Carabobo Caminos A La Gloria
Carabobo Caminos A La Gloria
Carabobo Caminos A La Gloria
Hormiguero UMBV
UNIVERSIDAD MILITAR BOLIVARIANA DE VENEZUELA
FONDO EDITORIAL HORMIGUERO
Un Sueño, una Estrategia, un Libro
CRÉDITOS EDITORIALES
Autoridades de la UMBV:
G/D Félix Osorio Guzmán
Rector
G/D Ramón Guillermo Yépez Avendaño
Vicerrector
G/D José Gonzalo Bonilla Camacho
Secretario
Presentación 9
Prólogo: Todos los caminos conducen a Carabobo 13
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Academia Militar de Oficiales de Tropa Comandante Supre-
mo Hugo Chávez, participar en la marcha, ver que sienten el
fragor, el esfuerzo físico y entienden la estrategia y la táctica en
el lugar de los acontecimientos. Eso para mí, no tiene precio.
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Prólogo
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futbol (45 minutos más los descuentos). Pero, aún hoy, no conocemos
con exactitud muchos de sus misterios, porque los hechos históricos
no se dan por azar, sino como consecuencia de otros eventos que es
necesario conocer y comprender. Los triunfos y las derrotas, siempre
vienen de lejos. Por ello, es que consideramos que la Segunda Re-
pública se comenzó a perder 2 años antes, con la Capitulación de
Miranda en 1812, quien después de vencer dos veces a Monteverde
en La Victoria, le entrega la República que tanto había costado
construir. Otro hecho clave y que se suma a su caída es la aparición
de Boves, nuestro primer caudillo popular. Asimismo, en los tiempos
cuando Bolívar llegaba triunfante después de la más Admirable de
sus Campañas y Boves “El Taita”, lograba reunir, en las llanuras de
Calabozo, un ejército de veinte mil hombres; también hubo los de-
sastres de La Puerta y la espantosa huida hacia Oriente.
En cambio, Carabobo se comienza a ganar cuando el Liberta-
dor, siete meses antes, asiste en Santa Ana de Trujillo a la entrevista
con el Jefe Supremo del Ejército del Rey. Cuando llega, lo hace casi
solo, apenas con un puñado de hombres, los cuales no eran más de
diez, jineteando una mula y vestido de casaca azul con una gorra
de soldado. “El Pacificador”, Pablo Morillo, quien lo espera con un
ejército de ochocientos húsares, vestido con sus mejores galas, todas
sus doradas charreteras y áureas condecoraciones, sorprendido por el
atuendo de su rival, tiene que ordenar un inmediato cambio de uni-
formes de su numeroso séquito y la ausencia pronta de los hombres
que fueran desafectos al Libertador. Cuando el Presidente de Colom-
bia, frente al peor enemigo de la nueva República, el cual la ha so-
metido ferozmente durante más tiempo del que duraron la Primera
y la Segunda República juntas; el hombre que más daño le causó a
nuestra lucha por la Independencia y quien en una sola batalla nos
ocasionó tres mil muertos. Cuando al encontrarse por primera vez
con su peor enemigo, Simón Bolívar se baja de la mula, lo abraza y
ambos deciden dormir en la misma habitación para poder conversar
toda la noche y, señalar con una piedra fundacional el lugar donde
habría de erigirse un monumento conmemorativo. Por todo ello, Ca-
rabobo estaba ganado antes de dispararse el primer tiro.
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Una de las escenas previas a Carabobo, llena de simbolismos,
y que debió debilitar la moral del Ejército del Rey fue cuando,
en esa misma entrevista, el Libertador designa al General Ra-
món Correa de Guevara Vasconcelos, Segundo Jefe del Ejército
Realista y Capitán General de la Provincia de Venezuela, como
Representante del Ejército de Colombia. Igualmente, Carabobo
se comienza a ganar cuando Bolívar, como buen conocedor de
los clásicos militares, sabe que la mejor manera de garantizar la
paz, es preparándose para la guerra y consciente como lo estaba,
de que España no concedería voluntariamente la Independencia
y que era necesario conquistarla por las armas; apenas firma el
Armisticio, reúne un Consejo de Guerra, para elaborar el Plan
de Ataque que se pondrá en marcha, apenas se cumplan los seis
meses de la tregua. El Plan de Ataque lo elabora principalmen-
te, el General Antonio José de Sucre. Sus puntos esenciales son:
concentrar todas las fuerzas posibles para atacar masivamente y
dividir al enemigo para debilitarlo.
La concentración se hará hacia San Carlos de Austria, actual
capital del estado Cojedes, siguiendo las siguientes disposiciones:
el General José Antonio Páez, subirá hacia el centro con todas las
tropas llaneras; el General Rafael Urdaneta, se vendrá con el ejér-
cito de Occidente y el General José Francisco Bermúdez, avanzará
con el ejército de Oriente, con la misión específica de ocupar Ca-
racas para principios de junio. Juntamente con esta maniobra de
concentración, se planifican tres distracciones, que han pasado a
la historia con el extraño nombre de “Diversiones”. La Diversión
de Cruz Carrillo hacia Occidente; la Diversión de Bermúdez hacia
Oriente y la Diversión de Pedro Zaraza hacia los Llanos. Sabemos
que las “Diversiones” son ataques dentro del territorio enemigo,
que atraen sus fuerzas, lejos del punto principal. No se busca en
ellas la posesión del objeto atacado ni siquiera obtener la victoria,
sino distraer al enemigo. Dicen los clásicos que, muchas veces, es
preferible sufrir pequeñas derrotas que estimulen al enemigo a per-
seguirnos, en lugar de victorias que lo obliguen a huir hacia donde
están concentrados sus compañeros.
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Los grandes estrategas patriotas y realistas vieron en Carabobo
un cruce de caminos en el cual se encontrarían el pasado con el
futuro; la vieja España y la joven América.
El Libertador comunica las instrucciones que han de cumplirse
en la Diversión de Bermúdez, mediante Oficio dirigido al Vicepre-
sidente de Venezuela, General Carlos Soublette:
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seo que en cualquier parte del mundo donde me halle, cuente
Usted con mi fina correspondencia, y con la fraternidad eterna
de su antiguo rival que tanto le aprecia desde el momento en
que juntos empezamos a trabajar por la felicidad y unión de los
españoles de ambos hemisferios.
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gunta de si tiene miedo o de si se acabaron los enemigos, le respon-
de: “No huyo Majestad, vengo a decirle adiós porque estoy muerto”
y al abrir su casaca le muestra la herida y cae a sus pies. Le pareció
tan bella la historia que, Eduardo Blanco, la incluyó en la descrip-
ción de Carabobo y cuando le reclamaban el porqué en lugar de
poner a un negro “pidiéndole permiso” a un blanco para morir-
se no había puesto a un blanco pidiéndole permiso a un negro, él
respondía graciosamente: “Porque en la Independencia no hubo
generales negros; hubo dos y los fusilaron a ambos, que fueron Piar
y Padilla”. Entonces comenzaba una nueva discusión sobre si Piar
era blanco o mulato. Hay que aclarar, que la gran importancia de
Pedro Camejo, no deriva de esa frase que nunca pronunció, sino
porque él simboliza la presencia del elemento negro en la forma-
ción del pueblo venezolano, en la cual “todos somos café con leche,
unos, más leche y, otros más café”. El Libertador decía que éramos
el punto equidistante entre América, África y España y, hoy en día,
para hacerle honor a esa definición del Padre de la Patria, debemos
incluir en nuestro escudo de Armas, una alegoría que simbolice a
nuestros abuelos negros y a nuestros abuelos españoles, tal como ya
hemos incluido a la que simboliza a nuestros abuelos indios. Tam-
bién es necesario estudiar la posibilidad de que el “Negro Prime-
ro” no fuera apureño sino costeño colombiano o antillano, según
afirman tradiciones familiares. De ser cierto el hermoso cuento, el
primero en referirlo hubiera sido el General Páez.
