Ensayo Critico

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Evaluación del aprendizaje

Maestría en Educación
Ensayo Critico Rol del Docente y el Estudiante en la evaluación Educativa

Martha Lucia Vanegas


ID: 418292

Eje de Investigación
Autorregulación del aprendizaje

Profesor Líder
Víctor Hugo Londoño Aguirre

Bogotá, Marzo de 2021


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Introducción

La evaluación nos permite vigilar los procesos que realicemos. En este ensayo se

discute el papel del docente y el estudiante en la evaluación del aprendizaje, identificando la

importancia que tiene la evaluación para comprender y mejorar los aprendizajes de los

alumnos y las prácticas de enseñanza y aprendizaje que se desarrollan en las instituciones

escolares. Así mismo se identifica y se hace referencia en la retroalimentación a los

estudiantes en el proceso de aprendizaje.

Se hace referencia a las funciones que debe asumir la evaluación para ser un proceso

permanente y participativo que enriquezca a quienes intervienen en ella, así como los tipos de

evaluaciones que deben implementarse para que sea una experiencia formativa para los

estudiantes, resaltándose el papel del docente. Con base en esto, se aborda el papel del

docente situándonos en uno de los niveles de la educación básica en Colombia, considerado

como uno de los pilares en los cuales se fundamentan los aprendizajes y el desarrollo futuro

del ser humano, esto es la educación preescolar, en la cual se detecta el papel que se ha

asignado a las educadoras en la evaluación de acuerdo con el currículum prescrito,

contrastándolo con lo que sucede al llevarlo a la acción.

Las conclusiones se presentan en dos planos, las referidas al papel de cualquier

docente respecto a la evaluación del aprendizaje y las concernientes al papel de las

educadoras y lo que se necesita para que se concrete en la práctica.

El presente ensayo tiene como objetivo reflexionar sobre ¿Qué rol debe asumir el

docente y el estudiante en la evaluación formativa? y ¿Qué significa dar retroalimentación a

los estudiantes en el proceso de aprendizaje? Identificando su importancia en el contexto

educativo. Por lo tanto, cabe preguntar ¿para qué evaluar? para poder cualificar nuestro

quehacer pedagógico, para ser mejores a nivel social personal y profesional, siendo la
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educación la vía para lograrlo puesto que allí siempre nos exigen resultados y por ende

apuntamos a una educación de calidad. Por lo cual se debe tener claro los anteriores

conceptos y poderlos aterrizar a nuestro contexto actual sin desconocer su evolución a través

de la historia.

Fundamentos de la evaluación

La evaluación es una herramienta que se utiliza con el objetivo de verificar los

avances y las oportunidades de mejora en los estudiantes, docentes y el plantel educativo.

Como sustenta Mora (2011) “la búsqueda de alternativas a la solución de problemas es el reto

fundamental de la evaluación como proceso para el mejoramiento de la calidad de la

educación” (pág. 3). Es decir, la evaluación no debe ser aplicada para resaltar las debilidades

o para dar como veredicto un mal resultado. Más allá de resaltar los aspectos positivos del

evaluado, está busca el progreso en la calidad educativa. Esto nos permite conocer y

reflexionar como menciona (González y Ayarza, 1996) “La evaluación educativa, se puede

considerar como un instrumento para sensibilizar el quehacer académico y facilitar la

innovación” (p.3).
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De acuerdo a lo anterior, la evaluación es un proceso que se realiza con

frecuencia para mejorar las prácticas que realizamos en nuestra cotidianidad docente y

por lo tanto obtener resultados exitosos, por su parte la evaluación debe ser en pro del

bienestar de los niños, niñas y de la comunidad educativa en general ya que son los

principales protagonistas en el desarrollo intelectual de nuestro país, para ello debe ser

viable y ética, para que se pueda garantizar los derechos y deberes de las partes

involucradas.

Es por ello, que la evaluación no sólo es útil para medir el rendimiento académico de

los estudiantes, también nos permite evaluar la práctica docente y el papel de las instituciones

educativas. En esta medida la evaluación apunta al mejoramiento de las estrategias

implementadas por el docente. Según Guerra (1996) la evaluación sirve para mejorar la

práctica de cómo se produce el aprendizaje y pocas veces sirve para mejorar la práctica de los

profesores y, desde luego, el contexto y el funcionamiento de las escuelas.

