Propuesta de Estrategias

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Evaluación del aprendizaje

Maestría en Educación
Propuesta Estrategias para lograr que la evaluación del curso sea formativa

Martha Lucia Vanegas


ID: 418292
Camilo Andrés Rodríguez Fierro
I.D. 740955
Carolina Salamanca Ariza
I.D. 758213

Eje de Investigación
Autorregulación del aprendizaje

Profesor Líder
Víctor Hugo Londoño Aguirre

Bogotá, Marzo de 2021


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Introducción

Nadie duda que el aprendizaje es el núcleo de la acción educativa. Como se

refleja en diferentes escritos, la evaluación condiciona de tal manera la dinámica del

aula que bien podría decirse que la hora de la verdad no es la del aprendizaje sino la

de la evaluación.

En la actualidad se valora el aprendizaje del alumno en el proceso y en el

producto. La incidencia de estos dos aspectos en la enseñanza reglada queda

claramente reflejado por las diversas normas que existen alrededor de este tema; por

las incidencias en la planificación del trabajo del profesorado, en la actividad en el

aula y en la actividad reflexiva posterior. La evaluación sumativa y formativa está

presente en toda planificación escolar, en toda programación, en la misma aula.

En esta realidad evaluadora también están presentes entidades externas al

centro educativo. Pero cuando nos referimos a la evaluación de los aprendizajes cabe

preguntarse desde qué conceptualización estamos hablando. En las últimas décadas el

concepto de evaluación ha sufrido una profunda transformación, también significativa

en el ámbito de la enseñanza y del aprendizaje. Al observar nuestro entorno

detectamos que las innovaciones, han llegado con facilidad en el uso de las estrategias

de aprendizaje, de recursos didácticos que en el ámbito de la evaluación. Así podemos

hallar en las aulas de centros educativos y de formación estrategias de aprendizajes

muy innovadoras acompañadas de sistemas de evaluación tradicionales.¿No será que

la evaluación implica además de un cambio teórico, un cambio de actitud?

Es nuestro interés ofrecer en estas páginas no sólo esta nueva perspectiva de

evaluación, sino estrategias y técnicas evaluativas que en su proyección en el aula

son, en sí mismas, una estrategia para el aprendizaje y, a su vez, contenido de


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aprendizaje. Por ello, primero analizaremos aquellos factores que han incidido de

manera decisiva en las nuevas formas de pensar y hacer evaluación. A continuación,

se ofrece la evolución del significado y conceptualización de la evaluación en

contraste con las posiciones tradicionales. En la última parte de este escrito se

presentan estrategias de evaluación que pretenden dar respuesta a la nueva

evaluación: la evaluación para valorar, la evaluación para mejorar en el aprendizaje, la

evaluación como contenido a aprender para su utilización futura.


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Ejercicio de aplicación en el contexto escolar

La importancia que se otorga desde los marcos teóricos del aprendizaje significativo a

la meta cognición por su incidencia en la capacidad de aprender a aprender es otro de los

factores que exige nuevos planteamientos en la evaluación. La meta cognición es aquella

habilidad de la persona que le permite tomar conciencia de su propio proceso de

pensamiento, examinarlo y contrastarlo con el de otros, realizar autoevaluaciones y

autorregulaciones. Es un “diálogo interno” que nos induce a reflexionar sobre lo que

hacemos, cómo lo hacemos, y por qué lo hacemos.

Desde la evaluación debemos estimular estas habilidades meta cognitivas para que el

alumno tome conciencia de su propio proceso de aprendizaje, de sus avances,

estancamientos, de las acciones que le han hecho progresar y de aquellas que le han inducido

a error. La evaluación se convierte así en un instrumento en manos del estudiante para tomar

conciencia de lo que ha aprendido, de los procesos que le han permitido adquirir nuevos

aprendizajes, así como para regular dichos procesos.

