Parte 2

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SEGUNDA PARTE

LA EDAD ADULTA

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Introducción

El vocablo “adulto” proviene del latín “adultus”, participio de “adolescere”


que significa “crecer”, “desarrollarse” y del que deriva “adolecer”, ”adolescente”,
”hombre joven”. Se aplica a la persona que ha llegado a su plano de desarrollo
o edad en que es apto para la procreación.
Teniendo presente estos significados etimológicos y semánticos,
abordaremos la complejidad de las vivencias de la adultez: sus cambios físicos
y psíquicos, la procreación y la formación de la familia, la importancia del
trabajo como del tiempo libre, los condicionamientos culturales y sociales.

ETAPAS DE LA ADULTEZ

La edad adulta constituye un período muy extenso dentro del ciclo vital, ya
que en la práctica engloba a los sujetos de edades comprendidas entre los 18 y
los 65 años. La mayoría de los autores que se han dedicado al estudio de la
edad adulta suelen dividir este período en etapas o fases, en cada una de las
cuales los adultos deben asumir diferentes roles sociales. Estas son:

1. La Juventud o Segunda Adolescencia ( 18 a 25 años)


2. Adultez Joven o Temprana ( 25 a 30 años)
3. Adultez Media ( 30 a 50 años)
4. Adultez Tardía o Segunda Adultez ( 50 a 65 años)

A continuación, analizaremos estas etapas de la adultez consignando


algunas de sus notas significativas.

Juventud o Segunda Adolescencia (18 a 25 años)

D. Levinson (1977) considera como momentos significativos en el


transcurso de la “juventud” que continúan en la “adultez joven” a:
1. Salida del hogar, que conlleva una mayor autonomía respecto de los
padres, especialmente en el ámbito económico y psicológico, un mayor
contacto social, la incorporación a instituciones que le asignan un “status”
intermedio entre el que posee en la familia y el que tendrá en la adultez (Por
ejemplo, el de estudiante universitario).
2. El ingreso al mundo adulto. El joven explora sus posibilidades de
vida, adquiere mayor autonomía respecto de su núcleo familiar, construye una
estructura de vida estable como el matrimonio o el logro de trabajos más
permanentes en el tiempo.
En la sociedad contemporánea la juventud suele denominarse “segunda
adolescencia”, ”adolescencia superior” o “maduración adolescente” debido a la
prolongación de este período. Es una etapa de artificial transitoriedad hasta
llegar a la autonomía y la responsabilidad plena. Las exigencias y pautas

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culturales contemporáneas prolongan la dependencia familiar favoreciendo las
fluctuaciones afectivas.
Durante este período culmina el desarrollo tanto de las estructuras
intelectuales y morales, como de los cambios fisiológicos, alcanzando así la
cúspide física e intelectual.
Asimismo, los jóvenes tienden a lograr la estabilidad afectiva, pues sus
vínculos son más permanentes y con un mayor compromiso emocional. La vida
matrimonial y el trabajo son elementos básicos para la maduración de la
personalidad, suponen el autosostenimiento social, psicológico y económico.
En ese sentido, la juventud, a diferencia de la pubertad y adolescencia,
es un fenómeno exclusivamente social y responde a factores sociales y
culturales, no biológicos. Si bien la edad adulta empieza legalmente con la
mayoría de edad, y con la posibilidad que tiene el sujeto de asumir todas las
responsabilidades legales como sujeto civil – o sea, votar, obtener el permiso
de conducir, emanciparse de la familia, etc.-, en los últimos años se observa
que la fecha efectiva de la emancipación tiende a retrasarse, ya que muchos
jóvenes permanecen en el domicilio de sus padres más allá de los 18 o 20
años. La permanencia de los jóvenes en el domicilio paterno obedece
generalmente a factores laborales, la escasez de trabajo en las sociedades
industrializadas, a factores de índole tecnológica; y como así también a
diferentes estilos de vida que ofrece la sociedad actual a los jóvenes. En lo que
respecta a los factores tecnológicos es interesante destacar que los cambios
tecnológicos y la complejidad de la sociedad, que también va en aumento,
requieren una preparación cada vez superior de los jóvenes para que puedan
convertirse en profesionales o trabajadores efectivos. Por consiguiente, los
jóvenes invierten muchos años en su formación profesional, debido a que las
exigencias laborales son cada vez mayores y a que el grado de cualificación
necesaria para acceder al mundo laboral es mayor. Por consiguiente, para
muchos jóvenes la juventud es un período de moratoria.

Adultez joven o adultez temprana (25 a 30 años)

Según Griffa y Moreno (2005) esta es la etapa en que comienzan a


plasmar el proyecto vital, su vocación; aunque todavía los jóvenes deben
efectuar importantes elecciones de vida. Estas a diferencia de las propias del
período adolescente, las deciden transitando un camino, poniendo a prueba o
modificando su plan de vida.
Esta constituye una fase de importantes cambios sociales en los
ámbitos de la vida profesional y familiar. Las transformaciones se dan al nivel
de los nuevos roles que se viven: parentalidad, laboral, matrimonio.

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Rappaport J.1 identifica tres problemas cruciales que dominan la vida de
la mayoría de los adultos jóvenes:
- La elección de la pareja.
- La elección de una carrera o profesión.
- Un tercer problema, al que denomina “desilusión”
donde los jóvenes revalúan y modifican las ideas e
ideales que poseen de sí mismo y del mundo que
ahora son afrontados de un modo más realista.
La palabra “desilusión” no se utiliza negativamente sino para hacer
referencia a la experiencia típica de este período de realización en que los
jóvenes reevalúan y modifican las ideas e ideales que poseen de sí mismos y
del mundo. La crisis experiencial o de realismo es la que se da entre la adultez
joven y la adultez media, la cual una vez superada (integración de lo valórico
con lo laboral, o realismo) da paso a la adultez media.
En la adultez joven hay que tomar muchas responsabilidades. El rol
activo que se asume es el término de la moratoria psicosocial (según E.
Erikson). Hay construcción y establecimiento de un estilo de vida, se organiza
la vida de forma práctica, se llevan a cabo propósitos. Por otra parte, también
hay mucha exploración y aprendizaje.

Adultez media (30 a 50 años)

En esta etapa media de la existencia, también llamada “edad madura”,


“edad adulta propiamente dicha”, “edad de la plenitud”, el individuo puede ver
ya cómo es el curso definitivo de su vida.
El paso de la adultez joven a la adultez media se detecta más en los
estados de ánimo y en la problemática acuciante más que en los cambios
corporales específicos. A nivel físico solamente se destaca el ensanchamiento
y engrosamiento del cuerpo. El ímpetu juvenil es suplido en parte, por una
mayor capacidad de concentración, perseverancia y resistencia. Es un
período en el que crece el caudal de experiencias personales, se incrementan
las actividades individuales, y se perfila más nítidamente la individualidad, la
singularidad de la persona. En la afectividad predominan la estabilidad, la
profundidad y el sosiego, los estados pasionales propios de la adolescencia y
juventud dan paso a sentimientos o estados sentimentales más hondos y
perdurables.
Un aspecto que podemos destacar en este período es la llamada crisis
de la mitad de la vida. La necesidad de conocerse y mirar hacia adentro de sí
para vivir auténticamente se acentúa en algunas épocas de la vida, y una de
ellas es la que transcurre entre los 35 y 45 años.
Elliott Jaques (1990) denominó a este momento “Crisis de la mitad de la
vida” en el cual convergen modificaciones corporales reales y fantaseadas.

1
Rappaport J en La personalidad desde los 13 a los 15 años.El adolescente y el joven. Editorial Paidós.
Bs. As. 1978.

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El adulto comienza a sentir el valor del pasado y de la experiencia, como
también el gradual advenimiento de la declinación de sus funciones. Los
mejores años, en el sentido de vitalidad y potencialidad biológica han pasado.
Es consciente de haber llegado a la cúspide y que ahora comienza un diario
descenso. Debe elaborar el duelo por su juventud perdida y por las metas que
no pudo o no supo alcanzar. Toma conciencia de las que jamás alcanzará, de
modo que se abren ante sí diferentes caminos: uno es el de la negación
maníaca y el otro es el de la resignación para resignificar estas pérdidas. La
elaboración de este duelo implica aceptar su finitud, pero también le posibilita
reencauzar su camino mediante la capitalización de su mayor experiencia y
capacidad de insight.
La reflexión alrededor de esta temática suele estar acompañada de la
angustiante preocupación de si aún está a tiempo de cambiar.
Son frecuentes los cuestionamientos acerca de: los valores que rigieron
su existencia, los logros familiares, los objetivos laborales, sociales y
económicos, el uso que hizo de su tiempo libre, las amistades, entre otras
cosas.
Para Elliott Jaques la superación exitosa de la crisis de la mitad de la vida
depende del reconocimiento de la irreductibilidad de la propia muerte y de la
existencia de impulsos destructivos y autodestructivos dentro de cada persona.
Debe reelaborar, normal o patológicamente, la posición depresiva
reconociendo los límites que la realidad impone al ideal narcisista infantil.
Asimismo, cabe aclarar que la crisis de la mitad de la vida se da en ambos
sexos. Aunque en general se identificó la crisis de la mitad de la vida con el
proceso biológico llamado “menopausia” y a las “depresiones” a las que
tradicionalmente se relacionan estos cambios corporales. El síndrome
psicológico descrito como propio del climaterio femenino (irritabilidad, insomnio,
ansiedad y depresión) aparece en la mayoría de los casos varios años antes
que la menopausia fisiológica. Se manifiesta aproximadamente a los 42 años
mientras que el promedio para la menopausia oscila entre los 45 y 53 años, a
diferencia de la “andropausia” que es más tardía y progresiva.
La primera manifestación de la menopausia es el acortamiento de los
ciclos menstruales relacionado con la deficiente producción de progesterona.
Después de ciclos irregulares en un momento desaparece totalmente la
menstruación, lo que va a afectar al calcio óseo, incrementando la
osteoporosis así también como el metabolismo de lípidos y glúcidos que
favorecen el aumento de peso.
El cese definitivo de la menstruación está acompañado de una serie de
síntomas y signos, entre los cuales podemos mencionar:
1. accesos de calor y sudoración, consecuencia de los cambios en
el comportamiento vasomotor.
2. manifestaciones cardíacas (palpitaciones y taquicardia)
3. manifestaciones de disnea (disnea de esfuerzo, signo de suspiro)
4. manifestaciones vasculares periféricas (edemas, flebitis)

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5. tendencia a la obesidad.

