Análisis de La Danza de Las Jóvenes Adolescentes
Análisis de La Danza de Las Jóvenes Adolescentes
Análisis de La Danza de Las Jóvenes Adolescentes
La primera sección abarca desde el inicio hasta el compás 71, y puede ser dividida
a su vez en seis subsecciones. La primera de ellas comprende los ocho primeros
compases, y se caracteriza por la textura homorrítmica, cuyo resultado es el uso percusivo
de toda la cuerda (salvo los violines I). Esta textura se constituye a partir de una
construcción poliacórdica que se mantiene invariable a lo largo de un flujo rítmico
constante de corcheas en staccato, a modo de ostinato, que es reforzada por los acordes
de las ocho trompas (con función de acentuación tímbrica), coincidiendo con las
asimetrías que presentan los acentos de la cuerda. Tanto las cuerdas como las trompas
presentan las mismas estructuras armónicas: un acorde de Mi bemol Mayor con séptima
Mayor sobre un acorde de Fa bemol Mayor (Mi Mayor, si se enarmoniza).
La cuarta subsección, mucho más amplia que las anteriores, (cc. 17-34) presenta
una densificación progresiva dividida en dos bloques a su vez. El primero de ellos (cc.
17-22) superpone la célula motívica x del corno inglés al ostinato rítmico de la cuerda,
que se alarga hasta el compás 22. Esta célula x es el elemento correlator y cohesionador
de esta gran subsección, puesto que se mantiene inalterable durante los 18 compases de
la misma, siendo respondido en el primer bloque por una nueva célula motívica, de
aspecto más cromático, presentada por la primera trompeta con sordina. Esta célula, que
será denominada y, tiene una relación polirrítmica de 3 contra 2 con el ritmo de superficie
imperante de corchea, puesto que contiene dos tresillos de corchea. La acentuación
tímbrica mediante un proceso octavación de los oboes en la cabeza de y se disuelve en el
segundo compás de la célula para regresar después en forma de «eco» de las trompetas,
invirtiendo la fórmula rítmica de la cola de y. Además, cabe destacar la aparición de unos
elementos rítmicos a contratiempo y en staccato con función de «llamada» previa a la
presentación de y en el compás 17. Este elemento esporádico contiene una enarmonía
entre los pizzicatos de los violines primeros y las notas cortas de los clarinetes (que genera
una armonía general de Do sostenido menor con séptima), mientras que los dos flautines
provocan disonancias en el plano superior. La armonía en este primer bloque de la cuarta
subsección se mantiene estable en el biacorde de la subsección previa.
Tras esta recapitulación del primer bloque, la cuerda se mantiene, siendo relegada
a un segundo plano para establecerse una textura de melodía acompañada que se mantiene
durante toda la subsección 6 (cc. 43-71), la última y más amplia de esta primera sección.
En esta última subsección la textura permanece estable, manteniéndose el flujo de
corcheas de la cuerda hasta el final de la misma. La única evolución textural es producto
del crecimiento por acumulación que tiene lugar en el plano principal, que presenta el
primer material temático de la pieza, enunciado por fagotes y contrafagot y denominado
a. Este material temático a, a diferencia de las células motívicas empleadas previamente,
tiene un carácter mucho más melódico, que destaca por el empleo de notas repetidas y
grados conjuntos sobre un tetracordo modal (contraponiendo esta sonoridad diatónica a
los cromatismos de las secciones anteriores). Este material se distingue también por su
ritmo constante que acentúa los contratiempos de una forma regular en las notas repetidas
de la cabeza del mismo. Definir un modo concreto para a sería entrar en terreno subjetivo,
puesto que con sólo un tetracordo y sin una armonía subyacente anexa, este set de notas
(fa-sol-la-sib) podría establecerse en cualquier centro tonal, aunque los centros sobre si
bemol o sol parecen ser los más coherentes. La manera en la que este material dialoga
con el acompañamiento de la cuerda también es remarcable, puesto que el ostinato
percusivo se mantiene en piano mientras se encuentra superpuesto al elemento principal,
utilizando los silencios para cambiar a dinámica forte e imitar el juego de acentuaciones
de la cabeza de a. En el compás 52 el material melódico pasa al trombón I, que enuncia
parte de la cola de a para ser respondido por una imitación de los fagotes y contrafagotes,
que completan la cola del elemento temático. Tras cuatro compases en los que desaparece
todo elemento temático (para regresar de nuevo al ostinato percusivo), comienza en el
compás 60 un leve proceso de acumulación mediante la superposición imitativa del
material a, en la que los oboes presentan este elemento (utilizando también ornamentos
en forma de acciacaturas) con dos compases de desfase respecto de los fagotes y el
contrafagot. Las flautas y el trombón son incorporadas también paulatinamente, las
primeras con función de acentuación tímbrica de las notas la y fa de la línea de los oboes
y el segundo introduciendo la cola de a para densificar la textura imitativa. La
yuxtaposición textural vuelve a ser el elemento utilizado para finalizar esta subsección
mediante un poliacorde en pizzicato de la cuerda (Do menor y Sol bemol Mayor),
respondido por un mi bemol a unísono de los metales. Tras una breve pausa, otros dos
acordes de Re Mayor y Sol Mayor con séptima menor se enlazan a través de un tresillo
de los timbales, concluyendo la sección.
