Tercerías y Bienes Comunes de La Sociedad de Gananciales 15.02.19
Tercerías y Bienes Comunes de La Sociedad de Gananciales 15.02.19
Tercerías y Bienes Comunes de La Sociedad de Gananciales 15.02.19
Ahora bien, lo que tenemos entendido- en el tiempo actual - respecto a ese “marco
preceptivo” es que el mismo no contiene “respuestas únicas preestablecidas” ni sobre
lo que es materia de regulación (el llamado supuesto de hecho) ni sobre sus
consecuencias, sino que las pretensiones de los sujetos se vuelven derecho tangible
cuando, en la interacción con los demás y, mediando o no la intervención de la
autoridad llamada a resolver los conflictos, se logra el reconocimiento de esa
pretensión, no porque ella represente “la lectura correcta” sino porque, en el estado
actual de las cosas, esa es dentro de otras posibles lecturas de lo preceptuado, la
respuesta que se considera más aceptable en orden a lograr los fines individuales y
generales que la colectividad tiene en mira.
4
Cfr. sobre el particular SANCHEZ DE LA TORRE, Ángel “Los Tópicos: eficacia, eficiencia y efectividad
en el Derecho” en “Eficacia del Derecho (Teoría y aplicaciones)” obra colectiva dirigida por SANCHEZ
DE LA TORRE, Ángel y HOYO SIERRA, Isabel Aracelli, Dykinson S.L., Madrid 2010. Pág. 12 y FALCON
Y TELLA, María José “La pretendida eficacia de las sanciones”, ibídem. Pág. 90.
5
Ibidem. Pág. 268.
de justicia y moralidad de la sociedad, si su aplicación está produciendo,
eventualmente, situaciones de suma injusticia que ameriten una deconstrucción de la
institución.
En respaldo de la responsabilidad asumida por dichas deudas por estas dos personas
cuyo régimen patrimonial involucra a tres patrimonios, la ley señala que, en algunos
casos, la acreencia del tercero puede hacerse efectiva, principalmente, con cargo a los
bienes comunes (artículos 308, 316 y 317 del Código Civil), se habla en tales supuestos
de “deudas comunes”, mientras que en otros casos – por deducción – se habla de
deudas propias o privativas respecto de las cuales la responsabilidad por la deuda
debe hacerse efectiva con cargo a los bienes propios del deudor. La cuestión, incluso,
puede resultar más compleja porque la involucración de los tres patrimonios puede
llevar a la posibilidad de que, frente a terceros (responsabilidad externa), los bienes
comunes puedan responder subsidiariamente por deudas propias (el ejemplo
paradigmático lo constituye el art. 307 del Código Civil) y que, a su vez, los bienes
propios, en caso de insuficiencia de los bienes comunes, puedan responder de las
deudas comunes (art. 317 del Código Civil).
Ahora bien, desde el punto de vista de la protección a la familia se considera que los
bienes comunes sólo pueden responder por las deudas contraídas por ambos
cónyuges o por aquéllas que, habiendo sido contraídas individualmente, se encuentran
señaladas como “deudas comunes” en el listado contenido en la ley (art. 316 del
Código Civil) o en los supuestos en que se pruebe el provecho familiar (art.308 del
Código Civil). El problema de la lista taxativa de “deudas comunes” es que, fuera de los
conocidos supuestos de “carga matrimonial”, el beneficio familiar que ellas
presuponen parece haberse elaborado para una sociedad de otro tiempo, una
sociedad en la que los ingresos familiares estaban fundados en la productividad o
renta que los inmuebles podían generar pero no en el ejercicio de una actividad
económica o profesional por parte de cada cónyuge. La cláusula general del art. 308
del Código Civil, salvo algunos casos que veremos más adelante, parece no ser muy
utilizada por los acreedores, lo que se puede explicar por las dificultades probatorias
que ordinariamente deben tenerse para acreditar el beneficio familiar.
3.1. La línea inicial: sentencias que amparaban las tercerías de propiedad contra los
embargos sobre los “derechos” que corresponderían al cónyuge deudor (por deuda
privativa), sustentadas en la autonomía del patrimonio común.
“Tercero.- Que, los arts. 307 y 308 del C.C. regulan como se cubren las
obligaciones contraídas por los cónyuges antes de la vigencia de la
sociedad de gananciales. Cuarto.- Que, en el caso sublitis no se discute si
los bienes propios de uno de los cónyuges o los bienes de la sociedad
conyugal responderán por la deuda contraída por el cónyuge de la
tercerista. Quinto.- Que, en efecto, es un hecho probado que el bien
sublitis pertenece a la sociedad conyugal por lo que los artículos cuya
inaplicación se acusa son impertinentes. Sexto.- Que, en cuanto a los
arts. 114 y 115 del Decreto Legislativo Nº 845, si bien las normas del
referido Cuerpo Legal son también aplicables a las personas naturales,
en el presente caso resultan, asimismo, impertinentes, pues no se ha
declarado la insolvencia de la sociedad conyugal conformada por doña
Luz Antonieta Castro Otoya y don Rolando Carrillo Farfán. Sétimo.- Que,
en efecto, esta declaración es un requisito sine qua non para la
aplicación del referido art. 115”.
Pero si en el caso anterior lo resuelto parecía ligado sólo a considerar que la cuestión
en debate en una tercería de propiedad era únicamente la definición de si el bien
embargado pertenecía o no al deudor, la posición de la Corte Suprema queda aún más
clara en la Casación N° 1895-98 CAJAMARCA (22.07.1999) en la que, igualmente, se
declaró infundado el recurso de casación interpuesto por el acreedor contra la
sentencia de vista que, confirmando la apelada, había declarado fundada la demanda.
Lo peculiar del caso es que se trataba de una deuda por concepto de indemnización de
un daño extracontractual causado por el cónyuge deudor al acreedor, en el que la
discusión guardaba relación con el art. 309 del Código Civil que es, precisamente, el
artículo que después va a ser materia de una interpretación distinta, como veremos
más adelante. Los argumentos de la Corte para rechazar el recurso de casación de este
último fueron los siguientes:
3.2 La línea posterior, hasta hoy vigente: sentencias que desestiman las tercerías por
considerar que sí existen unos “derechos” del cónyuge deudor (por deuda privativa)
sobre los bienes comunes, que son susceptibles de embargo.
La sola existencia de la línea inicial pone en evidencia que las instancias de mérito
habían venido considerando factible el embargo de los “derechos” que
corresponderían al cónyuge deudor, aunque después, en los procesos de tercería
promovidos por el cónyuge no deud or se amparara, finalmente, la pretensión de
levantamiento de la medida cautelar. Esto nos lleva a conjeturar que la línea que ahora
vamos a reseñar se forja en la actuación diaria de los jueces de primera y segunda
instancia que conocían de las pretensiones de cobro de los acreedores contra sus
deudores casados bajo el régimen de sociedad de gananciales.
