Relaciones Laborales y Globalización
Relaciones Laborales y Globalización
Relaciones Laborales y Globalización
por
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Profesor de Derecho del Trabajo en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República (Uruguay). Miembro
de número de la Academia Iberoamericana de Derecho del Trabajo. Funcionario de Cinterfor/OIT.
Publicado en "Las relaciones de trabajo en el Siglo XXI", III Congreso Regional de las Américas, Lima 1999, en
revista "Relaciones de trabajo", Santiago 2000, vol. II Nº 29, en Revista de Derecho. Universidad Católica del Norte,
Año 7, Coquimbo (Chile) 2000, y en "Impactos da Globalização" (Coords. Diana de Lima e Silva y Edésio Passos),
São Paulo 2001. Asimismo, en Revista "Pistas" Nº 3, febrero 2001, http://members.nbci.imtrabajo
SUMARIO
1. La globalización y su contexto.
2. El cuestionamiento del sistema
tradicional de relaciones laborales.
3. El paradigma de las relaciones
laborales posmodernas.
4. ¿Un modelo alternativo de relaciones
laborales?.
5. Las relaciones laborales internacionales.
6. La “re-regulación internacional”.
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GLOBALIZACIÓN Y RELACIONES LABORALES
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1. La globalización y su contexto
Este proceso globalizador entraña, por lo menos, tres dramas para los trabajadores y
para todos los que se preocupan por los problemas sociales: a) el relativo desinterés por
el mercado interno; b) la limitación del poder estatal para gobernar las variables
económicas; y c) el predominio de ideologías que no privilegian al factor trabajo.
Analicemos brevemente estos “tres dramas”.
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Naturalmente, este proceso va acompañado de una ideología legitimadora, que
tiende a privilegiar al capital sobre el trabajo. La competitividad de la empresa en el
mercado global se convierte en el bien supremo al que se subordinan los demás. Los
intereses individuales son más valorizados que antes, mientras que los colectivos
tienden a perder prestigio. La solidaridad pasa de moda y el egoísmo tiende a ser
considerado como un motor del progreso. La eficacia comercial justifica los medios. El
Estado de bienestar, que había cumplido una función de contención del comunismo y de
promoción del consumo nacional, ya no es considerado como necesario. El Derecho
laboral y la acción sindical pueden ahora, ser vistos como obstáculos al desarrollo de la
libre empresa. Por lo demás, en la medida en que las nuevas tecnologías siguen
sustituyendo mano de obra, los trabajadores van siendo menos necesarios y disminuye
su peso en la economía y la política. De todos modos, llama la atención la
entronización del empresario, precisamente en el momento en que fracasa en su función
social: la de generar empleo. Recuérdese que la denominación de empleador, que
identifica a la parte empresaria en las relaciones de trabajo, quiere decir el que da
empleo, el que emplea a otro, o sea, dador de trabajo.
Aquel sistema tradicional tiene por eje una relación de trabajo que vincula al
trabajador con un mismo empleador por tiempo indeterminado. En efecto, a la relación
de trabajo clásica se ingresa (¿se ingresaba?) con vocación de continuidad. Asimismo,
ese ingreso se producía para desarrollar una tarea determinada, claramente definida y a
cambio de una remuneración preponderantemente fija. Esa relación es regulada por el
Estado y por el sindicato, con la finalidad de proteger a la parte más débil: el
trabajador. Por eso, la red normativa de este sistema tradicional de relaciones
industriales es un Derecho laboral unilateralmente protector, en América Latina
predominantemente heterónomo, es decir, de fuente estatal, y en otros países
predominantemente autónomo, con predominio de los convenios colectivos, pero
siempre con un componente estatal y otro colectivo y con una finalidad de tutela.
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o accidente, etc.). En idéntico sentido operan los servicios sociales que algunas
empresas y sindicatos ofrecen a sus trabajadores y afiliados.
¿Por qué?. ¿Para qué?. Teóricamente, para abaratar el costo del trabajo y así
contribuir a incrementar la competitividad de la empresa y aumentar el lucro
empresario, lo que provocaría inversiones que generarían nuevos empleos y así, por
“chorreo” o “goteo”, la concentración del ingreso terminaría beneficiando a todos.
