Parte 2
Parte 2
Parte 2
LA EDAD ADULTA
1
Introducción
ETAPAS DE LA ADULTEZ
La edad adulta constituye un período muy extenso dentro del ciclo vital, ya
que en la práctica engloba a los sujetos de edades comprendidas entre los 18 y
los 65 años. La mayoría de los autores que se han dedicado al estudio de la
edad adulta suelen dividir este período en etapas o fases, en cada una de las
cuales los adultos deben asumir diferentes roles sociales. Estas son:
2
culturales contemporáneas prolongan la dependencia familiar favoreciendo las
fluctuaciones afectivas.
Durante este período culmina el desarrollo tanto de las estructuras
intelectuales y morales, como de los cambios fisiológicos, alcanzando así la
cúspide física e intelectual.
Asimismo, los jóvenes tienden a lograr la estabilidad afectiva, pues sus
vínculos son más permanentes y con un mayor compromiso emocional. La vida
matrimonial y el trabajo son elementos básicos para la maduración de la
personalidad, suponen el autosostenimiento social, psicológico y económico.
En ese sentido, la juventud, a diferencia de la pubertad y adolescencia,
es un fenómeno exclusivamente social y responde a factores sociales y
culturales, no biológicos. Si bien la edad adulta empieza legalmente con la
mayoría de edad, y con la posibilidad que tiene el sujeto de asumir todas las
responsabilidades legales como sujeto civil – o sea, votar, obtener el permiso
de conducir, emanciparse de la familia, etc.-, en los últimos años se observa
que la fecha efectiva de la emancipación tiende a retrasarse, ya que muchos
jóvenes permanecen en el domicilio de sus padres más allá de los 18 o 20
años. La permanencia de los jóvenes en el domicilio paterno obedece
generalmente a factores laborales, la escasez de trabajo en las sociedades
industrializadas, a factores de índole tecnológica; y como así también a
diferentes estilos de vida que ofrece la sociedad actual a los jóvenes. En lo que
respecta a los factores tecnológicos es interesante destacar que los cambios
tecnológicos y la complejidad de la sociedad, que también va en aumento,
requieren una preparación cada vez superior de los jóvenes para que puedan
convertirse en profesionales o trabajadores efectivos. Por consiguiente, los
jóvenes invierten muchos años en su formación profesional, debido a que las
exigencias laborales son cada vez mayores y a que el grado de cualificación
necesaria para acceder al mundo laboral es mayor. Por consiguiente, para
muchos jóvenes la juventud es un período de moratoria.
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Rappaport J.1 identifica tres problemas cruciales que dominan la vida de
la mayoría de los adultos jóvenes:
- La elección de la pareja.
- La elección de una carrera o profesión.
- Un tercer problema, al que denomina “desilusión”
donde los jóvenes revalúan y modifican las ideas e
ideales que poseen de sí mismo y del mundo que
ahora son afrontados de un modo más realista.
La palabra “desilusión” no se utiliza negativamente sino para hacer
referencia a la experiencia típica de este período de realización en que los
jóvenes reevalúan y modifican las ideas e ideales que poseen de sí mismos y
del mundo. La crisis experiencial o de realismo es la que se da entre la adultez
joven y la adultez media, la cual una vez superada (integración de lo valórico
con lo laboral, o realismo) da paso a la adultez media.
En la adultez joven hay que tomar muchas responsabilidades. El rol
activo que se asume es el término de la moratoria psicosocial (según E.
Erikson). Hay construcción y establecimiento de un estilo de vida, se organiza
la vida de forma práctica, se llevan a cabo propósitos. Por otra parte, también
hay mucha exploración y aprendizaje.
1
Rappaport J en La personalidad desde los 13 a los 15 años.El adolescente y el joven. Editorial Paidós.
Bs. As. 1978.
4
El adulto comienza a sentir el valor del pasado y de la experiencia, como
también el gradual advenimiento de la declinación de sus funciones. Los
mejores años, en el sentido de vitalidad y potencialidad biológica han pasado.
Es consciente de haber llegado a la cúspide y que ahora comienza un diario
descenso. Debe elaborar el duelo por su juventud perdida y por las metas que
no pudo o no supo alcanzar. Toma conciencia de las que jamás alcanzará, de
modo que se abren ante sí diferentes caminos: uno es el de la negación
maníaca y el otro es el de la resignación para resignificar estas pérdidas. La
elaboración de este duelo implica aceptar su finitud, pero también le posibilita
reencauzar su camino mediante la capitalización de su mayor experiencia y
capacidad de insight.
La reflexión alrededor de esta temática suele estar acompañada de la
angustiante preocupación de si aún está a tiempo de cambiar.
Son frecuentes los cuestionamientos acerca de: los valores que rigieron
su existencia, los logros familiares, los objetivos laborales, sociales y
económicos, el uso que hizo de su tiempo libre, las amistades, entre otras
cosas.
Para Elliott Jaques la superación exitosa de la crisis de la mitad de la vida
depende del reconocimiento de la irreductibilidad de la propia muerte y de la
existencia de impulsos destructivos y autodestructivos dentro de cada persona.
