Siete Etapas en La Liberación de Nuestros Bloqueos

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INTRODUCCIÓN

¿Cómo se aprende a improvisar? ¿O, en todo caso, cómo se apren-


de cualquier arte? ¿O cualquier cosa? Es una contradicción, un oxí-
moron. Aquí encontramos el elemental doble vínculo: Vaya y dígale
a alguien: "¡Sé espontáneo!". O trate de que alguien se lo diga a us-
ted. Nos sometemos a maestros de música, de baile o de taller litera-
rio que pueden criticar o sugerir. Pero por debajo de todo eso lo que
realmente nos piden es que "seamos espontáneos", que "seamos
creativos". Y eso, por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo.
¿Cómo se aprende a improvisar? La única respuesta es otra pre-
gunta: ¿Qué nos lo impide? La creación espontánea surge de lo
más profundo de nuestro ser y es inmaculada y originalmente no-
sotros mismos. Lo que tenemos que expresar ya está con nosotros,
es nosotros, de manera que la obra de la creatividad no es cuestión
de hacer vertir el material sino de desbloquear los obstáculos para
su flujo natural.
Por lo tanto no hay forma de hablar del proceso creativo sin
mencionar su opuesto: todo ese asunto pegajoso y resbaladizo de
los atascamientos; esa intolerable sensación de estar trabado, de no
tener nada que decir. Esperemos que este libro sirva para dinami-
tar los obstáculos, que sirva de cuña para separar los obstáculos
creativos. Pero el proceso de trabajar con los bloqueos es sutil. Se-
ría bueno tener un conjunto de recetas para aplicar: Siete etapas en
la liberación de nuestros bloqueos. Lamentablemente, los procesos
creativos no funcionan así. La única forma de salir de la compleji-
dad es a través de ella. En última instancia las únicas técnicas que
pueden ayudarnos son las que inventamos nosotros mismos.
Tampoco podemos hablar de "el" proceso creativo, porque hay di-
ferentes tipos de personalidad, y los procesos creativos de uno no son
los mismos que los de otro. En la lucha por la expresión del yo, mu-
chos yoes deben expresarse. Cada uno de nosotros debe encontrar su
propio camino para penetrar en estos misterios y salir de ellos.
Tenemos el derecho de crear, el derecho de la realización y el lo-
gro personales. No todos se dedican a pararse frente a un público
sin nada escrito en la mano, esperando que llegue la musa. Pero
muchas personas se encuentran en situaciones similares. Usted tal
vez quiera dominar un instrumento musical, expresarse a través de
la pintura, liberar la novela que tiene adentro. O tal vez está en el
colegio y desea poseer la creatividad necesaria para escribir una di-
sertación original; tal vez desea iniciar un nuevo ritmo en los nego-
cios, desarrollar algún plan nuevo, desconocido, y ejecutarlo. O
puede ser un terapeuta que ya no sabe cómo tratar a un paciente,
un activista político que busca una forma más auténtica de sintoni-
zar a la gente con lo que está sucediendo a su alrededor. ¿Cómo
crea usted una forma nueva de manejar una ciudad que crece, o es-
cribir una legislación para los tan intrincados problemas del esta-
do, la nación o el mundo? ¿Cómo inventa una nueva manera de ha-
blar con su esposo, o su esposa o su amante?
La literatura de la creatividad está llena de historias de avances
súbitos. Estos momentos llegan cuando uno se libera de algún im-
pedimento o miedo, y... ¡pum!... se presenta la musa. Entonces uno
siente claridad, fuerza, mientras algo imprevisto salta de su inte-
rior para afuera. La literatura del Zen, a la que he acudido abun-
dantemente por su profunda penetración en la experiencia del
avance rápido, está llena de relatos sobre el kensho y el satori: mo-
mentos de iluminación y momentos de total cambio en la manera
de pensar. Hay momentos en la vida en que uno simplemente abre
una puerta de un puntapié. Pero no hay uno solo de estos momen-
tos; en el desarrollo de una vida creativa hay una serie de avances
provisorios sin que pueda preverse cuál será el último, porque se
trata del viaje hacia el interior del alma.
En mi propia vida la música me enseñó a escuchar, no sólo para
captar el sonido sino también para averiguar quién soy yo.
Descubrí la importancia de nuestras muchas tradiciones místicas o
esotéricas para la vida práctica del quehacer artístico.
"Misticismo" no se refiere a nebulosos sistemas de creencias ni a
trivialidades; se refiere a la experiencia personal y directa,
diferenciándola de la religión organizada en la que se espera que
uno crea en experiencias de segunda mano transmitidas en los
libros sagrados o por los maestros y las autoridades. La mística
es la que lleva la creatividad a la religión. La actitud mística o
visionaria expande y materializa el arte, la ciencia y también la
vida cotidiana. ¿Creo en lo que dice "el Hombre", o pruebo yo
mismo a ver qué es realmente lo cierto para mí? Nuestro tema es
por naturaleza un misterio. No puede expresarse totalmente en
palabras, porque tiene que ver con niveles profundos,
preverbales del espíritu. Ningún tipo de organización lineal
puede hacer justicia a este tema; por su naturaleza no se presenta
escrito en el papel. Mirar el proceso creativo es como mirar un
cristal: no importa qué faceta miremos, siempre veremos
reflejadas todas las otras. En este libro veremos una serie de
facetas, y siempre volveremos a ellas desde diferentes ángulos a
medida que profundicemos y completemos la visión. Estos temas
interreflejados, prerrequisitos de la creación, son la actitud lúdica,
el amor, la concentración, la práctica, la habilidad, el uso del
poder de los límites, el riesgo, la entrega, la paciencia, el coraje y
la confianza.
La creatividad es una armonía de tensiones opuestas, que están
encapsuladas en nuestra idea inicial: lila o juego divino. A medida
que avanzamos con el flujo de nuestros propios procesos creativos,
nos aferramos a ambos polos. Si abandonamos el juego, nuestro
trabajo se toma pesado y rígido. Si abandonamos lo sagrado,
nues-
tro trabajo pierde su vinculación con el suelo en que vivimos.
El conocimiento del proceso creativo no puede reemplazar a la
creatividad, pero puede salvamos de abandonar la creatividad
cuando los desafíos son demasiado intimidatorios y el juego libre
parece bloqueado. Si sabemos que nuestros inevitables retrocesos
y frustraciones son fases del ciclo natural de los procesos creativos,
si sabemos que nuestros obstáculos pueden convertirse en
nuestros adornos, podremos perseverar y obtener frutos de
nuestros deseos.
Esa perseverancia puede ser una verdadera prueba, pero siempre
hay caminos, siempre hay señales. Y la lucha, que con seguridad
durará toda la vida, vale la pena. Es una lucha que genera increíble
placer y alegría. Todos los intentos que hacemos son imperfectos;
sin embargo cada uno de esos intentos imperfectos es una ocasión
para un deleite que no se parece a nada en la tierra.
El proceso creativo es un camino espiritual. Esta aventura es so-
bre nosotros, sobre lo profundo del yo, sobre el compositor que to-
dos tenemos adentro, sobre la originalidad, en el sentido no de lo
que es totalmente nuevo, sino de lo que es total y originalmente no-
sotros mismos.

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