Adultez tardía o Segunda adultez (50 a 65 años)

La culminación de la capacidad física ha pasado y sobreviene la


declinación. Aparecen las arrugas, encanece el cabello, aumenta su caída, se
percibe la pérdida del vigor y del tono muscular. Aparecen los primeros
“achaques” o “torpeza física”, un cierto cansancio general y una disminución de
la elasticidad.
La consolidación de la personalidad suele estar acompañada de cierta
pérdida de plasticidad y de flexibilidad frente a los cambios. A medida que
pasan los años se van cristalizando y solidificando los rasgos de personalidad,
tanto positivos como negativos. Los cambios de la realidad resultan ya más
difíciles de sobrellevar, como también disminuye la iniciativa para producir
modificaciones en sí mismo para remodelar su vida.
Los hijos ya mayores, a veces casados, dejan a los padres con menores
obligaciones y más solos; a esto se lo denomina el “síndrome del nido
vacío”. En este momento el matrimonio se siente solo frente al desafío de
reencontrarse uno frente al otro, es decir, nuevamente pueden encauzar el
vínculo bipersonal compartiendo nuevamente más tiempo y con la necesidad
de fijar nuevas metas en su relación. Consecuentemente aparecen con
frecuencia crisis matrimoniales que en algunos casos culminan con la
separación.
En muchos casos los solteros, viudos o separados experimentan el
miedo a una vejez solitaria.
La ampliación de la vida espiritual puede compensar las pérdidas
progresivas en el terreno de lo físico y psíquico. Surgen actividades que se
consagran a valores espirituales como el arte o la ciencia, o como cuidar o
preocuparse por otro.

NOTAS FUNDAMENTALES DE LA ADULTEZ

9 Madurez, bienestar psicológico y calidad de vida.

Semánticamente el término “madurez” designa la sazón que alcanzan


los frutos en determinada ocasión, es decir, en un tiempo oportuno; así mismo
el término madurez alude al buen juicio, a la prudencia o a la sensatez, propios
de una persona que ha alcanzado su plenitud vital y no ha llegado a la vejez.2
L.Pedrosa3 enfatiza que la madurez que supone la personalidad solo se
puede alcanzar en la edad adulta. Las notas propias de la “madurez adulta”
son:
1. Armonía de las funciones que suponen el autogobierno.

2
Diccionario de la Lengua Española- Espasa Calpe- Madrid- 1996
3
Pedrosa, L. Psicología Evolutiva. Editorial Marova. Madrid. 1976

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2. Visión global objetiva del mundo.
3. mayor aceptación de las limitaciones y posibilidades tanto de la
realidad externa como interna, incluso la aceptación de la muerte.
4. Plena asunción de las responsabilidades vitales tanto personales
como familiares.
5. Independencia y espontaneidad en el pensar y en el actuar.
6. Confianza en sí mismo y serenidad.

En síntesis, en estos últimos años la Psicología ha ido incorporando


nociones relacionadas con la idea de madurez como el de “bienestar
psicológico”, “calidad de vida”,”resiliencia”, etc.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la “calidad de vida”
como la percepción que un individuo tiene de su posición en la vida dentro del
contexto de la cultura y de su sistema de valores, como también en relación a
sus objetivos, normas, expectativas y preocupaciones. Las áreas a evaluar
son: la salud física, el estado psicológico, el nivel de independencia, las
relaciones sociales, el ambiente y la espiritualidad, religión o creencias
personales.
Este constructo puede ser considerado desde el punto de vista objetivo
(evaluando ingresos, vivienda, alimentación, etc.) o desde un punto de vista
subjetivo que tiene en cuenta la percepción de los sujetos acerca de su
bienestar.
“Bienestar psicológico” es un constructo que hace referencia a cómo las
personas experimentan afectivamente su propia vida. Incluye varios
indicadores psico-afectivos como la autoestima, la satisfacción por la vida, etc.

9 El pensamiento Post formal.

Jean Piaget consideró que las operaciones formales eran la última


etapa cognitiva y los investigadores que estudian la función cerebral han
informado que la corteza cerebral pre-frontal se desarrolla aproximadamente
hasta los 20 años.
Sin embargo, a pesar de las pruebas que demuestran que el cerebro y
la mente ya se han desarrollado por completo para el momento de la adultez
temprana, ciertas formas de pensamiento que no encuentran antes, se hacen
evidentes en la adultez.
Muchos estudiosos sostienen que hay en la adultez temprana “un
cambio cualitativo y cuantitativo en las funciones cognitivas a través de la vida
adulta” (SCHAIE, 2000)
El término “quinta etapa” alude a esta realidad.
El pensamiento en la adultez difiere del pensamiento temprano en
tres aspectos: es más práctico, más flexible y más dialéctico. En su conjunto,
se los considera como constituyentes de una etapa post- formal del
pensamiento cognitivo.( Berguer, 2001)

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El pensamiento post-formal continúa a la cuarta etapa de Piaget, el
período de las operaciones formales. Es una etapa práctica caracterizada por
el “hallazgo de problemas” y no solo por la resolución de problemas. Los
adultos utilizan un abordaje más flexible y abarcador ya que consideran los
distintos aspectos de una situación de manera anticipada, advierten las
dificultades y anticipan el problema y los enfrenta en lugar de negarlo o evitarlo.
En la edad adulta las capacidades intelectuales son aprovechadas en
asuntos educativos, ocupacionales e interpersonales verdaderos, los adultos
aceptan y se adaptan a las contradicciones e incoherencias de la experiencia
diaria, y se vuelven más prácticos. Consideran que la mayor parte de las
soluciones son provisorias y no necesariamente permanentes, tienen en cuenta
los factores irracionales y emocionales.

La integración del pensamiento subjetivo y el pensamiento objetivo.

Una de las habilidades prácticas del pensamiento post-formal es la


integración del pensamiento subjetivo y el pensamiento objetivo.
El pensamiento subjetivo surge de las experiencias y percepciones
personales de un individuo, el pensamiento objetivo sigue la lógica abstracta e
impersonal.
El pensamiento lógico, puramente objetivo, puede no adaptarse
adecuadamente cuando debe enfrentarse a la complejidad y el compromiso de
la vida diaria. Las sensaciones subjetivas y las experiencias individuales deben
tenerse en cuenta debido a que el razonamiento objetivo en sí mismo es
demasiado delimitado, rígido y poco práctico. (Sinnott, 1998)
Aunque el pensamiento subjetivo también es limitado, el pensamiento
verdaderamente maduro implica la interacción entre las formas objetivas y
abstractas del procesamiento y las formas subjetivas y expresivas. La lógica
post-formal integra la subjetividad y la objetividad ( Sinnott, 1998) para que sea
práctica y personal.
La resolución del complejo problema de integrar el afecto (emociones) y
la cognición (lógica) es el logro intelectual más importante de la edad adulta. La
capacidad de ser más práctico (predecir, planificar e integrar los procesos
mentales objetivos y subjetivos) es sumamente valiosa.

La flexibilidad cognitiva

La flexibilidad intelectual surge a partir del conocimiento de que la


perspectiva de cada persona es sólo una entre muchas, que cada problema
tiene muchas soluciones potenciales y que el conocimiento es dinámico y no
estático. Por ejemplo, escuchar a otras personas, considerar sus opiniones sin
estar de acuerdo o en desacuerdo de manera inmediata es un signo de
flexibilidad.

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La capacidad de encontrar múltiples soluciones a cualquier problema
práctico es un sello distintivo del pensamiento post-formal ( Sinnott, 1998) y es
necesario para contrarrestar los estereotipos.

El pensamiento dialéctico

El pensamiento dialéctico implica la integración constante de


creencias y experiencias con las contradicciones e inconsistencias de la vida
diaria.
Observemos un ejemplo del pensamiento dialéctico que es familiar a
muchas personas: la finalización de un romance. Es probable que un pensador
no dialéctico considere que cada persona tenga rasgos estables e
independientes. Entonces, al enfrentarse a un romance problemático, el
pensador no dialéctico concluye que una de las parejas (o la otra) es culpable,
o quizás que la relación fue un error desde el principio ya que ambos “no
compatibilizaban”.
Por el contrario, el pensador dialéctico ve a las personas y a las
relaciones en constante evolución; las parejas, así como su interacción,
cambian con el tiempo. Para todas las parejas es necesario e inevitable,
realizar ajustes. Por lo tanto, un romance no se vuelve problemático porque las
parejas sean básicamente incompatibles o porque uno de los dos es culpable,
sino porque ambos han cambiado sin adaptarse.
Así las nuevas demandas, roles, responsabilidades y hasta los conflictos,
se transforman en oportunidades para crecer.

Influencias educativas en el desarrollo cognitivo del adulto.

