Ludovico Silva: Marxismo, Ideología y Revolución - Nelson Guzmán

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Nelson Guzmán

Profesor de Pre y Postgrado de la UCV. PhD en Filosofía (Universidad de Paris 8,


Francia) y PhD en Ciencias Sociales (Escuela de Estudios Superiores en Ciencias
Sociales, Francia)
[email protected]

Ludovico Silva: Marxismo, ideología y revolución


agosto de 2005
Las metáforas de Ludovico Silva son imprescindibles en el proceso de comprensión teórica de la
filosofía venezolana. Ludovico es probablemente el filósofo más lúcido de la modernidad en
Venezuela, su prosa presenta la peculiaridad de ser nítida, conversacional y centellante. A
diferencia del estilo manualesco soviético, del marxismo academicista y de la manera
fragmentaria del althusserianismo, Ludovico acudió a la poesía, a la novela y a los grandes críticos
literarios para ilustrar sus razonamientos. La reflexión filosófica del autor antes señalado estuvo
permanentemente en autorevisión - de allí que en la segunda edición de la Plusvalía
ideológica haya expresado su desacuerdo con muchos conceptos manejados por él mismo.
Algunas obras de Ludovico hablarán del materialismo histórico como ciencia (La plusvalía
ideológica) en su Antimanual esta categoría será discutida desde otra óptica, se dirá que fue más
bien una cosecha del viejo Engels que del mismo Marx. Dentro de esa angustia este filósofo se
propuso rescatar a Marx de la osadía de los malos intérpretes. Ludovico se reclama de Marx, pero
no del Marx indigesto de los catecismos de la URSS, se reclama de un Marx que - para utilizar un
término althusseriano - había realizado una revolución teórica, y en ese esfuerzo realiza un largo
recorrido por conceptos fundamentales de la teoría marxista, como serían los de alienación,
ideología etc.

La plusvalía ideológica introduce un hito trascendente en la filosofía venezolana y en esto juega


un punto importante la claridad y el estilo literario de su autor. La importancia de este texto está
encaminada a examinar el mundo de las ideas y la fuerza de éstas en la planificación y desarrollo
del proceso social. Los modelos reales de socialismo habían dejado en los labios el rancio sabor a
coco de unas sociedades que habían levantado superestructuras que no observaban el más
mínimo respeto al individuo. Ludovico consideró como elemento central en el proceso de
producción de ideas a los medios de comunicación; éstos tendrán como núcleo de interés:
generar opiniones, imponer maneras de ser. La importancia del análisis de Ludovico va a
centrarse en el hecho de que la ideología ya no se generará como un proceso mecánico - en la
relación base material-conciencia, sino que se considerará el aspecto autónomo de la conciencia.
La ideología desde Napoleón saldría al ruedo imponiendo sistemas de ideas, creencias, formas de
sentir. El cometido de la ideología sería unificar la acción social, impondría un sentido. Los
hombres sabían en que creer, cobraría estatuto un cuerpo teórico que establecería con claridad
las leyes y las normas sociales. El interés fundamental de estas disquisiciones teóricas estaría
encaminado a discutir el núcleo central sobre el cual se había estructurado la filosofía alemana. La
historia estaba allí, ahora sería menester desde el marxismo saber quién generaba la historia,
quiénes eran sus actores. A este respecto la Ideología alemana estará en polémica con la noción
hegeliana de espíritu absoluto. La idea marxista habría sido establecer sobre quien recaía el
primado de gestionar la vida social; fundada esta metodología las consecuencias serían claras, la
historia no era el producto del hombre individual, sino de los intereses que allí actuaban. Desde
este lugar estaríamos hablando de una sociología del interés, vocablo desarrollado extensamente
por Habermas.

