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DISCRIMINACION Y CULTURA

ACTIVIDAD # 7
ENSAYO

JOSE GABRIEL ORTEGA GOMEZ


Estudiante

Dr. JUSTINO RAMIREZ RODRIGUEZ


Docente

UNIVERSIDAD IEXPRO PROFESIONAL DE MEXICO


Doctorado en Desarrollo
Tercer Cuatrimestre
MEXICO
2018
INTRODUCCION

El problema de la discriminación o bien el trato diferente, desigual hacia otras personas u


otro grupo por motivos de intolerancia por razas o grupos étnicos distintos al propio, estratos
sociales, cultural, económico, ambiental etc. ha sido parte de la Historia desde civilizaciones
ancestrales y con frecuencia ha estado latente en relaciones y luchas por el poder
económico y social.

La discriminación ha servido de pretexto para someter a pueblos arguyendo razones


religiosas, culturales, raciales, etc. Y es así, como el ser humano ha permitido que, a través
de la exaltación del odio, se cometan atrocidades a sus congéneres. La construcción de las
asombrosas pirámides en Egipto, usando a grupos considerados inferiores, podrían ser un
buen ejemplo sobre la práctica de la esclavitud, asociada al xenofobismo y la
discriminación.

Es también el caso del Imperio Romano que dominó y expolió por miles de años a pueblos
de Europa, el Asia Menor, África y Oriente Próximo. El imperio Otomano, repite en mayor o
menor medida la misma táctica de conquista e igual sometimiento en cobro de impuestos,
que permitió la constitución de grandes imperios a costa del sufrimiento de otros pueblos.
Parte de esa Historia la constituye también las cruzadas cristianas, la expulsión de los judíos
y musulmanes de España. Y las incursiones de Castilla en Marruecos en el siglo XV,
practicando "la ratería," la cual enriqueció a muchos cristianos, les aportó extensiones
territoriales y mano de obra semi-servil morisca.

Las luchas religiosas en el Medio Oriente también han contado en épocas recientes, con el
apoyo de los países económicamente poderosos en virtud de sus propios intereses, que
varían conforme a las condiciones históricas que experimentan. Además, comprueban que
la especie humana ha usado su propia crueldad en contra de sus semejantes, destacando
para ello aparentes diferencias raciales, religiosas, culturales o históricas que en realidad
procuran el beneficio de unos pocos. Las metrópolis del poder justifican su proceder
asumiendo la misma postura griega con la "polis", en el sentido de que su misión es vigilar
y educar a colectividades sobre las que asumen una cultura y comportamiento inferior o
bárbaro. Inclusive se aducen criterios genéticos en la justificación de su actitud. Por otra
parte, la religión basada en los libros sagrados va a legitimar la invasión de territorios.

En los albores de la época moderna el llamado "Descubrimiento de América" marcó pautas


que pretendieron justificar una violenta discriminación y violación de los derechos de las
personas. Esto es típico no sólo en épocas coló, niales sino en los tiempos actuales, bajo
el mismo modelo de dominación. "Descubrir" es una falacia que hoy día es absolutamente
clara. La razón de ser -de ese descubrir- era justificar el saqueo de las riquezas que poseían
los pueblos a ser conquistados. El holocausto indígena refleja bien la "calidad humanista"
y la ausencia de conceptos éticos y mora' les del naciente capitalismo mundial; conceptos
que en la actualidad no alcanzan contenido, a pesar de que se usan con facilidad en
diferentes foros e instancias nacionales e internacionales.
DESARROLLO

La Discriminación es un acto de agresión, en el que se excluye a una persona de un grupo


social, bien sea por sus características físicas, porque presente algún tipo de enfermedad
o lesión notoria, o porque no cumpla con lo establecido dentro de la ética del grupo. Los
actos discriminatorios afectan a la sociedad de una manera negativa, contraen a personas
y debilitan su autoestima, forman malas conductas en la sociedad y crean barreras de
racismo en ella. La discriminación hoy en día en muy discutida, ya que existen entes
sociales y entidades públicas que hacen leyes encargadas de controlar estos actos, pero
aun así en tiempos donde la seguridad es primordial existen focos en la ciudadanía que
discriminan, que no aceptan a todos por igual y que fundamentan bases racistas y
negativas.

Es común observar como hay personas que poseen características discriminatorias en su


personalidad, inclusive, se han clasificados estos odios para darles un mejor tratamiento,
tal es el caso de la Xenofobia, la cual consiste en el desprecio y discriminación a personas
de otros países, son personas que no miden sus escrúpulos al odiar a una persona sin más
fundamento que el hecho de pertenecer a otro grupo étnico o nación. La discriminación
racial por su parte, juega un papel muy emotivo y delicado, al ser el desprecio a personas
de otro color, es importante destacar, que a pesar de las guerras, la abolición de la
esclavitud y los decretos de los derechos humanos para combatir el racismo todavía existen
casos de discriminación.

Otro tipo de discriminación de importante renombre y combate ha sido la discriminación y


abusos cometidos hacia las mujeres. La superioridad en fuerza y brutalidad del hombre ha
conducido a esta a maltratar a la mujer, haciéndole daño a ellas tanto física como
mentalmente. Sin embargo, esta es una lucha muy ganada, que ha obtenido grandes frutos
internacionalmente, En 1979 surgió la Convención de la Asamblea de las Naciones Unidas,
para la eliminación de todas las formas de discriminación de la mujer y con ella leyes y
decretos nacionales que protegen y le dan el valor merecen y el puesto que les corresponde
por derecho en la sociedad.

La discriminación ha causado que personas de bajos recursos vayan a vivir lejos de las
áreas habitadas por personas con mejor calidad de vida, he de ahí que proviene el término
despectivo que reciben estas personas: Marginales, por que viven en los márgenes de la
ciudad.

Diversos historiadores apuntan que los problemas de unificación y desigualdades actuales


tienen sus raíces en la colonia. Las diferencias fueron artificialmente construidas para
"mantener en su lugar" al indígena, al negro y al resto de las castas que eran producto de
las mezclas raciales. El eurocentrismo que toma lugar a partir del Siglo XVI tiene un
importante impacto en la población americana hasta el día de hoy. En este sentido existen
sectores sociales que destacan con jactancia excesiva su ascendencia europea.
Irónicamente, los primeros pobladores del continente, los pocos que lograron sobrevivir a
la explotación y a la violencia, continúan como los "otros" los extraños, arrinconados,
víctimas de la explotación. A pesar de esta realidad se responsabiliza todavía hoy en día al
indígena y bien, al resto de la población minoritaria por el "atraso y el oscurantismo". Incluso
se dice que no se puede salir del subdesarrollo, debido a la composición de la población.
Un ejemplo representativo de lo que sucede en el resto de América, es el caso de
Guatemala, donde la mayoría de su población es indígena. Sin embargo, sus derechos
fundamentales, son violados sistemáticamente, por dirigentes políticos y empresarios
locales con apoyo algunas veces de intereses económicos externos. Se han arrasado
pueblos enteros para la explotación de sus recursos naturales (petróleo, minería y madera,
son algunos ejemplos)

El mismo Chomsky basándose en un artículo aparecido en el New York Times hace la


siguiente acotación:

"A medida que las matanzas indígenas por parte de milita, res guatemaltecos se fueron
aproximando a un genocidio, Ronald Reagan y sus funcionarios al tiempo que alababan a
los asesinos defendiéndolos como demócratas progresistas, informaban al Congreso que
proporcionaría armas para reforzar la mejora de la situaci6n de los derechos humanos -tras
el golpe de 1982- que instauró al General Ríos Montt, quizá el mayor asesino de todos. ´´

La continuación de los problemas de intolerancia, incentiva la creación en 1957 de una


subcomisión en el seno de la Asamblea general de la Organización de Naciones Unidas,
sobre "Prevención de Discriminación y Protección de Las Minorías," este es el punto de
partida para los futuros estudios en discriminación. El informe rendido por esta comisión a
finales de los años 1960, hace énfasis en la educación como pilar fundamental para la
tolerancia y a su vez amplía el concepto de derechos de libertad de pensamiento,
conciencia o religión y más tarde se añade el de convicción teísta, no teísta y atea.

