Huizinga El Hombre de Ideas Terminado
Huizinga El Hombre de Ideas Terminado
Huizinga El Hombre de Ideas Terminado
Valga lo dicho con respecto a la "vida" de una disciplina en la mente individual. ¿Que
es la historia cuando la concebimos como espíritu objetivo, como elemento de la
cultura, cuando aludimos, no a lo que A o B saben, sino a lo que "se" sabe? Por
ejemplo, "se" tiene por cierto hoy que la Carta Magna no fue una constitución liberal, el
fruto de un sentido esclarecido y previsor de la responsabilidad política y cívica. Es
decir, el ingles de cultura media que asistía a las aulas antes de 1900 probablemente
aun no lo sabe. El extranjero de cultura media solo tiene una idea vaga (en el mejor de
los casos) del significado de la expresión Carta Magna. Pero en el ámbito de la
educación inglesa, gracias a la excelencia de la vinculación entre la investigación
histórica y la enseñanza de la materia durante los últimos años, el enfoque mas
certero habrá reemplazado ya el desarrollo tradicional. En este caso, pues, el termino
"se" se refiere en la practica, bien a cierto numero de mentes, bien a la disciplina
histórica concebida globalmente. Y así, retornamos a la antítesis entre nominalismo y
realismo.
La discipline histórica es un proceso cultural, una función del mundo, una casa paterna
de numerosas estancias. Innumerables son sus temas específicos, y cada uno de ellos
es conocido solo de unos pocos. Pero el espíritu de cada época reproduce siempre
cierta congruencia, cierta armonía, una convergencia de los resultados de la
investigación, divergentes solo en apariencia. En cada periodo histórico se desarrolla
una autentica homogeneidad del pensamiento histórico, aunque ella no cobre realidad
en el cerebro de un pensador determinado. Aun cuando se manifiesta en formas
totalmente distintas de conocimiento, referidas a fenómenos absolutamente distintos,
existe sin embargo cierta universalidad del saber, un consensus omnium, por mas que
la naturaleza de este ultimo admite infinita variedad de conocimientos y de opiniones.
Entonces, después de todo, si se exceptúa la síntesis final ¿el recto es mero "estudio
preliminar"? De ningún modo. En la investigación misma del historiador (si ejecuta
bien su trabajo) madura el propio conocimiento histórico. El desarrollo de la percepción
histórica no es el fruto ulterior del análisis critico de la materia prima, y por el contrario
acompaña constantemente al propio trabajo de investigación; no se alcanza el saber
exclusivamente en la esfera de la síntesis individual, sino también por media del
análisis.
Solo puede hablarse de autentica historia cultural cuando el estudioso se esfuerza por
establecer las pautas generales de la vida, del arte y del pensamiento. La naturaleza
de estas pautas no es una esencia dada de una vez para siempre. Cobran forma en
nuestra: manos. Y por esta razón se debe aplicar la mayor cautela en la formulación
de los problemas. Todo problema mal planteado distorsiona la imagen. Y a veces
parece que en su estado actual la historia cultural padece el influjo de excesivo
números de imágenes distorsionadas.
Pero tan pronto como la historia sufrió la influencia real de estos reclamos, resonó el
sit ut eat aut non sit: "Que sea como debe ser, o no será". Casi instintivamente los
historiadores resistieron las demandas que planteo a la disciplina un miembro de la
profesión, Karl Tsimprecht. La filosofía acudió en ayuda de la historia. En la
controversia debatida sobre la esencia del conocimiento histórico, filósofos como
Wilhelm Windelband, Heinrich Rickert y Georg Simmel, sobre las huellas de Wilhelm
Dilthey, en los altos de 1894 a 1905 desarrollaron por primera vez la moderna teoría
del conocimiento de las humanidades sobre fundamentos específicos de la materia, lo
cual le permitió liberarse de las normal dictadas por las ciencias naturales.
Dichos filósofos demostraron que la naturaleza y formación del conocimiento histórico
son fundamentalmente distintos de la esencia y desarrollo de las ciencias naturales,
que la historia para la cual la meta del conocimiento no se hallara en los detalles
específicos de los hechos mismos se vería condenada a sufrir completo decaimiento, y
que es mera petición de principio reducir el termino ciencia exclusivamente al
conocimiento de lo general expresado conceptualmente.
Desde que se desarrollo esa polémica, hace treinta años, la historia ha continuado su
propio desarrollo, sin inquietarse por exigencias metodológicas que su misma
naturaleza le impide satisfacer. La historia no ha sufrido transformaciones
sustanciales; la naturaleza de sus productos no ha cambiado. Esa misma constancia
atestigua vigorosamente la necesidad de su existencia independiente en la nomina de
las humanidades.
El concepto de evolución como el medio de comprensión del mundo arraiga más bien
en el campo del pensamiento histórico que en el de las ciencias naturales. Abrió la
primera senda la filosofía francesa del siglo XVIII. Voltaire, Turgot y Condorcet fueron
los primeros en concebir el gran proceso histórico bajo el signo de la transición
gradual, la permanente transformación, el progreso. Esta concepción se alzo contra el
punto de vista entonces dominante, que hacia del progreso consciente la clave de las
magnitudes históricas. El deseo de conocimiento histórico, ya había sido percibido por
Leibniz: "En la historia perseguimos tres objetivos: primero, el deseo de aprender
pare conocer hechos singulares, luego preceptos de particular interés pare el
desenvolvimiento de nuestra vida, y finalmente los orígenes de las cosas presentes,
sean los revela el pasado, pues todo se comprende mejor cuando se conocen sus
causes".
Ninguna disciplina, como la historia, abre sus puertas de par en par al publico general.
No hay esfera del conocimiento en la que sea tan gradual la transición desde el
aficionado al profesional. No existe otra disciplina que exija tan escaso saber
preliminar de naturaleza académica como el que se requiere para la comprensión
histórica o para la actividad histórica. La historia siempre arraiga mucho mas
firmemente en la vida que en las aulas. No había lugar para la historia dentro del
sistema escolástico de la Edad Media, según este ultimo se desarrollo desde el
periodo final de Ia antigüedad. Las siete artes liberales y los tres grandes estudios que
las coronaban (teología, derecho y medicina) fueron el tronco del cual brotaron la
mayoría de las modernas ramas de estudio, a través de un proceso de ramificación y
de especialización. No fue tal el caso de la historia. La historiografía aparece donde
quiera hay un centro espiritual de una fase de la cultura: en Ia plaza del mercado, en el
monasterio, en la corte, en la tienda del comandante, en la antecámara, en la
redacción de un periódico. El hecho de que rara vez o nunca se relacionara el estudio
de la historia con las artes liberales significa que aquel se hallaba mediocremente
representado en las universidades aun después de la Edad Media, pues hasta bien
entrado el siglo XIX el sistema de educación universitario continuaba obedeciendo a la
pauta medieval. Desde el humanismo al romanticismo hay pocos académicos entre los
historiadores de renombre.