Estructura de La Industria de La Transformación
Estructura de La Industria de La Transformación
Estructura de La Industria de La Transformación
Una cuidadosa revisión del estado de las políticas de desarrollo industrial en el mundo muestra en
los últimos años un progresivo cambio en cuanto a:
Menor apoyo para la formación de activos tangibles (inversiones, edificios, maquinaria y equipo)
y más para activos intangibles (programas de capacitación y calidad total, reingeniería de
procesos, sistemas complejos de control de gestión, acceso a información y servicios de
consultoría, etc.).
Unidad 3: Proyección socioeconómica de la industria en México
Estructura de la industria de la transformación
Las políticas específicas para la reconversión han buscado minimizar los costos de los procesos de
ajuste y superar tres problemas básicos:
La falta de sincronización entre las medidas de liberación comercial e integración regional con el
desarrollo de los factores sistémicos de la competitividad.
Los problemas de coordinación entre los diferentes agentes económicos al tomar decisiones de
cambio macroeconómico.
Las argumentaciones para apoyar estas políticas provienen en parte de la creencia de que las
fallas del mercado afectan con diversa intensidad a los distintos sectores industriales. Al mismo
tiempo, cada vez más se reconoce que las ventajas en el contexto internacional no residen en la
dotación estática de factores de un país, sino en la capacidad y en la habilidad de sus empresarios
para instalar determinadas industrias estratégicas y alcanzar las escalas más convenientes con el
apoyo de sus gobiernos, mediante subsidios a la inversión, a la capacitación, a la exportación y
sobre todo al desarrollo tecnológico.
Las políticas públicas industriales y comerciales dirigidas a los sectores de punta adquieren así un
carácter estratégico, puesto que permiten apropiarse de los beneficios monopólicos o
extraordinarios que generan las innovaciones. La pregunta crucial es si se puede o no influir en el
comportamiento tradicionalmente conservador y rentístico de los grandes grupos empresariales e
inducir a una exigua élite económica a tomar riesgos de largo plazo. La experiencia de otros países
señala que sí, pero que ello depende de que el entorno cultural y macroeconómico impulse la
competitividad sistemática. Se plantea así la interdependencia y la necesidad de congruencia y
sincronización entre la política macro, la política sectorial y las acciones microeconómicas.
La política de desarrollo regional constituye en casi todos los países del mundo una vía elemental
no sólo para propiciar una mayor equidad y cohesión nacional sino también como eje de la
planeación y la administración territorial, que permite potenciar las ventajas comparativas reveladas
y crear ventajas dinámicas para el desarrollo económico y social del país.
En el contexto de la Unión Europea, la política regional no sólo hizo y seguirá haciendo posible la
integración y cohesión de países con niveles de desarrollo dispares, nivelando el terreno del juego,
sino además constituye un elemento fundamental para promover el cambio estructural y hacer
frente a los efectos de la liberación y de regulación dentro de los países.
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En 1994, las transferencias entre los países de la unión representaron 4% del PIB de los países
más ricos, que se convirtieron en 9% del PIB de los menos desarrollados (España, Portugal,
Irlanda y Grecia). En México las políticas para el desarrollo regional se han enunciado con diversos
grados de precisión y urgencia a lo largo de las últimas tres décadas pero, desafortunadamente,
por lo general han pasado a segundo término frente a objetivos de crecimiento acelerado y
estabilidad macroeconómica, éstos frecuentemente de corto plazo.
Durante los años cincuenta y sesenta, la política de desarrollo regional, impulsada por una fuerte
inversión del Estado en infraestructura y en la industria pesada, se enfocó a crear algunos polos
estratégicos en el centro y el norte del país. Los años setenta fortalecieron esas políticas mediante
un esquema de estímulos fiscales y financieros a la industrialización sustitutiva de importaciones
que buscó contrarrestar el magnetismo concentrador de la ciudad de México y sus valles aledaños,
de Monterrey y de Guadalajara.