Esta preocupación de aceptación tanto de raza como de religión está presente, hoy en el
escenario mundial con más ímpetu, ya que a mediados de siglo XX recrudecieron las
guerras y continúan azuzándose las primitivas disputas que se enmascaran en un delirio
étnico, religioso, que en el fondo son parte también de intereses de poder político y
económico.

En la Europa del Este tanto los albaneses, como los yugoslavos, los polacos, los
checoslovacos entre otros, luchan para lograr una inserción en el mercado mundial que
permita a sus habitantes, no tener que emigrar, pues, tanto los gobernantes como la
población de Europa Occidental dan señales permanentes de no querer admitirlos en sus
países.

Como expusimos anteriormente, la lucha librada, tanto en el medio jurídico, como de


educación en las personas, no han sido hasta el momento suficiente para combatir el
creciente etnocentrismo en el mundo y por el contrario la crisis económica en la actualidad
está agudizando el problema.

El mayor inconveniente, lo proporciona el fenómeno globalizador en los medios de


comunicación, lo que lleva a que la crisis económica (en menor o mayor grado) impacto con
mayor celeridad a los diferentes países que componen la "Aldea Global". El desarrollo
vertiginoso de las comunicaciones, a su vez acelera la velocidad con la que se expandan
la violencia y el rencor, que se anida entre pequeños grupos xenofóbicos los cuales
rápidamente se comunican y se identifican de un sitio a otro en el ámbito internacional.

Esta problemática política y económica, de los últimos años, hace que la situación de
discriminación y violación sistemática de los derechos humanos, en América La, tina tienda
a profundizar cada vez más las diferencias, ya existentes. Los últimos informes de la
Secretaría Permanente para América Latina (SELA) respecto de la situación de la industria
y el desempleo en América Latina ilustran lo anteriormente expresado.

En el año 1997 la industria manufacturera tenía un crecimiento de 6.3%, en 1999 de 1.9%


en el 2000 fue tan sólo un 1.5%. Por supuesto esto repercutió en el desempleo urbano que
venía experimentando un alza sostenida en la década pasada hasta alcanzar el año pasado
el 8.6% de la fuerza laboral. El sector agrícola ha sido uno de los más azotados por las
medidas proteccionistas de los países eco' nómicamente poderosos.

La imposición de la cuota al banano, por los países de la Comunidad Europea afectó a miles
de trabajadores, quienes de un día para otro se encontraron sin empleo y con sus familias
desprotegidas. Al mismo tiempo el café ha venido mostrando una baja constante en los
precios del mercado internacional. Esto es un pequeño ejemplo de muchos otros productos,
a los cuales se les imponen no-sólo barreras arancelarias, si no también múltiples requisitos
que finalmente conducen a lo mismo: la aplicación del libre comercio sólo para la
conveniencia de los países desarrollados. Este aspecto se relaciona con un incremento en
la actitud xenofóbica hacia los habitantes de los países latinoamericanos con quienes se
utilizan términos despectivos tales como "los otros", "los intrusos", "los que me vienen a
quitar trabajo", "los sudacas" etc. Así tenemos varios ejemplos de discriminación.

De acuerdo con los datos del Censo de Población del año 2000, un 5,3% de la población
nacional presentaba limitaciones de alguna índole. Cabe destacar, que más de 40% de las
discapacidades son originadas por problemas de ceguera o sordera, y un 15% tienen
discapacidades originadas en el retardo o trastornos mentales. Dicho censo indica que
dentro de los hogares que no tienen ninguna carencia en sus necesidades básicas 4,5%
son personas con discapacidad, cifra que se eleva a un 6,9% en los hogares que tienen
más de dos carencias.

Por otra parte, para el año 2001 la niñez y la adolescencia con algún tipo de discapacidad
constituían el 21% de la población total costarricense con discapacidad (Cifras Oficiales del
Instituto Nacional de Estadística y Censos). Estos niños y niñas deben enfrentar los mismos
problemas y las mismas situaciones de falta de accesibilidad que enfrenta el resto de la
población con discapacidad, como es el caso del transporte colectivo, donde todavía el país
carece de autobuses apropiados, especialmente para aquellos que tienen comprometida
su movilidad física. Sin embargo, en el año de 1998 Costa Rica promulgó el Código de la
Niñez y la Adolescencia, Ley 7739 del 6 de enero de 1998, con lo cual -en el plano de la
legislación- se fortaleció la protección de los derechos de estos grupos etáreos.

En términos de política institucional las personas con discapacidad tienen mayores


posibilidades de caer en situaciones de pobreza, principalmente por las reducidas
oportunidades que tienen de insertarse en el mercado laboral y de constituirse en
proveedores de ingresos para sus familias.

Con base a esto, el Estado Colombiano ha impulsado, en los últimos años, una serie de
leyes orientadas a equiparar las oportunidades basándose en la inaccesibilidad a múltiples
servicios que deben enfrentar cotidianamente las personas con algún tipo de discapacidad,
ya que, el entorno físico en el cual se desenvuelven, enmarca barreras que constriñen o les
impiden el acceso a un entorno socio-cultural todavía con remanencias de visiones arcaicas
que limitan el paso de los mismos a la actividad productiva, empleo, vivienda, educación,
recreación, etc.
En Colombia, históricamente ha prevalecido la perspectiva de enfocar a la discapacidad
con denominaciones de lástima y tratamientos de “pobrecito” y “pobrecita”, el que la
persona con discapacidad sea ubicada como un enfermo que siempre requerirá atención o
como persona menor de edad, aunque ya haya llegado a la edad adulta lesiona tanto la
dignidad como los derechos de las mismas. Incluso el modelo de rehabilitación ha estado
enmarcado por esa tendencia conservadora contribuyendo a mantener una imagen de las
personas con discapacidad que no ayuda a su independencia.

No obstante, solo hasta la década del 2000, cuando en el 2013 mediante ley estatutaria
1618 de 2013 empezaron a emerger nuevos enfoques, los cuales se caracterizaban por la
promoción de la igualdad de oportunidades de las personas con discapacidad. Tendencias
que dieron como resultado la aprobación de nuevos movimientos y enfoques en defensa
de la protección e igualdad de los derechos de esta población. Dicha normativa contempla
una serie de disposiciones orientadas a mejorar las condiciones de vida de este sector de
la población.

