Apunte Arquitectura de La Mente

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Apunte de cátedra elaborado a partir del texto de Emilio García – Año 2019

(Dpto. Psicología Básica. Procesos Cognitivos. Universidad Complutense de Madrid)

Arquitectura Funcional de la mente

En las ciencias cognitivas hay planteado un debate entre las teorías modulares y
constructivistas de la mente. Las teorías constructivistas u holistas conciben la mente
como un sistema unitario, mientras que para las teorías modulares la mente está
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conformada por un conjunto de módulos especializados, memorias diversas,
inteligencias múltiples. En el siglo XX, las teorías psicológicas que han fundamentado la
práctica pedagógica, particularmente en Educación Especial, han conceptualizado la
mente como una capacidad de dominio general. En la actualidad las teorías modulares
están más aceptadas. La modularidad se entiende de formas distintas en las diferentes
teorías.
Podemos distinguir dos grandes tipos de teorías de la mente. Unas concepciones,
propias de la “posición heredada”, consideran la mente como una estructura, sistema o
mecanismo de carácter o propósito general, y por tanto independiente y a la vez
competente en cualquier contenido concreto de aprendizaje. Tal planteamiento es
propio de posiciones asociacionistas y conductistas, que entienden la mente “tabula
rasa” al nacer el individuo, y que se va llenando a lo largo de la vida con las experiencias
y contenidos específicos, conforme a las leyes generales del aprendizaje. También la
metáfora del ordenador, propia de la Psicología cognitiva computacional, concibe la
mente como un procesador de propósito general, sin especificaciones o restricciones.
La Epistemología Genética de Piaget o la Psicología histórico- cultural de Vygotski, se
sitúan más en esta línea, si bien con matizaciones.
El segundo tipo de teorías de la mente, que se está mostrando más acorde con
investigaciones procedentes de diversas ciencias cognitivas, plantea una concepción
modular. La mente estaría constituida por un conjunto de módulos especializados,
sistemas funcionales, memorias diversas, inteligencias múltiples. Cada módulo es
específico y especializado en un tipo de proceso o actividad. Así serían diferentes los
módulos o sistemas responsables de las percepciones, la orientación en el espacio, el
lenguaje, la interacción con otras personas en las relaciones sociales. Parece razonable
admitir que a lo largo del proceso evolutivo, han surgido y conformado estructuras
cognitivas especializadas en el manejo y resolución de problemas en ámbitos o
dominios muy distintos: el mundo físico y el mundo social. La realidad física plantea
unas exigencias y presenta unas propiedades muy distintas a las del mundo
interpersonal.

Una metáfora resulta muy ilustrativa al abordar este problema. La teoría tradicional de la
mente como propósito general o arquitectura horizontal considera la mente como una
herramienta de utilidad general, a modo de la clásica “navaja de Albacete”, multifuncional
y multiuso, que opera con cualquier tipo de información o problema. Para la concepción
modular, la mente es más bien como una “navaja suiza”, compuesta por multitud de
componentes y herramientas especializadas en tareas muy específicas – dominios
específicos – como sacacorchos, tijeras, destornillador, cuchillo, tenedor, etc. La
estructura modular de la “navaja suiza” es una buena analogía para ilustrar la organización
modular de la mente, resultado de un largo proceso filogenético, en el que han aparecido
sucesivas estructuras y mecanismos para enfrentarse a problemas distintos, para
adaptarse, sobrevivir y dejar descendencia (García García, 2001; García y Carpintero,
2002).

Modularidad y constructivismo de las funciones mentales

La modularidad se entiende de formas distintas en las diferentes teorías, si bien con


cierto parecido de familia. Así los módulos que proponen los psicólogos evolucionistas
(Barkow, Cosmides y Tooby, 1992) son distintos de los que se plantean en la teoría de
las Inteligencias Múltiples de Gardner (2001), por ejemplo, y se acercan más a los que
propone Fodor (1986). La caracterización de la modularidad va desde planteamientos
más fijamente innatistas, suponiendo módulos encapsulados y fijos, como la teoría de
Fodor; a otras posiciones más constructivistas, en las que el módulo está más abierto a
influencias del entorno. Tal es la teoría de Redescripción Representacional de
Karmiloff-Smith (1994), que propone un proceso de modularización progresiva de la
mente, cuestionando la naturaleza predeterminada y fijamente establecida de los
módulos.
En los primeros años de la controversia sobre la modularidad-holismo de la mente, tres
autores desempeñaron un papel muy relevante, Fodor, con la publicación de su obra La

