La Ansiedad
La Ansiedad
La Ansiedad
La ansiedad es una reacción humana natural que afecta a la mente y al cuerpo. Tiene una
importante función básica de supervivencia: la ansiedad es un sistema de alarma que se activa
cuando una persona percibe un peligro o una amenaza.
La respuesta de lucha o huida ocurre instantáneamente cuando una persona siente una
amenaza. Pocos segundos después, la parte del cerebro encargada de pensar (la corteza)
empieza a procesar la situación y a evaluar si la amenaza es real, y en tal caso, cómo
manejarla. Si la corteza envía la señal de no hay peligro, la respuesta de lucha o huida se
desactiva y el sistema nervioso puede relajarse.
Si la mente razona que una amenaza puede durar, los sentimientos de ansiedad se prolongan,
manteniendo alerta a la persona. Las sensaciones físicas, como la respiración rápida u
superficial, las palpitaciones, la tensión muscular y el sudor en las palmas pueden continuar
también.
Ansiedad normal
Los sentimientos de ansiedad pueden ser leves o intensos (o intermedios entre ambos
extremos), dependiendo de la persona y de la situación. La ansiedad leve puede sentirse como
inquietud o nerviosismo. La ansiedad más intensa puede sentirse como miedo, terror o
pánico. La preocupación y los sentimientos de tensión y estrés son formas de ansiedad.
También lo son el miedo escénico o la timidez ante la posibilidad de conocer a gente nueva.
Es natural que ante situaciones nuevas, desconocidas o que suponen un desafío se produzcan
sentimientos de ansiedad y nerviosismo. Tener que enfrentar un examen, una fecha especial
o una presentación importante para la escuela puede desencadenar una ansiedad normal.
Aunque estas situaciones no representan una verdadera amenaza para la seguridad de la
persona, pueden hacer que alguien se sienta "amenazado" por la posible vergüenza,
preocupado por cometer un error, por adaptarse a la situación, por atrancarse con las palabras,
por ser aceptado o rechazado o por perder su orgullo. Las sensaciones físicas —como las
palpitaciones, las manos sudorosas o las molestias en el estómago— pueden también estar
presentes en la ansiedad normal.
Como la ansiedad hace que una persona se ponga en alerta, se concentre y se prepare para
enfrentar posibles problemas, la ansiedad puede ayudarnos a hacerlo lo mejor posible en
situaciones que requieren nuestra actuación. Pero la ansiedad que es demasiado fuerte puede
impedir que demos lo mejor de nosotros. Demasiada ansiedad puede hacer que una persona
se sienta abrumada, cohibida e incapaz de hacer lo que necesita hacer.
Trastornos de ansiedad
Los trastornos de ansiedad son problemas de salud mental que se relacionan con experimentar
en exceso ansiedad, miedo, nerviosismo, preocupación o terror. La ansiedad demasiado
constante o demasiado intensa puede hacer que una persona se sienta preocupada, distraída,
tensa y siempre alerta.
Los síntomas del trastorno de ansiedad pueden presentarse de repente o aumentar poco a
poco y persistir hasta que la persona empieza a darse cuenta de que no está bien. A veces la
ansiedad crea una sensación de fatalidad y aprensión que parece producirse sin ninguna
razón. Es habitual en los que sufren de trastorno de ansiedad no saber qué está causando las
emociones, preocupaciones y sensaciones que tienen.
Los diferentes trastornos de ansiedad se denominan con nombres que reflejan sus síntomas
específicos.
• Ansiedad generalizada. Este común trastorno de ansiedad hace que una persona se
preocupe excesivamente sobre muchas cosas. Alguien con ansiedad generalizada se
preocupa excesivamente sobre la escuela, la salud, la seguridad de sus familiares y el
futuro. Puede que siempre piense en lo peor que puede ocurrir.
Para las personas que sufren trastornos de ansiedad, los síntomas pueden sentirse extraños y
provocarles confusión al principio. Para algunos, las sensaciones físicas pueden ser fuertes e
inquietantes. Para otros los sentimientos de miedo y fatalidad pueden presentarse sin ninguna
razón aparente que pueda hacerles sentirse asustados, desprotegidos o en guardia. Las
preocupaciones constantes pueden hacer que una persona se sienta abrumada por cualquier
pequeña cosa. Todo esto puede afectar a la concentración, la confianza, el sueño, el hambre
y el aspecto.
