El Tratamiento de La Angustia Postraumática Laurent

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Eric Laurent (2005) “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”

[Lo que se halla entre corchetes son aclaraciones mías]

Hablare del “tratamiento psíquico del trauma”, aunque no sea un especialista del tratamiento psicoanalítico del trauma, y del
estrés, que es su consecuencia. [En relación a los psicoanalistas que acudieron y asistieron en un atentado en Madrid]
Ellos le propusieron a los catalogados como “traumatizados”, una escucha, hecha por psicoanalistas, de su
demanda de ayuda y de sostén; demanda que puede formularse bajo las especies más variadas. No hay un tratamiento
estándar de los efectos de un trauma. Retomo entonces: “aunque no haya un carácter específico del tratamiento
psicoanalítico para las personas traumatizadas, el psicoanalista es quien mejor puede escuchar la singularidad de
cada uno. El psicoanálisis propone una escucha particular a las víctimas, una escucha orientada por los
conocimientos del funcionamiento de la vida psíquica que el psicoanálisis de orientación lacaniana ha podido elaborar como
resultado de décadas de experiencia de trabajo clínico con múltiples personas, también con personas traumatizadas por
diferentes causas: catástrofes naturales y químicas, atentados terroristas, guerras”

La singularidad de los casos

Como decía Lacan, “afirmar del psicoanálisis como de la historia, que en cuanto son ciencias sociales de lo particular,
no quiere decir que los hechos con los que tienen que vérsela sean puramente accidentales,si es que no facticios,y que su
valor ultimo se reduzca al aspecto bruto del trauma”. El analista se define por su deseo de, en el seno de lo que es
vivido por todos, hacer surgir la particularidad de cada cual; esto lo demuestra los casos presentados por nuestros
colegas:

Araceli Fuentes (ver caso p.2 “Cristo ensangrentado”). En el momento en que lo real irrumpe, su respuesta de huida
muestra que no se identifica con el Cristo yaciente del sueño, no se identifica con aquel que sacrificó su vida por los
hombres, no puso la otra mejilla. Más bien el acontecimiento le lleva súbitamente a reconocer en él los poderes del odio. El
analista deduce de esto la lógica de su propia posición, que es la contraria a una posición idealizante . La
responsabilidad del sujeto pasó a un primer tiempo por reconocer el odio que se había despertado en él a raíz del trauma,
“un odio desconocido hasta entonces”. Frente a lo real del trauma, la llamada al padre que sería todo amor no tiene
respuesta. El sujeto sigue angustiado; y esa angustia es un intento de suplencia por la vía del sentido religioso que
fracasa… Escuchar decir ese odio y mantener abierta la vía para que un día pueda emerger el carácter propio de la
vergüenza en la subjetivación de su ser, fue la orientación seguida por la analista.

Rosa Liguori (ver caso p.2 “niños huérfanos”). El sujeto no es soluble en lo colectivo: sean cuales sean los ideales del
grupo, el sujeto conserva su particularidad y es responsable de sus actos. Así, lo que puede justificar el debriefing
[“interrogación”, técnica de Liguori], lo que puede guiar nuestra acción, lo que puede ser el objetivo aplicado a grupo es:
liberar al grupo del aislamiento y extraer al sujeto del grupo. Cuando un grupo ha vivido momentos intensos,
peligrosos, conflictivos, puede estar hasta tal punto encerrado en sí mismo que cuando llega el momento de
desmembrarse, aparecen grandes dificultades para aquellos que lo constituyen. Para ellos, el exterior está lleno de
hostilidad, de peligro, indeterminado y las personas que lo componen no se diferencian, todos tienen el mismo
valor. La impresión es que cuando uno habla es como si lo hiciera en lugar de otro, como si explicara su historia tanto
como la del otro. Por esta fusión, cada miembro intenta sostener, sin saberlo, la idea de que nada les puede separar.
Lugori reunió a grupo de hermanos para, en un segundo tiempo, obtener una palabra singular. Esta viñeta ejemplifica
precisamente lo que Guy Briole denomina, refiriéndose a un grupo definido por un acontecimiento traumático: “desanudar
sin deshacer”. El dice “estas personas se encuentran a pesar de ellas constituidas en grupos de traumatizados, de
víctimas; en un primer tiempo, el grupo funciona conteniendo: permite una cierta limitación de sufrimiento padecido
por una comunidad de identificaciones al mismo traumatismo, a las mismas adversidades. El sujeto queda pegado al
grupo y eso es un obstáculo a su progresión individual: la cuestión del grupo esta siempre por delante en detrimento de la
del sujeto. Así, por un tiempo es fundamental mantener lo que ha constituido –en la situación concreta- al grupo
para poderlo desanudar y no deshacerlo. El objetivo no es romper el grupo, sino desanudar las cuestiones que,
imaginariamente, harían grupo para ellos”.

