Poderycultura en Florencia Del SXV-Navia

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Revista de Humanidades

ISSN: 0717-0491
[email protected]
Universidad Nacional Andrés Bello
Chile

Zamora Navia, Patricio


Poder y cultura en la Florencia del siglo XIV: de los poderes locales a los movimientos populares
Revista de Humanidades, vol. 17-18, junio-diciembre, 2008, pp. 109-123
Universidad Nacional Andrés Bello
Santiago, Chile

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=321227236006

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REVISTA DE HUMANIDADES / VOLUMEN 17‐18 / JUNIO‐DICIEMBRE 2008 /109‐124
PATRICIO ZAMORA/ ISSN:
NAVIA 109
07170491

Poder y cultura en la Florencia del siglo XIV: de


los poderes locales a los movimientos populares
Power and Culture in 14th century Florence:
From local powers to popular movements*
Patricio Zamora Navia
Universidad Andrés Bello
[email protected]

Resumen
El siglo XIV representa un momento donde las fuerzas sociales
definen nuevas identidades culturales. Lo anterior se ve reflejado
en la conformación de nuevos grupos que, a través de idearios
políticos y prácticas gremiales, redefinen el orden social, econó-
mico y mental del Occidente Europeo.
Palabras Claves: Florencia, Historia Moderna, Identidades cul-
turales, Idearios políticos, Movimientos populares.

Abstract
The 14th century represents a period where social forces define
new cultural identities. This is reflected in the shaping of new
groups which redefine the social, economic and mental order
of Western Europe through political ideologies and practices
pertaining to labour unions.
Key words: Florence, Modern History, Cultural identities, Political
ideologies, Popular movements.

I. Idea central
Los siglos XIV y XV, el “otoño” medieval de Johan Huizinga, repre-
sentan una suerte de transición, en la cual opera un proceso de múltiples
transformaciones que irá modificando el “estado” medieval (status regni) hacia

* El presente artículo reúne las conclusiones de una investigación realizada en el Seminario


de Investigación dirigido por el Prof. Eduardo Cavieres F., dentro del programa doctoral
en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Agosto-Diciembre, 2007.
Agradezco el apoyo formal e informal de la Srta. Antonieta Gómez Ghisolfo en la elaboración
del presente artículo.
110 PODER Y CULTURA EN LA FLORENCIA DEL SIGLO XIV

lo que será el “estado” moderno (res publica) y el nacimiento del príncipe de


virtù (virtud).
Dentro de los rasgos más connotados de dichas transformaciones, está,
por un lado, el papel que empiezan a jugar los poderes locales, en oposición y
menoscabo del poder real, a pesar de los intentos de éste último por centralizar
el mando; y por otro lado, las organizaciones gremiales que irán definiendo
una incipiente conformación social, tanto en los grados de conciencia que alcan-
zan, como en su orgánica y reclamaciones políticas (representación). Ambas
expresiones se enmarcan en un ámbito cultural que muestra con notable
claridad la crisis o el quiebre de los lazos que constituían el orden feudal y
monárquico, por lo menos, en las ciudades italianas.

II. Poderes locales en Italia: Florencia (siglos XIV y XV)


El Príncipe y su corte: transformaciones
Entre los siglos XIV y XV, la autoridad del príncipe y de su corte
constituyen una realidad política. En este mismo período se define, en cada
reino, el ceremonial de la corte; al mismo tiempo, sus efectivos aumentan
ostensiblemente1. Si bien todos los príncipes propendían a actuar como em-
peradores de sus respectivos reinos, la teoría del derecho divino del monarca
fue formulada y se fortaleció, recién, a fines del siglo XVI2. La autoridad real,
por consiguiente, se impuso ante todo como autoridad laica, por la tensión
con el Papado y las debilidades de la propia iglesia. Sin duda, el Gran Cisma
de Occidente (1378) contribuyó a ampliar la esfera del poder del soberano, el
que aprovechó la ocasión para, gradualmente, someter al clero a sus exigencias
fiscales, y lo que es más, para ejercer un control sobre los nombramientos
eclesiásticos de mayor importancia. Controlar las prelaturas era decisivo, por
cuanto constituía un medio sumamente eficaz para controlar a las familias
nobles, cuyos segundones tenían a menudo una imperiosa necesidad de los
beneficios inherentes a las mismas3.
En relación a la corte, no se debe ver en ella sólo a unos consanguíneos
o favoritos del príncipe, que definen su espacio político más próximo; la corte
era también una institución con diversas, otras funciones. Dentro de éstas,

