Domingo 29 Durante El Año, Ciclo C.

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Domingo 29 durante el año


Ciclo C

Mes Misionero Extraordinario de Octubre 2019

“Pero cuando venga en Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”


(Lucas 18, 8)

Pbro. Nelson Chávez Díaz

Lecturas de hoy:

Éxodo 17, 8-13


2 Timoteo 3, 14-4,2
Lucas 18, 1-8

1.- La fuerza de Dios.

Este pasaje del libro del Éxodo comienza afirmando que los israelitas
acampaban en Refidim y allí es atacado por Amalec y su pueblo, los amalecitas.
Según las “notas de la Biblia de Jerusalén, los amalecitas habitaban en el Négueb
y en el monte Seír. Amalec, según Génesis 36, 12.16 es presentado como nieto
de Esaú. Las únicas menciones de los amalecitas son de la época de los Jueces y
luego con David con quienes batalla. El motivo del ataque de los amalecitas no
queda claro pero Moisés organiza la defensa de su pueblo pidiéndole a Josué que
elija a algunos hombres y que vaya al campo de batalla en contra de Amalec.
Moisés le dice a Josué que él subirá a la cima del monte teniendo en su mano el
bastón de Dios. La batalla duró hasta la puesta del sol y, mientras Moisés tenía los
brazos levantados, vencía Israel; por el contrario, cuando Moisés baja los brazos
a causa del cansancio entonces vencía Amalec. Finalmente, con la ayuda de
Aarón y Jur, sentaron a Moisés en una piedra y ellos mismos le sostenían los
brazos a Moisés uno por cada lado. De esta manera Josué pudo vencer a Amalec
y toda su tropa.

Dos cosas podemos decir a partir de este relato. Primero: la victoria de


Israel con Josué en contra de los amalecitas no debe entenderse, en un primer
momento, por la audacia y la fuerza de los israelitas que prevalecieron sobre la
fuerza de Amalec sino más bien que esta victoria es debido a la figura intercesora
de Moisés; en efecto, es Moisés quien, levantando las manos, al modo de una
oración de súplica, logra atraer la fuerza de Dios para ganar la batalla y, por tanto,
las causas de la victoria radican tanto en la “mediación” de Moisés ante Dios y
también en el poder de la oración hecha ante el Señor. Lo segundo: llama la
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atención el gesto de Moisés de subir y bajar los brazos. Las palabra hebrea para
describir las manos levantadas de Moisés es “emunah” y “emunah” expresa lo
firme, lo que se mantiene, o sea puede ser traducida perfectamente como
“fidelidad”, “confianza” y “lealtad”. Entonces el gesto de Moisés expresa la
fidelidad, la firmeza, la solidez, la validez, la verdad de Dios sobre Moisés.

2.- La Palabra, fuente de vida y de salvación.

Como en pasajes anteriores Pablo continúa exhortando a su discípulo


Timoteo para que se mantenga firme en la fidelidad a las tradiciones (“lo que
aprendiste”, “de quiénes la has recibido”) y a mantener el “depósito de la fe” a
través del conocimiento de las Sagradas Escrituras (el Antiguo Testamento) que
trae la salvación sólo aceptando la fe en Cristo. Precisamente esta Palabra está
toda inspirada por Dios. A continuación de esta afirmación Pablo enumera la
utilidad de la Palabra que sirve tanto como para enseñar, para argüir, corregir y
educar.

Luego en 2 Timoteo 4-1-2 Pablo exhorta nuevamente a su discípulo para


que proclame la Palabra; le recomienda cinco acciones (proclamar, insistir, argüir,
reprender, exhortar) y una actitud: paciencia y enseñanza.

3.- La perseverancia de la oración.

Este relato se conoce como la “parábola del juez injusto (inicuo) y la viuda
importuna” (Biblia de Jerusalén). Para su mejor inteligencia la perícopa puede
dividirse en tres secciones: a) introducción (v. 1); 2) parábola (vv. 2-5) y 3)
palabras de Jesús (vv. 6-8).

