22 Contemplacion para Alcanzar Amor P Gustavo Lombardo IVE

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IVE – Ejercicios Espirituales 1

4° Semana

CONTEMPLACION PARA ALCANZAR AMOR [230 – 237]

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu Amor. Envía Señor tu
Espíritu y serán creadas las cosas y renovarás la Faz de la tierra.
Oh Dios que habéis adoctrinado los corazones de tus fieles con las luces de tu Espíritu Santo. Danos a gustar todo
lo recto y bueno según ese mismo Espíritu y gozar para siempre de tus celestiales consuelos. Por Cristo Nuestro
Señor, Amén

Ave María

San Ignacio de Loyola, ruega por nosotros

Introducción

Los Ejercicios comenzaron con una introducción, el Principio y Fundamento, importantísima. Y san Ignacio quiere
terminar a la altura de su comienzo. Esta contemplación es tan importante como el Principio y Fundamento; reúne y
concentra todo lo contemplado en el Ejercicio.
Decía Benedicto XVI: “La vocación al amor es lo que hace del hombre auténtica imagen de Dios, se hace semejante a Dios
en la medida en que se convierte en alguien que ama”.
Conviene hacer algunas aclaraciones con respecto al amor. Si ya san Ignacio, en el siglo XVI, nos invita a meditar estas
aclaraciones antes de comenzar, ¿cuánto más en este tiempo, en que difícilmente se encuentre una palabra que esté
más embadurnada, más manoseada que el amor? ¿Qué entendemos hoy por amor?
El santo de Loyola, hace dos notas aclaratorias:
[230] Primera nota: "Primero conviene advertir en dos cosas. La primera es que al amor se debe poner más en las obras
que en las palabras".
Gran verdad que podemos pasar por alto. Muchas veces nuestras obras no condicen con el amor que profesamos.
Incluso en la oración, decimos a Dios cuanto lo amamos, pero cuando somos puestos a prueba, ¿dónde quedan las
palabras? Es preferible obrar antes que hablar. “Hijos míos, no amemos de palabra y con la lengua, sino con obra y de
verdad”. (1Jn 13, 8)
Es llamativo como san Ignacio se cuida mucho de usar pocas veces la palabra amor en el Libro de los Ejercicios. Sin duda
en muchas de las meditaciones hemos hecho actos de amor. Por ejemplo en la meditación de los pecados, donde se
habla de "crecido e intenso dolor y lágrimas por mis pecados" (53), "Lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo
que debo hacer por Cristo (53); me brota la palabra amor cuando es realmente el amor el que mueve todos estos
efectos, el amor penitente. Otro lugar en que naturalmente se esperaría ver aparecer la palabra 'amor' es en la
contemplación de Reino; pero sólo se la usa para pegarla, dejando que hablen sólo las obras: ofrecer sus personas al
trabajo, haciendo contra su amor carnal y mundano... (97). Y luego habla de 'tres maneras humildad", que bien podrían
llamarse "tres maneras de amor", porque contienen la más pura caridad divina. Tampoco allí aparece para nada la
palabra.
Algunas veces se nombra la palabra amor, pero en forma abstracta. Aparece 22 veces: 15 de ellas, hablando del amor de
Dios. Pero la palabra amor, como caridad aplicada como un acto del ejercitante, aparear solo dos veces, una de las
cuales es en el infierno; decía san Ignacio: “Si del amor eterno me olvidare por mis faltas…”, y la otra, claro está, es en
esta contemplación.

