Merarit Viera. El Contexto Como Acertijo.

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Mónica Inés Cejas

“[…] el asunto es cómo contextualizamos sin separar el contexto,

Coordinadora
Mónica Inés Cejas es profesora-investigadora
sin descontextualizarlo del problema que queremos analizar, de de la Maestría en Estudios de la Mujer y del
las vidas de las mujeres que relatamos, de nosotras mismas. Cómo Doctorado en Estudios Feministas del Departa-
tejer ese contexto de modo que sea la carne de la reflexión, la red mento de Política y Cultura en la Universidad
Autónoma Metropolitana ( )-Xochimilco. Es
El contexto como acertijo
de arterias y venas por donde corren nuestras ideas y a la vez la
doctora en Estudios Internacionales y Cultura-
que nos permite ver y entender ‘de otro modo’ las vidas que
les por la Universidad Tsuda de Tokio, Japón.
animan nuestros relatos y las relaciones de poder que las afectan. Sus líneas de investigación son mujeres, nación
¿Cómo evitar hacerlo un telón de fondo? No el paisaje que da y ciudadanía; activismo desde la cultura; movi-
marco a lo que relato, sino el relato mismo. De eso se trata y cómo mientos de mujeres y políticas de género en
lo hago en clave feminista” (Cejas, 2018). Sudáfrica; feminismos en África y políti-

El contexto como acertijo


cas de la memoria. Ha publicado, entre otros
Este libro es una invitación a pensar el contexto en las investi-
libros, Leer y pensar el racismo (Universidad
gaciones de otro modo a partir de las claves teóricas y metodoló- de Guadalajara, 2004); Igualdad de género y
gicas que nos ofrecen el pensamiento feminista y los estudios participación política: Chile, China, Egipto,
culturales como lugares de intervención política e imaginación I z t a pa l Liberia, México y Sudáfrica (El Colegio de
teórica. Es expresión también del modelo de crítica cultural femi-
a pa México / Centro de Estudio de Asia y África,
nista que nos impulsa: defender fantasía como articulación de lo 2008); Mujeres y ciudadanía en México: estudios
de caso ( -Xochimilco / Itaca, 2011); En la
C posible en medio de una lucha por los significados y una manera encrucijada de género y ciudadanía: sujetos
M de rezurcir los peligros de la “historia única”. políticos, derechos, gobierno, nación y acción po-
Y lítica ( -Xochimilco / Itaca, 2011); Muje-
CM
Colaboran en este volumen Mónica Inés Cejas, María Teresa res frente a las paradojas de la ciudadanía
MY
Garzón Martínez, Luis Gilberto Martínez Tello, Alethia Montalvo ( -Xochimilco / Terracota, 2016); Feminismo,
González, Susana Navarrete López, Elsa Pastor Cordero, Kenia cultura y política. Prácticas irreverentes ( -
CY
Xochimilco / Itaca, 1 ed. 2016; 2 ed. 2019), y
CMY
Salas, Iliana Váquez Díaz y Merarit Viera Alcazar. Sudáfrica post-apartheid: nación, ciudadanía,
K
gobierno, movimientos sociales, género y sexua-
lidades ( -Xochimilco / MC, 2017).

Mónica Inés Cejas


Coordinadora
FEMINISMO, CULTURA Y POLÍTICA
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
Rector general, Salvador Vega y León
Secretario general, Norberto Manjarrez Álvarez

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA-XOCHIMILCO


Rectora de Unidad, Patricia E. Alfaro Moctezuma
Secretario de Unidad, Joaquín Jiménez Mercado

DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES


Director, Carlos Alfonso Hernández Gómez
Secretario académico, Alfonso León Pérez
Jefa del Departamento de Política y Cultura, Alejandra Toscana Aparicio
Jefe de la sección de publicaciones, Miguel Ángel Hinojosa Carranza

CONSEJO EDITORIAL
Aleida Azamar Alonso / Gabriela Dutrénit Bielous
Diego Lizarazo Arias / Graciela Y. Pérez-Gavilán Rojas
José Alberto Sánchez Martínez

Asesores del Consejo Editorial: Luciano Concheiro Bórquez


Verónica Gil Montes / Miguel Ángel Hinojosa Carranza

COMITÉ EDITORIAL DEPARTAMENTAL


Pablo Mejía Montes de Oca (presidente)
Clara Martha Adalid Urdanivia / Juan José Carrillo Nieto
Harim Benjamín Gutiérrez Márquez / Ana Lau Jaiven
Marco Antonio Molina Zamora / Esthela Sotelo Núñez
Luis Miguel Valdivia Santamaría / Ricardo Yocelevzky Retamal

Asistencia editorial: Varinia Cortés Rodríguez


FEMINISMO, CULTURA Y POLÍTICA
El contExto como acErtijo

Mónica Inés Cejas


Coordinadora
Feminismo, cultura y política. El contexto como acertijo,
de Mónica Inés Cejas (coordinadora)

D.r. © Universidad Autónoma Metropolitana


Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco
Calzada del Hueso 1100, Colonia Villa Quietud
Coyoacán, Ciudad de México, C.P. 04960
Sección de Publicaciones de la División de Ciencias Sociales y Humanidades

[email protected]
http://dcshpublicaciones.xoc.uam.mx
isbn uam: 978-607-28-1820-0

Diseño de portada: Rocío Isela Cruz Trejo

D.R. © David Moreno Soto


Editorial Itaca
Piraña 16, Colonia del Mar

editorialitaca.com
isbn Itaca: 978-607-8651-41-2

Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico


ÍNDICE

Introducción. De forcejeos y abrazos con ángel(a)s


para pensar el contexto
Mónica Inés Cejas 9

Confía en la historia: construir contextos radicales


desde el presente fallido y el futuro utópico
María Teresa Garzón Martínez

Experiencias y subjetividades periféricas


de mujeres jóvenes en torno a la maternidad.
El contexto bajo la lente de la interseccionalidad
Iliana Vázquez Díaz 45

Hacer colectiva desde la frontera: afectos


en el activismo punk y feminista de Tarantella
Merarit Viera Alcazar 73

La Tijuana como contexto de mujeres borderlands


Alethia Montalvo González

Liderazgos populares femeninos y la reconstrucción


del “tejido social” en la colonia Nuevo Triunfo
de la ciudad de Chihuahua
Susana Navarrete López

Contexto y cine: (re)domesticidad, pánico moral


y sexual en el melodrama Con quién andan nuestras hijas
Luis Gilberto Tello

y artístico en el sur global: Zanele Muholi y Mujeres Públicas


Mónica Inés Cejas 191
Feminicidio en contexto: cultura y poder
en la lente de la prensa del Estado de México
Kenia Salas

Mujeres ñuu saavi, las que seguimos viviendo


en el pueblo de la lluvia en un contexto excluyente
del acceso a la tierra comunal
Elsa Pastor Cordero
HACER COLECTIVA DESDE LA FRONTERA:
afEctos En El activismo punK
y fEminista DE tarantElla

Merarit Viera Alcazar*


En la cotidianidad en donde la urgencia de vivir se
convierte en la maravilla de vivir, a pesar de la ur-
gencia, existe una aún por imaginar,
descubrir o habitar, llena de “materias primas”
enormemente aprovechables para acercarnos a las
metas que ocupan a quienes tenemos claro que ha-
cen más falta que nunca los feminismos.
Langle de Paz (2018: 19).

Para el grupo de mujeres que protagonizan este escrito (incluyéndome), ac-


ciones como bailar, escribir y hacer música tienen su origen en metáforas
de la emoción que se expresan en afectos; éstos impulsan los cambios me-
diante el vaivén del cuerpo, encarnan lo cotidiano desde el feminismo y la
frontera. Así, partiendo de la emoción y, por tanto, desde los afectos, nace
en Tijuana la colectiva Tarantella, un grupo de mujeres, amigas, artistas

miras a cumplir objetivos políticos desde el punk y el feminismo. En honor

experiencia, nuestra experiencia. En particular me interesa ahondar cómo


entre las Tarantellas las prácticas feministas se dieron de forma colaborati-
va, pues nos impulsaba la urgencia de vivir y hacer colectiva1 en un contexto
que exigía radicalmente reconocer nuestras emociones y afectos.