3 modularidad de la mente (1983) Gardner, Estructuras de la mente (1983) y Marr con Vision
(1982). David Marr, tomando como punto de partida las investigaciones sobre el sistema
visual, sugirió que los sistemas complejos, como la mente-cerebro, son resultado de un
proceso evolutivo que los ha conformado modularmente. La estructura modular se ha
mostrado muy funcional y eficaz evolutivamente, puesto que los sistemas con una
organización modular son más capaces de detectar y corregir errores e incorporar
innovaciones para resolver los problemas, satisfacer necesidades y sobrevivir.
Cuando una operación compleja se puede dividir y ejecutar en un conjunto de
componentes, tan independientes entre sí como lo permita la naturaleza de la tarea,
entonces es más sensible a las demandas, más susceptible de modificaciones y mejoras, y
más eficiente en la resolución de los problemas. Si un proceso complejo no es diseñado de
este modo, un pequeño cambio en una parte puede tener efectos no deseados en todo el
sistema. Ello significa que depurar o mejorar un proceso global no resulta fácil, porque un
pequeño cambio para mejorar un componente tiene que acompañarse de muchas
modificaciones simultáneas y compensadoras en otras partes del sistema. La estructura del
cerebro-mente se ha organizado modularmente en el proceso filogenético y también
ontogenético, de modo que nuevos componentes o módulos se desarrollan en interacción
con los ya existentes, creando nuevas competencias y funciones.
Para Fodor (1985, 1986, 2003), la arquitectura funcional de la mente está formada por
facultades horizontales más holísticas o centrales y facultades verticales o más modulares,
que están especializadas en percibir y procesar informaciones pertenecientes a dominios
específicos, sean sonidos verbales, musicales, caras, etc. Los sistemas modulares se
conforman y funcionan de modo independiente y separado, como los sistemas de input,
vista oído, tacto, etc. y también el lenguaje. Sobre los sistemas modulares tenemos ya
mucho conocimiento científico; sin embargo respecto a los sistemas centrales como la
inteligencia, el pensamiento, imaginación, los conocimientos disponibles son muy
limitados, a juicio de Fodor.
Los sistemas modulares son "estúpidos" pero sobre ellos sabemos mucho; los sistemas
centrales son "listos" pero de ellos tenemos poca evidencia científica. Sí sabemos que unos

4 y otros presentan unos rasgos casi opuestos. Los modulares están biológicamente
realizados en estructuras cerebrales muy diferenciadas; están innatamente programados;
funcionan con más rapidez; procesan la información de forma encapsulada y cerrada a las
informaciones de otros módulos. Los sistemas centrales, por el contrario, tienen una base
neuronal muy distribuida en el cerebro que resulta muy difícil, imposible, afirmaba Fodor,
de identificar; están más abierto a los aprendizajes; operan lentamente; al no estar
encapsulados reciben información de módulos diversos; integran información procedente
del mundo exterior con la información registrada en las memorias del individuo. Los
sistemas centrales son, pues, holísticos y no están encapsulados. Según Fodor, cabe
esperar grandes avances en el conocimiento científico de la arquitectura modular de la
mente, pero respecto al conocimiento riguroso de los sistemas centrales es radicalmente
pesimista. El conocimiento científico del pensamiento, inteligencia, imaginación,
creatividad, resolución de problemas sería muy difícil o hasta imposible.

La combinación de sistemas modulares de input y sistemas centrales holistas es extraña


ciertamente, pero es lo que ha sucedido como resultado de la filogénesis. Además tal
arquitectura de la mente es muy funcional para nuestra adaptación y supervivencia. En
determinadas situaciones tenemos que responder muy rápidamente y en ello va nuestra
vida. Atacar, huir, defenderse, es prioritario en determinadas circunstancias y es preciso
hacerlo con extrema rapidez para sobrevivir. En otras circunstancias, en cambio, se vive
pensando, reflexionando, contemplando, imaginando, disfrutando sin urgencias. La
naturaleza se las ha ingeniado para integrar ambas posibilidades y facultades, logrando lo
mejor de los sistemas rápidos y estúpidos, y de los sistemas lentos y listos, sin tener que
optar exclusivamente por unos u otros.

La arquitectura funcional fodoriana de la mente está constituida por módulos


genéticamente especificados, con funcionamiento independiente y paralelo, que procesan
información de una naturaleza distinta y específica de dominio. Cada sistema modular

5 procesa, de forma encapsulada, rápida y automáticamente, las informaciones específicas.


