Tema 12 - Liturgia y Fe
Tema 12 - Liturgia y Fe
Tema 12 - Liturgia y Fe
NDL
SUMARIO:
- I. La relación fe-liturgia en el debate actual: líneas de evolución y desarrollo
- II. Relectura de capítulos y momentos diversos de la tradición litúrgica
- III. Reflexiones conclusivas y orientaciones teológico-pastorales.
Reflexionar sobre la relación existente entre fe y liturgia significa encontrarse en uno de los temas más
interesantes que ayudan a comprender la naturaleza de la liturgia cristiana y a interpretar el papel que tiene
dentro de toda la actividad eclesial. La conciencia de este carácter fundamental de nuestro tema invita a
prestar atención en primer lugar a las líneas de estudio con que, en el debate reciente, se ha explicado y se
sigue explicando todavía hoy (I); esa escucha crítica permite pasar revista, desde nuevos puntos de vista, a
algunos capítulos de la praxis litúrgica, en los que se muestra particularmente la relación fe-liturgia (II). El
análisis de la tradición, además de la documentación que siempre ofrece, constituye también una contribución
crítica al replanteamiento de todo el problema (III) desde enfoques diversos y más ricos que los
prevalentemente apologéticos o intelectuales, que han podido gozar de tanto espacio en la consideración
teológica reservada por los manuales a la relación entre fe y liturgia.
II TEOL
5. Si revisamos sintéticamente las características fundamentales de las posiciones que examinan o intentan
comprender el problema de la relación fe-liturgia, vemos claramente que están unidas a dos diferentes
orientaciones de fondo. Una —la que comenta lo específico de la función litúrgica dentro de la praxis eclesial
conjunta— va claramente en el sentido de la valoración y profundización de todas las potencialidades de la
celebración; la otra —marcada por una preocupación más que nada apologética, y que considera sobre todo el
contenido de un texto litúrgico escrito coloca en primer plano el aspecto de ortodoxia y/o de profesión de la
fe de la iglesia contenido en la praxis ritual. Más allá de la pura y simple constatación de esta doble
orientación, es posible notar una diversidad de situaciones históricas, dentro de las cuales se sitúa la
investigación teológica en general y la reflexión sobre la praxis eclesial en particular: la segunda nos remite a
épocas en que la teología era entendida sobre todo como teología del magisterio; entonces se consideraba
como misión fundamental de la iglesia la salvaguarda del patrimonio doctrinal heredado de épocas
precedentes; la primera depende de una concepción más amplia y articulada de teología y se abre
dinámicamente a considerar todas las dimensiones con las que la iglesia está llamada a vivir y testimoniar su
misión propia en el mundo.
Bajo este aspecto no extraña que las distintas condiciones eclesiales actuales sirvan de estímulo y de punto de
referencia continuo también en la consideración de nuestro tema. En particular, algunas de las encrucijadas
pastorales modernas inducen a examinar ulteriores aspectos de la relación fe-liturgia. Insinuamos los más
importantes.
La valoración realista de las condiciones en que se sitúa hoy la praxis sacramental impulsa a leer la relación
fe-liturgia también en el sentido de que la fe se configura —y se deberá siempre configurar, en una correcta
visión pastoral—como imprescindible condición de celebrabilidad del rito cristiano; los criterios
redaccionales de los nuevos -> libros litúrgicos y la problemática que un poco por doquier en esta década ha
puesto en primer plano la perspectiva de la -> evangelización como opción prioritaria de la acción pastoral
están claramente en esta dirección.
[leer] - Después, cuando se sitúa el capítulo de la praxis litúrgica frente a la vistosa heterogeneidad de las
situaciones de fe que con gran frecuencia conlleva hoy cualquiera de nuestras asambleas de creyentes, es
inevitable el intento de hacer resaltar uno u otro de los valores de la liturgia cristiana —iniciatoria,
contemplativa, catequética, doxológica, kerigmática, etc.— según el criterio de la estrecha conexión entre el
desarrollo de la acción ritual y la asamblea concreta; esta tarea debe desembocar también en un
desarrollo/profundización del modo de entender la relación fe-liturgia.
