De Angel A Demonio Nin Os de Hoy

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“De ángel a demonio”

Por qué los niños adoptados a veces no sienten el dolor: La disociación

Frecuentemente observamos que los niños adoptados pasan de un comportamiento a


otro muy diferente, los padres refieren que pueden pasar de “ser un angelito a un
demonio en breves segundos”. También es bastante habitual que no perciban
determinadas sensaciones corporales o se comporten de forma temeraria en unos
momentos y en otros sean extremadamente temerarios.

Estos comportamientos pueden explicarse desde la disociación, un mecanismo de


defensa que se puede poner en marcha cuando el entorno es muy amenazante u hostil.
Consiste en la desconexión entre mente y cuerpo y/o mente y entorno.

Existe una disociación o estados disociativos normales que son aquellos en que los
niños o los adultos están muy concentrados en una tarea y no atienden cuando les
llamamos, cuando por ejemplo están viendo su programa favorito o jugando con la
videoconsola. En estas situaciones no hay desconexión ni deterioro para la vida
cotidiana

Cuando un niño está sometido a una situación de mucho sufrimiento, que le aterroriza o
que le hace temer por su vida y no dispone de un adulto que le proteja ni de recursos
para enfrentarse, la disociación puede ser una manera de afrontar dicha situación
amenazante. Imaginémonos un niño de 4 meses solo en una cuna en un orfanato, al que
le duele mucho la tripa; el bebé llorará para que le atiendan y al no obtener respuesta ni
consuelo llorará con más desesperación y gritará con todas sus fuerzas en un intento de
conseguir que alguien le calme, al no conseguirlo llegará un momento en el que la única
manera que tiene de salir de esa terrible situación es desconectándose (disociando) de su
memoria esas sensaciones negativas, de dolor y malestar. Es como si bloqueara sus
sensaciones y percepciones y entrara en un estado en el que es incapaz de sentir esas
sensaciones u otras similares. Esta estrategia o mecanismo de defensa de bloqueo
(disociación) que le sirve para defenderse de unas situaciones muy dolorosas y
amenazantes, al repetirse en diferentes ocasiones queda instalada en su psiquismo y
puede aparecer en otras circunstancias, aunque estas ya no sean amenazantes,
simplemente pueden evocarle o recordarle algo relacionado con aquella sensación
original que le causaba tanto dolor y malestar, puede ser un roce, una sensación interna
o cualquier otro estímulo. Después de esto veríamos al bebé con la mirada fija, perdida
en el vacío, como si estuviera “ido”. Esto es lo que explica por qué muchas veces los
niños tienen caídas fuertes, se rompen algún hueso y manifiestan que no les duele,
realmente no sienten el dolor porque lo tienen bloqueado.

Estos estados ausentes también interfieren en su desarrollo normal porque les impiden
centrarse y concentrarse en su ambiente escolar. Escuchamos en múltiples ocasiones las
quejas de profesores sobre la falta de atención y concentración de estos niños, los padres
nos cuentan que un día retienen perfectamente un tema y al día siguiente son incapaces
de mantener la atención. A veces pueden diagnosticarles como TDA, pero lo que les
ocurre es que tienen momentos de desconexión que no pueden controlar.

Cuando el entorno de un niño es muy aterrador, la manera de huir de él es separar su


consciencia de lo que está pasando, el niño aprende a hacer que lo que está pasando a su
alrededor no es real, y así puede soportarlo, a esto se le llama desrealización.
Imaginemos un niño de 3 años que ve cómo golpean a su madre, oye gritos y ruidos
amenazantes. Este niño consigue separar su consciencia de su entorno pero más
adelante puede ocurrirle que cuando algo le recuerde a aquella sensación original de
temor, por ejemplo si la profesora le grita, sienta que ese entorno no es real, perciba que
lo que le está pasando es “raro”.