El conjunto de derechos humanos que promueve y protege este cuerpo jurídico,


representan –en el plano legal– un importante avance en materia de reconocimiento de
derechos de personas con discapacidad, la cual pretende abrir las puertas a la accesibilidad
educativa, a la salud y rehabilitación, al transporte público, al espacio físico y arquitectónico,
a la información y la comunicación, y a la recreación, la cultura y el deporte. Es oportuno
reseñar que esta legislación se vio robustecida al ratificar el Estado colombiano la
Convención Americana para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra
las Personas con Discapacidad, en diciembre de 1999.

Sin embargo, la no priorización del tema en la agenda política y a la limitación


presupuestaria desde el punto de vista estatal, entre otras causas, han impedido avances
más satisfactorios en dicha materia, dejando en evidencia una persistente brecha entre el
espíritu de la normativa y su aplicación práctica y efectiva.

Por lo que, el Foro por los Derechos Humanos de las Personas con Discapacidad, indicó
en el año 2001 que: “Los avances han sido poco profundos, reversibles y no han podido
cambiar las condiciones y la calidad de vida de la inmensa mayoría de las casi 400 mil
personas, que conforman la población con discapacidad en Colombia´´

Según la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples del 2004, el conglomerado femenino


constituye la mitad de la población colombiana, teniendo como uno de los grandes avances
del género, en el área educativa. En el ámbito educativo, los Centros de Formación
Profesional del Instituto Nacional de Aprendizaje tradicionalmente han captado la atención
del sector femenino.

Durante el año 2004, el conglomerado femenino representó el 79% del total de estudiantes,
aunque el tipo de la capacitación en el cual se inscriben demuestra una inclinación más a
áreas tradicionalmente domésticas tales como artesanía, bordado, corte y confección,
peluquería, estética y panificación, pese a que, en dichos centros se ofertan capacitaciones
en el sector industrial como industria de la madera y afines, mecánica de vehículos livianos
y, electricidad, en las cuales predomina la participación masculina.

Se estima que 11% de la población costarricense tiene distintas preferencias sexuales al


heterosexual, y aunque hasta el momento, la nación no cuenta con legislación
exclusivamente dirigida a la protección de dicho sector poblacional, el Artículo 134A del
Código Penal acto discriminatorios colombiano establece que: “El que arbitrariamente
impida, obstruya o restrinja el pleno ejercicio de los derechos de las personas por razón de
su raza, nacionalidad, sexo u orientación sexual, discapacidad y demás razones de
discriminación, incurrirá en prisión de doce (12) a treinta y seis (36) meses y multa de diez
(10) a quince (15) salarios mínimos legales mensuales vigentes´´

En términos generales, la población homosexual se ha caracterizado por vivir en situación


de desventaja, debido al rechazo social al que se ven sometidos con denominaciones como
las de gay y lésbica, las cuales han seguido durante mucho tiempo una política de silencio,
fundamentada por la homofobia social. Dentro de los temores más frecuentes a los que se
enfrentan las personas homosexuales, corresponden al momento de solicitar empleo y/o la
perdida de éste cuando ya tienen. (Schifter 1998:54).

Al respecto cabe señalar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos,


proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, dice: “Toda persona tiene
derecho al trabajo de su libre elección y a la protección contra el desempleo y a igual salario
por igual trabajo, todo ello sin discriminación alguna por razones de raza, color, sexo,
idioma, religión, opinión pública original o social, posición económica, nacimiento, o
cualquier otra condición...”

Las leyes y políticas del Estado –que deberían proteger a todos de la discriminación– son
la fuente de discriminación tanto directa como indirecta de millones de personas lesbianas,
gay, bisexuales, transgénero e intersexuales en todo el mundo. En más de un tercio de las
naciones del mundo se tipifican como delito las relaciones privadas y consentidas entre
personas del mismo sexo. Esas leyes violan los derechos a la privacidad y a la no
discriminación, protegidos ambos en el derecho internacional, y exponen a las personas al
riesgo de ser arrestadas, perseguidas y encarceladas, y, en al menos cinco países, a ser
condenadas a la pena de muerte.

Otros ejemplos de medidas discriminatorias son la prohibición de que las personas


lesbianas, gay, bisexuales y transgénero (LGBT) realicen ciertos trabajos; las restricciones
discriminatorias a la libertad de expresión y a las manifestaciones públicas; y la negación
del reconocimiento jurídico de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.
Muchos Estados exigen que las personas transgéneras se sometan a la esterilización como
condición previa para obtener el reconocimiento jurídico de su género, sin el cual muchos
se ven obligados a vivir al margen de la sociedad, al ser excluidos de empleos fijos y los
servicios de salud y educación y ser privados de otros derechos básicos.

Las personas que son, o se las considera, lesbianas, gay, bisexual, transgénero o
intersexuales padecen el estigma social, la exclusión y el prejuicio en el empleo, el hogar,
el centro de estudio, las instituciones de atención de la salud y muchas otras facetas de sus
vidas. Las personas pueden ser despedidas de sus empleos e intimidadas en la escuela;
se les puede negar el tratamiento médico apropiado; pueden ser expulsadas de sus
hogares, repudiadas por sus padres, ingresadas por la fuerza en instituciones siquiátricas
y obligadas a contraer matrimonio o a quedar embarazadas; y su reputación puede ser
atacada. En el caso de las personas intersexuales, la discriminación a menudo comienza
al nacer, al ser sometidos muchos bebés y niños de corta edad intersexuales a
intervenciones quirúrgicas y de otro tipo, realizadas sin su consentimiento informado ni el
de sus padres, con la intención de borrar las diferencias intersexuales.
Los Estados tienen la obligación jurídica de cerciorarse de que sus propias leyes y políticas
no discriminen contra las personas por su orientación sexual y su identidad de género y
también de que su marco jurídico ofrezca una protección adecuada contra esa práctica
discriminatoria por terceras personas. Esa obligación trasciende la cultura, la tradición y la
religión. Todos los Estados, independientemente de su historia o especificidades
regionales, deben garantizar los derechos de todas las personas. Los gobiernos que se
niegan a proteger los derechos humanos de las personas LGBT violan el derecho
internacional.

En años recientes algunos Estados han hecho un denodado esfuerzo por fortalecer los
medios de protección de los derechos humanos de las personas LGBT. Se ha aprobado
una variedad de nuevas leyes, incluidas leyes que prohíben la discriminación y castigan los
delitos motivados por prejuicios homofóbicos, que reconocen las relaciones sexuales entre
personas del mismo sexo y que facilitan a las personas transgénero la obtención de
documentos oficiales que reflejen su género preferido.

Desde principios del decenio de 1990 los mecanismos de derechos humanos de las
Naciones Unidas han expresado en repetidas ocasiones su inquietud ante las formas
frecuentes y extremas de violación de los derechos humanos de las personas LGBT. Entre
esos mecanismos se cuentan los órganos establecidos en virtud de tratados encargados
de vigilar el cumplimiento por los Estados de los tratados internacionales de derechos
humanos, así como los relatores especiales y demás expertos independientes nombrados
por el Consejo de Derechos Humanos encargados de investigar problemas urgentes en
materia de derechos humanos y de presentar informes al respecto.

