Alva Noe Mente Amplia

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Alva Nöe; Mentes amplias

El autor sostiene que el cerebro da lugar a la consciencia al permitir un intercambio entre la persona o
animal y el mundo. De este planteamiento surge una nueva concepción de nosotros mismos, como
seres expandidos, extendidos y dinámicos. Los autores situan esto en un contexto más amplio.
Nuestro cuerpo y nuestra mente están activos. Si cambiamos la forma de nuestra actividad, podemos
cambiar nuestra propia forma, cuerpo y mente. El lenguaje, las herramientas y las prácticas colectivas
conforman lo que somos. No hay razones para suponer que la frontera entre nosotros y el resto del
mundo se encuentre en el cerebro o la piel.

¿Dónde nos encontramos?

Nosotros mismos, por naturaleza, estamos distribuidos dinámicamente, estamos situados en el


entorno. Hasta ahora no hemos podido entender la consciencia porque la hemos estado buscando en
un lugar equivocado.

Este autor es sobre la consciencia, sobre la mente humana y sobre el proyecto de entenderla como
parte de nuestra naturaleza biológica. Estamos vinculados, enredados con los lugares en que nos
encontramos. Somos de ellos. Una persona no es un módulo independiente o una entidad autónoma.
No somos como la mora que arrancamos fácilmente, sino como la planta, arraigada en la tierra y
enredad entre las zarzas. Cuando inmigramos, sugrimos un daño que nos modifica. Nuestra vida es un
flujo de actividad y depende de nuestra posesión de habitos y de destreza, y de la sabiduría practica,
cuya propia actualidad, a su vez, implica nichos particulares. Si estamos en un lugar con una lengua
extraña para nosotros, no podremos contar una buena historia, es decir, no podremos ser lo que
somos.

¿Dónde nos detenemos nosotros y donde empieza el resto del mundo? La confianza del
neurocientifico en que el cerebro es la sede de la consciencia equivale a la convicción gratuita de que
podemos delimitar los límites entre nosotros y el resto del mundo a nivel del cráneo. Una de las
reivindicaciones que propone el autor es que si queremos entender la consciencia humana o animal,
tenemos que dirigir nuestra atención no solo al erebro sino al cerebro en su contexto, al cerebro en el
escenario natural de la vida activa de la persona o el animal. Porque los que somos portadores de
consciencia dependemos del lugar donde nos encontramos y de lo que hacemos en él.

Fronteras mágicas y la ilusión de la mano de goma

Una opinión extrema acerca del límite entre nosotros y el resto del mundo, sería decir que somos
nuestro cerebro, llegamos hasta sus límites. Según esta opinión la sensación no estaría en un dedo al
golpearse, sino en el cerebro. Podríamos tener la misma sensación sin que realmente exista el golpe,
si se activara el patrón adecuado que cause la actividad neuronal que da lugar a la sensación.

Esta reivindicación es una versión más del dogma neurocientifico acual, según el cual somos nuestro
cerebro y todo lo demás – nuestro emplazamiento en un mundo con significado y poblado por los
demás – es un mito que promulgan los cerebros. Los únicos hechos establecidos son que la sensación
requiere la acción de un sistema nervioso, y que sin sistema nervioso no es posible la vida animal o
humana. Pero esto no significa que el sistema nervioso sea suficiente, por sí mismo para tener
sensaciones, y que nuestro Yo esté confinado en el cerebro y el tejido nervioso.

El autor toma como ejemplo para defender su posición, un experimento denominado la ilusión de la
mano de goma. Este experimento demuestra que sabemos dónde estamos gracias a nuestra
interacción dinámica con el entorno en múltiples modalidades sensoriales.

El experimento consistía en pedirle a alguien que oculte su mano sobre su regazo, debajo de la mesa;
y colocar una mano de goma sobre la mesa, en lugar de la mano real. Un investigador dará golpecitos
y caricias en la mano de goma, y en la mano real del voluntario al mismo tiempo. Lo que ocurre es que
la persona voluntaria tiene la sensación de que le están tocando la mano de goma. Como sugiere el
artículo, sentimos el tacto de la mano de goma que ven los ojos.

Este es un ejemplo de un fenómeno asombroso y habitual: el poder de lo que vemos influye en nuestra
experiencia sensorial, no visual. En términos psicológicos, esto se denomina captura visual. Esto
ocurre por ejemplo en el cine, cuando experimentamos que el actor de la pantalla parece estar
produciendo sonidos, pero en realidad los sonidos provienen de altavoces colocados en otro lugar de
la sala.