Otra curiosidad que nos despierta Carabobo es el origen del Ge-
neral Manuel Cedeño1, Jefe de la Segunda División y su fecha de
fallecimiento. Puesto que siempre se lo ha tenido como llanero de
Apure, y que murió el mismo día de la batalla, así lo afirma el pro-
pio Libertador; sin embargo, muchas fuentes lo dan como nacido
en la ciudad de Bayamo (Cuba) desde donde pasó a Haití y de allá
a Venezuela y, se da como fecha de su muerte el 17 de julio (23 días
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después de la batalla), en el Hospital de Sangre de Valencia ubica-
do en la antigua Casa de la Compañía Guipuzcoana. Actualmente
conocida como “La Casa de los Celis”, sede del Museo de Antropo-
logía e Historia del estado Carabobo.
Visitamos la ciudad de Bayamo, cuna también de “La Bayame-
sa” Himno Nacional de Cuba y en una plaza situada al frente de
su Casa Natal, está enclavada una Estatua de Simón Bolívar, regalo
del pueblo de Venezuela a la Cuna del Prócer de la Independencia
Venezolana Manuel Cedeño, Héroe de Carabobo, enviada por el
General Marcos Pérez Jiménez Presidente de Venezuela en 1954.
De ser cierto, “El Bravo de los Bravos de Colombia” se habría ade-
lantado con su acción, al pensamiento del apóstol José Martí, quien
decía que: “Para nosotros, la Patria es América” y que debemos de-
cir “Pueblo y no pueblos”. El tema es apasionante y alguien deberá
esclarecerlo.
Los grandes estrategas patriotas y realistas vieron en Carabobo
a un cruce de caminos y durante dos siglos lo hemos seguido rein-
ventando porque su importancia, más que en el pasado, está en el
futuro.
Carabobo es el final y el comienzo porque allí el pueblo venezo-
lano se enfrenta a su destino y escoge entre seguir siendo súbdito de
un rey o ciudadano de una Patria y escoge lo segundo.
Vista en perspectiva, la guerra por la Independencia, a pesar del
Decreto de Trujillo de 1813, no fue entre Venezuela y España ni
entre venezolanos y españoles, sino entre patriotas y realistas. Hubo
muchos venezolanos realistas como el feroz médico panfletario José
Domingo Díaz y muchos españoles patriotas como el salvador de la
Batalla de La Victoria, Vicente Campo Elías, nacido en Valladolid.
Fue una guerra entre hijos de una misma madre. En el Ejército
Realista había más venezolanos que españoles. Después de la de-
rrota, los realistas no se fueron. Apenas se regresaron los jefes, los
cuales habían venido de la península; pero los soldados, los hijos del
pueblo, se quedaron. No cabe duda que, el nuestro ha sido un país
de integración; formado en el principio por aborígenes mestizados
con españoles y africanos en mezcla enriquecedora de más de tres
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siglos; mezcla de mezclas en la que cada elemento tiene en sus es-
paldas más de 1000 años de mestizaje. Mostrados ante el mundo
por, un italiano2 y un alemán;3 nuestra Acta de Independencia la
redactó un italiano, nuestro Escudo de Armas lo pintó un inglés
y en nuestra principal batalla, la de Carabobo, combatieron más
británicos que carabobeños. Hoy todos somos los descendientes de
abuelos patriotas y abuelos realistas y Venezuela somos todos.
Este libro que prologamos, trata sobre un trecho más corto, pero
que recorre una mayor distancia entre el pasado y el futuro: el ca-
mino de Taguanes a la Sabana de Carabobo. Los soldados patrio-
tas tuvieron que recorrer veinte (20) kilómetros casi sin descanso,
abriendo picas por una ruta que casi no existía, para llegar directa-
mente al campo de batalla y comenzar a combatir.
Cuando se hace un camino, lo importante no es la distancia que
se recorre, sino la dirección hacia la cual apunta. Este camino in-
trincado entre Los Taguanes y la Sabana de Carabobo, no existía.
Como lo merecía la causa de la Independencia y como eran capa-
ces de hacerlo los soldados del pueblo, fue un camino que se hizo
al andar.
Todos, desde todos los confines de la Patria, estamos en la obli-
gación, como lo están los compostelanos, quienes desde cualquier
lugar del mundo hacen “El Camino de Santiago”, de recorrer cual-
quiera de los caminos que nos permitan llegar a Carabobo.
Se avanzó por los caminos que desde hacía siglos habían hecho
nuestros antepasados indios, de tanto andar por ellos para arriba y
para abajo y que después sedimentaron nuestros abuelos blancos
con los cascos de sus caballos y nuestros abuelos negros con sus
cantos y sus sudores; pero también por caminos y trochas inventa-
dos para que pasara por primera vez el hombre. Al final de todos,
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estaba Carabobo, que terminó siendo simultáneamente lugar de
llegada y punto de partida.
La Campaña se cumple tal como se ha planificado. El 11 de
mayo, el General Páez deja atrás sus sabanas. Sale de Achaguas,
atraviesa el Apure por Santa Catalina, sube doscientos cincuenta
(250) kilómetros hasta Tucupido, cerca de Guanare y allí une su
ejército al de Simón Bolívar, quien viene de Barinas. Siguen juntos
a Guanare, Ospino, Aparición, Araure, San Carlos, Tinaco, Tina-
quillo y desde allí, a la Sabana de Carabobo cerca de Tocuyito de
Valencia hasta San Carlos. Páez ha recorrido cuatrocientos sesenta
(460) kilómetros junto con sus tropas, sus dos mil (2000) caballos de
reserva y sus cuatro mil (4000) reses.
El ejército de Rafael Urdaneta sale de Maracaibo, va a Coro,
baja hacia Carora y Barquisimeto y, después de recorrer seiscientos
(600) kilómetros, se une al ejército del Libertador en San Carlos.
Llegan sin su bravo General, quien se quedó enfermo en Barquisi-
meto, motivo por el cual no asiste a la Batalla de Carabobo.
De estas jornadas, existe un relato de Braulio Fernández, un sol-
dado del contingente de Bermúdez, el cual vale la pena contar por
su frescura. A las seis de la tarde, cuenta Fernández que:
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Eran otros soldados y era otra guerra. Dos fallas le fueron impu-
tadas a Francisco Bermúdez: 1) No haber establecido comunicacio-
nes con el Cuartel General y 2) haber comprometido en El Consejo
y en Caracas, combates con fuerzas superiores, contraviniendo ex-
presas órdenes del Libertador. De esta última, se defendió, alegan-
do que él “nunca había contado a los enemigos.”
El 23 de junio de 1821, el Libertador, sitúa todas sus fuerzas en
la Sabana de Tinaquillo, les pasa la última revista y le cambia los
nombres. El Ejército de Apure será la Primera División, asumirá la
vanguardia y tendrá el honor de entrar de primero a la batalla, al
mando de su General José Antonio Páez. La Segunda División irá
bajo el mando del General Manuel Cedeño y la Tercera División,
al mando del Coronel Ambrosio Plaza, cuyo ascenso a General ya
había sido aprobado en el Congreso de Colombia.
