Hermenéutica Avanzada

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HERM

ENÉU
TICA
AVAN
ZADA
Pastor José A. Fonseca

Doctor en Ministerios

Seminario Internacional de Miami


INTERPRETACIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO

La diversidad de la Biblia se pone inmediatamente de manifiesto al comparar el


Antiguo testamento con el Nuevo. Su contenido, su perspectiva, los géneros
literarios de muchos de sus libros, son fundamentalmente diferentes, y sus
peculiaridades, tanto lingüísticas como teológicas, han de ser tenidas en cuenta si
queremos llevar a cabo un trabajo serie de exégesis.

En la línea constante de la historia de la salvación, que une y da coherencia a


ambos testamentos, hemos de discernir con objetividad los contrastes, las
antítesis, incluso los pasajes que prima facie hieren la sensibilidad cristiana, todo
lo cual plantea problemas que sólo pueden resolverse mediante una adecuada
comprensión hermenéutica del Antiguo Testamento.

Estructura Histórico–Teológica del Antiguo Testamento.

El Antiguo testamento no es una mera colección de documentos en los que se ha


registrado la evolución político-religiosa de Israel. Tampoco es simplemente el
fruto de la reflexión teológica de sus más preclaras figuras. En el Antiguo
testamento se entrelazan inseparablemente la historia y teología en un todo cuyas
partes mantienen una conexión orgánica a lo largo de un desarrollo progresivo.

Pero, en el Antiguo Testamento no hallamos solamente una exposición de la


historia de Israel, sino una exposición de su fe y ambas como partes de la
revelación.

Pautas para la Interpretación del Antiguo Testamento

1. Relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. De la estructura histórica-


teológica del Antiguo Testamento se desprende que éste tiene como contexto y
clave de interpretación el Nuevo Testamento. Si comparamos los dos
Testamentos se observan variaciones incluso al comparar periodos diversos del
Antiguo Testamento entre sí; pero, ninguna alteración esencial se advierte en lo
que concierne a Dios y sus atributos, a la naturaleza y condición del hombre, a la
gracia de Dios hacia una humanidad caída, a la necesidad de que el pecado sea
expiado, a la naturaleza y función de la fe, a la gloria del Mesías, a las
perspectivas del reino de Dios, a los principios morales que deben regir la
conducta humana. El verdadero sentido del Antiguo Testamento únicamente
aparece con claridad cuando se reconoce su verdadera naturaleza como parte de
una revelación divina que culmina en el testimonio del Nuevo Testamento.

2. Discernimiento de Elementos Continuos y Discontinuos. Es evidente la unidad


de acción de Dios, la línea ininterrumpida sobre la que se desarrollan la revelación
y la redención. Cristo es aquel de quien habían escrito Moisés y los Profetas. La
continuidad se pone de manifiesto en las reiteradas referencias a las antiguas
Escrituras, ejemplo: la preservación del concepto de pueblo de Dios, ahora
transferido primordialmente a la nueva comunidad de los seguidores de Jesús, el
Israel espiritual. Pero se hace igualmente visible la discontinuidad en diversos
elementos, ejemplo de ello es que queda abolido el sacerdocio aarónico con la
llegada del gran Sumo Sacerdote, Cristo, y con el sacerdocio universal de los
creyentes.

3. Diversidad y limitaciones de las Normas del Antiguo Testamento. Llama la


atención la variedad con que aparecen en el Antiguo Testamento ciertos principios
morales y su regulación casuística.

4. Fondo Cristocéntrico del Antiguo Testamento. Es fundamental no perder de


vista que es precisamente Cristo quien da cohesión a la totalidad de la revelación
bíblica. Resulta asombrosa la abundante riqueza cristológica que en el Antiguo
Testamento descubren los escritores del Nuevo. La venida de Jesucristo como
una realidad histórica no deja al exegeta ninguna otra opción, ha de interpretar el
Antiguo Testamento como señalando a Cristo. Esta pauta, por su puesto, no debe
llevarnos a pensar que en todo texto, explícita o implícitamente, hemos de
encontrar alguna referencia a Cristo.