En 2010, en un discurso histórico sobre la igualdad de las personas lesbianas, gay, bisexual
y transgénero (LGBT) pronunciado en Nueva York, el Secretario General de las Naciones
Unidas Ban Ki-moon pidió que se adoptaran medidas contra la violencia y la discriminación
de que eran objeto las personas LGBT: “Como hombres y mujeres de conciencia,
rechazamos la discriminación en general y en particular la discriminación basada en la
orientación sexual y la identidad de género. (…) donde existan tensiones entre las actitudes
culturales y los derechos humanos universales, los derechos deben prevalecer”.

La prohibición de la discriminación racial está consagrada en todos los instrumentos


internacionales fundamentales de derechos humanos e impone obligaciones a los Estados
y les encomienda la erradicación de la discriminación en las esferas pública y privada. En
2001, la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y
las Formas Conexas de Intolerancia produjo la agenda más autorizada y completa para la
lucha contra estos flagelos: la Declaración y el Programa de Acción de Durban. La
Conferencia de Examen de Durban de 2009 y la conmemoración del décimo aniversario de
la Conferencia Mundial contra el Racismo dos años más tarde demostraron un compromiso
renovado con la igualdad racial.

Si bien la lucha contra el racismo es una prioridad para la comunidad internacional y se


encuentra en el centro de la labor de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos (ACNUDH), aún queda mucho por hacer para la plena
realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales. El racismo y la
discriminación racial, directos e indirectos, de facto y de jure, se producen a diario, lo que
dificulta el progreso y causa sufrimiento a millones de personas en todos los países del
mundo. Las mejoras duraderas para combatir la discriminación racial en el plano nacional
requieren voluntad política y un enfoque sostenido e integral, que queden reflejados en
numerosas medidas que se complementen y refuercen mutuamente.

Con el fin de eliminar las condiciones que causan o perpetúan la discriminación racial, la
Conferencia Mundial contra el Racismo, la Conferencia de Examen de Durban, el Comité
para la Eliminación de la Discriminación Racial y el Consejo de Derechos Humanos,
mediante su examen periódico universal, han recomendado que los Estados adopten
planes nacionales de acción contra la discriminación racial. Esos planes pueden servir de
base para el desarrollo de una política pública integral para la promoción de la igualdad
racial.

Varios Estados ya están preparando o aplicando planes nacionales de acción contra la


discriminación racial. Sus experiencias positivas en lograr cambios para las víctimas del
racismo demuestran que esos planes nacionales de acción pueden ser un mecanismo
eficaz para combatir la discriminación racial.

La no discriminación y la igualdad de la ley y ante la ley constituyen principios


fundamentales del derecho internacional de los derechos humanos. La noción de igualdad
es inseparable de la de la dignidad humana esencial de cada persona. El respeto de los
derechos humanos y los principios de la igualdad y la no discriminación son
interdependientes y en ellos se sustentan la Declaración Universal de Derechos Humanos
y los principales tratados internacionales de derechos humanos. Además, según la Corte
Internacional de Justicia, la prohibición de la discriminación racial constituye una obligación
erga omnes.

A pesar de los intentos de hacer realidad estos derechos humanos fundamentales, persiste
la discriminación racial en sus numerosas formas. En muchas regiones del mundo la
violencia racial, la incitación al odio, los prejuicios y los estereotipos son características de
la vida cotidiana; algunos grupos siguen estando desproporcionadamente desfavorecidos
y las minorías son silenciadas o negadas. La discriminación racial sigue dificultando el
progreso y el goce de los derechos de millones de personas.

Ningún Estado está libre de discriminación racial y todos los Estados afrontan problemas
para eliminarla. El contraste entre el principio de igualdad consagrado en los marcos
jurídicos y la realidad de la discriminación basada en motivos de raza2, color, linaje u origen
nacional o étnico requiere un examen más detenido de las medidas necesarias para
combatir el racismo. La lucha contra el racismo requiere un enfoque, estrategias y políticas
integrales que respondan a las diversas formas de discriminación racial.

Para hacer frente a estos retos, la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación
Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia celebrada en Durban (Sudáfrica)
en 2001, la Conferencia de Examen de Durban celebrada en Ginebra en 2009, el Comité
para la Eliminación de la Discriminación Racial y el Consejo de Derechos Humanos, en su
examen periódico universal, han recomendado la aprobación de planes nacionales de
acción contra la discriminación racial. Varios Estados ya están aplicando esos planes de
acción y otros los están preparando.

Los planes nacionales de acción contra la discriminación racial pueden servir de base para
el desarrollo de políticas públicas integrales contra la discriminación racial. Al preparar estos
planes, el Estado demuestra que está tomando medidas para hacer frente a los desafíos
en la erradicación de la discriminación racial. Además, los planes nacionales de acción
contra la discriminación racial pueden ayudar a los Estados a que cumplan sus obligaciones
como partes en la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial y sus compromisos derivados de la Conferencia Mundial contra el
Racismo y la Conferencia de Examen de Durban, así como otras obligaciones regionales y
nacionales.

La Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en junio de 1993 llevó


a cabo un amplio examen de los progresos realizados desde la aprobación de la
Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948, y trató de determinar los obstáculos
a nuevos progresos y la manera de superarlos. Por lo tanto, en la Conferencia de Viena se
examinaron minuciosamente los conceptos y los mecanismos, así como muchas
propuestas de nuevos enfoques de la promoción y la protección de los derechos humanos.

El documento aprobado en la Conferencia, la Declaración y el Programa de Acción de


Viena6, fue especialmente importante debido a su amplitud y su aprobación por consenso.
Se formularon muchas recomendaciones a los Estados y otros miembros de la comunidad
internacional sobre las medidas que se podían adoptar para impulsar la promoción y la
protección de los derechos humanos.

´´En la Declaración y el Programa de Acción de Viena, la Conferencia Mundial de Derechos


Humanos recomendó que los Estados consideraran la posibilidad de elaborar un plan
nacional de acción en el que se determinaran las medidas necesarias para que los Estados
mejoraran la promoción y protección de los derechos humanos (parte II, párr. 71) ´´

Como la lucha contra la discriminación racial forma parte de la protección y la promoción


de los derechos humanos fundamentales, los planes nacionales de acción contra la
discriminación racial se deben coordinar con otras iniciativas nacionales, regionales e
internacionales a fin de lograr los derechos humanos para todos. La elaboración, aplicación
y evaluación de esos planes nacionales de acción requieren una planificación y un esfuerzo
considerables. Se necesita un gran cuidado para asegurar la vinculación con los planes
nacionales de acción existentes en materia de derechos humanos, así como con los planes
de desarrollo y los procesos de planificación de políticas nacionales centrados en la salud,
la educación, las mujeres, los niños, las minorías, los pueblos indígenas, etc. Se
recomienda que los Estados preparen planes nacionales de acción autónomos contra la
discriminación racial, aunque en algunos casos también pueden formar parte de un plan
nacional de acción general en materia de derechos humanos.