Fueron las expectativas de ingresos petroleros extraordinarios el factor que impulsó la política más
ambiciosa de desarrollo regional de México en la segunda mitad de los años setenta, mediante
inversión pública estratégica en infraestructura portuaria, urbana e industrial, así como por la
inversión petrolera, energética y petroquímica del Estado y un programa muy generoso de
subsidios al sector privado. Dentro de esta perspectiva no sólo Altamira en Tamaulipas y Lázaro
Cárdenas en Michoacán constituirían nuevos polos de desarrollo nacional, sino también
Coatzacoalcos y Salina Cruz en el sureste.
Es cierto que con la apertura y el TLC existen poderosas determinantes de la inversión privada y en
particular de la inversión productiva, que hacen poco eficiente y poco aconsejable concentrar
grandes recursos en estímulos fiscales y financieros, que tendrían en todo caso un efecto sólo
marginal sobre la localización regional de la inversión.
Ello puede efectuarse ya sea por medio de planes y programas de desarrollo regional y
administración del territorio; la creación de comisiones, corporaciones o asociaciones mixtas de
desarrollo regional (Escocia y Gales del Sur en Gran Bretaña; Emilia-Romaña, Modena, y Génova
en Italia; Amazonia y Nordeste en Brasil; Provincias Atlánticas en Colombia), o con una
combinación coordinada de medidas nacionales y regionales, públicas y privadas.
Estamos ante una revaloración del papel de las políticas locales y regionales a nivel nacional en el
contexto de las tendencias a la descentralización, favorecidas por el cambio tecnológico.
En la medida en que las regiones ganan importancia como actores en la movilización de recursos,
se hace necesario replantear la política de desarrollo regional y sus respectivos regímenes
regulatorios y de incentivos financieros y fiscales.
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Éstos han sido administrados con efectos frecuentemente precarios e incluso contraproducentes en
el pasado, y ahora deben ponerse al servicio de una capacidad competitiva sostenible.
Gran parte de la actividad económica pública, tanto en países desarrollados como en aquellos en
desarrollo, tiene lugar hoy en día a nivel estatal y local (o municipal), lo cual facilita la atracción de
actividad económica, la generación y sustitución de fuentes de empleo, y la capacidad de
adaptación a cambios en la demanda y en la tecnología.
En México, desde los años cincuenta los estados de la federación han tratado de realizar una
actividad de fomento industrial, mismo que llegó a provocar una competencia fiscal ruinosa en los
años sesenta. La creciente coordinación fiscal entre la federación y los estados, y el surgimiento, a
fines de los años setenta, de esquemas más neutros, apoyados en instrumentos menos
discrecionales y enmarcados en estrategias regionales y nacionales, terminaron con esa
competencia desleal. La eliminación de los esquemas federales en 1988 y su satanización a partir
de entonces, ha causado en los últimos cuatro años la reaparición tímida y silenciosa de algunos
estímulos estatales y locales.
Sería fundamental revisar esta situación a la brevedad posible, con el fin de que dichos estímulos
puedan jugar un papel efectivo, pero en un marco de coordinación que evite los errores y excesos
del pasado. De la misma manera, habría que revisar las experiencias pasadas que prohibían crear
nuevas empresas en la zona metropolitana de la ciudad de México y otras grandes metrópolis, en
muchos países se ha visto que estas estrategias deben matizarse.
Se ha comenzado a advertir la necesidad de que las industrias aprendan a vivir con las ciudades, y
éstas a su vez con la industria.
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Los planteamientos antes expuestos sugieren un programa para avanzar en la política industrial en
México y poder precisar puntos importantes. A continuación se establecen algunos criterios para
establecer el programa a examinar.
En segundo lugar, la experiencia revela que es imprescindible dejar atrás los elementos negativos
que presentó la política industrial durante el proceso de sustitución de importaciones. En esta línea
de investigación, algunas ideas que deben ser superadas se refieren a las que le atribuyen a la
industrialización capacidad para resolver todo tipo de problemas. Con la posición de industrializar a
toda costa, se propició la participación del Estado mediante apoyos indiscriminados. Se entiende
ahora que los apoyos y los subsidios deben ser temporales y deben asimismo estar sujetos a
respuestas productivas y de exportación por parte de las empresas. ¿Cómo medir la temporalidad?