La evaluación es una herramienta inmersa en el proceso académico, es decir, se aplica

de forma continua y permite reevaluar las estrategias planteadas. Como afirma Guerra (1996)

“la evaluación es una parte integrante de los proyectos, no algo añadido al final de los

mismos, como un complemento o un adorno que se pondrá en funcionamiento si queda

tiempo y si se tiene a bien. (pág. 1). En nuestro ejercicio pedagógico aplicamos la evaluación

de forma continua desde el inicio hasta el final del ciclo escolar. Aprovechamos la evaluación

diagnóstica para verificar las competencias de los estudiantes en las diferentes áreas del

conocimiento, también, tenemos en cuenta la evaluación sumativa para establecer datos

cuantitativos y arrojar niveles de desempeño, pero damos prioridad a la evaluación formativa

la cual nos permite verificar los métodos de aprendizaje-enseñanza y crear estrategias

metacognitivas que permitan un mejor aprendizaje.


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Por lo tanto, es pertinente tener presente la evaluación en cada una de las acciones que

realicemos puesto que nos mantiene en alerta, si observamos que donde estamos laborando

tienen criterios de evaluación los empleados van a responder positivamente y así mismo van a

fortalecer el crecimiento de su lugar de trabajo, así sucede en todos los aspectos a nivel

personal, profesional, social y familiar, sin duda alguna el ser humano siempre busca la

manera de hacer las cosas mejor.

Por consiguiente, la evaluación va de la mano con la educación ya que están inmersas

la una con la otra, siendo primordial para el buen manejo de las instituciones educativas, lo

cual regulariza el manejo interno de sus procesos administrativos y educativos, teniendo unas

pautas para llegar a un objetivo común, al fin de cuentas los niños y niñas son nuestra razón

de ser.

Es importante, como menciona Pérez (2.000):

Una solución, al menos parcial, siempre que la


comparación se oriente a la mejora, puede encontrarse
en seleccionar como referencia no los estándares
nacionales o internacionales sino los datos de la propia
institución en una perspectiva evolutiva diacrónica.
Estaríamos hablando en tal caso de superación, avance,
mejora, progreso en lugar de superioridad y
competitividad. Esta perspectiva podría hacerse
compatible con una evaluación criterial: la referencia
serían los niveles de eficacia, eficiencia, satisfacción...
que la propia institución, tras el análisis de su
situación, considerará razonablemente alcanzables.
Las comparaciones entre los indicadores de los países
quedarían limitadas a aquellos aspectos estructurales,
funcionales y organizativos (p.22)
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Además, la evaluación contribuye a lograr la calidad educativa a través de la

realización adecuada de los procesos puesto que su principal eje es la integración social, y si

la institución cuenta con buena armonía entre los contenidos curriculares, una relación cordial

entre estudiantes y docentes, una conciencia sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje

que impartimos dentro de las aulas de clase, priorizando los valores y el comportamiento

social.

Existe una relación directa entre la evaluación y la educación, ya que la forma en que

se evalúa determina las intenciones educativas del proceso académico. Por ejemplo, si el

plantel educativo sólo tiene en cuenta los resultados y las calificaciones cuantitativas imparte

una educación que deja de lado la formación del ser fomentando la cultura del

individualismo, de la competitividad, de la cuantificación, de la simplificación y de la

inmediatez (Guerra, 1996, pág. 9). Por el contrario, si en una institución educativa la

evaluación tiene como propósito verificar los procesos de formación integral (ser, saber ser y

saber hacer) este tipo de evaluación fomenta una cultura de la autocrítica, debate, flexibilidad

e incertidumbre. (Guerra, 1996, pág. 11)

Los procesos de evaluación permiten vigilar la calidad de nuestros resultados, ya que

si se implementa una evaluación formativa que tenga en cuenta el aspecto social, emocional y

cultura de los estudiantes.

En nuestro contexto educativo se evalúa a los estudiantes con el propósito de verificar

sus avances en el aspecto académico y socioemocional e identificar debilidades y fortalezas

en el proceso de aprendizaje llevándolo a construir un conocimiento significativo. En cuanto

a nuestro rol, como educadores evaluamos para fortalecer nuestras prácticas pedagógicas y

herramientas. A nivel de institución evaluamos para verificar el cumplimiento y la

efectividad de las estrategias definidas en el plan de estudio.