Están todos. El Presidente de Colombia Simón Bolívar; el Mi-
nistro de Guerra, Pedro Briceño Méndez; el Jefe de Estado Ma-
yor, Santiago Mariño y, los brillantes oficiales, Bartolomé Salom,
Diego Ibarra, Daniel Florencio O’Leary, Pedro Camejo, Cornelio
Muñoz, José Laurencio Silva, Juan Guillermo Iribarren, Juan José
Flores, Juan José Rondón y, un alemán, Primer Jefe del Batallón
Vencedores de Boyacá, el Coronel Juan Uslar.
El Jefe del Escuadrón de Dragones, Julián Mellado, del Guárico
el hombre que decía que “delante de Mellado, la punta de su lanza
y la cabeza de su caballo”, le dijo la noche anterior a Rondón:
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Nueva, en España. Recibió el título de Marqués de Torrepando y
murió en 1853 a los 67 años de edad.
Cuando a mediados del siglo XIX fueron las comisiones de
venezolanos a gestionar el reconocimiento de España a nuestra
Independencia y demás asuntos legales, entre los más ilustres co-
misionados estuvo Don José Fermín Rodríguez del Toro y Blanco,
conocido entre nosotros simplemente como Don Fermín Toro y se
hospedó en el Palacio de Torre Pando cuya propietaria era su prima
“Concha”, viuda del Mariscal y Marquesa de Torrepando. Culmi-
nadas las gestiones y alcanzado el mayor de los éxitos para nuestra
naciente República, Don Fermín Toro solicitó permiso a la Reina
para izar en su casa madrileña, la Bandera de Venezuela. Ella con-
vino y así se hizo. A esa Bandera, adornada por siete estrellas en su
franja azul, representativas de las siete provincias que inicialmente
abrazaron la causa de la Independencia, a la que el Libertador en
1818 ordenó añadirle una octava, en representación de la Provincia
de Guayana, hay que añadirle dos más que representen a Coro y a
Maracaibo, las cuales fueron las últimas en incorporarse.
Se hace necesario explorar en el alma de nuestros enemigos
como en la de nuestros amigos y, tal vez, lleguemos a la conclusión
de que ni los buenos eran tan buenos ni los malos eran tan malos.
Hemos estudiado los hechos y sus consecuencias, pero es ne-
cesario que sepamos también algo de sus motivaciones. Por ello,
nos preguntamos: ¿Qué estaría pensando Pablo Morillo cuando
su peor enemigo desmontó de la mula y lo abrazó? ¿Por qué pi-
dió que le colgaran su chinchorro en la misma habitación donde
dormía el Libertador, con el propósito de quedarse conversando
con él toda la noche? ¿Por qué razón, antes de partir de Venezuela
para siempre, lo último que hizo fue regalarle su caballo cuando
se disponía a enviar Diputados al Congreso de Angostura? ¿Qué
estaban sintiendo los soldados realistas cuando, en plena batalla,
al ver que el General Páez se caía del caballo con un ataque epi-
léptico, en lugar de matarlo, se lo llevaron al campo patriota y se
lo entregaron a sus soldados? ¿Qué sentía el Libertador cuando
en Trujillo, en el momento de nombrar a un representante del
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Ejército de Colombia, designa al Segundo Jefe del Ejército del Rey
Don Ramón Correa? Además, en Carabobo también nos asaltan
más interrogantes como las siguientes: ¿Qué pensarían Bolívar y
La Torre cuando, tal vez, se habían conocido haciéndole visitas de
novios a las dos primas con las que se casaron, en el momento de
abrir fuegos ambos en la batalla más importante de sus vidas, para
que sólo durara cuarenta y cinco minutos? ¿Imaginaría Fermín
Toro, quien apenas tenía 14 años, que 22 años después él estaría
en Madrid, izando en la casa “del Derrotado de Carabobo”, la
Bandera Tricolor “del Vencedor”?
El Camino hacia Carabobo comenzó desde la misma mañana
cuando desembarcaron los españoles a nuestras tierras, cuando vi-
nieron con ellos también las injusticias y las contradicciones que,
cinco siglos después, todavía no se han resuelto.
Ahora bien, para nosotros los venezolanos del siglo XXI, la pre-
gunta urgente y necesaria es: ¿Dónde empieza y dónde termina el
camino hacia Carabobo?
Muy cerca; desde la puerta de la remota escuelita del rincón más
apartado de la Patria hasta la plaza del pueblo, existe un corto tre-
cho que podrán recorrer nuestros niños de preescolar, tomados de
la mano de sus mayores, a oír la palabra orientadora de sus maes-
tros, quienes le explicarán que ya han emprendido una marcha que
los conducirá a Carabobo.
Desde la plaza del pueblo hasta la entrada, marcharán los ma-
yores en jornadas que los lleven hasta las carreteras y de allí, con el
pueblo seguirán el camino que los conducirá hasta las grandes rutas
que señaló nuestro Libertador, como los caminos que van a dar a
Carabobo. Desde todos los puntos de nuestra variada geografía,
desde los más apartados rincones, desde las altas montañas andi-
nas, desde la inmensa llanura con su horizonte, como la esperanza
y todo camino como la voluntad, desde las intrincadas selvas de
Guayana, desde la Costa del Mar, desde el Oriente y el Occidente,
desde los territorios insulares y desde todas partes, cada venezola-
no caminará hacia el amanecer, a encontrarse con las raíces en el
Campo Inmortal de Carabobo.
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Creemos que es propicio el momento para planificar una gran
marcha desde ahora y, cuando nos aproximemos al Bicentenario de
la Gran Batalla de 1821, salgamos desde cada rincón de Venezuela.
Proponemos que la marcha esté conformada inicialmente por
niños y niñas, quienes irán aumentando en edad y en distancias,
por las rutas de Urdaneta, de Bermúdez, de Zaraza, de Cruz Ca-
rrillo y las demás trazadas desde La Blanquera por el Libertador y
su comando; y cuando ya nos acerquemos a tan significativa fecha,
los finalistas, los mayores, quienes hayan acumulado los méritos se-
rán los que obtendrán el honor de caminar por el tramo final. Así
como también quienes hayan culminado sus estudios con honores,
logrando para Venezuela laureles en hazañas deportivas, artísticas,
científicas o de cualquiera otra índole serán los que transitarán el
final del camino, el cual conduce de Taguanes al Campo de Cara-
bobo, establecido definitivamente por el equipo designado por la
Universidad Militar Bolivariana de Venezuela.
El tramo final de Taguanes a Carabobo, a pesar de ser un re-
corrido corto es el más importante que existe entre nuestro pasa-
do y nuestro futuro. Fue fijado definitivamente por una Comisión
designada por el Rectorado de la Universidad Militar Bolivariana
de Venezuela en 2014; integrada por los historiadores militares Co-
roneles, Andrés Pulgar Vizcarrondo y Frank Zurita Hernández; los
asesores históricos, Doctores Francisco Zurita Barrada y Germán
Fleitas Núñez; el documentalista Ángel Palacios; los prácticos de
ruta, Licenciada Glenda Victoria Ygarza y los profesores Oliver
Betancourt Mendoza y Cecilio Parra Chirinos.