¿Cuáles son los límites mínimos aceptables para mantener los respaldos estatales? Estas y otras
cuestiones se deberán esclarecer mediante indagaciones específicas.
En tercer lugar, el establecimiento de una política industrial debe vislumbrar dos ámbitos
simultáneamente. El largo plazo, que implica fomento a la inversión productiva, y por tanto al
desarrollo científico-tecnológico, y el corto plazo, cuya preocupación central es la utilización
eficiente de los recursos existentes. En el manejo de algunos instrumentos, la estrategia de largo
plazo puede resultar contradictoria con la política reactivadora de la actividad industrial. Por
ejemplo, la presencia de grandes capacidades ociosas no concordaría con la ampliación de
créditos blandos para incentivar la inversión fija.
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Esto es parte de lo que un trabajo de investigación tendría que resolver. Por último, la medición de
las ventajas comparativas sociales es un instrumento imprescindible para impulsar la política
industrial en una economía abierta. Cuando esta medición se efectúa de manera muy agregada, no
se pueden detectar las empresas con diferente productividad.
A su vez, el cálculo, de las ventajas comparativas sociales para el mediano y largo plazos, toma en
cuenta de manera más realista la potencialidad productiva de un país. La desagregación y el
mediano plazo se deben incluir en el estudio de la eficiencia social de la industria.
Estas cuatro líneas de investigación acerca de la política industrial tienen como trasfondo, ya
insinuado en la primera línea, la concertación de los organismos implicados. Los programas no son
realizables por sí mismos, se requiere de la presencia activa y convencida de los organismos
productivos.
La microempresa
Quienes componen la microempresa van desde la señora que vende empanadas en su casa,
pasando por el joven, padre de familia que decide instalar un rudimentario taller en la marquesina
de su casa, hasta aquellos jóvenes profesionales de Barquisimeto que emprendieron una empresa
de lentes de contacto, ULTRALENS, siendo la única fábrica de lentes de contacto blandos de
Latinoamérica.
Ventajas de la Microempresa:
Desventajas de la microempresa:
Sus integrantes tienen falta de conocimientos y técnicas para una productividad más eficiente.
Las políticas especiales dirigidas a las pequeñas y medianas empresas (PyME) ocupan un lugar
clave en la esfera industrial, en virtud de que estas unidades enfrentan fallas de mercado mucho
más acentuadas que las grandes compañías.
El renovado interés en este sector y su papel en el desarrollo económico y social se debe primero a
su peso en la economía y en el empleo a niveles nacional y regional, con sus consiguientes
implicaciones políticas y sociales, pero también debido a la evidencia creciente de que las PyME
pueden llegar a ser fuentes de innovación y eficientes competidoras en el mercado internacional si
operan dentro de redes que estimulen la especialización industrial y complementariedades
recíprocas en sus funciones productivas, comerciales y tecnológicas.
Una apertura demasiado rápida de una economía tradicional puede generar riesgos y tener un
impacto negativo sobre la pequeña empresa, como pudo suceder en algunos países europeos. Sin
embargo, el problema se agudiza cuando, como sucedió en México, el proceso no se acompañó de
un programa efectivo de apoyos para la reconversión y la competividad sistémica. En
contraposición, esos riesgos y desafíos se pueden superar e incluso convertir en oportunidades si
se incorporan con creatividad y eficacia en esquemas de integración regional y se promueven
acciones positivas que permitan a las PyME reorganizar su actividad y competir en el mercado
internacional.
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En el pasado existía el convencimiento de que estas empresas eran ineficientes por definición, ya
que no poseían economías de escala ni sofisticación gerencial y tecnológica, aunque eran
importantes por su impacto en el empleo y el desarrollo regional, lo cual condujo a programas para
compensar por la vía del subsidio sus deficiencias, ayudarlas a sobrevivir y, en el mejor de los
casos, fortalecer su crecimiento.