En realidad, la captación visual – la poderosa influencia de la vista en otras modalidades sensoriales-


es un elemento importante de la percepción normal del habla real. Cuando entablamos una
conversación, leemos los labios sin ser conscientes de ello, y lo que oímos, depende críticamente de lo
que vemos.

Una prueba de la solidez de esta influencia de la vista en el oído es el efecto McGurk. Oimos la
grabación de alguien que dice “ba”, pero vemos la imagen de alguien que dice “ga”. Lo que
experimentamos es que la cabeza proyectada en el video pronuncia el sonido “da”. La idea esencial de
la explicación de este fenómeno parece ser que utilizamos información del estimulo acústico e
información de lo que vemos – cuánto se mueve la bo0ca – para percibir un sonido del habla. Si estas
fuentes de información no coinciden, cesa nuestra habilidad de percibir correctamente lo que se dice.

Es probable que nuestra capacidad de oir palabras también dependa en cierto grado, de nuestro
conocimiento de lo que se habla y de nuestras expectativas acerca de lo que vendrá después.

Volviendo al caso de la mano de goma, en cierto sentido, los mecanismos que provocan la ilusión, son
los mismos que provocan la percepción normal. Es cierto que la mano no forma parte de nosotros.
Pero eso no sólo se explica por el hecho de que sea una mano de goca, o de que esté o no conectada
a nuestro cuerpo. Es ma´s fundamental el hecho de que nosotros y la mano tenemos destinos
distintos. Sólo hay una coordinación superficial ya ccidental de nuestra experiencia y la mano de goma.
La mano propia, por el contrario, sta implicada de manera fidedigna en nuestras interacciones
sensoiales y motoras con el mundo que nos rodea y con nuestras demás experiencias sensoriales. Si
fuera posible incorporar la mano de goma en una dinámica de compromiso activo con el mundo y el
cuerpo, entoncs la mano de goma sería parte de nosotros.

Tenemos una relación muy especial con nuestro cuerpo. El experiment de la mano de goma lleva a
replantearnos en qué consiste esa relación especial. No sólo consiste en que manos y brazcon
conduzcan tejido nervioso hasta el cerebro. La mera conectividad o apego son características para una
explicación superficial de lo que es un cuerpo. Lo que hace que la conexión y contigüidad sean
importantes es que ellas mismas trazan la coordinación y el destino comun. Mi mano, que veo
moverse cuando miro, es mi mano porque la veo agarrar una copa, porque la uso para ello. La
cualidad de “mía” consiste en que está activa, dinámica y visualmente vinculada con mi vivir.

Maurice Merleau- Ponty ha destacado estos puntos. Nuestra vida tiene lugar dentro de un escenario.
El escenario – el suelo, las paredes, el ruido, el exterior- es el telón de fondo de cualquier actividad. El
cuerpo aparece como condición de fondo para que podamos seguir siendo como hasta ahora. “El
cuerpo es el vehículo para estar en el mundo, y para una criatura viva, tener cuerpo es estar vinculada
con un entorno especifico, identificarse con ciertos proyectos, y estar continuamente comprometida
con ellos.”

Manos fantasma

El fenómeno de la mano de goma demuestra que podemos experimentar sensaciones en un objeto


que no está conectado con nosotros. Lo ha sugerido porque el apego o la conectividad no son
necesarios para que algo sea parte de nosotros. Sabemos también que cuando por un accidente
perdemos una mano, no perdemos automáticamente la sensación en lo que ahora es una mano
ausente o fantasma. Esto tiene sentido si, como se argumenta, la implicación con mis costumbres y
proyectos es lo que hace que la mano sea mía. Así como desplazar un interruptor no impide que lo
busquemos, la pérdida de una mano no oblitera de inmediato el esenario conductual del que depende
el tener o creer que tenemos una mano. La ausencia de una mano no es real hasta que deja de estar a
nuestra disposición cuando nos disponemos a agarrar algo o cuando tratamos de parar nuestra caída.
Solo cuando nos adaptamos por completo a las nuevas circunstancias y rompemos el habito de actuar
en y con la mano , descansará por fin nuestro miembro fantasma. Un psicólogo ha demostrado muy
viene sta relación entre el sentido de propiedad de una parte del cuerpo y los habitos y expectativas.