Tales informaciones proporcionadas por los distintos módulos pasan a un nivel de
representación en un formato común, el lenguaje de la mente, el mentales, adecuado para
el sistema central, que es de dominio general y procesa información procedente de
diversos módulos. El sistema central también recibe información de los diferentes tipos de
memorias del sujeto, integrando informaciones provenientes de los sistemas modulares
perceptivos con las informaciones almacenadas. El sistema central frecuentemente actúa a
nivel consciente mientras que los sistemas modulares son impenetrables a la conciencia. El
sistema central posibilita la interpretación de la realidad, las creencias, los objetivos y
metas de las acciones. Mediante módulos se procesa la información de entrada o la
percepción del mundo y del propio cuerpo, el lenguaje y posiblemente procesos de salida,
vinculados al control de la acción en movimientos rápidos, balísticos. Pero los procesos
cognitivos como categorización, inferencias, razonamiento, formación de creencias, toma
de decisiones, etc. se llevan a cabo en sistemas centrales no modulares o de dominio
general, no encapsulados, no obligatorios, no innatos.

La Teoría de las Inteligencias Múltiples de H. Gardner (1992, 1995, 2001) es una teoría
modular de la mente. Considera las inteligencias como las capacidades necesarias para
resolver problemas o elaborar productos valiosos en un contexto cultural o en una
comunidad determinada. Las capacidades comprenden un amplio espectro, desde la
lógica a la música, pasando por los deportes o la danza, etc. Los productos también
pueden ser muy diversos, como las teorías científicas, las obras artísticas y los diseños
tecnológicos.
Tradicionalmente se ha definido la inteligencia "operacionalmente" como la habilidad
para responder a las cuestiones que plantea un test de inteligencia. La teoría de las IM
cuestiona la concepción tradicional basándose en aportaciones procedentes de distintos
campos: Neurociencia, Psicología, Antropología, como más principales. La teoría se
estructura a partir de los orígenes biológicos de cada capacidad para resolver problemas.
Sólo se tienen en cuenta las capacidades que son universales a la especie humana.

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La teoría se basa en evidencias procedentes de fuentes distintas: conocimiento del
desarrollo normal y de personas superdotadas; información acerca del deterioro de las
capacidades cognitivas como consecuencia de lesión cerebral; estudios de poblaciones
excepcionales, incluyendo niños prodigio, niños autistas; datos sobre la evolución de la
cognición desde una perspectiva filogenética; estimación de la cognición a través de las
culturas; estudios psicométricos y análisis de correlaciones; estudios de aprendizajes,
transferencias y generalización entre tareas. Las actividades inteligentes que satisfacen
todos, o la mayoría de los criterios, se consideran inteligencias. Gardner analiza
detenidamente estos criterios que fundamentan la teoría.

Hablar de ocho inteligencias no conlleva unos límites acotados y fijos en su


funcionamiento. Muy al contrario, las inteligencias no actúan de forma aislada. Salvo
en el caso excepcional de personas con determinadas anormalidades, las inteligencias
trabajan concertadamente, y cualquier tarea mínimamente compleja implica la
presencia de varias inteligencias. En las actividades humanas normales, lo habitual es
que las inteligencias funcionen conjuntamente de forma armónica e integrada para
realizar las tareas complejas en los distintos contextos de la vida. Más aún, un indicador
de inteligencia superior parece ser la capacidad de crear conexiones transversales entre
las diversas inteligencias. El concepto de metacognición hace referencia a este aspecto
(García García, 1997).
El debate sobre modularidad-holismo de la mente está especialmente presente en el
estudio del lenguaje. Una vez más, en este tema nos encontramos con dos posiciones
teóricas alternativas. Para unos, la adquisición del lenguaje es resultado del desarrollo
o ejercicio de una capacidad de dominio general, una mente o inteligencia general;
para otros, la actividad lingüística se debe a una capacidad, facultad u "órgano
lingüístico" de dominio específico.