La experiencia de las dos últimas décadas ha demostrado que las economías de escala, si bien
son importantes, no son per se eficientes si el mayor tamaño involucra costos organizacionales
mayores. Por otro lado, se ha observado que en condiciones de demanda inestable, diferenciada y
de rápido cambio tecnológico, las pequeñas empresas, por ser más flexibles, pueden ser más
competitivas que las empresas de producción masiva, cuyos activos son rígidos y altos sus costos
burocráticos.
Además, experiencias muy variadas en Europa, sobre todo en Italia y Alemania, y en algunos
países asiáticos han mostrado que la aglomeración territorial de las empresas puede ser muy
favorable si se basa en la especialización entre empresas y en una red de complementariedades y
apoyo recíprocos.
Los famosos “distritos industriales” del norte de Italia en la industria alimentaria, del vestido, del
calzado y del mueble, y también de fabricación de motocicletas y maquinarias diversas, han
mostrado que las PyME pueden ser eficientes en un contexto de integración regional y creciente
globalización.
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Con una orientación apropiada de política concertada —pública y privada— las PyME pueden
desempeñar el doble papel de promotoras del desarrollo económico y al mismo tiempo de la
estabilidad social a un nivel local y regional muy concreto, por los caminos siguientes:
Generar redes de empresas especializadas que constituyan enlaces entre las economías
locales y regionales con las nacionales, así como con las economías internacionales.
Fortalecer un sistema económico y social que sea capaz de aprovechar las ventajas de la
integración regional dentro de un esquema abierto y competitivo.
Sin embargo, la experiencia reciente muestra también que la pequeña empresa será eficiente sólo
si el entorno económico y social también lo es, particularmente al nivel regional y local donde
opera.
También es necesario asegurar que los sistemas bancarios, educativos y de innovación coadyuven
de manera positiva junto con la infraestructura física y los servicios públicos a una operación
favorable y competitiva.
La tarea puede parecer muy difícil, pero a la larga es posible que sea más realista y duradera.
Hemos invertido mucho tiempo y esfuerzo en sucesivas soluciones mágicas para el desarrollo de
las PyME. La realidad parece ser más compleja. Ello no debe impedir, sin embargo, que siguiendo
algunas experiencias exitosas dentro de los tres países de América del Norte y de otras regiones
en proceso de integración, emprendamos programas y acciones selectivas para apoyar a las
pequeñas y medianas empresas, concretamente a nivel regional y local.
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El suministro de servicios a las empresas del sector informal para inducirlas a la formalidad,
incluyendo la simplificación de leyes y procedimientos y la reducción de costos administrativos.
La promoción de productos locales en mercados del North American Free Trade Agreement
(NAFTA) e internacionales; por ejemplo, vía consorcios de exportación.
El acceso al crédito y a garantías de mediano y largo plazos por medio de la banca privada y de
la banca de fomento (como Nacional Financiera, —Nafinsa— en el caso de México).
Ante este panorama, debemos establecer a la brevedad posible un programa nacional para las
PyME cuando menos equivalente a los de Estados Unidos y Canadá, Italia, Corea del Sur y
Malasia. Ello implica ciertos subsidios presupuestales a sectores y regiones atrasados con
potencial de desarrollo que impulse su modernización y su desarrollo sustentable, pero también
implica apoyos selectivos a pequeñas y medianas empresas articuladoras, para reconstruir
cadenas productivas, y a pequeñas empresas innovadoras.
La pequeña empresa
Son parte importante de la economía Mundial, encontramos en ellas los siguientes tipos:
Empresas de estilo de vida: Estas tienen como propósito ofrecerle a su propietario un modo de
vida confortable. Ej. Una pizzería de un barrio, el florista que vende en una esquina, etc.
Motiva a los empleados de corporaciones a formar empresas propias, debido a los bajo salarios
y sueldos por la agravación que sufre la economía.