Un valor importante - enmarcado en la tradición filosófica - fue definir la obra de Marx como anti
substancialista, ni Dios, ni ideas como elementos que hacen posible que la historia sea de una
determinada manera. La importancia de la obra de Ludovico Silva es volver susceptible y diáfana
la discusión de la larga tradición de la filosofía. Nuestro autor estuvo empecinado en discutir la
relación ideología-conciencia. En la década de los sesenta y setenta a los teóricos marxistas
preocupó en demasía esta nomenclatura. La idea era establecer que el marxismo era una ciencia,
que era una teoría revolucionaria que había dado al traste con toda la parafernalia teórica
anterior. Es en este punto donde se sitúa la obra de Ludovico Silva al intentar reivindicar una
visión humanista del marxismo. El marxismo para Ludovico no fue sino conciencia revolucionaria,
las ideologías no eran sino simples espectros del pasado, se trataba entonces del proceso de la
toma de conciencia del proletariado, esta clase presagiaba el futuro. Ludovico intentó redimir a
Marx, y presentarnos a un Marx no ortodoxo, a un pensador no enclaustrado en las creencias. El
marxismo ludoviquiano es autoconciencia, y en esta postura lanza en ristre estaba dispuesto -
nuestro autor - a pasar factura a toda la ortodoxia marxista, esto estaba pasando en Venezuela
en una época de plena efervescencia de la fe revolucionaria. A pesar del fracaso de la guerrilla se
debía creer en algo, allí estaban a las claras los epígonos de la fe, al desastre político se había
llegado seguramente por interpretaciones no adecuadas de la realidad. El marxismo y sus
apólogos - en ese momento - se encarnaron como los defensores del futuro y de la ciencia.
Ludovico se presenta en lucha contra la univocidad de los factores que determinan la historia, el
principio de que la base económica determina la superestructura ideológica-política luce muy
grueso para explicar mecánicamente la historia.

La obra de Ludovico no intentó entender la ideología como reflejo de la realidad socioeconómica,


sino como expresión de las condiciones histórico-sociales, en ello toma importancia la noción de
lenguaje. El arte guardaría la autonomía correspondiente como factor hermenéutico de una
realidad que es más compleja definirla que la simple vicisitud base-superestructura, cada quien
intentaría en esta época salvar su pellejo sin renunciar definitivamente a sus viejas creencias. A
pesar de todo Ludovico guardó su vieja fe en el marxismo como filosofía de la redención. La obra
de Ludovico hasta los años ochenta marcaría favorable y desfavorablemente las escuelas de
sociología en el país, casi nadie había leído a Marx, entonces allí estaba el Marx de Ludovico, para
suplir esa carencia una lectura llena de metáforas, de ingenio y de una forma literaria agraciada,
además es bueno decirlo Ludovico tuvo una formación sin precedentes en la literatura, eran
épocas de obstáculos epistemológicos, posiblemente en ese momento los marxistas venezolanos
andaban como los cristianos medievales  “martillo en mano mutilando el sexo de las estatuas”. El
lenguaje que reivindicó Ludovico era el del hombre, los Dioses ya no tenían oficios. La
subjetividad va ocupar en Ludovico un momento central. Ludovico al igual que Sartre mantuvo
una lucha intensa con las concepciones soviéticas del materialismo histórico, esta postura lo llevó
a declararse en guerra contra el dogmatismo, y su búsqueda apuntó al encuentro de un
instrumento crítico de estudio - la razón y no la fe. Ludovico expone muy bien el problema de la
determinación y desde allí en lo fundamental se había construido una forma de saber. La
discusión va y viene explicando los problemas de la determinación, de la sobredeterminación y
como si fuera poco se pregunta qué se entiende por totalidad, este recorrido obligatoriamente
debía tocar los marxismos, el de Sartre, el lukacsiano. En la década de los setenta y ochenta en
las Escuelas de Sociología se discutía desde el paradigma marxista, desde sus posturas teórico-
metodológicas, sus respuestas eran tautológicas, esas Escuelas habían desarrollado sus premisas
para embaucar, para someter, para mejor dominar. En el fondo en la obra de Silva persiste la
idea - a pesar de sus loas al humanismo - de que era necesario reivindicar la parte de cientifícidad
de Marx, no se estaba discutiendo con un pensador idealista, sino con alguien que había
determinado factores concretos con los cuales podía operar la ciencia, estos eran la ideología, la
estructura, la lucha de clase, la explotación. El mundo tenía a su base una sustancia material que
explicaba su movimiento, la labor del científico consistía en estudiar la probabilidad de que los
fenómenos se diesen, no se estaba hablando de verdades absolutas, de síntesis  a priori de los
conceptos, o de un Dios creador del mundo.