5. Legitimidad y límites de la tipología. Gran parte del testimonio del Antiguo


Testamento respecto a Cristo lo hallamos expresado mediante tipos tan
numerosos como diversos. El beneficio que de este modo de interpretación ha
recibido la Iglesia cristiana es grande, por lo que el exegeta ha de estar atento a
las posibilidades que la tipología le ofrece. Pero, por otro lado, ha de extremar su
prudencia para no convertir la tipología en alegorización.

Las pautas expuestas anteriormente se pueden resumir en concreto en:

* Mediante la aplicación del Método Gramático-Histórico debe determinarse el


mensaje que el autor quiso comunicar a sus contemporáneos.

* Debe precisarse la relación del texto del Antiguo Testamento con el contexto del
Nuevo para comprobar si tiene o no una proyección que rebase tipológicamente o
proféticamente su significado original. Asimismo, se desprenderá la conclusión
relativa a su carácter normativo, si es de vigencia permanente o temporal, si sólo
obligaba al antiguo pueblo de Israel o si conserva su fuerza compulsiva también
para nosotros hoy.

Variantes Verbales

1. Diversidad de textos del Antiguo Testamento. Los escritores del Nuevo


Testamento tuvieron a su disposición tres textos diferentes del Antiguo
Testamento: el masorético o protomasorético, la versión griega de los setenta o
septuaginta y los targumenes arameos (orales o escritos) que recogían las
traducciones parafrásicas corrientes en el primer siglo. Probablemente hicieron
uso de las tres, aunque predomina el empleo de septuaginta, dado que el griego
era la lengua franca, la más idónea para una comunicación amplia y por tanto, la
más usada en el mundo grecorromano. Es comprensible que los apóstoles, al citar
textos del Antiguo Testamento, se valieran de la versión griega ya existente. Pero,
tal versión discrepa no pocas veces del texto hebreo masorético. Mt. 1:23, Is. 7:14.

2. Libertad en el modo de citar. Tanto en el mundo grecorromano como en el


judaico había una gran libertad en el uso de referencias literarias. Pese al
literalismo de algunos rabinos, no se daba tanta importancia a la letra de un texto
como a su significado. Incluso en los evangelios, cuando se reproduce lo dicho por
Jesús, no siempre es fácil llegar a determinar cuáles fueron las palabras exactas
pronunciadas por Jesús. Jn. 13:10.

Formas Literarias

La gran variedad en el contenido del Antiguo Testamento (historia, biografía,


materiales jurídicos, prescripciones cúlticas, preceptos morales, cánticos y
plegarias, profecía y demás) hacia inevitable la diversidad en el ropaje literario que
había de usarse para cada uno de sus elementos. La complejidad se acentúa
debido a que los autores siguieron en líneas generales los patrones de su tiempo,
con sus múltiples posibilidades de expresión, por lo que las formas a menudo no
sólo de un libro a otro, sino incluso dentro de una misma obra.

Material narrativo–histórico. Incluye en primer lugar la narración, en la que se


comunican circunstancias, acciones, discursos, así como conversaciones o
locuciones varias. Puede referirse a individuos o a colectividades humanas
(familias, tribus, pueblos, reinos), se halla principalmente en los libros históricos.

Material jurídico. Aunque la parte más importante se halla en el Pentateuco, la


normativa es extensa, basada en el decálogo, desarrolla un derecho civil, las
disposiciones culturales regulaban la institución y funcionamiento del sacerdocio.

Material profético. Comprende todo lo relativo a los mensajes y acciones de los


profetas, quienes comunicaban la palabra que habían recibido de Dios con destino
a individuos o pueblos determinados, mayormente Israel y Judá.

Material de cánticos y oraciones. Sobresale el libro de los Salmos, pero no falta en


los demás, constituye un testimonio riquísimo de la piedad israelita, alimentada por
la Palabra de Dios, hay cantos de amor, victoria, de confesión o testimonio y
demás. Generalmente se encuentra en forma poética aunque hay algunos en
prosa.

Material Sapiencial. Recogen la esencia de una sabiduría práctica inspirada en el


temor de Dios y aplicada a todos los órdenes de la vida. Componen los libros de
Job, Proverbios y Eclesiastés.
TEXTOS NARRATIVOS

El material de carácter narrativo es muy abundante en el Antiguo Testamento.


Incluye más de la mitad del Pentateuco, la totalidad de los llamados libros
históricos y buena parte de los proféticos.

En los narrativos el pensamiento se centra en algo que ha acontecido. De alguna


manera está ligado a eventos históricos.