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Le confiere así a esta palabra un cierto sentido sagrado. Si digo algo lo cumplo, debo amar a Dios de verdad. “Todo aquel
que quiera entrar por el camino del verdadero amor divino, se prepare a obrar mas bien que a hablar. Si obra, habrá
amor, aunque calle. Si no obra, por más que diga no habrá verdadero amor. Obra mucho y habla cuando sea conveniente
y tendremos el verdadero punto del amor.”
¡Que importante que es el amor en nuestra vida! San Agustín dice: “Ama et facut vis” (ama y haz lo que quieras). Una vez
que nos decidimos a amar de verdad, la ley para nosotros queda atrás, ya que todo lo que hagamos será por amor. Pero
para que este amor se entienda tal cual es, hay que hacer otra aclaración…
[231] Segunda nota: “El amor consiste en comunicación de las dos partes. Es a saber, en dar y comunicar el amante al
amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede. Y así por el contrario el amado al amante. De manera que si el uno tiene
ciencia, dala al que no la tiene; si honores y riquezas, y así el otro al otro.”
Quizás esta aclaración es todavía más necesaria que la primera. Lo que hace san Ignacio es distinguir entre el amor de
concupiscencia, y el amor de benevolencia. El de concupiscencia es el que se tiene a alguna cosa para provecho propio;
en este amor solo me estoy amando a mi mismo. Este amor es muy distinto al amor de benevolencia: bene volere,
querer el bien, querer el bien al otro. Es propio de la persona que al amar al otro no se busca a sí misma, sino el bien de
aquella. Es el amor de amistad, cunado es recíproco, y en nuestra vida espiritual, para con Dios, se llama caridad.
Decía san Pablo: “Nosotros los fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, y no buscar nuestro propio
agrado. Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación, pues tampoco
Cristo buscó su propio agrado; antes bien, como dice la escritura ‘los que te ultrajaron cayeron sobre mí’” (Rm 15, 1-3). Y
en la carta a los hebreos: “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan
a Dios” (Hb 3, 16).
Se dice también que el amor es unitivo, pues si no uno a la otra persona como una parte mía por ese amor espiritual y
perfecto, no voy a poder querer el bien, porque esto es quererme el bien, de alguna manera, a mí mismo en la otra
persona, porque la caridad es tan fuerte que puede hacer una a dos personas.
“Dios es amor, y quien permanece en el amor, en Dios permanece y Dios en él”, dice el apóstol Juan en su carta. Pero Dios
es amor verdadero, no amor egoísta; es el más perfecto de todos los amores. Santo Tomás explica en la Summa, que
Dios ama las cosas, pero de tal forma que ese amor es la causa del bien que tenemos; nosotros amamos porque
contemplamos el bien en una creatura, pero Dios ama y produce ese bien en la creatura. Debemos imitar de la mejor
manera posible ese amor que Dios nos tiene.
Oración preparatoria, la misma de siempre.
Primer preámbulo: “es composición, que es aquí ver como estoy delante de Dios Nuestro Señor, de los ángeles,
de los santos interpelantes por mí”. Al ponernos delante de la corte celestial, san Ignacio quiere que notemos la
importancia del momento que estamos pasando en los Ejercicios.
Segundo preámbulo: “será aquí pedir conocimiento interno de tanto bien recibido para que yo enteramente
reconociendo pueda en todo amar y servir a Su Divina Majestad.”
 Primer punto: [234] “el primer punto es traer a la memoria los beneficios recibidos de creación, redención y
dones particulares, ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios Nuestro Señor por mí y cuánto me ha
dado de lo que tiene. Y consiguientemente el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede según su ordenación
divina. Y con esto reflectir en mí mismo, considerando con mucha razón y justicia lo que yo debo de mi parte
ofrecer y dar a la Su Divina Majestad; es a saber, todas mis cosas y a mí mismo con ellas así como quien ofrece
afectándose mucho:
“Tomad Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis, a Vos Señor lo torno, todo es vuestro. Disponed a toda vuestra voluntad, dadme vuestro amor y gracia,
que esta me basta”.