Los mismos principios lo demuestra el caso siguiente (ver caso p.3 “niños que ven suicido”). La cuestión para nosotros,
que fuimos a verlos esa noche, era la de restaurar algo e integrar el horror que suscitó ese encuentro. Ahí se mide
también esa efracción con lo real, en ese viraje donde acababa de ser percibido aquello que estaba prohibido ver. Luego de
una reunión para alojar preguntas de los niños, muchos seguían angustiados, por lo que se propuso volverlos a ver en
grupos más pequeños donde, por ejemplo en un grupito de niñas, la demanda se refirió a la evocación de enfrentamientos
con la muerte del Otro ocurridos en la historia de cada una (abuelos, tíos, etc.). Luego se efectuó la transición desde la
muerte del Otro a la suya propia; y ello a partir de la evocación del suicidio. Entonces emergió que una de las niñas nos
confió que de manera recurrente, consideraba cada mes la posibilidad de suicidarse.

María Cristina Aguirre (p.4 “caso 4 años, Torres Gemelas”)

La diferencia de los sujetos y la homogeneización biológica del estrés


Las diferencias que encontramos en cada una de las reacciones de esos sujetos frente al traumatismo se vuelven a
encontrar en las reacciones a una experiencia traumática colectiva. Es lo que intenta borrar la referencia a un estrés
biológico que vendría a inscribirse en un cortocircuito por el Otro de la civilización, para definir una suerte de estándar de la
reacción del organismo afectado. Las similitudes entre el 11/S del 2001 y el atentado de Madrid son evidentes. No son
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atentados contra símbolos o significantes amo. Son crímenes en masa. La identidad de los muertos responde más
a lo de los esclavos de la sociedad contemporánea: trabajadores poco cualificados, migrantes, magrebíes, africanos,
etc. Para estos nuevos atentados solo cuenta la pura cifra del horror.
La reacción frente al traumatismo es muy particular: es a la vez, simbólica y pánica . La reacción al estrés posterior al
11/S fue sorprendente: un proceso de individuación que inmediatamente pasó a primer plano. A los muertos en masa,
venía a responder una desmasificación, unos nombres precisos, los testimonios de los parientes, las velas colgadas en las
vallas el duelo en masa debe afirmarse como individual e interior, aunque sea espectacular. Más allá de esta dimensión
simbólica hubo una manifestación pánica, y el surgimiento del número como objeto: numero de neoyorkinos tomados de
uno en uno, número de españoles inmediatamente reunidos y convocados por el acontecimiento traumático.
Manifestaciones de una emoción, de un afecto, de un objeto pulsional, podríamos decir sin temor a equivocarnos .
Se hacía sentir a necesidad de una manifestación que respondiera en la misma dimensión masiva del objeto. Una
manifestación de unanimidad.