La Comisión, a la cual nos enorgulleció pertenecer, respetuosa-
mente puso todo en revisión y elaboró un Plan de Acción, consis-
tente en identificar en el terreno y en la historiografía aquellos ele-
mentos que no guardaran concordancia con los hechos, debido a la
falta de pruebas documentales o carentes de lógica y que hubieran
sido generadores de controversias, dudas, inexactitudes, tradiciones
sin fundamento y medias verdades.
Los objetivos a identificar fueron el lugar donde acampó la no-
che del 23 de junio de 1821 el “Ejército Libertador”, el Camino del
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“Ejército Libertador”, la “Pica de Piedras Negras”, la “Pica de La
Mona”, el sitio desde donde disparó la artillería realista, el lugar
exacto donde recibieron fuego de artillería las Unidades Patriotas,
el camino recorrido por la Segunda División desde La Cayetana
hasta el Zanjón de Guayabal y el Desarrollo de las Actividades.
La Comisión revisó los libros, estudios, ensayos y tesis sobre la
Batalla de Carabobo, especialmente los textos de Vicente Lecuna,
Felipe Larrazábal, Lambert, el Hermano Nectario María Pralón,
Arturo Santana, Eleazar López Contreras, Landaeta Rosales, Man-
rique Tenreiro, Soto Tamayo, Bencomo Barrios, Pulido Ramírez y
Emigdio Briceño entre otros autores.
Merece la pena señalarse el aporte legado por las publicaciones
de cartas y relatos en los periódicos de Inglaterra e Irlanda de los
Oficiales quienes habían llegado a Venezuela en 1818 como miem-
bros de la “Legión Británica”. Ellos en 1821 se habían transforma-
do en el Batallón de “Cazadores Británicos”.
El estudio de este abundante material, deja pocas dudas respec-
to a la estructura y conformación de los ejércitos, planes de bata-
lla, número de combatientes, logística, armamentos particulares y
colectivos, municiones, campo de batalla, uniformes, duración de
la batalla, maniobras en el campo y fuera de él, personalidad de
los jefes, número de muertos y heridos, anécdotas y curiosidades.
Sin embargo, en lo referente al desplazamiento desde Taguanes
al “Campo de Carabobo”, particularmente en los segmentos Ta-
guanes – Buenavista y Buenavista – Gualembe, las descripciones
han sido deficientes, confusas y equivocadas. No había habido pro-
fundidad en el estudio, se han adaptado versiones y tradiciones no
comprendidas, pero que se han consolidado por la realización de
eventos recordatorios de la batalla, como caminatas, cabalgatas y
otros acontecimientos. Así, el hecho histórico y la verdad pierden
vigencia y pasan a planos de olvido y desconocimiento que deben
ser corregidos.
Es así como en las competencias olímpicas, después de recorrer
muchos kilómetros al aire libre, los finalistas entran en los espacios
de un estadio donde coronan sus esfuerzos frente al público que los
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recibe y aplaude; los mejores de entre nosotros, recorrerán la misma
ruta que entre Taguanes y Carabobo, recorrieron en el amanecer
del 24 de junio de 1821 los soldados patriotas para, después de re-
correr veinte (20) kilómetros, comenzar inmediatamente a combatir
por la libertad, bajo el mando supremo de El Libertador. Culmina-
rá así, una marcha que comenzada, en las puertas de las escuelas
de la Patria, habrá llegado hasta su Altar más empinado, nuestro
Olimpo, siguiendo las diferentes rutas, que, desde todas partes, de-
sembocan en el Camino de Carabobo.
Es para mí motivo de mucha satisfacción prologar esta obra, es-
crita por un joven militar y su padre, a quienes conozco, aprecio
y admiro por su cultura, su inteligencia y su calidad profesional y
humana. El Coronel Frank Zurita Hernández, además de cumplir
cabalmente con el mandato expreso asignado a la Comisión, ante
el temor de que el informe corriera la suerte de casi todos los in-
formes y que encontrara su descanso eterno en cualquier depósito,
biblioteca, estante o archivador que son la antesala del olvido; logró
junto a su padre el Doctor Francisco Zurita, convertirlo en un libro
ameno, de invalorable contenido, que a sus méritos pedagógicos,
formativos e informativos, suma la posibilidad de convertirse en in-
vitación, inspiración y estímulo para trabajos posteriores.
El Coronel Frank Zurita Hernández y el Doctor Francisco Zuri-
ta asumieron el reto de escribir para un público mayor y más hete-
rogéneo que el que puebla las aulas de nuestra Universidad Militar
Bolivariana de Venezuela y lo han superado con éxito.
Ahora deberán afrontar la crítica que despierta toda obra, espe-
cialmente cuando plantean verdades nuevas y el veredicto del tiem-
po, el cual dirá cuán valioso ha sido el aporte de la investigación y
el lugar donde la obra deberá ubicarse.
Seguro estoy que alguien se inspirará en este trabajo, continuará
la indagación de alguno de los aspectos tratados, lo completará y lo
superará. Esa será la mayor satisfacción del Coronel Zurita Her-
nández y su padre, porque significará que su semilla ha germinado.
Por ahora, siéntanse orgullosos de haber vencido a la desidia y a la
desmemoria que habían mantenido en el terreno de los mitos y las
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leyendas, aspectos históricos y, sobre todo, geográficos de nuestra
marcha mayor.
Es necesario destacar el entusiasmo que en esta empresa tuvo
el Mayor General Alexis Rodríguez Cabello, ex Rector Magnífico
de la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela y el Coronel
Andrés Pulgar Vizcarrondo, juntamente con sus equipos de cola-
boradores, por haber fijado de manera científica, la recta final de
nuestra ruta hacia la Gloria, que todos deberemos transitar algún
día y, que por cierto, ni es recta, ni es final, ya que en Carabobo
termina un camino, pero comienza otro.
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I.- LOS ALBORES
Mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón en 1498 a lo que
sería Venezuela, los territorios que hoy conocemos como estados
Carabobo y Cojedes, estaban habitados por diferentes etnias in-
dígenas. Siendo la mayoría Caribes, que estaban ubicados bási-
camente cerca del lago de los Tacarigua, hoy nombrado Lago de
Valencia y sus ríos afluentes, y en los alrededores del río Cojedes,
esta raza había desplazado a los antiguos Arawacos, etnia de las
más antiguas que poblaron el territorio del Norte de Sur América.
Iniciado el proceso de conquista y de población en 1499 los pri-
meros en acercarse, a estos territorios fueron Nicolás Federman en
1532 y Juan De Villegas en 1553.
