3.5 Finally Finding Faith - Tammara Falkner
3.5 Finally Finding Faith - Tammara Falkner
3.5 Finally Finding Faith - Tammara Falkner
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Créditos
Traducción:
Nayelii & ChiviSil
Corrección y Recopilación:
Nayelii
Diseño:
Jane
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Índice
Sinopsis
Daniel
Faith
Daniel
Faith
Daniel
Faith
Daniel
Faith
Daniel
Faith
Daniel
Faith
Faith
Daniel
Faith
Carta de la autora
Próximo libro
Sobre la Autora
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Sinopsis
—Encontrarás a Faith en la tienda de relojes —dice Peter Reed.
—¿Fe? No creo en la fe o Dios o predestinación ni nada de esa mierda ya. Creo
en lo que puedo ver.
Daniel tiene una lista de cosas que quiere hacer antes de que el reloj de las
doce del 31 de diciembre.
1. Conseguir un tatuaje.
2. Conducir un carruaje arrastrado por caballos en la nieve.
3. Ver una obra de Broadway.
4. Comprar castañas calientes a un vendedor ambulante.
5. Comer una hamburguesa de medio kilo en Rocko’s.
6. Beber chocolate caliente en una banca en el parque.
7. Arreglar mi reloj.
El reloj de Daniel dejó de trabajar cuando perdió a todos sus hombres, su pierna, y
su esperanza en Afganistán. Un encuentro casual en el Salón de Tatuajes Reed lo
dirige hacia Faith, una pelirroja con los más bonitos ojos verdes que nunca ha visto.
Daniel intenta respetar su plazo antes de que el reloj de la medianoche, y Faith se
propone ayudarlo. Pero ella es bondadosa y ligera, y él no está listo para dejar su
calor brillar en él.
Faith cuida de su abuela mayor y sabe cuan preciosa es la vida. ¿Pero puede ayudar
a Daniel a darse cuenta de eso antes de que sea demasiado tarde? Ella tiene menos
de veinticuatro horas.
Tick tock. Tick tock.
(The Reed Brothers 3.5)
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Daniel
L as campanas sobre la puerta suenan mientras entro en la tienda de tatuajes. La
gran señal roja destellante dice Reed’s, y parece estar abierto. Cepillo la nieve de
mi pelo y soplo un cálido aliento en mis manos ahuecadas. Está jodidamente
congelando afuera. Es oficialmente media noche, lo que lo hace treinta y uno de
diciembre en Nueva York. Por supuesto, está frío. Un día hasta Año Nuevo, y tengo
veinticuatro horas para meter una vida de recuerdos. Porque para el trazo de la
medianoche, los últimos segundos del 2013, tengo que terminar con mi lista. Saco
el pedazo de papel de mi bolsillo y lo escaneo realmente rápido.
1. Conseguir un tatuaje.
2. Conducir un carruaje tirado por caballos en la nieve.
3. Ver una obra de Broadway.
4. Comprar castañas calientes a un vendedor ambulante.
5. Comer una hamburguesa de medio kilo en Rocko’s.
6. Beber chocolate caliente en una banca en el parque.
7. Arreglar mi reloj.
Miro alrededor de la tienda. Hay un puño de interesante arte en la pared, y una
pequeña duende de mujer se me acerca. Está vestida en un estilo retro, y su cabello
está todo rizado y de punta como si es una modelo de los sesentas. Su etiqueta de
nombre dice Viernes. Le queda.
—¿Qué puedo hacer por ti? —pregunta, y suspira lentamente. Luce cansada e
inmediatamente me pregunto qué le pasó para poner esa mirada en sus ojos. Pero
no me atrevo a preguntar.
—¿Dejaste a Miércoles y Jueves en casa? —espeto.
Su ceja derecha se arquea y me mira por debajo de su nariz. Inmediatamente deseo
poder tomarlo de vuelta. Pero entonces empieza a reír. Y no es una pequeña risa. Es
una gran, gran carcajada. Ella sacude un dedo hacia mí y me hace señas de que la
siga. Se sienta frente a mí en una mesa y dice:
—¿Asumo que estás aquí por un tatuaje?
Miro alrededor de la tienda.
—De hecho, pensé que era un burdel. ¿Estoy en el lugar equivocado? —Me muevo
para levantarme, pero mi estúpida prótesis de pierna no me deja moverme
alrededor de la forma en que quiero. Se golpea contra la mesa y hago una mueca.
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—¿Estás bien? —dice en voz baja. Sus ojos no caen a mi pierna. Ella me mira a la
cara. La mayoría de las personas al menos mira a mi pierna antes de tirar de sus
ojos de regreso a los míos.
—Bien —espeto.
—Bueno, no podemos ayudarte si estabas buscando un burdel —dice. Mira hacia
los hombres que está haciendo tatuajes. Ellos son todos grandes y rubios y un poco
intimidantes. Y no parece que les guste mi estilo de humor como a ella. Deja caer su
voz a un susurro—. La última vez que traté de vender mi cuerpo aquí, a los chicos
no les gustó. —Se río. Los hombres fruncieron el ceño incluso más, y me pregunté si
debería irme.
Miro hacia mi reloj. No sé por qué todavía sigo mirándolo. No había funcionado
desde la explosión en Afganistán que tomó a todos mis amigos, mi pierna, y mi
cordura. Todavía lo uso como que espero que empiece a trabajar en cualquier
segundo ahora. Pero eso no va a pasar. Mi vida se acabó. O al menos lo hará
mañana a la medianoche. Miro al reloj sobre la pared. Veintitrés horas y cincuenta
y dos minutos desde ahora, conseguiré terminar lo que el destino comenzó. Voy a
corregir el error.
Viernes mueve una mano en mi cara y me saca de mis pensamientos.
—Hola-a —canta.
—Lo siento —murmuro. Lanzo un suspiro. Es tan fácil quedar atrapado en los
recuerdos. Los gritos. Los heridos. El caos. Miro a su hermosa cara—. Me gustaría
conseguir un tatuaje —digo—. Un reloj, tal vez. Uno atascado en la media noche.
Con fuegos artificiales alrededor. —Fuegos artificiales. Bombas. Es todo lo mismo.
Ella asiente.
—Podemos hacer eso. —Comienza a dibujar en un pedazo de papel. Después de
unos minutos, lo gira para enfrentarme. Es jodidamente perfecto, de hecho—.
¿Algo así? —pregunta.
Asiento. Apenas puedo hablar. Para la hora en el reloj, me habré ido.
—Es perfecto —grazno. Miro a mi reloj. Es lo que hago cuando estoy nervioso. No
espero a ver el tiempo cambiar.
Viernes llama sobre su hombro y uno de los hombres responde. Él está limpiando
su mesa, y me señala que siga adelante. Ella le muestra el dibujo y él asiente.
Mordiendo su labio perforado pensativamente.
—Puedo hacerlo —dice—. Éste es el último, sin embargo, por hoy. —Me sonríe—.
Tengo una mujer caliente esperándome en mi cama en casa.
—¡Caramba! —gorjea Viernes—. Yo también. —Me sonríe.
Uno de los hombres, el más grande, la empuja en el hombro juguetonamente.
—Estás en cada fantasía de un hombre, Viernes —dice él mientras estira su mano
hacia mí—. Paul —dice. Está hablando con Viernes otra vez—. Déjalo, o el hombre
va a estar todo excitado, pensando que tiene una oportunidad en el infierno de
unirse a ti. —Estrecha sus ojos y se inclina hacia mí—. No va a pasar —dice en voz
baja—. He intentado por años. —Me hace señas de que me siente—. ¿Dónde lo
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quieres? —pregunta Paul mientras él cuya etiqueta de nombre dice Pete lava sus
manos.
Levanto el borde de mi manga. Mi antebrazo es uno de los pocos lugares en mi
cuerpo que no está lleno de cicatrices por las quemaduras.
—¿Aquí? —digo.
—Podrías querer quitarte eso así no estará en el camino —dice Pete. Señala a mi
playera.
Tenía miedo de esto, pero es mi último día en la tierra. ¿A quién le importa cómo
luce mi pecho? Alcanzo debajo de mí y tiro de mi playera por encima de mi cabeza
como hacen los hombres, y puedo escuchar el jadeo de Viernes mientras ve mi
pecho desnudo. Luce un poco peor de lo que en realidad es.
—Lo siento —murmura Viernes cuando Paul le dispara una mirada. Ella se sienta
frente a mí, y sus ojos finalmente se posan en la pequeña longitud de titanio que
viene de mi zapato—. ¿Qué sucedió? —pregunta en voz baja.
Pete transfiere el diseño a mi brazo y comienza a entintar el tatuaje en mi piel. No
duele ni remotamente suficiente. Lanzo un suspiro.
—Fue una explosión —digo.
—¿Fue horrible? —susurra ella. Pone su barbilla en su mano y apoya su codo en la
mesa.
Asiento.
—Fue bastante horrible. Cada uno de mis hombres murió. —Levanto la pierna de
mi pantalón—. Perdí mi pierna y me quemé bastante mal. Pero viví.
—El universo debe tener reservadas mejores cosas para ti —dice.
Paul bufa.
—Viernes, por favor —advierte.
Debería haber muerto con ellos.
—Lo dudo —digo—. Me iré en veinticuatro horas —le informo. Es una mentira.
Bueno, algo así. Pero no realmente—. Voy a unirme a mi equipo.
Viernes se ilumina.
—Bueno, eso es algo que esperar con interés.
Sí. Es todo lo que he esperado por un largo, largo tiempo.
Quiero cambiar de tema, así que pienso en la lista en mi bolsillo.
—¿Chicos, saben dónde puedo encontrar una tienda de relojes en la ciudad?
¿Alguien que pueda arreglar un reloj?
Los hombres se miran entre ellos y uno dice:
—¿Con Henry?
—¿Sabes si abrirán mañana? —pregunto—. Bueno, hoy, supongo. —Tengo que
tener el reloj arreglado para mañana en la noche. A medianoche. Está en mi lista.
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—Llámalo, Paul —dice Pete. Saca su teléfono de su bolsillo y se lo lanza a Paul. Paul
hace malabares juguetonamente hasta que Pete hace un ruido y luego se detiene.
—¿No es demasiado tarde para llamar esta noche? —pregunto. Miro de uno a otro.
—La esposa de Henry tuvo un ataque hace dos años. Ellos mantienen horas
impares mientras él cuida de ella. Podría estar despierto todavía. Si no, Paul dejará
un mensaje. —Se encoge de hombros—. Vale la pena intentarlo.
Paul asiente, y lo veo sonreír mientras alguien responde. Paul le dice que tengo un
reloj roto. Él pone su mano sobre el altavoz y me mira.
—¿Puedes ir ahí cuando terminemos aquí? —pregunta—. Todavía está despierto.
Asiento.
—Me encantaría.
Paul le habla por un minuto y cuelga el teléfono.
—¿Cómo está ella? —pregunta Pete.
Paul niega.
—No está bien, y está a punto de rendirse. Creo que a veces sólo se queda aquí por
Henry. —Suspira—. Te escribiré las direcciones. Es a la esquina de aquí. En la
planta baja de un edificio.
Él me tiende las direcciones cuando Pete termina el tatuaje. Miro a mi nueva tinta y
sonrío. Es hermoso. Puedo tachar eso de mi lista.
—Encontrarás a Faith ahí —dice él—. En la tienda de relojes.
—¿Fe? —pregunto. Casi bufo. No creo en la fe1. Ni en nada más.
—Faith es la nieta de Henry. Ella le ayuda a cuidar de su esposa y trabaja en la
tienda de relojes cuando él no está ahí. —Levanta una mano para mostrarme que
ella es tan alta como a su hombro—. Pequeña pelirroja. Realmente jodidamente
adorable. En un tipo de quiero—follarme—a—la—bibliotecaria.
—¿Faith es una chica? —pregunto. ¿No es algún estado mítico del ser?
Paul asiente lentamente.
—Oh, está bien —suspiro. Preferiría hablar con una chica que sobre fe o esperanza
o Dios o cualquiera de esas cosas que no tengo más. Pago mi factura y camino hacia
el frente de la tienda. Pero mientras estoy yéndome, Viernes jala de mi manga.
Miro hacia abajo y ella se pone de puntillas y me besa en la mejilla.
—La mejor de la suerte para ti —dice en voz baja.
—Gracias —croo. De repente tengo un nudo en la garganta y no sé por qué.
Pete se mete en su abrigo.
—Caminaré contigo hasta lo de Henry. No quieres estar solo en este vecindario a
esta hora de la noche. —Mira hacia Paul, quien asumo es su hermano. Lucen muy
similar, pero el grande es lo suficientemente ancho para llenar una puerta. Él no
1
Daniel se confunde porque Faith en español significa Fe.
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sonríe tan fácilmente como hace Pete—. ¿Tú vas a acompañar a Viernes a casa? —
pregunta Pete a Paul.
Paul refunfuña juguetonamente y envuelve a Viernes en sus fornidos brazos.
—Si tengo que —dice. Frota una mano sobre el cabello de Viernes. Ella golpea su
muñeca hasta que él la tira en un abrazo. Ella se recarga contra él y exhala. La mira
por debajo de la nariz, como confundido. Ella lo inhala, una sonrisa suavizando su
cara. La deja a un lado—. ¿Estás lista? —pregunta.
Asiente y sus mejillas se ruborizan.
—No porque me lleves a casa esperes que voy a invitarte a entrar —gorjea
juguetonamente.
—Un día, Viernes, no voy a darte una opción sobre invitarme a entrar.
Ella se congeló y sus respiraciones cayeron un poco más rápido.
Pete golpea mi hombro mientras camina a mi lado.
—¿Estás listo? —pregunta. Asiento, y meto mis manos en mis bolsillos—. Los veo
mañana —grita sobre su hombro.
—¿Grandes planes para la Víspera de Año Nuevo? —pregunto mientras salimos a la
acera. La nieve está cayendo incluso más pesado, y subo mi capucha sobre mi
cabeza. Tropiezo un poco en la nieve, y Pete disminuye el paso. Él no menciona mi
pierna. Sólo ajusta su paso—. Gracias —murmuro.
—¿Por qué? —pregunta. Me mira a la cara.
—Por nada —digo. Quizá sólo estoy imaginando que se está ajustando a mí. Me
preocupo mucho sobre mi discapacidad que creo que todo el mundo lo hace
también.
—Estoy llevando a mi chica a mirar los fuegos artificiales mañana —dice él.
—Esta noche —corrijo. Miro a mi reloj roto.
—Oh, sí —dice. Sonríe—. Esta noche. —Sopla un vaporoso aliento. De repente, se
detiene y da la vuelta, y baja por una escalera—. ¿Vienes? —pregunta, cuando me
quedo de pie mirándolo como un idiota—. Estamos aquí —explica.
Camino lentamente por las escaleras. Las escaleras son duras para mí, y si él no
estuviera aquí, sólo las subiría con un pie. Es mucho más fácil que tomarlas
lentamente, uno a la vez. Pero es mucho menos grácil.
Caminamos a través de la puerta y entramos en un sótano lleno de relojes. Hay
relojes de abuelo, de cucú y de escritorio. Un tren retumba en una pista sobre mi
cabeza, y sonrío al ruido que hace.
—¿Es increíble, no? —pregunta Pete.
En verdad lo es, en la forma es—la—cosa—más—increíble—en—diez—años.
Hay una larga mesa en el fondo de la habitación y un caballero mayor está sentado
en ella, y tiene engranajes y partes esparcidas alrededor. Está usando unos lentes
magnificados y tiene una luz brillante en su espacio de trabajo. No levanta la
mirada, así que Pete llama su nombre.
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—Henry —dice en voz alta.
El hombre mira sobre las monturas de sus gafas hacia nosotros.
—Pete —dice. Pone sus herramientas al lado y se limpia la grasa de sus manos—.
Que agradable sorpresa. —Pete alcanza para estrechar manos con él, pero el viejo
tira a Pete y lo abraza en su lugar.
—Es bueno verte, Henry —dice Pete—. ¿Cómo está Nan?
Henry sacude su cabeza y consigue una mirada lejana en sus ojos.
—Está todavía aguantando aquí —dice.
Pete aprieta el hombro de Henry.
—Bueno, al menos está en casa —dice Henry. Me mira y señala a Pete—. Este
jovencito y sus hermanos vinieron a mover nuestros muebles así podía traer a mi
Nan a casa.
Pete baja la mirada a sus pies y no dice nada.
Henry extiende su mano.
—Soy Henry —dice—. ¿Quién eres tú?
—Daniel —digo—. Siento molestarlo tan tarde en la noche, pero Pete dijo que sería
capaz de ayudarme con mi reloj. —Lo saco de mi muñeca y se lo doy.
Él baja sus gafas y lo mira de cerca, dándole vuelta.
—Es viejo —dice—. No puedo decir que alguna vez trabajé en uno de estos.
Perteneció a mi abuelo.
—¿Crees que puedes arreglarlo? —pregunto. Lo lleva a una mesa cercana y hace
estallar la parte de atrás, admirando los engranajes dentro como que sabe lo que
mira.
—Quizá —refunfuña.
De repente, hay un golpe arriba y el viejo se sorprende. Pone mi reloj abajo y va a
las escaleras.