Algunos autores han puesto en tela de juicio o han negado abiertamente la


historicidad de muchos relatos del Antiguo Testamento. Según ellos, la trama de
los primeros capítulos del Génesis es esencialmente mitológica.

Las evidencias internas de las narraciones como el testimonio de los


descubrimientos arqueológicos corroboran la fidedigna histórica de los textos.

Del mismo modo que los profetas recibieron de Dios luz respecto al futuro, los
historiadores bíblicos pudieron recibirla respecto al más remoto pasado; y así
como los primeros pudieron predecir lo que había de acontecer, el narrador pudo
consignar por escrito lo que había acaecido no sólo en los albores de la
humanidad, sino “en el principio” y a lo largo de todo proceso creativo.

Historia = acontecimiento real.

Saga = simplemente relato o narración.

En hermenéutica es esencial distinguir la diferencia entre “hechos” y


“acontecimientos”. El hechos constituye el contenido sustancial de algo acaecido,
es decir, la verdad, el mensaje, mientras que el acontecimiento es la forma de
presentar el hecho, forma que puede variar y que no necesariamente ha de
interpretarse en sentido rigurosamente histórico. Ej. Gn. 3.

A) NARRACIONES PREHISTÓRICAS: están contenidas en los capítulos 1 – 11


del Génesis, allí se encuentra información de la existencia y los atributos de Dios,
la creación del hombre, la entrada del pecado en el mundo con sus funestas
consecuencias y el principio de la redención humana. En su mensaje se halla la
clave para descifrar los grandes enigmas que han preocupado al hombre acerca
del universo y de sí mismo.

a. La creación Gn. 1 y 2.

b. La caída Gn. 3.

c. La multiplicación del pecado Gn. 4:1 – 11:9.


B) NARRACIONES HISTÓRICAS: La historia se inicia súbitamente en un aparente
despego de Dios respecto al conjunto de los pueblos. Todo el interés se centra en
una sola persona y su descendencia: Abraham, Isaac, Jacob y sus hijos.

a. Período patriarcal Gn. 12 – 50.

b. Del éxodo a la entrada en Canaán Éxodo – Josué.

i. La redención de los israelitas.

ii. El pacto Sinaítico.

iii. El Tabernáculo.

iv. La conquista de Canaán.

c. La monarquía israelita Jueces – II Crónicas. Normas para todos los monarcas


israelitas:

i. El rey ha de ser el siervo de Yahveh. II S. 3:18; 7:5, 8, 19, 20, 21, 25-29.

ii. El rey ha de ser un pastor para su pueblo. Sal. 78:70-72.

iii. El Espíritu de Dios había de manifestarse en la experiencia del rey. II S. 23:2.

Las narraciones del Antiguo testamento se cierran con Esdras, Nehemías y


Esther. El intérprete deberá prestar especial atención al mensaje que contienen.
Si, como se ha dicho, la historia es magistra vitae. Los polos obediencia–
desobediencia llevan aparejados los de bendición–juicio, paralelamente a los de
elección–rechazamiento.

TEXTOS PROFÉTICOS

El lenguaje de los mismos suele ser figurado, poético o simbólico, lo que origina
las consiguientes dificultades; y éstas aumentan cuando el pasaje tiene un
carácter predictivo.

Su etimología es incierta;

nabu, que significa llamar o proclamar.

El profeta es aquel que llama o que es llamado y que anuncia algo, lo que coincide
con el carácter y función del profeta llamado por Dios para ser un portavoz.
VIDENTE PROFETA

Es una persona capacitada para revelar hechos secretos y vaticinar


acontecimientos futuros (1 S. 9:6-20). Es un mensajero que comunica la Palabra
de Dios en sus dimensiones religiosa y moral (Is. 30:10).

COMUNIDADES PROFÉTICAS

Una forma del profetísmo colectiva fue en los tiempos de la monarquía israelita, en
las “escuelas” o grupos que se formaban en torno a destacadas figuras, como
Elías o Elíseo (2 R. 2:3 y ss; 4:38; 6:1) y se mantenían viviendo comunitariamente.
Son presentados por lo general en conexión con un santuario (Betel, Gilgal o
Jericó – 1 R. 13:11; 2 R. 2:1, 4, 5).