Debe reelaborar, normal o patológicamente, la posición depresiva
reconociendo los límites que la realidad impone al ideal narcisista infantil.
Asimismo, cabe aclarar que la crisis de la mitad de la vida se da en ambos
sexos. Aunque en general se identificó la crisis de la mitad de la vida con el
proceso biológico llamado “menopausia” y a las “depresiones” a las que
tradicionalmente se relacionan estos cambios corporales. El síndrome
psicológico descrito como propio del climaterio femenino (irritabilidad, insomnio,
ansiedad y depresión) aparece en la mayoría de los casos varios años antes
que la menopausia fisiológica. Se manifiesta aproximadamente a los 42 años
mientras que el promedio para la menopausia oscila entre los 45 y 53 años, a
diferencia de la “andropausia” que es más tardía y progresiva.
La primera manifestación de la menopausia es el acortamiento de los
ciclos menstruales relacionado con la deficiente producción de progesterona.
Después de ciclos irregulares en un momento desaparece totalmente la
menstruación, lo que va a afectar al calcio óseo, incrementando la
osteoporosis así también como el metabolismo de lípidos y glúcidos que
favorecen el aumento de peso.
El cese definitivo de la menstruación está acompañado de una serie de
síntomas y signos, entre los cuales podemos mencionar:
1. accesos de calor y sudoración, consecuencia de los cambios en
el comportamiento vasomotor.
2. manifestaciones cardíacas (palpitaciones y taquicardia)
3. manifestaciones de disnea (disnea de esfuerzo, signo de suspiro)
4. manifestaciones vasculares periféricas (edemas, flebitis)
5
5. tendencia a la obesidad.
2
Diccionario de la Lengua Española- Espasa Calpe- Madrid- 1996
3
Pedrosa, L. Psicología Evolutiva. Editorial Marova. Madrid. 1976
6
2. Visión global objetiva del mundo.
3. mayor aceptación de las limitaciones y posibilidades tanto de la
realidad externa como interna, incluso la aceptación de la muerte.
4. Plena asunción de las responsabilidades vitales tanto personales
como familiares.
5. Independencia y espontaneidad en el pensar y en el actuar.
6. Confianza en sí mismo y serenidad.
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El pensamiento post-formal continúa a la cuarta etapa de Piaget, el
período de las operaciones formales. Es una etapa práctica caracterizada por
el “hallazgo de problemas” y no solo por la resolución de problemas. Los
adultos utilizan un abordaje más flexible y abarcador ya que consideran los
distintos aspectos de una situación de manera anticipada, advierten las
dificultades y anticipan el problema y los enfrenta en lugar de negarlo o evitarlo.
En la edad adulta las capacidades intelectuales son aprovechadas en
asuntos educativos, ocupacionales e interpersonales verdaderos, los adultos
aceptan y se adaptan a las contradicciones e incoherencias de la experiencia
diaria, y se vuelven más prácticos. Consideran que la mayor parte de las
soluciones son provisorias y no necesariamente permanentes, tienen en cuenta
los factores irracionales y emocionales.
La flexibilidad cognitiva
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La capacidad de encontrar múltiples soluciones a cualquier problema
práctico es un sello distintivo del pensamiento post-formal ( Sinnott, 1998) y es
necesario para contrarrestar los estereotipos.
El pensamiento dialéctico
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expuesta a las influencias del entorno cultural en que se desenvuelve un
individuo.
La inteligencia fluida, en cambio, sería la capacidad innata para pensar
y razonar. Refleja las capacidades subyacentes al procesamiento de la
información. Aunque también esté influida por la experiencia del sujeto, su
funcionamiento depende en mayor medida de la actuación del sistema nervioso
y del cerebro. Así, la rapidez con que una persona es capaz de analizar la
información recibida (Por ej. La rapidez para retener y evocar una lista de
palabras) dependería de la inteligencia fluida.
Mientras que la inteligencia fluida alcanza sus niveles máximos en la
adolescencia y edad adulta temprana (20 – 30 años) y empieza luego un
declive progresivo durante la edad adulta y la vejez, la inteligencia cristalizada
no sólo no se deteriora con la edad sino que incluso se incrementa. Las
diferencias pueden llegar a ser diferentes a consecuencia de una preparación o
formación escolar superior o inferior.
En los últimos años, los estudios sobre la inteligencia en la edad adulta
han hecho un especial hincapié en la inteligencia cristalizada, es decir, las
capacidades que evolucionan y que son propios de la edad adulta. En ese
sentido se han desarrollado estudios como los de Robert Sternberg ( 2000)
que propone tres formas principales de inteligencia en el adulto: analítica,
creativa y práctica.
La inteligencia analítica incluye todos los procesos mentales que
favorecen el rendimiento académico y posibilitan el aprendizaje provechoso, la
memoria y el razonamiento. Es decir, se nutre de la planificación abstracta, la
selección de estrategia, la atención concentrada y el procesamiento de la
información, además de apoyarse en destrezas verbales y lógica.