Está claro que este programa, si se aplicara en plenitud -lo que, como sucede con
todo proyecto teórico, nunca sucedió en la realidad-, no solo provocaría efectos sobre
las relaciones laborales, sino que produciría su desaparición. En efecto, llevaría a la
abolición del sistema de relaciones de trabajo y a su sustitución por múltiples relaciones
privadas de cada persona que trabaja para otra con aquella que compra su trabajo, en un
mercado libre. No habría Derecho del trabajo, sino Derecho civil o comercial (como en
el siglo XIX), ni habrían relaciones laborales, sino relaciones civiles o comerciales.
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Como va dicho, el paradigma teórico puro, sería la disolución de las relaciones
laborales en relaciones individuales, civiles o comerciales. Pero como esto no ha
sucedido en la práctica -de hecho, siguen existiendo sindicatos, negociaciones colectivas
y huelgas, Códigos del trabajo, Administración pública laboral y Justicia del trabajo-, la
resultante, por el momento, va quedando “a mitad de camino”.
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En quinto lugar, y como resultante de todo lo anterior, el abaratamiento del costo
del trabajo. Si hay menos empleo y más desempleados, si el empleo tiende a
precarizarse salvo para un núcleo relativamente reducido, si se abaten las medidas
legislativas de protección y ellas no son compensadas por la acción de un sindicato
debilitado, la consecuencia es una reducción del salario real, una concentración de la
riqueza y un descenso de la participación del salario en la renta nacional. Esa reducción
salarial se refuerza con la introducción de modalidades salariales más ligadas al
rendimiento, con la flexibilización de los horarios en función de las necesidades
productivas, y con la acentuación de la movilidad funcional. Estos son instrumentos de
flexibilización de la relación de trabajo, no impuestos por la globalización, pero sí
impulsados o acentuados por ella. Sin duda pueden ser útiles en determinadas
circunstancias, a pesar de lo cual tampoco puede dudarse de su efecto depresor del
empleo, puesto que tienden a optimizar el uso de la mano de obra por el empleador.
La primera pregunta sin respuesta es: ¿cuál es el umbral de exclusión que admite la
sociedad, sin provocar la eclosión de una nueva cuestión social y el quiebre del sistema
democrático?. ¿Cuál es la estabilidad, a mediano y largo plazo, de un modelo que
excluye a un número superior de los que incluye?.
Tampoco parece evidente que el abatimiento del costo del trabajo determine, por sí
solo, una mayor competitividad de la empresa. Entre otras razones porque la
competitividad de la empresa no depende solamente de la competitividad de la mano de
obra, máxime cuando el costo del trabajo supone, por regla general -y especialmente en
Latinoamérica-, un porcentaje muy menor del costo total de producción y del precio de
venta del producto o servicio.
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no es razonable pretender que un empleador invierta en la capacitación de un trabajador
que sabe que en poco tiempo estará fuera de la empresa, ni es tampoco razonable
pretender que ese trabajador se involucre en los objetivos de una empresa que sabe que
en breve lapso prescindirá de sus servicios.
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relaciones laborales; y b) la demanda de una “re-regulación internacional” de las
relaciones de trabajo.
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En el Mercosur, quienes primero percibieron la necesidad de crear una estructura
regional, fueron los trabajadores. Paralelamente con la negociación y adopción del
Tratado de Asunción (acto fundacional del Mercosur, firmado el 26 de marzo de 1991),
las organizaciones sindicales de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay echaron mano a
una institución preexistente: la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur, que
había sido creada en 1986 para apoyar el proceso de democratización latinoamericano,
aún pendiente, a la sazón, en Bolivia y Chile.
A comienzos de los ’90, esta Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur
había cumplido su función y fue entonces revitalizada para operar como estructura
sindical del y en el Mercosur. Para ello se creó en su interior la Comisión Sindical del
Mercosur que, desde 1991 hasta hoy, ha tenido una permanente, intensa y relativamente
fructífera participación en toda la construcción del espacio social del Mercosur. Es
probable que la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur -actuando a través
de su Comisión Sindical del Mercosur-, haya sido el principal motor del reconocimiento
de la existencia de una dimensión social del Mercosur, primero, y de la paulatina
construcción de un espacio social del Mercosur, después.
