Contexto Histórico Cultural y Filosófico de Descartes

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 2

1. Descripción del contexto histórico, cultural y filosófico que influye en el autor.

Descartes nació en La Haye, Francia, en el año 1596 y murió en Suecia en 1650. Se formó con los jesuitas
desde los ocho años en el colegio de La Fleche, donde recibe una educación clásica y científica según los
principios de la Escolástica, con los que Descartes no se sentía satisfecho. Posteriormente estudió Derecho,
pero lo abandonó cautivado por la geometría y basándose en ella pensó en desarrollar un método universal
para la ciencia y la filosofía.

El siglo XVII es un siglo de crisis a consecuencia de la revolución científica y de la destrucción de la


unidad religiosa:

Respecto de la primera, en la astronomía se había rechazado el geocentrismo y la circularidad de los


movimientos celestes (Kepler); en la física se discutía toda la concepción aristotélica, que con pocos
cambios, se había ido manteniendo; y en la metodología, en general, se consideraban ineficaces los
métodos escolásticos para alcanzar los conocimientos verdaderos. La revolución científica iba abriéndose
paso, en países como Francia, Holanda e Inglaterra donde los intelectuales con inquietudes científicas
iniciaron una nueva filosofía que tenía en cuenta el método y los intereses de la nueva ciencia. Como
consecuencia las universidades entraron en decadencia y la vida intelectual se centró en los salones y las
recién creadas academias. La filosofía escolástica había perdido fuerza. La nueva ciencia había provocado
el hundimiento de la imagen aristotélica del mundo, y por todas partes se buscaban nuevos horizontes
intelectuales.

Respecto de la segunda, la pérdida de valores religiosos durante el Renacimiento condujeron a la gran


división de la Europa cristiana occidental en tres Iglesias: católica, protestante y anglicana. La guerra de
los Treinta Años (1618-1648) a la que puso fin la paz de Westfalia, enfrentó por motivos religiosos y
políticos a prácticamente todo el continente europeo y en ella participó Descartes, dada su carrera militar,
como bien nos comenta en la obra que comentamos, El Discurso del Método.

Política, económica y socialmente se asiste a la desmembración del orden feudal y al surgimiento de un


nuevo orden político y económico en Europa. El afianzamiento de Inglaterra y Francia como potencias
mundiales tiene como telón de fondo la caída del imperio español y el desarrollo económico de los Países
Bajos, propiciado por la actividad comercial. Las monarquías absolutas se consolidan y el conflicto entre
la Reforma y la Contrarreforma se vive de forma sangrienta, (como ya se comentó antes a propósito de la
guerra de los Treinta Años…). Descartes asiste a todos estos conflictos muy de cerca porque vive en
distintos países europeos hasta que en Holanda -donde residió veinte años- encontró un ambiente más
tolerante y próspero, de modo que numerosos filósofos como Spinoza, Hobbes y Locke lo toman como
refugio para escapar de posibles riesgos de persecución ideológica.

Durante el reinado de Luís XIV (1613-1715) Francia confirmó su supremacía y hegemonía por encima del
imperio alemán. Fue el prototipo de monarquía absoluta (el rey acapara todos los poderes) como el mejor
medio para garantizar la paz y la seguridad.

La crisis generalizada de la cultura medieval se plasmó de una forma especial en el arte, que rechaza la
simetría, el orden y el equilibrio del Renacimiento. El Barroco –cultura y arte de toda Europa- supone una
crisis de la sensibilidad, consecuencia de las demás crisis examinadas más arriba. Es la ruptura del
equilibrio emocional, la necesidad de vivir apasionadamente. El Barroco no podía ser sino pesimista: era
frecuente hablar de la “locura del mundo” o de un “mundo al revés” en el que todo parece alterado. En
literatura Calderón de la Barca (1600-1681) expresa de forma sublime la representación de la vida como
sueño y tragedia: todo es apariencia y sueño. El mundo como un “gran teatro”… son tópicos de la época
que también utilizará Descartes en su búsqueda de la certeza -en medio de las dudas y de los engaños del
sueño-.