Los estudios transculturales han puesto de manifiesto que los factores


culturales, especialmente la influencia de la escolarización, intervienen en los
procesos de pensamiento y en las capacidades de las personas. Desde el
punto de vista histórico, uno de los trabajos pioneros en ese campo es el de
Vygotsky y Luria (1923) con adultos campesinos, alfabetizados y sin
alfabetizar. Uno de los objetivos del trabajo era estudiar cómo el acceso a la
cultura (lectura y escritura) influye en el desarrollo cognitivo de las personas.
Los resultados demuestran que los procesos psíquicos son distintos entre las
personas que tienen un conocimiento práctico y concreto de la realidad y
aquellas cuyo conocimiento de la realidad es lógico verbal y abstracto. Las
actuaciones de los sujetos examinados variaban según su formación educativa.
Por su parte, Horn y Cattell han introducido y difundido dos nuevos
conceptos que se han popularizado rápidamente: los de inteligencia
cristalizada e inteligencia fluida.
La inteligencia cristalizada sería el conocimiento adquirido y acumulado,
la información que una persona almacena a lo largo de su vida. Tiene por lo
tanto una fuerte connotación cultural y educativa, puesto que está más

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expuesta a las influencias del entorno cultural en que se desenvuelve un
individuo.
La inteligencia fluida, en cambio, sería la capacidad innata para pensar
y razonar. Refleja las capacidades subyacentes al procesamiento de la
información. Aunque también esté influida por la experiencia del sujeto, su
funcionamiento depende en mayor medida de la actuación del sistema nervioso
y del cerebro. Así, la rapidez con que una persona es capaz de analizar la
información recibida (Por ej. La rapidez para retener y evocar una lista de
palabras) dependería de la inteligencia fluida.
Mientras que la inteligencia fluida alcanza sus niveles máximos en la
adolescencia y edad adulta temprana (20 – 30 años) y empieza luego un
declive progresivo durante la edad adulta y la vejez, la inteligencia cristalizada
no sólo no se deteriora con la edad sino que incluso se incrementa. Las
diferencias pueden llegar a ser diferentes a consecuencia de una preparación o
formación escolar superior o inferior.
En los últimos años, los estudios sobre la inteligencia en la edad adulta
han hecho un especial hincapié en la inteligencia cristalizada, es decir, las
capacidades que evolucionan y que son propios de la edad adulta. En ese
sentido se han desarrollado estudios como los de Robert Sternberg ( 2000)
que propone tres formas principales de inteligencia en el adulto: analítica,
creativa y práctica.
La inteligencia analítica incluye todos los procesos mentales que
favorecen el rendimiento académico y posibilitan el aprendizaje provechoso, la
memoria y el razonamiento. Es decir, se nutre de la planificación abstracta, la
selección de estrategia, la atención concentrada y el procesamiento de la
información, además de apoyarse en destrezas verbales y lógica.
La inteligencia creativa requiere una capacidad intelectual flexible e
innovadora. El pensamiento creativo es divergente en lugar de convergente y
produce respuestas inesperadas, imaginativas y fuera de lo común en lugar de
respuestas estandarizadas y convencionales.
La inteligencia práctica implica la capacidad del individuo de adaptarse
a las exigencias de una situación dada. Esta capacidad incluye poder captar
con precisión las expectativas y necesidades de las personas involucradas y
una rápida apreciación de la habilidad específica que se necesita, junto con la
capacidad para usar esas intuiciones en forma eficaz.
Sternberg considera que cada una de estas tres formas de inteligencia es
útil y que todo adulto debería aprovechar al máximo las fortalezas vinculadas
con cada una de ellas y protegerse y prevenirse frente a sus propias
limitaciones.
“ Las personas alcanzan el éxito en parte, averiguando cómo explotar
sus propios patrones de fortalezas y debilidades… la capacidad analítica
implica el pensamiento crítico, es la capacidad de evaluar y analizar ideas,
resolver problemas y tomar decisiones. La capacidad creativa implica ir más
allá de lo dado para generar ideas novedosas e interesantes. La capacidad

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práctica implica poner en práctica las ideas. Es la capacidad que participa
cuando la inteligencia se aplica a contextos del mundo real”
(Sternberg,2000- pág.31)

9 LA MORAL Y LA RELIGIÓN.

Según varios investigadores, las responsabilidades, las experiencias y


la educación del adulto afectan el razonamiento moral y las creencias
religiosas.
Aunque el poder de la cultura hace difícil evaluar si la moralidad de
un adulto se modifica con la edad, un aspecto importante es que los adultos se
vuelven menos dogmáticos.
El adulto con frecuencia experimenta dilemas éticos o morales; que
no están ya unidos a las normas de los padres o a la cultura de su niñez. En
esta etapa un conjunto de dilema concierne a la sexualidad, la reproducción y
las relaciones.
La fe también progresa desde una perspectiva simple, egocéntrica y
unilateral, hasta una visión más compleja y altruista.

9 EL TRABAJO Y LA PLENITUD DE LA PERSONA.

Entre los estudiosos del tema existe un acuerdo unánime al considerar


que la edad adulta se define más en términos de los roles sociales que las
personas adultas desempeñan, que en términos de edad o de maduración
física. En efecto, durante la edad adulta temprana las personas suelen
comprometerse personalmente: se casan, crean sus familias y tienen una
ocupación profesional, convirtiéndose de esta manera en esposos, padres,
obreros, empleados, funcionarios, etc. De este modo, la edad adulta o madurez
se sienta preferentemente en tres eventos: el matrimonio, el trabajo y la
paternidad, y las situaciones sociales que se derivan de ellas.
El trabajo, y más específicamente el empleo, además de la significación
económica que tiene por ser la fuente principal de ingresos de la mayoría de
los hogares, es una de las tareas que más fuertemente organiza la vida
cotidiana de los sujetos y las familias. Es un factor muy importante de
socialización de las personas y las provee de todo un mundo de relaciones y
valoraciones personales.
El trabajo despierta sentimientos de autovaloración, de pertenencia y
constituye un aporte en el proceso de identificación, por lo tanto posibilita el
desarrollo de la personalidad madura y permite el logro de mejores vínculos
interpersonales. Implica el ejercicio de las capacidades humanas para
comunicar mayor utilidad y valor a las cosas en función del servicio a otras
personas y la comunidad. El tipo de empleo define, en gran medida, una
posición social, un cierto grado de éxito o prestigio social. Es decir, el trabajo es
uno de los ejes de la inserción del hombre en la sociedad.
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Escoger un trabajo, buscar un empleo, acceder al mundo laboral es una
de las actividades “normativas” de la adolescencia tardía o de la madurez
temprana. A pesar de los cambios que se dan en nuestros días, caracterizados
sobre todo por el retraso generalizado que experimentan los jóvenes para
acceder al mundo del trabajo (debido, en gran medida, aun formación
universitaria o profesional más dilatada, así como a los cambios que se
producen en el mercado laboral, de los cuales hablaremos más adelante), lo
cierto es que la actividad laboral o profesional elegida desempeña un papel
determinante en la vida de las personas.
Cada profesión u ocupación requiere de un estudio y preparación
específicos, de determinadas habilidades y conocimientos. Incluso las diversas
profesiones y oficios conllevan el desarrollo de una mentalidad propia que los
caracteriza.

Cambios en el mercado laboral

En nuestros días se están produciendo cambios importantes que afectan


al mundo del trabajo. George Siemens (2004) afirma que en los últimos 20
años, la tecnología ha reorganizado la forma en que vivimos, nos comunicamos
y aprendemos. Hace tan solo cuarenta años, los jóvenes, luego de completar la
educación formal requerida, ingresaban a la carrera que normalmente duraría
toda su vida. El desarrollo de la información era lento. La vida del conocimiento
era medida en décadas. Hoy estos principios fundamentales han sido
alterados.
El conocimiento crece exponencialmente. En muchos campos de la vida
del conocimiento se mide ahora en años y en meses. La mitad de lo que es
conocido hoy, no era conocido hace 10 años. La cantidad de conocimientos en
el mundo se duplica cada 18 meses y se ha duplicado en los últimos 10 años
de acuerdo con la sociedad Americana de Entrenamiento y Documentación”
(George Siemens, 2004).
El citado autor señala algunas tendencias significativas de la era digital:
• Muchos jóvenes se desempeñarán en una variedad de áreas diferentes,
y posiblemente sin relación entre sí a lo largo de su vida.
• El aprendizaje informal será una aspecto significativo de nuestra
experiencia de aprendizaje, y se desarrolla a través de una variedad de
formas ( comunidades de práctica, redes personales, etc.)
• El aprendizaje y las actividades laborales ya no se encontrarán
separadas, son procesos que se desarrollan durante toda la vida.

La incorporación de la mujer al mundo laboral

La situación de la mujer ha cambiado en los últimos años en muchos


aspectos. En primer lugar, la presencia femenina en el mundo laboral se ha
incrementado muchísimo, y a la vez se ha diversificado.

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El perfil de la carrera profesional de las mujeres – es decir, los años de
preparación para conseguir un puesto de trabajo, la permanencia en éste y la
promoción y el salario percibido- es diferente en muchos aspectos del de los
hombres. Mientras que la carrera profesional u ocupacional del hombre se
caracteriza porque suele ser larga y continuada, empieza después de un
período de formación o preparación y finaliza con la jubilación, la de las
mujeres se caracteriza por ser más breve y discontinua interrumpida
generalmente durante el período de tiempo dedicado al cuidado de sus hijos
pequeños o de los miembros de su familia ancianos o enfermos. Además de
ser más breve y discontinuo, el trabajo de la mujer es, más a menudo, un
trabajo a tiempo parcial.
En las últimas décadas se ha incrementado el número de mujeres
casadas que trabajan, con lo cual muchas familias cuentan en la actualidad con
el ingreso de dos sueldos, el del hombre y el de la mujer.
La incorporación de la mujer casada o madre de familia al trabajo se
debe a numerosas razones. Una de las más importantes son las necesidades
económicas de la familia, especialmente en los momentos inflacionarios; pero
no son las únicas, ya que junto con ellas hay otras razones de orden intrínseco,
como la realización personal o la búsqueda de una alternativa al aislamiento en
el que se encuentran las mujeres que ejercen de ama de casa. Aparte de las
motivaciones o razones personales, es importante destacar que se han
producido una serie de cambios que han afectado tanto las costumbres como
la organización familiar y social, y que han facilitado la incorporación de la
mujer al mundo laboral. Entre ellos hay que mencionar la disminución del
número de hijos por pareja, así como la existencia de instituciones educativas y
escolares dedicadas al cuidado de niños de corta edad, con lo cual las mujeres
disponen de más tiempo libre.
Por otro lado, se han producido cambios importantes en la sociedad
en cuanto a los roles asignados al hombre y a la mujer, y se observa una
tendencia, sobre todo entre las nuevas generaciones, que aboga por el reparto
más equitativo entre hombres y mujeres del trabajo derivado de la educación y
crianza de los hijos.
De allí, que uno de los problemas de los matrimonios en que ambos
esposos trabajan es cómo organizar el tiempo para poder subvenir a todas las
necesidades de la familia, hijos incluidos. A menudo se producen situaciones
de estrés que afectan especialmente a la mujer, ya que, si bien los hombres
colaboran cada vez más en las tareas del hogar, en realidad la responsabilidad
final suele recaer en la mujer, lo cual suele acarrear desajustes y problemas en
el matrimonio.