1.
De setecientos a ochocientos en la Francia de Carlos VII. Ver Tenenti, La formación del mundo
moderno 130 y ss.
2.
Ver Lapeyre.
3.
Ver Fliche.
PATRICIO ZAMORA NAVIA 111

destaca la de ser uno de los principales centros de innovación cultural en la


Europa de la temprana modernidad4.
Pero el favor de los príncipes era, asimismo, un medio no menos idóneo
para asegurar la acumulación de fortunas por parte de la burguesía. Desde la
primera mitad del siglo XV, resultaba claro que los mayores lucros se obtenían
gracias a las adjudicaciones, los monopolios y los contratos públicos, cuya
concesión dependía de los soberanos. Dado que éstos no podían prescindir
de tratar con ellos, los grandes comerciantes y financieros cosecharon sus-
tanciosas ganancias5. Ya se trate de los Médicis o de los Pazzi, de Jacques
Coeur o de los Fugger o de los Spínola. Así, las diversas vías de acceso a la
fortuna dependían, en gran medida, del príncipe y de su corte, los cuales veían
incrementarse a su vez el prestigio y el poder de que gozaban, asumiendo la
función de gran motor de la vida “estatal”6.
En medio de todo esto, había empezado a surgir una difusa conciencia
del estado, es decir, de una instancia superior ante la cual no cabía otra op-
ción que doblegarse. La naturaleza de dicha conciencia es la que muestra una
suerte de evolución en la idea de autoridad, ya que transita desde la tradición
medieval del mando (basada fuertemente en los lazos de fidelidad), hasta la
nueva realidad de los gobiernos comunales, donde la aceptación del poder se
funda en la participación abierta dentro del mismo, por quienes se hubieran
destacado por sus cualidades personales (carisma) o en el terreno económi-
co. Esto implicaba, por otra parte, que ningún grupo era en sí mismo más
legítimo que los demás, y que se aceptaba que todos compitieran entre sí por
la supremacía7. Las ciudades-estado demostraron, en la mayoría de los casos,
no saber aprovechar las pugnas políticas en beneficio de toda la comunidad,
las que desembocaron, casi siempre, en el dominio de unos bandos y en la
exclusión de los adversarios, apartados del gobierno y privados incluso de
sus derechos civiles y económicos8.
Los señoríos (signorie) y los regímenes principescos que se instauraron en
Italia desde principios del siglo XIV ofrecen los primeros rasgos de un nuevo
tipo de poder político: el de un príncipe aceptado no por su legitimidad, por
vínculos de vasallaje o por adhesión colectiva, sino porque se presumía que

4.
Ver Burke, Los avatares de El Cortesano.
5.
Ver Tenenti, “El comerciante y el banquero”, 197 y ss.
6.
Ver Law, 23 y ss.
7.
Ver Heers.
8. Ver Heers.
112 PODER Y CULTURA EN LA FLORENCIA DEL SIGLO XIV

desempeñaba la función soberana, por encima de los intereses particulares9.


Simultáneamente, aunque con modalidades distintas, también en las grandes
ciudades republicanas, como Venecia y Florencia, el gobierno se ejerció cada
vez menos por delegación de toda la comunidad y más como si se tratara de
una signoria, en un proceso que las llevó a notables afinidades con los regíme-
nes principescos10. Como ellos, esas signorie, que no estaban regidas por una
autoridad unipersonal, se erigían en entidades superiores, prácticamente, sin
cuentas que rendir a los ciudadanos, salvo a un grupo restringido de ellos,
efectivo detentor del poder y del que, de hecho, puede decirse que era el
estado. Por consiguiente, ya se tratase de príncipes o de grupos oligárquicos,
en este régimen de gobierno se aceptaba o se soportaba a la autoridad en pro,
sobre todo, de una lógica que impulsaba a mantener y no poner en peligro la
subsistencia y la eficacia del estado. Éste tenía valor en sí y por sí, y cada vez
se admitía de manera más consciente que cualquier medio era bueno para
su conservación, casi como si se tratara de una nueva entidad trascendental
a la que ya no fuese lícito ni admisible oponerse11.
Poderes locales en Florencia
A mediados del siglo XIV, Florencia se cuenta entre las numerosas
comunas independientes de la península italiana. Ya desde este tiempo, la
ciudad estructura sus atributos culturales fundamentales, al definir una particu-
lar forma política que la organiza, distribuyendo los poderes; y al constituir
“comercialmente” parte de su territorio, a través de la compra de algunas de
sus provincias. Así, la autoridad que los magistrados de la ciudad detentan no
les proviene del exterior y pueden tratarse de igual a igual con los príncipes y
extranjeros. Pisa, Siena y Lucca, aunque menos poderosas, se hallan también
en análoga situación. Florencia se encuentra, así, en el corazón de una zona
muy fragmentada políticamente, y en el interior de la cual no deja escapar
jamás las ocasiones que se le presentan de ampliar su propio territorio12.
Hacia 1450, la república de Florencia alcanzará una superficie de 15.000
km2, aproximadamente desde los alrededores de Bolonia hasta Umbría. En
1351, sus dominios se extendían más allá de Prato, hasta Pistoia, sin superar
los límites de San Gemignano y el valle de Elsa. Las conquistas más consi-

