Articulo Trabajo y Clases Sociales 2014 Brasil
Articulo Trabajo y Clases Sociales 2014 Brasil
Articulo Trabajo y Clases Sociales 2014 Brasil
SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
Labour, social class and knowledge in contemporary society
Resumen
El propósito de este artículo es realizar un análisis del Trabajo como proceso histórico y una aproximación
teórica a la luz de la nueva dinámica capitalista: híper desarrollo tecnológico, crecimiento exponencial
de los sectores financieros y especulativos, la economía virtualizada, la sociedad de consumo. Partiendo
de una breve historia, abordamos El Trabajo y las clases sociales desde la perspectiva marxista, el trabajo
genérico, los conceptos de explotación y alienación, trabajo concreto y trabajo abstracto, plusvalía, las
dimensiones cuantitativas y cualitativas del trabajo, trabajo y posmodernidad, la crítica al supuesto Fin o
agonía del trabajo como fuente primordial de riqueza, trabajo y fetichización, la relación trabajo y capital
en las sociedades modernas, el papel del conocimiento y la ciencia en el mundo del trabajo. Al final, una
primera aproximación a nuestra propuesta de la Plusvalía del Consumo, como nueva dimensión de los
mecanismos de explotación del capitalismo contemporáneo.
Palabras clave: Trabajo; Clases Sociales; Conocimiento.
Abstract
The purpose of this article is to analyze the historical process and work as a theoretical approach in the
light of the new capitalist dynamic: hyper technological development, exponential growth of financial
and speculative sectors, virtualized economy, the consumer society. Based on a short story, boarded
Work and class from a Marxist perspective, the generic work, the concepts of exploitation and alienation,
concrete and abstract labor, goodwill, both quantitative and qualitative dimensions of work, work and
postmodernism, the End criticizes course or agony of labor as a primary source of wealth, work and
fetishization, relationship capital and labor in modern societies, the role of knowledge and science in
the world of work. Finally, a first approach to our proposed Consumer Goodwill, as a new dimension of
operational arrangements of contemporary capitalism.
Keywords: Work; Class; Knowledge.
1
Professor Titular do Departamento de Pós-graduação em Ciências Sociais e Coordenador do Doutorado em Educação da Universidad Simón
Rodrigues, Venezuela. E-mail: <[email protected]>.
2
Professora da Universidad Lisandro Alvarado Barquisimeto, Estado Lara, Venezuela. E-mail: <[email protected]>.
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Introducción
Con cada nuevo progreso, el dominio sobre la naturaleza, que comenzara por el
desarrollo de la mano, con el trabajo, iba ampliando los horizontes del hombre,
haciéndole descubrir constantemente en los objetos nuevas propiedades hasta
entonces desconocidas. Por otra parte, el desarrollo del trabajo, al multiplicar los
casos de ayuda mutua y de actividad conjunta, y al mostrar así las ventajas de esta
actividad conjunta para cada individuo, tenía que contribuir forzosamente a agrupar
aún más a los miembros de la sociedad.
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Fue con el desarrollo de las sociedades modernas, en los inicios del capitalismo,
tal como lo plantea Max Weber (1998), con el surgimiento del protestantismo
(movimientos luteranos y calvinistas), con el desarrollo del pensamiento liberal
burgués, que el trabajo comenzó a ser aceptado como elemento fundamental del
desarrollo económico. Hasta el siglo XV los economistas consideraban que la riqueza
consistía fundamentalmente en el dominio de minerales preciosos y la propiedad
de la tierra, alcanzado fundamentalmente a través de la expansión y colonización
territorial y la utilización del trabajo forzado (esclavo).
A partir de esta fecha, con el desarrollo industrial del capitalismo, el trabajador
asalariado comienza a sustituir a los siervos y los esclavos. Todo esto
fundamentalmente en Europa, ya que en el resto del mundo solo a finales del siglo
XIX desaparece la esclavitud y el trabajo servil, aunque en forma camuflajiada se ha
mantenido por más tiempo, aun hoy, ésta la más vil y directa forma de explotación,
más que del trabajo, del humano.