Las personas con trastornos de ansiedad pueden evitar hablar de sus preocupaciones,
creyendo que los demás podrían no entenderlos. Quizá teman ser juzgados injustamente, o
que se les considere débiles o temerosos. Aunque los trastornos de ansiedad son comunes,
las personas que los sufren pueden sentirse incomprendidas o solas.
Algunas personas con trastornos de ansiedad pueden culpabilizarse. Tal vez se sientan
incómodas o avergonzadas, o piensen erróneamente que la ansiedad es una debilidad o un
defecto personal. La ansiedad puede hacer que la gente evite ir a lugares o realizar actividades
que les gustan.
La buena noticia es que en la actualidad los médicos entienden los trastornos de ansiedad
mejor que antes y, con tratamiento, una persona puede sentirse mejor.
Los expertos no saben exactamente qué causa los trastornos de ansiedad. Parece que hay
varios aspectos que intervienen, como la genética, la bioquímica del cerebro, una respuesta
hiperactiva de lucha o huida, circunstancias estresantes de la vida y comportamiento
aprendido.
Alguien que tenga una familia con un trastorno de ansiedad tiene una probabilidad mayor de
desarrollarlo también. Esto puede estar relacionado con los genes que afectan la química del
cerebro y la regulación de unas sustancias químicas que se denominan neurotransmisores.
Pero no todo el mundo que tiene familiares con un trastorno de ansiedad desarrollará
problemas de ansiedad.
Las cosas que le ocurren a una persona en la vida pueden favorecer la aparición de los
trastornos de ansiedad. Los terribles acontecimientos traumáticos que causan el TEPT son un
buen ejemplo.
Criarse en una familia donde otros tienen miedo o están ansiosos puede "enseñar" a un niño
a ver el mundo como un lugar peligroso. Del mismo modo, si una persona crece en un
ambiente que es realmente peligroso (si hay violencia en la familia del niño o en la
comunidad, por ejemplo), aprenderá a tener miedo o a esperar lo peor.
Aunque todo el mundo experimenta una ansiedad normal en ciertas situaciones, la mayoría
de las personas —incluso las que experimentan situaciones traumáticas— no desarrollan
trastornos de ansiedad. Y las personas que desarrollan trastornos de ansiedad pueden
encontrar alivio con un tratamiento y cuidados adecuados. Pueden aprender maneras de
manejar la ansiedad y sentirse más relajados y en paz.
¿Qué hacer?
Tratar el problema puede ayudar a que la persona se sienta que es otra vez ella misma, que
se encuentra relajada y preparada para las cosas buenas de la vida. Alguien que esté
experimentando un trastorno de ansiedad debería:
• Hablar con alguno de sus padres o con otro adulto sobre sus sensaciones físicas,
preocupaciones y temores. Como los trastornos de ansiedad no desaparecen a menos
que se traten, es importante decírselo a alguien que pueda ayudar. Si tus padres no te
entienden, habla con un consejero escolar, con un religioso o con otro adulto en quien
confíes.
• Acude a hacerte una revisión. Ve a ver a un médico que te asegure que no hay
ningún problema físico que pueda estar causando los síntomas.
• Trabaja con un profesional de salud mental. Pide a un médico, enfermera o
consejero escolar que te recomienden a alguien que pueda tratar problemas de
ansiedad. Averiguar qué está causando los síntomas puede ser un gran alivio.
• Haz ejercicio de manera regular y come y duerme bien. Esto proporcionará a tu
cuerpo y tu cerebro el combustible y el tiempo necesario para recargarse.
Intenta ser paciente y mantenerte positivo. Puede que tardes un tiempo en sentirte mejor y en
encontrar el valor para enfrentar tus miedos. Pero abandonar la preocupación dejará más
espacio para que experimentes mayor felicidad y diversión.
RELAJACION
Como decíamos, existen varias técnicas que podemos utilizar para relajarnos. El uso de una
o de otra dependerá de las preferencias de cada uno, en función de aquella con la que nos
sintamos más a gusto o con la que nos resulte más fácil relajarnos.
Relajación basada en la respiración
Colocamos una mano en el pecho y la otra en el estómago, por encima del ombligo.
Inspiramos tratando de que el aire llegue hasta la parte baja de los pulmones, es decir, hasta
que la mano que tenemos sobre el estómago se mueva. Luego espiramos el aire poco a poco,
tratando de que sea la mano del estómago la primera en bajar, y después la mano que tenemos
sobre el pecho.