Parece pertinente resaltar dos cosas: (i) el propio Pleno en sus considerandos advierte
una suerte de situación irresoluble porque señala que, aun cuando se admita el
embargo sobre derechos y acciones, el mismo sólo recaerá sobre bienes tangibles una
vez que haya fenecido y se haya liquidado el régimen; y, (ii) fuera de la referencia en el
acuerdo de mayoría al pedido que se formularía a la Corte Suprema para que en uso
de su iniciativa legislativa proponga una norma, a incluir en el Código Civil, para
resolver esta problemática, tanto la posición mayoritaria como la minoritaria aceptan
que se afecten los derechos o expectativas (o derecho expectaticio) del deudor en los
bienes sociales (la mayoría acentúa la exigencia de que se trate de determinados
bienes, pero la minoría no deja de referirse a “dichos bienes”), pareciera que la única
diferencia sustancial entre ambas posiciones es que la mayoría condiciona la
adquisición de tangibilidad de la medida a la liquidación de la sociedad de gananciales
mientras que la minoría sólo se refiere a la producción del fenecimiento del régimen.
Más de 20 años después, como lo veremos en la evolución de esta línea
jurisprudencial y de las que analizaremos después, la “claridad” sobre la irresolubilidad
judicial de la problemática, sigue sin tener visos de solución, en tanto que, la diferencia
sobre la oportunidad en que el embargo puede pasar a ser ejecutable, ha dado lugar a
precedentes distintos, unos sólo se refieren al momento del fenecimiento y otros
aluden a la necesidad de llegar hasta la liquidación.
Advertirá el lector que algunas de las sentencias de la Corte Suprema a las que
haremos referencia como integrantes de esta segunda línea jurisprudencial datan de
fechas que se traslapan con las correspondientes a la primera línea analizada, lo cual
es una circunstancia muy propia de la evolución de los criterios jurisprudenciales,
especialmente los no consolidados en precedentes vinculantes, a diferencia de los
cambios normativos en los que, según el paradigma normativista, el cambio se
produce en un instante (a las 00:00 horas del día en que la nueva ley entra en
vigencia). Las variaciones en las líneas jurisprudenciales son como olas de un mar con
corrientes encontradas, sólo después de un tiempo de convivir con decisiones
judiciales contradictorias y no sin excepciones posteriores, se produce el asentamiento
de una nueva línea jurisprudencial.
“Tercero. - Que, el Art. 315 del Código Civil no es aplicable al acaso sub
materia, por cuanto la entidad bancaria en el ejercicio regular de su
derecho a trabado embargo sobre las acciones y derechos que le
corresponden al obligado Enrique Watanabe sobre los inmuebles arriba
referidos y no sobre la totalidad de los mismos, que afecte los derechos
de la actora.
Cuarto. - Que, tal como lo ha dispuesto la Sala Suprema en reiteradas
ejecutorias, es procedente el embargo de los derechos y acciones que
tiene el cónyuge deudor en los bienes sociales.
Quinto. - Que, los derechos que el deudor casado tenga en los bienes
sociales con su cónyuge, también forman parte de su patrimonio y no
hay norma legal que impida que sean embargados en garantía de una
obligación; por eso el Art. 330 del Código Civil establece que la
declaración de insolvencia de uno de los cónyuges determina de pleno
derecho la sustitución del régimen de sociedad de gananciales por el de
separación de patrimonios.
Sexto. - Que, es preciso señalar que no se debe confundir la medida
cautelar de embargo con la ejecución de un bien social de la sociedad
conyugal, que no procederá hasta que no se produzca la separación de
patrimonios” (el subrayado es nuestro).
Ahora bien, dentro de esta segunda línea jurisprudencial resulta pertinente contrastar
la manera en que, a diferencia de la primera línea analizada, se trata el tema de la
indemnización por daño extracontractual adeudada por uno de los cónyuges, tópico
que gira en torno a un artículo clave, como lo es el artículo 309 del Código Civil, sobre
el que parece construida toda la línea jurisprudencial que comentamos, no sólo para
los casos de responsabilidad aquiliana sino para toda deuda privativa de un cónyuge.
El caso al que se refiere la Casación N° 2433-2003 LIMA (30.03.2005) corresponde a un
embargo trabado sobre los derechos y acciones de un cónyuge para asegurar el pago
de una reparación civil fijada en un proceso penal. El cónyuge no deudor interpuso una
tercería de propiedad que fue declarada fundada en primera instancia, en tanto que la
sentencia de vista había revocado dicha decisión, declarando infundada la demanda. El
recurso de casación del tercerista se fundaba en la aplicación indebida de los artículos
309 y 330 del Código Civil así como en la inaplicación de los artículos 317 y 323 del
mismo Código. La Corte declaró infundado el recurso bajo las siguientes
consideraciones:
Como parte de esta línea jurisprudencial, por el nivel del debate promovido por el
tercerista, merece destacarse la Casación N° 3928 AREQUIPA (02.12.2009). Una vez
más se trataba de un cónyuge deudor que había sido embargado en los derechos que
le pudieran corresponder, en este caso, sobre tres inmuebles que constituían bienes
comunes de la sociedad de gananciales conformada con su cónyuge, quien interpuso
la demanda de tercería que fue declarada infundada por la sentencia de primera
instancia, decisión confirmada por la instancia superior e impugnada mediante el
recurso de casación que dio lugar al pronunciamiento al que nos venimos refiriendo. El
recurso puso en cuestión los diversos argumentos sostenidos por la Corte hasta ese
momento con respecto al embargo sobre “derechos” que puedan corresponder al
cónyuge deudor. El resumen que hace la propia Corte de dichos argumentos es el
siguiente:
3.3 Sentencias que estiman parcialmente la tercería del cónyuge no deudor que no tenía
inscrito su derecho y su relación con el Sétimo Pleno Casatorio Civil.
Se trata de una línea que puede considerarse como una derivación de la anterior, pero
también, en cierta forma, una incoherencia con las razones últimas de la Corte.
Está referida a los casos en que el deudor tiene bajo su titularidad bienes que figuran
inscritos a su nombre en la condición de soltero y, como consecuencia del
incumplimiento de sus obligaciones con el acreedor, han sido embargados en forma de
inscripción. La tercería revela que el deudor no era soltero sino casado y sujeto al
régimen de sociedad de gananciales (que es precisamente el que no necesita
inscribirse y que la ley configura como el régimen legal supletorio) dentro del cual la
deuda contraída califica como privativa o propia.