La inteligencia creativa requiere una capacidad intelectual flexible e
innovadora. El pensamiento creativo es divergente en lugar de convergente y
produce respuestas inesperadas, imaginativas y fuera de lo común en lugar de
respuestas estandarizadas y convencionales.
La inteligencia práctica implica la capacidad del individuo de adaptarse
a las exigencias de una situación dada. Esta capacidad incluye poder captar
con precisión las expectativas y necesidades de las personas involucradas y
una rápida apreciación de la habilidad específica que se necesita, junto con la
capacidad para usar esas intuiciones en forma eficaz.
Sternberg considera que cada una de estas tres formas de inteligencia es
útil y que todo adulto debería aprovechar al máximo las fortalezas vinculadas
con cada una de ellas y protegerse y prevenirse frente a sus propias
limitaciones.
“ Las personas alcanzan el éxito en parte, averiguando cómo explotar
sus propios patrones de fortalezas y debilidades… la capacidad analítica
implica el pensamiento crítico, es la capacidad de evaluar y analizar ideas,
resolver problemas y tomar decisiones. La capacidad creativa implica ir más
allá de lo dado para generar ideas novedosas e interesantes. La capacidad
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práctica implica poner en práctica las ideas. Es la capacidad que participa
cuando la inteligencia se aplica a contextos del mundo real”
(Sternberg,2000- pág.31)
9 LA MORAL Y LA RELIGIÓN.
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El perfil de la carrera profesional de las mujeres – es decir, los años de
preparación para conseguir un puesto de trabajo, la permanencia en éste y la
promoción y el salario percibido- es diferente en muchos aspectos del de los
hombres. Mientras que la carrera profesional u ocupacional del hombre se
caracteriza porque suele ser larga y continuada, empieza después de un
período de formación o preparación y finaliza con la jubilación, la de las
mujeres se caracteriza por ser más breve y discontinua interrumpida
generalmente durante el período de tiempo dedicado al cuidado de sus hijos
pequeños o de los miembros de su familia ancianos o enfermos. Además de
ser más breve y discontinuo, el trabajo de la mujer es, más a menudo, un
trabajo a tiempo parcial.
En las últimas décadas se ha incrementado el número de mujeres
casadas que trabajan, con lo cual muchas familias cuentan en la actualidad con
el ingreso de dos sueldos, el del hombre y el de la mujer.
La incorporación de la mujer casada o madre de familia al trabajo se
debe a numerosas razones. Una de las más importantes son las necesidades
económicas de la familia, especialmente en los momentos inflacionarios; pero
no son las únicas, ya que junto con ellas hay otras razones de orden intrínseco,
como la realización personal o la búsqueda de una alternativa al aislamiento en
el que se encuentran las mujeres que ejercen de ama de casa. Aparte de las
motivaciones o razones personales, es importante destacar que se han
producido una serie de cambios que han afectado tanto las costumbres como
la organización familiar y social, y que han facilitado la incorporación de la
mujer al mundo laboral. Entre ellos hay que mencionar la disminución del
número de hijos por pareja, así como la existencia de instituciones educativas y
escolares dedicadas al cuidado de niños de corta edad, con lo cual las mujeres
disponen de más tiempo libre.
Por otro lado, se han producido cambios importantes en la sociedad
en cuanto a los roles asignados al hombre y a la mujer, y se observa una
tendencia, sobre todo entre las nuevas generaciones, que aboga por el reparto
más equitativo entre hombres y mujeres del trabajo derivado de la educación y
crianza de los hijos.
De allí, que uno de los problemas de los matrimonios en que ambos
esposos trabajan es cómo organizar el tiempo para poder subvenir a todas las
necesidades de la familia, hijos incluidos. A menudo se producen situaciones
de estrés que afectan especialmente a la mujer, ya que, si bien los hombres
colaboran cada vez más en las tareas del hogar, en realidad la responsabilidad
final suele recaer en la mujer, lo cual suele acarrear desajustes y problemas en
el matrimonio.
El desempleo
En nuestra sociedad el desempleo es un problema acuciante. Como ya
hemos indicado en otro apartado, el nivel de educación y formación de la
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población influye en gran medida en la posibilidad de acceder al mercado
laboral.
El paro afecta principalmente a las mujeres y a los hombres jóvenes
menores de 30 años, aunque, en cualquier grupo de edad, la tasa de paro
femenina es siempre superior a la masculina. El paro también se produce entre
trabajadores o empleados adultos que han perdido el empleo a causa de la
reestructuración de la empresa o del sector en el que prestaban sus servicios o
por el cierre o liquidación de la empresa. Los parados mayores suelen
convertirse en parados de larga duración.
El tipo de ocupación o de empleo repercute directamente en los ingresos
económicos de las personas y, por tanto, en el estilo de vida, el lugar de
residencia, las personas que se frecuentan, las amistades que se tienen.
Además de influir en el status socioeconómico, el trabajo o la profesión influyen
también en las relaciones personales, en el mundo social en que nos
desenvolvemos, ya que la actividad laboral ocupa una gran parte de la jornada
de las personas. En la medida en que el trabajo determina el status o la
posición en la sociedad, repercute también en el sí mismo, así como en el
autoconcepto y la autoestima.