*
Es doctora en ciencias sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana (uam)-Xochi-
milco, maestra en estudios socioculturales por la Universidad Autónoma de Baja California
(uabc uabc-Tijuana. Actual-
mente es profesora investigadora, integrante del área de investigación “Mujer, identidad y
poder” del Departamento de Política y Cultura de la uam-Xochimilco. Sus investigaciones se
inscriben en la línea de estudios feministas, estudios culturales y juventudes.
1
Hablo de hacer colectiva en el sentido y la tradición del activismo y de las prácticas polí-
ticas feministas que implican la acción colectiva entre y por las mujeres. Así pues, entiendo la
colectiva como el proceso y el resultado de la actividad de un grupo de mujeres cuyos objetivos
producen a su vez afectos que nos mueven a cumplir nuevos objetivos de movilización social
hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

La frontera es fundamental en este análisis, no sólo porque geopolíti-


camente la colectiva desarrolló su vida en Tijuana, Baja California, sino

nuestras experiencias como jóvenes, mujeres, punks y feministas; es decir,


in the border
del país y al borde de nuestros deseos políticos. Pienso la frontera como un

“estar juntas” en lo que se concibe como un posicionamiento político que de


alguna manera nos sitúa en la ciudad de Tijuana y frente a las otras perso-
nas, sí, de manera radical.
Para el análisis parto de diversas epistemologías feministas y de los es-
tudios culturales, ya que unas y otros permiten desentrañar, primordial-
mente, las relaciones de poder que se entretejen cuando un grupo de muje-

procesos de construcción colectiva entre mujeres desde un contexto fronteri-


zo que produce y es producido por sus afectividades en el “estar juntas”. Si-

es un camino que intenta “mapear las multiplicidades y heterogeneidades


temporales, espaciales y causales, así como las interacciones de múltiples

alrededor de una problemática. De ahí que hacer colectiva sea parte de un

caso fronterizo, el cual posibilita prácticas de lucha y de poder; éstas enmar-


can esfuerzos para

crear relaciones y formas de organización (por ejemplo, de los conjuntos rela-


cionales, formaciones discursivas, aparatos de poder y alianzas políticas espe-

los campos de fuerzas, una nueva comprensión del presente y posibilidades de


futuro .

El hacer colectiva entre mujeres punks representa una lucha política don-
de se conjuntan trabajos intelectuales y artísticos con prácticas cotidianas

afectivo de “ser amigas”, entre sí y con otras personas; impulso que no nos
exime de nuestras propias relaciones de poder. Por ello, este trabajo es un

En ese sentido, la colaboración de Alethia Montalvo González para este libro nos permite
ser mujeres bordelands en La Tijuana.
mErarit viEra

intento de realizar el ejercicio que Mónica Cejas (en su capítulo para este

diversidades y texturas posibles imaginadas) sean sujetos de enunciación”;


que fa-
ciliten transformar nuestra realidad y vivir de manera digna y feliz. Por ello,

la colectiva Tarantella en la frontera, somos jóvenes que hacen cultura en


su cotidianidad, es decir, inmersas en diversas formas de poder que nos in-
terpelan como mujeres, feministas y punks, y que además nos permiten o

de la ciudad. Por el contrario, es constantemente acallada e invisibilizada.


Mi posición ante este análisis no es imparcial. Mi acercamiento a la pro-
blemática es personal, íntimo, ya que es inevitable no reconocerme como
una mujer fronteriza y punk que formó parte de la colectiva Tarantella.
Por ello, el principal camino metodológico que guía este análisis fue la ela-
boración de una autoetnografía, la cual me permitió, siguiendo a Adrián

la oportunidad de reconocer experiencias y saberes compartidos. Este mé-

procesos de investigación. En ese sentido, “la autoetnografía hace pie en las


emociones y en cómo [quien investiga] siente todo el tiempo el intercambio
con las y los otros; el reconocimiento de sus propias experiencias le invita a
ocupar una posición no estática sino dinámica y ‘jugar’ con su centramiento

a la que intento comprender de manera compleja desde las emociones y sus


afectividades en el contexto de frontera que me interpela en Tijuana y en
la Ciudad de México (lugar donde resido actualmente). Reconozco la expe-
riencia como un nudo articulador importante en el análisis de construccio-
nes colectivas. Coincido con Sandra Harding en que la “experiencia para el
análisis social tiene implicaciones evidentes en la estructuración […] de la
-
jeres (en general), pues han sido ellas —sobre todo aquellas en condiciones
de subalternidad— quienes históricamente han luchado por hacer valer sus
voces como importantes para el análisis histórico, social, político y cultural,
y así visibilizar sus luchas.

Concepto también explorado por Mónica Cejas en este libro.


hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

De ahí que este trabajo refute la construcción de epistemologías sexistas

cuenta las experiencias de mujeres, y que mediante discursos de poder ins-


titucionalizados desde el siglo xvi se instauraron de manera hegemónica en
América Latina. También considero necesario aclarar que en el proceso de
este trabajo hubo una constante oscilación entre mi propia experiencia y

mis amigas, quienes desde la sociología y la antropología más tradicionales


deberían considerarse solamente “sujetos de estudio”.
Este texto se divide en tres momentos. El primero aborda la frontera
como un contexto complejo que posibilita el proceso de construcción colecti-

Tarantella como el resultado de un proceso de “estar juntas”, proceso impul-


sado en la frontera por la necesidad de compartir los intereses y experien-

las coyunturas que se experimentan en la colectividad al borde, donde las


emociones y los procesos afectivos de amistad se conjuntan para disparar
momentos de tensión entre el ser y el hacer política, pero también como un
-
tivo que permitan cumplir objetivos políticos y de transformación.
A modo de advertencia, es importante señalar que no pretendo hacer una
historia lineal de las colectivas de mujeres en la frontera, pero sí trazar una
cartografía que explique articulaciones políticas que posibilitan la construc-
ción colectiva y el impulso de “estar juntas” para transformar una realidad
social y personal donde las emociones y los procesos afectivos siempre se

la frontEra tijuanEnsE: EntrE los barEs,


las maquilas y El fEminismo

Para las mujeres, la necesidad y deseo de compar-


tir afectividad entre sí no es patológico sino un res-
cate, y es dentro de este conocimiento que nuestro
poder verdadero se redescubre. Es a esta conexión
verdadera entre mujeres lo que teme tanto el mun-
do patriarcal.
mErarit viEra

Mi plan estratégico en este escrito es abordar la frontera de manera caótica,


pero articulada y compleja. No puede ser de otra forma; los “límites” que
marcan una frontera a veces están bien delineados, pero en otras ocasiones
son difusos y hasta parece que quieren engañarnos. No podemos dejar de
concebirlos como caóticos. Por eso no hay otra manera de hablar de Tijuana
y de las mujeres que la habitan.
La experiencia de crecer en la frontera tijuanense suele tener un halo de
“inclusión y exclusión” con respecto a lo que se encuentra más allá del muro
( ).4 -
do de un muro que divide geopolíticamente no sólo el territorio físico sino
también el emocional y sus afecciones. Muchos de los habitantes de Tijuana
saben que son parte de la élite que puede cruzar ese muro para conocer lo
que el otro lado te ofrece, y existen muchos otros que viven con el sueño de
algún día poder cruzarlo. Sus habitantes entienden (entendemos) lo que la
cercanía a Estados Unidos implica, pero también lo que excluye. En el ima-
ginario colectivo de Tijuana, la ciudad suele ser un lugar de paso; a muchas
de las personas que llegan a ella las mueve el sueño de cruzar el muro, la
frontera, y asentarse en una vida considerada de “primer mundo”; quienes
se quedan en Tijuana lo hacen, entre otras razones, porque se acostumbra-
ron a ese sueño de “estar cerca”, de la inclusión (en el mundo gringo).
Tijuana es uno de los municipios de Baja California, el cuarto en tamaño.
Limita al norte con el condado de San Diego, California (Estados Unidos); al
oriente, con el municipio de Tecate; al sur, con las Playas de Rosarito, y al

puente para muchos migrantes que llegan para cruzar la frontera y cumplir
el “sueño americano”. Mario Ortiz Villacorta asegura que Tijuana en sus
inicios no era más que un montón de rancherías que se confundían entre Es-
tados Unidos y México; era una ciudad de paso donde “las noticias llegaban