Generación de empleos.
Fomento de la innovación.
Sus empleados no cumplen con las reglas de modelo corporativo, por tener un bajo nivel de
educación.
Las posibilidades de financiamiento no son tan accesibles como las de las grandes empresas.
Zapatería: El Artesano
Tiendas de ropa
Cafeterías
Una vez desarrollado las ventajas y desventajas, así como ejemplos de las pequeñas empresas se
cree que es de vital importancia por último se definirá las características que se encuentran en este
tipo de empresas.
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Ritmo de crecimiento por lo común superior al de la microempresa y puede ser aún mayor que
el de la mediana o grande.
Mayor división del trabajo (que la microempresa) originada por una mayor complejidad de las
funciones; así como la resolución de problemas que se presentan; lo cual, requiere de una
adecuada división de funciones y delegación de autoridad.
Capacidad para abarcar el mercado local, regional y nacional, y con las facilidades que
proporciona la red de internet, puede traspasar las fronteras con sus productos (especialmente
si son digitales, como software y libros digitales) y servicios.
Está en plena competencia con empresas similares (otras pequeñas empresas que ofrecen
productos y/o servicios similares o parecidos).
Utiliza mano de obra directa, aunque en muchos casos tiene un alto grado de mecanización y
tecnificación.
La realidad económica en la que las oportunidades laborales son escasas o los salarios muy
bajos; por tanto, emprender una pequeña empresa es vista por muchos emprendedores como
una solución.
La pérdida de un empleo.
La necesidad de tener un ingreso adicional para la familia que por lo general, induce a uno de
los cónyuges a emprender una pequeña empresa.
El deseo de ser dueño del propio destino, de crecer por cuenta propia y de generar riqueza.
La mediana empresa
Se les asigna la categoría de mediana empresa a todas aquellas empresas que ocupan personal
entre los 50 a 199 colaboradores, la diferencia entre pequeña y mediana empresa a parte del
personal que la integran es que la mediana empresa cuenta con un presupuesto mucho más
extenso que el de pequeña empresa, además que las medianas empresas sus productos pueden
salir al extranjero como exportaciones de artesanías.
Instituciones educativas
Minas de explotación
En nuestro país, la industria ha evolucionado paralelamente a los avances que se fueron dando a
nivel mundial. La situación de protección a la industria y las exigencias de informe tecnológico
puestas por el gobierno para aprobar las reinversiones, crearon un ambiente en el que se podía
experimentar con la tecnología industrial sin correr grandes riesgos.
Esto ha resultado en una cierta preparación, para evaluar, a nivel de empresa, las condiciones
tecnológicas requeridas para la competencia internacional, sin embargo, el cambio técnico se ha
orientado a adoptar la tecnología a las características de la materia prima industria, a satisfacer
especificaciones estrictas a clientes y a lograr que las instalaciones almacenen niveles de
rendimiento cercanos a los específicos para otras escalas de producción, tipo de materias primas,
etc.
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El hombre, desde los albores mismos de su existencia, siempre buscó la manera de transformar y
elaborar los productos brutos de la naturaleza a fin de aprovecharlos mejor. Sus primeras armas,
herramientas y utensilios de uso doméstico nacieron de este afán creador.
Hoy son innumerables los objetos fabricados por él que dan mayor bienestar y seguridad a su
existencia. Todo esto, ya se trate de un simple botón de una camisa o de un tren, representa el
progreso material que ha alcanzado la sociedad en la cual vivimos. Constituye el fruto de la
inteligencia y del trabajo del hombre que, a través de los siglos, ha venido sumando sus
conocimientos y experiencias hasta formar nuestra actual civilización.
Cuando esta actividad se realiza en grandes establecimientos en forma organizada y con medios
mecánicos, recibe el nombre de industria y constituye el aspecto más importante de la economía
de los países más desarrollados.