La consciencia no tiene lugar en el cerebro, y el cuerpo no es un recipiente elaborado para contener un


cerebro, que de otro modo sería autónomo. Parafraseando a Merleau Pony, el uerpo es nuestro – en el
sentimos y por él actuamos- en la medida en que el flujo de actividad que discurre hacia el mundo fluye
a través de él. Los psicólogos usan el término “esquema corporal” para designar el desgnio implícito,
práctico que nos permite poner nuestro cuerpo en movimiento y acción de manera efectiva. No es
necesario que localicemos nuestras manos antes de usarlas para algo. No es que no tengamos
presente el cuerpo, ni que el cuerpo sea totalmente transparente en el trato con el entorno. Sentimos el
cuerpo presente. Pero en el curso de una actividad, el cuerpo no se hace sentir como objeto de
contemplación o de consciencia. El cuerpo está presente en nuestra experiencia normal, activa,
compromentida, de un modod distitno, comparable en el campo visual a la presencia de la periferia,
como parte del fondo en el que enfocamos la vista para fijarnos en algo. El cuerpo está presente de
modo esquemático como un abanico de posibilidades de movimiento o de acción. Este es el esquema
corporal Puedo tener presentes los brazos aunque no esté pensando en ellos; la sensación de su
presencia se reduce a cosas como saber que la taza de café que hay encima de la mesa está a mi
alcance. Tener un esquema corporal en buen funcionamiento es, tener de fondo un cuerpo preparado
para las actividades con las que nos comprometemos. Este saber no articulado y no articulable, de la
disponibilidad del cuerpo, con los grados naturales de libertad de movimiento, es la base de todo lo
que hacemos.

El esquema corporal puede compararse con la imagen corporal, que es una especie de imagen mental
que tenemos de nosotros mismos.

El experimento de la mano de goma y del miembro fantasma demuestran que nuestros esquemas
corporales pueden ser moldeados o modificados. Perder un miembro en un accidente no modifica por
si solo el esquema corporal; de ahí que perviva el fantasma. Y ser solo un pedazo de goma separado
no es suficiente para no ser incorporado al esquema corporal.

Extender el cuerpo

Una de las formas más sencillas de extendernos más allá de los límites del cerebro y del cuerpo es
usando herramientas. Una persona ciega con su bastón, siente el bastón aunque no haya
terminaciones nerviosas en él. El cerebro y el sistema nervioso, en la medida en que permiten la
consciencia perceptiva del entorno, no contribuyen a la generación de sensaciones, sino que
contribuyen a permitirnos interactuar de forma dinámica con el entorno. Nuestra experiencia y nuestras
capacidades dependen enteramente de este tipo de interacción habilidosa. Donde estamos depende,
de manera significativa, de qué hacemos. Y lo que somos depende de más cosas que el cerebro. La
habilidad y experiencia con un bastón pueden realmente extender el cuerpo más allá de sus límites
estrictamente biológicos.

Estos ejemplos demuestran que el uso de herramientas modifica nuestro esquema corporal. Al integrar
la herramienta en un repertorio práctico reestructuramos nuestras expectativas de lo que somos
capaces y de este modo reestructuramos el esquema corporal. Los conductores llegan a sentir la parte
trasera del coche a la hora de aparcar.

Alir cambiando nuestro esquema corporal, cambia nuestra relación con el mundo, de modo que cambia
nuestra percepción del entorno. Lo grande que parezca un estacionamiento dependerá del tamaño del
vehiculo en el que estemos.

Estos cambios en el esquema corporal corresponden a procesos de adaptación neural. Se ha


demostrado que los monos que usan un rastrillo, exhiben representaciones corticales más amplias
dela mano y el brazo. Es decir, las ceculas que son sensibles al aspecto y a la sensación de la mano y
el brazo acaban considerando al rastrillo como una extensión del brazo.

Cuando se transforma de este modo el esquema corporal, también cambia nuestra percepción de lo
que está cerca. Podemos delimitar el espacio indepedientemente de nosotros, pero también podemos
hacerlo en relación con nosotros. El espacio peripersonal es el que está el alcance de la mano, y las
zonas fuera de alcance conforman el espacio extrapersonal. En neuropsicología, quienes exhiben
síntomas de un esquema corporal transtornado en el espacio peripersonal pero no en e extrapersonal
empezaran a mostrar síntomas en el espacio extrapersonal si su interaccion con ese espacio depende
de la habilidad de usar herramientas. La adquisición de la capacidad de usar herramientas tiene el
efecto de incrementar la extensión del espacio peripersonal. Lo que estaba lejos, está cerca.