La constatación de que todavía hoy la iglesia —en continuidad con una antiquísima memoria pastoral que dio
origen a la singular estructura del I catecumenado cristiano— proponga un modelo autorizado para
comprender y conducir el camino de iniciación a la fe/ iglesia (camino en cuyo interior es normal que se
fundan momentos didascálicos, kerigmáticos y celebrativos), constituye de hecho el estímulo para reflexionar
sobre el mundo vario y articulado con que se manifiesta la dialéctica fe/liturgia, entendida como condición
normal del actual camino de apropiación personal de la fe.
Un último aspecto se refiere a la lógica global que inspiró casi todo el trabajo de revisión de los libros
litúrgicos después del concilio; en efecto, tal trabajo al parecer se inspira en algunos criterios de fondo que no
nos parecen irrelevantes para nuestro problema. Recordamos en particular la opción por manifestar en el rito
la conciencia de fe propia de la iglesia de hoy; la decisión de estructurar la celebración de tal modo que sea
posible una participación activa y consciente en el misterio del cual el rito es memoria; la atención a situar la
celebración en una correcta lógica de fe-sacramento; el compromiso de valorar la dimensión didáctica y
catequética de los ritos litúrgicos para configurarlos como momentos de alimento real de la fe del creyente.
Desde el punto de vista de nuestra investigación, esta criteriologia obedece también a una manera articulada
de entender y desarrollar el entramado concreto que une la fe y la celebración litúrgica.
La panorámica surgida de la recensión crítica del debate acerca de la relación fe-liturgia justifica, y por otro
lado hace completamente deseable, un retorno a la escucha prolongada y atenta de la tradición; por lo demás,
ya se ha dicho que la problematización en el modo de entender el binomio lex credendi-lex orandi nació
también por causa de una verificación más rigurosa de cuanto la praxis antigua testimoniaba al respecto.
Sin la pretensión de ser exhaustivos, y más bien en forma de indicaciones de alguna manera sintetizantes,
interrogaremos algunos capítulos y momentos de la tradición". En la elección nos hemos dejado guiar por
diversos criterios: en particular, hemos intentado abordar capítulos de praxis diversa entre ellos, o bien
homogéneos-pero leídos en épocas diferenciadas, de. manera que podamos verificar sí existen constantes en
el modo de entender el problema; también hemos intentado esbozar un muestrario suficientemente
representativo de un capítulo de dimensiones bastante mayores, tratando de ver en qué lugares esa relación fe-
liturgia históricamente se ha tratado de manera explícita o está presente de hecho de manera directa.
1. Si la escucha de los textos bíblicos tiene siempre gran importancia, en nuestro caso adquiere un interés aún
mayor por la singular presencia de dos condiciones en el contexto que origina la Escritura: piénsese, por
ejemplo, en la unión intrínseca entre fe-culto-vida expresada en la teología del culto propia de los textos
escriturísticos; o, más aún, en la ausencia de un verdadero y propio magisterio, de modo que todo lo que es
celebrado por todo el pueblo reunido en asamblea adquiere una mayor autoridad; en efecto, es sobre todo en
ese culto donde se proclama la fe públicamente, y en base a tal fe , exigida por la alianza, es como se juzga la
fidelidad de Israel.
Limitándonos a sugerir algunas pistas específicas de búsqueda 27 , recordamos ante todo el significado de la
estructura que domina en la liturgia de las grandes convocaciones del pueblo para celebrar o renovar la
alianza con Yahvé: los temas del anuncio de la palabra, de la profesión de fe coral y de la adhesión
incondicional a las exigencias que brotan de la contemplación de la historia del amor de Dios parecen las
categorías que mejor expresan la lógica interna de la celebración cultual en Israel.