Valencia fue fundada en 1555, como “Nueva Valencia del Rey”,
por Alonso Rodríguez de Villacinda, este hecho debe ser conside-
rado con reserva, ya que aún en el 2018, existen dudas razonables
respecto al fundador y exactitud de la fecha. Barquisimeto había
sido fundada en 1552 por Juan de Villegas. La Conquista de la Re-
gión Norte Costera del Centro, concluye prácticamente con la fun-
dación de Caracas en 1567, esto significa que los conquistadores y
fundadores se desplazaron inicialmente por caminos indígenas, que
con el pasar del tiempo se convirtieron en los Caminos Reales, así
tenemos que, durante el siglo XVII, queda conformado el Camino
Real entre Valencia y San Carlos, que pasaba por Tocuyito, Sabana
de Carabobo, Chirgua Abajo, Tinaquillo y Tinaco. En ese mismo
siglo, se tiene noticia de una vía muy accidentada que a través de la
Serranía de Las Hermanas, permitía ir a Tinaquillo, desde el sitio
Campo Carabobo, sin tener que ir a Chirgua Abajo. Éste camino,
llamado de “Recuas” pasaba por unos puntos cuyos nombres hoy
en día existen convertidos en poblaciones, y en sentido Este – Oeste
tenemos: El Naipe, La Cayetana, El Barniz y Taguanes, desde y ha-
cia esta primitiva vereda indígena, fluían otras que conectaban con
poblaciones al Norte como Montalbán y Nirgua, así como al Sur a
otras poblaciones como Pegones, Aguirre y más distantes como El
Baúl y Guadarrama. Así pues, este antiguo “Camino de Recuas” es
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CARABOBO
II.- LA CONSOLIDACIÓN
En la medida que se iban desarrollando las poblaciones, se in-
crementaba la interacción y el comercio entre sus habitantes, el
uso de carruajes estaba reducido exclusivamente a las principales
ciudades: Caracas, Valencia, Barquisimeto, San Carlos y Coro.
Las carretas estaban en todos los lugares donde el terreno lo per-
mitía. El resto de las movilizaciones de la gente y mercancías era
a pie y a lomo de bestia (asnal, mular y caballar). Cuando un
grupo de estos animales de carga alcanzaba a más de cinco, se les
llamaba “Recuas”. El ganado bovino, es completamente ineficien-
te para cargar, por ello básicamente se le utiliza para arrastrar.
De todos estos, el más eficiente por su capacidad de carga es la
mula, que puede llevar entre 90 y 100 kilos por jornada, algunas
pueden soportar más, el burro puede cargar también ese mismo
peso, pero en jornada mucho más corta que la programada para
la mula, lo que obliga a cargar y descargar, varias veces en una
jornada larga y esto implica retardos y contratiempos. El caballo
fundamentalmente se usaba en ciudades topográficamente pla-
nas, para transportar gente, eventualmente alguna carga, y tirar
de carruajes y carretas. La mula y el burro pueden montarse,
y tirar de carruajes y carretas, pero la mula es insuperable para
llevar carga, sobre todo en lugares quebrados y extremadamente
difíciles, también resulta excelente, al ser ensillada, aunque en la
velocidad está muy por debajo de la del caballo. El caballo es in-
superable para las batallas y la mula por su imprevisibilidad pocas
veces fue usada en combate.
De esta última afirmación, les presento lo ocurrido al General
Joaquín Crespo en la Batalla de la Mata Carmelera estado Cojedes,
cuando se desplazaba en una mula y no en su caballo de guerra. El
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1821 Caminos a la Gloria
35
CARABOBO
4- Refiere el Dr. Germán Fleitas quien el día en el que Don José Giacopini Zárraga cum-
plió ochenta años, su amigo el Dr. Alberto José Vollmer Herrera le ofreció un almuerzo en
la hacienda Santa Teresa en El Consejo. El ilustre historiador y político estuvo rodeado de
sus alumnos y admiradores y la jornada se prolongó hasta entradas las horas de la noche.
Fue punto central de la celebración el tema de las mulas. Don José, experto petrolero,
historiador, especialista en equitación y, sin duda alguna, el último juglar nuestro. Fue el
venezolano que más conoció de caballos, desde su genética hasta saber de dónde salieron
los de la Independencia. Tanto era su sabiduría que tenía un sillón con su nombre en la
célebre Escuela Española de Viena, formada con los caballos que el Rey Carlos IV le re-
galó al Emperador Austro Húngaro, de cuyo Consejo Consultivo fue Miembro de Honor.
Aquella memorable tarde, Don José pidió que le ensillaran una mula de la cría que existía
en la hacienda y, al cabo de un rato, estaba frente a nosotros la briosa acémila, enjaezada
con hermosos arreos. Lo primero que hizo Don José fue hincarse de rodillas, tocar el suelo
con la mano derecha, persignarse, rezar una oración en el más absoluto silencio, pararse,
montarse en la mula y, buen jinete como era, dio un verdadero recital de equitación que
incluyó trotes, galopes, paradas de mano, reverencias y todas las demás demostraciones
de su habilidad de caballero. Después de dos horas se bajó de la mula, se arrodilló nue-
vamente, volvió a rezar y se vino hacia su extasiado público a recibir las felicitaciones. La
primera pregunta se la formuló el Dr. Alberto José Vollmer Herrera interesado en saber
cuál oración había rezado para que la mula no lo tumbara. El Dr. Giacopini aclaró: Yo
no recé para que la mula no me tumbara sino para cumplir mi penitencia. Al observar la
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curiosidad de todos aclaró: La mula es un animal maldito porque no cumple con el sa-
grado deber de la reproducción y como tal, no puede ser montada, sino por damas o por
clérigos. Quienes no somos ninguno de los dos, necesitamos una Dispensa Episcopal que
solo pueden conceder los Obispos previa la imposición de una penitencia, que, en mi caso,
es rezar de rodillas un Padre Nuestro antes de montarme y otro al bajarme. Seguidamente,
nos mostró una copia plastificada en miniatura de la suya, firmada por el cardenal José
Humberto Quintero y sellada con los sellos del Arzobispado de Caracas. Por supuesto que,
al siguiente día todos estábamos solicitando al Obispo de Maracay nuestras Dispensas, al
llevar todos los requisitos que establece el Derecho Canónico.
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5- Jerga para referir un día o actuación donde las cosas no han salido bien.
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ella, ya que fue una de las tantas de ese año terrible. Repasarlo me
animó a buscar otros textos. Los intercambios de opinión con mis
compañeros, me ayudaron mucho; aunque constatar la realidad de
lo que ocurría en el Campo de Carabobo, invadido por toda clase
de problemas y lo que debía ser, me destruía moralmente.
Estando como Capitán, en el Batallón O’Leary tuve la fortuna,
de ser subalterno de mi Mayor Carlos Leal Tellería, hoy Mayor
General, quien tiene muchos conocimientos sobre la Batalla de Ca-
rabobo, y me ayudó a consolidar lo que había leído.
En otros servicios y grados, leí las obras de mi General Héc-
tor Bencomo Barrios, de mi General Soto Tamayo, de mi General
López Contreras entre otros autores como la del profesor Armas
Chitty, la del Hermano Nectario María, la de Eduardo Blanco; así
como la autobiografía de mi General José Antonio Páez y copias de
periódicos de Inglaterra e Irlanda, de aquellos años. Creí que había
leído mucho sobre la Batalla de Carabobo. Parecía que todo estaba
bien, hasta que me encontré con algunas preguntas formuladas por
mi papá que me dejaron sin respuestas. Citaré, solamente algunas
de ellas, para darles una idea de aquel intercambio que sostuve con
él. Por ejemplo, me interpeló: ¿Cuál será la razón, por la que nadie
ha escrito, sobre el trayecto de Taguanes hasta El Barniz? ¿Será
que todos comienzan en el Cerro de Buenavista? ¿Dónde queda el
lugar donde se inició el desbordamiento? ¿Por dónde entró el Ge-
neral Cedeño al Campo de Carabobo? Todas estas interrogantes
parecían sencillas de responder; sin embargo, no era así. Por lo que,
parafraseando a mi maestro y amigo, al Dr. Germán Fleitas Núñez,
quien ante una situación como esta solía expresar: “La culebra que
se muerde la cola”. Todos sabemos que este dicho sobre las cule-
bras, quiere decir o puede interpretarse como quien comienza y
termina algo donde empezó. Por ello, medité profundamente, en
cómo ir más allá de lo que hasta ahora estaba escrito. Yo no quería
comenzar en Buenavista, esa no era la cola. Para mí, la Batalla de
Carabobo comenzó con todas esas interrogantes formuladas por
mi papá, por lo que, tal vez todas esas preguntas encontrarían res-
puestas en él.