Entonces, podemos pensar en la angustia ante la pérdida del trabajo
pues el sujeto experimenta que le falta el anclaje en la realidad. El estar sin
empleo puede ser considerado sin duda alguna como una situación de
marginación que influye directamente en el equilibrio de la persona. En general,
se observan que la persona presenta síntomas de depresión, ansiedad y
somatización, pérdida de la autoestima, incremento de la tasa de suicidios,
mayor incidencia de enfermedades físicas, niveles altos de estrés y de
enfermedades mentales.
Más allá del sentido objetivo que conlleva la pérdida de empleo, es
importante considerar el sentido subjetivo que adquiere el hecho en cada
persona. Este sentido depende de la historia personal, es decir, que el impacto
de la crisis tendrá los signos de la personalidad de cada uno.
Otro fenómeno que se observa es el caso de los sujetos desempleados
es la disminución del tamaño de su red social. El sujeto mismo dice
experimentar un proceso de aislamiento social, tanto por la supresión de
contactos cotidianos con compañeros de tareas como por un distanciamiento
de las relaciones sociales extralaborales.
14
Erikson postuló originalmente las ocho etapas en una secuencia, pero
es evidente que los límites de la edad adulta no son rígidos.
Las etapas de la adultez de Erikson describen las necesidades
psicosociales después de la pubertad.
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Según Berguer (2001) la personalidad es la fuente principal de
continuidad que proporciona coherencia e identidad y permite a las personas
conocerse a sí mismas y darse a conocer. Los genes, las costumbres de los
padres, la cultura y las experiencias adultas, constituyen a la formación de la
personalidad.
Cuando comienza la edad adulta las personas eligen un entorno que se
denomina” nicho ecológico” que tiende a estabilizar la personalidad entre los
30 y 50 años. Según la autora, el “nicho ecológico” puede definirse como el
estilo de vida particular y contexto social que los adultos establecen y que es
compatible con los intereses y necesidades de su personalidad individual.4
Así, los adultos eligen su vocación, un lugar para vivir, una pareja y
ciertas rutinas. Efectivamente, es en el período comprendido entre los 22 y los
30 años en el que la mayoría de los hombres y mujeres suelen establecer una
relación personal, íntima, afectiva con otra persona, con la que inician después
una vida en común y tienen hijos. Además del establecimiento de relaciones
personales basadas en la intimidad, otro elemento que caracteriza esta fase del
desarrollo humano es el acceso al mundo laboral, y su consolidación en etapas
posteriores.
Por lo tanto, el matrimonio o la relación de pareja estable con otra
persona, la paternidad y la maternidad, junto con la consecución de un empleo,
dan cohesión y entidad a esta etapa de la vida. En ese sentido, se puede
afirmar que los aspectos psicosociales son los que definen o caracterizan
propiamente la edad adulta.
La amistad: los amigos son elegidos por los rasgos que los hacen
confiables, en general, tienen la misma edad, han pasado por las mismas
experiencias, tienen los mismos valores, y por ello, son una fuente de ayuda y
consuelo cuando surgen problemas graves.
Igualmente importantes es que los amigos proporcionan compañía,
información y alegría en la vida diaria.
4
Berguer Katheleen Stassen “Psicología del desarrollo: adultez y vejez” Cap. 6 pág 139.
16
La relación de pareja: Establecer y mantener una relación de pareja es
uno de los más importantes de la adultez temprana. Numerosos autores
señalan que establecer una relación íntima con una persona tiene
consecuencias positivas para la dimensión psicológica de la persona. De
hecho, la pareja se convierte en el primer componente del sistema de
apoyatura social.
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-Expresión de los afectos: es fluida, espontánea pero cuidadosa y
responsable de cómo es vivenciada por cada miembro.
- Capacidad para resolver conflictos: los problemas son afrontados por el
grupo familiar, pero como miembro participa en la resolución de acuerdo con su
grado de responsabilidad en dicha situación y se compromete con lo decidido.
- Respeto por la autonomía de los individuos: propicia el vínculo
discriminado sobre el vínculo discriminado sobre el vínculo simbiótico
característico de la familia aglutinada. Se da un espacio intrafamiliar para que
cada uno pueda desarrollar su capacidad intelectual, según la función y la edad
de los miembros. Es capaz de permitir un grado de privacidad que ofrezca la
posibilidad de un acuerdo de reconocimiento de sí.
A medida que los integrantes menores de una familia crecen, cada uno
de ellos va logrando en el seno de dicha familia un sector más amplio de
autonomía. De modo, que mediante la madurez intrapsíquica alcanzada le
permite convertirse en un sujeto con mayor grado de autodeterminación, es
decir, tiene una mayor consciente de sus motivaciones y puede obrar desde
allí.
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(padres e hijos en común), la “familia extensa” con tres o más generaciones, la
“familia ensamblada” resultante de segundos o ulteriores matrimonios. Esta es
una configuración cada vez más frecuente, comparte algunas características
con la “familia nuclear” pero presenta algunas peculiaridades, que la
constituyen como un modelo distinto, más complejo, que carece aún de una
representación definida en el imaginario social. La “familia nuclear” es
considerada por nuestra cultura como el modelo “normal” de familia;
consecuentemente, en las personas que no siguen esta modalidad su modo de
vivir se convierte a veces en una fuente adicional de inseguridad, culpa y
desorientación para los miembros.