Pero fue Marx quien comprendió y analizó con mayor precisión el papel del
trabajo y de los trabajadores como sujetos históricos. Para Marx el trabajo se había
degenerado pasando de ser una creación natural del hombre a un proceso de
esclavitud y enajenación. El hombre no se desarrolla en el trabajo, por el contrario
pierde su esencia humana, convirtiéndose en mercancía, el hombre solo es feliz
fuera del trabajo. Tal como lo plantea en los Manuscritos de 1844:
Más adelante, en Trabajo asalariado y capital (1849), Marx ahonda en este particular:
Ahora bien, la fuerza de trabajo en acción, el trabajo mismo, es la propia actividad vital
del obrero, la manifestación misma de su vida. Y esta actividad vital la vende a otro para
asegurarse los medios de vida necesarios. Es decir, su actividad vital no es para él más
que un medio para poder existir. Trabaja para vivir. El obrero ni siquiera considera el
trabajo parte de su vida; para él es más bien un sacrificio de su vida. Es una mercancía
que ha adjudicado a un tercero. Por eso el producto de su actividad no es tampoco el
fin de esta actividad. Lo que el obrero produce para sí no es la seda que teje ni el oro
que extrae de la mina, ni el palacio que edifica (MARX, 2003, p.78).
Pero además en esta mercantilización del trabajo, Marx descubre -en lo que sería
su aporte fundamental a la teoría del valor y la diferenciación de trabajo y fuerza
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de trabajo- que no es el trabajo lo que vende el hombre, sino su fuerza de trabajo,
el trabajador recibe solo lo necesario para la sustentación, pero el salario nunca es
equivalente a su producto. El salario para Marx “[…] no es la parte del obrero en
la mercancía por él producida. El salario es la parte de la mercancía ya existente,
con la que el capitalista compra una determinada cantidad de fuerza de trabajo
productiva” (MARX, 2003[1849], p.79).
El trabajador en el capitalismo no es dueño de lo que el mismo genera producto de
su esfuerzo, es de otro, el dueño del capital, que compra su fuerza de trabajo y la
convierte en parte del capital, en parte de su propiedad, el trabajador le pertenece.
El capital, que como lo plantea Marx, es solo producto del trabajo objetivado,
no existe por cuenta propia: las maquinarias, el dinero, la materia prima han sido
y son producto histórico del trabajo, no son naturaleza, es producto del trabajo
objetivado, el trabajo que se enajena (roba) a su creador.
Lo que mediante el dinero es para mí, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero
puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande
como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis -de su poseedor-
cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados
en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer
más bella. Luego no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora,
es aniquilada por el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me
procura veinticuatro pies, luego no soy tullido; soy un hombre malo y sin honor,
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sin conciencia y sin ingenio, pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El
dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además,
la molestia de ser deshonesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero
el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio
su poseedor? Él puede, por lo demás, comprarse gentes ingeniosas, ¿y no es quien
tiene poder sobre las personas inteligentes más talentoso que el talentoso? ¿Es que
no poseo yo, que mediante el dinero puedo todo lo que el corazón humano ansia,
todos los poderes humanos? ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en
su contrario? (MARX, 1984, p.83).
Hasta finales del siglo pasado, sobre todo con la experiencia soviética y china,
muchos movimientos bajo la bandera del socialismo y el comunismo lucharon por
consolidar este proyecto, sin embargo, con la caída del bloque soviético, pero
más aún, a partir de los cambios que se han venido produciendo en las últimas
décadas, motivados a la violenta y explosiva revolución tecnológica, sobre todo en
el mundo de la informática, la robótica, y la genética, se ha visto disminuir -sobre
todo en los países desarrollados- el papel de la industria y por lo tanto del obrero
fabril, típico representante de la clase trabajadora desde el siglos XVIII. Tal como lo
plantea De la Garza Toledo (2001, p.86):
La crisis del trabajo como núcleo de la acumulación del capital, negación de toda
teoría del valor trabajo como anticuada, afirmación del mercado como mecanismo
de fijación de los precios frente a los enfoques productivistas, se le relaciona con dos
procesos de gran importancia actual: el sobredimensionamiento del sector financiero,
sin relación estricta con la economía real, y la nueva etapa de automatización de
los procesos productivos, en la cual el trabajo se reduce sustancialmente frente
al capital constante, así mismo la actividad laboral como centro de la creación de
identidad de sujetos sociales […] .