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por la comodidad de los jinetes que por el valor histórico de la misma. Si bien es
cierto que, el camino es muy antiguo, y no dudamos que fue reconocido y quizás
utilizado por algunos destacamentos patriotas antes de la batalla, hay razones
que nos hacen rechazar esta vía de aproximación para que por ella se trasladara
el grueso del ejército. La primera de ellas, es que tanto el Coronel Santana, como
el General López no la identifican en sus estudios y, las narraciones destinadas a
describir este primer tramo de la marcha del Ejército Libertador, no coinciden
con las características de esta ruta. La segunda razón está relacionada con el
espacio geográfico, pues si hubiesen tomado ese camino y acampado cerca del
río, solo podría haberlo hecho una pequeña parte del ejército, porque no existe
un espacio suficientemente grande como para albergar más de 7000 hombres y
cerca de 2500 caballos.
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X.- DESARROLLO DE
LA INVESTIGACIÓN
Debo comenzar por agradecer a mi General de División Alexis
Rodríguez Cabello, la fe que depositó en el proyecto. Primero, por
los resultados inciertos de la primera fase. Segundo, por las opi-
niones de historiadores, civiles y militares quienes le restaron im-
portancia, argumentando que todo era conforme a lo dicho por
el Coronel Arturo Santana (1920), ya que los libros posteriores se
copiaron de él. Tercero, las opiniones de militares, quienes habían
trabajado en la Compañía hoy Batallón 24 de Junio y aceptaron
la ruta de las cabalgatas como propia. Cuarto, por las opiniones
interesadas en proteger propiedades que están dentro y fuera de la
poligonal, la cual preserva un área determinada, así como invaso-
res y hampones, que prefieren la lejanía de la autoridad. Ya que la
presencia constante de militares, haciendo preguntas, los obliga a
replegarse y esconderse y, quinto, por su acompañamiento perso-
nal, en muchas jornadas larguísimas y agotadoras de búsqueda, y
reconocimientos, a pie y a caballo, apartándose de su agenda ya de
por si congestionada.
El proyecto comenzó bajo presión, tenía que presentar resulta-
dos confiables, para abril de 2015, ya que el análisis, la planifica-
ción, la logística y la seguridad para movilizar más de mil doscientos
(1200) hombres y mujeres que participarían en la ruta, requirió de
mucho tiempo y esfuerzo.
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1) Camino de Recuas.
2) Carretera del General Guzmán Blanco.
3) Carretera del General Gómez.
10- Duane Williams. (1930). La República de Colombia en los años 1822 - 1823.
Caracas: Ediciones del Instituto Nacional de Hipódromos p. 59. Eleazar López
Contreras. (1930). Bolívar conductor de tropas. Caracas: Élite, pp. 202 - 206. Bache
Richard. (1982). La República de Colombia en los años 1822 - 1823. Caracas: Edicio-
nes del Instituto Nacional de Hipódromos, p. 137.
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12- El espacio físico para alojar a un ejército de esas dimensiones requiere por
lo menos diez (10) hectáreas, ya que 7.000 hombres requieren dos y media (2½)
hectáreas para dormir, en razón de 3 m² por hombre. Un grupo de 2.500 caba-
llos requieren, amarrados en cuerda 4.5 m² por caballo, es decir, aproximada-
mente tres (3) hectáreas. Debe tomarse en cuenta que estos cálculos aplican para
momentos estacionarios, es decir todo el mundo quieto y los animales también;
la aplicación en movimientos requiere el doble de espacio para el ganado y en su
vigilancia, es decir entre cinco (5) o seis (6) hectáreas.
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13- Mariano Martí. (1969). Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Ca-
racas, 1771-1784. Volumen I. Caracas: Academia Nacional de la Historia, p. 468.
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14- Relaciones Topográficas de Venezuela 1815 - 1819 es una obra escrita por los in-
genieros militares del General Pablo Morillo. Allí se describe un recorrido que
coincide con las características de este camino, pues hacen referencia a un cerro
ubicado a la entrada de la sabana y que permite una visión de todas las avenidas
de aproximación del llano. Si esta descripción se hubiese hecho desde el camino
del Ganado viniendo desde Buenavista, no podría verse el cerro señalado por
quedar tapado por otro cerro, llamado El Ramero. Relaciones Topográficas de Vene-
zuela 1815 - 1819. (1991). Sevilla: Editorial Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, p. 146.
15- Ver en Apuntes Estadísticos del Estado Carabobo. (1875). Ministerio de Fomento.
p. 94.
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Con esta versión tan clara, fuimos hasta el río, doblamos a la de-
recha casi noventa grados, y seguimos por la orilla del cauce como
trescientos (300) metros, y el río está como a diez (10) metros abajo,
volvemos a encontrarlo de frente, y lo vadeamos, con algunas difi-
cultades, porque la corriente era muy fuerte.
17- Término utilizado en el mundo del boxeo, cuando un peleador cae a la lona
por un golpe de su rival.
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XV.- LA QUEBRADA DE
LAS HERMANAS Y EL CERRO
BUENAVISTA
Una vez conectados los caminos, se marcha por la cresta de la
montaña que es una carretera de tierra, trazada sobre el antiguo
camino, construida en la década de los cincuenta del siglo XX,
hasta donde la montaña se eleva, y debe faldearse; al descender,
puede verse a la derecha los rastros del antiguo camino. En la
parte más alta de ésta montaña, está la casa del profesor Cecilio
Parra.
Luego, se llega a un plano, de unas tres y media (3,5) hectáreas,
y el cruce de la quebrada de Las Hermanas, que hasta los años 60
del siglo XX mantenía agua todo el año.
No encontré ni literatura, ni relatos de tradición oral confiables
respecto al origen de ese nombre. Antes de cruzar la quebrada de
Las Hermanas, en un plano, existe un gran árbol y los rastros de lo
que fue una antigua casa con techo de tejas, la cual funcionó como
posada hasta los años veinte y se mantuvo en pie hasta 1968.
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18- Para cualquier unidad militar, el trayecto por esta vía debe hacerse en co-
lumna de a uno desde el encuentro de los caminos del Ganado y el que hemos
llamado camino del Ejército en el sitio El Barniz. Recordemos que el camino
del Ejército, en algunos sectores, permitía un desplazamiento muy amplio, tal
vez de cuatro (4) o seis (6) columnas y en otros sectores se reducía al paso de un
solo hombre o caballo, obligando la adopción de la formación en columna. Las
explanadas de la quebrada de Las Hermanas y las de Corrales de Barrios segura-
mente permitieron el desahogo de tan numeroso ejército; ya que, si nos basamos
en los estándares existentes de medición, tenemos que solamente la caballería
ocuparía ocho (8) kilómetros en columna, por asignársele entre tres (3) y cuatro
(4) metros por caballo y la infantería seis (6) kilómetros, por asignársele ochenta
(80) centímetros a un (1) metro por soldado. Además, sabemos que los ejércitos
compuestos de caballería e infantería podían marchar de forma intercalada evi-
tando que toda la caballería se hallara, en un momento dado, adelante o toda
la infantería atrás. Razones por las cuales suponemos se produjo la maniobra de
usar los dos caminos.