Como toda familia, la “familia ensamblada” está basada en los afectos y
constituida por relaciones de intimidad entre miembros que van evolucionando
en el tiempo. Sin embargo, consideraremos algunos aspectos que establecen
diferencias:
- Origen: las “familias ensambladas” se forman luego de la pérdida de
un proyecto familiar previo (por separación o viudez) que requiere un trabajo de
elaboración de los duelos pertinentes (de padres e hijos). La calidad de este
trabajo influirá sobre las posibilidades de éxito de la nueva familia.
- La díada progenitor-hijo precede a la díada marido-mujer: se
establece una dinámica relacional particular que es importante considerar
cuando un nuevo cónyuge se agrega a un grupo que tiene una historia
compartida, o cuando se ensamblan dos grupos progenitor –hijo/s.
- Diferentes culturas o “microculturas” que se refieren a dos formas
diferentes acerca de cómo hacer las cosas en familia, que suelen ocasionar no
pocas veces situaciones conflictivas de la vida cotidiana.
- Ser mirados. Un grupo familiar convive todo el tiempo con una mirada
externa sobre su intimidad, personificada en los hijos que vienen de visita, o en
el ex -cónyuge u otros ex -parientes políticos de la pareja Esta mirada en
ocasiones puede tornarse persecutoria.
- Las lealtades. La coexistencia de viejas y nuevas relaciones pone en
tensión el sistema de relaciones adultos-niños y son frecuentes los con
frecuencia los conflictos de lealtades.
- Roles parentales. Es clave para el éxito de estas familias que la nueva
pareja conyugal pueda formar un equipo sólido para la toma de decisiones
familiares. Este equipo necesita lograr un mínimo de acuerdos básicos sobre
los hijos con los ex – cónyuges. Ya que el padre y la madre biológicos son
insustituibles, son figuras fundantes para los hijos, ambos tienen el derecho y el
deber de intervenir en su crianza.
- Afectos: El sentimiento de pertenencia al grupo se alcanza con mayor
lentitud en estas familias cuanto más grandes son los hijos, porque los
miembros tienen que ir definiendo y ocupando sus lugares en la convivencia en
un proceso de ensayo y error. No siempre se logran las expectativas de
cercanía y calidez en los vínculos, especialmente cuando al momento de la
19
constitución de la familia los hijos son adolescentes, pero ello no significa que
sean familias disfuncionales.
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La pertenencia es convivencia pasada e historia en común, y el
“Sentimiento de pertenencia” se adquiere a través de la identificación primaria,
formando parte de nuestro “estado constitutivo”, definiendo nuestra identidad.
Etimológicamente el término “identidad” significa “la misma entidad”, el “Mismo
ser”, “mismisidad”. El Psicoanálisis consideró a la identificación como un
mecanismo psicológico; como la operación a partir del cual se constituye un ser
humano. Es un proceso mediante el cual el sujeto adquiere las cualidades del
otro que es tomado como modelo, logrando tener las mismas creencias,
propósitos, deseos.
Sin embargo, la identidad, como proceso dinámico y continuo de copia
por el cual nos constituimos en diferentes entre nuestros similares, es el
resultado de una particular combinatoria del conjunto de identificaciones de una
persona. En el transcurso de vivir nos incluimos y pertenecemos a otros
círculos diferentes de la familia, adquiriendo identificaciones secundarias, que
formarán parte de la identidad.
En el seno de la familia no solo se desarrollan el sentimiento de
familiaridad y pertenencia, sino también el sentimiento de “solidaridad”. Los
hermanos unidos en la comunidad fraterna viven la mutua interdependencia y
la coincidencia en la actitud de poner interés y esfuerzo en una empresa
común. Asimismo, son solidarios en el compromiso, obligación y
responsabilidad.
5
Haley J. Terapia no convencional. Amorrortu Editores. Bs. As. 1988.
21
(Chat) . Los ámbitos de estudio y trabajo siguen siendo un lugar de encuentro.
En general, las reuniones entre vecinos o familiares, la participación en
instituciones intermedias (Iglesia, club, etc.) han dejado de ser tan significativas
como lo eran antes.
El noviazgo ha dejado de tener una modalidad pautada y se desarrolla
en forma más libre y variada. La modalidad de cortejo y galanteo varía de
generación en generación. Conjuntamente, con el establecimiento de vínculos
de pareja los jóvenes reconsideran el modelo de ésta formado en su familia y
así se deciden qué valores desean conservar, desarrollar, y cuáles abandonar.
Simultáneamente se reactivan las imágenes parentales como modelos de
“madre”, “padre”, “esposa” y “marido”, frente a los cuales puede en algunos
casos identificarse y, en otros, intenta adoptar una actitud opuesta.