El desempleo
En nuestra sociedad el desempleo es un problema acuciante. Como ya
hemos indicado en otro apartado, el nivel de educación y formación de la

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población influye en gran medida en la posibilidad de acceder al mercado
laboral.
El paro afecta principalmente a las mujeres y a los hombres jóvenes
menores de 30 años, aunque, en cualquier grupo de edad, la tasa de paro
femenina es siempre superior a la masculina. El paro también se produce entre
trabajadores o empleados adultos que han perdido el empleo a causa de la
reestructuración de la empresa o del sector en el que prestaban sus servicios o
por el cierre o liquidación de la empresa. Los parados mayores suelen
convertirse en parados de larga duración.
El tipo de ocupación o de empleo repercute directamente en los ingresos
económicos de las personas y, por tanto, en el estilo de vida, el lugar de
residencia, las personas que se frecuentan, las amistades que se tienen.
Además de influir en el status socioeconómico, el trabajo o la profesión influyen
también en las relaciones personales, en el mundo social en que nos
desenvolvemos, ya que la actividad laboral ocupa una gran parte de la jornada
de las personas. En la medida en que el trabajo determina el status o la
posición en la sociedad, repercute también en el sí mismo, así como en el
autoconcepto y la autoestima.
Entonces, podemos pensar en la angustia ante la pérdida del trabajo
pues el sujeto experimenta que le falta el anclaje en la realidad. El estar sin
empleo puede ser considerado sin duda alguna como una situación de
marginación que influye directamente en el equilibrio de la persona. En general,
se observan que la persona presenta síntomas de depresión, ansiedad y
somatización, pérdida de la autoestima, incremento de la tasa de suicidios,
mayor incidencia de enfermedades físicas, niveles altos de estrés y de
enfermedades mentales.
Más allá del sentido objetivo que conlleva la pérdida de empleo, es
importante considerar el sentido subjetivo que adquiere el hecho en cada
persona. Este sentido depende de la historia personal, es decir, que el impacto
de la crisis tendrá los signos de la personalidad de cada uno.
Otro fenómeno que se observa es el caso de los sujetos desempleados
es la disminución del tamaño de su red social. El sujeto mismo dice
experimentar un proceso de aislamiento social, tanto por la supresión de
contactos cotidianos con compañeros de tareas como por un distanciamiento
de las relaciones sociales extralaborales.

9 EL DESARROLLO PSICOAFECTIVO EN LA ADULTEZ

En general para describir las etapas psicosociales de los adultos, los


psicólogos del desarrollo comienzan mencionando a Erik Erikson, que fue el
primero en reconocer que en la edad adulta se produce un desarrollo
significativo. El enfatiza la importancia del contexto social y utiliza el término
“psicosocial” en lugar de “psicosexual” empleado por Freud.

14
Erikson postuló originalmente las ocho etapas en una secuencia, pero
es evidente que los límites de la edad adulta no son rígidos.
Las etapas de la adultez de Erikson describen las necesidades
psicosociales después de la pubertad.

™ Identidad frente a confusión de roles: Aunque la crisis de


identidad fue originalmente pensada para la adolescencia, Erikson
notó que las preocupaciones acerca de la identidad pueden existir
durante toda la vida. La identidad combina valores y tradiciones
adquiridas durante la niñez con el contexto social del momento.
Como los contextos se modifican permanentemente muchos
adultos reevalúan los cuatro tipos de identidad (sexualidad/de
género, vocación/trabajo, religiosa/ espiritual, política/étnica).

™ Intimidad frente a aislamiento: Los adultos buscan intimidad,


una conexión recíproca y cercana con otro ser humano. La
intimidad es mutua, recíproca, lo que significa que los adultos
necesitan dedicarse tiempo y energía entre ellos.
Este proceso comienza en la adultez emergente y continúa
durante toda la vida. Es más probable que se produzca el
aislamiento cuando el divorcio o la muerte afectan una relación
íntimamente establecida.

™ Generatividad frente a estancamiento: Los adultos necesitan


cuidar de la generación siguiente, ya sea criando sus propios hijos
o guiando, enseñando y ayudando a los más jóvenes. La primera
descripción de Erikson de esta etapa estuvo centrada en la
paternidad, pero más tarde incluyó otros modos de lograr la
generatividad. Los adultos extienden el legado de su cultura y su
generación con los cuidados, creatividad y sacrificios
permanentes.

™ Integridad frente a desesperación: Cuando Erikson tenía 70


años, decidió que la integridad, con el objetivo de combatir el
prejuicio y ayudar a toda la humanidad, era demasiado importante
para dejarla solo para la ancianidad. También pensó que toda la
vida de una persona podría estar dirigida a conectar el viaje
personal con el propósito histórico y cultural de toda la sociedad
humana, el último logro de la integridad.
 

9 LA PERSONALIDAD A TRAVES DE LA EDAD ADULTA

15
Según Berguer (2001) la personalidad es la fuente principal de
continuidad que proporciona coherencia e identidad y permite a las personas
conocerse a sí mismas y darse a conocer. Los genes, las costumbres de los
padres, la cultura y las experiencias adultas, constituyen a la formación de la
personalidad.
Cuando comienza la edad adulta las personas eligen un entorno que se
denomina” nicho ecológico” que tiende a estabilizar la personalidad entre los
30 y 50 años. Según la autora, el “nicho ecológico” puede definirse como el
estilo de vida particular y contexto social que los adultos establecen y que es
compatible con los intereses y necesidades de su personalidad individual.4
Así, los adultos eligen su vocación, un lugar para vivir, una pareja y
ciertas rutinas. Efectivamente, es en el período comprendido entre los 22 y los
30 años en el que la mayoría de los hombres y mujeres suelen establecer una
relación personal, íntima, afectiva con otra persona, con la que inician después
una vida en común y tienen hijos. Además del establecimiento de relaciones
personales basadas en la intimidad, otro elemento que caracteriza esta fase del
desarrollo humano es el acceso al mundo laboral, y su consolidación en etapas
posteriores.
Por lo tanto, el matrimonio o la relación de pareja estable con otra
persona, la paternidad y la maternidad, junto con la consecución de un empleo,
dan cohesión y entidad a esta etapa de la vida. En ese sentido, se puede
afirmar que los aspectos psicosociales son los que definen o caracterizan
propiamente la edad adulta.

Las relaciones de intimidad

La necesidad de intimidad dura toda la vida. El adulto encuentra su


necesidad de conexión social de sus familiares, amigos, colegas y pareja.
Cada adulto reúne un conjunto específico de relaciones personales. Sin
embargo, hay variaciones afectadas por la cultura, la edad y las circunstancias.
Por ejemplo: a medida que los padres envejecen, los roles familiares cambian.
Con el tiempo, las amistades y los matrimonios comienzan, continúan o
finalizan.
La intimidad aparece de diferentes modos:

La amistad: los amigos son elegidos por los rasgos que los hacen
confiables, en general, tienen la misma edad, han pasado por las mismas
experiencias, tienen los mismos valores, y por ello, son una fuente de ayuda y
consuelo cuando surgen problemas graves.
Igualmente importantes es que los amigos proporcionan compañía,
información y alegría en la vida diaria.

4
Berguer Katheleen Stassen “Psicología del desarrollo: adultez y vejez” Cap. 6 pág 139.

16
La relación de pareja: Establecer y mantener una relación de pareja es
uno de los más importantes de la adultez temprana. Numerosos autores
señalan que establecer una relación íntima con una persona tiene
consecuencias positivas para la dimensión psicológica de la persona. De
hecho, la pareja se convierte en el primer componente del sistema de
apoyatura social.

Lazos familiares: El término familia proviene del latín “famulus” que


denota originariamente al conjunto de personas que comparten la crianza de
los niños y se abocan a un servicio común; o bien, al conjunto formado
fundamentalmente por un matrimonio y sus hijos que viven juntos.
La familia constituye un mismo en el que transcurren los momentos más
significativos de la vida humana, es el ámbito donde el hombre nace, crece,
ama, sufre, crea, procrea y muere. Es el grupo de origen para todo ser
humano.
El inicio de la familia surge del deseo de una pareja de establecer un
vínculo permanente para alcanzar conjuntamente la plenitud de ambos,
procrear tanto física como espiritualmente educar y sostener la prole. La familia
es el ámbito íntimo y doméstico para la convivencia y la praxis de lo conyugal,
lo paterno, lo materno, lo filial y lo fraterno, en el contexto de una sociedad y
una cultura a las cuales está abierta y de las cuales se nutre.
Uno de los fines de la familia es la estimulación del desarrollo de sus
miembros en los ámbitos: biológico, psicológico, social y espiritual. Este
desarrollo tendrá diferentes vicisitudes según las características y las historias
de vida de los padres.
Pero, podemos tener en cuenta ciertas condiciones que la familia
favorece para proporcionar un medio sano a sus integrantes, como por
ejemplo, cubrir sus necesidades biológicas básicas (alimentación, vivienda),
necesidades psicológicas (relaciones de afecto mutuo); necesidades sociales
(contacto con el resto de la sociedad a través de las instituciones, como la
escuela), necesidades espirituales (estimularlo en la apertura a valores
trascendentes).
Estos desarrollos conllevan el surgimiento de características cuya
presenta nos permitiría evaluar a una familia como familia madura:
-Vínculo conyugal y parental: complementariedad del rol de padre y de
madre, que supone la aceptación de dichos roles, la confianza mutua, la
comunicación profunda y la coherencia en la reglas a impartir. Cada esposo,
además de cumplir con su propio rol, apoya al complementario frente a los
miembros de la familia.
- Comunicación: se dan momentos de encuentro y diálogo conjunto
entre todos los miembros. Pero a su vez existen momentos de encuentro íntimo
bipersonal entre esposos, o entre hermanos, entre padre e hijo/a o entre
madre e hijo/a.