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Cabe mencionar que uno de los aspectos primordiales en la evaluación educativa es la

evaluación docente y para ello se debe saber que actualmente se evidencian dos formas de

evaluar a los docentes de los colegios distritales, la primera es bajo el decreto el Decreto ley

(2277/1979) donde no hay evaluación y la otra con el decreto (1278/2002) donde si evalúan

a los docentes, es decir que los educadores del 1278 están prestos a ser evaluados cada año

de tal manera que están motivados a involucrarse directamente en el sistema educativo de la

institución, realizando innovaciones pedagógicas en su desempeño, teniendo en cuenta las

indicaciones pertinentes para mejorar y las observaciones acordadas con el rector para

lograr el impacto esperado a diferencia de muchos de los educadores del 2277 que

permanecen en su zona de confort, no presentan evaluación anual, el cual su exigencia es

muy poca frente a los estudiantes y en la innovación de sus prácticas pedagógicas, la gran

mayoría son docentes con pedagogía tradicional, eso no quiere decir que sea mala, pero es

importante capacitarse para estar a la vanguardia de la actualidad educativa y a las

necesidades e intereses de los estudiantes.

Según Montenegro, I. A. (2003) La evaluación, en sí misma, ha de ser una elección de

meditación y de optimización de la verdad, pero su posibilidad y sentido de consecuencia,

tanto en la personalidad del evaluado como en su ámbito y en los equipamientos del que

forma parte, ha de ser entendida y situada correctamente para posibilitar el progreso

profesional de los maestros, es por ello que si los docentes comprenden la importancia de

tener una constante capacitación pedagógica, intercambiar e interactuar entre pares

experiencias significativas y estrategias pedagógicas, sin duda alguna genera un impacto

positivo en los procesos de enseñanza- aprendizaje formando así profesionales con un

pensamiento entusiasma, crítico y reflexivo.


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La manera de ejercer la educación, debido a los cambios sociales, culturales y

políticos ha tenido en estas últimas décadas transformaciones que llevaron a adaptarla al

mundo de hoy contemporáneo. Se trata particularmente de dejar en el pasado la educación

convencional ligada al conductismo que se basa en la transmisión del conocimiento por parte

del docente como eje único de aprendizaje quedando el alumno en un rol pasivo, para llevar a

cabo un modelo constructivista fundamentado en la teoría de que el conocimiento se

construye y debe dársele a los estudiantes oportunidades para que, con compromiso, esto

suceda. Papert definía que “el mejor aprendizaje no derivará de encontrar mejores formas de

instrucción, sino de ofrecer al educando oportunidades para construir”. (1987, p.20). Dentro

de este contexto hacia una transformación significativa de la educación, es importante

considerar a la evaluación como una de las herramientas a trabajar para mejorar. Evaluar

forma parte de la acción común que realizan los individuos a lo largo de su vida con distintos

objetivos y está relacionada con el proceso evolutivo como seres humanos.

Por esto mismo, si bien existen diferencias significativas con esta idea de evaluación,

no está mal y de hecho es inevitable que dentro del sistema educativo exista el momento de

evaluación; pero es necesario plantear cómo se ejerce hoy en día y hacia quiénes está

orientada para poder profundizar sobre ella y entender que, vista desde el constructivismo, la

evaluación no es la meta, como la considera el método tradicional, sino que es parte de un

proceso didáctico que busca mejorar el aprendizaje de los estudiantes. Desde una perspectiva

antigua, que vale resaltar que todavía se sigue utilizando en gran parte de las instituciones

educativas, la evaluación es sinónimo de exponer al alumno a una situación de presión, donde

en tiempo breve debe demostrar la acumulación de conocimientos con la que cuenta dando

como resultado un valor numérico que se relaciona con el éxito o fracaso al compararse con

sus compañeros, emitiendo de esta forma un juicio sobre el aprendizaje. Medir y evaluar son

sinónimos dentro del sistema tradicional educativo, por lo menos hasta mediados del siglo
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XX. En cambio, la evaluación bajo la mirada constructivista está orientada al proceso,

dándole relevancia a la compresión y no así a la acumulación.

