Justificación de La Formación Litúrgica

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Justificación de la formación Litúrgica.

¿Por qué es importante que nos formemos en Liturgia)


Son muchos los que al oír la palabra “liturgia”, dan media vuelta y se van porque piensan que eso no va con
ellos; que debe ser algo solo para curas o gente muy culta, pero que para los cristianos de a pie, no hace falta
hablar con tantos tecnicismos, y que esas historias poco tienen que ver con su vida. Si tú también lo has
pensado alguna vez, estás en el lugar que debe estar, porque este curso que se ofrece es para que
conozcamos un poco lo que es la liturgia de la Iglesia y conociéndola, la vivamos mejor y hagamos que otros
le encuentre el verdadero sentido a toda celebración litúrgica y le saquen el mayor provecho.
Ahora bien, desde siempre, Dios tiene un proyecto de salvación que va realizando en la historia y que alcanza
su momento culminante en la venida y actuación de Cristo (Cf. Ef 3,4.9). Por esto, la Sacrosantum Concilium
afirma: “Esta obra de redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas
que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su
bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, con su
Muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo
dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera” (SC, 5).
La liturgia, que etimológicamente significa “obra del pueblo”, permite que el pueblo de Dios, celebrando el
misterio de Cristo, participe en la obra de Dios y, en él, Cristo continúe la obra de la salvación. Así llegamos a
la esencia de la liturgia, como la presenta la constitución conciliar: “Con razón, pues, se considera la Liturgia
como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su
manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus
miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de
Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el
mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (SC, 7).
Estas palabras nos muestran claramente que la liturgia cristiana no es principalmente un esfuerzo humano,
sino la salvación realizada por Dios en Cristo mediante el Espíritu Santo, que sigue actuando hoy. En la
liturgia la iniciativa parte de Dios y el actor principal es Cristo. En ella la historia de la salvación continúa en
línea directa y, por esto, es ante todo un acontecimiento de gracia cuyo fin es la santificación de cada persona
y de toda la comunidad humana. Como palabra y sacramento, la liturgia está marcada por una línea
estructural descendente.
La liturgia, en cuanto acción de Cristo y del pueblo de Dios es el centro de la vida cristiana. Ella “constituye el
culmen hacia el cual tiende la acción de la Iglesia y a la vez la fuente de donde mana su fuerza vital ” (SC, 10;
CCEC 219). Si en la fase del anuncio la liturgia se pone como “culmen”, en la fase de la actuación de la
misma liturgia se pone como “fuente”; de ella, en efecto, brota la gracia y se obtiene con la máxima eficacia la
santificación del pueblo de Dios. Así la liturgia mueve a los fieles a traducir en la vida lo que han recibido por
la Palabra. Si la evangelización culmina en la liturgia, de la liturgia nace y saca su fuerza la misión (Cf. SC,10;
PO,5).
Características de la liturgia como fuente y Culmen de la vida de la Iglesia.
1. Una celebración viva. Es preciso subrayar con fuerza que la liturgia no es un concepto, sino una
realidad viva: Dios nos salva. Nuestro Dios es un Dios que salva, que actúa en la historia, que está
cercano a cada uno de nosotros y que la obra que ha realizado en Cristo la continúa en la Iglesia por
la liturgia. La liturgia salva porque literalmente nos injerta en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; nos
participa la vida Trinitaria.
2. Una celebración ritual. La celebración litúrgica es un conjunto de gestos, palabras y objetos que
tienen la función de evocar y actualizar el acontecimiento salvífico que congrega a la asamblea. La
palabra que se anuncia se realiza sacramentalmente. Gracias a la celebración litúrgica, la comunidad
no sólo participa en un evento de salvación sino que recibe un programa de vida, que debe poner por
obra con un serio compromiso. Por esto la celebración litúrgica no tiene fin, sino que continúa en la
vida ordinaria de todos los días.
3. Una celebración con signos sensibles. En la liturgia no entran solo las palabras, las acciones o las
cosas, sino que toda la persona es sujeto y objeto del culto que agrada a Dios. Mediante signos
sensibles se involucra toda la persona que a través de los sentidos oye, ve, palpa, canta, admira la
belleza y vive el misterio. Todos los participantes deben comprender el significado de los símbolos que
enriquecen la liturgia, cuidadosamente estudiados durante siglos, que contienen un mensaje siempre
válido y que entrañan la salvación.
4. Una celebración consciente. Todo el pueblo cristiano, en cuanto consagrado por el Bautismo y la
Confirmación, participa del sacerdocio de Cristo para su propia salvación y la de todo el mundo. En la
vida y en el culto litúrgico se ejercita el sacerdocio de Cristo, al cual están asociados los cristianos
como un deber y un derecho, para que todo sea una ofrenda agradable a Dios. Para llegar a la
participación activa y consciente, que exige la misma naturaleza de la liturgia, es indispensable una
adecuada catequesis y una celebración bien preparada, inteligible y digna.
5. Una celebración participada. Debe ser una participación plena, es decir, de todos y en todos los
momentos litúrgicos; una participación activa, no hay acciones litúrgicas individuales y privadas, por
tanto toda la asamblea según sus funciones y posibilidades debe involucrarse y actuar; una
participación comunitaria, la liturgia es obra de toda la Iglesia y por esto el sujeto de la liturgia es todo
el pueblo; una participación fructuosa, que se vuelva vida abundante en los fieles y salvación para todo
el mundo.
6. Una celebración bella y atractiva. Las formas, los colores, las vestiduras, los cantos, las luces, los
silencios constituyen una riqueza formidable de nuestra liturgia. En una auténtica liturgia, se puede
hablar de la belleza de la asamblea, del espacio litúrgico, de la forma celebrativa, de la música, de
Cristo glorioso y presente. En la liturgia la belleza debe verse y sentirse; debe ser una revelación de lo
infinito y lo inefable; debe comunicar e impulsar hacia lo eterno.