Se debe hacer memoria igualmente que el siglo XX vio el nacimiento de una serie de
Estados independientes, en especial en el Africa y en el Asia, después de que éstos
estuvieron sometidos a regímenes colonizadores que practicaban la discriminación y el
apartheid como sistema político de gobierno. Los procesos de liberación e independencia
comprometieron violaciones y discriminaciones de las libertades fundamentales de reunión,
expresión, movimiento, etc. En América Latina muchos de los países, en especial los del
cono sur, vivieron en la década de los setenta y ochenta bajo regímenes militares totalitarios
y dictatoriales, que hicieron de la geopolítica una doctrina que violó de manera coordinada,
planificada y organizada los derechos humanos fundamentales, con el fin de ocupar todos
los espacios de expresión de ideas contrarias a esta doctrina.
Debemos reconocer con dramatismo que en el siglo recién terminado se cometieron las
violaciones más brutales, sistemáticas e institucionalizadas a la dignidad humana por parte
de los regímenes totalitarios de la Alemania nazi, del fascismo y el comunismo. La Segunda
Guerra Mundial condujo a que la Europa aquella de la ilustración y la emancipación lograra
en un período corto de tiempo imponer la doctrina del terror y el exterminio conculcando y
privando a los ciudadanos considerados “inferiores”: judíos, gitanos, homosexuales y otros
de sus derechos políticos, civiles, económicos y culturales, para finalmente privarlos del
derecho a la vida. El siglo XX también implementó ideologías políticas que aceptaron la
exclusión y represión, e inclusive la eliminación física, de toda persona que sustentara ideas
que se apartaran de los cánones oficiales. Este es el caso de muchos de los países que
conformaban la ex Unión Soviética. Podemos decir, entonces, que la discriminación tanto
racial como ideológica fue el sustento que permitió dichas violaciones.

Por su lado, en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social realizada en Copenhague,


Dinamarca, en el año 1996, se hizo ver con dramatismo que en el mundo persisten y se
hacen cada vez más agudos los problemas de la pobreza, el desempleo y la marginación
social, lo que constituye una ofensa a la dignidad humana. Se reconoce que ha habido
ciertos avances en la esperanza de vida, la alfabetización, la enseñanza primaria y el
acceso a la atención básica de salud; que se ha producido una expansión en el pluralismo
y la democratización. No obstante, se constata que más de 1.000 millones de personas en
el mundo entero, es decir un cuarto de la humanidad, vive en la pobreza extrema, en la
incertidumbre, la inseguridad, en el descontrol de las cosas más elementales de la vida, de
ser incapaz de planificar, de tomar la vida en las propias manos, de depender de la
adversidad. Con estupor se hace notar que, si bien la riqueza se ha septuplicado en los
últimos cincuenta años, ha aumentado la distancia que separa a los pobres de los ricos.
Los desempleados superan los 120 millones, y más mujeres que hombres viven en la
pobreza absoluta, ellas son las que preferentemente deben hacer frente a la pobreza. La
Cumbre consigna por un lado que se han mundializado ciertas amenazas al bienestar del
ser humano, como los riesgos ambientales, y que decenas de millones son refugiados o
están desplazados.

Ahora bien, frente este cuadro desolador, que de por sí es deshumanizante e indigno y que
se vincula estrechamente con todo tipo de discriminaciones, con la intolerancia, con la
incitación al odio y la xenofobia, surge una pregunta ineludible: Cuál es el rol y la actitud
que debe asumir la educación.

La educación, si desea realmente sumarse a la modernidad, debe ser capaz de reconocer


con decisión que el respeto a las diferencias y la política de erradicación de las
discriminaciones forman parte no sólo del área de la democracia política, sino también del
área de la democracia cultural. En otras palabras, se ve como necesario –si se desea
“ingresar” y “transitar” hacia una sociedad democrática y moderna– asumir, reconocer y
potenciar el tejido intercultural como acervo cultural. Se indica que el potenciamiento de
nuestros propios tejidos e identidades culturales, lejos de constituir un obstáculo para
nuestro “ingreso” a la modernidad, debiera ser nuestro resorte específico para ser
modernos hoy día. Calderón, Hopenhayn, Ottone (1993) manejan la hipótesis de que la
transformación productiva con equidad, como propuesta de desarrollo para los países de la
región, no puede prescindir de los principales rasgos culturales de nuestras sociedades.
Estos rasgos son la condición del tejido intercultural como resorte de nuestra forma propia
de apertura al mundo; y la superación de la dialéctica de la negación del otro como
exigencia fundamental para nuestra integración social y para la consolidación de una cultura
democrática. Sobre dicha base, es posible la construcción de una moderna ciudadanía, en
la cual “el sujeto será la voluntad del individuo de ser productor y no solamente consumidor
de su experiencia y de su entorno social” y en donde la modernidad, además de progreso
económico, tecnológico y social, será sobre todo “exigencia de libertad y defensa contra
todo lo que transforma al ser humano en instrumento o en objeto”

La capacidad de discriminar ha sido estimada como una habilidad importante del intelecto.
El mundo se nos volvería enteramente caótico si no tuviéramos la capacidad de distinguir
una cosa de otra y si no pudiéramos categorizar. Nos movemos en una cultura
simplificadora y de categorías. Categorizamos de acuerdo a una variedad infinita de
atributos: color, forma, altura, dimensiones, apreciaciones estéticas y morales, etc. No toda
diferenciación, desigualdad o trato distinto es necesariamente un acto discriminatorio. Por
el contrario, estamos estimulando el fomento y el respeto de la diversidad.

Sin embargo, existe discriminación cuando se hacen distinciones, exclusiones,


restricciones o preferencias con el propósito de menoscabar o anular los derechos
fundamentales de las personas (Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948).
En otras palabras, queremos aceptar la diversidad, en la que se da cabida a expresiones
sociales, culturales e inclusive económicas diferentes, heterogéneas y variadas, pero otra
cosa es que esta diversidad dé lugar a la marginación, a la exclusión, a la degradación, a
la humillación, a la iniquidad, a la opresión, a la explotación y /o a la injusticia.

Cabe señalar que las personas se reconocen como miembros de un propio grupo de
identidad e identifican la existencia de otras identidades. Desde esta óptica se han
reconocido diversos grupos de identidad, a saber: grupos raciales, grupos pertenecientes
a un determinado género, religión, edad, orientación sexual, clase socioeconómica,
nacionalidad, grupos con incapacidad física, etc. Los miembros que pertenecen a un
determinado grupo de identidad comparten características semejantes, que los hacen
diferentes de los miembros que se ubican fuera del grupo. Reconocer, respetar y estimular
la existencia de una variedad de identidades es un rasgo de la multiculturalidad y la
globalidad. La sociedad se enriquece con la diversidad de los distintos grupos de identidad.

Los estereotipos funcionan como categorizaciones, asociaciones automáticas, y son los


mecanismos que mayor responsabilidad tienen en la permanencia de las discriminaciones
La gente aprende los estereotipos tempranamente, antes que los pueda evaluar
críticamente. Los estereotipos alteran la interpretación de la conducta en un momento muy
temprano de la codificación. Existe un proceso de asimilar, de rubricar al otro en cierta
categoría, haciéndolo más parecido al estereotipo de lo que realmente es. Las personas
que usan estos estereotipos no están abiertas y atentas a alguna información adicional. No
tienen tiempo y procesan con rapidez; la gente pone mayor atención a los estereotipos que
confirman la información previa que se tiene, desatendiendo aquella que no la confirma;
prefiere hacer calzar la información que tiene para no cambiar frente al otro grupo de
identidad.