También el análisis de las oraciones más frecuentes y populares de la tradición judía permite hacer
anotaciones interesantes sobre el modo de entender la relación fe-liturgia; pensemos, por ejemplo, en el
salterio mismo, en la oración cotidiana del Shema Israel, en el servicio sinagogal de cada sábado, etcétera.
Los temas de la oración celebrada por la asamblea o por el particular, su inspiración de fondo y la articulación
por la que se expresa muestran hasta qué punto es central la categoría de la confessio fidei entendida como
referencia prioritaria interpretativa de la oración litúrgica del judaísmo; bajo este aspecto, el análisis de los
textos del NT utilizados para el culto cristiano de los orígenes constituye una ulterior confirmación.
Pero el capítulo más interesante para nuestro tema es el de la liturgia de la fiesta judía. El entramado de
elementos celebrativos (palabra-canto-oración, etc.) configura cada una de las fiestas como un lugar
verdadero y propio de la proclamación/confesión de la fe . Desde este preciso punto de vista no parece
exagerado afirmar que la liturgia de las diversas solemnidades distribuidas a lo largo 'del año es como un
solemne "credo" coral del judaísmo.
En la celebración cultual, por tanto, tenemos la presencia simultánea de estos elementos: anuncio de fe (o sea,
proclamación de la historia del amor de Dios hacia su pueblo); adhesión a esa fe bajo la modalidad litúrgica
de la doxología, de la acción de gracias, de la "confessio"; recuerdo del acontecimiento de salvación, del que
nace y se alimenta la fe.
2. La praxis de configurar la solemne profesión de fe trinitaria como elemento estructural de la liturgia
bautismal —y, más en general, de la liturgia de la iniciación cristiana entendida en su globalidad— es un dato
de tradición antiguo y universal. Para iluminar mejor una y otra componente de la relación fe-liturgia nos
puede ser útil poner de relieve algunos elementos al respecto.
Ante todo hay que decir que la lógica que subyace a esta praxis es una de las constantes de toda la tradición
bíblica: el dinamismo que acompaña al concreto devenir del binomio kerigma-profesión de fe se pone de
manifiesto en el momento fundamental del acceso a la regeneración bautismal por parte de quien ha vivido el
camino iniciatorio de conversión "El análisis más detallado de los datos de tradición descubre también la
conciencia de la intrínseca conexión entre bautismo trinitario y profesión de fe trinitaria. El sentido de la
traditio/redditio symboli y de la professio fidei manifiesta todo su valor eclesiológico en el progresivo
crecimiento hacia esa solemne proclamación de la fe prevista por los ritos bautismales de la noche de pascua.
Para quien está entrando en esa realidad trinitaria que es la iglesia, no hay praxis más significativa que la
gradual explicitación de la fe en el Padre, y en el Hijo, y en el Espíritu Santo ".
Además, el estudio particularizado de las fórmulas con las que antiguamente se expresó la profesión de la fe
bautismal ilumina algunas constantes de interés; piénsese, por ejemplo, en la referencia normal a la fe
apostólica como garantía de tradición y ortodoxia; en la misma estructura trinitaria, tanto de la fe profesada
cuanto del acontecimiento bautismal celebrado; en la colocación de tal acontecimiento dentro de un itinerario
de iniciación que expresa el profundo dinamismo subyacente al camino de la fe
Podemos afirmar que, desde una consideración de carácter general, este capítulo de la praxis litúrgica expresa
una particular singularidad en el modo de entender y utilizar el binomio lex credendi-lex orandi. En particular
merece destacarse cómo la preocupación prioritaria testimoniada por los rituales bautismales no es tanto la de
garantizar una profesión ortodoxa de la fe cuanto la de indicar la naturaleza propia del sacramento de la fe
poniendo en el centro de todo la solemne professio, y dejar suficientemente claro el sentido y los contenidos
del acontecimiento bautismal. Análogamente, la constante presencia de una relación fe-liturgia a través de
todo el itinerario catecumenal manifiesta una peculiaridad del camino de iniciación a la fe (más aún, de la
misma pertenencia a la iglesia) y connota una condición perenne de la vida del discípulo, llamado
continuamente a asimilar la fe y a celebrarla en la asamblea de los hermanos. Bajo este aspecto, los ritos de la
iniciación cristiana constituyen un ejemplo particularmente expresivo de la naturaleza de la fe cristiana y de
la naturaleza del acontecimiento litúrgico, dentro del cual se sitúa y celebra la professio fidei.