—¿Necesitas algo de ayuda? —pregunta Pete.
—¡Abuelo! —grita una voz femenina desde la cima de las escaleras.
El viejo va arriba, y Pete lo sigue. Ambos desaparecen. Meto mis manos en mis
bolsillos y camino alrededor, mirando a todos los viejos relojes. Él hombre debe
haberlos repararlos. No tiene una sala de exposición o un lugar para exhibirlos. El
tren retumba en la pista sobre mi cabeza, y siento una sonrisa en las comisuras de
mis labios.
La puerta de arriba de las escaleras se abre y ligeros pies saltando. Miro hinchadas
pantuflas de cama y pantalones de pijama a rayas, y de repente estoy viendo en los
más verdes, más hermosos ojos que nunca he visto.
11
Faith
M
e tropiezo en el último escalón y él extiende la mano para agarrarme. Es un
poco inestable en sus pies y salta, pero es sólido y fuerte. Tengo la sensación
de que se caería antes de dejarme hacerlo, y eso es una extraña sensación de
tener.
—Lo siento tanto —murmuro. Tiro de mi suéter cerca de mi cuerpo, envolviéndolo
alrededor de mí. Debería haberme vestido en lugar de venir en mis pijamas, pero
simplemente no tengo suficiente energía para hacer más. Estoy trabajando
constantemente, y cuando no estoy trabajando, el abuelo está en el trabajo y yo
estoy cuidando a Nan. Me siento como si no hubiera dormido en días.
Probablemente no lo he hecho. Casi conseguí asustar la vida fuera de mí cuando
Nan trató de levantarse de la cama y se cayó justo ahora. No debería haberme
quedado dormida. Debí haberme quedado despierta para vigilarla. Sabía que el
abuelo estaba abajo. Él necesita un descanso a veces, también. Él sigue trabajando
durante el día como portero en un complejo de apartamentos. Y arregla relojes en
su tiempo libre. Y él ama a mi Nan.
El suyo es un amor como nada que haya visto en mi vida. Ni siquiera mi propio
matrimonio podía compararse. Cuando Nan estaba en el centro de enfermería, él
fue allí y durmió en una silla junto a la cama cada noche, porque dijo que no podía
dormir sin ella, entonces ¿qué bien era para él dormir en casa? He venido a
quedarme con ellos cuando la trajeron a casa. No sé si soy una ayuda o un estorbo.
Pero me siento mejor estando aquí, hasta que hago algo estúpido como dormirme.
El hombre tose en su puño. Debo haber estado vagando. El abuelo dice que hago
eso mucho. Es una de las razones por las que soy buena arreglando relojes. El
trabajo es lento y metódico y toma mi mente del resto del mundo.
—No quise caer en ti —digo. El calor se arrastra hasta mis mejillas.
Él es guapo. Sorprendentemente así. Tiene el pelo castaño y profundos ojos color
chocolate. Su cara está sombreada de barba incipiente, y no sonríe. ¿Por qué no
sonríe?
Se agacha para ajustar la pernera del pantalón y veo la longitud de metal que sale
de su zapato. Miro a su cara y me está observando cuidadosamente. ¿Es por eso que
no sonríe? Saco mi mano, a falta de algo mejor que hacer.
—Soy Faith —digo. Toma mi mano entre las suyas y le da un suave apretón, sus
ojos encontrando los míos, y hasta podría ver un poco de chispa en su mirada
oscura. Pero se apaga tan rápido como había llegado.
—Daniel —dice—. ¿Todo está bien arriba? –Él mira hacia la puerta cerrada.
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—Nan intentó levantarse y cayó. —Niego con la cabeza. La cabeza de Nan sigue
siendo sólida, pero su cuerpo no cooperará y ella simplemente no comprende
plenamente sus limitaciones todavía—. Pete está arriba encantándola de vuelta a la
cama. —Me río. Ese hombre tiene una manera con la gente.
—Los Reed —dice—. Parecen bastante agradables.
Pongo los ojos.
—Los cinco de ellos en una habitación pueden ser un poco abrumador. —Tuve un
flechazo con Pete por un tiempo, pero luego conoció a Reagan, y son tan
malditamente perfectos uno para con el otro que descarté rápidamente esa idea.
—¿Hay cinco de ellos? —pregunta. Se rasca la cabeza—. Creo que sólo conocí a dos.
Empiezo a contar con mis dedos.
—Paul, Matt, Logan, Sam y Pete, en orden de edad. Sam y Pete son gemelos,
aunque Sam jura que él es ocho minutos mayor.
Me acerco a donde el abuelo empezó el reloj de Daniel.
—¿Esto es tuyo? —le pregunto mientras recojo mis gafas y me siento en el taburete.
Inclino la luz del abuelo hacia el reloj. Lo miro, y, aunque nunca he trabajado en
uno de estos, podría ser capaz de arreglarlo.
—Era de mi abuelo.
Levanto la vista hacia él.
—¿Qué le pasó?
Mira a todos lados menos a mí.
—Hubo una explosión. En Afganistán.
—¿Ahí fue dónde te lesionaste? —pregunto, pero mi mente ya está en el
funcionamiento interno del reloj.
—Sí —dice y sopla un suspiro.
—¿Así que tu reloj no ha funcionado desde la explosión? —pregunto. Estoy
tratando de averiguar lo que podría ser el problema. Debido a que los engranajes
giran cuando los trabajo manualmente.
—Nada ha funcionado para mí desde la explosión —dice. Su voz es de repente
pesada y miro hacia arriba.
—¿Qué quieres decir?
—El reloj. —Él continúa a clarificar, pero estoy bastante segura de que sólo quería
decir la vida—. No ha funcionado desde entonces.
—Mm hmm —tarareo. Empiezo a quitar los engranajes y las piezas y las pongo
sobre la mesa, delante de mí.
—¿Estás segura de que deberías estar haciendo eso? —pregunta. Camina junto a mí
y se detiene en un taburete. Está inquieto, y me pone un poco nerviosa ahora que
está cerca de mí. Pero el abuelo y Pete están justo arriba.
Levanto la vista hacia él.
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—Tú lo quieres arreglado, ¿verdad? —pregunto.
Él asiente con la cabeza.
—Más que nada —suspira—. Siento que el tiempo se detuvo ese día, y nunca
comenzó de nuevo.
Asiento. Pero no puedo mirarlo. Me está diciendo más de lo que quiere, y me temo
que va a parar si se da cuenta de lo atentamente que estoy escuchando.
—¿Has perdido amigos? —Sigo trabajando en el reloj, removiendo las partes pieza
por pieza.
—Perdí a todos mis hombres. —Su voz se vuelve gruesa y tose para aclararse la
garganta—. Todos. Perdí a todos y todo.
—¿Dónde está tu familia? —pregunto.
Siento la brisa cálida de su exhalación pesada.
—Todos se han ido.
Finalmente miro hacia arriba.
—Lo siento.
Asiente. Se levanta y comienza a vagar alrededor de la tienda. Una hora más tarde,
he puesto el reloj de nuevo y le doy cuerda. Debe funcionar. Pero simplemente no
lo hace. Y no sé por qué. Lanzo un suspiro.
—¿Qué pasa? —pregunta directamente desde detrás de mí. Siento el calor de su
aliento en la parte posterior de mi cuello y el pelo en mis brazos se levanta.
—Nada —digo y me pongo a desmontarlo de nuevo. Miro por encima de mi
hombro—. ¿Tienes prisa?
Se encoge de hombros y se acomoda a mi lado. Coge una pluma y comienza a
girarla sobre la mesa. Miro por encima a él.
—Lo siento —dice tímidamente, y detiene la pluma girando con una palmada de su
mano—. Así que, ¿tú vives aquí? —pregunta—. ¿En Nueva York? ¿Todo el tiempo?
Asiento con la cabeza. Y sigo desmontando el reloj. Los relojes se hacen sobre una
serie de engranajes, incluso relojes así de viejos. Me aseguro de que cada uno
funciona mientras lo pongo de nuevo en su lugar. No hay inconvenientes. Ningún
engranaje roto. No hay partes que faltan. Nada fue sacudido suelto en la explosión.
—Sip —digo rápidamente.
—¿Siempre has vivido aquí? —pregunta.
—No —gruño—. Me mudé aquí cuando mi abuela se enfermó. Antes de eso, estaba
en Florida.
—¿Te gusta aquí? —pregunta.
Me encojo de hombros. —Un lugar es tan bueno como otro.
—¿Por qué no estás casada? —pregunta.
Miro hacia arriba.
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—¿Qué te hace pensar que no lo estoy?
Él sonríe, pero totalmente no encuentra sus ojos.
—Debido a que cualquier hombre en su sano juicio no te dejaría fuera de su vista.
Tiró mi cabeza hacia arriba. Él se levanta y comienza a pasear de nuevo, como si no
acabara de decir algo profundo.
—No sé de lo que estás hablando —murmuro.
Él ahueca su mano alrededor de la oreja y se inclina hacia mí. Él sonríe. —¿Qué fue
eso? —pregunta.
—No importa. —Mi mirada cae a sus labios. Lame el labio superior completo, y
tengo que esforzarme para mirar hacia otro lado.
—¿Ocurre algo? —pregunta. Sus ojos caen a mi boca y camina más cerca de mí.
¿Está pensando en besarme?
Miro el reloj. Me encojo de hombros fuera de mi suéter, porque de repente hace
calor aquí.
—No —digo.
Miro a las partes de su reloj, que se encuentran dispersas por toda mi mesa. La
puerta del piso de arriba se abre y Pete baja. A mitad de camino, se ralentiza, y ve
de mí a Daniel y de vuelta.
—¿Qué me he perdido? —Sonríe.
—Cállate —me quejo.
—Oh —suspira. Asiente con la cabeza y golpea mi hombro mientras camina
pasándome. Le gruño y se ríe.
—¿Cómo está Nan? —pregunto—. ¿Todavía molesta?
—Sólo lo que tú trabajaste encima —dice. Riza mi pelo con su gran pata de oso—.
No seas tan dura contigo misma —dice en voz baja—. Podría haberle pasado a
cualquiera.
Asiento, mordiéndome el labio inferior para no sollozar. Nan ha ido cuesta abajo
tan rápido. Sigue teniendo estos mini—infartos cerebrovasculares que la hacen
cada vez más débil. No hay mucho más que podamos hacer por ella, excepto
esperar y asegurarnos de que está cómoda.
—Estaba hablando de un viejo reloj —dice Pete. Coge una bolsa de patatas fritas
que yo estaba comiendo antes y se sirve a sí mismo.
Sonrío. El abuelo le compró un pequeño reloj divertido hecho en Alemania cuando
se casaron. Pero lo vendieron cuando los tiempos eran flojos, hace unos treinta
años. El abuelo ha estado recorriendo el internet para encontrar otro.
—Él nunca encontrará otro reloj como ese, no uno que se lo pueda permitir. Hacen
mierda trucha, pero él no quiere una basura. Quiere la cosa real para ella. O nada.
—¿Qué tipo de reloj? —pregunta Daniel.
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—Era un reloj alemán, hecho con un diseño Bosque Negro, y cuando la hora
sonaba, bailarines salían del reloj y se deslizaban hacia atrás y adelante a lo largo
de la parte delantera. —Me encojo de hombros—. Eso es todo lo que recuerdo al
respecto.
—¿Es raro? —pregunta Pete.
Asiento con la cabeza.
—Y demasiado caro para que el abuelo compre otro. —Compraría uno hoy, si
pudiera encontrar uno y tuviera suficiente dinero—. Nan solía inventar historias de
amor sobre lo que la gente hacía cuando entraban en la casa. —Levanto mis cejas
hacia los hombres—. Al parecer, había un montón de besos que continuaron dentro
de esa casa Bosque Negro.
Nan y el abuelo siempre han tenido este tipo loco de pasión y a veces me pregunto
si alguna vez tendré eso otra vez. Tal vez estoy esperando un amor como el de ellos.
No sé. No necesito elaborar, porque Pete ya está sonriendo.
—Henry era un perro cachondo —canta en broma.
Niego, pero en secreto no quiero regañarlo.
—Ella comenzó a mencionarlo de nuevo hace algunas semanas. Sé que él quiere
darle uno, pero simplemente no va a suceder.
El teléfono de Pete trina de su bolsillo, sonríe y escribe algo realmente rápido. Mira
arriba.
—Reagan me va a encerrar fuera si no llego a casa pronto.
Me río. —Será mejor que te apures.
—Ella me ama —dice. Y consigue esa mirada feliz en sus ojos. Pete está asentado y
feliz, y yo no podría estar más feliz por él. Me mira—. ¿De cuánto estamos hablando
con este reloj? —pregunta.
—Como más que un coche —digo—. Incluso para uno roto.
Hace una mueca.
—Sí, lo sé. Pensé en comprar uno también.
Daniel saca la mano.
—Gracias por la ayuda para encontrar la tienda —dice a Pete.
—Hey, ¿quieres venir mañana por la noche? Podrías ir a los fuegos artificiales con
nosotros.
Daniel niega con la cabeza.
—Tengo un lugar para estar a la medianoche —dice—. Pero gracias.
Pete le da una palmada en el hombro, y luego me abraza demasiado apretado y se
va. Puedo oírlo silbando a medida que avanza por la acera.
Golpeo la espalda del reloj de Daniel y levanto la vista hacia él.
—Todavía no funciona.
Su boca se aplana en una línea recta.
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—Tenía la esperanza de que alguien pudiera solucionarlo antes de que sea
demasiado tarde.
—¿Demasiado tarde para qué? —pregunto.
—Para mí —dice.
—Nunca es demasiado tarde para ti, tonto —le digo.
17
Daniel
U
na semilla de esperanza florece en mi pecho. No había sentido esperanza en un
realmente largo tiempo. Froto ausentemente el dolor, porque mi latido se
acelera. He estado muerto por dentro desde hace mucho tiempo, siempre
desde que me desperté en el hospital sin mi pierna, sin mis amigos, y sin un
futuro. Pero de repente, siento como que voy a desmayarme.
—¿Estás bien? —pregunta Faith. Se levanta y viene hacia mí, y estira una tentativa
mano para tocar el lado de mi cara. Mira a mis ojos, y quiero caer en ella y decirle
todos mis problemas.
—Estoy bien —murmuro, pero no lo estoy. En absoluto—. Tengo PTSD2 —digo—.
En verdad mal PTSD.
—¿Desde el accidente? —pregunta. Su voz suave, y presiono mi cara en la palma de
su mano. La acaricio con la nariz como un gatito, y ella sonríe y me deja.
—De las patrullas. De matar gente. De ver gente morir. De en lo que mi vida se
convirtió.
Ella se mueve hacia un sofá al otro lado de la habitación, y me siento al borde. Se
sienta en el otro, levantando sus piernas así que sus pies están en el medio, y tira de
una manta en el respaldo para cubrirse. Ella la lanza sobre mi regazo también. Mi
pecho duele otra vez, y froto en el dolor.
—¿Qué te duele? —pregunta.
—Todo —digo en voz alta. Nunca hablo de esa mierda. Nunca. Pero ella me está
haciendo preguntas, y no es mi comandante al mando o esa jodida psiquiatra que
quiere medicarme hasta que no sienta nada. Hasta que olvide las cosas que he
visto. Pero no quiero olvidarlas. Necesito recordar, porque si no recuerdo sus vidas,
¿quién lo hará?—. El tiempo se detuvo para mí ese día —digo. Dejo caer mi cabeza
en mis manos y me concentro en respirar.
—¿Necesitas una bolsa de papel para respirar? —pregunta.
Me río.
—Quizás un minuto.
—Háblame de ese día —dice.
Niego con la cabeza.
—No puedo hablar de eso.
—¿Por qué no? —susurra.
2
PTSD: (Post Traumatic Stress Disorder), Desorden de Estrés Post Traumático en español.
18
—Porque duele volver ahí —admito. Prefiero quedarme insensible.
—¿Todos murieron? —pregunta suavemente.
Asiento.
—¿Cuántos eran? —Ajusta la manta así que me toca más a mí, siento sus pies
deslizarse debajo de mi muslo. Sonrío. Me gusta eso. Me gusta más de lo que
debería.
—Eran diez de nosotros —digo.
—¿Cuáles eran sus nombres?
Mi pecho duele como una perra ahora, y mi garganta duele porque tengo un nudo
en ella que no puedo tragar. Cuando miro hacia ella, sus ojos son más brillantes con
lágrimas no derramadas. Joder. La puse triste.
—Lo siento —digo—. No debería cargarte con eso.
—Cárgame —dice, riendo ligeramente. Es un ruido de campanillas, agradable como
campanadas de viento en un día ventoso en el porche de mi abuela—. No es como
que tengo algún lugar más donde estar.
Vuelvo a pensar. Todavía puedo ver sus caras. Puedo ver como lucían antes y
después de la explosión. Y eso es lo que me persigue.
—Estaba Jimmy. Él tenía diecinueve y le gustaba jugar al póker. Ese chico me molía
cada vez que jugábamos.
Ella recuesta el lado de su cara en el respaldo del sofá y se aprieta en los cojines.
Bosteza.
—¿Quién más? —pregunta.
—Ron, Bobby, David, John y Bubbah. Todos eran de Tennessee y se conocieron en
Básico.