17
-Expresión de los afectos: es fluida, espontánea pero cuidadosa y
responsable de cómo es vivenciada por cada miembro.
- Capacidad para resolver conflictos: los problemas son afrontados por el
grupo familiar, pero como miembro participa en la resolución de acuerdo con su
grado de responsabilidad en dicha situación y se compromete con lo decidido.
- Respeto por la autonomía de los individuos: propicia el vínculo
discriminado sobre el vínculo discriminado sobre el vínculo simbiótico
característico de la familia aglutinada. Se da un espacio intrafamiliar para que
cada uno pueda desarrollar su capacidad intelectual, según la función y la edad
de los miembros. Es capaz de permitir un grado de privacidad que ofrezca la
posibilidad de un acuerdo de reconocimiento de sí.
A medida que los integrantes menores de una familia crecen, cada uno
de ellos va logrando en el seno de dicha familia un sector más amplio de
autonomía. De modo, que mediante la madurez intrapsíquica alcanzada le
permite convertirse en un sujeto con mayor grado de autodeterminación, es
decir, tiene una mayor consciente de sus motivaciones y puede obrar desde
allí.

Familia “nuclear”, “extensa”, “ensamblada”.

La unión de dos personas basada en la libertad, el amor y la felicidad


suele formalizarse con el matrimonio, dando así pie al nacimiento de la familia
y, más tarde, a la llegada de los hijos.
La familia conyugal o nuclear, constituida por un padre, una madre y sus
hijos, constituye un arquetipo de intimidad y, como señalan algunos sociólogos,
se impone como algo legítimo, evidente, que satisface diferentes necesidades
de orden biológico, económico, cultural, moral y antropológico.
Sin embargo, este modelo, que se ha ido imponiendo progresivamente y
ha dominado en las sociedades occidentales desde finales del siglo XVIII con el
ideario de la Ilustración, ha sufrido una serie de avatares a mediados del siglo
XX a raíz de una serie de fenómenos que han ido socavando los fundamentos
de la familia conyugal como único modelo de la organización de la vida privada
de los individuos.
No obstante la variación histórica operada en la institución familiar y las
diversas configuraciones establecidas, esta no ha perdido su vigencia. Sigue
siendo uno de los ideales colectivos, en medio de una realidad que en parte los
cuestiona y aún los contradice. Ante la reducción del tamaño de la familia, el
alargamiento de la expectativa de vida, los divorcios de los padres, y los
nuevos matrimonios, la incorporación de la mujer en el mercado laboral, los
nuevos recursos alternativos para la atención del niño, las dificultades de los
padres para cuidarlos como consecuencias de sus conflictivas intrapsíquicas
debemos reconsiderar la noción de familia y su valor.
Como ejemplo de las modificaciones producidas en esta institución
diferentes autores distinguen entre “familia nuclear” con dos generaciones

18
(padres e hijos en común), la “familia extensa” con tres o más generaciones, la
“familia ensamblada” resultante de segundos o ulteriores matrimonios. Esta es
una configuración cada vez más frecuente, comparte algunas características
con la “familia nuclear” pero presenta algunas peculiaridades, que la
constituyen como un modelo distinto, más complejo, que carece aún de una
representación definida en el imaginario social. La “familia nuclear” es
considerada por nuestra cultura como el modelo “normal” de familia;
consecuentemente, en las personas que no siguen esta modalidad su modo de
vivir se convierte a veces en una fuente adicional de inseguridad, culpa y
desorientación para los miembros.
Como toda familia, la “familia ensamblada” está basada en los afectos y
constituida por relaciones de intimidad entre miembros que van evolucionando
en el tiempo. Sin embargo, consideraremos algunos aspectos que establecen
diferencias:
- Origen: las “familias ensambladas” se forman luego de la pérdida de
un proyecto familiar previo (por separación o viudez) que requiere un trabajo de
elaboración de los duelos pertinentes (de padres e hijos). La calidad de este
trabajo influirá sobre las posibilidades de éxito de la nueva familia.
- La díada progenitor-hijo precede a la díada marido-mujer: se
establece una dinámica relacional particular que es importante considerar
cuando un nuevo cónyuge se agrega a un grupo que tiene una historia
compartida, o cuando se ensamblan dos grupos progenitor –hijo/s.
- Diferentes culturas o “microculturas” que se refieren a dos formas
diferentes acerca de cómo hacer las cosas en familia, que suelen ocasionar no
pocas veces situaciones conflictivas de la vida cotidiana.
- Ser mirados. Un grupo familiar convive todo el tiempo con una mirada
externa sobre su intimidad, personificada en los hijos que vienen de visita, o en
el ex -cónyuge u otros ex -parientes políticos de la pareja Esta mirada en
ocasiones puede tornarse persecutoria.
- Las lealtades. La coexistencia de viejas y nuevas relaciones pone en
tensión el sistema de relaciones adultos-niños y son frecuentes los con
frecuencia los conflictos de lealtades.
- Roles parentales. Es clave para el éxito de estas familias que la nueva
pareja conyugal pueda formar un equipo sólido para la toma de decisiones
familiares. Este equipo necesita lograr un mínimo de acuerdos básicos sobre
los hijos con los ex – cónyuges. Ya que el padre y la madre biológicos son
insustituibles, son figuras fundantes para los hijos, ambos tienen el derecho y el
deber de intervenir en su crianza.
- Afectos: El sentimiento de pertenencia al grupo se alcanza con mayor
lentitud en estas familias cuanto más grandes son los hijos, porque los
miembros tienen que ir definiendo y ocupando sus lugares en la convivencia en
un proceso de ensayo y error. No siempre se logran las expectativas de
cercanía y calidez en los vínculos, especialmente cuando al momento de la

19
constitución de la familia los hijos son adolescentes, pero ello no significa que
sean familias disfuncionales.

Familiaridad, pertenencia y solidaridad

La familia, estructura social básica, supone dos criterios de vinculación


fundamentales:
- la alianza matrimonial, es decir, el modo de afinidad
y de unión conyugal.
- La filiación, es decir, el modo de la descendencia.

La familia se configura mediante un juego de roles muy diferenciados,


constituyéndose así en el modelo natural de interacción grupal. Los vínculos
son asimétricos y complementarios. Estos son:
- Función del padre: colaborar con la madre en la educación de los
hijos. Velar por el mantenimiento económico de la familia. Ejercer el principio
de autoridad, en el cual colabora la madre. Actuar como modelo de hombre
adulto tanto en la familia como en la sociedad. Proteger física y
emocionalmente a la familia.
- Función de la madre: gestar, criar y educar a los hijos. Favorecer
la relación con el padre (enseñar a amarlo, respetarlo, y obedecerlo con su
actitud) y los hermanos (mediante la elaboración de la rivalidad, la envidia y los
celos que se suscitan entre ellos). Refrendar la autoridad del padre. Actuar
como modelo de mujer adulta tanto en la familia como en la sociedad.
- Función de los hijos: crecer, vivir y aprender.
- Función de los abuelos: son los instructores de los padres y
también son padres sustitutos. Son compañeros privilegiados en los juegos y
travesuras infantiles. Interlocutores serenos para adolescentes y jóvenes. Son
el modelo de cómo se envejece, cómo se acota la disminución de las
capacidades físicas y cómo se acepta la muerte.
- Función de los tíos: por el parecido a los padres (en edad, cultura
y sangre) tienen una vinculación muy especial con los sobrinos, pero sin la
función de la autoridad paterna y sin la responsabilidad de la enseñanza. Su
función, como la de los abuelos es la de protección y amor.
- Función de los primos: permiten una relación de amistad y
compañerismo más fluida que con otros niños, permitiendo mejor desarrollo de
la sociabilidad.
En el seno de la familia se generan tanto la “identidad”, la vivencia de
“familiaridad” como los sentimientos de “pertenencia” y de “solidaridad” entre
otros.
La familiaridad hace referencia al trato de intimidad, confianza,
sencillez, libertad y franqueza entre personas que comparten principios de vida,
valores, ideas, intereses comunes.

20
La pertenencia es convivencia pasada e historia en común, y el
“Sentimiento de pertenencia” se adquiere a través de la identificación primaria,
formando parte de nuestro “estado constitutivo”, definiendo nuestra identidad.
Etimológicamente el término “identidad” significa “la misma entidad”, el “Mismo
ser”, “mismisidad”. El Psicoanálisis consideró a la identificación como un
mecanismo psicológico; como la operación a partir del cual se constituye un ser
humano. Es un proceso mediante el cual el sujeto adquiere las cualidades del
otro que es tomado como modelo, logrando tener las mismas creencias,
propósitos, deseos.
Sin embargo, la identidad, como proceso dinámico y continuo de copia
por el cual nos constituimos en diferentes entre nuestros similares, es el
resultado de una particular combinatoria del conjunto de identificaciones de una
persona. En el transcurso de vivir nos incluimos y pertenecemos a otros
círculos diferentes de la familia, adquiriendo identificaciones secundarias, que
formarán parte de la identidad.
En el seno de la familia no solo se desarrollan el sentimiento de
familiaridad y pertenencia, sino también el sentimiento de “solidaridad”. Los
hermanos unidos en la comunidad fraterna viven la mutua interdependencia y
la coincidencia en la actitud de poner interés y esfuerzo en una empresa
común. Asimismo, son solidarios en el compromiso, obligación y
responsabilidad.