II – TEOLO
3. No puede dudarse de que la oración eucarística se concibió en toda la antigüedad cristiana como un lugar
absolutamente singular y privilegiado de la proclamación de la fe de la iglesia: todos los análisis histórico-
teológicos al respecto —desde el estudio de las conexiones entre la anáfora cristiana y la tradición litúrgica
judía hasta el examen de las ricas tradiciones de Oriente y Occidente— indican esta dirección. Ahora se trata
de señalar algunas implicaciones que este dato tan tradicional comporta para la comprensión de nuestro
problema; la consideración global de los datos que brotan del estudio de la tradición anafórica tanto oriental
como occidental permite indicar algún punto interesante.
Un primer aspecto se refiere al proceso de diferenciación de los textos de oración eucarística ; tal proceso está
en estrecha conexión con el nacimiento de diversas familias litúrgicas dentro de áreas eclesiales homogéneas,
y revela bastante bien la común convicción de que, sobre todo en la liturgia eucarística, la iglesia manifiesta y
expresa su propia fe. Sin embargo, todo esto no comporta de ningún modo la unicidad o la rigidez de los
formularios: el hecho de que la oración eucarística sea lugar de la confesión de la fe auténtica coexiste con la
praxis de la diferenciación de los textos en los que es formulada concretamente.
Un ulterior punto de vista es la consideración que se da a la función y estructura de la anáfora. Es interesante
notar cómo, en el caso típico de la plegaria eucarística, la relación fe-liturgia se lee y se comenta en estrecha
conexión con la función específica que se atribuye al canon en el curso de la celebración de la cena del Señor;
se subraya en particular que en él se expresa y debe concretamente manifestarse la comunión eclesial; que su
desenvolvimiento debe ser el lugar de una experiencia del misterio celebrado; se recuerda también que
precisamente de estas experiencias debe nacer la doxología.
Parece por tanto evidente que, aun antes que en los contenidos, la lex credendi se expresa en la
función/estructura del texto/rito. La observación adquiere una importancia todavía mayor cuando comparamos
este modo de interpretar la anáfora, típico de la tradición más antigua, con las características enteramente
diversas de los comentarios al canon en las Expositio Missae medievales. En estos singulares instrumentos
catequéticos de la época carolingia, en efecto, la aproximación y comprensión del texto eucarístico son
prioritariamente didácticas, y el comentario obedece sobre todo al intento de instruir y de defender del error.
No hay duda de que en una praxis semejante, en la que está casi por completo ausente la concepción de la
anáfora como acción celebrativa de la que participa toda la asamblea, el modo de situar la relación fe-liturgia
resulta profundamente cambiado; en algunos aspectos, incluso se trastoca por entero la perspectiva de los
orígenes. Todavía se puede notar, en continuidad con estos puntos, que la interpretación global de la anáfora
y de su significado no varía en el curso de la polémica protestante; para los teólogos de una y otra parte, que
parten de sus respectivas posturas doctrinales, el texto del canon eucarístico es prioritariamente un lugar en
que se expresa una doctrina (la sacrificial, la de la transubstanciación, etc.); en general, no se toma en
consideración la dinámica de la acción celebrativa (piénsese, por ejemplo, en el valor cada vez mayor que se
atribuye a las palabras consagratorias; en la centralidad que asume el gesto de la elevación de la hostia o del
cáliz, etc.), porque, de hecho, la hermenéutica del texto del canon se mueve casi totalmente fuera de la
hermenéutica del rito en el que se coloca toda la situación ".