7
Semejantes sustentos y decisiones pueden encontrarse en las Casaciones N° 99-2002 LIMA
(30.10,2003), N° 938-2002 LIMA (03.02.2003) y N° 2773-2005 AREQUIPA (03.10.2006).
El carácter derivativo de esta línea puede expresarse en el hecho que la Corte no
levanta el embargo sobre el bien sino que, amparando sólo en parte la demanda,
ordena levantar el mismo respecto de los derechos que corresponderán al tercerista y
mantiene la afectación respecto de los llamados derechos expectaticios del cónyuge
deudor.
Cuarto: (…) que el inciso tercero del artículo trescientos dos del Código
Civil preceptúa que son bienes propios de cada cónyuge "los que
adquiera durante la vigencia del régimen a título gratuito", empero,
tanto la doctrina como la jurisprudencia establecen que quedan
comprendidos dentro de éste grupo los bienes obtenidos por causa de
herencia, legado y donación. Quinto: Que, la adjudicación gratuita de
tierras en favor del cónyuge de la demandante se efectuó en virtud de
haber sido calificado como beneficiario de Reforma Agraria al amparo
del Decreto Ley diecisiete mil setecientos dieciséis, razón por la que tal
adjudicación no se encuentra comprendida dentro del marco señalado
en el considerando precedente, pues el inmueble sublitis tiene la
condición de bien social que le otorga el artículo trescientos diez del
Código Civil, siendo irrelevante que la calificación de adjudicatario del
codemandado Tipacti Trigoso se produjera antes de que contrajera
matrimonio, pues el derecho que le asiste a la actora sobre la propiedad
opera con la adjudicación a título gratuito a favor de aquél, lo que se
hizo en vigencia del matrimonio civil de ambos. (…) Sétimo: (…) con
arreglo a lo previsto en el artículo mil doscientos diecinueve inciso
primero del Código precitado, el acreedor está autorizado a emplear las
medidas legales a fin de que el deudor le procure aquello a que está
obligado, habiendo la Empresa Lan Perú Sociedad Anónima Cerrada
promovido el Proceso Ejecutivo (…) de Obligación de Dar Suma de Dinero
en contra del cónyuge de la actora, por obligación económica contraída
únicamente por éste, cuya demanda se ha declarado fundada, (…) y para
asegurar el cumplimiento de la obligación, se ha trabado embargo en
forma de inscripción sobre el bien inmueble materia de autos (…), la que
fue inscrita por ante los Registros Públicos el primero de marzo de mil
novecientos noventinueve donde el codemandado Tipacti declaró su
estado civil como soltero, cuando, como se tiene visto, a dicha data,
estaba ya casado con la actora. (…) Noveno: Que, el principio de
oponibilidad inscrito en el artículo dos mil veintidós de la codificación
sustantiva es exclusivo de los derechos reales; rigiéndose por el derecho
común los conflictos entre derechos de diferente naturaleza, en que
colisionan un derecho real, el de la cónyuge actora y uno de crédito, el
de Lan Perú Sociedad Anónima Cerrada, prevaleciendo el primero.
Décimo: Que, los derechos que el deudor casado tenga en los bienes
sociales con su cónyuge, también forman parte de su patrimonio, y no
hay norma legal que impida que sean embargados en garantía de una
obligación; que, al constituir dicha sociedad un patrimonio autónomo,
no puede entenderse que esté fuera del comercio de los hombres, o que
se haya formado una persona jurídica distinta y que los acreedores de
los cónyuges por obligaciones personales no puedan solicitar medidas
para cautelar sus acreencias sobre los derechos que su deudor tendrá al
liquidarse la sociedad de gananciales, por lo que corresponde, levantar
el embargo, sólo sobre los derechos y acciones que le corresponden a la
cónyuge actora y mantener dicha medida sobre los que corresponden al
cónyuge deudor, con la salvedad de que su ejecución se encuentra
supeditada al fenecimiento de la sociedad de gananciales” (los
subrayados son nuestros)
“Quinto: (…) Debe entenderse, sin embargo, que dicha prioridad rige
sólo cuando se trata de confrontar dos derechos que se encuentran
inscritos en los registros y, no para confrontar un derecho inscrito con
otro no inscrito; así se establece en la Exposición de Motivos del Código
Civil (…).
Sexto: En el caso de autos, las sentencias de mérito al desestimar la
demanda bajo las consideraciones alegadas precedentemente, no han
observado que si bien la Escritura Pública de fecha once de mayo de mil
novecientos ochenta y siete relativa a la compraventa y préstamo
hipotecario, celebrada por don Juan Pierinelli Marcucci y otros a favor de
don Oswaldo Zevallos Tazza con intervención del Banco Central
Hipotecario del Perú, como en el inserto de la minuta, el comprador
demandado Oswaldo Zevallos Tazza señala como su estado civil, el de
soltero y, se verifica como fecha de minuta el veinticinco de julio de mil
novecientos ochenta y seis; y según el acta de matrimonio civil de fecha
tres de octubre de mil novecientos ochenta y seis doña Norma Maccera
Molina contrajo matrimonio con Oswaldo Zevallos Tazza ante la
Municipalidad de San Isidro, de lo que se colige que a la fecha de
celebración de la Escritura Pública de fecha once de mayo de mil
novecientos ochenta y siete, que es un documento de fecha cierta, la
recurrente y Oswaldo Zevallos Tazza ya se encontraban casados, por
tanto el bien no tenía la calidad de bien propio sino social; toda vez que
conforme a la Jurisprudencia Registral citada por Alex F. Plácido V."... .
un documento privado adquiere fecha cierta y produce eficacia jurídica
como tal, desde su presentación ante funcionario público para que
certifique la fecha o legalice las firmas (…)”.