Otra forma de disociación es la despersonalización que se puede producir cuando un


niño ha estado sometido a maltrato físico, a abusos sexuales o a intervenciones médicas
dolorosas. El niño aprende a separarse de su cuerpo para no sentir el dolor. Esta
disociación puede afectar al sentido del oído, la vista, y el gusto, lo que puede interferir
negativamente en el curso del aprendizaje escolar.

Es muy frecuente en los niños adoptados que no tengan sensación de frío o calor, que no
sientan dolor ante las heridas o caídas. Muchas veces los médicos de urgencias se
sorprenden de que vayan con una muñeca rota o un tímpano perforado y apenas se
hayan quejado.

En otras ocasiones, la situación ante la que tiene que huir es tan terrible que la única
forma posible de hacerlo es que una parte del niño se haga cargo de esos pensamientos,
sensaciones, pensamientos y recuerdos horribles. Es como si dentro del niño hubiera
otra parte que encierra todo ese material horrible del que está desconectado. Esa sería
una parte disociada. El niño siente que dentro de él hay una o más partes, si le
preguntamos puede decir que dentro de él hay un Iván enfadado y otro pequeñito. Eso
va a hacer que se comporte de forma diferente, un día podemos ver a un Iván totalmente
cariñoso y al rato siguiente a un Iván arisco y despegado.

Las partes disociativas son las que están implicadas en esos cambios de comportamiento
y en esas conductas que tanto sorprenden en algunos niños adoptados, lo que muchos
padres refieren como: “parece Dr Jeckyll y Mr Hyde “hoy sabe hacer una cosa y
mañana la olvida”, “miente y roba y no sabe por qué”, y verdaderamente no lo sabe.
Todo esto provoca una alteración de su identidad y muchos problemas en casa, en la
escuela y en las relaciones sociales.

Algunas causas que pueden generar disociación más relacionadas con los niños
adoptados son:

 Maltrato físico y/o psicológico y Abuso sexual

 Negligencia crónica

 Ser testigo de violencia familiar o callejera.

 Ser cuidado por padres que lo aterrorizan o que están aterrorizados.


 Heridas físicas, condiciones y procedimientos médicos

 Estar o ser testigo en un desastre natural (terremotos, inundaciones).

 Separación repetida de la persona que le cuida y que le da soporte emocional.

A continuación mostramos algunas de las maneras en las que se puede reconocer


cuando hay disociación:

 En ocasiones puede autolesionarse (a veces se hace cortes, se arranca el pelo)

 Pasar de comportamientos crueles a compasivos, de actitudes maduras a muy


infantiles.

 No muestra sentimientos.

 No recuerda haber hecho algo aunque alguien le haya visto haciéndolo.

 Se queda ausente sin que sepa qué ha pasado en ese rato.

 Cuando está muy agresivo o enfadado su mirada está ausente.

 Dolores físicos no justificables por el médico.

 Tiene un amigo interno especial que va a todas partes con él. (y que le habla y
muchas veces le dice qué tiene que hacer u opina sobre lo que ha hecho)

 Cambios en los gustos de ropa y comidas en breves periodos de tiempo (hoy me


gusta y mañana no)

 Cambios frecuentes de humor de los que no es consciente.

 Pasa de la risa al llanto sin motivo que lo justifique.

 Incongruencia entre lo que expresa y lo que siente (se ríe cuando está contando
algo triste)

 Un día es capaz de realizar correctamente una tarea y al siguiente no sabe


hacerla.
 Siente miedo ante situaciones que no lo provocan y se siente seguro ante
situaciones peligrosas.

 Es frecuente que oigan voces dentro o fuera de su cabeza.

 Se hace pis o caca encima y no lo nota ni lo huele.

 Se hace daño o heridas y no siente apenas dolor.

No tienen porqué darse todos estos síntomas ni con la misma intensidad ni con la misma
frecuencia, pero si se observan algunos de ellos podemos pensar que esas conductas o
despistes que el niño tiene no las hace porque quiere, sino porque hay un problema de
base que tiene tratamiento cuando se acude a un profesional especializado.

7 de diciembre de 2013

Montse Lapastora

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