Esta política de la emoción, denominada por Paul Virilio como “manifestación pánica”, embaraza a los intérpretes y
perturba las categorías políticas mediante las cuales se las intenta comprender. El acontecimiento y su alcance
exceden los comentarios que intentan dar cuenta de él. Los comentadores políticos intentan reducir el sinsentido
producido por este acontecimiento; pero el hecho persiste, verdadero agujero en el discurso. ¿Estas manifestaciones son
un testimonio de la indiferencia a la política? Más bien la interpretación que prevalece es la de un sobresalto de la verdad.
Sin embargo, por la dificultad de la interpretación, vemos de qué manera la reacción al trauma resiste a su reducción a
un comentario unívoco.
El horror es “traumatismo” es un sentido clínico en la medida en que se trata de muertos, de heridas que dejarán
secuelas físicas y psíquicas, pero también en la medida en que crea un agujero en el discurso común . Tanto si es
en el nivel de lo colectivo como en el de lo singular, nos encontramos con la impotencia del discurso a la hora de
leer el acontecimiento. Es en esta impotencia común que el “trastorno de estrés postraumático” del DSM IV y ICD-10
intenta reducir a un fundamento biológico universal, transcultural.

La generalización del trauma


La clínica clásica del trauma fue especialmente ampliada, en esos manuales, mas allá de los límites generalmente
admitidos hasta los 80´. La nueva extensión del término se justifica por un fenómeno que se sitúa en la interfaz entre
la descripción científica del mundo y un fenómeno cultural que la excede. La ciencia avanzada hace existir una
causalidad determinista universal. En la medida en que solo se admite esta causalidad, surge el escándalo de lo
contingente, de lo imposible de programar del trauma. Todo lo que no es programable se convierte en trauma. A tal
punto que por ejemplo, en conferencias de la OMS, escuchamos posiciones que apuntan a considerar la sexualidad misma
como un “trastorno de estrés postraumático”: nuestro cuerpo no está hecho para ser sexuado, de ello se deduce un trauma
incontestable vinculado al sexo, por lo que se puede describir la sexuación entera como una reacción difícil al trauma. Es
un esfuerzo entre otros para reducir la descripción del funcionamiento del body la mind a un solo modelo, el que conjuga la
causalidad programada con la irrupción de la contingencia que sorprende.

El síndrome traumático de guerra, tanto si su definición es psicoanalítica como si no, se caracteriza por poseer un
núcleo constante: durante largos períodos, y sin ningún remedio, unos sueños repetitivos, que reproducen la
escena traumática, provocan despertares angustiados. Por esa época, el “tratamiento” consistía en la aplicación de
choques eléctricos completados con una sugestión autoritaria, destinada a obligar a los soldados a volver al frente en un
encuadramiento muy cerrado. Durante la segunda guerra, prosiguió esta tendencia “terapéutica”, y gracias a esa extensión,
supimos –contrariamente a lo que Freud creía- que el hecho de haber recibido una herida física no protege de una
neurosis traumática. Un 80% de los heridos graves en ocasión de atentados presentan, y ello hasta varios años después
del acontecimiento, síndromes de repetición, trastornos fóbicos o depresivos. Pudimos concebir la segunda guerra mundial
como una reacción postraumática a la masacre de 1914-1918. Pero fue finalmente las consecuencias de la guerra de
Vietnam, lo que cambió la concepción del traumatismo en psiquiatría. La importante movilización de los
psiquiatras y psicólogos americanos sobre el tema social de la reinserción de los soldados traumatizados, hizo
salir al trauma del círculo estrecho de la psiquiatría militar para presentarse como un punto de vista general desde
el cual abordar los fenómenos clínicos vinculados a las catástrofes individuales o colectivas de la vida social.