El centralismo político del Estado mexicano olvidó por mucho tiempo


la frontera tijuanense; no fue sino hasta la década de 1960 cuando en Ti-
juana comienza a manifestarse un interés por la propia historia local. El

-
miento de la ciudad convocó a dos simposios para debatir sobre la fecha de

considerado virtualmente el origen de Tijuana como ciudad y no sólo un

4
En la frontera y en la jerga tijuanense la palabra
origen estadounidense como al territorio de Estados Unidos de América, en especial a su
frontera más cercana: el estado de California.
hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

montón de rancherías. Esta fecha rememoraba el inicio de la urbanización


de la ciudad, después de una larga lucha por parte de las familias Argüello
y Olvera, quienes eran las principales dueñas de las rancherías de Tijuana
y buscaban integrarla al país como una ciudad fronteriza. El plano para

Estado para construir un sentido de pertenencia, memoria e identidad de


sus pobladores. Fue una jugada de poder acordada que buscaba garantizar
la producción económica de la ciudad y sus ganancias.
Podríamos inferir que la fundación de Tijuana reforzó los límites de la
frontera, y que ello convirtió a dicha ciudad en una puerta de oportunidades
económicas para el Estado mexicano. Sin embargo, la identidad y memoria
de la ciudad estaban ancladas mucho más en el país vecino; es decir: estaban
permeadas por prácticas culturales que manifestaban una frontera más di-
fusa con Estados Unidos. El imaginario de la Tijuas de la perdición data del
año de 1919, cuando el senador republicano de Estados Unidos, Andrew J.
Volstead, lanza al Congreso la propuesta de la llamada Ley Seca en su país.
Dicha ley consistía en prohibir la producción, transporte, venta y consumo

ciudades fronterizas del norte, particularmente Tijuana, se convirtieran en


abastecedoras de todos aquellos que deseaban seguir consumiendo este tipo

para los estadounidenses un lugar de diversión y de perdición. La ciudad se


convirtió en el escape perfecto a las restricciones que su gobierno imponía.
Durante varios años, la ciudad sostuvo su economía mediante el comer-
cio del alcohol y la operación de casinos, e incluso empezó a ser reconocida
como el lugar ideal de muchos estadounidenses para vacacionar. Por un
lado, la cercanía de un lugar donde “todo estaba permitido”, y por otro, su le-
janía del resto de México, la convertía en un “pueblo de nadie y sin ley”. Or-

el auge económico fronterizo cerrando la frontera a las nueve de la noche y

visitantes; sin embargo, lo único que se propició fue el crecimiento del sector
hotelero de la ciudad, pues los turistas preferían quedarse en la ciudad toda
la noche y regresar a territorio estadounidense al siguiente día. La Tijuana
del party —por sus bares y prostíbulos— también se convirtió, en el imagi-
nario popular nacional, en una ciudad de violencia y riesgo (representación

“leyenda negra” de la ciudad, leyenda que desde la década de los años veinte
del siglo pasado ha sido alimentada por la cultura popular binacional. Ti-
mErarit viEra

juana la horrible, la ciudad del vicio, de la inmoralidad sin freno; la ciudad


del desarraigo social y económico que desnacionaliza cultural y lingüística-
mente (de ahí su característico e

se convierte asimismo en la ciudad de las oportunidades.


Entre 1900 y 1940, la ciudad estuvo prácticamente incomunicada del
resto del país; su economía dependía del país vecino, su inversión estaba
anclada en el turismo y la diversión de los gringos. Sin embargo, desde el

de consumo, de materias primas y de artículos mexicanos; ello movió al Es-


tado a instalar sistemas aduaneros de perímetros libres, lo cual permitió la
libre importación de mercancías (Hualde y Mercado, 1996). La frontera se
fortaleció con estos cambios económicos, y ello incrementó su migración. La
-
ro Cárdenas. La región norte representaba una fuerte preocupación para el
gobierno central, por lo que éste se dio a la tarea de fomentar su desarrollo
económico e industrial con diversos programas sociales. Uno de ellos fue el
“programa perímetros libres: zona de libre comercio que muchos líderes lo-
cales habían exigido como forma de liberar a las poblaciones fronterizas de

Mexican Farm Labor Pro-


) impulsó a mexicanos de ambos sexos a trabajar en el campo de Es-
tados Unidos; esto provocó que la población aumentara en la frontera norte
del país (sobre todo en Tijuana), pues muchas de las personas que siguieron
el “sueño americano” encontraron en el norte un lugar para asentarse. En las
-
miento de las maquiladoras en la frontera se da con el Programa Nacional
Fronterizo, cuyo objetivo era estimular “los adquisidores nacionales e inte-
grar económicamente a las ciudades fronterizas con el resto del país. Para ello
se proponía poner a disposición del mercado bienes y servicios que resultaran

La sustentabilidad de esta medida económica fue garantizada principalmente

El trabajo en la maquiladora ha sido uno de los más precarios en la histo-


ria laboral en México. Tanto Tijuana como Ciudad Juárez, así como otras ciu-
dades del norte del país, han sido y son ciudades fronterizas donde este tipo
de trabajo es parte de la vida cotidiana de las mujeres que las habitan. Pero
¿cómo se las representa? En Tijuana las mujeres son principalmente ima-

Este programa fue un acuerdo binacional que patrocinó el cruce legal y temporal de tra-
bajadores mexicanos a Estados Unidos.
hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

ginadas como trabajadoras sexuales (“la ciudad de la prostitución”),6 como


trabajadoras en las maquiladoras, como las novias de algún -
te, o bien como las que simplemente “deben cumplir la función que dicta su
género”. En este contexto, las mujeres en la frontera tijuanense han tenido
que participar en la dinámica de la ciudad; aunque buscan principalmente
oportunidades de empleo y de una vida digna en los espacios públicos, dicha
dinámica las ha enfrentado a una serie de representaciones vinculadas a los
imaginarios de -
rarse frente a) sus relaciones sociales y políticas en sus prácticas cotidianas.
En ese sentido, Melissa W. Wright, en un estudio sobre Ciudad Juárez,
nos habla de la imagen de
popularmente como un sujeto contaminado por la calle que, a su paso, con-
tamina todo lo asociado con ella: la familia, la ciudad, la cultura, la nación”
mujeres en la frontera que trabajan, participan y actúan en
los espacios públicos de la ciudad —como en la maquila, en los prostíbulos
o en los escenarios musicales—, son también representadas como mujeres
públicas que, simultáneamente, se deben apegar a las normas masculinas
de dichos espacios; y aun cuando cumplan las reglas y normas que las su-
bordinan, siguen siendo consideradas “contaminadas” y contaminantes del
orden patriarcal y de género.
La idea de “mujer pública” se hace extensiva también a las mujeres activis-

en Ciudad Juárez, al buscar desmentir el discurso del Estado sobre la violen-

político como ciudadanas, la imagen de la mujer pública. En el contexto tijua-


nense, las mujeres públicas han estado igualmente presentes “contaminando
el orden patriarcal” desde el activismo feminista, es decir, promoviendo una
ser mujer en la frontera.
En Tijuana, “La Tijuana”, “La Tijuas”, el activismo feminista se hace pre-

surgió la Casa de la Mujer “Grupo Factor X”, impulsada por Carmen Vala-

6
-

ciudad lanzó una campaña llamada “Tijuana Coqueta”: su publicidad exhibía bares de la zona

dirigida a hombres y sobre todo a extranjeros. Véase “Campaña Tijuana Coqueta promoverá

La que está atravesada también por la condición de clase.


mErarit viEra

dez, una feminista residente en la ciudad que mediante charlas colectivas


con otras mujeres puso en marcha acciones para encarar la prohibición del
aborto en México (un tema transversal dentro de los grupos feministas, no
sólo de Tijuana sino del país). En el año de 1994 este grupo, ya consolidado
como “Factor X”, empezó a tratar el tema de las trabajadoras de la maquila
atendiendo a la necesidad de responder y construir estrategias que las mis-
mas tenían en torno a la violencia, máxime cuando ellas poseían un estatus

de la organización dirigida a trabajadoras de la maquila y, en menor medi-

contra las mujeres, derechos sexuales y reproductivos, y derechos laborales.