En cuanto al contexto filosófico, el Discurso del Método surge como solución al escepticismo
renacentista que había originado a consecuencia de la crisis y la pérdida de referentes y que tuvo en Francia
sólidos representantes como Montaigne y Charron, para los cuales el hombre no tiene posibilidades de
alcanzar ninguna verdad absoluta; la duda es el motor del conocimiento porque todo es relativo. Estos
principios son recogidos por Descartes en su Discurso, pero la duda cartesiana es metódica, no escéptica.
Con ella Descartes se convierte en el padre de la filosofía moderna, siendo el primer representante del
racionalismo moderno, seguido de otros filósofos, también continentales como Spinoza (holandés),
Malebranche (francés) y Leibniz (alemán). El racionalismo sostiene que la fuente y el origen del
conocimiento es la razón, que los conocimientos válidos y verdaderos proceden de la razón y no de los
sentidos. Su confianza absoluta en el poder de la razón los distingue de la declinante escolástica y de su
recurso a la fe. Y en consecuencia, el modelo del saber racionalista es el sistema deductivo de las
matemáticas, donde todo conocimiento científico se infiere o deduce de principios o ideas evidentes.
Pensaban que así como la aplicación del método matemático había hecho progresar a la física, se esperaba
que su aplicación a la filosofía la haría avanzar con seguridad. Por lo tanto, el problema del método se
convierte en una cuestión fundamental para alcanzar la verdad. Y por último, todos llegan a establecer una
concepción metafísica.

Junto a esta corriente de pensamiento, aparece en Inglaterra la otra gran corriente de la modernidad, la
filosofía empirista con Hobbes, Locke, Berkeley y Hume, contraponiéndose al racionalismo en aspectos
fundamentales, al considerar que la experiencia es la principal fuente del conocimiento, pero también su
límite, por lo que la razón no puede ambicionar ese conocimiento tan absoluto, como pretende el
racionalismo (hacen una crítica al innatismo). Se preocupan también por la cuestión del método y
defienden el método analítico de descomposición y análisis de las ideas, así como los mecanismos
psicológicos que las originan. Llevan a cabo una crítica de la metafísica.

A pesar de que con Descartes se inaugura la filosofía moderna con un espíritu renovador, podemos concluir
que en su filosofía se reflejan claras influencias de la línea más racionalista de los griegos, como
Parménides, Sócrates y Platón…que se concretan en éste último en los siguientes aspectos presentes en
Descartes también: innatismo de las ideas de la razón, importancia de las matemáticas y dualismo
antropológico. Por otro lado, la Escolástica medieval en la que lo forman los jesuitas, aunque es muy
criticada por el autor, también está algo presente en argumentos sobre la existencia de Dios (S. Anselmo) y
en conceptos como el de “sustancia” (aristotelismo medieval).

Y por último, destacar una vez más el interés antropológico (por el ser humano) y epistemológico (por el
conocimiento) que predominan desde el renacimiento y el desarrollo de la ciencia moderna, frente al
teocentrismo medieval, los cuales se reflejan plenamente en toda su obra, dejándose influir plenamente por
el espíritu de la modernidad al intentar con su filosofía y con la gran influencia que dejó el cartesianismo en
toda Europa, dar remedio a la época de crisis en la que vivió. Con Descartes se puede decir que culmina un
largo periodo de preparación del pensamiento moderno que ya había comenzado en el siglo XIV. Primero,
el nominalista Guillermo de Ockham criticó la relación tomista entre razón y fe y defendió su absoluta
separación, por lo que la razón recuperó su autonomía. Y después con el humanismo renacentista se afirmó
el valor del ser humano y su dignidad para dar lugar a la visión antropocéntrica: el ser humano pasó al lugar
central y se convirtió en el arranque de cualquier reflexión posible.

La obra del Discurso del Método, a la que pertenece el texto se publicó en 1637 y sirvió de prólogo a una
serie de tratados sobre óptica y geometría. Constituye una obra fundamental de Descartes porque en ella se
encuentra ya esbozado todo lo más importante de su pensamiento, que después desarrollará en obras como
las “Meditaciones Metafísicas” (1641) o los “Principios de Filosofía” (1644). Fue escrita en francés, en vez
de en latín, que todavía se consideraba la lengua culta, lo que suponía un signo más de la modernidad que
inauguraba y una superación del saber tradicional (la cultura en general se nacionaliza); aunque Descartes
es consciente de la ruptura y usa un tono de constante humildad para evitar el rechazo y la condena
institucional. También el hecho de ser autobiográfica, -ya que en ella Descartes va contándonos con un
estilo llano y coloquial “cosas de su vida” en el difícil camino de la búsqueda del método y de la verdad-,
refleja la figura de un auténtico filósofo moderno: preocupación por el ser humano, orgullo de serlo,
confianza desmedida en el poder de la razón y decisión de servirse de ella con independencia de la fe, las
tradiciones o las enseñanzas de los doctos.

El Discurso consta de seis partes (2), de las que comentamos en concreto un fragmento de la segunda parte,
que trata sobre las principales reglas del método que el autor ha indagado, así como también el porqué de la
búsqueda de un método, el camino seguido hasta encontrarlas las reglas y su primera aplicación, que fue a
las matemáticas.

[Adaptar al texto que se propone para comentar]

También podría gustarte