El segundo factor que trae consigo la extensión del síndrome es la patología propia de las megalópolis de la
segunda mitad del siglo XX; estas megalópolis actúan en un doble registro: de un lado engendran un espacio social
marcado por un efecto de irrealidad (medios, virtualidad, publicidad, mercancía) y por otro, ese artefacto es lugar de la
agresión, violencia urbana, agresión sexual, terrorismo, etc. Fue en USA donde por primera vez los grupos feministas
quisieron reivindicar la violación como un trauma y no un delito de derecho común, sino un crimen clínico que
comporta consecuencias subjetivas de larga duración.
Dos factores intervienen pues en la extensión clínica del trauma. De un lado la experiencia psiquiátrica de los
traumas de guerra en los países democráticos, es decir, en los que no se abandona a los ciudadanos a la muerte
sin palabras. De otro lado, al tomar en cuenta la patología civil del trauma, se extiende la definición de la
experiencia traumatizante a cualquier experiencia que comporte el encuentro es un riesgo importante para la
seguridad o la salud del sujeto. La lista de los peligros mezcla ahora cualquier tipo de catástrofe técnica, de accidente
individual o colectivo, con una agresión individual, un atentado, la guerra o la violación.

La energía del trauma


Solo después de haber aislado el puro instinto de muerte Freud separa los sueños de repetición y la histeria, y habla, en el
síndrome de repetición traumática, de un fracaso de la repetición neurótica, de un fracaso de las defensas, de un fracaso
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del escudo para-excitación. La cuestión es cómo releer ahora estas metáforas energéticas freudianas. Lacan mostró que
la tesis de Freud puede formularse así: venimos al mundo con un parásito: el inconsciente. En el momento mismo en
que aprendemos a hablar, hacemos la experiencia de algo que vive de otro modo que lo vivo, que es el lenguaje y sus
significaciones. En el mismo movimiento en el que comunicamos nuestras experiencias libidinales, hacemos el
descubrimiento de los límites de esta comunicación, el hecho de que el lenguaje es un muro. En el borde del sistema del
lenguaje, un cierto número de fenómenos clínicos responden a la categoría de lo real. Estos fenómenos están a la
vez en el borde y en el corazón de ese sistema del lenguaje. El trauma responde a una topología que no está hecha
simplemente de un interior y un exterior; el trauma, la alucinación, la experiencia de goce perversa, son fenómenos
que se puede decir que tocan con lo real. También el neurótico experimenta momentos de angustia que le dan una idea
de esos fenómenos y que se arrancan de su tendencia a considerar la vida como un sueño. En este sentido, la extensión
actual de la clínica del trauma en las clasificaciones psiquiátricas es la consecuencia lógica de la extensión de la
descripción lingüística del mundo, tanto en los modelos científicos como en las neurociencias.

Los lugares del trauma


La cuestión del traumatismo es una cuestión del interior y del exterior, pero las relaciones de esas dimensiones son
complejas. Lacan propone para pensar el espacio topológico del lenguaje, al toro. El toro es la forma del espacio mas
simple que incluye un agujero (ver toro p.9). En un primer sentido, el trauma es el interior de lo simbólico . Lo
simbólico es planteado como el sistema de las Vorstellungen [sería “las constelaciones de representaciones”] a través
de las cuales el sujeto quiere reencontrar la presencia de algo real. Lo simbólico incluye ahí al síntoma en su envoltura
formal y también lo que no llega a hacer síntoma: ese punto de real que permanece exterior a una representación
simbólica, tanto si es síntoma como si es fantasma inconsciente. Permite [retoma a Lacan] figurar lo real en “exclusión
interna a lo simbólico”. Así, “el síntoma puede aparecer como un enunciado repetitivo sobre lo real. El síntoma es la
respuesta del sujeto a lo traumático de lo real”. Ese punto de real, imposible de reabsorber en lo simbólico, es la
angustia entendida en un sentido generalizado en el que incluye la angustia traumática.
El tratamiento deducido de este modelo, implica que en caso de trauma, hay que llegar a dar sentido a lo que no lo tiene.
Es el tratamiento por el sentido. El psicoanálisis se inscribe entones en una voluntad de no limitar el trauma a un
fuera-de-sentido cuantitativo. Considera que, en el accidente más contingente, la restitución de la trama del
sentido, de la inscripción del trauma en la particularidad inconsciente del sujeto, fantasma y síntoma, es curativa.
Frente a las diferentes figuras del discurso amo de las que el sujeto ha sido expulsado, le hace reencontrar su
representante. El psicoanálisis se apoya ahí en el inconsciente como un dispositivo que produce sentido libidinal.
Esto supone desconfiar de la inscripción del sujeto en grandes categorías anónimas y preservar su particularidad .
Lacan dice: “el acontecimiento retornara a su valor traumático susceptible de un progresivo y autentico desvanecimiento, si
no se reanima expresamente su sentido”. Denominamos al psicoanalista así definido, parodiando a Winnicott, un
traumatismo lo “suficientemente bueno” para que “impulse” a hablar. Volvemos a encontrar aquí la función del
traumatismo como productor de equívoco.