Otro de los aspectos examinados por la Plusvalía Ideológica es la postura de Sartre, las
declaraciones de fe de éste con respecto al marxismo. Para Sartre la ideología existencialista
debía tener como misión vigilar la filosofía marxista. El existencialismo tenía una misión,
reivindicar el puesto del hombre en la historia, evitar el economicismo. Sartre incorpora otros
problemas en el análisis: el absurdo, la autenticidad, la derilection. El sartrismo hereda y
desarrolla problemas epistemológicos que le vienen a la filosofía desde otros manantiales teóricos
metodológicos, en su caso la presencia de Heidegger en su lenguaje es clara y en esta mezcla de
lo humano y lo divino, la filosofía también se vuelve mundo. Las apreciaciones de Lefebvre en
torno a Sartre al ubicarlo como un filósofo institucionalista nos parecen desde todo de punto de
vista exageradas. La tesis de Ludovico consiste en decir que no es válido utilizar el vocablo
ideología en el marxismo. Con esta postura nuestro autor recusa a toda la tradición filosófica
marxista, a este respecto el marxismo ha estado plagado de errores. Para Ludovico hablar de
ideología es referirse a la falsa conciencia, su análisis es semántico con respecto a la tradición y al
uso que este vocablo ha tenido en las obras de Althusser, de Lefebvre, de Sartre. Para Ludovico el
marxismo no era una biblia, una fe, un instrumento ideológico. Se trataba de precisar - como lo
dijo Althusser alguna vez en épocas de esplendor de esta teoría - que el marxismo era una
práctica teórica. Ludovico estaría dedicado a examinar los mecanismos ideológicos de la
dominación. Su obra fue un esfuerzo grandioso por defender la autenticidad de la obra de Marx
en relación a las malas interpretaciones que se habían realizado de ella. La tesis fundamental es
que toda la filosofía es una forma de saber que sostiene y sustenta una manera de pensar – la
ideología cuyo interés fundamental es sujetar la conciencia particular al colectivo. Las premisas
sobre las cuales crecieron las reflexiones del positivismo, sobre todo en Durhkeim preocuparon de
sobremanera al marxismo. Ludovico citará un amplio texto de la Crítica a la razón dialéctica  para
reseñar la relación entre el hombre, la conciencia individual y los medios, allí se reseña el poder y
la fuerza del lenguaje de los aparatos de dominación. La tesis continúa siendo unigénita, no hay
reflexión neutra sino sometida a la mediación y al interés de un proyecto de clase, en el caso del
marxismo de la burguesía. Ludovico resalta la obra de Sartre para expresar que la serialización de
lo práctico-inerte expresado en el discurso mediático tomaría expresión tanto en la sociedad
capitalista como las extintas sociedades socialistas. El objetivo era único, establecer una línea
común mediática en cuanto a los contenidos y necesidades de los hombres. A nivel mundial, se
había creado un lenguaje, este era el de la mercancía, estaríamos inmersos en un mundo
ideologizado. El proceso mediante el cual la sociedad capitalista enajena la conciencia no es
psicológico, sino histórico. En Teoría y práctica de la ideología Ludovico nos hablará de una acción
del lenguaje sobre el inconsciente, desde allí, en los ámbitos de los procesos simbólicos actúan los
mecanismos de poder, se genera la plusvalía ideológica, el proceso de la identidad se volverá un
mecanismo colectivo, la práctica del lenguaje apuntaría no a la construcción de una identidad
diferenciadora, sino enajenada, el uno llegaría a ser lo otro, desde allí la cualificación de un
mecanismo de alteridad.