Cuanta más actividad industrial haya en un país habrá mayor bienestar para sus pobladores. La
producción manufacturera se vende también al exterior. De los beneficios de capital o dinero se
harán inversiones en otras fábricas y obras públicas y privadas, el país se llama desarrollado. Muy
pocos países en el mundo han alcanzado esta condición. La mayor parte: no tienen una industria
adelantada y basan su economía en actividades extractivas y agropecuarias, se llaman países
subdesarrollados. Sus materias primas tienen que ser vendidos a los países desarrollados para
que en sus fábricas los transformen. Los productos elaborados retornan a precios mucho más
elevados.
Compuesto por el dinero, moneda o capital de inversión, factor fundamental para la instalación y
desarrollo de una industria, mediante el cual se adquieren los diversos elementos para conformar o
desarrollar una industria. Es utilizado para la adquisición de materia prima, compra o alquiler de
bienes inmuebles (terrenos, fábricas o locales donde se instalará la industria); bienes muebles
conformados por toda la maquinaria e infraestructura requerida, el pago de personal profesional,
técnico, mano de obra, etc. y todo gasto general.
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En el futuro la industria nacional deberá reestructurar todos los componentes de la actual política
tecnológica y convertirlos en un factor de competitividad para la industria mexicana. Es decir, la
modernización de los elementos que hoy integran una política tecnológica difusa, no uniforme y
dispersa permitiría reducir las brechas que caracterizan a la industria del país respecto a la del
resto del mundo.
Una nueva política tecnológica consistiría en el desarrollo de una capacidad tecnológica que
permitiese lograr avances en tres etapas sucesivas: en primer término, el aprendizaje de las
tecnologías; es decir, desarrollar una habilidad para identificar las tecnologías idóneas para el tipo
de trabajo o proyecto que se propone, negociar su transferencia y poder operarla. En una segunda
etapa, la capacidad tecnológica implicaría adaptar la tecnología a usos particulares, es decir, no
sólo utilizar la tecnología, sino conocerla suficientemente como para poder emplearla en procesos
distintos a los originalmente previstos. La tercera etapa en el desarrollo de la capacidad tecnológica
consiste en llevar a cabo un rediseño de la tecnología o su "reingeniería", es decir, una
modificación sustancial y profunda de la tecnología inicialmente adquirida.
Una transición económica cambia la relativa importancia de los sectores, se ve obligado a generar
productividad y competitividad de las empresas dentro y fuera del país; el estado abre nuevos
espacios a la participación de mercados privados.
Una transición política incluye una distribución de poder entre los tres estados federales, en los que
las plataformas partidistas son inexistentes. Una transición social se incorpora nuevos prototipos de
constitución y modificación de los valores sociales. También incluirá nuevos caminos a explorar en
salud y seguridad social. En el contexto de una economía abierta y crecientemente más
competitiva con el exterior, la elevación permanente de los niveles de vida sólo podrá ser posible
en la medida en que se incremente la productividad general, y, a su vez, esto sólo se conseguirá
mediante un rápido avance tecnológico en el país. Es por eso que el país necesita una política
tecnológica.
En las formas de organización política se enfoca en: disminución del papel del estado, que en
algunos estados se recupera la capacidad de polarización, surgimiento y nueva consolidación de
nuevas confederaciones de estado, consolidación de nuevos centros de poder, continuación de
conflictos sociales, diferencias de interés entre potencias sociales, aparición de nuevas
organizaciones internacionales, establecimiento de redes internacionales. En lo social la mujer
tendrá un papel más importante dentro del proceso de producción y cambios de las formas
familiares de organización social.
En la actividad económica un avance hacia la economía individual y de libre mercado para las
transferencias con nuevos sistemas de regulación de los mercados regionales y mundiales,
consolidación de un sistema monetario electrónico, fusión de grandes multinacionales y el
autoempleo. Parece tan lejos el año 2030 para el desarrollo intelectual; pero ya se hace presente
en avances como los microprocesadores o las pastillas anticonceptivas. Ante el proceso de la
mundialización, las grandes burguesías y las grandes burocracias avanzan gradualmente hacia la
internacionalización.