—¿Bubbah? —bufa.
—Él tenía cabello rojo llameante y su nombre real era Seamus O’Malley.
—Bubbah suena mucho mejor. —Sonríe, y mi pecho duele algo más.
—Alex era un dolor en el trasero. Él robaría mis sandalias y las escondería. No
quería usarlas. Sólo quería que yo no fuera capaz de usarlas, tampoco. —Extrañaba
sus bromas—. Jeff era mi hermano de otra madre. Lo conocía por más tiempo.
—¿Y los otros dos? —pregunta, levantando dos dedos.
Asiento.
—Rex y Rick. Eran como gemelos. Iban juntos a todos lados.
Asiente, su mejilla frotándose en el sofá, y desearía que su cabeza estuviera en mi
pecho así podría sentirla. Quiero sentir su aliento en mí. Joder.
—Rick sobrevivió a la explosión conmigo —dejo salir.
Levanta su cabeza.
—Pensé que dijiste que todos murieron.
19
—Él estaba quemado, mucho como yo, pero me recogió cuando se dio cuenta de
que mi pierna había volado y me cargó sobre su hombro. —Mi estómago se está
revolviendo y creo que debería detenerme e ir a vomitar. Pero entonces ella se
desliza más cerca de mí, y pone su cabeza sobre mi hombro. Tiene que tirar de sus
pies de debajo de mi muslo cuando se desliza cerca, así que los levanto en mi
regazo, y luego la cubro con la manta. Ella se recuesta contra mí. Puedo sentir su
corazón latiendo a través del lado de su pecho, el cual está presionado contra mi
brazo.
—¿Qué pasó? —susurra.
Mi voz se quiebra, y lucho para continuar.
—Nos puso a salvo, pero justo mientras despejábamos la travesía, fue golpeado por
un fuego de francotiradores. Cayó, y traté de levantarlo y arrastrarlo conmigo, pero
los médicos corrieron, y me tiraron lejos. Él murió, me dijeron más tarde. —Me
salvó y luego jodidamente murió. Pudo haberme dejado tirado ahí. Pero no lo hizo.
Siento humedad en mis mejillas y jodidamente lo odio. Faith no levanta la mirada
hacia mí. Sólo se queda ahí y siento sus lágrimas contra mi hombro.
—Joder, no quería hacerte llorar —digo. Levanto su cara a la mía y ella mira en mis
ojos.
—¿Qué te hace seguir adelante? —pregunta. Su boca está tan cerca de la mía que
puedo oler las papas fritas que estaba comiendo antes. Lamo mis labios. Quiero
besarla. Pero no puedo empezar nada. Mis días están contados después de todo.
—No sé qué me mantiene siguiendo —admito—. Algunos días son realmente duros.
—¿Cuánto te tomó aprender a usar esa pierna? —pregunta. Su mano toca mi muslo,
y aprieto el músculo.
—Un largo tiempo.
Ella limpia su cara en mi manga y lanza un suspiro. Sé que vio mis mejillas
húmedas, y no me importa. No sé por qué no lo hace. Debería. Porque los hombres
no lloran, ¿cierto?
—Los hombres lloran —susurra.
Mierda. ¿Dije eso en voz alta?
—Si tú lo dices —digo frívolamente. Limpio mi cara.
—¿Alguna vez te preguntaste por qué sobreviviste? —pregunta.
—Cada puto día —gruño. No valía la pena. No era lo suficientemente bueno.
Debería haber sido alguien más. No tenía una madre o una esposa o incluso una
novia en casa. Estaba solo, excepto por ellos.
—¿Crees en la fe? —pregunta.
Miro hacia abajo a ella.
—¿Te refieres como a Dios?
Ella niega.
20
—La fe en el conocimiento de que hay algo más grande que tú. —Levanta un dedo
para detenerme cuando dejo salir un suspiro. No creo en la fe o Dios o
predestinación o cualquiera de esa mierda. No más—. No quiero decir fe de que hay
alguna entidad que está a cargo de tu vida. Quiero decir que estás intrínsecamente
conectado a otra persona. Que nunca estás solo, incluso en tus días más solitarios.
—No te sigo.
—Imagínalo como hilos invisibles. Ellos te conectan a las personas. Justo como
estabas conectado a tus padres, hasta que no los tuviste más. Luego, cuando te
desconectaste de ellos, todavía estabas conectado a otros, como los hombres de tu
equipo. Tus hilos no se rompen cuando pierdes a alguien. Estás conectado a esa
persona y a su recuerdo por siempre. Pero tus cuerdas se multiplican. Las agregas,
y las nuevas conexiones se vuelven parte de ti.
Está en silencio por un segundo, y no sé qué decir porque puedo ver la imagen que
está pintando en mi cabeza, y es jodidamente hermosa. Pero no es real. Mis cuerdas
fueron cortadas, y no pueden conectar con nadie. No más. Estoy tan jodidamente
cansado de estar solo.
—Lo siento, Faith, pero creo que eso es mierda.
Ella se sienta y toma mi cara en sus manos.
—No es mierda —dice—. Así que cierra tu jodida boca y conéctate conmigo,
maldición.
Niego y tiro de sus manos de mi cara.
—No quiero ningunas conexiones.
—Sí, si quieres. Todos anhelan conexiones. ¿Por qué crees que la gente tiene sexo?
¿Las trasnochadas? Porque es una conexión —bufa, y mi Dios, es el ruido más
bonito que he escuchado nunca—. No es que quiera tener sexo contigo o algo —
aclara, pero está sonriendo.
—Quieres tener sexo conmigo —bromeo, porque bromear es más fácil que forzarme
a sentir algo real.
—No quiero nada contigo al menos que seas capaz de hacer una conexión. —Se
sienta y lanza la manta al lado—. No estás roto, Daniel. Sólo estás sanando. Una vez
que sanes, tus cuerdas automáticamente buscarán por conexiones otra vez. —Se
para y pone sus manos en sus caderas—. Anhelamos conexiones, y cuando te rindes
en esas conexiones, puedes también estar muerto.
Estoy muerto por dentro.
—Estás tan jodidamente triste que quiero agarrarte y forzaste a volver a la vida,
pero eres el único que puede hacer eso, Daniel. —Se levanta y da un paso lejos de
mí.
—¿A dónde vas? —pregunto. Quiero atrapar su mano, enlazar mis dedos con los
suyos, y tirarla a mi regazo así puedo sostenerla. Quiero respirarla. Quiero… no
puedo. Sólo no puedo.
—A trabajar en tu reloj —dice en un pesado suspiro. Empujo para levantarme, pero
ella empuja mi hombro—. Quédate —dice—. Tomo un descanso. —Me cubre con la
21
manta, metiéndola alrededor de mí, teniendo más cuidado del que nadie ha tenido
conmigo en un buen tiempo.
—Sólo te necesito para arreglar mi reloj, Faith —digo.
Ella muerde sus labios juntos.
—Eso no es todo lo que necesitas, Daniel —dice suavemente. Presiona sus labios en
mi frente, su aliento persiste ahí, y siento un jodido sollozo construirse dentro de
mí. La empujo lejos antes de que pueda salir.
—Eso es suficiente —gruño.
—Lo sé —dice—. Gracias por decirme tu historia —dice en voz baja—. Siento mucho
que sobrevivieras.
Sé lo que quiere decir.
—Yo también —digo.
22
Faith
L
o observo desde donde estoy sentada al otro lado de la habitación, y está
atormentado por sus propios pensamientos y reacciones. Quiero consolarlo,
pero no creo que haya nada que pueda hacer por él ahora mismo. Él se
acomoda en el sofá, y se ve tan conflictivo que quiero arrastrarme en su regazo y
confortarlo. Pero no puedo. No lo aceptaría aunque lo intentara.
Creo en la fe. Creo en el amor. Creo que hay algo más grande que yo, y esa creencia
guía mis conexiones con los demás. Fortalece las cadenas que nos mantienen
unidos. Creo en la gentileza, la bondad y la luz. Puedo ver que Daniel no ha dejado
entrar la luz durante mucho tiempo. Donde no hay luz, los sentimientos no pueden
crecer.
No puedo ser la luz que brilla sobre él a menos que esté dispuesto a abrirse y
dejarme entrar. No tengo que ser yo lo que deje entrar, pero espero que sea alguien.
Ahora está dormido en el sofá. Finalmente se quedó dormido a las dos de la
mañana. Tiro de la manta debajo de su barbilla como si fuera un bebé, y se
estremece. Trato de no despertarlo, pero parece que sus sueños son desagradables.
Me temo que si lo sacudo de ellos va a asustarse. Por lo tanto, cepillo una mano
rápida a través de su pelo rapado y lo dejo.
Necesito conseguir una ducha y vestirme. Todavía estoy en mi pijama. Camino
arriba y meto mi cabeza en la habitación de Nan. El abuelo se ha arrastrado en su
cama de hospital con ella, y ella se acurrucó con él en cucharita. Terminan de esta
forma casi todas las noches. Los veo por un momento y me pregunto cómo será
cuando ella se haya ido. ¿Cómo de mal se apenará él? ¿Cuánto la echará de menos?
¿Va a cerrarse como Daniel ha hecho? ¿O va a buscar la comodidad de otras
conexiones?
Tomo una ducha y me visto cálidamente en una sudadera y vaqueros, me puse los
calcetines más gruesos y mis botas. Todavía hay nieve en el suelo y puede hacer frío
en el sótano. Pero quiero terminar el reloj de Daniel. Vierto dos tazas de café por si
acaso está despierto. Si no lo está, sólo voy a beber las dos.
Abro la puerta del sótano y puedo oírlo roncar suavemente desde la parte inferior
de las escaleras. Ha levantado sus pies sobre el sofá y las mantas están tiradas hasta
su pecho. Bueno, un pie. El otro, ha sido removido y está tirado en el suelo junto a
él. Al parecer, se puso cómodo cuando vio que no estaba.
Trabajo en su reloj hasta que sale el sol, y bebo ambas tazas de café. No puedo
conseguir que el maldito reloj funcione, y no importa cuántas veces lo desarme, no
va a funcionar por sus propios medios. No sé qué más puedo hacer. Abuelo baja las
escaleras y me mira. Su frente se levanta. Está llevando un tarro lleno de café. Yo
23
todavía no he dormido desde la noche anterior, pero dormí algo el día de ayer,
cuando Nan estaba durmiendo. Ella tiene estos ciclos de sueño loco.
—¿Sigues trabajando en esa cosa? —pregunta en voz baja mientras se acerca a mí.
Pongo mis manos en señal de rendición.
—Lo he desarmado y vuelto a ponerlo junto más veces de las que puedo contar —
explico—. No puedo pensar en ninguna razón por qué no va a funcionar. —Le hago
señas para que se acerque. Sirve una taza de café recién hecho para mí.
El abuelo levanta las gafas sobre la nariz y baja la vista hacia el reloj.
—Algo se ha roto, pero no estoy seguro de que es algo que vas a ser capaz de
solucionar, Faithy —dice. Me gusta cuando añade una tonta “y” a mi nombre—. A
veces, estas cosas están fuera de nuestro control.
—No ha funcionado desde la explosión —explico—. En la que perdió la pierna y su
equipo.
El abuelo mira hacia él.
—Ni siquiera me di cuenta de su pierna anoche —dice. Sopla un suspiro. Me mira a
los ojos—. ¿Quieres arreglarlo a él o al reloj? —pregunta.
—Oh, para —me quejo—. Es sólo un reloj. Simplemente no puedo entender lo que
está mal con él.
—A veces sólo se dan por vencidos, Faith. —Empieza a jugar con el reloj—. Te
acuerdas de cómo era eso, ¿no es así? —Me mira a los ojos y luego regresa al reloj—.
Diría que éste renunció hace un tiempo. —Siento como que el abuelo está hablando
sobre algo más que el reloj roto. Está hablando del hombre. Y me temo que tiene
razón—. ¿Qué le queda para vivir? —me pregunta tranquilamente. Sus palabras no
son más que un suspiro en el espacio tranquilo.
—¿Lo puedes arreglar? —pregunto—. Él está solo —digo. Miro hacia él. Él está
emotivo.
—Nunca estás solo, Faithy. Sabes esto. —Me mira con una mirada elocuente.
—Lo sé. Pero a veces se puede sentir como si lo estuvieras.
Me mira encima de la montura de las gafas.
—No estás hablando de ti misma, ¿verdad? Porque voy a tener que llevarte a la
leñera si lo estás.
Pongo los ojos.
—No tienes una leñera, abuelo.
—Entiendes la idea —gruñe.
—Estaba hablando de él —admito—. Pero dice que va a unirse con su equipo
mañana. Eso es bueno, ¿verdad?
Abuelo asiente. Por el rabillo de mi ojo, veo a Daniel sentarse. Se frota una mano
por el cabello y se frota los ojos con las palmas de sus manos. Tira de la pernera del
pantalón y se pone su prótesis de vuelta. De pie con cautela, acomoda su peso sobre
ambas extremidades. Él se acerca a nosotros.
24
—Buenos días —dice el abuelo. Pero su atención está en el reloj.
—Buenos días —responde Daniel. Me mira y sonríe tímidamente. Es realmente
bastante entrañable, y mi corazón hace este golpeteo en mi pecho que me asusta un
poco.
—¿Café? —pregunto.
Asiente y luce agradecido, así que uso la taza que bajé por él antes y la lleno.
—Negro, ¿está bien? —pregunto.
Él sonríe.
—Perfecto. —Toma un sorbo y asiente con la cabeza a su reloj—. ¿Conseguiste que
funcione?
Me muerdo los labios y niego con la cabeza.
—Lo siento. Lo desarmé varias veces, y no puedo encontrar ninguna razón por qué
no está funcionando.
—Siempre supuse que la explosión aflojó las cosas en su interior.
Niego con la cabeza de nuevo.
—Todo está bien en el interior. Es el sonido.
25
Daniel
M
i reloj está exactamente como yo. Muerto en el interior. Y no va a empezar
una copia de seguridad más que yo.
Henry pone la parte trasera del reloj y me lo pasa.
—Lo siento mucho, joven —dice—. Esperaba que pudiéramos ayudar.
Lo tomo de él y lo pongo de regreso en mi brazo.
—Gracias por intentarlo —digo. Estrecho su mano y agarra la mía apretadamente.
Alcanzo en mi bolsillo trasero y saco mi billetera—. ¿Cuánto le debo?
Henry niega.
—Nada. No pudimos arreglarlo. No pagas. —Asiente hacia mí y va de regreso
arriba. Se da la vuelta al último minuto y dice—: Feliz Año Nuevo, hijo.
—Gracias, señor —digo de regreso. La puerta se cierra detrás de él.
Faith lanza un suspiro.
—Se ve tan cansado —dice Faith—. Pero sigue adelante. Él nunca se rinde. —Lanza
un fuerte suspiro.
—¿Dormiste? —pregunto.
Ella niega.
—Todavía no.
Su cabello está colgando en sus hombros, ahora. Antes, estaba en un desordenado,
hermoso moño en la cima de su cabeza. Estaba usando vaqueros y una sudadera, y
lucía cómoda. Tiré un pulgar hacia el sofá.
—Espero que esté bien que dormí en el sofá. Me desperté y te habías ido.
Ella sonríe.
—Sólo fui a revisar a Nan y tomar un baño. —Apunta a mi brazo y mira mi reloj,
mordiendo su labio inferior entre sus dientes—. Siento que no pude arreglarlo. Sé
que es importante para ti.
Me encojo de hombros.
—No es importante. —O al menos no lo será después de medianoche—. Era una de
muchas cosas en una lista que tenía que terminar hoy.
Ella estrecha sus ojos en mí.
—¿Qué más está en tu lista?
—Sólo algunas cosas estúpidas —murmuro, más para mí mismo que para ella.
26
—¿Algo como…? —Deja la pregunta colgando en el aire entre nosotros.
Calor se arrastra por mis mejillas. No sé por qué mi lista me avergüenza.
—Quería conseguir un tatuaje. Así que conseguí uno anoche.
—Oh —dice, brillando visiblemente—. ¿Puedo ver?
Mi cara se calienta incluso más. Levanto mi manga sin embargo, y la dejo mirarlo.
En vez de alcanzar el tatuaje, sus dedos tentativamente se deslizan hacia abajo por
las quemaduras de mi antebrazo, justo debajo de él.
—¿Esto pasó en Afganistán? —pregunta. Su mano tiembla contra mi piel, y quiero
tirarla hacia mí. Pero no tengo nada que ofrecerle. Nada en absoluto.
Asiento. Levanto mi manga un poco más, esperando que ella dejará de dibujar ese
pequeño círculo en mi antebrazo. Sin embargo secretamente espero que no se
detenga. De hecho, quiero que abra su mano y la presione en mi piel. Quiero
mantenerla ahí. Lanzo un suspiro, y ella está tan cerca que sus vellos se levantan.
—Linda tinta —dice. Asiento y bajo mi manga. Ella sonríe—. ¿Quieres ver el mío?
Tira de la manga de su sudadera y gira su muñeca hacia arriba. Tiene un pequeño
círculo del infinito en su muñeca interior. Es delicado y de chica y le queda.
—Infinito amor y gratitud —dice. Dibujando la G escondida en el medio del tatuaje
con la punta de su dedo así puedo verla. El final del símbolo del infinito está
terminado como un corazón.