El traumatismo tiene como consecuencia sorprendente la de desplazar los límites del discurso. El analista es un
partenaire que traumatiza el discurso común para autorizar al otro discurso del inconsciente. El analista es más bien
aquel que sabe que el lenguaje, en su fondo mas intimo, permanece fuera de sentido; sabe que “el lenguaje es un
virus” que crea enigma, al cual el sentido del síntoma vendrá a responder. El sujeto es traumatizado del significante, de la
“no inscripción de la relación sexual”. Lo real “no existe”, dice Lacan; no existe en el sentido de que no hay universal de lo
real. Lo real existe para cada sujeto como lo que viene a oponerse a él, como su pareja . Solo hay trozos de lo real,
solo parcial, es una confrontación con lo real como imposible, como imposible de una realidad lógica. No todo es posible a
la vez y así es lo que la lógica del trauma pone en relación.
Freud situaba el traumatismo como la pérdida de la madre. Lacan lo sitúa con la pérdida de la mujer. La originalidad del
psicoanálisis en su conjunto de las terapias de trauma por la palabra es la de dar testimonio de la aptitud del
síntoma para la invención; solución que responde al trauma de la lengua. Puesto que hablamos, sabemos que
estamos amenazados por acontecimientos como el atentado en Madrid. Es por ello que propongo la creación de una nueva
categoría sindrómica: el “trastorno de estrés pre-traumático”, esa angustia, que no es la “generalizada” (DSM), sino
aquella que nos hace aptos para dirigirnos, uno por uno, al psicoanálisis, para, mas allá de la angustia, hacer frente
al trozo de real que nos toca.

Choices inventados

Según E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, ¿cuál es la
originalidad del psicoanálisis como terapéutica por la palabra?
a. Promover el atravesamiento por el fantasma y el inconsciente.
b. Dar testimonio de la aptitud del síntoma para la invención
c. La cancelación de síntomas.
d. La ética por lo singular de cada ser.

Según E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, nos encontramos
con la impotencia del discurso a la hora de leer el acontecimiento:
a. En el nivel singular y grupal.
b. En el nivel grupal.
c. En el nivel colectivo y el singular.
d. En el nivel particular.

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Según E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, el tratamiento del
trauma es:
a. El tratamiento por el sentido
b. El tratamiento por lo simbólico.
c. El tratamiento por la urgencia.
d. El tratamiento por lo Real.

Según E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, ante catástrofes y
traumas masivos:
a. El sujeto no es soluble en lo colectivo.
b. El sujeto pierde su particularidad y es responsable de sus actos.
c. El sujeto se funde en la masividad.
d. El sujeto representa identificatoriamente la respuesta al trauma generalizado.

Para E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios” ¿Cuál es la
consecuencia sorprendente del traumatismo?:
a. Promover un vacío en el lenguaje.
b. Desarmar las referencias simbólicas.
c. Producir pánico.
d. Desplazar los límites del discurso.

Para E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, las similitudes entre
el 11/S y el atentado de Madrid consiste en que:
a. Son atentados contra símbolos o significantes amo.
b. Son delitos de lesa humanidad.
c. Son genocidios
d. Son crímenes en masa.

Para E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios ”, en un primer
tiempo, el grupo funciona:
a. Alojando.
b. Conteniendo.
c. Representando.
d. Fusionado.