La introducción avanza acerca de la enseñanza que entrega la parábola:


orar permanentemente y sin desanimarse. Es como el marco dentro del cual va a
desarrollarse la narración y que revela el sentido de ella. Luego viene la parábola
en donde aparecen dos personajes que apenas son descritos: un juez inmoral que
no hace nada y una viuda que acude al juez para que le haga justicia. El drama de
la parábola se desata cuando el juez no quiere escuchar a la pobre viuda “durante
mucho tiempo” (¿varios días?). Pareciera que simplemente el juez no quiere hacer
nada por la viuda, es decir, simplemente, no quiere ayudarla. La causa de la viuda
ha quedado sin justicia, como en suspenso; sin embargo, el juez recapacita y en
un soliloquio (tan típicamente lucano) decide hacerla justicia no porque quiera
cumplir con su deber de juez sino más bien porque su insistencia le causa
molestia.

Los versículos 6-8 de Lucas traen el comentario que hace Jesús acerca de
la parábola a sus discípulos; Jesús invita en un primer momento a escuchar la
respuesta del juez en el sentido de que, finalmente, por la insistencia de la viuda,
le hará justicia. La respuesta del juez que enfatiza Jesús, no ha de centrarse en
su obrar inmoral sino más bien el que éste decide hacerle justicia a pesar de ser
indiferente ante la situación que vive la viuda. Y luego Jesús, comparando la
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actuación del juez con Dios plantea que este último no demorará en hacer justicia
a aquellos que claman día y noche y que son sus “elegidos”; Dios no hace esperar
como el juez inicuo. Finalmente la frase contenida en 18,8 es una pregunta
angustiosa que queda sin respuesta y que apunta a la espera escatológica de la
comunidad cristiana.

4.- La Palabra, la Oración y la Misión.

A propósito de la Palabra de Dios y la Misión o Evangelización, el Papa


Francisco plantea que “toda la evangelización está fundada sobre ella, escuchada,
meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente
de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la
escucha de la Palabra” (Evangelii Gaudium n° 174).

En este Mes Misionero Extraordinario de Octubre todo bautizado está


exigido a estudiar, cultivar y leer la Palabra de Dios; en efecto, si la misión de toda
la Iglesia, -y en ella, la de cada cristiano y cristiana, consiste en llevar la Buena
Noticia del Evangelio que es Jesucristo, tendremos que esforzarnos cada día para
que su Palabra vaya inspirando nuestros pensamientos, acciones y actitudes;
como dice la Segunda Carta de Pablo a Timoteo de hoy es la Palabra la que debe
“herir” primero el corazón de quien la lee y escucha, para que después penetre en
el corazón de las personas y pueda herir fecundamente sus vidas. Toda acción
misionera y todo misionero y misionera debe estar profundamente inspirado por la
Palabra y arraigado fuertemente en ella, pues la misión consiste, nada más y
nada menos, en que se comunica y se entrega a Jesucristo a quien hemos
contemplado previamente.

La misión de cada bautizado y bautizada es fruto también de la oración. En


la primera lectura de hoy, en el episodio de Moisés y sus ayudantes, vemos que
éste es sostenido por la fuerza de Dios; es cierto que físicamente le sostienen los
brazos Aarón y Jur pero, en la oración de intercesión que hace Moisés por su
pueblo (ese puede ser el sentido simbólico de levantar los brazos) es “Otro” quien
lo sostiene en el combate y en el fragor de la batalla. Todos los bautizados,
discípulos misioneros de Jesucristo, estamos llamados a alimentar nuestra acción
misionera y evangelizadora desde la fuente de la oración la que a su vez debe
orientarse a colocar las necesidades de los demás ante Dios Padre. La oración
verdadera no consiste en un monólogo interior cerrado sobre sí mismo en donde
sólo pedimos por nuestras propias necesidades; en la oración de intercesión por
otros también nos unimos a la oración de Jesús que pide por sus discípulos y, en
ellos, por toda la Iglesia.
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