La discriminación adquiere su expresión más dramática y severa cuando un grupo, de


manera consciente o inconsciente, explota a otros para su propio beneficio (opresión). En
este sentido existen condiciones de opresión cuando un grupo tiene el poder para definir la
realidad y determinar lo que es “normal”, “real” o “correcto”. De igual manera, existe
opresión social cuando la persecución, la discriminación, la explotación, la marginación y
otras formas de relación y tratamiento injusto y no igualitario se han vuelto sistemáticas y
se han institucionalizado. El grupo opresor actúa opresivamente –discriminatoriamente– sin
el esfuerzo consciente de sus miembros, sino que este comportamiento se instala en la
estructura social a través del tiempo (Hardiman y Jackson, 1997),

La Declaración Universal de los Derechos Humanos al sostener como premisa fundante


que todos los humanos, hombres y mujeres, no importando el contexto en que viven en el
mundo, nacen libres e iguales en dignidad y derechos, está sentando las bases, por un
lado, para rechazar y erradicar todo tipo de discriminación y, por el otro, para salir a la
defensa de cualquiera manifestación discriminatoria. El concepto central y el común
denominador que la Declaración consagra es la dignidad humana, y en este sentido todas
las formas de privación de los derechos en la esfera civil y política o en el ámbito económico,
social o cultural, atentan contra la dignidad de las personas y por lo tanto son actos
discriminatorios.

El principio de la dignidad humana e igualdad de todos los seres humanos, que sustenta la
Declaración Universal, remite directa e incuestionablemente al propósito de la no-
discriminación y el respeto a la diversidad como norma básica de la convivencia entre las
personas, los grupos y los pueblos.

La comunidad internacional ha centrado su preocupación en aquellas áreas y grupos que


históricamente, por razones de la más diferente índole se ha discriminado de manera
sistemática e institucionalizada, como son la discriminación racial; la discriminación de la
mujer; la discriminación en el trabajo; la discriminación religiosa y la discriminación en la
educación, materia que nos preocupa de manera preferente en este trabajo.

En efecto, ya en 1978 la UNESCO aprobó unánimemente en su Conferencia General la


Declaración sobre las Razas y los Prejuicios Raciales. En el preámbulo de esta Declaración
se hace mención a que la Segunda Guerra Mundial, con sus grandes y terribles
consecuencias, no hubiera sido posible sin la negación de los principios democráticos de la
dignidad, la igualdad y el respeto mutuo de los hombres, y sin la voluntad de sustituir tales
principios explotando los prejuicios y la ignorancia, por el dogma de la desigualdad de los
hombres y de las razas.

La Declaración reconoce plenamente el derecho que tienen todos los individuos y los
grupos a ser diferentes, a considerarse y ser considerados como tales, haciendo notar que
esto no puede servir de pretexto a los prejuicios raciales y no puede legitimar ni en derecho
ni en hecho ninguna práctica discriminatoria. Se hace ver, además, que toda teoría que
invoque una superioridad o inferioridad intrínseca de grupos raciales o étnicos que dé
derecho de dominar o eliminar a los demás, presuntos inferiores, o que haga juicios de valor
basados en una diferencia racial, carece de fundamento científico y es contraria a los
principios morales y éticos de la humanidad. Es clave en esta Declaración el hecho de que
la discriminación racial es éticamente aberrante e incompatible con la dignidad humana.

De este modo, la discriminación de género aparece como un obstáculo para el pleno


desarrollo de las sociedades, pues no sólo limita las posibilidades de ser de las personas
afectadas por la discriminación, sino que también limita las posibilidades de la misma
sociedad, que se empobrece al privarse de la riqueza que le da la diversidad, y de los
particulares aportes que cada ser humano –hombre o mujer– puede hacer desde su manera
única y siempre original de ser.
Un área que ha sido objeto de históricas discriminaciones ha sido el trabajo. Muchas se
relacionan con la incorporación al trabajo. Se hacen exigencias para adjudicar un trabajo,
que van más allá de las normales, no aceptando, por ejemplo, personas que profesan la
religión musulmana que les prohíbe trabajar los viernes o a judíos y adventistas que
descansan el día sábado. De igual manera, es una práctica discriminatoria cuando no se
aceptan en algunos trabajos o se seleccionan personas que no tengan demasiada edad,
para no pagar los años de servicio y de experiencia; se rechaza a los que tienen
antecedentes penales no aceptando las posibilidades de rehabilitación. Las mujeres,
históricamente han sido las que mayores dificultades han tenido y todavía tienen para
acceder a un trabajo que perfectamente puede ser asumido por ellas. Por lo general, se
prefiere a los hombres ya que se aduce que con las mujeres hay que enfrentar las
situaciones de embarazo, prenatal y posnatal, las labores de madre y dueña de casa. Las
mujeres perciben en promedio sólo el 75% de los ingresos de los hombres. En momentos
de crisis y de fuerte desempleo y cuando es necesario hacer una reestructuración, se tiende
a despedir a los sectores más vulnerables, es decir, los más jóvenes, a los que están cerca
de la jubilación y a las mujeres.

Un ámbito de discriminaciones que tiene una larga historia y que persiste hasta nuestros
días es el de la discriminación religiosa. En el año 1981, después de 20 años de discusiones
y deliberaciones respecto de la tolerancia e intolerancia religiosa y de creencias, la
Asamblea general de las Naciones Unidas proclamó la Declaración sobre la Eliminación de
todas las formas de Intolerancia y Discriminación fundadas en la Religión o las
Convicciones. En sus considerandos, además de relacionar el derecho a la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión a los derechos humanos y a las libertades
fundamentales, a la dignidad e igualdad de todos los seres humanos, hace notar –con
preocupación– que todavía perduran manifestaciones de intolerancia y discriminaciones en
las esferas de la religión y de las creencias.

El derecho a la educación no sólo se hace vigente cuando se otorgan, sin distingo de