Según E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, el analista se
define por:
a. Su deseo de hacer surgir la particularidad de cada cual.
b. Su ética de priorizar la singularidad.
c. Su formación psicoanalítica.
d. Su posición idealizante.

Siguiendo a E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, el trauma
responde a una topología que:
a. Se compone de un interior-exterior.
b. Es un punto éxtimo.
c. Implica interior infinito.
d. No está hecha simplemente de un interior y un exterior.

Siguiendo a E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, la
manifestación pánica implica la manifestación de:
a. Un objeto pulsional.
b. Uniformidad
c. Un sentimiento colectivo.
d. Un trauma penoso que itera.

Siguiendo a E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, en el caso
de A. Fuentes, su orientación fue:
a. Alojar el conflicto edípico en los bordes de lo real.
b. Escuchar decir ese odio y mantener abierta la vía para que un día pueda emerger el carácter propio de la
vergüenza en la subjetivación de su ser.
c. Interpretar el odio latente como una regresión producto del trauma, acontecido en el encuentro entre lo contingente y lo
estructural.
d. Fortalecer su capacidad yoica de resiliencia.

Siguiendo a E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios” y su
recapitulación de Guy Briole, “desanudar sin deshacer” alude a que el objetivo terapéutico:
a. No es romper el grupo, sino desanudar las cuestiones que, imaginariamente, harían grupo para ellos.
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b. Es mantener en todo momento lo que ha constituido –en la situación concreta- al grupo para poderlo desanudar y no
deshacerlo.
c. Es desanudar, sin deshacer las referencias imaginarias identificatorias.
d. No es profundizar la angustia para la evocación catártica.

Para E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, el horror es
“traumatismo” en un sentido clínico en la medida en que:
a. Hablamos de la muerte del Otro.
b. Se perfora la barrera psíquica.
c. Crea un agujero en el discurso común
d. Arrasa la subjetividad.

Siguiendo a E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, respecto a
un tratamiento estándar para los efectos de un trauma:
a. Debe regirse por principios éticos
b. Es posible, pero debe enmarcarse en la singularidad del caso.
c. No hay un tratamiento estándar.
d. Es imposible debido a la no-relación sexual estructural.

E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, el psicoanálisis se apoya
en el inconsciente como:
a. Una ética apropiada para tejer sentido.
b. Un abordaje simbólico.
c. Un dispositivo que produce sentido libidinal
d. Un descubrimiento inaugural.

E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios”, dirá que extensión del
término “trauma” se justifica por:
a. El avasallamiento de las catástrofes y las declinaciones del Nombre del Padre.
b. Un acontecimiento lindante entre lo real imposible de simbolizar y la falta de referencias simbólicas.
c. La primacía de categorías nosológicas del DSM IV y la inoperancia del “analista ciudadano”.
d. Un fenómeno situado en la interfaz entre la descripción científica del mundo y un fenómeno cultural que la
excede.

E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios” dice que la historia y el
psicoanálisis:
a. Son ciencias humanas de lo singular.
b. Son ciencias singulares de lo humano.
c. Son ciencias particulares de lo social.
d. Son ciencias sociales de lo particular.

E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios” dice que la reacción
frente al traumatismo es muy particular, siendo:
a. Simultáneamente, simbólica y cínica.
b. A la vez, simbólica y pánica.
c. Simbólica, luego pánica.
d. Diferidamente, real y luego simbólica.

E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios” dice que en el momento
mismo en que aprendemos a hablar, hacemos la experiencia de algo que vive de otro modo, que es:
a. Lo simbólico y sus signos.
b. El Otro y sus significantes.
c. El lenguaje y sus significaciones.
d. Lalengua y su letra.

E. Laurent en “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios” dice que ante el abordaje
de grupos en lo traumático, la guía para la acción es:
a. Insertar al sujeto en la tramitación colectiva vía significante.
b. Liberar al grupo de su fusión masiva y romper la repetición.
c. Extraer al grupo del sujeto traumatizado.
d. Liberar al grupo del aislamiento y extraer al sujeto del grupo.

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