Ludovico Silva: Marxismo, Ideología y Revolución - Nelson Guzmán
Ludovico Silva: Marxismo, Ideología y Revolución - Nelson Guzmán
Ludovico Silva: Marxismo, Ideología y Revolución - Nelson Guzmán
Un valor importante - enmarcado en la tradición filosófica - fue definir la obra de Marx como anti
substancialista, ni Dios, ni ideas como elementos que hacen posible que la historia sea de una
determinada manera. La importancia de la obra de Ludovico Silva es volver susceptible y diáfana
la discusión de la larga tradición de la filosofía. Nuestro autor estuvo empecinado en discutir la
relación ideología-conciencia. En la década de los sesenta y setenta a los teóricos marxistas
preocupó en demasía esta nomenclatura. La idea era establecer que el marxismo era una ciencia,
que era una teoría revolucionaria que había dado al traste con toda la parafernalia teórica
anterior. Es en este punto donde se sitúa la obra de Ludovico Silva al intentar reivindicar una
visión humanista del marxismo. El marxismo para Ludovico no fue sino conciencia revolucionaria,
las ideologías no eran sino simples espectros del pasado, se trataba entonces del proceso de la
toma de conciencia del proletariado, esta clase presagiaba el futuro. Ludovico intentó redimir a
Marx, y presentarnos a un Marx no ortodoxo, a un pensador no enclaustrado en las creencias. El
marxismo ludoviquiano es autoconciencia, y en esta postura lanza en ristre estaba dispuesto -
nuestro autor - a pasar factura a toda la ortodoxia marxista, esto estaba pasando en Venezuela
en una época de plena efervescencia de la fe revolucionaria. A pesar del fracaso de la guerrilla se
debía creer en algo, allí estaban a las claras los epígonos de la fe, al desastre político se había
llegado seguramente por interpretaciones no adecuadas de la realidad. El marxismo y sus
apólogos - en ese momento - se encarnaron como los defensores del futuro y de la ciencia.
Ludovico se presenta en lucha contra la univocidad de los factores que determinan la historia, el
principio de que la base económica determina la superestructura ideológica-política luce muy
grueso para explicar mecánicamente la historia.
Otro de los aspectos examinados por la Plusvalía Ideológica es la postura de Sartre, las
declaraciones de fe de éste con respecto al marxismo. Para Sartre la ideología existencialista
debía tener como misión vigilar la filosofía marxista. El existencialismo tenía una misión,
reivindicar el puesto del hombre en la historia, evitar el economicismo. Sartre incorpora otros
problemas en el análisis: el absurdo, la autenticidad, la derilection. El sartrismo hereda y
desarrolla problemas epistemológicos que le vienen a la filosofía desde otros manantiales teóricos
metodológicos, en su caso la presencia de Heidegger en su lenguaje es clara y en esta mezcla de
lo humano y lo divino, la filosofía también se vuelve mundo. Las apreciaciones de Lefebvre en
torno a Sartre al ubicarlo como un filósofo institucionalista nos parecen desde todo de punto de
vista exageradas. La tesis de Ludovico consiste en decir que no es válido utilizar el vocablo
ideología en el marxismo. Con esta postura nuestro autor recusa a toda la tradición filosófica
marxista, a este respecto el marxismo ha estado plagado de errores. Para Ludovico hablar de
ideología es referirse a la falsa conciencia, su análisis es semántico con respecto a la tradición y al
uso que este vocablo ha tenido en las obras de Althusser, de Lefebvre, de Sartre. Para Ludovico el
marxismo no era una biblia, una fe, un instrumento ideológico. Se trataba de precisar - como lo
dijo Althusser alguna vez en épocas de esplendor de esta teoría - que el marxismo era una
práctica teórica. Ludovico estaría dedicado a examinar los mecanismos ideológicos de la
dominación. Su obra fue un esfuerzo grandioso por defender la autenticidad de la obra de Marx
en relación a las malas interpretaciones que se habían realizado de ella. La tesis fundamental es
que toda la filosofía es una forma de saber que sostiene y sustenta una manera de pensar – la
ideología cuyo interés fundamental es sujetar la conciencia particular al colectivo. Las premisas
sobre las cuales crecieron las reflexiones del positivismo, sobre todo en Durhkeim preocuparon de
sobremanera al marxismo. Ludovico citará un amplio texto de la Crítica a la razón dialéctica para
reseñar la relación entre el hombre, la conciencia individual y los medios, allí se reseña el poder y
la fuerza del lenguaje de los aparatos de dominación. La tesis continúa siendo unigénita, no hay
reflexión neutra sino sometida a la mediación y al interés de un proyecto de clase, en el caso del
marxismo de la burguesía. Ludovico resalta la obra de Sartre para expresar que la serialización de
lo práctico-inerte expresado en el discurso mediático tomaría expresión tanto en la sociedad
capitalista como las extintas sociedades socialistas. El objetivo era único, establecer una línea
común mediática en cuanto a los contenidos y necesidades de los hombres. A nivel mundial, se
había creado un lenguaje, este era el de la mercancía, estaríamos inmersos en un mundo
ideologizado. El proceso mediante el cual la sociedad capitalista enajena la conciencia no es
psicológico, sino histórico. En Teoría y práctica de la ideología Ludovico nos hablará de una acción
del lenguaje sobre el inconsciente, desde allí, en los ámbitos de los procesos simbólicos actúan los
mecanismos de poder, se genera la plusvalía ideológica, el proceso de la identidad se volverá un
mecanismo colectivo, la práctica del lenguaje apuntaría no a la construcción de una identidad
diferenciadora, sino enajenada, el uno llegaría a ser lo otro, desde allí la cualificación de un
mecanismo de alteridad.