Estas reflexiones sobre el esquema corporal ilustran que no hay ninguna razón para pensar que
nuestro cuerpo se detiene allí donde creemos. Algunas partes de mi – las herramientas- pueden ser
espacialmente discontinuas de mí: lo que las convierte en parte de mí y de mi cuerpo, es cómo mis
acciones las usan. Y en la medida en que actuo y siento con mi cuerpo extendido, mi mente también
está extendida. El cerebro y el sistema nervioso son importantes, pero no son los únicos. Porque sólo
el cerebro y el sistema nervioso en acción permiten que haya un esquema corporal, y sóloi podemos
entender la génesis de este Yo distribuido si prestamos atención al animal o la persona que actua en el
entorno y en la que el entorno actúa.

Conocerse el camino

Tal como ha argumentado Clark, nos parece normal pensar que sabemos qué hora es, aunque en
realidad no tenemos la hora en sí, por así decirlo en la cabeza. Sabemos qué hora es cuando tenemos
acceso rápido, fácil y fidedigno a esa información. El verdadero depositario de la información sobre la
hora – el reloj- está en su muñeca, no en su cabeza. En este ejemplo, el reloj funciona como una
maquinaria exterior que contribuye al logro cognitivo de saber qué hora es.

La mayoría de nosotros puede ubicarse no porque tenga el mapa de la ciudad memorizado, sino que
dependemos de todo tipo de señales externas para ubicarnos. Nuestra ubicación requiere que usemos
los sentidos, que prestemos atención a monumentos y que, además, obtengamos informacion general.

Mi capacidad de ubicarme en Nueva York es una capacidad cognitiva, un logr4o intelectual. Pero no
poseo esta capacidad solo por mi situación, en el contexto más amplio de que tengo acceso a
monumentos y pistas del entorno. Mi comprensión y conocimiento no es algo autónomo y
desmontable, es una familiaridad hábil con el entorno y una integración con el mundo. Así como cuento
con los dedos, papel y bolígrafo para contar, el cuerpo, los ojos y la ciudad contribuyen a ubicarme, en
la misma medida que el cerebro.

Presencia real

Somos seres distribuidos, dinámicamente esparcidos e implicados con el mundo. No somos


representantes del mundo. Tomando la frase de Merleau Ponty, somos cabezas vacías encaradas al
mundo. Nuestro mundo no está confinado en lo que está dentro de nosotros, memorizado,
representado. Tenemos más cosas presentes que aquello inmediatamente presente. Vivimos en
mundos extendidos, donde hay muchas cosas presentes, de manera virtual, gracias a nuestras
aptitudes y a la tecnología.

Por ejemplo sentimos que la casa tiene una parte trasera, aunque no la veamos desde donde estamos,
no solo pensamos, juzgamos o inferimos que hay una parte trasera, sino que esa parte trasera está
presente. Podemos considerarlo como una especie de presencia virtual, sólo si reconocemos que toda
presencia es virtual en este sentido, no en el sentido de que sea falsa o ilusoria, sino entendiendo que
el mundo está rpesente como algo alcanzable, antes que como algo dibujado. En este sentido,
tenemos una relación con la casa, ya que está a nuestro alcance.

La tecnología incrementa el alcance de nuestro acceso, por lo que incrementa lo que tenemos o
podemos tener presente. Pensemos en una llamada a larga distancia, o una cuenta bancaria
disponible internacionalmente, son cosas que sentimos que están presentes.

Podemos argüir que la presencia mutua en un espacio físico comaprtido de verdad es la mejor
presencia. Somos criaturas biológicas encarnadas y la evolución nos ha condicionado para que
quepamos en unos nichos físicos reales. Estamos de forma natural en sintonía con el entorno físico y
con lo demás. Los mundos virtuales son pobres en comparación. Es una presencia real que ha sido
extendida con métodos nuevos y diferentes. Hay algo inquietante en pensar que estar sentado
pasivamente ante una pc leyendo y tecleando pueda ser un modo de ser activo, emprendedor y
socialmente comprometido. Pero en realidad, es justo eso.