9.
Ver Black, esp. ch. 4.
10.
Ver Skinner, esp. cap.V.
11.
Ver Black.
12.
Ver Heers, caps. I-IV.
PATRICIO ZAMORA NAVIA 113

derables se llevarán a cabo a principios del siglo XV: Pisa en 1406, Cortona
en 1411 y Livorno en 142113.
Con su expansión hacia el mar Tirreno, la República no sólo conseguía
duplicar la extensión de sus territorios, sino que obtenía, al fin, un acceso
independiente de salida al mar. La extensión de la soberanía florentina se
obtuvo, con frecuencia, gracias a la compra de ciudades tan codiciadas como
Livorno, que costó cien mil florines, y Borgo San Sepolcro, cuyo precio alcan-
zó la suma de veinticinco mil. Así, a pesar de las numerosas guerras en que
Florencia se había comprometido, la única conquista importante efectuada
por la fuerza de las armas fue la de Pisa.
Sistema Político
En la cúspide de la jerarquía político-administrativa de Florencia apa-
recen tres organismos que desempeñan las funciones esenciales del poder
ejecutivo, de ahí el nombre de i tre maggiori (las tres primeras magistraturas)
con el que comúnmente se les designa14. La señoría (signoria) o magistratura
está formada por nueve priores: dos representantes de cada uno de los cuatro
barrios de la ciudad, más un noveno, propuesto alternativamente por cada
barrio, que recibe el título de gonfalonero de Justicia y preside el consejo de los
priores y es, así mismo, el jefe supremo del Ejército. La señoría está apoyada
por dos consejos restringidos que la ayudan en la dirección colegiada de la
ciudad: el “colegio de los dieciséis” (gonfaloneros), que agrupa a los portaestan-
dartes de las dieciséis compañías militares o gonfalones (cuatro por barrio)
de los que se compone la milicia urbana; y por último, el colegio llamado “de
los doce hombres de bien” (etimológicamente de los doce sabios), en el que
cada barrio tiene tres representantes. Cualquier decisión de la señoría sólo es
válida si se acepta por mayoría de los dos tercios, lo que por un lado pone
a la ciudad a salvo de las decisiones apresuradas, pero por otro conduce a
una cierta inmovilidad, a una falta de determinación que puede resultar pe-
ligrosa en caso de tensión15. El peligro de un poder personalizado duradero,
sin embargo, queda conjurado gracias a una rápida rotación en los cargos.
Además de los tres organismos citados, que forman, en rigor, el gobierno
de la república, existe un cierto número de consejos o cargos aislados, cuyos
miembros, bajo la dirección de las tres magistraturas supremas, aseguran de

13.
Ver Tenenti, Florencia en la época de los Médicis, 32 y ss.
14.
Ver Larivaille, cap. I.
15.
Ver Rubinstein, citado en Larivaille, 302. El complejo sistema florentino ha sido reconstruido
por esta obra, de obligada consulta entre los especialistas.
114 PODER Y CULTURA EN LA FLORENCIA DEL SIGLO XIV

un modo más preciso la administración de la ciudad y del territorio florentino:


los ufficiali di parte guelfa, asamblea electa de funciones indefinidas constiuída
casi exclusivamente por miembros de las grandes famlias; los sei di mercanzia,
consejo de seis miembros que funciona como tribunal de comercio; los otto
di guardia, cuyos ocho miembros están encargados de la seguridad del esta-
do; los dieci di balía, responsables de los asuntos militares y de las relaciones
diplomáticas en tiempos de guerra; los ufficiali di monte, encargados de velar
por el funcionamiento del órgano central de las finanzas florentinas, el monte,
que administra toda la deuda pública; los consoli delle arti, los cónsules repre-
sentantes de los diferentes gremios de artesanos y comerciantes; el podestá,
por lo general no nacido en la ciudad, encargado de la administración de la
justicia; el capitano del popolo, a quien teóricamente le está confiada la defensa
de los intereses del “pueblo” frente a los abusos de los grandes.
En cuanto al poder legislativo, en períodos ordinarios está a cargo de
dos asambleas, elegidas cada cuatro meses, el Consejo del pueblo y el Consejo
municipal, cuyos proyectos de ley se aprueban por mayoría de los dos tercios.
No obstante, también existen asambleas extraordinarias: las pratiche (asamblea
consultiva de la señoría), el Parlamento (asamblea popular excepcional) y la
balía (asamblea excepcional restringida).
En resumen, el estado florentino está sustentado en una de las más
refinadas organizaciones, sin duda demasiado compleja para los no iniciados,
que son la mayoría. Una organización que puede ocasionar conflictos entre
unas magistraturas con prerrogativas a veces poco definidas, pero que, según
la opinión de los florentinos, en cambio protege las libertades republicanas
fundamentales gracias, especialmente, a la periódica rotación de los cargos
y a un sistema electoral muy refinado16.
“La Familia Médici” en las construcciones oligárquicas
Los orígenes de esta familia, como el de otras familias florentinas, se
remonta a entornos rurales, densamente poblados, desde donde emigrarán
–alrededor del siglo XII– a una Florencia próspera en la que se dedicarán al
cambio y préstamo de dinero17. Hacia 1300, habiéndose multiplicado también
en número, cobraron fama de “comuneros” agresivos (popolani) y se afiliaron
a los Negros, conservadores contra los Blancos en la pugna que mantenían

16.
Para profundizar en estos aspectos ver Black.
17.
Ver Klapisch-Zuber, La maison et le nom. Stratégies et rituels dans l’Italie de la Renaissance, en Martines,
L., Sangre de abril. Florencia y la conspiración contra los Médicis.
PATRICIO ZAMORA NAVIA 115

ambas facciones por hacerse con la ciudad. Así, en un mundo de intrigas


políticas y exilios masivos, se ganaron una reputación de hombres fuera de
la ley y fueron perseguidos como tales hasta fines del siglo XIV.
Cosme Médicis será el encargado de afianzar el poder de la familia Mé-
dici en Florencia. Heredero natural de Juan d’Averardo, quien le dejará una
fortuna de alrededor de 180.000 florines y una compañía en pleno desarrollo
y funcionamiento, vuelve triunfalmente a Florencia en 1434, tras haber sido
exiliado por Rinalde degli Albizzi, jefe de la oligarquía. Fue la misma señoría la
que, por oposición a los Albizzi, lo trae de vuelta. Así, Cosme, aprovechando
la popularidad que el exilio le había brindado, se posiciona en el poder local,
desterrando, de paso, a setenta y tres personas, a las que considera peligrosas
para él y los suyos, e instala a sus propios seguidores en los puestos claves
de la ciudad. Sin embargo, y a sabiendas que su partido no tiene un poder
suficiente para controlar a toda una ciudad visceralmente ligada al reparto
de poderes, respetará todas las instituciones vigentes y su poder será ejercido
desde su trastienda. No interviene nunca personalmente. Sólo se preocupa de
asegurar la lealtad de los accoppiatori, y mediante éstos, el control en la elección
de las sucesivas señorías. No obstante, ninguno de sus recursos extremos puede
ser tachado de ilegal; ningún organismo provisional o permanente se crea sin
la aprobación de los consejos vigentes o de las asambleas. De esta manera,
Cosme, a pesar de permanecer en las sombras, se convierte en el árbitro
indiscutible de la vida florentina, reconocido y tratado por los príncipes y
monarcas extranjeros, como el único soberano de Florencia.
En treinta años de poder ejercido mediante la intervención de “moni-
gotes”, Cosme fue imponiendo una monarquía “larvada”18: un sistema de
gobierno personal que, a pesar de conservar todas las apariencias democrá-
ticas, prácticamente vacía las instituciones republicanas de toda sustancia.
Cuando el nieto de Cosme, Lorenzo (“el Magnífico”) lo releva en el poder,
en 1469, más que heredar un reino, hereda una forma de hacer política, que
utilizará y perfeccionará, según los acontecimientos, para crear un estado
que superará en brillo y poder al de su abuelo.
En 1472, la Florencia de Lorenzo el Magnífico aparece como una ver-
dadera potencia económica en el marco de la preponderancia que ya tienen
las ciudades italianas en el mercado europeo. De esto da cuenta, ese mismo
año, Benedetto Dei en sus Crónicas florentinas:

18.
El término es de Larivaille, 26.
116 PODER Y CULTURA EN LA FLORENCIA DEL SIGLO XIV

Florencia la Bella posee 270 talleres que trabajan la lana... que en el


año de gracia de 1472 fabrican tejidos para Roma, Florencia, Sicilia,
Las Marcas, Nápoles, Turquía, Constantinopla, Pera, Adrianópolis,
Brusa y Quío, como saben genoveses, raguseos y otros mercaderes.
Florencia la Bella posee 83 magníficos y exquisitos talleres que tra-
bajan la seda; en ellos se fabrican tejidos de seda, brocados en oro y
plata, damascos, terciopelos, satenes, tafetanes... para Roma, Nápoles,
Cataluña, España, Sevilla, Turquía, las ferias de Las Marcas, Berbería,
las ferias de Ginebra, Aviñón, Londres, Amberes, Lyon, Montpellier,
Florencia, Ferrara, Mantua y toda Italia; y estos talleres reciben la seda
por medio de las galeazas también florentinas, sin que haya que pasar
por las manos de venecianos ni genoveses, como sucedía antaño: he
aquí (la causa de) la gran desavenencia entre venecianos y florentinos.
Florencia la Bella posee 33 grandes bancos con mostrador y colgadu-
ras en el exterior que efectúan operaciones de cambio y comerciales,
orientados al Levante, Occidente y Mediodía, la curia romana, Brujas,
Londres, Venecia, Nápoles y todas las plazas del mundo donde circulan
el cambio y el dinero; y así lo saben venecianos y genoveses, como
lo saben aquellos de la curia romana que tienen necesidad de mucho
dinero para (obtener) los privilegios que el papa otorga en la Corte;
al igual que lo saben los venecianos, cuando sus galeazas se dirigen a
Siria y Beirut (Romby 302)19.
Más allá de su evidente patriotismo, este texto constituye un claro tes-
timonio del poder hegemónico de Florencia. Esta hegemonía económica
reposa, fundamentalmente, en la estrecha relación entre industria, comercio
y finanzas. Lo mismo en Florencia que en otros lugares, en razón de las
crisis y la consiguiente evolución de corta y larga duración20 de la coyuntura
político-económica, comienzan a sucederse fluctuaciones que, a veces, des-
embocaron en cambios de gran magnitud. Es así como durante y después de
la grave depresión económica, remarcada por importantes desplazamientos
de población y profundas crisis sociales, que prácticamente se prolongan
durante todo el siglo XVI, el considerable descenso de la producción italiana
de tejidos de lana se ve paulatinamente compensada por el desarrollo de la
industria de la seda.
Con todo, lentamente se operan cambios tanto en las estructuras so-

19.
Ver Romby, citado en Larivaille, 302.
20.
Ver Braudel.
PATRICIO ZAMORA NAVIA 117

ciales como en las actividades económicas de Florencia y toda Italia. En un


primer momento todas las actividades son exclusivamente comerciales: el
comerciante no hace sino comprar en tierras lejanas y transportar a Italia las
materias primas que venderá a los artesanos locales para, una vez elaborados
los productos, comprarlos y asegurarse de nuevo el transporte y la venta. La
banca en principio nace de las exigencias técnicas de este tipo de transaccio-
nes, para facilitar las transferencias de fondos y resolver los problemas de
cambio que implican. Pero lentamente, gracias a las ocasiones y las iniciativas
que estas actividades favorecen, van apareciendo unas estructuras globales
precursoras del capitalismo moderno; comerciantes o compañías ya no se
limitan a efectuar operaciones comerciales, sino que también se hacen cargo
de la financiación de toda o parte de la producción a que dan salida. También
de un modo progresivo se impone la tendencia hacia unas actividades ban-
carias autónomas, paralelas y ya no estrechamente ligadas a las actividades
comerciales. Ya sea de buen grado o forzados a ello, los hombres de negocios
conceden préstamos a los papas, príncipes y otros soberanos con el fin de
conseguir o consolidar unos privilegios o monopolios comerciales duraderos.
Debido al riesgo del préstamo, los Médicis se niegan durante mucho tiempo
a estas prácticas, pero al final prestarán (y también perderán) importantes
sumas, por ejemplo, a Eduardo IV de Inglaterra y a Carlos el Temerario21.