Se caracterizaban por la realización de milagros que confirmaban la autoridad


moral del profeta en su ministerio de enseñanza o de orientación política.

PROFETISMO

Encontramos en el Antiguo testamento dos modalidades de actividad profética que


casi desde el principio de la monarquía gozaron de reconocimiento oficial: la de los
profetas que podríamos denominar cortesanos y la de los cúlticos.

Los primeros eran personas muy próximos al rey, a quien aconsejaban


comunicando el mensaje de Dios que en determinadas circunstancias le era dado.

Los profetas cúlticos eran considerados como oficiales del santuario y ocupaban
un lugar de honor junto a los sacerdotes y demás funcionarios religiosos.

ESTRUCTURA DEL PROFETISMO

1. La autoridad y la fuerza de la palabra de Dios: “Así dice Jehová” o una frase


parecida es la forma introductoria del mensaje del profeta. Indica que lo que va a
decir tiene su origen no en la mente del profeta, es el resultado de una revelación.
El profeta estaba en capacidad de discernir con claridad el dabar divino, este
comprendía que la palabra divina no es una mera expresión verbal. Lleva la acción
de Dios, por eso la seguridad de sus palabras, y estos no podían callar.

2. Denuncia del pecado: es de forma directa, mostrando todas las agravantes de


la rebelión espiritual del pueblo contra Dios.

3. Proclamación del juicio divino: Dios no puede permanecer indiferente ante la


soberbia humana. No podía tolerar los pecados. Su juicio era una necesidad
moral. El juicio tiene como objetivo vindicar la justicia enderezando lo que la
injusticia había torcido.
4. Anuncio de salvación: La ira de Dios es temporal; su amor es eterno, por eso
siempre junto con el castigo viene la intervención restauradora.

PRINCIPIOS PARA LA INTERPRETACIÓN DE TEXTOS PROFÉTICOS

1. Tómese en consideración lo que el profeta quiso decir a sus contemporáneos.

2. Téngase presente la relación entre historia y revelación.

3. Cuando exista, debe distinguirse la “perspectiva profética”.

4. El lenguaje ha de ser examinado con la máxima meticulosidad. (Figuras y


símbolos).

5. En los textos de carácter apocalíptico debe prestarse especial atención a las


peculiaridades de este género literario.

6. Es conveniente tener en cuenta el carácter recopilatorio de los libros proféticos.

7. Los temas especiales han de considerarse a la luz de todo el contexto profético.

8. Debe determinarse si una predicción es condicional o incondicional.

9. Ha de precisarse si la predicción se cumplió ya o si aún ha de tener


cumplimiento.

TIPOS Y SÍMBOLOS

Tipología

El término griego typos, del que se deriva la palabra “tipo” aparece catorce veces
en el Nuevo Testamento, con diversas asignaciones, de las cuales las dos más
importantes son: a) modelo; b) producto que se obtiene según el modelo. Se usa
especialmente en el sentido de patrón o ejemplo para la conducta moral del
cristiano (Fil. 3:17; 1 Ts. 1:7; 2 Ts. 3:9).

Pablo escribe respecto a Adán que “es figura del que había de venir” Ro. 5:14 y de
las experiencias de Israel en el desierto dice que “sucedieron como ejemplos para
nosotros” 1 Co. 10:6, 11. presidente o predicador. El contenido no permite una
división fácil pero se demarca como idea principal o tema la futilidad y los
contrasentidos de la vida, ante la que el hombre ha de asumir una actitud sabia,
positiva.

El autor entrelaza sus pensamientos con sus propias experiencias personales y


con un estilo ágil, combinando la prosa y la poesía, va desgranando los múltiples
aspectos del humano vivir y su significado.
Interpretación

La exégesis de Eclesiastés, más que normas particulares, exige una clara


comprensión de su naturaleza y del enfoque con que se examinan las
experiencias de la vida y de la muerte.

La problemática humana es analizada desde el punto de vista terreno, en su


temporalidad, tal como aparece a ojos del observador que no tiene otras fuentes
de conocimiento que su percepción sensorial y su capacidad de reflexión.

La palabra vanidad (hebel) que preside toda la temática del libro, significa también
“vaho, niebla”, lo que en el fondo equivale a sombra de misterio.