A fin de que esto sea así la evaluación y las estrategias evaluativas que se planteen en

el aula deben facilitar el desarrollo de habilidades de autoconocimiento y autorregulación.

Por estas causas toda estrategia debe facilitar:

– El autoanálisis respecto a sus actitudes y el control del esfuerzo y dedicación que

pone a las distintas tareas de aprendizaje.

– El control ejecutivo de la evaluación, o sea, la capacidad para planificar las acciones

que implique la evaluación, para valorar en qué medida se aparta del plan previsto y para

adoptar las medidas oportunas de acuerdo a las posibles desviaciones.

– El control de la adquisición de los conocimientos y las habilidades a fin de

identificar estados iniciales que le dificultan o facilitan la adquisición de nuevos

conocimientos, y tomar conciencia de sus propias estrategias de aprendizaje (identificación


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de los procedimientos más efectivos para su estilo y ritmo de aprendizaje, fuente de errores,

etc.)

Junto a estas estrategias meta cognitivas, es necesario que el estudiante conozca los

criterios e indicadores de evaluación que se han de tener en cuenta para valorar sus acciones:

procedimientos y productos. Es preciso hacer explícito los aspectos que toman en

consideración para emitir el juicio valorativo y los indicadores de nivel de logro. Esto no es

tarea fácil en muchas ocasiones. En la práctica estos criterios e indicadores son más

implícitos que explícitos. Se ha de analizar como un docente plantea la evaluación y cual es

el contenido de esta para extraer los criterios y niveles de evaluación que utiliza. El

conocimiento de estos criterios es una información clave para el alumnado. Es más, dentro de

un aprendizaje auténtico y significativo, la participación del alumno y de la alumna es

fundamental en el momento de establecer los criterios y los niveles de logro. Cuando dispone

de este conocimiento puede orientar su aprendizaje, centrándose en los aspectos que son

básicos y estableciendo decisiones discriminativas efectivas.

Las estrategias de evaluación de naturaleza meta cognitiva tales como los diarios

reflexivos, el portafolios, la autorregulación del aprendizaje mediante la elaboración de

mapas conceptuales, la autoobservación y valoración de las adquisiciones mediante el uso de

parrillas de evaluación (Juba y Sanmartín, 1996) son recursos favorecedores de una

evaluación centrada en el proceso más que en los resultados.

Desde estas perspectivas, la evaluación se convierte en un instrumento poderoso para

que el estudiante aprenda a evaluar y a “entender cuál es su aprendizaje individual” y, de esta

manera, desarrollar una de las habilidades clave del “aprender a aprender”.


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Conclusión

A lo largo de estas páginas hemos procurado destacar el valor intrínseco de la

evaluación como motor de cambio y mejora. Cuando el acento se coloca en el proceso de

evaluación y se imbrica con el proceso de aprendizaje, la evaluación adquiere un potencial

formativo y que va mucho más allá en la formación de la persona que en el hecho de

constatar avances u objetivos conseguidos. Desde esta perspectiva el énfasis se proyecta en el

proceso más que en el resultado introduciéndose, en lo que se está haciendo, la reflexión

pedagógica sobre lo que se hace, cómo se hace y que utilidad tiene. La evaluación cuando se

realizada de esta manera, desde una visión innovadora y crítica, no hay duda que incide de

forma notable en la calidad de los procesos de aprendizaje de contenidos y formación de la

persona.

Deseamos insistir en que, además de los conocimientos técnicos que se requieren para

realizar unas prácticas evaluativas científicas, la evaluación es ante todo una actitud y una

sensibilidad. Los procedimientos de evaluación adquieren un sentido u otros, se aplican de

una u otra manera, según la actitud con la que se aborda la actividad evaluativa. Algunos

términos como diálogo, consenso, flexibilidad, autorreflexión, coevaluación y participación

deben animar la actividad evaluativa si se pretende que tenga una impacto en la calidad de los

procesos de aprendizaje y si queremos que el estudiante aprenda a evaluar.


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