III. Rostros de la mano de obra: gremios y movimientos populares


Haciendo una valoración global, los siglos XIV y XV de las ciudades
italianas representan, en el ámbito social, un sistemático acrecentamiento de
las diferencias entre ricos y pobres. Gentes que salieron de la nada –quizás
más numerosos que en otras épocas– logran hacerse inmensamente ricos,
pero lo cierto es que sus brillantes logros no pueden hacernos olvidar que
por regla general los pobres se vuelven más pobres y los ricos más ricos.
Asistimos, pues, a “la degradación general de la condición de los trabajadores,
tanto en el campo como en la ciudad, mientras que las grandes empresas
comerciales de la época y la concentración de vastos dominios en manos de
unas cuantas familias privilegiadas permiten la creación de inmensas fortu-
nas” (Delumeau 323).
Si bien lo anterior no es un fenómeno exclusivo de Italia, hemos de
decir que en su territorio sucede de forma particularmente destacada, y esto
es mucho más sorprendente si tenemos en cuenta que fueron los italianos

21.
Ver De Roover, citado en Larivaille, 299.
118 PODER Y CULTURA EN LA FLORENCIA DEL SIGLO XIV

quienes concibieron los bellos ideales humanistas, que luego inundaron


Europa. Algunos historiadores, como el suizo Jacob Buckhardt, puede que
demasiado influenciados por ellos, han querido ver en el Renacimiento italiano
la época del “completo desarrollo de la personalidad” y de la “nivelación de
las clases”22. Pero existe un camino muy largo entre las teorías y concepciones
acerca del hombre elaboradas por y para un sector privilegiado y la realidad,
mucho menos brillante, en que se desarrolla la vida cotidiana de la inmensa
mayoría de la población urbana y rural de la época23.
Para acercarnos a este otro plano de la realidad, recurriremos a algunos
ejemplos que puedan darnos una idea de las diferencias socio-económicas
en la ciudad de Florencia. El catastro florentino (catasto), uno de los docu-
mentos mejor estudiados por los historiadores económicos, constituye una
valiosa información acerca del reparto de riquezas en esta ciudad. Según los
cálculos de De Roover24, en 1457 alrededor del 28% de las familias florentinas
se inscriben en la categoría de “miserables” y se hallan libres de impuestos;
35%, contribuyen una cantidad mínima, menos de 5 sueldos; el 11% pagan
de 5 a 10 sueldos; y 8% entre 10 sueldos y un florín (29 sueldos). Sólo hay
227 familias (de 3.000) con una cantidad superior a los 10 florines; de éstas,
sólo 3 (los Médicis, los Benci y los Rucellai) pagan más de 100 florines. De
Roover concluye que si consideramos pobres a aquellos que no pagaban o
pagaban menos de un florín, hallaremos que esta categoría engloba al 82%
de las familias. Los ricos, por otra parte, con un impuesto superior a los 10
florines, representan el 2% del conjunto de la población25.
Estos datos proporcionados por De Roover confirman que sólo una
limitadísima capa de la población podía optar, en un régimen que se dice
democrático, a una parcela de poder, ya fuera económico o político, mientras
que una gran mayoría de miserables no posee nada, ni tiene derecho alguno.
A pesar de lo anterior se formaron en casi todas las ciudades italianas cor-
poraciones que agruparon a trabajadores por oficio, constituyendo gremios
y generando, de esta forma, un espacio de expresión y demanda.