LITERATURA APOCALIÓTICA (APOCALIPTICISMO)

El término “apocalipsis” se refiere específicamente al género literario así


designado, o sea, el conjunto de escritos que comparten ciertas características en
común. En primer lugar (y en contraste con los escritos proféticos), la literatura
apocalíptica en su nivel más básico pertenece a la categoría de la narración, igual
que la historia, la novela, el cuento, la fábula y la saga. Dentro de ese macro-
género, la literatura apocalíptica reviste características especiales. Como significa
su nombre “apocalipsis” (griego, “revelación”), esta literatura pretende ser una
revelación por un ser sobrenatural a un ser humano, a menudo por visiones y
sueños. Suele moverse sobre un eje vertical (cielo/tierra) y/o un eje horizontal
(este siglo/siglo venidero, historia/ésjaton). Utiliza extensamente el simbolismo y
alude mucho a ángeles y demonios.

Los escritos más antiguos de este género, algunos pasajes de I Enoc, datan a lo
menos del siglo II antes de Cristo, mientras la producción comenzó a disminuirse a
mediados del segundo siglo d.C.. En algunos casos los expertos discrepan sobre
si determinado escrito pertenece estrictamente al género apocalíptico, pero la
colección es vasta, quizá dos o tres veces la extensión de la Biblia entera . La
colección más completa, la de James H Charlesworth en inglés, alcanza unas dos
mil páginas grandes. Por lo tanto es una fuente rica y valiosa para entender este
movimiento histórico como también el mismo Apocalipsis de Juan.

La literatura apocalíptica se escribió característicamente en tiempos de crisis,


comenzando con la tiranía de Antíoco Epífanes (175-164 a.C), pasando por la
primera revuelta judía (66-70 d.C) y culminando con la segunda revuelta bajo Bar
Kocheba (132-135 d.C.).

En su mensaje los apocalípticos seguían a los profetas israelitas, pero con


diferencias importantes. Ambos pretendían decir una palabra de Dios para los
tiempos que vivían, y ambos creían en el triunfo de la justicia. Pero los profetas
todavía esperaban cambios dentro de la historia y llamaban al pueblo al
arrepentimiento para hacerlos posibles. En cambio, los apocalípticos
desesperaban de las posibilidades históricas y buscaban más bien alguna futura
intervención divina para resolver las situaciones humanamente imposibles.

Recientemente especialistas como John C. Collins y Paul D. Hanson han aclarado


el tema por introducir varias distinciones importantes. (1) Por “apocalipsis” se debe
entender el género literario de los escritos cuyas características hemos descrito en
el párrafo trasanterior. (2) En cambio, llaman “escatología apocalíptica” a la
perspectiva teológica, el conjunto de ideas que caracterizan los escritos
apocalípticos pero sin necesariamente expresarse en el estilo de los escritos
apocalípticos como género literario. En tercer lugar (3) definen a “apocalipticismo”
como un movimiento o una ideología en un sentido más amplio. Es un universo
simbólico generado en oposición a la cultura dominante, que establece la
identidad, la razón de ser y la esperanza de la comunidad (Hanson 1962:27). La
comunidad de Qumran es un ejemplo del apocalipticismo, aunque sus escritos no
solían ser típicamente apocalípticos en cuanto a su género literario.

El género apocalíptico no fue algo rígidamente formal; los autores no se daban


cuenta necesariamente de estar empleando detérminado tipo de escrito. Muchas
veces un escrito apocalíptico viene acompañado por otros géneros. El Apocalipsis
de Juan, por ejemplo, tiene la estructura clásica de una epístola; comienza con un
saludo (1:4, 9-11) y termina con una despedida (22:7-21). Incluye también
oráculos, ayes y makarios (bienaventuranzas), parábolas (probablemente 11:3-
13), y otros. Algunos sub-géneros en la literatura apocaíptica son el testamento
(discurso de despedida), el mito, oráculos, dichos sapienciales, etc

CARACTERÍSTICAS DE LOS APOCALIPSIS

Una primera característica de estos escritos es la seudonimia.

Lo que más nos llama la atención en estos escritos es su uso abundante e


imaginativo de simbolismo, que debe ser interpretado con sentido figurado. Su
lenguaje es casi siempre evocativo, sugerente, connotativo.

La literatura apocalíptica a menudo se dedica también a los fenómenos cósmicos.