Etapas de la vida familiar

La familia en el curso de su existencia enfrenta diferentes


problemas que permiten caracterizar diferentes etapas en su desarrollo.
A partir de la descripción de seis períodos en el ciclo vital de la vida
familiar propuesta por J. Haley 5 podemos caracterizarlos del siguiente modo:

1. Período de búsqueda y elección de pareja. El noviazgo.


2. El matrimonio: constitución y desarrollo.
3. El nacimiento de hijos y su crianza.
4. El período intermedio: momento de balance personal y familiar.
5. El destete de los padres.
6. El retiro de la vida activa y la vejez.

1. Período de búsqueda y elección de pareja. El noviazgo.

Las tareas centrales de este período son especialmente: elegir la


pareja, obtener estabilidad laboral y económica, y elaborar un proyecto familiar.
La búsqueda de pareja se realiza actualmente a través de
diferentes rituales: para conocer a otros el joven concurre a lugares bailables,
cines, festivales, teatros, comparte salidas grupales, dialoga por computadora

5
Haley J. Terapia no convencional. Amorrortu Editores. Bs. As. 1988.

21
(Chat) . Los ámbitos de estudio y trabajo siguen siendo un lugar de encuentro.
En general, las reuniones entre vecinos o familiares, la participación en
instituciones intermedias (Iglesia, club, etc.) han dejado de ser tan significativas
como lo eran antes.
El noviazgo ha dejado de tener una modalidad pautada y se desarrolla
en forma más libre y variada. La modalidad de cortejo y galanteo varía de
generación en generación. Conjuntamente, con el establecimiento de vínculos
de pareja los jóvenes reconsideran el modelo de ésta formado en su familia y
así se deciden qué valores desean conservar, desarrollar, y cuáles abandonar.
Simultáneamente se reactivan las imágenes parentales como modelos de
“madre”, “padre”, “esposa” y “marido”, frente a los cuales puede en algunos
casos identificarse y, en otros, intenta adoptar una actitud opuesta.
En este período de búsqueda la tendencia natural de amar al otro
adquiere características particulares: una de ellas es el “enamoramiento” que
es necesario distinguir del “amor”. En el enamoramiento hay un cierto grado de
idealización del ser amado, de modo que el otro no es visto en la totalidad de
su ser real sino solo en la parcialidad de algunos estímulos de naturaleza
sensorial. Consecuentemente, el enamoramiento se abre solo a la exterioridad
del otro y no penetra en su interioridad.

2. El matrimonio: constitución y desarrollo

Al constituirse el matrimonio comienza una etapa de adaptaciones


mutuas, de compartir, de vida en común, de reparto de roles. Estas
experiencias suponen la integración de las familias de origen, lo que implica
tanto la composición de creencias, valores, hábitos, como tomar distancia
óptima respecto de las mismas.
La joven pareja debe también diseñar modos de encarar desacuerdos.
La mayoría de las decisiones están influidas no solo por lo que cada uno
aprendió en su respectiva familia sino también por las intrincadas alianzas con
los padres, que constituyen un aspecto inevitable del matrimonio.

1. El nacimiento de los hijos y su crianza.

Según Erikson, a la intimidad le sigue la etapa de “generatividad” y es el


momento en que los adultos buscan ser productivos a través del trabajo o la
paternidad. Sin la generatividad, los adultos experimentan una “sensación de
estancamiento y empobrecimiento personal” …”mientras la generatividad
puede tomar diversas formas, su característica principal es establecer y guiar a
las generaciones siguientes, generalmente a través de la paternidad” ( Erikson,
1963, pág. 267)
Con la llegada del primer hijo la pareja se transforma en un grupo
familiar. Con el nacimiento y cuidado de los niños se movilizan ansiedades
ante el nuevo rol tanto maternal como paternal.

22
El solo hecho de convertirse en madre o en padre modifica las
relaciones que el sujeto mantiene consigo mismo y con los demás. En realidad,
el nacimiento del primer hijo proporciona una existencia social a la pareja al
transformarla en familia. Marca asimismo la transición entre dos familias,
aquella en la que uno era hijo, y la de ahora, en que uno se convierte en padre
o madre. Los cambios que se observan son, por un lado, individuales y, por
otro, sociales.
En efecto, desde un punto de vista social, el embarazo, así como la
maternidad y la paternidad, conllevan una serie de obligaciones y de derechos.
Se considera asimismo que la experiencia de la paternidad es una experiencia
integradora en la que participan conjuntamente el padre, la madre y el hijo, y
esto es así a lo largo de la vida.
A pesar de ser una experiencia compartida, la paternidad afecta de un
modo distinto al hombre ya la mujer. Según los psicoanalistas, la madre revive
las situaciones placenteras y desagradables de su propia infancia,
especialmente las relacionadas con la alimentación y el trato cariñoso. Así, los
sentimientos que la madre experimenta en relación con su bebé proceden de a
identificación básica y primaria con su propia madre.
Por otra parte, si bien no se producen modificaciones fisiológicas
relacionadas con la paternidad, el hombre que se convierte en padre desarrolla
nuevos comportamientos. Se considera que el acceso a la paternidad se
produce en el campo de lo imaginario y del símbolo. El padre, según los
psicoanalistas, introduce una separación en la relación dual entre la madre y el
hijo, lo que conduce a una relación triangular integrada por madre-hijo-padre.
Sin embargo, en las sociedades industrializadas el padre no asume un
papel completamente distinto del de la madre. Actualmente se observa que
existen muchos padres cuyas conductas pueden ser descritas como “padres
con actitudes maternas” en la medida en que asumen una parte de los
cuidados y actividades que tradicionalmente se consideraban propios de la
madre.
Sin dudas, el nacimiento de un hijo repercute en el funcionamiento de la
pareja ya que exige una serie de adaptaciones a la nueva situación; situación,
por otro lado, compleja y difícil para la pareja, ya que el paso a la paternidad y
maternidad se produce de forma súbita y discontinua. Además de los reajustes
necesarios impuestos por la presencia del nuevo miembro de la familia, y que
convierte la díada inicial de hombre-mujer en una tríada de madre-bebé-padre,
la personalidad de los padres también se ve afectada por el nacimiento del hijo.
Además, la llegada de un hijo repercute también en la vida rutinaria de los
padres, ya que a veces conlleva cambios estructurales en el hogar. Así, las
mujeres que trabajan suelen abandonar temporalmente su trabajo. En cuanto a
los hombres, a menudo se ven obligados a incrementar sus horarios de
trabajo, para subvenir a los gastos generados por el bebé, y al mismo tiempo
compensar con nuevas aportaciones el que la mujer deje de trabajar.

23
Las relaciones de la pareja se ven, pues, afectadas por la llegada de un
hijo. Generalmente surgen desavenencias y suelen menudear los conflictos. La
transición a la paternidad ha sido descrita por algunos como un momento
crucial en la vida de la pareja.
En síntesis, traer al mundo y criar hijos es una expresión de
generatividad que implica una labor intensa. La alianza paternal implica que
ambos padres cooperen. Combinar tiempos laborales, los requerimientos del
cuidado de los niños y la necesidad de intimidad. Los adultos encuentran
variadas maneras de cumplir con numerosos roles, algunos con más éxito que
otros.

4. El período intermedio: momento de balance personal y familiar.

Se suele denominar los “años medios” a aquella etapa de la vida familiar


que coincide, por lo general, con la preadolescencia o adolescencia de los
hijos, o de los hijos mayores de las familias numerosas. Cabe señalar que este
período de la vida familiar se vive simultáneamente con la crisis de la mitad de
la vida, como con la entrada en la ancianidad de los padres de ambos
cónyuges. Así, este momento se constituye en un particular ámbito de
encuentro intergeneracional. Esta situación genera tanto la riqueza de diálogos,
el traspasamiento de experiencias, como las dificultades provenientes del
encuentro de diferentes generaciones que conllevan actitudes, jerarquía de
valores y costumbres diferentes. Es una puesta a prueba de la flexibilidad,
coherencia y madurez para el logro de la convivencia.
Este período del encuentro con la crisis adolescente de los hijos con la
propia de los padres pone a prueba la flexibilidad del sistema familiar. Es un
momento de confrontación de valores y normas entre padres e hijos
adolescentes; frente a esto e conveniente una actitud paterna ni sumisa ni
agresiva, sino asertiva, es decir, firme, afectuosa y abierta al diálogo y a la
escucha. Esta actitud madura en muchos casos no se alcanza porque la
adolescencia de los hijos moviliza culpas inconscientes acerca de cómo se los
ha criado, cómo las dificultades del hijo dependen totalmente de los padres.
Esto genera malos entendidos y sufrimiento.

Las relaciones intergeneracionales

Cuando se habla de las relaciones intergeneracionales se hace


referencia a las interacciones que se dan entre los padres y sus hijos, y
también entre los padres y sus propios padres. En la medida en que la
esperanza de vida se ha incrementado mucho en los últimos años, no es
infrecuente encontrar dentro de una misma familia cuatro generaciones:
bisabuelos, abuelos, padres e hijos; en ese caso se trataría de familias
multigeneracionales.
En la actualidad, se constata no sólo que los hijos tardan en
emanciparse y que a menudo viven con los padres cuando han terminado su
24
formación profesional o universitaria, sino que los hijos adultos mantienen
relaciones frecuentes con sus padres y en casos de necesidad acuden a ellos.
En nuestros días además, la familia es la institución que está permitiendo
soportar el coste social del desempleo de los jóvenes: la red de parentesco
familiar es la mejor red de protección social (Gil Calvo, 1994).
La ayuda económica se da principalmente en las clases sociales
altas, mientras que la ayuda en infraestructura (hacerse cargo de los niños, por
ejemplo) se da más en las clases sociales más bajas.
Otro aspecto interesante en lo que respecta a las relaciones
intergeneracionales es averiguar, por una parte, cómo influye una generación
en el desarrollo de la otra, y, por otro lado, si las influencias intergeneracionales
observadas son básicamente unidireccionales (p. Ej., son los padres que guían
y conforman la conducta de sus hijos) o bien son recíprocas o bidireccionales
(los padres y los hijos se influyen mutuamente en el desarrollo de cada uno de
ellos) (Brodzinsky y otros, 1986). Muchos especialistas en el tema, al hablar de
la relación entre los jóvenes adultos y sus padres, recalcan el hecho de que la
socialización de la familia en la adultez es un proceso complejo,
interrelacionado y caracterizado por un feedback continuo y por un sistema de
influencias recíprocas.
La naturaleza bidireccional de las influencias intergeneracionales
viene avalada por otros trabajos que han estudiado las relaciones familiares
entre padres de edad avanzada y sus hijos de edad media, así como padres de
edad media con sus hijos adultos jóvenes. Algunos estudios muestran que las
coincidencias entre las generaciones son sólidas en aquellos temas
relacionados con las actitudes, los valores y las orientaciones acerca de:
política, religión, sexo, trabajo y estilo de vida.

