Borges
Borges
Borges
Para Borges, como para Victoria Ocampo, la historia de Argentina era asunto de
familia, un conflicto entre la civilizaci�n de su familia paterna, equiparada con
libros y con la lengua inglesa, y la barbarie del linaje de su madre, sin�nimo de
los hombres de acci�n y de la lengua espa�ola.
La poes�a cura las heridas, pero tambi�n las reabre para, as�, esclarecer su
sentido, oculto tras la pugnacidad del combate. �La poes�a comienza por la �pica;
su primer tema fue la guerra�, como se�ala Borges en su di�logo con Victoria
Ocampo.
Un hombre acosado por un acto de cobard�a es m�s complejo y m�s interesante que
un hombre meramente animoso.
Supo, en todo caso, trascender esos dilemas. Como dice Elena Rojas, el personaje de
Los orilleros �el gui�n cinematogr�fico que urdi� en compa��a de Bioy Casares�:
Para ustedes, los hombres, s�lo hay cobard�a y valor. Hay otras cosas en la
vida.
De ah� que toda esa mitolog�a del arrabal de las s�rdidas noticias policiales,
mantenga consigo una continuidad y un eco f�nebre de esa historia mayor, donde Juan
Manuel de Rosas manda asesinar al general Facundo Quiroga en la desolada escena que
Borges recre� en su libro de 1925, Luna de enfrente, y que luego perfil� y corrigi�
con este final tan alucinante como desgarrador:
Arriba
Con raz�n, Borges considera El Sur (1953) como su mejor cuento; y lo explica de
este modo: su personaje, el extranjero Juan Dahlmann, quiz� s�lo hab�a venido a
buscar la muerte en ese duelo, a�adiendo:
Cuando escrib� ese cuento acababa de leer a Henry James, y hab�a descubierto
que se pueden contar dos o tres historias al mismo tiempo. El Sur es ambiguo.
Tambi�n se puede pensar que se trata de un sue�o, el de un hombre que muere en el
hospital y que hubiera preferido morir en la calle con un arma en la mano. O el de
Borges, que preferir�a morir como su abuelo, a caballo, y no en la cama.
En esta ocasi�n el viaje de Dahlmann hacia una estancia suya, en el Sur, para
intentar recuperarse, tiene tambi�n algo de descenso hacia un pasado ancestral. Por
ello el viaje en tren de este convaleciente fatigado tiene el ritmo de un ritual
donde varios datos dispersos, sabiamente intercalados, nos sugieren que todo esto
bien puede ser un sue�o, o un anhelo entre las alucinaciones, dolores y pesadillas
del hospital. Pero en ese viaje, que es tambi�n un viaje hacia la salud y el
reconocimiento de su paisaje (�cerraba el libro y se dejaba simplemente vivir�) un
compadrito de cara achinada lo provoca, injuria y desaf�a a duelo. Ya no podr�
esconderse m�s detr�s del libro, pues el patr�n del destartalado almac�n sabe su
nombre y, al hacerlo p�blico, su honor se halla en entredicho.
Arriba
Un viejo gaucho, �inm�vil como una cosa�, �una cifra del Sur (del Sur
que era suyo)� le tira una daga desnuda y, sin saberla manejar, sale a la llanura,
sin esperanza pero tambi�n sin temor, �para justificar que lo mataran�. �Esta es la
muerte que hubiera elegido o so�ado�.
Casi una d�cada despu�s de haberlo publicado, Borges, entrevistado por James Irby,
desmonta las interioridades del mismo:
Todo lo que sucede despu�s que sale Dahlmann del sanatorio puede interpretarse
como una alucinaci�n suya en el momento de morir de la septicemia, como una visi�n
fant�stica de c�mo �l hubiera querido morir. Por eso hay leves correspondencias
entre las dos mitades del cuento: el tomo de las Mil y una noches que figura en
ambas partes; el coche de plaza, que primero lo lleva al sanatorio y luego a la
estaci�n; el parecido entre el patr�n del almac�n y un empleado del sanatorio; el
roce que siente Dahlmann al hacerse la herida en la frente y el roce de la bolita
de miga que le tira el compadrito para provocarlo. Por lo dem�s, El Sur es un
cuento bastante autobiogr�fico, al menos en sus primeras p�ginas. El abuelo de
Dahlmann era alem�n; mi abuela era inglesa. Los antepasados criollos de Dahlmann
eran del sur. Los m�os, del norte. El abuelo materno de Dahlmann pele� contra los
indios y muri� en la frontera de Buenos Aires; el m�o paterno hizo lo mismo, pero
muri� en la revoluci�n del 74.