Para Rangel (2012), las TICs han modificado el mundo del trabajo porque han
permitido la creación de nuevos tipos de empleo, han contribuido a la descentralización
de las fábricas y a la modificación de las relaciones laborales al introducir variables
importantes como el trabajo independiente contratado y la incorporación de nuevos
sujetos o actores sociales asociados a su uso y en algunos casos ha producido lo que
se denomina “precarización” del trabajo, por ejemplo, grandes transnacionales de
la informática contratan expertos programadores en el llamado “tercer mundo”,
pagándole salarios de miseria y adueñándose del producto de su trabajo (software),
lo que se empieza a conocer como “maquila informática”. Por otra parte, creemos
que a pesar de que las TICs no transforman las relaciones de producción y la
naturaleza del trabajo alienado en la sociedad capitalista, no es menos cierto que su
uso ha cambiado las relaciones laborales, lo que nos obliga a revisar concepciones
tradicionales como su ubicación exacta en el proceso de producción.
Frente a estos cambios tecnológicos ha surgido un discurso que pretende
postularse como una filosofía del fin de la modernidad y de todo lo que ella
representa, es decir fundamentalmente la sociedad capitalista y hay quienes se
refieren a la sociedad pos capitalista (Peter Druker (1997), Alvin Tofler (1998),
entre otros). Ya autores como André Gorz (1980) en Adiós al proletariado, Jeremy
Rifkin (1997) en El Fin del Trabajo, Ricardo Antunes (1999) en ¿Adiós al trabajo?,
también Alain Touraine, Tony Negri entre otros, se han referido al tema del Fin
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del Trabajo, producto de los cambios señalados, donde predomina el capital y
trabajo intelectual sobre el manual y el surgimiento -según ellos- de la sociedad
postindustrial o postcapitalista. Aclarando siempre que se refieren a los países
desarrollados, es decir donde reside tan solo el 20% de la población mundial.
El Futurólogo Alvin Toffler, en su obra El Cambio del Poder, señala:
Para comenzar debemos hacernos algunas interrogantes: ¿Qué está cambiando esta
Revolución tecnológica?, ¿Una nueva sociedad?, ¿Llega a sustituirse el actual sistema
capitalista o por el contrario esta revolución tecnológica es una nueva dimensión
del capitalismo en crisis?, ¿No es precisamente la revolución informática como la
ha planteado Mc Luhan – la mayor garantía de poder hablar hoy de globalización
o Aldea Global?, ¿No estaremos hoy transcurriendo por una revolución tecnológica
cuyo discurso nos indica el fin de todo, el cambio a una realidad a un desconocida
pero en el fondo las grandes “realidades” -si bien sufren modificaciones- se
mantienen?, ¿No es el comercio de la información -computadoras y redes- la mayor
manifestación de la vigencia de la sociedad capitalista?. Como bien lo planteó Kuhn
en su conocida obra sobre Estructura de las Revoluciones Científicas:
[...] Los cambios de los paradigmas hacen que los científicos vean el mundo de
investigaciones que le es propio, de manera diferente. En la que su único acceso para
ese mundo se lleva a cabo a través de lo que ven y hacen, podemos desear decir que,
después de una revolución, los científicos responden a un mundo diferente” (p.176).
Aunque el mundo no cambia con un cambio de paradigmas, el científico después
trabajó en un mundo diferente (KUHN, 1972, p.190).
Las fuerzas que están creando la sociedad poscapitalista tienen su origen en el mundo
desarrollado. Son el producto y el resultado de su desarrollo. Las soluciones de los retos
de la sociedad poscapitalista no se van a encontrar en el tercer mundo [...] los problemas
de la sociedad poscapitalista y del estado poscapitalista sólo se pueden atacar donde se
originaron y fue en el mundo desarrollado (DRUCKER, 1997, p.11).