Sétimo la aplicación de los artículos dos mil catorce y dos mil dieciséis
del Código Civil, al momento de confrontar un derecho real no inscrito
contra un derecho personal o de crédito inscrito, resulta impertinente
para motivar una supuesta prevalencia de éste último derecho para el
caso específicamente planteado, toda vez que al encontrarse
confrontados en el presente proceso dos derechos de diferente
naturaleza, esto es, de un derecho de crédito (las medidas cautelares
buscan asegurar el cobro de una suma de dinero) contra un derecho real
(que es el de propiedad, no inscrito en los registros públicos), se deben
aplicar las reglas del derecho común previsto en el segundo párrafo del
articulo dos mil veintidós del Código Civil, que prescribe una excepción al
principio de prioridad previsto por el artículo dos mil dieciséis del
referido Código, pues señala, que al oponer derechos de diferente
naturaleza se deben aplicar las disposiciones del derecho común. Debe
precisarse que la inscripción de un derecho personal en los registros
públicos no convierte a éste en real, sino que conserva su carácter, de tal
modo que ante la concurrencia de un derecho real (como es el de
propiedad) con otro de distinta naturaleza, prevalece el primero con
prescindencia del tiempo de la inscripción, ello por aplicación del
derecho común que por mandato del referido artículo se impone al
derecho registral. Este criterio concuerda con la Exposición de Motivos
del Código Civil (…)
Octavo: No obstante lo señalado precedentemente, este Supremo
Tribunal considera que a fin de no vulnerar el derecho crediticio de la
entidad demandada a cobrar su acreencia objeto de la medida cautelar,
atendiendo a las consideraciones expuestas, en las Casaciones números
novecientos treinta y ocho guión dos mil dos y dos mil cincuenta y cuatro
guión dos mil cinco se ha adoptado la posición favorable a la afectación
de los derechos expectaticios que pudieran corresponder a uno de los
cónyuges, sujetando su realización sólo en caso que se liquide la
sociedad de gananciales por cualquiera de las causales contempladas en
el artículo trescientos dieciocho del Código Civil; en consecuencia, sin
negar la calidad de patrimonio autónomo que detenta dicha sociedad,
estima que si es factible que el acreedor agraviado con la disminución
del patrimonio (futuro) de su deudor pueda solicitar la ineficacia del acto
gratuito que celebró, conjuntamente con su esposa, respecto del bien
perteneciente a la sociedad conyugal; por lo que corresponde amparar la
presente demanda de tercería de propiedad sólo en lo que respecta al
cincuenta por ciento de los derechos y acciones que posee Norma
Macceda Molina sobre el inmueble materia de Litis”.
3.4 Sentencias que definen lo que debe ser materia de debate en un proceso de tercería
de propiedad por embargo de bienes comunes.
En este tema se advierte una evolución que resulta reveladora del cambio de criterio
en los precedentes desde la afirmación de la no embargabilidad de los pretendidos
derechos del cónyuge deudor de deuda privativa hasta la aceptación de dicha
embargabilidad.
El discurso varía cuando se acepta que se puedan embargar los derechos del cónyuge
deudor. La Casación N° 2114-99 CAJAMARCA si bien resuelve la nulidad de la sentencia
de vista y ordena a la instancia superior emitir una nueva sentencia en razón de
haberse pretendido justificar el rechazo de la demandada de la cónyuge no deudora en
que el inmueble embargado no estaba afecto a un patrimonio familiar y, por
consiguiente, podía ser embargado. La Corte, además de rechazar la impertinencia del
argumento (la no existencia de un patrimonio familiar), en sus considerandos, anticipa
lo que se debe tener en cuenta sobre la materia controvertida en esta clase tercerías,
al señalar:
Inicialmente pareciera que el debate sobre si la deuda es común o no, es algo que
debiera haberse dado en el proceso en el que se trabó el embargo, es más si lo que
usualmente hace la Corte es mantener el embargo sobre los derechos que
corresponderían al cónyuge deudor porque, al margen de ser privativa la deuda,
considera que no existe prohibición para tal embargo a fin de evitar perjudicar al
acreedor, saldría sobrando la discusión sobre si la deuda es común. Sin embargo, no
debemos olvidar que un grueso número de tercerías parten del hecho que la deuda
fue considerada simplemente exclusiva porque el deudor la contrajo cuando en su
documento de identidad figuraba como soltero y el embargo se trabó sobre un bien
que figuraba exclusivamente a su nombre, por consiguiente, el tercerista se enfrenta a
un embargo del íntegro del bien y recién en esta oportunidad es que, eventualmente,
pudiera el acreedor demostrar que la deuda es común para que se mantenga incólume
el embargo trabado. En suma, en un espacio típicamente reducido de debate (el de la
oponibilidad del derecho de propiedad del tercerista contra el embargo inscrito), los
jueces encuentran un espacio adicional para debatir algo que no se pudo debatir en el
proceso del que deriva el embargo porque el cónyuge no deudor no formaba parte del
debate.
3.5 Sentencias que resuelven la preferencia del acreedor de deuda común sobre el
acreedor de uno sólo de los cónyuges, aun en los casos en que este gozare de un
privilegio y hubiere embargado los “derechos” del deudor.
Una de las cosas que nos podemos preguntar es qué pasa después de trabado un
embargo sobre “derechos expectaticios” del cónyuge deudor. Está claro que según la
promesa de los jueces “afecta pero no se ejecuta” hasta que se produzca, para
algunos, el fenecimiento de la sociedad de gananciales y, para otros, hasta que no
ocurra la liquidación. Pero la vida continúa después de ese “trabado embargo”, el
patrimonio común del que forma parte ese bien afectado debe seguir respaldando las
obligaciones de los cónyuges calificadas como comunes y, también, aquéllas calificadas
como privativas pero que pueden dar lugar a una afectación subsidiaria del patrimonio
común. Si el bien embargado por “derechos expectaticios” se encuentra o es afectado
por otro gravamen en seguridad del crédito de un acreedor de una deuda común
¿podrá ejecutarse este otro gravamen con prescindencia del embargo sobre
“derechos”?, ¿sobre el producto del remate resultante de este otro gravamen podrá
invocar el primer embargante alguna preferencia de pago, fundada, por ejemplo, en un
privilegio crediticio?, ¿si no tiene preferencia el primer embargante, podrá pedir
alguna medida cautelar sobre el remanente ulterior al pago acreedor común?, ¿podrá,
el adjudicatario del bien en el remate, solicitar que se cancele la anotación del
embargo, de forma tal que lleguemos a la conclusión que este embargo fue sólo una
vana ilusión y consuelo para el acreedor de una deuda que no estaba llamada a ser de
cargo del patrimonio común?
Son muchas las preguntas, no todas ellas tienen respuestas en la práctica o, quizás
somos nosotros quienes no hemos encontrado en la casuística dichas respuestas. Sin
embargo, algunas casaciones, sobre tercerías preferentes de pago, nos muestran cual
podría ser la línea de pensamiento de la Corte Suprema sobre “la suerte de este
embargo de derechos expectaticios”.