funcionar como tal, pero no sin haber construido una serie de redes y grupos
que se orientaron a la capacitación y a otras acciones solidarias con otras
mujeres, lo cual se manifestó en dos de sus logros más importantes: la Red
Mexicana de Trabajadoras de la Maquila, y la Red de Solidaridad de la Ma-

con el Centro de Información para Trabajadoras y Trabajadores (Cittac) por


los derechos de las mujeres. Cuestión capital, ya que lejos de disminuir la
violencia (en sus diversas expresiones) hacia las mujeres, comenzó a hacer-
se más notoria.9

Baja California. Ahí conocí a Inés Castillo, quien había participado activa-
mente en Factor X de 1994 a 1999. Ella asegura que “ahí me hice feminista
10
-

Actualmente Carmen Valadez sigue trabajando en el activismo feminista, y aunque su


lugar de residencia ya no es Tijuana sino Guadalajara, ella es un referente fundamental del
feminismo para muchas de nosotras en la actualidad y para las colectivas que se van forman-
Facebook y, mediante
una plática más llena de recuerdos que de datos históricos, me contó un poco del desarrollo
de Factor X, de la Colectiva Feminista Binacional (de la que yo misma fui parte) y de su vida

imaginarios de la ciudad, siempre se han asociado más con Ciudad Juárez que con Tijuana.
Desde la década de 1990, el alto índice de feminicidios en Ciudad Juárez acaparó la atención
de los medios de comunicación y esta ciudad se convirtió en un foco rojo de violencia de género.

10
Comunicación personal vía Facebook
además de ser una de las principales artistas de punk rock de la ciudad, es activista, mamá
y rockera. Inés fue parte de la banda Manos Sucias, Los Adixión y Parche de Ira. Debido a su
maternidad puso una pausa a la música, aunque ocasionalmente participa en algunos pro-
yectos. Ella fue mi compañera musical en las dos primeras bandas mencionadas (ella como
vocalista y yo como bajista).
hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

cipar en la conformación de la Colectiva Feminista Binacional, trabajando


con el Cittac y con la Otra Campaña (zapatista). El trabajo con mujeres de
la maquila no cesó. Por entonces el principal tema que tratamos en la co-
lectiva mencionada fue la violencia que se vivía en esos espacios de trabajo:
-

feminista en la ciudad, pero con el halo de esperanza que alentaba el cambio


desde el zapatismo en la frontera tijuanense.11
Los movimientos feministas en México han luchado por hacer visible lo
invisible, lo normalizado. Las luchas contra la discriminación por diferencias
sexuales, de género y raciales, entre otras, y las luchas en pro del derecho al
trabajo, a la no violencia, a la salud sexual y reproductiva, han sido urgentes.

Guiadas por lemas como “lo personal es político”, las feministas llevaron lo
privado a lo público y señalaron entre otros malestares que se percibían y de-
mandaban en la época, la exclusión, la discriminación, la violencia, las dobles
jornadas, el acoso, el matrimonio obligatorio, el aislamiento en el hogar y la
heterosexualidad como única forma de vida, así como la maternidad no deseada

En Tijuana, el feminismo se encuentra entre mujeres que reconocen las


necesidades del contexto que habitan. Está presente en el hecho de estar
juntas sobre lo que es urgente atender; pero sobre todo se
articula para entender mejor su realidad, su contexto, con miras a transfor-
marlo en la medida de sus posibilidades. Grossberg asegura que el contex-
tualismo radical se encarna en la articulación que

logra nombrar los procesos de producción de realidad y del poder (determinación


y afectividad) […] Es la práctica transformativa o el trabajo de hacer, deshacer y
rehacer relaciones y contextos, de establecer nuevas relaciones a partir de viejas

11
No ahondaré sobre el zapatismo y la frontera norte; sólo quisiera enfatizar que en Tijua-
na mucho de lo que se construyó como política activista feminista, o como política de “izquier-
da”, fue lo que la otra frontera (la frontera sur) impulsaba con el movimiento zapatista. Véase

parte de la Colectiva Feminista Binacional adherente a la Otra Campaña, fuimos visitadas


por las comandantas Susana y Ramona, y nuestra charla estuvo orientada a comprender las
problemáticas de las mujeres en la frontera y a buscar puntos de intersección en nuestras lu-
mErarit viEra

La colectiva Tarantella tiene estos antecedentes de lucha, de acción co-


lectiva feminista y de afectividad. He mencionado constantemente la afecti-
-
dor del devenir colectiva entre mujeres, por cuanto permea las coyunturas
y tensiones en el hacer y ser juntas
el proceso emocional-político de afectos que entra en juego cuando se siguen
objetivos de transformación de la (su) realidad como (y entre) mujeres. En
ese sentido, la amistad se hace presente como parte de una construcción que

interpelan a una estructura opresora masculina. Entiendo entonces la cons-


trucción de colectivas de mujeres como la posibilidad de construir desde el

la potencia de acción, como señala Audre Lorde, no sólo implica el proceso


de transformación y de cambio que se da cuando, al juntarse, se provoca una
sensación de terror en el mundo patriarcal; la amistad política entre mujeres
es dinamita que deja ver otras maneras
La frontera, entonces, no puede ser pensada como estática. La frontera en
Tijuana se construye y reconstruye constantemente; a veces por el muro, a
veces por la noche y en sus bares, a veces por las condiciones de trabajo en la
maquila, a veces por el continuo movimiento de la población migrante, a ve-
ces por los feminismos que se gestan y desarrollan entre mujeres; y otras mu-
chas veces por el incesante deseo de hacerla desaparecer. Y claro está, por la
combinación compleja y dinámica de todo esto. La frontera se dibuja también
en las luchas que las mujeres construyen desde su ser borderlans (Montalvo,

de la música, lo cual es parte de la historia de “La Tijuana”, también mujer.


La frontera, bordeland, encarna en arte, en música: en mujeres punks.

lo quE El punK y El fEminismo junta


quE no lo sEparE El patriarcaDo

Movimiento Riot Grrrl

La frontera de Tijuana también construye gran parte de su memoria cul-


tural a través de la música. Como ya lo he mencionado, los bares y la vida

La autora hace referencia a Montalvo en este mismo libro.


hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

nocturna fueron una de sus principales características, y la música que


amenizaba estos espacios de ocio, en especial el rock and roll, siempre es-
tuvo presente (Valenzuela, 1999). Tijuana, considerada “la cuna del rock”
en México, impulsó a los sectores juveniles a vivir de la práctica musical,
y también a crear estilos de vida en torno a ello. El punk llega a Tijuana

escena rockera de la ciudad en esa década, convirtiéndose así en vehículo de


expresión de las y los jóvenes fronterizos con una postura crítica respecto a

El punk rock, -
glaterra y en Estados Unidos, fue un movimiento musical protagonizado por
jóvenes que principalmente cuestionaban los estándares estéticos de la mú-
sica institucionalizada (desde la música clásica hasta el rock and roll más

aseguran que el término “punk” fue popularizado por la crítica estadouni-


dense para referirse a las bandas de rock and roll que tenían sonidos sucios
y simples en su estructura musical de ejecución. En este caso, el principal
motor del punk no era “alcanzar el talento y el profesionalismo en la músi-

Este origen de cuestionamiento a la institucionalidad musical deja ver que


el punk es más que simple estética: es la manifestación política de jóvenes de
clase media, principalmente hijos de obreros, que rechazaban la hegemonía
y la institucionalidad. Se sumaba a ello una ética de autogestión que se hizo
famosa mediante la frase “hazlo tú mismo” (Do it yourself). Este ideal políti-
co imbuido en jóvenes rockeros trajo consigo símbolos que se expresaron en
prácticas estéticas —fachas, cortes de cabello, formas de vestir— irreveren-
tes que buscaban mostrar la “basura de la sociedad capitalista”. El punk era
un estilo callejero y pronto fue adoptado también por las mujeres.
“Las mujeres inventaron el punk rock, no Inglaterra”, es una frase pro-
vocadora e irónica. Fue utilizada en la década de los noventa por Kim Gor-
don, bajista de Sonic Youth, una banda originaria de Nueva York. En su
libro
como una provocación al debate sobre si el punk había nacido en Inglaterra
o en Nueva York, y para incitar a transformar el rol femenino en el punk.