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19- Los Corrales de Barrios es un nombre que adoptó este lugar recientemente,
es decir a mediados del siglo XX. En realidad, sabemos que desde 1815 hasta
1870 se le conocía con el nombre de Hoyo de Buenavista. Según la descripción
de los geógrafos militares del General Pablo Morillo en sus Relaciones Topográ-
ficas de Venezuela 1815-1819, se trataba de una pulpería. Lamentablemente, no
se pudo ubicar con exactitud el sitio donde estuvo la casa, aunque sabemos que,
estuvo en esta área hoy poblada de árboles de mamón centenarios. Este sitio en
1968 contaba con 4 ó 5 casas, muy pobres, tenían techos de palma y un molino
pequeño de caña en el centro; además, de unos corrales muy rústicos con algunos
animales. Desde este sitio a pie, tomando dirección Este, se remonta una cuesta
y se sube durante unos 4 minutos, luego el camino sigue en dirección Norte
durante 14 minutos, hasta llegar a la cima del Cerro Buenavista, lugar donde el
Libertador, por primera vez, pudo observar el despliegue del Ejército Realista
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bién en este caso las mediciones nos confirmaron los sitios sin dejar
dudas. Ver Imagen N° 06. Quebradas El Loro y El Lorito.
22- Esta hora difiere con la señalada para la famosa comida llamada “almuerzo”
efectuada en la cumbre de Buenavista.
23- El General López Contreras comete un error al colocar a la Segunda Divi-
sión siguiendo a la Primera División hasta el cerro de La Centella. Para ampliar
este aspecto, sería oportuno consultar el libro de Gonzalo Pulido. (2014). De Ca-
rabobo al Cerro de La Mona: un nuevo enfoque de la Batalla de Carabobo, 1821. Caracas:
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25- Dejaremos este punto para un análisis más profundo, pues consideramos que
se trata de un hecho relevante que ha sido obviado por muchos investigadores y
supone una nueva revisión de los acontecimientos que abren interrogantes tales
como: ¿Cuál fue el verdadero objetivo del Libertador al emprender esta trocha?
¿Hasta qué lugar y de qué modo facilitaron el paso a la División del General Páez
el Cuerpo de Zapadores organizado por el Libertador? ¿Estaba allí el Práctico
que le indicó al General Páez la existencia de la Pica de la Mona? ¿Qué venta-
jas supuso para la batalla la acción de este Cuerpo de Zapadores ordenado por
Bolívar?
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Carlos y todos los pueblos del Sur, como El Baúl, Arismendi y todos
los pueblos del Norte de Apure; por ella pasaban los productos al
puerto. Desde ganado vacuno, mular, cueros, plumas de garza, añil
y cualquier producto de exportación o importación.
A pesar de discurrir, por una elevación de la Sabana de Cara-
bobo llamada “Cerro de la Mona”, el nombre de la pica se debe
al sitio de La Mona, que está mucho más, al Norte y es la entrada
a Chirgua Arriba, la gente y el comercio, no iban al Cerro de la
Mona, de la Sabana de Carabobo, simplemente pasaban por él.
El sitio de La Mona sí era importante, porque era una parada de
abastecimiento y allí mucha gente vendía y compraba productos,
antes de llegar al puerto o que venían de él. Al sitio de La Mona
también llegaba gente de Nirgua, Montalbán, Bejuma, pueblos y
haciendas de ese inmenso territorio. La gente de Valencia y del cen-
tro iba al puerto por el camino de Naguanagua. Los de Barquisime-
to y San Felipe lo hacían por Aroa.
La gente y los productos que salían de San Carlos, Tinaco y
Tinaquillo tenían dos opciones; la primera, era tomar el Camino
Real y salir al Campo de Carabobo y allí comenzaba La Pica. La
segunda, era entrar desde Tinaquillo por La Sabana de Tagua-
nes o por cualquiera de los caminos descritos como el Burrero o
el del Ejército Libertador; por cualquiera de los dos llegaban al
Campo de Carabobo, pasando por El Naipe; pero mucha gente,
se iba por un lugar llamado Las Melacitas y salía a Gualembe.
De aquí por la Quebrada de Las Garcitas, a La Centella, de aquí
bordeaba el Campo de Carabobo y se encontraba con la pica
que venia del Cerro de la Mona, a este recorrido también se le
nombraba La Pica de la Mona y el camino que subía desde El
Naipe y enlazaba con Las Melacitas, pasando por La Cayetana,
también se le decía La Pica de la Mona. Como se puede ver era
una autentica red vial.
Más al Norte de Chirgua Arriba, está la Hacienda Cariaprima,
que pertenece a descendientes del Libertador, para 1821 era de su
propiedad. Desde aquí, se llegaba por un camino relativamente fá-
cil a Trincheras, Taborda, el Palito y Puerto Cabello. Hoy sigue
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29- Es a través de estos detalles que se puede apreciar la genialidad de los grandes
capitanes de la historia. Un día antes, es decir el 23 de junio de 1821 el Liber-
tador había organizado su Ejército en Tres Divisiones. Al frente de ellas, había
colocado a los jefes más capaces y las había estructurado de tal manera que ellas
pudieran cumplir con éxito las misiones que se les había encomendado. La Pri-
mera División, ejecutaría el ataque principal y actuaría como Elemento de Rup-
tura del dispositivo enemigo. La Tercera División, tenía por misión, en un primer
momento, actuar como Elemento de Fijación y Engaño, simulando un ataque
frontal, el cual, en realidad, era un ataque para fijar a las unidades enemigas en el
Abra de Carabobo por donde pasaba el Camino del Ganado. La Segunda Divi-
sión, tenía por misión actuar como Elemento de Reserva, ubicándose en posición
central a partir del Cerro La Cayetana, en capacidad de apoyar a la Primera o
Tercera División respectivamente. Ahora bien, todas están unidades recibieron
una organización específica para cumplir su cometido. Tomemos el ejemplo de
la Primera División. Dos (2) Batallones de Infantería y siete (7) Regimientos de
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La Segunda División del General Cedeño llegó por una vía pa-
ralela, explorada y registrada por los autores, que hoy es conocida
como el camino de Los “Miserables y del Brujo” cercano, al llama-
do “Zanjón de Guayabal”, prácticamente al final de la batalla, lo
que tuvo que ver mucho, con la muerte de éste valiente General.30
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31- El General López Contreras tuvo la gran suerte de contar con testigos de
excepción que le permitieron ubicar muchos puntos en el terreno que, de otra
manera, hubiesen desaparecido. Al respecto, en su obra Bolívar conductor de tropas
(1930), el General López Contreras hace el siguiente comentario: Juan Francisco
Robles, de 87 años de edad, hijo de Pedro Robles, ambos nativos del Campo de
Carabobo, da razón y fe, que su padre Pedro Robles, para el día de la batalla
contaba con 12 años de edad, y fue llevado en unión de otros vecinos del lugar,
a recoger heridos y a enterrar muertos; que la mayor cantidad de ellos fueron
encontrados en la zona comprendida de la quebrada La Madera (Oeste de la
sabana), cien (100) metros más o menos, corriendo en dirección al monumento;
que no conoció otra pica, entre las quebradas El Naipe y Gualembe y quebrada
Carabobo, que la trocha abierta por el General Páez, y que iguales aseveraciones
hacía Bernardo Arocha, vecino de El Naipe, quien vino de peón, ayudando a la
apertura de dicha trocha, a la cabeza de la División del General Páez. Juan Fran-
cisco Robles, acompañaba a su padre Pedro, a recoger ganado en la finca de Ca-
rabobo, a raíz del triunfo de los patriotas. Conoció a Arocha y le oyó hablar sobre
los anteriores sucesos. Conoció también al señor Agustín Báez, dueño u ocupante
de la única casa que existía, cerca de donde está hoy el actual monumento. La
otra casa de la sabana estaba situada a la orilla de la quebrada de Las Manzanas.