Algunos aspectos que debemos tener presente para mejorar nuestra participación en la liturgia.
1. Cómo lograr que la liturgia refleje ante todo el primado de Dios. Cuando en la liturgia Dios no es
determinante todo lo demás pierde su significado y su valor. Por eso, debe dar amplio espacio al
silencio que permita escuchar, contemplar y adorar a Dios, que facilite experimentar el paso salvador
de Dios y la acción benéfica de su amor.
2. Cómo mejorar la expresión comunitaria de la liturgia. La liturgia no es obra de un celebrante
aislado, no es manejable según el antojo de un grupo; no le pertenece a ninguno en particular. La
liturgia es como el depósito de la fe que lo hemos recibido, lo debemos vivir y cuidar en comunión y lo
debemos entregar a las generaciones que vienen. Nada más odioso y abusivo que el clericalismo
litúrgico o el dominio absoluto de la liturgia por parte de un pequeño grupo.
3. Cómo fomentar la espiritualidad litúrgica. Es un desafío permanente que tanto los ministros
ordenados como los fieles laicos nos dejemos guiar por el Espíritu para vivir digna y fructuosamente el
misterio de Cristo en la liturgia. Urge logar una renovación profunda de presbíteros, diáconos,
religiosos y laicos para que la liturgia sea en verdad fuente y culmen de la vida eclesial.

4. Cómo vivir mejor el Día del Señor y el Año Litúrgico. La espiritualidad y la pastoral litúrgicas no
deben ahorrar esfuerzos para ayudar a descubrir y vivir la importancia y capitalidad de la “fiesta
primordial de los cristianos”, la Pascua, haciendo realmente del domingo el día de la resurrección, el
día del encuentro de la Iglesia, el día de la alegría y el descanso. Así mismo, urge fomentar la
catequesis sobre el valor, el sentido y el modo de celebrar el Año Litúrgico, el cual, a través de los
diversos tiempos y con admirable pedagogía, nos permite entrar en el misterio de Cristo.

5. Cómo llegar a tener verdadera música litúrgica. La música litúrgica debe distinguirse de las demás
formas de música por su espiritualidad, su bondad y su universalidad; debe favorecer la oración, la
participación de la asamblea y el clima festivo de la celebración. La constitución conciliar y otros
documentos posteriores han dado instrucciones sobre la materia, pero en realidad poco se ha
cumplido. Si bien se valora la buena voluntad que entrañan ciertas iniciativas en cuanto al canto
litúrgico, es preciso constatar que estamos lejos de la calidad y la unción que se necesitan en este
campo.
6. Cómo llegar a la vinculación liturgia y compromiso social. Muchas personas viven la liturgia casi
como una evasión; buscan un encuentro sensible con la trascendencia y lo sobrenatural, sin ninguna
referencia a la humanidad y a la realidad del mundo. Ante esta religiosidad vaga y a veces
desencarnada, es preciso aprender que la vida litúrgica remite inmediatamente a la persona y a la
enseñanza de Jesús, que es siempre una llamada a la conversión, a la fraternidad y a la solidaridad
con los más necesitados. Una genuina celebración de los misterios de Cristo conecta la fe y la vida.
Por todas las razones anteriores es que se hace necesario que nos preparemos para que
comprendamos, vivenciemos y hagamos que otros fieles laicos también comprendan y vivan a profundidad
la liturgia de la Iglesia Católica.

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