anarquista frente a los convencionalismos masculinos. De ahí que uno de


mErarit viEra

sus referentes fuera Kathleen Hanna, una de las principales propulsoras


del movimiento Riot Grrrl.14
Las expresiones artísticas y políticas de las Riot Grrrl estuvieron asocia-
das principalmente a hacer fanzines y organizar tocadas16 donde las bandas

que tenían un corte sexista, y hacer evidentes los abusos que como mujeres
jóvenes experimentaban por decidir un estilo de vida asociado al punk, al
hard core, al
Do it yourself, que avalaba la importancia de la autoges-
tión punk, estaba presente cuando, por ejemplo, en el año
un concierto llamado Lady Fest, en Olympia, Estados Unidos, donde se pre-
sentaron proyectos de mujeres de diversos estilos rockeros y otras artistas
con un claro posicionamiento feminista que hacía énfasis en la crítica de una
escena dominada por símbolos masculinos.
Las integrantes de la colectiva Tarantella estábamos atravesadas por la
-
máticas que las mujeres sufrían en Tijuana. La cercanía de Estados Unidos,
y por ende el conocimiento del movimiento Riot Grrrl, tuvo incidencia en
la conciencia de las mujeres jóvenes de la frontera, por cuanto dicho movi-
miento exigía reconocer una escena dominada por hombres. En las décadas

a posiciones secundarias, como fans, novias o cuidadoras de chamarras (Vie-


-
virtió en una herramienta política para denunciar los diversos machismos no
sólo en las dinámicas sociales de la ciudad, sino también en los escenarios roc-

a articular (y a estudiar) la importancia de posicionarnos como feministas


en una ciudad que había adoptado el punk rock, el hard core y el ska (estilos
asociados con bases musicales e ideológicas punketas) como dominantes en la

Kathleen Hanna es música, activista y escritora. En la década de los noventa fue líder

Fue la propulsora del movimiento Riot Grrrl, el cual manifestaba desde una postura abierta-
mente feminista una crítica al punk, por su carácter masculino.
14
Este movimiento fue el legado de otras bandas de rock lideradas por mujeres de las déca-

aunque no necesariamente se habían organizado de manera colectiva, ya abordaban temas


feministas e interpelaban su posición subordinada como mujeres en la escena musical rockera.

las necesidades de quienes integran organizaciones políticas para denunciar alguna proble-

16
Conciertos organizados de manera autogestiva, generalmente no masivos.
hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

escena rockera de la ciudad. No podía ser de otra manera: el ethos de la ciu-


dad se adaptaba muy bien a estos ritmos y estilos musicales caóticos.
Nuestros encuentros fueron en y desde el punk, y desde ese cruce polí-

frontera donde estábamos condicionadas a ser para otros (a ser la mujer


trabajadora de la maquila, la novia del músico, la hija o hermana del dea-
ler de drogas, la prostituta), y nunca —o raras veces— las protagonistas y

de la Universidad Autónoma de Baja California, Inés Castillo me dijo: “De-


beríamos hacer una banda de punk rock. Tú puedes tocar el bajo y yo canto.
Hagamos una banda con sonidos sencillos, pero con contenido potente…;
hablemos contra el patriarcado, como Bikini Kill”. Yo no sabía tocar el bajo,
pero me compré uno con una beca que tenía en ese entonces; mi impulso de
hacer música con mi amiga me emocionó. Me invadía el miedo de no tocar
bien, se lo dije en esa plática y ella me contestó: “Claro que puedes hacerlo,
sólo hay que ponernos a practicar, hay que hacerlo”.
En Tijuana, las mujeres siempre han estado presentes en la escena mu-

en la escena punk rock de la ciudad: Vaginas Suicidas. En ese momento


sus integrantes no tenían una postura feminista. Inés y yo les criticába-
mos que no se posicionaran políticamente, pero ellas eran una fuente de
inspiración para nosotras, pues se subían al escenario y ponían el cuerpo

compañeras en dos bandas: Manos Sucias y Los Adixión; organizábamos


conciertos, éramos parte de la Colectiva Feminista Binacional. Junto con
otras compañeras de la escena, como Stefanie Vortex (Stefanie Bórquez),
compañera de la universidad, también punk, impulsábamos tocadas donde
siempre invitábamos a Vaginas Suicidas. Inés y Stefanie hacían fanzines,
ponían mesas de salud sexual y reproductiva, daban información sobre el
aborto y militábamos con la colectiva Feminista Binacional de la Otra cam-

Lady Fest bi-

integrantes de Vaginas Suicidas, Manos Sucias y Hell Dandys. Este reencuentro (denomi-
mErarit viEra

nacional
en todas nuestras intervenciones políticas: feminismo y punk.

político con Inés ni con las feministas de Tijuana, con quienes había cons-

-
tas sobre sí mismas. Su principal fuente de producción política fue la elabo-
ración de fanzines. En su primera publicación independiente ellas declaran:

hablar de cosas que no hablamos en otros espacios, para sanarnos de la chinga


del patriarcado que vivimos día con día, para visibilizar las dinámicas opresivas
de las estructuras de poder establecidas que se cuelan en cada momento de la
vida cotidiana, para denunciar y visibilizar el machismo, el sexismo, la misogi-
nia, la doble moral que permea la escena punk que dice luchar por la igualdad
[…]. Buscamos crear juntas un sentido de comunidad, porque unidas somos más
empoderadas, para hacer contrapeso, crear espacios seguros, amorosos, donde
todos los espacios están dominados por el individualismo y el patriarcado… (Co-

La unión entre mujeres fue el ideal que sostuvieron las integrantes de


la colectiva Tarantella. Las cinco mujeres que comenzaron este proyecto te-
nían sus propias trayectorias, tanto en el punk como en el feminismo: Inés
había sido parte de Factor X, de la Otra Campaña, de la Colectiva Feminis-
ta Binacional y de otras formas de activismo, y además vocalista de bandas
de la ciudad como Manos Sucias, Los Adixión y Parche de Ira. Sol Ho había

Tijuana; es bailarina gitana, actriz y una de las activistas punk más repre-
sentativa de la ciudad; Judith fue bajista de Vaginas Suicidas, vocalista
de la banda Rebelión Urbana y sigue participando activamente en apoyo
a la Caravana Migrante de latinoamericanos en Tijuana; Jo, como recién
llegada a Tijuana desde Alemania, estudiaba el punk en la frontera y se po-
siciona como feminista radical; impulsó el trabajo de la colectiva mediante
fanzines. Y Rocío, amante de la música punk, es fotógrafa y estudiosa de la
teoría feminista. Todas están posicionadas como anarquistas de clase me-
dia, todas tienen treinta y tantos (excepto Jo, que hasta hoy no cumple los

No hay mucho registro de ese concierto. En la búsqueda de alguna memoria del Lady
Fest, hallé algunos Grassroots Feminism Transnatio-
hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

treinta) y terminaron carreras profesionales asociadas a las humanidades y

Las cinco amigas que se juntaron en Tarantella ya tenían una historia


en común que involucraba tocadas punks, marchas feministas en la ciudad
y diversas formas de activismo artístico de izquierda, en apoyo a mujeres
migrantes, mujeres de la maquila, mujeres prostitutas, y siempre a favor
del aborto (muchas veces las manifestaciones y otras actividades estaban
relacionadas con el zapatismo que se había adoptado en la frontera). Yo
era considerada “miembra honoraria”, pues no residía en Tijuana sino en
la Ciudad de México. Sin embargo, siempre mantuve con ellas una relación
estrecha, pues en gran medida con cada una había compartido alguna de las
actividades mencionadas desde una conciencia crítica feminista.