Un caso que, también, guarda mucha relación con las interrogantes planteadas
en el primer párrafo del presente acápite es el relatado en la Casación N° 3981-
2009 EL SANTA (04.10.2010) en el que un acreedor de uno solo de los cónyuges
por un crédito laboral que había logrado, además, trabar un embargo sobre los
“derechos” de su deudor en un inmueble que tenía la condición de común y que
se encontraba gravado con una hipoteca constituida por ambos cónyuges en
garantía de las deudas de unas empresas. La demanda de tercería de pago
formulada por el acreedor labora fue declarada fundada en primera instancia, la
segunda instancia revocó dicha decisión y declaró infundada la demanda; y,
finalmente, la Corte Suprema declaró infundado el recurso de casación
interpuesto por el tercerista, quien entre otras cosas alegaba que con lo resuelto
hasta ese momento en la tercería se estaba cuestionando y desconociendo su
crédito laboral y la preferencia de pago que la Constitución le reconoce, así
como el hecho que las empresas cuyas deudas estarían cubiertas por la hipoteca
serían de propiedad de la sociedad conyugal. Las razones de la Corte para
rechazar la tercería son las siguientes:
3.7 Sentencias que dan cuenta de la actividad seguida por los acreedores de deuda
privativa para poder lograr ejecutar el embargo de “derechos expectaticios”.
Parece que no siempre los acreedores de deuda privativa se quedan conformes con la
sola traba de la medida cautelar de embargo en forma de inscripción sobre los
derechos que le puedan corresponder al deudor sobre los bienes comunes. La
Casación 4623-2015 LIMA da cuenta del caso de un acreedor de deuda privativa que
siguió primero un juicio de obligación de dar suma de dinero, en el que obtuvo
resolución firme que ordenaba el pago de su acreencia, también obtuvo un embargo
en forma de inscripción sobre los derechos que corresponderían a su deudor sobre un
inmueble que constituía un bien común y, finalmente, bajo la vigencia del artículo 703
del Código Procesal Civil (hoy derogado), logró que se dispusiera la disolución y
liquidación del patrimonio del ejecutado. Esta decisión fue comunicada al INDECOPI,
entidad que dispuso la publicación dela disolución y liquidación del patrimonio del
deudor, pero que después declaró concluido el procedimiento concursal ordinario por
inexistencia de concurso. Posteriormente el acreedor siguió un segundo juicio de
liquidación del régimen patrimonial de la sociedad de gananciales que es el que motiva
la casación antes mencionada y en el que las dos instancias de mérito consideraron
fundada la demanda, en tanto que la Corte Suprema desestimó el recurso de casación
planteado por el deudor codemandado. Las razones de la Corte fueron las siguientes:
3.8. Sentencias que dan cuenta de los recaudos que toman los acreedores, en particular los
profesionales del crédito, para evitar la discusión sobre la calificación de la deuda.
La práctica muestra diversos casos en que los acreedores profesionales (léase bancos y
entidades semejantes) toman el cuidado de lograr que ambos cónyuges participen como
deudores o como deudores y garantes de la operación de crédito, de forma tal que sin
importar de qué cónyuge es la actividad crediticia concreta, al estar ambos
comprometidos está comprometido el patrimonio común, no porque en nuestro derecho
se diga que la deuda conjunta sea per se común sino que sumadas las particiones
indeterminadas que ellos tienen sobre el patrimonio común, entonces se deduce que el
patrimonio común puede ser agredido.
3.9 Sentencias que dan cuenta de la identificación del provecho familiar para
considerar que el bien común pueda ser afectado en pago de un deuda contraída
por uno sólo de ellos, fuera de los supuestos taxativos del artículo 316 del Código
Civil
4.2 El sentido de la búsqueda de la naturaleza jurídica de las cosas.- Los operadores del
derecho, fruto de una forma de razonar propia de una dogmática jurídica tributaria de
un razonamiento conceptualista y deductivo, buscan siempre encontrar familias de
conceptos, cada tipo de situación o relación jurídica debe formar parte de una familia y
a esa familia debemos acudir para encontrar los parecidos necesarios que permitan
resolver todo lo que las normas referidas a la situación o relación menor no pueden
resolver. A esta tarea se le suele denominar la búsqueda de la naturaleza jurídica. Dice
Sergio Le Pera que “establecer la naturaleza jurídica de un ‘concepto’ es, pues,
establecer un tipo específico de relación entre el conjunto de preceptos en que este
concepto consiste, y otro concepto (conjunto de preceptos) considerado ‘superior’ o
‘genérico’”8.
Puede advertirse, de lo dicho hasta este momento, que esta teoría nos presenta la
conformación de una masa patrimonial sin titular, lo que podría llevarnos a la, por lo
demás, ilógica y equivocada conclusión de “que esos bienes no pertenecen a ninguna
persona sino a su fin.”14
9
Seguimos en esta parte lo ampliamente expuesto en nuestra obra “La Sociedad de Gananciales.
Régimen de comunidad y sus deudas”, Editorial Gaceta Jurídica, Lima 2011, págs.. 155 ysiguientes.
10
Belluscio, Augusto C. Manual de Derecho de Familia, Tomo II. Ediciones Depalma, reimpresión de la
tercera edición actualizada. Buenos Aires, 1981, pág. 44. En igual sentido, Vidal Taquini en Régimen
de Bienes en el Matrimonio. Editorial Astrea, tercera edición. Buenos Aires, 1987, pág 176. reconoce
a Ripert y Boulanger como sostenedores de la teoría en discusión.
11
Zannoni, Eduardo, A. Derecho de Familia, Tomo I, tercera edición actualizada y ampliada. Editorial
Astrea, Buenos Aires 1998, pág. 468.
12
De Ruggiero, Roberto. Instituciones de Derecho Civil, Tomo II, Volumen II. Instituto Editorial Reus.
Madrid, 1944, pág. 160.
13
Belluscio, Augusto. Op. Cit, pág. 44
14
Vaz Ferreira, Eduardo. Los regímenes matrimoniales en derecho comparado. En Cuadernos de
Derecho Comparado. Montevideo, 1958. Pág. 238
En Italia, bajo el imperio del Código Civil de 1865, Messineo construyó en ese
entonces, su teoría sobre la naturaleza jurídica de la comunidad de gananciales
tomando algunos de los conceptos que la teoría del patrimonio autónomo afecto a
una finalidad empleó para su construcción. De este modo, Messineo nos dirá que la
comunidad de gananciales “constituye un patrimonio colectivo de destinación dotado
de autonomía imperfecta que corresponde por cuotas intelectuales a cada uno de sus
titulares, a quienes, sin embargo, les está prohibida la disponibilidad del derecho sobre
la cuota misma.”15
Basta una simple y primera lectura de la cita en que se plasma la posición del jurista
italiano respecto de la naturaleza jurídica de la sociedad de gananciales, para darse
cuenta de las diferencias que separan su concepción de la originaria teoría del
patrimonio autónomo de afectación. En efecto, al señalar el jurista italiano que la
comunidad de gananciales es un patrimonio colectivo nos da la idea de que la
titularidad del mismo corresponde a más de un sujeto determinado. Más adelante nos
dice que esos sujetos son los cónyuges quienes ostentan sobre el patrimonio ganancial
un mismo derecho el cual les corresponde por cuotas intelectuales, pero no se trata de
una indivisión de tipo romano pues a éstos les está prohibida la disponibilidad del
derecho sobre la cuota misma.16
19
Idem, pág. 190.