El propio Druker describe como fue esta historia del conocimiento en los países
desarrollados hasta llegar hoy a las “sociedades del conocimiento”:
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Durante cien años -en la primera fase- el conocimiento se aplicó a herramientas,
procesos, productos. Esto creó la Revolución Industrial, pero también creó lo que
Marx llamó la alineación y las nuevas clases, y la guerra de clases y con ello el
comunismo. En su segunda fase; que comienza hacia 1880 y culminó más o menos
en la segunda guerra mundial, el conocimiento en su nuevo significado empezó a
aplicarse al trabajo. Esto introdujo la Revolución de la Productividad que en 75 años
convirtió al proletario en un burgués. Un burgués de clase media, con ingresos casi
de clase alta. La Revolución de la Productividad acabo así con la guerra de clases y
con el comunismo. La última fase comenzó después de la segunda guerra mundial.
El conocimiento se está aplicando ahora al conocimiento mismo. Esta es la Revolución
Administrativa (DRUKER, 1997, p.22).
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El conocimiento, las tecnologías, por más sofisticadas que sean no son una
abstracción, una metafísica, no son extrahumanas, ni extraterrestre, son
el producto del trabajo social. Siguen al servicio del capital y sus dueños,
la burguesía, el conocimiento es la nueva fuerza de trabajo, repotenciada,
acumulado, con plusvalor, pero sigue siendo trabajo, que a igual que el producto
material es enajenado por el capital, pierde su esencia y se convierte en vulgar
mercancía digerible por igual por toda la humanidad siendo la única limitante la
capacidad de compra. Como bien ha señalado González Quiroz en este mundo
del ciberespacio a diferencia de lo que piensa Druker y Toffler, -quienes afirman
una desdibujamiento de las diferencias sociales- el mundo estará claramente
dividido entre quienes tienen el poder de la información -“Una ciberburguesía- y
la gran mayoría de consumidores que se han convertido en el proletariado de la
era digital [...]” (GONZÁLEZ QUIRÓS, 1998, p.154).
Estamos consciente de que ya en las sociedades económicamente tecnologizadas,
la concepción tradicional del trabajo como fuerza bruta no es la predomínate
(sin que hay dejado de existir) y que la condición cualitativa del trabajo forma parte
del proceso económico. Pero no por ello podemos afirmar que ha dejado de existir
la explotación, la plusvalía y la división social con respecto al papel que se ocupa en
las relaciones sociales de producción, y mucho menos decretar el fin del capitalismo
o la entrada a una época postcapitalista, en la que según Druker:
La ciencia y la tecnología moderna han estado a favor del capitalismo desde sus
orígenes. El desarrollo científico y tecnológico, ayer y hoy, se debe, en última
instancia, a satisfacer necesidades propias del desarrollo del capitalismo. Ya hoy no
podemos mantener posiciones ingenuas al respecto, pensar que la ciencia surge
y se recrea por simple capacidades individuales, vocaciones personales y muchos
menos una posición altruista, para “el bien de la humanidad”. Hay demostraciones,
más que evidentes de las deficiencias, deformaciones, la inoperancia, e indiferencia
de la ciencia frente a los cada vez mayores problemas mundiales, como la pobreza,
enfermedades, la contaminación del ambiente, entre otros. Sin negar que existan
condiciones individuales, lo que determina el contexto y naturaleza de este desarrollo
tecno científico es el contexto de las fuerzas productivas en el capitalismo.
El conocimiento y la ciencia no son metafísicos, no son abstracciones, son realidades
concretas. Desde el surgimiento del positivismo, con todas sus variantes, han surgido
en y para el capitalismo. El desarrollo de las ciencias naturales (ingeniería, biología,
química, física), pasando por las más primitivas teorías taylorianas, son ciencias para
contribuir en el desarrollo de las fuerzas productivitas y formas de organización del
trabajo asalariado capitalista. Al decir de Altube: “El punto de vista del capitalista
es justamente el de la administración del capital sobre el conjunto de la fuerza de
trabajo, incluida por supuesto la científica, que para ser fuerza de trabajo debe ser
fuerza productiva del capital, debe someterse a su dominio” (2005, p.5).
Más adelante agrega:
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gerencia, convirtiéndose en capital, bajo el nombre de organización científica del
trabajo. La técnica se hace científica, y la ciencia se convierte en capital, desarrollada
por la gerencia (DE ALTUBE, 2005, p.2-33).