clara intención de producir juntas un espacio que potenciara el poder entre


mujeres. En el primer fanzine de su autoría, ellas explican que

Tarantella es un baile del sur de Italia, se decía que cuando te picaba una ta-

picadas por la tarántula porque era la única manera en que podían desahogar las
frustraciones y las represiones de las que eran objeto en su vida cotidiana. Taran-
tella era, en ese contexto, escaparse de ser sólo en relación con los otros, de ser
quien sólo sirve para servir o como objeto sexual, es una manera subversiva de
liberarse a través de divertirse, de gozar de la música y el cuerpo propio sin repre-

Lo que unió a Tarantella fue la urgencia de reclamar su vida como mu-


jeres frente a las opresiones del patriarcado; querían saberse acompañadas
en ese reconocimiento por sus iguales, por mujeres que luchan contra las
violencias que permean sus espacios de acción bajo las normas masculinas;
y también por el cansancio “de ser un objeto público por el hecho de andar
en las calles, de ser las bonitas y no las talentosas, de ser un adorno, un
que promete ponernos
pedas19 para que nos puedan chingar, estamos cansadas de ser las chinga-

Las tarantellas reconocían en la frontera tijuanense la objetivación de


-
na punk rock. En efecto, los espacios de las tocadas de punk rock son los
mismos que se encuentran, casi siempre, cerca de la zona roja (zona de

19
En estado alcoholizado.
mErarit viEra

prostíbulos de la ciudad). Sabíamos que en el punk rock, y en las calles de la


ciudad, las mujeres pocas veces éramos consideradas sujetas “chingonas”;
más bien éramos “las chingadas”.
A la primera publicación de la colectiva, llamada Tarantella Zine
la siguieron otras dos: La construcción de “ser mujer”, Tarantella Zine II
Contra las violencias machistas, Tarantella Zine III
justo en esta última publicación que la colectiva integra a tres mujeres más

indirecta en sus acciones; a Miriam, quien había sido vocalista de Vagi-


nas Suicidas y Rebelión Urbana, y a Michelle, quien había sido parte de
la Colectiva Feminista Binacional, junto con Inés y conmigo, y activista en
Tijuana de la Otra Campaña. Nuestra inserción en la colectiva se debió al

bien no residíamos en Tijuana, compartíamos los malestares que atendía la


colectiva; aunque yo residía en la Ciudad de México, Miriam en Cuernava-

feministas de mujeres, lo que permitía establecer diálogos políticos y artís-


ticos más amplios.
Además de las publicaciones, también participamos en conversatorios
feministas, orgnizamos espectáculos relacionados con la danza, el punk y el
rock en general, y presentamos fanzines en diversas ferias independientes
de libros en Tijuana y en San Diego, en la Ciudad de México y en Cuerna-

siempre estuvo presente (y lo sigue estando), pero también lo estuvo el uso


de nuestros mejores recursos intelectuales para propagar el mensaje de “es-

como corazón de los estudios culturales:

Usar los mejores recursos intelectuales disponibles para lograr una mejor com-
prensión de las relaciones de poder (como el estado de juego y equilibrio en un
campo de fuerzas) en un contexto particular, creyendo que tal conocimiento dará a
las personas más posibilidades de cambiar el contexto y, por ende, las relaciones de
poder. Es decir, […] entender no sólo las organizaciones del poder, sino también las

nosotras, sobre nuestras similitudes como mujeres, como punks, como Riots
Grrrl, como fronterizas y como feministas. Y sobre cómo entendíamos nues-
tras luchas en común. Pero también nos enfrentamos a una realidad que
en Tijuana y en el resto del país (e incluso podría asegurar que en todo el
mundo) emergía: la visibilidad de las violencias a través de las denuncias
90 hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

públicas efectuadas mediante las redes sociales (Facebook, twitter, etcéte-


ra) como una herramienta de muchas mujeres para hacer oír sus voces.
Como amigas, las tarantellas nos sabíamos diferentes, a pesar de que
“como mujeres, nos han enseñado a ignorar nuestras diferencias o a verlas
como causa de separación y sospecha, en vez de apreciarlas como fuerza de
-
toria de vida que se encuentra y desencuentra en Tijuana, como principal
-
járamos en colectiva: “Una vez un amigo me dijo que Tarantella era una
colectiva que había durado ya mucho, porque en Tijuana las colectivas de
mujeres no duraban tanto, yo pensé, claro que va a durar mucho porque so-
mos amigas, entre nosotras no nos vamos a hacer mierda”
A pesar de la amistad y de los puntos de encuentro y desencuentro, los
retos a que nos enfrentamos como colectiva estuvieron asociados a coyun-
turas fundamentales que rebasaron nuestra capacidad de acción. Desde el
: la co-
lectiva Menstruando en Casa, la colectiva Féminas, por mencionar algunas.
Las urgencias y temáticas tratadas fueron en torno al cuerpo femenino, el
aborto, la menstruación y, en menor medida, a casos de violencia.
Tarantella hablaba constantemente de estar contra las violencias ma-
chistas en la escena punk de la ciudad; incluso el último fanzine había sido
dedicado a esa temática. Por ello esos retos se hicieron presentes, así como
las tensiones, los acuerdos y el agotamiento. Se produjo en la colectiva un
giro necesario, urgente, que dejó en suspenso el trabajo colectivo, pero no
por ello lo dio por acabado.
Todas nosotras trabajamos nuestros feminismos siendo conscientes de que
-
go; como anarquistas odiamos y amamos el límite fronterizo, pues éste nos
situaba en una especie de “privilegio” que nos permitió conocer un punk rock
crítico, pero criticable, desde nuestra posición en el “otro lado”, al sur de un
país explotador (Estados Unidos). Todas, de alguna manera, habíamos vivido
un activismo con mujeres de la maquila, con prostitutas, con mujeres jóvenes,
con migrantes. En el tiempo activo de Tarantella, antes de que se impusiera
la pausa
con un fuerte toque afectivo entre nosotras y de cada una hacía sí misma.

Hacer mierda, es decir, a destruir.


mErarit viEra 91

tEnsionEs En la coyuntura: pausa, continuiDaDEs


y rupturas En El hacEr colEctiva

Nosotras las mujeres tenemos una pesadilla […]


Tememos ver cómo nos hemos fallado una a la otra.
Tenemos miedo de ver cómo hemos incorporado los
valores de nuestro opresor a nuestros corazones.

Uno de los principales objetivos de este trabajo fue “lanzar la primera pie-
dra” en lo relativo a las necesidades urgentes de los feminismos actuales,
entre las que se encuentra pensar en las tensiones que generan pausas en
nuestro actuar, ese “descolocarnos” por no saber qué hacer en los momentos

estos lapsos de variada duración como pausas que demarcan continuidades

Decidimos todas —en consonancia con el principio de no tomar ninguna

un ciclo, pero no a nuestros posicionamientos políticos.


Estoy segura de que aun cuando en la colectiva Tarantella dejamos de
-
cando momentos para “estar juntas” —momentos que necesitan pasar por
procesos de deconstrucción y destrucción— y proseguiremos otras búsque-
das casi siempre basadas en el amor que exploramos en las fronteras físicas
-
cado y sus expresiones en la escena punk. Quienes fuimos parte de la colec-

las mujeres, para poder derribar los muros que coartan nuestra libertad.
En la frontera tijuanense, donde la cotidianidad de la ciudad nos recuerda
que estamos inmersas en formas de violencia contra las mujeres que han

feminista? Por medio de nuestros encuentros, de nuestro “estar juntas” en la


ciudad, develamos que nuestro posicionamiento nos exigía no ser ciegas a los
siguientes hechos: la ciudad de la “perdición” fomenta y produce una imagen
de las mujeres como meros objetos de placer, con sus prostíbulos; “la cuna del
rock” normaliza abusos de índole física y sexual hacia las mujeres en las prác-
ticas enmarcadas por sus escenarios musicales; en la ciudad permeada por
el “sueño americano” las migrantes tienen la doble necesidad de protegerse
apelando a sus derechos laborales (en la maquila) y de género (por cuanto si-
guen siendo víctimas de abusos y acosos sexuales). Nuestro trabajo colectivo
nos obliga a voltear a ver esta realidad, pero sobre todo a cuestionarnos en la
hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

escena punk tijuanense, donde nos encontramos, donde crecimos y militamos


como feministas. No hay una respuesta estática, hay un proceso.
En el último año de vida de la colectiva aparecieron los escraches de mu-
jeres que denunciaban violencias en diversos espacios laborales y artísticos
de Tijuana. El término “escrache” viene literalmente de “rayar” o “arañar”;
también se asocia a la técnica musical que se desarrolla al mover un disco
de vinilo y al sonido que produce: es un ruido agudo que “rompe” y “daña” al
propio disco. Desde los feminismos, el escrache ha sido retomado como una
estrategia para hacer públicas denuncias en torno a cualquier injusticia so-
cial, principalmente a las asociadas con formas de violencia contra las mu-
jeres. Esta metodología de acción es una manera de buscar justicia social; es
una estrategia que hoy en día se apoya principalmente en las redes sociales,
como Facebook o Twitter. Es una manera de hacer ruido ante el silencio de
lo que se considera “armonioso”.