una actuación individual – a cuyo cumplimiento resultan afectos los bienes comunes,
pero cuya autonomía es imperfecta, en la medida que está en constante interrelación
con los patrimonios personales de los cónyuges en materia de responsabilidad
patrimonial
5. La idea desbordante de unos “derechos expectaticios” que pueden ser embargados pero
no ejecutados.-
5.1 Posible explicación del uso de la expresión “derechos” en la jurisprudencia.- Sea que
hablemos de una falta de prohibición o de la necesidad de no dejar desprotegido al
acreedor de una deuda privativa, queda claro que desde fines de los años 90´s hasta
nuestros días los jueces, considerando que el artículo 642 del Código Procesal Civil prevé
como “medida para futura ejecución forzada”, destinada a garantizar una pretensión
dineraria, a la medida cautelar de embargo consistente “en la afectación jurídica de un
bien o derecho del presunto obligado”, han venido considerando que si bien el cónyuge
deudor de una deuda privativa no tendría un bien (porque los bienes comunes no le
pertenecen en exclusiva), ni tampoco tendría un bien-cuota ideal (porque al no ser esto una
copropiedad no hay una participación actual disponible ni afectable), pero sí tendría un
derecho que surgirá al fenecer el régimen (evento de inexorable producción porque, por lo
menos, todos somos mortales y la muerte es causal de fenecimiento del régimen). Ese
derecho que ellos han encontrado es el derecho de participar en el remanente resultante
del proceso de disolución y liquidación del patrimonio común y han decidido hablar de un
embargo de los “derechos que le correspondan” o de los “derechos expectaticios” sobre
bienes concretos de dicha masa patrimonial.
5.2 ¿En el mundo del “deber ser” es aceptable la existencia de unos “derechos
expectaticios”? La dogmática contemporánea tiene por centro de atención, para referirse a
las distintas posiciones en las que se pueden encontrar los sujetos, a las denominadas
situaciones jurídicas, ya no se habla simplemente de la relación jurídica que vincula al
derecho y al deber, sino que, en un esfuerzo de abstracción, se encuentran diversas
situaciones de ventaja y de desventaja para el sujeto de derecho. Por supuesto que, en un
lado, siguen apareciendo los derechos y, en el otro, los deberes como posiciones
paradigmáticas, pero, por ejemplo, en lo que se refiere a las posiciones de ventaja se habla,
también de poderes, potestades, expectativas, etc. mientras que en las de desventaja se
encuentran obligaciones, cargas, estados de sujeción, responsabilidades, etc.
Otros autores se animan a una definición más precisa y a una clasificación de dicha
situación. Señala ROPPO lo siguiente:
20
PERLINGIERI, PIETRO. El Derecho Civil en la Legalidad Constitucional según el sistema ítalo-
comunitario de las fuentes. Madrid, 2008, pág. 525
21
ROPPO, Vincenzo, Instituzioni di diritto privato. en LEÓN, Leysser L. Derecho de las
Relaciones Obligatorias. Lecturas Seleccionadas y Traducidas para uso de los Estudiantes
Universitarios. Jurista Editores. 1° Ed. Lima 2007, pág. 50
La cuestión de fondo, en todo caso, es la de discutir si en nuestro Derecho (no me
refiero a nuestra ley) es aceptable hablar respecto del patrimonio común en la
sociedad de gananciales de una expectativa protegida o de un expectativa de mero
hecho respecto a su liquidación. Considero que lo que existe es una expectativa de
hecho de los cónyuges (y, por consiguiente, de sus acreedores individuales) de
participar, en el momento de la disolución y liquidación, del remanente activo que
pueda o no resultar, pero lo que es inaceptable es referir esa expectativa a bienes
concretos del patrimonio común actual, respecto de los cuales no son razonables
medidas judiciales que los “vinculen”, comprometiendo así la suerte de los mismos
como parte de un patrimonio que, a futuro, estará sujeto a una liquidación en la que
participarán no sólo los cónyuges sino sus acreedores comunes que, eventualmente,
podrían tener interés, por ejemplo, en adjudicarse en pago de su acreencia el inmueble
“afectado” por un embargo trabado por un acreedor de una deuda privativa y la
pregunta sería, ¿es que los cónyuges y sus acreedores comunes, pese al derecho que
tienen estos últimos a que se les paguen sus acreencias (artículo 322 del Código Civil)
deberían estar limitados por tal medida cautelar en el momento de la disolución?
5.3 ¿En el mundo del deber ser son aceptables embargos no instrumentales y sentencias
firmes, de condena, sin ejecución de lo embargado? El artículo III del Título Preliminar del
Código Procesal Civil señala que el proceso tiene como fin concreto resolver un conflicto de
intereses o eliminar una incertidumbre jurídica, “haciendo efectivos los derechos
sustanciales”, en tanto que su finalidad abstracta es la de lograr la paz social en justicia.
Interesa a la actividad jurisdiccional que los derechos declarados por el “marco preceptivo”, si
efectivamente se prueban en el proceso, no sean sólo comprobados y declarados sino que ello
produzca un cambio en la experiencia vital sea eliminando una incertidumbre o sea
constituyendo una nueva situación o logrando de quien estaba obligado una realización
efectiva del interés del beneficiado.
Nos resulta claro que en el mundo del deber no son aceptables embargos que no sean
instrumentales, que no aseguren que el proceso judicial por sí mismo y no por otros eventos
que no se controlen desde el mismo proceso, logre hacer eficaz el derecho del acreedor. Un
embargo no ejecutable aunque exista decisión judicial firme a favor del acreedor es un
contrasentido.
5.4 ¿Qué puede explicar el “desborde judicial”? Podríamos quedarnos en la crítica fundada en
lo que debería ser pero no es y no estaríamos entendiendo cuál es la razón por la que nuestros
jueces durante más de 20 años vienen concediendo este embargo sobre “derechos
expectaticios”, sin que ello les produzca mayor hesitación jurídica. Sin duda hay un tema de
fondo, hay un marco preceptivo que no está respondiendo a los requerimientos de la sociedad
ni coincidiendo con las aspiraciones de justicia de la sociedad. Se considera inaceptable que el
régimen de sociedad de gananciales se pueda convertir en una herramienta para burlar el
derecho de los acreedores cuyas acreencias no están consideradas dentro de aquéllas que
deben ser pagadas con cargo al patrimonio más solvente como suele ser el patrimonio común.