7 El lenguaje es el ejemplo prototípico de la modularidad de la mente para muchos


autores (Fodor, 1986, 2003; Chomsky, 1972, 1991, 1992; Pinker, 1995, 2000, 2003). El
ser humano adquiere el lenguaje gracias a una capacidad o disposición innata, unas
estructuras lingüísticas universales, compartidas por todos los hombres y prefijadas en
el patrimonio genético de la especie, que permiten y restringen la actividad lingüística
de los seres humanos. El ser humano viene al mundo con unos sistemas neurales
preparados para el lenguaje, una especie de órgano lingüístico, con una competencia
innata en el dominio lingüístico que le permitirá, mediante la interacción en una
sociedad con una lengua concreta, desplegar el conocimiento tácito de esa lengua,
comprendiendo y produciendo infinitas expresiones gramaticalmente correctas. Sólo
desde esa competencia gramatical innata, desde unos limitados principios innatos que
después se implementarán según parámetros socioculturales ilimitados, puede
entenderse que, ante la pobreza de estímulos y limitaciones que recibe el niño entre
uno y cinco años, cuando está adquiriendo el lenguaje, sin embargo llegue en un
tiempo record a ser tan competente hablador o parlante. Para las funciones lingüísticas
se necesita de esa programación innata, pero también de una mayor interacción con el
ambiente de la que se exigía para las funciones perceptivas de color, forma o
movimiento.
La teoría modular de la mente propone predisposiciones o estructuras innatas para el
lenguaje, es decir, un sistema modular específico y especializado en la adquisición del
lenguaje. Estas disposiciones innatas posibilitan y restringen el procesamiento de
información de carácter lingüístico: la atención, representación, elaboración y respuestas
a los estímulos lingüísticos, de modo diferente a otros tipos de estimulación ambiental. Al
adquirir el lenguaje, el niño se enfrenta al menos a tres problemas: cómo segmentar la
corriente del habla en unidades lingüísticas significativas; cómo analizar el mundo en
agentes, resultados, objetos y acontecimientos pertinentes para la codificación lingüística;
cómo hacer corresponder las unidades lingüísticas con los objetos y acontecimientos del
mundo, tanto en el nivel léxico como en el sintáctico.
Estos problemas se resuelven mejor desde supuestos modulares, admitiendo

8 disposiciones innatas para el lenguaje.


Las posiciones de carácter general o de generalidad de dominio consideran el lenguaje
como una dimensión o aspecto de las competencias o capacidades mentales de dominio
general (Piaget, 1936, 1947; Bruner, 1984). La competencia lingüística es parte integrante
de la competencia cognitiva de carácter general.
Todas las teorías y modelos que se han propuesto en Psicología tienen su validez en algún
campo concreto o dominio, sea cognitivo, emocional, afectivo o conductual, y quizá todas
también presentan limitaciones por cuanto han pretendido extrapolar su modelo más allá
del campo limitado en el que resultaba adecuado. Es necesario admitir definitivamente
que no existe un único modelo de aprendizaje y tampoco de percepción, memoria o
inteligencia. Las diversas funciones mentales no se atienen, ni se pueden explicar desde
un único modelo de aprendizaje. Los procesos mentales que, en los primeros meses de
vida, alcanzan las regularidades del mundo estable, permanencia de los objetos,
representación del espacio, etc, son distintos de los procesos de adquisición del lenguaje
entre los dos y cuatro años de edad. Y la adquisición de la lengua materna es diferente del
aprendizaje posterior de otra lengua o de la lectura y escritura. Se trata de procesos de
aprendizaje cualitativamente diferentes.
Unas funciones mentales son más modulares, mientras que otras son más flexibles, más
constructivistas. Los procesos constructivistas son propios de las funciones mentales en
las que se da la asimilación de los conocimientos culturales. En la educación se requiere
un aprendizaje de fuera a dentro, y de lo declarativo a lo procedimental, de lo consciente
a lo automático. Pero para ser automatizado un aprendizaje requiere antes ser asimilado,
en cierto sentido piagetiano, y tal asimilación la lleva a cabo un sujeto con determinados
conocimiento y memorias previas.
Las aportaciones procedentes de distintas disciplinas están confirmando y matizando el
concepto de modularidad con investigaciones desde la Neuropsicología y Neurolingüística.
Con tecnologías como PET, IRMF, MEG, se está trabajando intensamente en la cartografía
de los sistemas neurales que intervienen en los distintos procesos mentales de

9 conceptualización, producción sintáctica, razonamiento y resolución de problemas, toma


de decisiones, estados afectivos. etc. Tenemos rigurosos estudios de pacientes con lesión
en determinadas áreas cerebrales y consiguiente trastorno en determinados procesos
mentales, conservando preservado lo restante. En nuestra actividad cotidiana de
cognición, comunicación, sentimiento y acción nuestro cerebro cartografía
permanentemente el mundo que nos rodea. Un conjunto de áreas cerebrales muy
especializadas extrae propiedades de los objetos percibidos: forma, color, movimiento,
etc. Ciertas regiones se encargan de la percepción. Otras preparan las acciones, prevén sus
consecuencias y evalúan los logros. Un conjunto muy estudiado de estructuras posibilita el
lenguaje. Determinadas regiones del sistema límbico y de los lóbulos frontales sustentan
motivaciones y afectos.

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