A la luz de estos puntos deducidos de las diversas etapas de la historia, adquieren un notable interés las líneas
programáticas que inspiraron la reforma litúrgica del Vat. II en el tema de la oración eucarística. Releídas
desde una perspectiva de síntesis, manifiestan el inicio de una orientación nueva, porque codifican
simultáneamente la importancia de tres criterios generales: ante todo se recuerda que es necesario pensar en
las anáforas como lugares para una autorizada catequesis sobre la eucaristía; en segundo lugar se invita a
recuperar y a dar prioridad al tema de la estructura interna de la anáfora y su función en el dinamismo de la
celebración eucarística; finalmente se garantiza el retorno a la pluralidad de los textos para consentir una
declinación más amplia y articulada de la fe de la iglesia.
4. También el capítulo relativo al año litúrgico , leído en clave histórica, es uno de los contextos de los que
brota alguna nota importante para nuestro tema; si después esta investigación se insertara en el problema más
general de la pluralidad de liturgias en conexión directa con las características de las iglesias locales, hallaría
un amplio cuadro interpretativo que nos aclararía considerablemente cómo entiende la antigüedad cristiana el
binomio lex credendi-lex orandi".
Según los datos de la tradición más antigua , los elementos que determinan el modo de estructurarse un ciclo
verdadero y propio de fiestas distribuidas a lo largo del año parece que se pueden reducir a los siguientes: la
existencia de tradiciones teológicas y catequéticas específicas en las diversas áreas geográficas eclesiales ; la
conexión normal que se establece entre las asambleas periódicas y regulares de los cristianos y el camino más
específico de los que piden formar parte de la iglesia (la estructura catecumenal); la exigencia de confiar a la
liturgia de las fiestas (oraciones, textos eucológicos, comentarios homiléticos con motivo de las reuniones
dominicales de los cristianos) la tarea de ser contexto que eduque en la fe verdadera y ortodoxa (sobre todo en
el campo cristológico), en clara contraposición con la tan peligrosa difusión de corrientes heréticas". Se
intuye rápidamente que estas tres componentes muestran la inmediata e intrínseca relación que existe entre la
estructura del año litúrgico y el problema teológico-pastoral de la educación/profesión de la fe eclesial; de
modo que el análisis particularizado de este capítulo nos podría ofrecer no pocos datos referentes a cómo la
iglesia de la época patrística entendía el binomio fe-liturgia.
(leer) En los siglos sucesivos, el investigador constata la presencia de un doble movimiento. Por una parte, se
da el proceso general de atrofiamiento de los instrumentos celebrativos (lengua empleada, simbología, modos
de participación, etc.), con la consiguiente crisis de las constantes señaladas para los siglos de los orígenes y
la tendencia a la anulación de las potencialidades del lenguaje propio de las celebraciones cristianas: desde
este punto de vista, el año litúrgico no se configura ya como el lugar natural de la catequesis popular de la
iglesia; por otra, se constata paralelamente el progresivo agigantamiento del elemento coreográfico y
espectacular en torno a la fiesta cristiana, tendente a legitimar de hecho una interpretación bastante diferente
de la función del año litúrgico en la praxis eclesial: el año litúrgico se coloca más bien en la línea de los
instrumentos que favorecen y divulgan una representación escénica de los acontecimientos históricos de la
vida de Cristo para la edificación del pueblo cristiano, en vez de ser el lugar de la celebración memorial de
los diversos misterios de Cristo
La orientación de conjunto de la reforma actual —textos conciliares, revisión del calendario por la comisión
competente encargada de la reforma, nuevos libros para la celebración"— se mueve claramente en el sentido
ya indicado como criterio inspirador de la historia de los primeros siglos. Aquí no podemos hacer un estudio
analítico de ello; nos limitaremos a anotar cómo, en su conjunto, la intervención conciliar manifiesta bastante
bien la intención de la iglesia actual de proponer nuevamente el año litúrgico primariamente como una gran
estructura pastoral a la que se le ha encomendado (a misión de ser ámbito para una educación en la fe
permanente, casi un itinerario pedagógico hacia la fe, lugar de la profesión de fe coral del pueblo de Dios.