Bajo este nuevo paradigma el rol docente se ve, sin dudas, modificado. No es tarea

sencilla que esto suceda y por eso todavía la evaluación formativa busca su camino en el

presente, ya que quienes ejercen la educación del hoy fueron educados por docentes del ayer,

que lejos estaban de ser guías en el aprendizaje. Cambiar sus modelos mentales es hacia

donde hay que apuntar si realmente se quieren llevar adelante la aplicación de evaluación de

procesos en las instituciones. Esta, como define Popham “es una herramienta potencialmente

transformadora de la enseñanza que, si se la ha entendido con claridad y se emplea

adecuadamente, puede beneficiar tanto a los profesores como a los alumnos”.

(2013, p. 12). Hay que dejar atrás lo normativo que busca solamente iluminar las

desigualdades destacando fracasos y éxitos que sólo generan angustia y frustración en los

estudiantes para dar paso a una mediación eficiente del docente con el fin de formar

estudiantes autónomos que vayan más allá de la escuela. Construir conocimiento y

acompañarlos en este proceso servirá para que adquieran herramientas que luego podrán

aplicar en el campo profesional y en sus vidas cotidianas.

Este cambio en su rol no significa que el docente pierda autoridad ni responsabilidad

en su trabajo sino todo lo contrario. Su labor se incrementa requiriendo un trabajo extra

porque deberá puntualizar en la observación individual, recolección de datos y devolución

significativa e intencionada de aplicación próxima, entendiendo que ningún grupo clase es

homogéneo porque no a todos los estudiantes los motivan las mismas cosas, ni se implican de

igual manera en los debates y charlas que puedan surgir en el aula. Buscar las fortalezas y
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conocer las debilidades ayudará a crear oportunidades que servirán para reorientar las

acciones didácticas y pedagógicas garantizando progreso en el aprendizaje de cada alumno.

Si el docente logra centrar más su atención en tratar de comprender qué y cómo están

aprendiendo sus alumnos, en lugar de concentrarse en lo que él les enseña, se abre la

posibilidad de que la evaluación deje de ser un modo de constatar el grado en que los

estudiantes han captado la enseñanza, para pasar a ser una herramienta que permita

comprender y aportar a un proceso. (Celman, 1998, p. 47).

Por otro lado, en esta toma de conciencia que hacen tanto los estudiantes del proceso

de aprendizaje que están realizando como los docentes en su ejercicio, es primordial que

exista la comunicación. En primera instancia el docente debe comunicar con claridad cuáles

son los objetivos y las expectativas de logro para que ellos aprendan a entender lo que están

haciendo y cómo lo están haciendo. Es de gran importancia que exista una retroalimentación

dentro del nexo docente-estudiante donde además se construyan de manera conjunta los

criterios que serán evaluados todo esto en vista de ser conscientes del camino educativo que

están forjando.

“La planificación del sistema de evaluación requiere que todos los implicados

comprendan los argumentos que la sustentan y tomen parte en las decisiones, determinándose

para ello los indicadores, vías, momentos y formas de evaluación”. (Mendoza y Olivera,

2011, p.8).

Esta comunicación sirve también al momento de la devolución la cual tiene un efecto

de inmediatez; es decir no tiene sentido que se la dé meses después sino que el alumno

necesita saber dónde está parado para poder enfocarse en lo que debe mejorar. No se trata

simplemente de escuchar sino que además comprenda lo que debe corregir por lo que
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entonces deberá detallarse lo que está bien y también lo que está mal indicando el camino

hacia donde debe ir, ayudándolo de esta manera a mejorar.

En conclusión, la evaluación educativa va por un buen camino, pero aún falta cambiar

el chip en el pensamiento docente y en el sistema educativo, pero con esfuerzo y constancia

se logran cambios a corto, mediano y largo plazo.


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BIBLIOGRAFÍA

Montenegro, I. A. (2003). Evaluación del desempeño docente. Coop. Editorial Magisterio.

Mora Vargas, A. I. (2011). La evaluación educativa: concepto, períodos y modelos.


Actualidades Investigativas en Educación, 4(2), 3.

Pérez, (2021). La Evaluación de programas educativos conceptos básicos, Planteamientos


Generales y problemática.

González y Ayarza, (1996). Calidad, evaluación institucional y acreditación en la educación


superior en la región Latinoamericana y del Caribe 1996-07.

Guerra, (1996). La evaluación: un proceso de diálogo, comprensión y mejora.

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