LA PLUSVALÍA IDEOLÓGICA

Ludovico retomando las tesis de Marx - Contribución a la crítica de la economía política -  nos dirá
que las ideologías no son las simples ideas con las cuales los hombres estructuran su vida y sus
aspiraciones. El proceso de producción de las ideas tendrá unos condicionantes: las relaciones
sociales, las ideas fuerzas de una época. De allí que los grandes cambios sociales no emerjan del
espíritu de la filosofía, de los actores sociales que motorizan la historia con sus motivaciones
individuales. Lo esencial del discurso marxista sería haber descubierto que el sentido de la historia
obedecía al interés de clase. De allí que el destino de una época no esté inscrito ni diseñado por
una filosofía, por los a priori de un sistema determinado. Para Ludovico uno de los aciertos de la
teoría marxista habría sido descubrir que la ideología operaba como cemento. Los iconos y el
imaginario del capitalismo tienen un agente-paciente ésta es la estructura de la subjetividad de
los hombres que habitan una determinada formación económico-social, esa simbólica será la
garantía ideológica de un mundo. Cada sociedad estatuye los criterios de verdad con los cuales
ella ha de funcionar; estos no están ocultos substancialmente detrás de los entes, sino que
aparecen mediados por la historia. La idea central del análisis sería entonces la captación y
postración de la idea de totalidad en este sistema “El capitalista se apodera de una parte del valor
de la fuerza de trabajo que en realidad pertenece al dueño de la fuerza de trabajo; del mismo
modo, el capitalismo a través del control de las comunicaciones masivas y de la “industria
cultural” se apodera de una buena parte de la mentalidad de los hombres, pues inserta en ella
toda clase de mensajes que tienden a preservar el capitalismo”[1] A ese proceso de perdida de sí,
Marx lo llamará enajenación. La tesis fundamental con que trabaja Marx en estos momentos es la
de extrañamiento, los hombres extrañan su valor de uso, su fuerza de trabajo, convirtiéndola así
en un valor de cambio; ésta se deprecia en la misma medida en que más produce. Marx estaría
examinando la dinámica misma del capitalismo, los hombres en esa modernidad cobrarían
definición desde un punto de vista práctico. Esto está introduciendo una diferencia substancial en
Marx con todos aquellos modelos como sería el caso del neoconservadurismo que predican la
vuelta al pasado, la reivindicación del lenguaje del ser, el bucolismo de la Selva Negra como sería
posteriormente el caso de Heidegger. La sociedad moderna e industrial capitalista había creado
un nuevo tipo de hombre sujeto a sus necesidades, la preocupación central sería el progreso,
mesurado éste como avance de las técnicas, como creación de una sociedad global y de un
modelo ético funcional, lo más importante había comenzado a ser la eficacia. Entonces el orden
de la dominación para mantener este proyecto estaba urgido de afinar un lenguaje en donde la
escuela, las instituciones sociales en general marcharan a arreglar las discrepancias entre los
grupos en la creación de una conciencia histórica acrítica. En la obra de Ludovico a este respecto
se muestra cierto radicalismo, confiando en la idea de revolución, Ludovico dirá  “Esas   son
también relaciones de destrucción del hombre [se refiere a la alienación], y la única manera de
combatirlas, en ciertos casos, es, por cierto, el humanismo armado”[2]

A Ludovico Silva le tocó transitar en el proceso de estudio de la teoría marxista un momento