En este período de búsqueda la tendencia natural de amar al otro
adquiere características particulares: una de ellas es el “enamoramiento” que
es necesario distinguir del “amor”. En el enamoramiento hay un cierto grado de
idealización del ser amado, de modo que el otro no es visto en la totalidad de
su ser real sino solo en la parcialidad de algunos estímulos de naturaleza
sensorial. Consecuentemente, el enamoramiento se abre solo a la exterioridad
del otro y no penetra en su interioridad.
22
El solo hecho de convertirse en madre o en padre modifica las
relaciones que el sujeto mantiene consigo mismo y con los demás. En realidad,
el nacimiento del primer hijo proporciona una existencia social a la pareja al
transformarla en familia. Marca asimismo la transición entre dos familias,
aquella en la que uno era hijo, y la de ahora, en que uno se convierte en padre
o madre. Los cambios que se observan son, por un lado, individuales y, por
otro, sociales.
En efecto, desde un punto de vista social, el embarazo, así como la
maternidad y la paternidad, conllevan una serie de obligaciones y de derechos.
Se considera asimismo que la experiencia de la paternidad es una experiencia
integradora en la que participan conjuntamente el padre, la madre y el hijo, y
esto es así a lo largo de la vida.
A pesar de ser una experiencia compartida, la paternidad afecta de un
modo distinto al hombre ya la mujer. Según los psicoanalistas, la madre revive
las situaciones placenteras y desagradables de su propia infancia,
especialmente las relacionadas con la alimentación y el trato cariñoso. Así, los
sentimientos que la madre experimenta en relación con su bebé proceden de a
identificación básica y primaria con su propia madre.
Por otra parte, si bien no se producen modificaciones fisiológicas
relacionadas con la paternidad, el hombre que se convierte en padre desarrolla
nuevos comportamientos. Se considera que el acceso a la paternidad se
produce en el campo de lo imaginario y del símbolo. El padre, según los
psicoanalistas, introduce una separación en la relación dual entre la madre y el
hijo, lo que conduce a una relación triangular integrada por madre-hijo-padre.
Sin embargo, en las sociedades industrializadas el padre no asume un
papel completamente distinto del de la madre. Actualmente se observa que
existen muchos padres cuyas conductas pueden ser descritas como “padres
con actitudes maternas” en la medida en que asumen una parte de los
cuidados y actividades que tradicionalmente se consideraban propios de la
madre.
Sin dudas, el nacimiento de un hijo repercute en el funcionamiento de la
pareja ya que exige una serie de adaptaciones a la nueva situación; situación,
por otro lado, compleja y difícil para la pareja, ya que el paso a la paternidad y
maternidad se produce de forma súbita y discontinua. Además de los reajustes
necesarios impuestos por la presencia del nuevo miembro de la familia, y que
convierte la díada inicial de hombre-mujer en una tríada de madre-bebé-padre,
la personalidad de los padres también se ve afectada por el nacimiento del hijo.
Además, la llegada de un hijo repercute también en la vida rutinaria de los
padres, ya que a veces conlleva cambios estructurales en el hogar. Así, las
mujeres que trabajan suelen abandonar temporalmente su trabajo. En cuanto a
los hombres, a menudo se ven obligados a incrementar sus horarios de
trabajo, para subvenir a los gastos generados por el bebé, y al mismo tiempo
compensar con nuevas aportaciones el que la mujer deje de trabajar.
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Las relaciones de la pareja se ven, pues, afectadas por la llegada de un
hijo. Generalmente surgen desavenencias y suelen menudear los conflictos. La
transición a la paternidad ha sido descrita por algunos como un momento
crucial en la vida de la pareja.
En síntesis, traer al mundo y criar hijos es una expresión de
generatividad que implica una labor intensa. La alianza paternal implica que
ambos padres cooperen. Combinar tiempos laborales, los requerimientos del
cuidado de los niños y la necesidad de intimidad. Los adultos encuentran
variadas maneras de cumplir con numerosos roles, algunos con más éxito que
otros.
Las relaciones entre los padres y los hijos adolescentes han sido
descritas a menudo como difíciles y complejas, sobre todo por las ansias de
autonomía de los jóvenes y el deseo de control de los padres. También se ha
invocado el vacío de generación. Aunque algunos estudiosos del tema han
demostrado que las desavenencias entre los padres y sus hijos no afectan a
temas fundamentales (política, moral) sino más bien a aspectos secundarios
relacionados con la forma de vestir, las formas de diversión o las salidas
nocturnas, las relaciones entre los padres y sus hijos adolescentes no están
exentas de conflictividad, aun cuando dicha conflictividad puede variar según
las familias y los medios sociales.
Analizaremos algunas de las causas capaces de generar conflictos
entre padres e hijos adolescentes.
Uno de los problemas fundamentales de los adolescentes es la
necesidad de desvincularse afectivamente de sus padres, necesidad que
resulta imperiosa para su propio desarrollo y que, a su vez, se encuentra con
25
las resistencias que oponen los padres para asumir la nueva situación. Por otro
lado, sus conductas y actitudes suelen ser contradictorias y ambivalentes, ya
que tan pronto quieren ser autónomos e independientes y no permiten que
nadie se inmiscuya en sus asuntos, como piden consejo y ayuda a los padres
antes de tomar una decisión.