Generalmente se atribuye a la literatura apocalíptica un dualismo, aunque es


importante aclarar que es un dualismo ético (lucha entre el bien y el mal) y no
metafísico (creencia en dos realidades últimas).

George Ladd (1960:52-54) y otros analizan dos tendencias en la literatura


apocalíptica: (1) la apocalíptica no-profética, que pretende escapar de la historia
para refugiarse en el mundo venidero y (2) la apocalíptica profética, que insta a la
fidelidad histórica a la luz del futuro escatológico, y cuyo representante más
brillante es el último libro de nuestro Nuevo Testamento. Por eso, es un grave
error usar el término "apocalíptico" como sinónimo de catastrófico y trágico (un
terremoto u otro desastre). Lejos de cualquier entrega a la desesperación, el
Apocalipsis de Juan es un llamado a la tenacidad (hupomonê, 1:9) y la fidelidad
hasta las últimas consecuencias, seguros de que Jesucristo es el Señor.

PAUTAS HERMENÉUTICAS

Unas claves para entender mejor la literatura apocalíptica: Ya hemos insistido en


que cada género literario tiene que ser leído e interpretado de acuerdo con sus
propias reglas. El no entender eso, y el desconocer la literatura apocalíptica judía
y su manera de pensar, ha sido la mayor causa de dificultades y confusiones en la
interpretación del Apocalipsis de Juan. Aquí queremos mencionar, muy
brevemente, algunas de las pautas y reglas de interpretación que nos enseña la
literatura apocalíptica, para poder interpretar mejor el último libro de nuestra Biblia.

(1) Es importante tomar en cuenta que los escritos apocalípticos son literatura
de la imaginación. No apelan en primer término al raciocinio lógico sino al
don de la fantasía.

(2) 2) La literatura apocalíptica, y específicamente el Apocalipsis de Juan,


apela directamente a los sentidos de percepción física. Nos llama a
escuchar trompetas, truenos, arpas y coros; a ver cuadros pintados por
palabras (es toda una galería de pinturas); a olfatear incienso y azufre y a
saborear un rollo agridulce.

(3) (3) Ya que la literatura apocalíptica suele ser contextual, y a menudo


literatura de protesta, es absolutamente indispensable interpretarla en
constante relación directa con su contexto histórico original, y desde ahí,
con nuestro actual contexto histórico. Todos conocemos el refrán, "el texto
sin el contexo es un pretexto", y en general se suele aplicar más o menos
bien con otros libros como Romanos o Marcos. Pero precisamente donde el
contexto es mucho más crucial, con el Apocalipsis, se olvida el contexto
histórico y se trata de interpretarlo como un libro de vaticinios en el aire,
descontextualizado tanto ayer como hoy, con su única referencia en un
futuro remoto y desconocido. El resultado, como señala Hanson, es el
seudoapocalipticismo.

(4) (4) En la literatura apocalíptica, las más de las veces el mensaje central
viene en visiones o sueños. Nos toca activar la imaginación y lograr ver esa
visión, asimilando sus diversos detalles en un solo cuadro coherente e
integral. Entonces debemos buscar el mensaje en el cuadro total. Las
palabras del Apocalipsis van pintando cuadros, y los cuadros hablan, como
si fueran pinturas en una galería. Si tratamos de convertir cada detalle en
alguna realidad literal, antes de ver y sentir el cuadro total, habremos
desmembrado el cuadro y emasculado su fuerza visual y dramática. En las
imágenes simbólicas del Apocalipsis, es perfectamente posible que un solo
detalle tenga dos significados distintos (las siete cabezas son siete montes,
y son siete reyes, 17:9-10) e igualmente posible que algún detalle no tenga
ningún referente externo sino que sea simplemente un detalle pictórico del
cuadro.

(5) Por su propio género literario y por los muchos siglos que han pasado, los
libros apocalípticos (incluso el de Juan) iuncluyen detalles que ahora no
podemos descodificar, porque hemos perdido las claves de interpretación.
Eso no debe sorprendernos, ya que se trata de escritos con códigos mucho
más sutiles (algo así como nuestras caricaturas políticas o como los
chistes) que en aquel entonces los lectores entendían pero que hoy no son
siempre explicables.

(6) Es importante recordar que las visiones no son necesariamente literales.