—Infinito amor y gratitud —repito. Esta mujer me hace un nudo en la garganta
cada jodida vez—. ¿De qué sientes gratitud? —Miro a sus ojos verdes.
Lanza un suspiro.
—Una mejor pregunta sería de qué no estoy agradecida hoy. —Ella empieza a
limpiar su área de trabajo—. Estoy agradecida de que me desperté hoy. —Sonríe—.
Bueno, ayer.
—¿Qué más? —pregunto. Golpeo mi cadera en el borde de la mesa.
Ella se da la vuelta y levanta su cabello de su nuca.
—Tengo otro aquí —dice. Me sonríe sobre su hombro.
—¿Otro tatuaje? —pregunto. Quería saber de qué más estaba agradecida.
Ella asiente, y camino más cerca. Cepillo los mechones de su cabello de su nuca.
Ella se estremece ligeramente, pero todavía está sonriendo.
—Una mariposa —digo—. Es original.
—Tenía dieciocho —se queja. Pero está sonriendo, así que sé que no está enojada.
—¿Una cosa de rebelión? —pregunto.
Asiente, y su cara se ruboriza.
—Me metí en muchos problemas —dice. Luego lanza un juguetón suspiro—. Pensé
que mi papá iba a matarme.
—¿Tienes alguno más? —pregunto.
27
Su cara se ruboriza. Lo tiene.
—¿Dónde? —pregunto.
—Otros lugares —murmura. De repente está realmente interesada en limpiar su
espacio de trabajo.
—¿Cómo dónde? —bromeo. Mi corazón se siente más ligero ahora de lo que lo ha
hecho en un largo tiempo. No estoy seguro de que me guste.
—Si debes saber, tengo uno en mi trasero.
Ella se gira lejos de mí, y todo lo que puedo hacer es mirar su trasero. Llena sus
vaqueros agradablemente, pero estoy muriendo por ver ese tatuaje.
—¿Puedo ver ese? —pregunto. Una sonrisa tirando de mis labios. Es un sentimiento
extraño que no sé qué hacer con él. Cae de mis labios.
Ella bufa.
—¿Consigues muchas chicas fuera de sus pantalones con esa línea? —pregunta.
Sirve otra taza de café para mí cuando me ve levantar mi taza para beber la última
gota.
—Gracias —digo. Miro en sus ojos verdes—. No ha habido chicas en un largo
tiempo —digo. Me muevo hacia mi pierna—. Me tomó un tiempo aprender a usar
esta cosa.
—¿Ya aprendiste a usarla? —pregunta. Me sonríe sobre el borde de su taza.
Asiento.
—Tanto como voy a conseguir. —Dejo mi mirada vagar arriba y abajo por su
cuerpo, y ella me mira y cruza sus brazos bajo sus pechos—. Lo siento —murmuro—
. No puedo evitarlo si eres jodidamente hermosa.
Ella sonríe y se ruboriza y eso la hace incluso más bonita. Estoy condenado.
Jodidamente condenado.
—Supongo que debería dejarte volver al trabajo —dice—. O a la cama. O a lo que sea
que haces durante el día. —Miro hacia la puerta—. ¿Sabes a qué hora los
vendedores ambulantes empiezan a vender castañas calientes y chocolate caliente?
Sus cejas se levantan.
—¿Comes castañas y chocolate caliente para el desayuno?
—Está en mi lista. —La saco de mi bolsillo y la miro. Mi lista de deseos es bastante
tonta ahora que lo pienso. Debería probablemente sólo ir al hotel y dormir.
Ella se inclina y mira mi lista.
—¿Qué hay en ella? —Sus ojos se abren amplios y dice—. ¿Una obra de Broadway?
¿En la Víspera de Año Nuevo?
Asiento.
—¿Puedo ir? —susurra. Agarra mi brazo y mira en mis ojos—. ¿Me llevas contigo?
28
Faith
N
o puedo creer que le pregunté eso. Quiero morder las palabras de nuevo, pero
ya están ahí fuera. La expresión de su cara es dolorosa en su intensidad. Él
levanta una ceja, tratando de actuar como si no lo he asustado, pero creo que lo
hice.
—¿Quieres ir a ver una obra de Broadway? ¿Conmigo?
Asiento, mordiéndome el labio inferior entre los dientes. Su mirada se arrastra a
través de mi boca, demorándose allí, y aprieta los labios.
—Siempre he querido ir. —Me encojo de hombros. Estoy avergonzada.
—Mi madre me llevaba cada año. Caminaríamos alrededor de la ciudad y
comeríamos castañas calientes, beberíamos chocolate, y haríamos todas las cosas
en mi lista en la víspera de Año Nuevo. —Se encoge de hombros, de repente
luciendo incómodo—. Ni siquiera sé lo que actuaran esta noche.
—La Cenicienta —suspiro—. De Rodgers y Hammerstein3. —A veces me siento
como la Cenicienta. Cuido de todos los demás, pero nadie me cuida. Ya no más. El
abuelo está ocupado con Nan y Nan está demasiado enferma para hacer mucho
más que existir. Mis padres piensan que soy invencible, pero necesito cosas
también. Solo no quiero que nadie lo sepa. Agito una mano en el aire—. ¿Sabes
qué? —digo—. No importa. Fue un impulso tonto.
—¿Necesitas ir y conseguir tu cartera? —dice. Sonríe, sin embargo, y tiene color en
sus mejillas por primera vez desde que lo conocí.
Tanteo mis bolsillos. Tengo mi tarjeta de crédito y mi identificación. Eso es todo lo
que siempre llevo. Pero necesitaría algo para llevar al teatro.
—¿Hablas en serio? —pregunto—. ¿Quieres que vaya contigo?
Se encoge de hombros. Pero sigue sonriendo. Parece más joven cuando sonríe. Y es
tan guapo que me quita el aliento.
—¿Tengo que pedir permiso a tu abuelo? —susurra juguetonamente.
Asiento. Probablemente sí. Se sienta de nuevo, mirando hacia abajo su nariz en mí
como si estuviera sorprendido.
—Lo hago, ¿no es así? —pregunta.
Asiento de nuevo.
3
La Cenicienta de Rodgers y Hammerstein es un musical escrito para televisión, con música de
Richard Rodgers y libreto y letras de Oscar Hammerstein II. Está basado en el cuento de hadas de
Cenicienta, particularmente la versión francesa de Cendrillon, ou la Petite de Vair, de Charles
Perrault.
29
—Es lo más caballeroso que hacer —digo en broma.
—Maldita sea, que vas a hacerme trabajar para ello —murmura. Pero sigue
sonriendo.
Sí, estoy haciendo que trabaje para ello. Porque tiene que trabajar por algo que
quiere.
—¿Puedes venir arriba mientras traigo algunas cosas juntas? —pregunto. Miro su
rostro. Todavía no estoy segura de si quiere que vaya o si me está complaciendo.
Asiente y sonríe, sacudiendo la cabeza. Pero comienza a subir las escaleras. Cuando
llega a la cima, se detiene.
—¿Debo llamar? —pregunta.
Llego por él para girar el pestillo, y zigzaguea un poco inestable en las escaleras.
Oh, mierda. Sólo lo hice caminar por las escaleras en la pierna prostética. Soy una
idiota. Inhala mientras alcanza por el pasamano detrás de mí. Cierra los ojos y un
poco de hum vibra de sus labios. Levanto la vista hacia él. ¿Me está oliendo? Me
congelo, y sólo veo su rostro. Luce pacífico. Mi corazón empieza a agitarse
rápidamente cuando abre sus ojos marrones y mira fijamente a los míos.
—Acabas de olerme —susurro.
—Sí —dice. Sonríe. Parece más juvenil de lo que ha sido desde que entró en la
tienda y mi corazón tropieza. Su voz es suave cuando contesta—. Hueles muy bien.
—¿Bien? —resoplo—. Justo lo que toda chica quiere oír.
Él sonríe.
—¿Qué? —pregunta—. Bien es bueno.
—Los bebés huelen bien. —Arrugo mi cara—. Los baños públicos huelen bien.
Se ríe.
—Creo que tu definición de bien es muy diferente a la mía. —Frota una mano por su
cara, como si estuviera limpiando una sonrisa.
Meto un dedo en su pecho.
—¿Qué es tan divertido? —pregunto.
—Los bebés apestan. Y también lo hacen los baños públicos. —Se inclina hacia
adelante, y siento su aliento, caliente y húmedo contra el costado de mi cuello.
Viento mueve por mi oído, y él inhala profundamente. Su voz es áspera cuando dice
cerca—. Tienes razón. No hueles bien en absoluto. Hueles jodidamente caliente. —
Su nariz cepilla el lado de mi cuello con pequeños barridos suaves y la piel de
gallina estalla en mis brazos.
—¿Caliente? —suspiro. Bueno, en cierto modo respiro. Es más como que sólo me
ahogo. Al igual que un niño que empeña un bocado de un perro caliente que se
atora en la garganta.
Niega con la cabeza.
—No. Dije jodidamente caliente. —Se inclina cerca de mí de nuevo y cierra los ojos,
inhalando profundamente.
30
—Es antitranspirante y café —digo. Toso en mi puño cerrado, porque mi garganta
está apretada.
Niega. –
—Eres tú. —Me mira a los ojos.
De repente, la puerta de la planta de arriba se abre, y casi me caigo en la habitación.
Pero el abuelo me alcanza y me estabiliza.
—¿Ustedes van a hacerlo en las escaleras, o entran a la casa? —pregunta. Golpea el
pie. Puedo decir que está molestado. Pero sigue siendo agradable. Por ahora. Mira
a Daniel—. Pensé que se despidió hace unos minutos.
—Lo intentó —chillo. El abuelo está jodiendo con él. Y disfrutándolo. No llega a
disfrutar de mucho en estos días—. Pero le rogué que me llevara con él.
El abuelo arquea sus cejas.
—¿Llevarte con él adónde? —ladra.
Agito la mano en el aire.
—De regreso a su habitación de hotel, así no tenemos que hacerlo en las escaleras.
—Paso caminando junto al abuelo y hacia mi habitación. Puedo oír a Daniel
farfullando y de repente estoy alegre de que estoy en mi cuarto donde no puede
verme, porque no puedo parar de reír. Entro en el baño y agarro unos cuantos
artículos, mi maquillaje, y luego repaso a través de mi armario en busca de un
vestido. Saco uno ajustado que es sólo jirones de tela en el bastidor y lo meto en mi
bolso. Zapatos son lo siguiente. Miro alrededor. Eso es todo lo que necesito.
Camino de vuelta a la cocina, donde creo que voy a encontrar al abuelo mirando a
Daniel. Pero no están allí. Oigo el estruendo de una risa calurosa desde la
habitación de Nan y meto mi cabeza por la puerta me congelo cuando veo a Nan
sentada. Ella está coqueteando como loca con Daniel, y él está coqueteando de
vuelta. Sus mejillas todas de color de rosa y el abuelo está sonriendo. Le gusta
cuando Nan está feliz. Nada lo hace más contento que la visión de su sonrisa.
Me mira por encima de la cabeza de Daniel y sonríe. A él le gusta. Me gusta
demasiado, pero no estoy segura de que quiere ser querido. Daniel se pone de pie.
—¿Estás lista para ir? —pregunta.
Asiento con la cabeza y toma la mano de Nan en la suya y la eleva a sus labios. Su
cara se pone rosa y ella hace un ruido de risitas. Él le dice lo maravilloso que fue
conocer a una mujer tan joven y hermosa. Me guiña un ojo. Y Nan lo come todo. De
repente siento lágrimas picando los ojos y las parpadeo furiosamente.
—Estaremos de vuelta tarde —digo.
—¿Cuán tarde? –Abuelo mete las manos en los bolsillos y se impulsa de ida y vuelta
sobre los talones.
Levanto la vista hacia Daniel.
—¿Cuán tarde? —pregunto.
—La tendré en casa antes de medianoche —dice. Y de repente parece demasiado
serio. Olvidé que en alguna parte tiene que estar a la medianoche.
31
—Asegúrate que lo haces —advierte el abuelo.
Daniel sonríe y se frota con un dedo a través del puente de la nariz.
Daniel me hace pasar por la puerta con una mano en el centro de mi espalda. Salgo
y camino lentamente por las escaleras. El sol es brillante y levanto una mano para
cubrir mis ojos.
—¿Dónde tienes que estar en medianoche? —pregunto.
—Sólo tengo algo que tengo que hacer —dice. Y de repente se ve triste. Lamento
haber preguntado.
—Está bien —digo—. ¿A dónde quieres ir primero? —pregunto.
—Probablemente deberíamos ir al hotel y ver si podemos incluso conseguir
entradas para el show.
—¿Quieres tener un poco de chocolate caliente, primero? —pregunto.
Sus ojos bien abiertos.
—¿A esta hora del día?
Sonrío. Él tiene una lista, y voy a ayudarle a lograr todo lo que contiene.
32
Daniel
S
us botas crujen en la nieve mientras camina al lado de la acera, dejando un
limpio camino para mí y mi pierna mala. Es dulce de ella, pero no necesario.
Agarro su codo y la tiro hacia mí. Casi me caigo en el proceso, pero vale la pena
cuando cae contra mí. Ella es cálida, suave y huele muy bien. La inhalo,
sabiendo que no conseguiré mucho tiempo con ella. Voy a disfrutar cada minuto
que tengo.
—¿Maltratas a todas tus citas? —pregunta, y no puedo morder mi sonrisa.
—Eso no fue un maltrato. —Golpeo la punta de su fría nariz con mi dedo—. Esa fue
una buena maniobra de coreografía táctica. Valedora de una medalla, si me
permites decirlo.
Su ceja izquierda se levanta.
—Sólo doy medallas por una cosa, soldado. Y desde que nos acabamos de conocer
hoy, estoy seriamente dudando que ganarás eso en esta cita.
Estrecho mis ojos. Hola pene. Que agradable de tu parte dar una visita. Trato de
sutilmente ajustar mi polla. Ella sonríe incluso más, sus mejillas sonrosadas
ruborizándose.
—¿En verdad acabas de decir eso? —pregunto. Pero estoy sonriendo tan amplio que
mi cara duele.
—¿Decir qué? —pregunta, luciendo toda inocente—. No sé de qué estás hablando.
—Su mirada cae a mi regazo. Ella mete los dedos en las presillas de mi cinturón y
me golpea hacia ella, hasta que estamos tocándonos por debajo del cinturón.
Sonrío, porque sé que puede sentir eso.
—Lo siento —susurro.
—¿Por qué? —susurra de regreso.
—Por ser un chico —digo.
Ella señala hacia abajo.
—Oh, esa es tu excusa. Y yo aquí pensando que soy irresistible.
Eso también. Levanto mi mano y acuno el perfil de su cara. Su piel es suave y
cálida. Mis manos están callosas y ásperas, y casi odio tocarla con esas manos.
Están cicatrizadas y ni cerca de lo suficientemente buenas. Respiro hondo para
fortificarme y justo cuando estoy a punto de bajar mi mano, ella cubre la palma de
mi mano con la suya. Gira su cabeza y coloca sus labios contra mi palma.
—Tú me haces querer despertar —digo. Cierro mis ojos tan pronto como las
palabras tocan el aire frío, porque no quise decirlas en voz alta.
33
—Entonces jodidamente despierta —responde juguetonamente. Está a pulgadas un
poco más cerca, hasta que su pecho toca el mío.
—No sé si pueda. El tiempo se detuvo para mí hace un largo tiempo. —Miro mi
reloj.
—Mira a tu alrededor —dice en voz baja. Hay una suave sonrisa en su cara, y sus
ojos no se alejan de mi cara mientras tomo en la ciudad. Está apenas empezando a
despertar. Las personas corriendo de un lugar a otro, y el tráfico se está
moviendo—. Él tiempo no se detuvo. Tú lo hiciste.
Nuestro aliento se mezcla en frente de nosotros. Mi jodido aliento está acercándose
más a ella que yo. Va a estar dentro de ella en su próxima inhalación. Y. Yo. Nunca.
Lo. Haré.
—¿Viniste hoy conmigo porque crees que puedes arreglarme? —pregunto.
Ella niega.
—Es porque me prometiste a Cenicienta —dice. Esta vez se ruboriza incluso más
duro que cuando le estaba hablando sexy—. Siempre he querido verla. —Se encoge
de hombros—. Está en mi lista de deseos.
¿Por qué alguien con mucho por vivir incluso necesita una lista de deseos?
—¿Qué más está en tu lista?
Niega otra vez.
—Un montón de cosas tontas. —Se gira y empieza a caminar a mi lado. Señala a un
vendedor ambulante que está empezando a establecerse—. Cómprame algo de
chocolate caliente —dice, golpeando mi hombro con el suyo. Ella es gentil, porque
creo que sabe que no tomaría mucho para derribarme. Pero me gusta la forma en
que juega alrededor conmigo. Nadie lo ha hecho en un largo tiempo.
—Todo lo que la dama quiera —digo.
Su cara se despeja.
—No lo digas al menos que lo quieras decir —advierte. Le paso su taza, y envuelve
sus manos alrededor de ella y lo inhala. Sonríe sobre el borde—. Gracias —dice en
voz baja.
