Tema 1-0.4 Cómo Leer La Biblia Hoy
Tema 1-0.4 Cómo Leer La Biblia Hoy
Tema 1-0.4 Cómo Leer La Biblia Hoy
“Es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura.” Dei Verbum 22
“El santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos, en particular a los religiosos, a que
aprendan el sublime conocimiento de Jesuscristo con la lectura frecuente de las divinas Escrituras.
Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo.” Dei Verbum 25
“Así, pues, con la lectura y el estudio de los libros sagrados la palabra de Dios se difunda y
resplandezca
y el tesoro de la revelación, confiado a la Iglesia, llene más y más los corazones de los hombres.” Dei
Verbum 26
En nuestro continente latinoamericano, los documentos de Medellín, Puebla y Santo Domingo renuevan la
invitación a leer la Biblia para llevar a la vida cotidiana la Palabra de Dios.
En nuestros días, la lectura de la Biblia es una práctica encarnada en el corazón de la vida de fe del pueblo. La
Palabra de Dios se lee en los encuentros de catequesis con niños, jóvenes y adultos; en las comunidades de base; en
los grupos bíblicos que surgen, numerosos, como fruto de la acción del Espíritu.
El pueblo de Dios, retornando a la Palabra de Dios, intenta caminar con mayor fidelidad al proyecto de Vida que
inspira la Biblia.
A la pregunta ¿cómo leer hoy la Biblia? puede responderse de muchas maneras. Existen diversas formas y métodos
que enriquecen la vida eclesial. Así como también hay prácticas que promueven una lectura de la Biblia alienante y
fundamentalista que nada tiene que ver con el proyecto liberador de Dios.
Nuestra propuesta nace de la contemplación de la práctica de Jesús en el evangelio. El nos orienta y nos brinda las
claves para leer la Biblia desde una postura de fe, a partir de la realidad que nos toca vivir, en una perspectiva
comunitaria que nos lleva a la conversión y al anuncio de la buena Noticia del Reino.
que decían que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las
mujeres; pero a él no lo vieron’.
Entonces Jesús les dijo: ‘¡Qué poco entienden ustedes y cuánto les cuesta creer todo lo que anunciaron los
profetas! ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera para entrar en su gloria?’.
Y comenzando por Moisés y recorriendo todos los profetas, les interpretó todo lo que las Escrituras decían sobre
él. Cuando ya estaban cerca del pueblo al que ellos iban, él aparentó seguir adelante. Pero ellos le insistieron,
diciéndole: ‘Quédate con nosotros, porque cae la tarde y se termina el día’. Entró entonces para quedarse con
ellos. Una vez que estuvo a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. En ese momento, se les
abrieron los ojos y lo reconocieron, pero ya había desaparecido.
Se dijeron uno al otro: ‘¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las
Escrituras?’.
Y en ese mismo momento, se levantaron para volver a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los de su
grupo. Estos les dijeron: ‘¡Es verdad! El Señor resucitó y se dejó ver por Simón’. Ellos, por su parte, contaron lo
sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.” Lc. 24, 13-35
El evangelio nos cuenta que dos discípulos iban de camino al pueblo de Emaús conversando sobre los hechos
acontecidos en esos días, desanimados, desorientados, sin entender bien qué había pasado. Dejaban su comunidad
de Jerusalén donde habían conocido y seguido a Jesús. Lo sentían ausente de sus vidas. Estaban tristes y
desilusionados. Temerosos de lo que podían hacer los judíos con ellos.
> Jesús se acerca y comienza a hablar con ellos. Se interesa por conocer qué estaban viviendo, qué les estaba
pasando, cómo se sentían. Les pregunta dos veces, "¿qué es lo que venían conversando?", y ante el asombro de
ambos, insiste: "¿qué pasó?". Los compromete a contar "su" versión de lo que había pasado. Los invita a analizar la
vida y las cosas que estaban ocurriendo.