1 DE TEOL
5. El análisis de la evolución que los ritos de ordenación han registrado a lo largo de los siglos contiene
nuevos elementos de confirmación en torno a algunos aspectos del problema ya considerados. No es, pues,
por este motivo por lo que traemos ahora a colación la aportación de este capítulo a la praxis litúrgica, sino
más bien porque en él se pone de manifiesto con una singular claridad que para un correcto funcionamiento
de la relación lex credendi-lex orandi en el desenvolvimiento de la liturgia cristiana es necesario considerar la
totalidad del lenguaje de la celebración. (leerEl ejemplo de los ministros muestra cómo un cierto modo de
celebrar la ordenación de un obispo, de un presbítero o de un diácono —piénsese sobre todo en la
redundancia de elementos rituales absolutamente externos o tomados de una visión preferentemente socio-
política de la autoridad en la iglesia— de hecho ha transmitido una concepción de episcopado, presbiterado o
diaconado que no siempre estaba en armonía con lo que los textos más tradicionales e importantes de la
correspondiente liturgia expresaban. El lenguaje del ceremonial tomó la primacía, hasta el punto —y se trata
de un aspecto bastante significativo para la perspectiva que aquí nos interesa— deponer en duda si la liturgia
de la ordenación episcopal tenía o no un valor sacramental, y de preguntarse cuál era eventualmente su rito
esencial". Por tanto, se impone cada vez más la necesidad de prestar atención rigurosa a la totalidad del
lenguaje celebrativo, entendido globalmente como ámbito que de hecho sirve de vehículo a la fe que la iglesia
quiere expresar. Una insuficiente sensibilidad ante estos aspectos del problema podría llevarnos a constatar
que lo que la liturgia querría expresar es algo bien diverso de lo que realmente expresa; es necesario, por
tanto, verificar cómo, en concreto, el binomio fe-liturgia se sitúa sobre el telón de fondo de una más adecuada
concepción del hecho celebrativo.
BIBLIOGRAFÍA: Alessio L., La liturgia y la fe, en "Notitiae" 159 (1979) 578-583; Audet J.-P., La fe y la expresión cultual, en VV.AA.,
La liturgia después del Vaticano II, Madrid 1969, 385-437; Dalmais I.H., La liturgia y el depósito de la fe, en A.G. Martimort, La Iglesia
en oración, Herder, Barcelona 1967 2 , 258-266; López Martín J., La fe y su celebración. Relaciones entre liturgia y fe y en particular de la
liturgia como transmisora de la fe, en " Burgense" 23 (1982) 141-196; Llopis J., Pluralismo litúrgico y unidad de la fe, en " Phase" 97
(1977) 65-70; Ramis G., La liturgia expresión de la fe, ib, 114 (1979) 519-523; Rovira J.M., La fe entre la unidad y la pluralidad, ib, 75
(1973) 291-296; Stenzel A., La liturgia como lugar teológico, en MS I, Cristiandad, Madrid 1974 2 , 670-685; Vagaggini C., El sentido
teológico de la liturgia, BAC 181, Madrid 1959, 465-605; VV.AA., Expresión y experiencia de la fe en el culto, en " Concilium" 82 (1973)
165-296; Véase también la bibliografía de Evangelización y liturgia y Profesión de fe.