Ahora bien, lo anterior pudiera ser considerado como explicación de lo que pasa en función a
lo que nuestro ordenamiento legal no tiene. Pero nuestro marco preceptivo cuenta con un
artículo 308 del Código Civil respecto al cual sólo se suele destacar la primera parte del mismo,
esto es, la parte en la que se sienta como regla general que por la deuda personalmente
contraída por uno de los cónyuges (deuda individualmente contraída, según nuestra
terminología) no responde el patrimonio privativo del otro, con lo cual la interpretación
jurídica – también la doctrinaria – tiende a considerar que las posibilidades del acreedor para
poder agredir bienes comunes se encuentran encerradas en el art. 316 y que lo más que le
queda es afectar la cuota de participación indeterminada del cónyuge deudor, obviándose
tener en cuenta que el propio art. 308, en su parte final, permite encontrar – contrario sensu –
la posibilidad de agredir los bienes comunes cuando simplemente el acreedor logra probar el
provecho familiar. Es esta posibilidad interpretativa la que nuestros litigantes y jueces no han
explotado mucho en nuestra práctica y que pudiera dar lugar al embargo de bienes concretos
y realizables en ejecución de sentencia, bajo la consideración de que la deuda, aun cuando
haya sido individualmente contraída, es una deuda común. Lógicamente el debate procesal de
la calificación de la deuda debe producirse con la participación del otro cónyuge.
6. La oponibilidad del derecho de propiedad no inscrito sobre el embargo inscrito y una posible
distinción.
6.1 Relevancia del tema de oponibilidad de derechos en la tercera línea jurisprudencial.- Demás
está decir que la tercera línea encuentra su punto más alto de soporte y consolidación en el
Sétimo Pleno Casatorio Civil, publicado el 07 de diciembre del 2015, en el que se establece
que: “En los procesos de tercería de propiedad que involucren bienes inscritos, debe
considerarse, de conformidad con lo dispuesto en la segunda parte del artículo 2022 del Código
Civil, en concordancia con los artículos 949 y 1219 inciso 1° del mismo cuerpo legal, que el
derecho de propiedad del tercerista es oponible al derecho del acreedor embargante, siempre
que dicho derecho real quede acreditado mediante documento de fecha cierta más antigua
que la inscripción del embargo respectivo”.
Al respecto tenemos que sobre el conflicto entre el embargante con derecho inscrito y el
propietario sin derecho inscrito, al menos hasta antes de la traba de la medida, hemos dicho
en otro lugar lo siguiente:
“Coincidimos en que la ley expresamente ha descartado la aplicabilidad
de los principios registrales pero la referencia al art. 949 no resulta
suficiente porque éste artículo no resuelve un conflicto de derechos entre
terceros interesados, se limita a decir cuando opera la transferencia de
la propiedad entre las partes y frente a los terceros en general.
6.2 La posibilidad de hacer una pertinente distinción para apartarse del precedente
vinculante.- Nos está claro que, por el momento, resultaría iluso pretender que la
Corte varíe lo establecido como regla en el precedente en mención, pero si es posible
sustentar, sobre la base de la constatación fáctica que la propia Corte dejó sentada en
dicho precedente “con relación a que la protección de la propiedad no inscrita atenta
contra la finalidad de los registros públicos y facilita los actos de fraude (…). De hecho,
este Colegiado Supremo comparte la preocupación acerca del alto índice de tercerías
planteadas por medio de actos fraudulentos” (Considerando 7.7), consideramos que
23
ARATA SOLÍS, Moisés “Principio de Oponibilidad. Comentario al artículo 2022 del Código Civil” en la
Obra Colectiva “Código Civil Comentado”, Tomo X, Gaceta Jurídica, Lima 2005, pág. 508.
hay en ello razones suficientes para llevar a la Corte a mirar de modo diferente los
casos de tercerías de cónyuges contra embargos sobre bienes comunes por deudas
privativas del cónyuge que figuraba como propietario exclusivo, para sentar las bases
de una saludable distinción24 fundada en el hecho que, a diferencia de la regla general,
en la que se parte de la idea de la eventual falta de control del tercerista respecto a la
no inscripción de su derecho, en los casos comentados, el control de la información
que lleva luego a la frustración parcial del embargo radica exclusivamente en la
actuación de los cónyuges. Este argumento ya ha sido esbozado obiter dictum por la
Corte en algunos casos de nulidad de hipoteca en que se ha decidido rechazar el
argumento de que la hipoteca fue constituida por uno sólo de los cónyuges cuando
debieron intervenir ambos en atención al real carácter común del bien. Así, en la
Casación N° 4737-2007 LIMA (24.01.2019) se señaló que “(…) si en el Registro aparece
una información inexacta respecto del estado civil del titular, este dato bien pudo
corregirse con anterioridad al contrato materia de litis, si no se evitó la inexactitud (sea
por negligencia, dolo, etc.) no se puede estar habilitado para luego pedir tutela legal,
de lo contrario resultaría un auténtico despropósito que el negligente o doloso sea
premiado por su omisión”.
7.1 El artículo 330 del Código Civil sigue esperando el inicio del procedimiento concursal
como causal de fenecimiento del régimen de sociedad de gananciales.- Cabe agregar
que seguimos teniendo vigente un artículo 330 del Código Civil que, conforme al texto
vigente (introducido por la Ley N° 27809, vigente después de los 60 días de su
publicación ocurrida el 08 de agosto del 2002, conforme al cual – tal como lo reseña la
Corte Suprema en la Casación antes citada – “la declaración de inicio de Procedimiento
Concursal Ordinario de uno de los cónyuges determina de pleno derecho la sustitución
del régimen de sociedad de gananciales por el de separación de patrimonios y, para
que produzca efectos frente a terceros, se inscribirá en el registro personal de oficio a
solicitud de la Comisión de Procedimientos Concursales competente, del deudor, de su
cónyuge, o del administrador o liquidador, Presidente de la Junta de Acreedores o
cualquier acreedor interesado”. Se precisa que la consecuencia inexorable prevista en
dicho primer párrafo, no ocurrirá si al tiempo del inicio del procedimiento no se
encuentra vigente otro procedimiento de la misma naturaleza ya difundido respecto
de la sociedad conyugal que el deudor integra.