Para consolidar aún más esta posición, traemos nuevamente a Marx en sus Gründisse:
Para Marcuse este dominio tecnológico va más allá de las redes productivas, absorbe
por igual lo político y cultural:
El poder sobre el hombre adquirido por esta sociedad se olvida sin cesar gracias a la
eficacia y productividad de ésta. Al asimilar todo lo que toca, al absorber la oposición, al
jugar con la contradicción, demuestra su superioridad cultural. […] Hoy, la dominación
se perpetúa y se difunde no sólo por medio de la tecnología sino como tecnología, y la
última provee la gran legitimación del poder político en expansión, que absorbe todas
las esferas de la cultura (MARCUSE, 2009, p.185-186).
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práctica de limitar su difusión libre, es decir, de limitar con medios jurídicos (patentes,
derechos de autor, licencias, contratos) o monopolistas la posibilidad de copiar, de
imitar, de “reinventar”, de aprender conocimientos de otros. En otros términos:
el valor del conocimiento no es el fruto de su escasez (natural), sino que origina
únicamente limitaciones estables, institucionalmente o de hecho, del acceso al
conocimiento (ASTORGA; RODRÍGUEZ, 2011, p.248).
Según Cruz Suárez y González Paris “[…] el conocimiento, como resultado del
proceso científico es trabajo complejo, o sea en palabras de Marx trabajo simple
potenciado que se incorpora al proceso de producción, de servicios y al propio
conocimiento, incorporando un elevado nivel de productividad (s/f., p.11).
Desde hace tiempo el trabajador no es solo el obrero fabril, el que produce bienes
materiales y mercancías, y si bien existen otros actores: trabajadores informáticos,
trabajadores virtuales, crecimiento violento de los sectores comercio, financiero,
servicio, gerenciales, publicitarios, entre otros, que conforman una nueva clase
de trabajadores propios del capitalismo actual, no por ello estos sectores dejan
de ser trabajadores: No son ellos los poseedores del capital, por lo tanto son
trabajadores. Ya sea el hombre humilde, el lumpen proletariado, o el de las
clases medias, pero no son burguesía. Aunque con la tecnificación del trabajo,
el predominio del trabajo administrativo-gerencial sobre el fabril, se crea que ya
no se pertenece a la clase trabajadora, lo siguen siendo. Compartimos con Alonso
Benito (2005) cuando señala:
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Una posmodernidad que critica al positivismo por quedarse solo en lo tangible,
e igual lo hace contra el supuesto mecanicismo del marxismo, pierde de vista o
enmascara el carácter inmaterial y simbólico que hoy predomina en el Capital
y, pretende medir el “fin del trabajo” solo desde la visión más tayloriana del
trabajo fabril-material. Hoy la economía financiera, comercial, especulativa, del
entretenimiento, pero también de la salud, la educación, del conocimiento,
predomina sobre la de producción de bienes, ocupa más espacios, más
trabajadores, genera más dinero, pero todos ellos son imposible sin la producción
material-real y además todos ellos son parte del trabajo y del capital.
Desde el marxismo o cualquier otra posición crítica al capitalismo, no podemos caer
en la trampa de la sociedad postcapitalista, bajo el disfraz de la posmodernidad y
la sociedad del conocimiento no podemos ingenuamente creer como lo planteaba
-a fines de la década del setenta- André Gorz, en su ensayo Adiós al proletariado,
como si se tratase de un proceso evolutivo que nos dirige a la abolición del trabajo
como obligación y la recuperación del tiempo libre (DE LA GARZA TOLEDO, 2001).
Ese creciente mundo económico inmaterial, no es una abstracción, por más
que lo parezca, en última instancia, por más sobrevaluado, por más etéreo que
parezca, por más que se crea que las bolsas de valores tienen independencia,
vida propia, que las redes comerciales electrónicas nada tiene que ver con el
sudor, las maquinas, con hombres de carne y hueso, en ultimas instancia de allí
parten, aunque luego lo especulativo lleve los índices económicos a condiciones
de reproducción exponencial, tienen un piso real económico de producción.