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empresa Volkswagen de Argentina y Brasil, por una parte, y los sindicatos metalúrgicos
de la CUT de Brasil y el sindicato de mecánicos de Argentina.
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previsto en los tratados fundacionales, destinado a vehiculizar la representación y
participación orgánica de los actores sociales. Sin embargo, ha tenido gran importancia,
también, el Subgrupo de Trabajo Nº 10, comisión de funcionamiento tripartito con
competencia en asuntos laborales; de su seno surgieron muy importantes iniciativas,
como la propuesta de ratificación de un elenco común de convenios internacionales del
trabajo por los cuatro países miembros del Mercosur, el proyecto de Convenio
Multilateral de Seguridad Social del Mercosur, ya aprobado por los órganos regionales
y a la espera de su ratificación por los congresos nacionales y la adopción de la
Declaración Sociolaboral del Mercosur
6. La “re-regulación internacional”
6.1 Los convenios internacionales del trabajo emanados de la OIT son el primero y
el más desarrollado de los intentos de generar una red normativa universal. Más aún, es,
por ahora, el único que ha alcanzado una dimensión global o planetaria. Apunta a
establecer normas mínimas para las condiciones de trabajo y relaciones laborales, en
base a cuatro fundamentos: la justicia social, la constatación de que la paz es imposible
sin equidad, el principio de que el trabajo no puede ser tratado como una mercancía, y la
preocupación por el “dumping social”. Respecto a este último aspecto, tan
reactualizado a causa de la globalización, cabe recordar que el Preámbulo de la
Constitución de la OIT establece, ya desde 1919, que “si cualquier nación no adoptase
un régimen de trabajo realmente humano, esta omisión constituiría un obstáculo a los
esfuerzos de otras naciones que desearen mejorar la suerte de los trabajadores en sus
propios países”.
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mínimos laborales, la OIT lanza una campaña de ratificación universal de un reducido
número de convenios considerados “fundamentales”, sobre libertad sindical y
negociación colectiva (87 y 98), no discriminación (100 y 111), trabajo forzoso (29 y
105), y trabajo infantil (138, al cual se suma, en 1999, el nuevo convenio 182).
Como se ve, desde cierto punto de vista, se trata de dar un salto cualitativo,
apuntando a universalizar o “globalizar” los principios contenidos en determinado
número de convenios, independizando su eficacia del acto de ratificación nacional.
Desde otro punto de vista, más bien pesimista, se ha dicho que la OIT ha adoptado una
opción minimalista, respondiendo a las demandas de desregulación y flexibilización,
con una circunscripción de sus esfuerzos al cumplimiento de un elenco reducido de
convenios, lo que tácitamente supondría una despreocupación por los demás.
¿Comienzo de un proceso de universalización de la red normativa aún a despecho de
cualquier ratificación nacional, o desregulación encubierta?. Solo el transcurso del
tiempo podrá dar una respuesta cierta.
En el caso de los pactos sujetos a ratificación por los Estados, su eficacia jurídica
concreta en el plano nacional depende, para algunos, de la posición que se sostenga
sobre la existencia de unidad o dualidad entre orden jurídico internacional y órdenes
jurídicos internos, así como de la jerarquía que aquél tenga en cada uno de estos. Sin
embargo, también es posible sostener, y parece ser ésta una corriente destinada a la
expansión -en consonancia, precisamente, con la mundialización-, que en tanto parte del
“jus cogens”, los derechos humanos reconocidos como tales por la comunidad
internacional en esas grandes Declaraciones y Pactos integran el orden público
internacional y por tanto, gozan de imperium más allá de todo acto de ratificación,
convalidación o recepción nacional. Lo mismo puede decirse de las Declaraciones y
Cartas americanas, aunque circunscriptas al plano hemisférico.