Las relaciones con hijos adolescentes

Las relaciones entre los padres y los hijos adolescentes han sido
descritas a menudo como difíciles y complejas, sobre todo por las ansias de
autonomía de los jóvenes y el deseo de control de los padres. También se ha
invocado el vacío de generación. Aunque algunos estudiosos del tema han
demostrado que las desavenencias entre los padres y sus hijos no afectan a
temas fundamentales (política, moral) sino más bien a aspectos secundarios
relacionados con la forma de vestir, las formas de diversión o las salidas
nocturnas, las relaciones entre los padres y sus hijos adolescentes no están
exentas de conflictividad, aun cuando dicha conflictividad puede variar según
las familias y los medios sociales.
Analizaremos algunas de las causas capaces de generar conflictos
entre padres e hijos adolescentes.
Uno de los problemas fundamentales de los adolescentes es la
necesidad de desvincularse afectivamente de sus padres, necesidad que
resulta imperiosa para su propio desarrollo y que, a su vez, se encuentra con

25
las resistencias que oponen los padres para asumir la nueva situación. Por otro
lado, sus conductas y actitudes suelen ser contradictorias y ambivalentes, ya
que tan pronto quieren ser autónomos e independientes y no permiten que
nadie se inmiscuya en sus asuntos, como piden consejo y ayuda a los padres
antes de tomar una decisión.
Por lo que respecta a los padres, la situación es también compleja
por una serie de razones de índole personal, social y afectiva. Para algunos
psicólogos, los padres son quienes llevan la peor parte en la relación con los
hijos adolescentes, de modo que no dudan en hablar de crisis de los padres
para definir la situación interna de éstos cuando se produce el enfrentamiento
con sus hijos adolescentes.
¿Cuáles son las causas de esta crisis? Por un lado, la aparición de la
genitalidad en sus hijos. La adquisición del status de persona sexualmente
adulta por parte del hijo o de la hija obliga a los padres a deshacerse de la
representación que se hacían tradicionalmente del que antes era percibido
como un niño o una niña. Por otro lado, las relaciones con los hijos
experimentan una reorganización total, y, aunque se produzca un cambio
gradual, se pasa de una relación entre padres e hijos a una relación entre
adultos, relación que mantiene, sin embargo, la dimensión de filiación y de
separación entre las generaciones. Cuando llega este momento los padres
tienen que renunciar a proyectar en sus hijos sus propios deseos infantiles así
como la autoridad derivada de su status de padre. Los psicoanalistas hablan de
la elaboración del duelo para referirse a la renuncia que hacen los padres de
los planes que abrigaban con respecto a sus hijos. Los padres deben
renunciar, asimismo, al papel de confidente y protector que hasta entonces
habían ejercido con sus hijos.
Esta crisis de la paternidad va acompañada del sentimiento de
impotencia por parte de los padres al comprender que no pueden modificar la
situación. Al mismo tiempo, se sienten incomprendidos por los hijos. Suelen
darse también otros sentimientos negativos, como la imposibilidad de
comunicarse con el adolescente, un sentimiento de ingratitud por parte del hijo,
o un sentimiento de abandono por parte del cónyuge frente a las dificultades
desencadenadas por el hijo adolescente.

Familias con hijos adultos: el nido vacío

Los padres con hijos adultos suelen cambiar la naturaleza de las


relaciones que mantienen entre sí. En la medida en que los hijos se han
convertido en adultos, es necesario cambiar el tipo de relaciones que venían
manteniendo hasta entonces. Las relaciones entre los padres y los hijos se dan
ahora entre personas que tienen el mismo status social, y se ven modificadas
por la incorporación de las parejas respectivas de sus hijos ( yernos o nueras).
A pesar de los cambios que acontecen, las relaciones entre padres e hijos son
importantes en este período de la vida familiar, tanto para los primeros como

26
para los segundos. En general, los vínculos son sólidos y estrechos. Como ya
hemos señalado antes, los hijos suelen confiar en los padres para que los
ayuden económicamente, se hagan cargo de sus hijos pequeños y les den
apoyo afectivo. En contrapartida, los padres de edad media reciben
satisfacciones de las relaciones con sus hijos adultos, en especial la
satisfacción de haber contribuido a la realización de personas independientes y
responsables, y comparten las alegrías y los éxitos alcanzados por los hijos en
diferentes áreas, tanto profesionales como personales.
De este modo, en esta fase de la vida familiar, las relaciones entre los
padres y sus hijos son interdependientes. Por lo que respecta a las diferencias
ligadas al sexo, para las mujeres adultas la figura de la madre desempeña un
papel fundamental desde el punto de vista psicológico, como se ha señalado
antes. La madre no sólo es un referente esencial para la construcción de la
identidad femenina de las hijas, sino que también es una organizadora del
espacio familiar. Con respecto a los padres, y en particular a la madre, se ha
hablado del síndrome del “nido vacío”, que se manifiesta básicamente cuando
los hijos dejan el domicilio paterno para hacer su propia vida. Se considera que
esta nueva situación afecta especialmente a la madre tradicional, que se ha
consagrado por completo al cuidado de sus hijos, y cuya identidad y autoestima
están estrechamente relacionadas con el papel de madre. En estos casos, la
madre se encuentra con que ha perdido el papel social de mayor importancia
que había venido desempeñando, y, por consiguiente, la pérdida del hijo o de
la hija puede desencadenar un sentimiento depresivo. Si bien este síndrome
sólo se había estudiado en las madres, recientemente se han hecho estudios
con los padres. Los resultados muestran que las madres no son las únicas que
se lamentan de que los hijos se vayan de casa, ya que una parte importante de
los padres afirma sentir tristeza cuando el último de sus hijos abandona el
hogar.

Relaciones con los padres de edad avanzada

En la medida en que los adultos de edad media se liberan de las


responsabilidades con respecto a sus hijos, se sienten más disponibles para
atender a sus propios padres, que, por otro lado, suelen ser ya de edad
avanzada. Socialmente, se ha producido una situación nueva, puesto que en
los últimos 30 años, en los países occidentales, los adultos de edad media no
tienen que hacerse cargo económicamente de sus padres de edad avanzada.
En ese sentido, la existencia de organismos públicos y oficiales, como la
Seguridad Social o el sistema de pensiones que garantiza unos ingresos
regulares después de la edad de jubilación, ha supuesto un gran progreso para
la calidad de vida tanto de los propios beneficiados directamente, como de los
beneficiados indirectamente, es decir, los adultos de edad media. Aparte de los
aspectos materiales, los hijos de las personas de edad avanzada suelen dar un
sostén físico y afectivo a sus padres. En cuanto a las relaciones de

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dependencia que los padres de edad avanzada podrían establecer con sus
hijos, se ha constatado que las personas de edad avanzada prefieren ser
independientes, en vez de buscar un refugio en sus hijos.

Ser abuelos

El estereotipo del abuelo o la abuela ha sufrido grandes cambios


en los últimos 50 años. En la actualidad, los hombres adultos suelen acceder a
la categoría de abuelos entre 51 y 53 años, mientras que las mujeres acceden
a la categoría de abuelas un poco antes, entre los 49 y los 51 años. A esas
edades, además de llevar una vida activa, las abuelas suelen tener hoy un
trabajo pagado a jornada completa y gozar de buena salud. Las múltiples
actividades que suelen desarrollar en la actualidad hacen que su disponibilidad
sea menor en lo que respecta al cuidado de sus nietos, al mismo tiempo que
tienen resistencias para aceptar el papel que antaño se les atribuía.
Algunos autores indican que muchos abuelos experimentan una
especie de renovación biológica en el nuevo papel familiar que les toca asumir.
Así, la madre de edad puede volver a experimentar su propio embarazo, el
parto y los cuidados que necesita el bebé cuando su hija o nuera se encuentran
en esa situación. En cuanto al abuelo, puede darse cuenta de que tiene mucho
tiempo para dedicarse a su nieto o a su nieta, mucho más tiempo del que
disponía cuando nació su propio hijo. Incluso algunos abuelos llegan a
expresar sin ambages que ser abuelos es más fácil que ser padres y es incluso
preferible (Neugarten y Weinstein, 1964).

La disolución del matrimonio: el divorcio y la separación

En la actualidad, las estadísticas indican que uno de cada tres


matrimonios puede acabar en divorcio. El alto porcentaje de divorcios que se
produce en las sociedades occidentales hace que el divorcio deba ser
considerado en sí mismo, y no como algo independiente que puede ser aislado
del resto de las conductas familiares, como la sexualidad o la paternidad.
Las causas del divorcio radican en gran medida en el tipo de
matrimonio suscrito por los cónyuges, es decir, que son de tipo endógeno. En
nuestros días, el matrimonio se basa especialmente en el matrimonio-
asociación caracterizado porque cada uno de los cónyuges espera alcanzar
satisfacciones personales inmediatas. Paralelamente, el divorcio se considera
como un asunto privado que sólo concierne a los que han suscrito el contrato;
por lo tanto, el matrimonio finaliza cuando se rescinde dicho contrato. Si se
produce el divorcio, los padres suelen llegar a un acuerdo para cooperar en la
educación de los hijos.
Estadísticamente las causas mayormente aducidas por hombres y
mujeres divorciados son: La falta de comprensión y comunicación.