Este segundo bloque (cc. 89-98) está caracterizado por la presentación del material
b1, en sol dórico (mucho más evidente a nivel modal que el elemento temático a). Este
material contiene, además, más movimiento rítmico e interválico que a, especialmente en
la variante melódica que presenta la flauta primera en el compás 93 sobre una pedal
establecida sobre la última nota de la línea de la trompa (a través de un proceso de
respitación orquestal). Nuevamente, dos compases a modo de enlace articulan esta
subsección con la siguiente, manteniéndose invariable el bloque de la cuerda y los fagotes.
En el compás 153, el ostinato de los violines I se reparte entre los oboes (que
realizan las dos primeras semicorcheas de cada tiempo) y los clarinetes (que tocan la
primera y la última de cada negra), manteniendo la armonía de La semidisminuido que
también realizan las trompas en las partes fuertes. En ese mismo compás, se incorporan
los piccolos para doblar la línea de las flautas (b1), liberando a la flauta en sol de esta
tarea para que esta realice gestualidades cromáticas ascendentes en flatterzunge. Mientras
tanto, continúa la adición paulatina de timbres en la familia del viento metal, en la que se
incorporan todas las trompetas y una trompeta piccolo.
A partir del compás 157, el bloque rítmico de los clarinetes pasa a las trompetas,
manteniendo la misma armonía y continuando la complementariedad rítmica con los
oboes. Esto permite a los clarinetes unirse a las gestualidades ascendentes de la flauta en
sol, utilizando también la articulación de flatterzunge. Por otra parte, el motivo x, que
permanecía invariable en el corno inglés, pasa en este compás a las dos tubas, que se
alternan cada dos compases mediante un procedimiento de respiración orquestal. En este
compás también se estabiliza un nuevo ostinato en los violines II y violas, en paralelismos
de quintas y cuartas descendentes, mientras los violines primeros refuerzan tímbrica y
dinámicamente el elemento temático b1 a través de armónicos con trémolo (primer divisi)
y notas repetidas (segundo divisi, sustituido la trompeta piccolo en el compás 161). Junto
a esta entrada de la trompeta piccolo se producen las últimas modificaciones significativas
en la textura, puesto que el segundo divisi de los violines I y II se incorpora a los doblajes
de b1.
Desde este punto hasta el final de la obra, todos estos planos se mantienen en casi
todo momento en los mismos timbres, densificándose aún más, si cabe, a través de la
aparición, cada vez más recurrente y en más timbres, de las gestualidades cromáticas
ascendentes y descendentes. De esta manera, Stravinsky consigue obtener una cadencia
tímbrica a través de la saturación por superposición de estratos para finalizar esta danza
(que termina con el sacrificio de una de las jóvenes adolescentes).
Como conclusión, puede establecerse que esta danza oscila entre la textura de
melodía acompañada y la policoralidad tanto armónica y rítmica como tímbrica. Los
enormes contrastes entre momentos de fragmentación motívica y momentos de gran
continuidad obtenida a través de las numerosas respiraciones orquestales consiguen un
efecto de movilidad constante del orgánico, sea por abruptas yuxtaposiciones o por
procesos cuidadosamente articulados.
Por lo tanto, existen en esta obra una gran cantidad de innovaciones en numerosos
parámetros, que se concretan a continuación. Rítmicamente, se destaca un uso de
polirritmias y células rítmicas que en ocasiones funcionan como ostinatos. En el plano
melódico, se aprecia la aparición de pequeños elementos motívicos en sustitución de las
amplias frases románticas. En lo referido al timbre, hay un gran cambio con respecto a la
concepción del eje centroeuropeo de finales del siglo XIX y principios del XX (liderada
por Strauss y Mahler) gracias a un tratamiento mucho más percusivo de la orquesta, en el
que la policoralidad se establece a través de la superposición de patrones rítmicos o
construcciones armónicas diferentes, sustituyendo a los grandes paneles tímbricos
asincrónicos o a la fragmentación tímbrica colorista que derivará en la «Klangfarben
Melodien» de Anton Webern. En cuanto a otros aspectos tímbricos, cabe destacar también
la apropiación tímbrica resultante de la incorporación de instrumentos como el piano o la
celesta (que no aparecen en este ballet, pero sí en los anteriores), que ya eran utilizados
por autores anteriores con otras funciones menos sofisticadas. En definitiva, la aparición
de esta obra supuso una transgresión a todos los niveles, motivo por el cual a día de hoy
es considerada como una de las obras más innovadoras del siglo XX y de la Historia de
la Música.