La producción determina todo. No se puede consumir, vender, comprar, especular,
lo que no existe o pueda existir. Aún predomina una visión reduccionista, que reduce
el trabajo al obrero asalariado, y con los procesos modernos de automatización
se tendría una marginalización del trabajo frente al capital. No hay la menor duda
que el trabajo fabril -en los países desarrollados- ha perdido fuerza frente al sector
terciario de servicio, comercio y financiero, pero:
La no existencia de un producto material claro en los servicios no los excluye del campo
de la producción. Una parte de ellos son en realidad la síntesis entre producción,
circulación y consumo, que compactan sus tiempos y espacios. De manera aún más
audaz, cabría preguntar si todavía es pertinente la división entre producción y circulación
de las mercancías. Las circulaciones también añaden valor, por ejemplo la venta en un
supermercado, que no es simplemente el traslado de la mercancía a un lugar de venta,
sino que incluye mercadotecnia, trabajo de presentación, de publicidad, etc. Salvo que
tengamos un concepto muy primitivo del valor como reducido al sustrato material de
algunas mercancías, cabría hablar de un valor simbólico que también se traduciría en el
precio. Producción circulatoria y circulación productiva. El aspecto físico de la actividad
productiva puede ser diferente, pero también lo es en las manufacturas actuales con
respecto a las fábricas manchesterianas (DE LA GARZA TOLEDO, 2001, p.91).
Además todos esos elementos y procesos- por más novedosos que sean, aunque
a veces no cueste diferenciar lo real de la ficción, todos, absolutamente todos son
elementos y procesos del Capital, que como hemos insistido no puede seguirse
percibiendo solo como tierra, máquinas y materia prima, es trabajo acumulado
y objetivado, son relaciones sociales, que tampoco son ya solo tangibles sino
principalmente subjetivas, de significados y valores. Y como todo Capital, todos,
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absolutamente todos son producto del trabajo, tanto objetivo como subjetivo,
material o inmaterial. Todo esta economía financiera-especulativa, todas estas
redes intangibles tecnológicas son producto del trabajo. No surgieron de la nada,
no son extraterrestres, son producción humana. Allí está el mayor proceso de
fetichizacion del capitalismo, creer que estamos hoy transcurriendo hacia una
sociedad postcapitalista, creer que todas estos impactantes y “fantásticos”
cambios tecnológicos no son producto del trabajo, que no son parte del capital.
Traemos una larga pero aclaradora cita de De la Garza Toledo que consideramos
pertinente para nuestro propósito:
¿Cómo explicar el auge del sector financiero? Grandes riquezas dinerarias se han
generado al margen de la producción o del valor real de los activos de las empresas
que venden acciones en las bolsas de valores. Asimismo, grandes derrumbes de las
bolsas han esfumado los ahorros de mucha gente. Como punto de partida, se podría
pensar que hubiera cierta relación entre el valor de una acción y el de los activos de
la empresa que coloca títulos en el mercado de valores; a partir de allí operaría una
fetichización del capital que aparecería como si tuviera capacidades por el solo hecho
de reproducirse. Sin embargo, el fetichismo de la economía capitalista no es mera
ficción, es la representación de una realidad invertida y con ello no es menos real que la
producción. Desde el momento en que el capital es una relación social y no un objeto
físico (maquinaria o equipo), sino que determinados objetos adquieren el carácter de
capital sólo porque operan dentro de determinadas relaciones entre los hombres, no
es necesario que para que exista capital tenga que encarnarse en un objeto físico,
ni tampoco que para que exista la riqueza tenga que darse desgaste físico de fuerza
de trabajo. La idea de fuerza de trabajo como capaz de crear valores y trabajo como
desgaste de fuerza de trabajo, no puede asimilarse a lo físico exclusivamente; el aspecto
subjetivo del trabajo entra en el proceso, pero lo más importante es la significación
social que se da a determinada actividad (DE LA GARZA TOLEDO, 2001, p.90-91).
Como siempre, ya esto lo había percibido claramente Marx, a finales del siglo XIX,
cuando frente a los primeros avances de la producción en serie señala que en el
nuevo capitalismo el objetivo máximo no es la explotación per se del obrero, ni la
producción de mercancías, ni producir más objetos, sino que todo se reduce a la
generación de plusvalía, de esta forma lo aborda en El Capital:
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diremos que un maestro de escuela es obrero productivo si, además de moldear las
cabezas de los niños, moldea su propio trabajo para enriquecer al patrono. El hecho
de que éste invierta su capital en una fábrica de enseñanza, en vez de invertirlo en
una fábrica de salchichas, no altera en lo más mínimo los términos del problema.