La sigo a una banca cercana y se sienta. Se va a congelar el trasero en el metal, pero
no parece importarle. Sorbe su chocolate lentamente, saboreando cada gota. No
habla. Sólo se sienta en silencio.
—Mi mamá y yo hacíamos esto cada Víspera de Año Nuevo —digo.
Levanta la mirada hacia mí y se desliza más cerca, su muslo presionando contra el
mío. Su calor filtrándose a través de la pierna de mi pantalón. Pongo un brazo
detrás de ella en el respaldo de la banca.
—¿Tu madre murió, también? —pregunta.
Asiento. Luego gruño. No quería hacer lo último. Pero a ella no parece importarle.
—Cáncer —digo.
—¿Antes o después de que te heriste? —pregunta.
34
—Antes. —Bebo mi chocolate y finjo que estoy interesado en ello. Pero en todo lo
que estoy interesado es en besarla.
—¿Así que, tú y ella venían aquí cada año y recibían el Año Nuevo juntos? —Pone
su mano en mi muslo. Es reconfortante y tan… no.
Asiento.
—La extrañas. —No es una pregunta. Es una declaración.
—Como loco algunos días.
—¿Eran cercanos? —Su mano aprieta mi muslo. Es un toque delicado, pero más
poderoso que nada que he sentido en mucho tiempo.
—Mucho.
Bosteza, y se cubre la boca. De repente me siento terrible por mantenerla toda la
noche trabajando en mi reloj.
—¿Quieres que te lleve a casa así puedes dormir algo? Puedo recogerte esta noche a
tiempo para el espectáculo.
—La enfermera diurna de Nan llegará pronto, y luego es tiempo de “mantener a
Nan despierta”, así dormirá en la noche. Nunca lo hace, pero siguen tratando. No
hay sueño durante el día cuando eso pasa. —Niega, bostezando otra vez—. Y no
confío en ti por tu cuenta —dice.
Ella no podía posiblemente saber lo que tenía planeado. ¿Podía? Mi corazón
empezó a hacer un ruido sordo.
—¿Qué quieres decir?
Sonríe.
—Me temo que no vuelvas por mí. —Se despeja y mira a mis ojos—. Además, quiero
experimentar tu Víspera de Año Nuevo. —Levanta la mirada hacia mí, sus ojos
buscando los míos—. Al menos que no quieras.
La quiero. En verdad, en verdad lo hago.
—Son apenas las ocho de la mañana —digo—. Tenemos horas antes de que abra
Rocko’s y podamos empezar a trabajar la lista. ¿Qué quieres hacer hasta entonces?
—Estoy dispuesto a todo, pero me gustaría algo de orientación.
—¿Puedes llevarme a la cama? —pregunta. Bosteza otra vez.
—¿Cama? —croo.
Asiente y pone su cabeza en mi hombro.
—Podemos tomar una siesta. Puedo ser persuadida a acurrucarnos.
No puedo pensar en nada que disfrutaría más, así que tomo su mano y la tiro
levantándola de la banca.
—¿Siempre es así de fácil conseguirte en la cama? —pregunto. Estoy bromeando,
pero como que… no. Sé que no voy a tener sexo con esta mujer.
Su respiración se atasca. Y por primera vez en el día, no me mira a la cara.
—¿No pasa que tengas camas dobles, cierto?
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Niego.
—Una king —digo.
—Funcionará —dice, y enreda sus dedos con los míos y caminamos hacia mi hotel.
Nunca he sentido tanta esperanza. Al menos no en un buen tiempo.
—¿Vas a quedarte de tu lado? —pregunta.
Bufo.
—¿Parezco estúpido?
36
Faith
S
abes ese momento en una película cuando la chica entra en el sótano oscuro
para ver que ruido era y te sientas allí gritando a la televisión. ¡No, no vayas
allí! ¡Hay un asesino esperando para acuchillar tu garganta abajo en la
oscuridad! Sí, este es mi momento. Daniel abre la puerta a su cuarto de hotel y
se distancia así puedo precederlo. Agarro las solapas de su chaqueta en mis puños y
miro hacia él.
—No vas a hacerme daño, ¿verdad?
Su línea de la frente se dispara.
—Umm —dice.
—¿Alguna vez has matado a alguien? —pregunto rápidamente.
Asiente.
—Estaba en el ejército.
Niego con la cabeza frenéticamente.
—¿Fuera de la línea del deber? ¿Alguna vez haz decapitado a una extraña, estúpida
mujer que regresó a tu habitación contigo después de verte a través de una
habitación por un par de horas?
Se ríe. Es una carcajada profunda y suena tan bien en él.
—¿Crees que te lo diría si lo hice? —Me da vuelta, golpea mi trasero sonoramente y
dice—: En la guarida del pecado, dama. Estoy justo detrás de ti con mis esposas.
La puerta con un movimiento rápido se cerró detrás de nosotros y levanto una uña
a mis labios y la mordisqueo. Tal vez esta no era una idea tan inteligente. Daniel
mete la mano en el bolsillo y saca una navaja.
—¿Por qué tienes un cuchillo? —pregunto. Tomo dos pasos hacia atrás.
Se ríe y me mira a los ojos.
—Los hombres de verdad llevan navajas —dice—. Nunca sabes cuándo tendrás que
cortar algo. —Levanta mi brazo y pone el cuchillo en mi mano, cerrando mi puño
alrededor de él—. Así que puedes protegerte de cualquier cosa que te topes en la
oscuridad —susurra. Se pellizca la nariz—. Incluido yo.
—¿Tienes algún otro tipo de armas? —pregunto.
Él asiente.
—Tengo una pistola en la caja fuerte. —Esta vez, se ocupa en no mirarme.
—¿Bajo llave? —pregunto.
37
Asiente y sonríe.
—¿Por qué tienes un arma? —pregunto.
—Porque tengo el derecho a portar armas —dice encogiéndose de hombros. Apunta
mi mano—. Pero ahora tú tienes un cuchillo por lo que no tienes nada de qué
preocuparte.
—Excepto que me lo saques y lo uses en mí.
Toma el abrigo y lo cuelga en la parte posterior de una silla.
—Si quisiera hacer eso, ya lo habría hecho, tonta —dice. Estrecha sus ojos y
finalmente me mira—. ¿Por qué has venido aquí conmigo? —pregunta—. ¿En
verdad?
¿Debo decirle? ¿Debo decirle que vi la desesperación en sus ojos? ¿Debo decirle
que sé cómo se siente como si toda esperanza está perdida? ¿Debería decirle cómo
puedo percibirlo?
—Una vez me sentí tan perdida como tú —digo en voz baja.
—No estoy perdido —dice. Su voz es áspera y desgastada de repente—. Estoy justo
donde quiero estar.
—No quiero decir direccionalmente —replico.
—No estoy direccionalmente desafiado —dice. Sigue estando tenso, sin embargo, y
puedo notar que lo ofendí.
—Quería ayudarte con tu lista —digo. Me muerdo los labios para no decir más que
le podría ofender.
—¿Por qué? —pregunta. Empieza a hurgar en su maleta, sacando bóxers limpios y
una camiseta. Lanza un par de pantalones vaqueros por encima de su hombro.
Lanzo un suspiro. Esto se está poniendo cada vez peor.
—¿Porque puedo? —chillo.
Él se me acerca lentamente.
—La verdad, Faith —dice—. ¿Esperabas mostrarme la luz? ¿Para salvar mí pobre
alma?
—¿Honestamente? —pregunto. Me muerdo el labio inferior y mira mi boca de
cerca, y lame el suyo.
—No, miénteme —bromea. Pero está serio.
—Sólo quería hacerte sonreír —digo—. Eso es todo. —Mi voz se quiebra—. ¿Quieres
que me vaya?
Él levanta tres dedos.
—Tres cosas —dice. Me muestra un dedo—. Uno: No puedes intentar arreglarme,
¿está bien?
Asiento. Puedo tratar de arreglarlo sin que él sepa, ¿cierto?
Levanta dos dedos.
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—Dos: No voy a cortar ninguna parte vital de tu anatomía. —Sus ojos se deslizan
lentamente hacia arriba y abajo de mi cuerpo. —Me gustan todas tus partes
exactamente como están. Mientras que estás respirando. Sería gravemente una
parodia cambiar una sola cosa sobre ti.
—¿Cuál es el número tres? —chillo.
Levanta tres dedos.
—Tres —dice. Respira un profundo suspiro—. No voy a enamorarme de ti, no
importa qué. —Camina lentamente hacia mí. Ruedo la navaja en la mano y se ríe.
Sonríe, sin embargo—. Ahora, si estás bien con mi lista, te veré cuando salga de la
ducha. —Se inclina hacia delante y presiona sus labios en mi frente. Permanece allí,
tomando un respiro profundo.
—Me estás oliendo de nuevo —susurro.
Su pecho retumba.
—Lo sé —susurra de vuelta. Finalmente, levanta la cabeza y siento un lugar fresco
en mi piel donde su beso fue. Va al baño y cierra la puerta tras de sí. Me hundo en
el borde de la cama, porque no quiero ir a ningún otro lugar. A ningún otro lugar en
absoluto.
Me saco las botas, porque están mojadas y sucias. Realmente debería haber usado
medias que coincidan. Una de mis medias es de color rosa neón con manchas de
leopardo y la otra es camuflaje. Entonces saco mi sudadera por encima de mi
cabeza y la pongo junto a mí. No sé qué hacer conmigo misma.
Supongo que esto no es diferente a ir a casa con un extraño al azar, ¿verdad? Nop.
Al menos este extraño al azar conoció a mis abuelos y ellos saben que estoy con él,
así que no es como si estoy sola en el universo. Necesito salir o superarlo. Estoy
aquí ahora. No voy a ninguna parte. Bostezo en mi puño. Y sí quiero una siesta. Mis
párpados se ponen más y más pesados cada minuto.
La puerta del baño se abre y asoma la cabeza. Su cabello está mojado y pegado en
todas las direcciones. Me sonríe, y se ve sobre todo juvenil.
—¿Me puedes hacer un favor? —pregunta. Tiene suficiente de su pecho
sobresaliendo por lo que puedo ver que está usando una camiseta.
Miro a mi alrededor. ¿Se le olvidó algo?
—¿Qué? —pregunto.
—¿Puedes cerrar los ojos? —Hace una mueca.
—¿Por qué? —Bueno, eso fue una pregunta estúpida. Pero ahora está afuera.
Frunce el ceño.
—Sólo hazlo, ¿por favor?
Me tapo los ojos con mis manos y lo oigo saltar sobre la alfombra. Es un ruido
constante. ¿Se sacó su pierna y no quiere que lo vea? Mantengo mis ojos tapados
hasta que la cama cambia a mi lado y siento las cubiertas fruncirse a mi alrededor.
—Puedes abrirlos ahora —dice—. Es más bien feo saltar sobre la alfombra. —Se
apresura a explicar.
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Levanto una mano.
—Puedes ser tan poco elegante como necesitas. No afectará a lo mucho que me
gustas.
—Es sólo que... —Comienza—. Me saqué mi prótesis para mi ducha y es un tipo de
dolor ponerla de nuevo y soy algo bueno en saltar.
Está divagando. Creo que es lindo.
—Pero no lo suficientemente bueno como para que te vea saltar. —Sonrío.
—Definitivamente no.
—Tal vez en nuestra segunda cita —digo.
Él no encuentra mis ojos. Arroja las mantas hacia atrás en lo que supongo que es
mi lado.
—Vamos —dice—. Trae tu cuchillo. —Se ríe.
Me levanto y cierro las cortinas, dejando nada más que una grieta por lo que una
astilla de luz entra en la habitación. Lo veo poner sus manos detrás de la cabeza
mientras me mira.
—No puedes dormir en pantalones vaqueros —dice—. Vas a estar incómoda.
—¿Estás tratando de conseguirme desnuda? —pregunto.
—Sí —dice secamente—. ¿Funciona?
—No —respondo.
—Hay nuevos bóxers en mi bolso, si quieres usarlos.
Voy a su bolsa y reviso rápidamente alrededor hasta que encuentro un paquete sin
abrir de la ropa interior. Los llevo al cuarto de baño, me deslizo fuera de mis
pantalones vaqueros, y me los pongo. Me miro en el espejo y me pregunto:
—¿Qué estoy haciendo?
Voy a tomar una siesta, eso es lo que voy a hacer.
Camino de vuelta a la habitación y apaga la lámpara de la mesilla, y ahora está
finalmente oscuro. Me deslizo debajo de las sábanas y me acuesto sobre mi vientre
con mi cara girada hacia él.
—Me gustas en mis bóxers —susurra.
A mí también, pero no digo nada.
—¿Vas a dormir por allá? —pregunta en voz baja.
—Sip —digo.
—Prometiste acurrucarte conmigo —dice. Es poco más que un suspiro, pero puedo
escucharlo.
Espero una pausa.
—¿Lo hice?
Serpentea su mano alrededor de mi cintura y engancha el brazo a mí alrededor,
atrayéndome hacia adelante para que esté alineado detrás de mí como si fuéramos
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dos cucharas en un cajón. Al igual que Nan y el abuelo estaban envueltos el uno con
el otro antes. Puedo sentir sus muslos detrás de los míos y mi trasero está en su
regazo.
—O has puesto tu pistola en el bolsillo o estás feliz de verme —le digo cuando lo
siento presionado contra mi trasero.
—Shh —susurra. Sacude mi pelo suelto de su cara y siento un rápido beso en la
nuca de mi cuello—. Vete a dormir —dice—. Yo te protegeré de cualquier cosa que
pudiera hacerte daño.
Sonrío en mi almohada.
—Está bien. Hazme enamorarme de ti. No me importa.
Se tensa detrás de mí pero no responde. Sus dedos juegan alrededor del dobladillo
de mi camisa hasta que encuentra el borde de la misma, y luego desliza su mano
por debajo, presionando su mano contra mi piel. No me atrevo a respirar por temor
a que se moverá y se llevará lejos lo perfecto.
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Daniel
D
espierto con un caliente cuerpo acurrucado con el mío. Estoy sobre mi
espalda, y ella tiene su cabeza en el hueco de mi brazo. Mi brazo entero está
entumido, y flexiono mis dedos tratando de conseguir que la sangre fluya. No
quiero moverme, sin embargo. Dios, no quiero moverme. Me gusta la forma
en que se siente presionada a lo largo de mi costado. Me gusta tan jodidamente
tanto que no me movería jodidamente nunca. Si hubo un momento en que deseé
que el reloj todavía funcionara, era ahora.
Faith se menea y sus muslos se presionan contra el mío, así que hago la cosa más
natural y lo tiro sobre mi cuerpo. Mi polla está tan dura que podría moler uñas con
ella. Pero ni siquiera quiero usarla. Bueno, estaría mintiendo si dijera que no
quiero deslizarme dentro de ella y hacerla mía. Pero no puedo. Ella no es mía. Pero
está en mis brazos y puedo fingir que es mía por este segundo. Hasta que despierta.
La mano de Faith se posa plana en mi pecho y tentativamente levanta sus dedos y
los arrastra desde un lado de mi pecho al otro. Su toque dispara directamente a mi
polla y si no estaba duro antes, estoy como el acero ahora. Muerdo un gemido.
—Daniel —susurra.
—Faith —susurro de vuelta.
—¿Estás despierto? —pregunta. No levanta su cabeza y todavía está susurrando.
—No. —No quiero levantarme. Quiero quedarme en este mundo de ensueño donde
puedo mantener a esta chica en mis brazos.
Sus piernas se mueven y rozan mi polla.
—Estás despierto —dice en voz baja. Entierra su cara en mi pecho y puedo sentir su
sonrisa contra mi pecho.
La empujo en mis brazos.
—Shh —digo—. Vamos a fingir que estoy dormido así puedo sostenerte un poco
más.
Ella se queda quieta. Entonces su pierna sube un poco más y presiona contra mí,
suavemente contra mí.
—Voy a volver a dormir —dice.
—Eso es probablemente lo mejor —digo.
Su cuerpo es suave y flojo contra el mío. Froto su muslo con mis dedos y ella
ronronea contra mi pecho. Empiezo en la parte posterior de su rodilla y froto todo
el camino hacia arriba a donde mi mano se desliza debajo de los bóxers para sentir
el elástico de sus bragas. Ruedo para enfrentarla, y ella respira contra mi pecho. Su
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pierna está sobre mi cadera, y puedo sentir el calor húmedo entre sus muslos cerca
de mi polla. Pulsa, pero no parece importarle.
—¿Quieres que ruede en la otra dirección? —pregunta.
Sí, porque tener mi polla presionada contra la hendedura de su trasero sería mucho
mejor.
—No —suspiro—. Vuelve a dormir.
—No puedo mientras estás acariciándome. —Se ríe contra mi pecho y la tiro y
envuelvo mis brazos alrededor de ella. Frota su cara en mi pecho—. ¿Qué hora es?
—pregunta.
Miro hacia el reloj.
—La una de la tarde —digo.
—Oh, todavía es temprano —bosteza.
—Vuelve a dormir —digo, acurrucándola.
—¿Vas a volver a dormir? —pregunta.
—Lo haré si lo haces —digo. Déjame sostenerte por un poco más. Por favor.
Ella asiente, su nariz rozando arriba y abajo por mi pecho.