Juan Francisco Robles oyó decir en algunas ocasiones a su padre que el General
Sedeño, agonizante, fue conducido del paso de la quebrada de Barreras al pie de
un cañafístolo centenario, que aún existe a quinientos (500) metros, de dicho paso
en dirección a Valencia. Robles es un anciano, que conserva plenamente sus fa-
cultades, de buen criterio y de conversación amena. En dos ocasiones ha sido ma-
yordomo de la finca de Carabobo. La primera vez durante siete años. N. del A.
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32- En el libro de Bencomo Barrios Campaña de Carabobo 1821 (1991, p. 126) se re-
coge el siguiente testimonio cuando se afirma que los muertos en combate fueron
incinerados. Allí se lee que: “Los Tenientes Rafael Mendoza y Vicente Piedrahita
fueron encargados de quemar los unos y reunir los otros…”.
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33- Refiero esta anécdota para destacar, ante los lectores, la importancia que
tiene llevar a los niños y niñas a conocer los lugares sagrados de la Patria y que se
enteren acerca de los hechos ocurridos allí, pues será a través de su imaginación
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34- Se trata de una columna o monolito fijo de 5,25 metros de altura con una
placa en dos de sus lados que contiene la información del sitio tal como: la ubica-
ción, coordenadas geográficas y una reseña de los eventos ocurridos en ese lugar.
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35- En 2018 el Mayor General Jesús Suárez Chourio como Comandante Gene-
ral del Ejército ha sido el primero que en el ejercicio de su cargo, realizó comple-
tamente la marcha desde Taguanes hasta Campo de Carabobo por la ruta de la
Primera División.
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A manera de reflexión final
C ien años (1821 – 1921) habían transcurrido hasta que por fin,
uno de los tantos gobiernos que tuvo Venezuela en ese siglo se
dignó a honrar la Batalla de Carabobo con un espléndido monu-
mento, como lo es el Arco de Triunfo, el cual posee un gran simbo-
lismo histórico que nos recuerda la batalla más gloriosa librada a en
el suelo patrio: Carabobo.37
A mí como venezolano, ante esta dura realidad, me surgieron
varias interrogantes como las siguientes: ¿Por qué nos costará tan-
to querer nuestra historia, especialmente aquella correspondiente a
nuestra lucha por la Independencia? ¿Por qué el desprecio por lo
nuestro? ¿Por qué la admiración desmedida por lo foráneo y por lo
que ocurre en otras latitudes?
Este libro más que un recuento sobre una parte de la historia
desconocida sobre la Batalla de Carabobo, es un llamado a la con-
ciencia patria, es una invitación a los venezolanos y venezolanas a
reencontrarnos con nuestro brillante pasado. De algún modo, es
una cita con aquel sublime momento, donde se fundieron todos
los esfuerzos, se unieron todos los sacrificios; se juntaron todas las
voluntades y marchamos todos como ciudadanos de una Repúbli-
ca, levantando con orgullo la Bandera Tricolor en procura de dos
objetivos: “Gloria y Libertad”.
Entre los grandes problemas que enfrenta actualmente nuestra
bella Venezuela, está el de rescatar, en una buena parte de sus ciu-
dadanos, el amor por su suelo natal, por su Patria, por su Bandera.
Debemos generar este noble sentimiento, especialmente en nues-
tros niños y niñas, en nuestros jóvenes quienes son el futuro de la
37- Para mejor entendimiento del por qué este hermoso Arco de Triunfo fue le-
vantado durante el gobierno del General Juan Vicente Gómez, es recomendable
leer la obra de Ramón J. Velázquez. (1979). Confidencias Imaginarias de Juan Vicente
Gómez. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República.
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Referencias
• Apuntes Estadísticos del Estado Carabobo. (1875). Ministerio de Fomento.
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la Defensa.
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• Díaz, José Domingo. (2013). Recuerdos sobre la rebelión de Caracas. Caracas: Fun-
dación Biblioteca Ayacucho.
• Duane, Williams. (1930). La República de Colombia en los años 1822 – 1823.
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• Fleitas, Germán. (1995). Palabras al viento. Maracay: Gobernación del Estado
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• Key Ayala, Santiago. (1949). Bajo el signo del Ávila. Caracas: Editorial Ávila
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• López Contreras, Eleazar. (1930). Bolívar conductor de tropas. Caracas: Élite.
• Martí, Mariano. (1969). Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de
Caracas, 1771-1784. [Tomo II]. Caracas: Academia Nacional de la Historia
• Páez, José Antonio. (1973). Autobiografía. Caracas: Academia Nacional de la
Historia.
• Pulido R., Gonzalo. (2014). De Carabobo al Cerro de La Mona: un nuevo enfoque de
la Batalla de Carabobo, 1821. Caracas: Editorial Almolca.
• Relaciones Topográficas de Venezuela 1815 - 1819. (1991). Sevilla: Editorial Con-
sejo Superior de Investigaciones Científica.
• Santana, Arturo. (1921). La Campaña de Carabobo. Caracas: Litografía del
Comercio.
• Uslar Pietri, Juan. (2014). Historia de la rebelión popular de 1814. Caracas: Mon-
te Ávila Latinoamericana.
• Velázquez, Ramón J. (1979). Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez. Ca-
racas: Ediciones de la Presidencia de la República.
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Cuando se hace un camino, lo importante no es la distancia que se
recorre, sino la dirección hacia la cual apunta. Este camino intrincado
entre los Taguanes y la Sabana de Carabobo, no existía, fue un camino
que se hizo al andar, como lo merecía la causa de la Independencia y
como eran capaces de hacerlo los soldados del pueblo.
En el camino de Taguanes a la Sabana de Carabobo, los soldados
Patriotas tuvieron que recorrer 20 kilómetros sin descanso, abriendo
picas por una ruta que casi no existía, para llegar directamente al campo
de batalla y comenzar a combatir.
Un gran trabajo de investigación, realizado por el Coronel Frank
Zurita Hernández y el Doctor Francisco Zurita Barrada acerca de
la búsqueda del camino que llevó a El Libertador Simón Bolívar, a
adentrarse en el campo de Carabobo y vencer al ejército realista.
Este camino permanecía perdido, así como también otros lugares
emblemáticos de la batalla, como el Hoyo de Buenavista, la Pica de
Piedras Negras, el Zanjón de la Madera y los sitios de emplazamiento
de la artillería realista.
Un interesante recorrido en sabia conexión cívico militar, que
llevó a un grupo de hombres y mujeres, gente del pueblo llano y gente
especializada en diversas áreas, a encontrar ese camino y sitios de interés
que estuvieron perdidos parcialmente durante 194 años y que gracias a
esta investigación de la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela ha
quedado develado para todo el pueblo venezolano.