Por tanto, el concepto del trabajo productivo no entraña simplemente una relación
entre la actividad y el efecto útil de ésta, entre el obrero y el producto de su trabajo,
sino que lleva además implícita una relación específicamente social e históricamente
dada de producción, que convierte al obrero en instrumento directo de valorización
del capital. Por eso el ser obrero productivo no es precisamente una dicha, sino una
desgracia (MARX, 1988, Sección 5, cap. XIV del Tomo I).
Por esto Marx establece la diferencia entre plusvalía absoluta y la plusvalía relativa,
para establecer un contraste entre la vieja forma de explotación (que aún persiste)
y los nuevos mecanismos de las sociedades tecnologizadas. Pero Marx deja claro que
los nuevos mecanismos de explotación y de plusvalía relativa no es solo producto de
los avances técnicos sino de nuevas formas de relaciones o agrupaciones sociales:
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Capital y consumo: Plusvalía del consumo
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El consumo es un mito, es un relato de la sociedad contemporánea sobre ella misma, es
la forma en la que nuestra sociedad se habla. [...] Nuestra sociedad se piensa y se habla
como sociedad de consumo. […] El consumidor vive sus conductas distintivas como
libertad, como aspiración, como elección y no como imposiciones de diferenciación ni
como obediencia a un código (BAUDRILLARD, 2009, p.33-56).
Baudrillard rompe con cualquier visón idealista del consumo, como plenitud de las
libertades individuales, por el contrario lo coloca en el nivel de privilegios, y lo más
importante determinado por la producción social:
Pero, en realidad, las aspiraciones constituyen, por tener su propia lógica, que es una
lógica de la diferencia, una variable incontrolable, es decir, que no son una variable
más del cálculo económico, una variable sociocultural de situación o de contexto,
sino que son una variable estructural decisiva que ordena todas las demás […] antes
de ser una sociedad de producción de bienes es una sociedad de producción de
privilegios. Pero la verdad del consumo es que éste es, no una función del goce,
sino una función de producción y, por lo tanto, como la producción material, una
función, no individual, sino inmediata y totalmente colectiva. […] Toda ideología
del consumo quiere hacernos creer que hemos entrado en una era nueva, que una
Revolución humana decisiva separa la edad dolorosa y heroica de la producción de la
edad eufórica del consumo, en la cual finalmente se reconoce el derecho del Hombre
y de sus deseos. Pero nada de esto es verdad. La producción y el consumo constituyen
un único y gran proceso lógico de reproducción ampliada de las fuerzas productivas
y de su control. Este imperativo, que es el del sistema, se presenta en la mentalidad,
en la ética y en la ideología cotidianas de manera inversa: con la forma de liberación
de las necesidades, de florecimiento del individuo, de goce, de abundancia, etc. Las
incitaciones a gastar, a gozar, a no hacer cálculos. […] El sistema tienen necesidad de
los individuos, en su condición de trabajadores (trabajo asalariado), en su condición
de ahorristas (impuestos, préstamos, etc.), pero cada vez más en su carácter de
consumidores (BAUDRILLARD, 2009, p.59-87).
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El mercado especulativo hace posible a nivel planetario niveles de ganancias
por redes comerciales intangibles, sin mover a veces un producto ¿Cómo seguir
midiendo ahora la plusvalía como se hacía o se hace aún en el trabajo agrícola y
fabril tradicional? Sin embargo hay que hacerse la pregunta: ¿a pesar de que sus
condiciones de trabajo no sean las mismas (en termino de desgate humano) y sus
beneficios socios económicos sean mayores, dejan de ser obreros? ¿Son una nueva
clase social o parte de la clase media o de la pequeña burguesía?
Los cambios en la sociedad y sobre todo en la velocidad en que ocurren ha
dejado atrás (como en mucho otros casos) a las ciencias sociales cuyos análisis
tradicional no le permite abordar con plenitud y propiedad esta nueva dinámica.