El caso de los controladores aéreos franceses

Wndy Mackay y sus colegas franceses llevaron a cabo un estudio del papel que desempeñan las tiras
voladoras en el control aéreo. Les interesaba que los controladores aéreos hayan opuesto una
resistencia activa a los esfuerzos de ingenieros y políticos de modernizar la tecnología del control
aéreo. Los controladores aéreos se resistían a la innovación por temor a que los cambios en sus
habitos laborales contribuyeran a que los vuelos fueran menos seguros, en lugar de más seguros.

Mackay y sus colaboradores observaron que el sistema de las tiras de papel, aunque fuera de baja
tecnología, era en realidad una tecnología sumamente bien adaptada.

Podemos hacer dos observaciones sobre el sistema de las tiras de papel. Primero, estas fueron
cruciales e indispensables, en el repertorio cognitivo de los controladorres. Su compromiso activo con
las tiras de papel era involucrarse cognitivamente con los aviones. Pensaban en los aviones con las
tiras. Segundo, los controladores cumplían su misión de forma lectiva: el lugar de trabajo, con mesas
compartidas para las tiras de papel y radares compartidos, condujo a una especie de cognición
socialmente distribuida.

Según el concepto moderno, somos pensadores que logramos individualmente una representación y
comprensión del mundo, de un mundo que está más allá de nuestros límites personales. La mente
surge de las acciones de nuestros cerebros individuales, el cerebro es nuestro órgano mental. Pero no
toda experiencia y cognición está desligada así, o es contemplativa e individualista. Gran parte de
nuestra vida cognitiva – vida lingüística, vida de trabajo en grupo – requiere, además, de monumentos y
herramientas y otra gente.

Extender la mente

Hemos considerado distintas manera de extender el cuerpo, y en realidad, la mente, mediante el uso
de herramientas y otros artefactos. Las nuevas tecnologías aportan ejemplos importantes. Pero no hay
tecnología más robusta que el lenguaje para extender el pensamiento humano más allá de los límites
de los recursos internos y privados de un individuo.
El lenguaje extiende nuestra capacidad de pensamiento, y extiende nuestro esquema mental. En la
medida en que el propio lenguaje está manufacturado socialmente y lo comparten distintas
comunidades lingüísticas, nuestro poder cognitivo requiere, para su propio ejercicio, la existencia de un
entorno sociolingüístico. La mente atraviesa el cráneo y encuentra apoyo en un andamio
sociolingüístico compartido.

Para pensar usamos herramientas, y a veces estas herramientas no son externas (no están
literalmente fuera de la cabeza), pero son con frecuencia compartidas y colectivas (como el lenguaje y
las tiras de papel de los controladores aéreos). No toda la maquinaria que nos permite pensar y
calcular está en nuestro interior.

El significado no está en la cabeza

Los escépticos podrán objetar que, siendo el lenguaje un instrumento cultural colectivo, cada uno de
nosotros lo interioriza. Esto significa conocer una lengua. No todos hablan todas las lenguas. Cuando
se aprende una lengua se aprende el sistema de normas que permiten pensar, representar y razonar
en aquella lengua. Pensar, razonar, etc. Tiene lugar dentro nuesrto. De modo que el fenómeno del
lenguaje, bien entendido, no apoya la idea de que la mente no resida en la cabeza.

Puedo usar la palabra olmo para referirme a los olmos, aunque yo sea incapaz de reconocer un olmo.
Yo no soy, individualmente, responsable de hacer que mis palabras sean significativas. Tienen
significado gracias a la existencia de una practica social en la que se me permite participar. Gracias a
la división social de la labor lingüística, no es necesario que cada individuo lleve la carga de asegurar
una referencia significativa. Confiamos en los demás porque el significado no es algo interno. El
significado depnde de la practica.

Estas ideas de Putnam sobre el lenguaje nos ayudan a apreciar que incluso el entendimiento, conocer
el significado de ciertas palbras, no depende de una normal mental que determine cómo usar la
palabra, sino que depende del uso correcto de esa palabra (de ser capaz de participar en la práctica),
de ser capaz de hacer un uso práctico que equivalga a saber con cualquier fin practico lo que esa
palabra refiere.

Putnam también considera que el significado lingüístico depende del hecho de estar incrustado en el
entorno. Usábamos la palabra ”agua” antes de saber su estructura química. Nuestro comercio diario
con el agua la convierte en la cosa que designamos cuando usamos la palabra. La palabra está
ubicada en una práctica y la práctica hace uso del agua auténtica.