24
En la teoría de los precedentes vinculantes la doctrina hace referencia a “la técnica del distinguish
(…) como un tipo de apartamiento del precedente judicial en el que la regla, de la cual el tribunal se
aparta, permanece válida, pero no es aplicada con fundamento en un discurso de aplicación en que,
de las dos, una: (1) o se establece una excepción anteriormente no reconocida – en la hipótesis de
que el hecho subjudice puede ser subsumido en el marco del precedente judicial citado-; o (2) se
utiliza el argumento a contrario para fijar una interpretación restrictiva de la ratio decidendi del
precedente invocado en la hipótesis de concluirse que el hecho subjudice no puede ser subsumido en
el precedente. En el primer caso (reducción teleológica), opera la exclusión de determinado universo
de casos antes comprendidos en el ámbito de incidencia de la norma apuntada como paradigma; en
el segundo caso (argumento a contrario) la norma jurisprudencial permanece intacta, pero se
concluye que sus consecuencias no pueden ser aplicadas a los hechos que no estén comprendidos en
su hipótesis de incidencia” DA ROSA DE BUSTAMENTE, Thomas, “Teoría del Precedente Judicial”,
Traducción a cargo de Juan Carlos Panez Solórzano y Brian L. Ragas Solórzano, Editora y Distribuidora
Ediciones Legales E.I.R.L., Lima 2016, págs. 482 y 483
7.2 La actual normativa procesal y concursal ya no contemplan en procedimiento
concursal de disolución y liquidación por mandato judicial.- A diferencia del texto
original del artículo 330, ya no es necesaria la declaración de insolvencia, es suficiente
el inicio del procedimiento. Esta es la única causal cuya producción puede quedar bajo
el control del acreedor de deuda privativa interesado en que se produzca el
fenecimiento de la sociedad de gananciales. Recordemos que el artículo 318 del
Código Civil señala como causales de fenecimiento del régimen la invalidación del
matrimonio, la separación de cuerpos, el divorcio, la declaración de ausencia, la
muerte de uno de los cónyuges o el cambio de régimen patrimonial. Es esta última
causal la que puede ocurrir por voluntad de los cónyuges o por efecto del inicio del
procedimiento concursal a pedido de cualquier del acreedor de una deuda privativa.
En la actualidad, bajo las reglas del Proceso Único de Ejecución instaurado por el
decreto Legislativo 1069, sigue existiendo el procedimiento de “señalamiento de bien
libre”, pero la consecuencia ya no es la declaración judicial de disolución y liquidación
del deudor ni alguna vinculación de lo judicialmente decidido con el procedimiento
concursal, sino la declaración de deudor judicial moroso y la inscripción de dicho
estado en el Registro de Deudores Judiciales Morosos. La Ley N° 30201, Ley que crea
el Registro de Deudores Morosos derogó, finalmente, el procedimiento concursal de
disolución y liquidación por mandato judicial 25.
El camino del acreedor de deuda privativa cuyo cónyuge deudor no tenía bienes
propios que agredir a efectos de poder asegurar el pago de su acreencia ya era
tortuoso, en un primer proceso judicial debía lograr embargar los derechos
expectaticios de su deudor sobre algún bien común inscrito y en dicho proceso
persuadir al juez de que su crédito no estaba realmente cubierto para poder requerir
el señalamiento de bien libre y obtener el mandato judicial de disolución y liquidación
del deudor que se vinculaba con el procedimiento concursal y así, con la publicidad del
inicio de tal procedimiento se obtenía el fenecimiento de pleno derecho del régimen
25
La Ley en mención no sólo derogó los artículos 30 y 31 y el numeral 36.2 de la Ley General del Sistema
Concursal referidos a la ejecución en sede concursal del apercibimiento efectivizado por el Juez al
amparo del artículo 703 del Código Procesal Civil, incluida la última versión del numeral 36.2 conforme a
la cual si se verificaba la inexistencia de concurso (porque el único acreedor era el interesado que venía
del Poder Judicial), ya no se procedía a designar a un liquidador sino que se remitían los actuados al
Juez para la declaración de quiebra del deudor; sino que también se modificaron los artículos 34, 50 y
97 de dicha Ley para dejar de hacer referencia al supuesto previsto en el derogado artículo 703 de
Código Procesal Civil.
para después, sin importar qué pase en el procedimiento concursal, poder reclamar la
liquidación judicial del régimen. Parece que hoy ese camino aparte de tortuoso es
incierto, la ley privilegia más el publicitar que alguien es moroso de cara a ponerle la
sanción más eficaz que es la de marcarlo como tal en el mercado para el acceso al
crédito en futuras operaciones, pero parece olvidarse de la posición en la que quedan
los acreedores cuyos créditos están impagos y descubiertos porque los únicos bienes
que tiene el deudor son sólo los bienes comunes y la sociedad de gananciales, en lugar
de ser frontera para la protección de intereses dignos de tutela, se vuelve parapeto
para burlarse de determinados acreedores quirografarios que, como repetimos, están
allí no porque quieren sino porque ese era el lugar en el que les tocaba estar.
8. Nota conclusiva.-
Mirar el Derecho desde la experiencia jurisprudencial tiene la ventaja de dejar el cielo de los
conceptos jurídicos para apreciar la problemática diaria a la que se ven enfrentados los
litigantes y los jueces que, en el día día, deben tejer con jalones y tensiones el derecho,
utilizando los hilos de la ley teñidos de realidad, las figuras resultantes no suelen ser tan
geométricamente perfectas como las ideadas por el legislador, eso siempre ocurrirá en una y
otra comunidad interpretativa, lo importante del ejercicio no es tanto contrastar las razones
doctrinarias con las jurisprudenciales, para decir lo que debe ser y lo que no debe ser (tarea
que juzgo imprescindible que se siga haciendo en orden a la imprescindible homogenización
del lenguje de la comunidad jurídica), sino para discernir si lo que hacemos en el interactuar
constante contribuye a hacer eficaces los derechos, si es eficiente en orden a la economía de
recursos y si se logran los fines que la sociedad persigue.
¿Qué hacer para cambiar las cosas? Esperar un cambio de la ley puede que no sea una buena
alternativa si no estamos dispuestos a un cambio importante en cuanto a actualizar y ampliar
el listado de deudas comunes para solventar con el patrimonio común el actuar de los
cónyuges en las actividades económicas que producen, en el mundo actual, los ingresos
familiares más importantes e, incluso, pensar en un cambio mucho más radical del modelo
para pasar a un régimen que distinga titularidad de ganancialidad y en el que cada cónyuge
tenga más bienes con los que responder por sus deudas, sin perjuicio de los cuidados que se
deban tomar para la disposición de los bienes comunes.
Esta mirada desde la realidad y la preocupación por la eficacia del Derecho ponen fácilmente
sobre la superficie la dimensión axiológica del tema: el embargo de “derechos expectaticios”
es una solución injusta, atrapa en el tiempo y en su ineficiencia a todos los involucrados:
cónyuges, acreedores privativos y acreedores comunes. Si ninguno obtiene un sano beneficio,
entonces, la sociedad pierde.