Paralelamente, han surgido nuevas formas de estratificación social espontaneas
que buscan ubicar estos diversos niveles en la estratificación. Es el caso de
las encuestadoras o instituciones que miden la opinión pública o las pautas
de consumo. Las cuales utilizan una categoría de estratificación haciendo
uso del abecedario. Esta estratificación es muy simple, no representa ningún
abordaje teórico sino simplemente está determinado por los niveles de ingresos
y de consumo. No establece relaciones entre las clases sociales, vinculaciones
y contradicciones, no estudia niveles educativos ni culturales y cuando lo
hace es sólo para ver los títulos académicos alcanzados, poco le importa el
comportamiento cultural, elementos de la sicología social, y cuando lo aborda es
solamente para vincularlos a su capacidad de demanda. Hasta qué punto estas
nuevas estratificación lo que busca es enmascarar y justificar estas divisiones
sociales, ya que no establecen ni análisis ni comparaciones, sino que su único
objetivo es de carácter descriptivo y pragmático.
A nuestro modo de ver, mientras se tenga claro la confrontación entre el capital
-que siempre busca masificar sus ganancias- y el papel del trabajo, con sus
diferentes matices (manual o intelectual, obrero o ingeniero, técnico o director
corporativo) se tendrá Conciencia de Clase. Para Marx, el trabajo y la clase obrera
no se miden por su cantidad si no por su calidad, sobre todo cuando la clase
trabajadora toma conciencia de su condición y asume la organización y la lucha
de clases para enfrentar al capital. En El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx
expresa que: “[…] en la medida en que millones de familias viven bajo condiciones
económicas de existencia que las distingue por su modo de vivir, por sus intereses
y por su cultura de otras clases y las oponen a estas de un modo hostil, aquellas
forman una clase” (MARX, 1984, Tomo I, p.359).
Por lo tanto las clases sociales no se miden -como tradicionalmente se piensa-
solamente en relación a la posesión o no de los medios de producción. Esta
categorización marxista de las clases sociales permite percibir en forma ampliada,
tanto cuantitativa como cualitativamente, los elementos, procesos, movimientos
y seres humanos concretos que conforman a la clase trabajadora, que abarca
principalmente a los trabajadores en todas sus manifestaciones, pero también
a toda la rica gama de movimientos humanistas y anticapitalistas como las
organizaciones feministas, ambientalista, entre otros. Enfrentando el proceso de
fetichizacion, teniendo claro la existencia y perdurabilidad del capitalismo en su
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nueva fase, con toda la profunda crisis que lo invade y que amenaza no solo
su existencia sino la de la propia vida y del planeta, debemos centrarnos en el
estudio critico de estas nuevas dimensiones del trabajo y el capital fetichizadas,
pero paralelamente contribuir en la consolidación de la Conciencia de la Clase
Trabajadora, que ya no es solo el trabajador fabril, sino todos lo que no son
burguesía, todos los que no son dueño del capital, todos los que solo tienen su
fuerza de trabajo físico o mental, todos son trabajadores
Hoy cuando el trabajo individualizado y tecnificado supera ampliamente al
trabajo fabril, cuando son más los ocupados desde sus ordenadores y en su
cubículo u oficina, que los que se reúnen en las fábricas, en el contexto de
un desdibujamiento de la masa trabajadora como conglomerado que ocupa al
mismo tiempo un mismo espacio físico, cuando la híper tecnificación, la híper
especialización, y la máxima expansión de la división del trabajo a escala mundial
nos hacen pensar que ya los bienes cuyos componentes se generan en diversos
países no son el producto de ningún trabajador, cuando se tiene la falsa idea de
que detrás de cada bien y servicio (material o inmaterial) que consumimos no hay
seres humanos, cuando los sindicatos pierden legitimidad y se ven mermados en
su actividad, frente a la heterogeneidad de los trabajadores y “la fragmentación
de sus mundos de vida” (DE LA GARZA TOLEDO, 2001, p.68), cuando en definitiva
se cree perdida la identidad del trabajo y del trabajador como sujeto histórico,
se hace más necesaria la concientización y organización de los trabajadores y los
consumidores. Conciencia que se fortalece con la asimilación de todos los que
luchan contra el capitalismo, en cualquier dimensión y propósito, de los que son
doblemente explotados: en el trabajo y el consumo. De esta manera hoy más
que nunca estamos en una lucha mundial, trabajo vs capital, donde se hace más
vigente y necesaria la consigan con la que Marx y Engels cierran el manifiesto
Comunista: “Trabajadores del mundo uníos”.
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