Francesco Tonucci - "Si El Virus Cambió Todo, La Escuela No Puede Seguir Igual" - LA NACION

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Comunidad

Francesco Tonucci: “Si el virus cambió todo, la escuela no


puede seguir igual”

21 de abril de 202015:46

María Ayuso
LA NACION

El reconocido psicopedagogo italiano considera que la cuarentena para prevenir la propagación del
COVID-19 no hace más que dejar al descubierto que la escuela no funciona; pero, al mismo
tiempo, es una oportunidad única para que los niños y las niñas aprendan cosas nuevas
LA NACION

El reconocido psicopedagogo italiano, Francesco Tonucci, no tiene dudas: la


cuarentena para prevenir la propagación del COVID-19 puede ser una oportunidad
única para la escuela, las familias y, principalmente, los niños y las niñas. "Muchos
no se han dado cuenta de que el colegio no funcionaba desde antes, pero
en esta situación se nota mucho", sostiene el investigador del Consejo Nacional
de Investigación Italiano y responsable del proyecto internacional "La ciudad de los
niños y las niñas", para quien la pregunta más importante para hacerse hoy es "si es
posible hacer lo mismo de siempre, cuando todas las condiciones han cambiado".

¿Cómo sacarle el jugo al aislamiento obligatorio y convertirlo en una experiencia


pedagógica enriquecedora? La respuesta, para Tonucci, es sencilla: convertir la
casa en un "laboratorio" donde los padres sean los asistentes de los maestros y
en el que cada espacio, desde la cocina hasta un cajón de fotos viejas, se convierta en
la oportunidad de aprender algo nuevo.

-¿Cuáles considera que son las falencias de la escuela que la cuarentena


deja al descubierto?

-No es difícil imaginar que cambió todo. Este es el punto de partida. Si cambió todo,
la escuela no puede seguir igual que antes. La contradicción que yo encuentro es que
la escuela quiere demostrar que se puede seguir como antes y sigue siendo una
institución de clases y deberes, donde lo único que se modificó fue el medio: en
lugar de ser presencial, se hace de forma virtual. Ahí aparecen preguntas como si se
puede estar tantas horas seguidas frente a la pantalla, si todos los niños son capaces
de hacer los deberes de esa forma o si tienen la tecnología adecuada para ello. Pero
desde mi punto de vista, la pregunta más importante es si es posible hacer lo mismo
de siempre, cuando todas las condiciones han cambiado.

-¿Cómo debería transformarse y adecuarse la educación en este


contexto?

-Albert Einstein solía decir: "Si tienes deseos de cambio, no puede seguir haciendo
lo mismo". También decía que las crisis pueden ser una gran oportunidad para las
personas y los países, porque conllevan cambios. Si la escuela estaba contenta y
satisfecha acerca de cómo funcionaba, entiendo que buscará seguir igual. Pero,
desde mi mirada, ya no funcionaba antes, porque, muchas veces, es una institución
que se hace a pesar de los alumnos: todo se decide desde afuera y sin tenerlos en
cuenta. Los niños prácticamente no existen, no aparecen en sus preocupaciones.
Hay reglamentos, programas, libros de textos y ninguno de estos instrumentos
interroga los alumnos preguntándoles qué quieren hacer, cuáles son sus deseos,
aptitudes y capacidades. El artículo 29 de la Convención de los Derechos del Niño,
que en la Argentina tiene jerarquía constitucional, dice que el objetivo de la
educación debe ser el desarrollo de las capacidades y aptitudes de los alumnos hasta
el máximo nivel posible.

Desde mi mirada, la escuela ya no funcionaba desde antes y la


cuarentena no hace más que demostrarlo: es una institución que
no tiene en cuenta a los chicos y las chicas

-¿De qué forma se aplica en tiempos de aislamiento obligatorio? ¿Cómo


aprovechar al máximo esta situación para que los chicos y las chicas
puedan seguir aprendiendo?

-Mi propuesta puede ser considerada casi banal: si la escuela la tenemos que hacer
en casa, aprovechamos la casa. Que el hogar se considere un laboratorio y los
padres, asistentes del laboratorio. Así, podemos afrontar además un segundo tema:
no solo la escuela no funcionaba bien antes, sino que vivía en un conflicto constante
con la familia, que siempre está lista para denunciar al colegio. Ahora, la situación es
nueva, la escuela se hace en familia, en casa. Es necesario que le pida a los padres
que ayuden a los niños y las niñas a comprender y conocer cosas que no conocen,
por ejemplo, cómo usar las máquinas que hay en el hogar para vivir experiencias
nuevas: poner la ropa a lavar o secar, planchar, coser botones, desmontar un
enchufe. Todo de forma segura y asistidos por los padres, por supuesto. En
definitiva, conocer este mundo que es el de la casa haciendo operaciones que
muchas veces los niños no hacen y, cuando empiezan a hacerlas, solo las hacen las
niñas porque se consideran tareas femeninas.