LA PLUSVALÍA IDEOLÓGICA
Ludovico retomando las tesis de Marx - Contribución a la crítica de la economía política - nos dirá
que las ideologías no son las simples ideas con las cuales los hombres estructuran su vida y sus
aspiraciones. El proceso de producción de las ideas tendrá unos condicionantes: las relaciones
sociales, las ideas fuerzas de una época. De allí que los grandes cambios sociales no emerjan del
espíritu de la filosofía, de los actores sociales que motorizan la historia con sus motivaciones
individuales. Lo esencial del discurso marxista sería haber descubierto que el sentido de la historia
obedecía al interés de clase. De allí que el destino de una época no esté inscrito ni diseñado por
una filosofía, por los a priori de un sistema determinado. Para Ludovico uno de los aciertos de la
teoría marxista habría sido descubrir que la ideología operaba como cemento. Los iconos y el
imaginario del capitalismo tienen un agente-paciente ésta es la estructura de la subjetividad de
los hombres que habitan una determinada formación económico-social, esa simbólica será la
garantía ideológica de un mundo. Cada sociedad estatuye los criterios de verdad con los cuales
ella ha de funcionar; estos no están ocultos substancialmente detrás de los entes, sino que
aparecen mediados por la historia. La idea central del análisis sería entonces la captación y
postración de la idea de totalidad en este sistema “El capitalista se apodera de una parte del valor
de la fuerza de trabajo que en realidad pertenece al dueño de la fuerza de trabajo; del mismo
modo, el capitalismo a través del control de las comunicaciones masivas y de la “industria
cultural” se apodera de una buena parte de la mentalidad de los hombres, pues inserta en ella
toda clase de mensajes que tienden a preservar el capitalismo”[1] A ese proceso de perdida de sí,
Marx lo llamará enajenación. La tesis fundamental con que trabaja Marx en estos momentos es la
de extrañamiento, los hombres extrañan su valor de uso, su fuerza de trabajo, convirtiéndola así
en un valor de cambio; ésta se deprecia en la misma medida en que más produce. Marx estaría
examinando la dinámica misma del capitalismo, los hombres en esa modernidad cobrarían
definición desde un punto de vista práctico. Esto está introduciendo una diferencia substancial en
Marx con todos aquellos modelos como sería el caso del neoconservadurismo que predican la
vuelta al pasado, la reivindicación del lenguaje del ser, el bucolismo de la Selva Negra como sería
posteriormente el caso de Heidegger. La sociedad moderna e industrial capitalista había creado
un nuevo tipo de hombre sujeto a sus necesidades, la preocupación central sería el progreso,
mesurado éste como avance de las técnicas, como creación de una sociedad global y de un
modelo ético funcional, lo más importante había comenzado a ser la eficacia. Entonces el orden
de la dominación para mantener este proyecto estaba urgido de afinar un lenguaje en donde la
escuela, las instituciones sociales en general marcharan a arreglar las discrepancias entre los
grupos en la creación de una conciencia histórica acrítica. En la obra de Ludovico a este respecto
se muestra cierto radicalismo, confiando en la idea de revolución, Ludovico dirá “Esas son
también relaciones de destrucción del hombre [se refiere a la alienación], y la única manera de
combatirlas, en ciertos casos, es, por cierto, el humanismo armado”[2]
Una de las ideas de Marx fue desmontar las superestructuras con las cuales se habían edificado
las teorizaciones de la filosofía. Dios no sería en su obra el demiurgo de la historia, tampoco
correspondería esta fortaleza al espíritu absoluto hegeliano. La historia tenía un asiento: el
hombre; éste estaba inserto en determinadas relaciones históricas de producción, allí estaba
presupuesta la eterna contradicción capital-trabajo y por tanto la estructura genética explicativa
de la sociedad capitalista.
Notas
[1]
Ludovico Silva. La plusvalía ideológica, pág. 198
[2]
Ludovico Silva. La plusvalía ideológica, pág 206
[3]
Ludovico Silva. La plusvalía ideológica, pág. 215
[4]
Kart Marx, Texte zu Methode und Praxis II: Pariser Manskripte, d. cit., pp. 171-172. Apud.
Ludovico Silva. La alienación como sistema, pp. 62
Bibliografía