Clases Sociales en Saint Domingue

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Clases sociales en Saint Domingue

Al leer la lectura escogida en la página 168 de la obra publicada por Juan F. Martínez Almanzar
llamada “Manual de historia critica dominicana”, somos conscientes de los tiempos remotos
donde surgieron las clases sociales. Desde ese punto de la historia, tanto Republica Dominicana
como nuestro país vecino Haití, sufren constantemente de tratos desiguales debido a los
diferentes niveles económicos; aunque no son tratos tan inhumanos como en esos tiempos.

Antes de la revolución haitiana, los franceses se encargaban de hacer lo que se les venía en gana
con los habitantes de aquella parte de la isla. Existían tres clases sociales, una de ellas
dividiéndose en dos partes. Al hablar de esta nos referimos a la clase blanca, la cual poseía dos
clasificaciones: los grandes blancos y los pequeños blancos. El primer grupo era conformado por
todos aquellos habitantes con altos rangos militares o mucho dinero. A diferencia de estos, los
pequeños blancos eran de una clase más baja, puesto a que buscaban diferentes medios de trabajo
(tanto honrados como deshonrados) para poder sobrevivir económicamente. Estos últimos eran
incluso comparados con los negros esclavos por su alto nivel de miseria.

El segundo renglón lo conformaban los libertos, clase que abarcaba a todos esas personas libres
de piel mestiza o negra. Su condición se debía a que eran hijos de padres libres. A pesar de que
no eran esclavos, se le trataba de forma diferente. Este grupo era apartado en los actos públicos y
no se les permitía trabajar en puestos considerados “nobles”. Incluso, según dicen, sus uniformes
militares eran diferentes al de los blancos solo por el hecho de pertenecer a un diferente grupo
social.

La clase más baja (y por ende, la que más me llamo la atención) fue la de los esclavos, quienes a
diferencia de los libertos, eran todos esos negros y mulatos nacidos de padres no libertos. Este
nivel se dividía también en dos partes pero no tan estrictas como en la clase blanca. En este
grupo existían los esclavos domésticos y los esclavos de campo. Los primero eran encargados de
todos las ocupaciones de las casas de los amos, mientras que los segundos eran los que peores la
llevaban, pues eran encargados de los ingenios.

Me causo mucho impacto enterarme de la forma en la que estos eran tratados (en especial los
esclavos labradores), puesto a que para los blancos ellos no eran más que instrumentos de trabajo
(objetos) que debían ser utilizados hasta mas no poder, para luego desecharlos. Era tan radicales
los tratos que recibían, que como en la lectura escogida se expresa, no eran mejor tratados que
los bueyes, caballos o mulos. El ya mencionado grupo de individuos no tenían una vida muy
extensa, pues según diferentes fuentes, la mayoría no pasaba de los 30 años, debido a las
atrocidades que eran realizadas contra ellos. Trabajaban excesivamente, sin recibir beneficio
alguno; hasta los que eran pasivos y obedientes eran tratados igual que las bestias.
Los esclavos eran obligados a maltratar a los mismos de su raza, como era el caso del
comendador, quien era un encargado de vigilar a sus demás compañeros en la faena exhaustiva
de trabajo. Este vigilante era escogido entre los esclavos más crueles.

La clase esclava además de tener que soportar golpes y malos tratos, no recibían la alimentación
necesaria y mucho menos atención médica
cuando era requerida. Los mismos eran
amontonados en lugares llamados
“habitaciones”. Los blancos los consideraban
como “desechables” por lo que no se
molestaban en darles el trato merecido,
ignorando el “Código Negro”, el cual
reconocía la humanidad de los esclavos,
quienes debían recibir mejores tratos.

Es un tema que, en lo personal, me causa bastante coraje, ya que todos debemos recibir el mismo
trato, sin importar nuestro nivel económico y color de piel; todos somos iguales. A pesar de la
incomodidad, ninguno de nosotros puede hacer algo al respecto en cuanto a los años pasados se
refiere, pero lo que si tenemos en nuestras manos es el poder de controlar nuestro futuro,
evitando a toda costa los errores cometidos y maltratos recibidos por nuestros antepasados.

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