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4° Semana

Debemos ir viendo cada una de las cosas que Dios nos ha otorgado. Nos ha creado a nosotros, ¿por qué a nosotros? Son
infinitos los posibles que Dios podría haber creado en mi lugar, y sin embargo me creó a mí. Incluso sabiendo que íbamos
a pecar, a ofenderlo. Sabiendo que mis pecados serían causa de la encarnación y de la muerte del Verbo.
No le bastó a Dios el haberme creado sino que quiso hacerse hombre y redimirme. Se nos ha dado a El mismo, en la
Eucaristía. Así podemos darnos cuenta de que no es nada el que nosotros le devolvamos lo que somos. Si El ha hecho
tanto por nosotros, ¿cómo vamos a ser tan mezquinos para darle algo a El?
 Segundo punto: “Mirar cómo Dios habita en las creaturas, en los elementos dando ser, en las plantas vegetando,
en los animales sensando, en los hombres dando entender; y así en mí, dándome ser, animando, sensando y
haciéndome entender. Asimismo, haciendo templo de mí, siendo creado a la similitud e imagen de Su Divina
Majestad. Otro tanto reflexionando en mí mismo por el modo que está dicho en el primer punto o por otro que
sintiere mejor. De la misma manera se hará sobre cada punto que se sigue.”
Lejos está san Ignacio de caer en un panteísmo, pues con suma verdad filosófica y teológica podemos decir que Dios está
presente en las cosas; por “presencia, esencia y potencia”, dice santo Tomás. Está dando el ser en las cosas.
El padre Hurtado, en una meditación, decía: “los directores espirituales no hacen suficiente hincapié en esto, en que el
cristiano debe entregar todo a Dios; no basta con una parte. El quiere todo, es un Dios celoso.”
 Tercer punto: “considerar como Dios trabaja y obra por mi en todas las cosas creadas sobe la faz de la tierra.
Esto es, se comporta al modo en que trabaja cada cosa; así como en los cielos, elementos, plantas, fructos,
ganados, etcétera, dando ser, conservando, vegetando y sensando. Después reflexionar en mí mismo”.
 Cuarto punto: “Por último, mirar como todos los dones y bienes descienden de arriba, así como la mi medida
potencia de la suma y infinita de arriba, y así justicia, bondad, piedad, misericordia, etcétera, así como del sol
descienden los rayos, de la fuente las aguas, etcétera. Después acabar reflictiendo en mí mismo según está dicho.
Acabar con un Pater noster y un coloquio.”
Todo está en la caridad, en el amor. La perfección de nuestra vida consiste en la caridad. La caridad, es la que nos une a
Dios, y nos hace más parecidos a El. Decía san Juan de la Cruz: “En el atardecer de la historia vamos a ser juzgados en la
caridad”.
El amor es el que hará que nos entreguemos a Dios, ya sea en el matrimonio, o de una manera más radical, si Dios así lo
pide. Decía san Alfonso María de Ligorio: “Cuántos nobles personajes han abandonado su casa y su patria, sus riquezas,
sus parientes, todo cuanto tenían, para encerrarse en un claustro y vivir únicamente consagrados al amor de Dios.
Cuantas doncellas han renunciado a la mano de reyes, y de otros grandes personajes del mundo, y alegres corrieron a la
muerte, para corresponder de un modo al amor que profesaban a Jesucristo, muerto por su amor, y ajusticiado en un
patíbulo infame”. Sor Isabel de la Trinidad, poco antes de morir, ofreció a sus hermanas, que recitaban junto a ella las
oraciones de los agonizantes esta frase: “A la tarde de la vida todo pasa, solo permanece el amor. Es preciso hacerlo todo
por amor”. Y santa Teresita de Lisieux: “Ya lo he dicho todo, lo único que vale la pena es el amor”.
Que María Santísima, quien supo amar como nadie, nos alcance la gracia de poder amar de verdad, de poder entregar
nuestra vida a Dios por amor; de poder devolver “algo” de tanto que hemos recibido del infinito, eterno, e inabarcable
amor de Dios.
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo

P. Gustavo Lombardo
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