El documento habla sobre dar gracias a Dios aun en medio de las pruebas porque Él es fiel y está en control. La persona le pide a Dios vestirse de fe y confianza para enfrentar valientemente las pruebas y que le inunde de sabiduría para caminar confiada. También habla sobre cómo compartir las emociones y debilidades con otros y con Dios puede traer consuelo y sanidad.
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El documento habla sobre dar gracias a Dios aun en medio de las pruebas porque Él es fiel y está en control. La persona le pide a Dios vestirse de fe y confianza para enfrentar valientemente las pruebas y que le inunde de sabiduría para caminar confiada. También habla sobre cómo compartir las emociones y debilidades con otros y con Dios puede traer consuelo y sanidad.
El documento habla sobre dar gracias a Dios aun en medio de las pruebas porque Él es fiel y está en control. La persona le pide a Dios vestirse de fe y confianza para enfrentar valientemente las pruebas y que le inunde de sabiduría para caminar confiada. También habla sobre cómo compartir las emociones y debilidades con otros y con Dios puede traer consuelo y sanidad.
El documento habla sobre dar gracias a Dios aun en medio de las pruebas porque Él es fiel y está en control. La persona le pide a Dios vestirse de fe y confianza para enfrentar valientemente las pruebas y que le inunde de sabiduría para caminar confiada. También habla sobre cómo compartir las emociones y debilidades con otros y con Dios puede traer consuelo y sanidad.
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Señor, hoy te doy gracias porque aún en
medio de la prueba, tú eres fiel. Te doy gracias Dios porque tú estás en total control en mi vida. Gracias Dios por tu amor y misericordia en todo momento.
Hoy, vengo a ti Señor para en humildad
y fe entregarte todo aquello que no me permite vivir en tu plena paz. Deseo Señor confiar más en tus propósitos y no darle paso a mis temores. Anhelo Señor vestirme de Fe y Confianza para enfrentar valientemente cada prueba en mi vida. Te pido Dios, que cada día me inundes de tu sabiduría para de esa manera Señor caminar confiada en todo y ante todo porque anhelo vivir segura, vivir confiada, pero sobre todo que mi corazón reconozca tu voz en todo momento y mi temor desvanezca al tu voz hablar a mi corazón. Cuando comencé a escribir devocionales y blogs no creía que iban a ser leídos por tantas personas. Recuerdo que una vez tuve una conversación con alguien de la iglesia a quien recién conocía y le conté acerca de porqué llegué a la iglesia, y cómo estaba en medio de un proceso muy doloroso que aún no entendía. Cuando me di cuenta que le había contado cosas muy íntimas acerca de mi dolor y mi proceso, paré y pensé inmediatamente: “Creo que dije demasiado…lo incomodé”. Sentía tanta vergüenza por sentir todas esas cosas. Lo que él me dijo siguiente a mi silencio fue lo que cambió mi vida. “Tu historia va a bendecir a tantas personas, tu dolor va a hacer sentir a otras personas oídas” — y mi corazón inmediatamente sintió que era Dios dejándome saber que reconocía que estaba en mucho dolor pero que había un propósito en ello, y que era tiempo de dejar la vergüenza y abrir mi corazón a la siguiente etapa de mi proceso.