crucial. De un lado enfrentar el odio feroz de todas las teorizaciones distintas al, marxismo y de
otro lado la ortodoxia de un marxismo esclerótizado que se asumía como el único paradigma
capaz de dar cuenta de la historia, es así que su teorización incorpora las categorías freudianas.
Ludovico en algunos aspectos podría coincidir con Marx cuando dice que la modernidad es un
proyecto inacabado, no se trata de buscar otra teoría para tomar otros atajos teóricos
“Claramente se ve aquí que eso que se ha llamado “desacralización de los textos” clásicos del
marxismo no puede consistir en traicionar aquellos textos, sino en todo lo contrario: completarlos
con todo aquello que no pudieron Marx y Engels conocer”[3]. En esta afirmación subsiste una gran
fe  por parte del autor que venimos analizando en el marxismo. El marxismo es para Ludovico, sin
ninguna duda, la teoría de la revolución, y su superioridad con respecto a las otras filosofías es
indudable, esa misma convicción la tuvo Hegel. Este filósofo pensó que su sistema cancelaba y
resumía todos los intentos de las filosofías anteriores. Ahora bien, ese inacabamiento de la teoría
marxista toleraba vocablos provenientes de otros manantiales teóricos, como son las categorías
de conciente, inconciente, represión y pre-conciente. El marxismo podía servirse de otras teorías y
eso era posible, su carácter de ciencia se lo permitía. El marxismo no tuvo otra tarea que hacer
posible la práxis revolucionaria, tornar la conciencia de los hombres conciente de si misma. La
pregunta que se nos plantea es la siguiente, ¿tuvo Ludovico fe en esta teoría? Sin duda, Ludovico
creyó en la redención del mundo, consideró la posibilidad histórica de estatuir una conciencia
emancipada, para ese entonces las descreencias de la filosofía pos-modernista no habían
comenzado a tomar fuerza. La industria cultural tenía como encomienda reproducir el orden
social, crear una cultura determinada, hacer posible que los medios de comunicación crearan una
cultura de la aceptación y de los valores de una sociedad determinada. Esa industria cultural
tendría unos operadores extraordinarios, la televisión, la escuela y la propaganda. Los grupos
sociales del sector medio, operadores de ese sistema son explotados psicológicamente por una
ideología que les impone necesidades, los hombres son esclavos de la ideología que se les impone
a su conciencia. De nuevo la tesis de Marx sería la radicalización de la conciencia en la acción. La
base sobre la cual se ha estructurado el análisis marxista son las condiciones sociales, Ludovico
destacará a este respecto en su libro La alienación como sistema que ya Marx desde Los
Manuscritos de Paris de manera incipiente intentaba explicar al hombre por sus relaciones sociales
de producción, en este sentido Los Manuscritos constituirían una clara ruptura con la herencia
hegeliana en Marx. A juicio de Ludovico el camino hacia donde se encaminaba Marx era la
construcción de una sociedad desalienada; allí el hombre dejaría de ser una mercancía. El núcleo
central desde donde operó está teoría sería la construcción de la utopía socialista. Marx observaría
que el problema de la sociedad capitalista consistía en haber expropiado al trabajador de la
posibilidad de realizar un trabajo creador, es por ello que el trabajo resulta una pesadilla. La tesis
marcharía hacia la construcción de un humanismo socialista, hacia la reivindicación del hombre en
una sociedad liberada. La exposición de Ludovico es conversacional, en sus obras los problemas
complejos adquieren cotidianidad. Para Ludovico la intención originaria de Marx fue crear una
conciencia emancipada, suministrar una forma de análisis en donde lo concreto mostrara sus
determinaciones, veamos unas notas de lectura de Marx “En tanto el hombre no se reconozca
como tal y  no haya organizado el mundo humanamente, su comunidad tendrá la forma de
alienación: sujeto de esa comunidad, el hombre es un ser alienado de sí mismo. Los hombres son
esos seres alienados no en la abstracción, sino en tanto individuos reales, vivientes, particulares.
Tales individuos, tal comunidad. Decir que el hombre está alienado de si mismo es decir que la
sociedad de ese hombre alienado es la caricatura de su comunidad real , de su verdadera vida
genérica; que su actividad se le manifiesta como un tormento, sus propias creaciones como una
potencia extraña, su riqueza como pobreza, el lazo profundo que lo une al otro hombre como un
lazo artificial  y la separación con respecto al otro como su verdadera existencia: que su vida es
el sacrificio de su vida; que la realización de su ser es la perdida de su vida; que en su producción
produce su propia nada; que su poder sobre el objeto es el poder del objeto sobre él ; que en fin,
siendo dueño de su producción aparece esclavo de su producción”[4]

Una de las ideas de Marx fue desmontar las superestructuras con las cuales se habían edificado
las teorizaciones de la filosofía. Dios no sería en su obra el demiurgo de la historia, tampoco
correspondería esta fortaleza al espíritu absoluto hegeliano. La historia tenía un asiento: el
hombre; éste estaba inserto en determinadas relaciones históricas de producción, allí estaba
presupuesta la eterna contradicción capital-trabajo y por tanto la estructura genética explicativa
de la sociedad capitalista.

Notas

[1]
Ludovico Silva. La plusvalía ideológica, pág. 198
[2]
 Ludovico Silva. La plusvalía ideológica, pág 206
[3]
 Ludovico Silva. La plusvalía ideológica, pág. 215
[4]
 Kart Marx, Texte zu Methode und Praxis II: Pariser Manskripte, d. cit., pp. 171-172. Apud.
Ludovico Silva. La alienación como sistema, pp. 62

Bibliografía

·        Silva, Ludovico. La plusvalía ideológica. Colección Avance, Ediciones de la Biblioteca. UCV


·        Silva, Ludovico. El antimanual. Monte Ávila Editores
·        Silva, Ludovico. De lo uno a lo otro. Ediciones de la Biblioteca. UCV
·        Marx, Carlos. Cuadernos de París. Ediciones Era. 

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