—Está bien —suspira. Inclina su cara hacia la mía—. ¿Llamaste para ver si
podíamos conseguir boletos para esta noche? —pregunta.
Oh, mierda.
—No. —Me muevo para sentarme pero su brazo se envuelve alrededor de mi
cintura.
—No te muevas todavía —dice—. Me gusta esto.
A mí también. La abrazo a mí y ruedo así que ella tiene que ir conmigo. Chilla y el
sonido me hace reír. Conecto el cable telefónico con mi dedo índice y lo tiro hacia
mí. Sin dejarla ir, llamo al conserje para preguntar por los boletos. Él me conecta
con el agente de boletos.
—Lo siento mucho —dice el hombre—. No tenemos boletos para los espectáculos de
esta noche. Están todos vendidos.
Mi corazón cae.
—¿Ninguno? —pregunto.
—Tengo algunos para el espectáculo de las tres en punto —dice—. Pero ninguno
más tarde.
Le hablo sobre el teléfono a ella.
—¿Cuán rápido puedes estar lista?
Sonríe y se apresura a pararse. Está jodidamente hermosa con su cabello todo
desordenado y una arruga en su cara donde estaba acostada en mi playera.
—Realmente rápido —dice. Baila en el lugar y sostiene el aliento mientras espera
por una respuesta.
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—Tomaremos dos para las tres en punto —digo. Se apresura y baila en círculos. Eso
es cuando noto sus pies. ¿Qué diablos está usando? Tiene calcetines hasta la rodilla
que ni siquiera se acercan a hacer juego. Sonrío. No puedo evitarlo. Ella es sólo
demasiado jodidamente adorable. Y es caliente en mis bóxers. Lo admito.
—¡Pido primero el baño! —dice. Agarra su bolso y se da la vuelta para correr a
alistarse. Termino de comprar los boletos y tiro de las sábanas otra vez. Puedo
escuchar la ducha corriendo y me visto en buenos pantalones y una camisa de
botones. Luego hago una llamada al conserje porque quiero hacer algo lindo para
ella que la sorprenderá y la hará sonreír.
Estoy tratando de atar mi corbata cuando escucho la puerta del baño abrirse.
—¿Puedo usar tu cepillo? —pregunta a través de una pequeña apertura en la
puerta.
—Puedes usar cualquier cosa que tengo —digo. Abre la puerta lo suficiente para
sonreírme. Su cabello está envuelto en una toalla y su cara está libre de maquillaje.
Tengo que decir, que es tan caliente así como era hace un minuto.
La puerta hace clic cerrada detrás de ella. Puedo escuchar el secador de cabello y la
imagino acicalándose. Sonrío. Es una sensación extraña y mis mejillas están
doliendo por ello. Pero se siente bien. Se siente realmente bien. Froto mi mano a
través de mis desaliñadas mejillas. No voy a tener tiempo para afeitarme. No creo
que le importará.
La puerta se abre y sale. Camina lentamente, como que está inconsciente de que
está golpeando mi jodido mundo. Era hermosa antes, pero buen Dios… ahora me
quita el aliento. Está usando un vestido ceñido que cubre sus curvas. Cae bajo entre
sus pechos con un bucle de tela. Tiene un delgado cinturón que bordea sus caderas,
justo donde mis manos quieren estar. Aprieto mis puños y me fuerzo a quedarme.
Su vestido cae justo pasando sus rodillas y sus piernas están desnudas y van todo el
camino por siempre y un jodido día.
—Oh, mi Dios —suspiro. Sueno como una adolescente.
—¿Luzco bien? —pregunta.
Sostengo un dedo arriba y hago un giro con él, porque quiero ver todo de ella. Gira
lentamente, mirándome por encima de su hombro, mordiendo su labio inferior. Su
espalda está desnuda también, y su vestido se abre justo sobre su trasero.
—Sí —digo. Trago—. Luces muy bien.
Ella gira de regreso a mí.
—Dime la verdad —dice—. ¿Puedes decir que no estoy usando bragas?
Jódeme.
44
Faith
M
e siento estúpida, hasta que su mandíbula cae abierta y no puede emitir
ningún sonido. Entonces me siento hermosa. Y poderosa. Y absolutamente
deseada.
—Bueno —comienza. Se detiene a tragar—. No lo supe hasta que me dijiste. Pero
ahora es todo lo que voy a ser capaz de jodidamente pensar. —Su mirada no deja mi
culo mientras se lame los labios. Me doy vuelta de nuevo hacia él y apunto a su
boca.
—Hay un poco de baba allí —digo.
Él llega y birla una mano por debajo de la boca.
—No lo hay —dice, mirando a la parte trasera de su mano—. Puede ser que en un
segundo, sin embargo. —Hace esa cosa de girar con su mano de nuevo—. ¿Da
vuelta una vez más? —engatusa, pero sonríe abiertamente y hay diablura en sus
ojos.
Me vuelvo muy, muy lentamente y deja escapar un gemido.
—En serio —digo—. ¿Me veo bien para el teatro?
—Bueno, tenía la esperanza de que ibas a llevar las medias desparejadas.
El calor se arrastra hasta mi cara.
—Ellas no combinan con mis zapatos —digo. Me siento en el borde de la cama y me
pongo los zapatos, abrocho las correas delgadas alrededor de mis tobillos. Ellos me
hacen unas tres pulgadas más alta, lo que significa que ahora voy a llegar a su nariz.
—Así que... —dice. Luego se detiene y mueve la cabeza.
—¿Qué? —pregunto.
—Nada —dice. Pero está sonriendo.
Inclino mi cabeza hacia él. Está feliz.
—No digas nada. Pregúntame.
—Así que… —dice de nuevo. Luego sonríe ampliamente, incluso más amplio que
antes—. ¿Por qué no llevas bragas, otra vez?
Estoy disfrutando esto. Me doy la vuelta y le muestro mi trasero.
—El vestido es tan traslucido que tengo una línea de ropa interior con ellas puestas.
—Me encojo de hombros—. Y el sostén es obvio.
Él traga saliva y sus ojos oscuros se ponen aún más oscuros.
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—Tampoco estás usando sostén —dice. No es una pregunta. Sus ojos permanecen
alrededor de mi pecho.
Señalo por encima de mi hombro.
—Vestido sin espalda, ¿recuerdas? —pregunto—. ¿Estás bien? —pregunto.
Se sienta en el sofá y se mete una almohada sobre su regazo, y luego se frota la
mano por la cara. Él pone su cabeza hacia atrás y gruñe.
—Oh —digo. Finalmente lo entiendo—. Oh —digo un poco más fuerte, ya que una
bombilla sólo se encendió en mi cabeza—. Estás ah... teniendo algo... um...
problemas de lujuria.
Su cabeza se levanta y me mira a los ojos.
—Estoy teniendo algo de problemas de hay una mujer hermosa con un coño
desnudo justo delante de mí.
Tengo que darme vuelta de ese, porque mi cara está probablemente completamente
roja.
—Wow —suspiro.
Él está detrás de mí en menos de dos segundos.
—Lo siento —dice—. No quería ser crudo. Pero me tienes tan excitado que no sé qué
hacer conmigo mismo. —Su voz se hace silenciosa—. Ha sido un tiempo desde que
no he sentido nada, Faith, y estoy un poco aterrorizado.
—¿Sientes cosas ahora? —pregunto. No puedo reprimir mi sonrisa.
Da un paso más y siento la dura presión de su virilidad contra mi trasero.
—Sí —dice. Sus manos trazan mi trasero donde mi línea de ropa interior estaría.
Arrastro un aliento, porque estoy a punto de desmayarme.
—Dios —suspiro.
—Nop —dice—. Sólo Daniel. —Empuja mi pelo hacia un lado y sus labios tocan la
nuca de mi cuello. Tengo que llegar a la parte de atrás de la silla al lado mío para
quedarme de pie.
—Hey, Daniel —digo en voz baja. Me da vuelta para enfrentarme a él, y puedo
sentir cada centímetro de su cuerpo contra mi vientre.
—¿Qué? —suspira de vuelta.
—La próxima vez que estés a solas con una mujer en una situación romántica, no
llames a sus cosas femeninas un coño desnudo, ¿está bien? —Resoplo una
carcajada. No puedo evitarlo.
Da un paso atrás y birla una mano por su cara.
—¿Por qué no puedo llamarlo como lo que es? —pregunta, pero me está tomando el
pelo. Él está sonriendo tan ampliamente que puedo ver todos los dientes en su
cabeza. Maldición, pero tiene una bonita sonrisa. Me quita el aliento.
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—Porque no es muy romántico. —Golpeo el lado de su cara en broma, y vuelve la
cabeza y sopla una frambuesa en mi palma, sosteniendo mi mano a su boca mucho
más tiempo de lo que debería.
Él se ríe mientras dice:
—Realmente no iba por el romance en el momento.
Me río.
—Me di cuenta.
—Sólo quería que supieras cómo me sentía. —Sigue riendo.
Quiero verlo reír así todos los días por el resto de nuestras vidas. Oh, mierda. ¿De
dónde vino eso? Doy un paso atrás de él, porque sólo me asusté. Un día es una
cosa. Una vida es otra.
—¿Qué pasa? —pregunta. Ahueca mi cara entre sus manos.
—Nada —digo, sacudiéndome libre de su agarre con un toque suave.
—Algo anda mal —dice. Me mira.
—Vamos a llegar tarde si no nos movemos —advierto—. ¿Estás listo?
Él asiente, pero su ceño está fruncido.
Me sigue hasta la puerta y en el pasillo, cerrando la puerta detrás de nosotros.
Tengo mi bolso por encima de mi hombro y enreda sus dedos con los míos. Él los
tira suavemente hasta que lo miro.
—Lo siento, fui crudo —dice. Me mira a los ojos y me siento como que podría caer
en él y permanecer allí para siempre. Pero no puedo.
Sostengo mi pulgar y el índice y le muestro el pequeño espacio entre ellos.
—Tengo una pequeñita pequeña confesión —digo.
Sus cejas se levantan.
—Cuéntame.
No lo miro mientras digo:
—Como que me gustó.
—¿Te gustó qué? —dice, una pregunta en su mirada. Entonces dice—: Oh. —
Levanta su pulgar hacia la habitación—. Lo crudo que lo hace por ti, ¿eh? —dice.
Está sonriendo otra vez, y es tan guapo cuando está feliz. Nació bonito, pero
cuando está feliz, brilla. Choca mi hombro con el suyo—. Consigue tus bragas
mojadas. —Cubre su boca—. Oops —dice—. No llevas ninguna.
—¡Shh! —siseo mientras la gente entra en el ascensor con nosotros. Tira de mí para
estar frente a él con su mano en mi cintura, mientras que la otra se desliza hacia
abajo y aprieta la mejilla de mi culo. Mi corazón se voltea en mi pecho. Golpeo su
mano detrás de mí y la agarro, la atraigo alrededor para presionarla contra mi
vientre. Pero luego su pulgar se desliza a través de la parte inferior de mi pecho.
Siseo un aliento—. Basta —articulo, mirándolo en el espejo. Él mete la cara en mi
cuello y se ríe contra mi piel.
47
No sé de dónde vino esta intimidad, pero se siente tan bien. Y tan mal al mismo
tiempo, porque sé que no está en un lugar en su vida donde puede aceptar más de
mí. Y no puedo pedirle que me diera nada porque no le queda nada en el agujero
que es su corazón. Tiene que llenarlo por sí mismo antes de que pueda darme algo.
Ya sé eso, y eso me pone triste. Pero se ríe de nuevo en mi cuello y me olvido de mi
inquietud. Tengo el resto de la noche para disfrutar.
Salimos a la calle y de inmediato me gustaría tener un abrigo que se vea bien. Pero
todo lo que tenía era mi viejo suéter de la universidad y pantalones vaqueros y
ahora están metidos en mi bolso. Me estremezco ligeramente. Él se encoge
inmediatamente fuera de su chaqueta y la coloca alrededor de mis hombros.
—No puedo tenerte congelándote —dice.
—¿Qué hay de ti? —pregunto, tirando su abrigo más cerca—. Vas a enfriarte.
Él se ríe.
—Me vendría bien refrescarme un poco. —Menea sus cejas hacia mí. Sus dedos se
enredan con los míos de nuevo y señala. Hay un carruaje esperando en la calle. Uno
tirado por un caballo—. Su carruaje aguarda —dice.
Lo miro.
—¿Tú llamaste por esto? —pregunto.
Asiente.
—Cuando estabas en la ducha.
Le sonrío y miro a sus ojos.
—Esto estaba en tu lista.
—Y en la tuya también —dice. Se inclina y me besa la nariz.
Estrecho mis ojos a él.
—¿Cómo lo sabes?
—¿No todas las chicas quieren viajar en un carruaje tirado por caballos? —dice,
pero sigue sonriendo. Me ayuda, y mientras paso a la plataforma, silba suavemente
cuando el viento sopla la falda alrededor de mis rodillas.
—Oh, ¿podrías parar? —digo. Pero secretamente espero que no lo haga.
48
Daniel
N
o tengo ni idea de que pasó durante el espectáculo. Pasé demasiado tiempo
mirando a Faith. Ella estaba encantada. Su aliento atrapado cuando se asustó,
y ponía una mano en su pecho cuando se conmovió, y apretó mi muslo cuando
quería asegurarse de que estaba viendo lo mismo que ella. Pero todo lo que
veía era a ella. Sus ojos llenos de lágrimas y saco mi pañuelo, porque los hombres
siempre cargan pañuelos por esta razón, y se lo tiendo. Ella da toquecitos en sus
ojos y me dispara una mirada.
—Te veo —digo en voz baja.
—Bueno, eso espero —susurra de vuelta.
Miro en sus ojos.
—No Faith. Quiero decir que en verdad de veo. Te veo. Todo de ti.
Aleja la mirada, y mira al escenario. Pero aprieta mi mano y da toquecitos a sus
ojos otra vez.
No habla otra vez hasta el final del acto, y se levanta y aplaude con todos los demás.
Se gira hacia mí.
—Sólo en caso de que se me olvide decirte más tarde, tuve un realmente muy buen
tiempo hoy.
Una sonrisa tira de mis labios. La sigo desde el teatro con mi mano en su espalda.
—¿Estás listo para ir a Rocko’s? —pregunta.
Estoy absolutamente muerto de hambre. La única cosa que tuvimos de comer fue
un bocadillo que compré en el intermedio. Ella ha estado conmigo todo el día.
Tiene que estar tan hambrienta como yo.
—¿Está cerca, cierto? —Recuerdo ir ahí con mi mamá, pero han sido un número de
años.
—Podemos caminar —dice con un asentimiento.
—Quizás habrá un agradable y frío aire —bromeo. Su cara se ruboriza otra vez.
Nunca me cansaré de eso.
—Sueña, soldado —bromea.
Tomamos un asiento en Rocko’s y voy por una hamburguesa de medio kilo. Rocko
tiene una pared de la fama, y si puedes comer la hamburguesa descomunal,
consigues tu foto agregada a la pared y tu hamburguesa es gratis. Nunca he sido
capaz de hacer eso, pero estoy más hambriento hoy de lo que he estado antes
cuando intenté esto. Sin mencionar más viejo. Ella consigue una orden de papas
fritas.
49
—¿No hamburguesa? —pregunto.
Niega y sonríe.
—No es mi primer rodeo —dice. Bebe un refresco de cereza y luce tan malditamente
feliz. Hoy realmente fue el día perfecto.
—¿Cuál es tu historia, Faith? —pregunto. He querido saber todo el día. Ningún
hombre en sus cabales la dejaría ir si pasaba un momento con ella—. Me hiciste
vomitar mis tripas. Ahora es tu turno.
Niega y muerde sus labios juntos.
—No quieres oír mi historia —dice tristemente, y su cara se nubla.
Tomo su mano en la mía.
—Lo hago —digo—. ¿Por qué no te ha cogido un hombre? —pregunto.
—Hay va esa palabra cogido otra vez —dice.
Me río en voz alta, tirando mi cabeza hacia atrás. Mi pecho retumba. He reído más
hoy de lo que lo he hecho en años. Susurro juguetonamente:
—Al menos no dije coño desnudo4.
Ella cruza sus piernas debajo de la mesa y eso me hace reír incluso más.
—Húmedo, desnudo coño —dice en voz baja, y el calor de sus palabras se dispara
directo a mi polla. Ella se ríe.
Sé lo que está haciendo sin embargo. Está tratando de alejar mi pregunta. Soy el
maestro de la evasión, así que lo sé.
—Dime tu historia, Faith. ¿Por qué no estás en una relación?
Ella asiente. Es un rápido tirón, casi como que se está dando valor.
—Lo estaba.
—¿Casada? —pregunto.
Asiente y se recuesta. Está a propósito poniendo distancia entre nosotros. Estoy
bien con eso por ahora.
—Sí, por dos años.
—¿Qué pasó? —pregunto—. Tiene que ser un idiota si te dejo ir.
Sonríe, pero es triste. Es más para mí que para ella.
—Él murió. —Toce en su puño como que necesita aclarar su garganta. Pestañea
furiosamente y mueve una mano en su cara—. Juré que no haría esto hoy —dice,
riendo, pero es un sonido acuoso.
—¿Cómo murió?