Su forma narrativa y sus detalles dramáticas fácilmente dan la impresión de
que las cosas van a pasar exactamente como se describen. Pero ya hemos
visto que la literatura apocalíptica utiliza esencialmente el lenguaje
simbólico. Mientras otros géneros priorizan el lenguaje literal, en este
género la primera sospecha es que sea simbólico al menos que otras
razones indican lo contrario. En el Apocalipsis de Juan, muchos pasajes
deben entenderse simbólicamente aunque no traigan lenguaje comparativo
("como", "parecía", etc). En 19:11-15, Juan dice que apareció un caballo en
el cielo y Cristo vino montado a caballo, sin nada de términos de
comparación, pero es obviamente simbólico (la segunda venida no será a
caballo).

(7) Puede sorprender a algunos darse cuenta también que las visiones no son
necesariamente predictivas. En los relatos de visiones, los verbos suelen
aparecer en tiempo pasado, no futuro, porque se refieren al momento en
que el autor apocalíptico había recibido la visión. Generalmente hay poco o
nada en el relato para indicar que esté anunciando algo que vaya a pasar
en el futuro. Muchas visiones en el Apocalipsis simplemente describen
verdades espirituales sin pretender predecir sucesos futuros. La visión del
hijo de hombre (Apoc 1), del trono y el Cordero (Apoc 4-5) y de la media
hora de silencio (8:1-4), no deben entenderse como predicciones de futuros
acontecimientos. Si el lector opta por interpretar las visiones de las
trompetas y las copas como vaticinios de sucesos futuros específicos, eso
es decisión de ese intérprete a menos que demuestre del mismo texto que
la visión tuviera una intención predictiva.

(8) Un ejemplo dramático de este hecho es la interpretación del "666" de


Apocalipsis 13:16-18. Casi todo el mundo cree que esto anuncia una futura
acción de la bestia (que ellos identifican con el Anticristo) al final de la
historia. Sin embargo, Juan claramente identifica a la bestia con el imperio
romano de su propia época (17:9-11), y en 13:16 los verbos son pasados
("puso a todos una marca") sin nada que indique que se refiere
necesariamente a una acción futura. Es más coherente, en este caso,
entenderlo como una descripción en visión del poder económico del falso
profeta (probablemente el Sumo Sacerdote del emperador en su templo en
Efeso) o simplemente una descripción general de la estrangulación
económica de sistemas imperialistas. Eso estaría más de acuerdo con el
género literario apocalíptico y con los datos del pasaje, y sería un mensaje
pastoral y práctico para sus comunidades.

PARÁBOLAS

La parábola es la narración, más o menos extensa, de un suceso imaginario del


que, por comparación, se deduce una lección moral o religiosa. Etimológicamente,
el nombre parábole corresponde al verbo paraballó, que literalmente significa
poner al lado, comparar. En efecto, la parábola se caracteriza porque implica la
comparación de objetos, situaciones o hechos bien conocidos (tomados de la
naturaleza o de la experiencia) con objetos o hechos análogos de tipo moral
desconocidos. De aquéllos (la imagen) se deducen éstos (la realidad que se
pretende enseñar). Imagen y realidad se encuentran en el tertium comparationis o
punto de comparación, común a ambas. Mateo 13:44-46 “la máxima ganancia
merece el máximo esfuerzo”.

Las parábolas, según C. H. Dodd, “son la expresión natural de una mentalidad que
ve la verdad en imágenes concretas en vez de concebirla por medio de
abstracciones”. La utilización de este modo facilita la comprensión de una verdad
espiritual, a la par que contribuye a fijarla en la memoria, pues no es una verdad
que se recibe directamente sino que se descubre mediante el proceso mental
comparativo por parte del oyente.

Jesús, el gran Maestro, no podía ser indiferente a este elemento pedagógico.


Prácticamente todas sus grandes enseñanzas las presentó valiéndose de él. El
término parábole lo encontramos cuarenta y ocho veces en los sinópticos en
relación con enseñanzas de Jesús. Y aún podríamos señalar un buen número de
textos parabólicos en los que no aparece la palabra de modo expreso.

Interpretación

Por su misma naturaleza, las parábolas se prestan a ser interpretadas siguiendo el


método alegórico, con todos los inconvenientes que éste lleva aparejados.