Por lo que respecta a los padres, la situación es también compleja
por una serie de razones de índole personal, social y afectiva. Para algunos
psicólogos, los padres son quienes llevan la peor parte en la relación con los
hijos adolescentes, de modo que no dudan en hablar de crisis de los padres
para definir la situación interna de éstos cuando se produce el enfrentamiento
con sus hijos adolescentes.
¿Cuáles son las causas de esta crisis? Por un lado, la aparición de la
genitalidad en sus hijos. La adquisición del status de persona sexualmente
adulta por parte del hijo o de la hija obliga a los padres a deshacerse de la
representación que se hacían tradicionalmente del que antes era percibido
como un niño o una niña. Por otro lado, las relaciones con los hijos
experimentan una reorganización total, y, aunque se produzca un cambio
gradual, se pasa de una relación entre padres e hijos a una relación entre
adultos, relación que mantiene, sin embargo, la dimensión de filiación y de
separación entre las generaciones. Cuando llega este momento los padres
tienen que renunciar a proyectar en sus hijos sus propios deseos infantiles así
como la autoridad derivada de su status de padre. Los psicoanalistas hablan de
la elaboración del duelo para referirse a la renuncia que hacen los padres de
los planes que abrigaban con respecto a sus hijos. Los padres deben
renunciar, asimismo, al papel de confidente y protector que hasta entonces
habían ejercido con sus hijos.
Esta crisis de la paternidad va acompañada del sentimiento de
impotencia por parte de los padres al comprender que no pueden modificar la
situación. Al mismo tiempo, se sienten incomprendidos por los hijos. Suelen
darse también otros sentimientos negativos, como la imposibilidad de
comunicarse con el adolescente, un sentimiento de ingratitud por parte del hijo,
o un sentimiento de abandono por parte del cónyuge frente a las dificultades
desencadenadas por el hijo adolescente.
26
para los segundos. En general, los vínculos son sólidos y estrechos. Como ya
hemos señalado antes, los hijos suelen confiar en los padres para que los
ayuden económicamente, se hagan cargo de sus hijos pequeños y les den
apoyo afectivo. En contrapartida, los padres de edad media reciben
satisfacciones de las relaciones con sus hijos adultos, en especial la
satisfacción de haber contribuido a la realización de personas independientes y
responsables, y comparten las alegrías y los éxitos alcanzados por los hijos en
diferentes áreas, tanto profesionales como personales.
De este modo, en esta fase de la vida familiar, las relaciones entre los
padres y sus hijos son interdependientes. Por lo que respecta a las diferencias
ligadas al sexo, para las mujeres adultas la figura de la madre desempeña un
papel fundamental desde el punto de vista psicológico, como se ha señalado
antes. La madre no sólo es un referente esencial para la construcción de la
identidad femenina de las hijas, sino que también es una organizadora del
espacio familiar. Con respecto a los padres, y en particular a la madre, se ha
hablado del síndrome del “nido vacío”, que se manifiesta básicamente cuando
los hijos dejan el domicilio paterno para hacer su propia vida. Se considera que
esta nueva situación afecta especialmente a la madre tradicional, que se ha
consagrado por completo al cuidado de sus hijos, y cuya identidad y autoestima
están estrechamente relacionadas con el papel de madre. En estos casos, la
madre se encuentra con que ha perdido el papel social de mayor importancia
que había venido desempeñando, y, por consiguiente, la pérdida del hijo o de
la hija puede desencadenar un sentimiento depresivo. Si bien este síndrome
sólo se había estudiado en las madres, recientemente se han hecho estudios
con los padres. Los resultados muestran que las madres no son las únicas que
se lamentan de que los hijos se vayan de casa, ya que una parte importante de
los padres afirma sentir tristeza cuando el último de sus hijos abandona el
hogar.
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dependencia que los padres de edad avanzada podrían establecer con sus
hijos, se ha constatado que las personas de edad avanzada prefieren ser
independientes, en vez de buscar un refugio en sus hijos.
Ser abuelos
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Desavenencias en las funciones y reparto de los trabajos domésticos.
Desatención, falta de afecto.
Incompatibilidad de intereses, valores y objetivos. Privación sexual; los
hombres se quejan de falta de interés y frigidez sexual de sus mujeres,
mientras que las mujeres achacan al marido tener relaciones extramaritales
(Blanco, 1985).
El divorcio suele provocar una situación de tensión y de estrés en las
personas que se encuentran en ese trance. Durante un período de tiempo más
o menos largo, según las personas y los casos, hay que reorganizar la vida
desde los aspectos más materiales (buscar una nueva vivienda) hasta los más
personales ( pérdida de viejas amistades, ruptura afectiva con los familiares de
la pareja, suegros, cuñados, etc). El factor económico es un elemento
asimismo importante. A menos que se trate de personas muy acomodadas, el
divorcio suele suponer estrecheces económicas, tanto para el hombre como
para la mujer. En efecto, entre las clases más desfavorecidas el divorcio suele
acarrear problemas económicos para ambos cónyuges, y en especial para la
mujer. Las mujeres divorciadas que no trabajan, dependen en general
exclusivamente de la pensión alimentaria que les pasa el marido, y en muchos
casos se encuentran con la resistencia o el incumplimiento por parte de éste. El
hecho de hallarse en una situación tan delicada puede empujarlas a un proceso
rápido de marginación o bien a elegir una nueva relación sin reparar demasiado
en la bondad de su elección.