> Jesús no les pregunta si habían leído las Escrituras. Los escucha y sólo después de escucharlos toma la iniciativa
y recorre los textos sagrados para explicárselos y, así, abrirles el corazón y la mente a su mensaje. La Palabra de
Dios les ayuda a iluminar y a entender desde la fe las cosas que iban pasando y la realidad que les tocaba vivir. El
por qué de las cosas cambia, cuando las miramos desde Dios.
La palabra de Dios da sentido a la vida y a los acontecimientos que vivimos. Cuando se la escucha con atención,
transforma a las personas, y uno siente cómo "arde su corazón".
> A lo largo de la narración, Jesús se muestra preocupado por acompañar a los peregrinos. Se acerca a ellos. Se
gana su confianza. Los escucha. Los alienta y los ayuda a encontrar una respuesta y una salida a su situación de
angustia y desesperanza. Construye un clima afectuoso y los contiene, a tal punto que, al “caer la tarde”, ellos le
piden que permanezca con ellos. El relato termina presentando cómo los discípulos lo reconocen en la cena
compartida, en la fracción del pan. No solamente entienden lo explicado, sino que su miedo se transforma en
valentía, su tristeza, en alegría, su angustia, en sentido, desandan sus pasos y vuelven gozosos a Jerusalén, a su
comunidad a llevar la Buena Noticia del encuentro con Jesús Resucitado.
A través del relato de los peregrinos de Emaús, Jesús nos enseña un camino para leer la Biblia:
• parte de la realidad de los discípulos,
• los textos bíblicos iluminan esa realidad y ayudan a discernir el camino del Resucitado,
• el proceso se realiza en una comunidad de fe,
• la Palabra inspira la conversión, activa la esperanza y moviliza a los discípulos.
La comunidad que lee la Biblia desde la realidad libera la fuerza transformadora de la Palabra, que vuelve a la
realidad para transformarla.
Los discípulos de Emaús reconocen al Señor. Son capaces de descubrir las señales de la nueva vida del Resucitado,
y esto se traduce en un cambio profundo en sus vidas. Dan media vuelta y retoman el camino. La raíz de la palabra
conversión es precisamente darse vuelta, dar un giro, volver al camino.
El relato nos aporta, además de la metodología que propone Jesús, un acertado criterio para evaluar nuestra propia
práctica.
Una lectura, tanto personal como comunitaria, de la Biblia, según el Espíritu de Jesús, produce la conversión. Nos
da fuerzas y ánimo para meternos en la realidad que vivimos, aunque sea difícil y desalentadora como la de los
peregrinos. La Palabra de Dios convierte nuestros criterios, nuestra mirada de la realidad se vuelve esperanzadora y
utópica. La perspectiva de vida del Reino nos impulsa, y lo que antes era miedo, desaliento y sin sentido, se
transforma en desafío, coraje y audacia.
Carlos Mesters denominó a estos tres pasos : Pretexto, Texto y Contexto.
El Pretexto es la realidad, a partir de la cual se lee la Biblia. La vida compartida, con sus alegrías y tristezas, sus
señales del Reino y sus injusticias de muerte.
3/3
El Texto es la Palabra de Dios escrita en la Biblia. A la cual hay que conocer para poder interpretar su mensaje. En
primer lugar, y con los elementos que señalamos anteriormente: géneros literarios, situación histórica, conflictos
existentes, grupos sociales, características del lenguaje, etcétera; es posible conocer qué quiso transmitir el autor
inspirado para la gente de su época. Y luego, aplicar ese mensaje y actualizarlo a la realidad que vivimos hoy.
El Contexto es la fe de la comunidad, de la madre Iglesia, con su Tradición y su Magisterio que nos orientan
sabiamente en la interpretación de las Escrituras. Y también la fe de la comunidad cercana, pequeña, a la que cada
uno pertenece y en la cual vamos construyendo nuestra vida de fe junto con otros hermanos.
Si falta alguno de estos elementos, la Palabra no alcanza a dar fruto, a cambiar la vida, a orientarla según el
proyecto de Dios.
La Palabra de Dios (texto), leída en comunidad (contexto), a partir de la realidad (pretexto) es fecunda y vital,
transforma el corazón y nos compromete a descubrir en las cosas que vivimos el paso de Dios.