Aclara su garganta otra vez.
—Conductor ebrio. Hace dos años hoy.
4
En el original la broma es que Daniel usa la palabra “snatch” que puede significar tomar, agarrar, coger, así
como coño entre otras cosas.
50
—Oh, mierda —digo. Me levanto y me deslizo a su lado en la cabina así que puedo
sentarme a su lado. Ella me empuja, sin embargo.
—Estoy bien —dice—. No voy a llorar. No por mucho. —Se ríe otra vez.
Tomo su cara en mis manos y miro en sus ojos verdes.
—Está bien llorar.
Lanza un suspiro.
—Ha sido un día maravilloso –dice—. Muchas gracias por sacar mi mente de eso. —
Sonríe, y esta vez es real—. En verdad lo aprecio.
—Desearía que me lo dijeras antes —digo—. Me habría esforzado más.
Ríe.
—Hoy fue maravilloso —suspira. Pone su frente en mi pecho, y palmeo su nuca,
frotando la longitud de su cabello. Me deja por un minuto, y luego el mesero está de
regreso con la comida. No me muevo a mi lado de la cabina. Me quedo justo en
donde estoy, porque es donde quiero estar.
—Lo amaste mucho —digo. No tengo que preguntar. Sólo lo sé.
Mete una papa frita en su salsa de tomate.
—Mucho —dice, y luego mete la papa frita en su boca.
Asiento, y tomo un mordisco de mi hamburguesa.
—¿Has salido desde él? —pregunto. Podría haber ido demasiado personal, pero ella
me preguntó sobre las quemaduras y mis hombres, así que está bien.
Asiente.
—He estado en citas —dice—. Pero es sólo… —Se detuvo y lanzo un suspiro—. Duro.
Es duro de superar.
Miro en sus ojos.
—¿Por qué quisiste pasar el día conmigo hoy? ¿Para olvidar?
Niega.
—Eso es sólo parte de ello. Olvidé. Por un largo tiempo hoy, olvidé. Pero te vi en la
misma soledad en que estuve después de que él murió. Quería ayudarte. Para
hacerte sentir mejor. —Se encoge de hombros.
—Lo hizo. Me hizo sentir mejor, lo digo en serio. —Mi corazón está latiendo como
loco y golpea mi mente que ésta mujer que me trajo tanta alegría pasó a través de
una tragedia hace dos años en esta misma fecha—. Desearía hacerlo mejor para ti,
Faith —digo.
Niega otra vez y pone su mano plana sobre mi corazón. La cubro con la mía.
—Hazlo mejor para ti, Daniel. Sólo para ti.
Asiento. No puedo hacerlo mejor. No si voy con mis planes de esta noche. Oh,
diablos.
—¿Qué está mal? —pregunta, sus cejas frunciéndose—. De repente luces perdido.
51
—Nada —digo, y tomo un mordisco de mi hamburguesa.
—Estás mintiendo, pero está bien —dice, y empieza a comer sus papas fritas.
Estoy cerca de los diez mordiscos cuando me doy cuenta de que no puedo comer
ningún bocado de hamburguesa. Dejo salir un suspiro.
—No puedo hacerlo. Desearía poder —gimo y empujo el plato lejos.
—¡Lo sabía! —grita. Levanta un puño en el aire y levanta mi hamburguesa. Le da un
mordisco.
Bufo.
—¿Estás tomando grandes sorbos de alegría de mi dolor, cierto?
—Sí —dice sobre el bocado entero de hamburguesa. Pero está sonriendo y es tan
jodidamente hermosa cuando sonríe.
—Siento lo de tu esposo —digo. Debería dejarlo en paz, pero no quiero.
—Yo también —dice—, peor lamentarlo no va a traerlo de vuelta. Él querría que
fuera feliz. Y soy feliz. —Se encoge de hombros. Toma mi cara en su mano y me gira
para mirarla—. En verdad, fuiste una bendición hoy, Daniel. Sacaste mi mente de
mis problemas e hiciste el día maravilloso. Y te lo agradeceré de por vida.
Comemos en silencio por unos minutos, y ella me sonríe y dice:
—Tenemos que comprar castañas.
Gimo.
—No puedo comer nada más.
Se inclina en mi hombro juguetonamente.
—Tenemos que terminar tu lista. —Toma mi mano y gira mi reloj, sacudiendo su
cabeza—. Siento que no pude arreglar tu reloj —dice.
—Es sólo un reloj.
—El tiempo no se detuvo, Daniel —dice—. Tú lo hiciste.
—Lo sé. —Pero no sé cómo deshacerlo. Hoy se sintió genial, ¿pero qué hay de
mañana?
—¿Estás listo para ir? —pregunta.
Asiento. No estoy realmente listo para ir. Pero supongo que deberíamos. Está
oscureciendo afuera, y necesito llevarla a casa. No estoy listo para dejarla ir
todavía, sin embargo.
Nos detenemos y compramos castañas calientes incluso aunque ambos estamos
demasiado llenos para comérnoslas. Entonces entramos en un taxi y volvemos a su
casa. Ella recita su dirección, y los números se pegan en mi cabeza. Está en silencio
en el camino de regreso. Y odio la idea de romper el silencio. Es cómodo. Pongo
una mano en su muslo y lo aprieto suavemente. Ella pone su palma sobre la mía y
me mira, e inclina su cabeza sobre mi hombro.
El taxi rueda hasta detenerse y salgo y tomo su mano para ayudarla a ponerse de
pie. No la dejo ir mientras la encamino a la puerta.
52
—Quiero besarte —espeto. Lo deseo con cada fibra de mí ser.
Niega.
—No al menos que planees volver mañana. Y al día siguiente. Y el que sigue. —
Muerde sus labios juntos. Una hebra de cabello queda en su labio y lo tiro libre y lo
meto detrás de su oído.
No puedo prometerle nada.
—Gracias por pasar el día conmigo hoy —digo en voz baja. Ella sube en el escalón y
estamos nariz con nariz. Su aliento huele como papas fritas y salsa de tomate.
—Gracias, Daniel —dice—. En verdad aprecio hoy. Lo necesitaba más de lo que
sabes.
Asiento. No sé qué decirle ahora.
—Adiós, Daniel —susurra.
—Adiós, Faith —susurro. Cierro mis ojos e inhalo el olor de toda ella. Es café y
antitranspirante… Faith.
Faith va dentro y cierra la puerta con un suave golpe detrás de ella. No pierde el
tiempo. No vacila. Sólo se va.
Tomo el taxi de regreso a mi hotel y decido caminar alrededor de la ciudad un poco
desde que tengo tiempo hasta medianoche. Camino alrededor y disfruto del ajetreo,
y me siento invertido en las personas alrededor de mí por primera vez en mucho
tiempo. Sonrío a una señora mayor y ella me sonríe de vuelta. Tomo su brazo y la
ayudo a cruzar la calle, incluso aunque soy casi tan lento como ella. Recojo un
juguete que una pequeña dejó caer desde su cochecito y se lo doy, y ella me sonríe.
Hay felicidad a todo mí alrededor. ¿Por qué me había estado perdiendo esto tanto
tiempo? ¿Por qué no podía ver lo que está justo frente a mí?
Camino alrededor hasta que mi pierna empieza a doler, y me doy cuenta que falta
un cuarto de hora para la medianoche. Tengo que apurarme, si voy a hacer lo que
me propuse hacer. Me dirijo a la habitación. Tenía todo esto planeado tan bien
desde hace mucho tiempo. Desbloqueo el seguro y saco mi arma. Y saco unas
cuantas botellas de píldoras para el dolor en caso de que sea demasiado gallina
para usar el arma. Los alineo en el mostrador del baño y los miro.
Me siento en el borde de la tina y dejo a los minutos pasar. Miro hacia la televisión,
donde puedo escuchar la cuenta regresiva. Levanto el arma y hago clic en una bala
en el cargador. Mis jodidas manos están temblando.
Espero.
Lanzo un pesado suspiro.
Menos de un minuto hasta la medianoche. A propósito conseguí una habitación
cerca de los fuegos artificiales esperando que ahogarían el sonido del disparo.
Ilusiones supongo.
¿Quién limpiará el desastre cuando me vaya?
Esa es una pregunta estúpida.
10.
53
9.
8.
7.
6.
5.
4.
Dejo de contar, porque hay un nuevo sonido en la habitación. Miro alrededor. Tick.
Tock. Tick. Tock. Miro a mi reloj. Está haciendo el más débil de los susurros, pero
lo escucho por sobre los fuegos artificiales. Es medianoche. Es el año nuevo. Y mi
reloj justo empieza.
Santa mierda.
Tiro el arma en el mostrador del baño como si estuviera caliente. Doy un paso atrás
de él y corro una mano a través de mi cabello, jalándolo cuando llego a las puntas.
Camino alrededor en círculos. Es después de medianoche, y el tiempo empezó a
moverse para mí otra vez.
Lanzo un profundo suspiro, mirando mi pecho rugir con aire. Mi pecho se llena, y
me regocijo en ello. Estoy vivo. Mi reloj no se detuvo después de todo.
Pero lo que estaba a punto de hacer… eso es alguna mierda seria. Necesito ayuda.
No puedo hacer esto solo. Lo sé. Pero por primera vez en un realmente largo
tiempo, tengo fe en que no estoy solo.
Santa vaca. Mi reloj está funcionando. Presiono mi palma en la cara de él y aprieto.
Llamo a mi oficial al mando, porque él será capaz de ayudarme. Lo asusto hasta la
mierda cuando empiezo a hablarle, pero está entendiendo. Promete ayudar. Y pone
las cosas en movimiento para conseguirme algo de ayuda por mi PTSD y mi
depresión. Lo hace mientras me tiene en la línea en su celular. Puedo escucharlo
ladrando órdenes en la línea fija y eso me hace sonreír.
No estoy solo.
No estoy solo.
No estoy solo.
Estoy temblando mientras espero por el auto que está enviando. Pero tengo una
cosa más que necesito hacer. Abro mi computadora y empiezo a comprar. Tengo
dinero de sobra de la póliza del seguro de vida de mi madre. Nunca he tenido a
nadie en quien gastarlo. Pero ahora tengo.
Voy a internet y encuentro lo que estaba buscando. Llamo el número y me doy
cuenta de que están en Nueva York. Grito en la máquina contestadora que es una
emergencia y van a pensar que estoy jodidamente loco. Quizá lo estoy. Pero casi
inmediatamente, alguien me regresa la llamada. Le digo lo que necesito. Ella está
de acuerdo en hacerlo. Dicto una rápida nota para que vaya con ello, y ella promete
ponerlo en la caja cuando tenga el paquete entregado. La tienda está en Nueva
York. Pueden entregarlo a Faith por un mensajero mañana, ella dice.
Espero por mi auto.
54
Espero por ayuda.
Y no estoy solo.
55
Faith
M
e despierto con pensamientos de Daniel en el fondo de mi mente. Me
pregunto dónde está y lo que está haciendo. Me visto y me voy a ver a Nan. El
abuelo está leyéndole en voz baja, así que los dejo con eso. A ella le gusta
oírlo hablar. Eso la tranquiliza.
De repente, hay un golpe en la puerta. Una mujer se encuentra en el último escalón
y me mira. Está sosteniendo una caja.
—¿Es usted Faith? —pregunta.
Asiento.
—Eres una mujer afortunada —dice. Se ríe—. Él me dijo que enviara esto por
mensajero, pero quería ver a la mujer que reciba esto. Espero que no le importe. —
Me estrecha la mano, mirando a mis ojos.
—No entiendo —digo.
—Abre la caja —dice con una sonrisa amable. Ella se vuelve y grita—: ¡Feliz Año
Nuevo! —Sobre su hombro.
—Feliz Año Nuevo —murmuro de vuelta.
Llevo la caja dentro y la pongo sobre la mesa. Abro la caja primero, porque en serio,
¿quién abre primero la tarjeta? Vamos...
Miro dentro y no puedo creer a mis ojos. Es un reloj Bosque Negro de Alemania
con diminutas bailarinas que salen del reloj cuando campanea la hora. Me
pregunto de inmediato lo que sucede detrás de las puertas cerradas. Sonrío.
—Quién podría haber enviado… —susurro a mí misma. Pero ya sé. Puedo sentirlo
en mi corazón.
—¡Abuelo! —llamo—. ¡Mira!
Llevo el reloj hacia la habitación de Nan y lo sostengo para que ellos vean. Está
verdaderamente en prístinas condiciones. Probablemente costó un montón de
mierda de dinero.
Nan lloriquea:
—¡Mi reloj! ¡Trajiste mi reloj de nuevo! —Levanta la vista hacia el abuelo y le dice—
: ¡Yo sabía que lo encontrarías!
—Nan —reprende él.
Pero cubro su mano con la mía. Ella está tan feliz. Él deja de hablar.
56
—Lo amo tanto —dice Nan. Agarra al abuelo y lo tira hacia abajo para que la bese.
Él se ríe contra sus labios. Me seco los ojos y me escapo de la habitación, porque me
estoy muriendo por leer la tarjeta.
La abro.
Faith:
Dicen que el tiempo no espera por nadie, pero esperó por mí una vez y espero que
esperarás por mí ahora.
Daniel
PD: Arreglaste mi reloj. Gracias.
57
Faith
T
iro mis gafas de mi nariz y pongo mi carta a un lado. La carta más reciente de
Daniel me hace sentir esperanzada. Él está mejorando cada día mientras está en
terapia. Daniel pasó de ser un hombre muy activo en el servicio a no activo en
absoluto después de que perdió su pierna. Era un corredor, y de repente no podía
correr más. Los médicos piensan que eso contribuyó a su depresión. Su trastorno
de estrés postraumático es un poco más difícil de superar, pero está haciendo
progresos. Sus cartas están llenas de risas y bromas. Y algunas de insinuaciones
seriamente sexys.
Han pasado cuatro meses desde que envió el reloj, y me encantaría verlo, sobre
todo en un día como el de hoy. Hoy enterramos a Nan, y me siento como si alguien
tomó un pedazo de mi alma. Sin embargo, me siento animada al mismo tiempo. Sé
que ya no está sufriendo y eso es lo que importa. Los últimos meses fueron duros
para ella. Vimos su deterioro, y el abuelo nunca dejó su lado.
Ella nos hizo poner el reloj que Daniel envió en su habitación, a pesar de que
campaneaba en la hora, cada hora. Lo amaba. Ella hablaba de Daniel a menudo, a
pesar de que sólo lo vio una vez. Creo que sabía lo que siento por él. Incluso le leí
sus cartas. O por lo menos las partes que eran lo suficientemente limpias. He caído
locamente enamorada del hombre que me envía estas cartas. Ojalá pudiera verlo.
Una voz llama desde la puerta principal.
—¡Faith! —Es el abuelo. El coche fúnebre debe estar aquí.
—Estoy yendo —grito. Agarro mi paraguas porque no estamos seguros de cómo va a
ser el tiempo.
Mis padres están aquí. Han estado aquí mucho este último mes, lo cual es bueno
para ellos y fue bueno para Nan. Y bueno para mí, también, si tengo que admitirlo.
Observar a Nan deteriorarse fue duro. Me hizo sentir impotente y sola.
Nan falleció hace una semana. No estoy triste por eso más. Hoy es un día especial
en que podemos honrar su vida. Les pedimos a los visitantes que lleguen a la iglesia
con sus más brillantes y mejores ropas de fiesta porque a Nan le hubiera gustado
eso.
Llegamos a la iglesia antes que los demás y entramos en una habitación para
esperar a que el servicio comience. El abuelo y yo estamos solos en la sala durante
unos minutos y él se vuelve hacia mí de repente. Toma mis hombros en sus manos
y me mira a los ojos. Creo que se ha vuelto más bajo a través de los años. Pero eso
no hace importancia. Él me mira y me dice:
—No pierdas un minuto, Faith. Ni un solo minuto.
Las lágrimas llenan mis ojos. No puedo evitarlo. —Está bien —suspiro.
58
—Hay que aferrarse al amor cuando te encuentra —dice—. A veces eso funciona. Y a
veces es maravilloso. Pero nunca lo des por sentado. Porque cuando tu vida ha
terminado y miras hacia atrás, es la única jodida cosa que alguna vez importó,
Faith. Te lo juro.
—Estamos en una iglesia —le susurro juguetonamente.
—Lo sé —susurra de nuevo. Me mira a la cara otra vez—. No pierdas un minuto,
Faithy —dice—. ¿Entiendes?
—Creo que sí.
—Incluso en un día como hoy, agarra el amor cuando se trata de ti. —Mira por
encima de mi hombro y sonríe. Me doy la vuelta y me congelo. De pie en la puerta
está Daniel. Está vestido con su Clase A, y es tan increíblemente guapo que me
quita el aliento.
Miro a mi abuelo porque casi me siento como que necesito su permiso para ser feliz
hoy. Eso casi se siente mal. Pero también, se siente tan bien.
—Agárralo, Faith —susurra con vehemencia—. Nunca lo sueltes.
Él camina por mí y hacia fuera de la puerta.
—Daniel —suspira.
Daniel no se ha movido. Está sosteniendo una rosa en su mano y está sonriendo.