22.
Ver Burckhardt.
23.
Para otra visión del renacimiento, ver Peter Burke, El Renacimiento italiano: Cultura y Sociedad
en Italia. Madrid: Alianza Editorial, 1995; El Renacimiento. Barcelona: Ed. Crítica, 1999; El
Renacimiento europeo. Centros y periferias. Barcelona: Ed. Crítica, 2000. También Hay, Denys. The
Italian Renaissance in its Historical Background. Cambridge: Cambridge University Press, 1977;
Lopez, Robert. The Three Ages of the Italian Renaissance. Charlottesville: University Press of
Virginia, 1970.
24.
Ver De Roover, citado en Larivaille, 299.
25.
Ver Larivaille, 42.
PATRICIO ZAMORA NAVIA 119

Durante todo el siglo XIV la política florentina estuvo dominada por


la lucha incesante entre los gremios de las artes menores, formados por los
pequeños artesanos, para hacer valer sus derechos y sus intereses, y los de las
artes mayores, cuyos miembros, social y económicamente más poderosos, lo
único que pretendían era afirmar su posición a costa de la subsistencia de las
artes menores, entre las cuales estaban los oficios indispensables para lograr
la prosperidad de sus propios negocios26.
Pero en el curso de las décadas que siguen a la gran revuelta proletaria
de los de los ciompi (cardadores de lana) en 1378, la recuperación y consoli-
dación de la oligarquía en el poder pone fin a estas luchas sometiendo a las
artes menores, situación a la que se llega sin dificultad si tenemos en cuenta
que, aunque en un nivel jerárquico muy inferior, los artesanos también con
trabajadores a su cargo, compartían los intereses de los empresarios y sus
temores frente a la agitación endémica manifiesta en la plebe de asalariados.
El tortuoso sistema de gobierno instaurado, progresivamente, por Cosme de
Médici pone el broche de oro a la tarea iniciada, ya que acaba neutralizando la
influencia política de unos gremios mayores que se van debilitando a medida
que el poder de los Médicis se afirma en la ciudad27.
Así, y en adelante privados de toda fuerza política, los gremios florenti-
nos se irán replegando paulatinamente y no se manifestarán en público más
que con motivo de festividades y las procesiones organizadas en honor del
santo patrón. A principios del siglo XVI, una carta de Baldasare de Castiglione
al marqués de Mantua permite reconstruir uno de estos programas de festejos:
Sábado: combates entre campesinos de la provincia de Roma y
‘varios suizos, gascones y otros’.
Domingo: carreras de caballos; por la tarde: moresca (espectáculo
de danzas moriscas en el que se intercalan retahílas explicativas en
verso).
Lunes: desfile de máscaras acompañado de música y danzas
moriscas; por la tarde: carreras de burros y representación de una
comedia.
Martes ‘grasso’: carreras de búfalas y desfile de carrozas; por la
tarde: representación de una segunda comedia.
Además de estos espectáculos, destaca la celebración de corridas

26.
Ver Heers, caps. I, II; tb. Camporesi.
27.
Ver. Guenée, cap. IV; tb. Garin.
120 PODER Y CULTURA EN LA FLORENCIA DEL SIGLO XIV

de toros en la plaza Navona y delante del palacio Médicis (citado en


Larivaille 178)28.
A pesar de que las estructuras judiciales y gubernativas desincentivaban
la organización de los gremios, esto finalmente no tuvo efecto en los trabaja-
dores asalariados. Estos movimientos, si bien son controlados violentamente
por la autoridad comunal, representan la formación de una nueva cultura
en la que los trabajadores re-definen su papel en un sistema que, a partir de
una ética mercantilista, se encuentra en una dinámica mutación, desde las
estructuras feudales a las mercantiles, sobre todo, en las relaciones sociales
que experimentan un cambio profundo.
En 1345, los obreros de la lana, los más afectados, reclaman su derecho
a organizarse en una asociación corporativa que defienda sus intereses. Su
cabecilla pronto es detenido y condenado a muerte; y tras una huelga im-
portante pero sin resultados el movimiento se extingue. En 1370 fracasa una
nueva huelga, por los mismos motivos29. Más tarde, en 1378, tras un grave
conflicto entre Florencia y el papado, cuyo resultado es la caída brusca de
la producción y de los salarios, estalla la gran revuelta de los ciompi, pronto
secundada por otros trabajadores y los artesanos más humildes.
La palabra ciompi (en singular, ciompo) no tiene traducción exacta. El
cronista M. Stefani lo define como “una parte de la gente minuta: cardado-
res, peinadores, batidores, lavadores, bataneros y revisores y otros miembros
de profesiones a los que llamaban ciompi. El nombre procede incluso de
compadre, compinche, compañero, cómplice” (106)30. En una carta que un
autor anónimo escribió el 25 de julio de 1378, el pueblo minuto se denomina
popolo minutissimo31.
La célebre revuelta de los ciompi es una revuelta popular que se anticipa
en el tiempo, pero en ningún caso una revolución, como ha sostenido la
crítica marxista32, ya que no pretende destruir el sistema jerárquico y tomar
el poder, sino imponer el reconocimiento de los derechos corporativos y po-
líticos, que, hasta entonces, les habían negado. Prueba de esto es que cuando