Estuve muchos años (desde muy pequeña,
realmente) creyendo que era demasiado hablar de mis emociones y de mi ansiedad. Pasé días encerrada en mi cuarto reprimiendo todo lo que sentía. Tanto así que llegué el punto de no sentir nada para no tener que dar explicaciones. Quería sentirme invencible y perfectamente compuesta. Me daba vergüenza que me vieran sufrir, que me vieran llorar, sin aire y sin opciones. Era un golpe a mi ego. Muchas veces nos escondemos detrás de la vergüenza y el silencio para no tener que admitir que la ansiedad nos arropa la cabeza. Creo que es una de las conductas más difíciles de desaprender; admitir que no aguantas mas la tristeza y la frustración. Quizás no quieres molestarte con Dios al admitir que te sientes sola, no quieres admitirte a ti misma que ya la vergüenza y la debilidad que sientes por estar meses en el mismo proceso, no te sirven de mucho. Créeme, yo sí me sentí así. Me di cuenta que mientras menos hablaba con Dios y con la gente de lo que me dolía, más me perturbaba. Mientras menos admitía mi ansiedad y mi tristeza, más se acumulaban las noches solas sin nadie a quien contarle todo mientras lloro descontroladamente. Cuando comencé a escribir acerca de mi experiencia con la ansiedad, lo hice por mi y para mí. Utilicé mis redes sociales como mi diario. Parecerá extremo compartir algo tan íntimo con miles de personas, pero ahí fue que Dios comenzó a sanarme. Mientras más le contaba a la gente que me leía todo lo que sufría en la soledad de mi apartamento, más sentía que Dios me consolaba. Este devocional no es una invitación a contarle a miles de personas lo que te duele. Eso me funcionó a mí, pero puede ser que a ti te funcione la intimidad con Dios. Puede que lo que necesites sea un abrazo departe de alguien que amas mucho, o puede ser que solo necesites sentarte en la grama a meditar en cómo puedes abrirle paso a la sanidad. Cuando aceptamos que somos imperfectos, que lloramos y nos frustramos, y le damos la oportunidad a Dios de consolarnos, podemos consolar a otros. Cuando aceptas que tu debilidad no te hace menos merecedora de ser amada, protegida y asistida, tus debilidades se convierten en una fuerza fuera de este mundo. Cuando renuncias a la vergüenza, le das espacio al consuelo de Dios en tu vida. Así que, nunca creas que admitir derrota es algo por lo cual avergonzarse. Dios sabe que vas a sufrir y desde el día uno quiere ser tu protector. El quiere cuidarte, amarte y protegerte de todo lo que te duele hoy (y todo lo que te dolerá en el futuro). Su gracia será suficiente, no necesitas aprobación ni validación de tu ansiedad. Él sabe que te duele, permítele abrazar eso que te está quitando la paz. Tu ansiedad, tu dolor y todas esas emociones que sientes no te hacen mala cristiana, no te hacen mala amiga, no te hacen mala madre, no te hacen mala hermana, no te hacen mala hija…te hacen humana. Lo mejor de todo es que ya Dios sabía lo mucho que el mundo iba a querer lastimarte, y se preparó para estar ahí cuando tus fuerzas no dieran para más. Una vez leí algo que aún guardo muy cerca de mi alma: “Donde acaban mis fuerzas, comienza la fuerza de Dios”. No te avergüences de algo que Dios reconoce que es real en tu vida, al contrario, se cruda con Él y háblale de cuán cansada estás. El quiere escucharte y más que todo Él quiere estar ahí.
Eres imperfecta, pero también eres
perfectamente amada por Dios. ¿Cómo defines tu relación contigo misma en este momento?
¿Eres capaz de identificar tus sentimientos ?
¿Qué te quita tu paz en este momento de tu
vida?
¿Confías en la grandeza de Dios sobre tu
vida?
Pablo nos habla en 2Corintios 1 que Dios es
nuestro consolador en todo tipo de atribulación. Muchas veces estamos en un momento de ansiedad en el cual no tenemos fuerzas para ir a Dios, pero si no vamos a él ¿quién nos dará la fuerza y el consuelo? Ahora bien, pregúntate a ti misma…
¿ Me siento mal por estar triste?
Ahora bien, luego de contestarte la pregunta leamos un poco sobre
David. El rey David escribió: “¿Cuánto tiempo más seguiré angustiado? ¿Cuánto tiempo más sufriré esta pena?” Salmo 13:2
En ese versículo leemos un David angustiado, atribulado, triste,
ansioso… Un David, triste y angustiado le habla en honestidad a Dios. David no se sentía mal por estar triste al contrario es honesto con él mismo y en honestidad va a Dios. Entonces amiga, ¿ debemos sentirnos mal por estar tristes? No, amiga no debemos tener vergüenza ni mucho menos más dolor al sentir dolor. Sigamos el ejemplo de David quien en angustia y dolor simplemente oró al Padre.
¿Qué le ayudó a David para seguir adelante? Orar le permitió
contarle a Dios toda su angustia, convencido de que él lo amaba (Salmo 13:5; 62:8).
Dios nos invita a desahogarnos con él cuando tenemos ansiedad,