La historia de la interpretación bíblica, desde los primeros siglos hasta nuestros


días, nos muestra la facilidad con que muchos expositores han alegorizado los
textos parabólicos, dando a cada persona, a cada objeto y a cada acción un
significado particular.

Este modo de interpretar nos introduce en un bosque de detalles cuajados de


“lecciones” espirituales, las que el intérprete ha creído descubrir; pero no se llega
a encontrar el significado original de la parábola, que es lo que importa. Siempre
debe tenerse presente que, por lo general, con cada una se pretende enseñar una
lección básica. La tarea del intérprete es extraer correctamente esa lección, sin
distraerse en un intento de enriquecer su exposición con múltiples analogías
ajenas al propósito de la narración.

En toda parábola debe distinguirse entre el continente y el contenido, entre la


imagen y la realidad que la imagen representa; entre los detalles del relato y las
enseñanzas que éste entraña. Y es el contenido, la realidad, la enseñanza, lo que
se debe buscar.

Normas Interpretativas

Lo expuesto constituye la base sobre la cual debe realizarse la exégesis de las


parábolas; pero puede completarse con algunas reglas igualmente fundamentales:

1. Determinar la verdad central. El intérprete ha de preguntarse en todos los


casos: ¿Qué quiso enseñar Jesús? La respuesta será simple. No hay ningún
ejemplo claro en que el Señor, con una misma parábola, quisiera enseñar varias
lecciones. Para precisar la verdad central es necesario tomar en consideración los
siguientes factores:

a) Contenido esencial. Ha de analizarse la parábola observando los protagonistas,


su carácter, el progreso de la acción, su punto culminante, así como las palabras
que se repiten o que presentan un especial relieve.

b) Ocasión. La situación particular que motiva la parábola siempre es iluminadora.


¿Cuándo fue referida? ¿En qué circunstancias? ¿Fue dirigida a alguien en
especial? ¿A quién? ¿En qué actitud espiritual se encontraban los oyentes?.

c) Fondo cultural y existencial. Las parábolas se basan en elementos tomados de


la naturaleza y de la actividad humana; pero a menudo tales elementos tenían un
carácter simbólico. Si nosotros queremos captar objetivamente el significado de
una parábola, hemos de situamos en el plano cultural de quienes la escucharon de
labios de Jesús. Asimismo, inseparablemente del aspecto cultural debe tomarse
en cuenta la situación existencial de los primeros oyentes y de la decisión con que
la proclamación del Reino de Dios los enfrentaba.

d) Posible paralelismo con otros textos. Algunas parábolas tienen marcada


semejanza con otras o son referidas con alguna variante por dos o más
evangelistas. En ambos casos la comparación es útil, bien para confirmar bien
para enriquecer su significado. El paralelismo puede extenderse provechosamente
a otros textos, especialmente a parábolas o metáforas del Antiguo Testamento.

e) Observaciones hechas por Jesús mismo. En no pocas parábolas, antes o


después del relato, hallamos alguna frase de Jesús que determina la verdad
central. Las palabras del Señor sobre el deber de perdonar “hasta setenta veces
siete” (Mt. 18:21-22) nos dan claramente la clave para fijar la enseñanza capital de
la parábola de los dos deudores.

3. Comparar la verdad contenida en la parábola con la enseñanza global del


Nuevo Testamento. Una interpretación que discrepe del tenor general de la
Escritura o de cualquiera de sus doctrinas fundamentales debe ser rechazada.

Como norma general puede decirse que, aunque algunas parábolas pueden
enseñar o ilustrar una doctrina, ninguna debería ser usada para probarla o
apoyarla.

En todos los casos, cualquier aspecto del Reino o cualquier doctrina que parezcan
hallarse contenidos en la parábola como enseñanza sustancial, antes de su
reconocimiento como tal, hemos de analizarlo comparándolo con los textos
fundamentales de la Escritura. Y en ningún caso ha de permitirse que los
presupuestos teológicos impidan distinguir lo que sin ellos probablemente se vería
de modo más claro y natural. Sólo así los mensajes de las parábolas llegarán a
nosotros con el encanto de su auténtico significado y con la plenitud de su fuerza
original.
BIBLIOGRAFIA

* J. M. MARTINEZ, Hermenéutica Bíblica.

* TOMAS DE LA FUENTE. “Claves de Interpretación Bíblica”. (Edición


Actualizada).

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