El estado que ha organizado el poder, la producción, el comercio, las finanzas , el arte y los
deportes continúan con la distribución y organización del poder en el mundo del futuro de México
está en función de la habilidad para usar las estrategias de progreso y no a partir de una economía
dual ni fragmentada.
México puede tener un futuro industrial promisorio, pero hay que empezar a repensarlo y a
redefinirlo ya, aprovechando la relativa estabilidad macroeconómica que hemos logrado y la
transición democrática. Ello requiere la participación de todos los sectores y la creación o
restructuración de los instrumentos necesarios. No bastan los planes y no se puede ni se debe
intentar reconstruir el pasado.
Hay que poner en marcha instrumentos y proyectos acordes con los nuevos tiempos, retos y
oportunidades que dejan entrever la actual situación nacional y las tendencias internacionales. Ello
requiere, además, equilibrar el desarrollo industrial regionalmente, descentralizar, pero sobre todo
alentar iniciativas y consensos en los diversos estados de la república y en sus principales
ciudades, que permitan aprovechar las ventajas comparativas ya existentes y generar, mediante
algunas inversiones estratégicas, nuevas ventajas dinámicas.
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Nuestro país tiene ventajas importantes comparativas en el nuevo contexto internacional: clima y
recursos naturales, una posición geográfica estratégica, una población medianamente educada,
una estructura y una cultura industrial significativa e incluso relativa tranquilidad social, habida
cuenta de las actuales incertidumbres derivadas de la crisis financiera internacional y de nuestra
propia transición política.
Pero requiere dar más valor agregado a su producción agropecuaria y a otros recursos naturales
como el petróleo, consolidar sectores de excelencia regional y nacional e impulsar áreas
industriales y de servicios estratégicas para el empleo y la generación de divisas, todo ello con una
estrategia sostenida de largo plazo. La reconstrucción de cadenas productivas y el fortalecimiento
de las articulaciones intersectoriales en un marco de competitividad e innovación son cruciales para
aumentar el deteriorado contenido nacional de nuestra producción.
La escasez de agua es muy grave en el caso de México. Nuestra cuota por habitante ya es menor
que la de Egipto y amenaza deteriorarse más en función del cambio climático y el crecimiento de la
población. El caso de la energía presenta un reto distinto. En principio tenemos petróleo y gas en
abundancia, pero nuestros consumos son dispendiosos, tenemos fuertes rezagos en la inversión y
descansamos excesivamente en fuentes fósiles y procesos contaminantes. Es importante empezar
a examinar con perspectiva de largo plazo la mezcla de opciones energéticas por promover para
satisfacer las necesidades del país y de la industria, atendiendo a los costos de las diversas
fuentes, a las tecnologías previsibles y a sus impactos ambientales.
Pero las soluciones de infraestructura no pueden estar sólo en grandes obras de acero y concreto.
Todo ello hace necesaria una nueva política industrial, pero también una nueva forma de
formularla, llevarla a cabo y darle seguimiento efectivo. Las nuevas condiciones de la sociedad
mexicana ya no admiten, como en el pasado, políticas industriales autoritarias. Más allá de su
dimensión técnica industrial, el éxito de una política industrial dependerá tanto de una adecuada
estrategia de formulación e instrumentación, como de la satisfacción de una amplia gama de
imperativos políticos.
Pero el modelo concertador seguido a la fecha tiene que revisarse, buscando transitar de un
mecanismo de control a uno de promoción, consulta y coordinación; de una estrategia de consenso
macroeconómico y estabilidad, a una que incorpore el crecimiento productivo, la modernización
integral, la generación de ventajas comparativas, la innovación y la atención a sectores y regiones
rezagadas, pero con potencial de empleo y exportaciones.
Ello exige también modificar las estructuras institucionales del gobierno, el sector privado, las
universidades, los sindicatos y la sociedad civil, tanto a nivel federal, como estatal y local.