ninguna naturaleza, las facilidades de ingreso a la escolaridad a todos los estudiantes, sino
que, adicionalmente, cuando se crean las condiciones para que permanezcan sin
dificultades en el sistema educacional. El fenómeno de la masificación de la escolaridad ha
traído aparejada una heterogeneidad social y cultural de su alumnado, que hace
irremediablemente necesario que el respeto a las diferencias sea un elemento constitutivo
de su eficiencia y su eficacia. La atención de estas diferencias es una exigencia ética inscrita
en el derecho a la educación.
Desde esta perspectiva, es decir, de la atención de la diversidad, el derecho a la educación
se vincula, también, con el reconocimiento de la diversidad de las identidades culturales y
étnicas en el currículum. Es sabido que en muchos de nuestros países el currículum, en el
que se definen los objetivos y contenidos culturales que la institución educativa intenciona,
históricamente ha transmitido un esquema de significaciones y representaciones simbólicas
y un sistema de concepciones, de conocimientos y actitudes frente a la vida, que
corresponden a la cultura de los grupos culturalmente dominantes de la sociedad.
Este desconocimiento de la diversidad cultural ha empleado implícita o explícitamente la
descalificación y desvalorización de toda manifestación cultural que se aleja de manera
orgánica del núcleo homogeneizante. De esta forma, se han engendrado todo tipo de
prejuicios que han derivado en discriminaciones instaladas profundamente en la educación.
Los saberes de las identidades culturales no han tenido cabida en la escuela, están
relegados, excluidos. Se aduce que son saberes primarios, primitivos, intrascendentes.
Existe un prejuicio muy enraizado en la racionalidad positivista –sobre la cual se elabora el
currículum– que sostiene que lo que “otros” piensan, crean, hacen y usan son fragmentos
dispersos, arreglos pintorescos, productos rústicos reunidos al azar y sin el rigor de la lógica
científica que sentó el orden y las diferencias de la cultura erudita. Un currículum que se
sitúa en la perspectiva de la no discriminación debiera, a nuestro parecer, tener la capacidad
para pensar que la cultura de la identidad social y cotidiana puede ser sometida a reflexión.
Desde la perspectiva de la educación para y en la diversidad, ésta se concreta cuando:
favorece la igualdad de oportunidades de acceso, permanencia y continuidad en la oferta
educacional; cuando diversifica los canales o vías de progreso educacional para
estudiantes con intereses y aptitudes diferentes, sin mediar razones de clase social, medios
económicos, sexo, origen o procedencia étnica o religiosa; cuando implementa políticas
tendientes a favorecer a grupos en situación de mayor precariedad.
De igual forma, una educación para la diversidad está directamente relacionada con la
calidad de los aprendizajes. El acceso y la permanencia en el sistema educacional no son
garantía suficiente para producir aprendizajes significativos, no aseguran que los mayores
niveles de educación incrementen los niveles de productividad y se vean acompañados de
mayores ingresos que, al decir de los especialistas, constituyen un indicador claro de
equidad.
No hay certeza alguna de que la permanencia en el sistema asegure el desarrollo de
habilidades intelectuales, sociales y ciudadanas compatibles con la vida moderna y con los
requerimientos de un desarrollo sustentable. Pareciera, entonces, que el mecanismo capaz
de desarticular el proceso de la reproducción-educación se alcanza plenamente cuando se
combinan mejoras en la calidad de los insumos y los procesos de educación, y se orientan
a elevar de modo significativo sus resultados en términos de crecimiento personal,
intelectual y social. En este sentido, la calidad de la educación se ve altamente cuando hay
diversidad de materiales, cuando el tipo de conocimientos impartidos es pertinente; cuando
las metodologías de enseñanza se diversifican; cuando existe una vinculación entre los
saberes que la escuela comunica y su medio local, nacional e internacional.

- El artículo 1 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos prohíbe


todo tipo de discriminación, a fin de evitar, anular o menoscabar los derechos y
libertades de las personas. La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación
tiene por objeto “prevenir y eliminar todas las formas de discriminación que se
ejerzan contra cualquier persona en los términos del Artículo 1 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como promover la igualdad de
oportunidades y de trato”.

- El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) presentó la


Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (ENADIS) en 2005 y 2010. En
el último sondeo destacó que los aspectos que provocan diferencias en la población
mexicana son: riqueza (59.5%); preferencias sexuales (40.0%); la religión (35.6%);
la etnia (29.4%); y las personas migrantes (26.8%); entre otros.

- Las mediciones de Conapred muestran ciertos avances en la disminución de


discriminación en la sociedad mexicana. Ejemplo de ello es que en 2005 36% de la
población advertía que no estaba dispuesta a permitir que una persona de otra
religión viviera en su casa. En contraste, para 2010 ese porcentaje se redujo a 24%.

- De acuerdo con dicha instancia las personas jóvenes en México (entre 12 y 17 años)
son más propensas a la tolerancia en comparación con los mayores.

- La población afrodescendiente en México se compone por alrededor de 450 mil


personas, de las cuales 74% no tiene acceso a servicios médicos.

- Alrededor de 7 millones de indígenas están expuestos a maltrato, marginación y


rechazo por su apariencia física, color de piel u origen étnico.

- La firma Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) realizó un sondeo y 87.3%


de los encuestados percibe mucha o muchísima discriminación en México.

- La discriminación es un problema social que atenta contra los derechos humanos y


la dignidad de las personas, además de segregar a las minorías de la integración
social. Durante los últimos años el Estado mexicano realizó diferentes esfuerzos a
fin de erradicar y prevenir la discriminación, como es la reforma constitucional del
artículo 1 o la creación del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación
(Conapred). Sin embargo, aún existen grandes rezagos a fin de eliminar estas
prácticas.

La segregación es un fenómeno internacional que existe en diferentes naciones; La


Organización de las Naciones Unidas (ONU) señaló que la discriminación contra las
mujeres persiste en diferentes regiones del mundo, ejemplo de ello es que “en promedio,
las mujeres poseen sólo 15 por ciento de los títulos de propiedad en los países donde
existen datos pertinentes”.1 Otro tipo de discriminación que la humanidad sufrió en
diferentes tiempos y espacios es la relativa al aspecto racial, ejemplo de ello es la
persecución a la población de origen judío en la Alemania nazi, el apartheid en Sudáfrica o
la segregación en Estados Unidos. Sin embargo, la discriminación es aún una realidad en
diferentes naciones y vulnera los derechos básicos de las personas. La Organización
Internacional del Trabajo (OIT) refiere que “la discriminación sofoca las oportunidades,
desperdicia un talento humano que es necesario para el progreso, y acentúa las tensiones
y desigualdades sociales”.

El etnocentrismo es un fenómeno social ancestral, activador de conductas xenofóbicas,


prejuiciosas y descalificadoras del “otro” (extranjero, ajeno, diferente). Paradójicamente,
garantizar el reconocimiento de ese “otro”, es imprescindible para la consolidación de las
identidades, en todo modelo auténtico de democracia.

En América Latina y el Caribe, falta aún consolidar espacios de crítica, de debate y de


expresiones reinvidicativas que permitan reconocer la raíz conflictiva que sustentan las
relaciones interétnicas e interculturales. Espacios que podrían motivar a la superación de
los conflictos, en lugar de esconderlos y apelar a los supuestos beneficios del olvido o de
la proliferación de innumerables declaraciones de tolerancia y desprejuicio, siempre útiles,
pero no suficientes.
La presencia cada vez más evidente de esta contradicción social, nos anima a afirmar con
énfasis que, el racismo, la discriminación étnica y cultural, la xenofobia y sus formas
conexas de intolerancia perduran y se agudizan hoy, en América Latina y el Caribe.

Se trata de fenómenos sociales que parten de conductas etnocéntricas, universales y de


larga data. Se profundizaron y “acriollaron” en nuestra Región como justificación histórica
del genocidio de la Conquista. Se expandieron durante la Colonia y la República y
actualmente subsisten, como necesidad de legitimar la marginación económica presente.
Porque ni la capacidad crítica, ni las expresiones reivindicativas de participación social y
tolerancia racial y étnica, son agendas al sistema de poder político y económico.

Como afirman Berger y Luckman en “La construcción social de la realidad” (Amorrortu,


1998): “dos sociedades que se enfrentan y cada una de las cuales poseen universos en
conflictos, desarrollan mecanismos conceptuales destinados a mantener sus respectivos
universos. Sin embargo, la cuestión de cual prevalecerá, depende más del poder que de la
habilidad teórica…la sociedad que tenga el palo más grande, tiene mayores posibilidades
de imponer sus definiciones”.