28.
Ver Castiglione, B., Il Cortegiano, Lib.II, cap. LXXXVII. Luzio, A y Renier, R., Mantova e
Urbino, apéndice V, 325 y ss.
29.
Ver Rutenburg.
30.
Ver Stefani, M., Cronaca florentina. Ed N. Rodolico. R.I.S., n..ed., tomo XXX. Città di Castello:
1908, citado en Rutenburg, 106.
31.
Ver “Lettera d’Anonimo” en Rutenburg, 148.
32.
Desde el mismo Marx hasta Vilar y Rutenburg.
PATRICIO ZAMORA NAVIA 121

asaltan el palacio de la señoría, todos los cronistas (contrarios y simpatizantes)


coinciden en el carácter sólo simbólico de la ocupación y lo pacífico del acto.
Así, el cronista Acciaiuoli dice que “los Priores se fueron del palacio” (32), y
el anónimo autor que le apoya dice que “los Priores se fueron y permitieron
la toma del palacio” (citado en Scaramella 112)33.
Ahora bien, es cierto que esta revuelta genera el incendio de muchas
casas , pero los insurrectos no tienen otra meta que exigir la creación de tres
34

nuevas asociaciones profesionales (obreros de la lana, juboneros –farsettai– y


tintoreros), que se sumen a las veintiuna ya existentes y el derecho a que estén
representados en los organismos gubernamentales35. No obstante, la unión
popular se rompe en el momento en que los pequeños artesanos, asustados
ante los excesos de los ciompi, comprenden que a fin de cuentas sus intereses
están más próximos a los de los grandes contratistas y comerciantes que a los
de los asalariados. El reconocimiento de sus corporaciones basta para que
juboneros y tintoreros se pasen al bando contrario; de este modo los ciompi,
traicionados, no ven otra salida que la huida al campo, de donde muchos
habían llegado atraídos “por el espejismo de la opulencia”36 (Cipolla 211).
Con todo, la insurrección de los ciompi dejó una huella profunda en la
Historia de Florencia y de toda Italia. En primer lugar, despertó una oleada de
movimientos populares en los años inmediatos y mediatos. También marcó
fuertemente la vida política de Florencia, donde tres años después de la re-
vuelta, fueron adoptadas leyes inspiradas en el programa de los ciompi, lo cual
muestra el realismo que animaba a aquel programa. Alguna de esas leyes se
dictaron con claros propósitos demagógicos y, en la práctica, sólo favorecían
a las esferas dirigentes de Florencia; pero el hecho de que se recurriera a las
propuestas constructivas de los ciompi ya era revelador.
Una consecuencia muy importante de las insurrecciones de Perugia, Sie-
na y, especialmente, Florencia, es el cambio del tipo de estado: de la república
popolana, a través de la oligarquía, se pasa a la tiranía (señoría) –como ya vimos–.
Las insurrecciones no fueron las únicas, pero sí una muy importante causa,
de esa evolución que desembocó en un régimen que combinaba el “flirteo”
demagógico con la represión cruel de toda manifestación de descontento. Es
cierto que el régimen tiránico estuvo precedido de profundas conmociones

33.
“Cronaca seconda d’Anonimo” en Il tumulto dei Ciompi, cronache e memorie. Ed. Gino Scaramella.
34.
Ver Heers, 154.
35.
Ver Larivaille, cap.V.
36.
Tb. ver Mandrou.
122 PODER Y CULTURA EN LA FLORENCIA DEL SIGLO XIV

socioeconómicas, pero fueron precisamente las insurrecciones de este proto-


proletariado las que obligaron a la burguesía en ciernes de las ciudades-estado
a renunciar a una parte de sus derechos democráticos burgueses, a favor de
determinadas familias, capaces de ejercer el poder con energía para poner
coto a las protestas populares. Como vimos, una de las tiranías más célebres
fue la ejercida por los Médicis de Florencia en el siglo XV.

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