Aprovechando las experiencias exitosas de algunos países europeos y asiáticos, debería revisarse
la estructura de la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial, incorporando elementos de apoyo
a la capacitación, el desarrollo tecnológico y sobre todo fortaleciendo la capacidad de liderazgo
técnico y prospectivo para alimentar un sistema permanente de estudio, evaluación, consulta y
formulación de política industrial. Habiendo perdido los instrumentos correspondientes al periodo
de sustitución de importaciones, tiene que hacerse de nuevas herramientas de fomento, regulación
e incluso de protección selectiva como las que utilizan nuestros competidores en el actual contexto
internacional.
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Estructura de la industria de la transformación
Si pretendemos contar con una industria mediana y grande de capital nacional, que compita en el
TLC y globalmente, habría que revisar y fortalecer el aparato gubernamental y mixto de apoyo al
sector industrial, no es posible fomentar el desarrollo industrial sin una banca de desarrollo
(NAFINSA) funcional y sin una serie de instituciones eficientes que, además de apoyar la
competitividad sistémica, estimulen los proyectos industriales audaces, refuercen a las industrias
de excelencia y subsidien los proyectos de tecnología de punta.
El desafío del cambio institucional es igualmente crucial para los otros sectores y, en particular,
para el empresario y el sector privado en su conjunto. Sin una banca que preste y sepa prestar; sin
asociaciones industriales fuertes, visionarias y participativas, con capacidad de servicio efectivo a
sus agremiados (más allá del cabildeo), y sin un empresariado con suficiencia de análisis, de
prospectiva y diálogo, dispuesto a afrontar riesgos en el nuevo contexto nacional, de integración
regional y de globalización, no será posible emprender un nuevo proyecto nacional en materia
industrial.
Es cierto que los retos son formidables para México. Por un lado, las restricciones políticas y
financieras son enormes. Otorgar de nuevo importancia a la política industrial y a la infraestructura
requiere grandes recursos, que resulta difícil aportar en el momento actual, cuando la economía
lleva dos décadas de estancamiento, la captación fiscal está debilitada y mantenemos una política
de gasto muy conservadora. Por otro lado, la elevada propensión a importar, después de diez años
de desintegración industrial, constituye un serio límite al crecimiento del PIB, aunque al mismo
tiempo se convierte en un desafío y un objetivo macro de la política industrial.
Unidad 3: Proyección socioeconómica de la industria en México
Estructura de la industria de la transformación
Por ejemplo, el crecimiento de la población continúa y, por ende, también crece la necesidad de
crear cuando menos un millón adicional de empleos al año. Por si fuera poco, la crisis financiera
global arrecia y establece en corto plazo un clima poco propicio para el desarrollo y la inversión
productiva. No obstante, más vale comenzar a actuar en éste y en otros frentes, antes de que el
destino nos alcance.
Desarrollo sostenible: "El que satisface las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de
las generaciones futuras para atender sus propias necesidades" (ONU).
"Proceso de administración de una cartera de activos que permite preservar y mejorar las
oportunidades que tiene la población" (BM).
Desarrollo humano: Incorpora todos los aspectos del bienestar de los individuos: "el desarrollo
humano es el fin, el crecimiento económico es un medio" (IDH-PNUD). Se mide a través del Índice
de Desarrollo Humano que incorpora variables como la esperanza de vida, el nivel de educación,
etc. de la población de un país.
Para que el crecimiento económico sea sostenible debe nutrirse de los frutos del desarrollo
humano. El desarrollo humano lento, frena el crecimiento económico sostenido, para alcanzar un
desarrollo sostenible se deben equilibrar varios grupos de objetivos.
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Referencias:
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Los retos del desarrollo tecnológico de México en el nuevo marco global, documento presentado
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MARÍA Y CAMPOS, Mauricio de y Francisco Sercovitch. Hacia una nueva visión de la política de
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de 1998.
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SOLANA, Fernando. Liderazgo industrial para el México del tercer milenio, discurso pronunciado
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SOLLEIRO, José Luis y Rosario Castañón. Política industrial y tecnológica para las pequeñas y
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