Históricamente, para todo pueblo dominador, el pueblo dominado fue bárbaro y hereje,
puesto que necesitó desacreditarlo y degradarlo para justificar la imposición por la fuerza
de su propio sistema de vida, y defender de esta manera sus intereses económicos. Así es
que, mientras se comienza a discriminar porque se domina, luego se continúa dominando
porque se discrimina.

Estas normas y valores son producto de una cultura de enclave, donde convive la
cosmovisión autóctona con un imaginario social modernizante. La mayoría de las mujeres
indígenas no logra superar las limitaciones de su condicionamiento de género, sumado a
los efectos de una continua discriminación étnica y cultural. Tanto en el campo como en la
ciudad, continúa cumpliendo roles tradicionales que implican la producción de valores de
uso, despojada de una real y efectiva participación comunitaria.

Este escenario de sometimiento y descalificaciones logra crear, con marcada regularidad,


conflictos de identidad, desánimo, depresión y fuerte deterioro de la autoestima, a lo cual
se suma un fenómeno endémico y generalizado: el monolingüismo y el analfabetismo
femenino. La conjunción de todos estos factores produce, asimismo, un complejo juego de
fricciones comunitarias y de violencia intrafamiliar.

La persistencia de las condiciones de pobreza extrema, suele explicarse también por los
resultados que en el largo plazo arroja el bajo grado de cohesión comunitaria o por los
múltiples e inacabados intentos de asimilación a la sociedad envolvente. Otras veces, por
una consciente voluntad política de no asimilarse, ni perder la esencia de las
particularidades étnicas y culturales. Todos estos fenómenos, de naturaleza opuesta, son
el producto de la misma imperiosa necesidad de sobrevivir.

En síntesis, las inequidades de género, la discriminación etnocultural y la subordinación


socio-económica son los principales fenómenos constitutivos de una situación alarmante
de marginación educativa y de sensibles daños de salud de la mujer indígena. La población
femenina de los pueblos originarios, ostenta los más altos niveles de morbilidad y
mortalidad materno infantil del continente.
CONCLUSION

Como conclusión del presente trabajo, se desprende la defensa hacia los derechos de las
minorías, lo cual, no constituye un fin prioritario en la agenda política, lo que tiene como
natural consecuencia que las iniciativas institucionales a favor de los grupos en estado de
vulnerabilidad sean precisamente eso, simplemente iniciativas aisladas unas de otras.

En este momento se observa una tendencia al crecimiento y endurecimiento en las


actitudes y los comportamientos discriminatorios en el mundo. La crisis económica y social
reforzada en la nueva dimensión economicista de la globalización impulsada por la
sociedad capitalista, contribuye a este fenómeno.

Aun y cuando se cuenta con ejes rectores de políticas públicas a favor de las personas con
algún tipo de discapacidad, género, inmigrante, etc., se echa de menos una política pública
integral e interinstitucional nacional. Pretensión que conllevaría, la asignación paralela del
rubro presupuestario necesario, siendo imprescindible una voluntad política comprometida
con la causa.

No obstante, la nación colombiana ha llevado a cabo grandes esfuerzos en la


implementación de una legislación avanzada a favor de la igualdad y la no discriminación
en sus distintas modalidades que, aún no ha sido posible llevarla plenamente a la práctica.
Finalmente, se advierte sobre la necesaria educación de la ciudadanía costarricense sobre
el tema de discriminación como materia odiosa, con el propósito de alcanzar la suficiente
madurez conceptual que permita superar los estereotipos y perjuicios que fundamentan
censurable proceder discriminatorio, producto muchas veces de la ignorancia, temor o del
conglomerado social, los cuales evitan que se de lo deseado: la convivencia entre todos los
que lo conforman.

La intolerancia se ha convertido en el quehacer político de grupos nacionalistas y


ultranacionalistas que ven en la presencia de extranjeros y extraños -desde el punto de
vista étnico- su infortunio. Este comportamiento es una especie de retomo a situaciones
que se han dado en el pasado y que se alimentan esencialmente de la frustración y la in,
capacidad de dichos grupos para conseguir que sus necesidades puedan ser satisfechas
por el mercado en la sociedad de consumo.

La educación, tanto desde el punto de vista formal como no formal, junto con los medios de
comunicación que influyen de forma efectiva en la colectividad son herramientas
fundamentales que han de asumir su responsabilidad en la atención de este peligroso
fenómeno de nuestro tiempo.

La crisis económica fomentada desde las naciones industrializadas no puede ser el


justificante esencial de las prácticas xenofóbicas y discriminatorias de la población. La crisis
es un burdo pretexto para las prácticas de la intolerancia cualesquiera sean sus
manifestaciones (políticas, étnicas, religiosas, culturales etc.)

Tenemos que entender que el desplazamiento de personas de un lugar a otro, buscando


mejores horizontes, no es un problema que se pueda resolver cerrando fronteras o
fomentando el odio y desprecio hacia otras personas. La crisis económica, política y social,
junto al fenómeno globalizante hace que el hambre derribe montañas, porque "el hambre y
la miseria no tienen, ni respetan fronteras.
La sociedad debe asumir una responsabilidad ética con respecto a los grupos migratorios
en lo que respecta a sus derechos. A fin de cuentas, estas colectividades hacen importantes
aportes al desarrollo económico y social de las naciones que les brindan su territorio. La
explotación lejos de ser una solución se convierte en un delicado instrumento potencial de
violencia. La miseria que estimula la sociedad de consumo y sus rígidos patrones
económicos son en esencia más peligrosos para una nación en virtud de la injusticia y la
marginalidad que generan. No tiene por tanto sentido asumir que "el extranjero o los de
afuera" sean culpables por problemas que tienen raíz estructural. Hay sectores y actores
de la sociedad que encuentran en estos grupos el "chivo expiatorio" perfecto de los males
que ellos mismos originan.

También parece importante reflexionar acerca de las acciones gubernamentales en tomo a


que se respeten las diferencias políticas, sociales y religiosas entre los habitan' tes de un
país. Es trascendental señalar que los políticos y las políticas nacionales no deben enfatizar
en esas diferencias porque podrían agudizarlas. Los grupos étnica, cultural o religiosamente
diferentes, pueden insertarse en la nueva sociedad saltando las barreras que al inicio
parecían infranqueables.

A fin de cuentas, el respeto, la educación y la prudencia son la medicina para evitar


profundizar más las divergencias entre las personas y por el contrario posibilitar la
convivencia y la cooperación.

La articulación de las acciones públicas de educación, derechos civiles y humanos,


protección del medio-ambiente y salud integral, con las políticas de desarrollo económico y
de infraestructura (sobre todo de nivel local y descentralizado) que, junto al fomento del
crecimiento económico comunitario propicie el empleo a nivel local, abriendo fuentes de
trabajo accesibles a los recursos y habilidades disponibles en las poblaciones discriminadas
y/o aisladas.

La habilitación de instancias de coordinación local de carácter no-gubernamental y de la


sociedad civil, en especial las de carácter étno-culturales, que garanticen la efectividad de
los mecanismos de coordinación, controlen la recepción de donaciones o préstamos y
supervisen la distribución equitativa de esos recursos, a nivel de la comunidad
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