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(la Social Europea de 1961 y la Comunitaria de Derechos Fundamentales de los
trabajadores de 1989) a los Tratados fundacionales.
6.4. Las Cartas Sociales, a despecho de la variedad que suelen ofrecer, pueden
ser definidas tentativa y genéricamente como declaraciones solemnes en las cuales los
Estados proclaman ciertos derechos y/o reconocen determinadas metas u objetivos
laborales o sociales comunes. Apuntan a edificar el espacio social de un grupo de
países, sobre la base de un zócalo mínimo común de derechos sociales, generalmente en
un conjunto de naciones que consideran tener un perfil común (caso de la Carta
Interamericana de Garantías Sociales de 1948) y especialmente en las que conforman un
bloque de integración económica regional (caso de la Carta Social Europea de 1961, la
Carta Comunitaria de Derechos Fundamentales del trabajador de 1989, y de la
Declaración Sociolaboral del Mercosur de 1998).
Este objetivo puede limitarse a los países miembros o extenderse a las relaciones
con terceros países. Así: 1) al interior del bloque, la Carta Social se propone acordar
aquellos derechos básicos que los miembros se comprometen a respetar por igual; y 2)
al exterior del bloque, la Carta puede (no necesariamente) condicionar el comercio de
los socios con terceros países, al cumplimiento de los niveles sociales respetados por el
bloque a su interior (lo que no sería incompatible con las normas de la OMC).
Por otra parte, las sanciones por incumplimiento de una Carta Social -de existir-
pueden ser comerciales o no. Pueden ser políticas, morales y aún no existir; y si se
establecen sanciones económicas, éstas pueden estar vinculadas al comercio
internacional o no (solo cuando estas sanciones son económicas y se vinculan con el
comercio internacional, la Carta Social puede funcionar como cláusula social).
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En todo caso, también respecto de las Cartas Sociales puede plantearse la
cuestión referida a la eficacia de las Declaraciones y Pactos sobre derechos humanos:
¿forman parte del “patrimonio jurídico de la humanidad”, como dice uno de los
Considerandos de la Declaración Sociolaboral del Mercosur y por tanto pueden
considerarse parte del “jus cogens”, o son meras declaraciones éticas de principios o
buenos propósitos?.
6.5. Las cláusulas sociales -a diferencia de las Cartas Sociales, las Declaraciones y
Pactos sobre derechos humanos y las normas internacionales del trabajo-, solo tienen
sentido dentro del comercio internacional o en relación con éste. Su propio nombre de
“cláusula” (y no de “carta” o de “norma” o de “convenio”), señala que en lo esencial, en
su forma original y conceptualmente pura, la cláusula social es una cláusula de un
tratado, convenio o acuerdo comercial, en la cual las partes se comprometen a respetar y
eventualmente a hacer respetar ciertos derechos sociales y, para el caso de violación de
los mismos, pactan la caída de las ventajas que se han reconocido recíprocamente o las
que hayan acordado a terceros países, o aún la simple rescisión por incumplimiento de
todo el acuerdo.
Por otra parte, la cláusula social también puede remitir (no a derechos por ella
definidos, ni a derechos contenidos en otro instrumento, sino) al control del
cumplimiento acordado de toda o parte de las legislaciones nacionales. Este puede ser
un mecanismo diferente a la Carta Social y a la cláusula social, pero también puede ser
visto como una modalidad de cualquiera de ellas.
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dedicado exclusivamente a esta cuestión. Basta señalar aquí la inevitabilidad de la
cláusula social o de mecanismos alternativos. Si no se logra la aplicación y el
cumplimiento efectivo de los convenios internacionales del trabajo, Declaraciones,
Pactos y Cartas Sociales, ciertos países se verán inclinados a imponer cláusulas sociales
en sus acuerdos de comercio o a aplicar medidas unilaterales con la finalidad o el
pretexto de promover el cumplimiento de aquéllos y de evitar el “dumping social”, lo
que ya ha comenzado a suceder.
6.6. Entre los sistemas unilaterales sustitutivos de las cláusulas sociales, los hay
nacionales, regionales y privados-voluntarios.
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