Poner la ropa a lavar o secar, planchar, coser botones, desmontar


un enchufe, son todas experiencias de las cuales se puede
aprender mucho

-¿Qué otros espacios del hogar puede ser útiles para aprender nuevas
habilidades?

-La cocina, por ejemplo, es un laboratorio de química: no hay duda de eso. Allí se
pesan los ingredientes, se mezclan, hay que cocinarlos usando distintos métodos.
Me gustaría que la escuela le propusiera a los chicos, por ejemplo: "Para mañana,
cada uno tiene que preparar una salsa, según la costumbre de cada familia. Luego,
hay que compartirla, valorarla entre todos los miembros del hogar y escribir una
receta". De esa forma, se están tratando muchas disciplinas típicamente escolares,
como física, química y literatura, pero de una forma distinta. Otro ejemplo es la
historia: los cajones de la casa están llenos de historia, la de los niños, a través de
fotografías y desde su nacimiento. Con los padres, las pueden recorrer juntos,
ponerlas en orden, hacer líneas de tiempo y, con todo eso, cuando vuelvan a clase
pueden hacer un libro con la historia de cada alumno.

-Sin dudas, esta es una experiencia inédita no solo para los adultos, sino
también para los chicos y las chicas. ¿Cómo podemos ayudarlos a "pasar
en limpio" sus emociones en un contexto tan particular?

-Una buena manera sería que la escuela le sugiera a cada niño o niña hacer un
diario. Estos niños están viviendo una experiencia que esperamos sea única en su
vida. Ellos no verán la hora de que termine para olvidarla, pero yo creo que sería
una lástima que lo olviden, porque están viviendo experiencias y sentimientos raros
en un mundo pequeño, que es la casa. El otro día hablé con el Ministro de Educación
de la Argentina [Nicolás Trotta] y me decía que le envío cuadernos a los niños. Sería
bueno que uno de esos cuadernos sea para un diario personal y, si los chicos
quieren, que sea secreto, porque tienen derecho a una vida íntima, reservada. Quizás
la escuela pueda preguntarse: "Si es secreto, ¿cómo puedo evaluarlo?". Bueno, no lo
evalúa: lo regala a los niños. Cuando hablo con los chicos y las chicas siempre les
digo que hacer un diario vale la pena, porque dentro de muchos años lo van a poder
leer con sus hijos y será una gran emoción.

-Usted suele decir que la escuela no consigue promover el hábito de la


lectura en los niños, ¿por qué?

-La escuela nunca alcanza a obtener un amor por la lectura y esto es un fracaso que
yo denuncio siempre, una gran falta, porque sería el regalo más grande que podría
hacer a sus alumnos y alumnas: darles el amor, placer, gusto, la necesidad de la
lectura. Pedirles que aprovechen este tiempo para leer libros es fundamental:
cualquiera, los que encuentren en casa, no importa que sean para adultos siempre
que los padres los aprueben. Si en el hogar no hay libros, que la escuela encuentre la
manera de hacérselos llegar. Es importante que puedan leerlos no para hacer
resúmenes o fichas, sino como regalo, no como un deber. Si quieren, pueden luego
compartirlo con los maestros, hacer por ejemplo un debate sobre qué les pareció lo
que leyeron.

-Como padres, ¿qué puede hacerse para fomentar ese hábito?

-Un hábito especial puede ser la lectura en familia: que todos los días se busque un
horario, puede ser media hora, y un rincón de la casa donde se lea un libro juntos,
en voz alta, como si fuera un espectáculo teatral, una telenovela. Un poco cada día
hasta terminar un libro y luego empezar otro. Estoy convencido de que estas son
experiencias de gran valor emocional y, por lo tanto, educativo, que puede
aprovechar la escuela, porque la buena escuela es la que se construye sobre el
mundo de los niños. En este momento, el mundo de los niños es pequeño: su casa.
Si se hace esta experiencia y se aprende a implementarla, cuando se termine la
cuarentena se puede seguir haciendo una escuela de este tipo sobre el mundo
grande: la calle, el barrio, la ciudad. En definitiva, el mundo donde deberían vivir su
vida los niños y las niñas, que no es solamente su casa ni su escuela.

María Ayuso

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