historia deuteronomista es sencilla: por haber abandonado a Dios y haber
servido a los ídolos de los pueblos que nos rodean. Inversamente, a la pregunta:
¿cómo pudo Josué conquistar la tierra?, se contesta: porque no abandonó en
ningún momento al Señor, no se dejó seducir por dioses extraños y aniquiló a
todos los que podían representar un obstáculo para la fe de Israel. El narrador
generalizó las cosas, no para que el Israel de su tiempo las repitiera, que estaba
muy lejos de poder intentarlo, sino para que entendiera que el gran peligro estaba
en la convivencia con los idólatras y el posible contagio de idolatría.

3) La tercera postura aceptaría el hecho histórico del anatema como un


condicionamiento histórico del que no debemos escandalizarnos. Israel (igual que
Moab y otros pueblos) veía el herem como una forma de instaurar el orden en un
mundo caótico, en poder de las fuerzas del mal. En el marco del desarrollo
progresivo de la revelación, esta visión quedará superada por el anuncio de la
paterna misericordia de Dios y del precepto del amor universal (Mt 5,43-48). Esta
mentalidad no ha desaparecido en nuestra cultura. El único error del Dt y de
Josué consistiría en poner en boca de Dios una ley que sólo es fruto del
pensamiento humano. Y es que para Israel, todo lo que era ley, cualquiera que
fuera su origen real, se atribuía siempre al Señor.

222

También podría gustarte