Me seco las lágrimas de mi cara y luego me rindo. Corro hacia él y golpeo de lleno
en su pecho. Envuelve sus brazos alrededor de mí y me sostiene firmemente. Casi
lo atropello, pero sólo se ríe y me sostiene cerca. Sollozo en su uniforme de gala,
pero no parece importarle.
—Hey, ¿Faith? —dice finalmente, cuando mis sollozos se silenciaron.
Levanto la vista hacia él.
—Estoy tan contenta de que estés aquí.
Sacude las lágrimas de mis mejillas con sus pulgares y mira mis labios como si
quisiera besarme.
—Tengo una pregunta para ti —dice.
—¿Qué? —pregunto.
Miro en sus ojos marrones y quiero caer en ellos y quedarme allí.
—¿Tienes bragas puestas? —pregunta en broma. Tira un mechón de mi cabello.
Me río. No puedo evitarlo. Era exactamente lo que necesitaba. Él es lo que necesito.
—Lo hago —digo—. Pero tú puedes arreglar eso más tarde.
Se congela en mis brazos, su cuerpo tensándose.
—¿Me lo prometes? —susurra.
—Lo juro —digo. Me paro en puntillas y presiono mis labios a los suyos. Nuestro
primer beso. Él me prueba, su boca tentativa y suave. Es dulce y respetuoso. Pero
eso no es lo que quiero. Pellizco su labio inferior con mis dientes.
Gime.
59
—Estamos en una iglesia. —Tira la cabeza hacia atrás para decir.
—Lo sé, pero el abuelo acaba de hacer caer la bomba J en mí, así que creo que un
beso está bien. —Me río. Es un sonido acuoso, pero estoy tan contenta que esté
aquí—. No sabía que ibas a venir.
—No podías haber pensado que me perdería el día de hoy —dice, inclinando mi
cara hacia arriba—. Sé cuánto ella significaba para ti.
—¿Cuánto tiempo puedes quedarte? —pregunto.
—Mientras tú me tengas —dice.
Mi corazón salta. Hay un golpe en la puerta, así que empujo para abrirla y
encuentro al abuelo en el otro lado.
—Están sentando a la familia —dice.
Daniel saca su mano de la mía para ir a sentarse con los visitantes y siento la
pérdida de él inmediatamente. Empiezo a protestar, pero antes de que pueda, el
abuelo nos espanta hacia adelante y le dice a los acomodadores.
—Él es familia. Déjenlo pasar.
Daniel sonríe y viene con nosotros, deslizándose en el asiento del banco. Se inclina
sobre mi cuerpo para darle la mano a mi padre, y estoy muy contenta que esté aquí
que no puedo sentarme ni un centímetro alejada de él. No sólo sostengo su mano.
Envuelvo mi brazo con el suyo y lo abrazo con fuerza. Mamá sonríe y me guiña un
ojo.
Pongo mi cabeza en su hombro a través del servicio y lo siento agarrar mi mano con
más fuerza cuando empiezo a sollozar. Él es mi fuerza hoy. Voy a ser la suya otro
día. Así es como funciona, ¿verdad?
60
Daniel
N
os sentamos a través del servicio y la reunión después, y estoy un poco
sorprendido cuando el abuelo de Faith me empuja a un lado, porque su
apartamento está lleno de gente todavía. Nan fue bien amada, aparentemente.
Él me dirige a su oficina donde sirve dos copas de algún tipo de líquido ámbar.
Me tiende uno y choca su copa con la mía.
La levanto a mis labios porque no quiero ser rudo. Quema todo el camino hacia
abajo.
—Eso pondrá pelo en tu pecho —dice.
Me río y tomo otro sorbo. No suelo beber. Y en realidad no quiero esto, pero él está
bebiendo el suyo. No puedo imaginar lo duro que es hoy para él.
—Tengo algo para ti —dice. Abre el cajón de su escritorio y me tiende una pequeña
caja de joyería.
—Era de Nan —dice. Traga tan duro que puedo escucharlo—. Ella querría que ella
lo tuviera.
Abro la caja y veo un set de boda a juego. Mis ojos se abren amplios y lo miro.
—Umm —digo.
—Agarra el amor cuando lo encuentras, hijo —dice. Levanta una ceja hacia mí—.
¿Has estado planeando preguntarle, no? —pregunta—. Su padre dijo que lo
llamaste la semana pasada.
—Sí, señor —croo. No esperaba esto, sin embargo. Este tipo de apoyo es algo que no
he tenido en mucho tiempo, excepto por mi equipo y Faith.
Él levanta su copa a la mía.
—No pierdas ni un minuto —dice sobre el borde—. Ni un solo minuto. —Sus ojos
llenos con lágrimas y señala hacia la puerta—. Ahora sal de aquí y déjame con mi
dolor por un segundo.
—Gracias, señor —digo—. Le prometo que cuidaré de ella.
Él bufa.
—Lo sé. Porque tendré que matarte si no lo haces. Odio conseguir sangre en mis
manos. —Luce tan serio. Que no puedo decir si está bromeando o no. Pero entonces
bufa de nuevo. Me señala hacia la puerta—. Fuera —dice.
Doy un paso en el pasillo y me encuentro con Pete Reed, el hombre que me
acompañó a la tienda de relojes esa primera noche. Sus manos están llenas con
cajas de pastel.
—Pete —digo.
61
Niega.
—Nop —dice—. Soy Sam. —Pero saca su mano de todas formas después de que
transfiere las cajas a su otro brazo. Miro sobre su hombro y veo lo que debe ser el
resto de los Reed justo detrás de él. Reconozco a Paul y Pete (los gemelos tienen el
mismo aspecto), y Paul presenta al resto. Hay tres chicas con ellos, Emily, Reagan,
y Viernes me sonríe con un saludo. Todas las tres chicas son impresionantes, pero
ni de cerca tanto como mi chica. Miro alrededor por ella y finalmente la encuentro
a través de la habitación. Está hablando con algunas personas que no conozco. Me
excuso de los Reed y camino en su dirección.
La gente con la que está hablando se va cuando llego, y pongo mi brazo alrededor
de su cintura.
—¿Lo estás llevando bien? —pregunto. Besando su nariz.
—Síp. —dice. Envuelve sus brazos alrededor de mí y me aprieta fuertemente—. Así
que… —dice y me mira, mordiendo su labio inferior entre sus dientes.
Voy duro inmediatamente. No puedo evitarlo. Soy un chico.
—¿Así que? —sugiero.
—¿Así que, recuerdas preguntarme sobre mis bragas? —susurra juguetonamente-
Muerdo un gemido. Pero asiento.
—¿Estás tratando de matarme? —pregunto justo al lado de su oído.
—Así que… —ronronea. Mirándome otra vez—. Como que… las… saqué.
Eso es todo. Tomo su mano en la mía y la remolco hacia la puerta.
—¿Necesitas despedirte de alguien? —le pregunto mientras tiro de ella.
Niega y ríe.
—No lo creo. —Pero mete su cabeza en la habitación de su abuelo y dice—: ¡Te
quiero, Abuelo! —A todo pulmón.
—Te quiero, Faithy —grita él de vuelta, justo igual de fuerte. Él mueve una mano en
el aire—. Sal de aquí, chica. No pierdas ni un minuto.
—Sí, señor —responde. Me sonríe y, esta vez, es ella quien me tira hacia la puerta.
Llamamos un taxi y me deslizo dentro detrás de ella, levantando sus piernas sobre
mi regazo. Deslizo una mano hacia arriba por la parte trasera de su muslo, todo el
camino hasta donde sus bragas deberían estar. Y no están.
62
Faith
E
l pasillo es para siempre, o al menos eso es lo que parece. Daniel tiene mi
mano metida dentro de la de él, y no dijo una palabra mientras subimos en el
ascensor, y no hace un sonido mientras abre la puerta y da un paso atrás para
que pueda caminar delante de él. Cierra la puerta detrás de nosotros y sigue
sin decir nada en absoluto.
Camina hacia mí. Es más un acecho, la verdad. Sus ojos son casi salvajes y su
cuerpo está apretado.
—No estamos en una iglesia ahora —dice.
—Nop —respondo, pero no puedo mantener la estúpida sonrisa fuera de mi cara.
Me tira hacia él y voy con mucho gusto. Sus labios no son tentativos ahora. No, en
absoluto. Lame en mí, llevándose mi aliento con su boca sobre la mía. Tiene mi
cara entre sus manos y me captura, sosteniéndome quieta mientras me besa.
Finalmente, se aleja. No puedo ni abrir los ojos. Pero finalmente lo hago y lo
encuentro sonriéndome.
—Wow —suspiro.
Empieza a encogerse de hombros de su abrigo, y lo cuelga en el armario para
mantenerlo aseado.
—¿Te sientes como para tomar una siesta? —pregunta. Pero sigue sonriendo. Es
grande y juvenil y es tan malditamente guapo.
Cierro las cortinas así la habitación del hotel está envuelta en la oscuridad.
Entonces saco mi vestido sobre mi cabeza. Mi sujetador va a continuación.
Entonces estoy desnuda y luego, inmediatamente después, estoy en sus brazos.
Él todavía tiene la camisa puesta, así que tiro de ella sobre su cabeza y me ayuda,
riendo. Sus pantalones van a continuación. Se sienta en el borde de la cama y se
quita la prótesis fuera.
—Es un poco tosca —dice.
—No me importa —digo. Subo desnuda en su regazo y en horcajadas. Sus manos
me devoran, deslizándose a mis lados hasta que ahueca mis pechos en sus palmas.
Prueba suavemente el peso de ellos, tarareando mientras inclina la cabeza y atrae
mi pezón a su boca—. Tan jodidamente perfecto —suspira.
Encaja la parte de atrás de mi cabeza, su mano deslizándose en mi pelo mientras
arrastra mi cabeza hacia atrás y mordisquea el costado de mi garganta. Con un
brazo alrededor de mi espalda, nos da la vuelta y mira hacia abajo a mí.
—¿Eres real? —pregunta. Sus ojos volando sobre mi cara.
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Tiro de su pelo hasta que sus ojos mueren dentro de mis ojos.
—¿Lo eres tú? —pregunto.
Oigo un envoltorio de aluminio y rápidamente se envaina a sí mismo. Se instala
entre mis muslos, haciendo espacio para sí mismo. Entonces se hunde en mí,
deslizándose lentamente en mi calor. Es un empuje lento hasta que me siento
estirada y llena. De él. Una lágrima se desliza de la esquina de mi ojo y la besa lejos.
—¿Estás bien? —pregunta. No se mueve.
Asiento y giro la cabeza para poder besar su muñeca. Inclino mi cadera por lo que
va aún más profundo, y suspiro cuando comienza a moverse. Me besa, su boca me
toma de la misma forma en que lo hace abajo, y me envuelve en sus brazos y me
sostiene cerca mientras se empuja y retira, empuja y retira. Levanta mi pierna para
envolverla alrededor de su cintura y de pronto golpea un lugar que no sabía que
existía. Grito y sonríe.
—Quiero aprender todo lo que te hace feliz —murmura contra mi boca. Su mano
llega hasta mis rizos y se queda. Mira hacia abajo entre nosotros—. Maldita sea —
dice.
—¿Qué? —pregunto. Me tenso debajo de él.
—Tu coño realmente está desnudo —dice, pero se ríe, y el estruendo de eso golpea
el centro de mí. Sus dedos encuentran mi calor, y hace rodar mi clítoris hasta que
estoy sin aliento y jadeando debajo de él. Finalmente me quiebro, y continúa así
que puedo subirme a la ola de placer. Pulso alrededor de él y espera hasta que mi
temblor pare. Entonces me besa en la nariz y empuja con fuerza dentro de mí—.
Dios, te sientes tan bien —dice. Me mira a los ojos todo el camino hasta el último
segundo. Luego entierra su cara en mi cuello y se viene. Se tensa, gruñe y se viene
dentro de mí.
Se relaja encima de mí y engancho mis piernas alrededor de él, apretándolo con
fuerza.
—Dios, Faith —suspira.
Rueda a su espalda y tira de mí con él.
—¿Estás realmente aquí para quedarte? —pregunto—. ¿Para siempre?
Mira por debajo de su nariz a mí.
—Por fin te encontré, Faith. No voy a ninguna parte.
Dejo caer besos a su pecho.
—Te amo, Daniel. —Descanso mi cara en él.
Me aprieta y dice:
—Te amo, también.
No puedo imaginar nada mejor que este momento.
—Puedo sentirte sonriendo —dice, su vientre retumbando con una risita.
Entierro mi rostro más profundo y exhalo.
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—Acostúmbrate a eso.
—Entonces, ¿puedo obtener una medalla por hacerte venir? —pregunta,
empujándome en sus brazos.
Resoplo.
—Fue muy impresionante.
—Oh, mierda —dice de repente. Se pone rígido debajo de mí.
—¿Qué? —pregunto, levantando mi cabeza.
Él se queja.
—Se me había olvidado hacer toda la cosa, caer sobre una rodilla, el anillo y pedirte
que te cases conmigo.
—¿Qué? —pregunto, mientras me siento un poco. Mi corazón tartamudea en mi
pecho.
—Bueno, estabas desnuda y no tenías ninguna braga y todo lo que podía pensar era
en follarte.
—Daniel —digo, presionando un dedo a sus labios—. No digas follarte. Es crudo.
Se ríe en contra de mi dedo. Entonces sus ojos se estrechan y me voltea debajo de
él.
—Te gusta crudo. —Deja caer besos por toda mi cara.
—Como que me excita —digo con una risa. Le susurro—: ¿Dónde está mi anillo?
—En mi bolsillo de la chaqueta —susurra de nuevo.
Me escabullo de debajo de él y hacia el armario, donde revuelvo en los bolsillos
hasta que lo encuentro. Lo llevo de nuevo a él. Desnuda.
—Esto es como la peor propuesta de nunca —dice. Hace un gesto hacia su regazo.
Ni siquiera ha desechado el condón todavía.
—Sip. Peor propuesta de nunca. —Le consigo un trapo mojado y se encarga de sus
asuntos. Luego lo empujo—. Manos a la obra. —Una risa burbujea de mí.
—Tienes que casarte conmigo, ya que tengo el anillo perfecto. —Voltea la tapa de la
caja de la joyería y lo veo. Es el mismo anillo que he visto en el dedo de Nan toda mi
vida. Las lágrimas llenan mis ojos y ni siquiera trato de parpadearlas de vuelta—.
Oh, Daniel —suspiro—. La mejor propuesta de nunca —digo—. De nunca.
—¿Vas a decirle a nuestros niños que estábamos desnudos cuando te pedí que te
casaras conmigo? —pregunta. Toma el anillo de la caja y extiendo mi mano. Está
temblando, así que me estabiliza. Desliza el anillo y bajo la vista hacia él. Entonces
caigo contra su pecho y envuelvo mis brazos alrededor de él.
¿Acaba de decir niños?
—¿Tú quieres niños? —pregunto. Levanto la vista hacia él.
—Infierno, sí —dice.
—Yo también —digo. Entonces lo beso. Y no me detengo. Nunca.
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Queridos Lectores:
Por favor ten en cuenta que Daniel y su situación nacieron en mi cabeza. No es real.
De todas formas, muchas, muchas personas en la vida real sufren tanto como él lo
hizo, y más.
Te dejaré con tres pensamientos, si no te importa:
1. Si despiertas y no puedes encontrar una sola cosa por que esperar, pide
ayuda. Se pone mejor.
2. Si estás considerando el suicidio, o crees que alguien que amas puede
estar considerándolo, hay recursos nacionales que pueden ayudar.
http://www.suicidepreventionlifeline.org/ Da clic para chatear con un profesional
entrenado o puedes llamar las 24/7.
3. Tómate un momento para agradecer a un excombatiente, u ofrece ayuda a
alguien que está en transición de regreso a casa. Ellos te lo AGRADECERÁN
cuando sean capaces.
Mejores deseos,
Tammy.
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Próximo libro
Calmly, Carefully, Completely dejó a los
lectores con una pregunta… ¿Alguna vez
conseguiría Reagan justicia contra su
atacante?
¿Un encuentro al azar, una bien merecida
patada en el trasero y el final del
compromiso de Emily y Logan? ¡Averigua
lo que pasa después en La Venganza de
Reagan!
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Sobre la Autora
Tammy Falkner vive en una granja en
una encantadora, en expansión ciudad
rural en Carolina del Norte con su marido
apicultor y una casa llena de chicos, unos
cuantos perros, y un gato o dos, o cinco,
¿quién tiene tiempo de contar? Como la
mitad del equipo de Lydia Dare, ha co-
escrito diez libros, incluyendo las series
Westfield Wolves y Gentlemen Vampyre.
Es una gran fan de Regency England, a
menudo se pregunta qué otros tipos de
mágicas, míticas y extrañas criaturas
podrían vivir e interactuar dentro de la
alta sociedad. Explorando la teoría de que
los Fae pueden caminar entre Regency England y sus propias tierras, Tammy pasa
tanto tiempo como es posible con los señores y señoras de la sociedad, los carruajes
tirados por caballos, y elegantes bailes. Ahora añade a eso algunos faeries, un poco
de asesinato, un poco de caos, un gnomo de jardín molesto y tienes sus
emocionantes nuevas series. Espera que disfrutes de su mundo tanto como ella lo
hace.
También escribe como Lydia Dare.
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