28
Desavenencias en las funciones y reparto de los trabajos domésticos.
Desatención, falta de afecto.
Incompatibilidad de intereses, valores y objetivos. Privación sexual; los
hombres se quejan de falta de interés y frigidez sexual de sus mujeres,
mientras que las mujeres achacan al marido tener relaciones extramaritales
(Blanco, 1985).
El divorcio suele provocar una situación de tensión y de estrés en las
personas que se encuentran en ese trance. Durante un período de tiempo más
o menos largo, según las personas y los casos, hay que reorganizar la vida
desde los aspectos más materiales (buscar una nueva vivienda) hasta los más
personales ( pérdida de viejas amistades, ruptura afectiva con los familiares de
la pareja, suegros, cuñados, etc). El factor económico es un elemento
asimismo importante. A menos que se trate de personas muy acomodadas, el
divorcio suele suponer estrecheces económicas, tanto para el hombre como
para la mujer. En efecto, entre las clases más desfavorecidas el divorcio suele
acarrear problemas económicos para ambos cónyuges, y en especial para la
mujer. Las mujeres divorciadas que no trabajan, dependen en general
exclusivamente de la pensión alimentaria que les pasa el marido, y en muchos
casos se encuentran con la resistencia o el incumplimiento por parte de éste. El
hecho de hallarse en una situación tan delicada puede empujarlas a un proceso
rápido de marginación o bien a elegir una nueva relación sin reparar demasiado
en la bondad de su elección.
En las situaciones de separación y divorcio, las mujeres suelen asumir,
en su inmensa mayoría la custodia de los hijos.
Las relaciones emocionales ante el divorcio dependen en gran medida
del proceso que ha precedido el divorcio. Aunque los efectos psicológicos
sobre las personas que se divorcian han sido más estudiados en la mujer que
en el hombre, se ha hablado de reacciones emocionales negativas: hostilidad,
cólera, depresión, disminución de la autoestima y el autoconcepto, así como
sentimientos de abandono y aislamiento social. Por ello, la ayuda y el sostén
moral de la familia es de suma importancia en estas situaciones.

9 EL RELOJ SOCIAL

Según Berger ( 2001), aunque el tic-tac del reloj biológico está detenido
en esta etapa, muchos factores no biológicos hacen que el organismo y el
cerebro de algunos adultos envejezcan más o menos rápidamente que las
otras personas de la misma edad. Los adultos parecen controlar su desarrollo
utilizando el “reloj social”, un calendario basado en normas sociales. Estas
normas establecen las “mejores” edades para que hombres y mujeres finalicen
la escuela, se casen, elijan una carrera y tengan hijos.
El reloj social guía las expectativas sociales del adulto en cuando a su
conducta. Cuando se dice que una mujer es “demasiado joven para casarse” o

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un hombre es “demasiado mayor para ser padre”, se refiere al reloj social, y no
al reloj biológico.
Las culturas esperan ciertos momentos para las transiciones en los
adultos. Las edades específicas del reloj social varían de una cultura a otra.
Las consideraciones históricas también afectan al reloj social. Hace un
siglo en la mayor parte de las culturas se esperaba que las mujeres tuvieran su
primer bebé antes de los 20 años. Actualmente, en los países desarrollados es
frecuente tener el primer hijo después de los 30 años.
Además el reloj social está afectado por el nivel socioeconómico.
Cuanto más bajo es el nivel socioeconómico, más rápido funciona el reloj social
y más rápidamente se producen los mementos decisivos de la vida.
La salud también es un factor relevante. La discapacidad y la
enfermedad aumentan a medida que los ingresos económicos descienden.
Aunque existen muchos factores que influyen en las expectativas, el
reloj social ahora se mueve más lentamente y es más variable. Esto explica la
aparición de la “adultez emergente” y las variaciones en cuanto a la edad de
contraer matrimonio, la paternidad, la finalización de los estudios, etc.
El reloj social ahora es más lento de lo que fue hace décadas.( Berger,
2001)

9 ALTERACIONES DE LA PERSONALIDAD EN LA EDAD


ADULTA

Numerosos trabajos dedicados al estudio de la personalidad en la edad


adulta, como ya hemos comentado, coinciden en señalar que se producen
cambios a lo largo del ciclo vital. Estos cambios en el entorno personal
requieren un proceso de modificación y de adaptación a una nueva situación, o
requieren, por ejemplo, la aceptación de un nuevo rol. A menudo esos cambios
originan crisis que tienen aspectos negativos y positivos para el sujeto. Así, una
situación de crisis es positiva en cuanto permite que la persona reoriente sus
planteamientos y objetivos vitales.
Los cambios y las crisis suelen producirse a raíz de los acontecimientos
importantes que jalonan la vida adulta (maternidad, paternidad, pérdida de los
padres), o momentos especialmente difíciles (adolescencia de los hijos), o
frente a hechos inesperados o negativos de la vida ( divorcio, viudez,
enfermedades, la pérdida del empleo, etc.) , o ciertos momentos claves ( la
crisis denominada “de la mitad de la vida”, que se observa entre los 40 y los 45
años).
Berger ( 2001) define el mito de la mitad de la vida como “un período de
ansiedad inusual, reexaminación profunda y transformación que en realidad
tiene que ver más que con la historia del desarrollo que con la edad
cronológica”. En otras palabras, el mito de la mitad de la vida permite a los
adultos enfrentarse a las frustraciones específicas que se producen con el
envejecimiento.

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Algunos autores de tendencia psicoanalítica señalan que los temas
que plantean una inquietud al adulto y frente a los cuales debe construir unas
defensas nuevas que limiten el funcionamiento psíquico son, entre otros, los
temores que afloran en la adultez media relacionados con el proceso de
envejecimiento, especialmente con las transformaciones físicas y, con la
disminución de la actividad sexual, o los cambios fisiológicos (menopausia,
andropausia). Señalan asimismo que esta situación puede llevar a manifestar
unas conductas que, a veces, tienen una connotación patológica:
manifestaciones depresivas, conductas hipocondríacas (creer que uno está
aquejado de una enfermedad) o nosofobia (miedo a las enfermedades ).
También pueden aparecer conductas sexuales poco frecuentes caracterizadas
por la búsqueda de relaciones sexuales con diversas personas o con personas
muy jóvenes, o conductas perversas.
A pesar de lo expuesto, el balance final no es completamente negativo,
porque, como apostillan los autores, “en la edad adulta existe un tipo de
desarrollo que consiste en sacar lecciones de la experiencia afectiva, mediante
reajustes progresivos de la organización psíquica por la influencia de
acontecimientos, por un lado, y, por otro, por la posibilidad de enfrentarse a las
dificultades futuras” (Bideaud, Houdé y Pedinielli, 1993).
Muchos psicólogos han estudiado los efectos del estrés en el desarrollo
adulto. La vida está llena de situaciones de estrés, y se incluyen tanto factores
estresantes de importancia (enfermedades, crisis laborales, muertes) como
dificultades permanentes (estrés laboral, pagar las cuentas, ayudar a los niños
con sus tareas, etc.). La carga total de estrés y enfermedad que soporta cada
persona se denomina carga olástica. Esta aumenta el riesgo de enfermedades
prematuras, envejecimiento prematuro y muerte.

Resiliencia

El término “resiliencia” en Psicología intenta dar cuenta de cómo niños,


adolescentes y adultos son capaces de sobrevivir y superar adversidades a
pesar de las condiciones familiares y/o sociales, enfermedades, lesiones,
catástrofes naturales.
Según Griffa y Moreno (2005) la resiliencia es un “proceso” pasible de
ser promovido y desarrollado, que permite al individuo salir fortalecido y
transformado por las experiencias de “choque” con la “adversidad” y el “trauma,
logrando así un despliegue de sus capacidades (emocionales, cognitivas,
sociales, por ejemplo) para alcanzar una vida significativa y productiva. Es una
“respuesta global” que implica tanto su fortaleza interna y sus habilidades como
el soporte social; este modelo triádico y ecológico enfatiza tanto sus elementos
y las relaciones entre éstos, como la posición interactuante del individuo en el
mundo. Asimismo, implica una “adaptación positiva” en cuanto la persona
desarrolla un aspecto de su personalidad, o bien, cesa en la repetición de una
conducta disruptiva.

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Dicho proceso implica tanto “resistencia” ante la destrucción como
“flexibilidad” para la reconstrucción, aun en un medio adverso. Asimismo pone
en juego el “estado de alerta” no cayendo así el sujeto en la “rigidez” que
impide la acción. (Griffa y Moreno, 2005).

A continuación le sugerimos visualizar el siguiente documental: “El


adulto” disponible en el sector de recursos de la clase.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

• BERGUER KATHELEEN STASSEN. Psicología del desarrollo. Adultez


y Vejez. 7º Edición. Madrid. Editorial Panamericana. 2007
• CORNACHIONE LARRINAGA MARÍA A. “Psicología del desarrollo.
Aspectos biológicos, Psicológicos y sociales ADULTEZ. Editorial Brujas.
Argentina 2008.
• DI SEGNI OBIOLS SILVIA (2006) “ADULTOS EN CRISIS. JÓVENES A
LA DERIVA”. Ediciones Noveduc. Argentina.
• GRIFFA MARÍA C. Y MORENO JOSÉ E. “Claves para una Psicología
del Desarrollo. Volumen 1 y 2. Lugar Editorial. Argentina .2005.
• SILVESTRE NURIA, SOLÉ ROSA MERCÉ PÉREZ Y JODAR MERCÉ,
“Psicología Evolutiva- Adolescencia, edad adulta y vejez” . Ediciones
Ceac. Barcelona 1995
• WERTSCH JAMES “Vygostsky y la formación social de la mente”
Editorial Paidós- Barcelona 1988

Luego de realizar las lecturas bibliográficas, le


sugerimos realizar las Actividades Nº 3 y 4 en la
Plataforma virtual.

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