Si bien aprender una lengua es adquirir conocimiento, el conocimiento lingüístico no es un


conocimiento de este tipo, sino que es la adquisición de una serie de aptitudes para usar palabras y
manipular cosas. Es un gran abanico e casos, el conocimiento lingüístico depende de nuestra
implicación activa con el entorno.

Las vidas secretas de los caracoles

Una idea corriente de la ciencia cognitiva contemporánea es por ejemplo una metáfora conductora en
la que el cerebro es el centro de control de misión; es la estación central. Los cerebros monitorizan,
reúnen y evalúan “circuitos integrales”, mandan y reciben transmisiones, órdenes, advertencias; los
cerebros gestionan la cuerda floja entre la entrada sensorial y la salida conductiva, que es la vida
animal.

La metáfora del centro de control de misión es distorsionadora. Tomemos por caso los
descubrimientos sobre la vida neurocognitiva de la liebre o babosa de mar. Esta se retrae al tacto. Una
vez que la tocan se acostumbra al tacto y ya no se retira automáticamente. La habituación de la
babosa al tacto, constituye una clase de aprendizaje y memoria que se puede comparar con un tipo de
aprendizaje denominado sensibilización.
Un grupo de investigadores han investigado las bases neuronales de este tipo de aprendizaje. Las
neuronas sensoriales y motoras están conectadas; el estímulo de la babosa mediante el tacto activa
las neuronas sensoriales que, a su vez, activan las neuronas motoras que provocan la retracción. En la
habituación sucede lo siguiente: tocar a la babosa repetidas veces debilita la conexión entre las células
sensoriales y las células motoras. El estímulo continuo altera la fisiología. La sensibilización implica el
proceso inverso. El contacto doloroso fortalece la conexión sináptica entre la entrada sensorial y la
salida motora.

La babosa de mar aprende, recuerda y modifica su comportamiento a la luz de este aprendizaje. No


existe un centro de control donde ocurra el aprendizaje o se tome la decisión de retraerse o relajarse
ante el tacto. El aprendizaje en sí está distribuido por el sistema nervioso del animal. La babosa
aprende; el sistema nervioso encarnado del animal sirve a este propósito.

Resulta más impresionante el hecho de que sea el entorno, con sus estimulos, el que provoca todo el
proceso de reorganización fisiológica.

La babosa de mar es lo que es gracias a que está atada a, afectada por y emparejada con una
situación específica. El mundo actúa en la babosa, la babosa responde; sus actos responden a los
estímulos que recibe; la babosa es un vector que resulta de las distintas fuerzas del cuerpo, del
sistema nervioso y del mundo. Su historia pasada en el contexto medioambiental y los continuos y
dinámicos intercambios con el entorno hacen de la babosa lo que es.

¿Dónde se detiene usted?

¿Somos tan diferentes a la babosa de mar? Percibimos; el mundo se nos aparece, razonamos y
planeamos; nuestras acciones dependen de lo que sabemos, tanto como de lo que sentimos,
necesitamos y queremos. Estamos atados al mundo, y lo que somos, lo que poemos lograr, depende
de lo que nos hacen, tanto como de lo que hacemos nosotros. Como la babosa, no somos autónomos.
Estamos en el mundo y somos del mundo.

Nacemos inamaduros, logramos la madurez y todas sus capacidades mucho después de la primera
infancia. La primera infancia puede ser el proceso mediante el cual el entorno actúa en nosotros y nos
convierte en lo que seremos. Esta plasticidad del desarrollo puede ser compatible con la imagen del
centro de control de misión. Podría pensarse que sólo añade una arruga a la historia. El cerebro del
niño es plástico, la interacción con el entorno es necesaria para que el cerebro se convierta en la clase
de estación central en la que puede convertirse. Pero es más convincente pensar que todo esto
demuestra que el cerebro no es más responsable de nuestros actos que un surfista de la ola que
monta. El cerebro, el cuerpo y el mundo conforman un proceso de interacción dinámica. Allí es donde
nos encontramos.

Conclusión: estamos involucrados con el mundo

Estamos parcialmente constituidos por un flujo de actividad con el mundo circundante. En un sentido
importante no estamos separados del mundo, somos parte de él. Somos lugares en los que pasa algo.
Somos amplios.

Los hábitos son esenciales para la vida metal. Debido a que estos dependen mucho del entorno,
ilustran que nuestra manera de ser viene determinada por nuestra continua dependencia del mundo
que nos rodea.

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