En las situaciones de separación y divorcio, las mujeres suelen asumir,
en su inmensa mayoría la custodia de los hijos.
Las relaciones emocionales ante el divorcio dependen en gran medida
del proceso que ha precedido el divorcio. Aunque los efectos psicológicos
sobre las personas que se divorcian han sido más estudiados en la mujer que
en el hombre, se ha hablado de reacciones emocionales negativas: hostilidad,
cólera, depresión, disminución de la autoestima y el autoconcepto, así como
sentimientos de abandono y aislamiento social. Por ello, la ayuda y el sostén
moral de la familia es de suma importancia en estas situaciones.
9 EL RELOJ SOCIAL
Según Berger ( 2001), aunque el tic-tac del reloj biológico está detenido
en esta etapa, muchos factores no biológicos hacen que el organismo y el
cerebro de algunos adultos envejezcan más o menos rápidamente que las
otras personas de la misma edad. Los adultos parecen controlar su desarrollo
utilizando el “reloj social”, un calendario basado en normas sociales. Estas
normas establecen las “mejores” edades para que hombres y mujeres finalicen
la escuela, se casen, elijan una carrera y tengan hijos.
El reloj social guía las expectativas sociales del adulto en cuando a su
conducta. Cuando se dice que una mujer es “demasiado joven para casarse” o
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un hombre es “demasiado mayor para ser padre”, se refiere al reloj social, y no
al reloj biológico.
Las culturas esperan ciertos momentos para las transiciones en los
adultos. Las edades específicas del reloj social varían de una cultura a otra.
Las consideraciones históricas también afectan al reloj social. Hace un
siglo en la mayor parte de las culturas se esperaba que las mujeres tuvieran su
primer bebé antes de los 20 años. Actualmente, en los países desarrollados es
frecuente tener el primer hijo después de los 30 años.
Además el reloj social está afectado por el nivel socioeconómico.
Cuanto más bajo es el nivel socioeconómico, más rápido funciona el reloj social
y más rápidamente se producen los mementos decisivos de la vida.
La salud también es un factor relevante. La discapacidad y la
enfermedad aumentan a medida que los ingresos económicos descienden.
Aunque existen muchos factores que influyen en las expectativas, el
reloj social ahora se mueve más lentamente y es más variable. Esto explica la
aparición de la “adultez emergente” y las variaciones en cuanto a la edad de
contraer matrimonio, la paternidad, la finalización de los estudios, etc.
El reloj social ahora es más lento de lo que fue hace décadas.( Berger,
2001)
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Algunos autores de tendencia psicoanalítica señalan que los temas
que plantean una inquietud al adulto y frente a los cuales debe construir unas
defensas nuevas que limiten el funcionamiento psíquico son, entre otros, los
temores que afloran en la adultez media relacionados con el proceso de
envejecimiento, especialmente con las transformaciones físicas y, con la
disminución de la actividad sexual, o los cambios fisiológicos (menopausia,
andropausia). Señalan asimismo que esta situación puede llevar a manifestar
unas conductas que, a veces, tienen una connotación patológica:
manifestaciones depresivas, conductas hipocondríacas (creer que uno está
aquejado de una enfermedad) o nosofobia (miedo a las enfermedades ).
También pueden aparecer conductas sexuales poco frecuentes caracterizadas
por la búsqueda de relaciones sexuales con diversas personas o con personas
muy jóvenes, o conductas perversas.
A pesar de lo expuesto, el balance final no es completamente negativo,
porque, como apostillan los autores, “en la edad adulta existe un tipo de
desarrollo que consiste en sacar lecciones de la experiencia afectiva, mediante
reajustes progresivos de la organización psíquica por la influencia de
acontecimientos, por un lado, y, por otro, por la posibilidad de enfrentarse a las
dificultades futuras” (Bideaud, Houdé y Pedinielli, 1993).
Muchos psicólogos han estudiado los efectos del estrés en el desarrollo
adulto. La vida está llena de situaciones de estrés, y se incluyen tanto factores
estresantes de importancia (enfermedades, crisis laborales, muertes) como
dificultades permanentes (estrés laboral, pagar las cuentas, ayudar a los niños
con sus tareas, etc.). La carga total de estrés y enfermedad que soporta cada
persona se denomina carga olástica. Esta aumenta el riesgo de enfermedades
prematuras, envejecimiento prematuro y muerte.
Resiliencia
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Dicho proceso implica tanto “resistencia” ante la destrucción como
“flexibilidad” para la reconstrucción, aun en un medio adverso. Asimismo pone
en juego el “estado de alerta” no cayendo así el sujeto en la “rigidez” que
impide la acción. (Griffa y Moreno, 2005).
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
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