al integrante de una banda de punk hardcore que, en un after party -


ta después de una tocada), intentó abusar de una chica—, desde la colectiva
apoyamos la denuncia. Este acontecimiento marcó el inicio de una coyuntura
importante en la vida de Tarantella. Entiendo por coyuntura una respuesta
política y de análisis a un periodo de inestabilidad, no por la contradicción
que representa sino por la articulación y condensación de múltiples luchas y

llama “un espacio problemático”: plantea sus propias preguntas y demandas

la necesidad de involucrarnos en este caso, postura que además contó con el


aval de otras colectivas feministas consideradas “más jóvenes”.
Este suceso marcó un cambio en la dinámica de la colectiva, y suscitó un
diálogo problemático entre nosotras y con la escena (integrantes de ban-
das, otras colectivas, con nuestrxs amigxs, parejas, etcétera). El proceso de

nuestros posicionamientos políticos; fue un aprendizaje radical, de raíz. Es-


toy convencida de que abrió el camino a la comprensión de que cuanto más
ricos sean nuestros esfuerzos, mientras más mapas construyamos y rela-
cionemos, tanto más clara será nuestra percepción de la coyuntura y tanto

Tres fueron los escraches que apoyamos. Primero fue la denuncia de una
chica que se acercó a una de las integrantes de la colectiva a pedir apoyo,
pues había sido víctima de abuso sexual por parte de un integrante de una
banda de la ciudad; la colectiva decidió contactarla con una psicóloga y faci-
litarle apoyo legal para hacer la demanda. El segundo caso fue el de otra chi-
mErarit viEra

ca que se acercó a la colectiva para pedir respaldo en la denuncia que había


hecho en una página feminista de la ciudad sobre un chico de una banda de
hard core que en un after party había intentado abusar de ella sexualmente.
Nos explicó que había logrado “escapar” de la casa donde se llevaba a cabo

al chico y ponían en duda la denuncia de la chica. Nosotras apoyábamos a

su acto, sin negarlo. Del tercer caso hablaré más adelante.


En los mencionados escraches, la colectiva apoyó a las chicas de manera
unánime. Expusimos públicamente los casos, y también a nuestra propia

la ciudad, en una calle —el Pasaje Rodríguez— que ha sido utilizada como
pasillo cultural en una muestra de Fanzines independientes en la frontera.
Nuestra enunciación fue cuidadosa; no queríamos caer en el “chisme” sino
evidenciar cómo en la escena musical punk de la ciudad las violencias hacia
las mujeres existían y habían sido (siguen) normalizadas. En ese momento
nuestro actuar como colectiva se fortaleció, pero nos enfrentamos de diver-
sas maneras a críticas de quienes integran la misma escena. Nuestros “com-
pas” (hombres y mujeres) cuestionaban nuestra posición; incluso hubo quie-
nes nos declararon: “la nueva inquisición feminista”. Comenzaron entonces
-
tos con “amigos”, “parejas”, y en general con quienes nos rodean y están
presentes en los escenarios cotidianos de nuestro actuar punk y feminista.
La necesidad imperiosa de una pausa en nuestro activismo se hizo pre-

las violencias machistas en la escena punk. El tercer escrache fue mucho


más fuerte: lo hizo un integrante varón de una banda fronteriza contra el
baterista de otra banda de Tijuana bastante famosa (de ska-punk), bateris-
ta a quien acusaba de “acosador y violador”. La acusación fue hecha en un
concierto de corte político-artístico en otra ciudad del país. En la denuncia
fue perceptible la indignación por el hecho de que la famosa banda de ska-
punk de Tijuana hubiera tenido el poco tino de presentarse en un concierto
así. El chico que hizo la acusación era parte de una banda cuya líder es
una mujer tijuanense, amiga nuestra, quien acudió a nosotras para solici-
tar apoyo: a pesar de no haber efectuado ella la acusación, se la crimina-
lizaba fuertemente, a ella y a su banda completa. Nuestra amiga apoyaba
la denuncia de su compañero de banda, pues de alguna manera —aunque
no eran “victimas” directas del acusado— lo conocían y sabían que era de
cuestionarse su participación en dicho concierto. Nosotras sabíamos que no

-
lectiva estaban de acuerdo con sostener la denuncia, pero otras sí. Entonces
94 hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

las conversaciones fueron largas para dirimir el dilema entre posicionarnos


de manera individual (en lo relativo a apoyar o no la denuncia) o hacerlo de
-
vo. Sin embargo, y aunque quienes sostuvimos la denuncia recalcamos que
lo hacíamos a título individual, los señalamientos que desacreditaban a la
colectiva se hicieron oír con fuerza, desaprobando “todo” nuestro trabajo.
Hubo silencios que en realidad fueron el resultado de nuestra perpleji-
dad y de nuestras emociones encontradas; no sabíamos cómo actuar frente
a quienes nos acusaban de apoyar una denuncia “sin sustento”. El acusado
comenzó a contactar a algunas de nosotras, en un esfuerzo por “convencer-
nos” de su inocencia. En la escena era poderoso y no sólo salió ileso sino
-

del escarnio público.


A la sazón las tarantellas nos propusimos seguir trabajando y reformu-
-
tos internos terminaron socavando nuestra amistad; algunas pensábamos
que era necesario redactar una carta que aclarara nuestra posición frente
al caso, y, de alguna manera, seguir apoyando los escraches; mientras que

opciones eran válidas y aún latía la posibilidad de seguir juntas. Aparecie-


ron “acuerdos” que en lugar de protegernos resultaron ser más bien chalecos
de fuerza a la acción espontánea que tanto nos animaba: había que someter
a votación unánime acciones como participar en una tocada o marcha, o
publicar en nuestra página de internet cualquier pronunciamiento sobre un
“escrache”, etcétera. Todo esto terminó desgastándonos. De manera perso-
nal, este proceso me enfrentó al hecho de que las marchas, los talleres, los

mantenernos juntas.
-
minismos en México, y al mundo, y nosotras también lo estamos procesan-
do. La llamada “era digital” aparece como una herramienta que permite a
las mujeres “decir” a través de las redes sociales lo antes no dicho y hacer-
lo público con alcances que las instituciones no pueden controlar (Rovira,

ante ello nosotras nos quedamos sin herramientas de acción, lo cual nos ha

todo nuestros afectos fueron minados por el patriarcado, el cual atraviesa


la escena punk, nuestras relaciones sociales y nuestras relaciones políticas.
Sin duda, ello amerita escritos más extensos... ¿nuevos forcejeos con los án-
mErarit viEra

Epílogo... la amistaD como política

Por años hemos soportado tu manera de tratar-


nos, por años se ha visto normal tus locuras, tus
insultos, tus violencias, somos las locas, las his-
téricas, las salvajes […] y nosotras no dejaremos
la noche, y nosotras no dejaremos la calle, y no-
sotras no nos vamos, y nosotras nos quedamos…
Las Navajas

en pausa para procesar lo acontecido (mi


experiencia) con las tarantellas, para sentir las emociones y las afectaciones
que dicha experiencia nos ha dejado a todas. Estoy convencida de que las
coyunturas y los momentos de tensión permiten repensar caminos y posibi-
lidades de ser. Para mí, un camino para retomar nuestro hacer colectiva es
la amistad como política.
Como ya lo mencioné, actualmente la colectiva está en pausa; todas de-
-
trarnos. Todas las integrantes sabemos que es necesario este tiempo-espacio
entre nosotras. Ninguna claudicó en el activismo, todas seguimos trabajando
-
rarnos nos seguimos pensando, seguimos hablando entre nosotras y creando
formas de cuestionar esta realidad patriarcal que nos . Este texto es
-
tas, por cuanto aborda una experiencia que deja ver las afectaciones y las
urgencias de construir feminismos amorosos y políticos.
La pausa ha sido un motor para deconstruirnos. Como colectiva apoyamos
los tres escraches mencionados, con todas las fracturas emocionales que eso

que la pausa no se debió al escrache en sí —en realidad festejamos esta


estrategia feminista; pensamos que es afortunada en un contexto de vio-
lencia tan fuerte como el que vive México, y sobre todo en el contexto de
violencia contra las mujeres que ha sido normalizado en la frontera tijua-
nense— sino a lo que enfrentamos emocionalmente por el desgaste de jus-

For Culeros Only. Gra-


bación independiente. Esta canción es de mi autoría cuando por entonces era bajista de la
96 hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

con nuestras relaciones fuera de la colectiva pero que sin duda la afectan en
sus dinámicas. La pausa fue más bien el resultado de los acuerdos tácitos
—producto del patriarcado— que han sido construidos e instituidos —na-
turalizados en algunos casos— en las relaciones sociales en Tijuana (y las
relaciones de poder en el punk local no son una excepción), en todo nuestro
país… en el mundo.
Para la colectiva Tarantella, el problema en realidad fue tener que en-
frentarnos en la frontera a un escenario de punk rock notoriamente incapaz
de cuestionar sus machismos, por lo que sigue perpetuando actos de violen-
cia normalizados, muchos de los cuales han sido protagonizados por nues-
tros “amigos o compas”. Los espacios de rock y de punk rock de la ciudad

fomentado y construido en relación con las mujeres en Tijuana. Cuando una


mujer es violentada, ella es la culpable, y quienes la apoyan son —somos—
unas “exageradas”.
Las mujeres de Tijuana —estén en las calles o en espacios de trabajo,
estén ejerciendo su sexualidad libremente o bien siendo protagonistas en el
punk rock— son asociadas a objetos que pueden ser usados por y para los
hombres. No es casualidad que en nuestras trayectorias como feministas,
dentro y fuera de Tarantella, todas hayamos trabajado en Tijuana con mu-
jeres violentadas en las maquiladoras (acosos y abusos laborales y sexuales)
y con prostitutas (comúnmente violentadas y con poco apoyo para atender
su salud sexual), a la vez que luchábamos por la legalización del aborto en el
estado y para que dejara de criminalizarse a jóvenes víctimas de una ausen-
cia de educación sexual; y hemos trabajado con mujeres migrantes que su-
frían todos esos mismos males en la frontera. En la ciudad de la perdición,

todo ello. De ahí que en la escena musical tampoco el punk esté exento de
ser un campo de batalla para nosotras.
Las pausas en los procesos de trabajo de las colectivas son necesarias;
pero tales pausas no pueden quedarse en la nada; son de lo más útiles para
hacer un recuento que nos permita seguir re-construyendo “juntas” de ma-
nera política. Considero que “el análisis coyuntural también nos obliga a

de los escraches que atendimos nos recordaron que el patriarcado atraviesa


la escena de formas sigilosas, silenciadas por los mismos “vatos” (hombres);
nos recordaron que no sólo las trabajadoras de la maquila o las trabajadoras
sexuales son violentadas; nos recordaron con fuerza que también en el punk
rock y en los espacios que habíamos considerado medianamente seguros, el
machismo persiste, y por eso nosotras estábamos ahí.
mErarit viEra

Conforme a ello se nos obliga a replantear el origen de nuestro actuar


colectivo. Mi propuesta está asociada con la amistad como política. Para ello

Margarita Pisano, nos recuerda la necesidad en los feminismos de replantear


la amistad, principalmente dejando de lado las envidias entre mujeres; Eda
nos invita a “mantener presente que es necesario trabajarlas, desmenuzarlas
y estar atentas para que no vuelvan a aparecer como parte del mandato his-

La amistad como política entre mujeres es una invitación a construir


complicidades, a no olvidar que cuando estamos juntas es porque

tenemos proyectos comunes […] y un reconocimiento profundo a la otra, a sus


saberes y autorías, para poder lograr el aprendizaje recíproco. Pero también a
partir de un entramado de ideas comunes, un análisis crítico y compartido de

Estoy segura de que el motor del trabajo de la colectiva Tarantella, y de


otras colectivas de mujeres jóvenes en Tijuana, no es otro que la amistad,
una amistad personal y política que busca cumplir proyectos comunes, pero
que necesita estar revaluándose constantemente. La amistad a que invi-
to entraña la emoción y el afecto que, aunque amedrentado, sobrevive en

actos disfrazados de “ignorancia”. Coincido con Teresa Langle de Paz:

Lo que propongo es trabajar desde y con la inmensidad y la elusividad de las


experiencias emocionales tal y como son: dinámicas, ambiguas, potencia pura.
El concepto de la emoción feminista condensa precisamente esas tres caracte-
rísticas de las experiencias afectivo-emocionales del género: dinamismo, poten-
cialidad y ambigüedad polisémica. Como tal este concepto sirve para capturar,
nombrar la potencia como capacidad de “agencia” realizada y originaria a la vez;
la ambigüedad como subversión y no aceptación, ámbito de la polisemia y del
matiz; el dinamismo como libertad y potencia-de-ser. Y todo ello como (Ultra)
feminismo

Considero que “en la actualidad, tanto el pensamiento como el activismo


feminista tiene la oportunidad histórica de reincorporar la emocionalidad a
sus postulados, pues se ha producido una revalorización de las emociones”

Como la colectiva Féminas o la colectiva Menstruando en Casa, que actualmente mili-


tan en la ciudad.
hacEr colEctiva DEsDE la frontEra...

-
jora de nuestro actuar, de nuestras metodologías y que evitemos la banali-
zación de las mismas. Es necesario que los feminismos actuales no olviden
su historia y su contexto. Es preciso estar atentas y juntas pues “casi nada
escapa a las trampas del patriarcado, ni siquiera los feminismos, se ne-
cesitan constantemente nuevas herramientas conceptuales para la acción”

Por ello la colectiva Tarantella se presenta como una inspiración, pero


también como una invitación a repensar las ausencias, las coyunturas,
las tensiones que nos permitan avanzar en los feminismos, en el contexto
fronterizo de Tijuana. Tarantella es un buen motivo para recordar que los
feminismos existen y resisten a las presiones contextuales. En la fronte-
ra, las migrantes, las trabajadoras de las maquilas y las prostitutas son
nuestra inspiración de lucha; y también las violencias que experimentan
cotidianamente. Incluso las violencias que tienen lugar en las escenas roc-
keras y punks y nos impulsan a voltear a verlas de manera colectiva, sin
negar nuestras emociones y afectividades políticas. La amistad como polí-
tica nos salva, y también nos permite reconocernos.
El hacer colectiva de las mujeres en la frontera sigue siendo necesario.
En el caso de las tarantellas, nos sabemos amigas, afectadas la una por la
otra, por el punk, por la frontera y por el patriarcado. No dejamos de sentir
la urgencia de seguir luchando y actuando desde nuestras trincheras, con
nuestros encuentros y también con nuestros desencuentros, pero sobre todo
nos queda el reto de enfrentar y no repetir —y caer en— las recetas y tram-
pas del patriarcado.

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convErsacionEs pErsonalEs vía Facebook


Feminismo, cultura y política. El contexto como
acertijo, de Mónica Inés Cejas (coordinadora),

Se tiraron 1 000 ejemplares. La edición estuvo


al cuidado de David Moreno Soto
y Maribel Rodríguez Olivares
Formación de originales:
Caricia Izaguirre Aldana.

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